BLAS DE OTERO ( Página suscrita en la red por EL CABALLERO DE VERDE GABAN - parte final-)
DIOS EN LAS DIVERSAS ETAPAS DE LA OBRA DE BLAS OTERO. En los párrafos anteriores hemos hecho ya referencia a la actitud religiosa de Blas Otero en las diversas etapas de su vida, actitud que ha quedado claramente reflejada en su obra, a continuación incidimos en el mismo tema con referencias aún más concretas que las ya anteriormente indicadas, sirviéndonos de un artículo de José Alberto Garijo Serrano que transcribimos a continuación.
1.1. LA IMAGEN DE DIOS EN LA POESÍA DEL PERIODO DE FORMACIÓN (1935-1950)
La obra representativa de este periodo es Cántico espiritual (1942), rememorando a san Juan de la Cruz. Es una poesía de corte místico que busca la ascensión del hombre en la búsqueda de Dios.
Un ejemplo es este soneto que da inicio a Cántico espiritual,en el que se aprecia la influencia de los místicos castellanos –la «herida del amor» tan presente en la poesía castellana desde el Cancionero, el anhelo de lo divino, la dulzura del encuentro con el Amado y el dolor de la ausencia–, llenos del sosiego de la religiosidad juvenil, pero en el que destaca ya con fuerza el Yo del poeta que interpela directamente a Dios, y que será frecuente en la etapa existencialista:
Todo el amor divino, con el amor humano,
me tiembla en el costado, seguro como flecha.
La flecha vino pura, dulcísima y derecha:
el blanco estaba abierto, redondo y muy cercano.
Al presentir el golpe de Dios, llevé la mano,
con gesto doloroso, hacia la abierta brecha.
Mas nunca, aunque doliéndose, la tierra le desecha
al sembrador, la herida donde encerrar el grano.
¡Oh Sembrador del ansia; oh Sembrador de anhelo,
que nos duele y es dulce, que adolece y nos cura!
Aquí tenéis, en haza de horizontes, mi suelo
para la vid hermosa, para la espiga pura.
El surco es como un árbol donde tender el vuelo,
con ramas infinitas, doliéndose de altura.
1.2. LA IMAGEN DE DIOS EN LA ETAPA EXISTENCIAL. O DE «POESÍA DESARRAIGADA» (1950-1955)
En España, en la época que Ricardo Gullón llama de la «generación escindida»,o de lo que Dámaso Alonso llama «poesía desarraigada», surgen poetas para los que«el mundo nos es un caos y una angustia, y la poesía una frenética búsqueda de ordenación y de ancla»
El verso de Blas de Otero en la etapa de poesía desarraigada es,como decía Dámaso Alonso, «áspero, no por otra cosa, sino porque se corresponde con el derrumbamiento en huida del mundo y de su imagen del mundo»
.En la trayectoria de Blas de Otero esta corriente viene representada por Ángel fieramente humano (1950) y Redoble de conciencia (1951), recogidos y completados con ocho poemas más en Ancia (1958).
a).-La temática de Dios, el hombre y el vacío en Ancia.
El enfrentamiento con Dios en Ancia se encuadra en la ruptura con la religiosidad tradicional que sufre Blas de Otero a mediados de la década de los ’40. Surge, como él mismo dice, en el poema «Tierra»:
Un hombre como un árbol desgajado.
Una generación desarraigada.
Unos hombres sin más destino que
apuntalar las ruinas.
.En ella se dibuja el triángulo hombre – muerte – Dios, que a menudo se simbolizan respectivamente mediante las metáforas árbol – mar – cielo. El hombre aparece como «árbol» (con las raíces metidas en tierra, pero con las ramas levantadas hacia Dios y la eternidad, zarandeado por el viento que lo arranca de la tierra), como en el segundo cuarteto del soneto «Soledad», en el que, en un ingenioso desplazamiento rápido de la metáfora desde el ámbito vegetal al náutico, el hombre es simultáneamente «árbol» y «arboladura»:
Árbol de Dios, oh sí, arboladura
hundida al fondo donde el hombre ama;
y, desde allí, mortal, eterna, clama,
reclama, sueña eternidad y altura.
La muerte, por otro lado, se simboliza como «mar» (amenazador, negro, violento, agitado), y Dios como «cielo» (eternidad, luz), pero a veces también como «mar»(oscuro, violento), tal como expresa, por ejemplo, el poema «Hombre»:
Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.
Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte
despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo
oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando
solo. Arañando sombras para verte.
Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos, me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.
Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser –y no ser– eternos, fugitivos.
¡Angel con grandes alas de cadenas!
La voz del poeta se hace grito desgarrado desde lo hondo de su condición mortal y solitaria. Es la del ser humano que se sabe creación de Dios, pero abocado a la muerte,y que le pide cuentas a su Creador de por qué lo ha creado mortal. El «ser –y noser– eternos, fugitivos», con resonancias shakesperianas.
La muerte es el «abismo»que se presenta delante del poeta, y ante el cual grita y grita, «noche a noche». Perono hay respuesta. Dios no responde. Esta ausencia de Dios se expresa mediante imá-genes de realidades negativas emparentadas con los sentidos: el oído – el «grito» y el«silencio»–, la vista –la «noche»–y el gusto –la «sed»–En el poema «Ecce Homo» el poeta se presenta cara a cara ante Dios para pedirle una explicación:
En calidad de huérfano nonato,
y en condición de eterno pordiosero,
aquí me tienes, Dios. Soy Blas de Otero,
que algunos llaman el mendigo ingrato.
Grima me da vivir, pasar el rato,
tanto valdría hacerme prisionero
de un sueño. Si es que vivo porque muero,
¿a qué viene ser hombre o garabato?
Escucha cómo estoy, Dios de las ruinas.
Hecho un cristo, gritando en el vacío,
arrancando, con rabia, las espinas.
¡Piedad para este hombre abierto en frío!
¡Retira, oh Tú, tus manos asembrinas
–no sé quién eres tú, siendo Dios Mío!
El tema de la «sed» recurre en los sonetos «Cara a cara» («vengo, Dios, a decirte –si no a verte– / mi inmensa sed, mi sed de ti: ahogándome»), «Sumida sed» («Te bebía, sentía, y te bebía, / solo, sediento, con palpar de ciego, / hambriento, sí, ¿de quién?, de Dios sería. / Hambre mortal de Dios, hambriento hasta / la saciedad, bebiendo sed, y, luego, / sintiendo, ¡por qué, oh Dios!, que eso no basta»).
El grito del poeta es el de Cristo coronado de espinas. Es su señal de identidad,que es la de un individuo concreto, no anónimo, ni generalizado. Tan concreto, como que es el mismo poeta: «Soy Blas de Otero».
Frente a este hombre con nombre y apellido, Dios aparece como un desconocido: «no sé quién eres tú, siendo Dios Mío!».
En ese «Soy Blas de Otero» parece resonar el momento en el que Dios revela su nombre a Moisés (cf. Ex 3,14), como resonaba también en unos versos de Cántico espiritual:
«Nada soy si no soy el que yo soy, / el que ha salido de Tus manos»
.Se trata de una autorrevelación del hombre. Por el contrario Dios se esconde detrás del sufrimiento del que no quiere dar cuentas, detrás de sus «manos asembrinas» (asesinas + siembra).
La mano de Dios que pesa implacable sobre el hombre recuerda el texto de Job y de los Salmos:
Ojalá se cumpliera mi petición
y Dios me concediera lo que espero:
que Dios quisiera aplastarme,
que soltara su mano y acabara conmigo (Job 6,8-9)
Tened compasión de mí, compañeros,
porque la mano de Dios me ha golpeado (Job 19,21).
Tus flechas se me han clavado,
tu mano pesa sobre mí (Sal 38,3).
Retira tu herida de mí
perezco a causa de la dureza de tu mano (Sal 39,11).
b) El recurso a la intertextualidad.
La crítica literaria ha señalado frecuentemente el repetido uso de la intertextualidad en Blas de Otero En sus poemas resuenan los clásicos castellanos (Quevedo, Góngora, Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, César Vallejo), los ecos del habla coloquial, la liturgia católica, la espiritualidad juvenil (San Juan de la Cruz) y, por supuesto, la Biblia.
A veces mediante juegos de palabras, como en el poema «Y el verso se hizo carne», –donde trata de su idea de la poesía y dice que anda «buscando un verso que se siente / en medio de los hombres»–, o en «Tu reino es de este mundo» –en el que trata del sufrimiento–, o en «Encuesta», en verso libre, lleno de fórmulas litúrgicas, pero en el que expresa su decepción frente a los poetas, la Biblia –que es tan inútil para buscar una respuesta al sufrimiento como la misma guía telefónica– y la espiritualidad aprendida.
Los textos bíblicos están presentes en estos poemas frecuentemente no mediante citas directas, sino mediante imágenes y expresiones que apuntan hacia ellos en un juego intertextual que requiere la colaboración del lector que conoce esos textos. Otero trasponelas imágenes bíblicas a su propia experiencia de desarraigo. Podemos apreciar los recursos intertextuales bíblicos, por ejemplo, en un poema como «Muerte en el mar»:
Si caídos al mar, nos agarrasen
de los pies y estirasen, tercas, de ellos
unas manos no humanas, como aquellos
pulpos viscosos que a la piel se asen…
Ah, si morir lo mismo fuese: echasen
nuestros cuerpos a Dios, desnudos, bellos,
y sus manos, horribles, nuestros cuellos
hiñesen sin piedad, y nos ahogasen…
Salva, ¡oh Yavé!, mi muerte de tu muerte.
Ancléame en tu mar, no me desames,
Amor más que inmortal. Que pueda verte.
Te toqué, oh Luz huidiza, con las manos.
No seas como el agua, y te derrames
para siempre, Agua y Sed de los humanos.
O en esta súplica:
SALMO POR EL HOMBRE DE HOY.
Salva al hombre, Señor, en esta hora
horrorosa, de trágico destino;
no sabe a dónde va, de dónde vino
tanto dolor, que en sauce roto llora.
Ponió de pie, Señor, clava tu aurora
en su costado, y sepa que es divino
despojo, polvo errante en el camino;
mas que tu luz lo inmortaliza y dora.
Mira, Señor, que tanto llanto, arriba,
en pleamar, oleando a la deriva,
amenaza cubrirnos con la Nada.
¡Ponnos, Señor, encima de la muerte!
¡ Agiganta, sostén nuestra mirada
para que aprenda, desde ahora, a verte!
El «mar» es protagonista habitual en el imaginario simbólico de Blas de Otero, reminiscencia de sus orígenes bilbaínos.
Además del empleo de términos inusuales («ancléame», «desames»), estos versos presentan claras referencias bíblicas a Dios como «mar», como «luz» y como «agua», reforzadas por el sorprendente uso del término «Yavé», que necesariamente nos remite al Dios del Antiguo Testamento:
a) Dios como mar. En las imágenes marinas resuenan los salmos en los que se invoca a Dios que salve el alma / la vida (ׁנפש (ׁde la muerte (cf. Sal 33,19; 56,14; 89,49;116,8), e incluso a la oración de Jonás (cf. Jon 2,3-10).
Pero en este poema, Otero expresa con una paradoja de fuerte calado expresivo que la vida no es vida, sino muerte, cuando en lugar de decir «Salva, ¡oh Yavé!, mi vida de la muerte!» –como sería lógico esperar– dice «Salva, ¡oh Yavé!, mi muerte de la muerte», porque la vida es, paradójicamente, una muerte, es saberse abocados a la aniquilación, ser un ser para la muerte.
b) Dios como luz. En las imágenes de la luz reaparecen los milagros de la curación del ciego de Mc 5,22-26 en el que Jesús toca los ojos del ciego y, sobre todo, el ciego de nacimiento de Jn 9.
En el «Que pueda verte» resuena el grito del ciego Bartimeo de Mc 10,46-52, y el anhelo del salmista por «ver a Dios»(cf. Sal 27,8; 84,8) e incluso el de Job que por fin recaba de Dios una respuesta y puede verlo (cf. Job 42,5).
c) Dios como agua y sed. Las imágenes de Dios como «agua» y «sed» se hacen eco del Sal 63 («Mi alma está sedienta de ti»), de los pasajes en los que Dios da agua en el desierto (cf. Ex 15,22-27; 17,1-7) y, sobre todo, de los pasajes de la Samaritana (Jn 4,1-42) y de Jesús en la cruz (Jn 19,28-34), en los que Jesús simultáneamente tiene sed y ofrece agua. El oxímoron sed –agua, como vemos, ya está presente en los textos joánicos.
La súplica desesperada a Dios, que parece ser el causante del sufrimiento y, sin embargo, permanece callado, está también presente, por ejemplo, en Sal 102. También Job suplica «¡Ojalá sucediera lo que pido, y Dios me diera lo que espero! ¡Ojalá quisiera Dios aniquilarme, dejarme de su mano y aventarme!» (Job 6,8-9) y «¿Hasta cuándo seguirás vigilándome, sin darme tregua ni para tragar saliva?» (Job 6,19)
.1.3. LA IMAGEN DE DIOS EN LA ETAPA SOCIAL O HISTÓRICA (1955-1964).
La etapa social o histórica de Blas de Otero viene representada por Pido la paz y la palabra (1955), En castellano (1959), y Que trata de España (1964), en los que e linterés se vuelve hacia la situación social e histórica de la España del momento, abandonando los temas más existenciales.
En la poesía de la etapa social el hombre ya no aparece como ser débil, arbóreo, angustiado. Ahora surge un hombre nuevo considerado en su dignidad y en su capacidad de transformar el mundo. Por eso puede afirmar:
«Creo en el hombre». Dios, Jesucristo, los dogmas, se disuelven ante la críticadespiadada del poeta, como en Poesía con nombres.
Esta forma de enfrentar la confesión de fe cristiana es patente en el poema «A la resurrección de Cristo»:
Cuentan que una mañana, aun oscuro,
una mujer –María Magdalena,
dicen– vino a un sepulcro; y vio llena
de susto, atrás la losa, contra el muro,
Y dicen que le dijo un ángel
¿Por qué, mujer, tu pena?
Ha resucitado como dijo
delante nadie sellará seguro.
Esto cuentan. Y dicen más: que Cristo
de pie, habló: María. Y ella: Maestro
Juan 20,16 (Rabboni).
al Señor y me ha dicho…
Dicen, cuentan.
Pero, yo digo, con Thomás: Si
1 tro dedo… No sea que los Cuatro mientan.
5.-CONCLUYENDO.
A pesar de todo lo dicho la idea, los sentimientos, los anhelos, las esperanzas … que por cima de todas la vicisitudes y cambios en la vida y obra de Blas Otero, quedan como algo que siempre permanece es lo que el mismo manifiesta en el siguiente poema con el que terminamos nuestro tema:
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