VIDA Y PASIÓN POÉTICA Y PROSÍSTICA DE
ANTONIO ESTEBAN AGÜERO
HUGO A. FOURCADE (2005)
CAPÍTULO 2
AGÜERO, EL BUSCADOR DE DIOS
…AGÜERO, EL BUSCADOR DE DIOS
En 1971, cuando elaboramos nuestro trabajo “Antonio Esteban Agüero, cantor de la puntanidad”, respondiendo a las exigencias de una beca que nos fuera asignada por el Fondo Nacional de las Artes, incorporamos a ese estudio, aún inédito, un capítulo sobre “el tema religioso” en la poética del creador de la Villa de Merlo.
Años más tarde, en 1983, presentamos a las Segundas Jornadas Provinciales de Literatura Sanluiseña una comunicación que titulamos “El tema de Dios en la poesía de Antonio Esteban Agüero”, ponencia publicada en las actas de ese certamen y repetida su versión en la revista .Virorco. N° 45/46 de enero diciembre de 1987.
Hay en ambos textos una serie de ideas que se repiten, lógicamente, aunque la estructura de las propuestas sea distinta ya que, de algún modo, queríamos entonces insistir, duplicando la exposición, en los asuntos capitales que en el terreno poético fueron objeto de la consideración permanente de Agüero, asuntos capitales o cuestiones capitales que creíamos poder identificar tomando en cuenta todo aquello referido a la Naturaleza, al Hombre y a Dios que se hace evidente en su obra, desde Poemas Lugareños, hasta cuanto se publicó tras su desaparición física.
Ese orden temático o mejor ese encolumnamiento que va de la Naturaleza a Dios pasando por el Hombre lo estimamos en algún momento como el despliegue real, cronológico o histórico de su producción, el movimiento ascensional que recorre el quehacer de un poeta óntico o metafísico, esa senda que va de las Cosas al Creador de ellas, como un verdadero “caminante de lo Absoluto”.
Podrá pensarse que este tipo de disquisiciones carece totalmente de sentido. Sin embargo seguimos hoy como ayer, creyendo que el análisis que podamos realizar resultará valioso, si perseguimos con todas las limitaciones que se nos pueden marcar, identificar y poner en evidencia los distintos flancos creativos de aquel “vivir en Poesía” que caracterizó a Agüero.
Por otra parte en las dos exposiciones que realizamos, en 1965 una y en 1983 la otra en torno a la temática religiosa o a la búsqueda o manifestación de Dios en la poesía de Agüero, utilizamos la totalidad de los libros que editó mientras vivió y la mayor parte de lo que, inéditos tras su muerte, se publicaron hasta la fecha en que abordamos la cuestión.
Si esa temática sigue interesándonos debemos consignar que ahora contamos con otra fuente de datos que nos ayudará o auxiliará en la comprensión de ese itinerario que va recorriendo el poeta con evidencias legítimas y fundamentales de su experiencia religiosa de cualquier tipo que sea, con adhesiones o rechazos hacia un credo determinado, con encuentros y con búsquedas, es decir con lo hallado y con lo que se desea encontrar, con muestras inequívocas de un sentimiento que aparece instalado en su alma o con expresiones que alejan toda expectativa positiva en este punto. Y esa fuente de datos está contenida en la memoria o autobiografía que el poeta nombró “La verde memoria o la educación de un poeta”, la que recién se divulgó en forma amplia cuando la Universidad Nacional de San Luis dio a la estampa sus “Obras Completas” y el Tomo III que la contiene, en 1996.
La primera mirada que extendimos sobre el material édito de Agüero en 1965 sólo comprendía las cinco obras que había alumbrado hasta entonces, aunque nos permitimos utilizar como pródigas evidencias sus prosas y sus versos incluidos en la revista "Ideas" en el período 1933-1938.
Cuando emprendimos la segunda indagación sobre el tema de Dios en la poesía de Agüero, esto es en 1983, dispusimos de todo lo conocido hasta entonces incluyendo las obras que, como Un hombre dice su pequeño país (1972) y Canciones para la voz humana (1973), hizo realidad su esposa, más los Poemas inéditos de 1978.
Para el abordaje actual recurrimos también a esa fuente autobiográfica en prosa de “La verde memoria o la educación de un poeta” que aunque limitada pues sólo se refiere a su niñez y adolescencia, nos pone en la pista de aquello que el autor con libertad absoluta cuenta, como en el restante capital poético, también libremente, canta.
Ahora bien, ¿qué nos suministra ese Tomo III de sus hoy “Obras Completas” en relación a la preocupación que guía nuestros pasos? El poeta ya adulto evoca con delectación su pasado, el más lejano de su vida y recuerda episodios de su niñez primera, allí justamente donde ubica su propio nacimiento que sus padres esperaron “como un regalo de Dios”; las oraciones nocturnas que “cumpliendo la enseñanza materna” recitaba con su hermano “puestos de rodillas sobre la cama”; aquel temor de la muerte que lo comenzó a herir poco después de dejar la infancia, razón por la cual “acudía a los rezos como a un refugio pero en mitad del Padrenuestro la muerte venía a buscarme”
imaginando también a su alma “como una clara y frágil lucerna siempre
encendida en el horror del infierno, del purgatorio, del paraíso de Dios”
y dando cuenta que “desde el día en que me enseñaron el catecismo” Dios está en el cielo, en la tierra y en todo lugar., comencé a creer que Dios estaba, más que en ningún otro ser o cosa en el mundo, en los pájaros, dentro del corazón de los pájaros, pequeñito, húmedo y escarlata como un fruto no mayor que las cerezas maduras, y que yo había sentido, por repetidas ocasiones, en mi mano siempre con renovado asombro.
A los trece años llegó Agüero a San Luis en su primer viaje a la capital puntana y tras alojarse en la casa donde viviría realizando sus estudios de magisterio, concluida la jornada y lleno de un enorme cansancio cuenta el poeta: “Me persigné, recé el Padrenuestro y le pedí a Dios, a Tata Dios que me hiciera soñar con mi madre”.
En esa edad la inicial de su adolescencia se van a producir las primeras manifestaciones del genio literario de Agüero a través de las precitadas colaboraciones que recogió la revista “Ideas”.
Siguiendo esas colaboraciones es posible descubrir cómo es que aquel pasado religioso que viviera en su hogar y que él recuerda en su autobiografía, permanece incontaminado o comienza a transformarse tal como lo certifica escribiendo sobre “la religión del hombre libre” a la altura de sus quince años, religión ésta que quiere sin misterios ni prohibiciones, sin aprisionamientos
morales y sin templos, una religión sencilla que resume en dos notas “creer en Dios porque todas las cosas que nos rodean” nos dicen con su lenguaje mudo “hay un Dios” y practicar los preceptos morales que expuso el más perfecto de los hombres, Jesús. Estos preceptos que, aún sin conocerlos, los practica todo hombre moralmente sano.....
Concluidos sus estudios y con el título de Maestro Normal Nacional en sus manos regresa a su casa de la Villa de Merlo. Y será justamente en este sitio donde Agüero dará cima a su primer poemario en 1937, que titulará Poemas lugareños.
En este su primer libro Agüero incluye un poema de notable significación:
“Religiosa” que de un modo u otro traduce una definición personal: .Pero hoy he hallado a Dios/ en la sencillez nativa de estos campos./ Ahora encuentro a Dios/ ¡oh verdad del catecismo cándido.!/ Ahora mi fe, duro retoño/ en un doble pilar hace apoyado/. Ahora, ahora, porque ahora,/ gracias árbol, gracias pájaro/. puedo decir con íntimo contento/ .Como ustedes, mis gentes, soy cristiano....
Obsérvese que uno es el planteamiento adolescente de Agüero proclamando su “religión del hombre libre” y otra pasados escasos años, es decir ya joven, esta manifestación de quien, sin complejos ni culpas se considera cristiano o es un cristiano.
No se trata en este poema que por lo que expresa debemos admitir sincero, de un presentimiento de lo divino. No hay aquí un dios escondido, sino un Dios hallado o encontrado, por más que la experiencia derive de la contemplación de la naturaleza que lo lleva o lo conduce de la Creación al Creador-Dios.
En el segundo libro que Agüero publica en l938, Romancero aldeano, es posible identificar otras evidencias de lo religioso que subsiste en Agüero como una proyección de aquel influjo maternal que lo marcó en la infancia. En el segundo tema de este volumen versifica Agüero: “Se hunde/ en agua viva de trino,/ mi oído lírico. Cubren/ a la distancia ríspidas rosas/ Ojos de Dios me descubren”.....
En el Romance de la novena aquel “cristiano” de los Poemas lugareños, aquel joven enraizado en una comunidad que pese a su pequeñez sostenía los valores de una tradición religiosa se hace cargo de aquellas mujeres que rezan: “La Capilla pronto les abre/ su vieja puerta rosada/ más que devotas las doñas/
parecen dueñas de casa/”...
En la misma línea hay que situar estas estrofas del “Responso del angelito”: “Los hombres miran y rezan,/ las viejas gastan rosarios./ Los viejos padres del niño; olor a lana y caballo,/ olor a pirca y arroyo/ lloran al muerto callados/” y tal vez la “Crónica de la fiesta religiosa de Renca” sea una de las composiciones más comprometidas del vate que así se expresa: “Vengo de Renca trayendo/ aún mis ojos de fiesta/ clara semilla de canto,/ lírica llaga en la lengua/” ...
Tras los Poemas lugareños y Romancero aldeano, Agüero publica
“Pastorales”, “Romancero de Niños” y “Las Cantatas del árbol”. Difundió de viva voz sus inolvidables poemas de “Un hombre dice su pequeño país” y “Canciones para la voz humana” habiendo anticipado algunos de estos bellos poemas en “La Prensa” en 1960. Cuando el volumen tomó estado público en 1973, sus seguidores se encontraron con aquella formidable “Canción del buscador de Dios”( expuesto por Pascual en Poesía Místico- Religiosa y que invito a leer) que Agüero recitó en el corazón de la Plaza Pringles de la capital puntana en 1966, con motivo de la Fiesta Patronal.
Agüero pinta a aquel que hace lo necesario para encontrar algo o por hallar a
Alguien, en este caso Dios: “Siempre buscando/ desde niño buscándolo,/
buscando./” Yo quería encontrarlo,/ yo sólo descubrirlo./ Después de muchos
viajes.../ recordé una capilla entre los cerros./ Yo dije Dios, Oh Dios, Oh Dios/ y
dejé de buscarlo.../..
En “Poemas lugareños” Agüero escribía: “Pero hoy he hallado a Dios” y en
“Canciones para la voz humana” el poeta es en definitiva el buscador que al fin, nuevamente, en sus altos años, casi al final de su carrera mortal, encuentra a Dios.
(cont.)
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