Aires de Libertad

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    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN (1870-1905) - Página 8 Empty Re: JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN (1870-1905)

    Mensaje por Lluvia Abril Mar 21 Dic 2021, 01:10

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    RELIGIOSAS




    A Teresa de Jesús
    Soneto



    Mujer de inteligencia peregrina
    y corazón sublime de cristiana,
    fue más divina cuanto más humana
    y más humana cuanto más divina.

    Hasta el impío ante tu fe se inclina
    y adora la grandeza soberana
    de la egregia doctora castellana,
    de la santa mujer y la heroína.

    ¡Oh mujer! Te dará la humana historia
    la gloria que por sabia merecieres;
    mas con el mundo acabará esa gloria,

    que por ser terrenal no es sempiterna.
    ¡Tú, Teresa de Ahumada, al cabo mueres!
    ¡Teresa de Jesús, tú eres eterna!



    Fin de "Religiosas"


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Miér 22 Dic 2021, 00:53

    Has tenido más suerte con Gabriel y Galán que yo con Vicente Medina ( me estaba dejando la vista en mi compatriota). Me alegro por ti y me alegro por todos. Ambos merecen la pena. Pero Vicente Medina nació en un huerto de lechugas y yo me estaba "metiendo en un berenjenal". Estoy dolido contra mí... pero esta mañana tengo revisión de ojos ( en realidad de OI, ya que el OD hace años que lo perdí)... y sé que lo primero que me va a decir la doctora es: "Menos horas de ordenador".


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    Mensaje por Lluvia Abril Miér 22 Dic 2021, 01:05

    El hecho de intentarlo ya es mucho, amigo mío. No te preocupes ni tampoco lo des por terminado. Ahí está Vicente Medina y ahí estás tú, que haces todo aquello que te propones, de momento hay que darte las gracias por el esfuerzo y te las doy, por supuesto por estar aquí, acompañando a José María Gabriel y Galán, que también merece la pena.
    Un beso.


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    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN (1870-1905) - Página 8 Empty Re: JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN (1870-1905)

    Mensaje por Lluvia Abril Miér 22 Dic 2021, 01:09

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    Fragmentos en verso y prosa




    Sólo para mi lugar


    El Guijo tiene otro hijo
    desde este grato momento:
    ¡yo soy el hijo que al Guijo
    le da vuestro Ayuntamiento!

    Pueblo que obsequia a un poeta
    es pueblo con intuiciones,
    con instinto que interpreta
    del arte las creaciones;

    Pueblo que sabe pensar,
    pueblo que sabe sentir,
    pueblo que sabe honrar,
    pueblo que aspira a vivir;

    pueblo discreto que advierte
    que sin cultura es suicida,
    porque la ignorancia es muerte,
    porque la cultura es vida.

    Pueblo que ama la belleza
    es pueblo con ideales,
    con instinto de nobleza,
    con jugos sentimentales;

    pueblo con orientaciones,
    pueblo con ricos alientos,
    pueblo donde hay corazones
    y donde hay entendimientos;

    pueblo que el alma conquista;
    de quien la suya interpreta;
    pueblo que es también artista,
    ¡pueblo que es también poeta!
    ***
    Ese es el Guijo, señores;
    pueblo que el pan conquistando
    va entre ríos de sudores
    trabajando, trabajando;

    pueblo que brega y se afana
    con esfuerzos singulares
    para que el pan de mañana
    no falte de sus hogares;

    y holgando alegre este día
    después de la brega dura,
    celebra con alegría
    una fiesta que es cultura;

    fiesta que me ha dedicado
    el celoso Ayuntamiento
    para quien tengo guardado
    profundo agradecimiento.

    Una fiesta que es más bella
    porque en ella no hay pasiones,
    ni hay ruines miras en ella,
    ni luchas, ni divisiones.

    Veros hoy aquí reunidos
    me causa el mayor placer.
    ¡Siempre en paz y siempre unidos
    os quisiera a todos ver!

    ¡Odiad esas luchas ruines
    y esos empeños mezquinos
    que llevan a malos fines
    por detestables caminos!

    ¡Odiad esas divisiones
    que a los pueblos desbaratan
    porque encienden las pasiones
    y toda obra buena matan!

    Seguid mi honrado consejo,
    porque pueblos divididos
    dice un adagio muy viejo
    que serán pueblos perdidos.

    La guerra abate y quebranta,
    la paz eleva e ilumina.
    ¡Todo la paz lo levanta!
    ¡Todo la guerra lo arruina!

    Odiad a todo enemigo
    de la paz y de la unión,
    porque la guerra es castigo,
    principio de perdición.

    Lejos de Guijo, muy lejos,
    un mal enemigo habita
    que da perversos consejos
    cuando los pueblos visita.

    Nunca semilla bendita
    viene su mano sembrando;
    torpe cizaña maldita
    suele venir derramando.

    ¿Extrañaréis si no digo
    por vuestro bien o interés
    el nombre de ese enemigo?
    ¡Pues la «Política» es!


    (cont.)








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    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN (1870-1905) - Página 8 Empty Re: JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN (1870-1905)

    Mensaje por Lluvia Abril Miér 22 Dic 2021, 01:10

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    Fragmentos en verso y prosa




    Sólo para mi lugar

    (cont.)


    La política de ahora,
    que al bien ajeno no aspira;
    la política traidora,
    que es una inmensa mentira.

    Viene promesas haciendo
    que nunca piensa cumplir;
    favores viene pidiendo,
    mentiras viene a decir.

    Y cuando triunfa y se aleja
    para hundirse en la ciudad
    la guerra en los pueblos deja,
    y ella se lleva la paz.

    Que venga, sí, cuando quiera,
    servidla como queráis;
    pero por una embustera
    jamás vuestra unión rompáis,

    porque pueblos bien unidos
    son pueblos bien gobernados,
    pueblos al bien dirigidos,
    pueblos bien administrados;

    y está en la paz la riqueza,
    y está la fuerza en la unión
    y en la guerra la pobreza,
    la ruina y la perdición.
    ***
    Siempre hacia el Guijo he sentido
    amor de alma agradecida;
    mis hijos aquí han nacido,
    y aquí vivo yo mi vida.

    Y no habéis imaginado
    lo mucho que os agradezco
    que todos me habéis tratado
    tal vez mejor que merezco.

    Yo he procurado también
    vivir con todos leal,
    siempre aconsejando el bien,
    siempre detestando el mal;

    y si en mi mano estuviera,
    sabed que yo no dejara
    discordia que no rompiera
    ni rencor que no acabara.

    Por eso orgulloso creo
    que digo verdad si digo
    que entre vosotros no veo
    nadie que sea mi enemigo.

    Siempre el Guijo me ha inspirado
    sincera y gran simpatía;
    pero sabed que ha aumentado
    notablemente este día.

    El Guijo tiene otro hijo
    desde este grato momento:
    ¡Yo soy el hijo que al Guijo
    le da vuestro Ayuntamiento!

    ¿Me recibís desde hoy
    por vuestro adoptivo hermano?
    Pues bien: ya sabéis que soy
    desde ahora vuestro paisano.

    ¡Gracias al Ayuntamiento!
    ¡Gracias al pueblo de Guijo!
    No hay en mí merecimiento
    para adoptarme por hijo;

    mas esta Corporación
    lo manda, así, y obedezco;
    acepto la distinción,
    mas sé que no la merezco.

    Yo no soy más que un poeta
    que vuestros hondos sentires
    enamorado interpreta
    con vuestros propios decires.

    Yo no hago más que cantares
    que pintan vuestros amores,
    la paz de vuestros hogares,
    la hiel de vuestros dolores.

    Canto ese cielo divino
    donde con Dios viviremos
    si de la vida el camino
    con honradez recorremos.

    Canto esos campos en calma,
    donde el Señor ha vertido
    soledades para el alma,
    deleites para el sentido;

    campos de donde han tomado
    dulzuras mi canturías;
    campos que han dulcificado
    mis tristes melancolías;

    campos que han sido testigos
    de mis dolores secretos;
    campos que son mis amigos
    más leales y discretos;

    campos de donde esperamos
    el pan que nos alimente;
    campos que todos regamos
    con sudor de nuestra frente;

    campos donde, agradecido,
    debe todo hombre exclamar:
    ¡Bendito el Dios que ha podido
    tantas grandezas crear!

    Eso entre vosotros vi
    y eso en mis versos canté.
    ¡Qué sepan lejos de aquí
    lo que en el Guijo encontré!

    Seguid vosotros marchando
    del bien por las anchas huellas,
    que yo seguiré cantando
    vuestras virtudes más bellas.

    (cont.)


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    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN (1870-1905) - Página 8 Empty Re: JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN (1870-1905)

    Mensaje por Lluvia Abril Miér 22 Dic 2021, 01:12

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    Fragmentos en verso y prosa




    Sólo para mi lugar

    (cont.)


    Yo haré que lejos, muy lejos,
    todos seáis admirados;
    pero seguid mis consejos,
    que son consejos honrados.

    Vosotros, graves varones,
    que jefes sois de un hogar,
    mirad que vuestras acciones
    los hijos han de imitar.

    Mirad que el jefe que mande
    entero al cargo se ofrece,
    y tiene un deber más grande
    que el súbdito que obedece.

    Y rey que ha de gobernar,
    si respetando ha de ser,
    debe a los suyos guiar
    por la senda del deber.

    Se debe al hijo querido
    algo que el alma alimenta,
    algo que es más que el vestido
    y el pan que al cuerpo sustenta.

    Hijo sin Dios educado
    no es hijo respetuoso,
    ni puede ser hombre honrado,
    padre amante y buen esposo.

    Hijo que no ha recibido
    cultura de racional
    es un salvaje vestido
    con traje de hombre social.

    Primero es niño insolente,
    groseramente procaz,
    dañino y desobediente,
    desvergonzado y audaz.

    Más tarde será un mozuelo
    de esos sin Dios y sin padre,
    de esos que escupen al cielo
    y escupirán a su madre.

    Y, luego, un mozo perdido,
    provocativo y vicioso,
    con un corazón podrido
    y un cerebro tenebroso.

    Los hijos que ahora criáis
    no son esos, a fe mía,
    pero si no vigiláis
    ya los serán algún día.

    Vosotras, fieles y honradas
    esposas de alma ejemplar,
    las que vivís consagradas
    al gobierno del hogar;

    las que al esposo adoráis,
    las que mitigáis sus penas;
    las que a llevar le ayudáis
    la carga de sus faenas;

    las que en sus horas sombrías
    sois su consuelo mejor;
    las que de sus alegrías
    sois la alegría mayor;

    las que si enfermo le veis,
    junto a su lecho veláis,
    y el sueño por él perdéis
    y al cielo por él rogáis,

    y al ver su salud perdida
    sois, con afán generoso,
    capaces de dar la vida
    por la salud del esposo...

    Vosotras, que compañeras
    sois suyas tan diligentes,
    sed también sus consejeras
    benévolas y prudentes.

    Dadle con vuestros amores
    luz que le sirva de guía,
    y perdonad sus errores
    si alguna vez se extravía.

    Dejad que gobierne y mande,
    porque él es rey del hogar,
    y fuera un pecado grande
    derecho tal usurpar...

    Dadle consejos de amiga
    con amoroso decir,
    pues lo que amor no consiga,
    ¿quién lo podrá conseguir?

    La paz en casa sembrad,
    y reine en ella ese nombre,
    porque una casa sin paz
    es el infierno del hombre.

    Brindadle paz al esposo;
    sed su perenne consuelo,
    y ese infierno tenebroso
    convertiréis en un cielo.
    ***
    Vosotras, madres del Guijo,
    fuente de oscuras hazañas,
    las que tuvisteis un hijo
    dentro de vuestras entrañas;

    las que supisteis cuidarlo
    entre desvelos y penas;
    las que supisteis criarlo
    con sangre de vuestras venas;

    las que debéis siempre ser
    el ángel de vuestro hogar;
    las que enseñáis a crecer;
    las que enseñáis a rezar;

    las que vivís suspirando
    con afanes infinitos,
    noche y día trajinando
    por el pan de los hijitos,

    y con semblante risueño
    su mitad les entregáis,
    y si el pedazo es pequeño
    también el vuestro le dais;

    vosotras, madres amantes,
    fuentes de amores benditos,
    ¡vivid siempre vigilantes
    por el bien de los hijitos!

    Quien tanto los sabe amar,
    ¿ha de tener corazón
    para dejarlos marchar
    por sendas de perdición?

    Prendas que son tan queridas
    y cuestan mil sacrificios,
    ¿quién querrá verlas hundidas
    en el fangal de los vicios?

    ¿de qué servirá criarlos
    con cariño maternal,
    si logra el vicio arrojarlos
    a los abismos del mal?

    ¡Ay de la madre que olvida
    lo que Dios le ha confiado!
    ¡Ay la que trae a la vida
    un blasfemo o un malvado!

    (cont.)


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    Mensaje por Lluvia Abril Miér 22 Dic 2021, 01:13

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    Fragmentos en verso y prosa




    Sólo para mi lugar

    (cont.)



    Porque si esa madre ha sido
    culpable de tanto mal,
    de Dios le caerá en su oído
    esta sentencia fatal:

    «¡No fuiste mujer bendita
    que al mundo dio un hijo bueno;
    fuiste víbora maldita
    que al mundo diste veneno!»

    Madres amantes del Guijo,
    madres celosas y buenas,
    las que dieráis por un hijo
    la sangre de vuestras venas;

    las que lucháis por criarlos
    como azucenas lozanas,
    ¡no os olvidéis de educarlos
    con enseñanzas cristianas!

    En nombre del Poderoso
    que quiso el mundo crear
    y de un soplo portentoso
    pudiera el mundo arrasar;

    en nombre del Dios clemente,
    del padre de los mortales
    cuya mano providente
    derrama el bien a raudales;

    en nombre del que amoroso
    salud y pan nos envía
    y desde ese cielo hermoso
    nos manda la luz del día;

    en nombre del que las plantas
    hace en los campos crecer
    y en ellos bellezas tantas
    pródigo sabe verter;

    en nombre del Dios eterno,
    del que del Cielo es la llave,
    del que arroja en el infierno
    lo que en el Cielo no cabe...,

    yo os pido, madres cristianas,
    que no entreguéis los hijitos
    a libertades insanas,
    fuentes de vicios malditos.

    Yo os pido, madres amantes,
    que a los hijos protejáis,
    que siempre estéis vigilantes,
    porque si en ellos fiáis,

    en los abismos abiertos
    del mal los veréis caídos,
    y es menos mal verlos muertos
    que conocerlos perdidos.

    No me digáis que ninguna
    verlos perdidos quisiera,
    pues sé que no hay madre alguna
    que tenga entrañas de fiera;

    pero alguna puede haber
    que no se pare a pensar
    que hay un modo de querer
    que es un modo de matar.

    Cariños mal entendidos
    y locamente otorgados
    hacen más hombres perdidos
    que hombres juiciosos y honrados.

    No quiere bien quien halaga
    pasiones que en otro viere;
    ¡el que mayor bien nos haga
    aquel es quién más nos quiere!

    Y siendo un bien singular
    la educación que nos den,
    querer bien es educar,
    porque es hacernos gran bien.

    Sólido bien verdadero,
    que al hijo que lo comprenda
    le valdrá más que el dinero,
    le valdrá más que la hacienda.

    Honradas madres del Guijo:
    si amáis al pueblo también,
    no le deis un solo hijo
    que no sea hombre de bien.

    Vivid, vivid educando;
    vivid, vivid reprendiendo;
    noche y día vigilando,
    noche y día corrigiendo.

    Poned el alma en la empresa
    de dar buena educación,
    que precisamente es esa
    vuestra principal misión.

    ¿Reglas queréis y lecciones
    para este fin conseguir?
    Pues solo en cuatro renglones
    se pueden todas reunir:

    «El hijo en casa ha de ver
    ejemplos de bien obrar,
    ejemplos de bien hacer,
    ejemplos de bien hablar.»

    Y basta, cristianas madres,
    porque bien debéis saber
    que lo que fueron los padres
    los hijos luego han de ser.

    Y si bien los educáis
    mañana os respetarán,
    y si pan necesitáis,
    pan y cariño os darán.
    ***
    Doncellitas guijarreñas:
    dijo verdad el que dijo
    que sois sanas y risueñas
    como los campos del Guijo.

    Sus rosas os dan colores,
    aroma os dan sus violetas,
    sus mozos os dan amores
    y os dan versos sus poetas.

    Sois la luz y la alegría
    de vuestros limpios hogares;
    la gala y la poesía
    de las fiestas populares;

    sois la mayor hermosura
    que nuestros ojos recrea;
    sois la gentil donosura
    que nuestro pueblo hermosea.

    Gloria de vuestros paisanos,
    orgullo de vuestros padres,
    honor de vuestros hermanos,
    cariño de vuestras madres.

    Del rudo trabajo amigas,
    a él os entregáis sin quejas,
    hacendosas como hormigas,
    laboriosas como abejas;

    sois las palomas torcaces
    que en los montes guijarreños
    arrullan nuestros solaces
    con arrullos halagüeños.

    Sois juventud y alegría,
    sois vida fresca y lozana,
    sois amor, sois bizarría,
    ¡sois la mujer del mañana!

    Tenéis toda la belleza,
    todo el gracioso buen ver
    que pueda Naturaleza
    dar a un cuerpo de mujer;

    mas esa gran hermosura
    no es vuestra prenda mejor:
    hay otra más alta y pura,
    hay otra de más valor.

    ¿Conocéis esa lozana
    flor de exquisita bondad?
    Pues es la virtud cristiana
    que se llama «honestidad».

    ¿Veis una rosa muy bella,
    pero con muy mal olor?
    Pues eso es una doncella
    sin la virtud del pudor.

    El pudor es el aroma
    del alma de la mujer;
    con él es una paloma;
    pero sin él, ¿qué ha de ser?

    (cont.)


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    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN (1870-1905) - Página 8 Empty Re: JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN (1870-1905)

    Mensaje por Lluvia Abril Miér 22 Dic 2021, 01:14

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    Fragmentos en verso y prosa




    Sólo para mi lugar

    (cont.)


    Un aborto abominable
    que inspira pena y horror;
    una mujer despreciable
    para todo hombre de honor.

    Carne que el vicio ha comprado,
    alma al demonio vendida,
    un trapo roto y manchado
    que se pisa y que se olvida.

    Simpáticas guijarreñas:
    se dijo verdad quien dijo
    que sois sanas y risueñas
    como los campos del Guijo,

    yo, que sé quereros bien,
    quiero que diga verdad
    quien diga que sois también
    modelos de honestidad.

    Porque una linda doncella
    sin la virtud del pudor
    es una rosa muy bella,
    pero que no tiene olor.
    ***
    Vosotros, mozos briosos
    de este apacible lugar,
    los que en él vivís dichosos,
    sin penas que lamentar:

    sois la savia de la vida
    del pueblo que cuna os dio;
    sois la mano encallecida
    que en huerto el erial trocó:

    sois la mano que trabaja,
    la que planta y la que riega,
    la que poda y la que taja,
    la que siembra y la que siega,

    la que esparce y amontona,
    la que roza y la senara,
    la que limpia y la que abona,
    la que cava y la que ara...

    Sois los brazos vigorosos
    de vuestros padres queridos,
    que, ya viejos y achacosos,
    van sintiéndose rendidos;

    sois fuerza que está creando;
    sois vida que está latiendo;
    sois dicha que va cantando
    y amor que viene riendo;

    sois la raza fuerte y sana
    que viene al nuevo vivir;
    sois los hombres del mañana,
    sois de Guijo el porvenir.

    Juventud que vas trepando
    por la cuesta de la vida
    y contenta vas mirando
    que es hermosa la subida:

    si por ella tú supieras
    caminar con alma honrada,
    de seguro que tuvieras
    menos triste la bajada.

    Bizarros mozos del Guijo,
    que de honradez sois dechado,
    a vosotros me dirijo
    con este consejo honrado:

    Jamás deshonréis las canas
    de vuestros padres queridos
    con ruines obras villanas
    de corazones podridos.

    Jamás amarguéis los días
    postreros de su existencia
    con infames rebeldías
    de hijos sin Dios ni conciencia.

    Jamás les deis el suplicio
    de veros encenagados
    en los abismos del vicio,
    que son mansión de malvados.

    ¡Sed honrados, porque el Cielo
    premia el honrado vivir!
    ¡Haced un pueblo modelo
    del Guijo del porvenir!
    ***
    Vosotros, los que ejercéis
    la misión de gobernarnos,
    los que adelante debéis
    por buen camino llevamos,

    los que del orden cuidáis
    con desvelos paternales
    y fielmente administráis
    los intereses locales,

    sabed que de Dios emana
    toda humana autoridad,
    y el hombre que la profana,
    profana la santidad.

    Sabéis, honrados varones,
    ¡cuán estrechas, cuán sagradas
    son esas obligaciones
    que os tienen encomendadas!

    Cumplidlas honradamente
    con probidad ejemplar,
    pues ello ha de ser la fuente
    del público bienestar.

    Gozan los pueblos honrados
    riqueza y prosperidades
    si están bien administrados
    por buenas autoridades.

    Conducidnos por orientes
    de progreso y de cultura,
    que son las mejores fuentes
    de toda dicha futura.

    Pueblos que sin tales frenos
    corren por otros caminos
    son tribus de sarracenos,
    son manadas de beduinos.

    Y eterno borrón cayera
    sobre vosotros mañana
    si vuestro gobierno hiciera
    del Guijo tribu africana.


    (cont.)


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    Mensaje por Lluvia Abril Miér 22 Dic 2021, 01:15

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    Fragmentos en verso y prosa




    Sólo para mi lugar

    (cont.)


    Y a vosotros, ciudadanos,
    que con honor y pericia
    tenéis hoy en vuestras manos
    la vara de la justicia,

    también os quiero invocar,
    también os quiero pedir
    que antes de prevaricar,
    sepáis con honra morir.

    Caed como una centella
    sobre la humana malicia
    si torcer quiere hacia ella
    la vara de la Justicia.

    Y al que la pide y la tiene,
    dádsela sin vacilar,
    aunque un puñal os ordene
    tales derechos robar.

    Públicamente os lo digo
    para de ejemplo servir,
    y un pueblo entero es testigo
    de lo que voy a decir:

    Si a este sitio la malicia
    me acerca una sola vez
    y os propongo una injusticia,
    tentando vuestra honradez,

    que lo hagáis público quiero
    para que el pueblo del Guijo
    me llame mal caballero,
    indigno de ser su hijo.
    ***
    Vecinos de este lugar:
    si en algo hablando ofendí,
    bien me podéis perdonar,
    porque ofender no creí.

    Hablé con alma sincera
    y quise un consejo daros
    por si esta es la vez postrera
    que en público vuelvo a hablaros.

    Hablé porque al Guijo quiero
    y al bien aspiro del Guijo,
    pues no soy un forastero,
    sino que ya soy su hijo,

    y quiero vivir en él
    y su gloria procurar
    como un hijo honrado y fiel
    que quiere a su padre honrar.

    Yo soy de todos, vecinos;
    cuente conmigo cualquiera
    cuando por buenos caminos
    que yo le acompañe quiera.

    Son para mí, sin resabios,
    iguales grandes y chicos,
    iguales rudos y sabios,
    iguales pobres y ricos.

    Y aunque a todos por igual
    doy confianza y amor,
    el más honrado y leal
    siempre es mi amigo mejor.

    Vivamos todos unidos
    por lazos de afectos sanos.
    ¡Los pueblos están perdidos
    si no son grupos de hermanos!

    Se vive en buena hermandad
    cumpliendo esta condición:
    tenga el rico caridad
    y el pobre resignación.

    A todos juntos suplico
    que cada cual así obre:
    el pobre que ayude al rico,
    y el rico que ampare al pobre.

    Así ha de darnos el Cielo
    salud y bienes sobrados,
    y el Guijo será modelo
    de pueblos cultos y honrados.

    Si el bien del pueblo anheláis,
    dadle paz, honra y honores,
    y en prueba de que lo amáis
    decid conmigo, señores:

    ¡Viva por eternidades
    nuestra cristiana fe pura!
    ¡Vivan las autoridades
    amantes de la cultura!

    ¡Viva la fe en los destinos
    de nuestra aldea sencilla!
    ¡Vivan todos los vecinos
    del Guijo de Granadilla!



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    Mensaje por Lluvia Abril Jue 23 Dic 2021, 00:42

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    Fragmentos en verso y prosa




    El castañar


    - I -


    Ved la verde maravilla
    de belleza y de frescura
    que puso Dios a la orilla
    del desierto de Castilla
    y el erial de Extremadura!

    Es el arpa soberana
    donde vibran los rumores
    de la ciudad bajarana,
    que es una hermosura artesana
    rica en virtudes y amores.

    Cuando, entregado a mis sueños,
    tristísimos o risueños,
    corro por tierras de hermanos,
    de los campos extremeños
    a los campos castellanos;

    el geniecillo que vuela
    cerca de mí, noche y día,
    el que mis penas consuela
    y amorisísimo vela
    mis ensueños de poesía,

    este dulcísimo aviso
    me suele muy quedo dar:
    «Despierta, que ya diviso
    las lindes del paraíso
    que llaman el Castañar.»

    Y libre la mente, herida
    de ensueños que dan enojos,
    sacudo el alma oprimida,
    dispuesta a bañar mis ojos
    en la visión prometida.

    Y mientras voy bordeando
    el bello edén secular,
    voy sin palabras forjando
    un cantar más dulce y blando
    que este grosero cantar.



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    Mensaje por Lluvia Abril Jue 23 Dic 2021, 00:43

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    Fragmentos en verso y prosa




    El castañar



    - II -


    La vida me da dolores,
    pero también me da amores,
    que es darme dichas muy hondas...
    ¡Fueran acaso mayores,
    gozadas bajo tus frondas!

    Mas ¡ay!, que aunque peregrino,
    tu visión no me has negado,
    al cruzar este camino
    siempre voy arrebatado,
    con paso de torbellino.

    Y aunque al pasar sé llevar
    almas y ojos codiciosos
    abiertos de par en par,
    tus misterios más sabrosos
    no puedo paladear.

    Miro tus sendas oscuras
    perderse en las espesuras,
    y presiento tus canciones,
    y venteo tus frescuras,
    y adivino tus rincones...

    Y yo me fijo cantando
    tu peregrina hermosura
    la música interpretando
    del himno sereno y blando
    que tu oleaje murmura.

    Los ojos y el alma abiertos
    del hijo de los desiertos
    ¡con qué delicia te ven!
    ¡Qué pobres mis pobres huertos,
    después de visto el edén!

    ¡Qué mísera aquella higuera,
    de donde cuelgo mi lira,
    y aquella parra casera
    que a dulce compás suspira
    de mi guitarra severa!

    Pulsárala en las hojosas
    moradas de tus umbrías,
    y fueran sus melodías
    opulentas y pomposas,
    como tus frondas sombrías.

    ¡De aguas puras los rumores
    frescas sombras, brisas sanas
    y perennales verdores!...
    ¡Qué hermoso vergel de flores
    es, el vuestro, bejaranas!


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    Mensaje por Lluvia Abril Jue 23 Dic 2021, 00:44

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    Fragmentos en verso y prosa




    El castañar


    - III -


    Templo en que Naturaleza
    puso grandiosa belleza,
    tan llena de majestad...
    desde tu espléndida alteza,
    mira la hermosa ciudad.

    Blanca como una paloma
    que descansa en el alcor,
    el sol de la vida toma,
    posada sobre esa loma,
    como la abeja en la flor.

    Lavandera y cardadora,
    infatigable hilandera,
    batanera y tejedora,
    tiene historia de señora
    y honrada vida de obrera.

    Respira tus brisas duras,
    sus ojos en ti recrea
    y busca en tus espesuras
    alivio a fatigas duras
    de la perenne tarea.

    Si hacer su epopeya quieres,
    escoge en salmos austeros
    plegarias de sus mujeres,
    rumores de sus talleres
    y cantos de sus obreros.

    Por las abiertas ventanas
    de fábricas y de hogares
    penetran las brisas sanas
    que agitan dulces y ufanas,
    tus árboles seculares.

    Pues tiene tu rico aliento
    música que da contento
    y efluvios de esencia rica,
    que a la sangre purifica
    y equilibra el pensamiento.

    ¡Hinche de salud briosa
    la vida de esas legiones
    de la gente laboriosa,
    y reine en sus corazones
    tu paz augusta y sabrosa!

    Bejarano edén ameno:
    ¿qué es lo que no podrás dar,
    si, para hacerte más bueno
    puso el Señor en tu seno
    la Virgen del Castañar?

    Bejarano paraíso:
    si el Cielo donarte quiso
    ricos veneros tan bellos,
    tu pueblo será preciso
    que venga abrevarse en ellos.

    ¡Abre veneros tan sanos,
    y tus cultos bejaranos
    y tus lindas bejaranas
    beban perfumes cristianos
    disueltos en brisas sanas!

    Y almas y cuerpos al par,
    en salud podrán cantar
    este su más dulce anhelo:
    «¡De Béjar, al Castañar
    y del Castañar, al Cielo!»



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    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN (1870-1905) - Página 8 Empty Re: JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN (1870-1905)

    Mensaje por Lluvia Abril Jue 23 Dic 2021, 00:45

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    Fragmentos en verso y prosa




    Invitación


    Te invito desde el destierro.
    Sin despecho, sin rencores.
    En este risueño encierro,
    hospital de mis dolores,
    estoy cantando el entierro
    de nuestros muertos amores.

    ¡Prevista estaba la suerte!
    Inquietos y casquivanos,
    y puestos entre tus manos,
    murieron de mala muerte,
    que no hay cosa menos fuerte
    que unos amores livianos.

    El tuyo liviano era,
    y el que te di no me extraña
    que víctima suya fuera.
    ¡Ya no eres tú la primera
    pobre mujer que me engaña
    de esa sencilla manera!

    Y en este juego de amor
    sé que quieres demostrar
    que no fui yo el burlador...
    Tranquila puedes estar,
    que yo mismo haré constar
    que es muy tuyo el tal honor.

    Y dígote sin recelo
    que tu engaño hízome daño,
    porque yo no soy de hielo;
    mas no te parezca extraño
    que ahora bendiga ese engaño
    que le abre a mi amor el cielo.

    Pondrélo en lugar seguro,
    pues, tras fracaso tan duro,
    no a más mujeres confío
    un amor como este mío,
    que, por no ser todo impuro,
    te ha parecido muy frío.

    De una aspiración bendita
    te he querido hablar mil veces:
    mas sospecho, mujercita,
    que esta idea que me agita
    no cabe en las estrecheces
    de tu linda cabecita.

    Haciendo estoy penitencia,
    y quiera Dios perdonarme
    amores tan desdichados:
    quiero limpiar mi conciencia
    para ante Dios presentarme
    sin esos ruines pecados.

    Y limpio de vaho impuro
    de aquel amor tentador,
    tan torpe como inseguro,
    después que me sienta puro,
    pondré en Dios todo mi amor,
    que en Dios estará seguro.
    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
    Antes que en ese camino,
    por donde corres sin tino,
    des con un mal caballero
    que juegue con tu imprudencia,
    te invito a hacer penitencia
    y a cambiar de derrotero.

    Qué, ¿te ríes? ¡Cuántas veces
    he temido, mujercita,
    que esta sana aspiración
    no cabe en las estrecheces
    de esa linda cabecita
    y ese enfermo corazón!...


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Jue 23 Dic 2021, 01:42

    Precioso poema El Castañar...

    "Lavandera y cardadora,
    infatigable hilandera,
    batanera y tejedora,
    tiene historia de señora
    y honrada vida de obrera."


    Me encantó pasar por él.


    Besos.


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    Mensaje por Lluvia Abril Vie 24 Dic 2021, 03:24

    Yo creo, aprecio, que todos sus poemas son de gran belleza.
    Gracias, Pascual y voy a adelantar un poco, mañana no podré pasar por aquí.
    Besos.


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    Mensaje por Lluvia Abril Vie 24 Dic 2021, 03:26

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    Fragmentos en verso y prosa




    A un rico

    Soneto


    ¿Quién te ha dado tu hacienda o tu dinero?
    O son fruto del trabajo honrado,
    o el haber que tu padre te ha legado,
    o el botín de un ladrón o un usurero.

    Si el dinero que das al pordiosero
    te lo dio tu sudor, te has sublimado;
    si es herencia, ¡cuán bien lo has empleado!;
    si es un robo, ¿qué das, mal caballero?

    Yo he visto a un lobo que, de carne ahíto,
    dejó comer los restos de un cabrito
    a un perro ruin que presenció su robo.

    Deja, ¡oh rico!, comer lo que te sobre,
    porque algo más que un perro será un pobre,
    y tú no querrás ser menos que un lobo.



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    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN (1870-1905) - Página 8 Empty Re: JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN (1870-1905)

    Mensaje por Lluvia Abril Vie 24 Dic 2021, 03:30

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    Fragmentos en verso y prosa




    Alma charra


    A la manera de pensar del tío Gorio sobre cualquiera cuestión le llama él «la mi sistema». Y hay que ver la sistema del tío Gorio en las cosas que interesan a los hombres más de cerca.

    El tío Gorio dice que es cristiano, como su padre, como su abuelo, y no diré que es católico, apostólico, romano, porque eso sería hablar de mi cuenta y riesgo, pues el tío Gorio no alcanza tales conceptos con su magín. Para él no hay más que dos religiones: la cristiana, que es la suya, y la no cristiana, la de los judíos, que es la del boticario del lugar, que no va a misa ni se confiesa.

    La religiosidad del tío Gorio está cuajada de un sentido utilitario acentuadísimo. Este es su móvil inmediato. En su credo, junto a Dios, tienen un puesto las brujas, de cuya existencia va desconfiando un poco; pero si las hay, pueden hacer mucho daño, y por si acaso, es prudente no negarlas a tenazón la existencia. Así va él pasando la vida, capeando temporales y contemporizando con los poderosos.

    En la fe del tío Gorio hay de todo. Lo mismo cree en la eficacia de la oración que le echa a San Antonio para que le busque la ovejita extraviada, que en el mágico poder del conjuro que mata a los gusanos que se crían en las llagas de los animales.
    Allá en sus adentros, tiene el tío Gorio secretos teológicos, que no suele revelar porque teme perjudicarse con ello.

    -Creo en Dios; pero no creo en los curas -dijo, un domingo por la tarde, en un momento de abandono, mientras bebía con tres convecinos el vino que habían jugado a la brisca en el corral de la taberna.

    No estaba borracho, estaba sincero; aquel era el verdadero tío Gorio, abandonado a sus pensares y sentires, no el tío Gorio de todos los días, siempre cauteloso, siempre en guardia, disfrazado. Y aquella tarde, ya orientado hacia la herejía, sentó una segunda posición, todavía más fuerte que la primera:

    -¿Sabéis lo que sos digo? Pues que la religión no es naa más que a moo de una maroma que tienen pa sujetarnos a toos.

    Nunca el tío Gorio había levantado tanto la puntería. Con todo, los tiros no iban contra Dios. Dios era una cosa de arriba, del Cielo, y la Religión era una cosa de abajo, los curas, la confesión, los sufragios por los difuntos, los treinta realazos que costaba una boda...

    Con Dios no se mete el tío Gorio. Lo teme mucho por hábito y por egoísmo. Le hace daño en los oídos la blasfemia, que nunca suena en su casa; y cuando la oye cerca de él, siente miedo, y algunas veces mira instintivamente hacia arriba como temiendo ver vibrar el rayo vengador que viene a carbonizar al blasfemo.

    Reza bastante el tío Gorio, y mucho de ello es por temor a que un zarpazo de la Divina Providencia, irritada contra él, lo deje sin cosechas, sin salud o sin vida; sobre todo, sin cosecha; porque si para él Dios es su Dios, la hacienda es su diosa, y acaso me quedo corto. Se lo da todo: sus días, sus noches, su salud, su vida y hasta sus hijos. No cree que Dios le da la hacienda para sus hijos, sino que le da hijos para la hacienda. No pongamos al tío Gorio en duras alternativas que se vienen a las mientes. No le hagamos contestar ningún dilema.

    En la sistema politicosocial de nuestro hombre hay muchos más puntos negros que en sus concepciones religiosas. Es escéptico y pesimista del más cerrado sistema. Ante todo, el Gobierno es un ladrón. El tío Gorio no admite siquiera la excepción del individuo. Todos, todos los que suben van a chupar el sudor de los labradores. Cuando bajan, ya están ricos, y dejan sus puestos a los que están esperando la hora de chupar también. Tienen hecho ese convenio; y vengan pagos, y vengan quintas, y vengan holgazanes en las oficinas, y vengan sueldos.

    Y dilatando el concepto, comprende en él a casi todos los ciudadanos que no cultivan la tierra. Para el tío Gorio la palabra señorito es sinónimo de pillo. Para juzgar de la honradez de los hombres le basta saber cómo visten. Si tienen pantalones finos, chaquetón y sombrero alto, están juzgados. Cuando los ve en la ciudad, cree que todos son empleados y dice para su capote:

    -¡Cuánto holgacián! Yo no sé cómo la tierra da pa tanto.

    En el fondo los odia; pero los adula y los respeta, porque los teme. Cualquiera de ellos le parece muy capaz de enredarle en un lío de papeles que le dejase sin calzones. No se fía de ninguno. En la vida le ha dicho la verdad al abogado a quien acudió en consulta, ni al candidato que le solicita su voto, ni al señor juez de instrucción que le llama para hacerle declarar. Hay que suponer que al cura se la dirá en confesión; pero a los demás no suele decirles más que lo que le conviene. La mayor de las imprudencias cree él que es entreabrir las puertas del alma ante los señoritos. Todos son iguales.

    Yo defendí cierto día a uno de ellos, que era todo un honrado caballero, de injustísimos ataques que en el pueblo del tío Gorio le dirigían, y el tío Gorio exclamó cuando lo supo:

    -¡A cualisquiera hora le iba a quitar al otro la razón! ¡Bien dice el refrán que los lobos no muerden a los lobos!

    Y después censuré la conducta de otro señorito que era un vividor, un grandísimo tunante. Y supe luego que el tío Gorio me había puesto esta corona:

    -¡To!, pues no, que iba a alabar al otro. Bien dice el refrán: «¿Quién es tu enemigo? El que es de tu oficio.»

    A ninguno de los aspirantes a diputados por el distrito le niega el tío Gorio el voto, y menos cuando los mismos candidatos le hacen su petición a quema ropa; pero los candidatos se van, y entonces ya es otra cosa. Hay que averiguar si dan cuartos o es «no más que una convidá»y ver «cual es el que tiene mas cuenta a la gente», y tener muy presente también «pa onde está ladeao el secretario, porque no se le pue faltar ni tiene cuenta quedar repunteao con él». Los mayores apuros del tío Gorio sobrevienen cuando el secretario trabaja en favor del candidato que no da cuartos, o da «una convidá más misere» que la del otro. Inspiraciones domésticas le obligan a decidirse siempre en favor del secretario; pero ¡qué amarguras y qué sudores le cuestan!

    Los diputados son también unos señores ladrones a quienes hay que tener siempre contentos «pa si se ofrece meter enfluencias pa alguna cosa», porque «somos piedras que rodamos», y «pa cualisquiera custión se necesitan empeños hoy día», porque el que hizo la ley, hizo la trampa», y esa gente «te saca en un santiamén de cualisquiera enreá, y más si le alumbras un pa e duros pa café».

    Cree firmemente el tío Gorio que los señores diputados prometen sin intención de cumplir lo prometido; pero «de toos modos y maneras, las enemistaes, pa el que las quiera son buenas, que na más traen que muchas desazones y muchas perdas, si a mano viene».

    Para que el tío Gorio desconfíe de un negocio le basta conque cualquiera se lo proponga, aunque sea con la mejor buena fe. Proponérselo y sentirse alarmado, todo es uno. Muchas veces se deja escapar positivas ganancias que entre las uñas le ponen, porque no ve delante de los ojos otra cosa que la sospecha de que tratan de engañarle.

    (cont.)


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    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN (1870-1905) - Página 8 Empty Re: JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN (1870-1905)

    Mensaje por Lluvia Abril Vie 24 Dic 2021, 03:34

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    Fragmentos en verso y prosa




    Alma charra

    (cont.)


    -¿Qué quedrá este pájaro? -dice maliciosamente cuando se aleja el que le propuso el negocio.

    La gran vanidad del tío Gorio consiste en no ser ratero. Y, en efecto, no lo es; pero ¡cuántas veces lo dirá al cabo del día! Es su eterno sonsonete... «Porque otra cosa no tendré -dice el hombre; pero en tocante a quitarle nada a naide, no hay quien ande con los pies más asentao que yo y los mis muchachos.» Y es verdad. Hay en eso algo de hábito virtuoso, adquirido por herencia; hay también un terror pánico a caer, con toda su hacienda, entre las uñas de la curia; hay para él un argumento de fuerza contra el convecino ratero que le sustrae medio pie de la tierra en la linde con la punta de la reja, o le lleva medio cuartillo de trigo en los zapatos cuando le ayuda a limpiar una parva, o le corta a medianoche la regadera de las patatas para que beban las del ratero un traguillo antes que le llegue la vez; y hay, por último, un principio, de tácito egoísmo calculador, que podría traducirse así: «Yo no robo para tener derecho a que no me roben.»

    La sistema jurídica del tío Gorio se mueve toda entera alrededor del derecho de propiedad, que es para él el más sublime, el más sagrado, el más perfecto y hermoso de todos los derechos y el más merecedor del respeto de los hombres. Quisiera él establecer en el pueblo un pacto, firmado y todo, cuya única cláusula fuese esta: «El que le coma algo a otro, será condenado al pago del duplo de lo comido y a veinte años de presidio»; pero que lo condenen los justiciales, porque el tío Gorio le tiene un miedo espantoso a toda clase de litigios. Cuando coge al ratero con las manos en la masa, se pone como un energúmeno y jura que lo ha de entregar a los Tribunales, que lo ha de perder. No hay tal cosa. El secreto del tío Gorio es precisamente este: dejarse robar hasta los calzones puestos antes que meterse en denuncias y líos de papeles. Lo que hace es irse con mucho sigilo a casa del secretario para que este amedrente al ratero y le haga pagar lo hurtado, prometiéndole, en cambio, intervenir en el asunto para que el tío Gorio no lleve las cosas más adelante. Algunas veces no le resulta la estratagema y se queda sin lo rabado y hecho un basilisco. Por eso tiene vivos deseos de romperles la cabeza a unos cuantos convecinos; pero no lo hace porque dice que «eso es lo que quie la curia que haiga pegas tos los días y que el que da tenga pa responder». Y maldice de todo por eso, porque se ve sin medios de defensa contra los ataques a su propiedad.

    -Si no doy parte, tuito me lo comen los golosos; si los meto en un trebunal, me enrean a mí también, y si escalabro a uno y coge testigos, me arrascan bien la bolsa entre unos y otros.

    Si valiera tomarse la justicia por su mano, al tío Gorio le iría bien, porque dice que «a los sus muchachos no había más que apitarlos una miaja, y ya se vería luego quién llevaba los gatos al agua». Y él mismo haría también lo que pudiera, porque «no se le arruga el ombrigo asín como asín, ni lo amedranta a él ningún majito que le venga turreando, porque a él le tufa el aliento y no le coge miedo a naide»..., a no ser a ella.

    Ella es su mujer, la tía Pulía, el ama y señora absoluta de la casa, de la hacienda, de los hijos y del tío Gorio, que la teme como a una nube de verano, cargada de rayos y granizo. Fuera de la casa la llama siempre así: ella; y algunas veces, la tía. En casa tampoco la llama por su nombre: la llama chacha, y siempre bajito y como con algo de cariño vergonzante, preñado de temores y respetos.

    La tía Pulía es más lista que su marido y trabajadora en demasía. Dicen de ella que «es una, cendra; la tía más árdiga que hay pa el trabajo». Ella espada lino, hila, echa telas, excava los garbanzos, espiga las cortinas, asiste a los cerdos, cría pollos, remienda, lleva al campo las comidas, compra y vende, cobra y paga, lo dispone todo, lo dirige todo, lo absorbe todo. Y todavía le queda tiempo para hacer algo de fruta de sartén «pa si se ofrece», y para poner bien majos a los dos mozos los días de fiesta y para hacer diplomáticas gestiones cerca de las madres de las mozas que a ella le gustan para novias de sus hijos. Las conoce como si todas fueran hijas suyas. Para eso tiene un ojo envidiable la tía Pulía. Hay que oírla hablar así:

    -¿Cuál, la del tío Gorrilla? ¡Ay queridota, y qué comenencia pa un probe! Mucho hacer puntilla, mucho sacarse pa fuera la chambra, mucha gamonita con los mozos, mucho abanicarse en misa, mucho barrer el enrollao, y luego pa dentro de casa los tapujos, y las marranás, y las zancajerías, y los camisones curtios y los paños como tizones. Y encima entrampaos hasta los ojos. ¡Si tuito lo da a hacer! ¡Anda, que a la maestra bien la va con ella! Por cuatro monás de na que le cosiquea, allá van los mandilaos de frejones, y las buenas cazuelas de garbanzos como abogallas, y la buena torta reciente, y los buenos pucheraos de calostros y de suero en el tiempo. Y luego, cuando viene el cobraor de la contribución, ¡a echar la vela pastora por el lugar en cata de los cuartos! ¡Buena gobierna de casa anda allí!... ¡Pues no sos quió decir na de las mocitas de nuestra comadre! ¡Que las revendiera a dambas! ¡Má que las crió, y qué fiesteras, y qué monas, y qué holgacianotas, y qué amigas del buen bocao, que no gana su padre pa golosás! Allí rosquillitas, allí coquillos, allí perrunillas, allí floretas, y venga escachar güevos, y venga mercar azúcar, y la fanega de trigo pa el tío de las uvas y la tarja diendo y viniendo de la taberna y un buen caramillo de trampas en ca la tendera... ¡Quítalas delante, y quién cargará con ellas! Y no es decir que en la casa no haiga entrás, que su padre anda reventao siempre, buenos años que ha tenido, porque bien le ha pintao el trigo del rozo hogaño y otros años que no miento y bien se han enllenado de garbanzos y garrobas y de too; pero alantan más las gallinas a esparramar el montón que él a ajuntarlo...

    Y de parecido modo va pasando la tía Pulía minuciosa revista a las mozas del lugar, indicando «a los su muchachos cuáles pueden convenirles y advirtiéndoles que se estén quietos hasta que ella le tire alguna puntá a fulana pa saber si hace cara o no hace cara». Los dos mozones hacen lo que el tío Gorio: oír, callar y obedecer.

    El tío Gorio, según él dice, «está desimío de esas cuestiones, que son como para las tías na más». En realidad, está desimío de todas las cosas, porque la tía Pulía, que ejerce sobre él un dominio irresistible, le invade todo el campo de sus atribuciones e iniciativas.

    Le proponen a él la compra de una vaca, por ejemplo, y aun sabiendo que ella quiere que se venda, contesta invariablemente: «¡Pchs! Pues hombre, en queriendo ella, por mí no hay pero nenguno.»

    -Mira, Gorio, que ha venío el alguacil pa que vayas mañana a Concejo; y a ver la palabra que sueltas allí; cuidaíto con que te dejes enrear; mira que tú eres el tío mas fiao y más desmaliciao del lugar, y te dejas entruchilar en un santiamén... Van a determinar del istierco del rodeo, y ya te he dicho que yo no quio rebujinas. Si el compadre quiere mercarlo allá se las vea; tú no me vengas con medias, que las medias son buenas pa las piernas, y la grasa se la chupa siempre el demonio de alta peña y a casa no me traes más que las pedras. Si determinan también de echar la derrama pa mercar el reló, ahora te lo digo: tú te desimes de eso, que yo no quio reló ni reloa; ¿estás enterao? No me vengas luego con que si pitos, con que si flautas, y tengamos en casa alguna que sea soná. Y de los pastos, ya sabes: si le rebajan un real a las ovejas y le suben tres a las vacas, entras en la comunidá, y si no, no... Y no me vengas, como hogañazo, con la música de que tenían ley pa hacerte entrar, porque hogaño no entras, ya lo sabes; y si te dejas engatusar, a casa no vengas, Gorio, porque no estoy yo aquí hecha una esclavita de lo que hay pa que tú me lo malrotes en pagos; ¿te enteras? No digas luego que no te advertí bien advertío; y ¡no las tengamos, no las tengamos!, que soy enemiga de desazones, y tú paece que le andas buscando siempre tres pies al gato, y tiene cuatro. Yo debía hacer contigo lo que hacen otras con el marido: no dejarte ni resolgar siquiera, ni meterse en nada, ni hacer tratos ni contratos con la otra gente; pero velay, todas no tenemos la suerte de tener un marido que se deja llevar, como hay otras. Una de esas que yo me sé te debía haber caído a ti a la cola, Gorio, pa que supieras lo que es bueno; y no que tú, encima de no servir pa na, empeñao en meterte en todo y salirte siempre con la tuya.

    El tío Gorio aguanta paciente y mudo estos chubascos, y ni siquiera le entran ganas de discutir las sinrazones de ella. «La tiene como dejá porque las tías son asín toas; y porque en muchas custiones no va ella descaminá, y de toos modos y maneras, más ven cuatro ojos que dos.»

    Allá para sus adentros, se quieren bien.

    Los amores del tío Gorio y la tía Pulía no fueron nunca vehementes. Unió a la pareja, no el amor precisamente, sino la mutua conveniencia, medida y pesada por la familia de ambos. «Había tierras que lindaban que en rompiendo la miaja de linde, quedaban unas alhajas, y dos praos pegando, que na más quitar el medianil, y aquello era una jesa.»

    Y se casaron con el afecto que puede nacer de una previamente sentida comunidad de intereses y de un par de años de trato, reducido a un rato de charla los sábados por la noche y los domingos por la tarde. La vida común avivó después aquello, y llegaron a quererse con cierta pasión, más sincera que fogosa.

    Por entonces iban juntos a la feria de la ciudad y a las fiestas más notables de la comarca; y así llegaron días en que se amaron, no como héroes de novela, pero sí más y mejor que ninguna otra pareja del lugar. La sangre, en aquellos tiempos, estaba inquieta, y como en casa no había testigos, que eran los enemigos más grandes de aquel amor cobardón y pudoroso, salía este de sus hondos escondites, y los vieron muchas veces las paredes de la modesta casita corretear por allí... Pero vinieron los hijos, crecieron, y «antes de que tuvieran conocimiento» se hundieron para siempre en el fondo del baúl los juguetes del querer, y allí no volvieron a cruzarse dos miradas que hablasen de tales cosas. Fuego había, pero sin humo y sin llamas.


    (cont.)


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    Mensaje por Lluvia Abril Vie 24 Dic 2021, 03:37

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    Fragmentos en verso y prosa




    Alma charra

    (cont.)


    Pasaron los años, y aquello no era ya fuego; era suave calor de cenizas no movidas, tibio pero duradero. Los hijos lo barruntaban, sin saber de dónde venía, y se criaron en aquella templada atmósfera con la absoluta inconsciencia de quien vive en su elemento. Y así fueron luego lo que son: naturalezas simples y sanas de pasiones sosegadas, dóciles a todo freno, tranquilas, equilibradas, mudas, sufridas y austeras. Ambos son buenos mozos, trabajadores y cobardones; no fuman, no beben vino, no conocen más juego que el de la calva. Su madre los echa a la calle los días de fiesta para que luzcan sus ajustados calzones; los blancos borceguíes nuevos con pespuntes amarillos; las gorrillas de embudo, adornadas con un lirio o unas hojas de romana; los camisones como el ampo de la nieve; las blusas nuevas de engomadas telas rebeldes a la adherencia; los grandes tapabocas con flecos de chillones colorines.

    El tío Gorio, cuando ellos se van al baile de tamboril, se reúne siempre casualmente con algún compadre, «y se la echan a dos a la brisca». No lleva nunca consigo más que diez céntimos, que le da ella cada día de fiesta, siempre con la amenaza de suprimirle la pensión la primera vez que vaya a casa chispo; pero no sirve. El día que pierde la partida, menos mal, porque no bebe más que la cuarta parte de lo que pierde; pero cuando gana no quiere llevar los diez céntimos a casa, por no sentar precedentes perjudiciales, y los echa en vino, que se bebe amigablemente con el compañero ganancioso. No se emborracha; se pone alegre, bromista, charlatán y muy cariñosete, que es lo que no puede resistir la tía Pulía. Siempre regresa él a casa con el decidido propósito de aparentar serenidad, para que la mujer no se entere; pero la alegría que hormiguea todo su cuerpo le hace olvidarse de todo, y cuando asoma por la puerta de la cocina, ya sabe la tía Pulía cómo viene. Lo primero que suele hacer el hombre es llamarla con cierto mimo «parienta», en lugar de chacha, y eso la pone a ella fuera de sí.

    -¡Mal relobado te entrara, Dios me perdone, re... peinetero! ¿Sos paece qué escarmiento el de este tunante? Mira, reladrón, o te quitas delante de mis ojos, o esta es la noche que te enderezo con el badil en los hocicos. ¡Vergüenza te podía dar!, tener dos hijos mozos que están en su casa, como Dios manda, desde el ponerse el sol, y tú enfochao en la taberna hasta las ocho de la noche, derrotando lo que otros ganan y dando escándalo. ¡Quítate lante, que no tienes rayo de vergüenza, ni la conoces siquiera! Más te valía darle mejor ejemplo a los muchachos. ¡Anda que ya, ya te ataré corto, ya!; te aseguro y te prometo, como esta es cruz, que vas a mudar de librea desde hoy, o el demonio va a andar en Cantillana. La perra que esta tía te vuelva a dar pa vinarra que me la claven en la frente, bausonazo. Esa vivienda que traes, yo, yo te la quitaré, yo, bribón. O mudas de bisiesto, o nos van a oír en too el lugar, conti más en la vecindad.

    Todo esto lo dice la tía Pulía sin dejar de trajinar en la cocina, andando de un lado para otro, con mucho manoteo al aire, mucho estrépito de cacharros, mucho sorroscar los tizones del hogar y mucho entrar y salir de la cocina sin hacer oficio de provecho.

    El tío Gorio, como no está del todo solo no se asusta, y su prurito irresistible de mostrarse cariñoso le hace decir:

    -Vamos a menos, parienta, que no hay nengún motivo para desazonarse asina. ¡Mia que hijos nos ha dao Dios! ¡Mia qué dos mozos, mujer! Si hay otros dos más plantaos en el lugar, que salgan, ¡mecachi en sanes! Esto quita las penas; y eso que ni quio decir na de ti, de si tú eres asín o eres asao, que me paece que a trabajadora y a aseá y a vividora y a conocimiento, no quiero yo que haiga quien te eche la pata encima en tos estos contornos...

    -Pero ¿sos paece qué tío este? ¡Malos moros me cautiven si vuelves a entrar en casa desde el punto y hora en que toquen a las oraciones, resinvergüenza! Acuérdate de lo que te digo esta noche y ya estás zutando a la cama, que te aseguro y te prometo que esta noche no te da acedía con la cena.

    El tío Gorio, después de oír otra docena de improperios, acaba por irse a la cama, sin preguntarle siquiera a los mozos «si están ya apajás las vacas, y si tienen ensobeao el carro pa mañana, y goberná la coyunda vieja, y bien aguzaos los destrales, que hay que dir a la desa a esmochar unas encinas».

    En la cocina se quedan como sordos, cuando el tío Gorio se va a la cama.

    -Echai sopa -dice la madre a los mozos.

    Ella, entre tanto, da la última vuelta a la humeante puchera de garbanzos, berza y fréjoles y prepara la mesa, que es el naso del pan.

    Y mientras cenan, como recordando la escena pasada y sintiendo el gran vacío que la ausencia del tío Gorio ha producido entre ellos, dice a los humildes mozos:

    -Velay, no tiene más que esa miaja de falta, y hay que tapársela, que él bien bueno y bien vividor que es; y pa vusutros es un padrazo, que no sabe negaros ningún gusto...


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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 26 Dic 2021, 02:53

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    Fragmentos en verso y prosa




    Majadablanca

    El tío Pelao nos estropeó la vida: nos interrumpió la dulce siesta espiritual que dormíamos en el regazo blando y tranquilo del mundo honrado...

    El maestro de escuela, el cura y yo vivíamos en Majadablanca como tres príncipes, como tres príncipes de Majadablanca, por supuesto. El lugarejo era chico y estaba escondido; por eso era nuestro; nuestro en el sentido amoroso de la palabra, por dominio natural de buena casta porque era hijo de nuestra mayor cultura, puesta con nobleza de oro al servicio del mayor bien de las gentes del lugar. Tenían estas sus roñas y sus miserias, pero eran pocas y no de las de la medula. En fin, que Majadablanca era de lo mejorcito que quedaba en este mundo, porque el mundo no la había visto.

    Pero al tío Pelao, que era el tío más holgazán y más malignamente curioso del pueblo, se le metió en la cabeza que un muchacho de ocho años que tenía saliera a probal del mundo, y para ello se lo llevó a la ciudad y se lo dio a un albañil. Se lo dio, así como suena; porque en el fondo lo que el tío Pelao quería era echal costo de casa, y aunque nadie le quedaba más que el chico, que vendría a costarle, a todo tirar, doscientos reales al año, mejor estaba sin él, porque a la holgazanería y al hambre les place mucho la soledad.

    Se fue el muchacho, y nosotros tuvimos que resignamos a que el padre no se fuese detrás de él. Por supuesto, lo teníamos a raya, porque la gente era nuestra, y el tío Pelao no tenía agallas para desmandarse solo, y menos desde que le hicimos trizas un proyecto de soez concubinato con una infeliz mendiga medio ciega y medio imbécil.

    El Pelinos, como llamaban en el lugar al hijo del tío Pelao, estuvo por allá cinco o seis años, y cuando ya nadie se acordaba del santo de su nombre, se presentó un día en la aldea, hecho un grosero guiñapo, sin oficio, sin pan y sin vergüenza. Lo encontramos en nuestro habitual paseo vespertino por el camino más ancho del pueblo. Me costó trabajo conocerlo. Había crecido mucho, venía flaco, venía amarillo, venía insolente, venía perdido. Al llegar junto a nosotros fumando un cigarrillo maloliente, nos miró un momento con osadía, con impertinencia, y pasó sin saludar, como diciendo que buena cosa le importaríamos nosotros a él.

    -¿Quién es ese? -preguntó en seguida el cura.

    -¿Ese? -contestó el maestro-; pues ese es el hijo del tío Pelao, como si dijéramos: el demonio, que viene a darnos que hacer.

    El mozalbete, en efecto, era un caso de estupenda perdición. En pocos días dio algo de todo: baile y cante de tangos desbaratados en la taberna, a cambio de unos sorbos de aguardiente que le daban cuatro viejos socarrones; raterías descaradas en huertos y gallineros; lenguaje perversamente achulado, bárbara jerga de los últimos períodos de la chulería degenerada, que no ha degenerado, ¡ay!, para morir, sino para acabar de atormentar el buen gusto de las personas decentes; blasfemias en plena calle, y mayores si pasaba cerca el cura... En fin, el mozuelo era un caso patológico, un precoz alcoholizado, dañino, un impulsivo, un frenético... El cura estaba inconsolable y aterrado; el pedagogo estaba furioso, y yo llegué a acariciar el loco proyecto de pegarle al podrido adolescente una paliza brutal en la soledad del campo. ¡Nos contaban unas cosas!...

    Una tarde de julio, cuando yo andaba engolfado en los trajines de la siega, pasé junto a una gran charca de las cercanías del pueblo, y mi caballo quiso ir a beber en ella. Y mientras él embaulaba desde una orilla cántaros de agua caliente, verdosa y fétida, observé lo que en la orilla opuesta ocurría.

    Ocho o diez chicos, sin escrúpulos de higiene, se bañaban, bajo el sol achicharrante, en las cenagosas aguas de la laguna y se divertían arrojándose unos a otros puñados de fango y limos que se adherían a la piel cobriza y reluciente de aquellos huesosos cuerpecillos escaldados. En el grupo de combatientes había uno que ya pasaba de niño. La distancia y la desnudez no me dejaron por el momento reconocer a Pelinos en aquel sátiro anguloso, con miembros de adolescente enflaquecido por las miserias más horribles de la carne y del espíritu; de acentuada inclinación dorsal hacia adelante, iniciada ya en las ingles, brazos larguísimos y flacos; blandos meneos de mico...

    Uno de los rapaces, en el calor de las refriega, levantó demasiado la puntería y le puso a Pelinos entre los labios una bola de fango pegajoso. El agredido lo escupió con bascas de perro hidrófobo y envuelto en una blasfemia tan espantosa, tan criminal y tan bárbara, que todos los combatientes se quedaron aterrados, inmóviles, en las diversas actitudes semitrágicas en que el grito horripilante les hirió en el oído y en el alma. Y aún le dijo al inocente agresor con voz de saña asquerosa:

    -¡Oye, tú voceras! ¡A ti te...!

    Y yo, que todo lo oí, en vista de que no es lícito reventar a un innoble bicho humano bajo las patas de un caballo, que es un animal muy noble, lancé al mío por la senda polvorosa que conducía a los trigales en siega, sin volver atrás los ojos, por no ver otra vez al desdichado canallita.

    (cont.)


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    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN (1870-1905) - Página 8 Empty Re: JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN (1870-1905)

    Mensaje por Lluvia Abril Dom 26 Dic 2021, 02:57

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


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    Majadablanca

    (cont.)


    Pues no pasó una semana, ¡y otra vez se me puso delante el mozalbete! Era ya una obsesión que estaba haciéndome daño.

    Fue una mañana a la salida del sol. Yo había pasado la noche -una noche hermosa y cálida, de espléndida luna llena- en la orilla de la sierra, esperando el paso de una pareja de jabalíes, que se daba grandes festines de trigo en las hacinas.

    Iba a salir el sol. Yo caminaba distraído, ya cerca del lugar, y al cruzar una calleja bordeada de zarzales y saúcos el caballo se espantó, dio un respindo de costado, y estuvo a punto de rodar por el suelo pedregoso.

    Una mozuela rechoncha, colorada, sanota, flor de aldea, mal peinada, mal vestida y descalza, venía huyendo, iracunda y jadeante, como loba herida, con un pedrusco en la mano, mirando hacia atrás y apostrofando con rabia. Al verme cerca cobró ánimos, suspendió la huida y, parada en firme, redobló las invectivas. El sátiro se replegó contrariado. ¡Era Pefinos! No tuvo ni el pudor de sorprenderse. Miró a la moza con ira y a mí con odio. La muchacha lo miraba desde las cumbres de la cólera triunfante...

    Yo tenía el alma cargada todavía de purezas exquisitas destiladas en el seno de una noche de silencio que habló cosas divinas con la sierra; una noche grande, de grandeza religiosa, que cayó sobre mi alma como bálsamo; una noche dulcemente dolorosa, de las que invitan al llanto, pero a un llanto, placentero, raudal suelto de todas juntas las ternuras de la vida sentimental, las que solamente salen de las entrañas del alma cuando saben que está sola y abierta por todas partes a las hondas confidencias eternamente secretas de la soledad augusta, que es honrada porque es muda, y del dulce silencio de los campos, que es discreto porque se deja oír pocas veces. Una noche de aquellas que regeneran, que levantan el corazón por encima de la vida de los hombres...

    Y entonces fue cuando tuve que ver a Pelinos, la criatura bestializada, cuya visión yo creí que me haría descender a grandes tumbos de las cumbres aquellas del mundo espiritual y caer otra vez en la vida panza abajo y ridículamente espatarrado apernear en el charco con risible gentileza de gusarapo engreído...

    Pues no hubo tal. Lo que sentí fue una lástima muy noble, una piedad dolorosa del mozuelo, un deseo infinito de regenerar y perdonar, como si yo fuese Dios.

    Y el sátiro, enconado, mientras yo pensaba tal, inició la huida; pero antes miró a la zafia Susana con ojos de sangre y le enseñó una navaja muy larga, que blandió en forma de amago; y a mí me enseñó otra cosa: me enseñó burlescamente la lengua, y con cínico ensañamiento me hizo con la mano un gesto gráfico, injurioso y groserísimo, y a trote largo de lobo flaco se hundió en seguida en la red laberíntica de las callejas sombrías de los huertos.

    -¡Estamos frescos! -dije a mis amigos aquella tarde en el paseo, hablándoles del suceso.

    -¡Lucidos estamos! -murmuró muy preocupado el maestro.

    -¡Estamos perdidos! -exclamaba el pobre cura, llevándose las manos a la cabeza.

    -Pues ahí tenemos al héroe -añadí yo, señalando un grupo de chicos que veinte pasos a la derecha del camino rodeaban y escuchaban en pie y atentamente a Pelinos, que les hablaba sentado en el suelo y fumando un cigarrillo.

    Había puesto allí la cátedra.

    Los escolares nos vieron pronto, y al pasar ya frente a ellos se inició en todos un movimiento de duda. Nosotros, que íbamos muy calladitos, oímos que Pelinos le dijo muy despacio al más pequeño:

    -¡Anda tú, beatiyo! Anda, mandria, a besarle a aquel tío la mano, y le dices de mi parte que él a mí...

    El cura se santiguó horrorizado. El grupo de los muchachos se abrió como una granada, pero ninguno tuvo el valor de arrostrar la chacota de Pelinos, y se quedaron por allí como distraídos, rompiendo el césped con los tacones de los zapatos o dando suaves golpecitos con un canto en la pared...

    Y entonces el maestro, que era un hombre recio, autoritario y de genio arisco, se fue en derechura a ellos bufando como un gato rencoroso; y sin previas explicaciones, rompió en una cachetina escandalosa, equitativamente repartida entre los pequeños renegados, que aguantaron la lluvia de pescozones con mal disimulados gestos de vergonzosas protestas, verdaderos asomos de rebeldía no observados por el iracundo pedagogo, que no estaba para observar menudencias. Pelinos no se dejó echar el guante. Miró al maestro como miran los lobos a los mastines, y apreciando con instinto irracional su inferioridad de fuerzas, huyó vergonzosamente a media carrera, de mala gana, como garduño que se deja atrás la presa...

    Reunidos al día siguiente nosotros en casa del cura llamamos al tío Pelao, que, resumiendo su perorata defensiva, llegó a decirnos así:

    -Y de toos mos y maneras, esas son delicaezas de ustés, y la mocedá es mocedá, y hay que ejal que ca uno jaga lo que mejol le paeza, que los tiempos son ya mu otros, y usté en la iglesia, y usté en la escuela, y yo en mi casa, y ca uno en la suya y Dios en la de toos, y punto concluido. ¿No verdá?

    Nos quedamos como mármoles.

    Acudimos en queja al alcalde, el cual nos dijo, sin menear las orejas:

    -Si ustés hubiesen cogío al mozo en fragante, cogiendo algo de cualisquiá hereá, santo y güeno para jechali la ley encima; pero onái no hay delito no pue habel castigo, y hoy en día no se pue jacel na sin ley porque ca uno es ca uno, y la genti ya no inora na, y es menos aguantá ca ves, y a naide le gusta que naide se meta en ca naide, y a na que te escuidies pa castigal, ya te están tirando por alto, u diciéndote en tus jocicos que si tal que si cual, y que si crúo o que si cocío, y que si pitos u que si frautas. ¿Están ustés?...

    (cont.)


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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 26 Dic 2021, 02:59

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    Fragmentos en verso y prosa




    Majadablanca

    (cont.)



    ¡Ya lo creo que estuvimos! Estuvimos a punto de estrangular a la primera autoridad civil de nuestro pueblo; mejor dicho, del pueblo de Pelinos, porque suyo sería pronto, al paso que iba.

    Las noches de taberna, muertas antes, eran abiertamente ruidosas y alegres, porque los tíos que tomaron aquello primeramente como sesiones de títeres en que Pelinos era el héroe, se aficionaron con grosería a las veladas regadas con vino agrio y encendidas por la pimienta de chascarrillos soeces de última fila, reídos por bocazas puercas y por barrigas repletas de guisotes picantes de carne de cabras tísicas.

    Cerca de Majadablanca, por entonces, pasó el PROGRESO volando, y con las puntas de sus alas trazó en los campos dos vías un tren y una carretera. Un comisionado de apremios, más filósofo y sociólogo que los tíos, predicóles de ateísmo y de anarquía, de libertad y de sagrados derechos, de frailes y de monjas, todo junto. No le entendieron bien todo, entre otras razones, porque el otro tampoco lo entendía; pero es lo cierto que se los llevó de calle. De paso dejó establecida la institución del cané, que creció como la espuma.

    Lo demás lo hizo el demonio.

    ***
    Hoy, Majadablanca es esto:

    Un cura que dice misa para diez o doce mujeres y para cuatro o seis hombres.

    Un maestro jubilado, que vive tomando el sol en el corral de su casa.

    Otro maestro muy joven, que enseña todo lo que hay que saber, menos los diez mandamientos.

    Cinco vecinos que viven, como Dios les da a entender.

    Noventa y tantos ciudadanos libres que piensan como escuerzos y blasfeman como demonios.

    Otras tantas arpías desgreñadas que beben aguardiente y hablan como carreteros.

    Y los ciento y pocos más vecinos del lugar defendiendo a tiro limpio los repollos de berzas de sus respectivos huertos.

    El tío Pelao nos interrumpió la siesta, nos estropeó la vida...

    Pelinos nos ha vencido.




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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 26 Dic 2021, 03:01

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    Fragmentos en verso y prosa



    Disparate

    La vaca, que estaba echada dio un inmenso resoplido quejumbroso, y el chotillo nació sobre la escarcha del valle. Eran las cinco de una mañana de enero crudo; una mañana cruel para los hombres, para los brutos, para los árboles... Todo mudo, todo helado, todo blanco. Se condensaba el aliento; el ambiente hería la piel.

    La vaca se levantó de repente y olfateó con avidez el informe saquillo membranoso que yacía inmóvil sobre la sábana de hielo. Lamió, lamió con codicia, con prisa, con ahínco, con ansia de calentura. Se estremecía, y no de frío, y con los ojos muy abiertos, relucientes, codiciosos, seguía lamiendo, lamiendo, prestando con el cálido aliento que salía como dos columnas de humo por las narices húmedas y dilatadas, calor suave, calor de madre, calor de fiebre creadora, calor de vida.

    Y delante de la tibia lengua áspera, cual si esta fuera cincel de artista sublime, fue surgiendo, fue surgiendo poco a poco la bellísima cabeza de un becerrillo tembloroso, húmedo y bello, no de bronce, no de mármol, como obra fría del arte, sino de carne palpitante, de sangre caliente, un pedazo de naturaleza viva para moverse en el mundo y alegrarlo...

    Y surgió el animalito enteramente a la vida, limpio, precioso, echado sobre la helada como estatuilla de oro sobre mármol, despertando en mi memoria varias remembranzas bíblicas de los tiempos de las locas idolatrías...

    Me acerqué sugestionado. Viome la vaca, y ante el supuesto peligro, se encampanó embravecida. Tembló, gimió sordamente, clavó los ojos de acero en su ídolo, después en mí, luego otra vez en el choto. Inició la acometida, y se detuvo, mirándole nuevamente. Me hizo, sin palabras, la más acabada historia del rencor en la impotencia. Yo era su odio, que la llamaba provocativo; el hijuelo era su amor, que la estaba deteniendo. No podía dejar al hijo; por eso no me mataba. Y me enseñaba la muerte en las puntas agudísimas de sus astas de marfil con vetas negras de bruñido azabache reluciente. Pero yo estaba tranquilo. Por entonces yo sabía que el amor siempre es más fuerte que el odio.

    Me acerqué más a la bestia enamorada, y vi en sus ojos la calentura magnífica de la triunfante maternidad.

    El becerrillo se incorporó trabajosamente. Quería calor, quería vida, quería mamar leche tibia. Anduvo dos o tres pasos, vacilante, como un ebrio, y cayó al cabo. Tornó a levantarse, volvió a caer y otra vez se levantó. La madre, a cada caída, se precipitaba sobre él, lo alentaba, lo lamía, me miraba. Y, al cabo, el recién nacido, tembloroso, haciendo equilibrios de borracho, se sostuvo apoyándose en el vientre de la madre. Y alzando la preciosa cabecita, buscó la ubre con el húmedo hociquillo charolado. No podía dar con ella; la buscaba entre las manos de la madre, y apoyado siempre en esta siguió andando alrededor y dio, por fin, con la no aprendida fuente. La vaca, abriendo los pies traseros, se la entregó toda entera, blanca y rosada, inmensa, henchida, pletórica... Y colgado de un pezón el becerrillo, dio tres golpes con el testuz a la ubre y se quedó luego inmóvil, como dormido, recibiendo con deleite el oculto chorro lácteo, caliente y rico, que poco a poco iba haciendo dilatarse los ijares, antes hundidos, del glotoncillo inconsciente...

    (cont.)


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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 26 Dic 2021, 03:03

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    Fragmentos en verso y prosa



    Disparate

    (cont.)



    Sentí ruido hacia el camino. Pasaban dos mujerucas arrebujadas en mantas viejas y montadas en dos borricos que iban pisando tímidamente el sendero, empanderado por la helada. Las conocí; eran de la aldea. Una de ellas llevaba algo escondido bajo la manta.

    -¿Dónde vais a estas horas y con este frío que hace? -las pregunté sin acercarme al camino.

    -A lleval esti contrabando a la ciudá, seol -dijeron-; es lo de esa perdía de Luteria, que ha despachao esta mesma noche y mos lo han dao pa llevalo ondi ya tienen quizá otros dos. Y cuidaíto si con esti frío que jaci no casca antis de llegal allá el infeliz.

    Y sonó un llanto muy débil, que parecía lejano, de sonsonete uniforme, ronquito, con acento de fatiga...

    Me quedé como atontado.

    -Pero ¿y la... madre? -dije a voces a las tiucas, que se alejaban.

    -Tan campanti, seol; tan campanti que se ha queao sin el engorro de este infeliz -me gritaron, ya desde lejos.

    No supe dónde posar los ojos, y los volví de repente hacia la vaca. No estaba donde antes. Iba muy lejos, internándose de prisa en la espesura del monte y mirando al hijo, que trotaba junto a ella contento, triscador, con el estómago lleno, ¡y sin frío!, ¡sin pizca de frío!...

    Y entonces fue cuando yo puse en boca del niño que iba llorando este magnifico disparate:

    -¡Ay, ay! ¡Quién fuera choto!... ¡Quién fuera choto!





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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 27 Dic 2021, 01:13

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    Fragmentos en verso y prosa




    El vaquerillo

    ¡Je, je! -gritaba el mozuelo entre silbidos prolongados y agudísimos-. ¡Juera, vaca, juera! ¡Chula! ¡Chula! ¡Al alma que sos crió, jolgacianas del congrio! ¡Chota! ¡Chota! ¡Coronela! ¡Bragaína! ¡Se ponin bobas, recongrio!

    Y el ganado descendía con lentitud perezosa por la cuesta del calcinado encinar, que dormía silencioso en las márgenes del río; un río de aguas calientes y mansas, que también parecían medio dormidas.

    La tierra entera callaba bajo el peso de aquella siesta de plomo, y los cielos, infinitos y magníficos, inundados de radiosas vibraciones de ardiente luz meridiana, blanqueaban como plata derretida.

    Fueron llegando las vacas a las orillas del río y en él se atracaron de agua tibia; hasta que la piel de los ijares, distendida, se les puso como el parche de un tambor. Algunas entraron en el remanso y allí quedaron paradas, inmóviles, como ídolos de granito, derramando por los tibios bezos flácidos el agua sobrante, que caía en hilillos transparentes sobre la tersa superficie del remanso. Las demás, con paso suave, de lentitudes armónicas y solemnes, se fueron retirando de las orillas del río; y despacio, muy despacio, como arrastrando con tranquila fortaleza la pesadez angustiosa de la hartura, fueron a echarse a la caldeada sombra de las próximas encinas, a rumiar y a dormitar.

    Y entonces llegó el vaquero.

    Era un zagalón talludo y fuerte, un adolescente de color aceitunado y pupilas de carbón, vestido con un traje cuyas prendas, con su desigual estado de conservación y sus graciosas desproporciones de tamaño y aun de forma, denunciaban cien domésticos apuros económicos, salvados con largas intermitencias de muy varia duración: bombachos de paño muy remedados, y excesivamente cortos; unos zapatones cuadrados, enteramente nuevos, inmensos a lo largo, a lo ancho y a lo grueso; medias de lana, que eran pardas hasta la mitad de la pantorrilla y más pardas de allí para arriba, hasta cerca de la rodilla, por debajo de la cual estaban sujetas con cintajos retorcidos; zahones de cuero con agujeros y cuchilladas; un chaleco viejo, sin botones, encima de una blusilla nueva de tela azul, con las mangas estrechísimas y cortas y un sombrero de alas anchas, de elegante forma, que había sido, en otro tiempo, de un señorito, probablemente del amo del vaquerillo.

    El muchacho llegó a la orilla del río, se puso de un brinco sobre una peña y se quedó mirando, tal vez sin verla, la corriente de las aguas sosegadas, extático, como dominado por un inconsciente estrabismo inevitable, quieto y sin pestañear. Luego, como saliendo de un sueño, sacudió ligeramente la cabeza, miró las vacas, miró al sol, miró de nuevo las aguas, y se quedó pensativo, dando suaves golpecitos en la peña con la punta del garrote que llevaba. De pronto tiró el garrote, tendió por las cercanías una mirada de precaución pudorosa y comenzó a desnudarse. Le pedía el cuerpo baño, frescura, deleite, sensaciones fuertes que le sacaran de cierto estado de misterioso desasosiego que padecía. Todas las cosas del mundo le parecían desabridas menos aquella en que andaban enredados sus pensares. Sentía calor en las entrañas, que se le ponían muy tristes, y a veces se le oprimían hasta causarle dolor; tenía pena, la pena inquieta que infunden las ardientes ansiedades no satisfechas; sentía zozobras y temblores de la carne, y mucho miedo también, el miedo mezclado de forzada valentía con que se acerca el soñado misterio apetecido, el que quiere descorrer el velo que se le oculta...

    La absoluta soledad en que vivía le había enseñado muy poco. No tuvo jamás amigos que le iniciaran en los grandes misterios del placer, que él había ya presentido, y hasta concretado un poco, gracias a las enseñanzas de aquella vigorosa y fecunda Naturaleza que le rodeaba y de la cual venía él a ser un discípulo rezagado, más rezagado que aquellos peces del río y aquellos mirlos del tamujal, y aquellos chotos traviesos, bárbaros en sus retozos, y aquellos carneruelos que perseguían a las ovejas con el pescuezo extendido, entre ronquidos nasales y temblores de la piel...

    Acabó de desnudarse. Una ráfaga levísima de aire oreó su tostado cuerpo. Y se sintió más flexible, más elástico, más inquieto y más lleno de aquel triste desasosiego punzante que le estaba atormentando. En pie sobre la redonda peña, granítico pedestal de aquella estatua de carne, que parecía un bronce vivo, permaneció unos momentos cruzado de brazos, errabunda la mirada... Parecía una estatua de la Indecisión en el momento supremo de la duda.

    Luego, como el que busca una cosa que le arranque del cerebro alguna idea, miró el agua. La sensación del baño, presentida por la carne, le estremeció de pies a cabeza, y tendiendo los brazos como un pájaro las alas, se arrojó de repente en el remanso, que le recogió en su seno, rompiéndose con el estrépito en un círculo de estrías de cristal con remates de menudísimas gotas irisadas.

    Allá, en el centro del río, surgió momentos después el busto del vigoroso adolescente, que sacudió la mojada cabellera con el brío de un cachorro de león, y tendiéndose después con gallardía, hendió la mansa corriente, río arriba, provocando el movimiento de las aguas, que azotaban sus omóplatos broncíneos y su dorso de flexible serpientuela... Por un momento llegó a embriagarle el deleite, tendiéndose de espaldas sobre la haz de las aguas, y dejóse llevar, por la corriente, como una estatua flotante, con los ojos entornados por una voluptuosa pasividad indolente que reavivó en su memoria el picante recuerdo de que huía...

    Y otra vez se vio obligado a sacudir la morena cabezota y a lanzarse al movimiento, al azote aturdidor de las aguas agitadas, a las bruscas sensaciones de tales inmersiones repentinas... Nadó con vigor, con ira, por espacio de un rato, hasta sentir en la carne la laxitud de la fatiga. Entonces aproximóse a la orilla del río, y poniéndose en pie, salió de él a toda carrera, alborotando las aguas, que ponían gran resistencia a su escape. Con la rota camisucha se enjugó los ojos y la recia cabellera, vistióse las miserables ropillas y se sentó a la sombra de una encina: ya era hora de descansar.

    En una cuenca de corcho, enteriza, como que había sido caperuza de una verruga de alcornoque, machacó con la punta del mango de la cuchara, que para eso era cilíndrico, un poco de sal, unas hojas de poleo que trascendían a humedades de regato, un trocito de miga de pan, un ajo y la mitad de una guindilla de pepitas amarillentas y cascarilla granate. Sobre la pasta echó aceite y vinagre de dos cuernos de res, atados con una tira de cuero, agitó con la cuchara la mezcla, fuese al río y volvió con el cazo lleno hasta los bordes de moje de gazpacho, en cuya superficie flotaban los dorados reflejos del aceite, los verdines del poleo, el ligero tinte del vinagrillo y las pepitas de la menuda guindilla. Bebió el muchacho un buen trago, y cuando ya no era fácil que el líquido rebosara, lo fue cubriendo con pedacitos de pan arrancados a pellizcos. Comió, bebió: bebió todo aquel océano de líquido refrescante, y después de fregar con arena y agua del río la primitiva vajilla, tendióse a la sombra, boca abajo, con la frente apoyada sobre el dorso de la mano, dispuesto a dormir la siesta.

    ¡Sí, dormir! Eso hubiera deseado el vaquerillo moreno de pupilas de carbón y cabeza de cachorro. Pero el dulce bienestar que le infundieron el baño y el gazpacho le llenó otra vez el cerebro de tentadoras ideas, y la carne, agradecida, palpitó de insanos impulsos, enemigos mortales en el total aislamiento del solitario varón que se sentía pletórico de energías naturales.

    Al cabo, después de un rato de lucha, descendió sobre sus párpados el sueño: un sueño ligero y artificial, aborto de la porfía; un sueño somero y fatigador con inquietudes de fiebre, con vislumbres de vigilia... Dio el mozo un vuelco y se quedó boca arriba, los brazos abiertos, cruzadas las piernas, ladeada la cabeza... Por breve rato su respiración fue tranquila y algo cansada, como viento lejano quejumbroso de la borrasca que amaina. Hasta llegó a sonreír enseñando unos dientes de chacal, en cuya tersura nívea, de reflejos nacarinos, se espejeaban objetos en preciosas miniaturas.

    (cont.)


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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 27 Dic 2021, 01:15

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    Fragmentos en verso y prosa




    El vaquerillo

    (cont.)


    De pronto se estremeció, plegó el entrecejo, puso cara de dolor y despertó, retorciéndose como una culebra perezosa; y por remate de aquel desperezo dio dos vuelcos repentinos, rodando sobre el césped raído y abrasado. Y abriendo los ojos húmedos, empañados de calentura amorosa, clavó en los cielos radiantes la mirada melancólica y sumisa del erotismo enfrenado.

    Entonces fue cuando pasó por allí la porquera, una mozona desgarrada y bestial, ya entrada en años, con una cara en que estaba pintado el idiotismo concupiscente, procaz y osado, y unos ojos que miraban de través, con grosera expresión de imbecilidad picaresca, que indignaba por sañuda, por egoísta, por fea.

    -¿Qué jacis? -le dijo al mozo al pasar.

    -¡Na! -le contestó el muchacho.

    La moza echó a andar hacia el tamujal del río, que estaba a cuarenta pasos de ellos; pero antes hízole al chico un guiño grosero y le dijo con voz asperota y trémula:

    -Chacho, p'aquí sí que está bien, pa entri las tamujas, que no hay naide...

    El vaquerillo entendió. Tenía miedo, le dolía el corazón y se aturdía. Pero de repente, debió de acordarse de alguien; no sé de quién, pero él debió de acordarse de alguien a quien creyó estar haciendo mucho daño con todas aquellas cosas. No le quedaba en el mundo mas que su madre, la viejecita que le lavaba y le remendaba la ropa, y hacia la cual sentía él el apego irresistible del recental a la oveja; una querencia que tenía todas las energías del instinto y, además, todas las mudas ternuras que cabían en un alma sensible y desnuda de todo amor que no fuera aquel amor...

    El muchacho pareció recibir una inspiración repentina; abrió mucho los ojos, que miraban sin ver nada; entreabrió también la boca y se quedó inmóvil, como cuando el alma escucha; como cuando escucha el alma el himno grave y sereno del bien, que es su mejor melodía... Y el alma del huraño zagalón, tosco y rudo, que no había entrevisto el bien más que a través del instinto, de repente lo intuyó. ¡La batalla estaba ganada!...

    El mozo puso los ojos en la frescura tentadora de los fresnos, las mimbreras y las tamujas del río, y de las pupilas negras se le escapó una mirada de magnífica soberbia, sublime hasta en su insolencia y al par triunfadora y noble, como canto glorioso de victoria. Y le dijo al laberinto de la fronda que le ofrecía oculto nido de placer:

    -¡No quiero, recongrío, no quiero! Lo bien jecho, bien paeci...

    Se levantó y echó a andar hacia las vacas; iba sereno, alegre, radiante y un poco altivo. Al llegar junto al ganado, que aún dormitaba perezoso, dio dos silbidos agudísimos y voceó:

    -¡Chula!, ¡Chula! ¡Mariposa!, ¡Coronela! ¡Bragaína!... ¡Arriba toas, a buscarsi la gandalla! !Jala, jala que la genti pará cría malos pensamientos!...

    El sentido de la Fe y del Arte, que son hermanos, oyeron rumor de alas invisibles y le dijeron a mi alma:

    -Es el Ángel de la Guarda del muchacho, que se estremece de gozo.

    Y yo lo creí.

    Porque sé que también los vaquerillos montaraces tienen su Ángel de la Guarda...




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    Mensaje por Lluvia Abril Mar 28 Dic 2021, 00:29

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    Fragmentos en verso y prosa



    El «tío tachuela»

    Nunca tuvo la tradición defensor más decidido en Villarino que el tío Tachuela. Todo proyecto de cosas nuevas le encontraba atravesado en el camino.

    «Señorito de pan plingao» llamó un día en sus propios hocicos al alcalde, porque osó proponer la instalación de un reloj en el campanario.

    -¡Ni reloces y relozas!, ¿oye usté? Endi que yo soy yo, pa na lo he necesitao. El clarear del día me ha jechao siempri de la jerga pa dil a mi trabajo; el papo me avisa luego cuando llega la meyudía, y la noche me ha jechao siempri pa casa. Los reloces más seguros mos los ha dao Dios de balde, ¿oye usté? Los que se jacin con rueas no son más que sacacuartos.

    Así argumentó el tío Tachuela en la sesión y, como siempre, triunfó. Su dialéctica era aplastadora para los de Villarino, naturalmente propensos a dejarse llevar corriente abajo por el río de las rutinas.

    A Villarino fue un mediquín con la maleta atestada de proyectos de buena higiene, y pidiendo -a los ocho días de establecido en la aldea- en un informe de cuatro pliegos, llenos de citas de médicos alemanes, que a voz de pregonero fuese prohibida la cría de cerdos (dicho sea sin pedir perdón a nadie) en las casas del lugar. El tío Tachuela oyó sin pestañear la lectura del informe y en seguida lo hundió de un solo golpe en la maleta del médico, con esta frase que agarró como una tachuela en los cerebros de los oyentes:

    -Pues de mi sentil, don Ludivino, ¡es mejol morirse de toas esas cosas que usté dici que de jambri!

    El mediquillo, mal herido, se replegó hacia terrenos algo menos radicales, y propuso, a vuelta de otro discurso sobre las fiebres palúdicas, la limpieza de establos y cuadras y la prohibición de llenar de hojas de roble los charcos de las calles, para evitar que aquellas miasmas pútricos..., etc., etc.

    Y el tío Tachuela arguyó:

    -Miré usté, don Ludivino: si no jacemos vicio en toos los laos que poamos, cuantis cogeremos trigo pa casa y pa la simiente, pero no pa tapar otros bujeros, pongo por caso, pa pagali a usté la iguala. De moo y manera, que usté determinará lo que parezca, don Ludivino.

    A don Ludivino le hizo cosquillas el socarrón argumento, y contestó con dignidad, casi con altanería:

    -Tío Tachuela: como quiera que ello sea, en opinión de toda persona digna y culta, salus populi..., ya usted me entiende.

    -Pues no, eso sí que no entiendo...

    -Quiero decir, en sustancia, que lo primero es la salud, tío Tachuela.

    -Es la verdá pura: la salú es cosa mu buena; pero yo he aprendío ese mesmo refrán entavía más rematao, don Ludivino: «salú y pesetas, salú completa.»

    Y los establos y las cuadras se salvaron por entonces de la proyectada ronda, y en los charcos de la calle de Villarino continuaron fermentando las hojas secas de roble.

    A dos kilómetros del lugar, unos señores ingenieros trazaron una vía férrea, sin pedir su opinión al tío Tachuela. Su compadre, Quico el Pegoso, le interrogó:

    -Di, compadri: ¿pa qué dirás que andan midiendo esos señoratos la laera de la Cogornís?

    -Pa dal fielis a la gente -le contestó secamente el tío Tachuela, presintiendo la próxima desazón.

    Y ¡zas!, ni hecho de propósito: la viñita del tío Tachuela ¡partida en dos por la vía! Le cayó la noticia como una bomba, pero la aguantó a pie firme, sin chillar, sin bufar, sin gemir. Se sintió impotente para vencer en la lucha, se replegó iracundo y mudo, como todo desengañado que ha comprendido lo desigual del combate a que le provocan y no lo quiere aceptar.

    Un día le llevaron a su casa treinta duros, precio de la expropiación. No los cogió, no los miró. Y su mujer le decía para consolarlo un poco:

    -Mira, mira Tanislao: de toos moos y maneras, cuasi nunca los que roban güelvin na de lo que roban, y estos han tenío siquiera esta miaja miramiento. Ni too recogío, ni too vertío, Tanislao.

    -Güeno, pues pa ti; pa que lo gastes en alfileris, y cuando no haiga vinagre, se los jechas al gaspacho.

    -Pa viangre dos cachujos te han dejao, pero te se ha metío en la sesera no dir a arreglalos algo y asín es como no mos darán gota, Tanislao.


    (cont.)


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    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN (1870-1905) - Página 8 Empty Re: JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN (1870-1905)

    Mensaje por Lluvia Abril Mar 28 Dic 2021, 00:31

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    Fragmentos en verso y prosa



    El «tío tachuela»

    (cont.)


    -Tío Tachuela -decía uno-: ¿cómo no va usté a poal las parras que le han queao en la laera la Cogornís? Se están pusiendo perdías de basura.

    -¿Pues quedrás creer que entavía no me ha vagao dil hogaño? Pero habrá que dil.

    -Tío Tachuela: jágale usté unas traviesas a aquellos cachos de viña, que se le están esmoronando ca instante con las aguas -decía otro amigo oficioso.

    Y el tío Tachuela, que no quería nunca dar su brazo a torcer, contestaba disimulando:

    -¡Calla, hombri, si estoy cocío en obra hogaño!, pero nemás que me puea desenreal del vicio de los olivos, tengo pensao dil p'allá, que estará aquello perdío.

    Y no acababa de ir. Su mujer sí que fue allá con un par de jornaleros, que en un día dejaron aquello como una taza de plata.

    -Ya pues dil, ya pues dil a vel aquello, Tanislao, que se ha queao como un tiesto de albehaca. Y mira, entavía mos han quedao dos cachinos bien rigulares pa lo que dicía la genti.

    Pasó más tiempo. El rencor del tío Tachuela iba ya muy apagado. Ya andaba el hombre con el ala del sombrero levantada. Sabía que circulaba ya el tren y que pasaba por la ladera de la Codorniz diariamente a las cinco de la mañana y a la misma hora de la tarde. Y para no ver por allí al enemigo, se fue una mañana a las ocho a ver su finca, con ánimo de regresar al mediodía a Villarino, antes que el tren de la tarde le sorprendiera en la viña.

    ¡El tren! ¿Y cómo sería el tren? Cien veces oyó hablar de él en el pueblo, donde tampoco lo habían conocido hasta aquella época; pero a él, cuando le hablaban del tren, se le oscurecía el cerebro de manera que jamás pudo entender lo que escuchaba.

    -Ello será alguna estucia del Gobierno -iba pensando-, que, como malo, es bien malo; pero tamién jaci obras del demonio. Y si no, no hay más que vel un puenti que anda ficiendo p'ahí abajo, no sé donde, que dicin que abril ojos y miral.

    El tío Tachuela llegó a la viña a las ocho y media. Era una mañana espléndida.

    -Por aquí se conoci que será por ondi roa esi demonio -dijo mirando con mucha atención los raíles de la solitaria vía-. Pues no; como corra como dicin, lo que es de aquí se escurrice, porque estos hierros no tienen asentaero bueno para aseguranza de las rueas.

    De repente, el tío Tachuela levantó la cabeza y se puso a escuchar, algo alarmado. Se oía un ruido lejano, continuo y sordo. No contaba el tío Tachuela con trenes extraordinarios; pero, sin embargo dijo:

    -Eso tie que sel el tren. Y luego icían que no venía jasta las cinco u las seis. Eja que me suba en la paré, no sea cuento que me pesqui y me jaga una tortilla esi mal bicho.

    Y subido en la tapia de la viña, siguió escuchando. El ruido continuaba simulando, sucesiva y lentamente, zumbar de viento en el bosque, fragor de trueno lejano, sorda amenaza de nube cargada de granizo destructor, redoble de mil tambores de guerra, rumor de río despeñado, y luego, rodar de hierro..., rodar de mucho hierro sobre más hierro..., y luego, estrépito de catástrofe que se echa encima de pronto..., y allá por la hendidura de la trinchera vecina, asomó una cosa inmensa y negra, como enorme cabezota de cetáceo, que venían resoplando, que echaba humo, que echaba chispas, que echaba ascuas...; y al salir de la trinchera dio un bufido de demonio, dos bufidos, tres bufidos y en seguida un silbido horripilante, dilacerante, de acento provocativo y audaz, como alarido salvaje de monstruo triunfador que viene pidiendo paso, pidiendo espacio...; y ante los ojos estáticos del tío de Villarino pasó el monstruo resonante, con el vientre sudoroso tendido sobre huesos y músculos de hierro resbalador, que arrastraban todo un mundo que corrió como visión de cinematógrafo por delante del labriego estupefacto: piñas de humanas cabezas, moles de negro carbón, montones inmensos de henchidos sacos de lona, más montones, todavía más montones..., y detrás, muchas cárceles de hierros, atestadas de pacíficos ganados, la piara baladora, la yeguada, los pastores... Y al tío Tachuela se le llenó el corazón de ternura mientras los veía pasar, porque eran cosas muy suyas, y las lágrimas le enturbiaron las pupilas... Y cuando todo aquel mundo estrepitoso y magnífico pasó, y en la próxima curva se iba hundiendo con marcha solemne y brava, el tío Tachuela sintió en toda su grandeza la maravilla de hierro que antes había maldecido, y la quiso saludar. Se atragantó. Buscó en vano las palabras, la fórmula vigorosa que pudiera descargarle de la emoción ahogadora del soberano espectáculo, y rompiendo por donde pudo, lleno de alientos el velludo pechazo generosote, miró hacia la curva próxima con ojos cargados de agua y gritó con infantil arrebato:

    -¡¡¡Viva el tren!!!

    Y acabó de desahogarse diciéndole al aire diáfano y a las brisas de las viñas:

    -¡Que jechen un tren ca y cuando por ampié de la nuestra iglesia, que allí está mi cortinal pa jaceli mucho sitio!





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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Mar 28 Dic 2021, 02:00

    Disparate

    La vaca, que estaba echada dio un inmenso resoplido quejumbroso, y el chotillo nació sobre la escarcha del valle. Eran las cinco de una mañana de enero crudo; una mañana cruel para los hombres, para los brutos, para los árboles... Todo mudo, todo helado, todo blanco. Se condensaba el aliento; el ambiente hería la piel.

    La vaca se levantó de repente y olfateó con avidez el informe saquillo membranoso que yacía inmóvil sobre la sábana de hielo. Lamió, lamió con codicia, con prisa, con ahínco, con ansia de calentura. Se estremecía, y no de frío, y con los ojos muy abiertos, relucientes, codiciosos, seguía lamiendo, lamiendo, prestando con el cálido aliento que salía como dos columnas de humo por las narices húmedas y dilatadas, calor suave, calor de madre, calor de fiebre creadora, calor de vida.

    Y delante de la tibia lengua áspera, cual si esta fuera cincel de artista sublime, fue surgiendo, fue surgiendo poco a poco la bellísima cabeza de un becerrillo tembloroso, húmedo y bello, no de bronce, no de mármol, como obra fría del arte, sino de carne palpitante, de sangre caliente, un pedazo de naturaleza viva para moverse en el mundo y alegrarlo...

    Y surgió el animalito enteramente a la vida, limpio, precioso, echado sobre la helada como estatuilla de oro sobre mármol, despertando en mi memoria varias remembranzas bíblicas de los tiempos de las locas idolatrías...






    INMENSA BELLEZA EN LA FOTOGRAFÍA DE UN ACTO SUBLIME: LA VIDA.


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    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN (1870-1905) - Página 8 Empty Re: JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN (1870-1905)

    Mensaje por Lluvia Abril Miér 29 Dic 2021, 01:02

    Gracias, Pascual y seguimos mostrando belleza.


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