SIGLO XIX
Carlos Ortíz
Argentina. 1870 - 1910
Poeta. Murió asesinado.
Biografía
Carlos Ortiz nació en Chivilcoy – provincia de Buenos Aires – en la estancia “Las Palmeras” el 27 de enero de 1870.
Allí aprendió a amar el campo y a valorarlo desde niño. Hijo de D. Francisco Ortiz y doña Petrona Calderón, tuvo una infancia feliz y una juventud laboriosa en actividades rurales y las letras. Consideraba que el trabajo reivindica y ennoblece. Siendo ya un hombre, plantó un establecimiento modelo en Las Toscas – partido de Lincoln.
En las letras, a las que se dedicó desde joven, tuvo por maestro aManuel López Lorenzo, a quien dedicó una de sus obras, y el apoyo de su primo hermano Leopoldo Díaz. En 1899 publicó “Rosas del crepúsculo”, que seguía el estilo de Rubén Darío.
Le gustaban las tareas del campo, a las que dedicaba tiempo, trabajo y vocación. Durante algunos años trabajó en las cosechas en la estancia "La Sirena", ubicada en el partido de Lincoln.
Su principal influencia literaria estuvo dada por el modernismo, (1890 a 1910), siendo uno de los primeros en incorporarse a ese movimiento. Un estilo marcado por nostalgia, excesos decorativos y esplendor verbal.
“El poema de las mieses” (1902) libro que lo hizo famoso, fue escrito en verso y trata sobre la vida en el campo. Aquí pone de relieve el trabajo rural y deja ver la simbiosis entre el hombre y la naturaleza.
El contacto con la naturaleza y la experiencia directa del trabajo en esas tierras fueron fuente de inspiración para su obra principal, “El poema de las mieses”.
La estancia era asiduamente concurrida por el doctor Dardo Rocha, Antonio Bermejo y el poeta Leopoldo Díaz – estos dos últimos, primos del poeta.
En 1899, publica “Las rosas del crepúsculo” donde es visible el estilo modernista de Rubén Darío. En 1902 publica la obra que le consagraría en América y Europa, “El poema de las mieses”.
En el “Almanaque Sudamericano” publicó muchas poesías y composiciones en prosa. Tradujo a Víctor Hugo, a Stéphane Mallarmé, Théodore de Banville, Paul Marie Verlaine y Edgar Allan Poe.
Cuando El Ateneo estaba en su apogeo leyó en él varios poemas, que fueron muy aplaudidos.
En su familia había varios poetas. Una tía por parte de la madre, Andrónica Calderón, fue la primera poetisa de Chivilcoy. Leopoldo Díaz, primo hermano de este, seguramente también ha sido de gran influencia en él. Fue uno de los poetas modernistas más destacados del país al queCarlos Ortiz sumaría a su círculo conformado por figuras como Leopoldo Lugones, Rubén Darío, Fernández Estrada, Díaz Romero, entre tantos otros. También su padre, Francisco Ortiz y Acosta, aunque sin ser poeta ni literato, ha escrito versos que han sido publicados en la revista “La América Literaria”, en el “Almanaque Sud Americano”, y en otros diarios y revistas. Su primer maestro de poesía fue el poeta español Manuel López Lorenzo, radicado en la ciudad de Chivilcoy en 1866. Este fue fundador de la Escuela Politécnica en Chivilcoy, en la que fue alumno Carlos Ortiz.
Sus versos comenzaron a publicarse en periódicos y revistas locales y de Buenos Aires. Con el tiempo progresó literariamente, realizando diversas traducciones y editado los libros ya mencionados que lo han hecho trascender.
En el mes de noviembre de 1902 se publica el celebrado “Poema de las Mieses”, una obra dividida en doce Cantos y un Prólogo, que logra elogiosos conceptos de la crítica literaria y una amplia trascendencia nacional e internacional. Fue reditado en 1919, por el sello gráfico de la Cultura Popular; en 1962 por la poetisa Ángela Colombo y en 1977 por el impresor Héctor Manuel Antuña.
En Buenos Aires frecuenta El Ateneo y el Café de los Inmortales. Le alientan Rubén Darío, Leopoldo Lugones, Evaristo Carriego, José ingenieros, Carlos Vega Belgrano, Ángel de Estrada, Charles de Soussens, Alfredo Palacios, Rufino T. Bello, Luis Bayón Herrera, Roberto J. Payró, Alberto Ghiraldo, José Maturana e infinidad de hombres que honran las letras argentinas. Su domicilio en la ciudad de Buenos Aires, en la entonces calle Corrientes y actual Pueyrredón, fue también lugar de reunión de artistas de diversas ramas.
En Europa estuvo en contacto con Salvador Rueda, Antonio Machado, Eduardo Marquina y los últimos exponentes en Francia e Italia. En un viaje posterior, acompañado por el poeta Leopoldo Díaz, visitó el pueblo de Morges que lo inspiró para escribir “El poema de la Pampa” e “Impresiones de viaje” (obras perdidas) y partió a París, para luego volver a Buenos Aires.
En Francia colabora en el Mercurio y su nombre y su obra son consagrados por el reconocido crítico Francois de Nion.
Lo demás de su producción poética, dispersa en diversas publicaciones, fue recopilada por el periodista José Fernández Coria bajo distintos títulos: “Mensajes líricos”, “El grito de los fuertes” y “El cuerno florido”, etc.
En los primeros meses de 1910 la situación política de Chivilcoy estaba enrarecida. Imperaba el caudillismo empleando todos los recursos de prepotencia a su alcance, procurando acallar las voces y el accionar constante y valiente de quienes se erguían contra el imperio de la barbarie.
El régimen del caudillo Vicente Loveira, jefe del Partido Autonomista Nacional, con fuerte ascendencia en la 4° Sección Electoral de Buenos Aires, no escatimaba en actitudes autoritarias para conservar su poder. Ernesto Barbagelatta como intendente, Adrián Laffitte como comisario, Indalecio Cancedo como Inspector General, Prisciano Cufré como Jefe de las Oficinas de Guías y otros que ocupaban cargos jerárquicos de la intendencia, llevaban adelante a través de su obsecuencia, actitudes y conductas reprochables que fueron repudiadas tanto por corrientes internas al partido como fuera del mismo.
En el año del centenario argentino, el profesor Alejandro Mathus, hombre que gozaba de sólido prestigio en los ambientes intelectuales y sociales de Chivilcoy, y uno de los más enérgicos opositores al oficialismo, es trasladado a la ciudad de Mendoza por oscuras gestiones de Vicente Loveira, para quitarlo del ruedo local.
Los amigos y allegados a Mathus, indignados con esta decisión, organizan un banquete de despedida y homenaje al director de la Escuela Normal en el Club Social, en repudio al turbio manejo de Loveira que prácticamente lo expulsaba de la ciudad.
A través de sus invitaciones, los organizadores lograron una amplia adhesión del vecindario para asistir a la reunión.
La noche del 2 de marzo de 1910 fue elegida para la velada. Alrededor de ciento cincuenta comensales asistieron al banquete. Se habían programado varios discursos para luego de la cena. El Dr. José María Moras puso de relieve en su discurso la importancia y significado de aquel acontecimiento.
Alejandro Mathus describió la realidad que les tocaba aludiendo al uso de la mentira como instrumento para denigrar y presionar, por parte de su adversario político y sus seguidores.
Unas horas antes del banquete, alguien cercano al escritor Carlos Ortiz, le pidió que pronunciara algunas palabras. Ante la insistencia de sus amigos, el poeta escribió los versos que más tarde leería:
Mathus:
Tú, como el gallo de Rostand, querías
Hacer la luz con tu soberbio canto,
Y tú cantaste, aun cuando bien sabías,
Que a los búhos la luz infunde espanto.
Y tú viste almas buenas en la bruma,
Viste almas infantiles en la sombra.
Y en esas almas que la noche abruma
Sembraste el verbo que a la noche asombra.
No vierte el astro-rey sus resplandores
Sin que huya a refugiarse en la floresta,
El cuervo deslumbrado de fulgores
Dando al viento sus gritos de protesta.
Hacen falta las sombras al caudillo
Como negra noche a la lechuza:
¡Es en la sombra que se escuda el pillo
Y es en la sombra que el puñal se aguza!
Como el de Chantecler vibró tu acento
En la noche preñada de terrores.
Ruborizó una aurora el firmamento
Y en su gruta temblaron los errores.
Tú enseñaste el secreto de los verbos.
Enseñaste el misterio de las liras.
Te declararon guerra los protervos
Y quisieron morderte las mentiras.
Podrá matar el búho tenebroso
Al Chantecler de cánticos triunfales.
Pero el sol surgirá, siempre glorioso
A clavar en la noche sus puñales.
Levantó la calumnia sus pendones,
El bárbaro agitóse en la penumbra,
Se pusieron en juego las facciones
Para abrazar al sol que las deslumbra.
Cerca de medianoche la fiesta había terminado y grupos esparcidos en el salón conversaban y comentaban sobre el evento. En un momento determinado de la reunión se acercaron a los balcones del club un grupo de matones emponchados al grito de ¡Viva Loveira! Dispararon sus armas a mansalva contra la cabecera del banquete hiriendo de muerte al poeta Carlos Ortiz, quien minutos antes había recitado versos que quedaron sobre la mesa como su última expresión y trágica profecía.
Dentro del club el asombro y la desesperación inundaron el ambiente. Los niños corrían aterrorizados ante los gritos de desesperación y auxilio de sus madres. Nadie sospechaba la presencia de los asesinos aguardando que los espectadores de la calle se retiraran y dejaran sola la cuadra.
De pronto se vio a Carlos Ortiz apoyado a la pared junto a uno de los balcones con el rostro desencajado y pálido. Mientras algunos lo auxiliaban y sostenían, otros hombres saltaron por los balcones a la calle para intentar perseguir a los agresores, sin resultado positivo. Lo llevaron rápidamente a su casa, situada a unos ciento cincuenta metros del Club Social sobre la calle San Martín N° 112 (era llamada “La Casa de la Lira”) y con todos los esfuerzos y cuidados posibles.
Lo asistieron los médicos Santiago Fornos, Juan Oteiza, Ireneo A. Moras, y Antonio Novaro. Los profesionales convinieron con la familia la interconsulta con un cirujano de Buenos Aires. Se telegrafió al Dr. Marenco, quien llegó en tren expreso a las siete de la mañana. Coincidiendo en el diagnóstico de sus colegas, lo intervino quirúrgicamente sin resultado satisfactorio, falleciendo el 3 de marzo de 1910 a las 9 de la mañana.
El sepelio de Carlos Ortiz fue una protesta masiva y silenciosa de todo el pueblo. Mujeres, hombres y niños de la ciudad y gran cantidad de personas desde Buenos Aires acompañaron los restos del poeta hasta su última morada. En las veredas y puertas de cada casa un enorme gentío aguardaba el paso del féretro que fue llevado a pulso desde su casa hasta el Club Social, deteniéndose frente al balcón donde fue herido.
Allí improvisó emocionantes y sentidas palabras su amigo Alejandro Mathus. Las casas de comercio habían cerrado sus puertas en señal de duelo. Una multitud siguió caminando detrás de los coches fúnebres hasta el cementerio.
Dirigieron palabras de despedida durante el sepelio el doctor Antonio Novaro, Eugenio F. Díaz y Alberto Ghiraldo. El joven Lisandro Peralta, por su parte, despidió a Ortiz leyendo unos hermosos versos.
El poeta Carlos Ortiz, víctima de aquel brutal atentado y este sangriento episodio derrumbaba para siempre la figura de Vicente Loveira, señalado como el autor moral del hecho; aunque nunca existieron pruebas suficientes para confirmarlo y todavía hay innumerables dudas y confusión. A raíz del asesinato del poeta Carlos Ortiz se realizaron manifestaciones callejeras y actos con la concurrencia de una muchedumbre fogosa e indignada, que reclamaba esclarecimiento, justicia y severo castigo a los culpables. Como consecuencia, Loveira, padeció su caída política y económica. Sus fueros parlamentarios lo resguardaron de toda acción judicial, pero el juicio de la historia lo condenó para siempre. Había hecho mucho por su ciudad, principalmente por educación y obras públicas, siendo legislador provincial, como consejero escolar, como concejal, como intendente. Pero Chivilcoy no le perdonó haber matado a un poeta.
El 1907, se había fundado el diario “El Debate”, dirigido por Antonio Seara y José Fernández Coria, con la redacción de Eduardo Fagnani. Funcionaba en la tercera cuadra de la avenida Villarino y asumió una posición claramente contraria a la política de Vicente Domingo Loveira. Cuando ocurre en 1910 el asesinato del escritor y poeta Carlos Ortiz, este diario jugó un papel fundamental para lo que significó la muerte política de Vicente Loveira.
Tenía en el techo, en la terraza, una sirena y aparecían dos y, a veces, tres ediciones en el día. Pocos minutos antes de la aparición de cada edición, sonaba la sirena.
Carlos Ortiz fue sepultado en el cementerio municipal de Chivilcoy provisoriamente, y luego sus restos fueron trasladados a la bóveda familiar de Francisco Ortiz, ubicada en la sección 16 del Cementerio de la Recoleta en la actual Ciudad de Buenos Aires. Una placa recordatoria junto al altar de la bóveda reza:
“El alma de Chivilcoy”. “La Inmortalidad gloriosa de Carlos Ortiz”.
En la ciudad de Buenos Aires en el barrio de Flores, una calle recuerda su nombre. El 22 de octubre de 1929, se inauguró en la plaza 25 de Mayo un busto del poeta Carlos Ortiz, obra del escultor Juan Zuretti. Hablaron en esa ceremonia el presidente de la Comisión de Homenaje, don Juan B. Lahuirat, y el intendente municipal, don Generoso Falivene.
También en esa oportunidad, invitado especialmente por la comisión, dirigió un discurso el senador nacional Alfredo Palacios. Cesados los aplausos con que fue saludado al disponerse a hablar, el orador expresó su fe en un pueblo que, como el de Chivilcoy, se sobrepone a la ola del más vasto materialismo, que procura ahogar las mejores manifestaciones del espíritu y honra a un poeta suyo, cantor de las labores rurales, las que caracterizan a su terruño, lo nutren y empujan.
Pero Carlos Ortiz – prosiguió el senador nacional – no fue un cultor exclusivo de la forma. Fue también un ciudadano, Y como Andrea Chenier, el poeta revolucionario, murió joven, quizás porque los dioses le amaban, y como a éste le fue arrebatada violentamente la vida.
Ortiz fue un poeta civil. Dejó la torre de marfil y se confundió con el pueblo, cuyas necesidades y anhelos interpretó. Y de ello nace el vigor y la lozanía de sus versos, que son la expresión del espíritu auténticamente popular.
Años después también en la Escuela N° 28 de la sección quintas, se inauguró otro busto de Carlos Ortiz, obra del escultor chivilcoyano Antonio Bardi, bautizándose con su nombre a dicha escuela. También una calle de Chivilcoy lleva su nombre.
Para definir la personalidad de Carlos Ortiz, basta repetir sus palabras:
“Si un hombre trata la vida como artista, debe ser Todo Corazón”.
Obras
- “Rosas del crepúsculo” (1899).
- “El poema de las mieses” (1902), por el cual fue el reconocido por la crítica de su época en América y Europa.
- “El cuerno florido”.
- “El grito de los fuertes.
- “Mensajes líricos y Cantos de Amor, de Esperanza y de Duda”.
- Existen dos obras perdidas: “El poema de la pampa” e “Impresiones de viaje”.
REPERCUSIÓN A NIVEL NACIONAL DEL ATENTADO EN CHIVILCOY
Notoria difusión nacional tuvo el lamentable suceso del homicidio del poeta Carlos Ortiz que se vio reflejado en medios como “La Vanguardia” – órgano de prensa del Partido Socialista -, y el diario “La Nación”, con muy importante cobertura, entre otros.
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