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    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901): I y II - Página 14 Empty Re: RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901): I y II

    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez 20.07.20 15:19

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

    LOS PEQUEÑOS POEMAS

    Tercera parte



    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] Las tres rosas


    Poema en tres jornadas

    Rosaura

    Jornada segunda. CONT.

    Escena V. CONT.

    VII

       Viendo Julio, al hallarse sorprendido,
    que es menester herir o ser herido,
    hace frente, de cólera azulado,
    al vengativo esposo
    que le sigue, tornándose, celoso,
    blanco, rojo y después amoratado;
    y cuando Blas airado a Julio alcanza,
    uno del otro asidos,
    por todas sus potencias y sentidos
    respiran el placer de la venganza.
       Sigue a un golpe mortal otro más recio;
    la rabia los trasporta hasta la furia;
    se devuelven desprecio por desprecio,
    y es cada golpe una mortal injuria;
    la lucha, más que lucha, es un tanteo;
    se repelen, se abrazan, se sofocan,
    y cada vez que contra el suelo tocan
    adquieren nueva fuerza, como Anteo.
       Se espían el marido y el amante,
    uno de ellos sagaz y otro siniestro,
    hasta que cae en el supremo instante
    sobre el hombre feroz el hombre diestro;
    pues el ciego marido
    hacia atrás impelido
    como una mole por el rayo herida,
    resbalando en la tierra removida,
    cayó de espaldas en la tumba abierta.
    Julio después, amontonando activo
    sobre él la tierra que a coger acierta,
    entierra al hombre vivo,
    dejando así sin enterrar la muerta.


    VIII

       Después Julio, aterrado
    ante la inmensa atrocidad del hecho,
    viendo al vivo enterrado
    e insepulta a la muerta,
    tres veces hizo con la boca abierta
    el signo de la cruz sobre su pecho.
       Luego volvió los ojos espantado,
    con la mirada incierta,
    como un tigre enjaulado
    que busca para huir cualquiera puerta;
    pues ya era entonces su cuidado tanto,
    que creyó que la muerta se movía,
    y en su mortal quebranto
    con evidencia tal Julio creía,
    que hacia sí algún fluido la atraía,
    que a la salida del retiro santo
    ya fue miedo el cuidado que tenía,
    y el miedo al fin se convirtió en espanto;
    y huyendo de Rosaura y del marido,
    cuanto más presto corre, más se asombra,
    al notar que al huir se ve seguido
    de un sudario que andaba precedido
    de algo negro, más negro que la sombra.



    CONT.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez 20.07.20 15:21

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

    LOS PEQUEÑOS POEMAS

    Tercera parte



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    Poema en tres jornadas

    Rosaura

    Jornada segunda. CONT.

    Escena V. CONT.

    IX

       Y al escapar, del miedo que sentía,
    cual teniendo alas en los pies volaba,
    y el sudario arrastrando le seguía,
    y en su horror se fingía
    mil ruidos inauditos que escuchaba,
    mil cosas invisibles que veía;
    y cuanto más corría,
    viendo aquella blancura
    por una cosa negra arrebatada
    dudando si existía o no existía,
    pensaba en su locura
    si aquella forma pálida y oscura
    ya del mundo hasta el fin le seguiría,
    pues al cruzar por montes y laderas,
    la muerta parecía,
    que tendiendo la mano, le decía:
    - ¡Siempre te seguiré; ve donde quieras!-


    X

       Y a un cielo que parece, aunque estrellado,
    de ceniza cubierto,
    viendo el campo desierto,
    y el desierto de espectros erizado,
    cual si a danzar surgieran a su lado
    las fantásticas momias del Roberto,
    corre a campo traviesa, perseguido
    por cien deformidades misteriosas;
    y aunque sólo entrevé desvanecido,
    los vagos lineamientos de las cosas,
    mira el cadáver que le sigue amante,
    y el bulto negro que entrevé delante
    lanzándole miradas horrorosas;
    y conforme le sigue, él huye y huye,
    la tierra, entretanto, rueda y rueda,
    y viendo cuanto en torno le circuye
    sumido en una lúgubre humareda,
    ya ver le parecía
    en un abismo el universo hundido;
    pues rendido, jadeante,
    viendo siempre delante
    el negro azul, la inmensidad sombría,
    es tal su estado de visión completa,
    que cree en su desvarío
    que el mundo se ha volcado en el vacío,
    y que el pasó de un salto a otro planeta.



    CONT.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez 20.07.20 15:23

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

    LOS PEQUEÑOS POEMAS

    Tercera parte



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    Poema en tres jornadas

    Rosaura

    Jornada segunda. CONT.

    Escena V. CONT.

    XI

       Aunque ya para Julio se convierte
    en visión lo visible y lo invisible,
    como siempre, invencible,
    aún flota en aquel caos de la muerte
    de su ser la conciencia insumergible:
    y al ver brillar un río, que parece
    un espejo de acero,
    que líquido ondulando fosforece,
    arrebatado al fin Julio Montero,
    con varonil firmeza
    se echó aterrado al agua de cabeza.
       Mas cuando ya indolente
    se dejaba arrastrar por la corriente,
    en medio de su horrible desvarío
    sintió que le agarraba alguna cosa,
    y una mano invisible y poderosa
    le iba sacando con afán del río.


    XII

       Volviendo Julio en sí pausadamente,
    se halló echado a la orilla del torrente;
    y estando ya de su razón seguro,
    a la margen del río, al pie de un cerro,
    el de la noche y del agua al claro oscuro,
    entre la muerta y él mira su perro
    que fija en él tranquilas,
    pardas, cual las del búho, sus pupilas.
    Y, como el ebrio que sacude el sueño,
    entonces se da cuenta poco a poco
    de que el perro, fielmente,
    a la muerta arrastrando hasta el torrente,
    fue volviendo a su dueño
    feroz de miedo y de pavura loco.
    Y repentinamente
    - ¿qué haré?- se preguntó. Dudó un momento,
    y entrando en posesión de su existencia,
    pasó del pensamiento a la conciencia,
    después de la conciencia al pensamiento,
    y al fin, con la entereza del espanto
    echa el cadáver de Rosaura al río,
    y arrepentido ya de amarla tanto,
    más que en su cuerpo, en su alma siente frío.



    CONT.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez 20.07.20 15:24

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

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    Tercera parte



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    Poema en tres jornadas

    Rosaura

    Jornada segunda. CONT.

    Escena V. CONT.

    XIII

       Avezado a su noble servidumbre
    Titán el perro fiel de Terranova,
    echándose tras ella por costumbre,
    lucha por ver si al agua el cuerpo roba
    que su dueño arrojó sin pesadumbre;
    mas Julio, indiferente y alelado,
    que lo que antes amó, detesta ahora,
    sube al cerro empinado
    donde se sienta triste y casi llora.
       Y allí puesto en alerta,
    y presumiendo que jamás sería
    la huella de su crimen descubierta,
    desde lo alto del cerro
    mira con alegría
    el de Rosaura el entierro
    que en el agua va a hallar tumba sombría;
    al perro y al cadáver contemplando,
    arrastrados los ve por la corriente
    que flotaban dejando
    el rastro de una luz fosforescente;
    y con ojos abiertos
    por el terror desmesuradamente,
    ve al perro que, luchando sin descanso,
    ya hundiéndose en las aguas, ya subiendo,
    pide auxilio, gimiendo,
    hasta que al fin, del río en lo más manso,
    se cumplió su destino,
    pues al llegar a un pérfido remanso
    se los sorbió a los dos un remolino.


    XIV

       Todo esto lo ve Julio desde el cerro
    con el cuerpo aterido, el alma yerta...
    Mucho más fiel que el hombre, el pobre perro
    ni siquiera al morir soltó a la muerta.




    Escena VI


    El anónimo



     
    JULIO - UN ANÓNIMO.
     
       Sobre la tumba de ella escribió un día:
    - ¡Por darte vida a ti, me mataría!-
    Y al otro día, por autor incierto,
    con lápiz al final se vio añadido:
    - Si ella hubiese vivido,
    ya de hastío tal vez la hubieras muerto.-


    FIN DE LA JORNADA SEGUNDA


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    Mensaje por Lluvia Abril 21.07.20 0:36

    Extensa la obra de Ramón de Campoamor e inmenso trabajo el tuyo.
    Te felicito y ya que estoy te digo; me gusta mucho la frase de tu firma, de Aleixandre .
    Besos.


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    se acaba la diversión”.


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    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901): I y II - Página 14 Empty Re: RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901): I y II

    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez 21.07.20 6:24

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

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    Poema en tres jornadas

    Rosalía

    Jornada tercera




    Escena primera


    Madrigal



     
    JULIO - ROSALÍA.
     
       Hay un rincón maldito en el infierno
    desde el que, en vaga y celestial penumbra,
    para aumentar el sufrimiento eterno,
    otro rincón del cielo se columbra.
       ¿Por qué de mi alma el tenebroso invierno
    la hermosa luz de tu semblante alumbra,
    si es mirarse en tus ojos retratado
    hacerle ver el cielo a un condenado?




    Escena II


    El almez



     
    JULIO.
     


    I

       Junto a este mismo almez a Rosa un día
    hice votos de amarla eternamente.
    Se está oyendo en el aire todavía
          de mi acento el rumor.
    ¿Por qué siento mis votos olvidados,
    esclavo de otra fe, nuevos ardores?
    Pasa el tiempo de amar y ser amados,
          mas no pasa el amor.


    II

       Otro día, a Rosaura encantadora,
    al pie del mismo almez juré lo mismo,
    y recuerdo que, entonces, como ahora,
          cantaba un ruiseñor.
    Pasó el tiempo, y los nuevos ruiseñores
    vinieron a cantar a otra hermosura;
    porque se van amados y amadores,
          pero queda el amor.


    III

       Después, al pie de este árbol, he sentido,
    estático mirando a Rosalía,
    momentos de emoción, en que he perdido
          para siempre el color.
    ¡Ay! ¿Pasarán, como pasaron antes,
    si no el amor, las almas que lo sienten?
    ¡Sí! ¡que es siempre, siendo otros los amantes,
          uno mismo el amor!


    IV

       Almez, a cuyo pie tanto he adorado;
    de amores, que aún vendrán, altar querido;
    que enciendes, recordando mi pasado,
          de mi sangre el ardor...
    Tú morirás, cual muere nuestra llama,
    y otro árbol nacerá de tu semilla,
    porque, aunque es tan fugaz todo lo que ama,
          es eterno el amor.


    V

       Y cuando el mundo al fin sea extinguido
    y se oiga en las regiones estrelladas
    del orbe entero el último crujido
          en inmenso fragor,
    Dios de nuevo la nada bendiciendo,
    de ella hará otros almeces y otros mundos,
    e irá un hervor universal diciendo:
          - ¡amor! ¡amor! ¡amor!...-

    CONT.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez 21.07.20 6:27

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

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    Rosalía

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    Escena III


    ¡Así!



     
    ROSALÍA - DANIEL.
     

    I


       - Mira hacia allí. Tu eléctrica mirada
    ¿por qué se eleva con ardor en mí?
    ¡Es mi pecho un volcán! ¡muero abrasada!
          ¡No me mires así!-


    II

       - Mira hacia acá. Tus ojos inconstantes
    ya no se clavan con ardor en mí;
    si he de vivir, mírame así... como antes...
          Fíjate bien: ¡así!-


    CONT.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez 21.07.20 6:29

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    Poema en tres jornadas

    Rosalía

    Jornada tercera. CONT.

    Escena IV


    Las églogas modernas



     
    ROSALÍA - JULIO MONTERO- DANIEL - LA LUNA - EL POETA.
     


    I

       Ya había poca luz en la montaña
    y era casi de noche en las honduras,
    viéndose a un tiempo, en perspectiva extraña,
    bajo un monte con luz, valles a oscuras.
    En uno de los valles de esta sierra,
    se halla un jardín oscuro y pintoresco
    que parece olvidado de la tierra;
    y del jardín, en el rincón más fresco,
    un cenador formado por almeces,
    donde no se ve luz ni se oyen ruidos,
    y hay tanta paz en su interior, que, a veces,
    hacen en él los pájaros sus nidos.
    Contándose los dos esos secretos
    que suelen escuchar los cenadores,
    cuando a oídos discretos
    se acercan unos labios habladores,
    están al fin de este apacible día
    en aquel cenador, sin luz ni ruidos,
    sobre un banco, Daniel y Rosalía,
    deshojando unas flores distraídos.


    II

       Hermosa nieta de su hermosa abuela,
    Rosalía, entre flores confundida,
    sobre el banco, que el musgo aterciopela,
    a Daniel escuchaba embebecida
    cuando tenía apenas
    la edad en que ya corre por las venas
    el alma confundida con la vida.
    Además de ser bella,
    se admiraban en ella
    los lindos pies y las pequeñas manos,
    y su cutis tenía
    ese matiz que se llamó algún día
    el bético color por los romanos.
    Pasando en Avilés por gaditana,
    en Cádiz se decía
    que era prima del sol y peruana,
    pues siendo tan morena, Rosalía,
    con la tez de su abuela competía
    su tez de cuarterona de la Habana.



    CONT.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez 21.07.20 6:31

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

    LOS PEQUEÑOS POEMAS

    Tercera parte



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    Poema en tres jornadas

    Rosalía

    Jornada tercera. CONT.

    Escena IV. CONT.
    III

       Nuestro Julio Montero
    que a Rosalía con furor amaba,
    recuerda cuando Rosa le juraba
    que es el último amor el verdadero.
    Con respeto profundo
    cumplía como noble sus deberes,
    y a no encontrar morenas en el mundo
    sería un Escipión con las mujeres.
    Pero ignorando yo por qué razones
    a su ardoroso seno
    en el color moreno
    le enviaba Satanás mil tentaciones,
    fue una tras otra, y en creciente, amando
    tras de Rosa, a Rosaura y Rosalía,
    las tres morenas y las tres hermosas;
    y por eso con honda simpatía
    fue en su pecho reinando
    la bella dinastía de las Rosas.
    Sólo tuvo en el mundo tres amores,
    ligero uno, otro grave, otro profundo;
    positivo y equívoco el primero;
    casto, ardiente y fantástico el segundo;
    y ultra-amante y platónico el tercero.
    Y, según la sentencia del profeta,
    - como los hombres para amar son ciegos-
    halló Julio en sus sueños de poeta
    en la abuela, en la hija y en la nieta
    toda la gracia antigua de los griegos:
    y amante, a su pesar, de Rosalía,
    estaba tan celoso, tan celoso,
    que el pobre, un poco viejo, no sabía
    pensar en Luis catorce, que decía:
    - A mi edad, mariscal, nadie es dichoso-


    IV

       Era tanta la fe con que quería,
    que ¡perdonad la execración, Dios mío!
    el lecho de su madre quemaría,
    si los viese con frío,
    por calentar los pies de Rosalía.
    No hay crimen ni bajeza
    que no cometa un hombre, si celoso
    tiene un horno encendido por cabeza;
    por eso el día aquel Julio, envidioso,
    siendo más bien que un necio un insensato,
    ¡oh, inocente candor de los sesenta!
    quiere escuchar un rato
    lo que Daniel a Rosalía cuenta;
    y como antes ya dije que tenía
    el bello cenador por ambos lados
    asientos de granito desgastados,
    en uno de los cuales aquel día
    juntos están Daniel y Rosalía,
    con dejadez asiática sentados,
    Julio, que amaba con senil terneza,
    y era más bien demente que culpable,
    poco antes, sacudiendo la cabeza
    como un loco incurable,
    queriendo v er y oír el miserable
    lo que había en su amor de misterioso,
    exaltada su ardiente fantasía
    se escurrió cauteloso
    cual si fuese un reptil, bajo el asiento
    en que estaban Daniel y Rosalía...
    Julio en aquel momento
    siendo un hombre hasta bello, era espantoso.


    CONT.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez 21.07.20 6:33

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

    LOS PEQUEÑOS POEMAS

    Tercera parte



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    Poema en tres jornadas

    Rosalía

    Jornada tercera. CONT.

    Escena IV. CONT.

    V

       Mientras están del cenador a un lado
    Daniel y Rosalía
    sentados en el banco, que tenía
    por la lluvia el cimiento socavado,
    bajo el asiento echado,
    y oculto en situación tan vergonzosa,
    se acuerda Julio de Rosaura y Rosa
    cual de un eco lejano del pasado;
    y agolpársele siente,
    ya arrepentido de su mal consejo,
    el rubor a la frente,
    pues tarde ve, que, desdichadamente,
    sin llegar a ser sabio, se hizo viejo.
    Y ¡pobre Julio! su ansiedad es mucha,
    pues cree que encima del asiento imitan
    del tormentoso amor la ardiente lucha
    las ramas que se agitan...
    y es que para un celoso, cuando escucha,
    los silencios parece que palpitan.
    Mas ¿qué hacen esas almas encantadas
    de corazón tan joven como ardiente?
    Nonadas nada más, simples nonadas;
    lo que se suele hacer naturalmente
    cuando brota el amor de dos miradas;
    lanzar ayes de amor que hacen un ruido
    como de santa intimidad de nido;
    esas cosas, henchidas de placeres,
    que cuando se aman hombres y mujeres,
    se dicen muy cerquita y al oído;
    lo que se dice en víspera de bodas,
    por lo cual Rosalía, hablando quedo,
    murmura como todas
    las que van a casarse:- ¡Tengo miedo!-


    VI

       ¡Pájaro fascinado, que aturdido
    en la boca cayó de la serpiente,
    ve Julio, arrepentido,
    que nada oye ni ve, pues solamente
    como si fuese el aura,
    la hija encantadora de Rosaura,
    haciéndole cosquillas en la frente
    le roza sin querer con el vestido!
    Y a aquel roce magnético, sintiendo
    los celos de la carne acres y extraños,
    sin poder oír nada, estuvo oyendo
    diez segundos más largos que diez años;
    y unos ojos abría
    cual los que abre un ahogado en su agonía
    en el fondo del agua;
    mas ni el pie vio siquiera a Rosalía,
    porque un doblez de encaje de la enagua,
    como a un astro una nube, lo cubría;
    y su amor maldiciendo,
    echa al cielo, gimiendo,
    con un resto de juicio,
    la mirada de un hombre que está viendo
    que en el fondo se echó de un precipicio,
    en tanto que despiden a porfía
    los ojos de Daniel y Rosalía
    relámpagos de luz y de deseos
    al rumor de los tiernos cuchicheos
    de pájaros nacidos aquel día.

    CONT.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez 21.07.20 6:35

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    Poema en tres jornadas

    Rosalía

    Jornada tercera. CONT.

    Escena IV. CONT.

    VII

       ¡Ay! una vez que de gentil manera
    dio un salto sobre el banco Rosalía
    como una cervatilla en la pradera,
    Julio vio que el asiento se bajaba
    y al grave peso de los dos cedía...
    y al verlo, su cabello se erizaba,
    y ahogándose, el aliento retenía,
    y el curso de su sangre se paraba.
    Mas como es su desgracia una vergüenza,
    a resistir el peso maldecido
    con el valor de un Hércules comienza,
    y ya en su hueco de reptil metido
    para oír a Daniel y a Rosalía,
    ni pudo articular ningún sonido,
    ni moverse del sitio en que yacía;
    y al fin, cuando repara
    que si el banco a la base mal sujeto
    baja algo más le aplasta por completo,
    toma de Julio la siniestra cara
    un color de cabeza de esqueleto.


    VIII

       Julio echando hacia arriba
    la mirada de un lobo encadenado,
    con temor infinito
    ve que el cimiento en que el asiento estriba,
    por el tiempo y la lluvia descarnado,
    deja correr hasta el nivel del suelo
    el banco de granito,
    como si fuese un témpano de hielo;
    y aunque ahora, como antes,
    creen oír los amantes
    en lo profundo de la sombra un ruido
    parecido al rumor de unas congojas,
    creyendo que habrá sido
    el dulce remolino de unas hojas,
    siguen quietos Daniel y Rosalía,
    mientras Julio sentía
    un momento de angustia inexplicable...
    ¡Miserable! ¡oh! mil veces miserable!
    ¡Qué escena tan cruel parecería
    si nos pintasen con su ardiente estilo
    situación de dolor tan lamentable
    el fiero Dante, o el poderoso Esquilo!



    CONT.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez 21.07.20 6:37

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

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    Tercera parte



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    Poema en tres jornadas

    Rosalía

    Jornada tercera. CONT.

    Escena IV. CONT.

    IX

       Quejoso Julio de su suerte inicua,
    tiende hacia el cielo una mirada oblicua,
    y al través de la trémula enramada
    ve la luna plateada
    que alzándose, cual nunca placentera,
    con su luz entre blanca y azulada
    cree que le viene a hablar de esta manera:
    - Oye, Julio, a tu vieja conocida.
    ¿Qué suerte adversa a sostener te trajo,
    vil Sísifo, esa losa desprendida?
    ¡Qué amor arriba, y qué dolor abajo!
    Nace uno y otro muere: esta es la vida.
    ¡Asesino de Rosa,
    por quien Rosaura se murió de pena!
    Ya ves que es esta vida una cadena
    en que nace una cosa de otra cosa;
    y por eso sin duda al cielo plugo
    que sea en esta noche tan serena
    Dios tu juez, Rosalía tu verdugo!
    ¡Qué burla tan amarga de la suerte!
    Nada se pierde, Julio, ni se olvida.
    Hoy la nieta de Rosa, al darte muerte,
    une el fin y el principio de tu vida.
    ¡Adiós! Se hunde la losa, gime y reza;
    aprovecha piadoso
    el último momento luminoso
    que nos presta al morir naturaleza.
    ¡Adiós! ¡Adiós! Tu amor era un delirio.
    Pide al cielo piedad y muere en calma.
    ¡Tal vez Dios te perdone, pues que tu alma
    a la expiación por el martirio!
    Y al soñar que la luna así le hablaba,
    metido en aquel lecho de Procusto
    el semblante de Julio ya tomaba,
    la térrea y fría palidez de un busto,
    diciendo, porque a Rosa recordaba,
    en vez de blasfemar:- ¡El cielo es justo!-
    Y al trasponer la cima de un vallado,
    la luna parecía,
    que recordando a Julio su pasado
    - ¡la expiación!...- cruel le repetía.


    X

       Y en tanto que seguía indiferente
    la luna su camino,
    y que arriba y abajo eternamente
    marchaba cada cosa a su destino,
    ni sentado, ni en pie, medio apoyados
    para contarse el fin de algún secreto,
    derriban los amantes por completo
    del banco los cimientos socavados.
    ¡Y en el fatal momento
    en que al peso insufrible del asiento
    los poros de sus miembros aplastados
    brotaban un sudor sanguinolento,
    a tientas Rosalía y vacilante
    para hacer más graciosa una postura,
    sobre el rostro de Julio agonizante
    con el pie se asegura;
    pisa, se afirma, la sedienta boca
    del moribundo con el pie sofoca,
    suena un ruido, la losa desprendida
    aplasta a Julio en su mortal caída;
    y siendo a un tiempo muerto y enterrado,
    besó el pie que le ahogaba, el desdichado,
    con el último aliento de su vida!


    FIN DE LA ESCENA IV


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez 21.07.20 6:49

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

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    Poema en tres jornadas

    Rosalía

    Jornada tercera. CONT.

    Escena V


    El alma en venta



     
    JULIO - SATANÁS.
     
       Así con Satanás Julio habló un día:
    - ¿Quieres comprarme el alma?- Vale poco.
    - Tan solo por un beso la daría.
    - Antiguo pecador, ¿te has vuelto loco?
    - ¿La compras?- No.- ¿Por qué?- Porque ya es mía.

    FIN DEL POEMA LAS TRES ROSAS


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez 21.07.20 6:57

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

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    Tercera parte


    Dichas sin nombre


    Poema en un canto



    Al popular escritor el Sr. D. Ramón de Navarrete y Landa (Asmodeo), su antiguo amigo y compañero.

    El Autor               




    I

       Lo tengo bien presente:
    la quinta de Pombal, honra del Tajo,
    se encuentra río abajo, río abajo.
    saliendo de Lisboa hacia el Poniente.
    En Portugal los sueños son pasiones;
    y en el bello jardín que os he nombrado,
    hecho por algún sabio enamorado
    del arte de avivar las tentaciones,
    un día, el más hermoso de mi vida,
    bellas y jóvenes rendidos,
    jugamos a escondernos, y en seguida,
    a volvernos a hallar bien escondidos.


    II

       ¡Cuánta divina cosa
    se agolpa a arrebatarnos el reposo
    en esa edad dichosa
    en que es encantador lo peligroso!
    Así una inglesa, hasta dar miedo, hermosa
    en aquel día para mí dichoso,
    merced a la bondad de cierta prima
    que me dio cierta fama de poeta,
    al verme se animó, como se anima
    al soplo del Abril la vïoleta;
    y siendo aquella vez la vez primera
    que del amor la música escuchaba,
    la niña me miraba
    poniendo en su mirada el alma entera;
    pues su candor, que era su grande encanto
    era tan ultra-inglés, que todavía,
    teniendo ya quince años, no sabía
    por qué los hombres la miraban tanto;
    y sin saberlo, ardiente,
    no os engaña mi lengua, si os confiesa
    que en sus labios tenía, aunque era inglesa,
    los mortales perfumes del Oriente.

    CONT.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez 21.07.20 6:58

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

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    Tercera parte


    Dichas sin nombre. CONT.


    III

       Yo la miré también con vivo fuego,
    y, después de mirarnos,
    corrimos a escondernos: si bien luego
    jugamos, escondidos, a adorarnos;
    que en el mundo el amor siempre está en juego.
    Y, mientras llena de inquietudes ella,
    de un rincón del jardín tomó el camino,
    más rápida y más bella
    que una fúlgida estrella
    que corre por los cielos sin destino,
    yo la seguí atrevido,
    sintiéndome exaltado
    por el vapor caliente y colorado
    que arroja el Tajo por el sol herido;
    y en un cierto rincón que parecía,
    a trechos arenal y a trechos prado,
    se escondió bien a espaldas de un vallado,
    para que yo la hallase si quería.
       Mas, lo que es una infamia, es que aquel día
    me dijo ella su nombre y lo he olvidado;
    y no encuentro manera,
    por más que la conciencia me remuerde,
    de recordarlo ahora, que era... que era...
    Ya lo diré después cuando me acuerde.


    IV

       No sé bailar como se baila hoy en día;
    mas llegué hasta a baila con elegancia
    cuando yo, a los veinte años, escribía
    mis versos para el uso de la infancia;
    y hoy todavía entiendo
    que a correr (no a bailar) nadie me gana,
    aunque ya voy teniendo
    bastante edad para morir mañana.
       Por eso corrí tanto, aunque sentía
    mis nervios por el rayo sacudidos,
    cuando al irse a esconder ella corría
    como una cierva al escuchar ladridos.
    ¿Si por estos pueriles devaneos
    me mirará, algún día, el cielo airado,
    como miran los jueces a los reos?
    ¿Por qué el tener amor será pecado?
    ¿Qué mal harán a Dios nuestros deseos?



    CONT.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez 21.07.20 7:00

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

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    Tercera parte


    Dichas sin nombre. CONT.


    V

       Y aunque es fama que, ardiente y seductora,
    coge el saber la adolescencia al vuelo
    y mira con placer, cuando lo ignora,
    cuánta ciencia se aprende en una hora,
    si es la hora marcada por el cielo,
    echado entonces del pudor el velo
    ni de una sola esquina
    tiraron mis amantes inquietudes,
    pues siempre, entre ella y yo, la muselina,
    haciendo una aspillera de virtudes,
    levantó una muralla de la China.


    VI

       Sólo una vez, al estrechar su mano,
    robó de mis entrañas el sosiego
    un poco de aquel fuego
    que ha enterrado a Pompeya y a Herculano.
    Víctima del mutismo
    que da el amor, cuando en la fiebre toca,
    se quedó en celestial sonambulismo;
    y no pudiendo hablarme con la boca,
    me hablaba con los ojos, que es lo mismo.
    ¿Estaba ella en el mundo? Lo ignoraba...
    Mas ¿cómo se llamaba?... Se llamaba...
    ¿Echarán nuestros nombres en olvido,
    lo mismo que los hombres, las mujeres?
    Si olvidan, como yo, los demás seres,
    este mundo, lector, está perdido.



    CONT.



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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez 21.07.20 7:02

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

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    Dichas sin nombre. CONT.


    VII

       Después quiso el destino
    que por un claro enorme que tenía
    aquel vallado pérfido de espino,
    se asomase, una faz que parecía
    conservada en espíritu de vino;
    y era la cara extraña
    de la madre dichosa de la inglesa,
    que a aquel sol, que es igual al sol de España,
    tomaba esa apariencia de la araña
    pronta siempre al caer sobre su presa,
    y que, creyendo un crimen descubierto,
    me parecía con la boca abierta
    la hiena que olfatea carne muerta
    en el viento que sopla del desierto:
    mas la joven, prudente,
    fingió serenidad con tanta gracia
    ante el horror de la acritud materna,
    que me hizo ver que, cuando se ama y siente,
    en materias de amor y diplomacia
    cualquier niña es la mujer eterna.


    VIII

       Mientras la madre a su malicia atenta
    me echaba unas miradas de soslayo,
    miradas mitad sal, mitad pimienta,
    la niña, traspasada,
    como quien siente el látigo de un rayo,
    se volvió del jardín hacia la entrada,
    velados de estupor sus ojos bellos,
    roja la frente, pálida la boca,
    y además llenos de heno los cabellos,
    aunque no, como Ofelia, por ser loca;
    y mirándonos fuimos a hurtadillas,
    cuando ya, huyendo el sol de las estrellas,
    nos volvió a la ciudad, entre otras bellas,
    un coche empavesado de sombrillas.
    Y en tanto que en la eléctrica corriente
    de sus calores vírgenes se ahogaba,
    besaba con mis ojos santamente
    a la niña gentil, que se llamaba...
    ¡Oh, malhadado olvido!
    Para sacar del fondo de mi historia
    su nombre en mis entrañas escondido,
    ¡en vano reavivando mi memoria,
    con mi tambor, por la metralla herido,
    toco llamada a mi perdida gloria!



    CONT.


    _________________
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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez 21.07.20 7:03

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

    LOS PEQUEÑOS POEMAS

    Tercera parte


    Dichas sin nombre. CONT.


    IX

       Y cuando el hado adverso
    me arrebató hacia España al otro día,
    lo mismo que Rousseau, cuando sentía,
    me ahogaba en la extensión del universo.
    Y ¡lo que es el amor, divino cielo!
    aunque olvidé su nombre,
    de pensar si habrá amado a algún otro hombre
    casi frunzo las cejas como Otelo.
    ¿Se habrá casado? ¡Oh pensamiento horrible!
    ¡Cómo arde mi cabeza! ¿Estaré loco?
    ¿Si habrá muerto de amor? Es muy posible;
    ¡los niños muy precoces viven poco!


    X

       ¿Qué habrán hecho los años envidiosos
    de aquella imagen de serena frente,
    con uno de esos rostros candorosos
    que hacen pecar a un hombre mortalmente?
    ¿Acaso en este crítico momento
    mandará un regimiento
    de héroes futuros, cual su madre, hermosos,
    como una valerosa coronela,
    sorda al ruido del fuego y de las balas?
       Y como el tiempo vuela,
    ¿formará entre las viejas generalas?
    ¡Generalas!... Esto es, ¿será ya abuela?
    ¿Será abuela la niña encantadora
    que... (esperad que me acuerde) se llamaba...
    ¡Diera un millón por recordar ahora
    su nombre... que acababa... que acababa...
    No sé bien si era en ira, o si era en ora!

    CONT.


    _________________
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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez 21.07.20 7:05

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

    LOS PEQUEÑOS POEMAS

    Tercera parte


    Dichas sin nombre. CONT.


    XI

       Estoy desesperado
    al ver cuánta lectora,
    viendo mi olvido, exclamará:- ¡malvado!-
    ¡Malvado! Sí, señora;
    pero yo, ¿qué he de hacer si lo he olvidado?
    Mas ¿seré el primer hombre
    que se olvidó de una mujer querida?
    ¡Ay! Yo bien sé que el olvidar su nombre
    es la eterna vergüenza de mi vida.
    ¡Dejad que a gritos al verdugo llame!
    ¡Que me arranque a puñados el cabello!
    ¡Soy un infame, sí, soy un infame!
    ¡Ahórcame, lectora: he aquí mi cuello!


    XII

       Mas, si ha de ser ahorcado
    por alguna mujer que, consecuente
    el nombre de un amor no haya olvidado,
    entonces, confiado,
    aún pudiera vivir eternamente.
    Pero quiero morir, ¡oh rabia! ¡oh mengua!
    ¡No hay tormento más grande para un hombre
    que el no poder articular un nombre
    que se tiene en la punta de la lengua!
       ¡Oh tú, mi antiguo fiador, el viento!
    Dí a todos, pues lo sabes,
    ¡cuántas veces mi amor de pensamiento
    la remitió memorias por las aves!
    ¡Recuérdale a mi oído,
    canoro ruiseñor de la enramada,
    el mágico sonido
    de aquel nombre olvidado, aunque querido.
    ¿Era Sara?... ¿Era Emma?... Nada, nada,
    ¡no sale, aunque lo tengo aquí escondido!

    FIN DEL POEMA DICHAS SIN NOMBRE


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez 21.07.20 7:12

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

    LOS PEQUEÑOS POEMAS

    Tercera parte




    Las flores vuelan


    Poema dramático



    PERSONAJES
     

     
    CLARA,   viuda.
    JUSTINA,   su doncella.
    SIMONA,   su planchadora.
    EL CONDE DEL ESPLIEGO.
    ALEJO,   su ayuda de cámara.
    GUSTAVO,   poeta.
    MÁSCARAS, etc.


     
    Lugar de la escena
       
    El teatro representa la galería de un baile de máscaras. La música se oirá más o menos durante toda la representación.
     


    Acto único



    Escena primera

     
    GUSTAVO - SIMONA.
     
     
    Los actores se pondrán o quitarán la careta, según lo exija la necesidad de la representación.
     

    SIMONA
    ¡El baile está esplendente!

    GUSTAVO
    Me avergüenzo de verme entre esta gente.
    Vertida aquí la población entera,
    rueda, como si fuera
    una tromba marina,
    dando y llevando, al ir por donde quiera,
    los codazos que daba Mesalina.

    SIMONA
     (Aparte.) 
    (¡Qué joven tan sabido!
    No extrañaré en conciencia
    que después de estos trozos de elocuencia
    tenga un rato de tos muy merecido.)

    GUSTAVO
    Aunque es ya mi pobreza tan visible,
    con este dominó, no se ve nada
    de mi frac de color indefinible.

    SIMONA
    Vuestra casaca nueva está aviejada.

    GUSTAVO
    Lo malo es que la vieja está inservible.
    ¡Sentir la inspiración, ser caballero,
    y no tener un céntimo, Dios mío!

    SIMONA
    Es verdad: el talento, sin dinero,
    es un horno sin fuego, que da frío.
    Pero no ha de faltar quien os proteja
    mientras puedan planchar las manos mías.

    GUSTAVO
    Tenéis razón, sois cariñosa y franca.
    De vos mi gratitud no tiene queja;
    os debo el hospedaje de unos días;
    me plancháis con primor la ropa blanca,
    y me volvéis muy bien la ropa vieja.

    SIMONA
     (Aparte.) 
    (¡Es buen muchacho! y mi postrer maniobra
    será hacerle mi esposo,
    porque, aunque tiene ingenio que le sobra,
    es mucho mas ingenuo que ingenioso.)

    GUSTAVO
     (Aparte mirando hacia el salón.) 
    (Tan sólo una esperanza
    en su miseria mi talento alcanza.
    La busco inútilmente hace una hora.
    Tal vez sea el remedio de mis males
    el hada encantadora
    que escucha con piedad las ansias mías,
    y que va a hacer un mes y algunos días
    que la colmo de amor y madrigales.)
    Conque a bailar, Simona, y con prudencia;
    no sea que algún pillo...

    SIMONA
    ¿Dónde hay pillo mayor que mi inocencia?
     (Aparte.) 
    (Es tan casto y sencillo,
    que tiene un mal recuerdo en su existencia,
    porque me vio una vez hasta el tobillo.)

    GUSTAVO
    Os digo esto...

    SIMONA
    Es inútil vuestro empeño,
    porque soy tan honrada,
    que, si encuentro una cosa, busco al dueño
    y se la vuelvo, aunque no valga nada.

    GUSTAVO
    Es en un baile tan continuo el roce...

    SIMONA
    ¿Estoy acaso en Babia?
    Yo soy, aunque ninguno lo conoce,
    menos en la gramática, una sabia.


    CONT.



    _________________
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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez 21.07.20 7:15

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

    LOS PEQUEÑOS POEMAS

    Tercera parte




    Las flores vuelan


    Poema dramático


    ACTO ÚNICO

    Escena II

     
    GUSTAVO, SIMONA - Después CLARA - Sucesivamente ALEJO, el CONDE y JUSTINA.
     
     
    Los actores se colocarán entre otras máscaras, formando una especie de semicírculo del modo siguiente: GUSTAVO a la derecha del espectador, CLARA, el CONDE, JUSTINA, ALEJO y SIMONA que, delante del proscenio, ya estará cerca de GUSTAVO.
     
     
    En un grupo.
     

    GUSTAVO
    ¡Mi Clara!

    CLARA
    ¡Mi poeta!

    GUSTAVO
    Ya, junto a vos, mi corazón reposa.

    CLARA
    Perdonad, se me cae la careta...

    GUSTAVO
    Distracción excusable en una hermosa.

    CLARA
    Pronto me visteis.

    GUSTAVO
    Sí, por los reflejos.

    CLARA
     (Aparte.) 
    (Echo reflejos... ¡ay!... no lo sabía.)

    GUSTAVO
    Os conocí, al miraros desde lejos,
    cual se conoce al sol del medio día.
     
    (En otro grupo.)
     

    ALEJO
    ¿Simona?

    SIMONA
    Por venir más disfrazada,
    vengo vestida de beata honrada;
    y aquí no me llaméis «Simona mía».
    Hoy mi nombre de guerra es «Atalía».

    ALEJO
    ¿Quién es el que os hablaba?

    SIMONA
    Es el poeta.

    ALEJO
    Ah! sí, vuestro pupilo :el poetastro.

    SIMONA
    Va a buscar, como un perro, por el rastro
    virtudes con olor a violeta.
     
    (En otro grupo.)
     

    JUSTINA
    ¿Quién soy?...

    CONDE
    Una mujer divina.

    JUSTINA
    Soy Tina, abreviatura de Justina.

    CONDE
    Estoy de eso, y de todo, en el arcano.
    ¡Sublime criatura!
    ¡Qué virtud! ¡Qué candor! ¡Qué pie! ¡Qué mano!
    Y todo en la mayor abreviatura.

    JUSTINA
    Tenéis conmigo un proceder ambiguo;
    y sé muy bien, y no por experiencia,
    que se ama más lo nuevo que lo antiguo.
    Dudando si me amáis, a veces lloro.

    CONDE
    Clarísima doncella,
    vuestra ama es rica, y me moriré con ella.
    Pero a vos, aún casándome, os adoro.
    ¿Quién habla de llorar a estas alturas?
    Tina, y Tina querida,
    ¿no sabéis, como yo, que se halla el oro
    en el fondo de todas las pinturas
    de todas las escenas de la vida?
     
    (En otro grupo.)
     

    CLARA
     (Aparte.) 
    (Ni siquiera imagino
    cómo existe a su edad tanta inocencia.)

    GUSTAVO
    Ha sido vuestra entrada en mi existencia
    la llegada de Dios a mi destino.

    CLARA
     (Aparte, mirando hacia el grupo en que está el CONDE.) 
    (Me alegro: el Conde allí. Veré si ahora
    en la carnada de los celos muerde,
    y en su pecho de viejo, y viejo verde,
    deslizo alguna duda roedora.)

    GUSTAVO
     (Sacando una camelia del sombrero) 
    Doy esta flor que guardo en el sombrero
    a la mujer del mundo a quien más quiero.

    CLARA
    ¿La guardáis para mí? Mi dicha alabo.

    GUSTAVO
    Os juro que vos sola
    sois digna de este honor.

    CLARA
    Y a vos, Gustavo,
    ¿qué flor os negaría su corola?

    GUSTAVO
    Os la doy en memoria...

    CLARA
    Sí, ya entiendo, en memoria de aquel día...

    GUSTAVO
    Tomad, mi gloria.

    CLARA
     (Tomando la flor.) 
    Hasta después, mi gloria.
     
    (Se aleja mirándole.)
     

    GUSTAVO
    ¡Oh ventura? Me ha dicho ¡gloria mía!

    CONT.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez 21.07.20 7:19

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

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    Tercera parte




    Las flores vuelan


    Poema dramático


    ACTO ÚNICO

    Escena II. CONT.

    (En otro grupo.)
     

    ALEJO
    ¿De dónde es ese mozo?

    SIMONA
    Un provinciano.
    Debe ser un gallego algo asturiano.

    ALEJO
    Y el pillastre no es feo.

    SIMONA
    Es muy guapo, y tan listo,
    que cuando escribe versos, y los leo,
    me recuerda unas cosas que no he visto.

    ALEJO
    ¡Cuidado!...

    SIMONA
    ¡Es tan afable!...

    ALEJO
    Mira que los poetas no son buenos.

    SIMONA
    Como tengo esta fama de impecable
    nadie me dice nada, o poco menos.

    GUSTAVO
      (Mirando de lejos a CLARA.) 
    ¡Con qué bondad tan bien acentuada
    me acarició al partir, con la mirada!

    ALEJO
     (Aparte, poniéndose un cigarro en la boca y acercándose a JUSTINA.) 
    (Por si al hablar con Tina, cual presumo,
    me pongo de vergüenza colorado,
    me ocultaré la cara tras el humo
    de este habano imitado.)

    JUSTINA
      (Aparte, viendo acercarse a ALEJO.) 
    (Si ha conocido a su amo, y se me enfada...
    No ha conocido nada.
    ¡Oh, qué hombres tan sencillos!
    ¡Todo ha degenerado, hasta los pillos!)

    ALEJO
    ¿Pensáis en Dios, hermosa?

    JUSTINA
    No pienso en Dios, que pienso en otra cosa.

    ALEJO
    ¿En qué pensáis?

    JUSTINA
    Como futura esposa,
    pensando en nuestros cortos intereses,
    tengo spleen, como dicen los ingleses.

    ALEJO
    Lo ahorrado ya...

    JUSTINA
    No es tren que corresponde
    a la ayuda de cámara de un Conde.

    ALEJO
    ¿Pensabais algo más, Tina querida?

    JUSTINA
    Pensaba que, en estando establecida
    a todo halago de los hombres sorda,
    pasaré entretenida,
    como muchas señoras, esta vida
    pensando en no ser flaca ni ser gorda.

    ALEJO
    ¿Y en qué más., y en qué más?...

    JUSTINA
    Pensaba en suma,
    que me voy a casar probablemente,
    con un bribón del género corriente
    que jura, bebe, juega...

    ALEJO
    Fuma...

    JUSTINA
    Y fuma.
     
    (En otro grupo.)
     

    CONDE
    ¿Clara? No hay quien os vea.

    CLARA
    No me he vestido bien; estaré fea.
    Os traía esta flor...
     (Dándole la camelia.) 

    CONDE
    ¡Oh, don divino!
    Yo estoy loco de amor.

    CLARA
    ¡Ah! no imagino
    que el Conde del Espliego llegue a loco.
     (Aparte.) 
    (Veo por el olor que no agua el vino.
    Como es un gran señor, beberá un poco.)

    CONDE
    Tengo celos.

    CLARA
    ¿De veras?
    Y ¿de quien?

    CONDE
    De ese joven que está enfrente.

    CLARA
    ¿De aquel adolescente
    que aún se corta las barbas con tijeras?

    CONDE
    ¿Dónde habéis a ese joven conocido?

    CLARA
    Es un pobre estudiante
    que una moza que plancha ha recogido;
    que me hizo un madrigal muy divertido
    del género llorón y suplicante.

    CONDE
    Algo más os haría...

    CLARA
    Es verdad: cierto día
    me ha escrito el inocente
    otros versos un poco subversivos,
    y en ellos me decía
    que me adoraba interminablemente,
    añadiendo unos puntos suspensivos.
     

    CONT.


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    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901): I y II - Página 14 Empty Re: RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901): I y II

    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez 21.07.20 7:21

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

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    Tercera parte




    Las flores vuelan


    Poema dramático


    ACTO ÚNICO

    Escena II. CONT.

    (En otro grupo.)
     

    SIMONA
     (A GUSTAVO.)  
    La que hablasteis, Gustavo, es la señora.
    Yo soy su planchadora.

    GUSTAVO
    Pues planchádnosla bien.

    SIMONA
    Os daré gusto.
    ¡Mucho almidón, y mucho fuego!...

    GUSTAVO
    Justo.

    CLARA
      (Aparte, alejándose del CONDE.) 
    (A este viejo Narciso
    hay que asirle con uñas afiladas.
    Inquietarle con celos es preciso.
    Está más indeciso
    que un zorro entre dos puertas entornadas.)

    CONDE
      (Mirando alejarse a CLARA.) 
    ¡Si viese Clara bella
    que regalo esta flor a su doncella!...

    CLARA
      (Mirando al CONDE.) 
    (¡Cómo mira! Si no es aprensión mía,
    se ablandará el ingrato.
    Ya está el Conde, lo mismo que estaría
    viendo un nido de tórtolas, un gato).

    GUSTAVO
    Por caridad os ruego
    que tanto amor vuestra bondad no irrite.
    ¿Cuándo no amó la luz un pobre ciego?

    CLARA
     (Aparte.) 
    (¡Qué humildad! ¡Qué pasión! Esto derrite.)
     
    (En otro grupo.)
     

    CONDE
    Tomad la vida como Dios la ha hecho.

    JUSTINA
    Estoy celosa como buena amante.

    CONDE
    Poned, Justina, esta camelia al pecho,
    y juntaréis lo hermoso a lo elegante.

    JUSTINA
    Gracias mil. ¿Conque tengo mejor cara
    que mi ama doña Clara?

    CONDE
    Sí.

    JUSTINA
    Pero es rica, y tiene tanta suerte
    que a los hombres que la aman con delirio
    en santos los convierte.

    CONDE
    ¿Cómo?

    JUSTINA
    Está claro; dándoles martirio.
     (Aparte.) 
    (Dejando al Conde muerto de sensible,
    daré esta flor a su criado Alejo.
    Con estos dos tunantes me manejo
    con una diplomacia irreprensible.)

    CONDE
      (Aparte.) 
    (Habla mucho, y muy mal: esto es que debo
    tener su lengua entre sus pies sujeta.
    La enredaré, para que esté bien quieta,
    en la inmensa amplitud de un traje nuevo.)

    ALEJO
      (Viendo acercarse a JUSTINA.) 
    ¡Oh, qué flor y en qué manos seductoras!

    JUSTINA
    ¿Esta flor? Esta flor os la he comprado
    en cambio del reló que me habéis dado,
    y que es capaz de señalar las horas.

    ALEJO
    Esto me prueba...

    JUSTINA
    Que esa criatura
    nunca debió soñar en la ventura
    de conquistar una mujer como ésta,
    que cree, lo mismo que si fuese un cura,
    que vale la virtud lo que nos cuesta.

    ALEJO
     (Aparte.) 
    (Es una santa, como soy Alejo.)

    JUSTINA
     (Aparte.) 
    (El día en que se case mi ama Clara,
    al Conde me lo dejo,
    y me caso con éste hecha una fiera.
    ¡Vamos, no sé, si yo no me casara,
    a dónde pararía mi carrera!)
     

    CONT.


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    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901): I y II - Página 14 Empty Re: RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901): I y II

    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez 21.07.20 7:27

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

    LOS PEQUEÑOS POEMAS

    Tercera parte




    Las flores vuelan


    Poema dramático


    ACTO ÚNICO

    Escena II. CONT.

    (El otro grupo.)
     

    GUSTAVO
    ¡Que sea eternamente bendecida
    esa mirada que mi ser redime,
    decidiendo del resto de mi vida!

    CLARA
     (Aparte.) 
    (No lo entiendo esto bien, pero es sublime.)

    GUSTAVO
    Os amaré, lo juro,
    como vos, sin doblez y sin engaños.
    Para toda alma pura, todo es puro.

    CLARA
     (Aparte.) 
    (¡Oh Abril encantador de los veinte años!)

    GUSTAVO
    Es para mí el amor cosa tan santa,
    que en tan loca embriaguez y en dicha tanta
    os consagro mi vida y mi albedrío...

    CLARA
     (Aparte.) 
    (¡Después de esto, la mar! ¡la mar!¡Dios mío!)

    GUSTAVO
    Sólo por vos, sería mi deseo
    ser rico, ¡ser muy rico!....

    CLARA
     (Aparte.) 
    (De veras que este chico
    visto con buena voluntad, no es feo.)
    ¡Ay, Gustavo! El tener no importa nada.
    Yo soy viuda... porque fui casada;
    mi marido tenía,
    y me hizo, sin embargo, desgraciada.

    GUSTAVO
    Lo siento.

    CLARA
    Fue un bolsista acreditado,
    de aplastada nariz, de sien enjuta,
    de candidez astuta,
    terrible variedad del hombre honrado;
    mas cuando iba a empezar su vida honrada,
    se murió de una fiebre mal curada.
    ¡Ah! perdonen los cielos
    a aquella alma metálica y piadosa
    que, al juzgarme capaz de cualquier cosa,
    cayó en el prosaísmo de los celos.

    GUSTAVO
    ¡Qué aprensión!

    CLARA
    Él ha muerto, pero al cabo
    no ha de faltar quien consolarme pueda.
    En amor y en política, Gustavo,
    se muere un rey, pero la patria queda.
    ¡Adiós!
     (Aparte.) 
    (Veré si el conde, como pienso,
    siendo mío por fin, quiere ser rico,
    antes que esté mi corazón propenso
    a hacer con este chico
    de expresiones de amor un gasto inmenso.)
     
    (En otro grupo.)
     

    ALEJO
    Viéndoos todos los días,
    por semana os daré siete alegrías.

    SIMONA
    De celos, esa Tina del infierno,
    el corazón me abrasa.

    ALEJO
    ¡Ay Simona!... o Atalía, el tiempo pasa;
    pero no pasa en vano.
    En la vejez es menester pan tierno,
    y el invierno se va, vuelve el verano,
    y cuando éste da fin, vuelve el invierno.
    Toma.
     (Dándole la camelia.) 

    SIMONA
    ¡Ay qué flor!...

    ALEJO
    Si Tina lo recela
    como tiene un humor tan iracundo...

    SIMONA
    No tengáis miedo; en cosas de este mundo
    alcanzo tanto ya como mi abuela.

    ALEJO
    En cuanto a aquel galán, tened presente
    que me fastidia soberanamente.

    SIMONA
    Él es tan bueno, como vos ingrato.

    ALEJO
    Pues casaos con él.

    SIMONA
     (Aparte.) 
    (¡Ay! de eso trato).
     
    (En otro grupo.)
     

    CLARA
    ¿Conque sabéis amar?..

    CONDE
    Con fanatismo.

    CLARA
     (Aparte.) 
    (Seré Condesa; llevaré su nombre.
    Y eso que está para casarse este hombre
    mucho peor de lo que piensa él mismo.)
     

    CONT.


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    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901): I y II - Página 14 Empty Re: RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901): I y II

    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez 21.07.20 7:30

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

    LOS PEQUEÑOS POEMAS

    Tercera parte




    Las flores vuelan


    Poema dramático


    ACTO ÚNICO

    Escena II. CONT.

    (En otro grupo.)
     

    SIMONA
    Señor Gustavo, aunque es una locura,
    recordaros quisiera
    que, ocupada hace tiempo en mi ternura,
    se me olvidó casarme, y soy soltera.

    GUSTAVO
    Gracias por la noticia.

    SIMONA
    Lo digo, no sin falta de malicia.

    GUSTAVO
    ¿Una malicia?

    SIMONA
    Sí; y en su memoria
    os regalo esta flor: tomad, mi gloria.

    GUSTAVO
     (Con extrañeza al tomar la camelia.) 
    ¡Calle! ¡Mi flor! ¿No es mi presente? El mismo.
    ¡Oh, juego vil de la perfidia humana!
    ¡Entró como el Guadiana en un abismo,
    y volvió a salir de él como el Guadiana!

    SIMONA
     (Aparte.) 
    (¿Luego ha dado esa flor a otra primero
    y después vino a mí? ¡Mal caballero!)

    GUSTAVO
    A este golpe fatal de la experiencia,
    todo el palacio de mis sueños cae.
    Doy a aquélla una flor, y ésta la trae.
    ¡Esto enciende una luz en mi conciencia!

    CLARA
      (Aparte, mirando al CONDE.) 
    (Ya dio el Conde mi flor, mas no me quejo.)

    CONDE
      (Mirando a JUSTINA.) 
    (Ya no tiene Justina mi presente.)

    JUSTINA
      (Mirando a ALEJO.) 
    (¿Y la flor que di a-Alejo?)

    ALEJO
      (Mirando a SIMONA) 
    (Simona dio mi flor. ¡Ah, delincuente!)

    GUSTAVO
      (A CLARA, escondiendo la camelia.) 
    El presente que os dí corrió instantáneo
    un largo derrotero subterráneo.
    ¿No es bien que- ¡infame!- con razón os llame?
     (Le vuelve la espalda.) 

    CLARA
     (Haciendo que busca la camelia.) 
    Dejadme-ver... (¿Qué haré? No sé lo que haga).
     
    (Pasando por el lado del CONDE como buscando la camelia.)
     
    Conde, sois un infame.
     (Le vuelve la espalda.) 
     (Aparte.) 
    (Si se casa conmigo me la paga).

    CONDE
     (Haciendo también como que busca la flor.) 
    Sí, sí, dejadme ver... (No sé lo que hago.
    Si me caso con ella se la pago).
      (A JUSTINA.) 
    Tina, por más que os ame,
    os tengo que decir que he descubierto
    que sois...

    JUSTINA
    ¿Muy consecuente?

    CONDE
     (Volviéndole la espalda.) 
    Muy infame.

    JUSTINA
     (Aparte.) 
    Esto me irrita mucho, porque es cierto.
    ¿Mas quién será el traidor? Alejo ha sido.
      (A ALEJO.) 
    ¡Infame seductor, me habéis vendido!
     
    (Le vuelve la espalda.)
     

    ALEJO
     (Aparte.) 
    Son tan justas sus quejas,
    que ya siento el rubor en las orejas.
    ¿Mas quién me habrá vendido?
    ¿Si habrá sido Simona? Por si ha sido,
    bueno es que en ella mi rencor derrame:
     (A SIMONA.) 
    Me habéis vendido, seductora infame!
     
    (Le vuelve la espalda.)
     

    SIMONA
    ¿Yo una infame? ¡Qué escucho!
    Oír esta verdad me duele mucho.
    ¿Qué extraño es que venganza al cielo clame?
    ¿Señor Gustavo?

    GUSTAVO
    ¿Qué?

    SIMONA
    Sois ¡un infame!

    GUSTAVO
    ¿Qué escucho? Esto es para que el juicio pierda.
    Mando una flor ufano
    diciendo- gloria- por la diestra mano,
    y- gloria- y flor me vuelven por la izquierda.
    Luego un- infame- suelto,
    ¡Y es como un eco a mis oídos vuelto!
    ¡La voz como la flor cruzó el abismo!

    CLARA
      (Aparte, mirando al CONDE.) 
    (El Conde es siempre el mismo).

    CONDE
     (Mirando a JUSTINA.) 
    (¿Quién me diera saber a qué persona?...)

    JUSTINA
      (Mirando a ALEJO.) 
    (Estoy de celos llena).

    ALEJO
     (Mirando a SIMONA.) 
    (¿A quién daría aquella flor Simona?)

    SIMONA
      (Mirando a GUSTAVO.) 
    ¡Bribón!

    ALEJO
      (Mirando a SIMONA.) 
    (¡Bribona!)

    JUSTINA
      (Mirando a ALEJO.) 
    (¡Oh, qué bribón!)

    CONDE
      (Mirando a JUSTINA.) 
    (¡Bribona!)

    CLARA
      (Mirando al CONDE.) 
    (¡El Conde es un bribón!)

    GUSTAVO
      (Mirando a CLARA.) 
    (¡Clara no es buena!)

    CLARA
      (Mirando al CONDE.) 
    (¡Hombres falsos!)

    CONDE
      (Mirando a JUSTINA.) 
    (¡Mujeres perniciosas!)

    JUSTINA
      (Mirando a ALEJO.) 
    (¡Miserable!)

    ALEJO
      (Mirando a SIMONA.) 
    (¡Coqueta!)

    SIMONA
      (Mirando a GUSTAVO.) 
    (¡Miserable!)

    GUSTAVO
      (Reflexionando.) 
    ¡Todo esto es un enigma indescifrable!
    ¡La vida es el misterio de las cosas!
    Y, pues amo a los pérfidos tan poco,
    aunque me llamen loco,
    pondré en claro este arcano, porque en suma,
    más que al mismo huracán temo a la bruma.
      (A CLARA.) 
    ¿Y mi flor?

    CONT.


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    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901): I y II - Página 14 Empty Re: RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901): I y II

    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez 21.07.20 7:32

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

    LOS PEQUEÑOS POEMAS

    Tercera parte




    Las flores vuelan


    Poema dramático


    ACTO ÚNICO

    Escena II. CONT.

    CLARA
    Voy a ver... Se habrá perdido...
     
    (Haciendo como que la busca se acerca al CONDE con disimulo.)
     
    ¿Conservaréis mi flor?

    CONDE
    ¿La habrán robado?...
     (A JUSTINA.) 
    ¿Qué ha sido de mi flor?

    JUSTINA
    No sé qué ha sido...
     (A ALEJO.) ¿Y mi flor? ¿Y mi flor?

    ALEJO
    ¡Ay, la he olvidado!...
     (A SIMONA.) 
    ¿Tenéis ahí mi flor?

    SIMONA
    Sí, la he tenido...
     (A GUSTAVO.) 
    Devolvedme mi flor.

    GUSTAVO
    ¿Quién os la ha dado?

    SIMONA
    Me la ha dado... no sé... se me ha olvidado.

    GUSTAVO
    ¿Y quién os la ha pedido?

    SIMONA
    No sé... me la pidió... me la ha pedido...

    GUSTAVO
      (Aparte.) 
    Voy a hacer otra prueba.
      (Dando la flor a SIMONA.) 
    Tomad.

    SIMONA
    ¡Gracias!

    GUSTAVO
      (Aparte.) 
    (La flor de nuevo envío,
    para observar qué viento se la lleva).

    SIMONA
      (Después de ocultar la camelia bajo el manto se la da a ALEJO con disimulo.) 
    La camelia, bien mío.

    GUSTAVO
      (Sin separar la vista de SIMONA.) 
    Pronto veré si sube como baja.

    ALEJO
      (A JUSTINA.)  
    Mi bien, tomad la alhaja.

    SIMONA
     (Aparte.) 
    (¡Cómo mira! Es que ignora
    que el que más mira menos ve...)

    GUSTAVO
     (Aparte.) 
    (¡Traidora!
    No te pierdo de vista.
    Terco a esa flor la seguiré la pista.)

    JUSTINA
    Tomad, Conde, la flor.

    CONDE
    ¿La flor? ¡Qué he oído!

    JUSTINA
    La tenía enredada en el vestido.

    SIMONA
     (Mirando con disimulo a GUSTAVO.) 
    (Llegó, como celoso, al triste estado
    de un hombre que, espiando, es espiado).

    CONDE
      (A CLARA.) 
    Tomad la flor.

    CLARA
    Conde, ¡me maravillo!...

    CONDE
    La metí distraído en el bolsillo...

    CLARA
    ¿Y la hallasteis al cabo?...
    Muy bien, Conde, muy bien...
     
    (Mientras GUSTAVO permanece con la vista fija en SIMONA, CLARA le coloca la camelia en la mano izquierda.)
     
    Tomad, Gustavo.

    GUSTAVO
    (¡Santo Dios! ¡Santo fuerte!)

    SIMONA
      (Aparte.) 
    (Ya a Alejo contenté, ¡no es poca suerte!)

    ALEJO
     (Aparte.) 
    (¡Ya sonríe la pícara Justina!)

    JUSTINA
      (Aparte.) 
    (A ese tuno de Alejo,
    si la flor no me vuelve, me lo dejo.)

    CONDE
    (Pues es muy fiel, aunque es muy raro, Tina.)

    CLARA
      (Aparte.) 
    (Es como todos, regular el Conde).
     
    (Se acerca a hablar con él.)
     

    GUSTAVO
     (Reflexionando.) 
    La flor que fue, volvió. ¿Cómo?... ¿Por dónde?...
     
    (Vuelve a guardar con rabia la flor en el sombrero.)
     

    CLARA
      (Al CONDE.) 
    ¿Es decir que he de ser precisamente
    poetisa o Condesa?

    CONDE
    ¿Poetisa decís? ¿Qué cosa es esa?

    CLARA
    Poetisa es casarse con Apolo,
    un buen mozo que toca como él solo.

    CONDE
    Pues escoged: al Conde, o al poeta.

    CLARA
    Entre él y vos ¿quién a dudar se atreve?
    Yo soy una completa
    filósofa del siglo diecinueve.

    CONDE
    Pues le voy a decir...

    CLARA
    ¡Qué bobería!
    Yo le hablaré, pues soy quien le abandona.
    Hablarle vos, podría
    comprometer un poco mi persona.
    ¿No veis que eso sería,
    como se dice hoy día,
    dejar en descubierto a la corona?

    GUSTAVO
      (Viendo acercarse a CLARA.) 
    (Ella vuelve hacia aquí.)

    CLARA
      (Aparte.) 
    ¡Firme en la brecha!

    GUSTAVO
    ¿Podré saber por medio de qué arcano,
    lo mismo que una flecha
    volvió a su dueño por la izquierda mano
    la misma flor que os dí por la derecha?

    CLARA
    ¡Ah! ¿Conque fue, y volvió?...

    GUSTAVO
    Sí.

    CLARA
    ¡Quién creyera
    que un objeto robado así volviera!...
    La ida es natural, mas la venida...
    Vamos, parece un sueño.

    GUSTAVO
    Llamadle una ilusión desvanecida.
    ¿Qué corriente esta flor volvió a su dueño?...

    CLARA
    ¡Qué se yo! La... corriente de la vida.
    Decís bien ¿quién creyera
    que huyesen con tan rápida carrera
    a hurtadillas las flores?
    Aunque hay cosas mejores y peores
    que dan de esa manera
    al círculo social la vuelta entera.

    GUSTAVO
    Pero un don del amor...

    CLARA
    Precisamente
    es el dar una flor, indiferente.

    GUSTAVO
    ¡Una camelia, Clara, tan bonita!...

    CLARA
    Pero escasa de olores.
    Dar una flor, aun al mayor tunante,
    eso, ni da ni quita.
    Tan solamente es símbolo, el diamante,
    de los firmes amores.
    Después de todo, joven estudiante,
    al amor, el amante,
    es lo que al verso, el ripio;
    el amor, no el amado, es lo importante;
    el príncipe no es nada, ante un principio.
     

    CONT.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez 21.07.20 7:35

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

    LOS PEQUEÑOS POEMAS

    Tercera parte




    Las flores vuelan


    Poema dramático


    ACTO ÚNICO

    Escena II. CONT.

    (En otro grupo.)
     

    ALEJO
      (A SIMONA.) 
    ¡Cuidado! Si te encuentras oprimida
    por un tropel de gente...

    SIMONA
    No hay cuidado, que yo toda mi vida
    he tenido un pudor intransigente.
    Sois un impertinente
    en encargarme nada,
    pues yo, naturalmente,
    todo el tiempo que quiero soy honrada.
     
    (En otro grupo.)
     

    CONDE
    ¡Tina, cuidado!...

    JUSTINA
    ¡Inútil vigilancia!
    No hay hombre que me siga,
    que es tanta y tan terrible mi arrogancia,
    que, como creen en Francia,
    casi llevo un revólver en la liga.

    CONDE
    Cierto que nada a la bravura iguala
    de esos ojos tan bellos,
    aunque fulgura en ellos
    todo el candor...

    JUSTINA
     (Aparte.) 
    (De un tigre de Bengala).
     
    (En otro grupo.)
     

    GUSTAVO
    Pero ¡señor!...

    CLARA
    Todo eso es muy sencillo.
    Cuando una flor las almas alboroza,
    corriendo el mundo entero,
    baja desde el castillo hasta la choza;
    y, cambiando después de derrotero,
    con un allí te cojo, aquí te pillo,
    sube desde la choza hasta el castillo.

    GUSTAVO
    Pero, Clara, ¿no os llena de horror santo
    esa flor que volando va en secreto?...

    CLARA
    A mí no; ya me dio contra el espanto
    mi madre, siendo niña, un amuleto.
    Mas ¡qué idea!... ¿Queréis ganar dinero
    con la flor que guardáis en el sombrero?...

    GUSTAVO
    ¿Cómo?...

    CLARA
    Escribiendo versos y probando,
    ya que sois tan profundo,
    que hay cosas que volando, que volando,
    de corazón en corazón, pasando,
    dan, en menos de un mes, la vuelta al mundo.

    GUSTAVO
    Pues, todavía comprender no puedo...

    CLARA
    ¿No comprendéis la ida y la venida
    del viaje de esa flor, que es un remedo
    del misterioso viaje de la vida?

    GUSTAVO
    A hacer del mundo a la virtud juguete
    mi honor y mi conciencia se rebelan.

    CLARA
    Pues debéis escribir un buen sainete,
    que podéis titular: «Las flores vuelan».

    GUSTAVO
    ¿Llamáis sainete a esta feroz tragedia?

    CLARA
    Bien, sainete o comedia.

    GUSTAVO
    Esta flor maldecida,
    que en la sombra escondida,
    de mano en mano vuela, arrebatada,
    que se abisma comprada,
    vuelve a surgir vendida,
    y se vuelve a abismar, y reaparece;
    más bien que una comedia, me parece
    un pasaje de Job sobre la vida!

    CLARA
    ¡Ahora sí que estoy de espanto llena!
    Hablando de ese modo,
    me parece que hacéis la última escena
    de un drama en que el verdugo lo hace todo.

    GUSTAVO
    Viendo morir la luz de mis amores,
    ¿no he de perder la calma?
    ¿Son todas las mujeres cual las flores?

    CLARA
    Toda mujer es una flor con alma.

    GUSTAVO
    Si eso es verdad, señora, a Dios alabo,
    por no haber presentido estos horrores...

    CLARA
    Pues estas cosas las veréis, Gustavo,
    en donde quiera que se críen flores

    CONT


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    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901): I y II - Página 14 Empty Re: RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901): I y II

    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez 21.07.20 7:37

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

    LOS PEQUEÑOS POEMAS

    Tercera parte




    Las flores vuelan


    Poema dramático


    ACTO ÚNICO

    Escena II. CONT

    (En otro grupo.)
     

    ALEJO
     (A JUSTINA.) 
    Venid con vuestro Alejo
    a beber dos botellas de lo añejo.

    JUSTINA
    Mas...

    ALEJO
    ¿No fiáis de mi bolsillo?

    JUSTINA
    Nada.
    Mas tengo el mío. ¡Allons! Y cuidadito.

    ALEJO
    ¿Tampoco confiáis en mí?...

    JUSTINA
    Tampoco,
    pues, cual roban las aves
    granito tras granito,
    los hombres, muy suaves, muy suaves,
    nos roban el candor poquito a poco.
     
    (Se entran al salón de baile. El CONDE se pasea.)
     


    Escena III

     
    Dichos, menos ALEJO y JUSTINA.
     

    CLARA
    Pues, decía, que el Conde hace una hora
    me ha dicho, oliendo a ponche, que me adora.

    GUSTAVO
    ¿Qué me decís, señora?...

    CLARA
    Y que está por mí muerto
    hace ya muchos años; y por cierto
    que era entonces tan viejo como ahora.

    GUSTAVO
    Eso es darme a entender que yo desista...

    CLARA
    Tened calma. No sé si os he contado
    que, mi esposo el bolsista,
    en títulos y en casa me ha dejado
    una inmensa riqueza;
    deuda de personal, consolidado...
    pero entre tantos títulos, no he hallado
    ni un título siquiera de nobleza.

    GUSTAVO
    ¿Mas qué tiene que ver mi pecho amante?...

    CLARA
    Bien, dicho esto, pasemos adelante.

    GUSTAVO
     (Aparte.) 
    (¡Mi desgracia es completa!)

    CONDE
     (Aparte.) 
    (¡Desbancarme un poeta!
    ¡Un ser de utilidad desconocida!)

    CLARA
    Como soy bien nacida,
    que he debido escuchar, bien seos alcanza,
    de varios, y de vos, enternecida,
    dos mentiras:- amar sin esperanza
    y- estar desesperados de la vida!-

    GUSTAVO
    ¿Dos mentiras? ¡Qué escucho!
    ¿Creéis que mi amor rendido?...

    CLARA
    ¡Ah! sí, ¡el amor! Lo he conocido mucho,
    cuando aún no conocía a mi marido.

    GUSTAVO
    Pero, señora...

    CLARA
    Acabaré la historia.

    GUSTAVO
    Vos, sin duda, perdisteis la memoria...

    CLARA
    Tal vez lo que decís es verdadero:
    padecí de unas toses muy nerviosas,
    y creo desde entonces, caballero,
    que tengo en la cabeza un agujero
    por el cual se me pierden muchas cosas.

    GUSTAVO
    Pero ¿no recordáis que el otro día?...

    CLARA
    ¿Dije alguna locura?

    GUSTAVO
    ¿Locura? Yo creía...

    CLARA
    Pero ¿quién cree esas cosas, criatura?

    GUSTAVO
      (Aparte.) 
    (Su frialdad me aterra.
    ¡Después de abrirme el cielo, me lo cierra!)

    CLARA
    Lo que os juro, y os juro, suspirando,
    que mientras por la noche esté velando,
    y mi esposo roncando
    con un sueño completo y concienzudo,
    lleno, muy lleno, de dolor agudo,
    vuestros castos y dulces madrigales
    recordará mi pensamiento loco...
    porque siempre en los lechos conyugales,
    cuando uno duerme bien, duerme otro poco.

    GUSTAVO
    ¡Yo, imbécil, que creía
    que ha de morir el que ama
    por su Dios, por su Rey y por su dama!...

    CLARA
    ¿Morirse por todo eso? ¡Qué simpleza!

    GUSTAVO
    ¿Qué queréis? ¡no sé amar sin poesía!

    CLARA
    Si un médico os oyese, os echaría
    chorros de agua bien fresca en la cabeza.

    GUSTAVO
      (Indignado.) 
    Pues, señora bolsista...

    CLARA
    Precisamente la cuestión es esa;
    por eso me decido por el Conde;
    por eso voy, adonde
    me llamen:- mi señora la Condesa.-

    GUSTAVO
    Pues vaya usted con Dios.

    CLARA
      (Haciéndole una cortesía.) 
    Hasta la vista.

    GUSTAVO
      (Aparte.) 
    (¡Ser gran señora! La cuestión es esa).

    CONDE
      (Cogiendo del brazo a CLARA.) 
    Ya soy rico. ¡He triunfado!

    CLARA
      (Aparte.) 
    (¡Gracias a Dios! Por fin seré Condesa.
    Es viejo, pero está mal conservado).
     
    (Entran en el salón de baile CLARA y el CONDE.)
     



    CONT.


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    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901): I y II - Página 14 Empty Re: RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901): I y II

    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez 21.07.20 7:40

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

    LOS PEQUEÑOS POEMAS

    Tercera parte




    Las flores vuelan


    Poema dramático


    ACTO ÚNICO


    Escena IV

     
    GUSTAVO - SIMONA.
     

    SIMONA
    Vengo a hablaros, Gustavo.

    GUSTAVO
    Hablad, Simona.

    SIMONA
    ¿Me tenéis por amiga?

    GUSTAVO
    Y por patrona.

    SIMONA
    Es igual nuestra suerte.

    GUSTAVO
    ¿Cómo igual?

    SIMONA
    Porque el que escribe o plancha...

    GUSTAVO
    Es verdad, es verdad, se quema o mancha.

    SIMONA
    Y el débil se hace infame.

    GUSTAVO
    Y grande el fuerte.

    SIMONA
    He pensado una cosa.
    No quiero callar más; yo soy muy llana.
    ¿Me queréis por esposa?

    GUSTAVO
    Yo soy muy llano; no, beata hermosa.

    SIMONA
    ¿Y por qué?

    GUSTAVO
    Porque no me da la gana.

    SIMONA
    ¿Pero es verdad, Gustavo?

    GUSTAVO
    Sí, Simona;
    no os quiero por mujer, ni por patrona.

    SIMONA
    ¡Se muda de mi casa, y no se casa!

    GUSTAVO
    No me caso, y me mudo de su casa.

    SIMONA
    Pues debíais casaros.

    GUSTAVO
    Con la gloria.

    SIMONA
    ¿Y quién es esa joven?

    GUSTAVO
    Una vieja.

    SIMONA
    Rica, ¿es verdad?

    GUSTAVO
    Tanto, patrona mía,
    que estropeáis sin piedad la ortografía,
    que toda su familia de inmortales
    va poblando, al morir, los hospitales.

    SIMONA
    Tendríais en mis manos un apoyo.

    GUSTAVO
    No quiero depender de vuestra plancha.

    SIMONA
    ¿Dónde os mudáis?

    GUSTAVO
    Al medio del arroyo.

    SIMONA
    Muy buena casa.

    GUSTAVO
    Al menos es bien ancha.

    SIMONA
     (Aparte.) 
    (Otro chasco, ¡por vida!...
    Este golpe me ha herido como un rayo.
    ¿Me desmayo?... No, no me desmayo,
    pues tengo una galop comprometida.)
     
    (Se dirige al salón de baile.)
     

    GUSTAVO
    Metedme en un pañuelo el equipaje.

    SIMONA
    Cuando vuelva a mi casa. ¡Adiós!

    GUSTAVO
    ¡Buen viaje!


    Escena V

     
    GUSTAVO - GRUPOS DE MÁSCARAS.
     

    ¡Otra ilusión perdida!
    ¡Suerte común de grandes y pequeños!
    ¡Siempre que el viento sopla en nuestra vida,
    va, más que nubes, arrastrando sueños!
    Ya, sin amor, ni protección alguna,
    ¿qué puedo hacer, Dios mío?
    ¿Espero con tu ayuda la fortuna,
    o busco el medio de tirarme al río?
     
    (Empiezan a atropellarle las parejas bailando.)
     
    ¡Cuánto feliz bailando!
    Es que les pesa la conciencia poco.
    Faltando aquí al undécimo estorbando,
    ¿serán ellos los cuerdos y yo el loco?
    Maldigo los placeres
    de este hormiguero de hombres y mujeres;
    pues siendo engañadores y engañados,
    verdugos hoy, y mártires mañana,
    lo mismo que mi flor, van arrastrados
    por el abismo de la vida humana.
     
    (Le vuelven a atropellar las parejas.)
     
    De aquí me va a arrojar, si no me quito,
    el remolino eterno
    de este baile maldito,
    feliz respiradero del infierno;
    donde, de gloria y de virtud exentos,
    confundiendo traidores y traidoras
    los falsos juramentos,
    de efímeros amores,
    en rauda confusión, vuelan las horas,
    los juegos, las mentiras, los alientos,
    los requiebros, las risas y las flores.
     
    (Se aumenta la confusión del baile con una galop infernal.)
     
    Pues aunque vea la virtud negada,
    y la gloria vendida,
    sin gloria ni virtud, no diera nada
    por el mejor destino de la vida.
    ¡Sí! Buscaré con incesante anhelo
    la virtud y la gloria,
    dedicando mi vida a la memoria
    de mi madre infeliz que está en el cielo.
    ¡Sol de la gloria!...

    UN GRUPO DE MÁSCARAS
    ¡Atrás!...

    GUSTAVO
    ¡Por ti me abraso!
    ¡Oh, virtud!...

    OTRO GRUPO
    ¡Paso!

    GUSTAVO
    He de decirlo...

    OTRO GRUPO
    ¡Paso!

    GUSTAVO
    Aunque me arrolle la ciudad entera...

    OTRO GRUPO
    ¡Apartarse!

    OTRO
    ¡Apartarse!

    OTRO
    ¡Fuera!

    OTRO
    ¡Fuera!

    GUSTAVO
    Señores, poco a poco.

    UNO
    ¡Es un loco!

    OTRO
    ¡Es un loco!

    GUSTAVO
    ¡Eso no es cierto!

    OTRO
    ¡Es un loco!

    GUSTAVO
    ¡Mentira!
     
    (GUSTAVO dando vueltas arremolinado por las MÁSCARAS es echado a empujones de la escena en medio de una gritería general.)
     

    CLARA
     (Saliendo del salón.) 
    ¡No es un loco!
    ¡Es San Juan predicando en el desierto!...
     
    (Risa general.)
     
     
    (Cae el telón.)
     




     
     
    FIN DEL POEMA DRAMÁTICO LAS FLORES VUELAN.
     


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    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901): I y II - Página 14 Empty Re: RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901): I y II

    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez 22.07.20 1:39

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

    LOS PEQUEÑOS POEMAS

    Cuarta parte





    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]El trompo y la muñeca


    Poema en un canto



    Al niño Pedro Pidal y Bernaldo de Quirós.




    I

       Que no quiero te digo.
    ¿Cómo hoy al trompo ha de jugar contigo
    el que ya de su edad perdió la cuenta?
    ¿Quieres que caiga en la pueril afrenta
    de Catón el austero
    que aprendía a bailar a los sesenta?
    Te digo que no quiero, y que no quiero.


    II

        ¡Salud, salud, memorias candorosas
    de mi antigua inocencia!
    ¡Oh trompos! ¡Oh muñecas! Grandes cosas!
    ¡Las más grandes tal vez de la existencia!
    ¡Oh, memoria feliz de mi pasado!
    ¡Tu trompo, niño hermoso, me convida
    a recordar, de pena traspasado,
    los muchos seres que en la tierra he amado
    y que sólo he de ver en la otra vida!

    CONT.


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