JOSÉ MARTÍ ( 1853 - 1895)
FTE.- ECURED. CONT.
ESTANCIA EN VENEZUELA
Se inicia el año 1881 para Martí con la decisión de probar suerte en Venezuela. El 21 de enero ya se encuentra en Caracas, la Jerusalén de los americanos, como él la llamara, y al anochecer
(...) sin sacudirse el polvo del camino, no preguntó dónde se comía ni se dormía, sino cómo se iba adonde estaba la estatua de Bolívar(...)
Imparte clases de Gramática francesa y Literatura en el colegio de Santa María, que dirige Agustín Aveledo y posteriormente se desempeña como profesor de literatura en el Colegio Villegas, donde establece la cátedra oratoria. Colabora con el periódico La Opinión Nacional de Caracas, utilizando como seudónimos M. de Z. en sus primeros trabajos. Funda más tarde la Revista Venezolana cuyo primer y único volumen sale a luz pública el 1 de julio de 1881 con sus treinta y dos páginas escritas por José Martí. En esta revista expone ideas que constituyen una manifestación de renovación literaria en Hispanoamérica. Desde su arribo a la tierra del Libertador, ha logrado establecer amistad con el venezolano Cecilio Acosta, sobre la muerte de este ilustre venezolano plantea:
Ha muerto un justo: Cecilio Acosta ha muerto. Llorarlo fuera poco. Estudiar sus virtudes e imitarlas es el único homenaje grato a las grandes naturalezas y digno de ellas. Trabajó en hacer hombres; se le dará gozo con serlo. ¡Qué desconsuelo ver morir, en lo más recio de la faena, a tan gran trabajador!
Sus manos, hechas a manejar los tiempos, eran capaces de crearlos. Para él el Universo fue casa; su Patria aposento; la Historia, madre; y los hombres hermanos(...)[4]
La ira del general presidente, estalla. Ante la firmeza de principios del cubano y el elogio a su conjurado enemigo personal, el 27 de julio, le ordena directamente a través de su edecán, abandonar la patria de Simón Bolívar
(...) los ideales enérgicos y las consagraciones fervientes no se merman en un ánimo sincero por las contrariedades de la vida. De América soy hijo: a ella me debo. Y de la América, a cuya revelación, sacudimiento y fundación urgente me consagro, ésta es la cuna; ni hay para labios dulces, copa amarga; ni el áspid muerde en pechos varoniles; ni de su cuna reniegan hijos fieles. Déme Venezuela en qué servirla: ella tiene en mí un hijo.[5]
Regreso a Nueva York
A bordo del Vapor Claudius llega a Nueva York el 10 de agosto de 1881 con un objetivo central totalmente definido: organizar la denominada Guerra Necesaria. En estos largos y trascendentales años de su vida, su figura alcanza una dimensión que sobrepasa las fronteras del continente americano. Resaltan en todo su esplendor sus brillantes dotes como periodista, literato, poeta, diplomático, maestro y sociólogo. Nada escapa a su pluma del desarrollo de la sociedad norteamericana y nadie logra como él, vislumbrar las secuelas escondidas tras la explotación desmedida de los monopolios, la impetuosa y excesiva acumulación de riqueza en manos capitalistas y la critica situación de miseria y abandono en que se encuentran sumidos el indio y el obrero americano.
Describe con bellos matices los méritos y logros de este industrializado país, la vida de sus hombres ilustres y los aciertos y desaciertos de su política interna y externa. Con sentido realista alerta sobre los peligros que el egoísmo y la violencia van engendrando en una sociedad que trae en sus entrañas un naciente y pujante imperio.
A pocos días de la llegada inicia las colaboraciones con La Opinión Nacional, de Caracas; un año más tarde con La Nación, de Buenos Aires y posteriormente con La América, de Nueva York, El Partido Liberal de México, y La República de Honduras.
Incansable resulta su incesante labor revolucionaria. A mediados de 1882 solicita a los generales Gómez y Maceo sus opiniones acerca del trabajo revolucionario que ha emprendido.
Su labor como diplomático, la inicia en mayo de 1884, al asumir las funciones de cónsul interino de la República Oriental del Uruguay, en ausencia de Enrique Estrázulas, cargo al que se ve precisado a renunciar meses más tarde para evitar que España pueda acusar a este hermano país de brindarle apoyo a su labor conspirativa por la independencia cubana. De especial significación y trascendencia resultan las entrevistas sostenidas en Nueva York con los generales Gómez y Antonio Maceo, quienes defienden un proyecto independentista al que se ha sumado el Maestro. En su carta a Máximo Gómez de fecha 20 de octubre de 1884, luego de una profunda meditación, le comunica su decisión de abandonar esa causa y se pronuncia contra el inicio de una guerra revolucionaria improvisada, sin una adecuada preparación de sus objetivos y una previa y sincera declaración pública de los principios que animan a los servidores heroicos que la convocan. Le argumenta al querido General, las razones y conveniencia de renunciar a este propósito que estaría desde sus inicios condenado al fracaso.
Yo tuve puesto en mi padre un orgullo que crecía cada vez que en él pensaba. Por que a nadie le toco vivir en tiempos más viles ni nadie a pesar de su sencillez aparente salió más puro en pensamiento y obra, de ellos.
¡Jamás, José, una protesta contra esta austera vida mía que privó a la suya de la comodidad de la vejez!
Por sus sobresalientes cualidades que ya lo distinguen entre los más destacados servidores del continente, el 16 de abril de 1887, es nombrado Cónsul General de la República Oriental del Uruguay en Nueva York. Una profunda alegría recorre su cuerpo cuando a fines de noviembre de ese año su madre le estrecha entre sus brazos al llegar a Nueva York y recibe de sus manos el anillo con la palabra CUBA impresa en grandes letras, encargo realizado por él a su amigo Agustín de Zéndegui y realizado con un eslabón del grillete que llevara en presidio.
El 16 de marzo de 1889, The Manufacturer, de Filadelfia, publica el articulo ¿Queremos a Cuba? en el que de una manera abierta y mal intencionada insulta y ofende a Cuba. Días más tarde, The Evening Post, se hace eco del mencionado insulto. Ofendida la dignidad del pueblo cubano no se hace esperar la rápida y contundente respuesta de quien lleva en sí el decoro de muchos hombres. Vindicación de Cuba, constituirá una riposta ejemplar que publica en este último diario neoyorquino, el 25 de marzo de 1889:
No somos los cubanos ese pueblo de vagabundos míseros o pigmeos inmorales que a The Manufacturer le place describir; ni el país de inútiles verbosos, incapaces de acción, enemigos del trabajo recio, que, junto con los demás pueblos de la América española suelen pintar viajeros soberbios y escritores. Hemos sufrido impacientes bajo la tiranía; hemos peleado como hombres, y algunas veces como gigantes para ser libres; estamos atravesando aquel período de reposo turbulento, lleno de gérmenes de revuelta, que sigue naturalmente a un período de acción excesiva y desgraciada; tenemos que batallar como vencidos contra un opresor que nos priva de medios de vivir, y favorece, en la capital hermosa que visita el extranjero, en el interior del país, donde la presa se escapa de su garra, el imperio de la corrupción tal que llegue a envenenarnos en la sangre las fuerzas necesarias para conquistar la libertad. Merecemos a la hora de nuestro infortunio, el respeto de los que no nos ayudaron cuando quisimos sacudirlo.
CONT.
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