SIGLO XIX
Gutiérrez Nájera, Manuel
México. 1850 - 1895
Poeta y escritor.
Manuel Gutiérrez Nájera. El Duque Job fue el preferido de los seudónimos con el que firmaba sus textos el poeta mexicano, al que Martí consideraba: "un precursor del Modernismo, un post romántico, un poeta absolutamente original y único".
Síntesis biográfica
Infancia y juventud
Nació el 22 de diciembre de 1859. Pasó toda su vida en Ciudad de México, salvo breves visitas a Querétaro y Veracruz y alguna temporada en una hacienda familiar de Puebla, donde se sitúa la dramática acción de su cuento La mañanita de San Juan.
Vivió desde muy niño, en una tormentosa y apasionante lucha por la libertad y la soberanía de su pueblo y por la de América; la vida de Manuel, fue rutinaria y aburguesada, con una visión melancólica del mundo que lo rodeaba y una fe salvadora de lo que en su época las nuevas corrientes achacaban a la "santa poesía". Nájera dedicó casi la totalidad de su vida al periodismo.
Bajo distintos seudónimos, como El Duque Job, fue dando a conocer, en publicaciones de su país una obra de prosa abundantísima y de gran importancia para el modernismo. Autor de numerosos cuentos y relatos que muestran el inicio de la narrativa modernista; para la prensa escribió incontables crónicas de temas variados a las que infundió un ajustado estilo ligero y ameno, a veces voluntariamente superficial pero de gran personalidad expresiva.
Cultivó la crítica literaria y teatral pero dejó poco lugar para la actividad poética que a pesar de ser escasa ejerció gran influencia en la renovación lírica de sus años. Manuel Gutiérrez Nájera cultivó diversos géneros literarios en prosa y en verso, y perteneció a la primera generación modernista. Influido por el marcado afrancesamiento de su ciudad, se inspiró en Verlaine, Gautier y Musset, aunque también admiró a los místicos españoles. De temperamento religioso y sensibilidad en esencia romántica, a su poética se la siente acercarse a esa concepción romántico-simbolista de la poesía que nutre lo mejor de la gestión modernista, especialmente en el primer tramo de su órbita. Y ello tanto por su rechazo al realismo y positivismo y el subsecuente sentido idealista que procesara, como por su defensa de la utilidad de la belleza en sí, liberada de la moral y la preocupación humanista y social.
Se sentía heredero de la idea del arte por el arte, que en Francia propagara Théophile Gautier, a quien tanto admiró. Tanto sus lecturas francesas, de Musset, entre otros, como las del italiano Leopardi, ayudan a comprender la doble vertiente, romántica y parnasista, por las que discurre su palabra poética. Nájera supo ver la causa primera y fundamental, el aislamiento, que obraba en la decadencia de la poesía española de entonces.De adolescente ya escribía. Decían que era tímido y un tanto contrahecho. Enriqueció las letras de América, con una novedosa y tierna sensibilidad, tanto en su prosa, como en su verso. Jugaba con los seudónimos, sobre todo con el de Duque Job, donde elegante, sencillo y lleno de amor, logró plenamente una insospechada libertad creadora, que Martí supo descubrir y admirar. Todas estas lecturas influyeron en ese su estilo característico, elegante, donde logró armonizar lo antiguo y lo foráneo, con lo moderno y lo autóctono, logrando una obra muy particular.
Otra etapa de su vida
Era un hombre de una gran cultura. Se casó con una mujer de origen francés, Cecilia Maillefert, y tuvo dos hijas. Cuando nació Cecilia, la mayor, Martí escribió los más tiernos versos con su poderoso acento lírico a aquella criatura "que el padre le tejió de milagrosa música azul y clavellina de nieve".
Entre las obras de Manuel Gutiérrez Nájera destacan La duquesa Job, los volúmenes de cuentos Cuentos frágiles, de 1883; y Cuentos de color de humo, de 1894. Fundó, en 1894, junto a Carlos Díaz Dufóo, la Revista Azul que llegó a ser órgano primero y central del modernismo en su patria.
De su romanticismo esencial, que parece aproximarse al simbolismo, nacen los sentimientos centrales que recorren su poesía, y los temas que aquellos conforman: la tristeza y la resignación ("Mis enlutadas"); la invitación al placer y a la vida, pero invitación casi angustiada por la premiosidad que de sobre ella impone el sentimiento del tiempo ("A un triste"); esta misma conciencia dolorosa pero igualmente resignada de la temporalidad("Para entonces", "Última Necat"); la búsqueda del sentido oculto de la realidad, que unas veces deviene mensaje pesimista("Ondas muertas"), y otras es exaltación de la naturaleza en expresión ya modernista("A la Corregidora"). Y como todos los poetas de su tiempo, la fe salvadora y suprema en la Santa poesía. Pero no falta en su obra la gracia y por la veta parnasista y preciosista que le asistió, dejó exquisitas recreaciones frívolas del esprit francés, aunque adaptadas a ambientes o realidades personales y mexicanas("La Duquesa Job").
No fue un revolucionario en las formas, y cuando más se limitó a introducir nuevos esquemas acentuales en los métodos tradicionales. Pero sí es un avanzado es un avanzado en el ajuste idóneo de un lenguaje colorista y suavemente musical, de un lado, puesto al servicio de la expresión de un dolorido mundo interior teñido por la melancolía, y de una visión enteramente subjetiva de la realidad exterior.
Aunque Gutiérrez Nájera se destacó en su tiempo entre los iniciadores del modernismo hispanoamericano, sus obras tuvieron muy escasa divulgación en España en la época modernista. Esta poca resonancia de su obra literaria no puede atribuirse a su extravagancia o mal gusto, pues ni la obra ni el hombre eran capaces de ofender la sensibilidad más delicada.
Puede decirse que a este autor, modernista en su sensibilidad poética, le sucedió lo mismo que a Martí y a Silva, ya que los españoles tardaron algunos años en conocer y en apreciar a los tres, fallecidos todos prematuramente. De haber vivido cinco años más, Nájera hubiera encontrado un ambiente más propicio para la aceptación y la difusión de su obra en España. Sólo después de su muerte llegaron los españoles a conocer su obra, y nunca fueron muy numerosos los poemas que pudieron leer en revistas españolas.
Relación con José Martí
En México conoció Martí a Gutiérrez Nájera y precisamente en el periódico El Universal.Cuando Gutiérrez Nájera, conoció la publicación La Edad de Oro de Martí en 1894, escribió en El Partido Liberal una reseña, que impresionó al cubano mayor:
"La Edad de Oro es muy buena, no es una criada vieja, salvadora de cuentos de hechicería, porque no es la escuela dura ni el recreo inútil, sino la madre cariñosa que habla tan bonito como mamá habla y también como papá sabe hablar. "La Edad de Oro", es muy buena porque enseña fuera de la escuela y lo que no enseñan en la escuela, porque cuenta cuentos tan hechiceros, como los de brujas, y que sin embargo,son verdades y porque enseña, en fin, no de repente, no de un golpe, sino poco a poco, como se les da el alimento a los niños y todo en forma asequible a sus inteligencias, todo como jugando y junto a la verdad que parece cuento, el cuento que es historia, el verso que es filosofía. ¡Todo sano y todo bello y todo claro! ¡Así quisiéramos los hombres que nos enseñaran muchas cosas que no sabemos! ¡Así me ha enseñado "La Edad de Oro", muchas cosas que ignoraba! Porque en todo hombre hay un niño que pregunta y en todo hombre habla La Edad de Oro como a un niño y por eso lo enseña."
Martí agradeció tanto esas palabras. Fue la primera información crítica sobre ese periódico. Insistió el héroe cubano en que esta publicación llegara a los niños mexicanos. Al fin, se cumplió este deseo, pero muchos años después, cuando ya Martí y Nájera habían muerto. La primera edición mexicana fue en 1942.
Ambos se admiraban mutuamente. Ambos amaban la poesía española y sentían su decadencia, valoraban a los clásicos y a la tradición española y francesa y comprendieron siempre la necesidad que demandaba su época de abrir nuevos horizontes culturales y literarios a partir del romanticismo hacia nuevas formas en la esencia, la melodía y el colorido del verso, convirtiéndose, en precursores de la tendencia modernista que tuvo definitiva realización en el gran nicaragüense Rubén Darío, que llegó orgulloso a considerar a Martí, como su padre y a quién Martí consideraba ¡Hijo!.
Tanto Martí como Nájera, cultivaron el periodismo, pero el poeta mexicano le dedicó toda su vida. Martí viajando intensamente, combinaba sus crudas batallas independentistas con sus colaboraciones a diversos medios. Manuel, en su Ciudad de México, desde donde salió sólo en breves viajes a Querétaro y a Veracruz mantenía sus compromisos literarios. Visitó Michoacán sólo en su luna de miel y cuentan que en algunas ocasiones fue a Puebla, a una hacienda familiar. Escribió más de trescientas crónicas. Al final de su vida, había aparecido en todos los periódicos.
Muerte
Manuel falleció a los treinta y seis años de edad; el 3 de febrero de 1895.
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