Rikardo Arregui (Gasteiz, Araba, 4 de octubre de 1958) es un poeta y traductor vasco.
Sus tres libros de poesía recibieron el Premio de la Crítica Española. Es miembro del grupo literario denominado "Volga Batelariak". El 17 de julio de 2015 fue nombrado barquero vasco.
(Sacado de https://eu.wikipedia.org/wiki/Rikardo_Arregi_Diaz_de_Heredia )
*
Algunos poemas de Rikardo Aregui, de su libro Cartografía, traducción de Gerardo Markuleta, Bassarai, 2000.
OASIAK BASAMORTUAN
Ez daude basamortuan errepideak seinalaturik
anitz dira bide posibleak, anitz irteerak.
Izarretan bilatzen dut oasi ametsa,
atsedena hartzeko leku mazala,
palmondo berdeak eta ur eztiak,
gorputz nagiak eta amodio nahiak.
Ehun mila palmondoak,
usain gozoko bidezidorrak.
Nola bizitzaren zorionak
hala oasiak basamortuan.
Adreiluzko etxoletan sosegua kausitzean
ahanzten da karabanak egunsentian joanen direla
eta dendaren samurrak babesturen
hurrengo gauen ametsak.
Ez da deus ehun mila palmondo
hondarraleñoak zenbatzean.
*
OASIS EN EL DESIERTO
No hay en el desierto carreteras marcadas,
infinitos son los caminos posibles, incontables las salidas.
Busco en las estrellas un sueño de oasis,
un amable lugar donde encontrar reposo,
palmeras verdes y aguas dulces,
cuerpos perezosos y deseos de amar.
Cien mil palmeras,
senderos dulcemente perfumados.
Como momentos de felicidad en la vida,
así los oasis en el desierto.
Cuando hallamos el sosiego en cabañas de ladrillo
olvidamos que al alba partirá la caravana
Y la fragilidad de la tienda será quien proteja
la próxima noche de nuestros sueños.
Cien mil palmeras no son nada
Al contar granos de arena.
ESTOS INSTANTES
Construir recuerdos
moldeando estos instantes,
conscientes de que son
tan sólo una excusa
para construir recuerdos,
endulzando lo dulce,
recubriendo el dolor de una dulce nostalgia,
aprovechar estos instantes
para construir recuerdos consoladores,
falsos recuerdos.
Construir ahora brumosos
recuerdos que serán olvidados.
Recuerdos, recuerdos que serán olvidados.
TIERRA DORMIDA II
Para Inazio Mujika Iraola
Fuera yo blanco abedul junto al río,
abedul blanco herido en el cementerio fuera yo,
y pus bebiera de la tierra dormida, rey del verano,
cielo verde para hongos y zarzamoras.
Palma o arco, cabellera enamorada,
fuera yo flexible abedul rendido por la nieve,
todo abedul de las amplias llanuras fuera yo,
manantial de sombra tras la casa, rojo fuego en la noche,
viejo libro de palabras nuevas,
nublado en la mañana, vivo al anochecer,
abedul de ojos fuera, ojo de abedules,
lluvioso amante de los trenes, punto de luz,
columna de plata sobre el río helado.
Fuera yo blanco abedul a la orilla del lago,
abedul blanco herido en el cementerio fuera yo.
ANTE UNA FOTO EN BLANCO Y NEGRO
DE GABRIEL ARESTI
No conociste el día
en que nadie comprara nada,
no ha llegado aún el día
en que no se vendan manzanas en el mercado,
no será mañana
el día en que todos seamos felices,
habrá de ser pasado, Gabriel, pasa
Joxerra Garzia
Finalmente le pusieron tu nombre
a una calle de Bilbao, a saber quién dirá ahora
que vive en Aresti, y sería demasiado fácil
decir que vives en nosotros.
Veo un Bilbao de llovizna en blanco y negro
cada vez que pienso en ti
un Bilbao frío y triste de posguerra,
y tú acudes cada día a tu oficina pequeña y hambrienta
hace tiempo que no limpian las ventanas
y el polco se acumula sobre los viejos papeles llenos de números.
Todo en blanco y negro, como en las viejas películas,
la gente en blanco y negro, la ciudad en blanco y negro,
en blanco y negro los libros de los curas,
fotos en blanco y negro, casas en blanco y negro.
¿Era verde la hierba en tus tiempos?
Gabardinas, chapelas y paraguas negros,
reuniones de euskaltzales plúmbeas y estériles,
miedo en blanco y negro, opiniones blancas, opiniones negras.
¿Viste alguna vez un cielo claro?
Bajamos contigo del monte, cuesta abajo,
muchas gracias, nunca he sido muy aficionado,
con mucho gusto te mostraría la ciudad y sus oasis,
cómo nos movemos en tecnicolor, y las nuevas guerras.
¡Oh, Malhombre Arestiano,
en el país de los vascos los chistularis son aún
amos, jueces y señores,
la gente vasca aún pone sus esperanzas en ser rebaño
y las aburridas reuniones siguen sin pausa;
entre los vivos, que no te quepa duda,
serías excomulgado.
Tengo poco que darte, así que,
más humilde que nunca,
más en blanco y negro que nunca,
te ofrezco, para tu "Juego de naipes",
la que fue mi primera carta:
"Gabriel Aresti Segurola
una bola de fuego entre los vascos,
un remolino de viento que nos lleva cuesta abajo;
habló de corazón, abrió la jaula, y,
no sabemos cómo,
se perdió su sangre,
se convirtió en árbol;
consolémonos:
somos huérfanos, pero no nos importa".
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