Cantar, cantar evocando sucesos
que están oliendo a sangre, a agobio, a escombro;
dar un retrato vivo de jirones terrestres,
de angustia prolongada o árbol
desgranando su verde entre estampidos;
tener tantas palabras y no tener ninguna
entre el amor y el odio de los hombres.
¡Tanta edad, tanto tema de exterminio
llegan y forman libros, estantes, librerías;
tanto tema de llanto, de perforada atmósfera,
de agujeros amargos...!
Cuando hablamos de muertos,
de esas madres endebles, sabias de sufrimiento;
cuando hablamos de rápidos sucesos,
sucesos diseñados sobre un mapa de vértigos,
las sílabas nos duelen, las palabras retumban
mutiladas, cortadas de quebranto,
se resisten las letras, los acentos gotean
y el hombre es una máscara deforme,
una sombra entre escombros y escombreras.
¿Qué son estas estampas,
las líneas contraídas, las imágenes tristes
de las hondas goteras de la lágrima,
del beso prisionero sobre redes de llanto?
¿Por qué retratos rotos, y no vida?
Todo se va en papeles, estantes, librerías,
láminas en desuso, tinta gastada y seca.
En nada, en nada más que en papeles,
pilones de papeles,
en palabras gastadas que no cuentan...
¡Cómo se olvida al hombre y sus verdades!
¿Por qué la noche y no la transparencia?
¿Dónde el preciso móvil que lo lleva a la lucha,
con urgencia de vida?
Dentro de este desorden y estos vertiginosos
bautismos de metales:
¡cuántas palabras, sílabas raídas,
y al fin saber que no hay una palabra, mil
palabras
que retraten exactas estas ruinas, enseñándole al
hombre
la luz, las claridades!
Tanto ver la pobreza...;
tanto morir por dentro con los muertos,
y luego ver que existen noches largas, secas,
tensas, vacías, de fiestas o festejos
-por otros meridianos y otras patrias-
sin que nadie recuerde estas tremendas
hondonadas de sangre...
¡Cuántas palabras sobran!
¡Qué urgencia de seguras vocaciones y brújulas
para cruzar la niebla de este tiempo en desvelo!
Recordar a los muertos, su madera
de crucifijos rotos;
y no ver condolerse más que a aquellos
que en el vértigo estaban;
a nadie más estas vasijas llenas
de humareda y sangrías, este drama de pueblo,
a nadie, a nadie, ¡a nadie!
... Caminar sobre asfaltos de cadáveres,
encajes afligidos y frentes desgarradas;
rememorar las ruinas, la camilla, la venda,
las venas como sogas resecadas,
el asombro, la sangre...
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