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    Fernando Pessoa: Libro del desasosiego

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    Pessoa - Fernando Pessoa: Libro del desasosiego - Página 17 Empty Re: Fernando Pessoa: Libro del desasosiego

    Mensaje por Pedro Casas Serra 22.12.21 4:57

    .


    434

    El ambiente es el alma de las cosas. Cada cosa tiene una expresión propia y esa expresión le viene de fuera.

    Cada cosa es la intersección de tres líneas, y esas tres líneas forman esa cosa: una cantidad de materia, el modo como interpretamos, y el ambiente en que está. Esta mesa, a la que estoy escribiendo, es un pedazo de madera, es una mesa, y es un mueble entre otros de este cuarto. Mi impresión de esta mesa, si quisiera transcribirla, tendrá que estar compuesta de las nociones de que es madera, de que yo le llamo a eso una mesa y le atribuyo ciertos usos y fines, y de que en ella se reflejan, en ella se insertan, y la transforman, los objetos en cuya yuxtaposición tiene alma exterior, [con] lo que tiene puesto encima. Y el propio color que le ha sido dado, el desteñimiento de ese color, las manchas y rotos que tiene —todo eso, fijémonos, le ha venido de fuera, y eso es lo que, más que su esencia de madera, le proporciona el alma. Y lo íntimo de esa alma, que es el ser mesa, también le ha sido dado desde fuera, que es la personalidad.

    Creo, pues, que no hay error humano, ni literario, en atribuir alma a las cosas que llamamos inanimadas. Ser una cosa es ser objeto de una atribución. Puede ser falso decir que un árbol siente, que un río «corre», que un ocaso es triste o el mar está tranquilo (azul por el cielo que no tiene), es sonriente (por el sol que está fuera de él). Pero igual error es atribuir belleza a algo. Igual error es atribuir color, forma, por ventura hasta ser, a algo. Este mar es agua salada. Este ocaso es empezar a faltar la luz del sol en esta latitud y longitud. Este niño, que juega delante de mí, es una acumulación intelectual de células —pero es una relojería de movimientos subatómicos, extraño conglomerado eléctrico de millones de sistemas solares en miniatura mínima.

    Todo viene de fuera y la misma alma humana no es por ventura más que el rayo de sol que brilla y aísla del suelo donde yace el montón de estiércol que es el cuerpo.

    En estas consideraciones hay por ventura toda una filosofía, para quien pudiese tener la fuerza de sacar conclusiones. No la tengo yo, me surgen atentos pensamientos vagos, con posibilidades lógicas, y todo se me esfuma en una visión de un rayo de sol que dora un estiércol como paja oscura húmedamente aplastada, en el suelo casi negro, al pie de un muro de pedrejones.

    Así soy. Cuando quiero pensar, veo. Cuando quiero bajar a mi alma, me quedo parado de repente, olvidado, al comienzo de la espiral de la escalera profunda, viendo por la ventana del piso alto el sol que moja de despedida fulva la aglomeración difusa de los tejados.

    6-4-1930.


    (Continuará)

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    Pessoa - Fernando Pessoa: Libro del desasosiego - Página 17 Empty Re: Fernando Pessoa: Libro del desasosiego

    Mensaje por Pedro Casas Serra 23.12.21 3:42

    .


    435

    La metafísica me ha parecido siempre una forma prolongada de locura latente. Si conociésemos la verdad, la veríamos; todo lo demás es sistema y alrededores. Nos basta, si pensamos, la incomprensibilidad del universo; querer comprenderlo es ser menos que hombres, porque ser hombre es saber que no se comprende.

    Me traen la fe como un paquete cerrado en una bandeja ajena. Quieren que lo acepte, pero que no lo abra. Me traen la ciencia, como un cuchillo en un plato, con el que abriré las hojas de un libro de páginas blancas. Me traen la duda, como polvo dentro de una caja, ¿pero para qué me traen la caja si no tiene más que polvo?

    A falta de saber, escribo; y uso los grandes términos de la /Verdad ajenos/ conforme a las exigencias de la emoción. Si la emoción es clara y fatal, hablo, naturalmente, de los Dioses, y así la encuadro en una conciencia del mundo múltiple. Si la emoción es profunda, hablo, naturalmente, de Dios, y así la engasto en una conciencia una. Si la emoción es un pensamiento, hablo, naturalmente, del Destino, y así la arrimo a la pared.

    Unas veces, el propio ritmo de la frase exigirá Dioses, y no Dios; otras veces, se impondrán las dos sílabas de Dioses y cambio verbalmente de universo; otras veces pesaré las necesidades de una rima íntima, una dislocación del ritmo, un sobresalto de la emoción y el politeísmo o el monoteísmo se amolda y se prefiere. Los Dioses son una función del estilo.

    6-5-1930.


    (Continuará)

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    Pessoa - Fernando Pessoa: Libro del desasosiego - Página 17 Empty Re: Fernando Pessoa: Libro del desasosiego

    Mensaje por Pedro Casas Serra 24.12.21 4:26

    .


    436

    Muchos han definido al hombre, y en general lo han definido en contraste con los animales. Por eso, en las definiciones del hombre, es frecuente el uso de la frase «el hombre es un animal...» y un adjetivo, o «el hombre es un animal que...» y se dice el qué. «El hombre es un animal enfermo», dijo Rousseau, y en parte es verdad. «El hombre es un animal racional», dice la Iglesia, y en parte es verdad. «El hombre es un animal que usa herramientas», dice Carlyle, y en parte es verdad. Pero estas definiciones, y otras como ellas, son siempre imperfectas y laterales. Y la razón es muy simple: no es fácil distinguir al hombre de los animales, no hay un criterio seguro para distinguir al hombre de los animales. Las vidas humanas transcurren en la misma íntima inconsciencia que las vidas de los animales. Las mismas leyes profundas que rigen desde fuera los instintos de los animales rigen, también desde fuera, la inteligencia del hombre, que parece no ser más que un instinto en formación, tan inconsciente como todo instinto, menos perfecto por todavía no formado.

    «Todo viene de la sinrazón», se dice en la Antología Griega. Y, en verdad, todo viene de la sinrazón. Fuera de las matemáticas, que no tienen que ver sino con números muertos y fórmulas vacías, y por eso pueden ser perfectamente lógicas, la ciencia no es más que un juego de niños en el crepúsculo, un querer agarrar sombras de aves y parar sombras de hierbas al viento.

    Y es curioso y extraño que, no siendo fácil encontrar palabras con las que verdaderamente se defina al hombre como distinto de los animales, sea sin embargo fácil encontrar la manera de diferenciar al hombre superior del hombre vulgar.

    Nunca se me ha olvidado aquella frase de Haeckel, el biólogo, que leí en la infancia de la inteligencia, cuando se leen las divulgaciones científicas y las razones contra la religión. La frase es ésta, o casi ésta: que mucho más lejos está el hombre superior (un Kant o un Goethe, creo que dice) del hombre vulgar que el hombre vulgar del mono. Nunca he olvidado la frase porque es verdadera. Entre mí, que poco soy en el orden de los que piensan, y un campesino de Loures hay, sin duda, mayor distancia que entre ese campesino y, no digo ya un mono, sino un gato o un perro. Ninguno de nosotros, desde el gato hasta mí, lleva de hecho la vida que le es impuesta, o el destino que le es concedido; todos somos igualmente derivados de no sé qué, sombras de gestos hechos por otro, efectos encarnados, consecuencias que sienten. Pero entre mí y el campesino hay una diferencia de cualidad, procedente de la existencia en mí del pensamiento abstracto y de la emoción desinteresada; y entre él y el gato no hay, en el espíritu, más que una diferencia de grado.

    El hombre superior difiere del hombre inferior, y de los animales hermanos de éste, por la simple cualidad de la ironía. La ironía es el primer indicio de que la conciencia se ha tornado consciente. Y la ironía atraviesa dos estadios: el estadio marcado por Sócrates cuando dijo «sólo sé que no sé nada» y el estadio marcado por Sanches cuando dijo: «no sé si nada sé». El primer paso llega a aquel punto en el que dudamos de nosotros dogmáticamente, y todo hombre superior lo da y consigue. El segundo paso llega a aquel punto en que dudamos de nosotros y de nuestra duda, y pocos hombres lo han conseguido en la corta extensión ya tan larga del tiempo que, humanidad, hemos visto el sol y la noche sobre la varia superficie de la tierra.

    Conocerse es errar, y el oráculo que dijo «Conócete» propuso un trabajo mayor que los de Hércules y un enigma más negro que el de la Esfinge. Desconocerse conscientemente, he ahí el camino. El desconocerse concienzudamente es el empleo activo de la ironía. No conozco cosa mayor, ni más propia del hombre que es de verdad grande, que el análisis paciente de la inconsciencia de nuestras conciencias, la metafísica de las sombras autónomas, la poesía del crepúsculo de la desilusión.

    Pero siempre nos engaña algo, siempre se nos embota algún análisis, siempre la verdad, aunque falsa, está más allá de la otra esquina. Y es esto lo que cansa más que la vida, cuando ésta cansa, y que su conocimiento y meditación, que nunca dejan de cansar.

    Me levanto de la silla en donde, apoyado distraídamente en la mesa, me he entretenido en narrar para mí estas impresiones irregulares. Me levanto, hiergo el cuerpo en sí mismo, y voy a la ventana, alta por cima de los tejados, desde donde puedo ver a la ciudad ir a dormir en un comienzo lento de silencio. La luna, grande y de un blanco blanco, elucida tristemente las diferencias apretujadas de las casas. Y el claro de luna parece iluminar álgidamente todo el misterio del mundo. Parece mostrarlo todo, y todo es sombras con mezclas de luz mala, intervalos falsos, desniveladamente absurdos, incoherencias de lo visible. No hay brisa, y parece que el misterio es mayor. Siento náuseas en el pensamiento abstracto. Nunca he escrito una página que me revele o que revele algo. Una nube muy leve flota vaga por cima de la luna, como un escondrijo. Ignoro, como estos tejados. He fracasado, como la naturaleza entera.

    3-3-1931.


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    Mensaje por Pedro Casas Serra 25.12.21 3:55

    .


    437

    Todo el día, en toda su desolación de nubes leves y tibias, ha sido ocupado por las informaciones de que había una revolución. Estas noticias, falsas o ciertas, me llenan siempre de un desaliento especial, mezcla de desdén y de náusea física. Me duele en la inteligencia que alguien crea que altera algo agitándose. La violencia, sea la que fuere, ha sido siempre para mí una forma desencajada de la estupidez humana. Además, todos los revolucionarios son estúpidos como, en menor grado, porque menos incómodo, lo son todos los reformadores.

    Revolucionario o reformador, el error es el mismo. Impotente para dominar y reformar su propia actitud para con la vida, que es todo, o su propio ser, que es casi todo, el hombre huye hacia el querer modificar a los demás y al mundo exterior. Todo revolucionario, todo reformador es un /evadido/. Combatir es no ser capaz de combatirse. Reformar es no tener enmienda posible.

    El hombre de sensibilidad justa y recta razón, si se encuentra preocupado con el mal y la injusticia del mundo, busca naturalmente enmendarla, primero, en aquello en que más cerca se manifiesta; y eso lo encontrará en su propio ser. Esa obra le llevará toda la vida.

    Todo reside, para nosotros, en nuestro concepto del mundo; modificar nuestro concepto del mundo es modificar el mundo para nosotros, es decir, es modificar el mundo, pues nunca será, para nosotros, sino lo que es para nosotros. Esa justicia íntima debido a la cual escribimos una página fluyente y bella, esa reforma verdadera mediante la que tornamos viva a nuestra sensibilidad muerta —esas cosas son la verdad, nuestra verdad, la única verdad. Lo demás que hay en el mundo es paisaje, marcos que encuadran sensaciones nuestras, encuadernaciones de lo que pensamos. Y lo es, ya sea el paisaje colorido de las cosas y de los seres—los campos, las casas, los carteles y los trajes—, ya sea el paisaje incoloro de las almas monótonas, que sube un momento a la superficie en palabras viejas y gestos gastados, y baja otra vez al fondo en la estupidez fundamental de la expresión humana.

    ¿Revolución? ¿Cambio? Lo que yo quiero de verdad, con toda la intimidad del alma, es que cesen las nubes átonas que enjabonan cenicientamente al cielo; lo que yo quiero es ver al azul empezar a surgir de entre ellas, verdad segura y clara porque nada es ni quiere.

    8-4-1931.


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    Mensaje por Pedro Casas Serra 26.12.21 5:51

    .


    438

    Si considero atentamente la vida que viven los hombres, nada encuentro en ella que la diferencie de la vida que viven los animales. Unos y otros son lanzados inconscientemente a través de las cosas y el mundo; unos y otros se entretienen con intervalos; unos y otros recorren diariamente el mismo trayecto orgánico; unos y otros no piensan más allá de lo que piensan, ni viven más allá de lo que viven. El gato se revuelca al sol y allí duerme. El hombre se revuelca en la vida, con todas sus complejidades, y allí duerme. Ni uno ni otro se libera de la ley fatal de ser como es. Ninguno intenta levantar el peso de ser. Los mayores de entre los hombres aman la gloria, pero la aman, no como a una inmortalidad propia, sino como a una inmortalidad abstracta, de la que quizás no participen.

    Estas consideraciones, que en mí son frecuentes, me llevan a una admiración súbita por esa especie de individuos que instintivamente me repugnan. Me refiero a los místicos y a los ascetas —a los remotos de todos los Tibets, a los Simones Estilitas de todas las columnas. Éstos, aunque en el absurdo, intentan de hecho liberarse de la ley animal. Éstos, aunque en la locura, intentan de hecho negar la ley de la vida, el revolcarse al sol y el aguardar a la muerte sin pensar en ella. Buscan, aunque parados en lo alto de la columna; anhelan, aunque en una celda sin luz; quieren lo que no conocen, aunque en el martirio prestado y en la amargura impuestas.

    Todos nosotros, que vivimos como animales con más o menos complejidad, atravesamos el escenario como figurantes que no hablan, contentos de la solemnidad vanidosa del trayecto. Perros y hombres, gatos y héroes, pulgas y genios, jugamos a existir, sin pensar en eso (que los mejores piensan sólo en pensar) bajo el gran sosiego de las estrellas. Los otros —los místicos de la mala hora y del sacrificio— sienten al menos, con el cuerpo y lo cotidiano, la presencia mágica del misterio. Son libres porque niegan al sol visible; son plenos porque se han vaciado del vacío del mundo.

    Estoy casi místico, con ellos, al hablar de ellos, pero sería incapaz de ser más que estas palabras escritas al sabor de mi inclinación ocasional. Seré siempre de la Calle de los Doradores, como la humanidad entera. Seré siempre, en verso o en prosa, empleado de pupitre. Seré siempre, en lo místico y en lo no místico, local y sumiso, siervo de mis sensaciones y de la hora en que las tenga. Seré siempre, bajo el gran palio azul del cielo mudo, paje de un rito incomprendido, vestido de vida para ejecutarlo, y ejecutado, sin saber por qué, gesto y pasos, posiciones y maneras, hasta que se termine la fiesta, o mi papel en ella, y pueda ir a comer cosas de gala en las grandes barracas que están, según dicen, allá abajo, al fondo del jardín.

    18-6-1931.


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    Pessoa - Fernando Pessoa: Libro del desasosiego - Página 17 Empty Re: Fernando Pessoa: Libro del desasosiego

    Mensaje por Pedro Casas Serra 27.12.21 4:32

    .


    439

    Desde que, conforme puedo, medito y observo, he reparado en que en nada saben los nombres la verdad, o están de acuerdo, que sea realmente supremo en la vida o útil al vivirla. La ciencia más exacta es la matemática, que vive en la clausura de sus propias reglas y leyes; sirve, sí, por aplicación, para elucidar otras ciencias, pero elucida lo que éstas descubren, no las ayuda a descubrir. En las demás ciencias no es cierto y aceptado sino lo que nada pesa para los fines supremos de la vida. La física sabe bien cuál es el coeficiente de dilatación del hierro; no sabe cuál es la verdadera mecánica de la constitución del mundo. Y cuanto más subimos en lo que desearíamos saber, más bajamos en lo que sabemos. La metafísica, que sería la guía suprema porque es ella y sólo ella la que se dirige hacia los fines supremos de la verdad y de la vida —ésa no es una teoría científica, sino solamente un montón de ladrillos que forma, en estas manos o en aquéllas, casas de ninguna forma que ninguna argamasa une.

    Reparo también en que entre la vida de los hombres y la de los animales no hay otra diferencia que no sea la de la manera como se engañan o se ignoran. No saben los animales lo que hacen: nacen, crecen, viven, mueren sin pensamiento reflejo o verdaderamente futuro. ¿Cuántos hombres, sin embargo, viven de modo diferente al de los animales? Dormimos todos, y la diferencia está sólo en los sueños, y en el grado y calidad del soñar. Tal vez la muerte nos despierte, pero a eso tampoco hay respuesta, sino la de la fe, para quien creer es tener; la de la esperanza, para quien desear es poseer; la de la caridad, para quien dar es recibir.

    Llueve, esta tarde de invierno triste, como si hubiese llovido, así de monótonamente, desde la primera página de mundo. Llueve, y mis sentimientos, como si la lluvia los abatiese, doblan su mirada bruta hacia la tierra de la ciudad, donde corre un agua que nada alimenta, que nada lava, que nada alegra. Llueve, y yo siento súbitamente la opresión inmensa de ser un animal que no sabe lo que es, que sueña el pensamiento y la emoción, encogido, como en un tugurio, en una región espacial del ser, contento de un pequeño calor como de una verdad eterna.

    13-12-1932.


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    Mensaje por Pedro Casas Serra 28.12.21 4:46

    .


    440

    En cualquier espíritu que no sea disforme existe la creencia en Dios. En cualquier espíritu que no sea disforme no existe la creencia en un Dios definido. Es cualquier ente, existente e imposible, que lo rige todo; cuya persona, si la tiene, nadie puede definir; cuyos fines, si de ellos usa, nadie puede comprender. Llamándole Dios lo decimos todo, porque, no teniendo la palabra Dios sentido alguno preciso, así lo afirmamos, sin decir nada. Los atributos de infinito, de eterno, de omnipotente, de sumamente justo o bondadoso, que a veces le pegamos se despegan por sí solos como todos los adjetivos innecesarios cuando el substantivo basta. Y él, al que, por indefinido, no podemos dar atributos, es, por eso mismo, el substantivo absoluto.

    La misma certeza, y la misma vaguedad, existen en cuanto a la supervivencia del alma. Todos nosotros sabemos que morimos; todos nosotros sentimos que no moriremos. No es precisamente un deseo, ni una esperanza, lo que nos trae esa visión en lo oscuro de que la muerte es un malentendido: /es un raciocinio hecho con las entrañas, que repudia (...)/


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    Mensaje por Pedro Casas Serra 30.12.21 3:16

    .


    441

    Nada me pesa tanto en el disgusto como las palabras sociales de moral. Ya la palabra «deber» me resulta tan desagradable como un intruso. Pero el que tengamos un «deber cívico», «solidaridad», «humanitarismo», y otros de la misma estirpe, me repugnan [sic] como porquerías que me arrojasen desde las ventanas. Me siento ofendido por la suposición, que alguien pueda hacer por ventura, de que esas expresiones tengan algo que ver conmigo, de que les encuentre, no sólo un valor, sino siquiera un sentido.

    He visto hace poco, en el escaparate de una tienda de juguetes, unas cosas que me han recordado exactamente lo que son estas expresiones. He visto, en unos platos fingidos, unos manjares fingidos para mesas de muñecas. Al hombre tal como es, sensual, egoísta, vanidoso, amigo de los demás porque posee el don del habla, enemigo de los demás porque posee el don de la vida, a ese hombre ¿qué hay que ofrecerle con que juegue a las muñecas con palabras vacías de sonido y de entonación?

    El gobierno se asienta en dos cosas: refrenar y engañar. El mal de esos términos cubiertos de lentejuelas es que no refrenan ni engañan. Emborrachan,cuando mucho, y eso es otra cosa.

    Si a algo odio, es a un reformador. Un reformador es un hombre que ve los males superficiales del mundo y se propone curarlos agravando los fundamentales. El médico trata de adaptar el cuerpo enfermo al cuerpo sano; pero nosotros no sabemos lo que está sano o enfermo en la vida social.

    No puedo considerar a la humanidad sino como una de las últimas escuelas de la pintura decorativa de la naturaleza. No distingo, fundamentalmente, un hombre de un árbol; y, desde luego, prefiero al que sea más decorativo, al que más interese a mis ojos pensantes. Si el árbol me interesa más, me pesa más que corten el árbol que el que muera el hombre. Hay idas del ocaso que me duelen más que muertes de niños. En todo soy el que no siente, para sentir.

    Casi me culpo de estar escribiendo estas medias reflexiones a esta hora en que de los confines de la tarde sube, coloreándose, una brisa ligera. Coloreándose no, que no es ella la que se colorea, sino el aire en el que boga insegura; pero,como me parece que es ella misma la que se colorea, es eso lo que digo, pues por fuerza he de decir lo que me parece, visto que soy yo.


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    Mensaje por Pedro Casas Serra 31.12.21 4:01

    .


    442

    El mundo es de quien no siente. La condición esencial para ser un hombre práctico es la ausencia de sensibilidad. La cualidad principal en la práctica de la vida es aquella cualidad que conduce a la acción, es decir, la voluntad. Ahora bien, las dos cosas que estorban a la acción son la sensibilidad y el pensamiento analítico, que no es, a fin de cuentas, más que el pensamiento con sensibilidad. Toda acción es, debido a su naturaleza, la proyección de la personalidad sobre el mundo exterior y, como el mundo exterior está en grande y principal parte compuesto por entes humanos, se deduce que esa proyección de la personalidad es esencialmente el atravesarnos en el camino ajeno, el estorbar, herir y aplastar a los otros, conforme nuestro modo de hacer.

    Para hacer es, pues, preciso que no nos figuremos con facilidad a las personalidades ajenas, a sus dolores y alegrías. Quien simpatiza se para. El hombre de acción considera al mundo exterior como compuesto exclusivamente de materia inerte —o inerte en sí misma, como una piedra sobre la que pasa o aparta del camino, o inerte como un ente humano que, porque no puede oponerle resistencia, lo mismo da que sea hombre o piedra, pues, como a la piedra, o se le ha apartado o se ha pasado por cima de él.

    El ejemplo máximo del hombre práctico, porque reúne a la extrema concentración de la acción con su extrema importancia, es el estratega. Toda la vida es una guerra, y la batalla es, pues, la síntesis de la vida. Ahora bien, el estratega es un hombre que juega con las vidas como el jugador de ajedrez con las piezas del juego. ¿Qué sería del estratega si pensase que cada lance de su juego lleva la noche a mil hogares y la congoja a tres mil corazones? ¿Qué sería del mundo si fuésemos humanos? Si el hombre sintiese de verdad, no habría civilización. El arte sirve de fuga a la sensibilidad a la que ha tenido que olvidar la acción.

    El arte es la Gata Cenicienta, que se quedó en casa porque tuvo que ser.

    Todo hombre de acción es esencialmente animoso y optimista porque quien no siente es feliz. Se conoce a un hombre de acción porque nunca está mal dispuesto. Quien trabaja aunque esté mal dispuesto es un subsidiario de la acción; puede ser en la vida, en la gran generalidad de la vida, un contable, como lo soy yo en su particularidad. Lo que no puede ser es un regente de cosas o de hombres. A la regencia pertenece la insensibilidad. Gobierna quien es alegre porque para ser triste es preciso sentir.

    El patrón Vasques ha hecho hoy un negocio con el que ha arruinado a un individuo enfermo y a su familia. Mientras hacía el negocio, olvidó por completo que ese individuo existía, excepto como parte contraria comercial. Una vez hecho el negocio, le vino la sensibilidad. Sólo después, claro está, pues si le hubiese venido antes, el negocio no se habría hecho nunca. «Me da pena de ese tipo», me ha dicho. «Va a quedarse en la miseria.» Después, encendiendo el puro, ha añadido: «En todo caso, si necesita algo de mí» —entendiéndose una limosna— «yo no olvido que le debo un buen negocio y unas decenas de billetes».

    El patrón Vasques no es un bandido: es un hombre de acción. El que perdió el lance en este juego puede, de verdad, pues el patrón Vasques es un hombre generoso, contar en el futuro con su limosna.

    Como el patrón Vasques son todos los hombres de acción —jefes industriales y comerciales, políticos, hombres de armas, idealistas religiosos y sociales, grandes poetas y grandes artistas, mujeres hermosas, niños que hacen lo que quieren. Manda quien no siente. Vence quien sólo piensa en lo que necesita para vencer. El resto, que es la vaga humanidad general, amorfa, sensible, imaginativa y frágil, es no más que el telón de fondo contra el que destacan estas figuras de la escena hasta que termine la pieza de marionetas, el fondo plano de cuadrados sobre el que se levantan las piezas del ajedrez hasta que las guarde el Gran Jugador que, engañándose con una doble personalidad, juega, y se entretiene siempre consigo mismo.

    17-1-1932.


    (Continuará)

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    Pessoa - Fernando Pessoa: Libro del desasosiego - Página 17 Empty Re: Fernando Pessoa: Libro del desasosiego

    Mensaje por Pedro Casas Serra 02.01.22 5:06

    .


    443

    He sentido siempre una repugnancia casi física por las cosas secretas —intrigas, diplomacia, sociedades secretas, ocultismo. Sobre todo me han molestado estas dos últimas cosas —la pretensión, que tienen ciertos hombres, de que, mediante entendimientos con los Dioses o Maestros o Demiurgos, saben (allá entre ellos, excluidos todos nosotros) los grandes secretos que son los cimientos del mundo.

    No puedo creer que eso sea así. Puedo creer que alguien lo juzgue así. ¿Porqué no ha de estar toda esa gente loca, o engañada? ¿Por ser varios? Pero hay alucinaciones colectivas.

    Lo que me impresiona sobre todo de estos maestros y sabedores de lo invisible es que, cuando escriben para contamos o sugerir sus misterios, todos escriben mal. Me ofende el entendimiento que un hombre que sea capaz de dominar al Diablo no sea capaz de dominar la lengua portuguesa. ¿Por qué ha de ser el comercio con los demonios más fácil que el comercio con la gramática? Quien, a través de largos ejercicios de la atención y de la voluntad, consigue, conforme dice, tener visiones astrales, ¿por qué no puede, con menos dispendio de una y otra cosa, tener la visión de la sintaxis? [¿] Qué hay en el dogma y ritual de la Alta Magia que impida a alguien escribir —no digo ya con claridad, pues puede ser que la oscuridad sea propia de la ley oculta—, sino al menos con elegancia y fluidez, puesto que en lo propiamente abstruso puede haberla [?] ¿Por qué ha de gastarse toda la energía del alma en el estudio del lenguaje de los Dioses y no ha de sobrar un despreciable fragmento con el que se estudie el color y el ritmo del lenguaje de los hombres?

    Desconfío de los maestros que no pueden serlo de enseñanza primaria. Son para mí como esos poetas extraños que son incapaces de escribir como los demás. Admito que sean extraños; me gustaría, sin embargo, que me demostrasen que lo son por superioridad a lo normal y no por impotencia.

    Dicen que hay grandes matemáticos que se equivocan en las sumas fáciles; pero, aquí, la comparación no es con equivocarse, sino con desconocer. Admito que un gran matemático sume dos y dos para que resulte cinco: es una distracción, y a todos puede sucedemos. Lo que no admito es que no sepa lo que es sumar o cómo se suma. Y éste es el caso de los maestros de lo oculto, en su formidable mayoría.


    (Continuará)

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    Mensaje por Pedro Casas Serra 04.01.22 4:14

    .


    444

    El pensamiento puede tener elevación sin tener elegancia y, en la proporción en que no tenga elegancia, perderá la acción sobre los demás. La fuerza sin la destreza es una simple masa.


    (Continuará)

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    Mensaje por Pedro Casas Serra 05.01.22 3:55

    .


    445

    El mundo, estercolero de fuerzas instintivas, que en todo caso brilla al sol con tonos pajizos de oro claro y oscuro.

    En mi opinión, si lo pienso, pestes, tormentas, guerras, son productos de la misma fuerza ciega, que opera una vez por medio de microbios inconscientes, otra vez por medio de rayos y aguas inconscientes, otra vez por medio de hombres inconscientes. Un terremoto y una mortandad no tienen para mí más diferencia que la que hay entre asesinar con un cuchillo y asesinar con un puñal. El monstruo inmanente en las cosas tanto se sirve —para su bien o su mal, que, a lo que parece, le son indiferentes— de la desviación de un pedrusco en la altura o de la desviación de los celos o de la codicia de un corazón. El pedrusco cae, y mata a un hombre; la codicia y los celos arman a un brazo, y el brazo mata a un hombre. Así es el mundo, estercolero de fuerzas instintivas que todavía brilla al sol con tonos pajizos de oro claro y oscuro.

    Para hacerle cara a la brutalidad de indiferencia que constituye el fondo visible de las cosas, descubrieron los místicos que lo mejor era repudiar. Negar el mundo, apartarse de él como de un pantano a cuya orilla nos encontrásemos. Negar como el Buda, negándole la realidad absoluta; negar como el Cristo, negándole la realidad relativa; negar (...) satisfecho del sueño sólo cuando no estoy soñando, satisfecho del mundo sólo cuando sueño lejos de él. Péndulo oscilante, moviéndose siempre para no llegar, yendo sólo para volver, preso eternamente a la doble fatalidad de un centro y de un movimiento inútil.

    No he pedido a la vida más que el que no me exigiese nada. A la puerta de la cabaña que no he tenido me he sentado al sol que nunca ha habido y he gozado la vejez futura de mi realidad /cansada/ (con el placer de no tenerla todavía). No haber muerto aún basta para los pobres de la vida, y tener todavía la esperanza de(…)


    (Continuará)

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    Mensaje por Pedro Casas Serra 06.01.22 5:22

    446

    (El) Cristo es una forma de la emoción.

    En el panteón hay sitio para los dioses que se excluyen los unos a los otros, y todos tienen asiento y regencia. Cada uno puede serlo todo, porque aquí no hay límites, ni siquiera lógicos, y disfrutamos, en la compañía de varios eternos, de la coexistencia de diferentes infinitos y de varias eternidades.


    (Continuará)

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    Mensaje por Pedro Casas Serra 07.01.22 5:06

    .


    447

    El mundo exterior existe como un actor en un escenario: está allí pero es otra cosa.

    (¿1932?)


    (Continuará)

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    Mensaje por Pedro Casas Serra 08.01.22 5:05

    .


    448

    Cuanto más completo el espectáculo del mundo, y el flujo y reflujo de la mutación de las cosas, más profundamente me convenzo de la ficción ingénita de todo, del prestigio falso de la pompa de todas las realidades. Y en esta contemplación, que a todos los que reflexionan les habrá sucedido tener alguna vez, la marcha multicolor de las costumbres y de las modas, el camino complejo de los progresos y de las civilizaciones, la confusión grandiosa de los imperios y de las culturas —todo esto se me representa como un mito y una ficción, soñado entre sombras y olvidos. Pero no sé si la definición suprema de todos esos propósitos muertos, hasta cuando son conseguidos, debe estar en la abdicación extática del Buda, que, al comprender la vacuidad de las cosas, se alzó de su éxtasis diciendo «Ya lo sé todo», o en la indiferencia demasiado experta del emperador Severo: «omnia fui, nihil expedit» —lo he sido todo, nada vale la pena».


    (Continuará)

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    Mensaje por Pedro Casas Serra 09.01.22 4:30

    .


    449

    MANERA DE BIEN SOÑAR

    —Aplázalo todo. Nunca se debe hacer hoy lo que también se puede dejar de hacer mañana.

    Ni siquiera es necesario que se haga algo, mañana u hoy.

    —Nunca pienses en lo que vas a hacer. No lo hagas.

    —Vive tu vida. No seas vivido por ella.

    En la verdad y en el error, en el gozo y en el malestar, sé tu propio ser. Sólo podrás hacer eso soñando, porque tu vida-real, tu vida humana es aquella que no es tuya, sino de los demás. Así, substituirás el sueño a la vida y te cuidarás tan sólo de soñar con perfección. En todos tus actos de la vida-real, desde el de nacer hasta el de morir, tú no actúas: eres actuado; tú no vives: eres vivido tan sólo.

    Vuélvete para los demás una esfinge absurda. Enciérrate, pero sin dar un portazo, en tu torre de marfil. Y tu torre de marfil eres tú mismo.

    Y si alguien te dice que esto es falso y absurdo, no lo creas. Pero tampoco creas en lo que yo te digo, porque no se debe creer en nada.

    —Desprécialo todo, pero de modo que el despreciar no te cause molestias. No te juzgues superior a tu despreciar. El arte del desprecio está en eso.


    (Continuará)

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    Mensaje por Pedro Casas Serra 10.01.22 5:02

    .


    450

    (CHAPTER ON INDIFFERENCE OR SOMETHING LIKE THAT)

    Toda alma digna de sí misma desea vivir la vida en Extremo. Contentarse con lo que le dan a uno es propio de esclavos. Pedir más es propio de niños. Conquistar más es propio de locos, porque toda conquista es (…)

    Vivir la vida en Extremo significa vivirla hasta el límite, pero hay tres maneras de hacerlo, y a cada alma elevada compete escoger una de las maneras. Puede vivirse la vida en [E]xtremo mediante la posesión extrema de ella, mediante el viaje uliseico a través de todas las sensaciones vividas, a través de todas las formas de energía exteriorizada. Raros, sin embargo, son, en todas las épocas del mundo, los que pueden cerrar los ojos llenos del cansancio suma de todos los cansancios, los que lo han poseído todo de todas las maneras.

    Raros pueden, así, exigir de la vida, y conseguirlo, que se les entregue en cuerpo y alma; sabiendo no ser celosos de ella por saber tener todo su amor. Pero éste debe ser, sin duda, el deseo de toda alma elevada y fuerte. Cuando esa alma, sin embargo, comprueba que le [resulta] imposible semejante realización, que no tiene fuerzas para la conquista de todas las partes del Todo, tiene otros dos caminos que seguir —uno, la abdicación entera, la abstención formal, completa, relegando a la esfera de la sensibilidad aquello que no puede poseer integralmente en la región de la actividad y de la energía. Más vale supremamente no hacer que hacer inútilmente, fragmentariamente, imbastantemente, como la innumerable superflua mayoría inane de los hombres; otro, el camino del perfecto equilibrio, la busca del Límite en la Proporción Absoluta, por donde el ansia de lo Extremo pasa de la voluntad y de la emoción a la Inteligencia, siendo toda la ambición, no de vivir toda la vida, no de sentir toda la vida, sino de ordenar toda la vida, de cumplirla en Harmonía y Coordinación inteligente.

    El ansia de comprender, que para tantas almas nobles sustituye a la de hacer, pertenece a la esfera de la sensibilidad. Sustituir a la energía por la Inteligencia, romper el eslabón entre la voluntad y la emoción, despojando de interés a todos los gestos de la vida material, he ahí lo que, una vez conseguido, vale más que la vida, tan difícil de poseer completa, y tan triste de poseer parcial.

    Decían los argonautas que navegar es preciso. Argonautas, nosotros, de la sensibilidad enfermiza, digamos que sentir es preciso, pero que no es preciso vivir.


    (Continuará)

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    Mensaje por Pedro Casas Serra 11.01.22 4:51

    .


    451

    Perder tiempo comporta una estética. Hay, para los sutiles en las sensaciones, un formulario /de la inercia/ en el que hay recetas para todas las formas de lucidez. La estrategia con que se lucha con la noción de las conveniencias sociales, con los impulsos de los instintos, con las solicitaciones del sentimiento, exige un estudio que cualquier mero esteta no soporta /el tener que hacerlo/. A una apurada etiología de los escrúpulos debe seguir una /diagnosis/ irónica de las servidumbres a la normalidad. Hay que cultivar, también, la agilidad contra las intromisiones de la vida; un cuidado (...) debe protegernos contra el sentir las opiniones ajenas, y una indolente indiferencia arroparnos el alma contra los golpes sordos de la coexistencia con los demás.

    (¿1915?)


    (Continuará)

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    Mensaje por Pedro Casas Serra 12.01.22 4:01

    .


    452

    Por fácil que sea, todo gesto representa la violación de un secreto espiritual. Todo gesto es un acto revolucionario; (un exilio, quizás de la verdadera (...) de nuestros propósitos).

    La acción es una enfermedad del pensamiento, un cáncer de la imaginación. Hacer es exiliarse, toda acción es incompleta e imperfecta. El poema que sueño no tiene faltas sino cuando intento realizarlo. (En el mito de Jesús está escrito esto; Dios, al volverse hombre, no puede terminar más que en el martirio. El supremo soñador tiene por hijo al martirio supremo.)

    Las sombras rotas de los follajes, el canto trémulo de las aves, los brazos extendidos de los ríos, que estremecen al sol su lucir fresco, los verdores, las amapolas, y la simplicidad de las sensaciones —al sentir esto, siento nostalgia /de ello/, como si al sentirlo no lo sintiese.

    Las horas, como un carro al atardecer, regresan chirriando por las sombras de mis pensamientos. Si levanto los ojos de encima del pensamiento, me arden con el espectáculo del mundo.

    Para realizar un sueño es preciso olvidarlo, distraer de él la atención. Por eso, realizar es no realizar. La vida está llena de paradojas lo mismo que las rosas de espinas.

    Yo desearía realizar la apoteosis de una incoherencia nueva que se afirmase como la constitución negativa de la anarquía de las almas. Compilar un digesto de mis sueños me ha parecido siempre que sería útil a la humanidad. Por eso no me he abstenido nunca de intentarlo. La idea de que lo que yo hacía pudiese ser aprovechable me ofendió, me importunó para mí.

    Tengo casas de campo en los alrededores de la vida. Paso ausencias de ciudad de mi Acción entre los árboles y las flores de mi devaneo. A mi retiro verde no llegan los ecos de la vida de mis gestos. Duermo mi memoria como procesiones infinitas. En las copas de mi meditación sólo bebo el [... ] del vino rubio; sólo lo bebo con los ojos, cerrándolos, y la vida pasa como una vela lejana.

    Los días de sol me saben a lo que yo no tengo. El cielo azul, y las nubes blancas, los árboles, la flauta que allí falta —églogas incompletas por el estremecimiento de las ramas... Todo esto es el arpa muda por donde yo rozo la levedad de mis dedos.


    (Continuará)

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    Mensaje por Pedro Casas Serra 13.01.22 12:32

    .


    453

    Reparando, a veces, en el trabajo literario abundante o, por lo menos, hecho de cosas extensas y completas, de tantas criaturas que o conozco o de quienes sé, siento en mí una vaga envidia, una admiración despreciadora, una mezcla incoherente de sentimientos mezclados.

    Hacer algo completo, entero, sea bueno o sea malo —y, si nunca es enteramente bueno, muchas veces no es enteramente malo—, sí, hacer una cosa completa me provoca, quizás, más envidia que cualquier otro sentimiento. Es como un hijo; es imperfecta como todo ente humano, pero es nuestra como lo son los hijos.

    Y yo, cuyo espíritu de crítica propia no me permite sino que vea los defectos, las faltas, yo, que no oso escribir más que fragmentos, pedazos, trozos de lo inexistente, yo mismo, en lo poco que escribo, soy también imperfecto.

    Más valiera, pues, o la obra completa, aunque mala, que en todo caso es obra, o la ausencia de palabras, el silencio entero del alma que se reconoce incapaz de hacer.

    Pienso si todo en la vida no será la degeneración de algo. El ser no será una aproximación —unas vísperas o unos alrededores.

    Así como el Cristianismo no fue sino la degeneración profética del neoplatonismo rebajado (...) la romanización del helenismo falso, romano así en nuestra época [...] es el desvío múltiple de todos los grandes propósitos, confluyentes u opuestos, de cuyo fracaso surgió la suma de negaciones en que nos afirmamos.

    Vivimos una bibliofilia de analfabeto.

    ¿Pero qué tengo yo que ver, en este cuarto piso, con todas estas sociologías?Todo esto me resulta un sueño, como las princesas de Babilonia, y ocuparnos de la humanidad es fútil, fútil —una arqueología del presente.

    Desapareceré entre la niebla, como un extraño a todo.

    Viña humana desprendida del sueño del muro y navío con ser superfluo a ras de todo.


    (Continuará)

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    Mensaje por Pedro Casas Serra 14.01.22 3:40

    .


    454

    Visto que tal vez no todo sea falso, que nada, oh amor mío, nos cure del placer cuasi espasmo de mentir.

    ¡Refinamiento último! ¡Perversión /máxima/! La mentira absurda tiene todo el encanto de lo perverso con el último y mayor encanto de ser inocente. La perversión de propósito inocente —¿quién excederá, oh (...), el refinamiento máximo de esto? ¡La perversión que no aspira a producirnos placer, que no tiene la furia de causarnos dolor, que cae al suelo entre el placer y el dolor, inútil y absurda como un juguete mal hecho con el que un adulto quisiera divertirse!

    Y cuando la mentira empieza a producirnos placer, digamos la verdad para mentirle. Y cuando nos produzca angustia, paremos, para que el sufrimiento no signifique para nosotros ni perversamente placer…

    ¿No conoces, oh Deliciosa, el placer de comprar cosas que no son necesarias?¿Conoces el sabor a los caminos que, si los tomásemos distraídos, sería por error por lo que los tomaríamos? ¿Qué acción humana tiene un color tan bello como las acciones espurias —(...) que mienten a su propia naturaleza y desmienten a lo que es su intención?

    ¡La sublimidad de desperdiciar una vida que podría ser útil, de nunca ejecutar una obra que por fuerza sería bella, de abandonar a medio camino la vía segura de la victoria!

    Ah, amor mío, la gloria de las obras que se han perdido y nunca se encontrarán, de los tratados que hoy no son más que títulos, de las bibliotecas que ardieron, de las estatuas que fueron rotas.

    Qué santificados de lo Absurdo los artistas que quemaron una obra muy bella, de aquellos que, pudiendo hacer una obra bella, a propósito la hicieron imperfecta, de aquellos poetas máximos del Silencio que, reconociendo que podrían hacer una obra del todo perfecta, prefirieron osar no hacerla nunca. (Si fuera imperfecta, va.)

    ¡Cuánto más bella la Gioconda si no la pudiésemos ver! ¡Y si quien la robase la quemara, cuan artista sería, qué mayor artista que el que la pintó!

    ¿Por qué es bello el arte? Porque es inútil. ¿Por qué es fea la vida? Porque es toda fines y propósitos e intenciones. Todos sus caminos son para ir de un punto a otro. Ojalá hubiera un camino hecho desde un lugar del que nadie parte hasta un lugar al que nadie va.

    Quién diera su vida construyendo un camino empezado en medio de un campo y que fuese a dar en medio de otro; que, prolongado, sería inútil, pero que se quedaba, sublimemente, en sólo la mitad de un camino.

    ¿La belleza de las ruinas? El no servir para nada. ¿La belleza del pasado? El recordarlo, porque recordarlo es volverlo presente, y no lo es, ni puede serlo —lo absurdo, amor mío, lo absurdo.

    Y yo, que digo esto, ¿por qué escribo yo este libro? Porque lo reconozco imperfecto. Callado, sería la perfección; escrito, se imperfecciona; por eso lo escribo.

    Y, sobre todo, porque defiendo la inutilidad, lo absurdo, (...) —yo escribo este libro para mentirme a mí mismo, para traicionar a mi propia teoría.

    Y la suprema gloria de todo esto, amor mío, es pensar que quizás esto no sea verdad, ni yo lo crea verdadero.

    (¿1913?)


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    Mensaje por Pedro Casas Serra 15.01.22 5:33

    .


    455

    El arte es un esquivarse a hacer, o a vivir. El arte es la expresión intelectual de la emoción, distinta de la vida, que es la expresión volitiva de la emoción. Lo que no tenemos, o no osamos, o no conseguimos, podemos poseerlo en sueños, y es con esos sueños con los que hacemos arte. Otras veces, la emoción es hasta tal punto fuerte que, aunque reducida a acción, la acción, a la que se ha reducido, no la satisface; con la emoción que sobra, que ha quedado inexpresada en la vida, se forma la obra de arte. Así, hay dos tipos de artista: el que expresa lo que no tiene y el que expresa lo que ha sobrado de lo que tuvo.


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    Mensaje por Pedro Casas Serra 16.01.22 4:55

    .


    456

    La búsqueda de la verdad —sea la verdad subjetiva del convencimiento, la objetiva de la realidad o la social del dinero y del poder— trae siempre consigo, si en ella se emplea quien merece premio, el conocimiento último de su inexistencia. El premio gordo de la vida les toca solamente a los que han comprado por casualidad.

    El arte tiene valor porque nos saca de aquí.


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    Mensaje por Pedro Casas Serra 17.01.22 4:27

    .


    457

    Es legítima toda violación de la ley moral que se haga en obediencia a una ley moral superior. No es disculpable robar un pan porque se tiene hambre. Se disculpa a un artista que robe diez mil escudos para asegurar durante dos años su vida y su tranquilidad, siempre que su obra tienda a un fin [...]; sí es una mera obra estética, no vale el argumento.


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    Mensaje por Pedro Casas Serra 18.01.22 4:41

    .


    458

    No el placer, no la gloria, no el poder: la libertad, únicamente la libertad. Pasar de los fantasmas de la fe a los espectros de la razón es solamente ser cambiado de celda. El arte, si nos libera de los fetiches establecidos y anticuados, también nos libera de las ideas generosas y de las preocupaciones sociales —fetiches también.


    (Continuará)

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    Mensaje por Pedro Casas Serra 19.01.22 4:50

    .


    459

    El arte consiste en hacer sentir a los demás lo que nosotros sentimos, en liberarlos de ellos mismos, proponiéndoles nuestra personalidad como una especial liberación. Lo que siento, en la verdadera substancia con que lo siento, es absolutamente incomunicable; y cuanto más profundamente lo siento, tanto más incomunicable es. Para que yo, pues, pueda transmitir a otro lo que siento, tengo que traducir mis sentimientos a su lenguaje, es decir, que decir tales cosas, como si fueran las que yo siento, que él, al leerlas, sienta exactamente lo que yo he sentido. Y como este otro es, por hipótesis de arte, no esta o aquella persona, sino todo el mundo, es decir, aquella persona que es común a todas las personas, lo que al final tengo que hacer es convertir mis sentimientos en un sentimiento humano típico, aunque lo haga pervirtiendo la verdadera naturaleza de aquello que he sentido.

    Todo cuando es abstracto resulta difícil de comprender, porque es difícil de conseguir para ello la atención de quien lo lea. Pondré, por eso, un ejemplo sencillo en que se concretizarán las abstracciones que he formado. Supóngase que, por un motivo cualquiera, que puede ser el cansancio de hacer cuentas o el tedio de no tener qué hacer, cae sobre mí una tristeza vaga de la vida, una angustia de mí que me perturba e inquieta. Si voy a traducir esta emoción en frases que la ciñan de cerca, cuanto más de cerca la ciño, más la doy como propiamente mía, menos, por lo tanto, la comunico a los demás. Y, si no se da el comunicar a otros, es más justo y más fácil sentirla sin escribirla.

    Supóngase, sin embargo, que deseo comunicarla a otros, es decir, hacer de ella arte, pues el arte es la comunicación a otros de nuestra identidad íntima con ellos; sin lo que no hay comunicación ni necesidad de hacer. Indago cuál será la emoción humana general que tenga el tono, el tipo, la forma de esa emoción que siento ahora, por las razones inhumanas y particulares de ser (un) contable cansado o (un) lisboeta aburrido. Y compruebo que el tipo de emoción vulgar que produce, en el alma vulgar, esta emoción es la añoranza de la infancia perdida.

    Tengo la llave de la puerta de mi tema. Escribo y lloro mi infancia perdida; me detengo conmovidamente en los pormenores de personas y muebles de la vieja casa provinciana; evoco la felicidad de no tener derechos ni deberes, de ser libre por no saber pensar ni sentir —y esta evocación, si está bien hecha como prosa y visiones, va a despertar en mi lector exactamente la emoción que yo he sentido, y que nada tenía que ver con mi infancia.

    ¿He mentido? No, he comprendido. Que la mentira, salvo la que es infantil y espontánea, y nace del deseo de estar soñando, es tan sólo la noción de la existencia real de los demás y de la necesidad de armonizar con esa existencia la nuestra, que no se puede armonizar con ella. La mentira es simplemente el lenguaje ideal del alma, pues, así como nos servimos de palabras, que son sonidos articulados de una manera absurda, para traducir a un lenguaje real los más íntimos y sutiles movimientos de la emoción y el pensamiento, que las palabras por fuerza no podrán traducir, así nos servimos de la mentira y de la ficción para entendernos los unos a los otros, lo que con la verdad, propia e intransmisible, no se podría hacer nunca.

    El arte miente porque es social. Y sólo hay dos grandes formas de arte: una, que se dirige a nuestra alma profunda; la otra, que se dirige a nuestra alma atenta. La primera es la poesía, la novela es la segunda. La primera empieza a mentir en la propia estructura; la segunda empieza a mentir en la propia intención. Una pretende darnos la verdad por medio de líneas variadamente pautadas, que mienten a la inherencia del habla; la otra pretende darnos la verdad mediante una realidad que todos sabemos que nunca ha existido.

    Fingir es amar. No veo nunca una linda sonrisa o una mirada significativa sin que medite, de repente, y sea de quien sea la mirada o la sonrisa, cuál es, en el fondo del alma cuyo rostro se sonríe o mira, el estadista que nos quiere comprar o la prostituta que quiere que la compremos. Pero el estadista que nos compra ha amado, por lo menos, el comprarnos; y la prostituta, a quien compremos, ha amado, por lo menos, el que la compremos. No huimos, por más que queramos, de la fraternidad universal. Todos nos amamos los unos a los otros, y la mentira es el beso que cambiamos.

    1-12-1931.


    (Continuará)

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    Mensaje por Pedro Casas Serra 21.01.22 5:51

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    460

    Escribir es olvidar. La literatura es la manera más agradable de ignorar la vida. La música arrulla, las artes visuales animan, las artes vivas (como la danza y la representación) entretienen.

    La primera, sin embargo, se aleja de la vida porque hace de ella un sueño; las segundas, a pesar de todo, no se alejan de la vida —unas porque usan de fórmulas visibles y por lo tanto vitales, otras porque viven de la misma vida humana.

    No es éste el caso de la literatura. Ésta simula la vida. Una novela es una historia de lo que nunca ha sido y un drama es una novela ofrecida sin narración. Un poema es la expresión de ideas o de sentimientos en un lenguaje que nadie emplea, puesto que nadie habla en verso.


    (Continuará)

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    Mensaje por Pedro Casas Serra 22.01.22 4:29

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    461

    ¿Qué me pesa que nadie lea lo que escribo? Lo escribo para distraerme de vivir, y lo publico porque el juego tiene esa regla. Si mañana se perdiesen todos mis escritos, tendría pena pero, creo con verdad, no una pena violenta y loca como sería de suponer, puesto que en todo esto iba toda mi vida. […]

    La gran tierra que cuida todos los montes cuidaría, menos maternalmente, esos papeles. No importa nada, y estoy convencido de que hubo quien viese la vida sin una gran paciencia para ese hijo [...] y con gran deseo del sosiego de cuando, en fin, se haya ido a dormir.


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    Mensaje por Pedro Casas Serra 23.01.22 4:51

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    462

    [...] Siento una gran indiferencia por su obra. Ya lo he visto... Nunca he podido admirar a un poeta que me ha sido imposible ver.


    (Continuará)

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    Mensaje por Pedro Casas Serra 24.01.22 4:36

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    463

    Ha sido siempre con disgusto como he leído en el diario de Amiel las referencias que recuerdan que publicó libros. La figura se rompe allí. Si no fuera por eso, ¡qué grande!

    El diario de Amiel me duele siempre por mi culpa.

    Cuando llegué a ese punto en el que dice que sobre él descendió el fruto del espíritu como «la conciencia de la conciencia», sentí una referencia directa a mi alma.

    (Posterior a 1915.)


    (Continuará)


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