J.L. HIDALGO
PRÓLOGO A "LOS MUERTOS" en POESÍAS COMPLETAS ( Autor al final)
"Una apuesta por la memoria
... no nos queda otra posibilidad que esperar
en el pensamiento y en la poesía
un espacio para la aparición de Dios.
(Martin Heidegger)"
En primer término está la memoria, esa consciente
verbalización de nuestro tránsito, de nuestro
discurrir vital por un tiempo que fluye acercándonos
a un final inexorable y del que nada sabemos.
Sin memoria no hay posibilidad alguna de iniciación
a la muerte, y tampoco poesía. Poseer memoria
es pensar en la muerte, y en consecuencia, nacer
a la angustia vertiginosa de la existencia, a la
razón de que se es para morir.
Pues bien, planteadas las cosas en estos términos,
creo que una de las mejores formas de acercarnos
al Hidalgo de Los MUERTOS, es hacerlo, al
menos en lo que podríamos llamar un "primer plano"
de lectura, teniendo muy en cuenta su conciencia
extremada de que somos-para-la muerte, y por
supuesto, teniendo también presente el profundo
sufrimiento y las numerosas cuestiones que, ante
perspectiva tan determinada y unívoca, debieron
brotar a la vida en el interior del poeta.
Fue Kierkegaard, una de las- lecturas esenciales
del joven José Luis Hidalgo, quien escribió en su
trabajo EL CONCEPTO DE LA ANGUSTIA que fundamentalmente
el hombre puede responder -a la aflicción
existencial de dos maneras distintas: o bien a
través del suicidio, es decir, negando cualquier posibilidad,
o bien, mediante el recurso de la fe, acudiendo
así a la esencia misma de toda posibilidad.
Es evidente que, en un principio, nuestro poeta escogió
el camino "religioso" (1) trabajando así un
espacio para la aparición de Dios; pero no lo hizo
desde la fe inquebrantable, sino desde la duda más
ardiente y dolorosa.
En Los MUERTOS, Hidalgo inquiere el sentido
de la vida preguntando por el de la muerte, y en
busca de posibles respuestas, apela directamente a
Dios y a todos los que un día en este mundo fueron.
Para subrayar la única posibilidad existente de
diálogo, el poeta vuelve todos sus sentidos y entendimiento,
como en su día hizo por ejemplo el Rilke
del LIBRO DE HORAS Y de las ELEGIAS DE DUINO,
hacia ese espacio interior donde, con el transcurrir
del tiempo, va afianzándose el particular final de
cada uno de nosotros. Es decir, y en mi opinión
aquí radica parte importante de la dimensión neorromántica
de nuestro autor, Hidalgo tomó primero
conciencia sincera de su muerte, visitó los paisajes
que ésta habitaba en él, y después, ya perfecto sabedor
de su nueva condición, dio comienzo a la tarea:
hallar un cumplido final a su amplio catálogo
de dudas sobre la vida, la muerte, la inmortalidad,
el yo, el caos, el propio Dios ... Por eso, el último
libro de Hidalgo también puede y debe leerse como
la crónica de un aprendizaje, como el inestimable y
privilegiado relato de quien se sabe ya memoria de
su propio tiempo, de su propia vida y de su muerte.
Pero el caso es que en Los MUERTOS nadie toma
la palabra para contestar a las cuestiones planteadas.
Desde el inicio mismo del poemario hasta
su final, todo aparece marcado por el denso y significativo
aroma del silencio. La razón estriba, como
ya dejé escrito en otra parte, en la misma naturaleza
retórica e imposible del intento hidalguiano.
Desde la más acuciante necesidad, el poeta invoca
a un Dios que resulta por completo inútil, pues tan
sólo es un sueño forzado, fmto de la nostalgia, la
rabia y la tristeza.
Aunque, ahora me pregunto, ¿no nos estaremos
equivocando? ¿Acaso el silencio de Dios, señalado
reiteradamente en sus versos por el poeta,
no ofrece en sí mismo la evidencia de una respuesta?
Creo que esta posibilidad es más que probable,
y que finalmente Hidalgo supo encontrar en su inabarcable
entorno de silencio, algunas de las más
importantes réplicas que con tanta ansiedad buscaba,
empezando por el hecho mismo de que no, no
hay ninguna alternativa a la condición humana de
ser-para-la-muerte.
En este sentido, Hidalgo se muestra en su poemario
cercano a la postura heideggeriana de aceptación
del propio destino, a pesar de que nunca termina
por hacer de ello, como sí hizo el filósofo
alemán, una elección positiva, un ejercicio de libertad.
Incluso, al final, Hidalgo no renuncia,
muestra de un irreductible afán de supervivencia, a
ejercer el derecho a realizar una esperanzada
apuesta en favor de la memoria ajena (de la nuestra),
y cómo no, también de la poesía, de su poesía.
Una apuesta que aparece explicitada en los últimos
versos del poema Lo fatal: "Moriré como todos y
mi vida, será oscura memoria en otras almas". En
definitiva, una apuesta que a juzgar por las circunstancias,
y transcun-idos desde su realización más de
cincuenta años, pocas dudas pueden cabernos hoy,
ha ganado el poeta.
Juan Antonio González Fuentes
(1) Para Hidalgo, todo poeta entrañable y verdadero es fundamentalmente religioso. Así lo enuncia en su artículo "El sentido
religioso en la obra de Gabriela Mistral", publicado en el santanderino
diario Alerta el 18- 1 1- 1945.
Con este prólogo terminamos la exposición de J. L. Hidalgo en místico- religiosa. En grandes autores hay más información y más estudios críticos por si el lector quiere completar su conocimiento de este autor.
Gracias.
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