POPOL-VUH
O LIBRO DEL CONSEJO DE LOS INDIOS QUICHÉS
15
He aquí que diremos la infancia de Maestro Mago, Brujito. He aquí que vamos a contar su
infancia. Cuando fue llegado el día del alumbramiento, la adolescente llamada Sangre dio a luz.
La abuela no asistió al parto. Al instante nacieron los dos que fueron paridos, llamados Maestro
Mago, Brujito; en la montaña nacieron. Entonces entraron en la morada: pero no dormían. “Vete
a llevarlos afuera. En verdad gritan sus bocas”, dijo la abuela. Entonces se les puso sobre las
hormigas, pero su sueño fue agradable. De allí se les llevó y se les puso sobre espinas. Ahora
bien. Maestro Mono. Maestro Simio, deseaban que muriesen allá, sobre las hormigas, que
muriesen allá, sobre las espinas. Lo deseaban porque [eran] rivales, envidiados, para Maestro
Mono, Maestro Simio. Al principio sus hermano? menores no fueron recibidos por ellos en la
mansión; ésto? no los conocieron y vivieron en la montaña. Ahora bien. Maestro Mono, Maestro
Simio, eran grandes músicos, cantantes. [Los dos recién nacidos] crecieron, y grandes tormentos
[y] penas los fatigaron, los atormentaron. Habíanse vuelto grandísimos sabios: habíanse vuelto
músicos, cantantes, escultores: todo era bien [hecho] por ellos. Sabían su nacimiento; sabían
también [que eran] los sustitutos de su padre, quien había ido a Xibalbá, adónde había muerto su
padre. Maestro Mono. Maestro Simio, eran grandísimos sabios; en su espíritu lo habían sabido
todo desde luego, cuando habían nacido sus hermanos menores. Pero su sapiencia no se mostró
a causa de su envidia; en ellos dominó la humillación de sus corazones. Pero ningún acto de
Maestro Mago, Brujito, les había perjudicado. En efecto, éstos no hacían cada día más que tirar
con cerbatanas. No eran amados por su abuela y por Maestro Mono, Maestro Simio. No se les
daba de comer, sino que, cuando la comida había acabado, cuando Maestro Mono, Maestro
Simio, habían comido, entonces venían ellos. No se encolerizaban, no se irritaban, pero sufrían.
Conocían su ser y veían claro. Cada día al venir traían pájaros que Maestro Mono, Maestro
Simio, comían sin darles nada al uno o al otro, Maestro Mago, Brujito, Maestro Mono, Maestro
Simio, no hacían más que música, canto. Ahora bien. Maestro Mago, Brujito, habían venido sin
traer pájaros; la abuela se irritó cuando entraron: “¿Por qué no traéis pájaros?”, les dijo a Maestro
Mago, Brujito. “Madre nuestra, he aquí que nuestros pájaros se han enredado en ¡as ramas
frondosas de un árbol”, respondieron. “Abuela nuestra, no podemos subir al árbol para cogerlos;
pero que nuestros hermanos mayores suban a él, que vengan con nosotros y que bajen los
pájaros”, añadieron. “Muy bien. Al alba iremos con vosotros , respondieron los primogénitos.
Ahora bien, la Sabiduría de Maestro Mono, Maestro Simio, estaba muerta en ellos dos en lo
concerniente, a su derrota. “No cambiaremos sino su ser y su vientre. Nuestra Palabra obrará a
causa de los grandes tormentos que nos han infligido para que muriésemos, que fuésemos
aniquilados, que nos sobreviniese [una] desgracia a nosotros sus hermanos menores. Como a
sirvientes nos han rebajado en sus corazones; nosotros los humillaremos lo mismo, lo cual
haremos como signo”, su dijeron el uno al otro mientras iban al pie del árbol llamado Palo Amarillo. Acompañados de sus hermanos mayores, caminaban disparando con las cerbatanas,
innumerables [eran] los pájaros que gorjeaban en el árbol, y sus hermanos mayores se
maravillaban de ver aquellos pájaros.
“He aquí pájaros, pero ni uno sólo ha caído al pie del árbol; no ha caído ninguno de
nuestros pájaros; id a hacerlos caer”, dijeron a los primogénitos. “Muy bien”, respondieron éstos.
Pero cuando hubieron subido al árbol, el árbol creció, su tronco engrosó; y cuando Maestro
Mono, Maestro Simio, quisieron bajar después, no pudieron descender de la cima del árbol.
Desde la cima del árbol dijeron: “Oh, hermanos menores nuestros, ¿cómo ha pasado esto?
Tened piedad de nuestros rostros. He aquí que este árbol espanta a los que lo miran, oh
hermanos menores nuestros”; [así] dijeron desde la cima del árbol. Y Maestro Mago, Brujito,
dijeron: “Desenrrollad vuestros taparrabos, atadlos bajo vuestros vientres, [con] una larga punta
colgando que echaréis por detrás, y así marcharéis cómodamente”, [así] respondieron los dos
hermanos menores. “Muy bien”, dijeron [los primogénitos] tirando de las extremidades de sus
taparrabos, pero al instante éstas se volvieron colas, y ellos fueron metamorfoseados en monos.
En seguida caminaron por las cimas de los árboles de las montañas pequeñas, de las montañas
grandes; caminaron por las selvas, alegrándose, balanceándose en las ramas de los árboles. Así
fueron vencidos Maestro Mono, Maestro Simio,” por Maestro Mago, Brujito, quienes no lo hicieron
sino por su Ciencia Mágica. Volvieron entonces a su casa. Al llegar dijeron a su abuela y a su
madre: “Oh abuela nuestra, ¿qué les ha pasado, pues, a nuestros hermanos mayores?
Súbitamente sus rostros se han vuelto como los de los animales”, así dijeron. “Si sois vosotros
quienes habéis hecho eso a vuestros hermanos mayores, me habéis hecho infeliz, me habéis
hecho desdichada. Oh hijos míos, no haced, pues, eso a vuestros hermanos mayores”, respondió
la abuela a Maestro Mago, Brujito. Ellos respondieron entonces a su abuela: “Oh abuela nuestra,
no os aflijáis; volveréis a ver los rostros de nuestros hermanos mayores; volverán, pero esto será
una prueba para vos, nuestra abuela. Guardaos de reír. Probad ahora su suerte”. En seguida
comenzaron a tocar la flauta, a tocar el “Mono de Maestro Mago”. Después cantaron, tañeron la
flauta, tocaron el tambor, tomando sus flautas, sus tambores. Sentaron entonces con ellos a su
abuela; cuando tañeron la flauta, con el canto y con la música ejecutaron el aire llamando con el
nombre de “Mono de Maestro Mago”. Entonces entraron Maestro Mono, Maestro Simio, quienes
danzaron al llegar. Cuando la abuela echó de ver sus feas caras, cuando ella los vio, entonces la
abuela se rió, la abuela no pudo contener la risa; al instante, fuéronse; ella no vio ya más sus
caras. “¡Eh, abuela nuestra, se han ido a la selva! Abuela nuestra, ¿por qué hicisteis eso? Cuatro
veces solamente probaremos. Solamente tres veces todavía haremos resonar la flauta, el canto.
Retened vuestra risa, y que la prueba recomience”, dijeron otra vez Maestro Mago, Brujito;
después, tocaron de nuevo la flauta. [Los primogénitos] volvieron entonces, danzando, al centro
de la morada, pero causaban tanto placer, incitaban tanto a reír a su abuela, que bien pronto la
abuela se rió. Verdaderamente risibles [eran] sus faces de monos con sus anchos vientres, sus
colas inquietas, sus estómagos lisos; cuando entraron, esto hizo reír a la abuela. Entonces,
volvieron a las montañas. “Abuela nuestra, ¿qué haremos? Solamente por la tercera vez
probaremos”, dijeron Maestro Mago, Brujito, quienes tocaron una vez más la flauta. [Los
primogénitos] volvieron de nuevo bailando, pero su abuela se abstuvo de reír. Subieron a la
terraza del edificio; sus ojos, muy rojos, chispeaban; se acurrucaron; [con] sus hocicos alargados
se hicieron muecas. Entonces la abuela los miró de nuevo, y al instante la abuela estalló en risa.
A causa de la risa de la abuela no se volvieron a ver ya más sus rostros. “Oh, abuela nuestra, los
llamaremos todavía, por cuarta vez”. Entonces [los segundones] tocaron de nuevo la flauta, pero
[sus hermanos mayores] no volvieron a la cuarta vez, sino que se fueron al instante a la selva.
[Los segundones] dijeron, entonces, a la abuela: “Abuela nuestra, habíamos probado y al
principio vinieron; acabamos aún de probar a llamarlos. No os enfadéis. Nosotros somos,
nosotros, vuestros nietos y os miramos como a nuestra madre, oh abuela nuestra, en memoria
de nuestros hermanos mayores que se distinguieron, que se llamaron Maestro Mono, Maestro
Simio, así llamados”; [así] dijeron Maestro Mago, Brujito. Ahora bien, [los primogénitos] eran
invocados por los músicos, por los cantantes, entre los hombres de otros tiempos; antaño
también los pintores, los cinceladores, los invocaban. Pero se volvieron animales, fueron hechos
monos, porque se enorgullecían, porque maltrataban a sus hermanos menores. Así fueron
aminorados sus corazones; así fueron perdidos, fueron aniquilados Maestro Mono, Maestro
Simio, vueltos animales. Ahora bien, habían estado siempre en su casa, en donde se habían
hecho grandes músicos, cantantes, cuando vivían con su abuela, con su madre.
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