SONETOS
SIGLO XX
PATROCINIO DE BIEDMA Y LA MONEDA
EL UNIVERSO FEMENINO DE PATROCINIO DE BIEDMA
M. ª Ángeles Perea Carpio
Doctora por la Universidad de Jaén
Profesora de Lengua y Literatura en el IES «El Valle» de Jaén
BREVE PERFIL BIOGRÁFICO DE PATROCINIO DE BIEDMA
Patrocinio de Biedma es una figura notable del movimiento feminista español y una escritora prolífera, admirada y reconocida cultural y socialmente en la España de la segunda mitad del siglo XIX, pero que la historiografía y la crítica literaria androcéntricas han tenido casi oculta.
Nacida en Begíjar (Jaén) el 13 de marzo de 1845, en el seno de una familia de la aristocracia rural, quedó huérfana de padre a los cuatro años, lo que supuso que fuera educada «bajo la dulce y suave presión de la voluntad» de su madre. Los seis años de diferencia con su hermano mayor, un varón además, y la poca edad de la hermana pequeña, la alejaban de ellos, lo que influyó en que su infancia fuera bastante solitaria y girara alrededor de la madre, poniendo, así, las bases de ese universo femenino que se crea para sobrevivir en un mundo de varones.
En 1861, a los dieciséis años, se casó con José María de Quadros y Arellano, hijo del marqués de San Miguel de la Vega. El matrimonio, que se instaló en el cercano pueblo de Baeza, tuvo tres hijos, que murieron siendo niños. El marido falleció en 1873, cuando Patrocinio iba a cumplir veintiocho años de edad. Estas tristes vivencias hicieron que se volcara en la religión y en la lectura y escritura, alentándola a liberarse del rol social para el que había sido educada —ser la perfecta esposa y madre—.
Viuda, sin hijos, es lógico que Patrocinio de Biedma pensara en abandonar el pueblo que la vio nacer para dar salida a sus necesidades vitales e intelectuales. Acompañada de su íntima amiga la princesa Rattazzi, se instala en Cádiz en 1876, ciudad que solía visitar frecuentemente con su esposo y en la que contaba con buenas amistades. En mayo de 1877 fundó —y dirigió— su propia revista: Cádiz, «Revista de artes, letras y ciencias, ilustrada con grabados y redactada por los primeros escritores españoles y americanos»; en ella publicó más de un centenar de artículos entre 1877 y 1880, año en que se cierra la publicación.
A Cádiz quedará vinculada de por vida, pues allí contraerá segundas nupcias, en 1880, con José Rodríguez y Rodríguez —viudo y con hijos— archivero jefe de la Diputación de Cádiz y director de la Crónica de Cádiz. A partir de entonces, Patrocinio de Biedma comenzará su actividad pública, dedicando su tiempo y sus energías a mejorar las condiciones sociales de la infancia y a promocionar la educación de la mujer. José Rodríguez muere en junio de 1914. Doña Patrocinio lo seguirá trece años después, en 1927, sumida en el olvido de la clase intelectual española.
EL UNIVERSO FEMENINO DE PATROCINIO DE BIEDMA
El conocido crítico vasco Fermín Herrán, en un artículo sobre Guirnalda de pensamientos, presenta a Patrocinio de Biedma como una mujer que ha sabido expresar en sus poemas una vida de sufrimiento, marcada por el infortunio, y «teniendo la conciencia de no haber descuidado para ello sus deberes de hija, de esposa, de madre, ni aun los de amiga». Con estas palabras Herrán dibuja perfectamente el perfil de nuestra escritora, que coincide con el de la mayoría de autoras del XIX. Como ciudadanas de segunda categoría, recluidas en la esfera de lo privado y relegadas al papel exclusivo de esposas y madres, encontraron una vía de escape a esta situación de marginación social en la literatura, el periodismo, y la práctica de la caridad.
La religión se vivía en el siglo XIX como una defensa de los valores sociales más que como una experiencia espiritual, lo que conlleva que las mujeres de las clases pudientes se ocupasen de acciones caritativas que justificarían públicamente su religiosidad. La beneficencia era una forma de «maternidad social», que apoyaba el discurso dominante de la Iglesia católica, tanto en lo que se refiere a las funciones propias de las mujeres como al hecho de que así sometían a los sectores marginales de la sociedad —siempre sospechosos de rebeldía— a las normas vigentes.
Por otra parte, la situación socio-política de Cádiz, cuna del liberalismo, tuvo que influir en el compromiso de Patrocinio de Biedma hacia uno de los sectores más desfavorecidos de la sociedad: las mujeres. Una vez cerrada la revista Cádiz, que le había servido de vehículo de expresión de sus vindicaciones sociales, aprovecha otros medios para continuar insistiendo en la necesidad de situar a la mujer en el sitio que le corresponde en la nueva sociedad.
Patrocinio de Biedma forma parte de este núcleo de señoras escritoras y activistas sociales en defensa de la infancia y de las mujeres, al margen de su apuesta por moverse con independencia en un mundo dominado por los hombres. En efecto, es una de las pocas escritoras que no escribe exclusivamente en publicaciones dirigidas a las mujeres, a pesar de que la prensa del XIX se caracterizó por una presencia femenina importante compuesta de directoras, escritoras, periodistas, suscriptoras y lectoras. La revista Cádiz es una publicación cultural que no responde en absoluto al concepto de prensa femenina. En su primer número cuenta con diez colaboradoras frente a sesenta y seis colaboradores, lo que la convierte en una publicación eminentemente androcéntrica.
El que doña Patrocinio utilizara un pseudónimo masculino —el anagrama Pedro Ticiano Imab— para firmar la sección «Crónica de la semana», a partir del nº 1 del año III (10 de enero de 1879), puede hacernos creer que se escudaba en un sobrenombre masculino para ejercer mejor su labor como periodista en un mundo de varones; sin embargo, una simple anécdota nos revela lo equivocado de este juicio: en el número 4 de la revista, en la sección «Correspondencia del Cádiz», responde de forma muy sucinta, pero contundente, a un lector: «Queda Vd. suscrito. El Cádiz no tiene Director, sino Directora. Gracias por sus elogios». Lo significativo es que se escuda en un nombre masculino para escribir —algo bastante usual en las mujeres literatas— pero no está dispuesta a que se dude de que ella, doña Patrocinio de Biedma, es la directora del Cádiz.
Pero lo significativo es que las actividades de carácter benéfico y/o filantrópico suponían una proyección pública para las mujeres, quienes se vieron en la necesidad y el gusto de unirse entre sí para encontrar el apoyo necesario ante las críticas de la sociedad patriarcal. Como señala Susan Kirkpatrick, las mujeres escritoras mantenían una gran solidaridad entre ellas, a diferencia de los escritores, porque estaban convencidas de que sólo unidas podían enfrentarse a la marginación a que las sometían los varones. Así, doña Patrocinio mantuvo una especial relación de cariño y amistad con la casi totalidad de las escritoras del momento, algunas de las cuales escribían habitualmente en la revista Cádiz: Julia Asensi, Emilia Calé de Quintero, Aurelia Castillo de González, Isabel Cheix, Antonia Díaz de Lamarque, Ángela Grassi, María de la Concepción Gimeno de Flaquer, Julia Moya (que escribía con el pseudónimo de Graciella), Ermelinda Ormaeche, María del Pilar Sinués, Faustina Sáez de Melgar y Sofía Tartilán. A ellas hay que unir los nombres de las giennenses Josefa Sevillano de Toral y Carmen Linares Martínez, quienes colaboraron con regularidad en la revista.
Recogemos aquí las amistades femeninas a las que Patrocinio de Biedma dio vida pública en sus escritos y con las que se relacionaba en los espacios públicos, pues para crear orden simbólico femenino interesan estas mujeres que tuvieron visibilidad social.
El primer círculo de amistad que podemos observar lo encontramos en las dedicatorias de sus obras, con las cuales la autora quiso hacer un reconocimiento oficial a aquellas personas a las que se sentiría muy unida; esto nos da una visión más completa de cuál era el mundo afectivo y cultural en el que se movía nuestra autora.
Más de treinta son las mujeres, amigas y familiares, a quienes dedica sus poesías. A ellas hay que añadir las doce damas —frente a cinco varones— a las que brinda las obras que publicó como independientes.
En el grupo de familiares están, por orden cronológico de publicación de las obras: una sobrina política, la señorita de San Miguel de la Vega; una tía política, doña Anacleta Arellano; una cuñada, doña Joaquina de Cuadros y Arellano; y su madre, doña Isabel María de la Moneda y Riofrío, de Biedma. De las amigas agraciadas con el obsequio de la conocida escritora sólo tres de ellas —doña Teodosia M. de Frowein, doña Pilar León de García Torres y doña Margarita L. de Olavide de Graciano— no ostentan título; el resto pertenece a la nobleza: la marquesa de Izcar, la princesa Rattazzi, la duquesa viuda de Medinaceli, la condesa de Llorente y la Infanta de España, doña María Isabel Francisca de Borbón: a este miembro de la familia real dedicará su única obra dramática, El mayor castigo (1883), localizada en el siglo XVII, en la corte de Felipe IV, por la elevación del tema.
Entre todas sus amistades femeninas, hayan sido, o no, objeto de una dedicatoria en sus obras, sobresalen la Reina María Cristina, esposa de Alfonso XII, su Camarera Mayor, la duquesa de Medina de las Torres, la Infanta Isabel, conocida popularmente como «La Chata», la Condesa de Llorente y la princesa Rattazzi.
Si en su espacio privado y público doña Patrocinio se rodea de muchas y buenas amigas, el universo femenino de nuestra escritora se completa con sus novelas. Este género, que tenía un amplio público femenino, era utilizado por las escritoras del XIX como vehículo para construir un nuevo modelo de mujer, pues eran conscientes de la influencia que sus historias ejercían sobre las moral de las féminas. En su ensayo «La novela», Patrocinio de Biedma considera este tipo de obra importante «bajo el punto de vista social» por la función educadora que tiene, pues su lectura es una forma agradable y eficaz de hacer llegar sus enseñanzas a un público que no sería lector habitual de tratados filosóficos, históricos o morales. Con ella se procura contribuir al levantamiento del país con la reeducación moral de la juventud y con la instrucción de la mujer.
Patrocinio de Biedma hace, pues, un tipo de novela comprometida con su época, en la que denuncia sus males, aunque siempre desde la perspectiva ideológica del conservadurismo; no pretende engañar a nadie: la aristocracia social e intelectual conforman su mundo. Precisamente, su éxito se justificaría porque el inconsciente de la autora comunica con el de sus lectoras, bien porque comparten ese mundo, bien porque lo anhelan.
Así, Patrocinio de Biedma crea en sus novelas un universo femenino que gira en torno a la dama de las clases altas. Crea novelas de personajes femeninos porque la mujer ejerce un papel esencial en la sociedad: el papel de reproductora, no sólo de hijas e hijos, lo que es esencial, sino de normas, lo que es imprescindible para el sostenimiento de las sociedades. La preservación de los valores morales y sociales está en sus manos y es a través del poder de los afectos como nuestra escritora quiere hacer valer el papel social de las mujeres, el cual consiste esencialmente en ser las «educadoras» de los varones. Esto las convierte a menudo en personajes que ostentan la jerarquía moral, aunque no ocupen la jerarquía funcional.
Ahora bien, si en el imaginario patriarcal la mujer sólo existe como mujer-madre —la que no es madre se convierte en un mero objeto para el varón—, Patrocinio de Biedma la levanta a la categoría de verdadera heroína que lucha por ser dueña de su vida. Nuestra novelista acepta como algo natural este rol social de la mujer, pero no la subordinación total al varón, sino que defiende su desarrollo personal y su autonomía como sujeto. Por ello, todos sus personajes femeninos son capaces de tomar sus propias decisiones y elegir su propio destino; han vivido una infancia sin la presencia de una madre, lo que se interpreta como una circunstancia que les ha supuesto un esfuerzo mayor para salir adelante con una buena formación personal. Patrocinio de Biedma quiere dejar constancia en su obra de que sus congéneres son también seres fuertes, capaces de enfrentarse a las situaciones más delicadas y salir airosas de ellas; así lo expone en Las almas gemelas: «[…] aunque parezca extraño, la mujer, ese ser tan débil y tan dulce, que parece que tiene la vida y la fuerza de una flor, halla siempre un valor que no se explica en las situaciones supremas, y las domina y las vence» (p. 229). En un mundo patriarcal, sus personajes femeninos van adquiriendo, poco a poco, una serie de funciones nuevas que rompen con el papel exclusivo de esposas y madres. De hecho, la mayoría de sus protagonistas no son madres, aunque en todas ellas sea primordial la figura materna.
También la presencia de la amiga es destacada en su universo literario, precisamente porque la literatura de la Restauración niega la verdadera amistad entre mujeres, destacando, por el contrario, la figura de la amiga traidora. Tanto los manuales de conducta como las novelas femeninas mostraron su prevención frente a la amiga íntima, siguiendo la conocida frase «La amistad entre dos mujeres comienza o acaba por ser un complot contra una tercera» de Jean Baptiste Alphonse Karr —respetado moralista citado por Patrocinio de Biedma en varias ocasiones. Pilar Sinués, que ya había tratado en sus ensayos el tema de la mujer que le roba el amor del marido a su amiga íntima, publica la novela La amiga íntima (1878) en la que desarrolla ampliamente este asunto.
Esta creencia sigue arraigada aún hoy, pues está alentada por el pensamiento patriarcal que afirma que las mujeres siempre se disputan al varón; por eso son tenidas por unas eternas rivales. Patrocinio de Biedma, sin embargo, aunque tiende a considerar la envidia entre mujeres como un vicio muy extendido, considera que no es un defecto exclusivo de sus congéneres, ni generalizado en el sexo femenino. Su mirada femenina hace que encuentre justificaciones humanas al mal comportamiento de los personajes femeninos, incluso, en algunos casos, los presenta como víctimas de la maldad de algún hombre. Una vez más, la autora se niega a dejar una imagen tan negativa de las mujeres; por el contrario, privilegia las relaciones entre ellas.
Sus protagonistas son mujeres de fuerte carácter, apasionadas —aunque puras—, que se debaten entre los deberes sociales y la defensa de su dignidad. Doña Patrocinio intenta mostrar mujeres capaces de sobreponer su voluntad a su deseo, de guiarse por los principios racionales y morales antes que por los sentimientos, en contra del pensamiento dominante que las consideraba seres irracionales dominados por su naturaleza, por el instinto. Ellas acaban por decidir personalmente su futuro, en el cual suele entrar la compañía del hombre como pareja; esto enmascara un tanto su autonomía, pues, al fin, se enfrentan a la sociedad bajo la protección de un varón; esto es lo lógico en el ideario de la escritora, que no alienta la emancipación de las mujeres, porque, piensa, éstas romperían con la estructura de la familia cristiana, sostén de la sociedad. No obstante, hay que destacar un hecho significativo: la ausencia del confesor personal, del padre espiritual, tan habitual en la literatura y en la realidad de la época, porque los directores espirituales controlaban la moral y las emociones de las mujeres.
En cualquier caso, podemos considerarlos personajes femeninos rebeldes por el grado de independencia que muestran, por su autosuficiencia personal y afectiva y por su talento. Por lo mismo podemos afirmar que son personajes femeninos de gran calidad literaria por la fuerza sociológica que tienen, y porque corresponden perfectamente al ideal femenino de la autora, que no a personajes femeninos idealizados.
Los personajes masculinos sirven, en realidad, para engrandecer la figura de la mujer; cuando se acaba de leer una de sus historias no se tiene la sensación de haber vivido una historia de varones, sino una historia de mujeres en un mundo de hombres.
Patrocinio de Biedma crea orden simbólico femenino al presentar de una forma tan positiva las relaciones entre mujeres: privilegia la relación madre-hija —o su variante, hermana mayor-hermana menor—, en contra del ideario patriarcal que la que valora es la de madre-hijo. Además, en todos los casos, se le adjudica a la madre la función de educadora moral de hijos e hijas, así como la de ser la primera maestra; papel parecido realiza la hermana mayor con respecto a la menor, y la amiga con más experiencia con respecto a la joven inocente.
También crea orden simbólico de la mujer —constituido por el amor, la entrega a los demás, pero también por las tomas de decisión personales, la defensa de la dignidad personal, y el ejercicio de una autoridad moral— al crear unos personajes femeninos que desdeñan el dinero y el poder como símbolos fácticos del orden simbólico patriarcal. En efecto, la autora no pretende que sus personajes femeninos adopten los roles y los ideales masculinos; por el contrario, hace visible el mundo simbólico femenino afirmando las relaciones de la hija con la madre y el affidamento, o relación de autoridad entre una mujer adulta y una joven, en el sentido de que ésta deposita en ella confianza para crecer y para reconocer las posibilidades de existencia en la sociedad.
El universo femenino creado por Patrocinio de Biedma refleja la dirección del movimiento feminista español del XIX: las mujeres quieren mantener su identidad como madres y buenas esposas, porque esto las dignificaba en la sociedad y les daba autoestima, y al mismo tiempo quieren realizar su trabajo en lo público. Con esto, Patrocinio de Biedma prepara a sus lectoras para que sean personas valientes que puedan valerse por sí mismas si algún día se ven en la necesidad de vivir en soledad, y para que sean conscientes de que la fuerza de una mujer está en el apoyo de otra.
En una época en que las mujeres sufrían la marginación en la sociedad, la estrecha relación que Patrocinio de Biedma tenía con su madre y con sus amigas tuvo que influir en que reforzara la relación entre mujeres en sus novelas, pues como ella afirmaba «no hay obra que no lleve en sí algo de su autor, como no hay ficción que no encierre algo de verdad»12.
Notas
(1) La biografía de Patrocinio de Biedma ha sido estudiada profusamente por Antonio Jiménez Almagro en su obra Estudio biográfico y crítico de Patrocinio de Biedma y La Moneda (1984), Madrid, Centro de Estudios sobre el Patrimonio Histórico Ambrosio de Morales, y en su tesis doctoral Bio-bibliografía de Patrocinio de Biedma y La Moneda (1989), Granada, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Granada.
(2)El primer número de la revista vio la luz el 10 de mayo de 1877. En ella aparece Patrocinio de Biedma como Directora-Propietaria. La revista se imprimía en Tipografía la Mercantil, imprenta propiedad del que sería su esposo, tres años más tarde, José Rodríguez y Rodríguez. El último número se publicó el 10 de junio de 1880.
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