BIBLIOTECA VIRTUAL CERVANTES
Algunas precisiones sobre la vida y la obra de D. Juan del Valle y Caviedes
Antonio Lorente Medina
Desde que en 1791 la Sociedad Académica de Amantes de Lima anunciara en el Mercurio Peruano1 un futuro estudio sobre la vida de Juan del Valle Caviedes y anticipara la faceta satírica de su obra literaria, la figura de este escritor ha vivido curiosamente una situación bipolar en la que se proyectaba románticamente su actividad satírico-festiva sobre su vida, a la vez que se ignoraban, por diversas razones, datos precisos de su biografía. Y aunque a estas alturas resulta evidente que al criollismo nacionalista del siglo XIX le interesaba la vida «novelesca» del autor (así como su proyección desenfadada y marginal respecto de la sociedad limeña y, por ende, de la ideología metropolitana), no deja de sorprender el estado de penumbra en el que aún se encuentra la crítica mundial.
El primitivo afán de la Sociedad Académica de Amantes de Lima de rescatar las grandezas de su «pasado nacional», entre ellas los manuscritos de poesía «de nuestro célebre Caviedes», muestra a las claras un especial interés por expresar los valores de la patria peruana, con un deliberado o inconsciente sentimiento preindependentista. De ahí que el «mito» del poeta mordaz, que indudablemente se mantendría en la tradición popular limeña2, fuera sustentado en las páginas del Mercurio Peruano.
Este breve escorzo biográfico tuvo fortuna y repercusión a lo largo del siglo XIX. En 1852 el escritor y polígrafo argentino Juan María Gutiérrez publicaba en El Comercio de Lima3 un artículo sobre la obra poética de Juan del Valle Caviedes, en el que se añadían nuevos «matices» a su vida novelesca. Tras una afirmación previa, en la que se reconocía paladinamente «no saber nada de la vida del vate peruano», el crítico argentino pergeñaba paradójicamente una semblanza biográfica en la que se afirmaba gratuitamente que
«fue dado a los placeres, a la holganza truhanesca, al mismo tiempo que fervoroso devoto, como sucedía en los antiguos tiempos de España, en que las manchas se lavaban con agua bendita, y las conciencias se tranquilizaban con la distraída absolución de un fraile. Sin embargo, y a pesar de las liviandades de la pluma de Caviedes, le tenemos por un hombre honrado y le haríamos nuestro amigo si viviese...». |
Como podemos ver por este fragmento, Gutiérrez proyecta sentimentalmente dos facetas diferentes de la obra poética de nuestro autor sobre su vida e inventa, en un rasgo típicamente romántico, un personaje «truhan-devoto», haciendo caso omiso de las posibles aportaciones documentales existentes en los archivos peruanos y españoles.
Dos décadas después (1873) Ricardo Palma incrementó dicha semblanza biográfica en su «Prólogo muy preciso», redactado para la edición de las poesías de Valle Caviedes que había preparado Manuel Odriozola4. Siguiendo las mismas pautas pseudohistóricas con que compuso sus Tradiciones Peruanas, -recurso literario evidente en las mismas- Palma informaba al lector de la enorme suerte que tuvo de que cayera en sus manos un manuscrito de versos del «poeta de la Ribera», en cuyo interior se encontraba una primera página con noticias biográficas de éste. Con esta argucia literaria esbozó Palma los siguientes datos del satírico andaluz:
«Según ésta, Caviedes fue hijo de un acaudalado comerciante español y hasta la edad de veinte años lo mantuvo su padre a su lado, empleándolo en ocupaciones mercantiles. A esa edad enviólo a España, pero a los tres años de residencia en la Metrópoli regresó el joven a Lima, obligándolo a ello el fallecimiento del autor de sus días.
A los veinticuatro años de edad se encontró Caviedes poseedor de una fortuna y echóse a triunfar y darse vida de calavera, con gran detrimento de la herencia y no poco de la salud. Hasta entonces no se le había ocurrido nunca escribir verso, y fue en 1681 cuando vino a darse cuenta de que en su cerebro ardía el fuego de la inspiración.
Convaleciente de una gravísima enfermedad, fruto de sus excesos, resolvió reformar su conducta. Casóse y con los restos de su fortuna puso lo que en esos tiempos se llamaba un cajón de Ribera5, especie de arca de Noé donde se vendían al menudeo mil baratijas.
Pocos años después quedó viudo y el poeta de la Ribera, apodo con que era generalmente conocido, por consolar sus penas, se dio al abuso de las bebidas alcohólicas que remataron con él en 1692, antes de cumplir los cuarenta años como él mismo lo presentía en una de sus composiciones». |
La breve noticia del Mercurio Peruano, de la que podría desprenderse el «limeñismo» de Juan del Valle Caviedes, se transforma, por obra y gracia de la pluma de Ricardo Palma, (que, como es bien sabido, persigue la exaltación de la burguesía nacional, es decir, limeña, a la que pertenece) en una completa sarta de despropósitos, en lo referente a la veracidad de los datos aportados (el título del prólogo es una ironía más de Palma), tanto más chocante si tenemos en cuenta su intensa labor erudita y biblioteconómica como Director de la maltrecha Biblioteca Nacional. El prestigio de Palma se dejó sentir en numerosos estudiosos peruanos y extranjeros, que repitieron muchos de los detalles biográficos por él inventados (y repetidos en su edición de Flor de Academias y Diente del Parnaso, 1899). Así Menéndez Pelayo, en su Antología de poetas hispano-americanos (1894) o Luis Alberto Sánchez, en Los poetas de la colonia (1921)6 o en la edición de las poesías de Valle Caviedes, que llevó a cabo en 1925.
Desde entonces y hasta muy avanzado el siglo XX7 se mantuvo esta visión estereotipada del poeta de Porcuna, hasta el punto de que sirviera de motivo literario al escritor estadounidense residente en España, Frank Yerby, quien lo incluyó en su novela histórica The Golden Hawk (1950)8. Valle Caviedes aparece aquí como un personaje de cierto relieve en la vida limeña, en una escena tabernaria, del que se destacan un cuerpo encanijado, una cara llena de cicatrices producidas por los efectos de una enfermedad venérea, y un poder de seducción sobre la chusma que frecuenta la taberna, por sus invectivas contra los médicos de la época y por el lirismo de su poesía amorosa.
Guillermo Lohmann Villena9 inició el proceso de «desmitificación» del personaje novelesco en que se había convertido Juan del Valle Caviedes en 1937, al encontrar en los Archivos de Lima el acta matrimonial del poeta, fechada en 1671, y su testamento dictado en 1683. Ambos documentos deshacen por completo la visión nacionalista del siglo anterior, (que aún sigue manteniéndose en parte) que pretendió erigirlo en el creador de la «lisura limeña», e indican su verdadero lugar de origen, el nombre de sus padres y el de sus feudos en Lima. En su testamento Valle declara ser «natural de la villa de porcuna en el Andalucía, hijo lexitimo del Dr. Don Pedro del Valle y cauiedes y de Doña Maria de Cauiedes mis padres difuntos».
Es de lamentar que Lohmann Villena no continuara sus pesquisas en España10, porque sus hallazgos han marcado el comienzo de las luces sobre la vida de Valle Caviedes. Desgraciadamente la crítica posterior ha abandonado la vía archivística iniciada por Lohmann Villena para los restantes momentos de su biografía -fecha de nacimiento, motivos de su viaje a América, fecha del mismo, familiares (si los hubo) con los que viajó, etc.-, y se ha limitado a exponer algunas soluciones basadas en conjeturas, que poco han adelantado sobre el estudio biográfico que publicara en 1948 Lohmann Villena. Así se han sugerido, sin mayor fundamento, diversas fechas de nacimiento que oscilan entre 1630 y 1655 (Lohmann Villena, Kolb, Reedy, Cáceres)11. De cualquier forma, las hipótesis más razonadas (entre 1645 y 1648) se basan en el romance autobiográfico que, al parecer, enviara Valle Caviedes a Sor Juana Inés de la Cruz, en respuesta a una carta de la misma, en el que el poeta aclara, de algún modo, las circunstancias de su viaje al virreinato de Perú:
| «... De España pasé al Perú | | | | tan pequeño, que la infancia, | | | | no sabiendo de mis musas, | | | | ignoraba mi desgracia. | | | | Heme crïado entre peñas | | | | de minas, para mí avaras, | | | | mas ¿cuándo no se complican | | | | venas de ingenio y de plata?...». | | |
|
Los tres documentos que a continuación presentamos permiten abandonar completamente las diversas hipótesis sobre su nacimiento y posibilitan la indagación de otras (fecha de su viaje a América, por ejemplo). El más importante para la biografía de Juan del Valle Caviedes es sin duda el primero, -que constituye su partida de bautismo. Por ella sabemos definitivamente que Juan del Valle y Caviedes nació en 1645. Su transcripción es la siguiente12:
Jº | «En once dias del mes de abril y de mill y seis/ sientos y quarenta y cinco años baptice a Jº (tachado Franco) hijo/ de d. Pedro del ualle y de doña mª de cabiedes su mu/ ger fue padrino el ldo Jº baptista serrano/ presbitero enmendado Jº bale».../// El lcdo. Alcaide/// |
El segundo, estrechamente relacionado con el anterior, resulta ser las velaciones matrimoniales de sus padres13, y reza como sigue:
don pedro del ualle | «En ocho días del mes de febrero de mil y seis cientos y quarenta/ y quatro años-se ueló en esta uª de porcuna don pedro del ualle/ juez de millones y doña maría Cauiedes ƒƒ fueron padri/ nos don franco de ualdiuia y su muger doña mayor de parexa/ testigos el Licdo Antonio de Salas presbitero y pedro ruiz/ merino todos uos desta uª»/ |
| Fray Benito Bueno/// |
De este documento se desprende que los padres de Valle Caviedes no eran naturales de Porcuna. Por eso no se han encontrado en los archivos parroquiales de esta villa actas de la celebración matrimonial. Don Pedro y doña María debieron trasladarse a Porcuna tras la ceremonia matrimonial en la villa natal de ambos (o de alguno de ellos) y en Porcuna y ante la nueva comunidad a la que iban a incorporarse refrendaron su matrimonio con las velaciones.
Por sus propias palabras («Heme crïado entre peñas / de minas...») y por las noticias que ofrece su testamento la crítica (Vargas Ugarte, Lohmann Villena, Kolb, Reedy y Cáceres) ha especulado sobre los posibles parientes que Valle Caviedes tenía en Lima. Así se ha vinculado la vida del poeta andaluz con la de su tío, don Tomás Berjón de Caviedes, ilustre español que arribó al Perú «muy probablemente» en 1655. Por este camino se ha intentado identificar la vida de Valle Caviedes con la de este personaje para concluir diciendo Reedy que el poeta llegó a Lima «durante los últimos años del decenio de los cincuenta» cuando don Tomás Berjón de Caviedes ocupaba el puesto de Fiscal de la Audiencia de Lima (1657).
Ahora bien, ¿cuál pudo ser la razón que llevó a Valle Caviedes, primogénito y, al parecer, hijo único14, a abandonar el hogar paterno? Y, en consecuencia, ¿cuándo partió para América? El tercer documento que ahora ofrecemos puede aclararnos las cosas sobre las causas reales de su partida y, consiguientemente, la fecha aproximada de la misma. Dicho documento es el acta de defunción de su padre, don Pedro del Valle, fechada el 4 de diciembre de 166115:
«En 4 de dicienbre de 1661 se enter[r]ó don/ Pedro del ualle lleuó capas y 36 a/ compa[ñ]ados y cofradía///». |
Así, pues, pensamos que la orfandad del poeta16 fue la causa de su marcha a América, en busca de la fortuna que podría encontrar próximo a su casi seguro tío, don Tomás Berjón de Caviedes. Si nuestra conjetura es cierta, y hasta ahora no vemos hipótesis más razonable, su llegada a Lima no pudo ser antes de 1662, fecha-límite sobre la que, a nuestro juicio, habrá que rastrear cualquier posible documento sobre Valle Caviedes en los diversos archivos españoles y peruanos, acerca de su marcha a las Indias y de su estancia en ella17. Su aprendizaje en el arduo oficio de las minas debió de coincidir con el tiempo en que su tío fue nombrado Alcalde del Crimen de Huancavelica -y poco después Gobernador de la Villa-, lo que concuerda con los documentos compulsados por Lohmann Villena en el Archivo Histórico del Perú sobre las actividades de Valle Caviedes «en el campo de la minería durante el sexto decenio de la decimaséptima centuria»18, y ratifica la posible fecha de llegada al virreinato de Perú. También debió sufrir con especial intensidad el pleito que se interpuso contra su tío, a quien se consideró culpable de un desfalco de las minas reales, se le obligó a pagar 90.000 pesos de multa y se le inhabilitó de todos sus cargos oficiales (aunque poco después la Corona lo rehabilitara como Auditor de Lima).
El impacto que esta experiencia causaría, sin duda, en su ánimo juvenil tuvo que ser necesariamente grande. De ahí sacaría el poeta la cargada enseñanza que le sirviera para encontrar, con su sola razón, «la inclinación del saber» en el libro de la vida. O por citar sus propias palabras,
| «Sólo la razón ha sido | | | | discursiva Salamanca, | | | | que entró dentro de mi ingenio, | | | | ya que él no ha entrado en sus aulas. | | | | La inclinación del saber | | | | viéndome sin letras, traza, | | | | por haber de conseguirlas, | | | | hacerlas, para estudiarlas. | | | | En cada hombre tengo un libro | | | | en quien reparo enseñanza, | | | | estudiando la hoja buena | | | | que en el más malo señala». | | |
|
Precisiones filológicas
En las páginas anteriores hemos visto algunas de las dificultades -hasta ahora insalvables- que encierra todavía la vida de Juan del Valle y Caviedes. Su Obra completa, publicada por vez primera en fecha relativamente reciente19, -tampoco se salva de numerosas interrogantes que asaltan al crítico que se le acerca20. No es éste el momento de pormenorizarlas ni de darles adecuada respuesta. Sólo quisiéramos detenernos en una que, a nuestro juicio, es de capital importancia para el establecimiento fidedigno de los textos del poeta jienense. Dicha cuestión es la siguiente: ¿son adecuados, filológicamente hablando, los análisis que se han llevado a cabo de los ocho manuscritos conocidos de la obra de Caviedes? Resulta chocante comprobar la escasa atención que se ha dedicado a la descripción de los mismos21 cuando, en cambio, constituyen la única fuente fiable de aproximación al architexto caviedesco. No cabe duda de que su considerable dispersión ha facilitado este estado de cosas; pero tampoco debe cabernos duda de que se han derivado de éste algunos errores que, si no enmascaran, desvirtúan la posible realidad textual e imposibilitan la lectura correcta de los textos de Caviedes.
La única edición de sus Obras completas constituye un auténtico paradigma de lo que venimos afirmando. Como consecuencia de elegir Reedy de forma bastante arbitraria el manuscrito de la Biblioteca de la Universidad de Duke, (desde ahora Ms. A, por seguir a Reedy) como texto-base de su edición, casi exclusivamente22, ha obviado cuantas objeciones pudieran entorpecer esta toma de posición inicial, y la lectura de los textos se resiente de ello. Así, pues, al describir el manuscrito de la Biblioteca Nacional de Madrid (Ms. B, según Reedy) incurre en evidentes inexactitudes, como cuando afirma que «los textos están en una sola mano con una letra muy clara que parece ser del último tercio del Siglo XVIII». Si no supiéramos con certeza que el crítico y editor ha manejado el Ms. B, pensaríamos que dicha afirmación no es sino el calco de lo que ya escribiera Vargas Ugarte en 194723. En cualquier caso la verdad es muy otra. Un somero análisis del manuscrito muestra la existencia clara de dos copistas diferentes, con letras que oscilan entre mediados del siglo XVIII (el autor de «Obras poéticas de Caviedes» y de los fols. 14r-15v; 24r-343r, y los seis folios de índice) y finales del mismo (el autor del frontispicio y de los fols. 1r-13v y 16r-23v), período temporal que ratifican las filigranas del papel utilizado en el manuscrito24. Esta minucia filológica no tendría gran valor en sí misma si las razones que Reedy aduce para la elección del Ms. A como texto-base fueran más consistentes. El mero hecho de ser una copia menos distanciada de los tiempos de Caviedes no implica necesariamente que sea «más fiel a la fuente manuscrita de donde proviene» (p. XLVII), como afirma Reedy, porque la fidedignidad de una copia no está en función de su mayor o menor proximidad temporal con respecto al original, sino de la calidad del manuscrito copiado y de la fidelidad del copista. En cuanto a la segunda razón, (el Ms. A recoge más poemas que ningún otro) es enormemente escurridiza, pues está por establecerse con rigor el corpus poético de Juan del Valle y Caviedes, ya que junto a poemas que indudablemente son suyos hay otros de difícil atribución y otros terceros que indudablemente no le pertenecen.
Más importancia tienen los errores detectados en la «collatio» llevada a cabo entre la edición y el Ms. B. Dicha «collatio» permite tipificar la existencia de, al menos, nueve casos de variantes que se repiten con frecuencia, y cuya lectura correcta es la recogida en el Ms. B y no en la edición. Veamos los ejemplos que nos ofrecen los cuatro primeros poemas de cierta extensión de su Obra poética como muestra evidente de lo hasta aquí afirmado: Dedicatoria, Parecer que da de esta obra la anatomía del Hospital de San Andrés, Prólogo al que leyere este tratado y Coloquio que tuvo con la Muerte un médico estando enfermo de riesgo.
Obviando las erratas evidentes25, que no presentan mayor dificultad de comprensión, podemos observar que las más de las veces los errores del editor se deben a la elección del Ms. A como texto-base o bien a las ultracorrecciones que Reedy ha llevado a cabo. En verdad son excesivos los casos en que Reedy ha desestimado la cuantificación silábica versal26, o la construcción sintáctica que rige el poema27 (anáfora, paralelismo estructural), o, lo que es peor, ha corregido indebidamente al autor28. Los casos restantes se derivan del fiel seguimiento del Ms. A y son de enorme trascendencia en la lectura correcta de los textos, porque suponen faltas de concordancia gramatical29 o lecturas divergentes que, resultan aparentemente válidas ambas30, o que sólo adquieren sentido si nos atenemos a la lectura del Ms. B. Éste es el caso de los dos ejemplos que exponemos a continuación:
El v. 111 de Dedicatoria no se entiende en el contexto enmarcado por la edición:
| «Escapóme de estas furias | | | | la naturaleza heroica, | | | | la naturaleza heroica, | 110 | | | con despreciar los cuidados, | | | | la alegría, y parsimonia». | | |
|
Leámoslo en el Ms. B y veremos que el fragmento anterior se llena de sentido, porque lo que el poeta hace es «aplicar sin cuidado» la alegría y parsimonia:
| «Escapóme de estas Furias | | | | la naturaleza heroica, | 110 | | | aplicando sin cuydado31 | | | | la alegría y parsimonia». | | |
|
Y otro tanto ocurre con el v. 117 del Coloquio que tuvo con la Muerte un médico estando enfermo de riesgo:
Edición | | |
| «También son de esta cuadrilla | 115 | | | mil navajas engreídas | | | | aunque del temor poseídas | | | | que te dan muertos a parvas, | | | | dejando de quitar barbas, | | | | por andar quitando vidas». | 120 | |
| |
| «También son de esta cuadrilla | | | | mil navajas engreídas | | | | bárbaras y presumidas, | | | | que te dan muertos a parvas, | | | | dejando de quitar barbas, | | | | por andar quitando vidas». | | |
|
El verso subrayado no parece tener sentido en el Ms. A, ni, consiguientemente, en la edición. En el Ms. B, en cambio, las «mil navajas engreídas» del verso anterior se llenan de sentido con los calificativos de «bárbaras» («salvajes») y «presumidas», que lo completan e inciden en dos temas constante de la poesía caviedesca en relación con los médicos, a los que tilda siempre de «ignorantes» y «bárbaros» (o «barberos»). De paso, quizá convenga señalar la proximidad del significante en ambos vocablos -«barbero» y «bárbaro»- y la estrecha relación que guardan con «navajas» y con «barbas». Son éstas razones que avalan la elección concreta del Ms. B como lectura correcta.
Conclusión
La vida y la obra poética de Juan del Valle y Caviedes constituyen en pleno 1990 un reto para los investigadores de la Literatura Hispanoamericana. Desconocemos aún multitud de facetas biográficas que esclarecerían su personalidad. Y en cuanto a su obra poética, si bien en mejor situación que hasta no ha mucho, todavía está necesitada de una edición crítica rigurosa que fije el texto con los manuscritos conocidos y establezca, con ayuda del análisis interno de los poemas, su auténtico «corpus». Sólo así acabaremos de una vez por todas con el cúmulo de inexactitudes que las envuelve en una aureola tan mitificada como tergiversadora y podremos precisar las calidades literarias que indudablemente las adornan.
Apéndice documental
Documento n. 1:
Documento n. 2:
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