El Nautilus, en vez de continuar su marcha hacia el norte, puso rumbo al este,
como si quisiera seguir la meseta telegráfica sobre la que reposa el cable y cuyo
relieve ha sido revelado con extrema exactitud por los múltiples sondeos
realizados.
El 17 de mayo, a unas quinientas millas de Heart’s Content y a dos mil
ochocientos metros de profundidad, vi el cable agitándose en el suelo. Conseil, al
que no había avisado, lo tomó en un primer momento por una gigantesca serpiente
de mar y se dispuso a clasificarlo según su método habitual. Pero desengañé al
buen muchacho y, para consolarle de su decepción, le expliqué diversas
particularidades de la instalación del cable.
El primer cable se instaló durante los años 1857 y 1858, pero dejó de
funcionar tras haber transmitido unos cuatrocientos telegramas. En 1863 los
ingenieros construyeron un nuevo cable, que medía tres mil cuatrocientos
kilómetros y pesaba cuatro mil quinientas toneladas y que fue embarcado en el
Great Eastern. Esta tentativa también fracasó.
Pues bien, el 25 de mayo, el Nautilus, sumergido a tres mil ochocientos treinta
metros de profundidad, se hallaba en el mismo lugar donde se produjo la rotura que
arruinó a la empresa, a seiscientas treinta y ocho millas de la costa de Irlanda. A
las dos de la tarde se percataron de que acababan de interrumpirse las
comunicaciones con Europa. Los electricistas de a bordo decidieron cortar el
cable antes de repescarlo y a las once de la noche habían rescatado la parte
averiada. Hicieron una junta y un empalme y el cable se sumergió de nuevo. Pero
unos días más tarde se rompió sin que pudiera rescatarse de las profundidades del
océano.
Los americanos no se dieron por vencidos. El intrépido Cyrus Field, el
promotor de la empresa que había arriesgado en él toda su fortuna, abrió una nueva
suscripción, que fue inmediatamente cubierta. Se instaló otro cable en mejores
condiciones. El haz de hilos conductores, aislados en una envoltura de gutapercha,
iba protegido por una almohadilla de materias textiles contenida en una armadura
metálica. El Great Eastern se hizo de nuevo a la mar el 13 de julio de 1866.
La operación fue bien, pero ocurrió un incidente. En varias ocasiones, al
desenrollar el cable, los electricistas observaron que tenía varios clavos clavados
recientemente con la intención de deteriorar su alma. El capitán Anderson, sus
oficiales y sus ingenieros se reunieron y anunciaron que si se descubría al culpable
se le arrojaría al mar sin tan siquiera juzgarlo, después de lo cual no se repitió la
tentativa criminal.
cont.
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