Aires de Libertad

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    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 9 Empty Re: POETAS LATINOAMERICANOS

    Mensaje por Maria Lua Lun 02 Sep 2024, 14:26

    Ramón López Velarde


    Poeta y escritor mexicano nacido en Jerez de García Salinas, Zacatecas, en 1888.
    Desde muy joven empezó a incursionar en el campo de la literatura escribiendo en algunas revistas de su provincia.
    Recibió su título de Abogado en 1911, radicándose en Ciudad de México donde se dedicó de lleno a colaborar
    con poemas, ensayos y crónicas en revistas importantes de la capital. Contribuyó al cambio y orientación
    de la poesía mexicana, convirtiéndose en uno de los precursores de la poesía contemporánea de su país.
    A su primer libro, «La sangre devota» publicado en 1916, le siguieron «Zozobra» en 1919 y poco antes de morir,
    «La suave Patria» en 1921.
    Después de su muerte, acaecida en 1921, su obra fue recogida en dos importantes publicaciones:
    «Son del corazón» y «El minutero»


    A la traición de una hermosa

    Tú que prendiste ayer los aurorales
    fulgores del amor en mi ventana;
    tú, bella infiel, adoración lejana
    madona de eucologios y misales:

    Tú, que ostentas reflejos siderales
    en el pecho enjoyado, grave hermana,
    y en tus ojos, con lumbre sobrehumana,
    brillan las tres virtudes teologales:

    No pienses que tal vez te guardo encono
    por tus nupcias de hoy. Que te bendiga
    mi señor Jesucristo. Yo perdono

    tu flaqueza, y esclavo de tu hechizo
    de tu primer hijuelo, dulce amiga,
    celebraré en mis versos el bautizo.







    A las vírgenes

    ¡Oh vírgenes rebeldes y sumisas:
    convertidme en el fiel reclinatorio
    de vuestros oídos y vuestras sonrisas
    y en la fragua sangrienta del holgorio
    en que quieren quemarse vuestras prisas!...
    ¡Oh botones baldíos en el huerto
    de una resignación llena de abrojos:
    lloráis un bien que, sin nacer, ha muerto,
    y a vuestra pura lápida concierto
    los fraternales llantos de mis ojos!...

    ¡Hermanas mías, todas,
    las que, contentas con el limpio daño
    de la virginidad, casi en las bodas
    celestes, por llevar sobre las finas
    y litúrgicas palmas y en el paño
    de la eterna Pasión, clavos y espinas;
    y vosotras también, las de la hoguera
    carnal en la vendimia y el chubasco,
    en el invierno y en la primavera;
    las del nítido viaje de Damasco
    y las que en la renuncia llana y lisa
    de la tarde, salís a los balcones
    a que beban la brisa
    los sexos, cual sañudos escorpiones!

    ¡El tiempo se desboca; el torbellino
    os arrastra al fatal despeñadero
    de la Muerte; en las sombras adivino
    vuestro desnudo encanto volandero;
    y os quisieran ceñir mis manos fieles
    por detener vuestra caída oscura
    con un lúbrico lazo de claveles
    lazado a cada virginal cintura!

    Vírgenes fraternales: ¡me consumo
    en el álgido afán de ser el humo
    que se alza en vuestro aceite
    a hora ya deshora,
    y de encarnar vuestro primer deleite
    cuando se filtra la modesta aurora,
    por la jactancia de la bugambilia,
    en las sábanas de vuestra vigilia!







    A Sara

    A mi paso, y al azar, te desprendiste
    como el fruto más profano
    que pudiera concederme la benévola
    actitud de este verano.

    Blonda Sara, uva en sazón: mi leal apego
    a tu persona, hoy me incita
    a burlarme de mi ayer, por la inaudita
    buena fe con que creí mi sospechosa
    vocación la de un levita.

    Sara, Sara, eres flexible cual la honda
    de David, y contundente
    como el lírico guijarro del mancebo;
    y das paralelamente,
    una tortura de hielo y una combustión de pira;
    y si en vértigo de abismo tu pelo se desmadeja,
    todavía, con brazo heroico
    y en caída acelerada, sostiene a su pareja.

    Sara, Sara, golosina de horas muelles;
    racimo copioso y magno de promisión que fatigas
    el dorso de dos hebreos:
    siempre te sean amigas
    la llamarada del sol y del clavel: si tu brava
    arquitectura se rompe como un hilo inconsistente,
    que bajo la tierra lóbrega
    esté incólume tu frente;
    y que refulja tu blonda melena, como un tesoro
    escondido; y que se guarden indemnes, como real sello,
    tus brazos y la columna
    de tu cuello.







    A un imposible

    Me arrancaré, mujer, el imposible
    amor de melancólica plegaria
    y aunque se quede el alma solitaria
    huirá la fe de mi pasión risible.

    Iré muy lejos de tu vista grata
    y morirás sin mi cariño tierno,
    como en las noches del helado invierno
    se extingue la llorosa serenata.

    Entonces, al caer desfallecido
    con el fardo de todos mis pesares,
    guardaré los marchitos azahares
    entre los pliegues del nupcial vestido.







    Alma en pena

    A fuerza de quererte
    me he convertido, amor, en alma en pena.

    ¿Por qué, Fuensanta mía,
    si mi pasión de ayer está ya muerta
    y en tu rostro se anuncian los estragos
    de la vejez temida que se acerca,
    tu boca es una invitación al beso
    como lo fue en lejanas primaveras?

    Es que mi desencanto nada puede
    contra mi condición de ánima en pena
    si a pesar de tus párpados exangües
    y las blancuras de tu faz anémica,
    aun se tiñen tus labios
    con el color sangriento de las fresas.

    A fuerza de quererte
    me he convertido, amor, en alma en pena,
    y con el candor angélico de tu alma
    seré una sombra eterna.







    Día trece

    Mi corazón retrógrado
    ama desde hoy la temerosa fecha
    en que surgiste con aquel vestido
    de luto y aquel rostro de ebriedad.

    Día trece en que el filo de tu rostro
    llevaba la embriaguez como un relámpago
    y en que tus lúgubres arreos daban
    una luz que cegaba al sol de agosto,
    así como se nubla el sol ficticio
    en las decoraciones
    de los calvarios de los Viernes Santos.

    Por enlutada y ebria simulaste,
    en la superstición de aquel domingo,
    una fúlgida cuenta de abalorio
    humedecida en un licor letárgico.

    ¿En qué embriaguez bogaban tus pupilas
    para que así pudiesen
    narcotizarlo todo?
    Tu tiniebla
    guiaba mis latidos, cual guiaba
    la columna de fuego al israelita.

    Adivinaba mi acucioso espíritu
    tus blancas y fulmíneas paradojas:
    el centelleo de tus zapatillas,
    la llamarada de tu falda lúgubre,
    el látigo incisivo de tus cejas
    y el negro luminar de tus cabellos.

    Desde la fecha de superstición
    en que colmaste el vaso de mi júbilo,
    mi corazón obscurantista clama
    a la buena bondad del mal agüero;
    que si mi sal se riega, irán sus granos
    trazando en el mantel tus iniciales;
    y si estalla mi espejo en un gemido,
    fenecerá diminutivamente
    como la desinencia de tu nombre.

    Superstición, consérvame el radioso
    vértigo del minuto perdurable
    en que su traje negro devoraba
    la luz desprevenida del cenit,
    y en que su falda lúgubre era un bólido
    por un cielo de hollín sobrecogido...







    El adiós

    Fuensanta, dulce amiga,
    Blanca y leve mujer,
    Dueña ideal de mi primer suspiro
    Y mis copiosas lágrimas de ayer;
    Enlutada que un día de entusiasmo
    Soñé condecorar,
    Prendiendo, en la alborada de las nupcias,
    En el negro mobiliario de tu pecho
    Una fecunda rama de azahar.
    Dime ¿es verdad que ha muerto mi quimera,
    El idólatra de tu palidez
    No volverá a soñar con el milagro
    De la diáfana rosa de tu tez?
    (Así interrogo en la profunda noche
    mientras las nubes van
    cual pesadillas lóbregas, y gimen,
    a distancia, unos huérfanos sin pan.)
    De las cercanas torres
    bajo el fúnebre son
    de un toque de difuntos, y Fuensanta
    clama en un gesto de desolación:

    "¿No escuchas las esquilas agoreras?
    ¡Tocan a muerto por nuestra ilusión!
    Me duele ser el cruel
    y quitar de tus labios
    la última gota de la vieja miel.
    "Mas el cadáver del amor con alas
    con que en horas de infancia me quitaste,
    yo lo he de estrechar
    contra mi pecho fiel, y en una urna
    presidirá los lutos de mi hogar."
    Hemos callado porque nuestras almas
    Están bien enclavadas en su cruz.

    Me despido... Ella guía,
    Llevando, en un trasunto de Evangelio,
    En las frágiles manos una luz.
    Pero apenas llegados al umbral,
    Suspiro de alma en pena
    O soplo del Espíritu del mal,
    Un golpe de aire marea la bujía...
    Aúlla un perro en la calma sepulcral...
    Fue así como Fuensanta y el idólatra
    Nos dijimos adiós en las tinieblas
    De la noche fatal.







    El candil

    A Alejandro Quijano

    En la cúspide radiante
    que el metal de mi persona
    dilucida y perfecciona,
    y en que una mano celeste
    y otra de tierra me fincan
    sobre la sien la corona;
    en la orgía matinal
    en que me ahogo en azul
    y soy como un esmeril
    y central y esencial como el rosal;
    en la gloria en que melifluo
    soy activamente casto
    porque lo vivo y lo inánime
    se me ofrece gozoso como pasto;
    en esta mística gula
    en que mi nombre de pila
    es una candente cábala
    que todo lo engrandece y lo aniquila;
    he descubierto mi símbolo
    en el candil en forma de bajel
    que cuelga de las cúpulas criollas
    su cristal sabio y su plegaria fiel.

    Oh candil, oh bajel, frente al altar
    cumplimos, en dúo recóndito,
    un solo mandamiento: venerar!

    Embarcación que iluminas
    a las piscinas divinas:
    en tu irisada presencia
    mi humanidad se esponja y se anaranja,
    porque en la muda eminencia
    están anclados contigo
    el vuelo de mis gaviotas
    y el humo sollozante de mis flotas.

    ¡Oh candil, oh bajel: Dios ve tu pulso
    y sabe que anonadas
    en las cúpulas sagradas
    no por decrépito ni por insulso!
    Tu alta oración animas
    con el genio de los climas.

    Tú no conoces el espanto
    de las islas de leprosos,
    el domicilio polar
    de los donjuanescos osos,
    la magnética bahía
    de los deliquios venéreos,
    las garzas ecuatoriales
    cual escrúpulos aéreos,
    y por ello ante el Señor
    paralizas tu experiencia
    como el olor que da tu mejor flor.

    Paralelo a tu quimera,
    cristalizo sin sofismas
    las brasas de mi ígnea primavera,
    enarbolo mi jubilo y mi mal
    y suspendo mis llagas como prismas.

    Candil, que vas como yo
    enfermo de lo absoluto,
    y enfilas la experta proa
    a un dorado archipiélago sin luto;
    candil, hermético esquife:
    mis sueños recalcitrantes enmudecen cual un cero
    en tu cristal marinero,
    inmóviles excelsos y adornantes.







    El piano de Genoveva

    Piano llorón de Genoveva, doliente piano
    que en tus teclas resumes de la vida el arcano;
    piano llorón, tus teclas son blancas y son negras,
    como mis días negros, como mis blancas horas;
    piano de Genoveva que en la alta noche lloras,
    que hace muchos inviernos crueles que no te alegras:
    tu música es historia de poéticos males,
    habla de encantamientos y de princesas reales,
    de los pequeños novios que por robar los nidos
    una tarde nublada se quedaron perdidos
    en el bosque; y nos cuenta de la niña agraciada
    que recibió regalos de sus once madrinas,
    que no invitó a la otra a sus bodas divinas
    y que sufrió por ello los enojos del hada.

    Me pareces, ¡oh piano!, por tu voz lastimera,
    una caja de lágrimas, y tu oscura madera
    me evoca la visita del primer ataúd
    que recibí en mi casa en plena juventud.

    Piano de Genoveva, te amo por indiscreto;
    de tu alma a todo el mundo revelas el secreto;
    cuentas, uno por uno, todos sus desengaños.

    Piano llorón, la hermosa más hermosa del valle,
    se nos ha vuelto triste porque tiene treinta años
    y no hay por todo el pueblo quien ronde por su calle.

    Genoveva, regálame tu amor crepuscular:
    esos dulces treinta años yo los puedo adorar.
    Ruégale tú que al menos, pobre piano llorón,
    con sus plantas minúsculas me pise el corazón.







    El son del corazón

    Una música íntima no cesa
    porque transida en un abrazo de oro
    la Caridad con el Amor se besa.

    ¿Oyes el diapasón del corazón?
    Oye en su nota múltiple el estrépito
    de los que fueron y de los que no son.

    Mis hermanos de todas las centurias
    reconocen en mi su pausa igual,
    sus mismas quejas y sus propias furias.

    Soy la fronda parlante en que se mece
    el pecho germinal del bardo druida
    con la selva por diosa y por querida.

    Soy la alberca lumínica en que nada,
    como perla debajo de una lente,
    debajo de las linfas. Scherezada.

    Y soy el suspirante cristianismo
    al hojear las bienaventuranzas
    de la virgen que fue mi catecismo.

    Y la nueva delicia, que acomoda
    sus hipnotismos de color de tango
    al figurín y al precio de la moda.

    La redondez de la Creación atrueno
    cortejando a las hembras y a las cosas
    con un clamor pagano y nazareno.

    ¡Oh, Psiquis, oh mi alma: suena a son
    moderno, a son de selva, a son de orgía
    y a son marino, el son del corazón!







    El sueño de los guantes negros

    Soñé que la ciudad estaba dentro
    del más bien muerto de los mares muertos.
    Era una madrugada del invierno
    y lloviznaban gotas de silencio.

    No más señal viviente, que los ecos
    de una llamada a misa, en el misterio
    de una capilla oceánica, a lo lejos.

    De súbito me sales al encuentro,
    resucitada y con tus guantes negros.

    Para volar a ti, le dio su vuelo
    el Espíritu Santo a mi esqueleto.

    Al sujetarme con tus guantes negros
    me atrajiste al océano de tu seno,
    y nuestras cuatro manos se reunieron
    en medio de tu pecho y de mi pecho,
    como si fueran los cuatro cimientos
    de la fábrica de los universos.

    ¿Conservabas tu carne en cada hueso?
    El enigma de amor se veló entero
    en la prudencia de tus guantes negros.

    ¡Oh, prisionera del valle de México!
    Mi carne...* de tu ser perfecto
    quedarán ya tus huesos en mis huesos;
    y el traje, el traje aquel, con que tu cuerpo
    fue sepultado en el Valle de México;
    y el figurín aquel, de pardo género
    que compraste en un viaje de recreo...

    Pero en la madrugada de mi sueño,
    nuestras manos, en un circuito eterno
    la vida apocalíptica vivieron.

    Un fuerte... como en un sueño
    libre como cometa, y en su vuelo
    la ceniza y... del cementerio
    gusté cual rosa...

    *Los puntos suspensivos indican palabras ilegibles en el original.







    Elogio a Fuensanta

    Tú no eres en mi huerto la pagana
    rosa de los ardores juveniles;
    te quise como a una dulce hermana

    y gozoso dejé mis quince abriles
    cual un moño de flores de pureza
    entre tus manos blancas y gentiles.

    Humilde te ha rezado mi tristeza
    como en los pobres templos parroquiales
    el campesino ante la Virgen reza.

    Antífona es tu voz, y en los corales
    de tu mística boca he descubierto
    el sabor de los besos maternales.

    Tus ojos tristes, de mirar incierto,
    recuérdanme dos lámparas prendidas
    en la penumbra de un altar desierto.

    Las palmas de tus manos son ungidas
    por mí, que provocando tus asombros
    las beso en las ingratas despedidas.

    Soy débil, y al marchar por entre escombros
    me dirige la fuerza de tu planta
    y reclino las sienes en tus hombros.

    Nardo es tu cuerpo y su virtud es tanta
    que en tus brazos beatíficos me duermo
    como sobre los senos de una Santa.

    ¡Quién me otorgara en mi retiro yermo
    tener, Fuensanta, la condescendencia
    de tus bondades a mi amor enfermo
    como plenaria y última indulgencia!









    En el reinado de la primavera

    A Josefa de los Santos
    *17de marzo de 1880
    +7 de mayo de 1917

    Amada, es primavera.
    Fuensanta, es que florece
    la eclesiástica unción de la cuaresma.
    Hay un alivio dulce
    en las almas enfermas,
    porque abril con sus auras les va dando
    la sensación de la convalecencia.

    Se viste el cielo del mejor azul
    y de rosas la tierra,
    y yo me visto con tu amor... ¡Oh gloria
    de estar enamorado, enamorado,
    ebrio de amor a ti, novia perpetua,
    enloquecidamente enamorado,
    como quince años, cual pasión primera!

    Y con la dicha de palomas que huyen
    del convento en que estaban prisioneras
    y se ven lejos, bajo la promesa
    azul del firmamento
    y sobre la florida de la tierra,
    así vuelan a verte en otros climas
    ¡oh santa, amadísima, oh enferma!
    estos versos de infancia que brotaron
    bajo el imperio de la Primavera
    de amor y buenaventura
    en estas noches lluviosas.
    Y nuestro dulce noviazgo
    será, Fuensanta, una flor
    con un pétalo de enigma
    y otro pétalo de amor.

    Tú me dirás del enigma,
    yo te diré del amor!
    ¡Ay de Dios, que tu palabra
    me tiene embrujada el alma.





    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 9 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Mar 03 Sep 2024, 15:17

    Orietta Lozano


    Poeta y novelista colombiana nacida en Cali en 1956.
    Pertenece a la nueva generación de poetas colombianas con una marcada inclinación hacia los temas eróticos.
    Es directora de la Biblioteca del Centenario de la ciudad de Cali donde ha desarrollado una importante gestión.
    Obtuvo el Premio Nacional de Poesía 1986 con «El vampiro esperado» y ganó además el concurso
    Mejor poema erótico colombiano.
    Entre sus publicaciones se destacan: «Fuego secreto» 1980, «Poesía para amantes», «Memoria de los espejos»
    en 1983, «El vampiro esperado» y «Agua ebria», traducido al francés



    A este triste animal que me soporta...

    A este triste animal que me soporta
    le duele el vuelo de mi espíritu,
    la sagacidad de mi garganta
    que huye de la soga,
    la escueta salud de mis microbios,
    el juego lúgubre de mi carne.
    La recolecta está hecha,
    la oreja de Van Gogh, para un poema
    de agua y de dolor,
    un rayo de sol para mi ombligo.
    Todos me dieron la palabra
    plena de sutiles formas,
    todos me dieron el ayuno pleno de sus bocas,
    ahora, mis brazos fatigados
    recogen las flores funerarias
    esparcidas en mi alcoba.






    Amo en ti lo que en otros...

    Amo en ti lo que en otros
    hubiera despreciado:
    tus pasos algo tardos,
    tus pies casi pesados;
    tu cabeza inclinada hacia la frente;
    tu madurez,
    y tu cansancio.
    Amo el gesto de tus labios,
    tus sonrisas,
    trago a trago.
    Tu traje también lo amo:
    es tu presencia;
    sus arrugas son la marca
    de tus luchas.
    Tus zapatos son un signo de mi espera,
    cuando van tristemente hacia tus calles.
    ¿Por qué tienes
    las manos desatadas?
    ¿Quieres llevar la frente levantada
    y estar firme,
    y regresar a tu voz
    hoy, y mañana,
    con la misma palabra
    decantada?
    Te hallarías
    inundado de fango,
    enturbiadas tus manos,
    y los hombros
    agobiados de pronto por un peso
    acerbo
    tan intenso
    que te arrastraría encadenado hacia los años
    venideros.
    Un sabor cáustico de acíbar
    purifica mis labios.
    Tengo envenenada la garganta.
    Gritaría con rabia,
    tumbaría mis puertas, mis techos, mis aldabas,
    destruiría sin conciencia mi casa y tu casa,
    para romper las ataduras
    de tu alianza.
    Pero sería la derrota de lo que vale adentro,
    y estarías
    empequeñecido por ti frente a tus ojos,
    débil para la lucha de los odios
    no tan grande, no tan fiero, no tan alto,
    cuando tu cruz se levante
    sobre el altar de tus años.







    Ascendiendo hacia el olvido

    Redimí mi carne, la inmolé en el sagrado
    bebedizo de la poesía
    y me lavé en sus aguas de yerbas perfumadas.
    Me liberté en el mítico olor del lenguaje
    que me poseyó en los sueños.
    Todo será conmigo en la hora inviolable,
    todo se irá conmigo, el polvo de la luna,
    tus uñas desgarrando mi fastidio,
    el olor inviolable del deseo.
    Los perros hambrientos del lenguaje
    han dejado su presa abandonada en el silencio.
    -Me duele el lenguaje que agoniza tercamente
    entre mis carnes-
    Olvídame
    con tu recuerdo me desciendes,
    me detienes.
    -Lo perdido nunca más será hallado-
    Déjame en la edad del olvido.
    Un día me uní a esta violenta caravana
    y la destrocé como a una jaula de gorilas,
    destrocé la nave en que se detuvo el desespero,
    la incineré como carne sagrada y su polvo
    me dio la dimensión del tiempo y de la muerte.
    Déjame en la edad de la nada.
    Déjame ascender hacia el olvido.







    Danza

    Qué voz hace crujir el vestido de seda
    de esta noche y entreabrir los muslos tiernamente
    y desnudar su espalda de mujer?
    Parece ser el canto ebrio de bacantes
    o el susurro lejano de una viuda
    o la lluvia entrecortada de una novia.
    ¿Qué voz extraña hace que el perro se levante y dance,
    y la luna galope en el lomo de un caballo,
    y el lago abra su ojo cristalino más que nunca?
    ¡Levántate, amor! La noche espera ser ungida
    de vinos y perfumes,
    sacrificada como una diosa frágil
    entre los brazos de la tierra.







    Despojada

    Dónde despertar, en qué momento,
    lo inmediato duele, quema,
    explota bruscamente entre mis cejas.
    La búsqueda se ha perdido,
    el tiempo cayó goteando por tus ojos
    todo crimen quedó estático en mis sienes,
    yo me hundo en cada flor como la abeja
    y ningún fruto se perfila.
    Me he despojado de todo encuentro,
    sobre mi hombro se posa el pájaro del silencio
    y a veces, sólo a veces, la carcajada del delirio,
    viene a perforar los huesos a mi hastío.







    Día

    El sol se enreda en mis pestañas,
    y tú asistes al rito cotidiano del agua y del espejo,
    henchido, vaporoso, con tu rostro esculpido de sueño
    y de deseo,
    como si fueras a un congreso de dioses azulados,
    o al territorio de esperma del poeta.
    El día danza complaciente y tu garganta sin sonido
    como un espejo mágico, brindando el sí desnudo a mí
    pregunta.
    Tú buscas incansable el color de mi tristeza,
    el agua matutina entre mis dedos,
    el control de la luz sobre mi cuerpo,
    las horas que se yerguen como caballos musicales.
    Yo palpo mi deseo tirada como una fruta seca
    y me interno entre los fragmentos que va
    dejando el día.
    La ruta de cigarras fluye circundada de atardecidos cantos.







    Esta noche

    Como duelen los vientos esta noche
    cuando lejos los tambores de la guerra
    se acarician tristemente y pedazos de cielo
    se desprenden podridos, fatigados.
    Esta noche en la habitación con aroma de durazno
    los amantes susurran como soldados heridos
    y recuerdan su primer beso como una suave bala.
    En los vejados divanes, los abuelos de risa lánguida
    sólo esperan la fría caricia de la muerte
    y se entretienen, tejiendo, sus horas de recuerdos.
    La noche avanza como un gran dios que hechiza en el
    miedo
    más allá de los bosques y las sombrías trampas,
    más allá del salvaje amor de la hembra humillada.
    En esta noche de mirada de lobo
    cómo duele el silencio que reposa como muchacha febril
    detrás de los cristales de las casas.








    Estallido

    El poema estaba por salir
    pero las rejas milimétricas, las rejas metafísicas
    las nerviosas rejas
    lo sostenían en el lado horizontal de la memoria .
    ... El estallido se produce,
    la línea horizontal deviene multitud de líneas
    y el poema baja hasta la más tranquila hoja.







    Intimidad

    La noche vuelve secreta
    a tantear mi cuerpo,
    me penetra lenta y suave
    me abro
    como una flor nocturna.







    La amante

    Soy la amante
    que estrenas,
    la nueva, la eterna,
    la de muslos trigueños,
    columnas seguras
    que se abren perfectamente
    para dar paso
    a tu mar ancho y espeso.
    Soy la de paralelas montañas,
    erectas, duras,
    por donde han caminado
    pájaros heridos de amor.

    Soy la amante nocturna,
    la de noctámbulos besos,
    ( mis ojos, túneles profundos
    donde se pierde la soledad).

    Soy la de siempre, la eterna,
    la que te arranca el hastío
    de cada costado,
    la que se tiende plácidamente,
    la que se para,
    la que te sorprende,
    la que se quita las vestiduras
    y se lava en tu río claro.
    Soy la que te crucifica
    con mis ojos, con mi lengua,
    la que se pierde
    en tu mirada lela,
    la que infatigable
    recorre tu cuerpo,
    la que vibra con devoción
    en tu silencioso mundo.
    Soy ella, la eterna,
    la antigua, la nueva,
    la de siempre
    la que se cierra
    la que se abre
    la de ambivalentes tardes.
    Soy la que renace,
    la que se abre
    la que se cierra.







    Ojos habitados

    Ven, ciérrame los ojos con un beso
    para que no pueda ver mi cielo,
    y de nuevo
    ábreme los ojos con un beso
    para que así no pueda verlo entre mi sueño.
    Oblígame al secreto
    para que nada diga de los besos,
    y pídeme que cante
    para que pueda hablarte.
    Eres el que puso en mis labios
    la voz, desde hace mucho tiempo,
    y has habitado
    mis manos
    desde que mi sangre sólo estaba creciendo.
    Ibas a preguntarme
    por mi cadena insomne,
    y era mayor el hambre de mi acecho
    y la estructura de mis huesos
    estaba decayendo.
    Ven, ciérrame los ojos
    para que pueda descansar mi ruego.







    Palabras

    Fui lenta, vaporosa,
    alegre espectadora
    de un noctámbulo teatro
    a mirar risueñamente
    a la cantante calva
    cuyos cabellos había dejado
    suspendidos
    en la intimidad del tiempo.







    Palabras lejanas

    A Alejandro Pluma

    Soy la antigua amiga de la correspondencia lejana
    de cartas delirantes enredadas en los sueños.
    Apenas te acordarás de las secretas frases
    entre sedas vaporosas que vestía la curva de mi vientre.
    y hoy cuando el sol ha bajado hasta los árboles
    y los pájaros circundan la autopista
    te imagino tan duro y tan flexible
    entre los fragmentos dejados por mis dedos.
    Yo, la que te enviaba las estrellas entrega inmediata
    y con fugitivo aire de poeta
    merodeaba el correo y al librero de cabellos blancos.
    Yo, a quien después de tanto conoces poco,
    he dejado mi vocación de errante,
    mis secretas corrientes de aire
    por donde escapaba mi soledad.
    Te conozco allí donde pareces más lejano
    en la transparencia de tu sonido.
    Pobre poeta malhumorado de largas barbas,
    ¿vendrán tus palabras a dispersar mi angustia?
    Yo, la que intentaba en tediosas noches
    dejar mi rostro en fugaces cuerpos
    para quedarme sola con el agua y los espejos,
    me miro ahora en la palabra de tu carta más amada,
    y esta vez no habrá intentos de suicidios
    a cambio de tu fruta indescifrable.
    Sólo destellos de silencio.







    Pensamiento II

    A Alejandra Pizarnik

    Vengo del silencio,
    mis ojos se secaron como el agua de hace siglos.
    Me lancé al vértigo de lo extraño y accesible
    al final fantástico, al comienzo.
    Senté a la muerte en mi silla paralela,
    nos miramos y supimos que estábamos perdidas
    supimos de la cita misteriosa,
    todo lugar era el exacto, cualquier hora la precisa.
    Los hombres la miraban como una doncella condenada,
    la contemplaban indecisos, la injuriaban,
    y ella la de tantas muertes, se protegía el rostro
    con mis manos.
    Ella siempre supo de mi sueño,
    que la buscaba a lo largo de un pasillo,
    en lo oscuro de una cueva,
    en la geometría de las casas;
    y con el miedo de una niña pálida
    que acude a su primera cita, a su primera muerte
    se aposentó en mi regazo suavemente
    buscando para su juego el final fantástico,
    el comienzo.







    Pensamiento oculto

    Por qué no vienes hacia mí
    y posas tu palabra en mi desnuda carne
    y renuevas mi sangre y la calientas.
    Juguemos con la lunática noche
    a dibujar mi voz en tu boca
    a danzar con música de agua.
    ... Me crispa este sutil secreto
    mientras amablemente hablamos
    de las mil noches y una noche.







    Perdiéndome en tu cuerpo

    Mi boca de poca risa
    parte alegre hacia tu boca
    y como siempre voy hacia tu cuerpo
    estoy sin voz
    a la hora de los besos.
    Me detengo un minuto
    en el silencio
    para componer un canto a tus caricias
    y voy perdiéndome en tu cuerpo.
    La noche me envuelve lentamente
    y las llaves de la casa
    me recuerdan el regreso.







    Poema agonizante

    Déjame agonizar en el centro de tu carne.
    Delgada casi etérea aparezco
    como en una sesión de espiritistas
    para translucir mi pesadilla.
    He terminado mi ronda, entre purpúreas vasijas
    oxidando mi garganta, recogiendo el vuelo de los pájaros,
    exhibiendo milímetro a milímetro mi cuerpo,
    desplegando mis olores.
    Mi tiempo no medido por relojes
    corre húmedo, grasiento
    a finalizar la curva peligrosa.
    En el antiguo espejo de mi casa de arcilla
    ya no veré mi rostro tatuado por el agua.







    Poema para inventar un Dios

    Vas y vienes como delicioso mensajero
    enviado por los dioses
    y me oyes hablar y hablar
    con esa deliciosa curvatura de tus labios,
    dispuesto a corregir con armonioso acierto.
    Tu rozas el delicado tobillo del amor
    con la agilidad de un gato.
    Alargas tus ojos hacia los lechos purpúreos de sueños
    mientras enciendes tu cotidiano cigarrillo
    como una luciérnaga que ilumina para capturar la noche.
    Me parece que estás poseído, ya no hablas,
    tu lengua se ha secado y tu risa luce
    como un pequeño regalo envuelto en alas
    de delgadas mariposas.
    Ebrio más que Baco deslizas tus movimientos
    a través de mi cintura.
    Lentamente, abandonados, somos un par de astros
    que estallan en la dimensión de un lecho.







    Predestinada a la tristeza

    Ya no soy yo amado,
    y no sé quién soy, si todavía permanezco,
    si estoy aquí y lo que toco está.
    Las palabras me caen como agua fresca,
    la tristeza se riega en mi música ensangrentada.
    En mi corazón se anida un animal herido
    y mis versos preferidos los dije a la noche
    que aguarda el beso caliente del amante
    y el rumor perecedero de la piedra.
    Ya no soy yo amado,
    y no sé si estoy aquí, si mis miembros se cierran
    o se abren,
    si la muerte es un mal sueño dilatándose en mis venas,
    recordando como una voz antigua,
    mi no permanecer, ni fugaz sentir, mi antiguo malestar
    caído de la duda.







    Quiero un viernes...

    I
    Quiero un viernes
    para morir de olvido.
    Un viernes
    de silencio
    que talle mi muerte.
    Quiero un viernes
    de luna clara y ancha
    para anclar mi cuerpo
    sin prisa alguna.
    Un viernes frío
    que tale el árbol
    De mi vida infértil.
    Un viernes frío
    frío
    que hiele
    mi cuerpo estéril.
    un viernes
    de César Vallejo
    y voz herida,
    de hombre
    ebrio de angustia...
    Quiero morir un viernes
    despacio, despacio
    para reírme del día
    que se lleva
    mi cuerpo herido.
    Quiero un viernes frío,
    frío
    de muerte, frío!

    II
    Nosotros
    los de abajo
    y la sonrisa triste
    los de la voz fuerte
    y la rabia contenida.
    Nosotros
    los de las noches
    con olor a aguardiente
    y mañana de pan duro.
    nosotros
    los que fundimos la esperanza
    en las manos
    los que sabemos que la tierra
    está preñada de una fértil venganza.
    Nosotros
    los que nunca tuvimos oportunidad
    de nada
    arrancamos en un grito
    la voz de todos
    cada mañana.







    Ritual secreto

    Amante mío, estoy desnuda, más fresca que el agua azul
    para tu noche de amor.
    Cada extremo de mi boca,
    cada esquina de mis miembros
    se apresuran como ágiles peces
    hacia tus tibias aguas.
    Amante mío, yo deseo la mordedura de tus dientes
    y me encamino temblorosa hacia cada uno de tus dedos,
    me detengo a mirar tu cuerpo a través de oscura cerradura
    e incontenible deseo se posa en mis húmedos senos.
    Por ti se escapa la sequedad de mi boca,
    mi mirada de brújula perdida en tus rincones,
    floto voluptuosa en tus profundas aguas
    y me abro como flor nocturna a tu plácida noche.
    Mi cuerpo, fiesta fértil y lasciva.
    Paséeme solitaria, desnuda ante tu noche,
    siémbrame semillas olorosas a sal.
    Mírame desnuda
    con la hermosa sospecha
    que mi vientre será fértil a tu salada lluvia.
    Mi caverna, tibia y silenciosa, guarida perfecta
    de tu solitario cuerpo,
    Mi boca es suave entre tus dientes,
    mi lengua, pájaro que anida en tu boca.
    Por mi carne fluye sudor de hierro
    y me prendo
    como alga marina a tu confuso mar.
    Soy la obra inconclusa
    con infinitas posibilidades para un final.
    Me entrego fácil a tus brazos,
    con el misterioso encanto de un ritual.







    Te espero

    Te espero
    en la última hora de la tarde
    con el deseo de dejarte
    destrenzar mis cabellos en el aire.

    Y te quiero
    con mi último amor entretejido
    en la sombra del sauce.

    Esta es la hora azul
    de mi ventana,
    y aquella es la campana
    de mis tardes.
    Todavía
    puedo cantar tu lejanía
    con la misma ansiedad
    de aquellos días disueltos en la infancia.
    Todos mis días fueron
    como murciélagos
    ciegos;
    fueron como voces
    gritadas en el agua;
    lo mismo que canciones
    no escuchadas.
    Pero ahora,
    lejos de tu mirada,
    comprendo tanta luz que me cegaba.
    Y en esta hora azul,
    la de mi llama renovada,
    puedo decirte que te espero
    con aquella canción interminada.


    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 9 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Jue 05 Sep 2024, 19:14

    Manuel Magallanes


    Poeta chileno nacido en La Serena en 1878.
    Desde muy corta edad mostró una marcada preferencia por la poesía y las letras, constituyéndose con el correr
    del tiempo en una destacada figura del panorama literario de su país.
    Perteneció al Grupo de los Diez, pequeño círculo de intelectuales de variadas actividades, cuya creación artística
    se inspiraba en los postulados de León Tolstoi.
    Aunque falleció a la edad de 48 años, dejó una amplia obra poética reunida en «Facetas», «La casa junto al mar»
    y «Florilegio».



    Adoración

    Tus manos presurosas se afanaron y luego,
    como un montón de sombra, cayó el traje a tus pies,
    y confiadamente, con divino sosiego,
    surgió ante mí tu virgen y suave desnudez.

    Tu cuerpo fino, elástico, su esbelta gracia erguía.
    Eras en la penumbra como una claridad.
    Era un cálido velo que toda te envolvía,
    la inefable dulzura de tu serenidad.

    Con el alma en los ojos te contemplé extasiado.
    Fui a pronunciar tu nombre y me quedé sin voz....
    Y por mi ser entero pasó un temblor sagrado,
    como si en ti, desnuda, se me mostrara Dios.







    Alma mía, pobre alma mía...

    Alma mía, pobre alma mía,
    tan solitaria en tu dolor.
    Enferma estás de poesía,
    alma mía llena de amor.

    Crees que la vida es un cuento,
    crees que vivir es soñar...
    Pobre alma sin entendimiento,
    hora es esta de razonar.

    Ve que la vida no es aquella
    que te forjaste en tu candor:
    la vida con amor es bella,
    pero es más bella sin amor.

    Ve, alma mía, pobre alma mía
    ve y empéñate en comprender
    que el amor es melancolía
    y es amargura la mujer.

    Sin amor y sin sentimiento
    serás fuerte, podrás triunfar.
    Alma, la vida no es un cuento;
    alma, el vivir no es el soñar.

    Que en ti el vivir no deje huella
    ni de placer ni de dolor:
    la vida con amor es bella,
    pero es más bella sin amor.

    Sé cauta, sé diestra, sé fría;
    no te dejes enternecer
    que es el amor a la mujer
    por tu amor a la Poesía.

    Coge, alma, la flor del momento
    y no la quieras conservar.
    Si se marchita, échala al viento,
    que lo demás fuera soñar.

    Esta mujer es como aquélla:
    todas son fuente de dolor.
    Alma mía, la vida es bella,
    pero es más bella sin amor.

    Y mi alma dijo: «En mi embeleso
    oí tu voz como un cantar.
    ¿Sabes? Soñaba con un beso
    robado a orillas de la mar.







    Amor

    Amor que vida pones en mi muerte
    como una milagrosa primavera:
    ido ya te creí, porque en la espera,
    amor, desesperaba de tenerte.

    era el sueño tan largo y tan inerte,
    que si con vigor tanto no sintiera
    tu renacer, dudara, y te creyera,
    amor, sólo un engaño de la suerte.

    Mas te conozco bien, y tan sabido
    mi corazón, te tiene, que, dolido,
    sonríe y quiere huirte y no halla modo.

    Amor que tornas, entra. Te aguardaba.
    Temía tu regreso, y lo deseaba.
    Toma, no pidas, porque tuyo es todo.







    Ansiedad

    Ella:
    Sus ojos suplicantes me pidieron
    una tierna mirada, y por piedad
    mis ojos se posaron en los suyos...
    Pero él me dijo : ¡más!

    Sus ojos suplicantes me pidieron
    una dulce sonrisa, y por piedad
    mis labios sonrieron a sus ojos...
    Pero él me dijo : ¡más!

    Sus manos suplicantes me pidieron
    que les diera las mías, y en mi afán
    de contentarlo, le entregué mis manos...
    Pero él me dijo : ¡más!

    Sus labios suplicantes me pidieron
    que les diera mi boca, y por gustar
    sus besos, le entregué mi boca trémula...
    Pero él me dijo : ¡más!

    Su ser, en una súplica suprema,
    me pidió toda, ¡toda!, y por saciar
    mi devorante sed fui toda suya
    Pero él me dijo: ¡más!

    Él:
    La pedí una mirada, y al mirarme
    brillaba en sus pupilas la piedad,
    y sus ojos parece que decían:
    ¡No puedo darte más!

    La pedí una sonrisa. Al sonreírme
    sonreía en sus labios la piedad,
    y sus ojos parece que decían:
    ¡No puedo darte más!

    La pedí que sus manos me entregara
    y al oprimir las mías con afán,
    parece que en la sombra me decía:
    ¡No puedo darte más!

    La pedí un beso, ¡un beso!, y al dejarme
    sobre sus labios el amor gustar,
    me decía su boca toda trémula:
    ¡No puedo darte más!

    La pedí en una súplica suprema,
    que me diera su ser..., y al estrechar
    su cuerpo contra el mío, me decía:
    ¡No puedo darte más!







    Apaisement

    Tus ojos y mis ojos se contemplan
    en la quietud crepuscular.
    Nos bebemos el alma lentamente
    y se nos duerme el desear.

    Como dos niños que jamás supieron
    de los ardores del amor,
    en la paz de la tarde nos miramos
    con novedad de corazón.

    Violeta era el color de la montaña.
    Ahora azul, azul está.
    Era una soledad el cielo. Ahora
    por él la luna de oro va.

    Me sabes tuyo, te recuerdo mía.
    Somos el hombre y la mujer.
    Conscientes de ser nuestros nos miramos
    en el sereno atardecer.

    Son del color del agua tus pupilas:
    del color del agua del amar.
    Desnuda, en ellas se sumerge mi alma,
    con sed de amor y eternidad.







    Aquella tarde única se ha quedado en mi alma...

    Aquella tarde única se ha quedado en mi alma.
    Su luz flota en la sombra de mi noche interior.

    Sólo una fugitiva vislumbre en la ventana,
    sólo un azul reflejo, nada más que un vapor
    de luz que se filtraba por las breves junturas,
    sólo un vaho de cielo, no más que una ilusión
    de claridad fluyendo por entre los postigos.
    Nada más que el ensueño de aquel suave fulgor.

    Sólo esa fugitiva vislumbre en la ventana.
    No más. Y en la penumbra, libres al fin, tú y yo.
    En silencio llegaba yo al fondo de la dicha;
    con infantil dulzura, tú gemías de amor.

    Sólo el azul reflejo de aquella tarde única...
    ¿No ves tú en la ventana? ¿No ves tú? Quizá no.
    Acaso no lo viste, porque cuando yo inmóvil
    me quedé contemplando aquel suave fulgor,
    tú en aquellos momentos de lánguido reposo
    dormías dulcemente sobre mi corazón.

    Veo la fugitiva vislumbre en la ventana,
    oigo el ritmo apacible de tu respiración.
    Te siento. En la penumbra te siento. Eres tú misma
    que te duermes, ya mía, sobre mi corazón.







    De mis días tristes

    Quedo, muy quedo penetré a tu alcoba
    y ahogando el rumor de mis pisadas.

    Avancé...

    Ya la luz desfallecía.
    El aposento sumergido estaba
    en una claridad tenue y dudosa;
    y era esa claridad así tan lánguida
    como la suave luz de tus pupilas
    cuando mi boca febriciente y ávida
    muerde la dulce carne de tus labios...
    Entonces languidecen tus miradas
    con desfallecimientos de crepúsculo.

    En el limpio cristal de la ventana
    agonizan reflejos purpurinos
    y las sombras germinan en la estancia.
    como un florecimiento de tristezas
    en los pliegues recónditos de un alma.

    Flota un vago perfume... Así el perfume
    de tu alma de mujer enamorada.
    Así tan leve, así tan vago... Acaso
    este perfume delicioso es tu alma!

    Acaso este perfume es el espíritu
    de aquellas pobres rosas deshojadas
    que por buscar el sol del vaso huyeron
    y sin sol se quedaron y sin agua...
    Acaso este perfume delicioso
    así tan leve, así tan vago, es tu alma!

    Aquí la mesa pequeñita en donde
    llorando escribes tus amantes cartas:
    allí tu traje rosa, cuya seda
    el tibio aroma de tu cuerpo guarda;
    allá en el muro, hundida en la penumbra,
    la silueta borrosa de una santa;
    acá el vacío espejo de Venecia
    como un pozo de sombra, y de la estancia
    en un ángulo oscuro, el blanco lecho,
    como un altar de albura inmaculada!

    De rodillas caí junto a aquel lecho
    y convulso de amor besé la almohada,
    y el tibio aroma de tu carne virgen
    busqué, besando las revueltas sábanas
    que ajé ardorosamente en mi locura...

    Y hallé las dulces huellas que buscaba
    y el tibio aroma de tu cuerpo amado
    llegó hasta el fondo mismo de mi alma.

    Y lloré de placer y de amargura,
    y amoroso besé, mordí con rabia
    y fué un delirio enorme y angustioso...

    Temblé.

    Miré en redor y mi mirada
    se hundió en la negra sombra de la noche.

    Sentí fuego en los ojos... Eran lágrimas.
    Tambaleando salí, como un demente,
    y abierta y sola se quedó tu estancia...







    El baño

    A Pedro Gil

    En un rincón discreto del parque legendario
    sus muros que recubren viejas enredaderas
    alza el baño, al través de las brumas ligeras
    que suben de la tierra como de un incensario.

    Dentro de la vacía piscina un solitario
    sauce va dejando caer sus postrimeras
    hojas. mientras los sapos desde sus madrigueras
    gargarizan las notas de un vibrante rosario.

    Dentro de la vacía piscina un solitario
    sauce va dejando caer sus postrimeras
    hojas, mientras los sapos desde sus madrigueras
    gargarizan las notas de un vibrante rosario.

    Flota en aquel recinto misterioso el ensueño
    de las blancas mujeres que con reír sonoro
    se hundieron en el agua de la piscina aquella.

    Todo habla de caricias, y hasta un rayo risueño
    del sol poniente, vuela como un beso de oro
    que buscara una boca para posarse en ella.







    El buen olvido

    ¡Hace ya tanto tiempo! Te creí tan distante,
    tan perdida en el hondo sendero del olvido,
    y ha bastado esta noche tranquila e inquietante,
    y han bastado este aroma en el aire doemido,
    y estas sombras profundas y este vago claror
    de la luna en creciente, para que yo te tienda
    mi alma a través de todo, como una buena senda
    lunada de esperanza y olorosa de amor.

    Porque olvidé tus besos, tengo sed de tu boca,
    porque olvidé tu acento, tengo ansias de tu voz,
    porque olvidé tu alma, mi alma ahora te evoca
    al pie de la montaña, bajo el cielo de dios.

    Amada, ¿ves la luna? Dame, dame tu mano.
    Dame también tus labios. seremos como hermano
    y hermana. Nos iremos por el vago sendero
    que se interna en la noche. Nos seguirá un austero
    silencio, y poco a poco será el buen recordar.

    roces, palabras, besos. ¡Te creí tan distante!
    Y en la pálida noche, el placer fulgurante
    de sentirnos de nuevo, de volvernos a hallar.







    El paseo solitario

    Ya estoy solo, mi amor. Tras el penoso
    ascender por atajos y quebradas
    domino la extensión del mar ruidoso,
    cuyas olas se rompen en cascadas
    al pie del farellón en que reposo.

    El mar, la soledad... Allá la ardiente
    fulguración del sol que ya declina,
    y abajo un remover de espuma hirviente
    y un chorrear de agua cristalina
    que está corriendo interminablemente.

    El mar y el cielo en lo alto separados
    poco a poco se acercan, se confunden,
    cual dos enormes cuerpos enarcados
    y ya en el horizonte, ambos se funden
    como en un beso dos enamorados.

    * * *

    Ya estoy solo, mi amor. Estar contigo
    en esta soledad fuera mi anhelo;
    solos ante el océano, al abrigo
    de estas rocas y bajo este áureo cielo
    que alegre ríe como un rostro amigo.

    Tener sobre mi hombro reclinada
    tu cabeza y posar en tus pupilas
    mis ojos y beber la luz dorada
    de tus pupilas verdes y tranquilas
    que miran como un mar hecho mirada.

    Tenerte aquí mientras el mar desflora
    sus espumas jugando entre las peñas;
    tenerte aquí, sobre esta erguida roca
    y preguntarte suavemente: -¿sueñas?
    y unir después mi boca con tu boca

    * * *

    Para decirte lo que mi alma amante
    callada guarda, pues no halló el momento
    de decírtelo a solas y anhelante
    contarle todo, todo lo que siento,
    quisiera estar contigo en este instante.

    Aquí en la soledad, a la difusa
    claridad del crepúsculo marino,
    encendida en amor mi alma y confusa
    de placer, te hablaría en el divino
    idioma en que el poeta habla a su musa.

    Aquí en la soledad, de este paraje
    donde ojos no hay que miren a hurtadillas
    ni oídos prestos al espionaje,
    yo a tus pies caería de rodillas
    como cae ante el ídolo el salvaje...

    * * *

    Ya estoy solo, mi amor. El viento azota
    las olas que en rebaños tumultuosos
    atropelladas van. Un barco flota
    y abre y cierra sus remos luminosos
    en un blanco aleteo de gaviota.

    Y prefiero estar solo, amada mía,
    porque allá al lado tuyo está el tormento
    de ver que en todo hay un mirar que espía,
    de hallar en todo un escuchar atento
    que oye cuanto mi boca te confía.

    Sí! Prefiero estar lejos del encanto
    que de tu ser divino se desprende
    y recordar tu imagen que amo tanto
    mientras resuena el mar y el cielo enciende
    las luminosas flores de su manto.

    * * *

    Porque en la soledad amplia y desnuda
    que me envuelve, mi boca se liberta
    de la mordaza que la tiene muda
    y con gran voz te llama y no despierta
    ni un eco hostil mi voz ardiente y ruda.

    Porque en la soledad te llamo y vienes
    ya mí te acercas llena de ternura
    y me dejas besar tus blancas sienes
    y el prodigio admirar de tu hermosura
    sin que las ansias de mi amor refrenes.

    Porque en la soledad con alegría,
    vienes al lado mío y soy tu dueño;
    porque en la soledad mi fantasía
    realiza en ti su más soñado sueño
    y en mis brazos te estrecho, y eres mía!

    * * *

    Va la luna bogando como una
    barca que se tumbó del lado izquierdo.
    Volveré por aquella blanca duna
    y alumbrarán mi senda tu recuerdo
    y la luz misteriosa de la luna.







    El regreso

    Me detuve en la entreabierta
    puerta de mi oscuro hogar
    y besó mi boca yerta
    aquella bendita puerta
    que me convidaba a entrar.

    Mi corazón fatigado
    de luchar y de sufrir,
    cuando escuchó el sosegado
    rumor del hogar amado
    de nuevo empezó a latir.

    Fue como el lento regreso
    de la muerte hacia la vida,
    como quien despierta ileso
    tras fatal caída al beso
    de alguna boca querida.

    Adentro una voz serena
    decía cosas triviales
    y había un dejo de pena
    en esa voz suave y llena
    de cadencias musicales.

    La voz suave de la esposa
    despertó mi corazón,
    aquella voz amorosa
    que en otra edad venturosa
    me arrulló con su canción.

    Desfallecido de tanto
    batallar y padecer,
    llevando en los ojos llanto
    y en el alma desencanto
    llegué ante aquella mujer.

    Caí junto a su regazo
    y en él mi cabeza hundí,
    y unidos en mudo abrazo
    de nuevo atamos el lazo
    que en mi locura rompí.

    Ni reproches ni gemidos...
    sólo frases de perdón
    brotaron de esos queridos
    labios empalidecidos
    por tanta y tanta aflicción.

    «Llora, llora -me decía-.
    Yo sé que llorar es bueno»...
    Mudo mi llanto caía
    y ella mi llanto bebía
    y me estrechaba a su seno.

    Nunca, nunca he de olvidar
    sus palabras de cariño
    ni el amoroso cantar
    con que tras lento llorar
    me hizo dormir como a un niño.







    El rompimiento

    En un chispazo de orgullo,
    o de dignidad (y creo
    que quizás fue de amor propio)
    la eché en cara mi desprecio.

    Ello quiso disculparse,
    quiso defenderse, pero
    yo no lo escuché y entonces
    su boca guardó silencio.

    Calló su boca y hablaron
    sus ojos. ¡Lo que dijeron
    esos adorados ojos
    en su mirar altanero!

    Aún me parece mirarlos.
    Me parece que aún siento
    cómo rasgo mi alma el filo
    de esa mirada de hielo.

    Y nos separamos. Ella,
    dominando en un esfuerzo
    de valentía el desmayo
    de su alma y de su cuerpo.

    Yo con las pupilas húmedas
    y con un nudo en el pecho,
    sin saber adonde iría,
    tambaleando como un ebrio.

    Y poco a poco, a medida
    que caminaba y más lejos
    veía su casa muda,
    más crecía mi tormento.

    Era un dolor crüel, como
    si me arrancaran los nervios.
    Era como si mi alma
    se hubiera quedado dentro

    de aquella casa querida
    y al alejarse mi cuerpo
    tirara de ella y sus fibras
    fuera una a una rompiendo!

    * * *

    Pasan y pasan los días
    y no pasa mi tormento:
    mi alma sigue allá prendida
    y tira de ella mi cuerpo.

    Y es una angustia constante,
    y es un padecer eterno
    y es un sufrir sin alivio
    y es un dolor sin consuelo.

    Continuamente en mis labios
    está el sabor de sus besos;
    continuamente me embriaga
    el aroma de su cuerpo.

    Para ella, al despertar,
    es mi primer pensamiento:
    y estoy en ella pensando
    a toda hora y momento.

    Cuando por la noche apago
    la lámpara, en ella pienso
    y en el fondo de la sombra
    la ven mis ojos abiertos.

    La ven mis ojos, erguido
    el alto y hermoso cuerpo,
    tan bella como la Virgen
    María que está en los cielos.

    Y hallo que mi almohada es dura
    y helada, helada la siento
    porque una vez mi cabeza
    recliné sobre su seno.

    Y cuando desfallecido
    de sufrir los ojos cierro,
    mi espíritu está con ella
    y ella está en todos mis sueños.

    * * *

    Maldito orgullo y maldita
    dignidad de aquel momento!
    Creí que ya no la amaba
    y estoy por su amor muriendo...







    El vendimiador a su amada

    En los frescos lagares duerme el zumo oloroso
    de las uvas maduras. Turbador, amoroso,
    es el vapor que sube de los frescos lagares.

    ¡Y tu aliento oloroso como los azahares!

    Ayer, cuando en la viña cogías los maduros
    racimos, yo observaba los finos, los seguros
    perfiles de tus amplias caderas y los llenos
    contornos de tus breves y poderosos senos.

    El sol quemaba el aire, y caía, caía
    sobre mí, y en mi alma no sé qué florecía.
    Algo en mí germinaba; algo ardiente, algo rudo.

    ¡Y tus ojos brillantes y tu cuello desnudo!

    * * *

    Ayer, cuando en la viña bañada en sol cogías
    los racimos maduros, advertí que reías
    con una risa nueva. Tus labios se esponjaban
    húmedos, deliciosos... Y los míos temblaban.
    En torno a ti agrupábanse todas tus compañeras.

    ¡Y la sencilla falda ciñendo tus caderas!

    * * *

    Cuando me quedé solo bajo el sol irritante
    descubrieron mis ojos aquel bosque distante
    de amarillentos álamos. Nunca había advertido
    que existiera aquel bello bosque desconocido.

    Caminando por entre las vides deshojadas,
    ahuyentando a mi paso las sonoras bandadas
    de los pájaros, fuime hacia aquel bosquecillo.
    Como oro al sol brillaba su follaje amarillo.

    Allí, en aquel boscaje, todo, todo es amable.
    Allí las zarzas tejen un muro impenetrable
    y se esparcen las hojas por el suelo, formando
    como un alfombra de oro. ¡Si supieras qué blando
    tapiz es el que forman las hojas amarillas!

    Allí hay rumor de insectos y cantos de avecillas
    pero nada perturba la calma deseada...

    ¡Y tus labios henchidos cual fruta sazonada!

    * * *

    Me interné todo trémulo por aquel bosquecillo
    y allí oculto, allí estuve hasta que cantó el grillo
    ¿Por qué te esperé tanto? ¿Por qué creí que irías?

    * * *

    Al regreso las sendas todas eran sombrías...







    Jamás

    Ante nosotros las olas
    corren, corren sin cesar,
    como si algo persiguieran
    sin alcanzarlo jamás.

    Dice la esposa: ¿No es cierto
    que nunca habrás de tornar
    junto a esa mujer lejana?
    Y yo contesto: ¡Jamás!

    Ella pregunta: ¿No es cierto
    que ya nunca volverás
    a celebrar su hermosura?
    Y yo contesto: ¡Jamás!

    Ella interroga: ¿No es cierto
    que nunca habrás de soñar
    con sus fatales caricias?
    Y yo respondo: ¡Jamás!

    Las olas, mientras hablamos,
    corren, corren sin cesar,
    como si algo persiguieran
    sin alcanzarlo jamás.

    Dice la esposa: ¿No es cierto
    que nunca me has de olvidar
    para pensar sólo en ella?
    Y yo le digo: ¡Jamás!

    Ella pregunta: ¿No es cierto
    que ya nunca la amarás
    como la amaste hasta ahora?
    Y yo contesto: ¡Jamás!

    Ella interroga: ¿No es cierto
    que su imagen borrarás
    de tu mente y de tu alma?
    Y yo murmuro: ¡Jamás...!

    Los dos callamos. Las olas
    corren, corren sin cesar,
    como si algo persiguieran
    sin alcanzarlo jamás.






    La niña jadeante

    Te llegas junto a mí, toda agitada
    como tras de un divino y largo esfuerzo.

    Es un cansancio alegre el que te inquieta,
    como el cansancio alegre del que alcanza
    con porfiada labor un regocijo.

    Tus labios me sonríen entreabiertos
    y por ellos se escapa el fuerte soplo
    de tu respiración, y cuando luego
    tus labios se reúnen, se dilatan
    los nerviosos y finos agujeros
    de tu nariz.

    Con tu cansancio alegre.
    con el ondear de tus redondos senos,
    con el rodar de tus sedosas trenzas,
    con el fuego de vida en que está envuelto
    todo tu ser, pareces, niña ingenua,
    una bacante de vestir moderno.

    Seductora inconsciente, encantadora
    que ignoras, castamente, los efectos
    de tus vivos encantos, tus pupilas
    miran con limpidez, sin ver que dentro
    de las mías se yergue amenazante
    una hambrienta manada de deseos.







    Mañana gris

    Flota la niebla sobre el mar.
    Flota la niebla
    y es como un sueño blanco y misterioso
    vagando sobre un alma entristecida;
    como el vapor de un sueño melancólico
    al aclarar de un triste día.
    Flota
    la niebla.

    Sobre el mar la niebla es como
    un ensueño flotando sobre una alma:
    un ensueño muy íntimo, muy hondo
    y muy blanco, por cuya blanca bruma
    fuera temblando un desfilar borroso
    de pensamientos tristes, como sombras
    al través de la niebla; y en el fondo
    de aquel ensueño blanco, lentas, lentas
    van las barcas. Aquellas que ni al soplo
    del viento, ni al empuje formidable
    del vapor abandonan su reposo.

    Aquellas que se mueven solamente
    cuando se arquean los fornidos torsos
    de los barqueros, y los remos se hunden
    en el inflado vientre tembloroso
    del agua.

    Van las
    barcas y el prodigio
    de la niebla agiganta sus contornos.
    Envueltas en la bruma van las barcas.
    Van como pensamientos dolorosos
    que huyeran al través de un sueño blanco.

    Y mudas como en un cinematógrafo
    se encogen y alargan las siluetas
    de los que van remando con monótono,
    pausado compás.

    Aquellas barcas.
    con su deslizamiento silencioso,
    parecen los espectros de las naves
    que el océano atrajo hasta su fondo.
    Son como lenta procesión de sombras
    tras la bruma de un velo tembloroso.

    Del blanco abismo de la blanca niebla
    se escapan grifos prolongados, chorros
    de sonidos que vibran en el aire
    con rumor de aletazos. Un sonoro
    silbido arranca y de onda en onda vuela
    como un grito salvaje.

    Sobre el dorso
    del infinito mar, la blanca niebla
    duerme su sueño inmóvil.

    Poco a poco
    se deslizan las barcas como espectros
    al través de un ensueño melancólico.







    Marina

    Tus ojos me han llamado.
    Hacia ti has atraído mis deseos,
    como la luna atrae
    las olas de la mar.
    Tus ojos buenos
    me han dicho «ven, acércate» y en mi alma
    las alas han abierto
    los impulsos de amor, como gaviotas
    que ya emprenden el vuelo.

    En torno a ti, mi amada,
    vuelan mis sentimientos
    en ronda infatigable.
    Pájaros de la mar parecen ellos.
    Pájaros de la mar, que en dilatado
    círculo giran, giran, sin sosiego.

    Cuando las veas descender, acógelos
    con amor y en silencio.
    Deja a la banda de nerviosos pájaros
    posarse sobre ti.
    Seas en medio
    del mar enorme, cual peñón desnudo
    que brilla al sol. vibrante de aleteos.







    Nadie ve, ni tú misma...

    Como el rayo de sol que envuelve al árbol
    y que hace florecer todas sus ramas;
    como la onda de agua cristalina
    que da al rugoso tronco fresca savia,
    así en redor de mí, como un divino
    efluvio que hace florecer mi alma,
    así como la onda cristalina,
    dándome un vigor nuevo estás, mi amada.

    Como la flor su aroma, como el rayo
    de sol su aura ardiente, como el agua
    su frescura vital, así te llevo
    conmigo, así de mí nunca te apartas.
    Ante mi vista erguida te hallo siempre,
    siempre estás al final de mis miradas:
    te ven mis ojos cuando estoy despierto,
    y si dormido estoy te ve mi alma.

    Aunque nunca se unieron nuestras bocas
    y nunca nuestros brazos en guirnalda
    de amor entrelazáronse mis labios
    están sobre tu boca perfumada
    continuamente. Nadie, ni tú misma,
    nadie ve con qué dulce, con qué blanda
    suavidad van mis labios oprimiendo
    tu boca tan pequeña y tan amada...

    Nadie ve, nadie ve cómo rodean
    mis brazos tu cintura delicada;
    cómo mi cuerpo roza el cuerpo tuyo,
    cómo te estrecho a mí, cómo te palpan
    mis manos temblorosas. Nadie advierte
    cómo, ávido de ti, caigo a tus plantas!
    Nadie ve, ni tú misma, que te adoro
    con toda la ternura de mi alma...






    Por la orilla del mar

    A la caída del sol,
    por la playa inmensa y sola,
    de frente al viento marino
    nuestros caballos galopan.

    Es el horizonte de oro,
    oro es la mar y oro arrojan
    los cascos de los caballos
    al chapotear en las olas.

    En blancos grupos contemplan
    caer el sol las gaviotas;
    mas, al acercarnos, vuelan
    en bandadas tumultuosas.

    Pesadamente se alejan
    sobre las revueltas olas
    y abátense a la distancia
    trazando una curva airosa.

    Alcance pronto les damos
    y ellas, de nuevo en derrota,
    a volar, siempre adelante,
    por sobre la mar sonora.

    Por la arena húmeda y firme
    nuestros caballos galopan.
    Al fuerte viento marino
    cabelleras y almas flotan.

    A la caída del sol,
    en la playa inmensa y sola
    tu alma se entregó a mi lama,
    tu boca se dio a mi boca.

    No se sabe de qué hablar
    cuando la emoción es honda.
    por la orilla de la mar
    nuestros caballos galopan.







    ¿Recuerdas?

    ¿Recuerdas? Una linda mañana de verano.
    La playa sola. El vuelo de alas grandes y lerdas.
    Sol y viento. Florida...el mar azul. ¿Recuerdas?
    Mi mano suavemente oprimía tu mano.

    Después, a un tiempo mismo, nuestras lentas miradas
    posáronse en la sombra de un barco que surgía
    sobre el cansado límite de la azul lejanía,
    recortando en el cielo sus velas desplegadas.

    Cierro ahora los ojos; la realidad se aleja,
    y la visión de aquella mañana luminosa
    en el cristal oscuro de mi alma se refleja.

    Veo la playa, el mar, el velero lejano,
    y es tan viva, tan viva la ilusión prodigiosa,
    que a tientas, como un ciego, vuelvo a buscar tu mano.







    Sobremesa alegre

    La viejecita ríe como una muchachuela,
    contándonos la historia de sus días más bellos.
    Dice la viejecita: «¡Oh, qué tiempos aquellos
    cuando yo enamoraba a ocultas de la abuela!»

    La viejecita ríe como una picaruela
    y en sus ojillos brincan maliciosos destellos
    ¡Qué bien luce la plata de sus blancos cabellos
    sobre su tez rugosa de color de canela!

    La viejecita olvida todo cuanto la agobia
    y ríen las arrugas de su cara bendita
    y corren por su cuerpo deliciosos temblores.

    Y mi novia me mira y yo miro a mi novia,
    y reímos, reímos... mientras la viejecita
    nos refiere la historia blanca de sus amores.


    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 9 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Vie 06 Sep 2024, 17:37

    José Martí



    Hijo de padres españoles, de clase humilde, radicados en Cuba, nació en la Habana el 28 de enero de 1853.
    Estudió bajo el cuidado del poeta Rafael María de Mendive quien detectó muy pronto su gran talento.
    A los dieciséis años fue encarcelado por sus ideas revolucionarias y posteriormente indultado y deportado
    a España. Continuó su educación en la Universidad de Zaragoza donde se licenció en las carreras de Filosofía
    y Letras y en Derecho, ambas en 1874.
    Vivió luego en México y Guatemala, regresando a Cuba de donde fue nuevamente desterrado en 1879.
    Durante su exilio en EE.UU. se dedicó al periodismo y fundó el Partido Revolucionario Cubano en 1892.
    Como escritor fue el precursor del modernismo latinoamericano, representado en numerosas obras entre las que
    se destacan, «Ismaelillo» 1882, «Versos sencillos»1891 y «Versos libres» en 1892.
    Murió en combate en 1895 durante su lucha contra las tropas españolas en Dos Ríos, actual provincia de Granma,
    en el oriente cubano. ©



    Versos libres:

    A los espacios
    Al buen Pedro
    Allí despacio
    Árbol de mi alma
    Baile
    Bosque de rosas
    Contra el verso retórico
    Dormida
    En ti pensaba...
    En un dulce sopor...
    Homagno
    La copa envenenada
    La niña de Guatemala
    Mujeres
    No, música tenaz!
    Noche de baile
    ¡Oh, Margarita!
    ¡Oh, nave...!
    Pollice verso
    Pomona
    Por donde abunda la malva
    Sé, mujer para mí...
    Sed de belleza
    Siempre que hundo la mente
    Una virgen espléndida
    Vino el amor mental
    Y te busqué

    Puedes escuchar su poesía en: De viva voz

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    Versos sencillos:


    I - Yo soy un hombre sincero...

    Yo soy un hombre sincero
    De donde crece la palma,
    Y antes de morirme quiero
    Echar mis versos del alma.

    Yo vengo de todas partes,
    Y hacia todas partes voy:
    Arte soy entre las artes,
    En los montes, monte soy.

    Yo sé los nombres extraños
    De las yerbas y las flores,
    Y de mortales engaños,
    Y de sublimes dolores.

    Yo he visto en la noche oscura
    Llover sobre mi cabeza
    Los rayos de lumbre pura
    De la divina belleza.

    Alas nacer vi en los hombros
    De las mujeres hermosas:
    Y salir de los escombros,
    Volando las mariposas.

    He visto vivir a un hombre
    Con el puñal al costado,
    Sin decir jamás el nombre
    De aquella que lo ha matado.

    Rápida, como un reflejo,
    Dos veces vi el alma, dos:
    Cuando murió el pobre viejo,
    Cuando ella me dijo adiós.

    Temblé una vez -en la reja,
    A la entrada de la viña,-
    Cuando la bárbara abeja
    Picó en la frente a mi niña.

    Gocé una vez, de tal suerte
    Que gocé cual nunca: -cuando
    La sentencia de mi muerte
    Leyó el alcaide llorando.

    Oigo un suspiro, a través
    De las tierras y la mar,
    Y no es un suspiro, -es
    Que mi hijo va a despertar.

    Si dicen que del joyero
    Tome la joya mejor,
    Tomo a un amigo sincero
    Y pongo a un lado el amor.

    Yo he visto al águila herida
    Volar al azul sereno,
    Y morir en su guarida
    La víbora del veneno.

    Yo sé bien que cuando el mundo
    Cede, lívido, al descanso,
    Sobre el silencio profundo
    Murmura el arroyo manso.

    Yo he puesto la mano osada,
    De horror y júbilo yerta,
    Sobre la estrella apagada
    Que cayó frente a mi puerta.

    Oculto en mi pecho bravo
    La pena que me lo hiere:
    El hijo de un pueblo esclavo
    Vive por él, calla y muere.

    Todo es hermoso y constante,
    Todo es música y razón,
    Y todo, como el diamante,
    Antes que luz es carbón.

    Yo sé que el necio se entierra
    Con gran lujo y con gran llanto.
    Y que no hay fruta en la tierra
    Como la del camposanto.

    Callo, y entiendo, y me quito
    La pompa del rimador:
    Cuelgo de un árbol marchito
    Mi muceta de doctor.







    IV - Yo visitaré anhelante...

    Yo visitaré anhelante
    Los rincones donde a solas
    Estuvimos yo y mi amante
    Retozando con las olas.

    Solos los dos estuvimos,
    Solos, con la compañía
    De dos pájaros que vimos
    Meterse en la gruta umbría.

    Y ella, clavando los ojos,
    En la pareja ligera,
    Deshizo los lirios rojos
    Que le dio la jardinera.

    La madreselva olorosa
    Cogió con sus manos ella,
    Y una madama graciosa,
    Y un jazmín como una estrella.

    Yo quise, diestro y galán,
    Abrirle su quitasol;
    Y ella me dijo: "¡Qué afán!
    ¡Si hoy me gusta ver el sol!"

    "Nunca más altos he visto
    Estos nobles robledales:
    Aquí debe estar el Cristo,
    Porque están las catedrales."

    "Ya sé dónde ha de venir
    Mi niña a la comunión;
    De blanco la he de vestir
    Con un gran sombrero alón."

    Después, del calor al peso,
    Entramos por el camino,
    Y nos dábamos un beso
    En cuanto sonaba un trino.

    ¡Volveré, cual quien no existe,
    Al lago mudo y helado:
    Clavaré la quilla triste:
    Posaré el remo callado!







    V - Si ves un monte de espumas...

    Si ves un monte de espumas,
    Es mi verso lo que ves:
    Mi verso es un monte, y es
    Un abanico de plumas.

    Mi verso es como un puñal
    Que por el puño echa flor:
    Mi verso es un surtidor
    Que da un agua de coral.

    Mi verso es de un verde claro
    Y de un carmín encendido:
    Mi verso es un ciervo herido
    Que busca en el monte amparo.

    Mi verso al valiente agrada:
    Mi verso, breve y sincero,
    Es del vigor del acero
    Con que se funde la espada.







    VI - Si quieren que de este mundo...

    Si quieren que de este mundo
    Lleve una memoria grata,
    Llevaré, padre profundo,
    Tu cabellera de plata.

    Si quieren, por gran favor,
    Que lleve más, llevaré
    La copia que hizo el pintor
    De la hermana que adoré.

    Si quieren que a la otra vida
    Me lleve todo un tesoro,
    ¡Llevo la trenza escondida
    Que guardo en mi caja de oro!







    VIII - Yo tengo un alnigo muerto...

    Yo tengo un alnigo muerto
    que suele venirme a ver:
    Ini alnigo se sienta y canta;
    canta en voz que ha de doler:

    "En un ave de dos alas
    bogo por el cielo azul:
    un ala del ave es negra,
    otra de oro Caribú.

    El corazón es un loco
    que no sabe de un color:
    o es su amor de dos colores,
    o dice que no es amor.

    Hay una loca más fiera
    que el corazón infeliz:
    la que le chupó la sangre
    y se echó luego a reír.

    Corazón que lleva rota
    el ancla fiel del hogar,
    va como barca perdida,
    que no sabe a dónde va. "

    En cuanto llega a esta angustia
    rompe el Inuerto a maldecir:
    le amanso el cráneo: lo acuesto:
    acuesto el muerto a dormir.







    IX - Quiero, a la sombra de un ala...

    Quiero, a la sombra de un ala,
    Contar este cuento en flor:
    La niña de Guatemala,
    La que se murió de amor.

    Eran de lirios los ramos,
    Y las orlas de reseda
    Y de jazmín: la enterramos
    En una caja de seda.

    ...Ella dio al desmemoriado
    Una almohadilla de olor:
    El volvió, volvió casado:
    Ella se murió de amor.

    Iban cargándola en andas
    Obispos y embajadores:
    Detrás iba el pueblo en tandas,
    Todo cargado de flores.

    ...Ella, por volverlo a ver,
    Salió a verlo al mirador:
    El volvió con su mujer:
    Ella se murió de amor.

    Como de bronce candente
    Al beso de despedida
    Era su frente ¡la frente
    Que más he amado en mi vida!

    ...Se entró de tarde en el río,
    La sacó muerta el doctor:
    Dicen que murió de frío:
    Yo sé que murió de amor.

    Allí, en la bóveda helada,
    La pusieron en dos bancos:
    Besé su mano afilada,
    Besé sus zapatos blancos.

    Callado, al oscurecer,
    Me llamó el enterrador:
    ¡Nunca más he vuelto a ver
    A la que murió de amor!







    X - El alma trémula y sola...

    El alma trémula y sola
    Padece al anochecer:
    Hay baile; vamos a ver
    La bailarina española

    Han hecho bien en quitar
    El banderín de la acera;
    Porque si está la bandera,
    No sé, yo no puedo entrar.

    Ya llega la bailarina:
    Soberbia y pálida llega:
    ¿Cómo dicen que es gallega?
    Pues dicen mal: es divina.

    Lleva un sombrero torero
    Y una capa carmesí:
    ¡Lo mismo que un alelí
    Que se pusiese un sombrero!

    Se ve, de paso, la ceja,
    Ceja de mora traidora:
    Y la mirada, de mora:
    Y como nieve la oreja.

    Preludian, bajan la luz
    Y sale en bata y mantón,
    La virgen de la Asunción
    Bailando un baile andaluz.

    Alza, retando, la frente;
    Crúzase al hombro la manta:
    En arco el brazo levanta:
    Mueve despacio el pie ardiente.

    Repica con los tacones
    El tablado zalamera,
    Como si la tabla fuera
    Tablado de corazones.

    Y va el convite creciendo
    En las llamas de los ojos,
    Y el manto de flecos rojos
    Se va en el aire meciendo.

    Súbito, de un salto arranca:
    Húrtase, se quiebra, gira:
    Abre en dos la cachemira,
    Ofrece la bata blanca.

    Han hecho bien en quitar
    El banderín de la acera;
    Porque si está la bandera,
    No sé, yo no puedo entrar.

    Ya llega la bailarina:
    Soberbia y pálida llega:
    ¿Cómo dicen que es gallega?
    Pues dicen mal: es divina.

    Lleva un sombrero torero
    Y una capa carmesí:
    ¡Lo mismo que un alelí
    Que se pusiese un sombrero!

    Se ve, de paso, la ceja,
    Ceja de mora traidora:
    Y la mirada, de mora:
    Y como nieve la oreja.

    Preludian, bajan la luz
    Y sale en bata y mantón,
    La virgen de la Asunción
    Bailando un baile andaluz.

    Alza, retando, la frente;
    Crúzase al hombro la manta:
    En arco el brazo levanta:
    Mueve despacio el pie ardiente.

    Repica con los tacones
    El tablado zalamera,
    Como si la tabla fuera
    Tablado de corazones.

    Y va el convite creciendo
    En las llamas de los ojos,
    Y el manto de flecos rojos
    Se va en el aire meciendo.

    Súbito, de un salto arranca:
    Húrtase, se quiebra, gira:
    Abre en dos la cachemira,
    Ofrece la bata blanca.

    El cuerpo cede y ondea;
    La boca abierta provoca;
    Es una rosa la boca:
    Lentamente taconea.

    Recoge, de un débil giro,
    El manto de flecos rojos:
    Se va, cerrando los ojos,
    Se va, como en un suspiro...

    Baila muy bien la española;
    Es blanco y rojo el mantón:
    ¡Vuelve, fosca, a su rincón
    El alma trémula y sola!







    XI - Yo tengo un paje muy fiel...

    Yo tengo un paje muy fiel
    que me cuida y que me gruñe,
    y al salir, me limpia y bruñe
    mi corona de laurel.
    Yo tengo un paje ejemplar
    que no come, que no duerme
    y que se acurruca a verme
    trabajar y sollozar.
    Salgo, y el vil se desliza
    y en mi bolsillo aparece;
    vuelvo, y el terco me ofrece
    una taza de ceniza.
    Si duermo, al rayar el día
    se sienta junto a mi cama;
    si escribo, sangre derrama
    mi paje en la escribanía.
    Mi paje, hombre de respeto,
    al andar castañetea:
    hiela mi paje, y chispea:
    mi paje es un esqueleto.







    XVII - Es rubia: el cabello suelto...

    Es rubia: el cabello suelto
    Da más luz al ojo moro:
    Voy, desde entonces, envuelto
    En un torbellino de oro.

    La abeja estival que zumba
    Más ágil por la flor nueva,
    No dice, como antes, «tumba»:
    «Eva» dice: todo es «Eva».

    Bajo, en lo oscuro, al temido
    Raudal de la catarata:
    ¡Y brilla el iris, tendido
    Sobre las hojas de plata!

    Miro, ceñudo, la agreste
    Pompa del monte irritado:
    ¡Y en el alma azul celeste
    Brota un jacinto rosado!

    Voy, por el bosque, a paseo
    A la laguna vecina:
    Y entre las ramas la veo,
    Y por el agua camina.

    La serpiente del jardín
    Silba, escupe, y se resbala
    Por su agujero: el clarín
    Me tiende, trinando, el ala.

    ¡Arpa soy, salterio soy
    Donde vibra el Universo:
    Vengo del sol, y al sol voy:
    Soy el amor: soy el verso!







    XVIII - El alfiler de Eva loca...

    El alfiler de Eva loca
    Es hecho del oro oscuro
    Que le sacó un hombre puro
    Del corazón de una roca.

    Un pájaro tentador
    Le trajo en el pico ayer
    Un relumbrante alfiler
    De pasta y de similar.

    Eva se prendió al oscuro
    Talle el diamante embustero:
    Y echó en el alfiletero
    El alfiler de oro puro.







    XIX - Por tus ojos encendidos...

    Por tus ojos encendidos
    Y lo mal puesto de un broche.
    Pensé que estuviste anoche
    Jugando a juegos prohibidos.

    Te odié por vil y alevosa:
    Te odié con odio de muerte:
    Náusea me daba de verte
    Tan villana y tan hermosa.

    Y por la esquela que vi
    Sin saber cómo ni cuándo.
    Sé que estuviste llorando
    Toda la noche por mí.







    XX - Mi amor del aire se azora...

    Mi amor del aire se azora;
    Eva es rubia, falsa es Eva:
    Viene una nube, y se lleva
    Mi amor que gime y que llora.

    Se lleva mi amor que llora
    Esa nube que se va:
    Eva me ha sido traidora:
    ¡Eva me consolará!







    XXI - Ayer la vi en el salón...

    Ayer la vi en el salón
    De los pintores, y ayer
    Detrás de aquella mujer
    Se me saltó el corazón.

    Sentada en el suelo rudo
    Está en el lienzo: dormido
    Al pie, el esposo rendido:
    Al seno el niño desnudo.

    Sobre unas briznas de paja
    Se ven mendrugos mondados:
    Le cuelga el manto a los lados,
    Lo mismo que una mortaja.

    No nace en el torvo suelo
    Ni una viola, ni una espiga:
    ¡Muy lejos, la casa amiga,
    Muy triste y oscuro el cielo!...

    ¡Ésa es la hermosa mujer
    Que me robó el corazón
    En el soberbio salón
    De los pintores de ayer!







    XXII - Estoy en el baile extraño...

    Estoy en el baile extraño
    De polaina y casaquín
    Que dan, del año hacia el fin,
    Los cazadores del año.

    Una duquesa violeta
    Va con un frac colorado:
    Marca un vizconde pintado
    El tiempo en la pandereta.

    Y pasan las chupas rojas,
    Pasan los tules de fuego,
    Como delante de un ciego
    Pasan volando las hojas.







    XXIV - Sé de un pintor atrevido...

    Sé de un pintor atrevido
    Que sale a pintar contento
    Sobre la tela del viento
    Y la espuma del olvido.

    Yo sé de un pintor gigante,
    El de divinos colores,
    Puesto a pintarle las flores
    A una corbeta mercante.

    Yo sé de un pobre pintor
    Que mira el agua al pintar,
    -El agua ronca del mar,-
    Con un entrañable amor.







    XXXV - Qué importa que tu puñal...

    ¿Qué importa que tu puñal
    Se me clave en el riñón?
    ¡Tengo mis versos, que son
    Más fuertes que tu puñal!

    ¿Qué importa que este dolor
    Seque el mar, y nuble el cielo?
    El verso, dulce consuelo,
    Nace alado del dolor.







    XXXVII - Aquí está el pecho, mujer...

    Aquí está el pecho, mujer,
    Que ya sé que lo herirás;
    ¡Mas grande debiera ser,
    Para que lo hirieses más!

    Porque noto, alma torcida,
    Que en mi pecho milagroso,
    Mientras más honda la herida,
    Es mi canto más hermoso.







    XXXIX - Cultivo una rosa blanca...

    Cultivo una rosa blanca,
    En julio como en enero,
    Para el amigo sincero
    Que me da su mano franca.

    Y para el cruel que me arranca
    El corazón con que vivo,
    Cardo ni ortiga cultivo:
    Cultivo la rosa blanca.







    XLIII - Mucho, señora, daría...

    Mucho, señora, daría
    Por tender sobre tu espalda
    Tu cabellera bravía,
    Tu cabellera de gualda:
    Despacio la tendería,
    Callado la besaría.

    Por sobre la oreja fina
    Baja lujoso el cabello,
    Los mismo que una cortina
    Que se levanta hacia el cuello.
    La oreja es obra divina
    De porcelana de China.

    Mucho, señora, te diera
    Por desenredar el nudo
    De tu roja cabellera
    Sobre tu cuello desnudo:
    Muy despacio la esparciera,
    Hilo por hilo la abriera.







    XLVI - Vierte, corazón, tu pena...

    Vierte, corazón, tu pena
    Donde no se llegue a ver,
    Por soberbia, y por no ser
    Motivo de pena ajena.

    Yo te quiero, verso amigo,
    Porque cuando siento el pecho
    Ya muy cargado y deshecho,
    Parto la carga contigo.

    Tú me sufres, tú aposentas
    En tu regazo amoroso,
    Todo mi amor doloroso,
    Todas mis ansias y afrentas.

    Tú, porque yo pueda en calma
    Amar y hacer bien, consientes
    En enturbiar tus corrientes
    Con cuanto me agobia el alma.

    Tú, porque yo cruce fiero
    La tierra, y sin odio, y puro,
    Te arrastras, pálido y duro,
    Mi amoroso compañero.

    Mi vida así se encamina
    Al cielo limpia y serena,
    Y tú me cargas mi pena
    Con tu paciencia divina.

    Y porque mi cruel costumbre
    De echarme en ti te desvía
    De tu dichosa armonía
    Y natural mansedumbre;

    Porque mis penas arrojo
    Sobre tu seno, y lo azotan,
    Y tu corriente alborotan,
    Y acá lívido, allá rojo,

    Blanco allá como la muerte,
    Ora arremetes y ruges,
    Ora con el peso crujes
    De un dolor más que tú fuerte,

    ¿Habré, como me aconseja
    Un corazón mal nacido,
    De dejar en el olvido
    A aquel que nunca me deja?

    ¡Verso, nos hablan de un Dios
    Adonde van los difuntos:
    Verso, o nos condenan juntos,
    O nos salvamos los dos!









    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 9 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Mar 10 Sep 2024, 17:38

    Hugo Mujica


    Poeta y ensayista argentino nacido en Buenos Aires en 1942.
    Desde pequeño se aficionó a la lectura, estudió Bellas Artes, Filosofía, Antropología Filosófica y Teología.
    Viajó a Estados Unidos en 1961 donde desempeñó varios oficios y posteriormente ingresó a un monasterio trapense
    cerca a Boston. En 1970 regresó a Buenos Aires como monje, viajó por varios países europeos, se ordenó como
    sacerdote, y empezó a publicar su obra a partir de 1983.
    Entre sus principales libros de ensayos se cuentan "Kyrie Eleison" 1991, "La palabra inicial" 1995, "Flecha en la niebla"
    en 1997 y "Poéticas del vacío" en 2002.
    De su obra poética merecen mencionarse "Brasa blanca" en 1983, "Sonata de violoncello y lilas" en 1987,
    "Escrito en un reflejo"en 1987, "Paraíso vacío" en 1993, "Para albergar una ausencia" en 1995, "Noche abierta" en 1999,
    "Sed adentro" en 2001 y "Casi en silencio" 2004..


    ****************


    ria

    Es noche, es frío

    y en lo lejano
    el canto de una mujer
    parece acunar la vida.

    La voz, no el silencio,
    es la desnudez de las palabras.







    Descalzo

    Noche sin luna,

    alguien, descalzo,
    cruza el desierto.

    Hay huellas que la noche vela,
    hay desnudeces que la luz apaga.







    Desnudez

    ni la ruina de un muro
    sobre el que apoyar las palmas, sobre el
    que descansar la gente

    nada, salvo polvo que el viento alza,

    viento
    borrando ruinas
    una sábana blanca
    ondea en el viento

    ceremonia de nada,
    gesto de nadie,

    nadie, nada o las huellas más tenues
    o tal vez un llamado


    el viento
    la desnudez en la que viene y huye:

    la huella, que borrando traza.







    En plena noche

    También en plena noche
    la nieve
    se derrite blanca

    y la lluvia
    cae
    sin perder su transparencia.

    Es ella, la noche,
    la que nos libra de los reflejos,

    la que nos expande
    las pupilas.

    Lo que busca con su bastón
    el ciego es la luz, no el camino.







    Entre la noche y el alba

    Entre el tejado y el cielo

    hay un vacío de
    pájaros,

    una nostalgia de lluvias.

    Entre la noche y
    el alba

    la cita imposible de cada vida:
    la ausencia que el alma abraza.








    Entre latidos

    En las dunas
    todo es silencio,

    salvo el soplo
    del viento
    que lentamente las forma
    y lentamente las deshace.

    En su cama de hospital
    un moribundo escucha como
    uno a uno van callando
    sus latidos.

    Todo es silencio y entre latido
    y latido

    se cumple el azar o la esperanza:
    lo que al final vence,
    sin dejar vencidos.







    Formas blancas

    En un baldío,
    sobre el polvo y la
    hojarasca

    un pájaro moribundo
    aquieta sus alas.

    Una nube, impasible,
    juega
    sus formas blancas.

    Al final también mi boca se llenará
    de tierra,

    al final siempre se besa
    aquello que desertamos.







    Hay un alma


    apenas la sed
    descubre sin cubrir, apenas el agua
    acaricia el borde
    sin extender la herida,

    es lo ausente lo que más
    se muestra,
    lo olvidado lo que más se espera.
    hay un alma

    lo dice la sed y
    el agua

    lo calle el olvido, la herida
    abierta entre el sueño
    y la vigilia

    el naufragio de todo reflejo
    en la transparencia olvidada.








    Horizonte

    Es la hora más lenta,

    es crepúsculo
    y un par de relámpagos
    destellan un horizonte.

    Descalzo, sobre la arena
    tibia,
    un niño corre tratando
    de atrapar gaviotas.

    En la noche,
    la lluvia borrará las huellas,
    iniciará un desierto,
    regalará el olvido.








    La espera

    Como un mantel
    a la espera de la fiesta

    las manos
    ya están desnudas.

    Falta la brisa
    que las desborde y el afuera
    que las cobije,

    falta el hueco de ellas mismas,
    falta olvidar la limosna.







    Lluvia sobre la lluvia

    Al fondo,
    sobre una mesa, debajo de
    un árbol desnudo,

    una taza
    desborda la lluvia.

    Desborda, cae, y dibuja un charco,
    un espejo, una vida.







    Lo abierto

    Cae quieta la lluvia,
    lo abierto mana.

    Cae la lluvia, cae sobre
    la espera,

    en la caída la lluvia es su camino
    y el camino su llegada.

    Hay que osar lo abierto y la caída:
    el desierto de la sed
    no la sed del desierto.







    Lo imposible

    Llueve sobre
    el silencio de un plato vacío,

    llueve
    y se desborda lluvia.

    Hay que derramarse hasta
    lo imposible de uno mismo:

    la herida sin decirse sangre,
    el alma sin saberse alma.







    Lo humano

    Un viento límpido
    recorre la noche.

    En las calles,

    un hombre
    apura sus pasos, cumple su rito:
    inclina su nada;

    deja el temblor que a veces queda
    donde hubo vida y ahora hay olvido.










    Orillas

    afuera ladra un perro
    a una sombra, o a su eco
    o a la luna
    para hacer menos cruel la distancia
    siempre es para huir
    que cerramos una puerta,
    es desierto la desnudez que no es promesa
    la lejanía
    de estar cerca sin tocarse

    como bordes de la misma herida
    adentro no cabe adentro,
    no son mis ojos
    los que pueden mirarme a los ojos,
    son siempre los labios de otro
    los que me anuncian mi nombre.







    Primavera

    Es el mismo
    árbol
    de tantos otros años,
    de algún que otro poema;

    el mismo que otra vez
    reverdece en mi ventana.

    Es la misma savia que, año tras año,
    se dice más callada en mis latidos.







    Página tras página

    Serena, sin despertar
    los sueños

    la noche va dando
    a luz su alba.

    Inclinado sobre un libro,
    leo,

    página tras página
    se encienden la vida y
    algunas palabras.

    Atrás queda
    lo que el alba no despierta:
    lo que ya ha muerto
    sin pronunciar su nombre.







    Resplandor

    Ya noche,
    caminando,

    vi el instante de un relámpago
    sobre el charco de una calle,

    cerré los ojos
    y, blanca e inmensa, y a la vez serena,
    se encendía un alba.







    Temblor

    Una hoja, rojiza,
    tiembla,

    es otoño
    y el sol va entristeciendo su paso
    por mi ventana.

    Algo,
    cada instante se detiene,
    algo es ya siempre nunca;

    el final es siempre un combate:
    el de no aferrarse a las armas.







    Transparencia

    Noche sin cielo
    y lo más alto
    es el nacer de la lluvia.

    Sin un antes
    ni un después,
    en su puro ahora

    cae la lluvia;

    cae sobre el mundo
    y algo,
    algo otro que la duda o la certeza,
    se transparenta sobre sus aguas.



    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 9 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Sáb 14 Sep 2024, 13:21

    Andrés Neuman


    Poeta, ensayista y novelista hispano-argentino nacido en Buenos Aires en 1977.
    Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Granada, ha impartido clases de literatura hispanoamericana
    en la misma universidad, es columnista de importantes diarios españoles y latinoamericanos, y autor de guiones para
    tiras cómicas del periódico Ideal. Es también autor del libro de aforismos El equilibrista 2005, y de la colección
    de haikus: "Alfileres de luz" 1999, Premio García Lorca, en colaboración con Ramón Repiso.
    Su obra poética está contenida en los siguientes volúmenes: "Métodos de la noche" 1998, Premio Antonio Carvajal;
    "El jugador de billar" 2000; "El tobogán" 2002, Premio Hiperión; "La canción del antílope" 2003, "Gotas negras" 2003;
    "Sonetos del extraño" 2007; "Mística abajo" 2008 y "Década", poesía 1997-2007.
    Entre los premios obtenidos, sobresalen el Premio Alfaguara y el Premio Nacional de la Crítica en 2010.



    *****************


    De "Métodos de la noche" 1997-1998

    Canción del insomne

    Todo se vuelve oscuro
    y es mentira la luz que nadie ve.
    Nos deslumbran, nos ciegan.
    Un café.
    Es lo que necesito.
    No es la sed.
    Podré tocar la noche
    y no temer su beso de una vez.
    Que acudan otros héroes a los sueños:
    yo prefiero quemar la lucidez
    mientras duren mis párpados. Café.

    * * * * *

    La noche entre paréntesis

    Para Bur

    La noche entre paréntesis
    y su adictivo roce
    bastaron para hacerme conocer
    el ansia elemental,
    latidos de unas ropas,
    la rápida tristeza de una vela,
    música cómplice, un rincón,
    el peso y la medida del olvido.


    * * * * *

    Monólogo a dos voces

    -Como un lento jarabe
    que calienta la bóveda celeste,
    la luz trama su incendio
    y vuelven los colores a mis ojos.
    ¡Amanece! Éste es el primer día.

    -Pero, idiota, qué asombro va a quedarnos
    siendo el día que es: el siglo de los siglos,
    ya se sabe, final de un gran banquete.
    Miro por la ventana
    y desde mi sensata finitud
    no veo más que el sol
    reemplazando a la noche, como siempre.

    -¡Esa inmensa naranja
    será limón después en las alturas.'
    Puedo oler el rocío evaporarse,
    los pájaros lo absorben mientras vuelan.
    Me parece que estoy viendo un milagro.
    Ha llegado el momento de dejarse morir
    para nacer.

    -Tranquilo, por favor, no desvariemos.
    A poco que se estudie el curso de las cosas
    se entiende que el milagro es una farsa.
    En cuanto a la belleza,
    hay un amanecer-digamos que sin nubes-
    y nada en absoluto. Salvo morirse, claro.
    Mejor sigamos con los pajaritos.

    -¿ No tiene el alba un gesto
    de diosa empedernida, muda, virgen?
    En cuanto se fecunden sus resquicios
    el mundo quedará alumbrado
    y un ritmo nuevo empezará a estirar
    sus versos como músculos.

    -¡Hay que soltar los cirios,
    la luz es un asunto de la tierra!
    y de paso templemos un poco ese lenguaje:
    bastante nos costó vestido de paisano.

    -Como un jarabe hirviendo,
    como el milagro de un poema...

    -En fin...

    * * * * *

    Ropajes

    Decirte que te amo es una historia
    de mustias obviedades.
    Sería preferible que leyeses
    amores novedosos,
    canciones que mitiguen por las noches
    tus raptos de inocencia.

    Mis trajes de soldado no son más
    que miedo a la batalla.
    Y peores mis trajes de turista,
    como si la aventura de las calles
    pudiera seducirme.
    Por si no lo sabías nunca logré emigrar,
    sigo habitando en sábanas, las mismas
    que humedecí de niño
    cuando aún no te amaba y todavía
    no había mojado tus sábanas.
    Mi única destreza es protegerme.

    Decirte que me ames es un pleito
    de lenguajes más hábiles que el mío.
    No sé nada de espejos,
    no entiendo una sonata,
    callar es la virtud que no merezco.
    Ojalá te bastasen las delicias
    de los mundos y las tardes
    que no me pertenecen.

    Decir te amo suele ser asunto
    de obvias melancolías.







    De "El tobogán" 1998-2001

    Claudia en la Biblioteca

    Para Rafael Espejo

    Rebuscas en los libros
    con un extraño afán de jardinera.
    Delicada y ansiosa, de perfil me pareces
    distinta cuando curvas las rodillas
    y se tensan tus muslos
    debajo del vaquero. Muerte lenta
    contemplar, sin tocado,
    el pequeño tatuaje en tu cintura.
    Será mejor sufrir que describir los pechos:
    ¿quién se atreve a cruzar los toboganes
    que unen la palabra con su tema?

    Así que huyo
    y finjo distracción.
    Si volvieras la vista a quien te escribe
    desaparecerías, y es demasiado pronto.
    Sigue leyendo, Claudia.
    Haces bien en amarte.

    * * * * *

    Iluminación

    El alma existe.
    Y huele
    a sales y calor,
    lleva un silbido impuro,
    arde como la menta
    y se pliega y se ciñe
    a tu vientre.

    * * * * *

    Las orillas

    Para Leopoldo Brizuela

    Me es hermoso el desgarro porque une las orillas,
    nos concentra
    en desdoblamos siempre para poder ser uno.
    (Es un número, el uno, que traiciona
    cuando finge ser punto de partida).
    Necesario el desgarro,
    porque renuncia a hundirse
    pero ama los pozos
    y nos tiende sus manos como dos hemisferios.

    Con el pulso ambidiestro
    navego celebrando los puntos cardinales
    que mudarán mi origen,
    y sucede el naufragio porque debe
    y la vida es el barco
    y yo soy el ahogado y el mismo que me salva.

    * * * * *

    Líneas aéreas

    Igual que cada vez al tocar tierra
    confirmamos la vida
    así, cuando te toco,
    recomienza el amor.

    Y así, tocando un lápiz, me son nuevos
    el amar, la existencia,
    las líneas en el cielo de una página,
    el suave aterrizaje sobre un nombre.







    De "Mística abajo" 2001-2007

    Para Delia, mi madre
    Para Erika, mi suelo

    Casa fugaz

    Somos iguales, tienes
    la exacta fortaleza
    que me hace en parte débil.
    Sigue siendo difícil
    en la casa terrena desnudarse.
    ¿Trascender? Eso intentan los solemnes,
    como si dominasen el misterio
    de habitar hasta el fondo este lugar
    sin cederle terreno a las alturas.

    Si te toco, artesana,
    ¿querrás estar aquí enteramente?
    Durando en lo fugaz,
    así transcurriría nuestra entrega.
    Desconociendo cómo,
    así nos buscaríamos.
    Iguales en la duda. Enamorados
    de la fragilidad de estas paredes.


    * * * * *

    Elogio del minuto

    Aquí
    por fin
    descanso,
    mi atención
    no debe disiparse.
    Un poco de distancia
    tal vez la estiraría,
    pero si apreso el pasmo
    y fuerzo demasiado las poleas
    la emoción dejará de trasladar
    estas pequeñas cajas con visiones.

    Miro el pájaro próximo a la casa:
    tembloroso en la fuente recomienda
    beber con él sin vuelo.

    * * * * *

    Principio de la carne

    Necesito la carne para amarte,
    la carne enamorada, pero no
    más allá de la tumba sino contra la tumba.
    Tendido entre nosotros el temor
    ha vencido su insomnio y se remansa.
    ¿Qué pensará la muerte ante la fiesta?
    ¿Pierde la compostura, suspende sus trabajos?

    ¡Antídoto, entusiasmo, derríbale las leyes,
    ofrécele estos pechos de artesana
    que señalan el norte y piden viaje!
    Es lógico perderse, los guías se equivocan.
    A veces el destino es blando y tibio y mueve
    dos remos terrenales
    que remontan la risa hasta el principio,
    hasta el punto final de los comienzos.


    * * * * *

    Reloj de mar

    Rotas horas, las olas.
    Se anticipan,
    se empujan,
    se disgregan.
    Recomienzan el cielo permanente.
    En su justo engranaje nos emulan:
    detrás alguien
    siempre mira morir a alguien que mira.


    * * * * *

    Vaivén de gracias

    ¡Estar aún aquí
    tan pegado a este suelo y respirando!
    ¿Cómo corresponder
    la generosidad de los instantes?
    Es posible que nunca alcance el don
    de habitados sin más, ligeramente,
    pero apenas el borde
    ¡qué dichoso me insiste, cómo, inmenso!
    No he sabido llorar cuanto debía
    y así voy viendo este vaivén de horas
    sin saber dar las gracias, siempre en vilo.







    Otros poemas

    Ahora que no estoy...

    Ahora que no estoy
    me gusta más el viento cuando late
    y la savia transcurre por los surcos,
    me llega su apetito,
    sus ondas abultadas
    por cada objeto hermoso que atraviesan,
    esos tímidos cuerpos musicales.
    Pero no es más que un eco,
    el eco en los jardines posteriores.
    Hará falta alegrar esta canción,
    por eso quiero fiesta en vuestro lado.

    * * * * *

    Aquellos dedos tuyos...

    Aquellos dedos tuyos,
    dormidos como en lana,
    urdían la caricia y sus efectos.
    ¡Tocar era tan fácil
    y tanto me abrigaba
    desnudar esos dedos
    para tejer muñecos temporales!
    Ahora tejo tu sombra,
    que no es poco tejer cuando se ha amado.


    * * * * *

    En la línea lejana del deseo...

    En la línea lejana del deseo,
    superficie de luces y corrientes,
    se mantiene un velero a la deriva.
    De ti depende el viaje o la zozobra,
    su pesca o su destino,
    la distancia que logre.

    Izada, interrogándote, habrá siempre
    una vela aguardando a que la mires.


    * * * * *

    Se parece a bucear, no tengas miedo...

    Se parece a bucear, no tengas miedo.
    Al fondo de las olas transparentes
    hallarás más descanso que dolores.
    Vibrarás en la nota de las aguas
    y, como el diapasón de tu minuto,
    podrás enumerar cada concepto.
    Verás lo que no has hecho y sí deseaste
    yeso perturbará la travesía.
    Verás cuanto ofreciste o te ofrecieron
    y todo volverá a dormir despacio
    como el mar que te invade y se retira,
    como el mar que se mueve y nunca pasa.


    * * * * *

    Te pesan las costillas y la nuca...

    Te pesan las costillas y la nuca
    y te pesan las horas, el aire trepa y cae por tu pecho,
    se enreda en espirales, tu mano imprime surcos en la piel arenosa.
    ¡No te estás extinguiendo! Estás tan vivo
    que has comprendido el hueco de la pérdida.
    Igual que un casco
    volcado por el gesto repentino de un soldado al que asombra
    la música de sangre de su propia metralla,
    así pierdes el odio y queda a tus espaldas entre el fango.
    Tus costillas, antílope, esconden un reloj:
    te preguntas quién pudo darle cuerda.


    * * * * *

    Y que rápido vamos...

    Y que rápido vamos,
    ligera recompensa,
    qué prisa iluminada.
    El penúltimo paso es el más dulce.
    Ojalá todos fueran el penúltimo.







    Haikus

    De dos en dos
    me rodean los faros.
    Perplejidad.

    *

    Redonda, quieta
    en el raíl del metro
    una paloma.

    *

    En el cristal
    del coche, gotas frágiles.
    Nunca entrarán.

    *

    Abrazo inútil
    busca la joven hiedra
    en el cemento.

    *

    Hoja caída
    sobre el cristal del coche.
    Envejecer.

    *

    Abandonado
    zapato de tacón.
    Mañana fría.

    *

    Un móvil suena
    y nadie en la avenida.
    Un móvil suena.

    *

    Breve llovizna.
    El pavimento nuevo
    abre pulmones.

    *

    Luna rodando
    entre las azoteas.
    ¡Una ranura!

    *

    Una rodilla
    se agita, descubierta.
    Invitación.

    *

    Persecución.
    En el retrovisor
    la luna llena.

    *

    Aquí y allá
    luz de mañana azul.
    Son varios mares.


    _________________



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    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Dom 15 Sep 2024, 17:51

    Elias Nandino



    Poeta mexicano nacido en Cocula, Jalisco, en 1900.
    Además de su labor como médico, Nandino apoyó a muchos jóvenes poetas desde las revistas que fundó y dirigió.
    Editó la colección de cuadernos «México Nuevo», dirigió «Estaciones» y de 1960 a 1964 fue director de «Cuadernos
    de Bellas Artes».
    En 1979 recibió el Premio Nacional de Literatura y el Premio de Poesía de Aguascalientes.
    Cada uno de sus poemas contiene un fragmento de tiempo. Poeta soñador, que une la vida y la muerte, el amor y el odio,
    con un puente indestructible de palabras, sueños y realidades.
    «Naufragio de la duda» en 1950, «Triángulo de silencios» en 1953, «Nocturna summa» en 1955, «Eternidad del polvo»
    en 1970, y «Nocturna palabra» en 1976, constituyen una muestra significativa de su obra como poeta.
    Murió en Guadalajara, México, en 1993.



    Amor sin muerte

    Polvo serán, mas polvo enamorado.
    Quevedo

    Amo y al amar yo siento
    que existo, que tengo vida
    y soy mi fuga encendida
    en constante nacimiento.

    Amo y en cada momento
    amar, es mi muerte urgida,
    por un amor sin medida
    en incesante ardimiento.

    Mas cuando amar ya no intente
    porque mi cuerpo apagado
    vuelva a la tierra absorbente:

    todo será devorado,
    pero no el amor ardiente
    de mi polvo enamorado.







    Atmósfera de ausencia

    Vivir la tempestad de los silencios
    de tu ausencia inmortal,
    palpar tu imagen cóncava, sitiando
    mi enardecida espera
    con el temblor constante
    de no ser y de ser al mismo tiempo.

    Delgada sepultura de zozobra
    que se ajusta a mi cuerpo
    como traje de pulso,
    piel a piel confundida;
    que camina conmigo a todas partes
    sin estorbar mis pasos,
    y forma con su tacto de vacío
    el idioma del roce
    que con mi muda soledad conversa.

    Transparencia desnuda
    de tu semblante en viento derramado,
    que con muros de aroma
    encarcela mi cuerpo
    y me obliga a vivir, hombro con hombro,
    del molde palpitante
    de tu ternura muerta,
    que de cerca me mira
    con sus ojos de helada lejanía...

    Latidos invisibles de tu fuga
    acosando mi angustia
    que, desolada, aspira
    el zumo virgen de un llegar a solas
    que toma forma, se define en brisa,
    me toca, me conmueve, me abandona,
    y no deja de estar, huyendo siempre,
    pero abrazado de mi pensamiento.

    En el vaso febril de mi delirio
    la vida exacta de tu ausencia cae
    como gota de luz que no se agota
    y, de tanto caer, forma una línea
    que hiere mi tiniebla
    y enciende la obsesión
    de sentir que respiro tu presencia.

    El aire te pronuncia
    con sílabas de asedio,
    y estoy seguro que a mi lado vive,
    incorpórea y precisa,
    la huella misteriosa de tu forma
    alumbrando la noche
    del profundo universo de mi sangre.







    Aventura

    No sé cómo viniste hasta mis manos
    a llenar las tinieblas de mi lecho,
    y a juntar tus encantos con mi pecho
    realizando las horas que gozamos.
    Aventura perfecta que libamos
    en un secreto, bajo el mismo techo,
    hasta llegar al goce satisfecho
    y sin saber porqué nos encontramos.
    ¡Vibración de contacto sin historia;
    un recuerdo grabado en la memoria
    ignorando con quién fue compartido;
    porque llegaste al beso de la noche
    calmaste mi pasión con tu derroche
    y te fuiste dejándome dormido.






    Búsqueda espacial

    I
    Antes de haber nacido, cuando apenas
    en las galaxias era calofrío,
    o sed en rotación por el vacío,
    o sangre sin la cárcel de las venas;
    antes de ser en túnica de arenas
    un angustiado palpitar sombrío,
    antes, mucho antes que este cuerpo mío
    supiera de esperanzas y de penas:
    ya buscaba tu nombre, tu semblante,
    el disperso latir de tu vivencia,
    tu mirada en las nubes esparcida;
    porque, desde el asomo delirante
    de mis instintos ciegos, tu existencia
    era ya por mis ansias presentida.

    II
    ¿Cuántas transmutaciones has pasado?
    ¿cuántos siglos de luz, cuántos colores,
    nebulosas, crepúsculos y flores
    para llegar a ser, has transitado?
    ¿En qué constelaciones has brillado?
    ¿Después de cuántas muertes y dolores,
    de huracanes, relámpagos y albores
    la forma corporal has conquistado?
    No puedo concebir mi pensamiento
    esa edad atmosférica que hicimos
    en giratoria espera; mas yo siento
    que milenios de lumbres anduvimos
    esperanzados en el firmamento,
    hasta unir este amor con que existimos.







    Casi a la orilla

    Al poeta José Emilio Pacheco

    Después de lo gozado
    y lo sufrido,
    después de lo ganado
    y lo perdido,
    siento
    que existo aún
    porque ya,
    casi a la orilla
    de mi vida,
    puedo recordar
    y gozar
    enloquecido:
    en lo que he sido,
    en lo que es ido...







    Con mi soledad a solas

    Amorosamente mi soledad desnuda
    me cubre
    como sábana de tierna sombra tibia.
    Confundidos somos el orbe
    donde la palabra impronunciada
    construye el diálogo
    que el pensamiento escucha.
    Su compañía es el regazo
    de un amor a oscuras
    que, sobre mi piel esperanzada,
    inventa la resurrección de los recuerdos.
    Junto a sus ojos abro mi conciencia
    y leemos los biográficos pasos
    que caminan hacia atrás de nuestra historia:
    fuegos fatuos, diseños, rostros, ecos,
    en inquemante desfile momentáneo
    que brota de los olvidos insepultos.

    Estoy solo,
    con mi soledad a solas,
    amoldado a ella
    como el vino a los muros de la copa,
    y viviendo la íntima galaxia
    parpadeante,
    de una conversación en las tinieblas.







    Crimen

    ¡Qué puñalada
    le ha propinado el viento
    a la granada!

    1928







    Debo llegar...

    Para el poeta Carlos Montemayor

    Cuento las horas: fuga indetenible,
    vendado navegar en mar sin agua:
    incesante caer de vida inerte
    en el hambre insaciable del vacío,

    Cuento las horas: gotas agotadas,
    creciente angustia en resignado avance
    que rueda en la cascada del olvido;
    rostros que emigran y no vuelven nunca.

    Ya se acerca el final. ¡Playa a la vista!
    La orden de bajar vibra en el aire.
    Debo llegar... Pero llegar ¿a dónde?
    y si llego sin mí... ¿para qué llego?

    Crece mi duda ante el dilema trágico
    en que debo sufrir el desenlace:
    de abandonar mi cuerpo a la deriva,
    o morirme con él, eternamente.

    Sin mi cuerpo no hubiera yo tenido
    el infierno carnal que me dio temple,
    por eso en él me quedo, hasta que juntos,
    al mismo tiempo nos volvamos tierra.







    Décimas de amor

    I
    Amor, amor traicionado
    por mí -que tanto te quiero-
    al imponerte el sendero
    en que has sido desdichado.
    Amor, por mí atormentado:
    ya no puedo remediar
    mi culpa y hacer llegar
    lo que tu anhelo esperaba.
    Amor, mi vida se acaba,
    ya no es tiempo de empezar.

    II
    Amor: avidez errante,
    torbellino incontenible,
    esencia de lo terrible
    en incendio alucinante.
    Con tu codicia incesante
    en mí vives arraigado
    y exiges que, enamorado
    me entregue cuando me doy.
    Amor: ¿no sabes que estoy
    sólo de ti enamorado?

    III
    Eres, amor: sed y anhelo,
    hambre, delirio, locura,
    azúcar de la amargura
    y amargura del desvelo.
    Eres infierno, eres cielo,
    la esperanza enardecida,
    el desangre sin herida,
    lo que nos forma y deshace.
    Eres la muerte que nace
    continuamente en la vida.

    IV
    Amor: has amado tanto
    y sin embargo te siento
    férvido, puro, sediento,
    sin decepción ni quebranto.
    No te mina el desencanto
    por lo que has sufrido ya,
    ni te importa si será
    mentira lo venidero:
    porque eres como el venero
    que existe por lo que da.

    V
    Amor, inaudita hoguera
    e la entraña del invierno
    de mi vida, atroz infierno:
    ¡cómo crecerte quisiera!,
    mas sin dicha y sin espera
    a mi muerte me adelanto
    y preso en el desencanto
    es mi corazón senil:
    hielo en martirio febril
    descongelándose en llanto.







    Décimas al corazón

    I
    Corazón: no te atormentes
    porque traicionen tu amor,
    espera un tiempo mejor
    y jamás te desalientes.
    Soporta el dolor que sientes
    hasta que tu vida obtenga
    la rebelión que te abstenga
    de añorar lo que se fue,
    y a solas medita que
    no hay mal que por bien no venga .

    II
    Corazón: no estoy cansado
    de tanto querer amar
    y de amar para buscar
    el amor que no ha llegado.
    Sigue conmigo enraizado
    en un pacto que persista
    mientras la esperanza exista,
    que aunque Suframos engaños
    no hay mal que dure cien años
    ni cuerpo que lo resista.

    III
    Corazón: ¡cómo has sufrido
    por mi culpa! , yo lo sé;
    pero no pierdas la fe
    ni ya te des por vencido.
    El amor que no ha venido
    pronto vendrá, ten confianza,
    y sin medir la tardanza
    que en mí tu vigor perdure:
    que mientras la vida dure
    lugar tiene la esperanza.

    IV
    Antes, al verte sufrir,
    corazón, yo no entendía,
    y aunque tus penas veía
    nunca las pude asumir.
    En cambio, hoy sé compartir
    el suplicio que te enciende,
    porque ya mi vida entiende
    que existen, en conclusión:
    razones del corazón
    que la razón no comprende.







    Dentro de mí

    Con los ojos
    altamente asomados a la noche
    contemplo las estrellas
    y, dentro de mí,
    en el río incansable de mi sangre,
    las siento y las descubro
    reflejadas,
    luminosas y hondas,
    como si mi entraña fuera
    el mismo cielo
    en donde están ardiendo.







    Desasosiego

    El fuego quemo y consume.
    El hielo quemo y conservo.

    I
    Esta inquietud indomable
    de estar sin querer estar
    y al pisar otro lugar
    regresar inconsolable.

    Este anhelar incansable
    de partir para llegar
    sin nunca poder llenar
    mi soledad inmutable.

    Este meditar extremo
    que inquiere, desesperado,
    a lo invisible que temo.

    Y en mi fuego, congelado
    solo y a solas me queme
    en deshielo enamorado...

    II
    Esta esperanza encendida
    que me lanza a caminar
    en un constante buscar
    la emoción desconocida.

    Esta lucha sumergida
    de creer y de dudar
    y, a mi juventud perdida,
    sin que la pueda olvidar.

    Este pensar que no sabe
    nada de nada y que quiere
    que ya la vida se acabe,

    y la muerte que no hiere,
    y el alma que ya no cabe
    y en lenta asfixia se muere.







    En la sombra

    Era sed de muchos años
    retenida por mi cuerpo,
    palabras encadenadas
    que nunca pude decir
    sino en los labios del sueño.

    Era la tierra agrietada,
    reseca, sin una planta,
    que espera sentir la lluvia
    en un afán de caricia
    que le sacie la garganta.

    Era yo vuelto hacia ti
    que nunca te conocía,
    porque fuiste de mil modos
    en los sueños, en las horas
    y en los ojos de la vida.

    Eras todo lo que encierra
    una expresión de belleza:
    la rosa , el fruto, los ríos;
    el color de los paisajes
    y la savia de los pinos.

    Y de pronto, junto a mí,
    al alcance de mi mano,
    como manojo de trigo
    que pudiera retener
    sobre mi pecho guardado.

    ¡Todo tu cuerpo en mi cuerpo,
    por el sueño maniatados,
    y tan cerca de la muerte
    que la vida no sabía
    cómo volver a encontrarnos!





    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 9 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Lun 16 Sep 2024, 16:28

    Salvador Novo


    Poeta mexicano nacido en 1904 y fallecido en 1974.
    Realizó estudios de Derecho en la Universidad Nacional de México, y posteriormente en la Facultad de Filosofía
    y Letras de la misma universidad, hizo sus estudios de Maestro en Lenguas.
    Incursionó con éxito en múltiples ramas de la actividad intelectual como cronista, ensayista, dramaturgo e historiador,
    cultivando brillantemente la prosa ensayística y el teatro.
    Su poesía sorprende por la modernidad de sus recursos y sus temas y es fiel reflejo de la frivolidad que el poeta
    encontró en la historia reciente.



    De "Espejo" 1933:

    Amor
    Epifanía
    El amigo ido
    Florido laude
    La poesía


    * * *

    Otros poemas:

    El retorno
    Esta flor en mis manos
    Gracias, Señor
    Mi vida es como un lago taciturno
    No podemos abandonarnos X.V.
    Piendo, mi amor, en ti todas las horas...
    Tema de amor


    Puedes escuchar al poeta en: La voz de los poetas

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    De "Veinte poemas" 1925:

    Diluvio

    Espaciosa sala de baile
    alma y cerebro
    dos orquestas, dos,
    baile de trajes,
    las palabras iban entrando,
    las vocales daban el brazo a las consonantes.
    Señoritas acompañadas de caballeros
    y tenían trajes de la Edad Media
    y de muchísimo antes
    y ladrillos cuneiformes
    papiros, tablas,
    gama, delta, ómicron,
    peplos, vestes, togas, armaduras,
    y las pieles bárbaras sobre las pieles ásperas
    y el gran manto morado de la cuaresma
    y el color de infierno de la vestidura de Dante
    y todo el alfalfar Castellano,
    las pelucas de muchas Julietas rubias
    las cabezas de Iokanaanes y Marías Antonietas
    sin corazón ni vientre
    y el Príncipe Esplendor
    vestido con briznas de brisa
    y una princesa monosilábica
    que no era ciertamente Madame Butterfly
    y un negro elástico de goma
    con ojos blancos como incrustaciones de marfil.
    Danzaban todos en mí
    cogidos de las manos frías
    en un antiguo perfume apagado
    tenían todos trajes diversos
    y distintas fechas
    y hablaban lenguas diferentes.

    Y yo lloré inconsolablemente
    porque en mi gran sala de baile
    estaban todas las vidas
    de todos los rumbos
    bailando la danza de todos los siglos
    y era, sin embargo, tan triste
    esta mascarada!

    Entonces prendí fuego a mi corazón
    y las vocales y las consonantes
    flamearon un segundo su penacho
    y era lástima ver el turbante del gran Visir
    tronar los rubíes como castañas
    y aquellos preciosos trajes Watteau
    y todo el estrado Queen Victoria
    de damas con altos peinados.
    También debo decir
    que se incendiaron todas las monjas
    B.C. y C.O.D.
    y que muchos héroes esperaron
    estoicamente la muerte
    y otros bebían sus sortijas envenenadas.
    Y duró mucho el incendio
    mas vi al fin en mi corazón únicamente
    el confeti de todas las cenizas
    y al removerlo
    encontré
    una criatura sin nombre
    enteramente, enteramente desnuda,
    sin edad, muda, eterna,
    y ¡oh! nunca, nunca sabrá que existen las parras
    y las manzanas se han trasladado a California
    y ella no sabrá nunca que hay trenes!
    Se ha clausurado mi sala de baile
    mi corazón no tiene ya la música de todas
    las playas
    de hoy más tendrá el silencio de todos los siglos.

    * * *

    El mar

    Post natal total inmersión
    para la ahijada de Colón
    con un tobillo en Patagonia
    y un masajista en Nueva York.
    (Su apendicitis
    abrió el canal de Panamá.)

    Caballeriza para el mar continentófago
    doncellez del agua playera
    frente a la Luna llena.

    Cangrejos y tortugas
    para los ejemplares moralistas;
    langostas para los gastrónomos.
    Santa Elena de Poseidón
    y garage de las sirenas.

    ¡Hígado de bacalao
    calamares de su tinta!
    Ejemplo de Biología
    en que los peces grandes
    no tienen más que bostezar
    y dejar que los chicos vengan a sí.
    (Al muy prepotente Guillermo el segundo
    en la vieja guerra torpedo alemán.)

    ¡Oh mar, cuando no había
    este lamentable progreso
    y eran entre tus dedos los asirios
    viruta de carpintería
    y la cólera griega
    te hacía fustigar con alfileres!
    En tu piel la llaga romana
    termocauterizó Cartago.
    ¡Cirugía de Arquímedes!
    Baños, baños
    por la Física y a los romanos.

    Europa, raptada de toros,
    buscaba caminos.
    Tierra insuficiente
    problemas para Galileo,
    Newton, los Fisiócratas
    y los agraristas.

    ¿No te estremeces al recuerdo
    de las tres carabelas magas
    que patinaron mudamente
    la arena azul de tu desierto?

    Nao de China
    cofre de sándalo
    hoy tus perfumes
    son de Guerlain o de Coty
    y el té es Lipton's.
    Mar, viejecito, ya no juegas
    a los naufragios con Eolo
    desde que hay aire líquido
    Agua y Aire Gratis.

    Las velas
    hoy son banderas de colores
    y los transatlánticos
    planchan tu superficie
    y separan a fuerza tus cabellos.

    Los buzos
    te ponen inyecciones intravenosas
    y los submarinos
    hurtan el privilegio de Jonás.

    Hasta el sol
    se ha vuelto capataz de tu trabajo
    y todo el día derrite
    tu vergüenza y tu agotamiento.
    Las gaviotas contrabandistas
    son espías o son aeroplanos
    y si el buque se hunde
    -sin que tú intervengas-
    todo el mundo se salva en andaderas...

    ¡Oh mar, ya que no puedes
    hacer un sindicato de océanos
    ni usar la huelga general,
    arma los batallones de tus peces espadas,
    vierte veneno en el salmón
    y que tus peces sierras
    incomuniquen los cables
    y regálale a Nueva York
    un tiburón de Troya
    lleno de tus incógnitas venganzas!

    Haz un diluvio Universal
    que sepulte al monte Ararat,
    y que tus sardinas futuras
    coman cerebros fósiles
    y corazones paleontológicos.

    * * *

    Viaje

    Los nopales nos sacan la lengua
    pero los maizales por estaturas
    con su copetito mal rapado
    y su cuaderno debajo del brazo
    nos saludan con sus mangas rotas.

    Los magueyes hacen gimnasia sueca
    de quinientos en fondo
    y el sol -policía secreto-
    (tira la piedra y esconde la mano)
    denuncia nuestra fuga ridícula
    en la linterna mágica del prado.
    A la noche nos vengaremos
    encendiendo nuestros faroles
    y echando por tierra los bosques.

    Alguno que otro árbol
    quiere dar clase de filología.
    Las nubes inspectoras de monumentos
    sacuden las maquetas de los montes.

    ¿Quién quiere jugar tenis con nopales y tunas
    sobre la red de los telégrafos?

    Tomaremos más tarde un baño ruso,
    en el jacal perdido de la sierra
    nos bastará un duchazo de arco iris
    nos secaremos con algún stratus.

    De "Veinte poemas" 1925








    De "Nuevo amor" 1933

    Breve romance de la ausencia

    Único amor, ya tan mío
    que va sazonando el Tiempo:
    ¡qué bien nos sabe la ausencia
    cuando nos estorba el cuerpo!

    Mis manos te han olvidado
    pero mis ojos te vieron
    y cuando es amargo el mundo
    para mirarte los cierro.

    No quiero encontrarte nunca,
    que estás conmigo y no quiero
    que despedace tu vida
    lo que fabrica mi sueño.

    Como un día me la diste
    viva tu imagen poseo,
    que a diario lavan mis ojos
    con lágrimas tu recuerdo.

    Otro se fue, que no tú,
    amor que clama el silencio
    si mis brazos y tu boca
    con las palabras partieron.

    Otro es éste, que no yo,
    mudo, conforme y eterno
    como este amor, ya tan mío
    que irá conmigo muriendo.

    * * *

    Elegía

    Los que tenemos unas manos que no nos pertenecen,
    grotescas para la caricia, inútiles para el taller o la azada,
    largas y fláccidas como una flor privada de simiente
    o como un reptil que entrega su veneno
    porque no tiene nada más que ofrecer.
    Los que tenemos una mirada culpable y amarga
    por donde mira la muerte no lograda del mundo
    y fulge una sonrisa que se congela frente a las estatuas desnudas
    porque no podrá nunca cerrarse sobre los anillos de oro
    ni entregarse como una antorcha sobre los horizontes del tiempo
    en una noche cuya aurora es solamente este mediodía
    que nos flagela la carne por instantes arrancados a la eternidad.

    Los que hemos rodado por los siglos como una roca desprendida del Génesis
    sobre la hierba o entre la maleza en desenfrenada carrera
    para no detenemos nunca ni volver a ser lo que fuimos
    mientras los hombres van trabajosamente ascendiendo
    y brotan otras manos de sus manos para torcer el rumbo de los vientos
    o para tiernamente enlazarse.

    Los que vestimos cuerpos como trajes envejecidos
    a quienes basta el hurto o la limosna de una migaja que es
    todo el pan y la única hostia
    hemos llegado al litoral de los siglos que pesan sobre
    nuestros corazones angustiados,
    y no veremos nunca con nuestros ojos limpios
    otro día que este día en que toda la música del universo
    se cifra en una voz que no escucha nadie entre las palabras vacías
    en el sueño sin agua ni palabras en la lengua de la arcilla y del humo.

    * * *

    Glosa incompleta en tres tiempos sobre un tema de amor

    I
    Dentro de estos cuatro muros
    pretendí ocultar mi dicha:
    Pero el fruto, pero el aire
    ¿cómo me los guardaría?

    Hora mejor que pospuse,
    camino que no elegí,
    voces que eran para mí,
    destino que no dispuse;
    ¡cómo os volvisteis oscuros!
    ¡qué amargo vuestro sabor
    cuando nos encerró mi amor
    dentro de estos cuatro muros!

    Entre tu aurora y mi ocaso
    el tiempo desparecía
    y era nuestra y era mía
    sangre, labio, vino y vaso.
    En perdurar se encapricha
    mi sombra junto a tu luz
    y bajo negro capuz
    pretendí ocultar mi dicha.

    Pero el fruto, pero el aire,
    pero el Tiempo que no fluya,
    pero la presencia tuya
    fuerte, joven, dulce, grande;
    sangre tuya en vena mía,
    lazos a instantes maduros,
    dentro de estos cuatro muros
    ¿cómo me los guardaría?

    II
    Porque a pesar de todas las pieles de becerro
    una camisa es casi tanto como una página
    llorar desesperadamente porque ocurrió lo que era de esperar.

    Si no tiene remedio,
    al principio era el único fin de mi existencia,
    las profesiones no son mas que hábitos
    y ya nada es posible desde aquella noche apellidada.
    No me conoció cuando aparté la máscara de mi rostro
    yo no pedía más que su rumor
    pero me daba su compañía.
    Se quitaba la noche y la muerte y se moría
    yo me ahogaba en la alberca de su gimnasia
    yo envejecí definitivamente a su lado
    y mis ojos se cerraron ante los suyos.
    Quise marcar las fechas de su corazón,
    pero no sé ruso
    y la sábana era una estepa.

    III
    ¡Apenas si te reconozco!
    Si tu labio en el mío es como el mío mismo,
    si ya tu mano estéril no oprime ni rechaza
    y eres como el azogue que da mi propia luz.
    ¡Ay de mí que amaba tu fuerza
    si la fuerza está toda en mi!
    ¡Ay de mí que esperé la muerte
    y que te la dí!

    * * *

    Nuevo amor

    Thy bosom is endeared with all hearts
    Which I by lacking have supposed dead...

    1. La renovada muerte de la noche
    en la que ya no nos queda sino la breve luz de la conciencia
    y tendernos al lado de los libros
    de donde las palabras escaparon sin fuga, crucificadas en mi mano,
    y en esta cripta de familia
    en la que existe en cada espejo y en cada sitio la evidencia del crimen
    y en cuyos roperos dejamos la crisálida de los adioses irremediables
    con que hemos de embalsamar el futuro
    y en los ahorcados que penden de cada lámpara
    y en el veneno de cada vaso que apuramos
    y en esa silla eléctrica en que hemos abandonado nuestros disfraces
    para ocultarnos bajo los solitarios sudarios
    mi corazón ya no sabe sino marcar el paso
    y dar vueltas como un tigre de circo
    inmediato a una libertad inasible.
    Todos hemos ido llegando a nuestras tumbas
    a buena hora, a la hora debida,
    en ambulancias de cómodo precio
    o bien de suicidio natural y premeditado.
    Y yo no puedo seguir trazando un escenario perfecto
    en que la luna habría de jugar un papel importante
    porque en estos momentos
    hay trenes por encima de toda la tierra
    que lanzan unos dolorosos suspiros
    y que parten
    y la luna no tiene nada que ver
    con las breves luciérnagas que nos vigilan
    desde un azul cercano y desconocido
    lleno de estrellas poliglotas e innumerables.

    2. Tú, yo mismo, seco como un viento derrotado
    que no pudo sino muy brevemente sostener en sus brazos
    una hoja que arrancó de los árboles
    ¿cómo será posible que nada te conmueva
    que no haya lluvia que te estruje ni sol que rinda tu fatiga?
    Ser una transparencia sin objeto
    sobre los lagos limpios de tus miradas
    oh tempestad, diluvio de hace ya mucho tiempo.
    Si desde entonces busco tu imagen que era solamente mía
    si en mis manos estériles ahogué la última gota de tu sangre y mi lágrima
    y si fue desde entonces indiferente el mundo e infinito el desierto
    y cada nueva noche musgo para el recuerdo de tu abrazo
    ¿cómo en el nuevo día tendré sino tu aliento,
    sino tus brazos impalpables entre los míos?
    Lloro como una madre que ha reemplazado al hijo único muerto.
    Lloro como la tierra que ha sentido dos veces germinar el fruto perfecto y mismo.
    Lloro porque eres tú para mi duelo
    y ya te pertenezco en el pasado.

    3. Este perfume intenso de tu carne no es nada más que el mundo que desplazan
    y mueven los globos azules de tus ojos
    y la tierra y los ríos azules de las venas que aprisionan tus brazos.
    Hay todas las redondas naranjas en tu beso de angustia
    sacrificado al borde de un huerto en que la vida se suspendió
    por todos los siglos de la mía.
    Qué remoto era el aire infinito que llenó nuestros pechos.
    Te arranqué de la tierra por las raíces ebrias de tus manos
    y te he bebido todo, !oh fruto perfecto y delicioso!
    Ya siempre cuando el sol palpe mi carne
    he de sentir el rudo contacto de la tuya
    nacida de la frescura de una alba inesperada,
    nutrida en la caricia de tus ríos claros y puros como tu abrazo,
    vuelta dulce en el viento que en las tardes
    viene de las montañas a tu aliento,
    madurada en el sol de tus dieciocho años,
    cálida para mí que la esperaba.

    4. Junto a tu cuerpo totalmente entregado al mío
    junto a tus hombros tersos de que nacen las rutas de tu abrazo,
    de que nacen tu voz y tus miradas, claras y remotas,
    sentí de pronto el infinito vacío de su ausencia.
    Si todos estos años que me falta
    como una planta trepadora que se coge del viento
    he sentido que llega o que regresa en cada contacto
    y ávidamente rasgo todos los días un mensaje que nada contiene sino una fecha
    y su nombre se agranda y vibra cada vez más profundamente
    porque su voz no era más que para mí oído,
    porque cegó miso ojos cuando apartó los suyos
    y mi alma es como un gran templo deshabitado.
    Pero este cuerpo tuyo es un dios extraño
    forjado en mis recuerdos, reflejo de mí mismo,
    suave de mi tersura, grande por mis deseos,
    máscara,
    estatua que he erigido a su memoria.

    5. Hoy no lució la estrella de tus ojos.
    Náufrago de mí mismo, húmedo del brazo de las ondas,
    llego a la arena de tu cuerpo
    en que mi propia voz nombra mi nombre,
    en que todo es dorado y azul como un día nuevo
    y como las espigas herméticas, perfectas y calladas.
    En ti mi soledad se reconcilia
    para pensar en ti. Toda ha mudado
    el sereno calor de tus miradas
    en fervorosa madurez mi vida.

    Alga y espumas frágiles, mis besos
    cifran el universo en tus pestañas
    -playa de desnudez, tierra alcanzada
    que devuelve en miradas tus estrellas.

    ¿A qué la flor perdida
    que marchitó tu espera, que dispersó el destino?
    Mi ofrenda es toda tuya en la simiente
    que secaron los rayos de tus soles.

    6. Al poema confío la pena de perderte.
    He de lavar mis ojos de los azules tuyos,
    faros que prolongaron mi naufragio.
    He de coger mi vida desecha entre tus manos,
    leve girón de niebla
    que el viento entre sus alas efímeras dispersa.
    Vuelva la noche a mí, muda y eterna,
    del diálogo privada de soñarte,
    indiferente a un día
    que ha de hallarnos ajenos y distantes.

    * * *

    Soneto

    Este fácil soneto cotidiano
    que mis insomnios nutre y desvanece,
    sin objeto ni dádiva se ofrece
    al nocturno sopor del sueño vano.

    ¡Inanimado lápiz que en mi mano
    mis odios graba o mis ensueños mece!
    En tus concisas líneas aparece
    la vida fácil, el camino llano.

    Extinguiré la luz. Y amanecida,
    el diamante de ayer será al leerte
    una hoguera en cenizas consumida.

    Y he de concluir, soneto, y contenerte
    como destila el jugo de la vida
    la perfección serena de la muerte.

    * * *

    1955

    Un año más sus pasos apresura;
    un año más nos une y nos separa;
    un año más su término declara
    y un año más sus límites augura.

    Un año más diluye su amargura;
    un año más sus dones nos depara;
    un año más, que con justicia avara
    meció una cuna, abrió una sepultura.

    ¡Oh! dulce amigo, cuya mano clara
    en cifra de cariño y de ternura
    la mía tantas veces estrechara!

    Un año más el vínculo asegura
    de su noble amistad, alta y preclara.
    ¡Dios se lo otorgue lleno de ventura!

    De "Nuevo amor" 1933







    De "Espejo" 1933:

    Amor

    Amar es este tímido silencio
    cerca de ti, sin que lo sepas,
    y recordar tu voz cuando te marchas
    y sentir el calor de tu saludo.

    Amar es aguardarte
    como si fueras parte del ocaso,
    ni antes ni después, para que estemos solos
    entre los juegos y los cuentos
    sobre la tierra seca.

    Amar es percibir, cuando te ausentas,
    tu perfume en el aire que respiro,
    y contemplar la estrella en que te alejas
    cuando cierro la puerta de la noche.

    * * *

    Epifanía

    Un domingo
    Epifanía no volvió más a la casa.

    Yo sorprendí conversaciones
    en que contaban que un hombre se la había robado
    y luego, interrogando a las criadas,
    averigüé que se la había llevado a un cuarto.
    No supe nunca dónde estaba ese cuarto
    pero lo imaginé, frío, sin muebles,
    con el piso de tierra húmeda
    y una sola puerta a la calle.
    Cuando yo pensaba en ese cuarto
    no veía a nadie en él.
    Epifanía volvió una tarde
    y yo la perseguí por el jardín
    rogándole que me dijera qué le había hecho el hombre
    porque mi cuarto estaba vació
    como una caja sin sorpresas.
    Epifanía reía y corría
    y al fin abrió la puerta
    y dejó que la calle entrara en el jardín.

    * * *

    El amigo ido

    Me escribe Napoleón:
    "El Colegio es muy grande,
    nos levantamos muy temprano,
    hablamos únicamente en inglés,
    te mando un retrato del edificio..."

    Ya no robaremos juntos dulces
    de las alacenas, ni escaparemos
    hacia el río para ahogarnos a medias
    y pescar sandías sangrientas.

    Ya voy a presentar sexto año;
    después, según las probabilidades,
    aprenderé todo lo que se deba,
    seré médico,
    tendré ambiciones, barba, pantalón largo...

    Pero si tengo un hijo
    haré que nadie nunca le enseñe nada.
    Quiero que sea tan perezoso y feliz
    como a mí no me dejaron mis padres
    ni a mis padres mis abuelos
    ni a mis abuelos Dios.

    * * *

    Florido laude

    Lo menos que yo puedo
    para darte las gracias porque existes
    es conocer tu nombre y repetirlo.

    Si brotas de la tierra,
    hostil de espinas, ávida de cielo,
    en vigoroso impulso
    y ofreces un capullo a la caricia
    leve del viento y cálida del día,
    sé que abrirás a la mañana bruja
    tu perfección efímera en la Rosa.

    Conozco tu perfume y tu destino,
    piel de doncella, hostia múltiple;
    tu breve día, tu don. Miro el momento
    en que brindas tu lecho nupcial a las abejas;
    o el colibrí se pinta en tus colores
    y desmayas tus pétalos de seda,
    conchas del mar del aire en que naufraga
    tu vida breve y tu perfume rosa.

    Yo repito tu nombre cuando veo,
    ave suntuosa y vegetal, tu nido
    anclado en aquel árbol que te nutre.
    Las plumas de tus pétalos, Orquídea;
    el silencio en que cantan tus colores.

    Y te busco en la sombra;
    bajo el ala del árbol que te oculta,
    en los ramos redondos
    en que entonas a coro tus azules, Hortensia.

    Pero también te admiro y te saludo
    y repito tu nombre proletario
    cuando tiendes, Mastuerzo,
    tus frágiles sombrillas, tus trémulas sombrillas
    disciplinadas y redondas,
    en que tiembla el rocío,
    y atreves la sencilla
    ofrenda de tus conos amarillos
    a la mano del niño que te inmola.

    Y a ti, Cortina humilde
    que abres el sol y cierras a la noche
    tus sueños de trocarte en Bugambilia;
    y a ti, que en el violento
    grito de tu amarillo
    ostentas en colores, Mercadela,
    el perfume negado a tu pobreza.

    Y contemplo tu rostro, Margarita,
    tu cuello almidonado e impecable,
    tu uniforme escolar para la fiesta,
    tu faz redonda, ingenua.

    Saludo a tus hermanas mayores en las Cinnias
    que aprendieron ya el arte de maquillarse;
    que copiaron su labio pintado a la Petunia
    mientras tiende su beso
    y asoma su coqueta esbeltez entre las turbas
    del Cielo raso que la rapta.

    Miro cómo el Acanto
    lanza la espiga erecta de tus torres
    y cómo los Delfinios
    yerguen, música azul, sus campanarios.
    ¿Qué licor impalpable
    brindan, alto Alcatraz, tus copas blancas?
    ¿Qué cielo multiplicas, Agapanto,
    cuando rindes la nuez de tu universo
    desde el brazo tendido de tu tallo?

    Te miro, Platanillo,
    cresta airosa de un gallo de alas verdes;
    tan lleno de familia
    que no has podido ser una Gladiola,
    y te resignas a tu sino
    del pariente más pobre de esa rica
    dueña de tiendas, celofán y rasos.

    Cerca está la Retama;
    sus largos alfileres
    capturan mariposas menudas y amarillas.
    El polen de sus alas prisioneras
    cuelgan en uvas minúsculas la Mimosa vecina.

    Lo menos que yo puedo
    para darte las gracias porque existes
    oh, flor, milagro múltiple
    es conocer tu nombre y repetirlo.

    Danza el Geranio inmóvil sus enaguas gitanas
    en tiesto humilde.
    Cuando llegue el invierno;
    cuando duerman las Dalias su gestación de piedra;
    cuando nieven los Lirios su cándido capullo;
    cuando la Nochebuena despliegue sus estrellas,
    vestirán las azaleas trajes de bailarina
    faldas de leves tules y lánguidos pistilos.
    Serán tu aristocracia, Geranio, las Azaleas.

    Yo te miro trepar, flor eminente;
    Gloria o Jazmín, o Plúmbago, que entregas
    tu fino ramo pálido al viandante;
    te miro Bugambilia,
    anidar la morada de los hombres
    cual si los invitaras a ser pájaros;
    te miro, Llamarada,
    ungir de sol el muro y las ventanas;
    y si un perfume de niñez me invade
    y condensa la tarde en su dulzura,
    sé que tú has de estar cerca, Madreselva.

    Te admiro dura y rala, hostil y gloriosa,
    seca y amarga y vívida
    como la recia planta que decoras
    cuando estallas tu rojo en la Biznaga
    que coronas minúscula de estrellas;
    cuando del Nopalillo que serpea
    entre rocas de lava congelada,
    brotas como una estrella de alabastro
    o sangras como herida de la piedra.
    No me olvides, me grita el Nomeolvides
    que recoge virutas siderales
    en el prado en que juegan las Juanitas
    y cuidan engolados Pensamientos;
    en el alegre prado
    en que embisten la clara pirotecnia
    de su organdí corriente, los Perritos;
    en que los Alhelíes,
    ebrios de aroma, pintan su sonrisa
    roja, blanca y morada
    y donde las Violetas,
    como cuadra a su fama,
    doblan el cuello y hurtan su modestia.

    Y yo te miro, flor, tender el vuelo
    y posarte en los árboles; te miro
    arder en la pasión del Flamboyán
    que incendia el día de Mérida.
    Y cubrir con tu velo de crepúsculo triste
    la Jacaranda de Guadalajara
    que inmola alfombras tenues a los pasos románticos.
    Te miro, Flor de mayo, Jacalasúchili,
    redimir la pobreza de tus troncos
    con una geometría perfumada y perfecta;
    te miro, Cempasúchil,
    flor de los muertos y de los pobres,
    enriquecer y resucitar a mi raza.

    Y te aspiro, Gardenia,
    Jazmín, huele de noche. Estrella de día;
    Heliotropo, Azucena, Nardo;
    porque eres forma, color y perfume;
    porque eres, flor, la esencia de la vida,
    la juventud del mundo, la belleza del aire,
    la música cifrada del orbe;
    porque eres frágil, breve, delicada.
    y corres a la muerte que te inmola y consagra, y eterniza.

    Lo menos que yo puedo
    para darle las gracias porque existes
    para alabar a Dios que te ha creado,
    ¡oh, flor, milagro múltiple!
    es conocer tu nombre y repetirlo
    en una letanía de colores
    y en una sinfonía de perfumes.

    * * *

    La poesía

    Para escribir poemas,
    para ser un poeta de vida apasionada y romántica
    cuyos libros están en las manos de todos
    y de quien hacen libros y publican retratos los periódicos,
    es necesario decir las cosas que leo,
    esas del corazón, de la mujer y del paisaje,
    del amor fracasado y de la vida dolorosa,
    en versos perfectamente medidos,
    sin asonancias en el mismo verso,
    con metáforas nuevas y brillantes.

    La música del verso embriaga
    y si uno sabe referir rotundamente su inspiración
    arrancará las lágrimas del auditorio,
    le comunicará sus emociones recónditas
    y será coronado en certámenes y concursos.

    Yo puedo hacer versos perfectos,
    medirlos y evitar sus asonancias,
    poemas que conmuevan a quien los lea
    y que les hagan exclamar: "¡Que niño tan inteligente!"

    Yo les diré entonces
    que los he escrito desde que tenía once años:
    No he de decirles nunca
    que no he hecho sino darles la clase que he aprendido
    de todos los poetas.

    Tendré una habilidad de histrión
    para hacerles creer que me conmueve lo que a ellos.
    Pero en mi lecho, solo, dulcemente,
    sin recuerdos, sin voz,
    siento que la poesía no ha salido de mí.

    De "Espejo" 1933







    Otros poemas:

    El retorno

    Vieja alameda triste en que el árbol medita,
    en que la nube azul contagia su quebranto
    y en que el rosal se inclina al viento que dormita:
    te traigo mi dolor y te ofrezco mi llanto.

    He vuelto. Soy el mismo. La misma sed que me aqueja
    y embelesa mi oído idéntica canción,
    y soy aquel que ama el minuto que deja
    un poco más de llanto dentro del corazón.

    He vuelto. A tu silencio otoñal, he buscado
    vanamente mis huellas entre todas las huellas,
    y mi ilusión es una hoja muerta de aquellas
    que estremecía el viento y que el sol ha dorado.

    Y mientras quiero acaso recomenzar la senda
    y un mal irremediable consume los destellos
    del sol, vieja alameda, y te guardo mi ofrenda,
    tú contemplas mis ojos y miras mis cabellos.







    Esta flor en mis manos, repentina...

    Esta flor en mis manos, repentina
    alba en mi noche estrellada
    de mi sueño nacida
    ¿me atreveré a tocarla?
    ¿mereceré siquiera profanar con mis ojos
    la luz que la revela?

    El aire desolado de la espera vacía,
    el aire en que no estaba ¡respiré tantos años!
    El agua que era muerta y clara y muda,
    el agua quieta y dócil, resignada,
    humedece su imagen luminosa.
    A su labio asomada
    -¿por qué milagro?- el agua se quema en su homenaje.

    Estatua derruida
    en cenizas la brasa consumida
    con la arcilla de ayer formó su vida.

    ¿Qué sino a u fulgor puede mi noche
    atesorar, atónita, el sueño redivivo?
    ¿Qué voz hallar, qué grito,
    qué jubiloso y asombrado canto
    saludará su aurora?

    Tiendo hacia ti mis manos de mendigo.







    Gracias, Señor, porque me diste un año (1961)
    Gracias, Señor, porque me diste un año
    en que abrir a tu luz mis ojos ciegos;
    gracias porque la fragua de tus fuegos
    templó en acero el corazón de estaño.

    Gracias por la ventura y por el daño
    por la espina y la flor; porque tus ruegos
    redujeron mis pasos andariegos
    a la dulce quietud de tu rebaño.

    Porque en mí floreció tu primavera;
    porque tu otoño maduró mi espiga
    que el invierno guarece y atempera.

    Y porque, entre tus dones, me bendiga
    -compendio de tu amor- la duradera
    felicidad de una sonrisa amiga.






    Mi vida es como un lago taciturno...

    Mi vida es como un lago taciturno.
    Si una nube lejana me saluda,
    si hay un ave que canta, si una muda
    y recóndita brisa
    inmola el desaliento de las rosas,
    si hay un rubor de sangre en la imprecisa
    hora crepuscular,
    yo me conturbo y tiendo mi sonrisa.

    ¡Mi vida es como un lago taciturno!
    Yo he sabido formar, gota por gota,
    mi fondo azul de ver el Universo.
    Cada nuevo rumor me dio su nota,
    cada matiz diverso
    me dio su ritmo y me enseñó su verso.
    Mi vida es como un lago taciturno...








    No podemos abandonarnos X.V.

    No podemos abandonarnos,
    nos aburrimos mucho juntos,
    tenemos la misma edad,
    gustos semejantes,
    opiniones diversas por sistema.

    Muchas horas, juntos,
    apenas nos oíamos respirar
    rumiando la misma paradoja
    o a veces nos arrebatábamos
    la propia nota inexpresada
    de la misma canción.

    Ninguno de los dos, empero,
    aceptaría los dudosos honores
    del proselitismo.








    Pienso, mi amor, en ti todas las horas...


    Pienso, mi amor, en ti todas las horas
    del insomnio tenaz en que me abraso;
    quiero tus ojos, busco tu regazo
    y escucho tus palabras seductoras.

    Digo tu nombre en sílabas sonoras,
    oigo el marcial acento de tu paso,
    te abro mi pecho -y el falaz abrazo
    humedece en mis ojos las auroras.

    Está mi lecho lánguido y sombrío
    porque me faltas tú, sol de mi antojo,
    ángel por cuyo beso desvarío.

    Miro la vida con mortal enojo,
    y todo esto me pasa, dueño mío,
    porque hace una semana que no cojo.







    Tema de amor

    Dentro de estos cuatro muros
    pretendí ocultar mi dicha:
    Pero el fruto, pero el aire
    ¿cómo me los guardaría?

    Hora mejor que pospuse,
    voces que eran para mí,
    camino que no elegí
    destino que no dispuse;
    !cómo os volvisteis oscuros!
    !qué amargo vuestro sabor
    cuando nos encerró mi amor
    dentro de estos cuatro muros!

    Entre tu aurora y mi ocaso
    el Tiempo desaparecía
    y era nuestra y era mía
    sangre, labio, vino y vaso.

    En perdurar se encapricha
    mi sombra junto a tu luz
    y bajo negro capuz
    pretendí ocultar mi dicha.

    Pero el fruto, pero el aire,
    pero el Tiempo que no fluya,
    pero la presencia tuya
    fuerte, joven, dulce, grande;
    sangre tuya en vena mía,
    lazos a instantes maduros,
    dentro de estos cuatro muros
    cómo me los guardaría?



    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 9 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Mar 17 Sep 2024, 14:43

    Eunice Odio



    Poeta costarricense nacida en San José en 1922.
    Desde muy temprana edad se inició en la lectura de los clásicos cultivando el ensayo, la narrativa y la poesía
    con una gran riqueza de los recursos líricos, para dar vuelco a las inclinaciones tradicionales de los textos bíblicos
    y temas tradicionales, convirtiéndola en un punto de referencia importante en el panorama literario de Centroamérica.
    En 1947 ganó el Premio Centroamericano de Poesía 15 de Septiembre con su obra «Los Elementos Terrestres».
    Cansada del rechazo de una sociedad urbana tradicionalista, se trasladó a México, país donde residió hasta su muerte,
    acaecida en 1974.
    Del resto de su obra merecen destacarse «Zona en Territorio del Alba» en 1953, «El Tránsito de Fuego» en 1957,
    «El Rastro de la Mariposa» y «Los trabajos de la Catedral.






    Acorde final

    Al borde de alegres segadores tiembla el agua,
    y ofrece para el orden del labio complacido
    dulce rumbo crecido de preñadas mañanas,
    y agraria transparencia, dulcemente encendida.

    El trigo coronado de apretada espesura,
    retiene el desbordado color con que le ordenan
    -vecino de la carne- colmarse en primavera.

    El ganado decrece tiernamente en lo oscuro
    donde dilata el suelo su asombrosa corriente,
    y la abeja termina su tránsito de nieve,
    y su majada oculta sobre tímidos jaspes.

    Y tú, Amado,
    que pones rumbo fijo al arado
    que circuye la tarde y apresura la rosa,

    Dónde tienes el pecho frondoso de raíces,
    dónde la sien desnuda sin regazo ni término.

    Sobre los pastos suaves, cándidos mayorales
    habilitan la uva en que se aloje el vino,
    y congregan el clima en que crezca su aroma
    y reparta en la lengua manojos de alegría.

    Así el verano atiende su reciente hermosura
    y sobre el viento solo distribuye sus pájaros.

    Así el nácar esparce su quietud y deleite
    y su color silvestre reanuda y apacienta.

    ¡Oh dádivas,
    Oh dones terrestres,
    Oh suaves alimentos;

    Sólo agotar la siembra con el pecho,

    Sólo desembocar al gozo y detenerse

    Oh piel,

    Oh ceniza colmada y balbuciente!







    Aprisionada por la espuma

    I
    Aprisionada en cárceles de espuma,
    en la medida de tu cuerpo,
    no veo pasar la noche,
    sólo veo el día
    que entra por tus axilas transparentes
    y te desnuda.

    Veo, amor mío,
    el lecho donde estamos
    y compartimos
    las dádivas,
    los cielos...
    Todo lo que nos negó y afirmó como lo que somos:
    mil años de alegría corporal
    y materia sin sombra
    y palabras
    que se dicen diurnamente porque vienen del aire
    y hay que oírlas y decirlas
    a través de los árboles
    y en lo que no se escribe porque aún no se inventa su
    nombre;
    porque su júbilo
    todavía no ha sido descubierto
    y las flores de su alrededor
    aún no son cosas del viento
    (aún no han ido a un invierno ni regresado a la primavera).

    II

    Voy a tu cuerpo igual que ir a los ríos,
    igual que van los ríos a los pájaros
    y ellos al espacio desatado y florido.

    Vengo de ti a la era
    donde todo es de todos:
    los que llegan, los que se han ido,
    los que aún no han venido,
    los que no volverán...

    Porque eso es tu cuerpo:
    un adentro, un afuera compartido
    por mí y por el viento,
    por el mar y los seres que lo guardan;
    por el color y las embestidas del otoño,
    y las andanzas del verano
    ¡que viste cosas silvestres
    y es custodio de las abejas
    y funde las hierbas en un crisol matutino,
    en una prolongación de azucenas.








    Declinaciones del monólogo

    I
    Estoy sola,
    muy sola,
    entre mi cintura y mi vestido,
    sola entre mi voz entera,
    con una carga de ángeles menudos
    como esas caricias
    que se desploman solas en los dedos.
    Entre mi pelo, a la deriva,
    un remero azul,
    confundido,
    busca un niño de arena.
    Sosteniendo sus tribus de olores
    con un hilo pálido,
    contra un perfil de rosa,
    en el rincón más quieto de mis párpados
    trece peregrinos se agolpan.

    II
    Arqueándome ligeramente
    sobre mi corazón de piedra en flor
    para verlo,
    para calzarme sus arterias y mi voz
    en un momento dado
    en que alguien venga,
    y me llame...
    pero ahora que no me llame nadie,
    que no quepo en la voz de nadie,
    que no me llamen,
    porque estoy bajando al fondo de mi pequeñez,
    a la raíz complacida de mi sombra,
    porque ahora estoy bajando al agónico
    tacto de un minero, con su media flor al hombro,
    y una gran letra de te quiero al cinto.
    Y bajo más,
    a las inmediaciones del aire
    que aligerado espera las letras de su nombre
    para nacer perfecto y habitable.
    Bajo,
    desciendo mucho más,
    ¿quién me encontrará?
    Me calzo mis arterias
    (qué gran prisa tengo),
    me calzo mis arterias y mi voz,
    me pongo mi corazón de piedra en flor,
    para que en un momento dado
    alguien venga,
    y me llame,
    y no esté yo
    ligeramente arqueada sobre mi corazón, para verlo.
    y no tenga yo que irme y dejar mi gran voz,
    y mi alto corazón
    de piedra en flor.








    Epígrafe

    I
    Tu mano en que desdoblan ruiseñores
    su pálido desnudo,
    su ancho pecho de musgo coronado,
    es mano que abre al viento reclinado
    claro jazmín entre la sien oscura.

    Sí, deshojada el agua entre la frente,
    labra pequeña placidez de lirio
    y entre los dedos gajos de violines.

    II
    Tiende el oído y óyeme esta canción
    que es como semilla de estaciones.

    Que es como la casa de verano
    donde me crece de la mano un niño,
    y el alma da empujones a la orilla,
    y es como piel el alma -no se siente.

    Entraremos de pronto en el verano como árboles
    vegetalmente abiertos de oídos y de polvo,

    Porque todo refluye hacia el arribo,
    asciende el vientre a capital de fruto
    y el aire hacia ecuación de golondrina.

    ¡Brotes sacramentales de la hierba,
    oh, dádivas subiendo de la entraña,
    suma de transitados alimentos!

    Y a la altura del pecho y la labranza
    semilla de silencio y luz desierta.

    Todo regresa hasta su forma exacta.
    La vida retoma su ambición pequeña
    de ser, del todo, vegetal profundo,
    recóndito edificio y luz abierta.








    La dama de bronce

    (fragmento)

    La Dama de Bronce
    tenía el cuerpo

    afilado y hambriento;
    tenía desnuda la mirada.

    ¡Cúbrela, Dama de Bronce!
    ¡Guárdala!

    Su garganta caía lentamente hacia el Hudson

    ¿Adónde vas, Dama de Bronce,
    veloz tu cielo azul, lento el cayado?

    ¿Qué aguja cristalina te atraviesa y despierta
    los párpados, los astros?

    En la ruta,
    la penetrante ruta donde un rayo
    se asomaba a los días terrenales,

    la Gran Dama de Bronce,

    la querida del tiempo matutino,

    la fulgurante amada despredida
    de frescas arpas y nublados lechos,

    llamó a una puerta
    que ella creyó temprana,

    puerta de entrada a transparentes horas.

    Y fue la puerta de la noche abierta,
    la sombra en carne viva por el alba.

    Estaba hecha de agrietada espuma,
    del escombro de un ojo,
    de solitaria sien y putrefacta altura.

    Aquella puerta era un tapiz agónico

    en donde cada cuerpo confundía su aliento
    con la garganta próxima.

    ¡Dama de Bronce!,

    Sierva de la mañana!

    ¡Da un paso interno,
    toca con las entrañas
    la rosa de los vientos!

    ¿No habrá, en estas líneas,
    la longitud de una pupila sola?

    ¿No habrá un eco, un indicio
    que me esconda?

    Y de pronto pasó
    (más bien volvió del fuego)

    una sagrada estirpe solitaria.

    Era un hombre escoltado por el fuego
    y vestido como viste el espacio.

    De su cintura y de su alegría
    partía el ciervo claro.

    Tenía la lengua en la mirada pura
    y un río
    (una copa de guirnaldas oscuras).

    El hombre vio los pechos,

    los ojos

    de la Dama de Bronce

    y ella

    -bandera de oro ebio,
    victoriosa soledad de la tarde-

    dio un paso interno
    (su paso era una rosa caminante,
    una flor calcinada),

    marchó sobre agua viva,
    sobre el río que volverá mañana.

    Nueva York, 1961







    Natalia, la niña del pintor Granell

    Ahora estoy en esta ciudad
    peligrosamente armada de riesgo
    y llenos de accidentes la voz,
    el traje claro,
    el pulso de amor.

    Uno de estos días en que andaba callada
    y recorriendo para siempre mi espalda,
    de pronto resbalé sin fin,
    mi caída atravesada por un astro.

    Por todo eso:

    peligro,

    gracia,

    riesgo,

    me es grato recordar su casa instalada en el mundo
    para que su mujer se aclare las trenzas
    que le suben como árbolas;

    para que su mujer agrupe la miel
    y la apretada harina
    en altos signos cotidianos.

    Su casa instalada en el mundo
    donde violentamente armándose de lámparas,
    corazón al cinto,
    pinceles al alma,
    secreta la memoria,
    se reorganiza su salida al sueño.

    Aparte de todo eso
    recuerdo a la muchacha de los peces impalpables
    a quien con otra voz, con otra cifra,
    espera el mar sentado en su banco de arena
    o disfrazado de pez en el olivo;

    y su desnudo de un caballo atormentado
    cuyo balido de varón prematuro
    reanuda el cielo más allá del aire

    También,

    y poco a poco,

    como cuando en la infancia
    yo soñaba que un sueño me dolía
    recuerdo al muchacho que yo amaba:

    una tarde íbamos por mi cuerpo
    con alegría de arpas cosechadas,

    cortadas en la mañana,
    y húmedas.

    Entre tanto, a treinta mil kilómetros de mi alma
    y mientras yo recuerdo,

    Amparo, su mujer, vestida a la moda de las amapolas,
    canta una canción.

    Luego dice: (el silencio le pica las venas
    como un pájaro):

    -¡Qué hermosa está la niña.
    Es ya la piel azul de las jardinerías!

    Yo me miro por dentro,

    preparo lentamente
    un acto de terciopelo...

    ...De súbito,
    en la ventana,
    sin que nadie lo sienta,
    un ángel se desviste de río pequeño,
    pone a secar la brisa
    y se derrama.

    Después quieren que yo no escuche,
    que no salte la niña,

    (la niña da un salto de lámpara que se abre,
    de norte a sur recorre una azucena)

    ¡que nadie la vea!
    La niña se me acerca allá en mi pecho,
    la oigo perder su paladar sin venas.

    (Cerca de la ventana,
    con poco pie de barco distraído
    ha caído un deseo de irse volando a nácar

    el mar,

    todo verde).

    Pero dice la niña allá en mi oído:

    -El mar ha salido de paseo por las playas,
    ¡qué dirían los viejos cocodrilos si lo vieran!

    (¡qué nadie lo sepa!)

    La niña tiene un retrato del mar

    (¡Qué nadie lo vea!)







    Nube y cielo mayor

    A los milicianos de dentro y fuera

    Porque en España ardía la voz,

    Ardía el vientre floral de la mujer
    encinta con el mundo,

    Ardía la arteria triste desnuda

    Ardía el humus conciso de los hombres,

    Ardía el húmedo estuario de tu daga
    total y coronada.

    Porque en España
    se cubrían de lujosos cadáveres
    los párpados de las muchachas

    y el alba cercenada
    soñaba con obispos y medusas,
    y murmuraba el hombre su cándida estatura
    más allá de su muerte conquistada,

    Porque en España
    Miliciano español
    encubierto de escombros doloridos,
    y tu cielo veloz acuchillado,

    Mientras los enlutados
    perdían tu ancha jornada de magnolias,
    y revolvían
    hasta variarla toda,
    la gracia popular de las tahonas,
    tú estabas en la época lluviosa de tu sangre,

    y tu cuerpo,
    en aire de paloma entrecortada,
    recorría este suave desorden de ecuadores,
    esta fácil ternura de los rostros de América.

    Salud
    Miliciano Español
    a tu frente miliar
    y a la turbia excelencia de tu sangre,

    Salud a tu mejilla levantada,

    Salud
    Miliciano Español

    Discípulo tatuado
    en la cubierta extraña de Guernica,

    Salud al espinazo de tu espada,

    Porque en España,
    cuando los enlutados
    pacían en tu dulzor enrojecido,
    y comían de tu carne derramada,
    tú eras como un ángel escolar
    en la esquina del mundo,

    como un sol destapado con tu herida,

    Salud
    Miliciano Español
    griterío original de días degollados,

    Herida desplomada en las puertas del hombre,

    para que el hombre oyera
    tu iracunda fragancia
    y acogiera
    el alto decaer de tu cintura,
    el cálido color de tu armonía,

    Salud a tu lacónica silueta
    melancólico el gesto entre las rocas,
    y la mirada envuelta en una lágrima,

    Salud
    hasta tu corazón más íntimo,
    y en tu sudor más íntimo,
    y hasta en el dorso
    más olvidado de tu hueso,
    desordenado y alto,

    Salud a esa tu muerte tan desechada,
    tu muerte aun húmeda y sola
    al socaire del olivo,

    Salud
    Miliciano Español,

    Dinamitero que ardes
    con tu boca en amas
    y tu fragor al cinto,

    Salud hasta en tu niño fusilado
    que deslinda su ombligo entre tu frente,

    Salud
    Miliciano Español

    Porque cuando en España
    los arzobispos desfondaban a Cristo
    y le pateaban el muslo y los dedos largos,
    tú estabas con el rostro dividido
    y con el sexo lleno de semanas
    eternamente oscuras.
    Porque cuando los militares de medio rostro
    mutilaban la era embarazada
    y se masturbaban la mente con un paraguas,
    tú estabas cerrado a todas las sangres,
    parado sobre todos los asaltos,
    y tu cuerpo de suave corola destituida
    tenía una voz para tu mismo cuerpo,

    Salud
    Huésped funeral y hermoso,

    Salud
    entre tu frente que está al socaire del olivo
    aun sola;

    porque aún
    entre los relojes de los bufetes
    y de los tocadores,
    los arzobispos y los medios rostros de los traidores,
    se masturbaban la mente con un paraguas,
    y en tu España,
    en la mía,
    en la de todos,
    aún arde tu cuerpo como un clavel de asalto.

    Aquí,
    amigo,

    Miliciano español
    poblado hermano nuestro,
    sobre tu corazón de polvo y estampido
    nosotros estamos parados al pie de las cosechas,

    Sobre lo que parece que se ha roto en el llanto,

    Estamos todos,
    mostrando el tanto de brillo de una lágrima.

    Somos los apasionados magníficos,
    los pequeños exaltados
    siempre floridos,

    los de rostro transitable,

    Estamos todos
    esperando sobre la piedra erguida,
    somos los de dentro y los de fuera,

    somos todos los americanos.






    Poema primero (Posesión en el sueño)

    Ven
    Amado

    Te probaré con alegría.
    Te soñaré conmigo esta noche.

    Tu cuerpo acabará
    donde comience para mí
    la hora de tu fertilidad y tu agonía;
    y porque somos llenos de congoja
    mi amor por ti ha nacido con tu pecho,
    es que te amo en principio por tu boca.

    Ven
    Comeremos en el sitio de mi alma.

    Antes que yo se te abrirá mi cuerpo
    como mar despeñado y lleno
    hasta el crepúsculo de peces.
    Porque tú eres bello,
    hermano mío,
    eterno mío dulcísimo.

    Tu cintura en que el día parpadea
    llenando con su olor todas las cosas,
    tu decisión de amar,
    de súbito,
    desembocando inesperado a mi alma,

    Tu sexo matinal
    en que descansa el borde del mundo
    y se dilata.

    Ven

    Te probaré con alegría.

    Manojo de lámparas será a mis pies tu voz.

    Hablaremos de tu cuerpo
    con alegría purísima,
    como niños desvelados a cuyo salto
    fue descubierto apenas, otro niño,
    y desnudado su incipiente arribo,
    y conocido en su futura edad, total , sin diámetro,
    en su corriente genital más próxima,
    sin cauce, en apretada soledad.

    Ven
    te probaré con alegría.

    Tú soñarás conmigo esta noche,
    y anudarás aromas caídos nuestras bocas.

    Te poblaré de alondras y semanas
    eternamente oscuras y desnudas.

    De "Los elementos terrestres"





    Poema segundo (Ausencia de amor)

    Amado
    en cuyo cuerpo yo reposo,

    cómo será tu sueño
    cuando yo te he buscado sin hallarte.

    Oh,
    Amado mío, dulcísimo
    como alusión de nardo
    entre aromas morenos y distantes,

    Cómo será tu pecho cuando te amo.

    Cómo será encontrarte cuando es amor tu cuerpo
    y tu voz,
    un manojo de lámparas.

    Amado,
    hoy te he buscado
    por entre mi ciudad
    y tu ciudad extraña,
    donde los edificios
    no se alegran al sol,
    como frutales conchas
    y celestes cabañas.

    Y andaba yo
    con un crepúsculo enredado entre la lengua,

    Con aire de laguna
    y ropa de peligro.

    Me vió desde su torre
    un auriga de jaspe,

    yo te andaba buscando
    por entre el verde olor de sus caballos,

    Por entre las matronas
    con pañales y pájaros;

    Y pensando en tu boca
    reposaban mis ojos,
    como palomas diurnas
    entre hierbas amargas.

    Y te buscaba entonces
    por las inmediaciones de mi cuerpo.

    Tú me podías llegar
    desde el suceso cálido.

    II
    Amado,
    hoy te he buscado sin hallarte
    por entre mi ciudad
    y tu ciudad extraña,

    Junto a alquerías errantes
    guardadas por el campo
    y de agitado pasto vencidas y entornadas.

    Y de pronto llegaste,
    huésped de mi alegría,
    y me poblé de islas
    con tu brillante dádiva.

    Desde la brisa fresca llegaste
    como un niño con un pañuelo blanco

    y la noche voló de sueño entre las ramas,
    junto al gozo del agua y el rastro de la abeja.

    Amado,
    en cuyo cuerpo yo reposo
    y en cuyos brazos desemboca mi alma,

    Cómo será no hallarte en la distancia,
    y llegar a tu cuerpo como los alimentos
    reanudados al calor de la gracia
    necesaria y perdida.

    Estar donde no estoy más que de paso,
    no estar donde tu aliento me contiene
    y me desgarra
    como una piedra el alma.

    Cómo será tener,
    de golpe, el cuerpo dividido
    y el corazón entre las manos
    congregado y solo.
    Amado,
    hoy te he buscado sin hallarte
    por entre mi ciudad y tu ciudad extraña,
    y no te he hallado.

    Cómo será buscarte en la distancia.






    Poema tercero (Consumación)

    Tus brazos
    como blancos animales nocturnos
    afluyen donde mi alma suavemente golpea.

    A mi lado,
    como un piano de plata profunda
    parpadea tu voz,
    sencilla como el mar cuando está solo
    y organiza naufragios de peces y de vino
    para la próxima estación del agua.

    Luego,
    mi amor bajo tu voz resbala,

    Mi sexo como el mundo
    diluvia y tiene pájaros,

    Y me estallan al pecho palomas y desnudos.

    Y ya dentro de ti
    yo no puedo encontrarme,
    cayendo en el camino de mi cuerpo,

    Con sumergida y tierna
    vocación de espesura,

    Con derrumbado aliento
    y forma última.

    Tú me conduces a mi cuerpo,
    y llego,
    extiendo el vientre
    y su humedad vastísima,
    donde crecen benignos pesebres y azucenas
    y un animal pequeño,
    doliente y transitivo.

    II

    Ah,
    si yo siquiera te encontrara un día
    plácidamente al borde de mi muerte,
    soliviantando con tu amor mi oído
    y no retoñe...

    Si yo siquiera te encontrara un día
    al borde de esta falda
    tan cerca de morir, y tan celeste
    que me queda de pronto con la tarde.

    Ah,
    Camarada,

    Cómo te amo a veces
    por tu nombre de hombre

    Y por mi cuello en que reposa tu alma.







    Poema cuarto (Canción del Esposo a su Amada)

    Asomada a mi pecho
    tatuada en él como la edad
    y el daño.

    Como una suave grey de colinas
    cuyo rumbo retorna con el alba,

    Habla mi amada
    con su amor que tiene
    apenas pecho diurno y voz descalza.

    A mi sombra
    se bordearon de pulpa su caderas.

    Por mí arrea con sus pechos
    el ganado del alba,

    Y la tarde a su paso se quebranta,
    como de junco herido
    y laurel entornado.

    Párpados transitados
    de nieve y mediodía,

    Pozo donde mi boca
    desmedida resbala
    como torrente de paloma
    y sal humedecida.

    Sobre los muslos te pusieron
    racimos de ira y vocación de besos.

    Yo haré que de tus muslos
    bajen manojos de agua,
    y entrecortada espuma,
    y rebaños secretos.

    Ven,
    Amada.

    Los árboles
    todos tienen tu cándida estatura,
    y tu párpado caído,
    y tu gesto mojado,

    Edificio de alondras
    habitado de climas
    donde legisla el sol
    sobre viñedos de oro.

    A tu sombra
    me encontrarán los pájaros salvajes.

    Tu voz de aire caído
    entre cuatro azucenas,
    desfilará en mi oído
    como acude la tarde.

    Ven,
    te probaré con alegría,
    tú soñaras conmigo
    esta noche.







    Poema quinto (Esterilidad)

    El hombre
    nacido de mujer,
    corto de días y harto de sinsabores;
    que sale como una flor, y es cortado,
    y huye como la sombra, y no permanece.
    Job 14, 1 y 2.

    Tal como flor que sale
    y es cortada,

    Con la piel por donde huye
    la risa de los niños,

    Y llena hasta los muslos
    de tristeza;
    así es nuestra hermana
    en cuyo umbral
    naufraga el cuerpo de uso eterno.

    Golpe de viento nuevo
    inexperto en aromas,
    y sin rubor azul ya despreciada sombra,
    escombro de oro en sueños por las ramas.

    Carne en que tropezara de costado
    la gracia del alumbramiento,

    Fácil como los signos en reposo
    por donde llega de la mano el niño;

    Asomada al arrimo,
    con media flor y apenas
    medio rostro,

    Y con el vientre en que tembló
    una piedra.

    Con un desfiladero en cada pecho,
    sola,
    venas arriba por los ojos,

    Sola
    como el primer hombre cuando descubrió
    la primera sonrisa
    y se volvió,
    de pronto,
    con todo el cuerpo
    a flor de fabuloso labio estremecido,
    más solo que antes,
    cuando no tenía sonrisa cotidiana
    que dividir en dos pedazos triunfales;
    cuando no pensaba en el otro
    y descendía junto a su piel profunda,
    roto entre los sonidos venideros
    como pájaro en proyecto por los árboles:
    júbilo de vacío jubiloso.

    Como huella que cae
    clara y sin cuerpo
    y no levanta hoja
    que al volver por el suelo,
    alta de días,
    instale al humus su unidad primera,

    Así es nuestra hermana.

    Secreto cauce
    quieto,
    agua sin ruido.

    Nacida de mujer,
    corta de días, y harta de sinsabores;
    que sale como una flor, y es cortada,
    y huye como la sombra, y no permanece.







    Poema sexto (Creación)

    Proposiciones de Prometeo

    Y la tierra estaba desordenada y vacía,
    y las tinieblas estaban sobre la haz
    del abismo, y el espíritu de Dios empollaba
    sobre la haz de las aguas.
    El Génesis, 1-2

    I
    Altas proposiciones de lo estéril
    por cuyo rastro voy sangrando a media altura
    y buscándome,
    palpándome,
    por detrás de la rosa edificada,
    sobre lo que no tiene orilla ni regreso
    y es, como lo descubierto recobrado
    que acaba el que siga y me revele.

    Me apoyo en ti,
    clima desenterrado de lo estéril
    para fundar el aire de la gracia y el asombro;
    y el metaloide aciago y desmentido,
    primero en rama llega,
    y luego en flor el metaloide oscuro,
    y en fruto de sabor martirizado,
    baja junto a la lengua enajenada,
    pasa de mano en mano hasta la altura.

    Porque no es lo posible lo seguro
    sino lo que inseguro se doblega,
    lo que hay que abrir y sojuzgar por dentro,
    y es como polvo en cantidad de sombra.

    Porque el fruto no es puerto
    sin rumbo entre las aguas,
    sino estación secreta de la carne;
    íntima paz de cotidiana guerra
    donde reposa el vientre silvestre y revestido
    de accidentes geológicos y espesos.

    Y la alegría purísima,
    la honda grace presente y madurada,
    que rebota hasta el fondo de la sangre,
    que hace correr y madrugar en pájaros,
    y equivocarse de pecho y ponerse,
    como ciertas flores
    un corazón de pana en la mañana.

    La alegría de caer en inocencia de sí mismo
    y disfrutarse junto a otras criaturas
    en el descubrimiento de su nombre,
    madrugando de pecho para arriba
    donde los alimentos perseveran
    hallados para el cielo.

    II
    Y será como el árbol plantado
    junto a arroyos de aguas,
    que da su fruto en su tiempo,
    y su hoja no cae; y todo lo que
    hace, prosperará.
    Salmo 1-3

    Al borde estoy de herirme y escucharme
    ahora que le propongo al polvo una ecuación
    para el deslizamiento de la garganta,

    Ahora que inauguro mi regreso
    junto a mi pequeñez iluminada,

    Ahora que me busco revelada
    y transida en otros nombres,

    Cuando por mí descienden y se agrupan
    anchas temperaturas matinales,

    Y han gran fiesta cerval en los caminos.

    III
    Pasa mi corazón
    con su pastosa identidad doliente.

    Mi aliento transitivo que enarbolo
    y el niño cuyos pasos me prolongan.

    Pero la sangre está ya en marcha,
    repercute,
    hacia un país recóndito y anclado,
    entre pasados hierros con nombre de muchacho,
    y extensos materiales fuera del pulso mío.

    La sangre está ya en marcha
    hacia una parte mía donde llego de pronto,
    y me conoce el pecho en que tropiezo,
    y mis extensas, pálidas, boreales coronarias.

    El cuerpo es ya contagio de azucena,
    estación de la rama y su eficacia;
    palacio solitario en cuya orilla
    crece el suelo y afluye entre rebaños
    y entre sueños secretos y pacíficos.

    IV
    Puede pasar mi pecho errante,
    mi instantáneo cabello
    y mi atroz rapidez que no me alcanza,

    Pero se ha vuelto inaugural
    mi peso de habitante recobrado.
    Y aires de nacimiento me convocan,

    ¡Ah, feliz muchedumbre de huesos en reposo!

    Refluyen a mi forma y se congregan
    los elementos suaves y terrestres
    y la pulpa negada y transcurrida.

    Los pájaros me cambian
    a traslados mayores del sonido,

    Y la tierra a empujones de llanura.

    Al borde estoy de herirme y escucharme
    ahora que me lleno de retoños y párpados tranquilos,

    Cuando tengo costumbre de nacer
    donde bajan los huesos temporales,

    Cuando me llamo para mí, callada,
    y alguien que no soy yo ya recuerda,

    Sollozante y sangrando a media altura,
    sobre lo detenido
    descubierto
    y recobrado.







    Poema séptimo (Germinación)

    Introducción

    I
    Oh don,
    oh don de sí, tu pelo,
    albo discurso,
    designio azul,
    futuro de jacinto.

    Yo podría cantar una canción
    para que me sospechen de humo, en aire,
    y de animal tallado entre la espuma,
    en larga, leve, carcajada de arpa

    Yo podría traer al corazón recuerdos
    como uñas cayéndose del alma.

    Pero estoy casi al borde de tu cuerpo,

    Pero está al pie del surco tu desnudo
    en traje de profundidad;

    Piensa en tu edad el mar y palidecen
    delfines ciegos cielo arriba, en rama,
    pesando más el cielo menos aire
    mar con sólo las olas y sin agua.

    Y tú a la orilla del paisaje tiemblas
    ah, intramarino pescador de espumas
    cuya cadera crece entre corales,

    Crepúsculo manchado de violines,
    compañero fugaz de mi costado.

    II
    Alguien pasa rozándome las venas
    y se abre el surco entre la flor y el labio.

    Es que llega la noche
    en columna de amor y ruiseñores;
    su casco azul, lacustre, enjuga el alba,
    baja la niebla por su piel y huyen
    roces de pluma herida y madrugada.

    Y antes de ser,
    para futuro arribo de planeta
    tiniebla inaugural,
    cristal esquivo,
    quietud de sumergidos resplandores,
    la noche es de aire y tallo oscurecido.







    Poema octavo (Mi Amado)

    I
    Pregunté a las mujeres del campo
    por el Hombre;

    Pregunté a la mujer
    cuya insepulta frente deteníase
    al cabo de su niño infecundo
    y sollozaba.

    -Mujer
    has visto tú a mi Amado,

    Has visto al huésped mío,
    al camarada hermoso?

    Su carne que el verano
    golpea de amapolas,

    Su nariz de poniente,

    Y el pecho de oro náufrago
    como los litorales.

    ¿Lo conoces?

    Puede pasar de pronto
    con la piel soñolienta
    y alegres las axilas retumbantes
    y frescas.

    Oh,
    el camarada hermoso
    con los talones ágiles
    y pálido el peinado candoroso,

    Saturada de clima nocturno
    su garganta,

    Y la mano en que estalla la angustia
    como el mar.

    ¿Lo reconoces
    reposando al borde de mis inmediaciones
    como torrente de islas y pájaros cautivos?

    II
    Yo lo busco.

    Él es mi Camarada;

    Junto a su mano dejan
    su olor las golondrinas

    Y una ola de mineral oculto
    lo recorre.

    Queréis hallarlo conmigo

    ¡Oh, mujeres de vientre madurado
    en cuya piel antigua desfallece el tiempo del desnudo
    y se hace honda en la frente
    la señal de parir
    y sollozar!
    ¡Oh, doncellas alegres
    en cuya boca estalla el primer ruiseñor
    y el agua masculina
    es recogida en cauce estremecido!

    ¡Oh, niños de marfil y nácar fugitivo
    por cuyo salto de jazmín
    resbalan las mañanas escolares!

    Busco a mi Camarada
    y por su origen inocente
    avanzo
    sin saberlo;
    y me detengo.
    Buscadlo cuando el trueno,
    cuando las manos de Dios vienen rodando
    como suaves árboles enfurecidos,

    Por entre los sepulcros invasores,

    Entre semanas llenas de ovejas
    y enramadas.

    Queréis buscarlo conmigo,
    y exaltarlo,
    A Él, al Hombre,

    Al que camina en parte
    con mi alma,

    Al del muslo entornado
    cuya daga sumergida en la noche
    ya no tiembla en el aire,
    ni secará en su diestra
    cortada a pico
    y sola con el miedo.

    Y al otro,
    desamado sollozo de mi frente
    que apenas tiene un trozo de hierba
    para posar su oído
    y es señor de arboledas y ciudades.

    Al Hombre, al Camarada.

    Bendito sea su vientre
    que comparto en el seno de mi madre

    Queréis buscarlo
    y exaltarlo conmigo,

    Al Amado del día transitorio
    cuya angustia se detiene
    en mis pechos como el mar.

    Queréis que vaya y me ofrezca en sus manos
    como semilla de éxtasis,

    Que le lleve mi cuerpo
    reclinado entre palomas,

    Y que llene su boca
    de sol y mediodía

    Oh niños,

    Oh doncellas alegres,

    Oh mujeres de vientre madurado,

    Glorificadlo
    y exaltadlo conmigo.

    Hasta que nuestras bocas sagradas
    se detengan

    Así sea.







    Preludios

    Óyeme esta canción que en mí te nombra
    carne para la fruta necesaria.

    Cuando la soledad
    bajo tu nombre oída y apretada,

    Cuando yo era como niño enterrado
    a quien llaman por su nombre pasado,
    y responde, y no se oye en sí mismo;

    Y mi mano en el fondo,
    confundida,
    tenía ya atisbo, llave, forma mía,

    Y se sentía más arriba del pecho y del abrazo
    como corona alegre y consumada.

    Tú me llamabas a tu nombre,
    y vine,
    con clara identidad de nacimientos,
    con la veraz acostumbrada gracia
    con que sueñan su honor las catedrales.

    Tú eres ya de día junto a la noche.
    Ya soy contigo el día,
    y en virtud de la ausencia en que me evoco
    miro cómo mi forma me comparte,
    cómo respiro en pelo y a mansalva,
    por dentro de mi voz y no a lo largo.







    Recepción a un amigo

    Lo sigo,
    lo precedo en la voz
    porque tengo,
    como el humo en despoblado,
    vocación de acuarela.

    Cuénteme
    cómo son ahí las cosas de consumo:

    libros,
    rosas,
    tintineos de golondrina.

    Aparte de todo eso
    le pregunto

    por los mangos geológicos
    bordeándolo de pulpa,

    y por un río nuevo,
    sin mirarlo,

    con pueblos de sonido
    y longitud de Arcángel.

    Dígame algo también sobre el pequeño litoral
    donde recientemente el día,
    como un celeste animal bifronte,
    acampó en dos acuarios
    y se llenó de peces.

    O si lo recibieron unánimes los árboles
    como cuando eligieron a la primera alondra del año
    y el día de florecer.

    Resúmame ahora que tiemblo
    benignamente
    detrás de una golondrina,

    ahora que me proponen públicamente
    para desnudo de mariposa

    y estoy como las rosas
    desordenando el aire.







    Satchmo Liroforo

    ¿Te acuerdas, Louis Armstrong,
    del día en que viajamos por un corredor de sonidos
    que amábamos hasta la muerte?
    ¿Recuerdas la onomatopeya que no salió al paso
    y que nos dio un trono de un solo golpe?
    Parece mentira, Louis, amor mío,
    que hayamos compartido tantas cosas,
    tantas ramas
    y tan gran número de espumas.
    Parece imposible, Louis,
    que entre nosotros se deshagan
    las formas del azul que nos acompañaban;
    que tú, dardo, arma del ángel vivo,
    te lances a donde nadie podrá reconocerte sino por tu alegría,
    por tu voz de durazno,
    por tu manera de prolongarte en la luz
    y crecer en el aire.
    No creo que haya desaparecido del mundo
    la manada de resplandores que nos seguía.
    Más bien creo que se ocultan en el tiempo
    y que no será consumidos.

    Tú, continuación del fuego,
    pedestal de la nube,
    desinencia de mariposa,
    andas hoy al garete entre harinas
    y entre otras materias incorruptibles que te guardan
    como guardan a todos los justos,
    a todos los hermosos
    cuya hermosura viene de lejos y no se va nunca,
    y se incendia cada día
    igual que la altura.

    Satchmo, querido hasta la música,
    soñado hasta el arpegio,
    las arpas de David y sus graves de cobre
    te están tocando el alma
    y los clavicémbalos el cabello sin fin.

    Ricardo Wagner está de pie, aguardándote en una azotea tetralógica,
    lleno de flores que andan y crecen continuamente.
    Ricardo Wagner está en sí mismo
    viendo que llegas al dominio de los cristales,
    armado de la trompeta bastarda y de la baja
    tocando un son del viento,
    sonando como un trueno
    recién nacido, y húmedo y perfecto.

    Y yo, sombra sonora del futuro
    también estoy allí,
    soñada por dos cuerpos transparentes
    que se besan y funden y confunden
    en la gran azotea tetralógica
    donde todo es tan claro como Dios
    y el amor
    y los árboles.







    Si pudiera abrir mi gruesa flor...

    Yo no me dejar humillar por las cosas irracionales:
    penetrar lo que haya en ellas de sarcasmo hacia mí
    haré que las ciudades y civilizaciones se me rindan.
    W. Whitman

    En un lugar de la Mancha de cuyo nombre
    no quiero acordarme...
    Cervantes

    Eunice andaba en el sueño
    con zapatos de vigilia,
    ¡ay, Eunice, por tus pies
    te van a negar el día!
    Eunice Odio

    Si pudiera abrir mi gruesa flor
    para ver su geografía íntima,

    su dulce orografía de gruesa flor:
    si pudiera saltar desde los ojos

    para verme, abierta al sol,
    si no me golpeara de pronto, en la mejilla,

    esta reunida sombra,
    esta orilla de silencio

    que es lo que ciertos pañuelos a la lágrima,
    un aposento blanco, descubierto.

    Si pudiera quedarme abierta al sol
    como el sencillo mar

    y alta, recién nacida hija del agua,
    creciera mi color al pie del agua.

    Por qué no he de poder desnudarme los pies
    en una casa en que los alfabetos ascienden

    por el labio a la palabra, y en que duendes de menta,
    sirven té verde y florecida sombra.

    Por qué no he de poder
    desnudarme los pies en una casa

    en que todos los días
    un año desviste su estatura melancólica,

    y en que la costa azul de un relicario
    guarda el retrato de un vecino de mayo que se ha ido.

    Sin embargo

    no puedo desnudarme los pies en esta casa
    ni poner sobre la mesa el corazón.

    Pero puedo abrirme como una flor
    y saltar desde los ojos para verme,

    abierta al sol.

    Granada, Nicaragua, Junio 12 de 1946








    Yo quisiera ser niña...

    Yo quisiera ser niña
    para acoplar las nubes a distancia
    (Claudicadoras altas de la forma),

    Para ir a la alegría por lo pequeño
    y preguntar,
    como quien no lo sabe
    el color de las hojas
    ¿Cómo era?

    Para ignorar lo verde,
    el verde mar,

    La respuesta salobre del ocaso en retirada,
    el tímido gotear de los luceros
    en el muro vecino,

    Ser niña
    que cayera de pronto
    dentro de un tren con ángeles,
    que llegaban así, de vacaciones
    a correr un poquito por las uvas,
    o por nocturnos
    fugados de otras noches
    de geometrías más altas.

    Pero ya, ¿que he de ser?
    Si me han nacido estos ojos tan grandes,
    y esos rubios quereres de soslayo.

    Cómo voy a ser ya
    esa que quiero yo
    niña de verdes,
    niña vencida de contemplaciones,
    cayendo de sí misma sonrosada,
    ... si me dolió muchísimo decir
    para alcanzar de nuevo la palabra
    que se iba,
    escapada saeta de mi carne,

    y me ha dolido mucho amar a trechos
    impenitente y sola,
    y hablar de cosas inacabadas,
    tinas cosas de niños,
    de candor disimulado,
    o de simples abejas,
    enyugadas a rosarios tristes.

    O estar llena de esos repentes
    que me cambian el mundo a gran distancia,

    Cómo voy a ser ya,
    niña en tumulto,
    Forma mudable y pura,
    o simplemente, niña a la ligera,
    divergente en colores
    y apta para el adiós
    a toda hora.

    De "Tránsito de fuego"



    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 9 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 9 Empty Re: POETAS LATINOAMERICANOS

    Mensaje por Maria Lua Miér 18 Sep 2024, 16:31

    José Emilio Pacheco


    Poeta y ensayista mexicano nacido en Ciudad de México en 1939.
    Empezó a brillar desde muy joven en el panorama cultural mexicano, gracias a su dominio de las formas clásicas
    y modernas y al enfoque universal de su poesía.
    Además de poeta y prosista se ha consagrado también como eximio traductor, trabajando como director y editor
    de colecciones bibliográficas y diversas publicaciones y suplementos culturales. Ha sido docente universitario
    e investigador al servicio de entidades gubernamentales.
    Entre sus galardones se cuentan: Premio Nacional de Poesía, Premio Nacional de Periodismo Literario,
    Premio Xavier Villaurrutia, Premio Magda Donato, Premio José Asunción Silva en 1996,el Premio Octavio Paz
    en el año 2003, el Premio Federico García Lorca 2005, el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda en 2004,
    la XVIII edición del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2009 y el Premio Cervantes en 2009.
    De su obra poética se destacan: «Los elementos de la noche» en 1963, «El reposo del fuego» en 1966,
    «No me preguntes cómo pasa el tiempo» en 1969, «Irás y no volverás» en 1973, «Islas a la deriva» en 1976,
    «Desde entonces» en 1980, «Trabajos en el mar» en 1983, y «El silencio de la luna» poemas de 1985 1996. ©


    A quien pueda interesar

    Que otros hagan aún
    el gran poema
    los libros unitarios
    las rotundas
    obras que sean espejo
    de armonía

    A mí sólo me importa
    el testimonio
    del momento que pasa
    las palabras
    que dicta en su fluir
    el tiempo en vuelo

    La poesía que busco
    es como un diario
    en donde no hay proyecto ni medida







    Aceleración de la historia

    Escribo unas palabras
    y al mismo
    ya dicen otra cosa
    significan
    una intención distinta
    son ya dóciles
    al Carbono 14
    Criptogramas
    de un pueblo remotísimo
    que busca
    la escritura en tinieblas.







    Alta traición

    No amo mi patria.
    Su fulgor abstracto
    es inasible.
    Pero (aunque suene mal)
    daría la vida
    por diez lugares suyos,
    cierta gente,
    puertos, bosques de pinos,
    fortalezas,
    una ciudad deshecha,
    gris, monstruosa,
    varias figuras de su historia,
    montañas
    -y tres o cuatro ríos.







    Caverna

    Es verdad que los muertos tampoco duran
    Ni siquiera la muerte permanece
    Todo vuelve a ser polvo

    Pero la cueva preservó su entierro

    Aquí están alineados
    cada uno con su ofrenda
    los huesos dueños de una historia secreta

    Aquí sabemos a qué sabe la muerte
    Aquí sabemos lo que sabe la muerte
    La piedra le dio vida a esta muerte
    La piedra se hizo lava de muerte

    Todo está muerto
    En esta cueva ni siquiera vive la muerte

    De "Islas a la deriva, 1973-1975"







    Copos de nieve sobre Wivenhoe

    Entrecruzados
    caen,
    se aglomeran
    y un segundo después
    se han dispersado.
    Caen y dejan caer
    a la caída.
    Inmateriales
    astros
    intangibles;
    infinitos,
    planetas en desplome.







    Contraelegía

    Mi único tema es lo que ya no está
    Y mi obsesión se llama lo perdido
    Mi punzante estribillo es nunca más
    Y sin embargo amo este cambio perpetuo
    este variar segundo tras segundo
    porque sin él lo que llamamos vida
    sería de piedra.








    El mar sigue adelante

    Entre tanto guijarro de la orilla
    no sabe el mar
    en dónde deshacerse

    ¿Cuándo terminará su infernidad
    que lo ciñe
    a la tierra enemiga
    como instrumento de tortura
    y no lo deja agonizar
    no le otorga un minuto de reposo?

    Tigre entre la olarasca
    de su absoluta impermanencia
    Las vueltas
    jamás serán iguales
    La prisión
    es siempre idéntica a sí misma

    Y cada ola quisiera ser la última
    quedarse congelada
    en la boca de sal y arena
    que mudamente
    le está diciendo siempre:
    Adelante






    El pulpo

    Oscuro dios de las profundidades,
    helecho, hongo, jacinto,
    entre rocas que nadie ha visto, allí, en el abismo,
    donde al amanecer, contra la lumbre del sol,
    baja la noche al fondo del mar y el pulpo le sorbe
    con las ventosas de sus tentáculos tinta sombría.
    Qué belleza nocturna su esplendor si navega
    en lo más penumbrosamente salobre del agua madre,
    para él cristalina y dulce.
    Pero en la playa que infestó la basura plástica
    esa joya carnal del viscoso vértigo
    parece un monstruo; y están matando
    / a garrotazos / al indefenso encallado.
    Alguien lanzó un arpón y el pulpo respira muerte
    por la segunda asfixia que constituye su herida.
    De sus labios no mana sangre: brota la noche
    y enluta el mar y desvanece la tierra,
    muy lentamente, mientras el pulpo se muere.







    El reposo del fuego

    (Don de Heraclito)

    Pero el agua recorre los cristales
    musgosarnente :
    ignora que se altera,
    lejos del sueño, todo lo existente.

    Y el reposo del fuego es tomar forma
    con su pleno poder de transformarse.
    fuego del aire y soledad del fuego.
    al incendiar el aire que es de fuego.
    Fuego es el mundo que se extingue y prende
    para durar (fue siempre) eternamente.

    Las cosas hoy dispersas se reúnen
    y las que están más próximas se alejan:

    Soy y no soy aquel que te ha esperado
    en el parque desierto una mañana
    junto al río irrepetible en donde entraba
    (y no lo hará jamás, nunca dos veces)
    la luz de octubre rota en la espesura.

    Y fue el olor del mar: una paloma,
    como un arco de sal,
    ardió en el aire.

    No estabas, no estarás
    pero el oleaje
    de una espuma remota confluía
    sobre mis actos y entre mis palabras
    (únicas nunca ajenas, nunca mías):
    El mar que es agua pura ante los peces
    jamás ha de saciar la sed humana.







    Éxodo

    En lo alto del día
    eres aquel que vuelve
    a borrar de la arena la oquedad de su paso;
    el miserable héroe que escapó del combate
    y apoyado en su escudo mira arder la derrota;
    el náufrago sin nombre que se aferra a otro cuerpo
    para que el mar no arroje su cadáver a solas;
    el perpetuo exiliado que en el desierto mira
    crecer hondas ciudades que en el sol retroceden;
    el que clavó sus armas en la piel de un dios muerto
    el que escucha en el alba cantar un gallo y otro
    porque las profecías se están cumpliendo: atónito
    y sin embargo cierto de haber negado todo;
    el que abre la mano
    y recibe la noche.







    Fin de siglo

    «La sangre derramada clama venganza».
    Y la venganza no puede engendrar
    sino más sangre derramada
    ¿Quién soy:
    el guarda de mi hermano o aquel
    a quien adiestraron
    para aceptar la muerte de los demás,
    no la propia muerte?
    ¿A nombre de qué puedo condenar a muerte
    a otros por lo que son o piensan?
    Pero ¿cómo dejar impunes
    la tortura o el genocidio o el matar de hambre?
    No quiero nada para mí:
    sólo anhelo
    lo posible imposible:
    un mundo sin víctimas.

    Cómo lograrlo no está en mi poder;
    escapa a mi pequeñez, a mi pobre intento
    de vaciar el mar de sangre que es nuestro siglo

    con el cuenco trémulo de la mano
    Mientras escribo llega el crepúsculo
    cerca de mí los gritos que no han cesado
    no me dejan cerrar los ojos







    Gota de lluvia

    Una gota de lluvia temblaba en la enredadera.

    Toda la noche estaba en esa humedad sombría

    que de repente

    iluminó la luna.







    Idilio

    Con aire de fatiga entraba el mar
    en el desfiladero
    El viento helado
    dispersaba la nieve de la montaña
    y tú
    parecías un poco de primavera
    anticipo
    de la vida bullente bajo los hielos
    calor
    para la tierra muerta
    cauterio
    de su corteza ensangrentada
    Me enseñaste los nombres de las aves
    la edad
    de los pinos inconsolables
    la hora
    en que suben y bajan las mareas

    En la diafanidad de la mañana
    se borraban las penas
    la nostalgia
    del extranjero
    el rumor
    de guerras y desastres
    El mundo
    volvía a ser un jardín
    que repoblaban
    los primeros fantasmas
    una página en blanco
    una vasija
    en donde sólo cupo aquel instante

    El mar latía
    En tus ojos
    se anulaban los siglos
    la miseria
    que llamamos historia
    el horror
    que agazapa su insidia en el futuro
    Y el viento
    era otra vez la libertad
    que en vano
    intentamos fijar
    en las banderas

    Como un tañido funerario entró
    hasta el bosque un olor de muerte
    Las aguas
    se mancharon de Iodo y de veneno
    Y los guardias
    llegaron a ahuyentamos
    Porque sin damos cuenta pisábamos
    el terreno prohibido
    de la fábrica atroz
    en que elaboran
    defoliador y gas paralizante







    Indeseable

    No me deja pasar el guardia.
    He traspasado el límite de edad.
    Provengo de un país que ya no existe.
    Mis papeles no están en orden.
    Me falta un sello.
    Necesito otra firma.
    No hablo el idioma.
    No tengo cuenta en el banco.
    Reprobé el examen de admisión.
    Cancelaron mi puesto en la gran fábrica.
    Me desemplearon hoy y para siempre.
    Carezco por completo de influencias.
    Llevo aquí en este mundo largo tiempo.
    Y nuestros amos dicen que ya es hora
    de callarme y hundirme en la basura.







    La diosa blanca

    Porque sabe cuánto la quiero y cómo hablo de ella en
    su ausencia,
    la nieve vino a despedirme.
    Pintó de Brueghel los árboles.
    Hizo dibujo de Hosukai el campo sombrío.

    Imposible dar gusto a todos.
    La nieve que para mí es la diosa, la novia,
    Astarté, Diana, la eterna muchacha,
    para otros es la enemiga, la bruja, la condenable a la hoguera.
    Estorba sus labores y sus ganancias.
    La odian por verla tanto y haber crecido con ella.
    La relacionan con el sudario y la muerte.

    A mis ojos en cambio es la joven vida, la Diosa Blanca
    que abre los brazos y nos envuelve por un segundo y se marcha.
    Le digo adiós, hasta luego, espero volver a verte algún día.
    Adiós, espuma del aire, isla que dura un instante.







    La flecha

    No importa que la flecha no alcance el blanco
    Mejor así
    No capturar ninguna presa
    No hacerle daño a nadie
    pues lo importante
    es el vuelo la trayectoria el impulso
    el tramo de aire recorrido en su ascenso
    la oscuridad que desaloja al clavarse
    vibrante
    en la extensión de la nada







    La gota

    La gota es un modelo de concisión:
    todo el universo
    encerrado en un punto de agua.

    La gota representa el diluvio y la sed.
    Es el vasto Amazonas y el gran Océano.

    La gota estuvo allí en el principio del mundo.
    Es el espejo, el abismo,
    la casa de la vida y la fluidez de la muerte.

    Para abreviar, la gota está poblada de seres
    que se combaten, se exterminan, se acoplan.
    No pueden salir de ella,
    gritan en vano.

    Preguntan como todos:
    ¿de qué se trata,
    hasta cuándo,
    qué mal hicimos
    para estar prisioneros de nuestra gota?

    Y nadie escucha.
    Sombra y silencio en torno de la gota,
    brizna de luz entre la noche cósmica
    en donde no hay respuesta.







    Las flores del mar

    A la memoria de Jaime García Terrés

    Danza sobre las olas, vuelo flotante,
    ductilidad, perfección, acorde absoluto
    con el ritmo de las mareas,
    la insondable música
    que nace allá en el fondo y es retenida
    en el santuario de las caracolas.

    La medusa no oculta nada,
    más bien despliega
    su dicha de estar viva por un instante.
    Parece la disponible, la acogedora
    que sólo busca la fecundación,
    no el placer ni el famoso amor,
    para sentir: ­Ya cumplí,
    ya ha pasado todo.
    Puedo morir tranquila en la arena
    donde me arrojarán las olas que no perdonan.

    Medusa, flor del mar. La comparan
    con la que petrifica a quien se atreve a mirarla.
    Medusa blanca como la X'Tabay de los mayas
    y la Desconocida que sale al paso y acecha
    desde el Eclesiastés al pobre deseo.

    Flores del mar y el mal las Medusas.
    Cuando eres niño te advierten:
    Limítate a contemplarlas.
    Si las tocas, las espectrales
    te dejarán su quemadura,
    la marca a fuego, el estigma
    de quien codicia lo prohibido.

    Quizá dijiste en silencio:
    ­Pretendo asir la marea,
    acariciar lo imposible.

    Nunca lo harás: las medusas
    no son de nadie celestial o terrestre.
    Son de la mar que no es ni mujer ni prójimo.

    Son peces de la nada, plantas del viento,
    quizá espejismos,
    gasas de espuma ponzoñosa

    En Veracruz las llaman aguas malas.







    Lluvia de sol

    La muchacha desnuda toma el sol
    apenas cubierta
    por la presencia de las frondas.

    Abre su cuerpo al sol
    que en lluvia de fuego
    la llena de luz.

    Entre sus ojos cerrados
    la eternidad se vuelve instante de oro.
    La luz nació para que el resplandor de este cuerpo

    le diera vida.
    Un día más
    sobrevive la tierra gracias a ella

    que sin saberlo
    es el sol
    entre el rumor de las frondas.







    Los elementos de la noche

    Bajo el mínimo imperio que el verno ha roído
    se derrumban los días, la fe, las previsiones.
    En el último valle la destrucción se sacia
    en ciudades vencidas que la ceniza afrenta.

    La lluvia extingue
    el bosque iluminado por el relámpago.
    La noche deja su veneno.
    Las palabras se rompen contra el aire.

    Nada se restituye, nada otorga
    el verdor a los campos calcinados.

    Ni el agua en su destierro
    sucederá a la fuente
    ni los huesos del águila
    volverán por sus alas.







    Lumbre en el aire

    Estallan los jardines de la pólvora
    en el cielo oscurísimo y su aplomo.

    Estruendo frente al mar que se encarniza
    desde la eternidad contra las rocas.

    A cada instante otro Big bang.
    Nacen astros, cometas, aerolitos.

    Todo es ala y fugacidad
    en la galaxia de esta lumbre.

    Mundos de luz que viven un instante.
    Luego se funden y se vuelven nada.

    Como esta noche en que hemos visto arder
    cuerpos fugaces sobre el mar eterno.







    Mar eterno

    Digamos que no tiene comienzo el mar
    Empieza donde lo hallas por vez primera
    y te sale al encuentro por todas partes







    Mejor que el vino

    Porque mejor que el vino son tus amores.
    Salomón
    Quinto y Vatinio dicen que mis versos
    son fríos.
    Quinto divulga en estrofas yámbicas
    los encantos de Flavia.
    Vatinio canta
    conyugales y dulces placeres.
    Pero, yo Claudia,
    no he arrastrado tu nombre
    por las calles y plazas de Roma.
    El pudor y la astucia me obligan
    a guardar tales ansias
    para sólo tu lecho nocturno.








    Memoria

    No tomes muy en serio
    lo que te dice la memoria.

    A lo mejor no hubo esa tarde.
    Quizá todo fue autoengaño.
    La gran pasión
    sólo existió en tu deseo.

    Quién te dice que no te está contando ficciones
    para alargar la prórroga del fin
    y sugerir que todo esto
    tuvo al menos algún sentido.







    Mosquitos

    Nacen en las pantanos del insomnio.
    Son negrura viscosa que aletea.
    Vampiritos inermes,
    sublibélulas,
    caballitos de pica
    del demonio.







    Presencia

    ¿Qué va a quedar de mí cuando me muera
    sino esta llave ilesa de agonía,
    estas pocas palabras con que el día,
    dejó cenizas de su sombra fiera?

    ¿Qué va a quedar de mí cuando me hiera
    esa daga final? Acaso mía
    será la noche fúnebre y vacía
    que vuelva a ser de pronto primavera.

    No quedará el trabajo, ni la pena
    de creer y de amar. El tiempo abierto,
    semejante a los mares y al desierto,

    ha de borrar de la confusa arena
    todo lo que me salva o encadena.
    Más si alguien vive yo estaré despierto.








    Piedra

    Lo que dice la piedra
    sólo la noche puede descifrarlo

    Nos mira con su cuerpo todo de ojos
    Con su inmovilidad nos desafía
    Sabe implacablemente ser permanencia

    Ella es el mundo que otros desgarramos







    Prehistoria

    A la memoria de Jaime Sabines

    1
    En las paredes de esta cueva
    pinto el venado
    para adueñarme de su carne,
    para ser él,
    para que su fuerza y su ligereza sean mías
    y me vuelva el primero
    entre los cazadores de la tribu.

    En este santuario
    divinizo las fuerzas que no comprendo.
    Invento a Dios,
    a semejanza del Gran Padre que anhelo ser,
    con poder absoluto sobre la tribu.

    En este ladrillo
    trazo las letras iniciales,
    el alfabeto con que me apropio del mundo al simbolizarlo.
    La T es la torre y desde allí gobierno y vigilo.
    La M es el mar desconocido y temible.

    Gracias a ti, alfabeto hecho por mi mano,
    habrá un solo Dios: el mío.
    Y no tolerará otras deidades.
    Una sola verdad: la mía.
    Y quien se oponga a ella recibirá su castigo.

    Habrá jerarquías, memoria, ley:
    mi ley: la ley del más fuerte
    para que dure siempre mi poder sobre el mundo.

    2
    Al contemplar por vez primera la noche
    me pregunté: ¿será eterna?
    Quise indagar la razón del sol, la inconstante
    movilidad de la luna,
    la misteriosa armada de estrellas
    que navegan sin desplomarse.

    Enseguida pensé que Dios es dos:
    la luna y el sol, la tierra y el mar, el aire y el fuego,
    O es dos en uno:
    la lluvia / la planta, el relámpago / el trueno.

    ¿De dónde viene la lumbre del cielo?
    ¿La produce el estruendo? ¿O es la llama
    la que resuena al desgarrar el espacio?
    (como la grieta al muro antes de caer
    por los espasmos del planeta siempre en trance de hacerse).

    ¿Dios es el bien porque regala la lluvia?
    ¿Dios es el mal por ser la piedra que mata?
    ¿Dios es el agua que cuando falta aniquila
    y cuando crece nos arrastra y ahoga?

    A la parte de mí que me da miedo
    la llamaré Demonio.
    ¿O es el doble de Dios, su inmensa sombra?
    Porque sin el dolor y sin el mal
    no existirían el bien ni el placer,
    del mismo modo que para la luz
    son necesarias las tinieblas.

    Nunca jamás encontraré la respuesta.
    No tengo tiempo. Me perdí en el tiempo.
    Se acabó el que me dieron.

    3
    Ustedes, los que escudriñen nuestra basura
    y desentierren puntas
    de pedernal, collares de barro
    o lajas afiladas para crear muerte;
    figuras de mujeres en que intentamos
    celebrar el misterio del placer
    y la fertilidad que nos permite seguir aquí contra todo
    -enigma absoluto
    para nuestro cerebro si apenas está urdiendo el lenguaje-,
    lo llamarán mamut.
    Pero nosotros en cambio
    jamás decimos su nombre:
    tan venerado es por la horda que somos.

    El lobo nos enseñó a cazar en manada.
    Nos dividimos el trabajo, aprendimos:
    la carne se come, la sangre fresca se bebe,
    como fermento de uva.
    Con su piel nos cubrimos.
    Sus filosos colmillos se hacen lanzas
    para triunfar en la guerra.
    Con los huesos forjamos
    insignias que señalan nuestro alto rango.
    Así pues, hemos vencido al coloso.
    Escuchen cómo suena nuestro grito de triunfo.

    Qué lástima.
    Ya se acabaron los gigantes.
    Nunca habrá otro mamut sobre la tierra.

    4
    Mujer, no eres como yo
    pero me haces falta.

    Sin ti seria una cabeza sin tronco
    o un tronco sin cabeza. No un árbol
    sino una piedra rodante.

    Y como representas la mitad que no tengo
    y te envidio el poder de construir la vida en tu cuerpo,
    diré: nació de mí, fue un desprendimiento:
    debe quedar atada por un cordón umbilical invisible.

    Tu fuerza me da miedo.
    Debo someterte
    como a las fieras tan temidas de ayer .
    Hoy, gracias a mi crueldad y a mi astucia,
    labran los campos, me transportan, me cuidan,
    me dan su leche y hasta su piel y su carne.

    Si no aceptas el yugo,
    si queda aún como rescoldo una chispa
    de aquellos tiempos en que eras reina de todo,
    voy a situarte entre los demonios que he creado
    para definir como El Mal cuanto se interponga
    en mi camino hacia el poder absoluto.





    Soledad de la campana

    Soledad de la campana.

    Le dice adiós al tañido.
    Último son de su bronce,

    flecha ardiente en el silencio.
    Vaga en busca de los ecos

    ­pero nadie le contesta.







    Tarde o temprano

    Homenaje a Nezahualcoyotl *

    I
    No tenemos raíces en la tierra.
    No estaremos en ella para siempre:
    sólo un instante breve.

    También se quiebra el jade
    y rompe el oro
    y hasta el plumaje de quetzal se desgarra.

    No tendremos la vida para siempre:
    sólo un instante breve.

    II
    En el libro del mundo Dios escribe
    con flores a los hombres
    y con cantos
    les da luz y tinieblas.

    Después los va borrando:
    guerreros, príncipes,
    con tinta negra los revierte a la sombra

    No somos reyes:
    somos figuras en un libro de estampas.

    III
    Dios no fincó su hogar en parte alguna.
    Solo, en el fondo de su cielo hueco,
    está Dios inventando la palabra.

    ¿Alguien lo vio en la tierra?

    Aquí se hastía,
    no es amigo de nadie.

    Todos llegamos al lugar del misterio.

    IV
    De cuatro en cuatro nos iremos muriendo
    aquí sobre la tierra.

    Somos como pinturas que se borran,
    flores secas, plumajes apagados.

    Ahora entiendo este misterio, este enigma:
    el poder y la gloria no son nada:
    con el jade y el oro bajaremos
    al lugar de los muertos.

    De lo que ven mis ojos desde el trono
    no quedará ni el polvo en esta tierra.

    * A partir de las traducciones de Angel María Garibay
    y Miguel León Portilla.








    Un marine

    Quiso apagar incendios con el fuego.
    Murió en la selva de Vietnam
    y en vano.






    Un poeta novohispano

    Como se ahogaba en su país y era imposible
    decir una palabra sin riesgo
    Como su vida misma estaba en manos
    de una sospecha una delación un proceso
    el poeta
    llenó el idioma de una flora salvaje
    Proliferaron
    estalactitas de Bizancio en sus versos

    Acaso fue rebelde acaso comprendió
    la ignominia de lo que estaba viviendo
    El criollo resentido y cortés al acecho
    del momento en que se adueñaría de la patria ocupada
    por hombres como sus padres en consecuencia
    más ajenos más extranjeros más invasores todavía

    Acaso le dolió tener que escribir públicamente tan sólo
    panegíricos versos cortesanos
    Sus poemas verdaderos en los que está su voz
    los sonetos
    que alcanzan la maestría del nuevo arte
    a la sombra de Góngora es verdad
    pero con algo en ellos que no es enteramente español
    los sembró noche a noche en la ceniza

    Han pasado los siglos y alimentan
    una ciega sección de manuscritos




    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 9 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 9 Empty Re: POETAS LATINOAMERICANOS

    Mensaje por Maria Lua Jue 19 Sep 2024, 17:25

    Heberto Padilla


    Poeta cubano nacido en Puerta del Golpe, Pinar del Río, Cuba, en 1932.
    Es una de las figuras más relevantes de la poesía cubana contemporánea.
    Estudió Derecho y Filosofía en La Universidad de La Habana, brillando desde muy joven en el panorama
    intelectual de su país. Publicó su primer libro de poemas en 1948 bajo el título de "Las rasas audaces" y al triunfar
    la Revolución Cubana fue nombrado corresponsal de Prensa Latina en Nueva York. Más tarde, de regreso a Cuba,
    dirigió el periódico Revolución, fundó la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y fue director del Consejo Nacional
    de Cultura.
    Obtuvo el premio Casa de las Américas por su libro "El justo tiempo humano" y varios meses después viajó a Rusia
    como corresponsal de la prensa cubana y representante del Instituto Cultural.
    A su regreso, en 1964, se convirtió en centro de una larga polémica ideológica que terminó con su encarcelamiento
    en 1973, a raíz de la publicación de su libro "Provocaciones". No obstante, en 1966, le había sido otorgado por
    unanimidad el Premio Nacional de Poesía, y en 1968 el "Premio de Poesía Julián del Casal".
    El resto de su obra está contenida en los volúmenes "El hombre junto al mar" 1981 y "Un puente, una casa de piedra"
    en 1998.
    Gracias a la presión de importantes intelectuales y políticos internacionales, se le permitió salir del país en 1980,
    radicándose en Estados Unidos hasta su muerte, acaecida en septiembre del año 2000.


    Autorretrato del otro

    ¿Son estremecimientos, náuseas,
    efusiones,
    o más bien esas ganas
    a veces tiene el hombre de gritar?
    No lo sé. Vuelvo a escena.
    Camino hacia los reflectores
    como ayer,
    más veloz que una ardilla,
    con mi baba de niño
    y una banda tricolor en el pecho,
    protestón e irascible
    entre los colegiales.

    Es que por fin
    lograron encerrarme
    en el jardín barroco que tanto odié
    y este brillo de ópalo
    en los ojos
    me hace irreconocible.
    El gladiador enano ( de bronce)
    que he puesto encima de la mesa
    -un héroe cejijunto y habilísimo
    con su arma corta y blanca-
    y su perra enconada,
    son ahora mis únicos compinches.
    Pero cuando aparezca
    mi tropa de juglares
    limaremos las rejas
    y saldré.
    ¡Puertas son las que sobran!

    Bajo la luna plástica
    ¿me he vuelto un papagayo
    o un payaso de náilon
    que enreda y trueca las consignas?
    ¿O no es cierto?
    ¿Es una pesadilla
    que yo mismo pudiera destruir?
    ¿Abrir
    de repente los ojos
    y rodar por el sueño como un tonel
    y el mundo ya mezclado con mis fermentaciones?
    ¿O serán estas ganas
    que a veces tiene el hombre de gritar?
    Las Derechas me alaban
    (ya me difamarán).
    Las Izquierdas me han hecho célebre
    (¿ no han empezado a alimentar sus dudas?).

    Pero de todas formas
    advierto que vivo entre las calles.
    Voy sin gafas ahumadas.
    Y no llevo bombas de tiempo en los bolsillos
    ni una oreja peluda -de oso-.
    Ábranme paso ya
    sin saludarme, por favor.
    Sin hablarme.
    Échense a un lado si me ven.

    De "El hombre junto al mar" 1981







    Berta

    Estás contra mi pecho,
    y sé que todo el aire desordenado
    de mi vida
    rinde ante ti los brazos, mujer mía.

    Conmigo por tantas horas,
    tú restauras mi profunda alegría
    y la apuntalas a tu modo
    en el mundo.
    Y eres la fantasiosa que recorre
    el delicado juego
    de la encantada noche, mi poseída.

    De "El justo tiempo humano" 1962







    Día tras día

    Cada noche me libras
    de la corona turbia
    que amenaza las horas de mi felicidad
    y llegas en puntillas lentamente
    y me arrancas los ojos de humanista
    susceptibles al sueño
    de modo que la muerte no puede seducirme
    Definitivamente soy tu modelo azul
    temblando en cualquier agua en que tú me sumerjes
    La flor monumental para el salón de té
    de las embajadoras que ignoran nuestros nombres

    De "El hombre junto al mar" 1981







    El hombre junto al mar

    Hay un hombre tirado junto al mar
    Pero no pienses que voy a describirlo como a un
    ahogado
    Un pobre hombre que se muere en la orilla
    Aunque lo hayan arrastrado las olas
    Aunque no sea más que una frágil trama que respira
    Unos ojos
    Unas manos que buscan
    Certidumbres
    A tientas
    Aunque ya no le sirva de nada
    Gritar o quedar mudo
    Y la ola más débil
    Lo pueda destruir y hundir en su elemento
    Yo sé que él está vivo
    A todo lo ancho y largo de su cuerpo

    De "El hombre junto al mar" 1981







    En tiempos difíciles

    A aquel hombre le pidieron su tiempo
    para que lo juntara al tiempo de la Historia.
    Le pidieron las manos,
    porque para una época difícil
    nada hay mejor que un par de buenas manos.
    Le pidieron los ojos
    que alguna vez tuvieron lágrimas
    para que contemplara el lado claro
    (especialmente el lado claro de la vida)
    porque para el horror basta un ojo de asombro.
    Le pidieron sus labios
    resecos y cuarteados para afirmar,
    para erigir, con cada afirmación, un sueño
    (el-alto-sueño);
    le pidieron las piernas,
    duras y nudosas,
    (sus viejas piernas andariegas)
    porque en tiempos difíciles
    ¿algo hay mejor que un par de piernas
    para la construcción o la trinchera?
    Le pidieron el bosque que lo nutrió de niño,
    con su árbol obediente.
    Le pidieron el pecho, el corazón, los hombros.
    Le dijeron
    que eso era estrictamente necesario.
    Le explicaron después
    que toda esta donación resultaría inútil
    sin entregar la lengua,
    porque en tiempos difíciles
    nada es tan útil para atajar el odio o la mentira.
    Y finalmente le rogaron
    que, por favor, echase a andar,
    porque en tiempos difíciles esta es, sin duda, la prueba decisiva.

    De "Fuera del juego" 1968








    Entre marzo y abril está mi mes más cruel...

    Entre marzo y abril está mi mes más cruel
    Apretado a tus brazos
    ascua feliz
    el más tierno y salvaje
    te dije:
    éstos tienen que ser los brazos del amor
    Puse tus ojos y tus labios abiertos
    debajo de los míos
    y caímos cantando en el sofá
    fue la última vez en que pudimos amar
    sin sobresaltos.
    y en vez de libros
    flores
    y un hechizo calcáreo en la pared
    con manchas
    y la espuma de los muebles de mimbre
    orlando tu aureola
    abriendo abanicos de fuego
    lanzallamas
    y un cielo
    y una constelación que se agigantan
    muslos y vulvas inmortales
    y mi oído en tu vientre
    donde te late un nuevo corazón
    y en tu entraña
    ahora estás embarazada
    en la abertura exigua de cada poro
    el eterno deseo
    la única escritura digna de nuestros nombres
    y el retrato de Marx
    junto al de nuestros padres
    implorando
    que arranquemos del mundo la tristeza
    Nos alzamos
    nos vestimos
    le arrancamos al mundo la tristeza
    sonreímos
    te sentaste a mi lado
    me miraste
    y yo
    el escueto y lógico
    te grité
    fuego mío, bruñido por la vida
    laurel invulnerable
    tacto
    jadeo
    gozo
    Algo de eso te dije o te grité
    con el horror de que pudieran acabarse
    de pronto las palabras
    Y continuábamos desnudos
    cuerpos
    debajo de un pantalón
    de un vestido de lana
    todo temblor
    desnudos
    Nadie que no seas tú
    podría plegarse a la modulación urgente de mis días
    te dije
    en realidad quería susurrarte mis años
    pero eso te alegró
    y te dormiste
    protegida
    confiada
    los libros
    y la ropa
    por el suelo
    Cuando duermes parece que te ahogas o sufres
    Me das miedo
    Ése era yo
    tú describiéndome
    asustada con mi respiración
    De modo que esperé a que durmieras
    mucho rato
    para que nada pudiera despertarte
    nunca nada ni nadie
    animales del siglo
    enlazados desnudos
    y el mundo entre los dos
    ¿o una cara del mundo?
    ¿Pero cuál?
    Luego fueron zapatos burdos
    apresurados
    no en la yerba
    en el suelo
    en la penumbra
    en el amanecer
    yo vistiéndome adormilado
    oyendo
    no tu respiración
    sino la orden
    la más humana
    desvistiéndome luego en otro sitio
    audible de las voces
    vuelto a vestir
    con una tela del color de la tierra
    un efecto sencillo en una sinfonía
    Adelante camina
    la más humana
    de las voces
    Golpetazos
    aullidos
    Yo subiendo
    bajando escaleras
    del color de la tela
    Puertas
    abriéndose
    cerrándose
    entre marzo y abril
    un golpe de metal sobre metal
    una cara del mundo.
    ¿Pero cuál?
    Un mes oculto entre otros dos
    ¿el más cruel? ¿el más fiel?
    Y la pared garabateada a punta de cucharas
    nombres
    fechas
    despedidas
    pedazos de oraciones
    La litera es también color tierra como la tela
    El techo y la letrina son también muy oscuros
    del color de la tela.

    De "El hombre junto al mar" 1981







    Fuera del juego

    A Yannis Ritzos, en una cárcel de Grecia


    ¡Al poeta, despídanlo!
    Ese no tiene aquí nada que hacer.
    No entra en el juego.
    No se entusiasma.
    No pone en claro su mensaje.
    No repara siquiera en los milagros.
    Se pasa el día entero cavilando.
    Encuentra siempre algo que objetar.

    ¡A ese tipo, despídanlo!
    Echen a un lado al aguafiestas,
    a ese malhumorado
    del verano,
    con gafas negras
    bajo el sol que nace.
    Siempre
    le sedujeron las andanzas
    y las bellas catástrofes
    del tiempo sin Historia.
    Es
    incluso
    anticuado.
    Sólo le gusta el viejo Armstrong.

    Tararea, a lo sumo,
    una canción de Pete Seeger.
    Canta,
    entre dientes,
    La Guantanamera.
    Pero no hay
    quien lo haga abrir la boca,
    pero no hay
    quien lo haga sonreír
    cada vez que comienza el espectáculo
    y brincan
    los payasos por la escena;
    cuando las cacatúas
    confunden el amor con el terror
    y está crujiendo el escenario
    y truenan los metales
    y los cueros
    y todo el mundo salta,
    se inclina,
    retrocede,
    sonríe,
    abre la boca
    "pues sí,
    claro que sí,
    por supuesto que sí..."
    y bailan todos bien,
    bailan bonito,
    como les piden que sea el baile.
    ¡A ese tipo, despídanlo!
    Ese no tiene aquí nada que hacer.

    De "Fuera del juego" 1968



    La vida contigo

    Te levantas
    y el día se levanta contigo
    Se levanta todo lo que quedó
    lo que salvó la noche
    Y te mueves a tientas
    parece que te unieras al mundo con cautela
    como si hubiese que reaprenderlo todo
    Y sin embargo
    todo viene hacia ti
    soy yo el que forcejea
    el que pierde pie
    el que cae al fondo
    buscándote
    No sé si eres la misma
    que hace sólo un instante ha dormido conmigo
    o ésa que nunca duerme :
    muslos que fluyen
    ojos que se apresuran
    o aire tal vez
    la masa transparente
    la gran fiesta del pájaro

    De "El hombre junto al mar" 1981







    La voz

    No es la guitarra lo que alegra
    0 ahuyenta el miedo en la medianoche
    No es su bordón redondo y manso
    como el ojo de un buey
    No es la mano que roza o se aferra a las cuerdas
    buscando los sonidos
    sino la voz humana cuando canta
    y propaga los ensueños del hombre.

    De "El hombre junto al mar" 1981







    Llegada del otoño

    De un rumor
    creciente y voluptuoso
    se llenan para mí los días.
    Dispongo de este mundo
    exasperado
    para mi ocio más largo;
    de la noche más cruel,
    para el inevitable maleficio.

    ¡Llegadas
    del Otoño, mis asiduas,
    mis fieles!
    Cuando en la pedregosa mañana
    el mundo asume la delicia;
    salto, busco los viejos ritos
    en el viento; recurro
    a madres que me ignoran,
    llamo a sus criaturas
    temblorosas
    y hago lumbre en mi cuarto
    gritando a voz en cuello:
    ¡Ancianos,
    para mis ojos es esta flor
    remota,
    solamente para ellos!

    De "El justo tiempo humano" 1962







    Los viejos poetas, los viejos maestros realmente...

    Los viejos poetas, los viejos maestros realmente
    duchos en el terror de nuestra época, se han puesto
    todos a morir.
    Yo sobrevivo, lo que pudiera calificarse de milagro,
    entre los jóvenes.
    Examino los documentos:
    los mapas, la escalada, las rampas de lanzamiento,
    las sombrillas nucleares, la Ley del valor,
    la sucia guerra de Viet Nam.
    Yo asisto a los congresos del tercer mundo y firmo
    manifiestos y mi mesa está llena de cartas y
    telegramas y periódicos;
    pero mi secreta y casi desesperante obsesión
    es encontrar a un hombre,
    a un niño,
    a una mujer
    capaces de afrontar este siglo
    con la cabeza a salvo, con un juego sin riesgos
    o un parto, por lo menos, sin dolor.

    De "El justo tiempo humano" 1962







    Madrigal

    El sol ha cedido en la sombra
    el mar encrespa de repente sus olas
    Menea los manglares
    donde flotan cientos de garzas
    largas como preocupaciones
    Y tú sales del mar
    llenas
    todo el centro del mundo
    igual que el mediodía
    Centelleas
    contra el toldo del bar
    donde leo el periódico
    intranquilo
    donde bebo
    donde busco la orilla
    de este siglo
    de estos tiempos de lucha
    de hermosura
    y de escarnio

    De "El hombre junto al mar" 1981















    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 9 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Vie 20 Sep 2024, 18:33

    ESDRAS PARRA


    Poeta, ensayista, narradora y traductora venezolana nacida en Santa Cruz de Mora, Mérida en 1939.
    El ambiente rígido bajo el cual transcurrió su infancia, lo obligó a radicarse en Londres desde los diecisiete años, gracias
    a una beca obtenida en los años de escolaridad. Dueño de un carácter singular y una gran capacidad decisoria, se sometió
    al cambio de sexo, adoptando desde entonces una posición imperturbable y serena que la mantuvo alejada de cualquier
    situación que pudiese alterar su forma de vida.
    Radicada de nuevo en Caracas, desarrolló una importante carrera literaria como ensayista y editora. Fue fundadora y directora
    de la revista Imagen, publicó varias obras de narrativa bajo los títulos "El insurgente" en 1967, "Por el norte el mar de las Antillas" en 1968 y "Juego limpio" en el mismo año. A partir de la década del noventa incursionó en la poesía con los siguientes volúmenes: "Suelo secreto", premio de la II Bienal de Mérida en 1993; "Antigüedad del frío" en 2001 y "Aún no" en 2004.
    Falleció en noviembre de 2004, víctima de un cáncer.




    Al fin y al cabo sólo existe esta sombra harapienta...

    Aquí no espero nada y es como si dijera...

    Bajo qué zumbido rueda la noche...

    Cada dificultad me condiciona...

    Cómo encontrar de nuevo esas huellas...

    Cómo imaginar estas rocas, estas piedras...

    En esta tierra que llena mis oídos...

    Escribir sobre el silencio...

    He tenido razón en todos mis desordenes...

    Por ese rostro mío tuyo...

    Qué violencia la de estas humaredas...

    Si el viento sopla más fuerte dentro de mi cabeza...

    Si me apoyo en el desvelo, vuelvo al mayor asombro...

    Sobre qué muros apoyaré mi cabeza...

    Tú...

    Veo en mis sueños cómo el cuchillo corta el polvo...

    Voy por el camino hacia la ciudad de las grandes migraciones, acosada, inmóvil, maníaca...

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    Al fin y al cabo sólo existe esta sombra harapienta...

    Al fin y al cabo sólo existe esta sombra harapienta
    a donde me han condenado
    sin dolor y sin queja
    donde golpeo mi leña y trituro mi pan
    y recojo mis huesos dispersos
    allí allí
    de donde vuelvo con mi pedazo de muro.







    Aquí no espero nada y es como si dijera...

    Aquí no espero nada y es como si dijera
    todo
    doy un paso sobre esta ceniza
    para justificarme, para extender
    mi oscuro rumor dentro de mi sangre
    y llevar la tierra hacia ningún lugar
    con el tiempo intacto y apretado
    a mi alrededor
    y esta clave, la claridad que encierra
    mi caparazón
    hecha del mismo hueso.







    Bajo qué zumbido rueda la noche...

    ¿Bajo qué zumbido rueda la noche?
    en
    ese despertar que sigue golpeando los ojos
    en la tierna madurez del durazno, en la
    muralla negra de la página en blanco
    en pleno cielo ciego
    la noche es una tregua del día
    destinada a morir
    un acontecimiento perdido por la historia
    una melodía resonante que hierve despacio
    que mueve los labios para hablar
    de los oscuros surcos del escarabajo.







    Cada dificultad me condiciona...

    Cada dificultad me condiciona
    pero cómo evitarlo
    cómo cerrar los ojos
    y que no me importe morir
    que el abismo pregunte por mí
    y en cada puerto donde toque tierra
    y sé que nada me pertenece
    comience mi historia
    y que ésta sea un regreso al polvo
    a través de hilos oscuros.








    Cómo encontrar de nuevo esas huellas...

    Cómo encontrar de nuevo esas huellas
    que me llevaron hacia la resaca
    retazos de adornos de los que ya no
    puedo desprenderme
    signos de otros huesos enterrados en la sal
    pero el orgullo se inclina siempre
    hacia la izquierda y el fracaso se doblega
    ante la dureza de su pulpa

    ¿tendré que hablar de la intensidad
    de un nuevo sol para demostrar que
    el abismo se acuesta boca arriba?







    Cómo imaginar estas rocas, estas piedras...

    Cómo imaginar estas rocas, estas piedras
    que llevo sobre mis hombros
    desde donde el miedo desciende
    y rompe mis costillas
    cómo crucificar este día miserable
    delgado y con mucha hambre
    cuando mi sangre baja hasta los sumideros
    y crece el ansia
    en mitad de la fatiga.







    En esta tierra que llena mis oídos...

    En esta tierra que llena mis oídos
    donde un pájaro canta
    en medio de la luz que florece bajo la brusca nieve
    o en el polvo sin origen
    veo el pensamiento que se forma en el agua
    la huella del oro impresa en el viento
    el tiempo que nunca tiene razón
    y jamás me revela lo que hace
    y derriba mis defensas.







    Escribir sobre el silencio...

    Escribir sobre el silencio o sobre
    sus trozos de vacío, pero volver a
    la palabra o hacia su desaparición

    volver a la claridad, a la duda,
    a una vida sencilla
    o a la ardua madurez del hierro

    fuera de aquí, anclar en el asombro
    esa inocencia del mutismo.







    ¿He tenido razón en todos mis desordenes?

    ¿He tenido razón en todos mis desórdenes?
    no sabría salir del desconcierto
    me ato al corcel que arrastra lo imposible
    mientras su barca evade las palmeras y los caminos
    de cangrejos

    soy el animal lanzado a la aurora
    bajo un cielo que arde en purísimas llamas
    esas ánforas ya no contienen mi sangre
    ese techo sólo corona mi inocencia
    y
    limpia
    mi carrocería marcha sobre ruedas
    sobre las flores y las fantasías de este mundo.







    Por ese rostro mío tuyo...

    a S.

    Por ese rostro mío tuyo
    que has olvidado
    por ese recuerdo me llamas
    y ya no es tu boca sino otra boca
    y no son tus labios sino el viento
    y tocas fondo hasta llegar
    al gran problema
    aquí bajo este cielo
    sin herencia sin alma
    aquí sobre esta tierra
    sin sueños sin nieve.







    Qué violencia la de estas humaredas...

    Qué violencia la de estas humaredas
    avanzan apretadas
    apagadas
    descalzas

    hay que olvidar la perspectiva del deseo inflamado
    la permanencia de la llama compacta
    son las herramientas de un recuerdo destruido
    empujado hacia el polvo áspero
    empujado por el amor al incendio
    para complacer a las cenizas
    si ese postigo no regresa
    así ese calor nos expulsa de la madrugada.







    Si el viento sopla más fuerte dentro de mi cabeza...

    Si el viento sopla más fuerte dentro de mi cabeza
    si mi canto emana del torrente de las piedras
    si los puños me atan las manos
    y ya no puedo reconocer el fuego que cae del cielo
    si alimento mi espinazo con carbones
    y lo empujo en una sola dirección
    si dejo que mis pies pisoteen su sombra
    y el polvo llore a lágrima viva
    ay si el silencio calla y la noche abre
    una herida oscura en mi costado

    dedos os he visto soñar.







    Si me apoyo en el desvelo, vuelvo al mayor asombro...

    Si me apoyo en el desvelo, vuelvo al mayor asombro
    viajo con los pájaros en mi agonía
    y dispongo mis defensas en el alud o en los meses febriles
    no estoy de paso y no sé vacilar, aunque escucho
    bajo mis pies, como un aire subterráneo
    el rumor de mi inocencia

    soy la transeúnte sin escolta que prolonga el camino.







    Sobre qué muros apoyaré mi cabeza...

    ¿Sobre qué muros apoyaré mi cabeza?
    Mi memoria no retiene aún la imagen de esa
    casa cerrada prestada al abismo
    un botín arrancado a mi ilusión
    ahora me apodero de su gracia
    mis brazos no tienen fin

    ¿qué significa para mí el silencio, la apretada mordaza?

    lo imprevisible no es presa fácil
    enfrento, como siempre, una nueva máscara.







    Tú...


    que jamás te sacias
    ni sabes quién eres
    ni existes para la certidumbre
    que puedes ser muchos
    soñando que estás en lo cierto
    o pensando que debes
    conquistar esa nada.







    Veo en mis sueños cómo el cuchillo corta el polvo...

    Veo en mis sueños cómo el cuchillo corta el polvo
    o entra despacio en mi corazón
    hay ocasiones en que el mundo pierde sus encantos
    entonces tomo el camino que me ha sido vedado
    y doy albergue a sus más oscuros secretos.

    recibe este cuerpo como si fuera nieve.







    Voy por el camino hacia la ciudad de las grandes migraciones, acosada, inmóvil, maníaca...

    Voy por el camino hacia la ciudad de las grandes migraciones, acosada, inmóvil, maníaca.
    Qué se puede esperar de esta efervescencia de granito,
    con calles por donde se desliza la brusquedad de las estaciones y de los cielos inmensos.
    Ha sido construida a fuerza de imaginación sobre la página en blanco. Oh ciudad,
    qué secreto te aguarda, qué tesoro te alimenta como una llama bajo la chimenea.
    De algún modo, el sol forma parte de tu albañilería y prolonga tu desgaste.




    http://amediavoz.com/parraEsdras.htm


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    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
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    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Sáb 21 Sep 2024, 18:51

    Nicomedes Santa Cruz ( Perú )



    Nicomedes Santa Cruz fue un poeta oriundo de Perú, nacido en Lima el 4 de junio del año 1925 y fallecido en Madrid el 5 de febrero de 1992. Provenía de una familia numerosa de bajos recursos; en cuanto completó sus estudios básicos, comenzó una vida laboral que lo alejó del mundo académico por un tiempo. Sin embargo, más tarde emprendió un viaje por su país para difundir sus obras. Se destacó por haber sido autor de un gran número de décimas, composiciones de diez versos octosílabos con una serie muy específica de reglas con respecto a la rima.
    Junto con una de sus hermanas, llevó a cabo un movimiento de reivindicación del legado folclórico de raíces afroperuanas, a través de obras de teatro, participaciones en estaciones de radio y la prensa escrita. Por otro lado, se formó como periodista, y colaboró con diversos medios de comunicación, incluyendo el televisivo. Cabe mencionar que su labor por promover la cultura de su tierra no acabó en las fronteras de Perú, ya que viajó por muchas partes del mundo con este mismo propósito; entre los países que visitó se encuentran Japón, Brasil y España. Entre sus poemarios destacan "Ritmos negros del Perú" y "Cómo has cambiado, pelona".




    ************************

    AMÉRICA LATINA



    Mi cuate
    Mi socio
    Mi hermano

    Aparcero
    Camarado
    Compañero

    Mi pata
    M´hijito
    Paisano...

    He aquí mis vecinos.
    He aquí mis hermanos.

    Las mismas caras latinoamericanas
    de cualquier punto de America Latina:

    Indoblanquinegros
    Blanquinegrindios
    Y negrindoblancos

    Rubias bembonas
    Indios barbudos
    Y negros lacios

    Todos se quejan:
    -¡Ah, si en mi país
    no hubiese tanta política...!
    -¡Ah, si en mi país
    no hubiera gente paleolítica...!
    -¡Ah, si en mi país
    no hubiese militarismo,
    ni oligarquía
    ni chauvinismo
    ni burocracia
    ni hipocresía
    ni clerecía
    ni antropofagia...
    -¡Ah, si en mi país...

    Alguien pregunta de dónde soy
    (Yo no respondo lo siguiente):

    Nací cerca del Cuzco
    admiro a Puebla
    me inspira el ron de las Antillas
    canto con voz argentina
    creo en Santa Rosa de Lima
    y en los orishás de Bahía.

    Yo no coloreé mi Continente
    ni pinté verde a Brasil
    amarillo Perú
    roja Bolivia.

    Yo no tracé líneas territoriales
    separando al hermano del hermano.

    Poso la frente sobre Río Grande
    me afirmo pétreo sobre el Cabo de Hornos
    hundo mi brazo izquierdo en el Pacífico
    y sumerjo mi diestra en el Atlántico.

    Por las costas de oriente y occidente
    doscientas millas entro a cada Océano
    sumerjo mano y mano
    y así me aferro a nuestro Continente
    en un abrazo Latinoamericano.




    ************************


    EL CAFÉ




    A Hugo Guerrero Marthineitz.

    Tengo tu mismo color
    Y tu misma procedencia.
    Somos aroma y esencia
    Y amargo es nuestro sabor.
    Tú viajaste a Nueva York
    Con visa en Bab-el-Mandeb,
    Yo mi Trópico crucé
    De Abisinia a las Antillas.
    Soy como ustedes semillas.
    Son un grano de café.

    En los tiempos coloniales
    Tú me viste en la espesura
    Con mi liana a la cintura
    Y mis abóreos timbales.
    Compañero de mis males,
    Yo mismo te trasplanté.
    Surgiste y yo progresé:
    En los mejores hoteles
    Te dijeron ¡qué bien hueles!
    Y yo asentí ¡uí, mesié!.

    Tú: de porcelana fina,
    Cigarro puro y cognac.
    Yo de smoking, yo de frac,
    Yo recibiendo propina.
    Tú a la Bolsa, yo a la ruina;
    Tú subiste, yo bajé...
    En los muelles te encontré,
    Vi que te echaban al mar
    Y ni lo pude evitar
    Ni a las aguas me arrojé.

    Y conocimos al Peón
    Con su café carretero,
    Y hablando con el Obrero
    Recorrimos la nación.
    Se habló de revolución
    Entre sorbos de café:
    Cogí el machete... dudé,
    ¡Tú me infundiste valor
    Y a sangre y fuego y sudor
    Mi libertad conquisté...!

    Después vimos al Poeta:
    Lejano, meditabundo,
    Queriendo arreglar el mundo
    Con una sola cuarteta.
    Yo, convertido en peseta,
    Hasta sus plantas rodé:
    ¡Qué ojos los que iluminé,
    Que trilogía formamos
    Los pobres que limosneamos
    El Poeta y su café...!

    Tengo tu mismo color
    Y tu misma procedencia,
    Somos aroma y esencia
    Y amargo es nuestro sabor...
    ¡Vamos hermanos, valor,
    El café nos pide fe;
    Y Changó y Ochún y Agué
    Piden un grito que vibre
    Por nuestra América Libre,
    Libre como su café!






    ********************


    VOZ



    ¿Quién es aquel pajarillo
    que canta sobre el limón?
    Anda y dile que no cante,
    Que me duele el corazón...

    (Folklore)

    Surge mi voz, y el invierno
    se convierte en primavera:
    florece la enredadera
    y brota el narciso tierno.
    Baja mi voz al averno
    y el fuego se torna frío.
    Al Dios del Cielo le envío
    unas décimas de amor
    y dice Nuestro Señor:
    -¿Quién es aquel pajarillo...?

    Ilumina el horizonte
    el fuego de mi palabra
    y piensa el pastor de cabras
    que se está incendiando el monte:
    Trunca su vuelo el sisonte,
    quiebra su nota el gorrión;
    enardecido el halcón
    grazna con ruido agorero
    y queda mudo el jilguero
    que canta sobre el limón.

    Luego, mi canto sonoro
    bajo la tierra se interna
    perforando una caverna
    que termina en un tesoro:
    Queda descubierto el oro,
    el platino y el diamante.
    Ruge Júpiter tonante,
    luchan Neptuno y Eolo
    y Orfeo le dice a Apolo:
    -¡Anda y dile que no cante...!

    Entonces calla mi voz
    y hay un silencio profundo
    como si no hubiera mundo
    o ya no existiera Dios.
    Nadie cosecha el arroz,
    nadie apaña el algodón.
    Y tirado en un rincón
    cuando termina mi canto,
    derramo tan triste canto
    que me duele el corazón...





    https://www.poemas-del-alma.com/nicomedes-santa-cruz.htm





    _________________



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    Mensaje por Maria Lua Lun 23 Sep 2024, 18:23

    Octavio Paz


    Poeta y ensayista mexicano nacido en Mixcoac, Ciudad de México en 1914.
    Es un poeta de todas las horas. Prevalece en sus poemas la madurez del día, madurez gozosa que se identifica
    con el encuentro y el abrazo nupcial de la pareja. Paz, es el poeta de las nupcias: en sus textos líricos copulan
    el cielo y la tierra, el hombre y la mujer, los animales, los astros, las plantas, las palabras, y copulan alegre y
    satisfactoriamente. A través del amor y el erotismo, Paz descubre y puebla un mundo en el que el hombre
    y la mujer luchan, se despedazan y surgen nuevamente de sus cenizas.
    En 1990 obtuvo el Premio Nobel de Literatura como reconocimiento por su obra.
    Entre sus libros más destacados, se encuentran «El Laberinto de la Soledad», «El Arco y la Lira»,
    «Águila o Sol» y «Libertad bajo Palabra».
    Falleció en 1998. ©



    ******************


    A través

    Doblo la página del día,
    escribo lo que me dicta
    el movimiento de tus pestañas.

    *

    Mis manos
    abren las cortinas de tu ser
    te visten con otra desnudez
    descubren los cuerpos de tu cuerpo
    Mis manos
    inventan otro cuerpo a tu cuerpo.

    *

    Entro en ti,
    veracidad de la tiniebla.
    Quiero las evidencias de lo oscuro,
    beber el vino negro:
    toma mis ojos y reviéntalos.

    *

    Una gota de noche
    sobre la punta de tus senos:
    enigmas del clavel.

    *

    Al cerrar los ojos
    los abro dentro de tus ojos.

    *

    En su lecho granate
    siempre está despierta
    y húmeda tu lengua.

    *

    Hay fuentes
    en el jardín de tus arterias.

    *

    Con una máscara de sangre
    atravieso tu pensamiento en blanco:
    desmemoria me guía
    hacia el reverso de la vida.










    Aquí

    Mis pasos en esta calle
    resuenan
    en otra calle
    donde
    oigo mis pasos
    pasar en esta calle
    donde

    Sólo es real la niebla










    Bajo tu clara sombra

    Un cuerpo, un cuerpo solo, un sólo cuerpo
    un cuerpo como día derramado
    y noche devorada;
    la luz de unos cabellos
    que no apaciguan nunca
    la sombra de mi tacto;
    una garganta, un vientre que amanece
    como el mar que se enciende
    cuando toca la frente de la aurora;
    unos tobillos, puentes del verano;
    unos muslos nocturnos que se hunden
    en la música verde de la tarde;
    un pecho que se alza
    y arrasa las espumas;
    un cuello, sólo un cuello,
    unas manos tan sólo,
    unas palabras lentas que descienden
    como arena caída en otra arena....

    Esto que se me escapa,
    agua y delicia obscura,
    mar naciendo o muriendo;
    estos labios y dientes,
    estos ojos hambrientos,
    me desnudan de mí
    y su furiosa gracia me levanta
    hasta los quietos cielos
    donde vibra el instante;
    la cima de los besos,
    la plenitud del mundo y de sus formas.









    Cuerpo a la vista

    Y las sombras se abrieron otra vez
    y mostraron su cuerpo:
    tu pelo, otoño espeso, caída de agua solar,
    tu boca y la blanca disciplina
    de tus dientes caníbales,
    prisioneros en llamas,
    tu piel de pan apenas dorado
    y tus ojos de azúcar quemada,
    sitios en donde el tiempo no transcurre,
    valles que sólo mis labios conocen,
    desfiladero de la una que asciende
    a tu garganta entre tus senos,
    cascada petrificada de la nuca,
    alta meseta de tu vientre,
    playa sin fin de tu costado.

    Tus ojos son los ojos fijos del tigre
    y un minutos después
    son los ojos húmedos del perro.
    Siempre hay abejas en tu pelo.
    Tu espalda fluye tranquila bajo mis ojos
    como las espalda del río a la luz del incendio.

    Aguas dormidas golpean día y noche
    tu cintura de arcilla
    y en tus costas,
    inmensas como los arenales de la luna,
    el viento sopla por mi boca
    y un largo quejido cubre con sus dos alas grises
    la noche de los cuerpos,
    como la sombra del águila la soledad del páramo.

    Las uñas de los dedos de tus pies
    están hechas del cristal del verano.
    Entre tus piernas hay un pozo de agua dormida,
    bahía donde el mar de noche se aquieta,
    negro caballo de espuma,
    cueva al pie de la montaña que esconde un tesoro,
    boca de horno donde se hacen las hostias,
    sonrientes labios entreabiertos y atroces,
    nupcias de la luz y la sombra,
    de lo visible y lo invisible
    (allí espera la carne su resurrección
    y el día de la vida perdurable)

    Patria de sangre,
    única tierra que conozco y me conoce,
    única patria en la que creo,
    única puerta al infinito.










    Decir, hacer

    A Roman Jakobson

    Entre lo que veo y digo,
    Entre lo que digo y callo,
    Entre lo que callo y sueño,
    Entre lo que sueño y olvido
    La poesía.
    Se desliza entre el sí y el no:
    dice
    lo que callo,
    calla
    lo que digo,
    sueña
    lo que olvido.
    No es un decir:
    es un hacer.
    Es un hacer
    que es un decir.
    La poesía
    se dice y se oye:
    es real.
    Y apenas digo
    es real,
    se disipa.
    ¿Así es más real?
    Idea palpable,
    palabra
    impalpable:
    la poesía
    va y viene
    entre lo que es
    y lo que no es.
    Teje reflejos
    y los desteje.
    La poesía
    siembra ojos en las páginas
    siembra palabras en los ojos.
    Los ojos hablan
    las palabras miran,
    las miradas piensan.
    Oír
    los pensamientos,
    ver
    lo que decimos
    tocar
    el cuerpo
    de la idea.
    Los ojos
    se cierran
    Las palabras se abren.









    Destino de poeta

    ¿Palabras? Sí, de aire,
    y en el aire perdidas.
    Déjame que me pierda entre palabras,
    déjame ser el aire en unos labios,
    un soplo vagabundo sin contornos
    que el aire desvanece.

    También la luz en sí misma se pierde.









    Elegía interrumpida

    Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
    Al primer muerto nunca lo olvidamos,
    aunque muera de rayo, tan aprisa
    que no alcance la cama ni los óleos.
    Oigo el bastón que duda en un peldaño,
    el cuerpo que se afianza en un suspiro,
    la puerta que se abre, el muerto que entra.
    De una puerta a morir hay poco espacio
    y apenas queda tiempo de sentarse,
    alzar la cara, ver la hora
    y enterarse: las ocho y cuarto.
    Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
    La que murió noche tras noche
    y era una larga despedida,
    un tren que nunca parte, su agonía.
    Codicia de la boca
    al hilo de un suspiro suspendida,
    ojos que no se cierran y hacen señas
    y vagan de la lámpara a mis ojos,
    fija mirada que se abraza a otra,
    ajena, que se asfixia en el abrazo
    y al fin se escapa y ve desde la orilla
    cómo se hunde y pierde cuerpo el alma
    y no encuentra unos ojos a que asirse...
    ¿Y me invitó a morir esa mirada?
    Quizá morimos sólo porque nadie
    quiere morirse con nosotros, nadie
    quiere mirarnos a los ojos.
    Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
    Al que se fue por unas horas
    y nadie sabe en qué silencio entró.
    De sobremesa, cada noche,
    la pausa sin color que da al vacío
    o la frase sin fin que cuelga a medias
    del hilo de la araña del silencio
    abren un corredor para el que vuelve:
    suenan sus pasos, sube, se detiene...
    Y alguien entre nosotros se levanta
    y cierra bien la puerta.
    Pero él, allá del otro lado, insiste.
    Acecha en cada hueco, en los repliegues,
    vaga entre los bostezos, las afueras.
    Aunque cerremos puertas, él insiste.
    Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
    Rostros perdidos en mi frente, rostros
    sin ojos, ojos fijos, vaciados,
    ¿busco en ellos acaso mi secreto,
    el dios de sangre que mi sangre mueve,
    el dios de yelo, el dios que me devora?
    Su silencio es espejo de mi vida,
    en mi vida su muerte se prolonga:
    soy el error final de sus errores.
    Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
    El pensamiento disipado, el acto
    disipado, los nombres esparcidos
    (lagunas, zonas nulas, hoyos
    que escarba terca la memoria),
    la dispersión de los encuentros,
    el yo, su guiño abstracto, compartido
    siempre por otro (el mismo) yo, las iras,
    el deseo y sus máscaras, la víbora
    enterrada, las lentas erosiones,
    la espera, el miedo, el acto
    y su reverso: en mí se obstinan,
    piden comer el pan, la fruta, el cuerpo,
    beber el agua que les fue negada.
    Pero no hay agua ya, todo está seco,
    no sabe el pan, la fruta amarga,
    amor domesticado, masticado,
    en jaulas de barrotes invisibles
    mono onanista y perra amaestrada,
    lo que devoras te devora,
    tu víctima también es tu verdugo.
    Montón de días muertos, arrugados
    periódicos, y noches descorchadas
    y amaneceres, corbata, nudo corredizo:
    -saluda al sol, araña, no seas rencorosa...-
    Es un desierto circular el mundo,
    el cielo está cerrado y el infierno vacío










    La calle

    Es una calle larga y silenciosa.
    Ando en tinieblas y tropiezo y caigo
    y me levanto y piso con pies ciegos
    las piedras mudas y las hojas secas
    y alguien detrás de mí también las pisa:
    si me detengo, se detiene;
    si corro, corre. Vuelvo el rostro: nadie.
    Todo está oscuro y sin salida,
    y doy vueltas en esquinas
    que dan siempre a la calle
    donde nadie me espera ni me sigue,
    donde yo sigo a un hombre que tropieza
    y se levanta y dice al verme: nadie.









    La poesía

    A Luis Cernuda

    Llegas, silenciosa, secreta,
    y despiertas los furores, los goces,
    y esta angustia
    que enciende lo que toca
    y engendra en cada cosa
    una avidez sombría.

    El mundo cede y se desploma
    como metal al fuego.
    Entre mis ruinas me levanto,
    solo, desnudo, despojado,
    sobre la roca inmensa del silencio,
    como un solitario combatiente
    contra invisibles huestes.

    Verdad abrasadora,
    ¿A qué me empujas?
    No quiero tu verdad,
    tu insensata pregunta.
    ¿A qué esta lucha estéril?
    No es el hombre criatura capaz de contenerte,
    avidez que sólo en la sed se sacia,
    llama que todos los labios consume,
    espíritu que no vive en ninguna forma
    mas hace arder todas las formas.

    Subes desde lo más hondo de mí,
    desde el centro innombrable de mi ser,
    ejército, marea.
    Creces, tu sed me ahoga,
    expulsando, tiránica,
    aquello que no cede
    a tu espada frenética.
    Ya sólo tú me habitas,
    tú, sin nombre, furiosa substancia,
    avidez subterránea, delirante.

    Golpean mi pecho tus fantasmas,
    despiertas a mi tacto,
    hielas mi frente,
    abres mis ojos.

    Percibo el mundo y te toco,
    substancia intocable,
    unidad de mi alma y de mi cuerpo,
    y contemplo el combate que combato
    y mis bodas de tierra.

    Nublan mis ojos imágenes opuestas,
    y a las mismas imágenes
    otras, más profundas, las niegan,
    ardiente balbuceo,
    aguas que anega un agua más oculta y densa.
    En su húmeda tiniebla vida y muerte,
    quietud y movimiento, son lo mismo.

    Insiste, vencedora,
    porque tan sólo existo porque existes,
    y mi boca y mi lengua se formaron
    para decir tan sólo tu existencia
    y tus secretas sílabas, palabra
    impalpable y despótica,
    substancia de mi alma.

    Eres tan sólo un sueño,
    pero en ti sueña el mundo
    y su mudez habla con tus palabras.
    Rozo al tocar tu pecho
    la eléctrica frontera de la vida,
    la tiniebla de sangre
    donde pacta la boca cruel y enamorada,
    ávida aún de destruir lo que ama
    y revivir lo que destruye,
    con el mundo, impasible
    y siempre idéntico a sí mismo,
    porque no se detiene en ninguna forma
    ni se demora sobre lo que engendra.

    Llévame, solitaria,
    llévame entre los sueños,
    llévame, madre mía,
    despiértame del todo,
    hazme soñar tu sueño,
    unta mis ojos con aceite,
    para que al conocerte me conozca.








    Las palabras

    Dales la vuelta,
    cógelas del rabo (chillen, putas),
    azótalas,
    dales azúcar en la boca a las rejegas,
    ínflalas, globos, pínchalas,
    sórbeles sangre y tuétanos,
    sécalas,
    cápalas,
    písalas, gallo galante,
    tuérceles el gaznate, cocinero,
    desplúmalas,
    destrípalas, toro,
    buey, arrástralas,
    hazlas, poeta,
    haz que se traguen todas sus palabras.









    Libertad bajo palabra

    Viento
    Cantan las hojas,
    bailan las peras en el peral;
    gira la rosa,
    rosa del viento, no del rosal.
    Nubes y nubes
    flotan dormidas, algas del aire;
    todo el espacio
    gira con ellas, fuerza de nadie.

    Todo es espacio;
    vibra la vara de la amapola
    y una desnuda
    vuela en el viento lomo de ola.

    Nada soy yo,
    cuerpo que flota, luz, oleaje;
    todo es del viento
    y el viento es aire
    siempre de viaje...









    Noche de verano

    Pulsas, palpas el cuerpo de la noche,
    verano que te bañas en los ríos,
    soplo en el que se ahogan las estrellas,
    aliento de una boca,
    de unos labios de tierra.

    Tierra de labios, boca
    donde un infierno agónico jadea,
    labios en donde el cielo llueve
    y el agua canta y nacen paraísos.

    Se incendia el árbol de la noche
    y sus astillas son estrellas,
    son pupilas, son pájaros.
    Fluyen ríos sonámbulos.
    Lenguas de sal incandescente
    contra una playa oscura.

    Todo respira, vive, fluye:
    la luz en su temblor,
    el ojo en el espacio,
    el corazón en su latido,
    la noche en su infinito.

    Un nacimiento oscuro, sin orillas,
    nace en la noche de verano,
    en tu pupila nace todo el cielo.










    Olvido

    Cierra los ojos y a oscuras piérdete
    bajo el follaje rojo de tus párpados.
    Húndete en esas espirales
    del sonido que zumba y cae
    y suena allí, remoto,
    hacia el sitio del tímpano,
    como una catarata ensordecida.

    Hunde tu ser a oscuras,
    anégate la piel,
    y más, en tus entrañas;
    que te deslumbre y ciegue
    el hueso, lívida centella,
    y entre simas y golfos de tiniebla
    abra su azul penacho al fuego fatuo.

    En esa sombra líquida del sueño
    moja tu desnudez;
    abandona tu forma, espuma
    que no sabe quien dejó en la orilla;
    piérdete en ti, infinita,
    en tu infinito ser,
    ser que se pierde en otro mar:
    olvídate y olvídame.

    En ese olvido sin edad ni fondo,
    labios, besos, amor, todo renace:
    las estrellas son hijas de la noche.











    Piedra de sol

    La treizième revient...c'est encor la première;
    et c'est toujours la seule-ou c'est le seul moment;
    car es-tu reine, ô toi, la première ou dernière?
    es-tu roi, toi le seul ou le dernier amant?
    Gérard de Nerval (Arthémis)

    un sauce de cristal, un chopo de agua,
    un alto surtidor que el viento arquea,
    un árbol bien plantado mas danzante,
    un caminar de río que se curva,
    avanza, retrocede, da un rodeo
    y llega siempre:
    un caminar tranquilo
    de estrella o primavera sin premura,
    agua que con los párpados cerrados
    mana toda la noche profecías,
    unánime presencia en oleaje,
    ola tras ola hasta cubrirlo todo,
    verde soberanía sin ocaso
    como el deslumbramiento de las alas
    cuando se abren en mitad del cielo,

    un caminar entre las espesuras
    de los días futuros y el aciago
    fulgor de la desdicha como un ave
    petrificando el bosque con su canto
    y las felicidades inminentes
    entre las ramas que se desvanecen,
    horas de luz que pican ya los pájaros,
    presagios que se escapan de la mano,

    una presencia como un canto súbito,
    como el viento cantando en el incendio,
    una mirada que sostiene en vilo
    al mundo con sus mares y sus montes,
    cuerpo de luz filtrado por un ágata,
    piernas de luz, vientre de luz, bahías,
    roca solar, cuerpo color de nube,
    color de día rápido que salta,
    la hora centellea y tiene cuerpo,
    el mundo ya es visible por tu cuerpo,
    es transparente por tu transparencia,

    voy entre galerías de sonidos,
    fluyo entre las presencias resonantes,
    voy por las transparencias como un ciego,
    un reflejo me borra, nazco en otro,
    oh bosque de pilares encantados,
    bajo los arcos de la luz penetro
    los corredores de un otoño diáfano,

    voy por tu cuerpo como por el mundo,
    tu vientre es una plaza soleada,
    tus pechos dos iglesias donde oficia
    la sangre sus misterios paralelos,
    mis miradas te cubren como yedra,
    eres una ciudad que el mar asedia,
    una muralla que la luz divide
    en dos mitades de color durazno,
    un paraje de sal, rocas y pájaros
    bajo la ley del mediodía absorto,

    vestida del color de mis deseos
    como mi pensamiento vas desnuda,
    voy por tus ojos como por el agua,
    los tigres beben sueño de esos ojos,
    el colibrí se quema en esas llamas,
    voy por tu frente como por la luna,
    como la nube por tu pensamiento,
    voy por tu vientre como por tus sueños,

    tu falda de maíz ondula y canta,
    tu falda de cristal, tu falda de agua,
    tus labios, tus cabellos, tus miradas,
    toda la noche llueves, todo el día
    abres mi pecho con tus dedos de agua,
    cierras mis ojos con tu boca de agua,
    sobre mis huesos llueves, en mi pecho
    hunde raíces de agua un árbol líquido,

    voy por tu talle como por un río,
    voy por tu cuerpo como por un bosque,
    como por un sendero en la montaña
    que en un abismo brusco se termina
    voy por tus pensamientos afilados
    y a la salida de tu blanca frente
    mi sombra despeñada se destroza,
    recojo mis fragmentos uno a uno
    y prosigo sin cuerpo, busco a tientas,

    corredores sin fin de la memoria,
    puertas abiertas a un salón vacío
    donde se pudren todos lo veranos,
    las joyas de la sed arden al fondo,
    rostro desvanecido al recordarlo,
    mano que se deshace si la toco,
    cabelleras de arañas en tumulto
    sobre sonrisas de hace muchos años,

    a la salida de mi frente busco,
    busco sin encontrar, busco un instante,
    un rostro de relámpago y tormenta
    corriendo entre los árboles nocturnos,
    rostro de lluvia en un jardín a obscuras,
    agua tenaz que fluye a mi costado,

    busco sin encontrar, escribo a solas,
    no hay nadie, cae el día, cae el año,
    caigo en el instante, caigo al fondo,
    invisible camino sobre espejos
    que repiten mi imagen destrozada,
    piso días, instantes caminados,
    piso los pensamientos de mi sombra,
    piso mi sombra en busca de un instante,

    busco una fecha viva como un pájaro,
    busco el sol de las cinco de la tarde
    templado por los muros de tezontle:
    la hora maduraba sus racimos
    y al abrirse salían las muchachas
    de su entraña rosada y se esparcían
    por los patios de piedra del colegio,
    alta como el otoño caminaba
    envuelta por la luz bajo la arcada
    y el espacio al ceñirla la vestía
    de un piel más dorada y transparente,

    tigre color de luz, pardo venado
    por los alrededores de la noche,
    entrevista muchacha reclinada
    en los balcones verdes de la lluvia,
    adolescente rostro innumerable,
    he olvidado tu nombre, Melusina,
    Laura, Isabel, Perséfona, María,
    tienes todos los rostros y ninguno,
    eres todas las horas y ninguna,
    te pareces al árbol y a la nube,
    eres todos los pájaros y un astro,
    te pareces al filo de la espada
    y a la copa de sangre del verdugo,
    yedra que avanza, envuelve y desarraiga
    al alma y la divide de sí misma,

    escritura de fuego sobre el jade,
    grieta en la roca, reina de serpientes,
    columna de vapor, fuente en la peña,
    circo lunar, peñasco de las águilas,
    grano de anís, espina diminuta
    y mortal que da penas inmortales,
    pastora de los valles submarinos
    y guardiana del valle de los muertos,
    liana que cuelga del cantil del vértigo,
    enredadera, planta venenosa,
    flor de resurrección, uva de vida,
    señora de la flauta y del relámpago,
    terraza del jazmín, sal en la herida,
    ramo de rosas para el fusilado,
    nieve en agosto, luna del patíbulo,
    escritura del mar sobre el basalto,
    escritura del viento en el desierto,
    testamento del sol, granada, espiga,

    rostro de llamas, rostro devorado,
    adolescente rostro perseguido
    años fantasmas, días circulares
    que dan al mismo patio, al mismo muro,
    arde el instante y son un solo rostro
    los sucesivos rostros de la llama,
    todos los nombres son un solo nombre
    todos los rostros son un solo rostro,
    todos los siglos son un solo instante
    y por todos los siglos de los siglos
    cierra el paso al futuro un par de ojos,

    no hay nada frente a mí, sólo un instante
    rescatado esta noche, contra un sueño
    de ayuntadas imágenes soñado,
    duramente esculpido contra el sueño,
    arrancado a la nada de esta noche,
    a pulso levantado letra a letra,
    mientras afuera el tiempo se desboca
    y golpea las puertas de mi alma
    el mundo con su horario carnicero,

    sólo un instante mientras las ciudades,
    los nombres, lo sabores, lo vivido,
    se desmoronan en mi frente ciega,
    mientras la pesadumbre de la noche
    mi pensamiento humilla y mi esqueleto,
    y mi sangre camina más despacio
    y mis dientes se aflojan y mis ojos
    se nublan y los días y los años
    sus horrores vacíos acumulan,

    mientras el tiempo cierra su abanico
    y no hay nada detrás de sus imágenes
    el instante se abisma y sobrenada
    rodeado de muerte, amenazado
    por la noche y su lúgubre bostezo,
    amenazado por la algarabía
    de la muerte vivaz y enmascarada
    el instante se abisma y se penetra,
    como un puño se cierra, como un fruto
    que madura hacia dentro de sí mismo
    y a sí mismo se bebe y se derrama
    el instante translúcido se cierra
    y madura hacia dentro, echa raíces,
    crece dentro de mí, me ocupa todo,
    me expulsa su follaje delirante,
    mis pensamientos sólo son su pájaros,
    su mercurio circula por mis venas,
    árbol mental, frutos sabor de tiempo,

    oh vida por vivir y ya vivida,
    tiempo que vuelve en una marejada
    y se retira sin volver el rostro,
    lo que pasó no fue pero está siendo
    y silenciosamente desemboca
    en otro instante que se desvanece:

    frente a la tarde de salitre y piedra
    armada de navajas invisibles
    una roja escritura indescifrable
    escribes en mi piel y esas heridas
    como un traje de llamas me recubren,
    ardo sin consumirme, busco el agua
    y en tus ojos no hay agua, son de piedra,
    y tus pechos, tu vientre, tus caderas
    son de piedra, tu boca sabe a polvo,
    tu boca sabe a tiempo emponzoñado,
    tu cuerpo sabe a pozo sin salida,
    pasadizo de espejos que repiten
    los ojos del sediento, pasadizo
    que vuelve siempre al punto de partida,
    y tú me llevas ciego de la mano
    por esas galerías obstinadas
    hacia el centro del círculo y te yergues
    como un fulgor que se congela en hacha,
    como luz que desuella, fascinante
    como el cadalso para el condenado,
    flexible como el látigo y esbelta
    como un arma gemela de la luna,
    y tus palabras afiladas cavan
    mi pecho y me despueblan y vacían,
    uno a uno me arrancas los recuerdos,
    he olvidado mi nombre, mis amigos
    gruñen entre los cerdos o se pudren
    comidos por el sol en un barranco,

    no hay nada en mí sino una larga herida,
    una oquedad que ya nadie recorre,
    presente sin ventanas, pensamiento
    que vuelve, se repite, se refleja
    y se pierde en su misma transparencia,
    conciencia traspasada por un ojo
    que se mira mirarse hasta anegarse
    de claridad:
    yo vi tu atroz escama,
    Melusina, brillar verdosa al alba,
    dormías enroscada entre las sábanas
    y al despertar gritaste como un pájaro
    y caíste sin fin, quebrada y blanca,
    nada quedó de ti sino tu grito,
    y al cabo de los siglos me descubro
    con tos y mala vista, barajando
    viejas fotos:
    no hay nadie, no eres nadie,
    un montón de ceniza y una escoba,
    un cuchillo mellado y un plumero,
    un pellejo colgado de unos huesos,
    un racimo ya seco, un hoyo negro
    y en el fondo del hoyo los dos ojos
    de una niña ahogada hace mil años,

    miradas enterradas en un pozo,
    miradas que nos ven desde el principio,
    mirada niña de la madre vieja
    que ve en el hijo grande un padre joven,
    mirada madre de la niña sola
    que ve en el padre grande un hijo niño,
    miradas que nos miran desde el fondo
    de la vida y son trampas de la muerte
    ¿o es al revés: caer en esos ojos
    es volver a la vida verdadera?,

    ¡caer, volver, soñarme y que me sueñen
    otros ojos futuros, otra vida,
    otras nubes, morirme de otra muerte!
    esta noche me basta, y este instante
    que no acaba de abrirse y revelarme
    dónde estuve, quién fui, cómo te llamas,
    cómo me llamo yo:
    ¿hacía planes
    para el verano? y todos los veranos?
    en Christopher Street, hace diez años,
    con Filis que tenía dos hoyuelos
    donde bebían luz los gorriones?,
    ¿por la Reforma Carmen me decía
    "no pesa el aire, aquí siempre es octubre",
    o se lo dijo a otro que he perdido
    o yo lo invento y nadie me lo ha dicho?,
    ¿caminé por la noche de Oaxaca,
    inmensa y verdinegra como un árbol,
    hablando solo como el viento loco
    y al llegar a mi cuarto ?siempre un cuarto?
    no me reconocieron los espejos?,
    ¿desde el hotel Vernet vimos al alba
    bailar con los castaños ? "ya es muy tarde"
    decías al peinarte y yo veía
    manchas en la pared, sin decir nada?,
    ¿subimos juntos a la torre, vimos
    caer la tarde desde el arrecife?
    ¿comimos uvas en Bidart?, ¿compramos
    gardenias en Perote?,
    nombres, sitios,
    calles y calles, rostros, plazas, calles,
    estaciones, un parque, cuartos solos,
    manchas en la pared, alguien se peina,
    alguien canta a mi lado, alguien se viste,
    cuartos, lugares, calles, nombres, cuartos,

    Madrid, 1937,
    en la Plaza del Ángel las mujeres
    cosían y cantaban con sus hijos,
    después sonó la alarma y hubo gritos,
    casas arrodilladas en el polvo,
    torres hendidas, frentes esculpidas
    y el huracán de los motores, fijo:
    los dos se desnudaron y se amaron
    por defender nuestra porción eterna,
    nuestra ración de tiempo y paraíso,
    tocar nuestra raíz y recobrarnos,
    recobrar nuestra herencia arrebatada
    por ladrones de vida hace mil siglos,
    los dos se desnudaron y besaron
    porque las desnudeces enlazadas
    saltan el tiempo y son invulnerables,
    nada las toca, vuelven al principio,
    no hay tú ni yo, mañana, ayer ni nombres,
    verdad de dos en sólo un cuerpo y alma,
    oh ser total...
    cuartos a la deriva
    entre ciudades que se van a pique,
    cuartos y calles, nombres como heridas,
    el cuarto con ventanas a otros cuartos
    con el mismo papel descolorido
    donde un hombre en camisa lee el periódico
    o plancha una mujer; el cuarto claro
    que visitan las ramas de un durazno;
    el otro cuarto: afuera siempre llueve
    y hay un patio y tres niños oxidados;
    cuartos que son navíos que se mecen
    en un golfo de luz; o submarinos:
    el silencio se esparce en olas verdes,
    todo lo que tocamos fosforece;
    mausoleos de lujo, ya roídos
    los retratos, raídos los tapetes;
    trampas, celdas, cavernas encantadas,
    pajareras y cuartos numerados,
    todos se transfiguran, todos vuelan,
    cada moldura es nube, cada puerta
    da al mar, al campo, al aire, cada mesa
    es un festín; cerrados como conchas
    el tiempo inútilmente los asedia,
    no hay tiempo ya, ni muro: ¡espacio, espacio,
    abre la mano, coge esta riqueza,
    corta los frutos, come de la vida,
    tiéndete al pie del árbol, bebe el agua!,

    todo se transfigura y es sagrado,
    es el centro del mundo cada cuarto,
    es la primera noche, el primer día,
    el mundo nace cuando dos se besan,
    gota de luz de entrañas transparentes
    el cuarto como un fruto se entreabre
    o estalla como un astro taciturno
    y las leyes comidas de ratones,
    las rejas de los bancos y las cárceles,
    las rejas de papel, las alambradas,
    los timbres y las púas y los pinchos,
    el sermón monocorde de las armas,
    el escorpión meloso y con bonete,
    el tigre con chistera, presidente
    del Club Vegetariano y la Cruz Roja,
    el burro pedagogo, el cocodrilo
    metido a redentor, padre de pueblos,
    el Jefe, el tiburón, el arquitecto
    del porvenir, el cerdo uniformado,
    el hijo predilecto de la Iglesia
    que se lava la negra dentadura
    con el agua bendita y toma clases
    de inglés y democracia, las paredes
    invisibles, las máscaras podridas
    que dividen al hombre de los hombres,
    al hombre de sí mismo,
    se derrumban
    por un instante inmenso y vislumbramos
    nuestra unidad perdida, el desamparo
    que es ser hombres, la gloria que es ser hombres
    y compartir el pan, el sol, la muerte,
    el olvidado asombro de estar vivos;

    amar es combatir, si dos se besan
    el mundo cambia, encarnan los deseos,
    el pensamiento encarna, brotan las alas
    en las espaldas del esclavo, el mundo
    es real y tangible, el vino es vino,
    el pan vuelve a saber, el agua es agua,
    amar es combatir, es abrir puertas,
    dejar de ser fantasma con un número
    a perpetua cadena condenado
    por un amo sin rostro;
    el mundo cambia
    si dos se miran y se reconocen,
    amar es desnudarse de los nombres:
    "déjame ser tu puta", son palabras
    de Eloísa, mas él cedió a las leyes,
    la tomó por esposa y como premio
    lo castraron después;
    mejor el crimen,
    los amantes suicidas, el incesto
    de los hermanos como dos espejos
    enamorados de su semejanza,
    mejor comer el pan envenenado,
    el adulterio en lechos de ceniza,
    los amores feroces, el delirio,
    su yedra ponzoñosa, el sodomita
    que lleva por clavel en la solapa
    un gargajo, mejor ser lapidado
    en las plazas que dar vuelta a la noria
    que exprime la substancia de la vida,
    cambia la eternidad en horas huecas,
    los minutos en cárceles, el tiempo
    en monedas de cobre y mierda abstracta;

    mejor la castidad, flor invisible
    que se mece en los tallos del silencio,
    el difícil diamante de los santos
    que filtra los deseos, sacia al tiempo,
    nupcias de la quietud y el movimiento,
    canta la soledad en su corola,
    pétalo de cristal en cada hora,
    el mundo se despoja de sus máscaras
    y en su centro, vibrante transparencia,
    lo que llamamos Dios, el ser sin nombre,
    se contempla en la nada, el ser sin rostro
    emerge de sí mismo, sol de soles,
    plenitud de presencias y de nombres;

    sigo mi desvarío, cuartos, calles,
    camino a tientas por los corredores
    del tiempo y subo y bajo sus peldaños
    y sus paredes palpo y no me muevo,
    vuelvo donde empecé, busco tu rostro,
    camino por las calles de mí mismo
    bajo un sol sin edad, y tú a mi lado
    caminas como un árbol, como un río
    caminas y me hablas como un río,
    creces como una espiga entre mis manos,
    lates como una ardilla entre mis manos,
    vuelas como mil pájaros, tu risa
    me ha cubierto de espumas, tu cabeza
    es un astro pequeño entre mis manos,
    el mundo reverdece si sonríes
    comiendo una naranja,
    el mundo cambia
    si dos, vertiginosos y enlazados,
    caen sobre las yerba: el cielo baja,
    los árboles ascienden, el espacio
    sólo es luz y silencio, sólo espacio
    abierto para el águila del ojo,
    pasa la blanca tribu de las nubes,
    rompe amarras el cuerpo, zarpa el alma,
    perdemos nuestros nombres y flotamos
    a la deriva entre el azul y el verde,
    tiempo total donde no pasa nada
    sino su propio transcurrir dichoso,

    no pasa nada, callas, parpadeas
    (silencio: cruzó un ángel este instante
    grande como la vida de cien soles),
    ¿no pasa nada, sólo un parpadeo?
    y el festín, el destierro, el primer crimen,
    la quijada del asno, el ruido opaco
    y la mirada incrédula del muerto
    al caer en el llano ceniciento,
    Agamenón y su mugido inmenso
    y el repetido grito de Casandra
    más fuerte que los gritos de las olas,
    Sócrates en cadenas" (el sol nace,
    morir es despertar: "Critón, un gallo
    a Esculapio, ya sano de la vida"),
    el chacal que diserta entre las ruinas
    de Nínive, la sombra que vio Bruto
    antes de la batalla, Moctezuma
    en el lecho de espinas de su insomnio,
    el viaje en la carretera hacia la muerte
    ?el viaje interminable mas contado
    por Robespierre minuto tras minuto,
    la mandíbula rota entre las manos?,
    Churruca en su barrica como un trono
    escarlata, los pasos ya contados
    de Lincoln al salir hacia el teatro,
    el estertor de Trotsky y sus quejidos
    de jabalí, Madero y su mirada
    que nadie contestó: ¿por qué me matan?,
    los carajos, los ayes, los silencios
    del criminal, el santo, el pobre diablo,
    cementerio de frases y de anécdotas
    que los perros retóricos escarban,
    el delirio, el relincho, el ruido obscuro
    que hacemos al morir y ese jadeo
    que la vida que nace y el sonido
    de huesos machacados en la riña
    y la boca de espuma del profeta
    y su grito y el grito del verdugo
    y el grito de la víctima...
    son llamas
    los ojos y son llamas lo que miran,
    llama la oreja y el sonido llama,
    brasa los labios y tizón la lengua,
    el tacto y lo que toca, el pensamiento
    y lo pensado, llama el que lo piensa,
    todo se quema, el universo es llama,
    arde la misma nada que no es nada
    sino un pensar en llamas, al fin humo:
    no hay verdugo ni víctima...
    ¿y el grito
    en la tarde del viernes?, y el silencio
    que se cubre de signos, el silencio
    que dice sin decir, ¿no dice nada?,
    ¿no son nada los gritos de los hombres?,
    ¿no pasa nada cuando pasa el tiempo?

    no pasa nada, sólo un parpadeo
    del sol, un movimiento apenas, nada,
    no hay redención, no vuelve atrás el tiempo,
    los muerto están fijos en su muerte
    y no pueden morirse de otra muerte,
    intocables, clavados en su gesto,
    desde su soledad, desde su muerte
    sin remedio nos miran sin mirarnos,
    su muerte ya es la estatua de su vida,
    un siempre estar ya nada para siempre,
    cada minuto es nada para siempre,
    un rey fantasma rige sus latidos
    y tu gesto final, tu dura máscara
    labra sobre tu rostro cambiante:
    el monumento somos de una vida
    ajena y no vivida, apenas nuestra,

    ¿la vida, cuándo fue de veras nuestra?,
    ¿cuando somos de veras lo que somos?,
    bien mirado no somos, nunca somos
    a solas sino vértigo y vacío,
    muecas en el espejo, horror y vómito,
    nunca la vida es nuestra, es de los otros,
    la vida no es de nadie, todos somos
    la vida ? pan de sol para los otros,
    los otros todos que nosotros somos?,
    soy otro cuando soy, los actos míos
    son más míos si son también de todos,
    para que pueda ser he de ser otro,
    salir de mí, buscarme entre los otros,
    los otros que no son si yo no existo,
    los otros que me dan plena existencia,
    no soy, no hay yo, siempre somos nosotros,
    la vida es otra, siempre allá, más lejos,
    fuera de ti, de mí, siempre horizonte,
    vida que nos desvive y enajena,
    que nos inventa un rostro y lo desgasta,
    hambre de ser, oh muerte, pan de todos,

    Eloísa, Perséfona, María,
    muestra tu rostro al fin para que vea
    mi cara verdadera, la del otro,
    mi cara de nosotros siempre todos,
    cara de árbol y de panadero,
    de chofer y de nube y de marino,
    cara de sol y arroyo y Pedro y Pablo,
    cara de solitario colectivo,
    despiértame, ya nazco:
    vida y muerte
    pactan en ti, señora de la noche,
    torre de claridad, reina del alba,
    virgen lunar, madre del agua madre,
    cuerpo del mundo, casa de la muerte,
    caigo sin fin desde mi nacimiento,
    caigo en mí mismo sin tocar mi fondo,
    recógeme en tus ojos, junta el polvo
    disperso y reconcilia mis cenizas,
    ata mis huesos divididos, sopla
    sobre mi ser, entiérrame en tu tierra,
    tu silencio dé paz al pensamiento
    contra sí mismo airado;
    abre la mano,
    señora de semillas que son días,
    el día es inmortal, asciende, crece,
    acaba de nacer y nunca acaba,
    cada día es nacer, un nacimiento
    es cada amanecer y yo amanezco,
    amanecemos todos, amanece
    el sol cara de sol, Juan amanece
    con su cara de Juan cara de todos,

    puerta del ser, despiértame, amanece,
    déjame ver el rostro de este día,
    déjame ver el rostro de esta noche,
    todo se comunica y transfigura,
    arco de sangre, puente de latidos,
    llévame al otro lado de esta noche,
    adonde yo soy tú somos nosotros,
    al reino de pronombres enlazados,

    puerta del ser:
    abre tu ser, despierta,
    aprende a ser también, labra tu cara,
    trabaja tus facciones, ten un rostro
    para mirar mi rostro y que te mire,
    para mirar la vida hasta la muerte,
    rostro de mar, de pan, de roca y fuente,
    manantial que disuelve nuestros rostros
    en el rostro sin nombre, el ser sin rostro,
    indecible presencia de presencias...

    quiero seguir, ir más allá, y no puedo:
    se despeñó el instante en otro y otro,
    dormí sueños de piedra que no sueña
    y al cabo de los años como piedras
    oí cantar mi sangre encarcelada,
    con un rumor de luz el mar cantaba,
    una a una cedían las murallas,
    todas las puertas se desmoronaban
    y el sol entraba a saco por mi frente,
    despegaba mis párpados cerrados,
    desprendía mi ser de su envoltura,
    me arrancaba de mí, me separaba
    de mi bruto dormir siglos de piedra
    y su magia de espejos revivía
    un sauce de cristal, un chopo de agua,
    un alto surtidor que el viento arquea,
    un árbol bien plantado mas danzante,
    un caminar de río que se curva,
    avanza, retrocede, da un rodeo
    y llega siempre:

    México, 1957










    Piedra nativa

    A Roger Munier

    La luz devasta las alturas
    Manadas de imperios en derrota
    El ojo retrocede cercado de reflejos

    Países vastos como el insomnio
    Pedregales de hueso

    Otoño sin confines
    Alza la sed sus invisibles surtidores
    Un último pirú predica en el desierto

    Cierra los ojos y oye cantar la luz:
    El mediodía anida en tu tímpano

    Cierra los ojos y ábrelos:
    No hay nadie ni siquiera tú mismo
    Lo que no es piedra es luz









    Semillas para un himno

    El día abre la mano
    Tres nubes
    Y estas pocas palabras

    Al alba busca su nombre lo naciente
    Sobre los troncos soñolientos centellea la luz
    Galopan las montañas a la orilla del mar
    El sol entra en las aguas con espuelas
    La piedra embiste y rompe claridades
    El mar se obstina y crece al pie del horizonte
    Tierra confusa inminencia de escultura
    El mundo alza la frente aún desnuda
    Piedra pulida y lisa para grabar un canto
    La luz despliega su abanico de nombres
    Hay un comienzo de himno como un árbol
    Hay el viento y nombres hermosos en el viento










    Silencio

    Así como del fondo de la música
    brota una nota
    que mientras vibra crece y se adelgaza
    hasta que en otra música enmudece,
    brota del fondo del silencio
    otro silencio, aguda torre, espada,
    y sube y crece y nos suspende
    y mientras sube caen
    recuerdos, esperanzas,
    las pequeñas mentiras y las grandes,
    y queremos gritar y en la garganta
    se desvanece el grito:
    desembocamos al silencio
    en donde los silencios enmudecen.









    Tendida y desgarrada...

    Tendida y desgarrada,
    a la derecha de mis venas, muda;
    en mortales orillas infinita,
    inmóvil y serpiente.

    Toco tu delirante superficie,
    los poros silenciosos, jadeantes,
    la circular carrera de tu sangre,
    su reiterado golpe, verde y tibio.

    Primero es un aliento amanecido,
    una oscura presencia de latidos
    que recorren tu piel, toda de labios,
    resplandeciente tacto de caricias.

    El arco de las cejas se hace ojera.
    Ay, sed, desgarradora,
    horror de heridos ojos
    donde mi origen y mi muerte veo,
    graves ojos de náufraga
    citándome a la espuma,
    a la blanca región de los desmayos
    en un voraz vacío
    que nos hunde en nosotros.

    Arrojados a blancas espirales
    rozamos nuestro origen,
    el vegetal nos llama,
    la piedra nos recuerda
    y la raíz sedienta
    del árbol que creció de nuestro polvo.

    Adivino tu rostro entre estas sombras,
    el terrible sollozo de tu sexo,
    todos tus nacimientos
    y la muerte que llevas escondida.
    En tus ojos navegan niños, sombras,
    relámpagos, mis ojos, el vacío.









    Tu nombre

    Nace de mí, de mi sombra,
    amanece por mi piel,
    alba de luz somnolienta.

    Paloma brava tu nombre,
    tímida sobre mi hombro.









    Tus ojos

    Tus ojos son la patria
    del relámpago y de la lágrima,
    silencio que habla,
    tempestades sin viento,
    mar sin olas, pájaros presos,
    doradas fieras adormecidas,
    topacios impíos como la verdad,
    otoño en un claro del bosque
    en donde la luz canta en el hombro
    de un árbol y son pájaros todas las hojas,
    playa que la mañana
    encuentra constelada de ojos,
    cesta de frutos de fuego,
    mentira que alimenta,
    espejos de este mundo,
    puertas del más allá,
    pulsación tranquila del mar a mediodía,
    absoluto que parpadea, páramo.



    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 9 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 9 Empty Re: POETAS LATINOAMERICANOS

    Mensaje por Maria Lua Dom 29 Sep 2024, 11:58

    Nicanor Parra


    Poeta, cuentista y ensayista chileno nacido en San Fabián de Alico, en 1914.
    Aunque perteneció a una sencilla familia campesina, heredó de sus padres una gran sensibilidad artística.
    Después de sus estudios básicos, se recibió como profesor de Matemáticas en el Liceo de Chillán y en la Universidad
    de Chile, en 1938.
    Durante varios años estuvo radicado Estados Unidos e Inglaterra, gracias a becas otorgadas por institutos privados.
    Regresó a Chile en 1951.
    Desde 1937 incursionó en el cuento y el ensayo, manteniendo viva su vocación poética de tono evocativo y sentimental,
    como se puede observar en «Cancionero sin nombre» de 1937. Con el paso de los años adoptó una línea que él mismo
    denominó "antipoesía", cuya muestra más sorprendente se observa en «Poemas y antipoemas» de 1954.
    En 1969 recibió el Premio Nacional de Literatura de Chile, por «Obra gruesa». En 1991 fue galardonado por segunda
    vez en su país y luego obtuvo el Premio Internacional Juan Rulfo. En 2011 su obra fue reconocida con el máximo
    galardón de la lengua castellana "El Premio Cervantes" .
    Su obra ha sido traducida a numerosos idiomas.



    ******************


    Agnus Dei

    Horizonte de tierra
    Astros de tierra
    Lágrimas y sollozos reprimidos
    Boca que escupe tierra
    Dientes blandos
    Cuerpo que no es más que un saco de tierra
    Tierra con tierra -tierra con lombrices.
    Alma inmortal-espíritu de tierra.

    Cordero de dios que lavas los pecados del mundo
    Dime cuántas manzanas hay en el paraíso terrenal.
    Cordero de dios que lavas los pecados del mundo
    Hazme el favor de decirme la hora.

    Cordero de dios que lavas los pecados del mundo
    Dame tu lana para hacerme un sweater.

    Cordero de dios que lavas los pecados del mundo
    Déjanos fornicar tranquilamente:
    No te inmiscuyas en ese momento sagrado.







    Aprovecho la hora del almuerzo...

    Aprovecho la hora del almuerzo
    para hacer un examen de conciencia
    ¿Cuántos brazos me quedan por abrir?
    ¿Cuántos pétalos negros por cerrar?
    ¡A lo mejor soy un sobreviviente!

    El receptor de radio me recuerda
    mis deberes, las clases, los poemas
    con una voz que parece venir
    desde lo más profundo del sepulcro.

    El corazón no sabe que pensar.

    Hago como que miro los espejos
    un cliente estornuda a su mujer
    otro enciende un cigarro
    otro lee Las últimas noticias.

    ¡Qué podemos hacer, árbol sin hojas,
    fuera de dar la última mirada
    en dirección del paraíso perdido!

    Responde sol oscuro
    ilumina un instante

    aunque después te apagues para siempre.







    Cambios de nombre

    A los amantes de las bellas letras
    Hago llegar mis mejores deseos
    Voy a cambiar de nombre a algunas cosas.
    Mi posición es ésta :
    El poeta no cumple su palabra
    Si no cambia los nombres de las cosas.
    ¿Con qué razón el sol
    Ha de seguir llamándose sol?
    ¡Pido que se llame Micifuz
    El de las botas de cuarenta leguas!

    ¿Mis zapatos parecen ataúdes?
    Sepan que desde hoy en adelante
    Los zapatos se llaman ataúdes.
    Comuníquese, anótese y publíquese
    Que los zapatos han cambiado de nombre :
    Desde ahora se llaman ataúdes.
    Bueno, la noche es larga
    Todo poeta que se estime a sí mismo
    Debe tener su propio diccionario
    Y antes que se me olvide
    Al propio dios hay que cambiarle nombre
    Que cada cual lo llame como quiera :
    Es es un problema personal.






    Cartas a una desconocida

    Cuando pasen los años, cuando pasen
    los años y el aire haya cavado un foso
    entre tu alma y la mía; cuando pasen los años
    y yo sólo sea un hombre que amó,
    un ser que se detuvo un instante frente a tus labios,
    un pobre hombre cansado de andar por los jardines,
    ¿dónde estarás tú? ¡Dónde
    estarás, oh hija de mis besos!







    Defensa de Violeta Parra

    Dulce vecina de la verde selva
    Huésped eterno del abril florido
    Grande enemiga de la zarzamora
    Violeta Parra.

    Jardinera
    locera
    costurera
    Bailarina del agua transparente
    Árbol lleno de pájaros cantores
    Violeta Parra.

    Has recorrido toda la comarca
    Desenterrando cántaros de greda
    Y liberando pájaros cautivos
    Entre las ramas.

    Preocupada siempre de los otros
    Cuando no del sobrino
    de la tía
    Cuándo vas a acordarte de ti misma
    Viola piadosa.

    Tu dolor es un círculo infinito
    Que no comienza ni termina nunca
    Pero tú te sobrepones a todo
    Viola admirable.

    Cuando se trata de bailar la cueca
    De tu guitarra no se libra nadie
    Hasta los muertos salen a bailar
    Cueca valseada.

    Cueca de la Batalla de Maipú
    Cueca del Hundimiento del Angamos
    Cueca del Terremoto de Chillán
    Todas las cosas.

    Ni bandurria
    ni tenca
    ni zorzal
    Ni codorniza libre ni cautiva

    solamente tú
    tres veces tú
    Ave del paraíso terrenal.

    Charagüilla gaviota de agua dulce
    Todos los adjetivos se hacen pocos
    Todos los sustantivos se hacen pocos
    Para nombrarte.

    Poesía
    pintura
    agricultura
    Todo lo haces a las mil maravillas
    Sin el menor esfuerzo
    Como quien se bebe una copa de vino.

    Pero los secretarios no te quieren
    Y te cierran la puerta de tu casa
    Y te declaran la guerra a muerte
    Viola doliente.

    Porque tú no te vistes de payaso
    Porque tú no te compras ni te vendes
    Porque hablas la lengua de la tierra
    Viola chilensis.

    ¡Porque tú los aclaras en el acto!

    Cómo van a quererte
    me pregunto
    Cuando son unos tristes funcionarios
    Grises como las piedras del desierto
    ¿No te parece?

    En cambio tú
    Violeta de los Andes
    Flor de la cordillera de la costa
    Eres un manantial inagotable
    De vida humana.

    Tu corazón se abre cuando quiere
    Tu voluntad se cierra cuando quiere
    Y tu salud navega cuando quiere
    Aguas arriba!

    Basta que tú los llames por sus nombres
    Para que los colores y las formas
    Se levanten y anden como Lázaro
    En cuerpo y alma.

    ¡Nadie puede quejarse cuando tú
    Cantas a media voz o cuando gritas
    Como si te estuvieran degollando
    Viola volcánica!

    Lo que tiene que hacer el auditor
    Es guardar un silencio religioso
    Porque tu canto sabe adónde va
    Perfectamente.

    Rayos son los que salen de tu voz
    Hacia los cuatro puntos cardinales
    Vendimiadora ardiente de ojos negros
    Violeta Parra.

    Se te acusa de esto y de lo otro
    Yo te conozco y digo quién eres
    ¡Oh corderillo disfrazado de lobo!
    Violeta Parra.

    Yo te conozco bien
    hermana vieja
    Norte y sur del país atormentado
    Valparaíso hundido para arriba
    ¡Isla de Pascua!

    Sacristana cuyaca de Andacollo
    Tejedora a palillo y a bolillo
    Arregladora vieja de angelitos
    Violeta Parra.
    Los veteranos del Setenta y nueve
    Lloran cuando te oyen sollozar
    En el abismo de la noche oscura
    ¡Lámpara a sangre!

    Cocinera
    niñera
    lavandera
    Niña de mano
    todos los oficios
    Todos los arreboles del crepúsculo
    Viola funebris.

    Yo no sé qué decir en esta hora
    La cabeza me da vueltas y vueltas
    Como si hubiera bebido cicuta
    Hermana mía.

    Dónde voy a encontrar otra Violeta
    Aunque recorra campos y ciudades
    O me quede sentado en el jardín
    Como un inválido.

    Para verte mejor cierro los ojos
    Y retrocedo a los días felices
    ¿Sabes lo que estoy viendo?
    Tu delantal estampado de maqui.

    Tu delantal estampado de maqui
    ¡Río Cautín!
    ¡Lautaro!
    ¡Villa Alegre!
    ¡Año mil novecientos veintisiete
    Violeta Parra!
    Pero yo no confío en las palabras
    ¿Por qué no te levantas de la tumba
    A cantar
    a bailar
    a navegar
    En tu guitarra?

    Cántame una canción inolvidable
    Una canción que no termine nunca
    Una canción no más
    una canción
    Es lo que pido.

    Qué te cuesta mujer árbol florido
    Álzate en cuerpo y alma del sepulcro
    Y haz estallar las piedras con tu voz
    Violeta Parra

    Esto es lo que quería decirte
    Continúa tejiendo tus alambres
    Tus ponchos araucanos
    Tus cantaritos de Quinchamalí
    Continúa puliendo noche y día
    Tus toromiros de madera sagrada
    Sin aflicción
    sin lágrimas inútiles
    O si quieres con lágrimas ardientes
    Y recuerda que eres
    Un corderillo disfrazado de lobo.







    El hombre imaginario

    El hombre imaginario
    vive en una mansión imaginaria
    rodeada de árboles imaginarios
    a la orilla de un río imaginario

    De los muros que son imaginarios
    penden antiguos cuadros imaginarios
    irreparables grietas imaginarias
    que representan hechos imaginarios
    ocurridos en mundos imaginarios
    en lugares y tiempos imaginarios

    Todas las tardes imaginarias
    sube las escaleras imaginarias
    y se asoma al balcón imaginario
    a mirar el paisaje imaginario
    que consiste en un valle imaginario
    circundado de cerros imaginarios.

    Sombras imaginarias
    vienen por el camino imaginario
    entonando canciones imaginarias
    a la muerte del sol imaginario.

    Y en las noches de luna imaginaria
    sueña con la mujer imaginaria
    que le brindó su amor imaginario
    vuelve a sentir ese mismo dolor
    ese mismo placer imaginario
    y vuelve a palpitar
    el corazón del hombre imaginario.







    Epitafio

    De estatura mediana,
    Con una voz ni delgada ni gruesa
    Hijo mayor de un profesor primario
    Y de una modista de trastienda;
    Flaco de nacimiento
    Aunque devoto de la buena mesa;
    De mejillas escuálidas
    Y de más bien abundantes orejas;
    Con un rostro cuadrado
    En que los ojos se abren apenas
    Y una nariz de boxeador mulato
    Baja a la boca del ídolo azteca
    -Todo esto bañado
    Por una luz entre irónica y pérfida-
    Ni muy listo detonto de remate
    Fui lo que fui: una mezcla
    De vinagre y aceite de comer
    ¡Un embutido de ángel y bestia!







    Es olvido

    Juro que no recuerdo ni su nombre,
    mas moriré llamándola María,
    no por simple capricho de poeta:
    por su aspecto de plaza de provincia.
    ¡Tiempos aquellos!, yo un espantapájaros,
    ella una joven pálida y sombría.
    Al volver una tarde del Liceo
    supe de la su muerte inmerecida,
    nueva que me causó tal desengaño
    que derramé una lágrima al oírla.
    Una lágrima, sí, ¡quién lo creyera!,
    y eso que soy persona de energía.
    Si he de conceder crédito a lo dicho
    por la gente que trajo la noticia
    debo creer, sin vacilar un punto,
    que murió con mi nombre en las pupilas,
    hecho que me sorprende, porque nunca
    fue para mí otra cosa que una amiga.
    Nunca tuve con ella más que simples
    relaciones de estricta cortesía,
    nada más que palabras y palabras
    y una que otra mención de golondrinas.
    La conocí en mi pueblo (de mi pueblo
    sólo queda un puñado de cenizas),
    pero jamás vi en ella otro destino
    que el de una joven triste y pensativa.
    Tanto fue así que hasta llegué a tratarla
    con el celeste nombre de María,
    circunstancia que prueba claramente
    la exactitud central de mi doctrina.
    Puede ser que una vez la haya besado,
    ¡quién es el que no besa a sus amigas!,
    pero tened presente que lo hice
    sin darme cuenta bien de lo que hacía.
    No negaré, eso sí, que me gustaba
    su inmaterial y vaga compañía
    que era como el espíritu sereno
    que a las flores domésticas anima.
    Yo no puedo ocultar de ningún modo
    la importancia que tuvo su sonrisa
    ni desvirtuar el favorable influjo
    que hasta en las mismas piedras ejercía.
    Agreguemos, aún, que de la noche
    fueron sus ojos fuente fidedigna.
    Mas, a pesar de todo, es necesario
    que comprendan que yo no la quería
    sino con ese vago sentimiento
    con que a un pariente enfermo se designa.
    Sin embargo sucede, sin embargo,
    lo que a esta fecha aún me maravilla,
    ese inaudito y singular ejemplo
    de morir con mi nombre en las pupilas,
    ella, múltiple rosa inmaculada,
    ella que era una lámpara legítima.
    Tiene razón, mucha razón, la gente
    que se pasa quejando noche y día
    de que el mundo traidor en que vivimos
    vale menos que rueda detenida:
    mucho más honorable es una tumba,
    vale más una hoja enmohecida,
    nada es verdad, aquí nada perdura,
    ni el color del cristal con que se mira.

    Hoy es un día azul de primavera,
    creo que moriré de poesía,
    de esa famosa joven melancólica
    no recuerdo ni el nombre que tenía.
    Sólo sé que pasó por este mundo
    como una paloma fugitiva:
    la olvidé sin quererlo, lentamente,
    como todas las cosas de la vida.







    Hasta luego

    Ha llegado la hora de retirarse
    Estoy agradecido de todos
    Tanto de los amigos complacientes
    Como de los enemigos frenéticos
    ¡Inolvidables personajes sagrados!

    Miserable de mí
    Si no hubiera logrado granjearme
    La antipatía casi general:
    ¡Salve perros felices
    Que salieron a ladrarme al camino!
    Me despido de ustedes
    Con la mayor alegría del mundo.

    Gracias, de nuevo, gracias
    Reconozco que se me caen las lágrimas
    Volveremos a vernos
    En el mar, en la tierra donde sea.
    Pórtense bien, escriban
    Sigan haciendo pan
    Continúen tejiendo telarañas
    Les deseo toda clase de parabienes:
    Entre los cucuruchos
    De esos árboles que llamamos cipreses
    Los espero con dientes y muelas.







    La doncella y la muerte

    Una doncella rubia se enamora
    De un caballero que parece la muerte.

    La doncella lo llama por teléfono
    Pero él no se da por aludido.

    Andan por unos cerros
    Llenos de lagartijas de colores.

    La doncella sonríe
    Pero la calavera no ve nada.

    Llegan a una cabaña de madera,
    La doncella se tiende en un sofá
    La calavera mira de reojo.

    La doncella le ofrece una manzana
    Pero la calavera la rechaza,
    Hace como que lee una revista.

    La doncella rolliza
    Toma una flor que hay en un florero
    Y se la arroja a boca de jarro.

    Todavía la muerte no responde.

    Viendo que nada le da resultado
    La doncella terrible
    Quema todas sus naves de una vez:
    Se desnuda delante del espejo,
    Pero la muerte sigue imperturbable.

    Ella sigue moviendo las caderas
    Hasta que el caballero la posee.







    La mujer

    La mujer llena de hijos no tenía donde vivir
    Una mujer que era madre, que era hermana
    Esposa no era, había sido
    Una maldición pesaba sobre ella
    Sobre su cabeza pesaba un cielo lleno de nubes
    Y sobre sus pies pesaba todo
    Yo estaba ahí de paso
    Una especie de antimujer que lo vislumbra todo
    El otro platillo de la balanza
    Pues podía ser hijo como que efectivamente lo era
    Podía ser padre, hermano
    Podía ser esposo.

    La mujer había elegido el lecho de un río para levantar sus tablas
    Los utensilios domésticos yacían amontonados
    Paisajes, matorrales se veían
    Se veían piedras.
    Todo esto ocurría en el corazón de una isla
    Qué isla era aquella dios santo
    Dios Santo
    quién era yo para reírme de Cronos
    Preguntaba a la hija idiota qué es aquello
    Apuntando con el índice hacia unos cerros próximos
    ¡Nieve! respondía ella
    Correcto, era nieve. En verdad era nieve.
    Me daba vuelta y sin dejar de reír preguntaba de nuevo
    Mirando ahora hacia el otro confín.
    Nieve respondía de nuevo.
    Estábamos rodeados de nieve
    Pero era el corazón del verano.

    Pensamiento profético:
    Toda esta gente va a desaparecer.
    Pensé que esa gente podía desaparecer
    Los hijos mayores podían ser hermanos
    Porque la sangre se había mezclado hacía tiempo
    Los hijos mayores hablaban
    Decían frases
    Partirían ellos
    Ellos se presentaban en forma de imágenes
    Tomaban sus sombreros y se retiraban.

    "El frío los hará desaparecer"
    Ese pensamiento siniestro se apoderó de mí
    El lecho del río se llenará de agua
    Etc., etc.

    Entonces yo partí en busca de víveres
    Prometí volver con algo seguro
    Hacía esfuerzos para no fracasar
    Pero las piernas me temblaban
    Salí al camino
    Pero no, felizmente no
    Aquélla no era una tierra desolada.
    A ambos lados del camino descubrí chozas
    Los pequeños palacios de los campesinos
    Chozas miserables es cierto
    Pero chozas de tierra: no de tablas
    Poco a poco me fui acercando a ellas
    De ellas salía humo
    Con el rabo del ojo vi un corredor
    Ensayé una pregunta, fracasé
    Ensayé otra pregunta que extraje del fondo del espíritu
    Fracasé

    Aquellas mujeres me enjuiciaban
    Dios Santo para qué me enjuiciaban aquellas mujeres
    Si yo sólo era un transeúnte
    Un quijote que no conoce los caminos
    (Con el nombre de la isla me hubiera bastado)
    Pero ellas hacían muecas
    Se reirían seguramente
    Pregunté dónde podría alquilar una casa
    Habrá por aquí una casa que se alquile?
    La imagen de la mujer anterior no desaparecía
    Yo trabajaba para ella
    Sufría posiblemente sufría
    Quería sacarla del abismo

    Seguí entonces por los caminos
    El camino mismo me hacía marchar
    Deambulando siempre
    Sin perder completamente las esperanzas
    Siempre mirando hacia atrás
    Llegué a un villorrio
    Pero las chozas habían sido quemadas
    Solo quedaban los esqueletos
    En un recodo del camino encontré una posada
    Un anciano que vendía menestras
    Vendía vino
    Descripción del anciano:
    Recuerdo que usaba un guardapolvo
    Recuerdo las botellas de diferentes tipos
    Pidió a otro cliente que me llevase en su automóvil
    Cuando el motor ya estaba en marcha se acercó a la cabina
    Hizo un obsequio
    Y me animó para que siguiera indagando
    Siguiera buscando.
    El chofer no era un isleño
    Pero había llegado antes que yo
    Fumaba
    Tenía una casa por armar
    Veinticinco mil costaba esa casa
    La armaría en el lecho del río
    "Aquí no hay dónde levantar unos palos"
    "Sólo existe el lecho del río"
    Y el invierno?
    "No hay que pensar en el invierno"
    "No correrá más agua"
    "El agua estará en todas partes"
    "Pero no en el río"
    "Los tranques..."
    (Respuesta enigmática)

    Pero yo estaba seguro de la catástrofe
    Descripción de la catástrofe:
    Cuando asomamos al valle vimos avanzar las aguas turbulentas
    El río se llenaba rápidamente
    Corrí hacia el puente
    Habrían escapado los míos?
    Las aguas empezaban a apoderarse de todo
    Pero aquella mujer valiente no ha sido derrotada
    Da voces
    Refunfuñando despierta esa mujer maldita
    No quiere salvar a sus hijos
    "Después los iré a buscar"
    "Primero hay que averiguar quién destapó los tranques"
    La culpa recae sobre un zorro que andaba en busca de alimento
    Lo acorralan contra la ribera
    Gime

    Escupen sus ojos
    Yo rescato mi hija. La acerco al fuego
    Froto su cuerpo
    Mueve los pies
    Trato de volverla a la vida
    Pero aquello parece una caja
    De su cabeza salen llamas
    Tengo que volverla al agua
    Recriminaciones de la mujer
    Tú eres el culpable de todo
    Tú eres el culpable de todo.





    Madrigal

    Yo me haré millonario una noche
    Gracias a un truco que me permitirá fijar las imágenes
    En un espejo cóncavo. O convexo.

    Me parece que el éxito será completo
    Cuando logre inventar un ataúd de doble fondo
    Que permita al cadáver asomarse a otro mundo.

    Ya me he quemado bastante las pestañas
    En esta absurda carrera de caballos
    En que los jinetes son arrojados de sus cabalgaduras
    Y van a caer entre los espectadores.

    Justo es, entonces, que trate de crear algo
    Que me permita vivir holgadamente
    O que por lo menos me permita morir.

    Estoy seguro de que mis piernas tiemblan,
    Sueño que se me caen los dientes
    Y que llego tarde a unos funerales.





    Me retracto de todo lo dicho

    Antes de despedirme
    Tengo derecho a un último deseo:
    Generoso lector
    quema este libro
    No representa 1o que quise decir
    A pesar de que fue escrito con sangre
    No representa lo que quise decir.

    Mi situación no puede ser más triste
    Fui derrotado por mi propia sombra:
    Las palabras se vengaron de mí.

    Perdóname lector
    Amistoso lector
    Que no me pueda despedir de ti
    Con un abrazo fiel:
    Me despido de ti
    con una triste sonrisa forzada.

    Puede que yo no sea más que eso
    pero oye mi última palabra:
    Me retracto de todo lo dicho.
    Con la mayor amargura del mundo
    Me retracto de todo lo que he dicho.




    Oda a unas palomas

    Qué divertidas son
    Estas palomas que se burlan de todo
    Con sus pequeñas plumas de colores
    Y sus enormes vientres redondos.
    Pasan del comedor a la cocina
    Como hojas que dispersa el otoño
    Y en el jardín se instalan a comer
    Moscas, de todo un poco,
    Picotean las piedras amarillas
    O se paran en el lomo del toro:
    Más ridículas son que una escopeta
    O que una rosa llena de piojos.
    Sus estudiados vuelos, sin embargo,
    Hipnotizan a mancos y cojos
    Que creen ver en ellas
    La explicación de este mundo y el otro.
    Aunque no hay que confiarse porque tienen
    El olfato del zorro,
    La inteligencia fría del reptil
    Y la experiencia larga del loro.
    Más hipnóticas son que el profesor
    Y que el abad que se cae de gordo.
    Pero al menor descuido se abalanzan
    Como bomberos locos,
    Entran por la ventana al edificio
    Y se apoderan de la caja de fondos.

    A ver si alguna vez
    Nos agrupamos realmente todos
    Y nos ponemos firmes
    Como gallinas que defienden sus pollos.







    Para que veas que no te guardo rencor

    Te regalo la luna
    seriamente -no creas que me estoy burlando de ti:
    te la regalo con todo cariño
    ¡nada de puñaladas por la espalda!
    tú misma puedes pasar a buscarla
    tu tío que te quiere
    tu mariposa de varios colores
    directamente desde el Santo Sepulcro.







    Pensamientos

    Qué es el hombre
    se pregunta Pascal:
    Una potencia de exponente cero.
    Nada
    si se compara con el todo
    Todo
    si se compara con la nada:
    Nacimiento más muerte:
    Ruido multiplicado por silencio:
    Medio aritmético entre el todo y la nada.





    Preguntas y respuestas

    ¿Qué te parece valdrá
    la pena matar a dios
    a ver si se arregla el mundo?
    -claro que vale la pena
    -¿valdrá la pena jugarse
    la vida por una idea
    que puede resultar falsa?
    -claro que vale la pena
    -¿pregunto yo si valdrá
    la pena comer centolla
    valdrá la pena criar
    hijos que se volverán
    en contra de sus mayores?
    -es evidente que sí
    que nó
    que vale la pena
    -Pregunto yo si valdrá
    la pena poner un disco
    la pena leer un árbol
    la pena plantar un libro
    si todo se desvanece
    si nada perdurará
    -tal vez no valga la pena
    -no llores
    -estoy riendo
    -no nazcas
    -estoy muriendo







    Que Dios nos libre de los comerciantes...

    Que Dios nos libre de los comerciantes
    sólo buscan el lucro personal

    que nos libre de Romeo y Julieta
    sólo buscan la dicha personal

    líbrenos de poetas y prosistas
    que sólo buscan fama personal

    líbrenos de los Héroes de Iquique
    líbrenos de los Padres de la Patria
    no queremos estatuas personales

    si todavía tiene poder el Señor
    que nos libre de todos esos demonios
    y que también nos libre de nosotros mismos
    en cada uno de nosotros hay
    una alimaña que nos chupa la médula
    un comerciante ávido de lucro
    un Romeo demente que sólo sueña con poseer a Julieta
    un héroe teatral
    en convivencia con su propia estatua

    Dios nos libre de todos estos demonios

    si todavía sigue siendo Dios.







    Quédate con tu Borges

    él te ofrece el recuerdo de una flor amarilla
    vista al anochecer
    años antes que tú nacieras
    interesante puchas que interesante
    en cambio yo no te prometo nada
    ni dinero ni sexo ni poesía
    un yogur es lo + que podría ofrecerte







    Rompecabezas

    No doy a nadie el derecho.
    Adoro un trozo de trapo.
    Traslado tumbas de lugar.

    Traslado tumbas de lugar.
    No doy a nadie el derecho.
    Yo soy un tipo ridículo
    A los rayos del sol,
    Azote de las fuentes de soda
    Yo me muero de rabia.

    Yo no tengo remedio,
    Mis propios pelos me acusan
    En un altar de ocasión
    Las máquinas no perdonan.

    Me río detrás de una silla,
    mi cara se llena de moscas.

    Yo soy quien se expresa mal
    Expresa en vistas de qué.

    Yo tartamudeo,
    Con el pie toco una especie de feto.

    ¿Para qué son estos estómagos?
    ¿Quién hizo esta mescolanza?
    Lo mejor es hacer el indio.
    Yo digo una cosa por otra.






    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 9 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Lun 30 Sep 2024, 14:42


    FERNANDO PAZ CASTILLO



    Poeta, crítico literario y diplomático venezolano nacido en Caracas en 1893.
    Cursó estudios de educación media en un colegio de religiosos franceses donde trabó amistad con varios
    poetas importantes de la época. Por razones ajenas a su voluntad, interrumpió los estudios de Derecho
    dedicándose desde entonces a la actividad docente y literaria.
    A partir de 1936 inició una larga carrera diplomática que se extendió hasta 1959 en numerosos países de Europa
    y América. En 1965 ingresó como Miembro de Número en la Academia Venezolana de la Lengua, y en 1967,
    ganó el Premio Nacional de Literatura.
    Algunas de sus obras más conocidas son: «La voz de los cuatros vientos», «Reflexiones de atardecer», «Signo»
    y «Entre pintores y escritores»


    *****************


    Cuando mi hora sea llegada

    Yo que he visto
    tanto dolor
    y odio
    del hombre contra el hombre,
    por ideas profundas
    o por simples palabras.

    Yo que he visto los cuerpos
    en las sombras
    acechando las sombras de otros cuerpos
    para matar el sueño.

    Yo que he visto los rostros retorcidos,
    sin que la muerte dulce
    borre el odio en los ojos,
    en los puños cerrados
    y en los dientes fríos.

    Yo te pido, Señor!
    Dios armonioso
    del perdón fecundo,
    que cuando mi hora sea llegada
    no haya rencor en mi alma.

    Y que la muerte suave
    ponga en mis ojos la apacible luz
    de un manso atardecer
    entre violetas:

    Y que una espiga de oro,
    bajo el azul del cielo,
    marque el silencio de la hora excelsa,
    lenta y santamente,
    y no haya nada brusco
    en torno mío
    -odio ni temor-
    cuando mi hora sea llegada.



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    Dios y hombre

    Pues es indudable que todo espíritu creado
    necesita el consuelo del cuerpo.
    San Bernardo

    Ante el misterio,
    lejana realidad,
    Dios en silencio,
    teme el espíritu encontrarse
    libre del cuerpo
    tierra que familiarmente lo acompaña,
    cárcel oscura y fuga luminosa:
    su paz o su inquietud,
    su ingénita frescura y su descanso.

    Entre formas confusas se desliza el espíritu
    dormido o vigilante,
    altivo o fatigado de recuerdos,
    detenido por ausencias sin contornos
    junto a la eternidad
    de lo perfecto.
    Y sólo el cuerpo atrapa
    con los cinco sentidos perspicaces
    y sus vagos senderos ignorados
    el gozo de la luz y del sonido,
    y del mirar confiado a las espigas
    y del callar sereno hacia los astros.



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    El cuerpo, criatura delicada...

    El cuerpo, criatura delicada,
    tierno como las rosas en el alba,
    conserva su frescura primera junto al miedo
    que vive de él, y en soledad profunda
    lo devora con un afán intenso
    de perfección.

    El cuerpo es morada pasajera
    del espíritu nómada,
    su consuelo,
    su fiel compañía generosa,
    su sombra en la llanura
    sin rumores,
    su imagen sorprendida,
    su grito sin color
    y su esperanza.



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    ¡El espíritu libre!...

    ¡El espíritu libre!
    honda zozobra,
    quemadura de llama en agonía,
    nostalgia del vivir inteligente
    asomado a la orilla de la muerte.

    Angustia cuotidiana de alentar entre rosas
    o pavor de una noche sin luceros
    frente al todo infinito y desolado.

    Hallazgo de no morir un día,
    sino seguir viviendo
    de lo que ya vivido está en la sangre,
    entre secretos surcos dilatados,
    entre hierbas de noche oscura
    y rosas húmedas
    desde la tierra o nube del origen.

    Naufragio de lo propio
    y de lo ajeno
    con el nacer;
    morir anticipado
    morir sin morir del todo,
    porque, semilla de divina esencia
    vivirá siempre en formas increadas
    para consuelo de los otros seres.



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    El espíritu es trágico...

    El espíritu es trágico
    pero el cuerpo es bello
    y solemne
    bajo el hilo de plata del silencio
    que oculta entre cenizas las palabras,
    las palabras
    que duelen y se alejan
    como el pensamiento, y como el ala
    graciosa,
    fúlgida tierra que al volar se queda
    entre el aire y la luz,
    signo del pie divino y de su fuga
    que delata a su paso la belleza,
    la eterna aspiración de la belleza,
    entre el rencor del hombre
    y la conciencia audaz,
    desveladora
    que, sin asirla del todo,
    vive de ella esclava.

    Esclavitud sublime que lo salva
    de aquella lenta ducha dolorosa
    del ser primero,
    de aquella triste angustia desolada
    del hombre sin pasado;
    de aquella amarga realidad viviente,
    del hombre, sólo hombre:
    triste vivir del alma sin amor,
    perfección del creador y de lo creado.



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    El muro

    Beauty is truth, truth beauty, that is all
    Ye know on earth, and all ye need to know
    John Keats

    I
    Un muro en la tarde,
    y en la hora
    una línea blanca, indefinida
    sobre el campo verde
    y bajo el cielo.

    II
    Un pájaro -en hoja y viento-
    ha puesto su canción más bella
    sobre el muro.

    III
    Enlutado de su propia existencia
    -detenida entre su breve sombra
    y su destino-
    un zamuro, bello por la distancia y por el vuelo,
    infunde angustia en el alma profeta:
    una fría angustia, cuando
    certero, como vencida flecha
    -oscura flecha que aún conserva su impulso inicial-
    cae tras el muro.

    IV
    La vida es una constante
    y hermosa destrucción:
    vivir es hacer daño.

    V
    Pero el muro,
    el silencioso y blanco muro
    parece que nos dice:
    «hasta aquí llegan tus ojos,
    menos agudos que tu instinto.

    Yo separo tu vida de otras vidas
    pequeñas; pero grandes cuando el ocaso,
    el oro insinuante del ocaso llega».

    VI
    Acaso tras el muro,
    tan alto al deseo como pequeño a la esperanza,
    no exista más que lo ya visto en el camino
    junto a la vida y la muerte,
    la tregua y el dolor
    y la sombra de Dios indiferente.

    VII
    Dios -muro frente a recuerdos y visiones-
    está solo, íntimamente solo
    en nuestros ojos
    y en el menudo nombre
    que lo ata a las cosas;
    a la seda del canto del canario
    fraterno
    y a la noche que vuela en el zamuro:
    fúnebre, pulido estuche de cosas ayer bellas
    o tristes
    que habrán de serlo nuevamente
    del lado acá del muro,
    con el temor reciente de volver al origen.

    VIII
    ¿Morir?...
    Pero si nada hay más bello en su hora
    -frente al muro-
    que los serenos ojos de los moribundos,
    anegados por su propio silencio;
    perdido ya, por entre frescas espigas encontradas,
    el temor de morir,
    y de haber vivido, como hombre, entre hombres,
    que apenas -oscurecidos en su existir-
    los comprendieron.

    IX
    Entonces el muro
    parece allanarse entre el olvidado rencor
    y la esperanza:
    Es súbito camino, no límite de sombra y canto,
    ante un nuevo Dios que nos aguarda
    -que nos aguarda siempre-
    y no conoceremos
    a pesar de que marcha en nuestras huellas;
    que nos llega de lejos,
    del lado de la luz,
    y que vamos dejando en el camino,
    como algo, que no es tierra,
    atado, sin embargo, a nuestros pies.

    X
    El muro en la tarde,
    entre la hierba, el canto y el fúnebre vuelo:
    presencia del dolor de vivir
    y no morir;
    consuelo de volver, en tierra y oro,
    con la inquietud de haber sido;
    polvo y oro que regresa eternamente,
    como la muerte cotidiana,
    bajo el granado trigal de la noche insomne,
    rumorosa de viento alto
    y de luceros.

    El sediento corazón siente leticia:
    el corazón y las queridas, tímidas palabras
    huelen, como el muro en la tarde,
    a cielo y tierra confundidos,
    cuando el morir es cosa nuestra
    y, como nuestro, lo queremos.
    Lo queremos pudorosos,
    en silencio, sin violencias,
    mientras los otros temen -aún distantes-
    la sensitiva soledad naciente
    para el hombre, no humano, y su destino
    confuso.

    XI
    Porque no hay muerte sino vida
    del lado allá del canto, del lado allá del vuelo,
    del lado allá del tiempo.

    XII
    Vaga intuición de perdurar
    frente a la muerte ambicionada
    y oscura...
    Porque la muerte, imagen de nosotros
    y criatura nuestra,
    es distinta a la no vida
    que jamás ha existido.
    Ya que el verbo de Dios, que todo lo ha dispuesto
    en la conciencia del hombre, no pudo crear la muerte
    sin morir El y su callada nostalgia
    de pensar y sufrir humanas formas.

    XIII
    El muro de la tarde -atardecido en nuestra tarde-,
    apenas una línea blanca junto al campo
    y junto al cielo.
    Misteriosa cruz que sólo muestra
    su brazo horizontal.
    Unida, por la oscura raíz,
    a la tierra misma de su origen confuso;
    y al cielo de la fuga
    por el canto y el ala:
    la noche impasible del zamuro
    y el camino de oro del canario
    hacia el ocaso.

    XIV
    ¡EI muro!
    Cuánto siento y me pesa su silencio
    -en mi tarde-
    en la tarde del musgo
    y la oración
    y el regreso.

    XV
    Sólo sé que hay un muro,
    bello en su calada soledad de cielo y tiempo:
    y todo, junto a él, es un milagro.

    XVI
    Sólo temo en la tarde -en mi tarde- de oro
    por el sol que agoniza; y por algo, que no es sol,
    que también agoniza en mi conciencia,
    desamparada a veces
    ¡y a veces confundida de sorpresas!
    Sólo temo haber visto algo:
    ¡lo mismo!
    el campo, el césped;
    la misma rosa sensual que recuerda unos labios
    y el mismo lirio exangüe
    que vigila la muerte.

    XVII
    Y sólo siento frente a Dios y su Destino,
    haber pasado alguna vez el muro
    y su callada espesa sombra,
    del lado allá del tiempo.



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    En el día

    I
    En el día
    amo la noche
    y en la noche el día.
    Pero en la tarde,
    entre colores vagos
    me amo a mí mismo.
    Porque entonces soy
    como el recuerdo de algo que hice,
    o como el temor de algo
    que pude haber hecho.

    II
    Tarde, hermana!
    No eres día ni noche.
    No eres más que un paso,
    un punto detenido,
    entre dos extremos,
    como la vida,
    como la dulce fuga
    indecisa
    que en la mañana
    va hacia la noche.
    Y en la noche
    -por entre nostálgicas claridades
    vencidas-,
    hacia la luz;
    o más bien hacia el rumor de luz
    que adelanta,
    la espiga, casi de oro,
    junto al alba.



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    Es bello el cuerpo...

    Es bello
    el cuerpo
    y su misterio;
    íntegramente bello
    como el sol entre los astros...

    Tierra enaltecida
    por el sagrado soplo silencioso;
    profundo consuelo del espíritu,
    como lo dijo el santo,
    ascético y tremendo,
    naturaleza triste
    anegada en Dios
    y en el abismo de su propio arcano.



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    La mujer que no vimos

    Se alejó lentamente
    por entre los taciturnos pinos,
    de frente hacia el ocaso, como las hojas y como la brisa,
    la mujer que no vimos.

    Bajo una luz de naranja y de ceniza
    era, como la hora, soledad y caminos;
    armonía y abstracción como las siluetas;
    esplendor de atardecer como los maduros racimos.

    De lejos nos volvía en detalles
    la belleza ignorada de la mujer que no vimos.

    La tarde fue cayendo silenciosa
    sobre el paisaje ausente de sí mismo
    y floreció en un oro apagado y nuevo
    entre el follaje marchito.

    Hacia un cielo de plata
    pálido y frío;
    hacia el camino de los vuelos que huyen,
    de las hojas muertas y del sol amarillo,
    se alejó lentamente
    la mujer que no vimos.

    Sus huellas imprecisas las seguía el silencio,
    un silencio ya nocturno, suspendido
    sobre el recogimiento de la tarde,
    huérfana de la prolongación de sus caminos...

    Pero su voz, entre la sombra,
    hizo vibrar la sombra, y era su voz un trino:
    fúlgida voz que hacía pensar
    en unos cabellos del color del trigo.

    Recuerdos de las formas evocan las siluetas
    de los apagados árboles sensitivos;
    pero la voz que se aleja entre masas borrosas,
    denuncia unos ojos claros como zafiros,
    y unas manos que, trémulas, apartan los ramajes
    como dos impacientes corderitos mellizos.

    Ni pasos furtivos, ni voces familiares:
    oquedad y silencio entre los altos pinos,
    y en las almas confusas un ansia de belleza.

    ¿Pasó junto a nosotros la mujer que no vimos?



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    Las cosas y sus nombres...

    Las cosas y sus nombres
    son símbolos confusos
    que acompañan al hombre en su destierro,
    en su andar de adivino
    entre alboradas.

    Ingenuas compañeras de un recuerdo
    que nace en la raíz
    de la conciencia,
    donde Dios y el hombre se confunden
    y se entienden;
    y Dios se hace para el hombre humano
    y el hombre, ante su amor, crece divino,
    trasciende la leve línea
    de luz o sombra
    que limita su ser:
    su estar indefinido
    ya que el ser no es perenne forma,
    sino que está en la forma limitado,
    con ansias de romperla a cada instante,
    con nostalgias de muerte y nacimientos
    y temores de un nuevo despertar.

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    Misterio

    I
    Escribo este poema
    como si fuera
    el último.
    Como si todo cuanto miro
    ahora,
    en tomo mío
    recreara el signo,
    sin embargo amable,
    de cosas desechadas,
    que un tiempo fueron bellas:
    ¡Son tantas
    las mentiras que he vivido!

    II
    Se nace,
    con polvo de llanto
    en la conciencia
    y, por rincones
    de estrellas,
    se aprende la sonrisa.
    Y la primera,
    en nuestro rostro,
    por ella apenas cincelado,
    es la primera línea
    sensitiva,
    el primer rasgo noble,
    el primer confín,
    íntimo
    que nos separa de los otros seres.
    Y nos abre el camino,
    el laborioso camino,
    alma adentro,
    hacia un mundo propio,
    de uno mismo ignorado,
    pero tan nuestro,
    como las manos
    y como los ojos
    que todo lo tocan,
    ofenden
    o acarician
    en cercanía o en distancia.

    III
    ¿Será éste mi último poema?
    Es la pregunta
    que siempre me hago,
    ahora,
    cuando escribo.
    y siento
    en la penumbra de lo que ha de ser,
    iluminada en veces de reminiscencias,
    el temor,
    desde luego confiado,
    de una última sonrisa:
    Raíz luminosa
    y apacible,
    oculta, casi toda,
    y aun firme,
    de lo que no pudo ser.

    IV
    Pero sigo, ignorando
    si el que escribo,
    atento a lo que hago,
    será mi último poema
    y acaso,
    en el breve silencio que lo siga
    el más querido.

    V
    Ignoro si será
    éste el canto
    de mis cantos,
    como ignoro también,
    aun cuando sé que no me faltará,
    su presencia,
    en la hora oportuna,
    qué rasgo asumirá
    mi última sonrisa,
    la más mía de todas,
    cuando ya no oiga a los hombres,
    mis hermanos,
    sino como un rumor distante,
    de hojas y de brisa,
    en una inmensa noche desolada.



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    Pero los ojos...

    Pero los ojos,
    los misteriosos ojos extasiados
    son risueño consuelo del espíritu:
    suave ternura de contemplar la vida
    y contemplar la nada,
    de sentir la caricia de la luz
    y la llamada audaz de la distancia.

    El oído sutil,
    gruta del canto azul
    del viento y de la espuma,
    divino caracol,
    rosa imperfecta,
    laberinto de músicas ingénitas,
    sorprendido por el ritmo de las alas
    y las hojas:
    delgadas cuerdas de arpas misteriosas
    que tañe el viento de las manos largas.

    El olfato ¡enigma! ,
    dócil al arte por el hombre creado,
    penetra por caminos infinitos,
    silenciosos,
    atento al mensaje de la tierra recóndito
    y al perfume de las estrellas ácidas
    de las noches de insomnio.

    El paladar descubre entre sabores varios
    el temor de la muerte... Porque la muerte
    es el sabor primero de las cosas
    que dan placer al hombre y sus instintos.
    Sabor de tierra y sombra amarga
    que el hombre ignoto logra superar
    con la expresión feliz de la belleza
    confundida con Dios
    en tres caminos,
    Poder, Sabiduría y Dolor.

    El tacto
    aísla el misterioso ser naturaleza
    de las cosas sensibles o inertes
    y luego en soledad, lo une a todas
    por el gozo y el dolor
    inevitables.

    Y todos son leticia del espíritu
    ante el olvido de la muerte del cuerpo
    que no sabe
    qué cosa es el morir,
    porque la muerte no es sino el reflejo
    del sagrado reposo de un Dios ante recuerdos.



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    Poesía

    La calma,
    lejana, íntima
    que tiene el ímpetu audaz
    del monte altivo.
    El resplandor dormido,
    más rojo que el rojo
    y menos rojo
    que el rojo,
    sobre la inquieta llama
    o en la llama agonizante.
    El punto
    indefinido
    de donde regresa la mirada
    insegura,
    de conquistar la nada
    de su origen.
    La palabra buena,
    la palabra mansa
    que al fin de muchas luchas,
    y triunfos y derrotas,
    encuentra,
    que sólo sabe comprender, callada.


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    Un pensamiento

    Un pensamiento fijo
    tu rostro modela
    y tu vida concentra en torno a él
    como la piedra
    el agua, toda intacta, de la fuente.

    Tu vida no es más que pensamiento
    que lentamente se va haciendo fuerte

    Tus ojos, deslumbrados ante la belleza,
    presienten una forma no encontrada,
    y tus manos revelan
    algo del pensamiento.

    Toda tú te vas haciendo de ti misma,
    como la lluvia hace sobre el naranjo con el sol una tela
    y como la noche con la sombra
    una rosa en torno de la estrella.

    Te adelgazas junto a tu pensamiento,
    como en la fría plata del candelabro la llama inquieta,
    con un afán perpetuo de esconderte a ti misma...

    Pero en todo te revelas.




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    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 9 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 9 Empty Re: POETAS LATINOAMERICANOS

    Mensaje por Maria Lua Miér 02 Oct 2024, 19:07

    Octavio Paz


    Poeta y ensayista mexicano nacido en Mixcoac, Ciudad de México en 1914.
    Es un poeta de todas las horas. Prevalece en sus poemas la madurez del día, madurez gozosa que se identifica
    con el encuentro y el abrazo nupcial de la pareja. Paz, es el poeta de las nupcias: en sus textos líricos copulan
    el cielo y la tierra, el hombre y la mujer, los animales, los astros, las plantas, las palabras, y copulan alegre y
    satisfactoriamente. A través del amor y el erotismo, Paz descubre y puebla un mundo en el que el hombre
    y la mujer luchan, se despedazan y surgen nuevamente de sus cenizas.
    En 1990 obtuvo el Premio Nobel de Literatura como reconocimiento por su obra.
    Entre sus libros más destacados, se encuentran «El Laberinto de la Soledad», «El Arco y la Lira»,
    «Águila o Sol» y «Libertad bajo Palabra».
    Falleció en 1998



    ***************


    través

    Doblo la página del día,
    escribo lo que me dicta
    el movimiento de tus pestañas.

    *

    Mis manos
    abren las cortinas de tu ser
    te visten con otra desnudez
    descubren los cuerpos de tu cuerpo
    Mis manos
    inventan otro cuerpo a tu cuerpo.

    *

    Entro en ti,
    veracidad de la tiniebla.
    Quiero las evidencias de lo oscuro,
    beber el vino negro:
    toma mis ojos y reviéntalos.

    *

    Una gota de noche
    sobre la punta de tus senos:
    enigmas del clavel.

    *

    Al cerrar los ojos
    los abro dentro de tus ojos.

    *

    En su lecho granate
    siempre está despierta
    y húmeda tu lengua.

    *

    Hay fuentes
    en el jardín de tus arterias.

    *

    Con una máscara de sangre
    atravieso tu pensamiento en blanco:
    desmemoria me guía
    hacia el reverso de la vida.










    Aquí

    Mis pasos en esta calle
    resuenan
    en otra calle
    donde
    oigo mis pasos
    pasar en esta calle
    donde

    Sólo es real la niebla










    Bajo tu clara sombra

    Un cuerpo, un cuerpo solo, un sólo cuerpo
    un cuerpo como día derramado
    y noche devorada;
    la luz de unos cabellos
    que no apaciguan nunca
    la sombra de mi tacto;
    una garganta, un vientre que amanece
    como el mar que se enciende
    cuando toca la frente de la aurora;
    unos tobillos, puentes del verano;
    unos muslos nocturnos que se hunden
    en la música verde de la tarde;
    un pecho que se alza
    y arrasa las espumas;
    un cuello, sólo un cuello,
    unas manos tan sólo,
    unas palabras lentas que descienden
    como arena caída en otra arena....

    Esto que se me escapa,
    agua y delicia obscura,
    mar naciendo o muriendo;
    estos labios y dientes,
    estos ojos hambrientos,
    me desnudan de mí
    y su furiosa gracia me levanta
    hasta los quietos cielos
    donde vibra el instante;
    la cima de los besos,
    la plenitud del mundo y de sus formas.









    Cuerpo a la vista

    Y las sombras se abrieron otra vez
    y mostraron su cuerpo:
    tu pelo, otoño espeso, caída de agua solar,
    tu boca y la blanca disciplina
    de tus dientes caníbales,
    prisioneros en llamas,
    tu piel de pan apenas dorado
    y tus ojos de azúcar quemada,
    sitios en donde el tiempo no transcurre,
    valles que sólo mis labios conocen,
    desfiladero de la una que asciende
    a tu garganta entre tus senos,
    cascada petrificada de la nuca,
    alta meseta de tu vientre,
    playa sin fin de tu costado.

    Tus ojos son los ojos fijos del tigre
    y un minutos después
    son los ojos húmedos del perro.
    Siempre hay abejas en tu pelo.
    Tu espalda fluye tranquila bajo mis ojos
    como las espalda del río a la luz del incendio.

    Aguas dormidas golpean día y noche
    tu cintura de arcilla
    y en tus costas,
    inmensas como los arenales de la luna,
    el viento sopla por mi boca
    y un largo quejido cubre con sus dos alas grises
    la noche de los cuerpos,
    como la sombra del águila la soledad del páramo.

    Las uñas de los dedos de tus pies
    están hechas del cristal del verano.
    Entre tus piernas hay un pozo de agua dormida,
    bahía donde el mar de noche se aquieta,
    negro caballo de espuma,
    cueva al pie de la montaña que esconde un tesoro,
    boca de horno donde se hacen las hostias,
    sonrientes labios entreabiertos y atroces,
    nupcias de la luz y la sombra,
    de lo visible y lo invisible
    (allí espera la carne su resurrección
    y el día de la vida perdurable)

    Patria de sangre,
    única tierra que conozco y me conoce,
    única patria en la que creo,
    única puerta al infinito.










    Decir, hacer

    A Roman Jakobson

    Entre lo que veo y digo,
    Entre lo que digo y callo,
    Entre lo que callo y sueño,
    Entre lo que sueño y olvido
    La poesía.
    Se desliza entre el sí y el no:
    dice
    lo que callo,
    calla
    lo que digo,
    sueña
    lo que olvido.
    No es un decir:
    es un hacer.
    Es un hacer
    que es un decir.
    La poesía
    se dice y se oye:
    es real.
    Y apenas digo
    es real,
    se disipa.
    ¿Así es más real?
    Idea palpable,
    palabra
    impalpable:
    la poesía
    va y viene
    entre lo que es
    y lo que no es.
    Teje reflejos
    y los desteje.
    La poesía
    siembra ojos en las páginas
    siembra palabras en los ojos.
    Los ojos hablan
    las palabras miran,
    las miradas piensan.
    Oír
    los pensamientos,
    ver
    lo que decimos
    tocar
    el cuerpo
    de la idea.
    Los ojos
    se cierran
    Las palabras se abren.









    Destino de poeta

    ¿Palabras? Sí, de aire,
    y en el aire perdidas.
    Déjame que me pierda entre palabras,
    déjame ser el aire en unos labios,
    un soplo vagabundo sin contornos
    que el aire desvanece.

    También la luz en sí misma se pierde.









    Elegía interrumpida

    Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
    Al primer muerto nunca lo olvidamos,
    aunque muera de rayo, tan aprisa
    que no alcance la cama ni los óleos.
    Oigo el bastón que duda en un peldaño,
    el cuerpo que se afianza en un suspiro,
    la puerta que se abre, el muerto que entra.
    De una puerta a morir hay poco espacio
    y apenas queda tiempo de sentarse,
    alzar la cara, ver la hora
    y enterarse: las ocho y cuarto.
    Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
    La que murió noche tras noche
    y era una larga despedida,
    un tren que nunca parte, su agonía.
    Codicia de la boca
    al hilo de un suspiro suspendida,
    ojos que no se cierran y hacen señas
    y vagan de la lámpara a mis ojos,
    fija mirada que se abraza a otra,
    ajena, que se asfixia en el abrazo
    y al fin se escapa y ve desde la orilla
    cómo se hunde y pierde cuerpo el alma
    y no encuentra unos ojos a que asirse...
    ¿Y me invitó a morir esa mirada?
    Quizá morimos sólo porque nadie
    quiere morirse con nosotros, nadie
    quiere mirarnos a los ojos.
    Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
    Al que se fue por unas horas
    y nadie sabe en qué silencio entró.
    De sobremesa, cada noche,
    la pausa sin color que da al vacío
    o la frase sin fin que cuelga a medias
    del hilo de la araña del silencio
    abren un corredor para el que vuelve:
    suenan sus pasos, sube, se detiene...
    Y alguien entre nosotros se levanta
    y cierra bien la puerta.
    Pero él, allá del otro lado, insiste.
    Acecha en cada hueco, en los repliegues,
    vaga entre los bostezos, las afueras.
    Aunque cerremos puertas, él insiste.
    Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
    Rostros perdidos en mi frente, rostros
    sin ojos, ojos fijos, vaciados,
    ¿busco en ellos acaso mi secreto,
    el dios de sangre que mi sangre mueve,
    el dios de yelo, el dios que me devora?
    Su silencio es espejo de mi vida,
    en mi vida su muerte se prolonga:
    soy el error final de sus errores.
    Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
    El pensamiento disipado, el acto
    disipado, los nombres esparcidos
    (lagunas, zonas nulas, hoyos
    que escarba terca la memoria),
    la dispersión de los encuentros,
    el yo, su guiño abstracto, compartido
    siempre por otro (el mismo) yo, las iras,
    el deseo y sus máscaras, la víbora
    enterrada, las lentas erosiones,
    la espera, el miedo, el acto
    y su reverso: en mí se obstinan,
    piden comer el pan, la fruta, el cuerpo,
    beber el agua que les fue negada.
    Pero no hay agua ya, todo está seco,
    no sabe el pan, la fruta amarga,
    amor domesticado, masticado,
    en jaulas de barrotes invisibles
    mono onanista y perra amaestrada,
    lo que devoras te devora,
    tu víctima también es tu verdugo.
    Montón de días muertos, arrugados
    periódicos, y noches descorchadas
    y amaneceres, corbata, nudo corredizo:
    -saluda al sol, araña, no seas rencorosa...-
    Es un desierto circular el mundo,
    el cielo está cerrado y el infierno vacío










    La calle

    Es una calle larga y silenciosa.
    Ando en tinieblas y tropiezo y caigo
    y me levanto y piso con pies ciegos
    las piedras mudas y las hojas secas
    y alguien detrás de mí también las pisa:
    si me detengo, se detiene;
    si corro, corre. Vuelvo el rostro: nadie.
    Todo está oscuro y sin salida,
    y doy vueltas en esquinas
    que dan siempre a la calle
    donde nadie me espera ni me sigue,
    donde yo sigo a un hombre que tropieza
    y se levanta y dice al verme: nadie.









    La poesía

    A Luis Cernuda

    Llegas, silenciosa, secreta,
    y despiertas los furores, los goces,
    y esta angustia
    que enciende lo que toca
    y engendra en cada cosa
    una avidez sombría.

    El mundo cede y se desploma
    como metal al fuego.
    Entre mis ruinas me levanto,
    solo, desnudo, despojado,
    sobre la roca inmensa del silencio,
    como un solitario combatiente
    contra invisibles huestes.

    Verdad abrasadora,
    ¿A qué me empujas?
    No quiero tu verdad,
    tu insensata pregunta.
    ¿A qué esta lucha estéril?
    No es el hombre criatura capaz de contenerte,
    avidez que sólo en la sed se sacia,
    llama que todos los labios consume,
    espíritu que no vive en ninguna forma
    mas hace arder todas las formas.

    Subes desde lo más hondo de mí,
    desde el centro innombrable de mi ser,
    ejército, marea.
    Creces, tu sed me ahoga,
    expulsando, tiránica,
    aquello que no cede
    a tu espada frenética.
    Ya sólo tú me habitas,
    tú, sin nombre, furiosa substancia,
    avidez subterránea, delirante.

    Golpean mi pecho tus fantasmas,
    despiertas a mi tacto,
    hielas mi frente,
    abres mis ojos.

    Percibo el mundo y te toco,
    substancia intocable,
    unidad de mi alma y de mi cuerpo,
    y contemplo el combate que combato
    y mis bodas de tierra.

    Nublan mis ojos imágenes opuestas,
    y a las mismas imágenes
    otras, más profundas, las niegan,
    ardiente balbuceo,
    aguas que anega un agua más oculta y densa.
    En su húmeda tiniebla vida y muerte,
    quietud y movimiento, son lo mismo.

    Insiste, vencedora,
    porque tan sólo existo porque existes,
    y mi boca y mi lengua se formaron
    para decir tan sólo tu existencia
    y tus secretas sílabas, palabra
    impalpable y despótica,
    substancia de mi alma.

    Eres tan sólo un sueño,
    pero en ti sueña el mundo
    y su mudez habla con tus palabras.
    Rozo al tocar tu pecho
    la eléctrica frontera de la vida,
    la tiniebla de sangre
    donde pacta la boca cruel y enamorada,
    ávida aún de destruir lo que ama
    y revivir lo que destruye,
    con el mundo, impasible
    y siempre idéntico a sí mismo,
    porque no se detiene en ninguna forma
    ni se demora sobre lo que engendra.

    Llévame, solitaria,
    llévame entre los sueños,
    llévame, madre mía,
    despiértame del todo,
    hazme soñar tu sueño,
    unta mis ojos con aceite,
    para que al conocerte me conozca.








    Las palabras

    Dales la vuelta,
    cógelas del rabo (chillen, putas),
    azótalas,
    dales azúcar en la boca a las rejegas,
    ínflalas, globos, pínchalas,
    sórbeles sangre y tuétanos,
    sécalas,
    cápalas,
    písalas, gallo galante,
    tuérceles el gaznate, cocinero,
    desplúmalas,
    destrípalas, toro,
    buey, arrástralas,
    hazlas, poeta,
    haz que se traguen todas sus palabras.









    Libertad bajo palabra

    Viento
    Cantan las hojas,
    bailan las peras en el peral;
    gira la rosa,
    rosa del viento, no del rosal.
    Nubes y nubes
    flotan dormidas, algas del aire;
    todo el espacio
    gira con ellas, fuerza de nadie.

    Todo es espacio;
    vibra la vara de la amapola
    y una desnuda
    vuela en el viento lomo de ola.

    Nada soy yo,
    cuerpo que flota, luz, oleaje;
    todo es del viento
    y el viento es aire
    siempre de viaje...









    Noche de verano

    Pulsas, palpas el cuerpo de la noche,
    verano que te bañas en los ríos,
    soplo en el que se ahogan las estrellas,
    aliento de una boca,
    de unos labios de tierra.

    Tierra de labios, boca
    donde un infierno agónico jadea,
    labios en donde el cielo llueve
    y el agua canta y nacen paraísos.

    Se incendia el árbol de la noche
    y sus astillas son estrellas,
    son pupilas, son pájaros.
    Fluyen ríos sonámbulos.
    Lenguas de sal incandescente
    contra una playa oscura.

    Todo respira, vive, fluye:
    la luz en su temblor,
    el ojo en el espacio,
    el corazón en su latido,
    la noche en su infinito.

    Un nacimiento oscuro, sin orillas,
    nace en la noche de verano,
    en tu pupila nace todo el cielo.










    Olvido

    Cierra los ojos y a oscuras piérdete
    bajo el follaje rojo de tus párpados.
    Húndete en esas espirales
    del sonido que zumba y cae
    y suena allí, remoto,
    hacia el sitio del tímpano,
    como una catarata ensordecida.

    Hunde tu ser a oscuras,
    anégate la piel,
    y más, en tus entrañas;
    que te deslumbre y ciegue
    el hueso, lívida centella,
    y entre simas y golfos de tiniebla
    abra su azul penacho al fuego fatuo.

    En esa sombra líquida del sueño
    moja tu desnudez;
    abandona tu forma, espuma
    que no sabe quien dejó en la orilla;
    piérdete en ti, infinita,
    en tu infinito ser,
    ser que se pierde en otro mar:
    olvídate y olvídame.

    En ese olvido sin edad ni fondo,
    labios, besos, amor, todo renace:
    las estrellas son hijas de la noche.











    Piedra de sol

    La treizième revient...c'est encor la première;
    et c'est toujours la seule-ou c'est le seul moment;
    car es-tu reine, ô toi, la première ou dernière?
    es-tu roi, toi le seul ou le dernier amant?
    Gérard de Nerval (Arthémis)

    un sauce de cristal, un chopo de agua,
    un alto surtidor que el viento arquea,
    un árbol bien plantado mas danzante,
    un caminar de río que se curva,
    avanza, retrocede, da un rodeo
    y llega siempre:
    un caminar tranquilo
    de estrella o primavera sin premura,
    agua que con los párpados cerrados
    mana toda la noche profecías,
    unánime presencia en oleaje,
    ola tras ola hasta cubrirlo todo,
    verde soberanía sin ocaso
    como el deslumbramiento de las alas
    cuando se abren en mitad del cielo,

    un caminar entre las espesuras
    de los días futuros y el aciago
    fulgor de la desdicha como un ave
    petrificando el bosque con su canto
    y las felicidades inminentes
    entre las ramas que se desvanecen,
    horas de luz que pican ya los pájaros,
    presagios que se escapan de la mano,

    una presencia como un canto súbito,
    como el viento cantando en el incendio,
    una mirada que sostiene en vilo
    al mundo con sus mares y sus montes,
    cuerpo de luz filtrado por un ágata,
    piernas de luz, vientre de luz, bahías,
    roca solar, cuerpo color de nube,
    color de día rápido que salta,
    la hora centellea y tiene cuerpo,
    el mundo ya es visible por tu cuerpo,
    es transparente por tu transparencia,

    voy entre galerías de sonidos,
    fluyo entre las presencias resonantes,
    voy por las transparencias como un ciego,
    un reflejo me borra, nazco en otro,
    oh bosque de pilares encantados,
    bajo los arcos de la luz penetro
    los corredores de un otoño diáfano,

    voy por tu cuerpo como por el mundo,
    tu vientre es una plaza soleada,
    tus pechos dos iglesias donde oficia
    la sangre sus misterios paralelos,
    mis miradas te cubren como yedra,
    eres una ciudad que el mar asedia,
    una muralla que la luz divide
    en dos mitades de color durazno,
    un paraje de sal, rocas y pájaros
    bajo la ley del mediodía absorto,

    vestida del color de mis deseos
    como mi pensamiento vas desnuda,
    voy por tus ojos como por el agua,
    los tigres beben sueño de esos ojos,
    el colibrí se quema en esas llamas,
    voy por tu frente como por la luna,
    como la nube por tu pensamiento,
    voy por tu vientre como por tus sueños,

    tu falda de maíz ondula y canta,
    tu falda de cristal, tu falda de agua,
    tus labios, tus cabellos, tus miradas,
    toda la noche llueves, todo el día
    abres mi pecho con tus dedos de agua,
    cierras mis ojos con tu boca de agua,
    sobre mis huesos llueves, en mi pecho
    hunde raíces de agua un árbol líquido,

    voy por tu talle como por un río,
    voy por tu cuerpo como por un bosque,
    como por un sendero en la montaña
    que en un abismo brusco se termina
    voy por tus pensamientos afilados
    y a la salida de tu blanca frente
    mi sombra despeñada se destroza,
    recojo mis fragmentos uno a uno
    y prosigo sin cuerpo, busco a tientas,

    corredores sin fin de la memoria,
    puertas abiertas a un salón vacío
    donde se pudren todos lo veranos,
    las joyas de la sed arden al fondo,
    rostro desvanecido al recordarlo,
    mano que se deshace si la toco,
    cabelleras de arañas en tumulto
    sobre sonrisas de hace muchos años,

    a la salida de mi frente busco,
    busco sin encontrar, busco un instante,
    un rostro de relámpago y tormenta
    corriendo entre los árboles nocturnos,
    rostro de lluvia en un jardín a obscuras,
    agua tenaz que fluye a mi costado,

    busco sin encontrar, escribo a solas,
    no hay nadie, cae el día, cae el año,
    caigo en el instante, caigo al fondo,
    invisible camino sobre espejos
    que repiten mi imagen destrozada,
    piso días, instantes caminados,
    piso los pensamientos de mi sombra,
    piso mi sombra en busca de un instante,

    busco una fecha viva como un pájaro,
    busco el sol de las cinco de la tarde
    templado por los muros de tezontle:
    la hora maduraba sus racimos
    y al abrirse salían las muchachas
    de su entraña rosada y se esparcían
    por los patios de piedra del colegio,
    alta como el otoño caminaba
    envuelta por la luz bajo la arcada
    y el espacio al ceñirla la vestía
    de un piel más dorada y transparente,

    tigre color de luz, pardo venado
    por los alrededores de la noche,
    entrevista muchacha reclinada
    en los balcones verdes de la lluvia,
    adolescente rostro innumerable,
    he olvidado tu nombre, Melusina,
    Laura, Isabel, Perséfona, María,
    tienes todos los rostros y ninguno,
    eres todas las horas y ninguna,
    te pareces al árbol y a la nube,
    eres todos los pájaros y un astro,
    te pareces al filo de la espada
    y a la copa de sangre del verdugo,
    yedra que avanza, envuelve y desarraiga
    al alma y la divide de sí misma,

    escritura de fuego sobre el jade,
    grieta en la roca, reina de serpientes,
    columna de vapor, fuente en la peña,
    circo lunar, peñasco de las águilas,
    grano de anís, espina diminuta
    y mortal que da penas inmortales,
    pastora de los valles submarinos
    y guardiana del valle de los muertos,
    liana que cuelga del cantil del vértigo,
    enredadera, planta venenosa,
    flor de resurrección, uva de vida,
    señora de la flauta y del relámpago,
    terraza del jazmín, sal en la herida,
    ramo de rosas para el fusilado,
    nieve en agosto, luna del patíbulo,
    escritura del mar sobre el basalto,
    escritura del viento en el desierto,
    testamento del sol, granada, espiga,

    rostro de llamas, rostro devorado,
    adolescente rostro perseguido
    años fantasmas, días circulares
    que dan al mismo patio, al mismo muro,
    arde el instante y son un solo rostro
    los sucesivos rostros de la llama,
    todos los nombres son un solo nombre
    todos los rostros son un solo rostro,
    todos los siglos son un solo instante
    y por todos los siglos de los siglos
    cierra el paso al futuro un par de ojos,

    no hay nada frente a mí, sólo un instante
    rescatado esta noche, contra un sueño
    de ayuntadas imágenes soñado,
    duramente esculpido contra el sueño,
    arrancado a la nada de esta noche,
    a pulso levantado letra a letra,
    mientras afuera el tiempo se desboca
    y golpea las puertas de mi alma
    el mundo con su horario carnicero,

    sólo un instante mientras las ciudades,
    los nombres, lo sabores, lo vivido,
    se desmoronan en mi frente ciega,
    mientras la pesadumbre de la noche
    mi pensamiento humilla y mi esqueleto,
    y mi sangre camina más despacio
    y mis dientes se aflojan y mis ojos
    se nublan y los días y los años
    sus horrores vacíos acumulan,

    mientras el tiempo cierra su abanico
    y no hay nada detrás de sus imágenes
    el instante se abisma y sobrenada
    rodeado de muerte, amenazado
    por la noche y su lúgubre bostezo,
    amenazado por la algarabía
    de la muerte vivaz y enmascarada
    el instante se abisma y se penetra,
    como un puño se cierra, como un fruto
    que madura hacia dentro de sí mismo
    y a sí mismo se bebe y se derrama
    el instante translúcido se cierra
    y madura hacia dentro, echa raíces,
    crece dentro de mí, me ocupa todo,
    me expulsa su follaje delirante,
    mis pensamientos sólo son su pájaros,
    su mercurio circula por mis venas,
    árbol mental, frutos sabor de tiempo,

    oh vida por vivir y ya vivida,
    tiempo que vuelve en una marejada
    y se retira sin volver el rostro,
    lo que pasó no fue pero está siendo
    y silenciosamente desemboca
    en otro instante que se desvanece:

    frente a la tarde de salitre y piedra
    armada de navajas invisibles
    una roja escritura indescifrable
    escribes en mi piel y esas heridas
    como un traje de llamas me recubren,
    ardo sin consumirme, busco el agua
    y en tus ojos no hay agua, son de piedra,
    y tus pechos, tu vientre, tus caderas
    son de piedra, tu boca sabe a polvo,
    tu boca sabe a tiempo emponzoñado,
    tu cuerpo sabe a pozo sin salida,
    pasadizo de espejos que repiten
    los ojos del sediento, pasadizo
    que vuelve siempre al punto de partida,
    y tú me llevas ciego de la mano
    por esas galerías obstinadas
    hacia el centro del círculo y te yergues
    como un fulgor que se congela en hacha,
    como luz que desuella, fascinante
    como el cadalso para el condenado,
    flexible como el látigo y esbelta
    como un arma gemela de la luna,
    y tus palabras afiladas cavan
    mi pecho y me despueblan y vacían,
    uno a uno me arrancas los recuerdos,
    he olvidado mi nombre, mis amigos
    gruñen entre los cerdos o se pudren
    comidos por el sol en un barranco,

    no hay nada en mí sino una larga herida,
    una oquedad que ya nadie recorre,
    presente sin ventanas, pensamiento
    que vuelve, se repite, se refleja
    y se pierde en su misma transparencia,
    conciencia traspasada por un ojo
    que se mira mirarse hasta anegarse
    de claridad:
    yo vi tu atroz escama,
    Melusina, brillar verdosa al alba,
    dormías enroscada entre las sábanas
    y al despertar gritaste como un pájaro
    y caíste sin fin, quebrada y blanca,
    nada quedó de ti sino tu grito,
    y al cabo de los siglos me descubro
    con tos y mala vista, barajando
    viejas fotos:
    no hay nadie, no eres nadie,
    un montón de ceniza y una escoba,
    un cuchillo mellado y un plumero,
    un pellejo colgado de unos huesos,
    un racimo ya seco, un hoyo negro
    y en el fondo del hoyo los dos ojos
    de una niña ahogada hace mil años,

    miradas enterradas en un pozo,
    miradas que nos ven desde el principio,
    mirada niña de la madre vieja
    que ve en el hijo grande un padre joven,
    mirada madre de la niña sola
    que ve en el padre grande un hijo niño,
    miradas que nos miran desde el fondo
    de la vida y son trampas de la muerte
    ¿o es al revés: caer en esos ojos
    es volver a la vida verdadera?,

    ¡caer, volver, soñarme y que me sueñen
    otros ojos futuros, otra vida,
    otras nubes, morirme de otra muerte!
    esta noche me basta, y este instante
    que no acaba de abrirse y revelarme
    dónde estuve, quién fui, cómo te llamas,
    cómo me llamo yo:
    ¿hacía planes
    para el verano? y todos los veranos?
    en Christopher Street, hace diez años,
    con Filis que tenía dos hoyuelos
    donde bebían luz los gorriones?,
    ¿por la Reforma Carmen me decía
    "no pesa el aire, aquí siempre es octubre",
    o se lo dijo a otro que he perdido
    o yo lo invento y nadie me lo ha dicho?,
    ¿caminé por la noche de Oaxaca,
    inmensa y verdinegra como un árbol,
    hablando solo como el viento loco
    y al llegar a mi cuarto ?siempre un cuarto?
    no me reconocieron los espejos?,
    ¿desde el hotel Vernet vimos al alba
    bailar con los castaños ? "ya es muy tarde"
    decías al peinarte y yo veía
    manchas en la pared, sin decir nada?,
    ¿subimos juntos a la torre, vimos
    caer la tarde desde el arrecife?
    ¿comimos uvas en Bidart?, ¿compramos
    gardenias en Perote?,
    nombres, sitios,
    calles y calles, rostros, plazas, calles,
    estaciones, un parque, cuartos solos,
    manchas en la pared, alguien se peina,
    alguien canta a mi lado, alguien se viste,
    cuartos, lugares, calles, nombres, cuartos,

    Madrid, 1937,
    en la Plaza del Ángel las mujeres
    cosían y cantaban con sus hijos,
    después sonó la alarma y hubo gritos,
    casas arrodilladas en el polvo,
    torres hendidas, frentes esculpidas
    y el huracán de los motores, fijo:
    los dos se desnudaron y se amaron
    por defender nuestra porción eterna,
    nuestra ración de tiempo y paraíso,
    tocar nuestra raíz y recobrarnos,
    recobrar nuestra herencia arrebatada
    por ladrones de vida hace mil siglos,
    los dos se desnudaron y besaron
    porque las desnudeces enlazadas
    saltan el tiempo y son invulnerables,
    nada las toca, vuelven al principio,
    no hay tú ni yo, mañana, ayer ni nombres,
    verdad de dos en sólo un cuerpo y alma,
    oh ser total...
    cuartos a la deriva
    entre ciudades que se van a pique,
    cuartos y calles, nombres como heridas,
    el cuarto con ventanas a otros cuartos
    con el mismo papel descolorido
    donde un hombre en camisa lee el periódico
    o plancha una mujer; el cuarto claro
    que visitan las ramas de un durazno;
    el otro cuarto: afuera siempre llueve
    y hay un patio y tres niños oxidados;
    cuartos que son navíos que se mecen
    en un golfo de luz; o submarinos:
    el silencio se esparce en olas verdes,
    todo lo que tocamos fosforece;
    mausoleos de lujo, ya roídos
    los retratos, raídos los tapetes;
    trampas, celdas, cavernas encantadas,
    pajareras y cuartos numerados,
    todos se transfiguran, todos vuelan,
    cada moldura es nube, cada puerta
    da al mar, al campo, al aire, cada mesa
    es un festín; cerrados como conchas
    el tiempo inútilmente los asedia,
    no hay tiempo ya, ni muro: ¡espacio, espacio,
    abre la mano, coge esta riqueza,
    corta los frutos, come de la vida,
    tiéndete al pie del árbol, bebe el agua!,

    todo se transfigura y es sagrado,
    es el centro del mundo cada cuarto,
    es la primera noche, el primer día,
    el mundo nace cuando dos se besan,
    gota de luz de entrañas transparentes
    el cuarto como un fruto se entreabre
    o estalla como un astro taciturno
    y las leyes comidas de ratones,
    las rejas de los bancos y las cárceles,
    las rejas de papel, las alambradas,
    los timbres y las púas y los pinchos,
    el sermón monocorde de las armas,
    el escorpión meloso y con bonete,
    el tigre con chistera, presidente
    del Club Vegetariano y la Cruz Roja,
    el burro pedagogo, el cocodrilo
    metido a redentor, padre de pueblos,
    el Jefe, el tiburón, el arquitecto
    del porvenir, el cerdo uniformado,
    el hijo predilecto de la Iglesia
    que se lava la negra dentadura
    con el agua bendita y toma clases
    de inglés y democracia, las paredes
    invisibles, las máscaras podridas
    que dividen al hombre de los hombres,
    al hombre de sí mismo,
    se derrumban
    por un instante inmenso y vislumbramos
    nuestra unidad perdida, el desamparo
    que es ser hombres, la gloria que es ser hombres
    y compartir el pan, el sol, la muerte,
    el olvidado asombro de estar vivos;

    amar es combatir, si dos se besan
    el mundo cambia, encarnan los deseos,
    el pensamiento encarna, brotan las alas
    en las espaldas del esclavo, el mundo
    es real y tangible, el vino es vino,
    el pan vuelve a saber, el agua es agua,
    amar es combatir, es abrir puertas,
    dejar de ser fantasma con un número
    a perpetua cadena condenado
    por un amo sin rostro;
    el mundo cambia
    si dos se miran y se reconocen,
    amar es desnudarse de los nombres:
    "déjame ser tu puta", son palabras
    de Eloísa, mas él cedió a las leyes,
    la tomó por esposa y como premio
    lo castraron después;
    mejor el crimen,
    los amantes suicidas, el incesto
    de los hermanos como dos espejos
    enamorados de su semejanza,
    mejor comer el pan envenenado,
    el adulterio en lechos de ceniza,
    los amores feroces, el delirio,
    su yedra ponzoñosa, el sodomita
    que lleva por clavel en la solapa
    un gargajo, mejor ser lapidado
    en las plazas que dar vuelta a la noria
    que exprime la substancia de la vida,
    cambia la eternidad en horas huecas,
    los minutos en cárceles, el tiempo
    en monedas de cobre y mierda abstracta;

    mejor la castidad, flor invisible
    que se mece en los tallos del silencio,
    el difícil diamante de los santos
    que filtra los deseos, sacia al tiempo,
    nupcias de la quietud y el movimiento,
    canta la soledad en su corola,
    pétalo de cristal en cada hora,
    el mundo se despoja de sus máscaras
    y en su centro, vibrante transparencia,
    lo que llamamos Dios, el ser sin nombre,
    se contempla en la nada, el ser sin rostro
    emerge de sí mismo, sol de soles,
    plenitud de presencias y de nombres;

    sigo mi desvarío, cuartos, calles,
    camino a tientas por los corredores
    del tiempo y subo y bajo sus peldaños
    y sus paredes palpo y no me muevo,
    vuelvo donde empecé, busco tu rostro,
    camino por las calles de mí mismo
    bajo un sol sin edad, y tú a mi lado
    caminas como un árbol, como un río
    caminas y me hablas como un río,
    creces como una espiga entre mis manos,
    lates como una ardilla entre mis manos,
    vuelas como mil pájaros, tu risa
    me ha cubierto de espumas, tu cabeza
    es un astro pequeño entre mis manos,
    el mundo reverdece si sonríes
    comiendo una naranja,
    el mundo cambia
    si dos, vertiginosos y enlazados,
    caen sobre las yerba: el cielo baja,
    los árboles ascienden, el espacio
    sólo es luz y silencio, sólo espacio
    abierto para el águila del ojo,
    pasa la blanca tribu de las nubes,
    rompe amarras el cuerpo, zarpa el alma,
    perdemos nuestros nombres y flotamos
    a la deriva entre el azul y el verde,
    tiempo total donde no pasa nada
    sino su propio transcurrir dichoso,

    no pasa nada, callas, parpadeas
    (silencio: cruzó un ángel este instante
    grande como la vida de cien soles),
    ¿no pasa nada, sólo un parpadeo?
    y el festín, el destierro, el primer crimen,
    la quijada del asno, el ruido opaco
    y la mirada incrédula del muerto
    al caer en el llano ceniciento,
    Agamenón y su mugido inmenso
    y el repetido grito de Casandra
    más fuerte que los gritos de las olas,
    Sócrates en cadenas" (el sol nace,
    morir es despertar: "Critón, un gallo
    a Esculapio, ya sano de la vida"),
    el chacal que diserta entre las ruinas
    de Nínive, la sombra que vio Bruto
    antes de la batalla, Moctezuma
    en el lecho de espinas de su insomnio,
    el viaje en la carretera hacia la muerte
    ?el viaje interminable mas contado
    por Robespierre minuto tras minuto,
    la mandíbula rota entre las manos?,
    Churruca en su barrica como un trono
    escarlata, los pasos ya contados
    de Lincoln al salir hacia el teatro,
    el estertor de Trotsky y sus quejidos
    de jabalí, Madero y su mirada
    que nadie contestó: ¿por qué me matan?,
    los carajos, los ayes, los silencios
    del criminal, el santo, el pobre diablo,
    cementerio de frases y de anécdotas
    que los perros retóricos escarban,
    el delirio, el relincho, el ruido obscuro
    que hacemos al morir y ese jadeo
    que la vida que nace y el sonido
    de huesos machacados en la riña
    y la boca de espuma del profeta
    y su grito y el grito del verdugo
    y el grito de la víctima...
    son llamas
    los ojos y son llamas lo que miran,
    llama la oreja y el sonido llama,
    brasa los labios y tizón la lengua,
    el tacto y lo que toca, el pensamiento
    y lo pensado, llama el que lo piensa,
    todo se quema, el universo es llama,
    arde la misma nada que no es nada
    sino un pensar en llamas, al fin humo:
    no hay verdugo ni víctima...
    ¿y el grito
    en la tarde del viernes?, y el silencio
    que se cubre de signos, el silencio
    que dice sin decir, ¿no dice nada?,
    ¿no son nada los gritos de los hombres?,
    ¿no pasa nada cuando pasa el tiempo?

    no pasa nada, sólo un parpadeo
    del sol, un movimiento apenas, nada,
    no hay redención, no vuelve atrás el tiempo,
    los muerto están fijos en su muerte
    y no pueden morirse de otra muerte,
    intocables, clavados en su gesto,
    desde su soledad, desde su muerte
    sin remedio nos miran sin mirarnos,
    su muerte ya es la estatua de su vida,
    un siempre estar ya nada para siempre,
    cada minuto es nada para siempre,
    un rey fantasma rige sus latidos
    y tu gesto final, tu dura máscara
    labra sobre tu rostro cambiante:
    el monumento somos de una vida
    ajena y no vivida, apenas nuestra,

    ¿la vida, cuándo fue de veras nuestra?,
    ¿cuando somos de veras lo que somos?,
    bien mirado no somos, nunca somos
    a solas sino vértigo y vacío,
    muecas en el espejo, horror y vómito,
    nunca la vida es nuestra, es de los otros,
    la vida no es de nadie, todos somos
    la vida ? pan de sol para los otros,
    los otros todos que nosotros somos?,
    soy otro cuando soy, los actos míos
    son más míos si son también de todos,
    para que pueda ser he de ser otro,
    salir de mí, buscarme entre los otros,
    los otros que no son si yo no existo,
    los otros que me dan plena existencia,
    no soy, no hay yo, siempre somos nosotros,
    la vida es otra, siempre allá, más lejos,
    fuera de ti, de mí, siempre horizonte,
    vida que nos desvive y enajena,
    que nos inventa un rostro y lo desgasta,
    hambre de ser, oh muerte, pan de todos,

    Eloísa, Perséfona, María,
    muestra tu rostro al fin para que vea
    mi cara verdadera, la del otro,
    mi cara de nosotros siempre todos,
    cara de árbol y de panadero,
    de chofer y de nube y de marino,
    cara de sol y arroyo y Pedro y Pablo,
    cara de solitario colectivo,
    despiértame, ya nazco:
    vida y muerte
    pactan en ti, señora de la noche,
    torre de claridad, reina del alba,
    virgen lunar, madre del agua madre,
    cuerpo del mundo, casa de la muerte,
    caigo sin fin desde mi nacimiento,
    caigo en mí mismo sin tocar mi fondo,
    recógeme en tus ojos, junta el polvo
    disperso y reconcilia mis cenizas,
    ata mis huesos divididos, sopla
    sobre mi ser, entiérrame en tu tierra,
    tu silencio dé paz al pensamiento
    contra sí mismo airado;
    abre la mano,
    señora de semillas que son días,
    el día es inmortal, asciende, crece,
    acaba de nacer y nunca acaba,
    cada día es nacer, un nacimiento
    es cada amanecer y yo amanezco,
    amanecemos todos, amanece
    el sol cara de sol, Juan amanece
    con su cara de Juan cara de todos,

    puerta del ser, despiértame, amanece,
    déjame ver el rostro de este día,
    déjame ver el rostro de esta noche,
    todo se comunica y transfigura,
    arco de sangre, puente de latidos,
    llévame al otro lado de esta noche,
    adonde yo soy tú somos nosotros,
    al reino de pronombres enlazados,

    puerta del ser:
    abre tu ser, despierta,
    aprende a ser también, labra tu cara,
    trabaja tus facciones, ten un rostro
    para mirar mi rostro y que te mire,
    para mirar la vida hasta la muerte,
    rostro de mar, de pan, de roca y fuente,
    manantial que disuelve nuestros rostros
    en el rostro sin nombre, el ser sin rostro,
    indecible presencia de presencias...

    quiero seguir, ir más allá, y no puedo:
    se despeñó el instante en otro y otro,
    dormí sueños de piedra que no sueña
    y al cabo de los años como piedras
    oí cantar mi sangre encarcelada,
    con un rumor de luz el mar cantaba,
    una a una cedían las murallas,
    todas las puertas se desmoronaban
    y el sol entraba a saco por mi frente,
    despegaba mis párpados cerrados,
    desprendía mi ser de su envoltura,
    me arrancaba de mí, me separaba
    de mi bruto dormir siglos de piedra
    y su magia de espejos revivía
    un sauce de cristal, un chopo de agua,
    un alto surtidor que el viento arquea,
    un árbol bien plantado mas danzante,
    un caminar de río que se curva,
    avanza, retrocede, da un rodeo
    y llega siempre:

    México, 1957










    Piedra nativa

    A Roger Munier

    La luz devasta las alturas
    Manadas de imperios en derrota
    El ojo retrocede cercado de reflejos

    Países vastos como el insomnio
    Pedregales de hueso

    Otoño sin confines
    Alza la sed sus invisibles surtidores
    Un último pirú predica en el desierto

    Cierra los ojos y oye cantar la luz:
    El mediodía anida en tu tímpano

    Cierra los ojos y ábrelos:
    No hay nadie ni siquiera tú mismo
    Lo que no es piedra es luz









    Semillas para un himno

    El día abre la mano
    Tres nubes
    Y estas pocas palabras

    Al alba busca su nombre lo naciente
    Sobre los troncos soñolientos centellea la luz
    Galopan las montañas a la orilla del mar
    El sol entra en las aguas con espuelas
    La piedra embiste y rompe claridades
    El mar se obstina y crece al pie del horizonte
    Tierra confusa inminencia de escultura
    El mundo alza la frente aún desnuda
    Piedra pulida y lisa para grabar un canto
    La luz despliega su abanico de nombres
    Hay un comienzo de himno como un árbol
    Hay el viento y nombres hermosos en el viento










    Silencio

    Así como del fondo de la música
    brota una nota
    que mientras vibra crece y se adelgaza
    hasta que en otra música enmudece,
    brota del fondo del silencio
    otro silencio, aguda torre, espada,
    y sube y crece y nos suspende
    y mientras sube caen
    recuerdos, esperanzas,
    las pequeñas mentiras y las grandes,
    y queremos gritar y en la garganta
    se desvanece el grito:
    desembocamos al silencio
    en donde los silencios enmudecen.









    Tendida y desgarrada...

    Tendida y desgarrada,
    a la derecha de mis venas, muda;
    en mortales orillas infinita,
    inmóvil y serpiente.

    Toco tu delirante superficie,
    los poros silenciosos, jadeantes,
    la circular carrera de tu sangre,
    su reiterado golpe, verde y tibio.

    Primero es un aliento amanecido,
    una oscura presencia de latidos
    que recorren tu piel, toda de labios,
    resplandeciente tacto de caricias.

    El arco de las cejas se hace ojera.
    Ay, sed, desgarradora,
    horror de heridos ojos
    donde mi origen y mi muerte veo,
    graves ojos de náufraga
    citándome a la espuma,
    a la blanca región de los desmayos
    en un voraz vacío
    que nos hunde en nosotros.

    Arrojados a blancas espirales
    rozamos nuestro origen,
    el vegetal nos llama,
    la piedra nos recuerda
    y la raíz sedienta
    del árbol que creció de nuestro polvo.

    Adivino tu rostro entre estas sombras,
    el terrible sollozo de tu sexo,
    todos tus nacimientos
    y la muerte que llevas escondida.
    En tus ojos navegan niños, sombras,
    relámpagos, mis ojos, el vacío.









    Tu nombre

    Nace de mí, de mi sombra,
    amanece por mi piel,
    alba de luz somnolienta.

    Paloma brava tu nombre,
    tímida sobre mi hombro.









    Tus ojos

    Tus ojos son la patria
    del relámpago y de la lágrima,
    silencio que habla,
    tempestades sin viento,
    mar sin olas, pájaros presos,
    doradas fieras adormecidas,
    topacios impíos como la verdad,
    otoño en un claro del bosque
    en donde la luz canta en el hombro
    de un árbol y son pájaros todas las hojas,
    playa que la mañana
    encuentra constelada de ojos,
    cesta de frutos de fuego,
    mentira que alimenta,
    espejos de este mundo,
    puertas del más allá,
    pulsación tranquila del mar a mediodía,
    absoluto que parpadea, páramo.



    http://amediavoz.com/paz.htm


    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 9 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 9 Empty Re: POETAS LATINOAMERICANOS

    Mensaje por Maria Lua Jue 03 Oct 2024, 17:43

    Cristina Peri Rossi



    Poeta y novelista uruguaya nacida en Montevideo,en 1941.
    Su madre, maestra, la inició en el amor a la literatura y la música, y la instruyó en los ideales feministas de igualdad.
    Trabajó y estudió hasta licenciarse en Literatura Comparada, cuya enseñanza ha ejercido durante muchos años.
    Su primera colección poética constituyó un pequeño escándalo por su erotismo y sus transgresiones sexuales.
    Tras el golpe militar uruguayo tuvo que exiliarse en Europa desde 1972. Obtuvo la nacionalidad española en 1974.
    Desde entonces ha publicado varios libros que han gozado del aprecio de la crítica y los lectores: «Evohé» en 1971,
    «Descripción de un naufragio» en 1974, «Diáspora» en 1976, «Lingüística general» en 1979, «Europa después de la lluvia»
    en 1987, «Babel bárbara» en 1991, «Otra vez Eros» en 1994, y «Aquella noche» en 1996.
    Su obra ha sido traducida a varios idiomas y galardonada con los más prestigiosos premios literarios, entre los que se
    encuentra el Premio Internacional de Poesía Rafael Alberti, obtenido en enero de 2003 y el Premio Loewe 2008. ©






    Aquella noche

    La noche en que nos conocimos
    yo empecé a perder
    La cerilla explotó
    y me quemó los dedos
    manché mi blusa con el vino
    Olvidé por completo el nombre
    del mes y del día

    Tanta turbacióm
    sólo podía ser la prueba
    de un deseo muy grande

    tan grande
    que ni tú misma
    podías satisfacer.







    Afrodita

    Y está triste
    como una silla abandonada
    en la mitad del patio azul
    Los pájaros la rodean
    Cae una aguja
    Las hojas resbalan
    sin tocarla
    Y está triste
    en mitad del patio
    con la mirada baja
    los pechos alicaídos
    dos palomas tardas
    Y un collar
    sin perro
    en la mano

    Como una silla vacía.

    "Diáspora" 1976







    Babel desnuda

    Babel, desnuda, acaba de nacer.
    Babel, desnuda, es como un niño ciego,
    no tiene ojos
    y mira, horrorizada,
    con los ojos del tacto
    que descubren superficies
    que no siempre es amable tocar.

    Babel, desnuda,
    palpa, toca, roza, empuja, oprime:
    sus manos son las palabras
    de un mudo
    que en el terror del silencio
    sabe que hay un secreto.






    Bitácora

    No conoce el arte de la navegación
    quien no ha bogado en el vientre
    de una mujer, remado en ella,
    naufragado
    y sobrevivido en una de sus playas.

    "Linguística general" 1979






    Dedicatoria

    La literatura nos separó: todo lo que supe de ti
    lo aprendí en los libros
    y a lo que faltaba,
    yo le puse palabras.

    "Evohé" 1971







    Después

    Y ahora se inicia
    la pequeña vida
    del sobreviviente de la catástrofe del amor:

    Hola, perros pequeños,
    hola, vagabundos,
    hola, autobuses y transeúntes.

    Soy una niña de pecho
    acabo de nacer
    del terrible parto del amor.

    Ya no amo.

    Ahora puedo ejercer en el mundo
    inscribirme en él
    soy una pieza más del engranaje.

    Ya no estoy loca.

    "Otra vez eros" 1994







    Distancia justa

    En el amor, y en el boxeo
    todo es cuestión de distancia
    Si te acercas demasiado me excito
    me asusto
    me obnubilo digo tonterías
    me echo a temblar
    pero si estás lejos
    sufro entristezco
    me desvelo
    y escribo poemas.

    "Otra vez eros" 1994







    Erótica

    Tu placer es lento y duro
    viene de lejos
    retumba en las entrañas
    como las sordas
    sacudidas de un volcán
    dormido hace siglos bajo la tierra
    y sonámbulo todavía

    Como las lentas evoluciones de una esfera
    en perpetuo e imperceptible movimiento
    Ruge al despertar
    despide espuma
    arranca a los animales de sus cuevas
    arrastra un lodo antiguo
    y sacude las raíces

    Tu placer
    lentamente asciende
    envuelto en el vaho del magma primigenio
    y hay plumas de pájaros rotos en tu pelo
    y muge la garganta de un terrón
    extraído del fondo
    como una piedra.

    Tu placer, animal escaso.







    Escorado

    Mirándola dormir
    dejé que el barco se inclinara
    lentamente hacia un costado
    precisamente el costado
    sobre el que ella dormía
    apoyando apenas la mejilla izquierda
    el ojo azul
    la pena negra de los sueños
    y por verla dormir
    me olvidé de maniobrar
    pensando en las palabras de un poema
    que todavía no se ha escrito
    y por ello
    era el mejor de todos los poemas
    tan sereno
    tan sutil como su piel de mujer casi dormida
    casi despierta,
    tan perfecto como su presencia inaccesible
    sobre la cama,
    proximidad engañosa de contemplarla
    como si realmente pudiera poseerla
    allá en una zona transparente
    donde no llegan las sílabas orando
    ni el clamor de las miradas
    que quieren acercarse
    en la falsa hipócrita intimidad de los sueños.

    "Descripción de un naufragio" 1974






    Escoriación

    Herida que queda, luego del amor, al costado del cuerpo.
    Tajo profundo, lleno de peces y bocas rojas,
    donde la sal duele, y arde el yodo,
    que corre todo a lo largo del buque,
    que deja pasar la espuma,
    que tiene un ojo triste en el centro.
    En la actividad de navegar,
    como en el ejercicio del amor,
    ningún marino, ningún capitán,
    ningún armador, ningún amante,
    han podido evitar esa suerte de heridas,
    escoriaciones profundas, que tienen el largo del cuerpo
    y la profundidad del mar,
    cuya cicatriz no desaparece nunca,
    y llevamos como estigmas de pasadas navegaciones,
    de otras travesías. Por el número de escoriaciones
    del buque, conocemos la cantidad de sus viajes;
    por las escoriaciones de nuestra piel,
    cuántas veces hemos amado.

    "Descripción de un naufragio" 1975








    Invocación

    Si el lenguaje
    este modo austero
    de convocarte
    en medio de fríos rascacielos
    y ciudades europeas
    fuera
    el modo
    de hacer el amor entre sonidos
    o el modo
    de meterme entre tu pelo

    "Diáspora" 1976







    La bacante

    Allí, escondida en las habitaciones.
    Ah, conozco sus gestos antiguos
    la belleza de los muebles
    el perfume que flota en su sofá
    y su ira
    que despedaza algunas porcelanas.
    Husmea las flores encarnadas
    las estruja nerviosamente
    -esa belleza la provoca-
    las rasga las lanza lejos
    caen los doseles sobre el lecho
    se pasea febril por las habitaciones
    está desnuda y nada la sacia
    abre cajones sin sentido
    enciende el fuego en la chimenea
    regaña a las criadas
    y al fin temible, con el hocico temblando,
    se echa desnuda en el sofá,
    abre las piernas
    se palpa los senos de lengua húmeda
    mece las caderas
    golpea con las nalgas en el asiento
    ruge, en el espasmo.

    "Diáspora" 1976







    La pasión

    Salimos del amor
    como de una catástrofe aérea
    Habíamos perdido la ropa
    los papeles
    a mí me faltaba un diente
    y a ti la noción del tiempo
    ¿Era un año largo como un siglo
    o un siglo corto como un día?
    Por los muebles
    por la casa
    despojos rotos:
    vasos fotos libros deshojados
    Éramos los sobrevivientes
    de un derrumbe
    de un volcán
    de las aguas arrebatadas
    y nos despedimos con la vaga sensación
    de haber sobrevivido
    aunque no sabíamos para qué.

    "Babel bárbara" 1991








    Las palabras son espectros...

    Las palabras son espectros
    piedras abracadabras
    que saltan los sellos
    de la memoria antigua

    Y los poetas celebran la fiesta
    del lenguaje
    bajo el peso de la invocación

    Los poetas inflaman las hogueras
    que iluminan los rostros eternos
    de los viejos ídolos

    Cuando los sellos saltan
    el hombre descubre
    la huella de sus antepasados

    El futuro es la sombra del pasado
    en los rojos rescoldos de un fuego
    venido de lejos,
    no se sabe de dónde.

    "Babel bárbara" 1991







    Manual del marinero

    Llevados varios días de navegación
    y por no tener nada que hacer
    estando la mar en calma
    los recuerdos vigilantes
    por no poder dormir,
    por llevarte en la memoria
    por no poder olvidar la forma de tus pies
    el suave movimiento de ancas a estribor
    tus sueños iodados
    peces voladores
    por no perderte en la casa del mar
    me puse a hacer
    un manual del marinero,
    para que todos supieran cómo amarte, en caso de naufragio,
    para que todos supieran cómo navegar
    en caso de maniobras
    y por si acaso
    hacer señales
    llamar con la o que es roja y amarilla
    llamarte con la i
    que tiene un círculo negro como un pozo
    llamarte desde el rectángulo azul de la ese
    suplicarte con el rombo de la efe
    o los triángulos de la zeta,
    tan ardientes como el follaje de tu pubis.
    Llamarte con la i
    hacer señales
    alzar la mano izquierda con la bandera de la ele,
    subir ambos brazos para dibujar
    -en el relente nocturno-
    las dulzuras lúgubres de la u.

    "Descripción de un naufragio" 1974







    Mensajes

    Cómo amaba los manuscritos de tus manos
    en la alfombra
    en la mesa de todos los días
    en los mansos atardeceres
    en el polvo de la ventana
    en la monótona arena de la playa
    Mansas manos
    mensajes monosilábicos

    Pero nunca supiste qué palabra escribías.

    "Linguística general" 1979







    Navegación

    En las mansas corrientes de tus manos
    y en tus manos que son tormenta
    en la nave divagante de tus ojos
    que tienen rumbo seguro
    en la redondez de tu vientre
    como una esfera perpetuamente inacabada
    en la morosidad de tus palabras
    veloces como fieras fugitivas
    en la suavidad de tu piel
    ardiendo en ciudades incendiadas
    en el lunar único de tu brazo
    anclé la nave.
    Navegaríamos,
    si el tiempo hubiera sido favorable.

    "Linguística general" 1979







    No quisiera que lloviera...

    No quisiera que lloviera
    te lo juro
    que lloviera en esta ciudad
    sin ti
    y escuchar los ruidos del agua
    al bajar
    y pensar que allí donde estás viviendo
    sin mí
    llueve sobre la misma ciudad
    Quizá tengas el cabello mojado
    el teléfono a mano
    que no usas
    para llamarme
    para decirme
    esta noche te amo
    me inundan los recuerdos de ti
    discúlpame,
    la literatura me mató
    pero te le parecías tanto.

    "Diáspora" 1976







    Oración

    Líbranos, Señor,
    de encontrarnos
    años después,
    con nuestros grandes amores.

    "Inmovilidad de los barcos" 1997







    Plenilunio

    Por cada mujer
    que muere en ti
    majestuosa
    digna
    malva
    una mujer
    nace en plenilunio
    para los placeres solitarios
    de la imaginación traductora.

    "Diáspora" 1976







    Reminiscencia

    No podía dejar de amarla porque el olvido no existe
    y la memoria es modificación, de manera que sin querer
    amaba las distintas formas bajo las cuales ella aparecía
    en sucesivas transformaciones y tenía nostalgia de todos los lugares
    en los cuales jamás habíamos estado, y la deseaba en los parques
    donde nunca la deseé y moría de reminiscencias por las cosas
    que ya no conoceríamos y eran tan violentas e inolvidables
    como las pocas cosas que habíamos conocido.

    "Diáspora" 1976







    R.I.P.

    Ese amor murió
    sucumbió
    está muerto
    aniquilado fenecido
    finiquitado
    occiso perecido
    obliterado
    muerto
    sepultado
    entonces,
    ¿porqué late todavía?

    "Inmovilidad de los barcos" 1997







    Si el lenguaje...

    Si el lenguaje
    este modo austero
    de convocarte
    en medio de fríos rascacielos
    y ciudades europeas
    Fuera
    el modo
    de hacer el amor entre sonidos
    o el modo
    de meterme entre tu pelo








    Tango

    La ciudad no eras vos
    No era tu confusión de lenguas
    ni de sexos
    No era el cerezo que florecía -blanco-
    detrás del muro
    como un mensaje de Oriente
    No era tu casa
    de múltiples amantes
    y frágiles cerraduras

    La ciudad era esta incertidumbre
    la eterna pregunta -quién soy-
    dicho de otro modo; quién sos.

    "Otra vez eros" 1994







    Última entrevista

    La última entrevista fue triste.
    Yo esperaba una decisión imposible:
    que me siguieras a una ciudad extraña
    donde sólo se había perdido un submarino alemán
    y tú esperabas que no te lo propusiera.
    Con el vértigo de los suicidas
    te dije: « Ven conmigo» sabiéndolo imposible
    y tú -sabiéndolo imposible- respondiste:
    «Nada se me perdió allí» y diste la conversación
    por concluida. Me puse de pie
    como quien cierra un libro
    aunque sabía -lo supe siempre-
    que ahora empezaba otro capítulo.
    Iba a soñar contigo -en una ciudad extraña-,
    donde sólo un viejo submarino alemán
    se perdió.
    Iba a escribirte cartas que no te enviaría
    y tú, ibas a esperar mi regreso
    -Penélope infiel- con ambigüedad,
    sabiendo que mis cortos regresos
    no serían definitivos. No soy Ulises. No conocí
    Itaca. Todo lo que he perdido

    "Inmovilidad de los barcos" 1997







    Y el psiquiatra me preguntó...

    Y el psiquiatra me preguntó:
    -¿A qué asocia el nombre de Alejandra?-
    El dulce nombre de Alejandra
    el olor de los pinos y cipreses
    casas rojas castillos medioevales
    una dama en el umbral
    muebles púrpuras
    la prodigiosa simetría de los parques
    una hoja siempre en blanco
    delante del ojo que acaricia
    la falta de sonido
    las lilas de los muros
    un dolor enfermizo por casi todo
    el muelle gris
    las cosas que sólo existen en jardines
    para decir cuyos nombres
    es necesario empezar por Alejandra
    la antigüedad de algunas piedras
    respiración entrecortada
    la dificultad
    para hacer amigos,
    en fin, medianoches fatales
    en que todo nos falta
    especialmente
    un amigo
    una amiga
    inolvidables.

    "Diáspora" 1976


    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 9 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 9 Empty Re: POETAS LATINOAMERICANOS

    Mensaje por Maria Lua Vie 04 Oct 2024, 18:34

    Alejandra Pizarnik




    Poeta argentina nacida en Buenos Aires en 1936.
    Obtuvo su título en Filosofía y Letras por la Universidad de Buenos Aires y posteriormente viajó a Paris
    hasta 1964 donde estudió Literatura Francesa en La Sorbona y trabajó en el campo literario colaborando
    en varios diarios y revistas con sus poemas y traducciones de Artaud y Cesairé, entre otros.
    Es una de las voces más representativas de la generación del sesenta y es considerada como una de las poetas
    líricas y surrealistas más importantes de Argentina.
    Su obra poética está representada en las siguientes obras: «La tierra más ajena» en 1955, «La última inocencia»
    en 1956, «Las aventuras perdidas» en 1958, «Árbol de diana» en 1962, «Los trabajos y las noches» en 1965,
    «Extracción de la piedra de locura» en 1968, «El infierno musical» en 1971 y «Textos de sombra y últimos poemas»,
    publicación póstuma en el año 1982.
    En 1972 falleció como consecuencia de una profunda depresión


    A la espera de la oscuridad

    Ese instante que no se olvida
    Tan vacío devuelto por las sombras
    Tan vacío rechazado por los relojes
    Ese pobre instante adoptado por mi ternura
    Desnudo desnudo de sangre de alas
    Sin ojos para recordar angustias de antaño
    Sin labios para recoger el zumo de las violencias
    perdidas en el canto de los helados campanarios.

    Ampáralo niña ciega de alma
    Ponle tus cabellos escarchados por el fuego
    Abrázalo pequeña estatua de terror.
    Señálale el mundo convulsionado a tus pies
    A tus pies donde mueren las golondrinas
    Tiritantes de pavor frente al futuro
    Dile que los suspiros del mar
    Humedecen las únicas palabras
    Por las que vale vivir.

    Pero ese instante sudoroso de nada
    Acurrucado en la cueva del destino
    Sin manos para decir nunca
    Sin manos para regalar mariposas
    A los niños muertos







    Amantes

    una flor
    no lejos de la noche
    mi cuerpo mudo
    se abre
    a la delicada urgencia del rocío

    De "Los trabajos y las noches" 1965







    Anillos de ceniza

    A Cristina Campo

    Son mis voces cantando
    para que no canten ellos,
    los amordazados grismente en el alba,
    los vestidos de pájaro desolado en la lluvia.

    Hay, en la espera,
    un rumor a lila rompiéndose.
    Y hay, cuando viene el día,
    una partición de sol en pequeños soles negros.
    Y cuando es de noche, siempre,
    una tribu de palabras mutiladas
    busca asilo en mi garganta
    para que no canten ellos,
    los funestos, los dueños del silencio.







    Árbol de Diana

    1
    He dado el salto de mí al alba.
    He dejado mi cuerpo junto a la luz
    y he cantado la tristeza de lo que nace.

    2
    Estas son las versiones que nos propone:
    un agujero, una pared que tiembla...

    3
    sólo la sed
    el silencio
    ningún encuentro
    cuídate de mí amor mío
    cuídate de la silenciosa en el desierto
    de la viajera con el vaso vacío
    y de la sombra de su sombra

    4
    Ahora bien:
    Quién dejará de hundir su mano en busca
    del tributo para la pequeña olvidada. El frío
    pagará. Pagará el viento. La lluvia pagará.
    Pagará el trueno.

    5
    por un minuto de vida breve
    única de ojos abiertos
    por un minuto de ver
    en el cerebro flores pequeñas
    danzando como palabras en la boca de un mudo

    6
    ella se desnuda en el paraíso
    de su memoria
    ella desconoce el feroz destino
    de sus visiones
    ella tiene miedo de no saber nombrar
    lo que no existe

    7
    Salta con la camisa en llamas
    de estrella a estrella,
    de sombra en sombra.
    Muere de muerte lejana
    la que ama al viento.

    8
    Memoria iluminada, galería donde vaga
    la sombra de lo que espero. No es verdad
    que vendrá. No es verdad que no vendrá.

    9
    A Aurora y Julio Cortázar

    Estos huesos brillando en la noche,
    estas palabras como piedras preciosas
    en la garganta viva de un pájaro petrificado,
    este verde muy amado,
    este lila caliente,
    este corazón sólo misterioso.

    10
    un viento débil
    lleno de rostros doblados
    que recorto en forma de objetos que amar

    11
    ahora
    en esta hora inocente
    yo y la que fui nos sentamos
    en el umbral de mi mirada

    12
    no más las dulces metamorfosis de una niñ3; de seda
    sonámbula ahora en la cornisa de niebla

    su despertar de mano respirando
    de flor que se abre al viento

    13
    explicar con palabras de este mundo
    que partió de mí un barco llevándome

    14
    El poema que no digo,
    el que no merezco.
    Miedo de ser dos
    camino del espejo:
    alguien en mí dormido
    me come y me bebe.

    15
    Extraño desacostumbrarme
    de la hora en que nací.
    Extraño no ejercer más
    oficio de recién llegada.

    16
    has construido tu casa
    has emplumado tus pájaros
    has golpeado al viento
    con tus propios huesos
    has terminado sola
    lo que nadie comenzó

    17
    Días en que una palabra lejana se apodera de mí. Voy por esos días
    sonámbula y transparente. La hermosa autómata se canta, se encanta,
    se cuenta casos y cosas: nido de hilos rígidos donde me danzo y me
    lloro en mis numerosos funerales. (Ella es su espejo incendiado, su
    espera en hogueras frías, su elemento místico, su fornicación de nom-
    bres creciendo solos en la noche pálida.)

    20
    a Laure Bataillon

    dice que no sabe del miedo de la muerte del amor
    dice que tiene miedo de la muerte del amor
    dice que el amor es muerte es miedo
    dice que la muerte es miedo es amor
    dice que no sabe

    21
    he nacido tanto
    y doblemente sufrido
    en la memoria de aquí y de allá

    22
    en la noche
    un espejo para la pequeña muerta
    un espejo de cenizas

    23
    una mirada desde la alcantarilla
    puede ser una visión del mundo
    la rebelión consiste en mirar una rosa
    hasta pulverizarse los ojos

    32
    Zona de plagas donde la dormida come lentamente
    su corazón de medianoche.

    33
    alguna vez
    alguna vez tal vez
    me iré sin quedarme
    me iré como quien se va


    34
    la pequeña viajera
    moría explicando su muerte

    sabios animales nostálgicos
    visitaban su cuerpo caliente


    35
    a Ester Singer

    Vida, mi vida, déjate caer, déjate doler, mi vida, déjate enlazar de fuego,
    de silencio ingenuo, de piedras verdes en la casa de la noche,
    déjate caer y doler, mi vida.


    37
    más allá de cualquier zona prohibida
    hay un espejo para nuestra triste transparencia


    38
    Este canto arrepentido, vigía detrás de mis poemas'
    este canto me desmiente, me amordaza.







    Caminos del espejo

    I
    Y sobre todo mirar con inocencia. Como si no pasara nada, lo cual es cierto.

    II
    Pero a ti quiero mirarte hasta que tu rostro se aleje de mi miedo como un pájaro del borde
    filoso de la noche.

    III
    Como una niña de tiza rosada en un muro muy viejo súbitamente borrada por la lluvia.

    IV
    Como cuando se abre una flor y revela el corazón que no tiene.

    V
    Todos los gestos de mi cuerpo y de mi voz para hacer de mí la ofrenda, el ramo que abandona
    el viento en el umbral.

    VI
    Cubre la memoria de tu cara con la máscara de la que serás y asusta a la niña que fuiste.

    VII
    La noche de los dos se dispersó con la niebla. Es la estación de los alimentos fríos.

    VIII
    Y la sed, mi memoria es de la sed, yo abajo, en el fondo, en el pozo, yo bebía, recuerdo.

    IX
    Caer como un animal herido en el lugar que iba a ser de revelaciones.

    X
    Como quien no quiere la cosa. Ninguna cosa. Boca cosida. Párpados cosidos. Me olvidé.
    Adentro el viento. Todo cerrado y el viento adentro.

    XI
    Al negro sol del silencio las palabras se doraban.

    XII
    Pero el silencio es cierto. Por eso escribo. Estoy sola y escribo. No, no estoy sola.
    Hay alguien aquí que tiembla.

    XIII
    Aun si digo sol y luna y estrella me refiero a cosas que me suceden. ¿Y qué deseaba yo?
    Deseaba un silencio perfecto.
    Por eso hablo.

    XIV
    La noche tiene la forma de un grito de lobo.

    XV
    Delicia de perderse en la imagen presentida. Yo me levanté de mi cadáver, yo fui en busca de quien soy.
    Peregrina de mí, he ido hacia la que duerme en un país al viento.

    XVI
    Mi caída sin fin a mi caída sin fin en donde nadie me aguardó pues al mirar quién me aguardaba
    no vi otra cosa que a mí misma.

    XVII
    Algo caía en el silencio. Mi última palabra fue yo pero me refería al alba luminosa.

    XVIII
    Flores amarillas constelan un círculo de tierra azul. El agua tiembla llena de viento.

    XIX
    Deslumbramiento del día, pájaros amarillos en la mañana. Una mano desata tinieblas, una mano arrastra
    la cabellera de una ahogada que no cesa de pasar por el espejo. Volver a la memoria del cuerpo,
    he de volver a mis huesos en duelo, he de comprender lo que dice mi voz.






    Cantora nocturna

    Joe, macht die Musik von damals nacht...

    La que murió de su vestido azul está cantando.
    Canta imbuida de muerte al sol de su ebriedad.

    Adentro de su canción hay un vestido azul, hay
    un caballo blanco, hay un corazón verde tatuado
    con los ecos de los latidos de su corazón
    muerto.

    Expuesta a todas las perdiciones, ella
    canta junto a una niña extraviada que es ella:
    su amuleto de la buena suerte. Y a pesar de la
    niebla verde en los labios y del frío gris en los
    ojos, su voz corroe la distancia que se abre entre
    la sed y la mano que busca el vaso.

    Ella canta.







    Cenizas

    La noche se astilló de estrellas
    mirándome alucinada
    el aire arroja odio
    embellecido su rostro
    con música.

    Pronto nos iremos

    Arcano sueño
    antepasado de mi sonrisa
    el mundo está demacrado
    y hay candado pero no llaves
    y hay pavor pero no lágrimas.

    ¿Qué haré conmigo?

    Porque a Ti te debo lo que soy

    Pero no tengo mañana

    Porque a Ti te...

    La noche sufre.







    Cold in hand blues

    y qué es lo que vas a decir
    voy a decir solamente algo
    y qué es lo que vas a hacer
    voy a ocultarme en el lenguaje
    y por qué
    tengo miedo







    Caroline de Gundorode

    en nastalgique je vagabandais
    par l'infini.
    C. de G.

    a Enrique Molina

    La mano de la enamorada del viento
    acaricia la cara del ausente.
    La alucinada con su «maleta de piel de pájaro»
    huye de sí misma con un cuchillo en la memoria.
    La que fue devorada por el espejo
    entra en un cofre de cenizas
    y apacigua a las bestias del olvido.







    Cuarto solo

    Si te atreves a sorprender
    la verdad de esta vieja pared;
    y sus fisuras, desgarraduras,
    formando rostros, esfinges,
    manos, clepsidras,
    seguramente vendrá
    una presencia para tu sed,
    probablemente partirá
    esta ausencia que te bebe.







    Despedida

    Mata su luz un fuego abandonado.
    Sube su canto un pájaro enamorado.
    Tantas criaturas ávidas en mi silencio
    y esta pequeña lluvia que me acompaña.

    De "Los trabajos y las noches" 1965









    El despertar

    A León Ostrov

    Señor
    La jaula se ha vuelto pájaro
    y se ha volado
    y mi corazón está loco
    porque aúlla a la muerte
    y sonríe detrás del viento
    a mis delirios

    Qué haré con el miedo
    Qué haré con el miedo

    Ya no baila la luz en mi sonrisa
    ni las estaciones queman palomas en mis ideas
    Mis manos se han desnudado
    y se han ido donde la muerte
    enseña a vivir a los muertos

    Señor
    El aire me castiga el ser
    Detrás del aire hay monstruos
    que beben de mi sangre

    Es el desastre
    Es la hora del vacío no vacío
    Es el instante de poner cerrojo a los labios
    oír a los condenados gritar
    contemplar a cada uno de mis nombres
    ahorcados en la nada.

    Señor
    Tengo veinte años
    También mis ojos tienen veinte años
    y sin embargo no dicen nada

    Señor
    He consumado mi vida en un instante
    La última inocencia estalló
    Ahora es nunca o jamás
    o simplemente fue

    ¿Cómo no me suicido frente a un espejo
    y desaparezco para reaparecer en el mar
    donde un gran barco me esperaría
    con las luces encendidas?

    ¿Cómo no me extraigo las venas
    y hago con ellas una escala
    para huir al otro lado de la noche?

    El principio ha dado a luz el final
    Todo continuará igual
    Las sonrisas gastadas
    El interés interesado
    Las preguntas de piedra en piedra
    Las gesticulaciones que remedan amor
    Todo continuará igual

    Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo
    porque aún no les enseñaron
    que ya es demasiado tarde

    Señor
    Arroja los féretros de mi sangre

    Recuerdo mi niñez
    cuando yo era una anciana
    Las flores morían en mis manos
    porque la danza salvaje de la alegría
    les destruía el corazón

    Recuerdo las negras mañanas de sol
    cuando era niña
    es decir ayer
    es decir hace siglos

    Señor
    La jaula se ha vuelto pájaro
    y ha devorado mis esperanzas

    Señor
    La jaula se ha vuelto pájaro
    Qué haré con el miedo

    De "Las aventuras perdidas" 1958









    El sol, el poema

    Barcos sobre el agua natal.
    Agua negra, animal de olvido. Agua lila, única vigilia.
    El misterio soleado de las voces en el parque. Oh tan antiguo.







    En un ejemplar de "Les chants de Maldoror"

    Debajo de mi vestido ardía un campo con flores alegres
    como los niños de la medianoche.
    El soplo de la luz en mis huesos cuando escribo la palabra
    tierra. Palabra o presencia seguida por animales perfumados;
    triste como sí misma, hermosa como el suicidio; y que me
    sobrevuela como una dinastía de soles.

    De "El infierno musical" 1971







    Exilio

    A Raúl Gustavo Aguirre

    Esta manía de saberme ángel,
    sin edad,
    sin muerte en qué vivirme,
    sin piedad por mi nombre
    ni por mis huesos que lloran vagando.

    ¿Y quién no tiene un amor?
    ¿Y quién no goza entre amapolas?
    ¿Y quién no posee un fuego, una muerte,
    un miedo, algo horrible,
    aunque fuere con plumas,
    aunque fuere con sonrisas?

    Siniestro delirio amar a una sombra.
    La sombra no muere.
    Y mi amor
    sólo abraza a lo que fluye
    como lava del infierno:
    una logia callada,
    fantasmas en dulce erección,
    sacerdotes de espuma,
    y sobre todo ángeles,
    ángeles bellos como cuchillos
    que se elevan en la noche
    y devastan la esperanza.







    Fronteras inútiles

    un lugar
    no digo un espacio
    hablo de
    qué

    hablo de lo que no es
    hablo de lo que conozco


    no el tiempo
    sólo todos los instantes
    no el amor
    no

    no

    un lugar de ausencia
    un hilo de miserable unión.






    Hija del viento

    Han venido.
    Invaden la sangre.
    Huelen a plumas,
    a carencias,
    a llanto.
    Pero tú alimentas al miedo
    y a la soledad
    como a dos animales pequeños
    perdidos en el desierto.

    Han venido
    a incendiar la edad del sueño.
    Un adiós es tu vida.
    Pero tú te abrazas
    como la serpiente loca de movimiento
    que sólo se halla a sí misma
    porque no hay nadie.

    Tú lloras debajo del llanto,
    tú abres el cofre de tus deseos
    y eres más rica que la noche.

    Pero hace tanta soledad
    que las palabras se suicidan.







    Invocaciones

    Insiste en tu abrazo,
    redobla tu furia ,
    crea un espacio de injurias
    entre yo y el espejo,
    crea un canto de leprosa
    entre yo y la que me creo.







    La enamorada

    ante la lúgubre manía de vivir
    esta recóndita humorada de vivir
    te arrastra Alejandra no lo niegues.

    hoy te miraste en el espejo
    y te fuiste triste estabas sola
    y la luz rugía el aire cantaba
    pero tu amado no volvió

    enviarás mensajes sonreirás
    tremolarás tus manos así volverá
    tu amado tan amado

    oyes la demente sirena que lo robó
    el barco con barbas de espuma
    donde murieron las risas
    recuerdas el último abrazo
    oh nada de angustias
    ríe en el pañuelo llora a carcajadas
    pero cierra las puertas de tu rostro
    para que no digan luego
    que aquella mujer enamorada fuiste tú

    te remuerden los días
    te culpan las noches
    te duele la vida tanto tanto
    desesperada ¿adónde vas?
    desesperada ¡nada más!







    La mesa verde

    El sol como un gran animal demasiado amarillo. Es una suerte que nadie me
    ayude. Nada más peligroso, cuando se necesita ayuda, que recibir ayuda.

    Pero a mi noche no la mata ningún sol.

    ¿Tendré tiempo para hacerme una máscara cuando emerja de la sombra?

    Me pruebo en el lenguaje en que compruebo el peso de mis muertos.

    El mar esconde sus muertos. Porque lo de abajo tiene que quedar abajo.






    La última inocencia

    Partir
    en cuerpo y alma
    partir.

    Partir
    deshacerse de las miradas
    piedras opresoras
    que duermen en la garganta.

    He de partir
    no más inercia bajo el sol
    no más sangre anonadada
    no más fila para morir.

    He de partir

    Pero arremete ¡viajera!






    La única herida

    ¿Qué bestia caída de pasmo
    se arrastra por mi sangre
    y quiere salvarse?

    He aquí lo difícil:
    caminar por las calles
    y señalar el cielo o la tierra.







    L'obscurité des eaux

    Escucho resonar el agua que cae en mi sueño.
    Las palabras caen como el agua yo caigo. Dibujo
    en mis ojos la forma de mis ojos, nado en mis
    aguas, me digo mis silencios. Toda la noche
    espero que mi lenguaje logre configurarme. Y
    pienso en el viento que viene a mí, permanece
    en mí. Toda la noche he caminado bajo la lluvia
    desconocida. A mí me han dado un silencio
    pleno de formas y visiones (dices). Y corres desolada
    como el único pájaro en el viento.







    Los trabajos y las noches

    Para reconocer en la sed mi emblema
    para significar el único sueño
    para no sustentarme nunca de nuevo en el amor
    he sido toda ofrenda
    un puro errar
    de loba en el bosque
    en la noche de los cuerpos
    para decir la palabra inocente







    Madrugada

    Desnudo soñado una noche solar.
    He yacido días animales.
    El viento y la lluvia me borraron
    como a un fuego, como a un poema
    escrito en un muro.







    Más allá del olvido

    alguna vez de un costado de la luna
    verás caer los besos que brillan en mí
    las sombras sonreirán altivas
    luciendo el secreto que gime vagando
    vendrán las hojas impávidas que
    algún día fueron lo que mis ojos
    vendrán las mustias fragancias que
    innatas descendieron del alado son
    vendrán las rojas alegrías que
    burbujean intensas en el sol que
    redondea las armonías equidistantes en
    el humo danzante de la pipa de mi amor







    Mendiga voz

    Y aún me atrevo a amar
    el sonido de la luz en una hora muerta,
    el color del tiempo en un muro abandonado.

    En mi mirada lo he perdido todo.
    Es tan lejos pedir. Tan cerca saber que no hay.







    Moradas

    A Théodore Fraenkel

    En la mano crispada de un muerto,
    en la memoria de un loco,
    en la tristeza de un niño,
    en la mano que busca el vaso,
    en el vaso inalcanzable,
    en la sed de siempre.







    Mucho más allá

    ¿ Y si nos vamos anticipando
    de sonrisa en sonrisa
    hasta la última esperanza?

    ¿Y qué?
    ¿Y qué me das a mí,
    a mí que he perdido mi nombre,
    el nombre que me era dulce sustancia
    en épocas remotas, cuando yo no era yo
    sino una niña engañada por su sangre?

    ¿A qué , a qué
    este deshacerme, este desangrarme,
    este desplumarme, este desequilibrarme
    si mi realidad retrocede
    como empujada por una ametralladora
    y de pronto se lanza a correr,
    aunque igual la alcanzan,
    hasta que cae a mis pies como un ave muerta?
    Quisiera hablar de la vida .
    Pues esto es la vida,
    este aullido, este clavarse las uñas
    en el pecho, este arrancarse
    la cabellera a puñados , este escupirse
    a los propios ojos, sólo por decir,
    sólo por ver si se puede decir:
    "¿es que yo soy? ¿ verdad que sí ?
    ¿no es verdad que yo existo
    y no soy la pesadilla de una bestia?".

    Y con las manos embarradas
    golpeamos a las puertas del amor.
    Y con la conciencia cubierta
    de sucios y hermosos velos,
    pedimos por Dios.
    Y con las sienes restallantes
    de imbécil soberbia
    tomamos de la cintura a la vida
    y pateamos de soslayo a la muerte.

    Pues esto es lo que hacemos.
    Nos anticipamos de sonrisa en sonrisa
    hasta la última esperanza.






    Naufragio inconcluso

    Este temporal a destiempo, estas rejas en las niñas
    de mis ojos, esta pequeña historia de amor que
    se cierra como un abanico que abierto mostraba a la
    bella alucinada: la más desnuda del bosque en el
    silencio musical de los abrazos.







    Noche

    Tal vez esta noche no es noche,
    debe ser un sol horrendo, o
    lo otro, o cualquier cosa.
    ¡Qué sé yo! Faltan palabras,
    falta candor, falta poesía
    cuando la sangre llora y llora!

    ¡Pudiera ser tan feliz esta noche!
    Si sólo me fuera dado palpar
    las sombras, oír pasos,
    decir "buenas noches" a cualquiera
    que pasease a su perro,
    miraría la luna, dijera su
    extraña lactescencia tropezaría
    con piedras al azar, como se hace.

    Pero hay algo que rompe la piel,
    una ciega furia
    que corre por mis venas.
    ¡Quiero salir! Cancerbero del alma.
    ¡Deja, déjame traspasar tu sonrisa!
    ¡Pudiera ser tan feliz esta noche!

    Aún quedan ensueños rezagados.
    ¡Y tantos libros! ¡Y tantas luces
    ¡Y mis pocos años! ¿Por qué no?
    La muerte está lejana. No me mira.
    ¡Tanta vida, Señor!
    ¿Para qué tanta vida?

    De "La última inocencia" 1956








    Peregrinaje

    A Elizabeth Azcona Cranwell

    Llamé, llamé como la náufraga dichosa
    a las olas verdugas
    que conocen el verdadero nombre
    de la muerte.

    He llamado al viento,
    le confié mi deseo de ser.

    Pero un pájaro muerto
    vuela hacia la desesperanza
    en medio de la música
    cuando brujas y flores
    cortan la mano de la bruma.
    Un pájaro muerto llamado azul.

    No es la soledad con alas,
    es el silencio de la prisionera,
    es la mudez de pájaros y viento,
    es el mundo enojado con mi risa
    o los guardianes del infierno
    rompiendo mis cartas.

    He llamado, he llamado.
    He llamado hacia nunca.







    Pido el silencio

    Canta, lastimada mía
    Cervantes

    aunque es tarde, es noche,
    y tú no puedes.

    Canta como si no pasara nada.

    Nada pasa







    Poema 3

    Sólo la sed
    el silencio
    ningún encuentro

    cuídate de mí amor mío
    cuídate de la silenciosa en el desierto
    de la viajera con el vaso vacío
    y de la sombra de su sombra






    Poema 35

    Vida, mi vida, déjate caer, déjate doler, mi vida,
    déjate enlazar de fuego, de silencio ingenuo, de
    piedras verdes en la casa de la noche, déjate
    caer y doler, mi vida.







    Reconocimiento

    Tú haces el silencio de las lilas que aletean
    en mi tragedia del viento en el corazón.
    Tú hiciste de mi vida un cuento para niños
    en donde naufragios y muertes
    son pretextos de ceremonias adorables.







    Quién alumbra

    Cuando me miras
    mis ojos son llaves,
    el muro tiene secretos,
    mi temor palabras, poemas.
    Sólo tú haces de mi memoria
    una viajera fascinada,
    un fuego incesante.







    Revelaciones

    En la noche a tu lado
    las palabras son claves, son llaves.
    el deseo de morir es rey.

    Que tu cuerpo sea siempre
    un amado espacio de revelaciones.









    Salvación

    Se fuga la isla.
    Y la muchacha vuelve a escalar el viento
    y a descubrir la muerte del pájaro profeta.
    Ahora
    es el fuego sometido.
    Ahora
    es la carne
    ..la hoja
    ..la piedra
    perdidas en la fuente del tormento
    como el navegante en el horror de la civilización
    que purifica la caída de la noche.
    Ahora
    la muchacha halla la máscara del infinito
    y rompe el muro de la poesía.






    Signos

    Todo hace el amor con el silencio.
    Me habían prometido un silencio como un fuego, una casa de silencio.
    De pronto el templo es un circo y la luz un tambor.







    Solamente

    ya comprendo la verdad

    estalla en mis deseos

    y mis desdichas
    en mis desencuentros
    en mis desequilibrios
    en mis delirios

    ya comprendo la verdad

    ahora
    a buscar la vida







    Solamente en las noches

    escribiendo
    he pedido, he perdido.

    en esta noche en este mundo
    abrazada a vos,
    alegría del naufragio.

    he querido sacrificar mis días y mis semanas
    en las ceremonias del poema.

    he implorado tanto
    desde el fondo de los fondos
    de mi escritura.

    Coger y morir no tienen adjetivos.







    Sombras de los días a venir

    a Ivonne A. Bordelois

    Mañana
    me vestirán con cenizas al alba,
    me llenarán la boca de flores.
    Aprenderé a dormir
    en la memoria de un muro,
    en la respiración de un animal que sueña.







    Sous la nuit

    Los ausentes soplan grismente y la noche es densa.
    La noche tiene el color de los párpados del muerto.

    Huyo toda la noche, encauzo la persecución y la fuga, canto un
    canto para mis males, pájaros negros sobre mortajas negras.

    Grito mentalmente, me confino, me alejo de la mano crispada,
    no quiero saber otra cosa que este clamor, este resolar en la noche,
    esta errancia, este no hallarse.

    Toda la noche hago la noche.

    Toda la noche me abandonas lentamente como el agua cae
    lentamente. Toda la noche escribo para buscar a quien me busca.

    Palabra por palabra yo escribo la noche.

    De "Textos de sombra y últimos poemas" 1982








    Sueño

    Estallará la isla del recuerdo.
    La vida será sólo un acto de candor.
    Prisión
    para los días sin retorno.
    Mañana
    los monstruos del buque destruirán la playa
    sobre el viento del misterio.
    Mañana
    la carta desconocida encontrará las manos del alma.







    Te hablo

    Estoy con pavura.
    hame sobrevenido lo que más temía.
    no estoy en dificultad:
    estoy en no poder más.

    No abandoné el vacío y el desierto.
    vivo en peligro.

    tu canto no me ayuda.
    cada vez más tenazas,
    más miedos,
    más sombras negras.







    Tiempo

    A Olga Orozco

    Yo no sé de la infancia
    más que un miedo luminoso
    y una mano que me arrastra
    a mi otra orilla.

    Mi infancia y su perfume
    a pájaro acariciado.




    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 9 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Sáb 05 Oct 2024, 17:31

    Mario Rivero



    Reseña biográfica

    Poeta, periodista y crítico de arte colombiano nacido en Envigado, Antioquia, en 1935.
    Dueño de una personalidad arrolladora, durante su juventud fue voluntario en la guerra de Corea, cantante de tangos y actor
    de teatro. Recorrió varios países de América y Europa, participó activamente en cafés literarios bogotanos y fue un analista
    permanente de artes plásticas en diversos medios periodísticos. En 1972, fundó, en compañía de Aurelio Arturo, Fernando Charry Lara, Giovanni Quessep y Jaime García, la más prestigiosa revista cultural , "Golpe de dados", en cuyas páginas, durante cuatro décadas, tuvieron cabida poetas colombianos, latinoamericanos, traducciones, antologías, y ensayos sobre poesía y filosofía.
    Fue autor de una extensa obra poética: "Poemas urbanos" 1966; "Noticiario 67" 1967; "Y vivo todavía" 1972; "Baladas sobre ciertas cosas que no se deben nombrar" 1973; "Baladas" 1980; "Los poemas del invierno" 1984; "Mis asuntos" 1986; "Vuelvo a las calles" 1989; "Del amor y su huella" 1992; "Flor de pena" 1998; "Qué corazón"1998; "Porque soy un poeta" 2000; "La elegía de las voces" 2000, y "Balada de la gran señora" 2004.
    Entre los importantes galardones obtenidos, se destacan: Premio Nacional de Poesía "Eduardo Cote Lamus" en dos ocasiones; Mención internacional en La Habana, en 1973, por su libro Y vivo todavía, y el Premio Nacional de Poesía "José Asunción Silva"
    en el año 2001.
    Falleció en Bogotá en el año 2009.



    A veces Henry

    A veces Henry tuvo algún dinero
    e invitó a sus-camaradas,
    de un sexo o de dos, inteligentes
    o encantadores, o ambas cosas a la vez,
    los que dijeron, quizás sí,
    pero como hizo él, vinieron y se fueron,
    y no llegaron a ser mucho.

    Del mismo modo otras veces Henry,
    se irguió con coraje pagano, en arrebatada pareja,
    con el huraño amigo que lo acompaña,
    frente a las -según el mismo Henry, pacatas,
    gentes de otra generación-
    Que llenan las formas y se callan de sus asuntos.

    A los que proclaman con un gesto augusto,
    en el éxtasis austero del justo,
    que "estamos viviendo unos tiempos infames".








    Balada de la muchacha-de-la-pollera-pronta


    Esta es la balada de la muchacha pródiga de sí misma
    que alegre y detonante de colores
    hace el saludo de su sonrisa de-mi-querido-amor
    a los que la tutean con palabras de esposo
    Hombres que nunca ha visto
    solemnemente rústicos o con rústicas bromas.

    Ellos saben y la buscan golosamente
    desnudando sus caderas blancas en la oscuridad
    Una muchacha hecha para un ramo de flores
    una chica galante dispuesta a todo y por todos
    La que amaba demasiado pronto y con-todo-su-cuerpo
    y por ello mal comprendida fue.

    La muchacha
    la muchacha-de-la-pollera-pronta
    hacia mí la ola de su pollera despliega...

    Sucedió como suele sobre los pastos haraganes
    cuando el sol era el sol y el calor el calor
    La boca abierta hacia las gordas nubes fofas del verano
    y la pollera sobre la cara como un jardín cubriéndola.

    De soslayo con la comisura de sus labios miraba
    cuando el pequeño amigo favorito para el placer
    la solicitaba con voz ahogada embarullándose...
    y algo espumeante y feliz le sube a la cara
    y se le arrebola
    como si él le hiciese cosquillas con una ramita verde.

    Jóvenes y viejos se metían entre sus sábanas
    para tener su mundo en paz
    Contentos cerca de ella
    con una carga de caricias
    o con una sonrisa idiota
    antes de abrazar su maravilla.

    La muchacha...
    la muchacha engendra oleajes se vuelve playa
    y su pollera canta como las olas!

    El día era perezoso y la noche activa
    Venían de uno en uno
    o todos a la vez
    Le formaban una "guardia de corps"
    y se envolvían en su sonrisa
    Su corazón era un albergue
    abierto para una noche.
    Y como si fuera su corazoncito un nido recién hecho
    los más rayados los más bochincheros
    llegaban piando: "Dádnos amor dádnos amor".
    Comprobando con fatiga la buena ley del metal
    la muchacha-del-corazón-pronto
    la muchacha-de-la-pollera-pronta
    tiende sus brazos desnudos...

    Ella extiende su cuerpo con ademanes calmosos
    en el día en la noche
    para todos para cada uno
    se abre se da vuelta se muestra
    con ingenua sapiencia
    y lo que se ve es hermoso es extrañamente agradable
    y al hacer todas estas cosas ella será "ella".

    Y así cuando escucho en algún lugar
    palabra que alguien masculla al pasar
    a otra muchacha de corazón también henchido
    Mis pensamientos rápido son
    para esta muchacha de la pollera-pronta
    atenta a la vida con un buen sentido
    que para ofrecer sólo tenía
    aquella llama exacta
    un fuego para calentar la vida
    un fuego para vivir mejor.

    La muchacha
    la muchacha-de-la-pollera-pronta
    viene hacia mí moviéndose con pausa de hoja...

    ¡Muchachas ídos todas!
    con la llama que calienta la sangre y abrillanta los ojos
    el invierno está aquí afuera está aquí en mí
    Pero esta noche antes de los somníferos
    dejad que avance la imagen de la muchacha-de-la-pollera-pronta
    cada vez más lenta
    cada vez más oleante
    necesito de todos sus pujantes recuerdos...!

    La muchacha
    la muchacha de la pollera pronta
    y su playa-su-playa-su-playa por todas partes...







    Balance

    Es terrible no encontrar a dónde ir...

    De las casas unas están destruidas,
    sin lecho, a oscuras y con telas de araña,
    con lepras en los muros y con espectros tristes,
    otras se alzan tan falsas como un decorado.

    Del palacio o la casa encantada,
    la tapicería vemos gastada, anticuada.
    No hay belleza en aquel lugar, no hay misterio,
    y continuamos nuestro aislado camino,
    en el jardín gotea el surtidor del cansancio.

    Hay posadas que ya no se abren más por nosotros,
    con las que hemos perdido el contacto,
    cuando exentos de excusa, buscamos,
    titubeantes como un extranjero,
    o aun como mendigos, lejanos, extraños...

    Es terrible no saber a dónde ir,
    al final del día muerto
    a la hora en que a veces se bebe, o se mata.

    Encontrar que no hay sendero,
    no hay camino, no hay puerta, donde llamar,
    en la fatua sonrisa del triunfo,
    o en el pobre final, consumida ¡la Casa del Alma!







    Ceniza azul

    Del amor
    sólo queda
    un poco
    de ceniza azul.

    Volverías a
    sentarte
    junto al fuego
    apagado
    ahora que lo
    sabes?







    Cosas que pasan

    Este hombre y esa mujer se conocieron cierto día
    Sin duda el hombre sonrió a la mujer
    sin duda le trajo flores
    sin duda llegó a conocer su olor entre mil
    y hasta a olfatear su ropa interior
    su brassiére sus pantalones
    tirados sobre la cama

    Años después ella pasa con un gordo contoneo
    envuelta en pieles emplumadas
    Su perfume es el mismo barato y dulce
    lo mismo ondula su grupa de sanguijuela encantadora
    tiene en cambio los ojos turbios
    como dos cuentas desteñidas de porcelana

    El parece un hombre serio y sobrio
    con su cuentica en el Banco y su “curriculum vitae”
    no hay duda de que ha sabido ubicarse en el proceso
    la mira la examina de una manera abstracta
    como si examinara
    una cosa vieja oxidada
    a la brillante luz del sol
    Parpadeando estúpidamente desde un lapso de olvido
    y sombra y grasa...

    Tiresias ciego adivino de mamas arrugadas
    Todos somos él
    -o algo parecido al menos-.







    El amor

    El amor es algo que viene y calienta
    una vez. Y un instante no más,
    -si es que viene-
    Y después de esta costumbre de calor,
    otra vez, ¡ay! nos deja muriendo solos.

    ¡En estos silencios! Este dejarse llevar
    más allá de las barras de los bares,
    y más allá del bien y del mal.

    El amor es algo punzante. Y en verdad
    con olor
    que desaparece y nos dice. "Yo estuve aquí"
    -reseda- en la rara y tenue sensación
    de aromar,

    en la habitación ya vacía...







    Endecha

    Estábamos perdidos
    cuando nos encontramos
    en aquel retraso de aeropuerto.

    Yo estaba lleno de noche y de frío,
    aunque había pasado tres días
    en el "San Francisco",
    con una muchacha de nalgas redondas.

    Tu creíste que yo era un camionero.
    Admiraste la vulgaridad de mi estilo
    y me amaste por ello.
    -No lo era.-

    Yo creí que tú eras una princesa,
    que arrastraba hasta mí su aburrimiento.
    -Y es verdad.-

    Como es verdad que seguimos estando perdidos.
    Yo, por no poder soportar la realeza,
    tú, por no saber nunca lo que estás haciendo.







    La balada de los hombres hambrientos

    Los hombres hambrientos tienen oro
    casas con retretes de mármol
    y vestidos suntuosos
    Pero no pueden matar el hambre y la sed
    del tigre de sus ojos

    Los hombres hambrientos son
    en alguna forma hermosos
    Por una magia mortal y execrable
    sus oídos se han vuelto sordos
    Pero los hombres hambrientos simulan oír
    y pagan bien a los cantores

    Pregonan una extraña desesperación
    han perdido el recuerdo de los humanos olores
    caminan para buscar un aroma imbuscable
    el de los tallos de las flores muertas y de los pétalos podridos
    el olor que al mismo tiempo es
    el olor de la muerte y el olor del nacer
    Se cubre de moho el corazón
    de estos hombres hambrientos
    Se entrecruzan a la deriva
    No se ven
    Son muchos en movimiento
    Sus mujeres lavadas en agua de caros perfumes sintéticos
    adustas acechan también
    aquel olor que alcanza los huesos
    Si levantan las cabezas hacia cosas más altas
    no distinguen otra cosa que el viento
    Remeros esclavos en un gran bajel de oro
    van los hombres y mujeres hambrientos…










    La luna y Nueva York


    Nos encontrábamos todos los días
    en el mismo sitio
    compartíamos versos, cigarrillos
    y a veces una novela de aventuras.
    Lanzábamos piedrecillas
    desde el puente donde almorzaban
    los obreros de la fábrica de vidrio.
    Le decía que la tierra es redonda
    mi tía bruja y la luna un pedazo de cobre.
    Que un día iría a Nueva York
    la ciudad abundante en cosas estrambóticas
    donde los gatos vagabundos
    duermen bajo los automóviles
    donde hay un millón de mendigos
    un millón de luces
    un millón de diamantes . . .
    Nueva York donde las hormigas
    demoran siglos trepando al Empire State
    y los negros se pasean por Harlem
    vestidos con colores chillones
    que destilan betún en el verano.
    Iría por los restaurantes
    hasta encontrar un cartelito:
    “Se necesita muchacho para lavar los platos.
    No se requiere título universitario”.
    A veces comería un sandwich
    recogería manzanas en California
    pensaría en ella cuando montara en el elevado
    y le compraría un traje parecido al neón . . .
    me iba a besar
    cuando sonó el pito de la fábrica.








    Lágrimas

    "En el juicio Final sólo se
    pesarán las lágrimas"
    Cioran


    Conozco las lágrimas.
    Sé de las lágrimas.
    Un negro rocío cuyo sabor perdido
    de nuevo encuentro.

    He llorado de noche, a la orilla del mar,
    oprimido por el dardo de la belleza...

    Sollozado lágrimas por alguna espantosa
    verdad,
    secretamente. Serio como la muerte.
    Donde no hay nada para engañar.
    O desde lo alto de los tejados, donde
    todos pudieran verme.

    He llorado bajito, bajo, así de afligido
    -medio-triste medio-enfermo-
    por los nobles árboles desarraigados
    viejos y negros...
    Porque la mañana y la noche vienen otra vez
    ¡y siempre otra vez!
    y una vez más, en inextinguible y eterno infierno.

    ¡He vivido cargado de lágrimas!
    Han brotado mis lágrimas
    en algún estupor de vino y silencio...
    He llorado cubierto por mi sudor de sangre
    en mi Huerto-de-los-Olivos. Herida el alma
    en la despedida mas breve.

    Compartido anónimos ruidos de lágrimas
    en que prevalece, la secreta tristeza del
    mundo.

    Y sorbido la lágrima desde un párpado...
    Una gota sola que cae, con impulso tierno
    como e! de la rota cuerda de un arpa.

    ¡He llorado! ¡Llorado de amor o añoranza!
    De vergüenza y orgullo. ¡De puro anhelo!
    Lágrimas de vida y de muerte,
    me han hecho verter una serie de pequeños hechos.








    Madame

    Siéntese frente al fuego
    y hable madame
    leyendo hacia adentro
    en la pizarra donde la vida escribe.

    Tal vez a mi pueda contarme
    que alguien un día
    llevó su mano -como un clavel
    por una calle solitaria-.







    Palabra

    Ven palabra desnúdate
    serás la amada de un hombre al que no le importa
    si pareces fea o eres pobre.

    Porque vosotras palabras
    os parecéis como un desfile de mujeres hermosas
    toscas o refinadas
    podéis dar más unas que otras.
    Pero tengo la debilidad de detestaros bien vestidas
    la sola vista de vuestras lentejuelas de feria
    me cansa de antemano
    el corazón.

    Sé que en cambio desnudas
    pasáis con el secreto que nadie ha gustado
    o que pocos comparten.
    como alguna muchachita gris desmedrada
    y sumamente silenciosa
    con los zapatos llenos de barro
    a la que una sola mirada a ella misma
    la hace resplandecer
    como envuelta en polvo de estrellas
    y de mariposas apretadas...








    Poesía

    Pájaro que desciende
    de la cumbre
    nos asombra
    y nos llena de silencio
    Lo que se escucha
    es sólo el temblor
    el necesario escalofrío
    de la rama a que llega...







    Salmo

    Cada ocaso advierte a los hombres callados
    que miran al horizonte
    que la oscuridad caerá.

    Y cada día el Cartero- Muerte llama a la puerta.
    Lo oímos golpear y golpear.
    Aunque no le abramos
    nos deja una invitación permanente.

    ¡Tiempo! ¡Tú me has robado los días de vino y rosas!
    ¡No hay bondad en tu curso!
    ¡Tus agujas han cosido un sudario blanco
    con el hilo de nuestras vidas!

    Carta depositada sobre carta,
    sin que nunca se agote el saco,
    oímos el toc-toc de la muerte.

    Sin forzar fatalmente estricta, de buenos huesos,
    llenando nuestras bocas de polvo
    camina vida-arriba con zapatos de hierro.








    Sísifo

    Este fardo invisible que transportamos,
    es semejante al de Sísifo:
    logramos llevar la roca arriba, un poco más cada día
    cuando de pronto algo surge y nos retrocede.

    De la mañana a la noche y por una necesidad de hierro
    levantamos tú y yo y cada uno nuestra roca.
    Desde debajo de la montaña, contemplando el borde del cielo muy lejos.
    Con el miedo oculto en el corazón
    o con el coraje tranquilo de los varones.

    Pero habrá un día, un momento que no conocemos,
    en que tú filisteo exitoso
    que vas por la carretera limpia, nueva,
    a quien encuentro cada mañana y veo subir
    más cómodo, sonriendo,
    y yo que asciendo tan trabajosamente
    el terrible camino vertical,
    devorado por la ansiedad,
    entre la humillación y la sospecha,
    no miraremos más la linde lejana, sobre nuestras cabezas.

    Cumplido el oficio
    tu mano y mi mano dejarán la llave en el bolsillo
    y la roca quieta.







    Tango para "Irma la dulce"

    Aquí estuvo
    sacudida por el manoseo de las habladurías
    y los despertadores
    Aquí estuvo demasiado triste en el final
    Las palmas bajo la nuca y el pelo desparramado
    agreste como barba de coco
    mirándolo todo con simpleza y admiración
    "cómo se ve que tú eres escritor"
    me dice
    a mediavoz en la tiniebla de un cuarto con ginebra estéreo
    y flores de plástico de todos los colores
    Allí figuraban y no podían faltar
    claro está
    Sosa Beny Moré Gardel
    los clásicos del tango y del bolero
    y los otros
    los Mozart y los Beethoven de siempre
    en fin todo eso que uno no ha aprendido a sentir
    pero que sí parece
    lo único verdaderamente pulcro
    adecuado
    para evadir la brutalidad de los sucesos
    Yo estaba lejano triste tratando de animar
    falazmente
    la cansada sangre en las venas
    y ella ancha casi tapando la cama
    funcionando soberbiamente
    con lo que se podría llamar su belleza
    o sea "su verdad"
    una cosa hecha de calor-poder-y-fuerza
    un desbordamiento
    como una yegua blanca con sus patas traseras
    bien abiertas
    que se vuelven plateadas y empiezan a brillar
    en un cabrilleo de luces
    inestable
    una rendija de luz en la persiana
    que sube por sus piernas e impone a su cuerpo una lividez
    de avena
    y todo todo perdiendo la certeza y la eternidad
    como si la luz estuviera de veras inventando
    una forma nueva
    ya en la noche se había acabado
    ella puso su mano en mi cara y dijo "soy una mujer cansada"
    tan grata su mirada que me sentí ablandado
    sin luchas
    quise adelantarme empujar la persiana
    admitir la franqueza del día
    la circuntristeza
    romper el espejismo el sortilegio engañoso
    "por qué hablas así gatita esas son las cosas que dicen
    las intelectuales neuróticas"
    "lo sé pero créeme que hablo completamente en serio"
    y luego como la cosa más natural del mundo
    "sé que el error está en mí misma"
    llama "error" a su vida
    y me contó de su marido músico
    maffioso
    chupando la trompeta como si fuera marihuana
    hasta la madrugada
    "no, no es un programa estar sola todas las noches no creas"
    y continuó hablando y vistiéndose un sostén modelo
    televisión y un liguero negro
    y diciendo que "qué barbaridad" y que "qué tontería"
    como respuesta a una pregunta conocida
    a una inquisición cifrada
    "sí creo que así es lo mejor"
    agrega
    "no hay complicaciones ni números de teléfonos, ni cartas
    de amor ni nada"
    "me gusta la vida libre el cambio"
    le digo
    "le tengo un horror sagrado a las posesiones
    y ahora ya sabes mi nombre y donde vivo para que se
    empiecen a amarrar los nudos
    para que todo se empiece a terminar"
    Y le invento una historia mediocre
    profundamente provinciana
    o de la literatura considerada como la coartada perfecta
    ella no lloró ni se rió
    miró melancólicamente
    frente a sí como si hubiera un vacío
    evidentemente no conocía ni a yago ni a Otelo ni a
    "Chéspier"
    y ni siquiera a maupassant
    y esta ignorancia la conducía hacia la niñez
    dulcemente
    "El mundo es así" concluyo
    como si ya me estuviese yendo lejos
    de un modo gentil y frío
    y termino con un instantáneo "la gente"...
    es la vaga indecisa palabra
    en la que le he decretado
    de pronto
    su fin

    Afuera en la tiembla-luz
    las casas cerradas envueltas en un vapor esmerilado
    un postigo
    que se abre como un párpado y que luego se cierra
    intenta tocar de nuevo
    su ombligo oloroso sus teticas apretadas forradas
    bajo un dique
    de botones y flecos
    tratando de inventar el gesto la actitud la palabra
    que diluya en un aire amable casual
    la tristeza largalargalarga
    de pozo ciego
    el encantamiento muerto
    Pero hay que irse no podemos esperar demasiado
    se cubrió con los vidrios oscuros alta lejana
    ya yéndose
    con su olor ruda-y-sal bajo las axilas del suéter
    con su carne viva templada bajo la piel
    con el amor...
    "Llámame cuando quieras" me dijo a modo de despedida
    sobre los árboles con hojas de pelusa plateada
    comenzaba un cielo azul-bandera...







    Un habitante

    Este hombre no tiene nada qué hacer
    sabe decir pocas palabras
    lleva en sus ojos colinas
    y siestas en la hierba.
    Va hacia algún lugar
    con un paquete bajo el brazo
    en busca de alguien que le diga
    "Entre Usted"
    después de haber bebido el polvo
    y el pito largo de los trenes
    después de haber mirado en los periódicos
    la lista de empleos.
    No desea más que dónde descansar
    uno por uno sus poros.
    Hay tanta soledad a bordo de un hombre
    cuando palpa sus bolsillos
    o cuenta los pollos asados en los escaparates
    o en la calle los caballitos
    que fabrica la lluvia feliz.
    Y dentro, en la tibieza
    las bocas sonríen a la medianoche
    algunos se besan y atesoran deseos
    otros mastican chicles
    y juegan con sus llaves
    crecen los bosques de ídolos
    y el cazador cobra su mejor pieza.


    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 9 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Mar 08 Oct 2024, 17:49

    García Terrés, Jaime





    Poeta, ensayista, traductor y diplomático mexicano nacido en Ciudad de México en 1924.
    Estudió Derecho en la Universidad Autónoma de México, Estética en la Universidad de París y Filosofía
    medieval en el Colegio de Francia.
    Gran impulsor de la cultura mexicana, ocupó cargos tan importantes como Presidente de la Comisión Editorial
    de UNAM de 1953 a 1955, director de la Revista de la Universidad de México de 1953 a 1965, director de la Biblioteca
    de México, director de biblioteca y archivos de la Secretaría de Relaciones Exteriores en 1967, embajador en Grecia
    de 1965 a 1968 e integrante del Colegio Nacional desde 1975.
    Su obra poética está contenida en los siguientes títulos: "El hermano menor" en 1953, "Correo nocturno" en 1954,
    "Las provincias del aire" en 1956, "La fuente oscura" y "Los reinos combatientes" en1961, "Carne de dios" en 1964,
    "Todo lo más por decir" en 1971, "Corre la voz" en 1980 y un compendio de lo mejor de su obra reunida en
    "Las manchas del sol" en 1988.
    Tradujo con gran fluidez a Yeats, Coleridge, Hölderlin, Blake y Pound, y publicó importantes ensayos sobre diferentes
    tópicos de la literatura.
    Falleció en Ciudad de México en 1996.








    Esta desmemoria mía

    Yo no tengo memoria para las cosas que pergeño.
    Las olvido con una
    torpe facilidad. Y se despeña
    mi prosa por abismos fascinantes,
    y los versos esfuman su tozudez como si nada.

    A veces ni siquiera recuerdo los favores
    de la bastarda musa pasajera,
    ni los ayes nerviosos del alumbramiento.
    No sé, pero me cansan tantos
    anacrónicos ecos, tantos rastros
    gustados a deshora.

    Mejor así, progenie de papel y de grafito.
    Mejor que te devoren
    los laberintos del cerebro,
    apenas declarado tu primer vagido.

    Así yo seguiré sin lastre alguno
    fraguando más capullos (devociones
    efímeras, incendios absolutos),
    y después otros más, y más aún, hasta morir del todo.







    Éxodo

    Calla, viento. Que no te escuche nadie.
    Ni las humildes torres
    apenas esbozadas,
    ni las fieras murallas
    de cálidos colores.
    Calla tu fiel silencio generoso,
    velando mi secreto
    a todos los oídos.
    Claros, celestes ríos
    ilustran tu sendero.
    Los pájaros más leves te navegan.
    Acaricia, protege todo ello
    con mucha suavidad.
    Pero que nadie sepa,
    a orillas de mi pena,
    del afán que la mueve. Por igual
    vuelen tus átomos agudamente,
    como balas de nada diminutas,
    que llegan sin que nadie las espere,
    y se van
    sin que nadie las retenga.







    Idilio

    Adolezco de fútiles cariños
    unos con otros ayuntados.
    Bebo no sin ternura mi taza de café. Conservo
    retratos azarosos y animales domésticos.
    Me absorben los rumores en la calle,
    los muros blancos al amanecer,
    la lluvia, los jardines públicos.
    Mapas antiguos, mapas nuevos, llenan mi casa.
    La música más frívola complace mis oídos.
    Innumerables, leves,
    como la cabellera de los astros,
    giran en torno a mi destino minucias y misterios.
    Red que la vida me lanza;
    piélago seductor entre cuyo paisaje voy sembrándome.







    Jarcia

    Acomodo mis penas como puedo, porque voy de prisa.
    Las pongo en mis bolsillos o las escondo tontamente
    debajo de la piel y adentro de los huesos;
    algunas, unas cuantas
    quedan desparramadas en la sangre,
    súbitas furias al garete, coloradas.
    Todo por no tener un sitio para cada cosa;
    todo por azuzar los vagos íjares del tiempo
    con espuelas que no saben de calmas ni respiros.







    La bahía de las ballenas

    Aunque no las conozco
    sino como rumores
    engarzados en vértigos de espuma,
    lo confieso, señores:
    me acontece pensar en las ballenas
    -azules, negras, blancas, grises-
    de Baja California.

    Me gusta presentirlas
    desde mi balcón macilento
    y calcular tan onerosos viajes
    al son de su canción arcaica.
    Me gusta, caballeros,
    saberlas pensativas en caminos de sal:
    monumentos inmersos
    o retirados estímulos
    a la burbuja de nuestro destino.

    Mis ballenas no son los símbolos del sueño
    de Jonás o de Melville;
    sí las vivas hipérboles que fluyen regalándose
    al inefable juego submarino;
    las ballenas, ballenas cuya música
    ignoramos de dónde viene y adónde va;
    las islas que danzan así, rumbosas
    respuestas de las unas a las otras,
    al abrir sus pétalos el tiempo.

    Dizque por momentos
    -oídlo bien-
    perentorios ángeles de la guarda
    suelen empujarlas
    ahí mismo,
    con gruesa sílaba de viento
    y la merecida solemnidad
    a derramar al fin su nombre,
    sólo para ellas insignificante,
    sobre las arenas de la bahía.







    La fuente oscura

    ¡Qué gran curiosidad tengo de verte
    sin ropajes ambiguos, oh mi sombra!
    Imagino tu piel acribillada
    por la nostalgia; de rubor inhábil
    erizadas las fugas del contorno;

    y me pregunto si guarecen algo más
    esos repliegues vaporosos,
    si corren por tus venas plenitudes,
    si alojas muy adentro constelaciones nunca vistas.

    No puede ser que sólo seas un charco de negrura,
    digamos, una mancha de vacío.
    Con avidez muy tuya me sigues dondequiera
    y tu mismo silencio va derramando vida.
    Feraz tiniebla, noche cautiva y aplastada,
    como la noche sideral celas enigmas, huéspedes,
    probables fuegos y zodíacos.

    Sin bruma quiero verte, sin enfado.
    Milímetro a milímetro,
    quiero fisgar en tus intimidades. Acercarme
    de veras a la fuente oscura
    que llueve tus andanzas contra la paz de mi camino.








    Rincón del extranjero

    Esconde la plegaria salvaje de tus ojos,
    tentaciones en flor. Mas di, muchacha,
    ¿dónde puedo morar en esta tierra?
    De blandas latitudes vengo; mi país desconoce
    los suelos calcinados, el ávido prestigio sobre cada tumba.
    Por mi cuerpo resbala savia diferente. ¿Amar aquí?
    ¿Sembrar aquí los manes del olvido?
    Y cuando muera, dime
    qué nave, qué nostalgia, devolverá mis restos
    al decoro y la paz de los abuelos.








    Toque del alba

    Otro mundo. (No retazos armados, remendados
    de lo mismo de siempre.)
    Donde la vida con la vida comulgue; donde el vértigo
    nazca de la salvaje plenitud; orbe amoroso,
    todo raíz, primicia, fecunda marejada.
    Otro mundo. Sin legajos inertes, sin cáscaras vacías.

    Adiós a la desidia del viejo sacristán
    en pequeños apuros para medimos una
    mortaja cada día.
    Desgarrad ias memorias del color cenizo.
    Rompamos ataduras, y quedemos
    desnudos bajo el alba.

    Adiós encierros, lápidas, relojes
    que desuellan el tiempo con ácidos cobardes.
    Libre llama será
    la nuestra por los siglos de los siglos.
    Tierra libre, el sostén de nuestros pasos.

    A cieno huelen ya los manes en los muros;
    desvalidos,
    la fatiga contagian de sus añoranzas.
    Arrasadlos, oh huestes, arrasadlos
    con sedientos linajes de frescura,
    y verdecidas
    brechas al aire pleno descubran los altares.







    Umbral del hijo

    Viva sospecha de carne no mirada,
    voz ya, promesa
    de más cautelas y solicitudes,
    palabra todavía,
    que figura tinieblas aledañas.
    Allí se mueve, sólido,
    cuerpo que no se ve pero se tiene,
    se sabe, se dibuja
    con dormidos asedios entretanto.
    Amor ayer, hoy prisionero leve,
    árbol será de todas las mañanas.







    Usted, invierno

    Imitación de Charles d'Orleans

    Usted, Invierno, poca cosa es:
    un viejo gris, mal encarado.
    ¡Cuánto mejor transita por el prado
    la Primavera,
    que vendrá después
    trayendo con amor, a su gentil costado,
    abril y mayo,
    mes tras mes!

    Esa fuente de luz nos adereza
    campos, bosques y flores,
    y les añade sin cesar colores,
    dócil al fiat de la Naturaleza.

    Usted, en cambio, nieva, llueve,
    sopla vientos helados y granizo.
    Invierno, seré breve:
    Pues el tiempo deshizo
    con sus vientos, sus lluvias y su nieve,
    el diablo que lo quiso se lo lleve.







    Versos a un poeta griego

    Nota de 1971: La reciente desaparición de Giórgos Seféris ha vuelto
    más expresivos estos versos, que le di a conocer hace un año, y a
    los cuales me respondió, desde Atenas, con diez rotundas palabras
    en francés:
    Je viens de recevoir le poeme. Vous avez raison. Merci.

    Respuesta, sin duda, suficiente. El claro señorío helénico resguardaba en
    Seféris la economía del lenguaje. Una tarde que le preguntaba yo sobre
    su actitud ante la muerte, me dijo: «La espero con ternura...». Yeso fue todo.
    No obstante, llegado el momento definitivo, supo arriesgarse por la vida
    y la verdad de los suyos, sacrificando la soñada calma del ocaso al rescate
    moral de una tradición cuyo sentido más hondo le brindó siempre luz y fortaleza.

    Amigo Seféris:

    Hablar es difícil
    cuando restallan las palabras lejos
    del taller avezado; nos caemos
    a cada paso de cabeza
    por querer escaldar la lengua franca.

    Y es particularmente difícil
    hablar de Grecia hoy,
    desposeídos como nos sabemos,
    cetrinos como vamos
    en la tosca llanura del oprobio.
    Ya no duerme Proteo debajo de las rocas
    ni glosa la sirena consabida
    la clara fatiga del caminante.

    ¡Qué lento, qué difícil todo,
    amigo Seféris!
    Y este dolor de Grecia
    ¡qué tozudo! Diríase
    una proclama secular de duelo
    por nuestra desmesura cotidiana.
    Es fácil en cambio
    dejarnos aturdir sin miramientos,
    encoger los hombros
    y guardarnos el ímpetu dentro de los bolsillos.
    Nada tan inocente.
    ¿O nada tan culpable?
    Porque bien sopesadas estas cosas
    andamos en apuros los unos y los otros;
    caiga quien caiga de cualquier manera
    nadie puede lavarse
    las manos en el mar Egeo.

    He pensado mucho
    durante los últimos meses
    en el sol trasvenado de Beocia,
    en los asfódelos del Laurio
    salpicados de plata por la brisa
    y en los trabajos y los días
    más frutales cuanto más amorosos
    a lo largo y lo ancho de la Hélade,

    pero también recuerdo la cerrazón vacía
    que llegó profanando moradas y vendimias,
    la turbia marcha sobre los almácigos.

    ¡Oh dioses idos! ¿Cómo silenciarla?
    Dormíamos; los gritos a granel
    nos despertaron confundiéndose
    con un ripio de sueños azarosos
    y luego regresaron a la calle.

    Amigo Seféris:
    ya nunca sabré
    dónde terminó la pesadilla, dónde
    comenzó lo demás; aun ahora
    descabezan mi noche mortecinos clamores,
    historias turbulentas de reinados efímeros
    y el asalto difuso de los bárbaros
    prontos a sofocar
    la madrugada con sus propios puños,
    con el propio sudor de sus afrentas.

    He pensado mucho
    en los ritos más pálidos del hombre:
    ese llamar a puertas evasivas
    buscando soluciones al infierno,
    ese nombrar la vida
    con el mismo tonillo deslustrado,
    ese dejar al prójimo que cargue media cruz
    prometiéndole sólo completarla,
    pero también hago recuento
    de viejas esperanzas, treguas, naves
    encaminadas a mejores días.
    Tras el duelo vendrá

    la hora de la luz;
    entonces
    habrá pupilas para ver un mundo
    sin ídolos de viento, sin tapujos
    de sangre reseca, glorificado
    por súbitos milenios de gracia general:
    Será la luz helena
    que cosechamos una primavera
    entre cantos homéricos
    y meditaciones contemporáneas
    al pie de los olivos;
    una luz
    cuyo reflejo danza filtrando las memorias,
    ganando manantiales al tumulto
    mientras el orbe sigue su patética vía.
    Chispearán los afectos
    y vencerá la voz humana:
    entonces nos diremos lo debido.


    _________________



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    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
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    Mensaje por Maria Lua Jue 10 Oct 2024, 07:48

    Olga Orozco


    Poeta argentina nacida Toay, La Pampa, en 1920.
    Su infancia transcurrió en Bahía Blanca hasta los dieciséis años, cuando se trasladó con sus padres a Buenos Aires
    donde inició su carrera literaria.
    Trabajó en el periodismo empleando varios seudónimos, dirigió algunas publicaciones literarias, hizo parte
    de la generación «Tercera Vanguardia» de marcada tendencia surrealista, y basó  su producción poética en la
    influencia que en ella ejercieran Rimbaud, Nerval, Baudelaire, Milosz y Rilke.
    Su obra ha sido traducida a varios idiomas y distinguida con los siguientes premios: «Primer Premio Municipal de Poesía»,
    «Premio de Honor de la Fundación Argentina» 1971, «Gran Premio del Fondo Nacional de las Artes», «Premio Esteban
    Echeverría», «Gran Premio de Honor» de la SADE, «Premio Nacional de Teatro a Pieza Inédita»
    en 1972, «Premio Nacional de Poesía» en 1988, «Láurea de Poesía de la Universidad de Turín», «Premio Gabriela Mistral»  
    otorgado por la OEA, «Premio de Literatura Latinoamericana Juan Rulfo» 1998.
    De su obra merecen destacarse las siguientes publicaciones:  «Las muertes» en 1951, «Los juegos peligrosos» en 1962,
    «Cantos a Berenice» en 1977 y «Con esta boca, en este mundo» en 1994.
    Falleció en 1999.


    Andante en tres tiempos

    Más borroso que un velo tramado por la lluvia sobre
    los ojos de la lejanía, confuso como un fardo,
    errante como un médano indeciso en la tierra de nadie,
    sin rasgos, sin consistencia, sin asas ni molduras,
    así era tu porvenir visto desde las instantáneas rendijas del pasado.
    Sin embargo detrás hay un taller que fragua sin cesar tu muestrario de máscaras.
    Es un recinto que retrocede y que te absorbe exhalando el paisaje.
    Allí en algún rincón están de pie tus primeras visiones,
    y también las imágenes de ayer y aun los espejismos que no se condensaron,
    más las ciegas legiones de fantasmas que son huecos anuncios todavía.
    Entre todos imprimen un diseño secreto en las alfombras por donde pasarás,
    muelen tus alimentos de mañana en el mortero de lo desconocido
    y elaboran en rígidos lienzos los ropajes para tu absolución o tu condena.
    Cambia, cambia de vuelo como la ráfaga del enjambre bajo la tormenta.
    Un soplo habrá disuelto la reunión; un soplo la convoca en un nuevo diseño,
    junto a nuevos ropajes y nuevos alimentos.
    ¡Qué vivero de formas al acecho de un molde desde el principio hasta el final!

    Palmo a palmo, virando de un día a otro fulgor,
    de una noche a otra sombra,
    llegas con cada paso a ese lugar al que te remolcaron todas las corrientes:
    una región de lobos o corderos donde erigir tu tienda una vez más
    y volver a partir, aunque te quedes, aspirado de nuevo por la boca del viento.
    Es esa la comarca, esa es la casa, esos son los rostros que veías difusos,
    fraguados en el humo de la víspera,
    apenas esculpidos por el aliento leproso de la niebla.
    Ahora están tallados a fuego ya cuchillo en la dura sustancia del presente,
    una roca escindida que ahora permanece, que ya se desmorona,
    que se escurre sin fin por la garganta de insaciables arenas.
    Entre la oscilación y la caída, si no te deslizas hacia adelante, mueres.
    Apresúrate, atrapa el petirrojo que huye, la escarcha que se disuelve en el jardín.
    Somételos con un ademán tan rápido que se asemeje a la quietud,
    a esa trampa del tiempo solapado que se desdobla en antes y en después.
    Sólo conseguirás un presagio de plumas y un resabio de hielo.
    A veces, pocas veces, un modelo para los esplendores y las lágrimas de tu porvenir.
    ¿Y qué fue del pasado, con su carga de sábanas ajadas y de huesos roídos?
    ¿Es nada más que un embalaje roto,
    una mano en el vidrio ceniciento a lo largo de toda la alameda?
    ¿O un depósito inmóvil donde se acumulan el oro y las escorias de los días?
    Pliega las alas para ver.
    Esa mole que llevas creciendo a tus espaldas es tu albergue vampiro.
    No me hables solamente de un panteón o de algún tribunal embalsamado,
    siempre en suspenso y hasta el fin del mundo.
    Porque también allí cada dibujo cambia con el último trazo,
    cada color se funde con el tinte de la nueva estación o la que viene,
    cada calco envejece, se resquebraja y pierde su motivo en el polvo;
    pero el muro en que guardas estampadas las manos de la infancia
    es ese mismo muro que proyecta unas manos finales sobre los muros de tu porvenir.
    ¿Y acaso ayer no asoma algunas veces como marzo en septiembre y canta en la enramada?
    Todo es posible cuando se desborda y rehace un recuento la memoria:
    imprevistas alquimias, peldaños que chirrían, cajones clausurados y carruajes en marcha.
    Sorprendente inventario en el que testimonian hasta las puertas sin abrir.
    Hoy, mañana o ayer, nunca ningún refugio donde permanecer inalterable
                                                                                                                        entre la llama y el carbón.
    Los oleajes se cruzan y conspiran como los visitantes en los sueños,
    intercambian espumas, cáscaras, amuletos y papeles cifrados y jirones,
    y todo tiempo inscribe su sentencia bajo las aguas de los otros tiempos,
    mientras viajas a tumbos en tu tablón precario justo en el filo de las marejadas.
    Pero hay algo, tal vez, que logró sustraerse a las maquinaciones de los años,
    algo que estaba fuera de la fugacidad, la duración y la mudanza.
    Guarda, guarda esa prenda invulnerable que cobraste al pasar y que llevas
    oculta como un ladrón furtivo desde el comienzo hasta el futuro.
    Estandarte o sortija, perla, grano de sal o escapulario,
    describe una parábola de brasas a medida que te aproximas, que llegas, que te alejas:
    tu credencial de amor en la noche cerrada.







    Aquí están tus recuerdos...

    Aquí están tus recuerdos:
    este leve polvillo de violetas
    cayendo inútilmente sobre las olvidadas fechas;
    tu nombre,
    el persistente nombre que abandonó tu mano entre las piedras;
    el árbol familiar, su rumor siempre verde contra el vidrio;
    mi infancia, tan cercana,
    en el mismo jardín donde la hierba canta todavía
    y donde tantas veces tu cabeza reposaba de pronto junto a mí,
    entre los matorrales de la sombra.

    Todo siempre es igual.
    Cuando otra vez llamamos como ahora en el lejano muro:
    todo siempre es igual.
    Aquí están tus dominios, pálido adolescente:
    la húmeda llanura para tus pies furtivos,
    la aspereza del cardo, la recordada escarcha del amanecer,
    las antiguas leyendas,
    la tierra en que nacimos con idéntica niebla sobre el llanto.

    -¿Recuerdas la nevada? ¡Hace ya tanto tiempo!
    ¡Cómo han crecido desde entonces tus cabellos!
    Sin embargo, llevas aún sus efímeras flores sobre el pecho
    y tu frente se inclina bajo ese mismo cielo
    tan deslumbrante y claro.

    ¿Por qué habrás de volver acompañado, como un dios a su mundo,
    por algún paisaje que he querido?
    ¿Recuerdas todavía la nevada?

    ¡Qué sola estará hoy, detrás de las inútiles paredes,
    tu morada de hierros y de flores!
    Abandonada, su juventud que tiene la forma de tu cuerpo,
    extrañará ahora tus silencios demasiado obstinados,
    tu piel, tan desolada como un país al que sólo visitaran cenicientos pétalos
    después de haber mirado pasar,   ¡tanto tiempo!,
    la paciencia inacabable de la hormiga entre sus solitarias ruinas.

    Espera, espera, corazón mío:
    no es el semblante frío de la temida nieve ni el del sueño reciente.
    Otra vez, otra vez, corazón mío:
    el roce inconfundible de la arena en la verja,
    el grito de la abuela,
    la misma soledad, la no mentida,
    y este largo destino de mirarse las manos hasta envejecer.







    Aunque se borren todos nuestros rastros igual que las bujías en el amanecer...

    Aunque se borren todos nuestros rastros igual que las bujías en el amanecer
    y no puedas recordar hacia atrás, como la Reina Blanca, déjame en el aire la sonrisa.
    Tal vez seas ahora tan inmensa como todos mis muertos
    y cubras con tu piel noche tras noche la desbordada noche del adiós:
    un ojo en Achernar, el otro en Sirio,
    las orejas pegadas al muro ensordecedor de otros planetas,
    tu inabarcable cuerpo sumergido en su hirviente ablución, en su Jordán de estrellas.
    Tal vez sea imposible mi cabeza, ni un vacío mi voz,
    algo menos que harapos de un idioma irrisorio mis palabras.
    Pero déjame en el aire la sonrisa:
    la leve vibración que azogue un trozo de este cristal de ausencia,
    la pequeña vigilia tatuada en llama viva en un rincón,
    una tierna señal que horade una por una las hojas de este duro calendario de nieve.
    Déjame tu sonrisa a manera de perpetua guardiana, Berenice.







    Cabalgata del tiempo

    Inútil. Habrá de ser inútil, nuevamente,
    suspender de la noche, sobre densas corrientes de follaje,
    la imagen demorada de un porvenir que alienta en la memoria;
    penetrar en el ocio de los días que fueron dibujando con terror y paciencia
    la misma alucinada realidad que hoy contemplo,
    ya casi en la mirada;
    repetir todavía con una voz que siento pesar entre mis manos:
    -Alguna vez estuve, quizás regrese aún, a orillas de la paz,
    como una flor que mira correr su bello tiempo junto al brazo de un río.

    Todo ha de ser en vano.
    Manadas de caballos ascenderán bravías las pendientes de su infierno natal
    y escucharé su paso acompasado, su trote, su galope salvaje,
    atravesando siglos y siglos de penumbra,
    de sumisas distancias que irremediablemente los conducen aquí.

    Tal vez sería dulce reconquistar ahora una música antigua,
    profunda y persistente como el eco de un grito entre los sueños,
    sumirse bajo el verde sopor de las llanuras
    o morir con la lluvia, tristemente,
    entre ramos llorosos que sombrearan viejísimas paredes.

    Imposible. Sólo un fragor inmenso de ruinas sobre ruinas.
    Es el desesperado retornar de los tiempos que no fueron cumplidos
    ni en gloria de la vida ni en verdad de la muerte.
    Es la amarga plegaria que levantan los ángeles rebeldes
    llamando a cada sitio donde pueda morar su dios irrecobrable.
    Es el tropel continuo de sus lucientes potros enlutados
    que asoman a las puertas de la noche la llamarada enorme de sus greñas,
    que apagan con mortajas de vapor y de polvo toda muda tiniebla,
    agitando sus colas como lacios crespones entre la tempestad.
    La sangre arrepentida, sus heroicas desdichas.

    Y nada queda en ti, corazón asediado:
    apenas si un color, si un brillo mortecino,
    si el sagrado mensaje que dejara la tierra entre tus muros,
    se pierden, a lo lejos,
    bajo un mismo compás idéntico y glorioso como la eternidad.







    Con esta boca, en este mundo...

    No te pronunciaré jamás, verbo sagrado,
    aunque me tiña las encías de color azul,
    aunque ponga debajo de mi lengua una pepita de oro,
    aunque derrame sobre mi corazón un caldero de estrellas
    y pase por mi frente la corriente secreta de los grandes ríos.

    Tal vez hayas huido hacia el costado de la noche del alma,
    ese al que no es posible llegar desde ninguna lámpara,
    y no hay sombra que guíe mi vuelo en el umbral,
    ni memoria que venga de otro cielo para encarnar en esta  dura nieve
    donde sólo se inscribe el roce de la rama y el quejido del viento.

    Y ni un solo temblor que haga sobresaltar las mudas piedras.
    Hemos hablado demasiado del silencio,
    lo hemos condecorado lo mismo que a un vigía en el arco final,
    como si en él yaciera el esplendor después de la caída,
    el triunfo del vocablo con la lengua cortada.

    ¡Ah, no se trata de la canción, tampoco del sollozo!
    He dicho ya lo amado y lo perdido,
    trabé con cada sílaba los bienes que más temí perder.
    A lo largo del corredor suena, resuena la tenaz melodía,
    retumban, se propagan como el trueno
    unas pocas monedas caídas de visiones o arrebatadas a la oscuridad.
    Nuestro largo combate fue también un combate a muerte con la muerte, poesía.
    Hemos ganado. Hemos perdido, porque ¿cómo nombrar con esa boca,
    cómo nombrar en este mundo con esta sola boca en este mundo con esta sola boca?









    Cuando alguien se nos muere

                                                                                             Poema a Eduardo Bosco

    Fue necesario el grave, solitario lamento del viento entre los árboles,
    para que tú supieras más que nadie ese desesperado resonar,
    ese rumor sombrío con que pueden decirse las palabras
    cuando de nada vale su fugaz melodía,
    cuando en la soledad -la única apariencia verdadera -,
    contemplamos, callando, los seres y los tiempos que fueron en nosotros
    irrevocables muertes cuyos nombres no sabremos jamás.

    Fue necesario el ocio de aquellas largas noches
    que minuciosamente ordenaste en recuerdos, memorioso,
    para que tú pasaras sosteniendo la sombra con tu sombra,
    apenas presentida por los días,
    con tu misma pausada palidez demorándose aún después de haberte ido,
    porque era tu adiós la despedida última,
    la última señal que acercaba los sueños desde el incontenible amanecer.

    Fue necesario el lento trabajo de los años,
    su rápido fulgor, su mustio decaer entre pesados muros
    que sólo levantaron respuestas de ceniza a tu llamado
    para que tú miraras largamente tus despojadas manos
    como una llanura donde los vientos dejan polvaredas mortales,
    mientras disponen, lejos,
    la tempestad que arrase desmedida su sediento destino.

    Fue necesario todo lo que fuimos contigo,
    lo que somos contigo del lado de los llantos,
    para saber, viviendo, cuánta sorda tiniebla te asediaba
    y encontrarnos, después,
    Con el transido resplandor del aire que dejaste muriendo.

    Porque todo este tiempo
    es el innumerable testigo que nos trae las mismas evidencias,
    aquello en lo que fuiste cuanto eras, de una vez para siempre:
    acostumbrados gestos,
    ciertos ritos que cumpliera tu sangre sumisa a la memoria,
    esos nocturnos pasos acercando los campos
    donde la luz es sólo un repetido comienzo de penumbras,
    las remotas paredes, las efímeras cosas a las que retornabas
    con la triste paciencia de quien guarda afanoso, en la mirada,
    paisajes habituales que más tarde
    aliviarán el peso de las horas en sabido destierro.

    Tú pedías tan poco.
    Apenas si anhelas un tranquilo vivir que prolongara la duración de tu alma
    en idéntico amor,
    en radiante amistad, en devoción sagrada
    por gentes que existieron con la simple nobleza de la tierra,
    sin glorias ni ambiciones.
    Tú amabas lo inmortal, lo grandioso terrestre.

    Mas no pudo el débil llamado de tu vida contra pesadas puertas
    aposentos malditos, épocas miserables
    donde la dicha duerme sordamente su legendario olvido-,
    nada tu lejanía contra las invencibles mareas de lo inútil,
    nada tu juventud contra ese rostro
    que entre desalentadas rebeldías, nostalgias y furiosas pesadumbres,
    infatigablemente se asomó a tus desvelos;
    y unas noche sentimos dentro del corazón un ronco oleaje,
    amargamente vivo,
    en el preciso sitio donde ardía en nosotros,
    como nosotros mismos duradera,
    tu callada grandeza.

    Ahora estamos más solos por imperio de muerte,
    por un cuerpo ganado como un palmo de tierra por la tierra baldía,
    recobrando al conjuro del más lejano soplo
    realidades perdidas en lo más olvidado de los antiguos días,
    imágenes que juntos traspasamos, que juntos nos esperan;
    porque no es el recuerdo del pasado dispersos ademanes
    -hojarascas y ramas que encendemos
    para llorar al humo de una lánguida hoguera-,
    sino fieles señales de una región dormida que aguarda nuestro paso
    con las huellas de antaño suspendidas como eternos ropajes.

    No es por decir, Eduardo, cuando alguien se nos muere,
    no hay un lugar vacío, no hay un tiempo vacío,
    hay ráfagas inmensas que se buscan a solas, sin consuelo,
    pues aquí, y más allá,
    tanto de lo que él fue respira con nosotros la fatiga del polvo pasajero,
    tanto de lo que somos reposa irrecobrable entre su muerte
    que así sobrevivimos
    llevando cada uno una sombra del otro por los distantes cielos.
    Alguna vez se acercarán,
    Entonces, cuando estemos contigo para siempre,
    Últimos como tú, como tú verdaderos.








    Densos velos te cubren, poesía

    No es en este volcán que hay debajo de mi lengua falaz donde te busco,
    ni es esta espuma azul que hierve y cristaliza en mi cabeza,
    sino en esas regiones que cambian de lugar cuando se nombran,
    como el secreto yo y las indescifrables colonias de otro mundo.
    Noches y días con los ojos abiertos bajo el insoportable parpadeo del sol,
    atisbando en el cielo una señal,
    la sombra de un eclipse fulgurante sobre el rostro del tiempo,
    una fisura blanca como un tajo de Dios en la muralla del planeta.
    Algo con que alumbrar las sílabas dispersas de un código perdido
    Para poder leer en estas piedras mi costado invisible.

    Pero ningún pentecostés de alas ardientes desciende sobre mí.
    ¡Variaciones del humo, retazos de tinieblas con máscaras de plomo,
    meteoros innominados que me sustraen la visión entre un batir de puertas!
    Noches y días fortificada en la clausura de esta piel,
    escarbando en la sangre como un topo,
    removiendo en los huesos las fundaciones y las lápidas,
    en busca de un indicio como de un talismán que me revierta la división y la caída.
    ¿Dónde fue sepultada la semilla de mi pequeño verbo aún sin formular?
    ¿En que Delfos perdido en la corriente
    suben como el vapor las voces desasidas que reclaman mi voz para manifestarse?
    ¿Y cómo asir el signo a la deriva -ese y no cualquier otro-
    en que debe encarnar cada fragmento de este inmenso silencio?
    No hay respuesta que estalle como una constelación entre harapos nocturnos,
    ¡Apenas si fantasmas insondables de las profundidades,
    territorios que comunican con pantanos,
    astillas de palabras y guijarros que se disuelven en la insoluble nada!

    Sin embargo
    ahora mismo
    o alguna vez
    no sé
    quién sabe
    puede ser
    a través de las dobles espesuras que cierran la salida
    o acaso suspendida por un error de siglos en la red del instante
    creí verte surgir como una isla
    quizás como una barca entre las nubes o un castillo en el que alguien canta
    o una gruta que avanza tormentosa con todos los sobrenaturales fuegos encendidos.

    ¡Ah las manos cortadas,
    los ojos que encandilan y el oído que atruena!
    ¡Un puñado de polvo, mis vocablos!







    El adiós

    La sentencia era como esos calcos en que el relieve del amor
                                                                         deja un vacío semejante a sus culpas.
    Me arrojaron al mundo en mi ataúd de hielo.
    Una tierra sin nombre todavía corrió sobre este rostro
                                                                         con que habito en la desconocida:
    era la tierra del castigo.
    Era la hora en que comienzo a despertar entre los muertos
                                                                         con la evidencia de un anillo roto,
    un vestido de momia desprendido de las vendas del cielo
    y un espejo de sal donde puede leerse mi destino.
    El porvenir no es nada más que mirar hacia atrás.

    Debajo de esas nubes desgarradas
    hay una casa en llamas
    en donde los amantes trasmutaban en oro de eternidad el resplandor de un día,
    o tomaban las apariencias de ladrones de pájaros
    aprisionando entre los hilos del ocio las metamorfosis de sus propias imágenes.
    Hay una luz dorada que hiere hasta las lágrimas;
    hay un lecho también
    como una barca invadida por el follaje del deseo
    -unas hojas carnosas que exhalan el perfume de los más largos viajes-.

    Y había siempre y nunca
    como ahora vueltos de pronto boca abajo.
    Corazón repudiado,
    animal aterido en uno de los dos costados de tu sangre,
    ignorabas entonces que tendrías la forma de un retablo de la creación hecho pedazos,
    que alguna vez la noche del adiós te nombraría en voz muy baja
    como nombra la soledad a sus testigos,
    o como llaman aquellos que se van a los que nunca vuelven.

    Ahora, de espaldas contra el muro que custodia el guardián de todo nacimiento,
    sólo te quedan las apariciones,
    el fantasma de un tiempo que gritará contigo en el estanque muerto de algún sueño,
    cuando él duerme, tan lejos en su adiós.
    Un soborno de plumas para una ley de fuego.







    El jardín de las delicias

            ¿Acaso es nada más que una zona de abismos y volcanes en
    plena ebullición, predestinada a ciegas para las ceremonias de la
    especie en esta inexplicable travesía hacia abajo? ¿O tal vez un
    atajo, una emboscada oscura donde el demonio aspira la inocencia
    y sella a sangre y fuego su condena en la estirpe del alma?¿ O tan
    sólo quizás una región marcada como un cruce de encuentro
    y desencuentro entre dos cuerpos sumisos como soles?
    No. Ni vivero de la Perpetuación, ni fragua del pecado original,
    ni trampa del instinto, por más que un solo viento exasperado
    propague a la vez el humo, la combustión y la ceniza. Ni siquiera
    un lugar, aunque se precipite el firmamento y haya un cielo que
    huye, innumerable, como todo instantáneo paraíso.
             
              A solas, sólo un número insensato, un pliegue en las membranas
    de la ausencia, un relámpago sepultado en un jardín.
     
              Pero basta el deseo, el sobresalto del amor, la sirena del
    viaje, y entonces es más bien un nudo tenso en torno al haz de
    todos los sentidos y sus múltiples ramas ramificadas hasta el
    árbol de la primera tentación, hasta el jardín de las delicias y
    sus secretas ciencias de extravío que se expanden de pronto
    de la cabeza hasta los pies igual que una sonrisa, lo mismo
    que una red de ansiosos filamentos arrancados al rayo, la
    corriente erizada reptando en busca del exterminio 0 la salida,
    escurriéndose adentro, arrastrada por esos sortilegios que son
    como tentáculos de mar y arrebatan con vértigo indecible
    hasta el fondo del tacto, hasta el centro sin fin que se desfonda
    cayendo hacia lo alto, mientras pasa y traspasa esa orgánica
    noche interrogante de crestas y de hocicos y bocinas, con
    jadeo de bestia fugitiva, con su flanco azuzado por el látigo
    del horizonte inalcanzable, con sus ojos abiertos al misterio
    de la doble tiniebla, derribando con cada sacudida la nebulosa
    maquinaria del planeta, poniendo en suspensión corolas como
    labios, esferas como frutos palpitantes, burbujas donde late la
    espuma de otro mundo, constelaciones extraídas vivas de su
    prado natal, un éxodo de galaxias semejantes a plumas girando
    locamente en el gran aluvión, en ese torbellino atronador que
    ya se precipita por el embudo de la muerte con todo el universo
    en expansión, con todo el universo en contracción para el parto
    del cielo, y hace estallar de pronto la redoma y dispersa en la
    sangre la creación.

                        El sexo, sí,
                        más bien una medida:
                        la mitad del deseo, que es apenas la mitad del amor.








    El retoque final

    Es este aquel que amabas.
    A este rostro falaz que burla su modelo en la leyenda,
    a estos ojos innobles que miden la ventaja de haber volcado a ciegas tu destino,
    a estas manos mezquinas que apuestan a pura tierra su  ganancia,
    consagraste los años del pesar y de la espera.
    Ésta es la imagen real que provocó los bellos espejismos de la ausencia:
    corredores sedosos encandilados por la repetición del eco,
    por las sucesivas efigies del error;
    desvanes hasta el cielo, subsuelos hacia el recuperado paraíso,
    cuartos a la deriva, cuartos como de plumas y diamante
    en los que te probabas cada noche los soles y las lluvias de tu siempre jamás,
    mientras él sonreía, extrañamente inmóvil, absorto en el abrazo de la perduración.
    Él estaba en lo alto de cualquier escalera,
    él salía por todas las ventanas para el vuelo nupcial,
    él te llamaba por tu verdadero nombre.
    Construcciones en vilo,
    sostenidas apenas por el temblor de un beso en la memoria,
    por esas vibraciones con que vuelve un adiós;
    cárceles de la dicha, cárceles insensatas que el mismo Piranesi envidiaría.
    Basta un soplo de arena, un encuentro de lazos desatados,
    una palabra fría como la lija y la sospecha,
    y esa urdimbre de lámpara y vapor se desmorona con un crujido de alas,
    se disuelve como templo de miel, como pirámide de nieve.
    Dulzuras para moscas, ruinas para el enjambre de la profanación.
    Querrías incendiar los fantasiosos depósitos de ayer,
    romper las maquinarias con que fraguó el recuerdo las trampas para hoy,
    el inútil y pérfido disfraz para mañana.
    O querrías más bien no haber mirado nunca el alevoso rostro,
    no haber visto jamás al que no fue.
    Porque sabes que al final de los últimos fulgores, de las últimas nieblas,
    habrá de desplegarse, voraz como una plaga, otra vez todavía,
    la inevitable cinta de toda tu existencia.
    Él pasará otra vez en esa ráfaga de veloces visiones, de días migratorios;
    él, con su rostro de antaño, con tu historia inconclusa,
    con el amor saqueado bajo la insoportable piel de la mentira, bajo esta quemadura.







    En el final era el verbo

    Como si fueran sombras de sombras que se alejan las palabras,
    humaredas errantes exhaladas por la boca del viento,
    así se me dispersan, se me pierden de vista contra las puertas del silencio.
    Son menos que las últimas borras de un color, que un suspiro en la hierba;
    fantasmas que ni siquiera se asemejan al reflejo que fueron.
    Entonces ¿no habrá nada que se mantenga en su lugar,
    nada que se confunda con su nombre desde la piel hasta los huesos?
    Y yo que me cobijaba en las palabras como en los pliegues de la revelación
    o que fundaba mundos de visiones sin fondo
    para sustituir los jardines del edén sobre las piedras del vocablo.
    ¿Y no he intentado acaso pronunciar hacia atrás todos los alfabetos de la muerte?
    ¿No era ese tu triunfo en las tinieblas, poesía?
    Cada palabra a imagen de otra luz, a semejanza de otro abismo,
    cada una con su cortejo de constelaciones, con su nido de víboras,
    pero dispuesta a tejer ya destejer desde su propio costado el universo
    y a prescindir de mí hasta el último nudo.
    Extensiones sin límites plegadas bajo el signo de un ala,
    urdimbres como andrajos para dejar pasar el soplo alucinante de los dioses,
    reversos donde el misterio se desnuda,
    donde arroja uno a uno los sucesivos velos, los sucesivos nombres,
    sin alcanzar jamás el corazón cerrado de la rosa.
    Yo velaba incrustada en el ardiente hielo, en la hoguera escarchada,
    traduciendo relámpagos, desenhebrando dinastías de voces,
    bajo un código tan indescifrable como el de las estrellas o el de las hormigas.
    Miraba las palabras al trasluz.
    Veía desfilar sus oscuras progenies hasta el final del verbo.
    Quería descubrir a Dios por transparencia.







    En la brisa, un momento

                                                                                                               a Valerio

                                        Que pueda el camino subir hasta alcanzarte.
                                Que pueda el viento soplar siempre a tu espalda.
                         Que pueda el sol brillar cálidamente sobre tu rostro
                                 y las lluvias caer con dulzura sobre tus campos,
                                                      y hasta que volvamos a encontramos
                                       que Dios te sostenga en la palma de su mano.
                                                                                            (Oración irlandesa)

    ¡Ya se fue! ¡Ya se fue! -se queja la torcaza.
    el lamento se expande de hoja en hoja,
    de temblor en temblor, de transparencia en transparencia,
    hasta envolver en negra desolación el plumaje del mundo.
    -¡Ya se fue! ¡Ya se fue! -como si yo no viera.
    Y me pregunto ahora cómo hacer para mirar de nuevo una torcaza,
    para volver a ver una bahía, una columna, el fuego, el humo de la sopa,
    sin que tus ojos me aseguren la consistencia de su aparición,
    sin que tu mano me confirme la mía.
    Será como mirar apenas los reflejos de un espejo ladrón,
    imágenes saqueadas desde las maquinarias del abismo,
    opacas, andrajosas, miserables.
    ¿Y qué será tu almohada, y qué será tu silla,
    y qué serán tus ropas, y hasta mi lecho a solas, si me animo?
    Posesiones de arena,
    sólo silencio y llagas sobre la majestad de la distancia.
    Ah, si pudiera encontrar en las paredes blancas de la hora más cruel
    esa larga fisura por donde te fuiste,
    ese tajo que atravesó el pasado y cortó el porvenir,
    acaso nos veríamos más desnudos que nunca, como después de nunca,
    como después del paraíso que perdimos,
    y hasta quizás podríamos nombrarnos con los últimos nombres,
    esos que solamente Dios conoce,
    y descubrir los pliegues ignorados de nuestra propia historia
    cubriendo las respuestas que callamos,
    incrustadas tal vez como piedras preciosas en el fondo del alma.
    Todo lo que ya es patrimonio de sombras o de nadie.
    Pero acá sólo encuentro en mitad de mi pecho
    esta desgarradura insoportable cuyos bordes se entreabren
    y muestran arrasados todos los escenarios donde tú eres el rey
    -un instantáneo calco del que fuiste, un relámpago apenas-
    bajo la rotación del infinito derrumbe de los cielos.
    Fuera de mí la nube dice "No", el viento dice "No", las ramas dicen "No",
    y hasta la tierra entera que te alberga,
    esa tierra dispersa que ahora es sólo una alrededor de ti,
    se aleja cuando llamo.
    ¿Cómo saber entonces d0nde estás en este desmedido, insaciable universo,
    donde la historia se confunde y los tiempos se mezclan y los lugares se deslizan,
    donde los ríos nacen y mueren las estrellas,
    y las rosas que me miran en Paestum no son las que nos vieron
                                                                                             sino tal vez las que miró Virgilio?
    ¿Cómo acertar contigo,
    si aun en medio del día instalabas a veces tu silencio nocturno,
    inabordable como un dios, ensimismado como un árbol,
    y tu delgado cuerpo ya te sustraía?
    Aléjate, memoria de pared, memoria de cuchara, memoria de zapato.
    No me sirves, memoria, aunque simules este día.
    No quiero que me asistas con mosaicos, ni con palacios, ni con catedrales.
    Húndete, piedra de la Navicella, junto al cisne de Brujas,
    bajo las noches susurradoras de Venecia.
    Sopla, viento de Holanda, sobre los campos de temblorosas amapolas,
    deshoja los recuerdos, barre los ecos y la lejanía.
    No quiero que sea nunca para siempre ni siempre para nunca.
    Juguemos a que estamos perdidos otra vez entre los laberintos de un jardín.
    Encuéntrame, amor mío, en tu tiempo presente.
    Mírame para hoy con tus ojos de miel, de chispas y de claro tabaco.
    Sé que a veces de pronto me presencias desde todas partes.
    Tal vez poses tu mano lentamente como esta lluvia sobre mi cabeza
    o detengas tus pasos junto a mí en pálida visitación conteniendo el aliento.
    He conseguido ver el resplandor con que te llevan cuando te persigo;
    he aspirado también, señor de las plantaciones y las flores,
    el aroma narcótico con que me abrazas desde un rincón vacío de la casa,
    y he oído en el pan que cruje a solas el pequeño rumor con que me nombras,
    tiernamente, en secreto, con tu nuevo lenguaje.
    Lo aprenderé, por más que todo sea un desvarío de lugares hambrientos,
    una forma inconclusa del deseo, una alucinación de la nostalgia.
    Pero aun así, ¿qué muro es insoluble entre nosotros?
    ¡Hemos huido juntos tantos años entre las ciénagas y los tembladerales
                                                                                                           delante de las fieras de tu mal
    cubriendo la retirada con el sol, con la piel, con trozos de la fiesta,
    con pedazos inmensos del esplendor que fuimos, hasta que te atraparon!
    Anudaron tu cuerpo, ya tan leve, al miedo y al azar,
    y escarbó en tus tejidos la tiniebla monarca con uñas y con dientes ,
    mientras dábamos vueltas en la trampa, sin hallar la salida.
    La encontraste hacia arriba, y lograste escapar a pura pérdida,  de caída en caída.
    Aún nos queda el amor:
    esa doble moneda para poder pasar a uno y otro lado.
    Haz que gire la piedra, que te traiga de nuevo la marea,
    aunque sea un instante, nada más que un instante.
    Ahora, cuando podrás mirar tan "fijamente el sol como la muerte" ,
    no querrás apagarlo para mí ni querrás extraviarme detrás de los escombros,
    por pequeña que sea mirada desde allá,
    aun menos que una nuez, que una brizna de hierba que unos granos de arena.
    Y porque a veces me decías: "Tú hiciste que la luz fuera visible",
    y otra vez descubrimos que la muerte se parece al amor
    en que ambos multiplican cada hora y lugar por una misma ausencia,
    yo te reclamo ahora en nombre de tu sol y de tu muerte una sola señal,
    precisa, inconfundible, fulminante, como el golpe de gracia que parte en dos el muro
    y descubre un jardín donde somos posibles todavía,
    apenas un instante, nada más que un instante,
    tú y yo juntos, debajo de aquel árbol
    copiados por la brisa de un momento cualquiera de la eternidad.



    Más poemas aquí:

    http://amediavoz.com/orozco.htm


    _________________



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    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Vie 11 Oct 2024, 20:30

    Olga Orozco - 2

    En tu inmensa pupila

    Me reconoces, noche,
    me palpas, me recuentas,
    no como avara sino como una falsa ciega,
    o como alguien que no sabe jamás quién es la náufraga y quién la endechadora.
    Me has escogido a tientas para estatua de tus alegorías,
    sólo por la costumbre de sumergirme hasta donde se acaba el mundo
    y perder la cabeza en cada nube y a cada paso el suelo debajo de los pies.
    ¿Y acaso no fui siempre tu hijastra preferida,
    esa que se adelanta sin vacilaciones hacia la trampa urdida por tu mano,
    la que muerde el veneno en la manzana o copia tu belleza del espejo traidor?
    Olvidaron atarme al mástil de la casa cuando tú pasabas
    para que no me fuera cada vez tras tu flauta encantada de ladrona de niños,
    y fue a expensas del día que confundí en tu bolsa la blancura y la nieve,
    los lobos y las sombras.
    Ahora es tarde para volver atrás y corregir las horas de acuerdo con el sol.
    Ahora me has marcado con tu alfabeto negro.
    Pertenezco a la tribu de los que se hospedan en radiantes tinieblas,
    de los que ven mejor con los ojos cerrados y se acuestan del lado del abismo
    y alzan vuelo y no vuelven
    cuando Tomás abre de par en par las puertas del evidente mediodía.
    Tú fundas tu Tebaida en lo invisible. Tú no concedes pruebas.
    Tú aconteces, secreta, innumerable, sin formular,
    como una contemplación vuelta hacia adentro,
    donde cada señal es el temblor de un pájaro perdido en un recinto inmenso
    y cada subida un salto en el vacío contra gradas y ausencias.
    Tú me vigilas desde todas partes,
    descorriendo telones, horadando los muros, atisbando entre fardos de penumbra;
    me encuentras y me miras con la mirada del cazador y del testigo,
    mientras descubro en medio de tus altas malezas el esplendor de una ciudad perdida,
    o busco en vano el rastro del porvenir en tus encrucijadas.
    Tú vas quién sabe adónde siguiendo las variaciones de la tentación inalcanzable,
    probándote los rostros extremos del horror, de la extrema belleza,
    la imposible distancia de los otros, el tacto del infierno,
    visiones que se agolpan hasta donde te alcanza la oscuridad que tengo,
    hasta donde comienzas a rodar muerte abajo con carruajes, con piedras y con perros.
    Pero yo no te pido lámparas exhumadas ni velos entreabiertos.
    No te reclamo una lección de luz,
    como no le reclamo al agua por la llama ni a la vigilia por el sueño.
    O habría de confiar menos en ti que en las duras, recelosas estrellas?
    ¡Hemos visto tantos misterios insolubles con sus blancos reflejos, aún a pleno sol!
    Basta con que me lleves de la mano como a través de un bosque,
    noche alfombrada, noche sigilosa, que aprenda yo lo que quieres decir,
    lo que susurra el viento,
    y pueda al fin leer hasta el fondo de mi pequeña noche en tu pupila inmensa.







    Esa es tu pena...

    Esa es tu pena.
    Tiene la forma de un cristal de nieve que no podría existir si no existieras
    y el perfume del viento que acarició el plumaje de los amaneceres que no vuelven.
    Colócala a la altura de tus ojos
    y mira cómo irradia con un fulgor azul de fondo de leyenda,
    o rojizo, como vitral de insomnio ensangrentado por el adiós de los amantes,
    o dorado, semejante a un letárgico brebaje que sorbieron los ángeles.
    Si observas al trasluz verás pasar el mundo rodando en una lágrima.
    Al respirar exhala la preciosa nostalgia que te envuelve,
    un vaho entretejido de perdón y lamentos que te convierte en reina del reverso del cielo.
    Cuando la soplas crece como si devorara la íntima sustancia de una llama
    y se retrae como ciertas flores si la roza cualquier sombra extranjera.
    No la dejes caer ni la sometas al hambre y al veneno;
    sólo conseguirías la multiplicación, un erial, la bastarda maleza en vez de olvido.
    Porque tu pena es única, indeleble y tiñe de imposible cuanto miras.
    No hallarás otra igual, aunque te internes bajo un sol cruel entre columnas rotas,
    aunque te asuma el mármol a las puertas de un nuevo paraíso prometido.
    No permitas entonces que a solas la disuelva la costumbre, no la gastes con nadie.
    Apriétala contra tu corazón igual que a una reliquia salvada del naufragio:
    sepúltala en tu pecho hasta el final, hasta la empuñadura.







    Espejo en lo alto

    A Alberto Girri

    No sé si habrás logrado componer tu escritura
    con aquel minucioso tapiz de hojas errantes que organizaba huecos y relieves,
    prolijos ideogramas en este desmantelado atardecer;
    tampoco sé si alguna vez me hablaste en los últimos meses
    con ese congelado tintineo del vidrio, con el rumor del mimbre,
    o el apremiante latido del corazón a oscuras;
    y quizás tu mirada fuera entonces esa mirada circular del ágata,
    que se abre, que se expande, que se amplía de agua en aire
    más allá de la piedra y el fulgor y más allá del mundo.
    Imposible saber. No consigo abarcar lo que me sobrepasa y te contiene;
    no puedo descifrar de pronto las señales que no fueron costumbre.
    Porque ahora traspasaste del todo la zona de los delirios y las emanaciones,
    donde la selva y las acechanzas de la selva se confunden,
    y los días se tiñen con el color de lo que ya no es, de lo que no será,
    y entre un cuerpo y su sombra vuelca el viento veinte siglos de historia
    y en una y otra mano se multiplican las semillas de la incertidumbre
    y a uno y otro pie se anudan las serpientes de la contradicción.
    Porque tal es la prueba y tales las maquinaciones de la simuladora, inabordable realidad.
    No en vano deshojaste la envoltura del sueño y la vigilia,
    palabra por palabra y ausencia por presencia,
    hasta el último pétalo, hasta el temblor inmóvil del silencio.
    (No revisaste acaso, palpando, escarbando, horadando la trama del poema
    el revés y el derecho del destino, los nudos del error, el bordado ilusorio,
    sin encontrar la pura transparencia que permita mirar al otro lado?
    Tu fuerza fue habitar en el Reino del No la casa de los innumerables laberintos,
    probando las entradas, rondando las salidas,
    acechando visiones contagiosas, insectos y peligros y ratones.
    e una casa oscilante, en continuo equilibrio,
    justo en el borde de la inmensidad;
    y allí viviste alerta, ensayando la ausencia, desasido de ti
    -tu primera persona del singular cada vez más allá,
    siempre más cerca de algún otro tú-,
    siendo a la vez el cazador que descubre la presa y abandona el asedio
    y el pájaro que intenta desterrar con las alas su recuerdo en el suelo.
    Ya eres parte de todo en otro reino, el Reino de la Perduración y la Unidad,
    estás en el eterno presente que huye, que se consume y que no cesa,
    y podrás ser por fin el nombre y lo nombrado.
    Pero yo sé que casi medio siglo de amistad, permanencia, emociones y amparo,
    no me basta para encontrar que una pequeña huella,
    una chispa en suspenso, un flotante perfume
    son, en medio del anónimo coro universal, de la corriente del acontecer,
    tu modo de dictarme lo más justo, lo más bello y lo más verdadero,
    como antes, como siempre, con un gesto, con un talismán, con una lágrima.
    Y si así fuera, ¿cómo responder?
    A partir de mi boca, de mi congoja y mi ignorancia sólo puedo rogar:
    "Señor:
    Haz que tu hijo sea como el más incontaminado de todos tus espejos
    y muéstrale las cosas así como él quería, tales es como son.







    Jugabas a esconderte entre los utensilios de cocina...

    XIV
    Jugabas a esconderte entre los utensilios de cocina
    como un extraño objeto tormentoso entre indecibles faunas,
    o a desaparecer en las complicidades del follaje
    con un manto de dríada dormida bajo los velos de la tarde,
    o eras sustancia yerta debajo de un papel que se levanta y anda.
    Henchías los armarios con organismos palpitantes
    o poblabas los vestidos vacíos con criaturas decapitadas y fantasmas.
    Fuiste pájaro y grillo, musgo ciego y topacios errantes.
    Ahora sé que tratabas de despistar a tu perseguidora con efímeras máscaras.
    No era mentira el túnel con orejas de liebre
    ni aquella cacería de invisibles mariposas nocturnas.
    Te alcanzó tu enemiga poco a poco
    y te envolvió en sus telas como con un disfraz de lluviosos andrajos.
    Saliste victoriosa en el irreversible juego de no estar.
    Sin embargo, aún ahora, cierta respiración desliza un vidrio frío por mi espalda.
    Y entonces ese insecto radiante que tiembla entre las flores,
    la fuga inexplicable de las pequeñas cosas,
    un hocico de sombra pegado noche a noche a la ventana, no sé, podría ser,
    ¿quién me asegura acaso que no juegas a estar, a que te atrapen?

    De "Cantos a Berenice" 1920







    La corona final

    Si puedes ver detrás de los escombros,
    de tantas raspaduras y tantas telarañas como cubren el hormiguero de otra vida,
    si puedes todavía destrozarte otro poco el corazón,
    aunque no haya esperanza ni destino,
    aparta las cortinas, la ignorancia o el espesor del mundo, lo que sea,
    y mira con tus ojos de ahora bien adentro, hasta el fondo del caos.
    ¿Qué color tienes tú a través de los días y los años de aquel a quien amaste?
    ¿Qué imagen tuya asciende con el alba y hace la noche del enamorado?
    ¿Qué ha quedado de ti en esa memoria donde giran los vientos?
    Quizás entre las hojas oxidadas que fueron una vez el esplendor y el viaje,
    un tapiz a lo largo de toda la aventura,
    surjas confusamente, casi irreconocible a través de otros cuerpos,
    como si aparecieras reclamando un lugar en algún paraíso ajeno ya deshora.
    O tal vez ya ni estés, ni polvo ni humareda;
    tal vez ese recinto donde siempre creíste reinar inalterable,
    sin tiempo y tan lejana como incrustada en ámbar,
    sea menos aún que un albergue de paso:
    una desnuda cámara de espejos donde nunca hubo nadie,
    nadie más que un yo impío cubriendo la distancia entre una sombra y el deseo.
    Y acaso sea peor que haber pasado en vano,
    porque tú que pudiste resistir a la escarcha y a la profanación,
    permanecer de pie bajo la cuchillada de insufribles traiciones,
    es posible que al fin hayas sido inmolada,
    descuartizada en nombre de una historia perversa,
    tus trozos arrojados a la hoguera, a los perros, al remolino de los basurales,
    y tu novela rota y pisoteada oculta en un cajón.
    Es algo que no puedes soportar.
    Hace falta más muerte. No bastarían furias ni sollozos.
    Prefieres suponer que fuiste relegada por amores terrenos, por amores bastardos,
    porque él te reservó para después de todos sus instantáneos cielos,
    para después de nunca, más allá del final.
    Estarás esperándolo hasta entonces con corona de reina
    en el enmarañado fondo del jardín.







    La mala suerte

    Alguien marcó en mis manos,
    tal vez hasta en la sombra de mis manos,
    el signo avieso de los elegidos por los sicarios de la desventura.
    Su tienda es mi morada.
    Envuelta estoy en la sombría lona de unas alas que caen y que caen
    llevando la distancia dondequiera que vaya,
    sin acertar jamás con ningún paraíso a la medida de mis tentaciones,
    con ningún episodio que se asemeje a mi aventura.
    Nada. Antros donde no cabe ni siquiera el perfume de la perduración,
    encierros atestados de mariposas negras, de cuervos y de anguilas,
    agujeros por los que se evapora la luz del universo.
    Faltan siempre peldaños para llegar y siempre sobran emboscadas y ausencias.
    No, no es un guante de seda este destino.
    No se adapta al relieve de mis huesos ni a la temperatura de mi piel,
    y nada valen trampas ni exorcismos,
    ni las maquinaciones del azar ni las jugadas del empeño.
    No hay apuesta posible para mí.
    Mi lugar está enfrente del sol que se desvía o de la isla que se aleja.
    ¿No huye acaso el piso con mis precarios bienes?
    ¿No se transforma en lobo cualquier puerta?
    ¿No vuelan en bandadas azules mis amigos y se trueca en carbón el oro que yo toco?
    ¿Qué más puedo esperar que estos prodigios?
    Cuando arrojo mis redes no recojo más que vasijas rotas,
    perros muertos, asombrosos desechos,
    igual que el pobrecito pescador al comenzar la noche fantástica del cuento.
    Pero no hay desenlace con aplausos y palmas para mí.
    ¿No era heroico perder? ¿No era intenso el peligro?
    ¿No era bella la arena?
    Entre mi amado y yo siempre hubo una espada;
    justo en medio de la pasión el filo helado, el fulgor venenoso
    que anunciaba traiciones y alumbraba la herida en el final de la novela.
    Arena, sólo arena, en el fondo de todos los ojos que me vieron.
    ¿Y ahora con qué lágrimas sazonaré mi sal,
    con qué fuego de fiebres consteladas encenderé mi vino?
    Si el bien perdido es lo ganado, mis posesiones son incalculables.
    Pero cada posible desdicha es como un vértigo,
    una provocación que la insaciable realidad acepta, más tarde o más temprano.
    Más tarde o más temprano, estoy aquí para que mi temor se cumpla.







    Las muertes

    He aquí unos muertos cuyos huesos no blanqueará la lluvia,
    lápidas donde nunca ha resonado el golpe tormentoso
    de la piel del lagarto,
    inscripciones que nadie recorrerá encendiendo la luz
    de alguna lágrima;
    arena sin pisadas en todas las memorias.
    Son los muertos sin flores.
    No nos legaron cartas, ni alianzas, ni retratos.
    Ningún trofeo heroico atestigua la gloria o el oprobio.
    Sus vidas se cumplieron sin honor en la tierra,
    mas su destino fue fulmíneo como un tajo;
    porque no conocieron ni el sueño ni la paz en los
    infames lechos vendidos por la dicha,
    porque sólo acataron una ley más ardiente que la ávida
    gota de salmuera.
    Esa y no cualquier otra.
    Esa y ninguna otra.
    Por eso es que sus muertes son los exasperados rostros
    de nuestra vida.







    Lejos, de corazón en corazón...

    Lejos,
    de corazón en corazón,
    más allá de la copa de niebla que me aspira desde el fondo del vértigo,
    siento el redoble con que me convocan a la tierra de nadie.
    (¿Quién se levanta en mí?
    ¿Quién se alza del sitial de su agonía, de su estera de zarzas,
    y camina con la memoria de mi pie?)
    Dejo mi cuerpo a solas igual que una armadura de intemperie hacia adentro
    y depongo mi nombre como un arma que solamente hiere.
    ¿(Dónde salgo a mi encuentro con el arrobamiento de la luna contra
    el cristal de todos los albergues?)
    Abro con otras manos la entrada del sendero que no sé adónde da
    y avanzo con la noche de los desconocidos.

    (¿Dónde llevaba el día mi señal, pálida en su aislamiento,
    la huella de una insignia que mi pobre victoria arrebataba al tiempo?)

    Miro desde otros ojos esta pared de brumas
    en donde cada uno ha marcado con sangre el jeroglífico de su soledad,
    y suelta sus amarras y se va en un adiós de velero fantasma hacia el naufragio.
    (¿No había en otra parte, lejos, en otro tiempo, una tierra extranjera,
    una raza de todos menos uno, que se llamó la raza de los otros,
    un lenguaje de ciegos que ascendía en zumbidos y en burbujas hasta la sorda noche?)
    Desde adentro de todos no hay más que una morada bajo un friso de máscaras;
    desde adentro de todos hay una sola efigie que fue inscripta en el revés del alma;
    desde adentro de todos cada historia sucede en todas partes:
    no hay muerte que no mate, no hay nacimiento ajeno ni amor deshabitado.
    (¿No éramos el rehén de una caída, una lluvia de piedras desprendida del cielo,
    un reguero de insectos tratando de cruzar la hoguera del castigo?)
    Cualquier hombre es la versión en sombras de un Gran Rey herido en su costado.

    Despierto en cada sueño con el sueño con que Alguien sueña el mundo.
    Es víspera de Dios. Está uniendo en nosotros sus pedazos.







    Lejos, desde mi colina

    A veces sólo era un llamado de arena en las ventanas,
    una hierba que de pronto temblaba en la pradera quieta,
    un cuerpo transparente que cruzaba los muros con blandura
    dejándome en los ojos un resplandor helado,
    o el ruido de una piedra recorriendo la indecible tiniebla de la medianoche;
    a veces, sólo el viento.

    Reconocía en ellos distantes mensajeros
    de un país abismado con el mundo bajo las altas sombras de mi frente.

    Yo los había amado, quizás, bajo otro cielo,
    pero la soledad, las ruinas y el silencio eran siempre los mismos.

    Más tarde, en la creciente noche,
    miraba desde arriba la cabeza inclinada de una mujer vestida de congoja
    que marchaba a través de todas sus edades como por un jardín
    antiguamente amado.
    Al final del sendero, antes de comenzar la durmiente planicie,
    un brillo memorable, apenas un color pálido y cruel, la despedía;
    y más allá no conocía nada.

    ¿Quién eras tú, perdida entre el follaje como las anteriores primaveras,
    como alguien que retorna desde el tiempo a repetir los llantos,
    los deseos, los ademanes lentos con que antaño entreabría sus días?

    Sólo tú, alma mía.

    Asomada a mi vida lo mismo que a una música remota,
    para siempre envolvente,
    escuchabas, suspendida quién sabe de qué muro de tierno desamparo,
    el rumor apagado de las hojas sobre la juventud adormecida,
    y elegías lo triste, lo callado, lo que nace debajo del olvido.

    ¿En qué rincón de ti,
    en qué desierto corredor resuenan los pasos clamorosos de una alegre estación,
    el murmullo del agua sobre alguna pradera que prolongaba el cielo,
    el canto esperanzado con que el amanecer corría a nuestro encuentro
    y también las palabras, sin duda tan ajenas al sitio señalado,
    en las que agonizaba lo imposible?

    Tú no respondes nada, porque toda respuesta de ti ha sido dada.

    Acaso hayas vivido solamente
    aquello que al arder no deja más que polvo de tristeza inmortal,
    lo que saluda en ti, a través del recuerdo,
    una eterna morada que al recibirnos se despide.

    Tú no preguntas nada, nunca, porque no hay nadie ya que te responda.

    Pero allá, sobre las colinas,
    tu hermana, la memoria, con una rama joven aún entre las manos,
    relata una vez más la leyenda inconclusa de un brumoso país.







    Les jeux sont faits

    ¡Tanto esplendor en este día!
    ¡Tanto esplendor inútil, vacío, traicionado!
    ¿Y quién te dijo acaso que vendrían por ti días dorados
    en años venideros?
    Días que dicen sí, como luces que zumban,
    como lluvias sagradas.
    ¿Acaso bajó el ángel a prometerte un venturoso exilio?
    Tal vez hasta pensaste que las aguas lavaban los guijarros
    para que murmuraran tu nombre por las playas,
    que a tu paso florecerían porque sí las retamas
    y las frases ardientes velarían insomnes en tu honor.
    Nada me trae el día.
    No hay nada que me aguarde más allá del final de la alameda.
    El tiempo se hizo muro y no puedo volver.
    Aunque ahora supiera dónde perdí las llaves
    y confundí las puertas
    o si fue solamente que me distrajo el vuelo de algún pájaro,
    por un instante, apenas, y tal vez ni siquiera,
    puedo reclamar entre los muertos.
    Todo lo que recuerda mi boca fue borrado de la memoria de otra boca
    se alojó en nuestro abrazo la ceniza, se nos precipitó la lejanía,
    y soy como la sobreviviente pompeyana
    separada por siglos del amante sepultado en la piedra.
    Y de pronto este día que fulgura
    como un negro telón partido por un tajo, desde ayer, desde nunca.
    ¡Tanto esplendor y tanto desamparo!
    Sé que la luz delata los territorios de la sombra y vigila en suspenso,
    y que la oscuridad exalta el fuego y se arrodilla en los rincones.
    Pero, ¿cuál de las dos labra el legítimo derecho de la trama?
    Ah, no se trata de triunfo, de aceptación ni de sometimiento.
    Yo me pregunto, entonces:
    más tarde o más temprano, mirado desde arriba,
    ¿cuál es en el recuento final, el verdadero, intocable destino?
    ¿El que quise y no fue?, ¿el que no quise y fue?

    Madre, madre,
    vuelve a erigir la casa y bordemos la historia.
    Vuelve a contar mi vida.







    Los reflejos infieles

    Me moldeó muchas caras esta sumisa piel,
    adherida en secreto a la palpitación de lo invisible
    lo mismo que una gasa que de pronto revela figuras
    emboscadas en la vaga sustancia de los sueños.
    Caras como resúmenes de nubes para expresar la intraducible travesía;
    mapas insuficientes y confusos donde se hunden los cielos y emergen los abismos.
    Unas fueron tan leves que se desgarraron entre los dientes de una sola noche.
    Otras se abrieron paso a través de la escarcha, como proas de fuego.
    Algunas perduraron talladas por el heroico amor en la memoria del espejo;
    algunas se disolvieron entre rotos cristales con las primeras nieves.
    Mis caras sucesivas en los escaparates veloces de una historia sin paz y sin costumbres:
    un muestrario de nieblas, de terror, de intemperies.
    Mis caras más inmóviles surgiendo entre las aguas de un ágata
    sin fondo que presagia la muerte,
    solamente la muerte, apenas el reverso de una sombra estampada en el hueco de la separación.
    Ningún signo especial en estas caras que tapizan la ausencia.
    Pero a través de todas, como la mancha de ácido que traspasa
    en el álbum los ambiguos retratos,
    se inscribió la señal de una misma condena:
    mi vana tentativa por reflejar la cara que se sustrae y que me excede.
    El obstinado error frente al modelo.







    Mujer en su ventana

    Ella está sumergida en su ventana contemplando las brasas del anochecer, posible todavía.
    Todo fue consumado en su destino, definitivamente inalterable desde ahora
    como el mar en un cuadro, y sin embargo el cielo continúa pasando
    con sus angelicales procesamientos.
    Ningún pato salvaje interrumpió su vuelo hacia el oeste; allá lejos
    seguirán floreciendo los ciruelos, blancos, como si nada,
    y alguien en cualquier parte levantará su casa sobre el polvo y el humo de otra casa.
    Inhóspito este mundo. Áspero este lugar de nunca más.
    Por una fisura del corazón sale un pájaro negro y es la noche
    –¿o acaso será un dios que cae agonizando sobre el mundo?-,
    pero nadie lo ha visto, nadie sabe, ni el que se va creyendo
    que los lazos rotos nacen preciosas alas,
    los instantáneos nudos del azar, la inmortal aventura,
    aunque cada pisada clausure con un sello todos los paraísos prometidos.
    Ella oyó en cada paso la condena.
    Y ahora ya no es más que una remota, inmóvil mujer en su ventana,
    la simple arquitectura de la sombra asilada en su piel,
    como si alguna vez una frontera, un muro, un silencio, un adiós,
    hubieran sido el verdadero límite, el abismo final entre una mujer y un hombre.







    No comiste del loto del olvido...

    VI
    No comiste del loto del olvido
    -el homérico privilegio de los dioses-,
    porque sabías ya que quien olvida se convierte en objeto
    inanimado
    -nada más que en resaca o en resto a la deriva-
    al antojo del caprichoso mar de otras memorias.
    Y así escarbaste un día en tu depósito de sombras
    y volviste a anudar con tiernos ligamentos huesecitos dispersos,
    tejidos enamorados del sabor de la lluvia,
    vísceras dulces como colmenas sobrenaturales para la abeja reina,
    dientes que fueron lobos en las estepas de la luna,
    garras que fueron tigres en la profunda selva embalsamada.
    Y lo envolviste todo en ese saco de carbón constelado
    que arrojaste hacia aquí, como hacia un tren en marcha,
    y que en algún lugar dejó un agujero por el que te aspiran
    y al que debes volver.

    De "Cantos a Berenice" 1920







    No estabas en mi umbral...

    No estabas en mi umbral
    ni yo salí a buscarte para colmar los huecos que fragua la nostalgia
    y que presagian niños o animales hechos con la sustancia de la frustración.
    Viniste paso a paso por los aires,
    pequeña equilibrista en el tablón flotante sobre un foso de lobos
    enmascarado por los andrajos radiantes de febrero.
    Venías condensándote desde la encandilada transparencia,
    probándote otros cuerpos como fantasmas al revés,
    como anticipaciones de tu eléctrica envoltura -el erizo de niebla,
    el globo de lustrosos vilanos encendidos, la piedra imán que absorbe su fatal alimento,
    la ráfaga emplumada que gira y se detiene alrededor de un ascua en torno de un temblor-.
    Y ya habías aparecido en este mundo, intacta en tu negrura inmaculada desde la cara
    hasta la cola, más prodigiosa aún que el gato de Cheshire,
    con tu porción de vida como una perla roja brillando entre los dientes.







    No hay puertas

    Con arenas ardientes que labran una cifra de fuego sobre el tiempo,
    con una ley salvaje de animales que acechan el peligro desde su madriguera,
    con el vértigo de mirar hacia arriba,
    con tu amor que se enciende de pronto como una lámpara en medio de la noche,
    con pequeños fragmentos de un mundo consagrado para la idolatría,
    con la dulzura de dormir con toda tu piel cubriéndome el costado del miedo,
    a la sombra del ocio que abría tiernamente un abanico de praderas celestes,
    hiciste día a día la soledad que tengo.
    Mi soledad está hecha de ti.
    Lleva tu nombre en su versión de piedra,
    en un silencio tenso donde pueden sonar todas las melodías del infierno;
    camina junto a mí con tu paso vacío,
    y tiene, como tú, esa mirada de mirar que me voy más lejos cada vez,
    hasta un fulgor de ayer que se disuelve en lágrimas, en nunca.
    La dejaste a mis puertas como quien abandona la heredera
    de un reino del que nadie sale y al que jamás se vuelve.
    Y creció por sí sola,
    alimentándose con esas hierbas que crecen en los bordes del recuerdo
    y que en las noches de tormenta producen espejismos misteriosos,
    escenas con que las fiebres alimentan sus mejores hogueras.
    La he visto así poblar las alamedas con los enmascarados que inmolan al amor
    -personajes de un mármol invencible, ciego y absorto como la distancia-,
    o desplegar en medio de una sala esa lluvia que cae junto al mar,
    lejos, en otra parte,
    donde estarás llenando el cuenco de unos años con un agua de olvido.
    Algunas veces sopla sobre mí con el viento del sur
    un canto huracanado que se quiebra de pronto en un gemido
    en la garganta rota de la dicha,
    o trata de borrar con un trozo de esperanza raída
    ese adiós que escribiste con sangre de mis sueños en todos los cristales
    para que hiera todo cuanto miro.
    Mi soledad es todo cuanto tengo de ti.
    Aúlla con tu voz en todos los rincones.
    Cuando la nombro con tu nombre
    crece como una llaga en las tinieblas.
    Y un atardecer levantó frente a mí
    esa copa del cielo que tenía un color de álamos mojados
    y en la que hemos bebido el vino de la eternidad de cada día,
    y la rompió sin saber, para abrirse las venas,
    para que tú nacieras como un dios de su espléndido duelo.
    Y no pudo morir
    y su mirada era la de una loca.
    Entonces se abrió un muro
    y entraste en este cuarto con una habitación que no tiene salidas
    y en la que estás sentado, contemplándome, en otra soledad
    semejante a mi vida.







    Olga Orozco

    Yo, Olga Orozco, desde tu corazón digo a todos que muero.
    Amé la soledad, la heroica perduración de toda fe,
    el ocio donde crecen animales extraños y plantas fabulosas,
    la sombra de un gran tiempo que pasó entre misterios y entre alucinaciones,
    y también el pequeño temblor de las bujías en el anochecer.
    Mi historia está en mis manos y en las manos con que otros las tatuaron.
    De mi estadía quedan las magias y los ritos,
    Unas fechas gastadas por el soplo de un despiadado amor,
    La humareda distante de la casa donde nunca estuvimos,
    Y unos gestos dispersos entre los gestos de otros que no me conocieron.
    Lo demás aún se cumple en el olvido,
    Aún labra la desdicha en el rostro de aquella que se buscaba en mí
    igual que en un espejo de sonrientes praderas,
    y a la que tú verás extrañamente ajena:
    mi propia aparecida condenada a mi forma de este mundo.

    Ella hubiera querido guardarme en el desdén o en el orgullo,
    en un último instante fulmíneo como un rayo,
    no en el tumulto incierto donde alzo todavía la voz ronca y llorada
    entre los remolinos de tu corazón.
    No. Esta muerte no tiene descanso ni grandeza.
    No puedo estar mirándola por primera vez durante tanto tiempo.
    Pero debo seguir muriendo hasta tu muerte
    porque soy tu testigo ante una ley más honda y más oscura
    que los cambiantes sueños, allá, donde escribimos la sentencia:
    "Ellos han muerto ya.
    Se habían elegido por castigo y perdón, por cielo y por infierno.
    Son ahora una mancha de humedad en las paredes del primer aposento".







    Para este día

    Reconozco esta hora.
    Es esa que solía llegar enmascarada entre los pliegues de otras horas;
    la que de pronto comenzaba a surgir como un oscuro arcángel detrás de la neblina
    haciendo retroceder mis bosques encantados,
    mis rituales de amor, mi fiesta en la indolencia,
    con sólo trazar un signo en el silencio,
    con sólo cortar el aire con su mano.
    Esa, la de mirada como un vuelo de cuervo y pasos fantasmales,
    que venía de lejos con su manto de viaje y las mejillas escarchadas,
    y se iba bajando la cabeza, de nuevo hasta tan lejos
    que yo buscaba en vano la huella del carruaje en el pasado.
    Hora desencarnada,
    color de amnesia como dibujada en el vacío del azogue,
    igual que una traslúcida figura enviada desde un retablo del olvido.
    ¿Y era su propio heraldo,
    el fondo que se asoma hasta la superficie de la copa,
    la anunciación de dar a luz las sombras?
    No supe descifrar su profecía,
    ese susurro de aguas estancadas que destilan a veces los crepúsculos,
    ni logré comprender el torbellino de plumas grises con que me aspiraba
    desde un claro de ayer hasta un vago anfiteatro iluminado por lluvias y por lunas,
    allá, entre los ventisqueros del irreconocible porvenir;
    aquí, donde ahora se instala, maciza como el demonio del advenimiento,
    en su sitial de honor en medio de la asamblea de otras horas, pálidas, transparentes,
    y me dice que mis bosques son luces extinguidas y aves embalsamadas,
    que mi amor era erróneo, como un espejo que se contempla en otro espejo,
    que mi fiesta es un cielo replegado en el sudario de mis muertos.
    Y se queda esta vez, sin bajar la cabeza.







    Para hacer un talismán

    Se necesita sólo tu corazón
    hecho a la viva imagen de tu demonio o de tu dios.
    Un corazón apenas, como un crisol de brasas para la idolatría.
    Nada más que un indefenso corazón enamorado.
    Déjalo a la intemperie,
    donde la hierba aúlle sus endechas de nodriza loca y no pueda dormir,
    donde el viento y la lluvia dejen caer su látigo en un golpe de azul escalofrío
    sin convertirlo en mármol y sin partirlo en dos,
    donde la oscuridad abra sus madrigueras a todas las jaurías y no logre olvidar.
    Arrójalo después desde lo alto de su amor al hervidero de la bruma.
    Ponlo luego a secar en el sordo regazo de la piedra,
    y escarba, escarba en él con una aguja fría hasta arrancar el último grano de esperanza.
    Deja que lo sofoquen las fiebres y la ortiga,
    que lo sacuda el trote ritual de la alimaña,
    que lo envuelva la injuria hecha con los jirones de sus antiguas glorias.
    Y cuando un día un año lo aprisione con la garra de un siglo, antes que sea tarde,
    antes que se convierta en momia deslumbrante,
    abre de par en par y una por una todas sus heridas:
    que las exhiba al sol de la piedad, lo mismo que el mendigo,
    que plaña su delirio en el desierto,
    hasta que sólo el eco de un nombre crezca en él con la furia del hambre:
    un incesante golpe de cuchara contra el plato vacío.

    Si sobrevive aún, si ha llegado hasta aquí hecho a la viva imagen de tu demonio o de tu dios;
    he ahí un talismán más inflexible que la ley, más fuerte que las armas y el mal del enemigo.
    Guárdalo en la vigilia de tu pecho igual que a un centinela.
    Pero vela con él.
    Puede crecer en ti como la mordedura de la lepra; puede ser tu verdugo.
    ¡El inocente monstruo, el insaciable comensal de tu muerte!







    Pavana del hoy para una infanta difunta que amo y lloro

    A Alejandra Pizarnik

    Pequeña centinela,
    caes una vez más por la ranura de la noche
    sin más armas que los ojos abiertos y el terror
    contra los invasores insolubles en el papel en blanco.
    Ellos eran legión.
    Legión encarnizada era su nombre
    y se multiplicaban a medida que tú te destejías hasta el último hilván,
    arrinconándote contra las telarañas voraces de la nada.
    El que cierra los ojos se convierte en morada de todo el universo.
    El que los abre traza las fronteras y permanece a la intemperie.
    El que pisa la raya no encuentra su lugar.
    Insomnios como túneles para probar la inconsistencia de toda realidad;
    noches y noches perforadas por una sola bala que te incrusta en lo oscuro,
    y el mismo ensayo de reconocerte al despertar en la memoria de la muerte:
    esa perversa tentación,
    ese ángel adorable con hocico de cerdo.
    ¿Quién habló de conjuros para contrarrestar la herida del propio nacimiento?
    ¿Quién habló de sobornos para los emisarios del propio porvenir?
    Sólo había un jardín: en el fondo de todo hay un jardín
    donde se abre la flor azul del sueño de Novalis.
    Flor cruel, flor vampira,
    más alevosa que la trampa oculta en la felpa del muro
    y que jamás se alcanza sin dejar la cabeza o el resto de la sangre en el umbral.
    Pero tú te inclinabas igual para cortarla donde no hacías pie,
    abismos hacia adentro.
    Intentabas trocarla por la criatura hambrienta que te deshabitaba.
    Erigías pequeños castillos devoradores en su honor;
    te vestías de plumas desprendidas de la hoguera de todo posible paraíso;
    amaestrabas animalitos peligrosos para roer los puentes de la salvación;
    te perdías igual que la mendiga en el delirio de los lobos;
    te probabas lenguajes como ácidos, como tentáculos,
    como lazos en manos del estrangulador.
    ¡Ah los estragos de la poesía cortándote las venas con el filo del alba,
    y esos labios exangües sorbiendo los venenos de la inanidad de la palabra!
    Y de pronto no hay más.
    Se rompieron los frascos.
    Se astillaron las luces y los lápices.
    Se degarró el papel con la desgarradura que te desliza en otro
    laberinto.
    Todas las puertas son para salir.
    Ya todo es el revés de los espejos.
    Pequeña pasajera,
    sola con tu alcancía de visiones
    y el mismo insoportable desamparo debajo de los pies:
    sin duda estás clamando por pasar con tus voces de ahogada,
    sin duda te detiene tu propia inmensa sombra que aún te sobrevuela en busca de otra,
    o tiemblas frente a un insecto que cubre con sus membranas todo el caos,
    o te amedrenta el mar que cabe desde tu lado en esta lágrima.
    Pero otra vez te digo,
    ahora que el silencio te envuelve por dos veces en sus alas como un manto:
    en el fondo de todo jardín hay un jardín.
    Ahí está tu jardín,
    Talita cumi.







    Se descolgó el silencio...

    Se descolgó el silencio,
    sus atroces membranas desplegadas como las de un murciélago anterior al diluvio,
    su canto como el cuervo de la negación.
    Tu boca ya no acierta su alimento.
    Se te desencajaron las mandíbulas
    igual que las mitades de una cápsula inepta para encerrar la almendra del destino.
    Tu lengua es el Sahara retraído en penumbra.
    Tus ojos no interrogan las vanas ecuaciones de cosas y de rostros.
    Dejaron de copiar con lentejuelas amarillas los fugaces modelos de este mundo.
    Son apenas dos pozos de opalina hasta el fin donde se ahoga el tiempo.
    Tu cuerpo es una rígida armadura sin nadie,
    sin más peso que la luz que lo borra y lo amortaja en lágrimas.
    Tus uñas desasidas de la inasible salvación
    recorren desgarradoramente el reverso impensable,
    el cordaje de un éxodo infinito en su acorde final.
    Tu piel es una mancha de carbón sofocado que atraviesa la estera de los días.
    Tu muerte fue tan sólo un pequeño rumor de mata que se arranca
    y después ya no estabas.
    Te desertó la tarde;
    te arrojó como escoria a la otra orilla,
    debajo de una mesa innominada, muda, extrañamente impenetrable,
    allí, junto a los desamparados desperdicios,
    los torpes inventarios de una casa que rueda hacia el poniente,
    que oscila, que se cae,
    que se convierte en nube.







    Si la casualidad es la más empeñosa jugada del destino...

    Si la casualidad es la más empeñosa jugada del destino,
    alguna vez podremos interrogar con causa a esas escoltas de genealogías
    que tendieron un puente desde tu desamparo hasta mi exilio
    y cerraron de golpe las bocas del azar.
    Cambiaremos panteras de diamante por abuelas de trébol,
    dioses egipcios por profetas ciegos, garra tenaz por mano sin descuido,
    hasta encontrar las puntas secretas del ovillo que devanamos juntas
    y fue nuestro pequeño sol de cada día.
    Con errores o trampas, por esta vez hemos ganado la partida.







    Un rostro en el otoño

    La mujer del otoño llegaba a mi ventana
    sumergiendo su rostro entre las vides,
    reclinando sus hombros, sus vegetales hombros, en las nieblas,
    buscando inútilmente su pecho resignado a nacer y morir entre dos sueños.

    Desde un lejano cielo la aguardaban las lluvias,
    aquellas que golpeaban duramente su dulce piel labrada por el duelo de una vieja estación,
    sus ojos que nacían desde el llanto
    o su pálida boca perdida para siempre, como en una plegaria que inconmovibles dioses acallaran.

    Luego estaban los vientos adormeciendo el mundo entre sus manos,
    repitiendo en sus mustios cabellos enlazados
    la inacabable endecha de las hojas que caen;
    y allá, bajo las frías coronas del invierno,
    el cálido refugio de la tierra para su soledad, semejante a un presagio,
    retornada a su estela como un ala.

    Oh, vosotros, los inclementes ángeles del tiempo,
    los que habitáis aún la lejanía
    -ese olvido demasiado rebelde-;
    vosotros, que lleváis a la sombra,
    a sus marchitos ídolos, eternos todavía,
    mi corazón hostil, abandonado:
    no me podréis quitar esta pequeña vida entre dos sueños,
    este cuerpo de lianas y de hojas que cae blandamente,
    que se muere hacia adentro, como mueren las hierbas.







    Vuelve cuando la lluvia

    Hermanas de aire y frío, hermanas mías:
    ¿cuál es esa canción que se prolonga por las ramas y rueda contra el vidrio?
    ¿Cuál es esa canción que yo he perdido y que gira en el viento y vuelve todavía?
    Era lejos, muy lejos, en las primeras albas de un jardín custodiado por ángeles y ortigas.
    Cantábamos para siempre la canción.
    Cantábamos nuestra alianza hasta después del mundo.
    Era hace mucho tiempo, hermana de silencios y de luna.
    Era en tu adolescencia y en mi niñez más tierna,
    cuando apenas te habías asomado a las sinuosas aguas del amor, que te apresaron pronto,
    y aún te vestías contra nuestro candor con el muestrario de las apariciones:
    la novia fantasmal, el alma en pena o la mendiga loca;
    pero al día siguiente eras la paz y el roce de la hierba.
    Cuando te fuiste, faltó el cristal azul en la canción.
    Era hace mucho tiempo, hermana de aventuras y de sol.
    Yo era la más pequeña y seguía tus pasos por sitios encantados
    donde había tesoros escondidos en tres granos de sal,
    un ojo de cerradura enmohecida para mirar el porvenir más
    bello y un espejo enterrado en el que estaba escrita la palabra del supremo poder.
    Tú inventabas los juegos, las tentaciones, las desobediencias.
    Fueron tantos los años compartidos en fiestas y en adioses
    que se trizó en pedazos la canción cuando tu mano abandonó la mía.
    Hermanas de ráfaga y temblor, hermanas mías,
    las escucho cantar desde las espesuras de mi noche desierta.
    Sé que vuelven ahora para contradecir mi soledad,
    para cumplir el pacto que firmó nuestra sangre hasta después del mundo,
    hasta que completemos de nuevo la canción.


    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 9 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Sáb 12 Oct 2024, 19:17

    Elvio Romero


    Poeta paraguayo nacido en Yegros, Caazapá en 1926.
    Su ideología comunista lo llevó a exiliarse en Argentina en 1947, durante la dictadura de Higinio Moríñigo.
    Viajó posteriormente a Cuba, Francia, Italia y otros países de Europa y América del Sur, donde fue reconocido
    como un gran poeta y conferencista.
    Su obra poética está contenida en "Días roturados" 1948, "Resoles áridos" 1950, "Despiertan las fogatas" 1953,
    "El sol bajo las raíces" 1956,"Despiertan las fogatas" 1953, "Los innombrables" 1959, "De cara al corazón" 1961,
    "Esta guitarra dura" 1961, "Destierro y atardecer" 1962, "Libro de la migración" 1966, "El viejo fuego" 1977,
    "Los valles imaginarios" 1984 y "Flechas en un arco tendido" 1994, editados en 1990 en dos volúmenes como
    su obra completa. En 1991 obtuvo el Premio Nacional de Literatura de Paraguay.
    Falleció en Buenos Aires en el año 2004.



    Al amor un nombre

    Quizá porque en ti se asombran
    las cosas, voy reinventando
    un nuevo nombre a las cosas.

    Quizá por eso buscamos
    signarle un color distinto
    a todo cuanto abrazamos.

    Al amor un nombre. Al árbol
    que nos cobija. Al silencio
    que se reduce en tus brazos.

    Quizá empezaran contigo
    a renovarse las hojas
    con que me abrigo y te abrigo.

    Y a reinventarse el lucero
    ese brillo enamorado
    del bosque de tus cabellos.

    ¿Todo es hoy? ¿Hubo pasado?
    ¿Alguna huella de un beso
    que su sello haya dejado?

    ¿Acaso no haya memoria
    de aquel rostro, aquellos ojos,
    de otros nombres y otras sombras?

    ¿Contigo el futuro empieza?
    ¿Contigo el pasado muere?
    ¿Contigo el presente sueña?

    Quizá porque todo ahora
    contigo canta, debiera
    reinventarme cada cosa.

    O porque viejos recuerdos
    de los ojos se me borran.

    De "Un relámpago herido" 1967









    Así es ella, me dije...

    Así es ella, me dije; es la alegría
    remota y honda que de pronto llega
    a despejar el nudo que se debe
    desanudar en la penumbra inquieta.

    Noche y albor, me dije,
    todo llegó a mi corazón por ella;
    llegó el sabor oculto del deseo,
    el presagio de ardor que en mí resuena.

    Es mi cuerpo, me dije,
    reconociendo su esplendor en ella,
    el bosque entero de mi sangre, el pulso
    y el latido secreto de su fuerza.

    La imagen que conservo
    de las verdes raíces de mi tierra;
    ella es el tiempo mío, el del verano
    en el regazo inmóvil de la siesta.

    Así mismo, me dije,
    es su fulgor herido en la belleza,
    ella es el largo trecho recorrido
    surtiéndose de entraña y sementera.

    Así mismo, me dije,
    callado abrigo que abrigó mis huellas,
    el justo sueño que escogí en la lucha,
    la libertad por la que canto es ella!

    De "Un relámpago herido" 1967









    Así nos completamos

    Al comienzo el amor, buena muchacha,
    al comienzo el amor, las soledades
    y las noches doradas.

    Al comienzo el amor. Y adivinabas
    que el pecho que nutría tus anhelos
    te invitaba a su marcha.

    Te trajo aquí el amor. Y nuestras ramas
    buscaron conseguir pronto la altura,
    pronto una tierra honrada.

    Bastó mirar alrededor. Y el alba
    entró resuelta a gobernar el fuego
    tibio de nuestras ansias.

    Te trajo aquí el amor. Y ya la casa
    del amor se inundaba con los sueños
    de libertad, amada.

    Levantaste los tajos. Te surcaba
    la misma chispa con que yo encendía
    la mecha de mis lámparas.

    Ya no hubo entonces soledad; ya nada
    pudo turbar esa quietud profunda
    que vive en tus palabras.

    Y hallaste lo que es hoy tu nueva patria:
    el sueño justo, el pretender sin tregua
    una firme esperanza.

    Así emprendemos ya, juntos, la marcha.
    Y nada es duro entre los dos, por dura
    que sea la batalla.

    Por triste y dura, pues la vida traza
    para los dos una fragante ruta
    radiante y fecundada.

    Así nos completamos. Somos altas
    simientes injertando otras simientes,
    otro sol, otras caras.

    Al comienzo el amor, buena muchacha,
    para lograr después, palpando el día,
    la libertad mañana!

    De "De cara al corazón" 1961








    Cabellos

    Nocturno enmadejado en los destellos
    de sueltas ondas y esquivez ligera;
    casi fluvial, dormida enredadera,
    la espuma boreal de tus cabellos.

    Bosques de ríos conservando en ellos
    frescor de amaneceres bosque afuera,
    ramaje desmembrado en la ribera
    de luna llena de tus hombros bellos.

    Región undosa que la luz levanta,
    borrasca desceñida en tu garganta
    color mazorca virgen de maíz.

    Nubladas hebras, sombra en movimiento,
    rumor sobrecogido que en el viento
    fuera a buscar de pronto otro país.

    De "Un relámpago herido" 1967"









    Canto en el sur

    Esta noche, en el Sur,
    me he mirado en tus ojos.

    Soy como tú,
    de piel morena, oscura, oscura,
    con estrellas heridas por adentro
    y por fuera sudor, cáscara ruda.

    Tengo la sangre hirviendo
    como un sinuoso trueno derramado;
    tengo las manos ásperas
    como herramientas duras y soleadas;
    tengo los ojos lúbricos
    como lúbricas raíces.

    Esta noche, en el Sur,
    me he mirado en tus ojos.

    Te vi ayer en el Norte;
    vi en el Norte lo mismo, el mismo
    y primario dolor sobre los cuerpos,
    el aguardiente galopando a sorbos
    y lo demás lo mismo: el mismo
    brazo sudando a contraluz sangrienta,
    el mayoral que brama entre los árboles,
    los mismos ojos sin calor, la misma
    temblorosa epilepsia del sudor,
    los mismos exprimidos, los mismos coronados!

    Esta noche, en el Sur,
    me he mirado en tus ojos.

    Soy como tú,
    la misma turbulencia contra el mismo espejismo,
    idéntico remanso bajo la misma noche.

    Conservo el sortilegio
    de estas zonas arbóreas que me cercan.
    Tengo la risa ronca
    y estas anchas tristezas.

    De piel morena, oscura,
    pisando en el calor exasperado.

    De "Días roturados" 1949









    Con tu nombre

    Por siete lunas me miré en tus fuentes,
    catorce en las orillas de vasija anhelante de tu sangre;
    dormí en tu piel con infinitas manos
    los largos ciclos de inundación del bosque,
    diez o veinte en tu red de vespertina fruta agreste y dulce,
    no sé cuánto en la rama
    fragante de tus brazos
    y toda la vida me llené con tu nombre.

    Rosa del Sur, me dije clavel de la cordillera,
    guitarra clara del amor, mujer suave como la lluvia
    que a veces llega apenas para tocar las hojas,
    tierra de siembra fértil del varón y el arado,
    honda como la brisa que despeina el maizal y la distancia,
    mi latido es el tuyo, mis ventanas abiertas al rumor de la noche.

    Si todo mi país, si mi comarca
    de taciturna estirpe se despierta en tu aliento,
    si el enjambre y la miel, la viga añosa
    de la casa, si el azahar del lecho de los enamorados
    me acercan a tu piel, si todo late,
    si todo vive en ti,
    todos mis años, toda mi vida llenaré con tu nombre.

    De "El viejo fuego" 1977









    El amor

    Sí,
    hoy me he puesto a encender el viejo fuego.

    El azar y los años
    me han llevado a pisar en el sendero
    que me ha impuesto el amor, que mi adorada
    impuso a mi corazón; ahora vuelvo
    al fervor inicial, a esa primera mañana
    en que el sol se ha instalado en nuestro pecho.

    Y así las cosas:
    la canción, la plenitud, el deseo
    me han alumbrado el rostro, se me han ceñido
    como un pañuelo verde sobre el cuello,
    y entro en la casa del fervor como antaño,
    asombrándome al ver reverdecer los sueños.

    Es como si hubiesen atizado
    a mi sangre el verano, la intemperie, los vientos
    cordilleranos, o inundado sus cauces
    un enérgico brío de panales repletos,
    los brazos encendidos al apretar sus brazos,
    las dos manos cargadas de un esplendor secreto.

    Sí,
    porque mi corazón no descansa en la noche,
    hoy me he puesto a encender el viejo fuego.

    De "El viejo fuego" 1977









    El beso

    Germina un beso puro en nuestro pecho,
    un beso que es un poco pan de tierra,
    un poco arena y vuelo.

    El beso es una ráfaga, un sereno
    fulgor que se arremansa en la morada,
    un masculino aliento.

    La única perla que en mi alforja llevo,
    la única luz que arrebaté a mi sombra,
    su único alumbramiento.

    Es una oscura exhalación, deseo,
    un aire tibio que la sangre orea,
    un luminoso fuego.

    Es un activo manantial, un suelto
    clavel sonoro entre los labios, agua
    de cántaro opulento.

    Es una alondra enloquecida, en celo,
    delirante y nupcial entre las nubes,
    levísimo gorjeo.

    Mujer: hoy dejo este profundo beso,
    que ensancha la creación, entre tus faldas,
    temblor del firmamento.

    Por él su peso alivian mis maderos,
    por él subo a los árboles, te busco,
    por él te pertenezco.

    Por él la ruta es breve, por él peso
    el péndulo de sol que te corona,
    pulso un afán de sueño.

    Por él nacerá el hijo, por él veo
    que habrán de prolongarse mis raíces,
    mis primarios silencios.

    Por él mi propia rectitud defiendo,
    por él mi descendencia irá sembrando
    sus verdes alimentos.

    Por él bajo a la tierra y la poseo,
    por él barajo el alma, un poco arena,
    un poco arena y vuelo!

    De "De cara al corazón" 1961








    Fuego primario

    Mirarte es ver colinas,
    mirarte así tendida, detenida y desnuda,
    situando planicies de arena en las axilas,
    desnuda y dividiendo la blancura caliente de las sábanas,
    mirarte es ver que oscuros orígenes te pueblan,
    que el aire te enajena por urnas inasibles,
    si te miro desnuda...

    Hay cuestas y hay declives,
    hay en tu piel suaves territorios de nubes sensitivas,
    hay humos y adherencias de ardorosa madera,
    hay una sombra ilesa que escapa del asedio,
    si te miro desnuda.

    Se ve que en tu cintura
    se doblan valles que arden con vientos incesantes;
    se ve, rosado y táctil, nimbado por rumores,
    el hoyo de agua nívea que tu vientre arremansa
    como un rosado tiesto de palpitantes flores,
    si te miro desnuda.

    Mirarte es ver colinas,
    lluvias que se diluyen respirando en tus pechos,
    es embestir un campo de tierras onduladas,
    es llegar al origen de la sangre,
    es imantarse al golpe
    que oscuramente sube de tu boca y tus trenzas,
    y es imposible entonces no acosarte y vencerte
    con sedientas hogueras.

    Si te miro desnuda.

    De "De cara al corazón" 1961









    Huésped

    Había entrado.

    La que más sabe, la que puso el oído
    y escuchó atentamente la negación, el pacto,
    lo dicho y desdecido; la que vio el cambio
    de color de tus labios, precipitarse
    lo inesperado, la puesta en pie, la aventura
    y el alba, el beso,
    la alegría.

    La noche había entrado.

    La que más sabe.

    De "Un relámpago herido" 1967"









    Mía

    Vuelvo a ti, Libertad, mi compañera
    de todos los momentos en la vida,
    clavel entre claveles conmovida
    belleza que se acerca en primavera.

    Yo te tendré conmigo a toda hora,
    como a una novia siempre enamorada,
    junto a mí, Libertad, mía y amada,
    retoño de la luz que el alba dora.

    Yo me voy a la frontera,
    a cantar y a pelear
    tú serás mi compañera,
    yo, quien te va acompañar.

    Día a día a tu lado, en tanto vea
    que los hombres procuran defenderte,
    mientras yo, noche a noche, sueño verte
    andando a mi costado, adonde sea.

    Querida amiga, Libertad, deseo
    que seamos los dos como una brasa
    compartida, y mi casa sea tu casa,
    y mires donde miro y donde veo.

    Yo no voy a la frontera,
    a cantar y a pelear;
    tú serás mi compañera,
    yo, quien te va acompañar.

    Te beso, Libertad, porque eres mía,
    porque mi afán es solo verte, amarte,
    y aunque no he conseguido conquistarte,
    no he dejado de buscarte todavía.

    De "Cantar del caminante" 2007









    Siempre

    Estoy contigo

    cuando levantas la mirada,
    si eres donaire o jazmín puro
    en el dolor como en la calma.

    cuando el sol dora el fondo de tus ojos,
    cuando en el alto alcor, tranquila, cantas,
    cuando se encienden tu alma y tus cabellos,
    estoy contigo.

    Siempre que burles todas las celadas,
    siempre que huelas a radiantes frutas,
    siempre que me acompañes en la marcha,
    estoy contigo.

    Si te empapas con el rocío,
    si te alumbras con el poniente,
    si te regocija el alba,
    si permaneces en tu sitio,
    como una lumbre vencedora,
    si sales a enfrentar la madrugada,
    si todo se da en ti, luz de mis ojos,
    al levantarse airosa de la manta,
    estoy contigo.

    Pero cuando te envuelves con un frío
    silencio inútil de intranquilas aguas,
    si te enajenas de tu propia dicha,
    si el mediodía hiere tus pisadas,
    si para darte todo lo que tengo
    el fuego herido de mi amor no basta,
    si te acercas con rostro ensombrecido,
    si desandas las huellas conquistadas,
    no, no estoy contigo.

    De "El viejo fuego" 1977









    Sino

    Nada es lo mismo ya, ni lo será mañana;
    apenas la constancia dará el signo que guíe
    el día por venir. Y el ahínco de la memoria fiel
    que reconstruya y clasifique lo que ya es quemadura
    y senda pedregosa desde ahora, desde el instante
    en que una lluvia oscura
    sopló con un sonido bárbaro en nuestra vida.

    Y lo sabemos todos. Nada
    será ya igual ni semejante al rostro del pasado;
    ni nuestro amor, vacío de sostén, ni la mano
    de los amigos. No habrá ese ruido
    de persianas que bajen impidiendo al verano
    su intromisión inevitable. Habrá cambiado
    el ritmo de la sangre; otras palabras
    pondrán sobre el oído su distinta eufonía.

    No, no; ya no será la misma
    la manera de andar, la introspección al modo
    de la quietud ceñida de las horas. Se notará por siempre
    en nuestro rostro un viaje
    y un aire retraído de máscara olvidada.
    Y al no tener el mismo amor, la misma
    mano de los amigos,
    el ser de aquí o de allá se borrará sin pausa
    en una helada comunión con raíces espurias.

    De "Destierro y atardecer" 1975








    Tus paseos

    Hoy bajas por la carretera
    y yo te escucho cómo cantas;
    vuelan pájaros de tus hombros,
    vuelan gramillas de tus faldas;
    en las colinas de tus senos
    se aventan las oscuras gramas,
    y se ve en el trasluz del horizonte
    que se disipa ya la madrugada.

    Tú sales a mirar la noche,
    a trajinar por las llanadas,
    desprendes el cabello al aire
    y la humedad se te rezaga
    bajo los pies, entre las piedras,
    elemental y sofocada,
    y yo te aguardo porque sé que traes
    los ojos limpios de esperar el alba.

    Necesitas la noche. Sube
    su penumbra por tus espaldas,
    tomas olor a los tomillos,
    desnuda entre las hierbas agrias,
    verdes se quedan tus hoyuelos,
    florecen verdes tus pestañas,
    y vuelves como un árbol caminante,
    como raíz nutrida y fecundada.

    Por las colinas de tus senos
    se aventan las oscuras gramas.
    Tú necesitas de la noche,
    de los montes y las bajadas.
    Pones la mano entre la tierra,
    quedas de pronto ensimismada,
    y luego vegetal, verde y sereno,
    tu rostro se ilumina en la mañana.

    De "De cara al corazón" 1961









    Vacío

    Doblé lo que era nuestro. Ciertamente
    te amé como a ninguna. Destruí cuanto
    amaba. Un sueño malo
    -de rencores antiguos- oscureció mis frondas.
    Titiritero falso, solté todos los hilos que me unían
    al eco fiel de tu alma, a tu secreto encanto;
    mal leñador, talé ramajes vanos con inútiles golpes;
    tiré abajo la casa con la antigua violencia de mi gente
    y la perdí, torcí el sendero y lo dejé en la arena
    como una carta triste que se arroja en un cesto.

    Como a ninguna, digo. Un alevoso
    viento amargo ha soplado. Esto es el fin
    de un largo viaje al esplendor de un beso.

    Doblé lo que era nuestro.

    De "Destierro y atardecer" 1975


    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 9 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 9 Empty Re: POETAS LATINOAMERICANOS

    Mensaje por Maria Lua Dom 13 Oct 2024, 18:52

    José María Eguren


    Poeta y pintor peruano nacido en Lima en 1874.
    Creció en medio de grandes penurias económicas que le impidieron realizar estudios básicos completos.
    Sin embargo, fue un gran lector e investigador de la poesía europea y latinoamericana, circunstancia que le permitió
    compensar su imposibilidad para realizar estudios superiores. Vivió gran parte de su vida a la orilla del mar, en Barranco,
    donde cultivó además su gusto por la pintura. En sus últimos años, agobiado por la pobreza y su salud precaria, ocupó
    un puesto como bibliotecario en la ciudad de Lima.
    Su obra está compilada en las siguientes publicaciones: «Simbólicas» en 1911, «La canción de las figuras» en 1916,
    «Sombra» y «Rondinelas» en el año 1929.
    Falleció en 1942



    El caballo

    Viene por las calles,
    a la luna parva,
    un caballo muerto
    en antigua batalla.

    Sus cascos sombríos...
    trepida, resbala;
    da un hosco relincho,
    con sus voces lejanas.

    En la plúmbea esquina
    de la barricada,
    con ojos vacíos
    y con horror, se para.

    Más tarde se escuchan
    sus lentas pisadas,
    por vías desiertas
    y por ruinosas plazas.








    El cuarto cerrado

    Mis ojos han visto
    el cuarto cerrado;
    cual inmóviles labios su puerta...
    está silenciado!...
    Su oblonga ventana, como un ojo abierto,
    vidrioso me mira;
    como un ojo triste,
    con mirada que nunca retira
    como un ojo muerto.
    Por la grieta salen
    las emanaciones
    frías y morbosas;
    ¡ay, las humedades como pesarosas
    fluyen a la acera:
    como si de lágrimas,
    el cuarto cerrado un pozo tuviera!
    Los hechos fatales
    nos oculta en su frío reposo...
    ¡cuarto enmudecido!
    ¡cuarto tenebroso
    con sus penas habrá atardecido
    cuántas juventudes!
    ¡oh, cuántas bellezas habrá despedido!
    ¡cuántas agonías!
    ¡cuántos ataúdes!
    Su camino siguieron los años,
    los días;
    galantes engaños
    y placenterías...;
    en el cuarto fatal, aterido,
    todo ha terminado;
    hoy sus sombras el ánima oprimen:
    ¡y está como un crimen
    el cuarto cerrado!







    El dolor de la noche

    Cuando tiembla la noche tardía
    en los arenales y los campos negros,
    se oyen voces dolientes, lejanas,
    detrás de los cerros.
    ¡Es el canto del bosque perdido,
    con la gama antigua de silvestres notas,
    o el gemir del turbón ignorado,
    por vegas y sombras!
    ¡O el distante clamor de las fieras
    que en las pampas brunas
    y en las lomas y campos eriales
    envían al hombre sus iras nocturnas!
    ¡El coro que sube remoto a los cielos
    será de la muerte la roja palabra
    o el clamor de ciudad brilladora
    que se hunde, se apaga!
    ¡El rondó que triste
    las pendientes dormidas circunda:
    el grito del odio será de los montes,
    será de las tumbas!
    Cuando se obscurecen las bromas erguidas
    en los arenales y los campos negros,
    cómo suena el dolor de la noche
    ¡detrás de los cerros!







    El dominó

    Alumbraron en la mesa los candiles,
    moviéronse solos los aguamaniles,
    y un dominó vacío, pero animado,
    mientras ríe por la calle la verbena,
    se sienta, iluminado,
    y principia la cena.

    Su claro antifaz de un amarillo frío
    da los espantos en derredor sombrío
    esta noche de insondables maravillas,
    y tiende vagas, lucífugas señales
    a los vasos, las sillas
    de ausentes comensales.

    Y luego en horror que nacarado flota,
    por la alta noche de voluptad ignota,
    en la luz olvida manjares dorados,
    ronronea una oración culpable, llena
    de acentos desolados
    y abandona la cena.







    El estanque

    ¡El verde estanque de la hacienda,
    rey del jardín amable,
    está en olvido
    miserable!
    En las lejanas, bellas horas
    eran sus linfas cantadoras,
    eran granates y auroras,
    a campánulas y jazmines
    iban insectos mandarines
    con lamparillas purpuradas,
    insectos cantarines
    con las músicas coloreadas;
    mas, del jardín, en la belleza
    mora siempre arcana tristeza:
    como la noche impenetrable,
    como la ruina miserable.
    Temblaba Vésper en los cielos,
    gemían búhos paralelos
    y, de tarde, la enramada
    tenía vieja luz dorada;
    era la hora entristecida
    como planta por nieve herida;
    como el insecto agonizante
    sobre hojas secas navegante.
    Clara, la niña bullidora,
    corrió a bañarse en linfa mora,
    para ir luego a la fiesta
    de la heredad vecina;
    ya a su oído llegaba orquesta
    de violín, piano y ocarina.
    Brilló un momento, anaranjada,
    entre la sombra perfumada,
    con las primeras sensaciones
    del sarao de orquestaciones.
    ¡Oh! en la linfa funesta y honda
    fue a bañarse la virgen blonda;
    de los amores encendida,
    la mirada llena de vida. ..
    ¡EI verde estanque de la hacienda,
    rey del jardín amable,
    hoyes derrumbe
    miserable!







    La dama I

    La dama i, vagarosa
    en la niebla del lago,
    canta las finas trovas.

    Va en su góndola encantada
    de papel, a la misa
    verde de la mañana.

    Y en su ruta va cogiendo
    las dormidas umbelas
    y los papiros muertos.

    Los sueños rubios de aroma
    despierta blandamente
    su sardana en las hojas.

    Y parte dulce, adormida,
    a la borrosa iglesia
    de la luz amarilla.








    La muerta de marfil

    Contemplé, en la mañana,
    la tumba de una niña;
    en el sauce lloroso gemía tramontana,
    desolando la amena, brilladora campiña.
    Desde el túmulo frío, de verdes oquedades,
    volaba el pensamiento
    hacia la núbil áurea, bella de otras edades,
    ceñida de contento.
    Al ver oscuras flores,
    libélulas moradas, junto a la losa abierta,
    pensé en el jardín claro, en el jardín de amores,
    de la beldad despierta.
    Como sombría nube, al ver la tumba rara,
    de un fluvión mortecino en la arena y el hielo,
    pensé en la rubia aurora de juventud que amara
    la niña, flor de cielo.
    Por el lloroso sauce, lilial música de ella,
    modula el aura sola en el panteón de olvido.
    Murió canora y bella;
    y están sus restos blancos como el marfil pulido.








    La niña de la lámpara azul

    En el pasadizo nebuloso
    cual mágico sueño de Estambul,
    su perfil presenta destelloso
    la niña de la lámpara azul.

    Ágil y risueña se insinúa,
    y su llama seductora brilla,
    tiembla en su cabello la garúa
    de la playa de la maravilla.

    Con voz infantil y melodiosa
    en fresco aroma de abedul,
    habla de una vida milagrosa
    la niña de la lámpara azul.

    Con cálidos ojos de dulzura
    y besos de amor matutino,
    me ofrece la bella criatura
    un mágico y celeste camino.

    De encantación en un derroche,
    hiende leda, vaporoso tul;
    y me guía a través de la noche
    la niña de la lámpara azul.








    La pensativa

    En los jardines otoñales,
    bajo palmeras virginales,
    miré pasar muda y esquiva
    la Pensativa.

    La vi en azul de la mañana,
    Con su mirada tan lejana;
    Que en el misterio se perdía
    De la borrosa celestía.

    La vi en rosados barandales
    Donde lucía sus briales;
    Y su faz bella vespertina
    Era un pesar en la neblina...

    Luego marchaba silenciosa
    A la penumbra candorosa;
    Y un triste orgullo la encendía,
    ¿Qué pensaría?

    ¡Oh su semblante nacarado
    Con la inocencia y el pecado!
    ¡oh, sus miradas peregrinas
    de las llanuras mortecinas!

    Era beldad hechizadora;
    Era el dolor que nunca llora;
    ¿Sin la virtud y la ironía
    Qué sentiría?

    En la serena madrugada,
    La vi volver apesarada,
    Rumbo al poniente, muda, esquiva
    ¡La Pensativa!






    La ronda de espadas

    Por las avenidas
    de miedo cercadas,
    brilla en la noche de azules oscuros,
    la ronda de espadas.

    Duermen los postigos,
    las viejas aldabas;
    y se escuchan borrosas de canes
    las músicas bravas.

    Ya los extramuros
    y las arruinadas
    callejuelas, vibrante ha pasado
    la ronda de espadas.

    Y en los cafetines
    que el humo amortaja,
    al sentirla el tahúr de la noche,
    cierra la baraja.

    Por las avenidas
    morunas, talladas,
    viene lenta, sonora, creciente
    la ronda de espadas.

    Tras las celosías,
    esperan las damas,
    paladines que traigan de amores
    las puntas de llamas.

    Bajo los balcones
    do están encantadas,
    se detiene con súbito ruido
    la ronda de espadas.

    Tristísima noche
    de nubes extrañas:
    jay, de acero las hojas lucientes
    se toman guadañas!

    ¡Tristísima noche
    de las encantadas!






    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 9 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Vie 18 Oct 2024, 17:49


    Jorge Robledo


    Poeta colombiano nacido en Santa Fe de Antioquia en 1917 y fallecido en Medellín, en 1990.
    Licenciado en Periodismo y Humanidades, ejerció además la diplomacia y ocupó varios cargos públicos.
    Aunque fue conocido como El poeta de la raza , incursionó en el tema sentimental.
    Su vasta obra ha sido compilada en varios volúmenes antológicos, entre los que se destaca, «Barro de Arriería




    Canción sin luz

    Cómo duele la noche
    cuando tu voz se curva
    fría de indiferencia lo mismo que una hoz;
    Cómo duele la vida
    cuando alzas tus palabras
    sin caridad ninguna contra mi corazón.

    Cómo duelen tus ojos
    cuando clavan su hastío
    -desnuda hoja de acero- sobre mi adoración.
    Cómo duele esta angustia
    de saberte lejana
    llevándote en la sangre como se lleva a Dios.

    Cómo duelen tus labios
    cuando muerden el aire
    para romper los hilos sencillos del amor.
    Cómo duele tu risa
    cuando cruza insensible
    los abismos sin fondo de mi nuevo dolor.

    Cómo duele tu pelo
    cuando agita en el viento
    la negación del trigo bajo el casco del sol.
    Cómo duele el milagro
    de tu nombre pequeño
    cuando enciende nostalgias en mi inútil canción.

    Cómo duelen tus brazos
    -danzarines de nardo-
    entre los bastidores de mi renunciación.
    Cómo duelen tus manos
    esas manos que un día
    sobre lino bordaron mi callada ilusión.

    Cómo duele tu ausencia
    tan alta de silencios
    que empinándose, casi ya toca mi dolor.
    Cómo duele la tarde
    cuando al norte del canto
    ya no alumbra el lucero que orientaba mi voz.

    Cómo duele, pequeña,
    esta espina clavada
    en el sitio donde antes existió el corazón.
    Cómo duele tu nombre,
    cuando contra la mía
    se cumple inexorable la voluntad de Dios.







    Carta sin ortografía

    Esta sencilla carta
    que no verán tus ojos ausentes y morenos,
    la escribo porque el alma me reclama
    que la deje vivir de tu recuerdo.

    Porque mi sangre no aprendió a olvidarte,
    porque tú me acompañas en el tiempo,
    porque fuiste lo simple, lo callado,
    lo dulce, lo pequeño,
    ese mínimo saldo de la vida
    que nos deja sentirnos algo buenos...

    Escribirle a la novia de la infancia,
    es ponerle "balaca" al pensamiento.
    Es ignorar la palabra ortografía
    que sin "s" no admite pensamiento.

    Es situar en el clima de unos labios
    todo el rubor que encienden los cerezos.
    Es recordar dos ojos infantiles
    en donde estaba repetido el cielo.

    Es volver a vivir sencillamente,
    es encontrarse elemental y bueno,
    es fechar una carta desde el alma,
    y de estampilla colocarle un beso.







    Egoísmo de amor

    Te quiero así, con celos y con rabia,
    con toda la potencia de la sangre
    y sin claudicaciones en el alma.

    Te quiero como un hombre enamorado,
    que comparte la vida y la esperanza
    pero no el tiempo del objeto amado.

    Te quiero con dolor y sin temores,
    como quiso a la lanza de Longinos
    quien fabricó una cruz con sus amores.

    Te quiero con amor, sin tolerancias,
    midiendo el universo con tu nombre
    y el vacío estelar con tus distancias.

    Te quiero sin renuncias, toda mía,
    como el amanecer que no tolera
    que le quiten un átomo del día.

    Te quiero con razón o contra ella,
    como el acantilado indiferente
    al mar que lo acaricia o que lo estrella.

    Te quiero con pasión, como el gitano
    a quien le brilla el alma en la pupila
    y el filo de la sangre entre la mano.

    Te quiero con violencia y desespero,
    como quiere el marino en la tormenta
    el áncora remota de un lucero.

    Te quiero contra todo y contra todos
    sin medir el amor ni el sacrificio
    y sin buscar esguinces ni recodos.

    Te quiero con temblor, con la entereza
    de no haber conocido la sonrisa
    de quien entrega el alma por flaqueza.

    Te quiero como hombre, alta la frente
    y sin las cobardías que arrodillan
    la indignidad servil de mucha gente.

    Te quiero con furor, como mereces,
    montando guardia al pie de tu cariño,
    dispuesto a dar la vida una y mil veces.

    Te quiero así: con celos y con rabia,
    con el golpe total de las arterias
    y el ancestro viril de nuestra raza.








    Espera

    Te esperé con la sangre detenida
    sobre el silencio en ascuas de tu ausencia.
    Te esperé soportando la existencia
    como un lebrel al pie de tu partida.

    Te esperé casi al borde de la herida
    y a dos pasos no más de la demencia.
    Te esperé en la angustiosa transparencia
    de aquella noche en el reloj vencida.

    Pero qué inútil la mortal espera:
    Sin pensarlo cité la primavera
    cuando el invierno helaba mis rosales.

    Y hoy que casi olvidaba tu presencia,
    me estoy enamorando de tu ausencia
    a través de mis propios madrigales.







    Fatiga

    Ya no te quiero tanto. Poco a poco
    mataste la ansiedad de tu cariño,
    y el alma atormentada de aquel loco
    vuelve otra vez a ser alma de niño.

    Presiento el reventar de otra quimera,
    describe un semicírculo el poniente,
    y la esperanza de otra primavera
    promete al corazón otra simiente.

    Enflora la ilusión, el alma espiga.
    Agonizan la angustia y la fatiga.
    En las pupilas se detiene el llanto,

    y una voz interior me va diciendo,
    que aunque sigo tu imagen bendiciendo,
    estoy dejando de quererte tanto.








    La mujer imposible

    Bella como la noche y como ella insegura
    la mujer imposible llegó a mi corazón.
    Tenía en la mirada un poco de amargura
    y tal vez un poquito de menos ilusión.

    No dije una palabra. Respeté la ternura
    que sellaba sus labios a toda confesión.
    Una anillo de llanto suplía en su cintura
    la vanidad coqueta del fino cinturón.

    Su voz era la misma. Un poco más callada
    como si presintiera que estaba la alborada
    reuniendo silencios para poder nacer.

    No adelanté un reproche. No quise interrogarla
    y comprendí que el llanto que estaba por llamarla
    jamás a mi cariño la dejaría volver.









    Maternidad

    Un arrullo de sangre por las venas.
    Un cansancio de luz en las pupilas,
    un escozor de ala en las axilas
    y en la carne un preludio de azucenas.

    Un lento madurar de horas y penas,
    sordo río de noches intranquilas,
    y en el simple silencio en que te exilias,
    buscar los senos y encontrar colmenas.

    Sentir más cerca la razón del nido.
    Pulsar toda la espera en un latido,
    analizar la curva en las corolas,

    y escuchar que tu angustia se convierte
    en un llanto que triunfa de la muerte
    sobre un encendimiento de amapolas.








    Qué horrible es el olvido

    ¡Qué horrible es el olvido!
    Es mejor la nostalgia
    con su anillo de llanto
    ciñendo el corazón.
    Cuando hablamos de "ella"
    sin sentir que morimos,
    ya no vale la pena
    nuestra inútil canción.

    ¡Qué horrible es el olvido!
    Ver la mujer amada
    y no sentir que el alma
    se curva de dolor.
    Cuando cerca a su nombre
    ignoramos la espina,
    ya no vale la pena
    nuestra estéril canción.

    ¡Qué horrible es el olvido!
    Saber que la quisimos
    y que sigue en la sangre
    sin producir dolor.
    Cuando nos resignamos
    a vivir con su ausencia,
    es porque ha envejecido
    por dentro el corazón.

    Y entonces, ya la vida
    no vale una canción.








    Recuerdo

    Te recuerdo en el llanto y en la risa;
    en la estrella, en el verso y en la rosa;
    en al opulenta copa que rebosa
    y en el trozo de pan que se precisa.

    En la luz que gastó la mariposa
    para ser mariposa y no ser brisa;
    en la tranquilidad que se improvisa
    y en la diaria inquietud que nos acosa.

    En la noche que sube hasta la frente;
    en el cielo que alfombra cada fuente
    y en el cielo ensatado en la oración;

    en la angustia que rige cada paso;
    en el rojo cansancio del ocaso,
    y en el cansancio de mi corazón.







    Siempre tú

    Entre el mínimo incendio de la rosa
    y la máxima ausencia del lucero,
    se quedó tu recuerdo prisionero
    viviendo en cada ser y en cada cosa.

    Te recuerdo en la cita milagrosa
    que se dan la mañana y el jilguero,
    y en el aire, traslúcido tablero
    donde escribe en color la mariposa.

    Todo me habla de ti. Sobre la brisa
    persiste la nostalgia de tu risa
    como una dulce música remota.

    En los labios tu nombre me florece,
    y al saberte lejana, me parece
    que me bebo tu ausencia gota a gota.









    Simplemente

    Nos dijimos adiós.
    La tarde estaba
    llorando nuestra despedida.
    Nos dijimos adiós tan simplemente
    que pasó nuestra pena inadvertida.

    No hubo angustia en tus ojos
    ni en mis ojos.
    No hubo un gesto en tu boca
    ni en la mía.
    Y, no obstante, en el cruce de las manos
    calladamente te dejé la vida.

    Fuiste valiente con tu indiferencia
    y fui valiente con mi hipocresía,
    nos separamos como dos extraños
    cuando toda la sangre nos unía.

    Pero tuvo que ser
    y fue mi llanto,
    sin una escena ni una cobardía.
    Tú te fuiste pensando en el olvido
    y yo pensando en la melancolía.

    Hoy sólo resta de esa vieja tarde
    un recuerdo,
    una fecha
    y una rima.
    Así, sencillamente nos jugamos
    el corazón en una despedida...







    Simplicidad

    Es tan humano este dolor que siento.
    Esta raíz sin tallo florecido.
    Este recuerdo anclado al pensamiento
    y por toda la sangre repetido,

    que ya ni me fatiga el vencimiento
    ni me sangra el orgullo escarnecido,
    mi corazón se acostumbró al tormento
    de perder la mitad de su latido.

    Ya mi rencor no exige la venganza,
    aprendí a perdonar toda esperanza
    como un bello pecado original.

    Llevo en las manos tantas despedidas,
    y en lo que fue el amor tantas heridas,
    que me he tornado un hombre elemental.







    Tentación

    Para cantar tu pelo
    aprendí la leyenda
    del sol que siendo niño se extravió en un trigal.

    Para cantar tus ojos
    me enseñaron la historia
    de la primera mañana que se bañó en el mar.

    Para cantar tus labios
    aprendí el meridiano
    que pasa por el beso, la fresa y el panal.

    Para cantar tu risa
    subí con mi poema
    peldaño por peldaño la escala musical.

    Para cantar tus senos
    imaginé la forma
    de redondear dos veces la misma cantidad.

    Quise cantar al yunque
    donde forjas la vida
    y todos mis sentidos llegaron a cantar.

    Entonces me di cuenta
    de que el poema estaba
    en el límite exacto del pecado mortal.







    Tu partida

    Que te fuiste lo sé. La pesadumbre
    de tu ausencia enfermó todas las cosas:
    Ya el cielo no es azul sobre la cumbre
    ni el verso es verso, ni las rosas rosas.

    La lámpara votiva está sin lumbre
    para el martirio de las mariposas,
    y ya el reloj tiene la certidumbre
    de un rosario de noches silenciosas.

    Bien sé que tu partida sin regreso,
    encerró entre paréntesis un beso
    que ya ensayaba su primer pecado.

    No tienes que explicarme que te has ido,
    pues hasta un niño sabe cuando un nido
    quedó por el amor abandonado.







    Vámonos corazón

    Vámonos, corazón, hemos perdido,
    ya nunca espigarán tus ilusiones.
    Recoge tu esperanza y tus canciones
    y partamos en busca del olvido.

    Vámonos, corazón, ya tu latido
    sólo podrá contar renunciaciones.
    Guarda su nombre con tus oraciones
    y si debes sangrar, sangra escondido.

    Vámonos, corazón, tu fe no existe.
    Al fin y al cabo tu naciste triste
    y triste en cualquier puerto morirás.

    Vámonos, corazón, ya no la esperes.
    Bendice su recuerdo si así quieres,
    pero marchemos sin mirar atrás.







    Ya no más corazón

    Ya no más, corazón, te he permitido
    que la quieras sin tiempo y sin medida,
    que bordes tu esperanza inadvertida
    al ruedo juguetón de tu vestido.

    Ya no más, corazón. ¿No has comprendido
    que ella no quiere entrar en nuestra vida?
    Si eras tan débil en la despedida,
    corazón, no debiste haber querido.

    Te advertí, corazón, que era inasible,
    que no adoraras tanto un imposible
    para que no sufrieras su desdén.

    No me creíste, corazón cobarde,
    y hoy ya comprendes demasiado tarde
    que yo te lo decía por tu bien.



    _________________



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    Mensaje por Maria Lua Mar 22 Oct 2024, 19:10


    Reina María Rodriguez


    Poeta cubana nacida en La Habana en 1952.
    Licenciada en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de La Habana, es sin lugar a dudas
    una de las figuras más importantes de la poesía cubana actual.
    Trabajó como redactora de programas radiales y dirigió la sección de Literatura de la Asociación Hermanos Saíz.
    Ha publicado en revistas de América y Europa, y su obra ha sido traducida a varias lenguas.
    Ha sido galardonada con el premio de poesía "Julián del Casal" de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba
    en los años 1980 y 1993, con el premio "Revista Plural" de México en 1992, y con el premio "Casa de las Américas"
    en 1984 y 1998. Además, en 1999, recibió la "Orden de Artes y Letras de Francia".
    Su obra publicada la integran: Cuando una mujer no duerme en 1980, Para un cordero blanco en 1984, En la arena
    de Padua en 1991, Páramos en 1993, Travelling en 1995, La foto del invernadero en 1998, y Te daré de comer como
    a los pájaros…" en el año 2000.
    Dirige en La Habana el proyecto cultural Casa de Letras y es editora de la revista Azoteas







    a veces

    a veces él y ella jugaban al escondite en torno
    los parvos de heno y los setos de ciruela podados
    porque él entendía mucho de caballos y simientes
    y olía a fruta desde el belfo a los cascos,
    cuando sentado frente a ella con su abundante pelo amarillo
    que estaba siempre tan revuelto como la melaza
    y el agua de canela del tronco de aquel árbol de sus ojos
    -de la supervivencia- eran los ojos que invadía la muerte
    la sazón de la muerte con su espuma rojiza
    (no hay palabra alguna para sacrificar la muerte
    la muerte nunca está del lado de quien muere,
    no señala su secreto en el acto de matar).
    y ella entonces aportaba sus ojos que invadían la muerte
    por encima de la sombra que entraba en el cieno.
    yo tenía dieciséis años y lo veía venir
    -lo abracé, como pude.
    (debes olvidar toda argumentación, toda filosofía del desamparo)
    me doblaba y mordía la punta de los dedos
    tiznada de sagradas cenizas
    bajo el calor de un sol meridiano
    mi letra, su sílaba, simboliza el silencio después de la obsesión
    -ella piensa en la divinidad.
    no hacemos trampas.
    el tiempo asesino le arrebata mi cuerpo y también
    la abundancia del campo de la imaginación
    donde todo fue amenazado
    mientras la cosecha terminó de grabarse sobre el fango.






    al menos así lo veía a contraluz

    Para Fernando García

    he prendido sobre la foto una tachuela roja.
    -sobre la foto famosa y legendaria-
    el ectoplasma de lo que ha sido,
    lo que se ve en el papel es tan seguro
    como lo que se toca. la fotografía
    tiene algo que ver con la resurrección.
    -quizás ya estaba allí
    en lo real en el pasado
    con aquel que veo ahora en el retrato.
    los bizantinos decían que la imagen de Cristo
    en el sudario de Turín no estaba hecha
    por la mano del hombre.
    he deportado ese real hacia el pasado;
    he prendido sobre la foto una tachuela roja.
    a través de esa imagen (en la pared, en la foto)
    somos otra vez contemporáneos.
    la reserva del cuerpo en el aire de un rostro,
    esa anímula, tal como él mismo,
    aquel a quien veo ahora en el retrato
    algo moral, algo frío.

    era finales de siglo y no había escapatoria.
    la cúpula había caído, la utopía
    de una bóveda inmensa sujeta mi cabeza,
    había caído.
    el cristo negro de la Iglesia del Cristo
    -al menos, así lo veía a contra luz-
    reflejando su alma en pleno mediodía.
    podía aún fotografiar al Cristo aquel;
    tener esa resignación casual
    para recuperar la fe.
    también volver los ojos para mirar las hojas amarillas,
    el fantasma de árbol del Parque Central,
    su fuente seca.
    (y tú que me exiges todavía alguna fe).

    mi amigo era el hijo supuesto o real.
    traía los poemas en el bolsillo
    del pantalón escolar.
    siempre fue un muchacho poco común
    al que no pude amar
    porque tal vez, lo amé. la madre (su madre),
    fue su amante (mental?)
    y es a lo que más le temen.
    qué importa si alguna vez se conocieron
    en un plano más real.
    en la casa frente al malecón, tenía aquel
    viejo libro de Neruda dedicado por él.
    no conozco su letra, ni tampoco la certeza.
    no sé si algo pueda volver a ser real.
    su hijo era mi amigo,
    entre la curva azul y amarilla del mar.
    lo que se ve en el papel es tan seguro
    como lo que se toca. (aprieto la tachuela roja,
    el clic del disparador... lo que se ve no es
    la llama de la pólvora, sino el minúsculo relámpago
    de una foto).
    el hijo, (su hijo) vive en una casa amarilla
    frente al malecón -nadie lo sabe, él tampoco lo sabe-
    es poeta y carpintero.
    desde niño le ponían una boina
    para que nadie le robara la ilusión de ser,
    algún día, como él.
    algo en la cuenca del ojo, cierta irritación;
    algo en el silencio y en la voluntad
    se le parece, entre la curva azul
    y amarilla del mar.
    -dicen que aparecieron en la llanura
    y que no estaba hecha por la mano del hombre-
    quizás ya estaba allí, esperándonos.
    la verosimilitud de la existencia es lo que importa,
    pura arqueología de la foto, de la razón.
    y tú que me exiges todavía alguna fe).

    el Cristo negro de la Isla del Cristo sigue intocable,
    a pesar de la falsificación que han hecho
    de su carne en la restauración;
    la amante sigue intocable
    y asiste a los homenajes en los aniversarios;
    (su hijo), mi amigo, el poeta, el carpintero de Malecón,
    pisa con sus sandalias cuarteadas
    las calles de La Habana;
    los bares donde venden un ron barato a granel
    y vive en una casa amarilla
    entre la curva azul y oscurecida del mar.
    que importancia tiene haber vivido
    por más de quince años tan cerca del espíritu de aquel,
    de su rasgo más puro, de su ilusión genética,
    debajo de la sombra corrompida
    del árbol único del verano treinta años después?
    si él ha muerto, si él también va a morir?
    no me atrevo a poner la foto legendaria sobre la pared.
    un simple clic del disparador, una tachuela roja
    y los granos de plata que germinan
    (su inmortalidad)
    anuncian que la foto también ha sido atacada
    por la luz; que la foto también morirá
    por la humedad del mar, la duración;
    el contacto, la devoción, la obsesión
    fatal de repetir tantas veces que seríamos como él.
    en fin, por el miedo a la resurrección,
    porque a la resurrección toca también la muerte.

    sólo me queda saber que se fue, que se es
    la amante imaginaria de un hombre imaginario
    (laberíntico)
    la amiga real del poeta de Malecón,
    con el deseo insuficiente del ojo que captó
    su muerte literal, fotografiando cosas
    para ahuyentarlas del espíritu después;
    al encontrarse allí, en lo real en el pasado
    en lo que ha sido
    por haber sido hecha para ser como él;
    en la muerte real de un pasado imaginario
    -en la muerte imaginaria de un pasado real-
    donde no existe esta fábula, ni la importancia
    o la impotencia de esta fábula,
    sin el derecho a develarla
    (un poema nos da el derecho a ser ilegítimos en algo más
    que su trascendencia y su corruptibilidad).
    un simple clic del disparador
    y la historia regresa como una protesta de amor
    (Michelet)
    pero vacía y seca. como la fuente del Parque Central

    o el fantasma de hojas caídas que fuera su árbol protector.
    ha sido atrapada por la luz (la historia, la verdad)
    la que fue o quiso ser como él,
    la amistad del que será o no será jamás su hijo,
    la mujer que lo amó desde su casa abierta,
    anónima, en la página cerrada de Malecón;
    debajo de la sombra del clic del disparador
    abierto muchas veces
    en los ojos insistentes del muchacho
    cuya almendra oscurecida
    aprendió a mirar
    y a callar
    como elegido.
    (y tú me exiges todavía alguna fe?)







    anochece

    anochece sobre las tejas de Madrid
    pero en las manos traigo la humedad
    de las aguas del Báltico.
    todavía húmedas,
    frías,
    me han quemado con esos verdes que no maduran.
    es la travesía desde los ojos de los cisnes
    tras una fruta opaca. anochece
    y estoy tan cerca de tu cuerpo en una casa extraña
    contra los pies que en la madera quieren frotar
    una textura adormecida sobre un paisaje irreal
    (me han devuelto a la conciencia las palabras
    que no están donde sueño o donde miro
    busco un sueño donde están las sensaciones
    porque ya no hay nada que mirar)
    y busco algo que querer antes que la noche
    irrite mis párpados que sobre las aguas del Báltico
    han bebido toda su humedad. porque también anochece
    sin prisa sobre las tejas de Madrid y yo miro
    por la abertura oblicua de mi piel
    la tuya.







    cámara secreta

    dentro de un cofrecito de ébano
    junto a la cama mortuoria de Tutankamen yacen
    los fabulosos tesoros del joven rey en el Nilo.
    allí encontré una pieza dorada
    como una muñeca, o una antigua miniatura india.
    alguien me permitió abrir y quizás ver
    aquel secreto que soñaba
    (en cada sueño perdemos evidentemente
    una inocencia) soy otra vez Pigmalión
    siempre a la espera de cualquier milagro.
    si uno va todo el camino junto a las cosas,
    uno puede cubrir todo el camino de ficciones
    y ciertamente uno recibe su recompensa
    siempre completamente diferente
    a la esperada. si alguien,
    al menos durmiera sin estar muerto
    junto al cofre de un rey
    y recibiera un sueño como el mío,
    -la miniatura de cristal de Atlántida-
    entraríamos de una vez en la inocencia.

    12 de agosto 1995







    dos veces son el mínimo

    aquí media luz; afuera, la mañana.
    miro por la abertura de la media negra
    que hace un ángulo exacto con mi pie que está
    arriba. un mundo que me interesa
    aparece por la cicatriz: un deseo que me interesa
    rehusando la prudencia.
    los ruidos bajo el sol entrada la mañana.
    por la abertura en triángulo del muslo hasta el pie en tu boca
    hay un canal.
    la total ausencia de intención de este día,
    un día en que uno se expone y luego enferma.
    un día formando un gran arco entre el dedo que roza
    el labio y la media.
    dos veces son el mínimo de confianza
    para lograr la ilusión. yo, al amanecer,
    estaba junto a la ventana (era la única imagen
    en la que podría refugiarme) me acercaba para no llegar
    y estar convencida -nunca reafirmada-
    «como si, para mí, tú, la otra, te abrieras, o te rompieras,
    del modo más suave contra el alféizar».
    (las palabras siempre son de algún otro, se prestan
    para consolar a la sensación que también
    viene de allá afuera, incontrolable) otra cosa
    es lo que yo hago con ellas aquí adentro:
    las caliento escuchando bien un sonido que me revela la tonalidad
    de lo que expongo (una ilusión) de ser aquella
    que algo vio en el triángulo cuya cúspide es tu boca
    absorbiendo también de la sustancia.
    yo sólo me aproximaba a la ventana
    -escritora nómada- que mira con devoción
    en vez de coger a ciegas (la primera vez) sabe que
    dos veces son el mínimo de vida de ser.
    júrame que no saldremos del «territorio del poema» esta vez
    que si estrujo y pierdo en el cesto de los papeles
    este cuerpo
    no voy a renacer al espectáculo. estamos juntos
    en el diseño con tinta de un día que no es verdadero
    Porque osa comprimirse en la línea del encanto.
    -de la cintura hacia arriba está la carne, el día.
    de la mitad inferior del tronco (abajo) media negra hasta la noche, el fin.
    júrame que no saldremos de aquí
    una casa prestada con ventanas que miran hacia el mar de papel
    donde nos desnudamos, rodamos, prestamos, palabras para lavar
    y volver a teñir en el crepúsculo. era mi cuerpo ese
    promontorio que tú colocabas al derecho, al revés,
    sobre el piso de mármol?
    fue esa tumba siempre, los ojillos de los poros
    como gusanos olfateando mis pensamientos
    para nada?
    yo siempre quise ver lo que tú mirabas
    por la abertura del triángulo
    (ser los dos a la vez) algo doble en el mismo sitio
    de los cuerpos y en los pies, longitudes distintas
    «para aquel contacto de una suavidad maravillosa».

    dos veces son el mínimo de la vida de ser.
    yo, una vez más, ensayo la posibilidad de renacer
    (de la posteridad ya no me inquieta nada).







    edgar, las muchachas y la lluvia

    ha vuelto a ser noviembre
    y alrededor del ojo profunda otra rayita.
    empieza ya el invierno y a veces
    no sé dónde guardarme.
    tu madre ha sido loca
    y de remate amante de cosas imposibles.
    no aprendió a cocinar las hormigas
    les roban los objetos del cuarto
    aún le teme a las tataguas
    y al amor.

    faltan 20 años o 20 segundos
    para que termine el siglo mientras
    hacemos amuletos con formas de palomas
    que cuelgo en las ventanas contra los bombardeos
    20 años o 20 segundos
    para que termine este siglo y
    sólo te deseo que puedas siempre
    admirar las estrellas porque a veces
    temo que no podamos contemplar más las estrellas.

    tú vivirás en el 2000
    y verás árboles cosmódromos mariposas
    esa fauna y flora diferente que estamos creando
    y vivirás como todos los niños
    dentro de un hombre.

    pero acuéstate siempre como ahora
    entre destornilladores y latas vacías
    aunque te asalten las muchachas
    y la lluvia.







    el retrato de un hombre joven (Dresde) 1521

    sentado sobre un bloque de madera
    ante un fondo caliente, rojo
    está ebrio o está dormido
    mientras yo trazo un círculo en el punto
    de intersección con el eje central que constituye su ombligo
    -igual que para el pecho o la cadera estrecha-
    que traza también un eje con su pelvis y mi mano.
    tengo un modelo señor
    el tono claro de sus manos y la carta a punto de caer atrae mirada
    la luminosa claridad de la camisa, el rostro
    como una cúpula sobre la pirámide del tronco
    que, dentro de una estructura formada por diagonales
    me hace sentir su frialdad, las raras líneas
    que le conceden una presencia inmediata
    pero no es verdad. la cabeza que está modelada de adentro
    hacia afuera donde resalta el retrato de un joven en madera
    siguió en la galería de los Viejos Maestros.
    su composición es sencillamente clásica
    sólo el blanco luminoso hasta el negro de las botas
    llena este cuadro de vida. tenemos ante nosotros a un joven
    -que no es Durero- él ya se ha ido. y que consciente de sí mismo, yace
    (pluma y pincel sobre fondo verde blanqueado y lavado)

    6 de junio del 95







    ella volvía

    ella volvía de su estéril landa,
    bajaba las piedras antes de que aquella intensidad
    se convirtiera en sangre;
    y todo aquel amor se convertía en sangre
    bajaba por sus muslos (el camino que lleva al centro
    es un camino difícil) es el reto del paso
    de lo profundo a lo sagrado
    de lo efímero a lo eterno,
    porque esa intensidad se convertía en sangre
    por su necesidad de ser libada en febrero
    justo antes de la primavera
    -de color apergaminado también sus muslos,
    lo que llamaba a olvidar cualquier cosa
    para ser un cuerpo también, un camino.
    que uno atraviesa con las flores del vestido
    convertidas en piedras
    porque nada puede durar -ella lo sabía-
    si no está dotado por un sacrificio.
    la tierra está recientemente sembrada
    (era la tierra de sus ancestros)
    es el rito que se ejecuta cuando se construye un día
    el deseo primordial de representarlo,
    como si ese fuego y esas piedras
    repitieran ademanes antiguos
    y ella pagara con su flujo sobre la tierra estéril
    para ser fecundada.







    en pleno mediodía

    en pleno mediodía, las palomas
    reacias al sol han bajado por sombra
    y las parejas se abrazan tiradas en la hierba
    húmeda y reseca del verano.
    yo espero por ti que no eres nadie,
    que no eres alguno,
    bajo este mediodía cálido junto a la fuente
    y comprendo la necesidad del querer
    como los escalares
    uno encima debajo del otro
    en esta pecera sin fondo de la realidad.
    (el loco de ayer ha vuelto -son recurrentes
    los locos, los poetas-)
    yo, con la misma ansiedad
    también he vuelto a buscar mi sombra diurna
    todavía puedo quedarme aquí
    y no volver a otro sitio donde
    una vez arriba, otra abajo,
    intente derrumbarte contra la hierba
    húmeda y reseca del verano.







    he venido

    he venido a la Plaza de España sólo para ver
    a la anciana de negro que se agacha
    junto a la fuente
    y acurrucando su cuerpo
    contra el viento de abril en un gesto de actor que reduce
    toda la compasión en su rigidez.
    doblando
    levemente las rodillas antes de actuar
    antes de caer
    ha traído ese alpiste blanco de los pájaros
    que vuelven sucios
    morbosamente a mí. he venido a la
    Plaza de España sólo para recoger
    lo que sobra de un gesto.







    la diferencia

    yo que he visto la diferencia,
    en la sombra que aún proyectan los objetos en mis ojos
    -esa pasión de reconstruir la pérdida;
    el despilfarro de la sensación-
    del único país que no es lejano
    a donde vas. donde te quedas.
    sé que en la tablilla de terracota
    que data del reinado de algún rey,
    con caligrafía japonesa en forma de surcos
    están marcados tus días.
    los días son el lugar donde vivimos
    no hay otro espacio que la franja que traspasan
    tus ojos al crepúsculo.
    no podrás escoger otro lugar que
    el sirio de los días,
    su diferencia.
    Yen esa rajadura entre dos mundos
    renacer a una especie (más estética)
    donde podamos vivir otra conciencia de los días
    sin los despilfarros de cada conquista.







    la elegida

    en esta tierra de polvo verde el Taj Mahal
    es el guardián de la muerte
    el sepulcro de la bienamada fallecida de parto
    una mañana de invierno en el Agrá.
    la luminosidad de mármol atrae
    a los peregrinos que acuden en la estación de las lluvias
    cuando el resto de la tierra está seca
    y sólo queda no reflejo
    sobre las aguas (no sabemos hacia dónde movemos
    si la superficie de la realidad es líquida,
    o está sumergida; si la descifraremos de atrás hacia
    adelante, para que todavía podamos significar
    y en que sentido significaremos o esperar,
    sobre esta tierra de polvo verde que es la vida
    a que el clima haga el primer movimiento
    en aquel lugar, donde fallecida de parto
    una mañana de invierno en el Agrá
    hay una estatua, no la lucidez de un día;
    hay una sombra, una falsificación,
    que se parece a la verdad.







    la foto del invernadero

    fue la que siempre quisimos y faltó.
    el invernadero estaba junto al parque
    con sus cristales húmedos bajo el sol que entraba
    en la tarde, o en la mañana, a colorear sus plantas.
    yo me paseaba contigo de la mano -eras
    de estatura un poco más bajo que yo-
    y así alcanzaba a ver, desde esa altura,
    los tallos quebrados por mi madre
    que componía y podaba las macetas de bunganvillas.
    nunca entramos, éramos demasiado pequeños
    para invadir la zona de confianza de esos seres extraños
    que permanecían dentro. estábamos afuera.
    saltando con nuestra energía sin razón
    excluidos de la paciencia de las manos de mi madre
    pero es allí donde quisiera vivir...
    en el lugar inexacto de una foto que falta
    para que no imites otra vez, o intente imitar el ser que soy.
    el paisaje prohibido donde pondríamos el amor
    con exclusividad.
    el paisaje del deseo, que no se suponía o se reproducía a cada instante
    y que permaneció oculto para nosotros
    -la algarabía de ser niños no nos dejaba ver
    "todos andábamos a la caza de una flora insectívora".
    éramos suspicaces. ahora, acomodo en mi mente
    la mente del invernadero. su llama tibia
    en el centro de las imágenes haciéndonos creer que algo temblaba
    o que podría no ser alcanzable.
    esa incertidumbre del temblor donde cruje la madera
    y la realidad se distorsiona y parte en dos lenguajes.
    fue la que siempre quisimos y faltó.

    9 de marzo del 95







    la isla de wight

    yo era como aquella chica de la isla de Wight
    -el poema no estaba terminado
    era el centro del poema lo que nunca estaba terminado-
    ella había buscado
    desesperadamente
    ese indicio de la arboladura.
    había buscado...
    hasta no tener respuestas ni preguntas
    y ser lo mismo que cualquiera
    bajo esa indiferencia de la materia
    a su necesidad, el yo se agrieta.
    (un yo criminal y lúdico que la abraza
    a través de los pastos ocres y resecos del verano).
    ella había buscado "la infinitud azul del universo en el ser".
    -lo que dicen gira en torno a sus primeros años
    cuando el padre murió sin haber tenido demasiado
    conocimiento del poema-.
    sé que esa mentira que ha buscado
    obtiene algún sentido al derretirse
    en sus ojos oscuros, ha buscado el abrupto sentido del sentir
    que la rodea.
    (un poema es lo justo, lo exacto, lo irrepetible,
    dentro del caos que uno intenta ordenar y ser)
    y lo ha ordenado para que el poema no sea necesario.
    despojada del poema y de mí
    va buscando con su pasión de perseguir
    la dualidad. ha perdido, ha buscado.
    ha contrapuesto animales antagónicos que han venido a morir
    bajo mi aparente neutralidad de especie,
    un gato, un pez, un pájaro... sólo provocaciones.
    -te digo que los mires-
    para hallar otra cosa entre esa línea demoledora de las formas
    que chocan al sentir su resonancia.
    -también aquí se trata del paso del tiempo,
    de la travesía del mar por el poema-
    a donde ellos iban, los poemas no habían llegado todavía.
    yo era como aquella chica de la isla de Wight
    había buscado en lo advenedizo
    la fuga y la permanencia de lo fijo y me hallo
    dispuesta a compartir con ella a través de las tachaduras
    si el poema había existido alguna vez materialmente
    si había sido escrito ese papel
    para conservar el lugar de una espera.







    le couple (1931)

    un escultor francés de origen ruso,
    esculpió tu rostro en el yeso
    (escogió este instante y no otro; escogió este cuadro,
    o ninguno) el triángulo del mentón, el gesto
    que se inclina para ofrecer la boca
    el alcohol almacenado en las venas del cuello
    azules blancas ácidas
    el deseo, el ángulo de la clavícula alojo
    una fortificación (un puente) al beso.
    delante, hacia la izquierda de la sombra de mi rostro, vaga
    -el fondo siempre es negro-
    el relieve de tu belleza, la oquedad de mis ojos
    (yo observaba las sombras, luego descubrí que esas sombras
    poseían luz, o cierto resplandor que hería si no inclinaba
    los párpados para verte)
    quedamos eternamente allí, en la pareja de Ossip Zadkin
    un escultor francés de origen ruso
    que no nos conoció.







    los días

    los días afuera, con esa luz que
    baja hasta perder su definición
    y no saber si la luz sale de mí (adentro)
    me bebe hacia sus claros horizontes, o está pintada
    al borde del muro para continuar
    el enceguecimiento de su propia claridad.
    yo extraño, la canción que de mi boca recorría
    el tiempo inmenso En cada sílaba de su penetración.
    eso era ser joven. cuando aún, verde y tibia
    masticaba las ramitas de toronjil con indiferencia.
    lívida, hoy cruzo este discurso de los días
    que ya no pueden sorprenderme
    -con su arete pequeño de plata en el lóbulo izquierdo-
    bestia y muchacho, para recorrer el resultado feroz de los días
    su alucinación de oscurecer sin morir en la carrera
    hacia la perdición.
    un azoro en la nuca
    y ser el rostro efímero de cualquiera
    (de la mujer del disco, por ejemplo) que se raya
    al volver desde tus manos grandes.
    un rostro, que sobreimpuesto al mío,
    es un rostro encarnizado en morir bajo la misma luz
    donde ella y yo hemos permanecido
    en lo curvado
    en lo que se ha hecho grieta al roer de los días
    en lo que ya no te pertenece
    en lo que ya no es mi juventud
    y todo queda amenazado por la curva
    que la trajo y me regresa.







    posesión

    no confirmo haber regresado, o haber estado allí.
    mi viaje mental puede ser
    J la posesión de un recuerdo que ha insistido
    sobre mí. (siempre estuve en los ojos del gato
    y sé que él me miraba. reflejada,
    no he podido moverme de los ojos del gato).
    engaños son esos misterios del tiempo
    degradándome a una memoria comprendida.
    ahora sé que estoy aquí, frente a las luces
    del árbol. he comprobado la diferencia en los objetos
    y ellos pretenden también engañarme.
    en una reproducción de mi necesidad de estar anclada.
    en ti, en ellos.
    me encojo esta noche de lluvia,
    y no confirmo nada.
    me importa la fijeza, el bordado de esa pequeña rama
    en la hoja más verde.
    porque el mundo cabe en los ojos del gato,
    de un gato, de ese gato,
    que al olerme determina mi lugar.







    qué confusión

    qué confusión me invade cuando despierto
    y sé que estas cerca
    qué confusión me invade cuando despierto
    y no te puedo abrazar
    hasta fundirme sudorosa al caos de las cosas.
    el sonido de mi corazón (como patas de caballo)
    golpea mi sangre acelerada por el vino.
    qué confusión me invade
    y no te puedo abrazar
    -animal magnífico que inventé contra mi soledad
    y que desprecio por ser tan vulnerable-.
    reseca está la arena donde ni un escombro
    ha quedado,
    sólo patas de caballo que levantan su dolor
    con esfuerzo.







    un vidrio, en la ventana

    él hacía ventanas con fragmentos de vidrio
    recogidos del mar. (el color ámbar
    detrás del vidrio desdibuja mi rostro,
    su falsedad) sostener mi figura
    rehacerla y romper
    la miniatura de ser con la que conviví.
    no regresar a ella para huir lentamente
    en el límite de cada fragmento dispuesto
    entre tus manos
    como otro vidrio fundido en la ventana.







    zona de confianza

    te quiero cuando voy a desprenderme
    y la soledad me aplasta más que la gravedad
    contra el sonido constante del avión
    que a veces se hace irregular
    para que tiemble el abismo
    no el abismo del aire sino
    en su vertiginosa y profunda caída en el tiempo.
    porque las noches son lagunas
    en las que me asomo bocabajo
    en un espejo cóncavo
    en estos países donde los hombres
    son malos y buenos –como dicen los niños-
    y uno no sabe quién es
    porque en ninguno puede reconocerse.
    es un terror el mundo sin límite de mi cabeza
    sin un lugar exacto para descansar
    con los ojos cerrados
    la tranquilidad de su paisaje.
    te quiero para no pensar en la muerte
    y sólo sea ésta una sucesión en el espacio
    las pequeñas fugas de la luz.
    para no creer en la soledad de la tierra
    como una nave oscura vagando por lugares desiertos
    porque si uno piensa en la muerte
    es porque cree en el olvido
    y nunca voy a saber quién soy
    si dejo la eternidad de los espejos
    te quiero para romper las ruinas circulares
    de los días extraños y sentir
    que tus ojos están en todas partes
    esperándome esperándome
    porque uno se inventa unos ojos y apareces:
    yo he visto tus ojos en las hormigas
    en una gota de lluvia y en el silencio
    tus ojos y mis ojos son una coordenada
    del triángulo de la muerte
    delatan la oscuridad
    el pozo negro donde caigo
    en una trampa de musgo
    y no puede ser casual esta corrupción de la mirada.
    te quiero porque fuera de aquí
    la existencia no tiene misterios
    y lo inesperado está sólo en lo poseído.


    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 9 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Miér 23 Oct 2024, 13:07

    Ricardo Peña



    Poeta y ensayista peruano nacido en 1896.
    Reconocido como uno de los iniciadores de la era modernista de la literatura peruana, contribuyó
    con su obra al enriquecimiento de la poesía y a la fundamentación de las nuevas inclinaciones culturales.
    De su obra merecen destacarse: «Floración» 1924, «Eclipse de una tarde gongorina y burla de Don Luis de Góngora»
    en 1932, «Discurso de los amantes que vuelven» 1934, «Romancero de las sierras» 1938 y «Cántico Lineal» 1943.
    Falleció en 1949.





    Adónde

    Adónde, qué las flores de tu cuerpo
    el perfume que escancian y que recoge el alba?
    Adónde tu sonrisa que va de labio en labio?

    Como una luna muerta se abre tu mirada.
    Y son tus manos, tímidas como dos golondrinas
    que giran perdiéndose en el aire.






    Albor de cielo y mar....

    Albor de cielo y mar.

    En la campiña
    el mar -lebrel de espuma-
    se enroscaba en mi pecho
    salpicando de angustia
    mis cabellos.
    Las algas transparentes
    bajo el agua arrastraban
    sus músicas vivientes.
    Oh, campo azul lunar

    Mis sueños, qué delirio!
    Velados por la niebla estelar?

    Oh, míos, míos míos.








    Aquella flor de luz inmarcesible...

    Aquella flor de luz inmarcesible
    recogida en su vuelo de armonía.

    Sobre campo de nieve oscurecida
    la sangre oculta de su rostro en llamas.

    En la cumbre más alta, donde el aire
    se prende y se entrega en cada rama.

    Más pura que el azar y la agonía
    de las absurdas noches que nos llaman.







    Bebíamos el mar...

    Bebíamos el mar
    -licor ansiado
    que el aire derramaba
    por sus contornos claros
    La tierra parecía un niño enamorado.

    Se quemaba la luna en un bosque de olvido.

    En un árbol
    la naranja, ah, tan alta,
    de una estrella nevada.







    Blanca

    Blanca, blanca, blanca la melodía
    ardiendo de sus hojas.
    Nació la tierra enferma.
    Nació la luna con la sal del sueño.
    Llovió el asombro de mis ojos.
    Con el dolor la vida se filtraba.
    Enloquccida ya entre mis manos.
    Sola, sola, tán sólo sola.







    Corría el aire puro...

    Corría el aire puro
    por mis cabellos negros.

    Mi sueño blaríco era
    un pétalo finísimo.

    Un ópalo que el aire
    besaba con delicia.

    Qué bien que olían campo
    el mar, la leve brisa.







    En el jardín del cielo está tu nombre...

    En el jardín del cielo está tu nombre
    como el malva de luz de la mañana.
    En el jardín del cielo, un ángel niño
    jugando está con tu sonrisa, hermana.

    Déjame que te llame, que me asombre
    de verte aquí con tu delirio grana.
    Blanco, como la luna de tu nombre
    como el marfil de luz de la mañana.

    Oh dulce niña, que del cielo vienes
    a escrutar el dolor de tus hermanos,
    y te deshojas en rosal y nieves,
    en manantial de música divina.
    Celeste coro de ángeles enanos
    en torno de tu alma matutina.






    En malva azul tendida niña...

    En malva azul tendida niña,
    geranio de ojos de gacela
    sobre el cristal de la campiña.

    La pierna corre por la arena
    lebrel de espuma que despide
    la nalga limpia azul morena.

    Es negro el pelo que la encinta
    desde la nuca hasta el ombligo
    azul morena y verde en pinta.

    Fulgor de aristas y querubes.
    Jugando a solas con el sexo
    se van sus ojos por las nubes.







    Es un cristal tu cuerpo y su hermosura...

    Es un cristal tu cuerpo y su hermosura,
    en soledad mi alma la enamora.
    Cuando más fría está, vibra más pura,
    que si la toca el aire se evapora.

    Herida en su tristeza el alma vuela
    buscando la apariencia de otra fuente.
    El silbo de la luz, la luz que anhela
    para la oscura noche en que se miente.

    Mas torna a tu presencia, mira el oro
    que en sándalo transforma tus cabellos;
    la gracia de arpa de tu fino lloro,

    la púrpura amorosa que se vierte.
    Y disuélvese mi alma en mil destellos
    sobre la noche de tu dulce muerte.







    La piel azul de tu sonrisa, el fuego...

    La piel azul de tu sonrisa, el fuego
    de cada estrella, de cada flor dorada.

    Emerge el canto de tu cabellera.
    Emerge el sueño y la voz perdida.

    Pienso que todo lo que tú trajiste
    no ha muerto todavía.

    Está en la flor del aire. Está en la flor
    del fuego.

    Golfo de luz apenas perceptible.
    Arca de sal apenas entreabierta.

    Mas, cómo habría de morir
    lo que nevó tu sombra,
    lo que calló la angustia de tu Muerte?






    Las flores de la noche se entreabren...

    Las flores de la noche se entreabren
    con sólo aproximarse tu hermosura.
    Qué olor a jazmines en tu pecho.
    Que de manos abiertas en el aire.

    Como tú los despiertas van mis ojos
    perfilando montañas, ríos, valles.

    Quisiera ser el aire que destruye
    tu cabel!era ardiente frente al alba.
    El sueño de una noche, un copo de alas,
    la transparente música del agua.

    Quisiera ser aquello que acaricia
    un instante no más tu carne pálida.







    Máscara-niña, que se anima cuando...

    Máscara-niña, que se anima cuando
    la luz despierta la montaña.

    No has muerto todavía.

    Brillan tus ojos, tu cadáver arde.
    Tu cabellera -espada que traspasa el aire.

    No has muerto todavía.

    Brillan tus ojos, tu cadáver arde.
    Traspasan mi cerebro, fuego, grito, aire.







    No sé qué dulzura vierte...

    No sé qué dulzura vierte
    tu soledad. Hay un eco
    de rosas que nunca tuve
    junto al rumor de tu pecho.

    Es como el canto de un pájaro
    que se recoge y en su vuelo
    va despertando en el aire
    lirios, cristales, luceros.

    Sigo escuchando en tu pecho
    no sé qué voz. Hoy el viento
    es como un ángel que pasa
    Con los labios entreabiertos.







    Oh, blanca flor intacta...

    Oh, blanca flor intacta.

    Abierta y ya cerrada, Trasplantada
    tan sólo por mi sueño.

    Cómo, cuando alcanzarte?
    Adónde enamorarte?

    Qué puedes tú desear
    hoy que vives el gozo de aquel cielo lejano?

    Hoy que encierras las nieves invisibles
    de tus canciones altas?






    Qué sombra invisible es esa...

    ¿Qué sombra invisible es esa
    donde tu rostro aparece,
    abierta flor que en el aire
    inmóvil está y se mueve?

    ¿Qué nuevo arroyo de sangre
    abre sus márgenes breves,
    donde tu pie, lirio grande,
    hunde sus alas de nieve?

    ¿Dónde tu imagen se pierde
    -niebla dispersa en mi frente-
    y las venas de tus pechos
    son más augustas que mieles?

    Dónde tú y yo, sal de besos,
    sorbemos la misma suerte:
    tú, cual la sombra que nace,
    yo, aquel arroyo que muere.







    Sueño morir cada hora...

    Sueño morir cada hora
    frente al rumor de su frente.
    Sueño que muere en mis labios
    la luz de aquello que siente.

    Mil lenguas cubren de oro
    la soledad de su cuerpo.
    Niños con alas de nieve
    cubren su pecho por dentro.

    Ángeles malvas recogen
    su cabellera en mis labios.
    Mi cuerpo, el suyo, asombrados
    cual hilos de oro de un cántico.

    Mi cuerpo, el suyo, enlazados
    cual vivos troncos en llamas
    que un viento azul agitaran,
    caliente en mieles y nardos.







    Tan sólo sonreíase...

    Tan sólo sonreíase
    cuando yo la miraba.
    No me miraba nunca,
    sólo yo la miraba.

    Andaba lentamente
    por las nacientes albas.
    No me besaba nunca.
    Sólo yo la besaba.

    Hundíase en los bancos
    de las nocturnas aguas.
    No me inculpaba nunca.
    Sólo yo la inculpaba.







    Tu rostro, el mío ya desvanecidos...

    Tu rostro, el mío ya desvanecidos.
    Tu rostro, en mí ya entremezclados.
    Tu rostro en cada hora, rostro
    en cada olvido.

    La perdición del cielo.

    Aquella voz tan leve
    donde la pena su sonrisa abre,
    y es aquí el dolor lo único cierto.

    De la isla del fuego pasaba a la del cielo.
    De la isla del fuego a la del cielo,
    sólo había una lágrima.

    A la montaña pálida.
    A la luna de agua.







    Tu soledad y la mía no viven hoy en el mundo...

    Tu soledad y la mía no viven hoy en el mundo
    de insospechadas flores, de recónditos cielos?
    Tu cuerpo sombra de agua,
    no alienta un mundo nuevo?
    Tu alto pecho helado, tu cuerpo, abierta planta
    de animales nocturnos,
    cual resplandor de humo,
    cual corazón del alba y que descubre un pecho
    dulcísimo de mi sombra?

    Se acentúa el silencio y la angustia declina.

    Una estela de cánticos se eleva y expresa
    cómo es de leve y pálida tu alma matutina.







    Yo soy el fuego oscuro que penetra...

    Yo soy el fuego oscuro que penetra
    tu bosque de alas y esmaltados peces.
    Yo soy la clara sombra proyectada
    sobre tu sombra de silencio y muerte.

    Soy la tierra que abraza tus rodillas,
    la exaltación de tu garganta en llamas.

    Oigo cantar, por dentro, el agua de oro
    que corre entre los árboles; los pétalos
    del aire en la espesura; el murmullo
    de hogueras en un mar, raudo de miedos.
    Oigo cantar las flores, y mis labios
    respiran el perfume de sus alas,
    enlazadas al silbo de tu muerte.






    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 9 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 9 Empty Re: POETAS LATINOAMERICANOS

    Mensaje por Maria Lua Jue 24 Oct 2024, 17:13



    Carlos Pellicer





    Poeta y museólogo mexicano nacido en Tabasco en 1899.
    Viajero apasionado y poeta de recintos cerrados, fue cantor de los grandes ríos, de la selva y el sol.
    Ocupó varios cargos importantes en diferentes museos, fue profesor de literatura e historia y miembro
    de la Academia Mexicana de la Lengua.
    Ocupó además la presidencia del Consejo Latinoamericano de escritores con sede en Roma.
    La mejor definición del poeta la da Octavio Paz: "Gran poeta, Pellicer nos enseñó a mirar el mundo con otros ojos
    y al hacerlo modificó la poesía mexicana. Su obra, toda una poesía con su pluralidad de géneros, se resuelve
    en una luminosa metáfora, en una interminable alabanza del mundo: Pellicer es el mismo de principio a fin".
    «Piedra de sacrificios» en 1924, «Hora de junio» en 1937, «Exágonos» en 1941, «Subordinaciones» en 1948
    y «Con palabras y fuego» en 1963, hacen parte de su extensa obra poética.
    Falleció en 1977.





    Al dejar un alma

    Agua crepuscular, agua sedienta,
    se te van como sílabas los pájaros tardíos.
    Meciéndose en los álamos el viento te descuentan
    la dicha de tus ojos bebiéndose en los míos.

    Alié mi pensamiento a tus goces sombríos
    y gusté la dulzura de tus palabras lentas.
    Tú alargaste crepúsculos en mis manos sedientas:
    yo devoré en el pan tus trágicos estíos.

    Mis manos quedarán húmedas de tu seno.
    De mis obstinaciones te quedará el veneno,
    flotante flor de angustia que bautizó el destino.

    De nuestros dos silencios ha de brotar un día
    el agua luminosa que dé un azul divino
    al fondo de cipreses de tu alma y de la mía.







    Amor sin nombre

    Amor sin nombre, ámbito destino
    de ser y de no estar. Tu pronto asedio
    sostiene mi dolor y anula el tedio
    de copa exhausta o apretado vino.

    En un alto silencio, un aquilino
    palmo azul de silencio, vivo. En medio
    de la infausta paciencia de tu asedio
    abro las jaulas y desbordo el trino.

    Por ti cuelgo coronas en los muros;
    por ti soy más fugaz y en los maduros
    soñares aligero tus canciones.

    Y te llevo en mi ser y has recogido
    la actitud que en Florencias o Bizancios
    consagra sus palomas al olvido.







    Canto destruido

    ¿En qué rayo de luz, amor ausente
    tu ausencia se posó? Toda en mis ojos
    brilla la desnudez de tu presencia.
    Dúos de soledad dicen mis manos
    llenas de ácidos fríos
    y desgarrados horizontes.

    Veo el otoño lleno de esperanza
    como una atardecida primavera
    en que una sola estrella
    vive el cielo ambulante de la tarde.

    Te amo, amor, y nada estoy diciendo
    para llamarte. Siento
    que me duelen los ojos de no llorar. Y veo
    que tu ausencia me encuentra
    como el cielo encendido
    y una alegría triste de no usarla
    como esos días en que nada ocurre
    y está toda la casa
    inútilmente iluminada.

    En la destruida alcoba de tu ausencia
    pisoteados crepúsculos reviven
    sus harapos, morados de recuerdos.
    En el alojamiento de tu ausencia
    todo lo ocupo yo, clavando clavos
    en las cuatro paredes de la ausencia.

    Y este mundo cerrado
    que se abre al interior de un bosque antiguo,
    ve marchitarse el tiempo,
    despolvorearse la luz, y mira a todos lados
    sin encontrar el punto de partida.

    Aunque vengas mañana
    en tu ausencia de hoy perdí algún reino.

    Tu cuerpo es el país de las caricias,
    en donde yo, viajero desolado
    -todo el itinerario de mis besos-
    paso el otoño para no morirme,
    sin conocer el valor de tu ausencia
    como un diamante oculto en lo más triste.







    Discurso por las flores

    A Joaquín Romero

    Entre todas las flores, señoras y señores,
    es el lirio morado la que mas me alucina.
    Andando una mañana solo por Palestina,
    algo de mi conciencia con morados colores
    tomó forma de flor y careció de espinas.

    El aire con un pétalo tocaba las colinas
    que inaugura la piedra de los alrededores.

    Ser flor es ser un poco de colores con brisa.
    Sueño de cada flor la mañana revisa
    con los dedos mojados y los pómulos duros
    de ponerse en la cara la humedad de tos muros,

    El reino vegetal es un país lejano
    aun cuando nosotros creámoslo a la mano.
    Difícil es llegar a esbeltas latitudes;
    mejor que doña Brújula, los jóvenes laúdes.
    Las palabras con ritmo —camino del poema—
    se adhieren a la intacta sospecha de una yema.
    Algo en mi sangre viaja con voz de clorofila.
    Cuando a un árbol le doy la rama de mi mano
    siento la conexión y lo que se destila
    en el alma cuando alguien está junto a un hermano.
    Hace poco, en Tabasco, la gran ceiba de Atasta
    me entregó cinco rumbos de su existencia. Izó
    las más altas banderas que en su memoria vasta
    el viento de los siglos inútilmente ajó.

    Estar árbol a veces, es quedarse mirando
    (sin dejar de crecer) el agua humanidad
    y llenarse de pájaros para poder, cantando,
    reflejar en las ondas quietud y soledad.

    Ser flor es ser un poco de colores con brisa;
    la vida de una flor cabe en una sonrisa.
    Las orquídeas penumbras mueren de una mirada
    mal puesta de los hombres que no saben ver nada.
    En los nidos de orquídeas la noche pone un huevo
    y al otro día nace color de color nuevo.
    La orquídea es una flor de origen submarino.
    Una vez a unos hongos, allá por Tepoztlán,
    los hallé recordando la historia y el destino
    de esas flores que anidan tan distantes del mar.

    Cuando el nopal florece hay un ligero aumento
    de luz. Por fuerza hidráulica el nopal multiplica
    su imagen. Y entre espinas con que se da tormento,
    momento colibrí a la flor califica.

    El pueblo mexicano tiene dos obsesiones:
    el gusto por la muerte y el amor a las flores.
    Antes de que nosotros "habláramos castilla"
    hubo un día del mes consagrado a la muerte;
    había extraña guerra que llamaron florida
    y en sangre los altares chorreaban buena suerte.

    También el calendario registra un día flor.
    Día Xóchitl, Xochipilli se desnudó al amor
    de las flores. Sus piernas, sus hombros, sus rodillas
    tienen flores. Sus dedos en hueco, tienen flores
    frescas a cada hora. En su máscara brilla
    la sonrisa profunda de todos los amores.

    (Por las calles aún vemos cargadas de alcatraces
    a esas jóvenes indias en que Diego Rivera
    halló a través de siglos los eternos enlaces
    de un pueblo en pie que siembra la misma primavera).

    A sangre y flor el pueblo mexicano ha vivido.
    Vive de sangre y flor su recuerdo y su olvido.
    (Cuando estas cosas digo mi corazón se ahonda
    en mi lecho de piedra de agua clara y redonda).

    Si está herido de rosas un jardín, los gorriones
    le romperán con vidrio sonoros corazones
    de gorriones de vidrio, y el rosal más herido
    deshojará una rosa allá por los rincones,
    donde los nomeolvides en silencio han sufrido.

    Nada nos hiere tanto como hallar una flor
    sepultada en las páginas de un libro. La lectura
    calla; y en nuestros ojos, lo triste del amor
    humedece la flor de una antigua ternura.

    (Como ustedes han visto, señoras y señores,
    hay tristeza también en esto de las flores).

    Claro que en el clarísimo jardín de abril y mayo
    todo se ve de frente y nada de soslayo.
    Es uno tan jardín entonces que la tierra
    mueve gozosamente la negrura que encierra,
    y el alma vegetal que hay en la vida humana
    crea el cielo y las nubes que inventan la mañana.

    Estos mayos y abriles se alargan hasta octubre.
    Todo el Valle de México de colores se cubre
    y hay en su poesía de otoñal primavera
    un largo sentimiento de esperanza que espera.
    Siempre por esos días salgo al campo. (Yo siempre
    salgo al campo). La lluvia y el hombre como siempre
    hacen temblar el campo. Ese último jardín,
    en el valle de octubre, tiene un profundo fin.

    Yo quisiera decirle otra frase a la orquídea;
    esa frase sería una frase lapídea;
    mas tengo ya las manos tan silvestres que en vano
    saldrían las palabras perfectas de mi mano.

    Que la última flor de esta prosa con flores
    séala un pensamiento. (De pensar lo que siento
    al sentir lo que piensan las flores, los colores
    de la cara poética los desvanece el viento
    que oculta en jacarandas las palabras mejores).

    Quiero que nadie sepa que estoy enamorado.
    De esto entienden y escuchan solamente las flores.
    A decir me acompañe cualquier lirio morado:
    señoras y señores, aquí hemos terminado.







    En el silencio de la casa, tú...

    En el silencio de la casa, tú,
    y en mi voz la presencia de tu nombre
    besado entre la nube de la ausencia
    manzana aérea de las soledades.

    Todo a puertas cerradas, la quietud
    de esperarte es vanguardia de heroísmo,
    vigilando el ejército de abrazos
    y el gran plan de la dicha.

    Yo no sé caminar sino hacia ti,
    por el camino suave de mirarte
    poner mis labios junto a mis preguntas
    -sencilla, eterna flor de preguntarte-
    y escucharte así en mí ¡y a sangre y fuego
    rechazar, luminoso, las penumbras...!

    Manzana aérea de las soledades,
    bocado silencioso de la ausencia,
    palabra en viaje, ropa del invierno
    que hará la desnudez de las praderas.

    Tú en el silencio de la casa. Yo
    en tus labios de ausencia, aquí tan cerca
    que entre los dos la ronda de palabras
    se funde en la mejor que da el poema.







    En una de esas tardes...

    En una de esas tardes
    sin más pintura que la de mis ojos,
    te desnudé
    y el viaje de mis manos y mis labios
    llenó todo tu cuerpo de rocío.

    Aquel mundo amanecido por la tarde,
    con tantos episodios sin historias,
    fue silenciosamente abanderado
    y seguido por pueblos de ansiedades.

    Entre tu ombligo y sus alrededores
    sonreían los ojos de mis labios
    y tu cadera,
    esfera en dos mitades,
    alegró los momentos de agonía
    en que mi vida huyó para tu vida.

    Estamos tan presentes,
    que el pasado no cuenta sin ser visto.
    No somos lo escondido;
    en el torrente de la vida estamos.

    Tu cuerpo es lo desnudo que hay en mí
    toda el agua que va rumbo a tus cántaros.
    Tu nombre, tu alegría…
    Nadie lo sabe;
    ni tú misma a solas.







    Esta barca sin remos es la mía...

    Esta barca sin remos es la mía.
    Al viento, al viento, al viento solamente
    le ha entregado su rumbo, su indolente
    desolación de estéril lejanía.

    Todo ha perdido ya su jerarquía.
    Estoy lleno de nada y bajo el puente
    tan sólo el lodazal, la malviviente
    ruina del agua y de su platería.

    Todos se van o vienen. Yo me quedo
    a lo que dé el perder valor y miedo.
    ¡Al viento, al viento, a lo que el viento quiera!

    Un mar sin honra y sin piratería,
    excelsitudes de un azul cualquiera
    y esta barca sin remos que es la mía.






    Grupos de palomas

    A la Sra. Lupe Medina de Ortega

    1
    Los grupos de palomas,
    notas, claves, silencios, alteraciones,
    modifican el ritmo de la loma.
    La que se sabe tornasol afina
    las ruedas luminosas de su cuello
    con mirar hacia atrás a su vecina.
    Le da al sol la mirada
    y escurre en una sola pincelada
    plan de vuelos a nubes campesinas.

    2
    La gris es una joven extranjera
    cuyas ropas de viaje
    dan aire de sorpresas al paisaje
    sin compradoras y sin primaveras.

    3
    Hay una casi negra
    que bebe astillas de agua en una piedra.
    Después se pule el pico,
    mira sus uñas, ve las de las otras,
    abre un ala y la cierra, tira un brinco
    y se para debajo de las rosas.
    El fotógrafo dice:
    para el jueves, señora.
    Un palomo amontona sus erres cabeceadas,
    y ella busca alfileres
    en el suelo que brilla por nada.
    Los grupos de palomas
    -notas, claves, silencios, alteraciones-
    modifican lugares de la loma.

    4
    La inevitablemente blanca
    sabe su perfección. Bebe en la fuente
    y se bebe a sí misma y se adelgaza
    cual un poco de brisa en una lente
    que recoge el paisaje.
    Es una simpleza
    cerca del agua. Inclina la cabeza
    con tal dulzura,
    que la escritura desfallece
    en una serie de sílabas maduras.

    5
    Corre un automóvil y las palomas vuelan.
    En la aritmética del vuelo,
    los «ochos» árabes desdóblanse
    y la suma es impar. Se mueve el cielo
    y la casa se vuelve redonda.
    Un viraje profundo.
    Regresan las palomas.
    notas. claves. Silencios. Alteraciones.
    El lápiz se descubre; se inclinan las lomas
    y por 20 centavos se cantan las canciones.







    Horas de junio

    Vuelvo a ti, soledad, agua vacía,
    agua de mis imágenes, tan muerta,
    nube de mis palabras, tan desierta,
    noche de la indecible poesía.

    Por ti la misma sangre -tuya y mía-
    corre el alma de nadie siempre abierta.
    Por ti la angustia es sombra de la puerta
    que no se abre de noche ni de día.

    Sigo la infancia en tu prisión, y el juego
    que alterna muertes y resurrecciones
    de una imagen a otra vive ciego.

    Claman el viento, el sol y el mar del viaje.
    Yo devoro mis propios corazones
    y juego con los ojos del paisaje.

    Junio me dio la voz, la silenciosa
    música de callar un sentimiento.
    Junio se lleva ahora como el viento
    y el alma inútilmente fue gozosa.

    Al año de morir todos los días
    los frutos de mi voz dijeron tanto
    y tan calladamente, que unos días

    vivieron a la sombra de aquel canto.
    (Aquí la voz se quiebra y el espanto
    de tanta soledad llena los días.)

    Hoy hace un año, Junio, que nos viste,
    desconocidos, juntos, un instante.
    Llévame a ese momento de diamante
    que tú en un año has vuelto perla triste.

    Álzame hasta la nube que ya existe,
    líbrame de las nubes, adelante.
    Haz que la nube sea el buen instante
    que hoy cumple un año, Junio, que me diste.

    Yo pasaré la noche junto al cielo
    para escoger la nube, la primera
    nube que salga del sueño, del cielo,

    del mar, del pensamiento, de la hora,
    de la única hora que me espera
    ¡Nube de mis palabras, protectora!







    Hoy que has vuelto, los dos hemos callado...

    Hoy que has vuelto, los dos hemos callado,
    y sólo nuestros viejos pensamientos
    alumbraron la dulce oscuridad
    de estar juntos y no decirse nada.

    Sólo las manos se estrecharon tanto
    como rompiendo el hierro de la ausencia.
    ¡Si una nube eclipsara nuestras vidas!

    Deja en mi corazón las voces nuevas,
    el asalto clarísimo, presente,
    de tu persona sobre los paisajes
    que hay en mí para el aire de tu vida.







    La primera tristeza ha llegado. Tus ojos...

    La primera tristeza ha llegado. Tus ojos
    fueron indiferentes a los míos. Tus manos
    no estrecharon mis manos.
    Yo te besé y tu rostro era la piedra seca
    de las alturas vírgenes. Tus labios encerraron
    en su prisión inútil mi primera amargura.
    En vano tu cabeza puse en mi hombro y en vano
    besé tus ojos. Eras el oasis cruel
    que envenenó sus aguas y enloqueció a la sed.
    Y se fue levantando del horizonte una
    nube. Su tez morena voló a color. De nuevo
    fue oscureciendo el tono de los días de antes.
    yo abandoné tu rostro y mis manos
    ausentaron las tuyas. Mi voz se hizo silencio.
    Era el silencio horrible de los frutos podridos.
    Oí que en mi garganta tropezó la derrota
    con las piedras fatales.
    Yo me cubrí los ojos
    para no ver las lágrimas que huían hacia mí.
    Luego tú me besaste, dijiste algo. Yo oía
    llorar mis propias lágrimas en el primer silencio
    de la primera tristeza. El alma de ese día
    llegó de lejos -tu alma- y se quedó en mi pecho.







    Mi voluntad de ser no tiene cielo...

    Mi voluntad de ser no tiene cielo;
    sólo mira hacia abajo y sin mirada.
    ¿Luz de la tarde o de la madrugada?
    Mi voluntad de ser no tiene cielo.

    Ni la penumbra de un hermoso duelo
    ennoblece mi carne afortunada.
    Vida de estatua, muerte inhabitada
    sin la jardinería de un anhelo.

    Un dormir sin soñar calla y sombrea
    el prodigioso imperio de mis ojos
    reducido a los grises de una aldea.

    Sin la ausencia presente de un pañuelo
    se van los días en pobres manojos.
    Mi voluntad de ser no tiene cielo.







    Noche en el agua

    A Francisco Serrano Méndez

    Noche en el agua.
    Yo te lo dije,
    noche en el agua.

    Cuatro luceros
    clavan el aire,
    cuatro luceros.
    Por cuatro cielos
    la noche vale.

    Tiempo y alhaja
    se lleva el río,
    noche en el agua.

    Noche que lleva su enorme cielo;
    por lo que tiembla sobre sus senos
    brilla en el río
    con la caída de algún lucero.

    Cayó un lucero.
    Toda la noche puse los codos
    en barandales iluminados.

    Cundió la brisa sus nomeolvides
    y el dulce vaho
    cimbrea el aire que el viento roba
    como sustrae
    los colibríes sin una mano.

    Noche que sacas
    las cuentas claras de tus estrellas
    en los papeles que el río cala.
    Por los sauzales
    pasó la onda que sabe cifras
    y se equivoca con las estrellas que surgen tarde.

    Con qué mirada
    busco a la noche que se me pierde
    tras la cosecha
    de las estrellas
    y a espaldas negras brilla ocultada.

    Noche en la orilla de mi presencia
    que me diluyes en liquidámbar.

    Tiempo que suelta
    y luego enlaza.

    El aire brilla tiempo y alhaja.

    A los rincones de las luciérnagas
    la noche baja.

    Y hay una mano de rayos X
    que entra en mis ojos y se los lleva
    para ocultarles otra mirada.
    Noche en el agua.

    Yo te lo dije:
    Noche en el agua.







    ¿Qué harás?

    ¿Qué harás? ¿En que momento
    tus ojos pensarán en mis caricias?
    ¿Y frente a cuales cosas, de repente,
    dejarás, en silencio, una sonrisa?
    Y si en la calle
    hallas mi boca triste en otra gente,
    ¿la seguirás?
    ¿Que harás si en los comercios --semejanzas--
    algo de mi encuentras?
    ¿Qué harás?
    ¿Y si en el campo un grupo de palmeras
    o un grupo de palomas o uno de figuras
    vieras?
    (Las estrofas brillan en sus aventuras
    de desnudas imágenes primeras.)

    ¿Y si al pasa frente a la casa abierta,
    alguien adentro grita: ¡Carlos!?
    ¿Habrá en tu corazón el buen latido?
    ¿Cómo será el acento de tu paso?

    Tu carta trae el perfume predilecto.
    Yo la beso y la aspiro.
    En el rápido drama de un suspiro
    la alcoba se encamina hacia otro aspecto.
    ¿Qué harás?
    Los versos tienen ya los ojos fijos.
    La actitud se prolonga. De las manos
    caen papel y lápiz. Infinito
    es el recuerdo. Se oyen en el campo
    las cosas de la noche. --Una vez
    te hallé en el tranvía y no me viste.
    --Atravesando un bosque ambos lloramos.
    --Hay dos sitios malditos en la ciudad. ¿Me diste
    tu dirección la noche del infierno?
    --...Y yo creí morirme mirándote llorar.
    Yo soy...
    Y me sacude el viento.
    ¿Qué harás?







    Que se cierre esa puerta...

    Que se cierre esa puerta
    que no me deja estar a solas con tus besos.
    Que se cierre esa puerta
    por donde campos, sol y rosas quieren vernos.

    Esa puerta por donde
    la cal azul de los pilares entra
    a mirar como niños maliciosos
    la timidez de nuestras dos caricias
    que no se dan porque la puerta , abierta.....

    Por razones serenas
    pasamos largo tiempo a puerta abierta.
    Y arriesgado es besarse
    y oprimirse las manos, ni siquiera
    mirarse demasiado, ni siquiera
    callar en buena lid....

    Pero en la noche
    la puerta se echa encima de sí misma
    y se cierra tan ciega y claramente
    que nos sentimos ya, tú y yo, en campo abierto,
    escogiendo caricias como joyas
    ocultas en la noche con jardines
    puestos en las rodillas de los montes,
    pero solos tú y yo.

    La mórbida penumbra
    enlaza nuestros cuerpos y saquea
    mi inédita ternura,
    la fuerza de mis brazos que te agobian
    tan dulcemente, el gran beso insaciable
    que se bebe así mismo
    y en su espacio redime
    lo pequeño de ilímites distancias...

    Dichosa puerta que nos acompañas
    cerrada, en nuestra dicha. Tu obstrucción
    es la liberación de estas dos cárceles;
    la escapatoria de las dos pisadas
    idénticas que saltan a la nube
    de la que se regresa en la mañana.







    Recinto

    Antes que otro poema
    -del mar, de la tierra o del cielo-
    venga a ceñir mi voz, a tu esperada
    persona limitándome, corono
    más alto que la excelsa geografía
    de nuestro amor, el reino ilimitado.

    Y a ti, por ti y en ti vivo y adoro.
    Y el silencioso beso que en tus manos
    tan dulcemente dejo,
    arrinconada mi voz,
    al sentirme tan cerca de tu vida.

    Antes que otro poema
    me engarce en sus retóricas,
    yo me inclino a beber el agua fuente
    de tu amor en tus manos, que no apagan
    mi sed de ti, porque tus dulces manos
    me dejan en los labios las arenas
    de una divina sed.

    Y así eres el desierto por
    el cuádruple horizonte de las ansias
    que suscitas en mí; por el oasis
    que hay en tu corazón para mi viaje
    que en ti, por ti, y a ti voy alineando,
    con la alegría del paisaje nido
    que voltea cuadernos de sembrados.

    Antes que otro poema
    tome la ciudadela a fuego ritmo,
    yo te digo, callando,
    lo que el alma en los ojos dice solo.
    La mirada desnuda, sin historia,
    ya estés junto, ya lejos,
    ya tan cerca o tan lejos o cerca reprimirse
    y apoderarse en la luz de un orbe lágrima,
    allá, aquí, presente, ausente,
    por ti, a ti, y en ti, oh ser amado,
    adorada persona
    por quien -secretamente- así he cantado.







    Si junto a ti las horas se apresuran...

    Si junto a ti las horas se apresuran
    a quedarse en nosotros para siempre,
    hoy que tu dulce ausencia me encarcela,
    la dispersión del tiempo en mis talones
    y en mis oídos y en mis ojos siento.
    Yo no sé caminar sino hacia ti,
    ni escuchar otra voz que aquella noble
    voz que del vaho borde de la dicha
    vuela para decirme las palabras
    que aguzaron el agua del poema.

    ¡Decir tu nombre entre palabras vivas
    sin que nadie lo escuche!
    Y escucharlo yo solo desde el fino
    silencio del papel, en la penumbra
    que va dejando el lápiz, en las últimas
    presencias silenciosas del poema.







    Tú eres más mis ojos porque ves...

    Tú eres más mis ojos porque ves
    lo que en mis ojos llevo de tu vida.
    Y así camino ciego de mí mismo
    iluminado por mis ojos que arden
    con el fuego de ti.

    Tú eres más que mi oído porque escuchas
    lo que en mi oído llevo de tu voz.
    Y así camino sordo de mí mismo
    lleno de las ternuras de tu acento.
    ¡La sola voz de ti!

    Tú eres más que mi olfato porque hueles
    lo que mi olfato lleva de tu olor.
    Y así voy ignorando el propio aroma,
    emanando tus ámbitos perfumes,
    pronto huerto de ti.

    Tú eres más que mi lengua porque gustas
    lo que en mi lengua llevo de ti sólo,
    y así voy insensible a mis sabores
    saboreando el deleite de los tuyos,
    sólo sabor de ti.

    Tú eres más que mi tacto porque en mí
    tu caricia acaricias y desbordas.
    Y así toco en mi cuerpo la delicia
    de tus manos quemadas por las mías.

    Yo solamente soy el vivo espejo
    de tus sentidos. La fidelidad
    en la garganta del volcán.







    Un paisaje hecho poema

    (Siento que se aglomeran mis deseos
    como el pueblo a las puertas de una boda.)
    El río allá es un niño y aquí un hombre
    que negras hojas junta en un remanso.
    Todo el mundo le llama por su nombre
    y le pasa la mano como a un perro manso.
    ¿En qué estación han de querer mis huéspedes
    descender. ¿En otoño o primavera.
    ¿O esperarán que el tono de los céspedes
    sea el ángel que anuncie la manzana primera.
    De todas las ventanas, que una sola
    sea fiel y se abra sin que nadie la abra.
    Que se deje cortar como amapola
    entre tantas espigas, la palabra.
    Y cuando los invitados
    ya estén aquí —en mí—, la cortesía
    única y sola por los cuatro lados,
    será dejarlos solos, y en signo de alegría
    enseñar los diez dedos que no fueron tocados
    sino
    por
    la
    sola
    poesía.







    Yo acaricio el paisaje...

    Yo acaricio el paisaje,
    oh adorada persona
    que oíste mis poemas y que ahora
    tu cabeza reclinas en mi brazo.

    (...) Detrás de un cerro grande
    va estallando una nube lentamente.
    su sorpresa
    es como nuestra dicha: ¡tan primera!
    Lo inaugural que en nuestro amor es clave
    de toda plenitud.
    El aire tiembla a nuestros pies. Yo tengo
    tu cabeza en mi pecho. todo cuaja
    la transparencia enorme de un silencio
    panorámico, terso,
    apoyado en el pálido delirio
    de besar tus mejillas en silencio.







    Yo leía poemas y tú estabas...

    Yo leía poemas y tú estabas
    tan cerca de mi voz que poesía
    era nuestra unidad y el verso apenas
    la pulsación remota de la carne.
    Yo leía poemas de tu amor
    Y la belleza de los infinitos
    instantes, la imperante sutileza
    del tiempo coronado, las imágenes
    cogidas de camino con el aire
    de tu voz junto a mí,
    nos fueron envolviendo en la espiral
    de una indecible y alta y flor ternura
    en cuyas ondas últimas -primera-,
    tembló tu llanto humilde y silencioso
    y la pausa fue así. -¡Con qué dulzura
    besé tu rostro y te junté a mi pecho!
    Nunca mis labios fueron tan sumisos,
    nunca mi corazón fue más eterno,
    nunca mi vida fue más justa y clara.
    Y estuvimos así, sin una sola
    palabra que apedreara aquel silencio.

    Escuchando los dos la propia música
    cuya embriaguez domina
    sin un solo ademán que algo destruya,
    en una piedra excelsa de quietud
    cuya espaciosa solidez afirma
    el luminoso vuelo, las inmóviles
    quietudes que en las pausas del amor
    una lágrima sola cambia el cielo
    de los ojos del valle y una nube
    pone sordina al coro del paisaje
    y el alma va cayendo en el abismo
    del deleite sin fin.

    Cuando vuelva a leerte esos poemas,
    ¿me eclipsarás de nuevo con tu lágrima?


    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 9 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Dom 27 Oct 2024, 17:28

    Ana María Rodas



    Poeta, cuentista y periodista guatemalteca nacida en Ciudad de Guatemala en 1937.
    Es una figura destacada del panorama intelectual centroamericano.
    Inició su carrera poética con la publicación de «Poemas de la izquierda erótica» en 1973, seguida luego
    de «Cuatro esquinas del juego de una muñeca» en 1975, «El fin de los mitos y los sueños» en 1984
    y «La insurrección de Mariana» en 1993.
    Ha sido distinguida con importantes galardones, entre los que se cuentan: Premio Nacional de Literatura
    "Miguel Angel Asturias" 2000, Premio Libertad de Prensa 1974, otorgado por la Asociación de periodistas
    de Guatemala, Primer Premioen el Certamen de Cuento de Juegos Florales México en 1990 y Primer Premio
    de Poesía en el Certamen de Juegos Florales México, Centroamérica y el Caribe en 1990



    **************


    Animal que despierta

    Soy la gata que camina dentro de mí
    conmigo
    las leves zarpas afelpadas
    He bajado por el río
    conservando el gusto por la caza
    los ambiguos maullidos

    Cuando cierro los ojos atravieso los siglos

    Las arenas le dieron el color
    a esta piel suave que esconde
    una flor mojada entre las fauces
    el oro egipcio se ve reflejado en la pupila
    de esta gata
    que demasiadas veces
    recuerda su verdadera condición de fiera

    La Reina de Saba habría dado la mitad de sus tierras
    por tener estas garras








    De acuerdo

    De acuerdo,
    soy arrebatada, celosa,
    voluble
    y llena de lujuria.

    ¿Qué esperaban?

    Que tuviera ojos,
    glándulas,
    cerebro, treinta y tres años
    y que actuara
    como el ciprés de un cementerio?

    * * *

    Hoy he descubierto la belleza
    de ser yo misma.
    -no,
    no fue así;
    me lo enseñaste-

    Pero al hacerme mujer
    al mostrarme que los seres
    son tan libres

    Comprendí
    que libre-yo
    y libre-tú
    podamos tomarnos de la mano
    y realizar la unión sin anularnos.

    Por eso me apretujo dentro de mí misma
    hasta salir las lágrimas
    y en el pelo
    se me prende
    el sabor salado del olvido.

    Algún imbécil dijo
    que el poeta es la clave del mundo.

    ¡Mentira!
    A mi sólo me queda encogerme hacia dentro
    y esperar
    ciegamente
    un sonido, una expresión cualquiera
    y que alguien
    donde quiera que esté
    emita una señal diciéndome que existo.

    * * *

    los teléfonos debieran ser parte
    de la poesía
    -la poesía está llena de recuerdos-
    Hoy, una llamada solitaria
    hizo rodar de nuevo el pasado a mi falda.

    Se murieron tres años
    casi cuatro.

    Un bigote se movió sobre unos labios
    murmurando
    cosas triviales, de todos los dfas
    que cómo están los niños,
    si al fin me voy a Francia
    que la perra tiene
    tres cachorros
    que cómo creció Carlos.

    Y el teléfono de ayer me dijo
    Cuánto te quiero.
    Cuánto te extra no.

    * * *

    Te me acabas
    como la vela que lanza
    su último fuego.
    como el asomo de vida que la final
    remueve al que está ya casi muerto.
    ¡Cómo es de extraño
    escribir poemas
    para alguien que fue
    y que comienza a diluirse en el cerebro!








    ¿Dónde te has escondido en este tiempo?

    ¿Dónde te has escondido en este tiempo?
    Bajo tus mismas faldas.
    Enfundada en tu propia fortaleza negaste la evidencia.
    ¿Qué evidencia
    puede haber si no vas a un entierro?

    ¿Quién ha muerto en esta eterna primavera?
    ¿Quién puede morir en este lugar de cielos y volcanes
    qué se reflejan siempre en los maizales verdes?
    ¿Quién soy yo para sentir, ahora, después de la década perdida
    este infame dolor que me destroza el pecho?
    Soy la superviviente. La que cerró los ojos
    y se llenó las orejas con cera.
    La que pasó junto a las rocas sin escuchar las voces.
    Ciega por propia voluntad para evitar la visión de los buitres
    limpiándose los picos en los huesos.







    El más hermoso mito inventado por el hombre

    El más hermoso mito inventado por el hombre
    más hermoso que Dios
    o el hermoso ideal del socialismo
    y el dinero que acumulan los ricos.
    Más hermoso que el odio, la invención más hermosa.
    El amor.







    Emerjo…

    Emerjo
    De las profundidades Huelo a sangre y a sal
    Soy el océano
    que se mueve crujiendo arrastrando
    deseos
    temores
    visiones
    entre los dedos

    Soy un pantano humeante lleno
    de sensuales animales viscosos
    Soy el calor el agua el trueno
    esta jungla prehistórica
    este bosque tropical

    Me hundo en lo desconocido No sé
    A
    Dónde
    Regreso
    Al resurgir sólo experimento
    La certeza triunfal de haber sobrevivido el viaje







    En aquel tiempo la soledad era un cilicio

    En aquel tiempo la soledad era un cilicio
    prendido constantemente a mi cuerpo.
    Ahora es la estancia perfecta
    mi refugio
    cuando salgo/finalmente/de ti.







    La luna, siempre

    Redonda, hinchada de frotarse contra el cielo
    rasga mi piel con su delgada luz
    Cae sobre mi pelo
    con la levedad de una sirena
    que no se hubiera dado cuenta
    que no posee piernas
    Solivianta mi sangre
    me enciende de locura
    me regala una piel fosforescente
    y me convierte
    aceite hirviendo
    en fauna
    (cascos y cuernos y cabello desbocado
    bajo el lúbrico soplo de lo oscuro)








    La superviviente

    Me habita un cementerio
    me he ido haciendo vieja
    aquí
    al lado de mis muertos.
    no necesito amigos
    me da miedo querer porque he querido a muchos
    y a todos los perdí en la guerra.

    Me basta con mi pena.
    Ella me ayuda a vivir estos amaneceres blancos
    estas noches desiertas
    esta cuenta incesante de las pérdidas.







    Lunas que caían a pedazos...

    Lunas que caían a pedazos
    descolgadas del cielo
    lunas nuevas no vistas nunca
    Lunas llenas a ratos
    me inundaron la garganta de llanto

    Lunas Siempre fueron lunas

    A dónde ha ido todo?
    Qué viento de cuarenta años borró tu
    carne de mi carne?

    Ariosto envió a Orlando
    el Furioso
    a buscar su sanidad mental
    a ese lugar lechoso donde uno encuentra
    todo
    lo que se pierde en la tierra/

    A dónde iré a buscar yo
    el calor de las noches
    la lluvia tibia
    las cenas de sopa de fideos?
    Nos comimos
    la luna a pedazos Casi duró cuatro años

    De "El Fin de los Mitos y los Sueños"







    Mujer que duerme

    La mujer ve la luna cruzar por el rectángulo
    y abraza al perro antes de abrirse al sueño.
    Luna sobre la piel
    piel de sirena
    Sueños desportillados
    amaneceres blancos
    Se estira, lee lo que escriben sus amigos
    los ama tanto
    los ama a todos
    El penacho del volcán le avisa
    que hay viento norte
    A los cincuenta y tantos, dueña de una ventana
    de diez metros
    de largo
    su vientre está dormido
    Las sábanas son frescas
    La ciudad gime
    La mujer sueña








    Poemas de la izquierda erótica:


    1. Domingo 12 de septiembre, 1937

    Domingo 12 de septiembre, 1937
    a las dos de la mañana: nací.
    De ahí mis hábitos nocturnos
    y el amor a los fines de semana.
    Me clasificaron: nena? rosadito.
    Boté el rosa hace mucho tiempo
    y escogí el color que más me gusta,
    que son todos.
    Me acompañan tres hijas y dos perros:
    lo que me queda de dos matrimonios.
    Estudié porque no había remedio
    afortunadamente lo he olvidado casi todo.

    Tengo hígado, estómago, dos ovarios,
    una matriz, corazón y cerebro, más accesorios
    Todo funciona en orden, por lo tanto,
    río, grito, insulto, lloro y hago el amor.

    Y después lo cuento.

    2. Estamos hechos de recuerdos

    Estamos hechos de recuerdos
    de un pelo rubio
    de un pecho
    de cuatro
    cigarrillos
    moribundos.
    De rítmicos movimientos.

    El ron se hunde, ruidoso, en la garganta
    -10,000 células muertas-
    y el deseo ametralla
    en los dedos.


    3. Asumamos la actitud de vírgenes

    Asumamos la actitud de vírgenes.
    Así
    nos quieren ellos.

    Forniquemos mentalmente,
    suave, muy suave,
    con la piel de algún fantasma.

    Sonriamos
    femeninas
    inocentes.

    Y a la noche clavemos el puñal
    y brinquemos al jardín
    abandonemos
    esto que apesta a muerte.


    4. Lavémonos el pelo

    Lavémonos el pelo
    y desnudemos el cuerpo.

    Yo tengo y tú también
    hermana
    dos pechos
    y dos piernas y una vulva.

    No somos criaturas
    que subsisten con suspiros.

    Ya no sonriamos
    ya no más falsas vírgenes

    Ni mártires que esperan en la cama
    el salivazo ocasional del macho.


    5. Como ya recorriste la vía más ancha

    Como ya recorriste la vía más ancha
    no tienes interés
    en sus peces, ni en sus pechos.

    Pegado a tu pedestal
    porque tú
    también
    tienes uno de esos
    mueve los hilos de tu trama

    y te olvidas
    que hasta ayer
    te empujaba el sentimiento


    6. Limpiaste la esperma

    Limpiaste la esperma
    y te metiste a la ducha.

    Diste el manotazo al testimonio
    pero no al recuerdo.

    Ahora
    yo aquí, frustrada,
    sin permiso para estarlo
    debo esperar
    y encender el fuego
    y limpiar los muebles
    y llenar de mantequilla el pan.

    Tú comprarás con sucios billetes
    tu capricho
    pasajero

    A mí me harta un poco todo esto
    en que dejo de ser humana
    y me transformo en trasto viejo.







    Poeta

    El viejo rito me posee
    Varias noches sin sueño
    después baja el río de sangre
    me ahogo en ella y renazco
    nueva como moneda
    redonda como un sueño
    perfecta en mi dolor
    recordando sólo lo suficiente del pasado
    para construir la
    telaraña
    con la que cubro mi cama de soltera








    Sueños de luna

    Te soñaba huyendo de mi lado
    yo lloraba como tonta sobre los cristales rotos
    y encendía las luces para que se advirtieran

    las vírgenes

    los adornos de plata
    la curva que la pared dibuja al internarse
    en el terreno

    denso
    inexplicable

    que es el sueño
    Ese de anoche
    en el que tú brincabas desnudo
    mostrando la piel más oscura de tu sexo
    y los dientes filudos de animal en celo


    _________________



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    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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