Vladimir Holan (Praga, 16 de septiembre de 1905 - 31 de marzo de 1980) fue un poeta checo del siglo XX.
Biografía
En 1911 se trasladó a Podolí donde cursa sus estudios primarios y aprende latín. En 1919 volvió a Praga donde recibe su educación secundaria. 1926 es el año en que se publicó su primer libro Abanico en delirio.
En 1929 Holan viajó a Italia y un año más tarde aparecen El triunfo de la muerte y Soplo, con un estilo de poesía hermética próximo al del simbolista francés Mallarmé. En 1932 publicó su primer libro en prosa, titulado Kolury. Ese mismo año se casa y poco después comenzó a trabajar como redactor de la revista de arte Život (Vida). Siguió escribiendo y dando a la prensa libros de prosa, como Torso y nueva poesía, de un estilo vanguardista, tal es Piedra, vienes (1937). Más tarde emprendió un viaje a París donde visitó a otros intelectuales checos, como Josef Šíma, Bedřich Vaníček y Antonín Kyval.
En 1938, con la amenaza de Hitler, Holan comenzó a escribir una poesía más comprometida, cercana y social, y en esta línea dio a la estampa Septiembre de 1938. Siguió colaborando con diversas revistas, como la del teatro de Burian Program D 40 E. F. Burian.
Interesado por la poesía española, contó con la colaboración del hispanista Václav Černý para traducir la Fábula de Polifemo y Galatea de Góngora. En estos años siguió editando libros de poesía. Ininterrumpidamente siguió escribiendo (Sin título) y publicando: Canto de los tres reyes y Sueño (ambos de 1939), Trueno y Primer testamento (que datan de 1940) y su prosa Lemuria, de este último año en que decidió dedicarse en exclusiva a la escritura.
Entre 1941 y 1943 continuó con su prolífica obra: Coro, Terezka Planetová, y una recopilación de poesía tradicional checa en colaboración con František Halas titulada Amor y muerte. Asimismo, fue redactando un diario que comprende los años de la ocupación nazi al que tituló Trapos, huesos, piel. En 1947, una vez liberada Checoslovaquia por el ejército soviético, aparecieron Soldados del Ejército Rojo y A ti.
Un año más tarde Holan se trasladó a vivir al barrio praguense de Isla Kampa, donde se encerró para el resto de su vida; quizá motivado en parte por el hecho de que en esta época su poesía fue acusada de formalismo decadente por las autoridades comunistas, por no responder al arte oficial que preconizaba el partido dirigente. Enclaustrado en su casita de Kampa, y ya convertido en un mito, comenzó a escribir sus obras más importantes, que se inician con Una noche con Hamlet. Poco después emprende la escritura de Dolor e Historias y ya en los años 50 Toscana.
En los años 60 aparecieron Bajaja, Triálogo, Avanzando, Dolor, En el último trance, Un gallo para Esculapio y la compilación de sus traducciones poéticas bajo el título de Cestou (En camino). Ya en 1973 publica Noche con Ofelia un año antes de morir vio publicada la antología El árbol se quita la cabeza. En 1981 se publicó póstumamente Abismo de abismo.
El universo poético de Holan está cuajado de simbolismos, y su espacio habitual es el de la noche, en cuyo ámbito la realidad es misteriosa y fantasmal. Sus obsesiones y constantes preguntas arrojadas al mundo suponen una perenne interrogación por el secreto de la existencia, donde las fronteras entre lo posible y lo imposible, el sueño y la vigilia, la razón y la imaginación, no existen.
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Algunos poemas de Vladimir Holab:
De Avanzando (1960), en traducción de Clara Janés, Editora Nacional, 1982:
EN LA ACERA
Es una vieja vendedora de periódicos
que cada día llega cojeando hasta aquí...
Cuando agotada ya no tiene fuerzas para llevarlo,
suelta el paquete de "Ediciones extraordinarias",
se sienta encima y se adormece...
Los que pasan delante
están tan acostumbrados que ni siquiera la ven,
y ella, misteriosa y muda como una sibila,
esconde lo que debiera ofrecer.
Empieza a llover.
LAMENTO DE UN DIFUNTO
Me permitieron regresar un rato junto a los míos.
En el suelo familiar
reconocí la barcaza
y llegué pronto al pueblo.
El viento se deslizaba por las mangas del sauce.
Era domingo, la familia estaba sentada en el huerto.
Mi hermana llevaba la leche a la bodega.
No pensé que les asustaría,
pero al ver que no creían que era realmente yo
no hubiera debido decir que estaba vivo.
Todo se desvaneció en el aire
entre alaridos de violetas y pensamientos,
y ante mí se hacía migas el tejido paisaje,
amapolas silvestres, claro de luna
y despertador del muro del cementerio.
EN EL MERCADO DE LAS PULGAS DE PARÍS
Era a principios de noviembre. El día se ahogaba
en una niebla croante. Un puñado de negros
vestidos sin esperanza con sudarios tuberculosos
vagaba del puesto del trapero
al puesto de ropa vieja,
se probaban gabardinas y abrigos
y volvían a colocarlos luego... Lo hacían
como si fueran incorruptibles y no como
quien tiene demasiado poco para ofrecer,
tan noble era su miseria.
Y vivían, por así decirlo, a saltos:
del recuerdo de un calor piojoso al olvido de ese calor,
en un espacio mordiente donde al no ser vistos por nadie
sus gestos huérfanos fracasaban en el aire
y su autoatormentante risa contaba sólo
con el oído musical de la lluvia.
Pero en vano... porque todo daba la sensación
de que cada hora carente de fantasmas
era enemiga de la eternidad...
GOLPE DE GRACIA
Incluso lo que debería de haber sucedido ya hace tiempo solamente ahora se produce...
Pero vi en el mercado de Gahatagat
una viejecita, un montón de huesos llorosos echados en el vestidito de la última esperanza.
En el suelo no tenía pra vender
más que alguna diminuta crisálida
que ofrecía.
Las miraba con el compasivo espanto
del ser amenazado por algo que va a suceder prematuramente,
se esforzaba en hacerles sombra con la pantalla de sus manos
para que el sol no las calentara demasiado,
y cuando acaso alguna vez alzara los ojos hacia los transeúntes,
su mirada esperanzada acosaba hasta el delirio.
Pero en verdad los transeúntes sólo transitaban,
así que de nuevo estaba sólo ella
a quien de pronto sucedió la explosión de las crisálidas una tras otra,
y quieta como estaba, familiarizada con las injusticias ancestrales,
traicionada y sin embargo echándose la culpa en cierto modo,
no alcanzaba, ni siquiera a través de los demás, a seguir
el ardiente vuelo pelirrojo de unas veinte mariposas.
¿SE ME PERDONARÁ ALGUNA VEZ?
¡Llegó tan inesperadamente de los pábilos que humeaban por las calles nocturnas!
Y estaba vieja y gastada, casi pasionalmente gastada,
un sombrero obstinado volcaba su rostro
hacia las añosas arrugas y la rasgada sonrisa,
y tenía la confusión del niño
al que se ha pegado la hostia al paladar,
y la voz que ya no sabía siquiera
qué parte le tocaba de pobreza,
pero de todos modos no tenía bastante.
Llegó tan inesperadamente e inesperadamente y con asombro dijo:
"Por favor, ¿por dónde debo ir?, ¿lo sabe usted?, por favor,
ah, no queda lejos, por dónde debo ir, perdone..."
Pero no podía recordar, se golpeaba la frente,
tomaba impulso con brillantez, reflexionando seriamente,
y siempre de nuevo detenida junto a las lágrimas,
del mismo modo que el incendio se para sólo junto al río...
Llegó tan inesperadamente...
¿Se me perdonará alguna vez haberla abandonado?
CONSTRUYENDO LA TORRE DE BABEL
Redimías penas trabajando como peón de albañil.
De la mueca del alba al guiño de la noche
el trabajo era duro como tierra de invierno para el enterrador,
y hacía mucho que nos había cortado la respiración
y mucho que la esperanza de huir era poco más que
un escupitajo pisado por un pie descalzo.
El carácter efímero de todo lo espiritual era tan aterrador
que la mayoría de nosotros hubiera querido creer
en la inmortalidad de la carne.
Empezamos a encontrar nuestros dobles.
En cuanto a ti... ¡Pero no!
Fue suficiente que esa mujer de Babilonia
cruzara la rampa de asfalto
para que todo ese inmenso inhumano edificio
destinado a la eternidad
te pareciera de pronto bastante frágil.
Las ruinas eran tan inminentes,
eran como la certeza del amor...
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