Geoffrey Hill (Bromsgrove, 18 de junio de 1932 - 30 de junio de 20161) fue un poeta inglés, profesor de Religión y Literatura Inglesa, y codirector del «Instituto Editorial» en la Universidad de Boston. En 2010 fue elegido «Profesor de Poesía» de la Universidad de Oxford.
A la edad de seis años, se trasladó con toda su familia a la localidad cercana de Fairfield, parte del condado de Worcestershire, donde acudió a la escuela primaria de Bromsgrove. En 1950 ingresó en el Keble College de Oxford para estudiar inglés, donde publicó sus primeros poemas en 1952, con tan sólo veinte años, en el volumen epónimo de Fantasy Press editado por Donald Davie (no obstante sus textos habían aparecido previamente en la revista Guardian de Oxford del Club Universitario Liberal).
Una vez graduado con honores en Oxford, se embarcó en la carrera académica y docente, enseñando en la Universidad de Leeds desde 1954 hasta 1980. Después de abandonar Leeds, permaneció durante un año académico en la Universidad de Bristol con la beca Churchill antes de ser nombrado miembro de la junta de Gobierno del Emmanuel College de Cambridge, donde enseñó desde 1981 hasta 1988. Más adelante se desplazó a los Estados Unidos, donde fue nombrado profesor de Literatura y Religión en la Universidad de Boston. En el año 2006 regresó a Inglaterra y en estos momentos reside en Cambridge.
El profesor Hill fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Leeds en 1988. También es asesor honorario del Keble College, Oxford; es Asesor Honorario del Emmanuel College de Cambridge. Académico de la Real Sociedad de Literatura Inglesa; y desde 1996 pertenece a la Academia Americana de las Artes y de las Ciencias. Está casado con Alice Goodman.
Geoffrey Hill es considerado uno de los más significativos poetas de su generación. Al margen de las corrientes de sus contemporáneos, los escritores de la década de 1950 y visiblemente apartado de los escritores de las décadas posteriores, la escritura de Hill se constituye de una gran variedad de estilos, desde la densa y sugerente escritura de King Log o Canaan hasta la sintaxis simplificada de la secuencia "The Pentecost Castle" en "Tenebrae" a los poemas más accesibles de Mercian Hymns", uno de sus libros más conocidos, una serie de treinta poemas (en algunas ocasiones llamados poemas en prosa, término que Hill rechaza) en los que se yuxtapone la historia de Offa, gobernante en el siglo VIII del reino Anglosajón de Mercia, con la propia infancia del escritor en la moderna Mercia de West Midlands.
Hill es frecuentemente descrito como un poeta difícil y exigente. Esto es consecuencia tanto de su estilo como de los temas que abarca ya que este utiliza el gran número de recursos que ofrece la retórica tradicional, asumiendo técnicas de la vanguardia, pero también (especialmente en su obra tardía) incorpora términos del lenguaje cotidiano, incluyendo tanto eslóganes políticos, como expresiones propias de los medios de comunicación y tecnicismos.
La poesía de Hill es conocida por su hermeticidad y erudición, inmersa en giros y referencias históricas, culturales y religiosas. Al respecto, el crítico Harold Bloom escribió: “Geoffrey Hill es el poeta-profeta central de nuestra creciente oscuridad, y hereda la autoridad de los visionarios, desde Dante y Blake a D.H. Lawrence”.
Son motivos recurrentes en la obra de Hill la presencia de ambigüedad moral y con frecuencia episodios violentos de la historia Británica y Europea reciente, aunque en su obra las descripciones del paisaje (especialmente de su Worcestershire natal) tienen la misma intensidad que la historia.
En una entrevista en "Paris Review" (2000), Hill defendió el derecho de los poetas a ser difíciles como forma de resistencia contra las simplificaciones humillantes e interesadas impuestas por los "maestros of world".
(Sacado de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] )
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Algunos poemas de Geoffrey Hill:
De For the unfallen (Para los inocentes) (1958):
LA TÓRTOLA
El amor que a ella la vaciaba lo vaciaba a él que ella amaba, aunque ambos
forjaron la pasión, por el bien del otro, en el habla,
llevaron sus íntimos días a través del dolor y hacia la noche
donde ella por fin cogió el sueño y él se tumbó tranquilo
como si no necesitaran preguntas, ya, para imaginar
lo que su corazón supurante no podía esconder del todo.
Aunque vio cómo temblaba su cara medio dormida a su lado,
ella, de día, modelaba su verdadera angustia,
serena, daba la mejilla al mundo atento
de niños, intrigantes y viejos;
conversaba tranquila, hacía ejercicio, la admiraban,
deslumbraba por su fuerza. Todo lo aguantaba
para hacerle frente a él, que observaba cómo su aspero dolor operaba
bajo la sólida capa del hábito. Ella hablaba
como si estuviera hace tiempo desengañada aunque estaba herida.
Ella denegaba más amor, si bien sus ojos hambrientos atrapaban
los suyos, devorándolos, a ratos. Luego, como persuadida,
se fue hasta él y se empleó a fondo; como una furiosa paloma
cayó con apariciones de un amor tan ágil
como el suyo, sondeando un corazón absorto y enterrado.
DOS ELEGÍAS FORMALES
A los judíos de Europa
1
Conociendo a los muertos, y cómo están algunos dispuestos,
sometidos bajo escombros, agua y tumbas de arena,
en cenizas prensadas que no revelan sus cuerpos
ultrajados ni los lazos con aquellos a quienes el azar bélico
sin la ley salva: intuimos, vagamente, el canto.
La aceptación arrogante de la que el canto deriva
se funde con su sangre, hace que broten tiernas
raíces en las cenizas. Revive el desierto,
disimula la dureza con la dulzura. Aún abajo,
la piel de piedra viva respira, donde los fuegos solo ensayan,
corazón feroz que es el cerebro helado que envía
a juicio -pensado reflejo, contenido aliento-
desde entonces el mejor de sus mundos, en el día acordado,
este mundo de la mano de Jehová llegó rodando.
2
Por todo aquello que debe pasarse, su larga muerte
documentada y salva, tenemos suficientes
testigos (nuestro mundo como prueba testimonial).
El mar destella, ruge, en su vasta hoguera.
Aquí, cada año, los aguerridos habitantes vienen
para calentarse; los hombres, morenos de vida,
las mujeres que esperan vida. Alivian
sus gruesos cuerpos, se asientan en la arena removida.
¿Es bueno recordarles, con un breve vislumbre,
de lo que han sido testigos sin haberlo visto?
(¿Las muertes de la ciudad que mueren sin cesar...?)
Levantar piedras asegura algún sacrificio.
Hombres seguros otorgan, soportan su peso.
(¿A las puertas de quién empieza o está el sacrificio?)
ODA SOBRE LA PÉRDIDA DEL TITANIC
Creciendo contra las fachadas del mar ignaro
inunda nuestros baños públicos, las estatuas, los vertederos:
ancestral batidor de la tierra, fresco enemigo
("los tipos de cambio se revierten");
se hunde babel con despliegues y conmoción;
inquebrantable, como lo fueron las multitudes admiradas,
silenciadas de vez en cuando bajo su dominio.
Debemos calmar sin duda a los dioses lacónicos.
De King Log (1968):
OVIDIO EN EL TERCER REICH
non peccat, quaecumque potest pecasse negare,
solaque famosam culpa professa facir.
(Amores, III, 14)
Amo mi trabajo y a mis hijos. Dios
es lejano, difícil. Estas cosas pasan.
Tan cerca los antiguos bebederos de sangre,
la inocencia no es un arma de la tierra.
Una cosa he aprendido: no menospreciar
tanto a los condenados. En su esfera,
armonizan extrañamente con el divino
amor. Yo, en la mía, celebro el coro del amor.
MÚSICA DE FUNERAL
William de la pole, duque de Suffolk: decapitado en 1450
John Tiptoft, conde de Worcester: decapitado en 1470
Anthony Woodville, conde de Rivers: decapitado en 1483
7
"Destreza, vanidad, mutua consideración,
parecía que yo les miraba y ellos a mí.
Esa fue la genuina y mortal mirada de la gorgona:
desviada conciencia vuelta contra sí misma."
Un halcón y la sombra de un halcón. "A mediodía,
cuando los ejércitos se vieron, uno era el reflejo del otro;
ninguno eclipsó al otro. Fulgieron y se desvanecieron
y todo lo que de ellos quedó fue el duro suelo
de este dolor. No hice ningún ruido, pero una vez
me quedé rígido como si un grito lejano
hubiera anunciado mi nombre. No era nada..."
El hielo con sangre teñía los juncos; arrancadas, unas pocas
plumas iban a la deriva; aves carroñeras
se pavoneaban sobre la armadura de los muertos.
LA HISTORIA COMO POESÍA
Poesía como homenaje; sabor
de ceniza de fiesta pentecostal. Heridas azules.
Las atrocidades de la lengua. La poesía
desentierra de entre los muertos sin habla
a Lázaro perplejo, el hombre cualquiera
de la muerte. El lirio alza la cara excavada
de la marga provista. Felices
augurios; dorado estiércol con brea:
"Un resurgir" como dicen. Los viejos
laureles meciéndose con los nuevos: Selah!
Así laudable el pisoteado hueso así
incontestable el don de lenguas.
UNA CANCIÓN DE ARMENIA
Hojas de áspera plata que son la nieve
sobre el Ararat vistas a través de esas hojas.
El sol extiende un follaje de sombra.
Una fuente potable impulsa su géiser
dos o tres palmos por encima del abrevadero.
Una vieja sorbe ahí, agarrando el borde.
¿Por qué tengo que revivir, incluso ahora,
tu boca, y tu mano deslizándose sobre mí,
ágil como un lagarto, como un nervio de agua?
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