653-654.- Gaby Vallejo Canedo, Cochabamba, Bolivia
Dios en la poesía de César Vallejo
César Vallejo, dolor de haber nacido hombre.
Dolor. Vallejo se duele del mundo y de la muerte
y se duele de Dios. La epopeya de existir tiene para él
un gran escape psicológico:
Dios. Pero no hacia el Dios de la bondad y del amor,
sino al creador de la vida y del dolor
y como tal está presente en su poesía que es reclamo,
que es grito.
Veamos cómo Dios es frecuente:
En el poema “Para el alma imposible de mi amada”
Amada no has querido plasmarte jamás
como lo ha pensado mi divino amor.
Quédate en la hostia,
ciega e implacable
como existe Dios.
Estamos ante la atribución a Dios de una circunstancia
física como es la ceguera y de una actitud humana,
como es la implacabilidad.
Situación que Dios asume voluntariamente para el poeta.
porque no ha querido plasmarse jamás con el hombre,
se hace hostia.
La semejanza evidente entre Dios y la amada
está en la negación de amor.
El poeta está próximo a ser Dios porque siente el amor,
“mi divino amor” nos dice.
Sigamos en “Los anillos fatigados”
Hay ganas… de no tener ganas, Señor;
a ti yo te señalo con el dedo deicida:
hay ganas de no haber tenido corazón.
“Dedo deicida”, dedo que señala a Dios para matarlo.
Dedo que pertenece a Vallejo y que le ha nacido
después de haber sufrido hasta “no tener ganas”.
Estamos ante un Dios al que se quiere matar
porque es el dolor y porque se da indiferente,
cansado, monótono, con su propia creación a cuestas,
y que se añade que
“se repite curvado en el tiempo y pasa y pasa
a cuestas con la espina dorsal del Universo”
Sigamos con el famoso poema “Los Heraldos negros”.
Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios
Los “golpes de la vida”, son Dios
En esos golpes no hay el empujón de los buenos,
de los mejores sino el golpe de los malos.
Estamos ante un Dios personal,
capaz de golpear al hombre con su odio,
de dar un empujón si el “Levántate”.
Un Dios que hunde. Unos versos más abajo,
la misma poesía gira hacia Cristo,
que representa la esperanza del alma de
cada hombre y que cae hondo,
también con el odio de Dios.
Tomamos este aspecto de Cristo
para el segundo enfoque de Dios.
Este Dios que es malo y concreto para el hombre
que puebla la tierra, lo es para él, para Vallejo.
Lo dice el poema “Espergesia”
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
En el poema, todas las situaciones y actitudes de su vida
van siendo enumeradas y atribuidas a Dios
que es imperfecto, que enferma
y decae en su creación haciendo hombres como él,
enfermos por Dios.
Tomamos otro poema en el que nos hallamos
frente una alusión bíblica que admite la dualidad Dios-Jesús.
Sin embargo Vallejo escribe deliberadamente
el nombre de Dios para recalcar una constante,
Dios ajeno y distante. Está en el poema “Setiembre”
Sólo esa noche de setiembre dulce
tuve a tus ojos de Magdala, toda
la distancia de Dios… y te fui dulce.
No podía tomar el nombre de Jesús y hacerlo distante.
Era necesario decir Dios. Sin embargo,
se deshace con la expresión siguiente y “te fui dulce”
que es la correspondencia al Cristo Bíblico.
La cita de Magdalena es también importante.
A medida que continuamos el análisis observamos
que la palabra Dios tiene en Vallejo
un poder selectivo peyorativo.
Es decir, que el poeta selecciona palabras graves
y fuertes para Dios.
Tomaremos un fragmento más del poema “Fresco”.
Y si hay ya mucha hiel en esas sedas,
hay un cariño que no nace nunca,
que nunca muere,
vuela otro gran pañuelo apocalíptico,
la mano azul, inédita de Dios!
Dios el mismo, incógnito y distante.
El Dios del miedo y del terror que semeja un
“pañuelo apocalíptico”.
Finalizamos este primer enfoque de Dios
con un fragmento de “Los dados eternos”
Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación.
Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!
Se evidencian las siguientes connotaciones:
el dolor es creado por Dios y dado al hombre
y es siempre mucho, Dios se mantiene indiferente,
sin “sentir nada de su creación” porque está “siempre bien”.
Le es suficiente haber creado al hombre y al dolor.
Pero el hombre va más allá del hombre.
Es Dios porque conoce y soporta lo que no puede Dios:
el dolor.
Dicho esto a quemarropa se traduce en un Dios
que debería sufrir el dolor del hombre creado por él mismo,
para ser mejor, más perfecto.
Bien, hemos visto la doliente soledad del hombre
abandonado por Dios.
Una cara de Dios en la poética de Vallejo.
Suavizando esta distancia desesperante
está Cristo que es amor, que es dulzura,
que es redención.
Por contraste, son pocas las veces que lo nombra
y a veces disfrazado. Vemos un fragmento de “Yeso”
…
y que muere sangriento de amar mucho,
como un croquis pagano de Jesús.
Como vemos, morir “sangriento de amar mucho", como Jesús.
En el poema “Ascuas”, existe un Cristo sugerido:
Tilia tendrá la cruz
que en la hora final será de luz!
La cruz, sin duda, es Cristo implícito y como tal,
verdadero vínculo de salvación en “la hora final”.
La luz después del sufrimiento cristiano.
Encontramos contenidos sugeridos
del mismo modo en “Avestruz”
No acabes el maná de mujer que ha bajado;
yo quiero que de él nazca mañana alguna cruz,
mañana que no tenga yo a quien volver los ojos,
cuando abra su gran O de burla el ataúd.
Busca la cruz, quiere que le nazca una cruz
capaz de ayudarle a soportar las circunstancias
de no tener “a quien volver ojos”.
Una cruz que le salve mañana
“cuando abra su gran O de burla el ataúd”,
una cruz a qué agarrarse.
En el texto “El poeta y su amada” dice:
Amada […]
y tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado,
y que hay un viernes santo más dulce que ese beso.
“Jesús ha llorado”, “viernes santo más dulce que ese beso”,
son expresiones que traducen la ternura
que inspira a Vallejo la palabra o la identidad de Jesús.
Es la ternura más grande que sobrepasa a la dulzura
de un beso de amor humano.
Reconocida está suficientemente
la dualidad Dios-Jesús. Dios como alejado, incógnito,
implacable, malo y Jesús como amor, dulzura,
redención, luz.
Pero nos encontramos con un poema que nos sorprende,
como contradiciéndonos.
Se titula justamente “Dios”. En este poema Vallejo siente,
llega, mide, llora, consagra a Dios, “al que es bueno y triste”
y al “que ama tanto”.
Una poesía que se zafa lejos de sentir a Dios
como el culpable del “hombre pobre… pobre”.
Es una poesía que lo redime del rencor sordo.
Sin embargo, no es del todo alabanza a Dios.
Existe todavía una posición de dolor y certidumbre
del poder de Dios en algunas palabras como
“Con él anochecemos, Orfandad”.
Parece traer solapadamente aquella rabia que siente
por el poder de Dios que nos obliga a anochecer con él
y ser huérfanos.
El poema finaliza con un verso rotundo
“siempre debe dolerte mucho el corazón”,
casi como una certidumbre de la imperfección
de la obra de Dios.
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