PUERTO RICO
POESÍA SOCIAL
RODRÍGUEZ FRESE, MARCOS (1941 - 2014 )
CRÍTICA LITERARIA
por: José Emilio González
La poesía de Marcos Rodríguez -Frese no ha recibido, a mi juicio, la aatención que merece. Yo mismo he sido culpable de éste delito y, aunque podría dar razones por mi demora, no pienso hacerlo en estos momentos. Que sirvan estas líneas que siguen como remedio, en parte, contra una injusticia.
Marcos Rodríguez -Frese es un joven poeta que empezó publicando sus versos en revistas como Guajana y Bayoán. Luego, sacó en un mismo año –1971— sus dos primeros cuadernos, de los que me ocuparé en este trabajo. Me refiero a Todo el hombre y Árbol prohibido, ambos impresos en México por la Editorial Libros de México, S.A. Ambos también, fueron primer premio en los certámenes de poesía del Festival de Navidad del Ateneo Puertorriqueño, respectivamente en los años 1968 y 1969.
Todo el hombre —título que declara una aspiración del poeta y marca una entrega de su ser a los valores humanos— es un delgado volumen que incluye varios haces de poemas. Me imagino que representa una selección de sus versos escritos antes de 1968.
Lo que sobresale inmediatamente en Todo el hombre es el encuentro total del poeta con la lengua. No hay separación, aunque la vena expresiva corra por diversos caminos. La influencia de los poetas llamados "sociales" —Pablo Neruda, César Vallejo, Míguel Hernández— me parece clara. Habría que añadir otros nombres como los de Gabriel Celaya, Blas de Otero y, posiblemente, Octavio Paz. Marcos Rodríguez-Frese comparte con los poetas del Grupo Guajana —del cual fue uno de los fundadores, si no me equivoco— la conciencia de las injusticias sociales, políticas y económicas. En él se ve patente la protesta contra la deshumanización que genera el sistema imperante.
En la primera sección de Todo el hombre, que se titula "A verso vivo", el poema "Digo", de versos muy cortos, sin rima, quintaesencia el canto como dación, como voluntad de rescate dirigido hacia todos los desventurados de la tierra. Le sigue "Poética Vital", con lema de León Felipe. Rodríguez Frese insta a los poetas:
Suspende el canto.
Vive a verso vivo,
escúchame una vez.
Habla, sin tropo.
Es una toma de conciencia del hecho poético y de su importancia. Rechazo del retoricismo. Don de la poesía en acto vivo. "Suelta tu lengua; tus puños/si es preciso..." En "Poética vital", prevalece el verso corto, aunque los hay más largos que en "Digo". Sin rima, como casi siempre sucede en los dos libros. Esos dos poemas se relacionan con "Por más que con el dedo...", por lo que veremos.
En "Tarea", aparecen los temas del tedio y del tiempo, importantes en los dos cuadernos que hoy estudiamos. Para romper la angustia del tiempo cíclico, el poeta invoca la nominación, el ritual de la palabra —"inútilmente necesario"—:
Tiéntale su sabor, mastícalo con calma,
sintiéndole por dentro los sonidos,
hasta que el cuerpo pida su volumen.
La poesía es el acto mediante el cual el hombre funda el ser, rompe la inanidad de su existencia en un mundo que se presenta vacío. Con palabras que recuerdan a Shakespeare, Rodríguez -Frese nos dice:
O nos valemos nada y todo es una burla,
un ocio que se llena, de ademanes,
una idiota ilusión sin día cierto,
un oficio de locos,
pura filfa.
"Por más que con el dedo" se anuda con los poemas que acabamos de mencionar. Es el credo conscientemente confesado del poeta, escrito en versos alejandrinos, de ritmo sosegado.
Mi poema, rehuye las palabras neutrales,
columnas de humo grácil, siete velos sin cuerpo,
que fruncen sus contornos por entre rosas de aire.
Preciso una palabra de ancha mano extendida.
Poesía comprometida, pero no cerrada. Palma extendida a la fraternidad humana.
La segunda sección se llama "El agua más profunda". Tiene un carácter acentuadamente lírico. En el poema "Estás", el poeta se dirige a Susana y la caracteriza: "Tu inusitado sonreír de niño, /esa cadencia pensativa, tuya", donde "inusitado" no parece muy fuerte, pero hay una plena intuición de ritmo en ese segundo verso citado. Ahonda en el perfil moral de la mujer:
Tu descendida soledad de llanto,
tu devoción de helecho
con el viento.
Versos-imágenes perfectos, a base de la percepción que tiene el poeta de la caída en aquella penosa soledad y la pasividad silenciosa del helecho —apegado a la roca— en su diálogo de amor con el viento. Frente a ese fiel aislamiento, el poeta se autodefine como "este decir /de combativo intento".
En "Júbilo" —donde creo percibir huellas de Neruda— vincula a su "compañera del rostro'' con la naturaleza en estado puro. Naturaleza que el autor opone a la artificiosidad de la civilización, viejo tema que nos llega del humanismo grecorromano y del Renacimiento. El poema tiene un movimiento imaginativo más amplio que el de "Estás", pero no se halla tan bien integrado. De hecho, podría continuar después de "de mis versos, antes /repartidos al viento..." Por sus temas y enfoques "Júbilo" podría pertenecer a Árbol prohibido.
Atravesemos el breve paréntesis de "Consigna" y detengámonos ante "Guarda", dedicado a la esposa encinta. El poema —de versos largos— empieza muy bien:
Te cargo, te protejo, carne más que tú sola.
Estás creciendo hasta un límite extraño y doloroso
donde el llanto y la sangre fecundan la alegría.
Y llega a su culminación en:
Ahora revestida de cristal por dentro,
calentando ese puro alimento creciente...
Pero se debilita cuando sigue con "Por eso /te dirijo..." hasta "Ahora /te quiero más". Es que incurre en lo explicativo. Lo mejor está en esa primera mitad donde palpita una ternura muy auténtica y donde encontramos versos de una perceptividad tan sutil como: "Cuando la lluvia calla, se repliega en silencio, /deja un lustre de espejos opacos y fugaces".
No me luce muy bueno el poema "Segundo tiempo", que da la impresión de que el poeta ha querido calmarse la conciencia por llegar tarde a su casa. Hay un cierto movimiento retórico. Le falta densidad en la dicción. Vislumbro huellas de Neruda.
"Anticipo" está dedicado al hijo que vendrá. Logra plasticidad en la expresión, donde predomina el tono dramático:
Ahora llegarás,
la inocencia cerrándote los ojos,
envuelto en un antiguo llanto
de solidaridad al primer niño
y decepción ante la luz que hiere.
Si comparamos las dos primeras secciones del libro, me parece que la inicial está mejor lograda, tiene mayor unidad que la segunda. Luego sigue la parte que se nombra "Cita a ciegas".
Abre con "Melancolía," poemilla, delgada voluta, de versos en el aire, donde, frente al tiempo cíclico, se enarbola el tiempo humano de la sonrisa y el libro, que lo cambia todo. Después, en "Después", nos deslizamos como "una pequeña sombra impertinente" entre versos sutiles, casi transparentes. Frente a esa delicadeza lírica, "Paz-cual'' es una crítica a la superficialidad de nuestras hipócritas costumbres navideñas, con brillos de ironía. "Transito" es un poema tipo conversacional, de versos largos, que me recuerda a Gabriel Celaya o algunas cosas de César Vallejo. Creo que en una crítica del tiempo deshumanizado de la vida burguesa contemporánea. También creo que se usan demasiadas palabras para decir lo que hay que decir. No falta alguna que otra imagen valiosa, como en la estrofa final:
En la esquina remota donde una luz salude
con ese duermevela de las toallas húmedas
un poste de alumbrado cansado y soñoliento...
Casi lo mismo tendría que decir sobre el poema "Veces", con sabor a César Vallejo. No deja de tener su pasaje bien ceñido, como, al principio de la secunda estrofa:
Todo ha sido pequeño
como la mezquindad, la vida,
esa vieja ramera sin futuro
y esta fiebre de amor sin monedas.
La situación no mejora en "Alarma". En esta sección se destacan los dos primeros poemas: "Melancolía" y "Después". Su cualidad poética me parece inferior a la de "A verso vivo" y "El agua más profunda". El título de "Cita a ciegas", que aparece como una frase en los versos finales de la secunda estrofa del poema "Veces", me subiere una raíz existencialista. El hombre es un ser que tiene una cita a ciegas con el tiempo, ya sea el de la sociedad burguesa actual, ya sea el de la naturaleza. Los poemas tematizan ese tiempo frente al cual el hombre se yergue en lucha desesperada.
La cuarta parte lleva por título "Los Deberes". Nos saluda con un hermoso canto a De Diego, escrito en endecasílabos. Este poema merece un análisis detenido, que no puedo hacer aquí. Algunas expresiones me hacen recordar a Miguel Hernández. Es una composición de valor antológico. Para dar una idea de la calidad y lo elevado de la dicción, cito solo un pasaje:
Por el hueco del pecho maternal
recorremos el territorio herido
con las luces de tu bujía eterna.
El corazón despierta con tu grito
nacido de la sombra del silencio.
En cambio, el poema "Madre nuestra", dedicado a Puerto Rico, me da la impresión de quedar trunco. El desarrollo empieza en la segunda estrofa, pero se termina antes de tiempo. "Rastro de bomba", con el tema de la destrucción bélica, reconstruye poéticamente la brisa aniquilada, símbolo de libertad. Hay aquí un poco de tour de force, pero no le falta imaginación ni la nota de ternura.
El libro termina con una serie de poemas que podemos llamar del ciclo cubano. No sabemos si todos los escribió durante su visita a Cuba. El autor está obviamente entusiasmado con la obra de la Revolución. La calidad expresiva no representa momentos superiores a los logrados anteriormente en poemas como "Tarea", "Por más que con el dedo... " y "Canto a de Diego". El más bello del ciclo cubano, es "Oye, hermano" y no le va muy en zaga "Nos vemos en la aurora." Pero es que ahí el sentimiento refuerza la palabra. El poema final, "Aclaro", que no pertenece al grupo de los de Cuba, no añade cosa significativa, aunque tampoco resta.
Para resumir, esta sección de "Los deberes" ofrece valores desiguales, pero contiene algunas composiciones muy buenas.
Frente a la variedad y altibajos de Todo el Hombre, el segundo cuaderno, Arbol prohibido ofrece mayor unidad y se sostiene mejor. Da la impresión de madurez. Se nota (al fondo) el laboreo de una alta conciencía lingüística. Vislumbra uno también (al fondo) muchas lecturas, como parte de un proceso de autoformación, de las cuales el poeta ha sabido extraer las esencias e integrarlas armoniosamente en su propio espíritu. Confirmamos que Marcos Rodríguez -Frese posee, además, el don natural del verso, el sentido de la forma estrófica y del poema —intuición de totalidades. Los ritmos suelen ser pausados aunque no necesariamente solemnes.
Árbol prohibido contiene dieciocho poemas sin división en secciones. Se le puede concebir como un solo poema en dieciocho etapas. La primera es "Superávit", donde predomina el verso largo, de longitudes desiguales, ileso de rima. El asunto es un encuentro de manos con la amada. EI tema de las manos había aparecido ya en el poema "Júbilo", de Todo el hombre. Ese "gentil encuentro de falanges", donde el amor aflora, es el superávit —frente a las negatividades de lo real— en la experiencia humana. Tanto el hombre como la mujer, "ensayando esos cansados intentos harto inútiles de salvarse", logran por medio del beso de las manos y de los labios —hay aquí una gradación— "una pequeña explosión sin repercusiones", pero que
no hace falta más
para la inauguración de una sonrisa,
para alegrarse un poco de estar vivo.
De modo que, en la experiencia erótica, el poeta siente la posibilidad de salvación, de plenificar el ser.
El segundo poema es "Excusa'' y no es tan bueno como el anterior. Prevalece el tono conversacional. El tiempo del amor sirve para romper la repetición infinita del ciclo del tiempo natural, tema que ha habíamos visto en Todo el hombre.
Le sigue "Himno", construído a base de una serie de imágenes en que se establece una relación entre el cuerpo de la mujer y la naturaleza. A menudo el vínculo es de índole cultural, como en las siguientes imágenes: "restituye a la luz sus aleaciones", " y concierta armisticios con la lluvia", "edulcora la sombra de los pórticos". Otro elemento de la construcción es la serie de verbos en presente con que comienza la frase. El procedimiento anafórico podría seguir indefinidamente. El poema es muy imaginativo y lo levanta un poderoso sentimiento de la naturaleza.
En "Alta Fidelidad" —donde reaparece el motivo de la mano— se plantea el problema de comunicación. Escribir es grabar un mensaje para otro:
encender el fonógrafo ronco del corazón,
tantear delicadamente la aguja de su pulso
y establecer el volumen exacto.
Obsérvese el sabor vanguardista de la primera imagen citada. El poeta termina sutilmente con los siguientes versos:
Aunque lo más que importa
es su fiel oído cercano,
para que no se pierda
la primera frase de amor...
Este poema debe relacionarse con "Tarea" y "Por más que con el dedo..." de Todo el hombre.
En "Mito", la mujer amada está otra vez relacionada con la naturaleza, simboliza el mar. Pero mientras que en "Himno'' la naturaleza está más bien contemplada, aunque románticamente dotada de una gran vida, en "Mito", se la concibe como un centro de energía y amor: "E1 mar, viejo enemigo lujurioso, /acostumbrado a amar revolcado en su lecho". El título de "Mito" me sugiere que Rodríguez Frese estaba pensando en Poseidón. Que yo recuerde, este motivo del mar enamorado aparece también en la poesía de Evaristo Ribera Chevremont. El lenguaje es dramático. Para dar un ejemplo:
Después irguió sus manos efervescentes, agrias,
se arrastró muchas veces por la playa y lamía
por querer alcanzar, violar tu ensimismado
corazón anheloso, sólo por golpearme.
El poema se desarrolla muy bien, pero, a mi juicio, los dos versos finales están de más, ya que la sensación de frustración está ya dada en los versos inmediatamente previos. "Contra" ofrece temas parecidos a los de "Superávit". El tiempo hueco de la espera se niega cuando la voz de la mujer resuena en la llamada telefónica. Sería el momento en que el ser salda su deuda y destruye el límite, como sucede con el encuentro de las manos.
Una vez más, en "Leit" comparecen las manos de la amada, como fuentes de música. En vez de la lectura, que en "Contra" sirve para atravesar el tiempo vacío de las "espectaciones huecas", esta vez es la música donde, como nos dice profundamente el poeta: "me coagulo en la espera, en el acaso/sin término preciso, sin destino". "Leit" es otro poema que merece un análisis minucioso y penetrante. Esta vez, el encuentro no es directamente con las manos sino con el mensaje que ellas engendran, apoyatura para la reconstrucción del ser.
"Poderío" es un poema corto donde predominan las imágenes relacionadas con la luz. Como en "Himno" y "Mito", la continuidad de la mujer con la naturaleza sirve para montar una de las vertientes del mundo poético.
"Carpe diem" es una composición breve, en versos endecasilábicos. En la primera estrofa, caracteriza a la mujer entrevista, deseada, con frases cundidas de aliteraciones:
que se muerde los labios sin motivo
aparente y queda, melancólica, muda
al margen de la luz, sumida, en su abandono...
En la segunda nos habla del poder generativo de la mujer en el alma del poeta: da nacimiento al canto, a la belleza, al recuerdo, y, sobre todo despierta el perdido paraíso de la infancia.
Una de las mejores composiciones de este libro es "Tema". Empieza mayestáticamente:
Su carne va, su cuerpo
va, su continente hermoso
va surgiendo del día como un puerto.
Apoyándose, como en "Himno", en tiempos presentes, el poeta va esbozando en gestos esa mostracion de la mujer amada: "Mira, extiende su brazo, entrega /su mano más cercana, comunica..." Procedimiento que me trae recuerdos de Francisco Matos Paoli, Jorge Guillén y Pedro Salinas. Desde el primer verso hasta el último, Rodríguez -Frese combina sus ritmos y sus imágenes, en desarrollo armonioso, sin que sobre ni falte nada.
"Sentida nota de duelo" es un poema escrito en estilo conversacional, que creo tiene palabras de más, lo que le resta densidad. Pero posee "buen movimiento interior de consideraciones. Se pronuncia contra la burocratización de la vida afectiva —"el amor no es ya/más que una esquela mortuoria— contra la "adminisatración del miocardio". Sin embargo, no llega a cuajar como forma enteriza.
Un ansia, de vida y de daciones generosas alienta en "Euforia'', como prendas de amor. Un ímpetu hacia el mundo. La segunda estrofa es impresionante por su poder gráfico:
Vivir,
vivir como un diluvio,
en el minuto mismo de la respiración,
cuando metemos el mundo en los pulmones,
y, además, cerrar un puño de ternura
por si fuera preciso golpear contra el día y su distancia
o su indolencia.
En "Arbol pelado", la imagen central del árbol que ha perdido las hojas, sujeto "del olvido y del silencio", es símbolo de una protesta contra "la ciudad de humo". Frente a 1a dinámica horizontalidad del mar en "Mito", se levanta la vibradora verticalidad del árbol, símbolo tal vez del poeta en su empeño de creación:
Queda en usted como una savia oculta
por ese tórax, espiga, de su impulso,
tronco vuelto a vivir a golpes de pasión y de
ternura...
"Cántico" es un decir por completo poético. Como "Tema", uno de los mejores de este cuaderno. Muy bien trenzado. La mujer que canta —imagen del amor, imagen de la poesía— señala la posible fundación de un mundo nuevo: el de 1a felicidad hunana.
"Riesgo" es una composición corta donde la imagen verbal "se hiela", sirve para ahincar la conciencia del aislamiento del yo que conduce a la muerte. Es sólo en la fraternidad humana auténtica donde se esboza la posibilidad de una vida auténtica.
De otra manera,
se cae uno en la calle
y no se sabe si ha pisado un cadáver.
"Fantasma decreciente" ofrece afinidad con "Riesgo" con su alusión al aniquilamiento de la persona humana. Pero no es tan bueno como "Riesgo". Más bien ingenioso.
En fraseo conversacional, como "Fantasma decreciente", nos encontramos con otro poema: "Cuatro menos veinte'', donde ese sentimiento ahondante de la vida, que caracteriza a Rodríguez -Frese, lo lleva a la personificación de la hormiga, compañera de un tiempo vacío. Esta vez es el tiempo de la creación manca. Imagen de la paciencia y de la laboriosidad sin término, la imagen es ser donde se proyecta la conciencia que tiene el poeta de la urgencia de su creación frente al pasar sin término de un tiempo carente de sentido.
El poema final se titula "Una" y es un mono-diálogo meditativo, con tendencia a cavilación hermética. Como en "Superávit", en "Contra" y en "Carpe Diem", el poeta pasa balance, busca la cornisa del ser donde colgar un trofeo de posibilidades. Y dice a la mujer:
Eres lo único bueno que he ganado,
la única puerta que puedo abrir
para que entre el aire a casa.
Los que me han seguido hasta aquí se habrán de dar cuenta de que Árbol Prohibido es superior a Todo el hombre, a pesar de que este cuaderno incluye poemas tan valiosos como "Tarea'', "Por más que con el dedo... "Estás" y "Canto a De Diego". El poeta ha conseguido dominar mejor sus recursos, organizar su producción alrededor de dos temas centrales —el problema de la significatividad de la experiencia amorosa y la lucha del hombre contra el tiempo absurdo de la sociedad burguesa. Fundamentalmente, preocupa la construcción del tiempo humano, la búsqueda de una autenticidad vital.
Dentro del ambiente lírico de Árbol prohibido se percibe cuestiones dramáticas, radicales del ser humano. No carece de la nota de ironía. El poeta no compromete su verso con esquema alguno, previo, sino que lo mueve libremente. Ello no impide que objetivamente se pueda descubrir ciertas estructuras recurrentes. Los diseños rítmicos son objetivamente determinables. Algo similar puede afirmarse sobre el uso de imágenes. En algunos poemas le concede primacía; en otros, no. Pero las más esplendorosas son aquellas que resultan de la contemplación de la naturaleza o de la identificación con ésta, como las más sutiles provienen del mundo del amor.
Creo que es oportuno aquí citar un pasaje del laudo que rindió el jurado del Ateneo Puertorriqueño en el Festival de Navidad de 1969. Refiriéndose a Árbol prohibido, dice así, en parte:
Hay en su poesía un gesto irónico definido novedoso que le acerca en interesante procedimiento a la narrativa hispanoamericana actual. La intrascendencia le lleva por el recodo de lo cursi trabajado adrede y combinado con el gesto pensante. Es la existencia recogida en todas sus dimensiones, estremecida con hondura.
Con Todo el hombre, Marcos Rodríguez Frese se nos revela como un poeta de consciencia buceadora ante los problemas que hostigan al hombre contemporáneo, como un observador sagaz y crítico de la sociedad actual, como una voz finamente lírica —del más alto orden— y como un fabulador que maneja sutil y exquisitamente lo más secretos registros de la lengua. Su obra tiene raíces en la tradición romántica puertorriqueña, en la elaboración vanguardista del poema y la imagen, en la sugestividad simbolista y en las más avanzadas actitudes del artista del presente con respecto al mundo que le rodea. Puerto Rico tiene derecho a felicitarse de contar con tal poeta.
a 13 de agosto de 1973.
Río Piedras, Puerto Rico
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