MARCEL PROUST pasea en barca por la bahía de Corinto |
| A la sombra de la juventud florecida | | | | sentábase todos los días el viejo Anaximandro. | | | | Tan viejo estaba ya el famoso mandrita, | | | | que no despegaba los labios, ni sonreía, ni parecía comprender | | | | la fiesta de aquellas cabelleras doradas, de aquellas | | | | risas y picardías de las muchachas más bellas de Corinto. | | |
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| Fue hacia el final de su vida, | | | | cuando ya decíase la gente a sí misma al verle pasar: | | | | a Anaximandro le quedan, cuando más, tres o cuatro girasoles por deshojar; | | | | fue en aquel pedacito de tiempo que antecede al morirse, | | | | cuando Anaximandro descubrió la solución del enigma del tiempo. | | |
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| Fue allí en Corinto, junto a la bahía, rodeado de muchachas florecidas. | | | | Le había dado por la inofensiva manía | | | | de protegerse con un quitasol mitad verde mitad azul a la hora del mediodía; | | | | no saludaba a las gentes de su edad, no frecuentaba los sitios de los ancianos, | | | | ni parecía tener en común con los del ágora | | | | otra cosa que senectud y nieve alrededor de las mandíbulas: Anaximandro | | | | se había mudado al tiempo de la juventud florecida, | | | | como quien cambia de país para curarse una dolencia vieja. | | | | | Llegaba con el mediodía a la sombra sonora de aquellas muchachas de /Corinto; | | | | arrastrando los pies, impasible, con su quitasol abierto, y sentábase /calladito, | | | | sentábase en medio de ellas a oír sus gorjeos, a observar la delicada /geometría de aquellas rodillas de color de trigo, a atisbar alguna fugitiva paloma /de rosado plumaje, | | | | volando bajo el puente de los hombros. | | | | Nada decía el viejo Anaximandro | | | | ni nada parecía conmoverle bajo su quitasol, sintiendo el tiempo pasar /entre las dulces muchachas de Corinto, el tiempo hecho una finísima /lluvia | | | | de alfileres de oro, de resplandor de cerezas mojadas, | | | | el tiempo fluyendo en torno a los tobillos de las florecidas palomas de /Corinto, | | | | el tiempo que en otros sitios acerca a los labios del hombre una copa /de irrechazable veneno, | | | | ofrecía allí al mediodía el néctar de tan especial ambrosía, | | | | como si él, el tiempo, también quisiese vivir, y hacerse persona, y /deleitarse | | | | en el raso de una piel o en el rayo de una pupila entre verde y azul. | | |
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| Silencioso Anaximandro | | | | como un cisne navegaba cada día entre las nubes de la belleza, y /permanecía; | | | | estaba allí, dentro y fuera del tiempo, paladeando lentos sorbitos /de eternidad, con el ronroneo del gato junto a la estufa. Al atardecer volvía a su casa, | | | | y pasaba la noche dedicado a escribir pequeños poemas para | | | | las rumorosas palomas de Corinto. | | |
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| Los otros sabios de la ciudad murmuraban sin descanso. | | | | Anaximandro había llegado a ser, más que el rito de las cosechas y /que el vaivén de los navíos, | | | | el tema predilecto de los aburridos conciliábulos: | | | | -«Siempre os dije, | | | | oh ancianos de Corinto, afirmaba su viejo enemigo Pródico, que éste /no era | | | | un sabio verdadero ni siquiera un hombre medianamente formal. /¿Su obra? | | | | Todo copiado. Todo repetido. Pero vacío por dentro. Vacío como un /tonel de vino cuando los hijos de Tebas vienen a saborear la luz de los /viñedos de Corinto». | | | | | Anaximandro cruzaba impasible las calles de la ciudad, rumbo a /la bahía. | | | | Llevaba abierta su sombrilla azul, y cazaba al vuelo los rumores de /cuanto ocurría: | | | | un día tras otro se iba hacia los sótanos del tiempo algún profundo /anciano. | | | | Los sabios eran talados, día a día, por las mensajeras de Proserpina, y /sólo sus cenizas | | | | pasaban, rumbo al mar, entre las aguas cubiertas de violetas que es el /mar de Corinto. | | | | Todos se iban, y Anaximandro seguía allí, rodeado de muchachas, /sentado bajo el sol. | | | | Un pliegue de la túnica de Atalanta, la garganta de Aglaé, | | | | cuando Aglaé lanzaba hacia el cielo su himno para imitar las melodías / del ruiseñor, | | | | una sonrisa de Anadiomena, eran todo el alimento que Anaximandro /requería: y estaba allí, seguía allí, cuando todo a su alrededor se /había evaporado. | | |
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| Un día, allá, desde lo lejos, se vio dibujarse una pequeña barca en el / trashorizonte de la bahía de Corinto. | | | | Venía en ella, remando con fatigada tenacidad de asmático, un /hombrecito: | | | | cubría su cabeza un sombrero de paja, un blanco sombrero de paja /encintado de rojo. Desde su confín | | | | el hombrecito miraba hacia el corazón de la bahía, y descubría a lo /muy lejos | | | | una sombrilla azul, un redondelito aureolado como el sol. Hacia /allí bogaba. | | | | Terco, tenaz, tatareando una cancioncilla, el hombrecito de manos /enguantadas | | | | remaba sin cesar. Anaximandro comenzó a sonreír. La barca, inmóvil /en medio de la bahía, | | | | vencía también el tiempo. Despaciosamente el blanco sombrero de /paja anunció | | | | que el hombre regresaba. | | |
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| Esa noche, poco antes de irse a dormir, | | | | Marcel Proust gritaba exaltado desde su habitación: | | | | «Madre, tráigame más papel, traiga todo el papel que pueda. | | | | | Voy a comenzar un nuevo capítulo de mi obra. | | | | Voy a titularlo: «A la sombra de las muchachas en flor». | | |
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