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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 12 Dic 2021, 03:34

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    RELIGIOSAS




    La pedrada



    - III -

    Hoy, que con los hombres voy,
    viendo a Jesús padecer,
    interrogándome estoy:
    ¿Somos los hombres de hoy
    aquellos niños de ayer?




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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 12 Dic 2021, 03:45

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    RELIGIOSAS



    Desde el campo


    Luz ingrávida, hija blanca de la nada
    que te ciernes en los ámbitos del cielo;
    ancho círculo de brumas taciturnas,
    horizonte de los días cenicientos;
    negra sierra de grandeza inmensurable
    que te elevas como monstruo gigantesco
    con peana de boscosas montañuelas
    y corona de pináculos de hielo;
    valle ameno, rico nido de quietudes,
    melancólica vivienda del sosiego,
    donde apenas de la muerte y de la vida
    vagamente se perciben los linderos,
    que se borran en los diáfanos ambientes
    del reposo, de la paz y del silencio;
    sol que enciendes y dibujas con tu lumbre
    los ardientes mediodías soñolientos,
    las auroras con crepúsculos de nácar
    y las tardes con crepúsculos de fuego;
    soledades taciturnas de los páramos;
    compañía rumorosa de los pueblos...,
    por beber entre vosotros la existencia
    ha ya mucho que a estos sitios vine huyendo
    de la mágica ciudad artificiosa
    donde flota el oro puro junto al cieno,
    donde todo se discute con audacia,
    donde todo se ejecuta con estrépito.

    Tal vez bulla entre vosotros todavía
    una turba de sofistas embusteros
    que negaban a mi Dios con artificios
    fabricados en sus débiles cerebros.
    Con el agua de la charca a la cintura
    y en el alma la soberbia del infierno,
    revolvían los minúsculos tentáculos
    de sus mentes enfermizas en el cieno
    y buscaban... ¡lo que encuentran tantos hombres
    que con limpio corazón miran al cielo!
    ¡Qué grandeza la del Dios de mi creencia!
    Y los hombres que lo niegan, ¡qué pequeños!
    Solamente por amarle yo en sus obras
    he corrido a todas partes siempre inquieto.

    Yo he pasado largas noches en la selva,
    cabe el tronco perfumado del abeto,
    escuchando los rumores del torrente,
    y los trémulos bramidos de los ciervos,
    y el aullido plañidero de la loba,
    y las músicas errátiles del viento,
    y el insólito graznido de los cárabos,
    que parece carcajada del infierno.
    Yo he gozado en la salvaje serranía
    la frescura deleitante de los céfiros,
    y he dormido junto al tajo del abismo
    la embriaguez que le producen al cerebro
    los olores resinosos de las jaras,
    los selváticos aromas de los brezos
    y la hipnótica visión de las alturas
    que me hundía en las regiones de los vértigos.
    Yo he bebido en los recónditos aguajes
    de las corzas amarillas y los ciervos,
    y he matado a puñaladas en el coto
    al arisco jabalí, sañudo y fiero.
    Yo he bogado en un madero por el río,
    y he corrido con un potro por los cerros,
    y he plantado en el peñasco la buitrera
    y he arrojado los harpones en el piélago.

    Contemplando la armonía de la vida
    bajo el ancho cortinaje de los cielos,
    yo he pasado las de agosto noches puras
    y las negras noches lóbregas de invierno
    en la cumbre de colinas virgilianas
    o en la choza de lentiscos del cabrero,
    o en las húmedas umbrías de los montes
    bajo el palio de follaje de los quéjigos.
    Y han henchido mis pulmones con sus ráfagas
    el de mayo, delicioso ambiente fresco,
    el solano bochornoso del estío
    y el de enero flagelante duro cierzo.

    A las puertas de los antros de las fieras
    los impulsos violentísimos del miedo
    me han llevado a guarecerme, acobardado
    por la ronca fragorosa voz del trueno
    que botaba en las gargantas de la sierra
    y mugía en los abismos de los cielos.

    Y encajado como mísera alimaña
    en la grieta del peñasco gigantesco,
    he sentido la grandeza de lo grande
    y he llorado la ruindad de lo pequeño.

    Y en la sierra, y en el monte, y en el valle,
    y en el río, y en el antro, y en el piélago,
    dondequiera que mis ojos se posaron,
    dondequiera que mis pies me condujeron,
    me decían: -¿Ves a Dios? -Todas las cosas,
    y mi espíritu decía: -Sí, lo veo.

    -¿Y confiesas? -Y confieso. -¿Y amas? -Y amo.
    -¿Y en tu Dios esperarás? -En Él espero.

    ¡Cuantas veces he llorado la miseria
    de la turba dislocada de perversos
    que en la mágica ciudad artificiosa
    injuriaban a mi Dios sin conocerlo!
    Si es verdad que no lo encuentran, aturdidos
    de la mágica ciudad por el estruendo,
    que se vengan a admirarlo aquí en sus obras,
    que se vengan a adorarlo en sus efectos,
    en el seno de esta gran Naturaleza
    donde es grande por su esencia lo pequeño;
    donde, hablándonos de Dios todas las cosas,
    al revés de la ciudad de los estruendos,
    lo soberbio dice menos que lo humilde,
    el reposo dice más que el movimiento,
    las palabras hablan menos que el movimiento,
    las palabras hablan menos que los ruidos,
    y los ruidos dicen menos que el silencio...




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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Dom 12 Dic 2021, 05:42

    "Estaba amaneciendo. En los espacios
    del mundo sideral ya se borraban
    las últimas estrellas que aún brillaban
    como débiles chispas de topacios.

    Nada alteraba el general reposo
    del mundo en la extensión de sombras llena
    ni turbaba un acento rumoroso
    el solemne silencio religioso
    de la noche serena...

    Mansa, indecisa, vaga todavía
    la luz matutinal ya despuntaba,
    y en trémulos fulgores envolvía
    un paisaje de abril que se esfumaba
    en la vaga y borrosa lejanía.

    Iba a salir el sol. El horizonte
    de luz amarillenta se teñía,
    y de rumores se llenaba el monte
    y el valle se poblaba de armonía:
    y en el oscuro monte rumoroso,
    surgiendo acompasada,
    se iniciaba la intensa melodía
    del sublime y grandioso
    preludio musical de la alborada.

    Iba a salir el sol. Lo presentía
    la gran Naturaleza,
    que en el sereno despertar del día,
    espléndida, sublime en su grandeza,
    y henchida de vigor se estremecía.

    El soberano toque misterioso
    de la mano de Dios la despertaba,
    y a su sereno despertar grandioso,
    con vigor portentoso,
    la vida universal se reanimaba.

    De su jugo vital iban a henchirse
    los gérmenes hundidos en la sombra;
    al beso de la luz iban a abrirse
    los cálices plegados de las flores
    que al valle dan alfombra
    y a las brisas suavísimos olores;
    la tropa peregrina
    de pájaros cantores, aún dormidos,
    iba a cantar su estrofa matutina
    al posarse en los bordes de sus nidos
    la del radiante sol, luz argentina;
    y las errantes brisas olorosas,
    las frondas rumorosas,
    las aguas transparentes
    de los ríos, los lagos y las fuentes,
    los cerros de la sierra...
    ¡Todo cuanto en la tierra
    produce, con acentos diferentes,
    trino, ruido, voz, eco o lamento
    al sentir ya cercana
    la luz del astro, que preside el día,
    preludiaba con su gárrula armonía
    el himno enunciador de la mañana!"



    Aunque nunca fui muy muy religioso - pese al primer poema que me aprendí- creo que se apreciar la belleza. Y aquí hay BELLEZA MAYÚSCULA. Gracias, Lluvia.


    Besos.


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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 13 Dic 2021, 01:05

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    RELIGIOSAS




    Del charrete al baturrico



    Baturrico, baturrico,
    yo te digo la verdad,
    que soy también un baturro
    de castellano lugar
    y los hermanos no engañan
    a sus hermanos jamás.

    No apartes nunca tus ojos
    de ese adorable Pilar,
    que si los tiempos que corren
    no hubiesen medido ya
    lo fuerte que es una Reina,
    que tiene un pueblo leal,
    ya hubieran ido royendo
    con diente frío y tenaz
    los basamentos innobles
    del bendito pedestal
    donde la madre de España
    quiso su trono asentar.

    ¡Bien en el cielo sabían
    que en esta Patria inmortal
    vivir con aragoneses
    es vivir con lealtad!

    Pero mira, baturrico,
    mira que el genio del mal
    anda agotando las fuentes
    que quedan sin agotar,
    las fuentecitas que manan
    agüicas como cristal
    para que puedan los hombres
    la sed del alma apagar.

    Y si estas fuentes se agotan,
    los frutos se secarán
    y va a quedarse la vida
    como fructífero erial...

    Mira, mira, baturrico,
    cómo quitándole van
    a muchos hermanos nuestros
    lo que ellos amaban más:
    su rica fe vigorosa,
    su instinto del ideal,
    sus viejas virtudes sanas,
    sus amores..., ¡su Pilar!...

    En ese de Zaragoza
    bien sé que se estrellarán
    con ira estéril las alas
    del negro espíritu audaz;
    que es la savia de ese árbol
    sangre de gente leal,
    y la red de sus raíces
    tan lejos llega a arraigar,
    que no es solo red de arterias
    del corazón nacional,
    sino de toda la Patria,
    que vive de él a compás.

    ¡Pobre español, si lo hubiese,
    que de su infancia en la edad
    no oyó en su casa plegarias
    a la Virgen del Pilar!

    Baturrico, baturrico,
    yo te diré la verdad,
    que a mis hermanos los charros
    se la he predicado ya,
    ¡y ay de mis charros queridos
    si la llegan a olvidar!

    De todo aquel patrimonio,
    de todo el rico caudal
    de nuestros tesoros viejo
    nos queda uno solo ya:
    nos queda la fe en el alma,
    la savia del ideal;
    ¡nos queda Dios en el Cielo,
    y en Zaragoza, el Pilar!

    Y quíteme Dios la vida
    antes del día fatal
    en que con tristes clamores
    tuviera yo que clamar:
    -¡Ay de mis charros queridos,
    que al Cielo no miran ya!
    ¡Ay de mis buenos baturros
    que ya no tienen Pilar!


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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 13 Dic 2021, 01:07

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    RELIGIOSAS




    La virgen de la Montaña


    A mi querido amigo el virtuoso sacerdote don Germán Fernández.


    - I -


    Era un día quejumbroso de diciembre ceniciento
    cuando yo subí la cuesta de la mística mansión:
    el que aquella cuesta sube con angustias de sediento,
    baja rico de frescuras el ardiente corazón.

    Era un día de diciembre. La ciudad estaba muerta
    sobre el árido repecho calvo y frío del erial;
    la ciudad estaba muda, la ciudad estaba yerta
    sobre el yermo fustigado por el hálito invernal.

    Los palacios y las torres de los viejos hombres idos
    en el carro de los tiempos de las glorias y el honor,
    dormitaban indolentes, indolentemente hundidos
    de seniles impotencias en el lánguido sopor.

    Era un día de infinitas y secretas amarguras
    que a las almas resignadas se complacen en probar;
    me apretaban las entrañas melancólicas ternuras
    y membranzas dolorosas de los hijos y el hogar.

    Me caían en la frente doloridos pensamientos
    de esta trágica y oculta mansa pena de vivir;
    me pesaban en el alma los mortales desalientos
    de las pobres almas mudas, fatigadas de sentir.

    Arrancaban de mi pecho melancolías piedades
    y santísimos desdenes de confeso pecador;
    la grotesca danza loca de las locas vanidades
    que los hombres arrastramos de la fama en derredor.

    Las ridículas miserias del orgullo pendenciero,
    las efímeras victorias de los hombres del placer,
    las groseras presunciones de los hombres del dinero,
    las grotescas arrogancias de los hombres del poder...

    Todo el mundo de las grandes epilépticas demencias,
    todo el mundo de infortunios de la pobre Humanidad,
    todo el mundo quejumbroso de mis íntimas dolencias
    me pesaban en el alma con gigante gravedad.

    Era un día de amarguras cuando yo subí la cuesta
    de la alegre montañuela que veía yo a mis pies
    desde aquella blanca ermita que asentaron en su cresta
    como nidos de palomas en pimpollo de ciprés.

    Como sábanas inmensas de longuísimos desiertos
    se extendían, dominados por los brazos de la Cruz,
    horizontes infinitos, infinitamente abiertos
    al abrazo de los cielos y a los besos de la luz;

    horizontes que pusieron en las niñas de mis ojos
    la visión de la desnuda muda tierra en que nací;
    tierras verdes de las siembras, tierras blancas de rastrojos,
    tierras grises de barbechos... ¡Patria mía, yo te vi!

    Me trajeron tu memoria las espléndidas anchuras
    de las tierras y los cielos que se llegan a besar;
    las severas desnudeces de las áridas llanuras,
    las gigantes majestades de su grave reposar...

    Y una pena que atraviesa por la médula del alma,
    una pena que mi lengua nunca supo definir,
    me invadió para robarme la serena augusta calma
    que refrena, que preside los espasmos del sentir.

    Pero a mí cuando la pena con su látigo me azota
    no me arranca ni un lamento de grosera indignación;
    por la misma herida abierta que caliente sangre brota,
    brota el bálsamo tranquilo de la fe del corazón.

    Y por eso cuando siento que rugiendo se adelanta
    la borrasca detonante que me quiere aniquilar,
    ni su rayo me acobarda, ni su estrépito me espanta
    porque sé dónde arriarme, porque sé dónde mirar.

    ¡Madre mía, madre mía! Cuando aquella tarde brava
    yo subía por la cuesta de tu mística mansión,
    como el látigo del viento que la cara me cruzaba,
    flagelaba el de la pena mi sensible corazón,

    y por eso te miraba con aquella que conoces
    tan recóndita mirada que te sé yo dirigir
    cuando inician en mi pecho sus asaltos más feroces
    las nostalgias taciturnas que me suelen afligir.

    ¡Madre mía!... Me contaron unos buenos caballeros,
    moradores de tu hidalga y amadísima ciudad,
    que son tuyos sus amores, y son suyos tus veneros
    copiosísimos y santos de graciosa caridad:

    me contaron episodios de la bella historia tuya,
    dulcemente convivida con tu amante pueblo fiel;
    me dijeron que era tuyo; me dijeron que eras suya,
    que te daban bellas flores, que les dabas rica miel,

    que el que suba aquella cuesta y en el pecho lleve agravios,
    turbias aguas en los ojos y en los hombros dura cruz,
    baja alegre sin la carga, con dulzuras en los labios,
    con amores en el pecho y en los ojos mucha luz.

    ¡Madre mía, lo he gozado! Los dulcísimos instantes
    que mis penas me tuvieron de rodillas ante Ti
    fueron siglos de exquisitas dulcedumbres deleitantes
    que los ríos de tus gracias derramaron sobre mí.

    Y el oscuro peregrino que la cuesta de tu ermita
    como cuesta de un calvario rendidísimo subió
    con la carga de miserias que en los hombres deposita
    la ceguera de una vida que entre polvo se vivió,

    descendió de tu montaña con los ojos empapados
    en aquella luz que hiende las negruras del morir,
    y el espíritu sereno de los hombres resignados
    que sonríen santamente con la pena de vivir.

    ¡Madre mía!, si esas mieles has tenido en tus veneros,
    para el labio de un andante caballero de la fe,
    ¿qué tendrás en tu tesoro para aquellos caballeros
    del hidalgo pueblo noble que es alfombra de tu pie?



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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 13 Dic 2021, 01:07

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    RELIGIOSAS




    La virgen de la Montaña


    A mi querido amigo el virtuoso sacerdote don Germán Fernández.



    - II -


    Bellísima cacereña,
    hija del sol que te baña:
    ¡la Virgen de la Montaña
    te guarde, niña trigueña!

    Te habrán dicho los espejos
    que son tus labios muy rojos,
    que son muy negros tus ojos,
    que fuego son tus reflejos,

    que son tus trenzas dos lindas
    cadenas de amor ardientes,
    que son perlitas tus dientes
    y tus mejillas son guindas.

    Te habrá dicho ese indiscreto
    cortesano de mujeres
    todo lo hermosa que eres,
    porque él no guarda un secreto.

    Y un funesto genio alado,
    sátiro, flaco y viscoso,
    murciélago tenebroso,
    tras los espejos posado,

    te habrá cantado: «¡Oh mujer!,
    ¿qué reina Venus mejor
    para la corte de amor
    donde el rey es el placer?»

    Y yo que te adoro tanto;
    yo que te quiero más bella
    que la loca reina aquella,
    de esta manera te canto:

    ¡Qué angelical ermitaña
    tuviera en ti, cacereña,
    para su ermita risueña
    la Virgen de la Montaña!

    ¿Ves la poética ermita
    que irradia blancos reflejos?
    Pues no la busques más lejos,
    que allí la belleza habita.

    Linda garza y ribereña:
    levanta el gallardo vuelo,
    que estás más cerca del cielo
    posada en aquella peña.

    Vive tu propio vivir,
    deja del valle la hondura,
    que si alas te dio Natura
    te las dio para subir.

    Sube a la mística loma,
    que no hay mansión deleitable
    más llena de paz amable
    que el nido de una paloma.

    Sube, que yo, cuando subes
    por ese atajo risueño,
    gentil alondra te sueño,
    que va a cantar a las nubes.

    Sube, preciosa ermitaña,
    que algo que no da Natura
    se lo dará a tu hermosura
    la Virgen de la Montaña.

    Que aunque el espejo te cuente
    que son tus labios muy rojos,
    que son muy negros tus ojos
    y que es divina tu frente,

    nunca, con ruda franqueza
    de amigo que se delata,
    te dirá que él no retrata
    lo mejor de la belleza.

    Yo puedo darte un consejo,
    pues digo verdad si digo
    que soy más honrado amigo
    que el sátiro y el espejo,

    y sé mejor que los dos
    cuáles son las más graciosas,
    cuáles las más bellas cosas
    que puso en el mundo Dios.

    ¿No sabes que los poetas
    vivimos siempre cantando,
    de la belleza buscando,
    siempre las claves secretas?

    ¿Y no sabes tú, paloma,
    que no nos placen las flores
    ricas en vivos colores
    y pobres en rico aroma?

    ¡Pues sube, linda ermitaña,
    que algo que no da Natura
    se lo dará a tu hermosura
    la Virgen de la Montaña!

    Todos los años, estrella,
    sé que subís a su ermita
    y le hacéis una visita
    tú y la primavera bella,

    y yo, que vivo buscando
    bellas cosas que cantar,
    tal visita al recordar
    suelo decir suspirando:

    ¡Será un cielo aquella sierra
    cuando, levantando el vuelo,
    visiten a la del cielo
    las vírgenes de la tierra!...




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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 13 Dic 2021, 01:09

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    RELIGIOSAS




    Almas


    (En la muerte del Padre Camara)
                                       
     Yo de un alma de luz estuve asido,
    luz de su luz para mi fe tomando;
    pero Dios, que la estaba iluminando,
    veló la luz bajo crespón tupido.

      Tanto sentí, que sollocé dormido,
    y dentro de mi sueño despertando,
    vi que el alma del justo iba bogando
    por el espacio ante el Señor tendido.

      Y, faro bienhechor, polar estrella,
    la mística doctora del Carmelo,
    desde una celosía de la Gloria,

      «¡Ven! ¡Ven!», le dijo, ¡y la elevó hasta ella!
    Entraron las dos almas en el cielo
    y un nuevo sol brilló en el de la Historia.


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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 13 Dic 2021, 01:11

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    RELIGIOSAS



    Soledad


    - I -


    Ciego que ayer no lo fuera
    sufre más negra ceguera
    que el que en la sombra ha nacido.
    Triste que ayer no lo era
    dos veces hondo ha caído.

    Yo un día -¡lejano día!-
    gocé de la compañía
    de mis placeres mejores;
    yo bebí de la ambrosía
    del amor de mis amores;

    yo gusté la miel sabrosa
    de un vivir feliz, sereno,
    lleno de fe sustanciosa...
    puro vivir, todo lleno
    de grandeza religiosa...

    Pan el trabajo me daba,
    la paz me lo equilibraba,
    la fe me lo dirigía,
    el amor me lo alegraba
    y Dios me lo bendecía...

    ¡Santo vivir cuya historia
    como una reliquia encierra
    la llave de mi memoria!
    ¡Era lo que hay en la tierra
    más parecido a la gloria!

    Y otro día -¡turbio día!-,
    la misma mano que el cielo
    de mis venturas teñía
    con luz de rosa que un velo
    de eterna aurora fingía,

    trajo nubes por Oriente,
    vibró el relámpago ardiente
    con cárdenos resplandores...
    ¡y el rayo cayó en la frente
    del amor de mis amores!

    Y he sentido en torno mío
    las tinieblas del vacío
    con sus hondas ansiedades,
    y he sentido todo el frío
    de las grandes soledades...

    Y he gritado en la arenosa
    solitaria inmensidad
    con ronca voz clamorosa:
    ¡No hay soledad dolorosa
    como esta mi soledad!


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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 13 Dic 2021, 01:12

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    RELIGIOSAS



    Soledad


    - II -


    Una noche, una doliente
    noche de angustia empapada,
    noche de místico ambiente,
    que tenía el peso ingente
    de la culpa consumada...,

    una noche religiosa,
    fúnebremente sentida,
    místicamente radiosa,
    hondamente entristecida
    y ardientemente amorosa...,

    muchedumbre de creyentes
    doloridos, reverentes,
    apiñados, silenciosos,
    bajas las pálidas frentes,
    turbios los ojos llorosos,

    llevaban, triste, adelante
    del cortejo entristecido,
    la imagen interesante
    de la Madre más amante
    del hijo más dolorido.

    La miré con alma llena
    de luz y calor de fe;
    la vi sola, la vi buena,
    y al abismo de su pena
    con el alma me asomé.

    ¡Gran Dios! Tan honda y oscura
    la sima de la amargura
    mi sentimiento entrevió,
    que el vértigo de la hondura
    mi mente desvaneció.

    Y así me dijo el sentido:
    -Ésa no es extraña humana
    que humano amor ha perdido:
    ¡es la Virgen soberana
    que Madre de un Dios ha sido!

    Lo dio por la pecadora
    loca y ciega Humanidad...
    El Mártir ha muerto ahora...
    ¡la Madre de Cristo llora,
    sin Cristo, su soledad!

    Si siempre ha sido el amor
    la medida del dolor,
    di, pecador, ¿dónde has visto
    duelo de madre mayor
    que el de la Madre de Cristo?



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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 13 Dic 2021, 01:13

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    RELIGIOSAS



    Soledad


    - III -


    ¡Madre mía, débil fui!
    Por no ver el hondo abismo
    de tu dolor ante mí,
    miré dentro de mí mismo,
    y ante otro abismo me vi.

    El abismo hondo y oscuro
    del pecado más odioso
    de este corazón impuro,
    que es ingrato y veleidoso,
    loco y ciego, torpe y duro.

    ¡Dulce estrella matutina!
    ¡Virgen de la Soledad!
    ¡Yo también puse una espina
    sobre la frente divina
    del Sol de la Humanidad!

    Si Madre de Dios no fueras,
    ¿cómo el crimen perdonaras,
    ni en mis lágrimas creyeras,
    ni al Hijo por mí rogaras?

    ¡Madre mía, madre mía!
    Llorando yo soledades
    que eran como una agonía,
    dije que nadie sufría
    tan horrendas ansiedades.

    Y hoy, que, al ver tu duelo santo,
    vislumbré, anegado en llanto,
    un punto de tu grandeza,
    me han causado igual espanto
    tu dolor y mi flaqueza.

    ¡Dolorida gran Señora!,
    tu soledad, ¡ay!, ha sido
    la segunda redentora
    de este corazón herido
    que en tu soledad te adora.



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    Mensaje por Lluvia Abril Miér 15 Dic 2021, 00:56

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    RELIGIOSAS



    Fe


    - I -


    ¡Señor! ¡Mi patria llora!
    La apartaron, ¡oh Dios!, de tus caminos,
    y ciega hacia el abismo corre ahora
    la del mundo de ayer reina y señora
    de gloriosos destinos.

    Hijos desatentados,
    que ya la vieron sin pudor vencida,
    la arrastran por atajos ignorados...
    ¡Señor, que va perdida!
    ¡Que no lleva en su pecho la encendida
    luz de tu Fe que alumbre su carrera!
    ¡Que no lleva el apoyo de tu mano!
    ¡Que no lleva la Cruz en la bandera
    ni en los labios tu nombre soberano!
    ¡Señor! ¡Mi patria llora!
    ¿Y quién no llorará como ella ahora
    tremendas desventuras,
    si fuera de tus vías
    sólo hay horribles soledades frías,
    lágrimas y negruras?

    ¿Quién que de Ti se aleje
    camina en derechura a la grandeza?
    ¿Ni quién que a Ti te deje
    su brazo puede armar de fortaleza?

    Solamente unos pocos pervertidos,
    hijos envanecidos
    de esa Madre fecunda de creyentes
    pretenden, imprudentes,
    alejarla de Ti: son insensatos;
    olvidan tus favores: son ingratos,
    desprecian tu poder: están dementes.

    Pero la patria mía,
    por Ti feliz y poderosa un día,
    siempre te ve, Señor, como a quien eres,
    y en Ti, gran Dios, en Ti solo confía;
    que es grande quien Tú quieres,
    fuerte quien tiene tu segura guía,
    sabio quien te conoce,
    ¡y feliz quien te sirva y quien te goce!

    ¡Señor! ¡Mi Patria llora!
    Ebria, desoladora,
    la frenética turba parricida
    la lleva a los abismos arrastrada,
    la lleva empobrecida...,
    ¡la lleva deshonrada!...

    ¡Alza, Señor, tu brazo justiciero,
    y sobre ellos descarga el golpe fiero,
    vengador de sus ciegos desvaríos!...
    ¡No son hermanos míos
    ni hijos tuyos, Señor! ¡Son gente impía!
    ¡Son asesinos de la patria mía!



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    Mensaje por Lluvia Abril Miér 15 Dic 2021, 00:56

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    RELIGIOSAS



    Fe



    - II -
    ¡Señor, Señor; deténte!
    ¡No hagas caer sobre la impura gente
    el rudo golpe grave
    de la iracunda mano justiciera,
    sino el toque süave
    de la mano que funde y regenera!

    Y a Ti ya convertidos,
    los hijos ciegos a tu amor perdidos,
    aplaca tus enojos,
    la noche ahuyenta, enciéndenos el día
    y pon de nuevo tus divinos ojos
    en los destinos de la patria mía.

    ¿No es ella la que hiciera
    con los lemas sagrados
    de la Cruz y el honor una bandera?
    ¿La que tantos a Ti restituyera
    pueblos ignotos de tu fe apartados,
    que con sangre de intrépidos soldados
    y con sangre de santos redimiera?

    ¿Y Tú no eres el Dios Omnipotente
    que quitas o derramas con largueza
    gloria y poder entre la humana gente?

    ¿No eres prístina fuente
    de donde ha de venir toda grandeza?
    ¿No eres origen, pedestal ingente
    de toda fortaleza?

    ¿No es toda humana gloria
    dádiva generosa de tu mano?
    ¿No viene la victoria
    delante de tu soplo soberano?

    ¡Señor, oye los ruegos
    que ya te elevan los hermanos míos!
    ¡Ya ven, ya ven los ciegos!
    ¡Ya rezan los impíos!
    ¡Ya el soberbio impotente
    hunde en el polvo, ante tus pies, la frente!
    ¡Ya el demente blasfemo, arrepentido,
    cubre su rostro, el pecho se golpea
    y clama compungido:
    «¡Alabado el Señor; bendito sea!»

    Y los justos te aclaman,
    alzando a Ti los brazos, y te llaman;
    y porque España sólo en Ti confía,
    al unísono claman
    todos los hijos de la Patria mía:

    ¡Salva a España, Señor; enciende el día
    que ponga fin a abatimiento tanto!
    ¡Tú, Señor de la vida o de la muerte!
    ¡Tú, Dios de Sabahot, tres veces Santo,
    tres veces Inmortal, tres veces Fuerte!...


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    Mensaje por Lluvia Abril Miér 15 Dic 2021, 00:58

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    RELIGIOSAS



    Ciegos


    - I -


    No le dieron el cetro la intriga,
    ni la torpe ambición, ni el engaño,
    ni la sangre que vierten los hombres
    que se roban el oro y el mando.
    Dios los puso de todos los tronos
    en el trono más puro y más alto,
    y subió como siervo que sube
    con al cruz del deber al Calvario.
    ¡Y subió con el santo derecho
    del Príncipe santo,
    sin las náuseas del odio en el alma,
    sin la mueca del triunfo en los labios,
    sin mancha en la frente,
    sin sangre en las manos!...
    Era el trono, entre Dios y los hombres,
    dulcísimo lazo,
    pararrayos divino del mundo,
    concordia entre hermanos,
    faro en las tinieblas,
    orden en el caos.

    Y el Ungido miraba a sus hijos,
    y lloraba de amor al mirarlos...,
    ¡tan débiles todos!...,
    ¡todos tan amados!...

    Y tornaba los ojos al cielo,
    y alzaba los brazos,
    y del cielo a raudales caían,
    al subir la oración de sus labios,
    luces en su mente,
    bienes en sus manos...
    y en la grada más alta del trono,
    mirando hacia abajo,
    temblando de amores,
    de amores llorando...,
    soberano, radiante, divino,
    sublime, inspirado,
    como blanca visión de los cielos,
    como Padre de amores avaro,
    que a sus hijos quisiera traerles
    la gloria en pedazos...,
    dulce, generoso,
    solemne, magnánimo,
    derramaba la luz de su mente
    y el bien de sus manos,
    inundando de efluvios de cielo,
    del mundo los ámbitos.



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    Mensaje por Lluvia Abril Miér 15 Dic 2021, 00:59

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    RELIGIOSAS



    Ciegos



    - II -


    ¡Se resiste la mente a creerlo!
    ¡Se resiste la lira a cantarlo!
    La legión de los hombres impíos,
    la legión de los hijos ingratos,
    ante el trono del Príncipe justo,
    del Príncipe sabio,
    ante el trono del Padre amoroso,
    del Padre injuriado,
    congregados por vientos de abismos,
    rugieron, gritaron...
    ¡Lo mismo que aquellos
    que escuchaba el cobarde Pilatos!
    Y rodó la corona del justo,
    y a la cárcel al justo llevaron,
    ¡y vive en la cárcel, por ellos gimiendo,
    por todos orando!

    ¡Se resiste a creerlo la mente!
    ¡Se resiste la lira a cantarlo!
    Y una sola cuerda,
    que responde al pulsarla mi mano,
    solo quiere cantar esta estrofa,
    que repite con ecos airados:
    «¡Ay de los impíos!
    ¡Ay de los ingratos
    que coronan de agudas espinas
    las sienes de un santo,
    la frente de un Padre,
    la cabeza de un débil anciano!...»





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    Mensaje por Lluvia Abril Miér 15 Dic 2021, 01:00

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    RELIGIOSAS



    Las sequías


    Después de larga sequía
    que atormentara los campos,
    copiosas y frescas lluvias
    los bañaron.

    Y agua tomaron las fuentes
    y agua embebieron los surcos,
    y se alegraron las flores
    y los frutos.

    Y esta oración insensata
    mis labios al Cielo alzaron,
    torpe rosario imprudente
    de mis labios:

    «¡Señor que riges el mundo
    con paternal Providencia,
    que abarcas los anchos cielos
    y la tierra!

    ¡Señor que pintas los lirios,
    y haces puras las palomas,
    y los ocasos serenos
    arrebolas,

    y vivificas los gérmenes
    y cuidas los libres pájaros,
    y llenas de luz radiosa
    los espacios!

    Eres, Señor, más piadoso
    con esta tierra agostada
    que con los secos eriales
    de las almas.

    Cuando la tierra que hollamos
    los rayos del sol calcinan,
    con lluvias consoladoras
    la reanimas.

    Pero jamás a las almas
    que se marchitan sedientas
    con rocíos de ideales
    las refrescas.

    ¡Señor! ¿Por qué más piadoso
    con esta tierra liviana
    que con los páramos muertos
    de las almas?»

    Y dentro de mi conciencia,
    que oyó mi clamor impío,
    sonó una voz poderosa
    que me dijo:

    «Al beso del sol fecundo,
    la tierra hacia el Cielo exhala
    los ricos jugos que encierran
    sus entrañas;

    y el Cielo que los absorbe,
    los cuaja en frescos rocíos
    y en lluvias se los devuelve
    convertidos.

    Pero las almas ingratas
    que en hálitos de oraciones
    al alto Cielo no elevan
    Fe y amores,

    no esperen que el alto Cielo
    la sed que las mata apague
    con amorosos rocíos
    de ideales...»




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    Mensaje por Lluvia Abril Miér 15 Dic 2021, 01:01

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    RELIGIOSAS




    Alegórica



    Pajarillos con alas doradas,
    que en las ramas del árbol bendito
    suspendidos de hilillos de oro,
    tenéis vuestros nidos...
    ¡Mirad hacia abajo,
    mirad con cariño!

    Pajarillos con alas de pluma,
    que debajo del árbol bendito
    vuestros nidos tenéis en el suelo
    cuajados de frío...,
    ¡mirad hacia arriba
    y esperad tranquilos!

    Pajarillos dorados de arriba:
    de las plumas calientes del nido,
    de los frutos del árbol sagrado
    cargad los piquillos,
    tended esas alas,
    cortad esos hilos...

    Pajarillos humildes del suelo,
    ya va el sol a templar vuestros nidos,
    ya el amor va a bajar a buscaros;
    abrid los piquitos,
    tended las alillas,
    estad prevenidos...

    Descended ya vosotros del árbol,
    elevaos vosotros y uníos,
    y en los aires os dais un abrazo,
    juntáis los piquitos,
    rozáis vuestras alas.
    unís los pechillos...

    Y bajaron amables los unos,
    y subieron los otros sumisos,
    y después de besarse en los aires
    volaron unidos...
    ¡Todos eran unos!
    ¡Todos pajarillos!
    ..................................................

    ¡Que se calle ese sabio parlante,
    que los males del mundo afligido
    no se curan con esos discursos
    hinchados y fríos...
    ¡Se curan con besos,
    con besos de niño!

    Los que nazcan en camas de oro
    que se acuerden de sus hermanitos.
    Los que nazcan en cunas de paja
    que sufran sumisos,
    porque Aquel que nació en el pesebre
    también tuvo frío...


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    Mensaje por Lluvia Abril Jue 16 Dic 2021, 00:49

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    RELIGIOSAS




    Vamos a esperarlos



    ¡Dichosos los niños
    que tienen caballo,
    que es tener la dicha
    de ser Reyes Magos!
    ¡Dichoso vosotros
    que vais a esperarlos,
    pues por tantos Reyes
    seréis visitados!

    Ya vienen, ya llegan...
    ¡Y cuántos! ¡Y cuántos!
    ¿Cómo habrá en Oriente
    tierras y vasallos,
    mantos y coronas,
    tronos para tantos?
    ¡Qué trajes tan ricos!
    ¡Qué hermosos caballos!
    ¡Y qué pequeñuelos
    estos Reyes Magos!
    ¿Pequeños he dicho?
    Pues dije un pecado;
    ¡no hay Reyes más grandes
    que esos de ocho años!
    No traen escuadrones
    de bravos soldados,
    ni orgullo en el pecho,
    ni sangre en las manos,
    ni órdenes terribles
    brotan de sus labios,
    ni al de la victoria
    trepidante carro
    míseros vencidos
    traen encadenados.
    Soldados de plomo,
    risas en los labios,
    amor en el pecho,
    dulces en las manos...
    ¡Eso es lo que traen
    estos Reyes Magos
    que se dieron cita
    para conquistarnos!
    De Oriente vinieron,
    vinieron mandados
    por aquel Rey Niño
    que a los hombres malos
    con el arma sola
    de Amor ha ganado.
    ¡Esos son los Reyes
    que tendrán vasallos
    como el mar arenas,
    y la selva ramos,
    y estrellas los cielos
    y espigas los campos!
    ¡Vamos con vosotros,
    vamos a esperarlos!
    Todos esos Reyes
    de otro son vasallos,
    de otro que les manda
    que vengan a daros
    dulces y juguetes,
    y besos y abrazos.
    ¡Que vengan, que vengan,
    que van a enseñarnos
    que ellos y vosotros
    de Amor sois vasallos,
    ¡vasallos de Cristo,
    que es de Amor dechado!

    ¡Dichosos los niños
    que tienen caballo,
    que es tener la dicha
    de ser Reyes Magos!
    ¡Dichosos vosotros,
    que vais a esperarlos,
    que es ir a un convite
    de dulces y abrazos!



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    Mensaje por Lluvia Abril Jue 16 Dic 2021, 00:50

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    RELIGIOSAS




    El catecismo


    La fiesta de la Doctrina
    no es una efímera fiesta;
    es una hermosa protesta
    de la piedad salmantina.

    La Salamanca de ahora
    infunde en la de mañana
    la rica savia cristiana,
    del mundo liberadora.

    Recíbela en su conciencia
    la Salamanca futura,
    que al sol de la fe más pura
    toma briosa existencia;

    y a la lucha del abismo
    con la luz acude armada,
    pero no con una espada,
    sino con un Catecismo,

    con una Ley redentora
    que ha de ser el estandarte
    que corone el baluarte
    de nuestra Fe Salvadora.

    ¡Ley de Cristo: tú fecundas,
    fortaleces, purificas,
    acrisolas, glorificas
    y de paz el mundo inundas!

    ¡Ley de Cristo: tú ennobleces,
    sanas los entendimientos,
    sublimas los sentimientos
    y la Patria robusteces!

    De tu luz divina en pos
    seguro va el que camina,
    porque todo se ilumina
    con el Código de Dios.

    En ti por Cristo nacimos
    y a Cristo en ti confesamos.
    ¡Ley de Cristo: te acatamos!
    ¡Ley de Cristo: te seguimos!

    Nuestro cristiano nacer
    traiga el cristiano vivir;
    nuestro cristiano morir
    como el vivir ha de ser.

    Tal será nuestra existencia
    ¡divino Código viejo!:
    tu letra, en la inteligencia;
    tu sentido, en la conciencia,
    y en las obras tu reflejo.




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    Mensaje por Lluvia Abril Vie 17 Dic 2021, 01:14

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    RELIGIOSAS




    En todas partes


    En los montes de encinas seculares
    donde toda raíz profunda arraiga
    donde tronco es columna inconmovible
    y brazo de gigante toda rama;

    allí donde en la vida se suceden,
    cual recordando lo que nunca acaba,
    el estallido de la yema nueva
    y el caer funeral de la hojarasca;
    allí, Señor, del tiempo
    te siento Eterno el alma.

    Con las pupilas y la mente hundidas
    en los espacios de las noches claras;
    en las orillas de los mares hondos
    con el oído abierto a la borrasca;
    junto a la base de la oscura sierra,
    mirando el risco de las crestas ásperas;
    sobre el perfil de la montaña ingente,
    mirando el mundo de las tierras bajas,
    allí, Señor del mundo,
    te siente Grande el alma.

    De la pradera en el riente suelo
    pintado de violetas y gamarzas;
    en el fogoso amanecer de oro
    y en el sereno amanecer de plata;

    oyendo al ave que cantando sube
    y al regatuelo que rezando baja;
    con una rosa cerca de los ojos
    y un ruido de aire que entre frondas pasa,
    así, por el sentido,
    te siente Bueno el alma.

    Y de ese insecto en los flexibles élitros,
    y de esa fiera en las agudas garras,
    y en esa escarcha que la tierra hiela,
    y en ese rayo que el ambiente abrasa,
    en ese sol incubador de vida,
    en esa lluvia que mis surcos baña,
    en esa brisa que fecundo polen
    lleva en la punta de sus leves alas,
    te siente Providente,
    te siente Sabio el alma.

    Sobre la peña del erial hirsuto
    paladeando hieles las entrañas;
    bajo la hiedra de heredado huerto
    saboreando amores o esperanzas;

    revolcando mis carnes sobre abrojos
    cuando me acusa la conciencia airada
    o en mi lecho campestre de tomillos
    cantando paz de honrado patriarca,
    allí, Padre del hombre,
    te siente Bueno el alma.

    Y no en los ruidos de los bellos días
    ni en los silencios de las noches diáfanas;
    y no en lo grande de tus grandes mundos
    ni en lo pequeño que en sus senos guardan;

    ni en esas cumbres de la vida eterna
    ni en esos valles de la vida humana
    es donde el alma que con sed te busca
    bebe y se baña en tu visión más clara...

    ¡Mejor que fuera de ella
    te siente dentro de su abismo el alma!




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    Mensaje por Lluvia Abril Vie 17 Dic 2021, 01:16

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    RELIGIOSAS




    Vocación


    ¡Quién fuera como él! Su edad primera,
    gentil proemio de su vida entera,
    fue un idilio inocente
    de místicos amores
    que a la virtud abrieron su alma ardiente
    como a la luz del sol abren las flores.

    ¡Hermosa infancia aquella!
    Canto sublime de la fe naciente,
    áureo reinado de la Aurora bella
    del alma de un creyente
    que en la noche del mundo es una estrella.

    Como otros niños, con afán distinto,
    amenizan sus juegos y recreos
    con guerreros trofeos
    y empresas militares
    que les enseña a fabricar su instinto,
    el niño aquel, sincero, de seguro,
    construía minúsculos altares
    de su pobre casita en el recinto.

    Y en el silencio del rincón oscuro,
    pobre templo que abría la inocencia
    al culto mudo del amor más puro,
    vagamente sentido en la conciencia,
    pasaba el niño las mejores horas
    de la edad más feliz de la existencia.

    Aquel era su juego, su alegría,
    su gloria, su poema, su tesoro,
    el deleite más hondo que sentía
    y el más hermoso de los sueños de oro
    que le pudo fingir la fantasía.

    Dios era bueno, y grande, y poderoso,
    y de los niños huérfanos el Padre
    más tierno y amoroso...
    ¡Se lo oía decir él a su madre
    cuando ésta hablaba del perdido esposo!

    Dios había hecho el mundo
    con todas las grandezas que tenía
    por amor a los hombres solamente.
    Un amor tan inmenso, tan profundo,
    que, sobre el mundo que creado había,
    pidió cosa más bella,
    no fugaz como aquel, no transitoria...
    ¡Y creó Dios la gloria
    tan solo porque el hombre fuera a ella!
    En ella estaba Dios, de bondad lleno
    y había que adorarle por ser bueno.

    A esto se reducía
    la incompleta, la noble Teología
    del pequeño creyente
    que a solas en su templo meditando,
    más que un niño que piensa parecía
    un extático orando...

    La honda emoción ardiente y misteriosa
    de su precoz adoración piadosa,
    dulcemente le ataba
    al altar de cartón de sus amores,
    que a falta de riquísimos primores,
    el pobre «sacerdote» engalanaba
    con las del prado pequeñuelas flores.

    Allí adoraba a Dios, allí soñaba
    con vagas efusiones inefables
    que el alma entrevía
    en una misteriosa lejanía
    de dulzuras sin fin inenarrables.

    La emoción religiosa
    de su infantil contemplación piadosa,
    algo difusa aún, algo incoherente,
    en momentos de dicha misteriosa
    llegaba a herir su corazón ardiente:
    y entonces abstraído, arrebatado,
    cual sublime vidente
    que oye la voz con que el Señor le ha hablado,
    como una estatua del amor que espera
    la total plenitud del bien amado;
    cual tierna alegoría refulgente
    del alma enamorada
    que su vuelo al tender buscaba Oriente
    para lanzarse recta y de repente
    a la región de la feliz morada;
    como el santo que en éxtasis adora,
    como asceta que ora,
    como un arcángel que tendiera el vuelo
    desde la tierra a la mansión del cielo,
    así el niño quedaba
    en sus raros momentos de desmayo;
    y cuando el puro, el encendido rayo
    de aquel amor de fuego se alejaba,
    su alma sensible se quedaba fría,
    muda, yerta, vacía...,
    y el pobre niño, sin querer, lloraba
    con hondo sentimiento
    que su pobre razón no definía...
    ¡La nostalgia del bien es gran tormento!

    Vagas como la pálida neblina
    que empaña un rato la gentil mañana
    hasta que en breve la disipa luego
    luz del ardiente sol, luz argentina
    que el mundo inunda con su luz de fuego,
    así su caridad, su fe pristina,
    sus vagas concepciones religiosas
    iban cristalizando
    en regiones más puras y radiosas
    que Dios iba delante despejando.
    Y así como el imán busca el acero,
    cual van los ríos a la mar buscando,
    su alma, su corazón, su ser entero
    se alzó sobre su fe buscando oriente,
    y sereno después partió ligero
    hacia su centro natural sumiso:
    a la iglesia de Dios, al sacerdocio,
    y al martirio tras él, si era preciso.

    Honra y consuelo de su madre amante,
    que jamás concibió dichas mayores;
    espejo de modestia y santo celo,
    orgullo de sus sabios profesores,
    gloria de su colegio, fiel modelo
    de sencilla humildad, noble y sincera...
    todo eso y algo más, el joven era.
    Ya entonces meditaba, preocupado
    de más seria manera,
    que si por él fue un Dios crucificado,
    morir él por su Dios bien poco era.
    Y en el santo delirio
    de su fiebre de amor, que era una hoguera,
    soñaba que el final de su carrera
    iba a ser el principio del martirio.

    Yo no sé si lo fue. Por vez postrera
    vile el solemne día
    de su misa primera,
    que yo a su lado oía...

    El niño soñador era ya hombre:
    un hombre que tenía
    la fe tan pura y tan serena el alma
    como si fuera niño todavía.

    Ya estaba allí lo que anhelaba tanto;
    lo que asustaba a la humildad ahora...
    ya estaba ungido con el óleo santo;.
    ¡que viniera el martirio a cualquier hora!

    Centenares de luces titilaban,
    el oro del altar resplandecía,
    las trompetas del órgano arrojaban
    raudales de armonía,
    y los fieles oraban
    y el humo del incienso trascendía,
    y una tropa de arcángeles dorados,
    bellísimos, magníficos, alados,
    que el Divino tesoro
    del rico tabernáculo guardaban,
    al fulgor de las luces que oscilaban
    parecían batir sus alas de oro.

    Con el santo temor de alma creyente
    que el hálito de Dios siente cercano,
    subió el misacantano
    las gradas del altar resplandeciente.
    «¡Ese sí que es altar!», dijo a mi oído
    el eco amortiguado
    de la voz de un recuerdo no perdido...
    Y al ver al sacerdote allí postrado,
    con su rica, sagrada vestidura
    de la propia blancura del armiño,
    me acordé con tristísima dulzura
    de su altar de cartón cuando era niño,
    y me hirió en las entrañas la ternura
    del idilio inocente recordado
    que yo mismo veía
    en poema magnífico trocado.

    Llegó al fin el momento
    del sublime misterio: el celebrante
    se inclinó y consagró, fijo y atento:
    los ojos de su fe vieron delante
    el divino portento
    que ofuscó, que cegó su pensamiento;
    y pálido, con miedo, vacilante,
    con toda el alma en el misterio hundida,
    con el santo terror de la criatura
    que ve su pequeñez engrandecida
    y elevada por Dios a aquella altura;
    como rendido al infinito peso
    de aquel divino y amoroso exceso;
    con el alma anegada
    en un mar de ternura dolorosa
    e implorando la ayuda poderosa
    de la bondad de Dios, nunca agotada,
    pudo elevar, con mano temblorosa,
    la Hostia consagrada...
    ........................................................

    Yo adoré de hinojos
    con el pueblo postrado:
    y el solemne momento ya pasado,
    al levantar los ojos
    y ver al sacerdote reposado
    y en tranquila actitud, como si orara,
    vi también otra cosa...
    vi caer una lágrima amorosa
    sobre el paño blanquísimo del ara...


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    Mensaje por Lluvia Abril Sáb 18 Dic 2021, 04:03

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    RELIGIOSAS



    Las sublimes


    ¿La conoces, musa mía?
    Es modelo soberano
    bosquejado por la mano
    de la gran sabiduría.

    Es el más dulce buen ver
    de tus visiones risueñas;
    es la mujer que tú sueñas
    cuando sueñas la mujer.

    La discreta, la prudente,
    la letrada, la piadosa,
    la noble, la generosa,
    la sencilla, la indulgente,

    la süave, la severa,
    la fuerte, la bienhechora,
    la sabia, la previsora,
    la grande, la justiciera...

    la que crea y fortalece,
    la que ordena y pacifica,
    la que ablanda y dulcifica...,
    ¡la que todo lo engrandece!

    La que es esclava y señora,
    la que gobierna y vigila,
    la que labra y la que hila,
    la que vela y la que ora...

    ¡Hela, hela, musa ruda!
    ¿No lo cantas?
    -No la canto.
    -¿Por qué, si la admiras tanto?
    -Porque si admiro soy muda.

    -¿Y cuál es la maravilla
    que así admiras muda y queda?
    ¡O es Teresa de Cepeda
    o es Isabel de Castilla!





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    Mensaje por Lluvia Abril Sáb 18 Dic 2021, 04:04

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    RELIGIOSAS




    A solas


    ¡Qué bien se vive así! Pasan los días
    sin dejar en el alma sedimentos
    de insanas alegrías
    ni de amargos tormentos...

    Ni el placer emborracha los sentidos
    con falsos espejismos, revestidos
    de engañosa apariencia,
    ni el dolor de vivir en este mundo
    nos hace maldecir nuestra existencia.
    ¡Qué bien se vive así! Pasan las horas
    tranquilas y serenas
    cual ondas de arroyuelo bullidoras
    que ruedan mansamente sobre arenas.

    Ni mis pasos acecha un enemigo,
    ni la calumnia sobre mí se ensaña,
    ni me hiere a traición el falso amigo
    que cuanto más me abraza, más me engaña.

    ¡Qué bien se vive así, sin ser testigo
    de ese culto idolátrico del oro
    que convierte en mercado la existencia
    y nos hace vivir en la presencia
    de miserias que ofenden el decoro
    y escándalos que alarman la conciencia!

    ¡Qué bien se vive así; qué bien, Dios mío!
    Ni me roba la farsa el albedrío,
    ni tiene que estrechar mi honrada mano
    la mano del ladrón y del impío
    al par que la del hombre honrado y sano.
    ¡Qué bien se vive sólo a Dios amando,
    en Dios viviendo y para Dios obrando!
    ***
    La atmósfera serena
    de esta amorosa soledad amena
    de los ruidos del mundo está vacía,
    pero Dios está en ella y Dios la llena
    con hálitos de amor y de poesía.

    Al alma no acongojan
    las diarias mundanas tentaciones
    que en los abismos del pecado arrojan
    tantos flacos vencidos corazones.
    Jamás conturban tan augusta calma
    los fantasmas del odio y la perfidia,
    ni la codicia ruin que seca el alma,
    ni el espectro amarillo de la envidia:
    jamás se oye rodar por el vacío
    la maldecida voz, hija insolente
    de la boca podrida del impío
    y la boca soez del maldiciente.
    ¡Qué bien se vive así! La vida entera
    se desvanece en Dios, su Sumo Dueño,
    y nos abrasa de su amor la hoguera,
    y el bien es fácil, el vivir risueño,
    sabroso el pan, reparador el sueño
    y dulce el esperar para el que espera.

    Y en este grato estado
    el espíritu está de Dios más lleno,
    y el dolor suele ser más resignado,
    y el placer es más puro y más sereno...
    Calientan las entrañas
    generosos deseos de ser bueno;
    ansiedades extrañas
    a que antes era el corazón ajeno;
    misteriosas y nuevas impresiones
    que tienen escondido
    del alma en los más íntimos rincones
    su delicioso nido;
    sublimes explosiones
    de amor universal, nunca sentido;
    deseos de morirse resignado
    a la Cruz abrazado;
    infinita ternura
    que hace llorar con llanto de dulzura;
    fuego que el alma abrasa...,
    salto desdén de la mundana escoria...
    ¡El hálito de Dios, que cuando pasa
    nos deja la nostalgia de la gloria!
    ***
    ¡Qué bien así se vive, a Dios amando,
    en Dios viviendo y para Dios obrando!
    .......................................................
    Mas, ¡ay!, cómo me olvido,
    en estos pensamientos embebido,
    de que este hermoso estado
    del vivir «ni envidioso ni envidiado»
    es para mí tan breve
    que, pronto, sí, ¡desvanecerse debe!

    Éste no es para mí perenne estado;
    es, no más, un momento de reposo
    al cuerpo y al espíritu cansado:
    un descanso en un puerto
    de este mar de la vida borrascoso,
    ¡un oasis en medio del desierto!
    Después..., ¡después lo mismo!
    ¡A luchar otra vez por este mundo!
    ¡A saltar de un abismo en otro abismo,
    con riesgo de rodar a lo profundo!...

    Pero... ¿y si no rodara?
    ¿Y si Dios de la mano me llevara,
    y humilde tras Él fuera,
    y entre tantos abismos no cayera
    y a la cumbre llegara?
    ¿Será más meritoria
    la victoria sin lucha así lograda,
    que la santa victoria
    con lágrimas y sangre conquistada?
    ............................................................
    ¡Oh, no; no vale tanto!
    No se llega hasta el Dios tres veces Santo,
    no se llega hasta Vos, ¡oh Dios Divino!,
    por caminos de flores alfombrados.
    ¡Se llega con los pies ensangrentados
    por las duras espinas del camino!




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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 19 Dic 2021, 05:06

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    RELIGIOSAS




    Bodas de oro

    Al excelentísimo e ilustrísimo señor don Pedro Casas y Souto, obispo de Plasencia.



    ¿Que cante al virtuoso
    sabio varón de corazón piadoso?
    No es mi musa la musa cortesana
    de palabra del miel y áureo ropaje
    que quema incienso a la grandeza humana;
    es la ruda aldeana
    que va vestida con honesto traje,
    cantando la virtud en el lenguaje
    que le enseñó Naturaleza sana.
    Y porque ella es así, porque es sincera,
    porque no es lisonjera,
    porque es del bien la enamorada ruda
    cantando la virtud es vocinglera,
    mas delante del héroe es hosca y muda.

    Ni mi musa acaricia los sentidos
    de los hombres henchidos
    del viento de la gloria inmerecida,
    ni desgarra con épicos sonidos
    los austeros oídos
    de los grandes humildes de la vida.

    Es de almas sin decoro
    plegar las alas ante el trono de oro
    donde se asienta la soberbia humana,
    y pulsando el laúd, rodilla en tierra,
    quemar inciensos y cantar a coro
    con las legiones de la gente vana.

    Pero es mayor pecado
    cantarle al justo la canción sonora,
    que su virtud celebra,
    en lengua seductora
    de meliflua serpiente tentadora
    a quien solo humildad su diente quiebra.

    Arrullen los juglares
    el trono del soberbio con cantares,
    y la turba servil de aduladores
    queme todo su incienso en los altares
    donde honor y virtud no son señores.

    Pero la musa honrada,
    cuando penetre en el desnudo templo
    del alma de un humilde, ore callada
    y escuche en las honduras del ejemplo
    la armonía del bien allí guardada.

    Y luego de aprendida
    la música de Dios, que a gloria suena,
    requiera el arpa que a cantar convida
    y ensaye en ella la canción serena
    del alma recta, de virtud nutrida.

    Mas no hiera el oído de los justos
    con ditirambos de clamor liviano,
    que en los senos de espíritus robustos
    suenan a ruido vano.

    ¿Qué le place a los grandes corazones
    un decir halagüeño,
    si ellos moran en diáfanas regiones
    donde el ídolo humano es muy pequeño,
    la voz de la lisonja desabrida,
    la trompa de la fama ronca y hueca,
    pobre la falsa vida
    y el mundo frágil como caña seca?

    Las alas de la fama presurosa,
    esta vez no engañosa,
    también trajeron a mi abierto oído,
    que lo oyó con deleite inenarrable,
    el nombre esclarecido
    del justo patriarca venerable.

    Y así como el idólatra del oro
    guarda siempre el tesoro
    de su morada en el rincón oscuro,
    yo de ese justo la adorable historia
    escondí en el rincón de la memoria
    donde suelo guardar todo lo puro.
    Y en el silencio donde oculto he dado
    a su santa humildad, nunca he clamado:
    «¡Si supiera cantar almas tan santas!...»
    Pero siempre muy quedo he murmurado:
    «¡Si supiera imitar virtudes tantas!»

    Palabras indiscretas,
    qué hermosas habéis sido
    mientras fuisteis sencillas y secretas
    si osáis llegar al delicado oído
    del venerable anciano
    que sabe perdonar flaquezas tales,
    decidle que sois hijas de un cristiano
    y que amores filiales
    os arrancaron del rincón arcano
    donde estabais mejor que en las venales
    alas del viento charlatán y vano.

    Bien sé que en la armonía
    que el justo oyera de la lira mía,
    fuera gárrula música liviana,
    hueca trompetería
    que no conmueve la muralla ingente
    de la humildad cristiana,
    que escucha el alma del varón prudente.

    Pero más que la estrofa detonante
    con que el hijo leal celebre y cante
    las altas prendas de su padre amado,
    le place al padre amante
    oír la apasionada melodía
    del hijo enamorado
    de la virtud que de nutrirlo ansía.

    Venerable Pastor que has conducido
    tu rebaño querido
    hollando con tus plantas los abrojos,
    por las ásperas cuestas de la vida:
    tú, que ya ves con anhelantes ojos
    la tierra prometida,
    desde las cumbres del dorado ocaso
    que ganas paso a paso
    con santa majestad de alma elegida,
    alza tus manos al clemente Cielo
    y alcánzale a tus hijos el consuelo
    de dilatar tu triste despedida.

    ¿No ves cómo te aman?
    ¿No escuchas cómo a coro
    todos padre te llaman?
    ¿Oyes cómo te aclaman
    celebrando tus puras bodas de oro?

    ¿No ves cómo a tus puertas,
    siempre a la santa Caridad abiertas,
    se agolpan, rumorosas,
    las turbas de tus pobres, numerosas,
    que pan y bendiciones
    reciben de tus manos amorosas?

    Ese rumor opaco y elocuente
    que tu nombre amadísimo murmura
    es el himno amoroso más ardiente
    que de la humana gente
    puede escuchar una conciencia pura.

    El otro canto, el de la gloria humana,
    ya sonará vibrante
    cuando entres por las puertas de la Historia;
    y otro más dulce que tu triunfo cante
    cuando te abra el Señor las de su gloria.


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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 19 Dic 2021, 05:07

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    RELIGIOSAS



    Dolor


    - I -


    Débil corazón humano
    que fuiste de dichas nido
    y hoy te lamentas herido
    por un destino tirano:

    corazón que en viejos días
    viste un mundo todo amores,
    una tierra toda flores
    y un cielo todo alegrías;

    corazón que ayer cantabas
    con musicales dulzuras
    la canción de las venturas
    que feliz paladeabas,

    y hoy en doliente clamor
    dices que estás afligido,
    que estás mortalmente herido
    por el puñal del dolor;

    corazón de fe dormida
    que gritas mirando al cielo:
    «¡No hay duelo como mi duelo,
    ni herida como mi herida!»;

    ruin corazón pecador
    que miras solo a ti mismo:
    ¿has medido tú el abismo
    del más inmenso dolor?



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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 19 Dic 2021, 05:08

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    RELIGIOSAS



    Dolor


    - II -


    Corazón poco paciente:
    ¿ves la imagen dolorosa
    que en procesión lacrimosa
    conduce piadosa gente?

    Abre el alma a los fulgores
    de aquella enlutada estrella:
    ¿tú sabes quién es aquella?
    ¡La Virgen de los Dolores!

    ¿Sabes la divina historia
    de aquella que es madre tuya?
    Hízola Dios Madre suya;
    ¿pudo Dios darle más gloria?

    ¿Habrá semejante amor
    al que con hondas ternuras
    sintió en sus entrañas puras
    la Madre del Redentor?

    ¿Puede tu mente alcanzar,
    ni en sueños puede haber visto
    lo que la Madre de Cristo
    pudo a Cristo Dios amar?

    Entonces, ¿cómo medir
    la inmensa hondura insondable
    del dolor inenarrable
    de ver al Hijo morir?

    Verlo vilmente azotado,
    horriblemente escupido,
    despiadadamente herido,
    bárbaramente clavado;

    verlo Mártir del Amor
    de la ruin humanidad
    y ver nuestra iniquidad,
    ¿cabe tormento mayor?

    Pues esos desgarradores
    duelos jamás bien contados,
    sufrió por nuestros pecados
    la Virgen de los Dolores.

    Corazón de fe dormida
    que a Dios, gritando, mostrabas
    la sangre que derramabas
    de tu levísima herida:

    mira esos siete raudales
    que de esas entrañas puras
    derraman las puntas duras
    de siete agudos puñales.

    Sabe la santa ambrosía
    que en este abismo se encierra
    y adora, rodilla en tierra,
    ¡los dolores de María!



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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 19 Dic 2021, 05:10

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    RELIGIOSAS



    Mensaje



    El geniecillo riente
    que mis tonadas me inspira
    oyó complacidamente
    la ruda música ardiente
    de una canción de mi lira.

    Su última nota bebió,
    subió a la cumbre del monte
    que el canto con él oyó
    y en el lejano horizonte
    sagaz mirada fijó...

    Las alas apresurado
    batió en derechura al cielo,
    quedó en la altura parado
    y, apenas se hubo orientado
    tendió hacia el Norte su vuelo.

    Cruzó las llanuras anchas
    de la desierta Castilla,
    manchas de mies amarilla,
    grises y estériles manchas
    de muerta, mísera arcilla...

    Viejas villas y lugares,
    ciudades y caseríos,
    verdes, pomposos pinares,
    apretados encinares,
    luengos parajes baldíos...

    Y atrás el erial quedaba
    y atrás dejando la brava
    soledad de pardas sierras,
    ya volaba, ya volaba,
    por aragonesas tierras.

    Y atrás quedaban los blancos,
    los cabezos eminentes,
    protegidos en sus flancos
    por las rápidas pendientes
    de abismáticos barrancos.

    Y atrás quedaba la vega
    con el río que la riega,
    con la gente que la cuida,
    con las casas en que anida
    la rural legión labriega...

    Y atrás las viejas ciudades
    que despiertan las memorias
    de los tiempos de las glorias
    y las heroicas edades
    que nos pintan las historias...

    Y amainando mansamente,
    como amaina la corriente
    junto al borde de la poza,
    plegó el vuelo de repente
    sobre la gran Zaragoza.

    Y bajando disparado
    como blanca culebrina
    desprendida del nublado,
    con caída repentina
    de avión aliquebrado;

    como cosa que al bajar
    precipita su correr
    sin poderlo remediar,
    raudo el genio fue a caer
    sobre el templo del Pilar.

    Traspasó la vidriera
    de una artística tronera,
    y ante la Virgen, de hinojos
    humillados alas y ojos,
    exclamó de esta manera:

    ¡Señora! de la lejana
    noble tierra castellana,
    donde se os rinden loores,
    traigo un mensaje de amores
    a tierra zaragozana.

    Para ante vos presentarlo
    debiera dulcificarlo,
    ponerlo en habla divina;
    pero es más bello dejarlo
    con su rudeza pristina.

    Ved de qué modo os venera
    y os ama el alma sincera
    de un rimador de Castilla,
    que en habla ruda y sencilla
    lo canta de esta manera:

    ¡Virgen Santa del Pilar!
    Desde este rincón querido
    donde he escondido mi hogar
    quiero mandarte prendido
    mi espíritu en un cantar.

    En esa tierra de hermanos
    estuve hace pocos meses
    bebiendo aromas cristianos
    y estrechando honradas manos
    de hidalgos aragoneses.

    ¡Nunca podré bien pagarte
    la dicha de visitarte
    que quiso darle el destino
    a este pobre peregrino
    de la piedad y del arte!

    A ti el amor me llevó
    ¡y estuve cerca de Ti!:
    mi espíritu te sintió,
    pero verte, no te vi,
    porque tu luz me cegó.

    Ojos que tanta belleza
    sorprenden en los arcanos
    que incuba Naturaleza,
    pequeños son y profanos
    para admirar tu grandeza.

    Perdona si al visitarte,
    ciego, mudo y aturdido,
    no supe ni saludarte,
    que yo sólo puedo hablarte
    desde lejos y escondido.

    Escondido en las serenas
    tranquilidades amenas
    de estas húmedas umbrías
    que están de ruidos vacías,
    que de amores están llenas.

    ¡Aquí ya sé yo cantar!
    ¡Aquí ya puedo sentir
    las grandezas del Pilar!
    ¡Aquí ya acierto a decir
    sabrosas cosas de amar!

    Si esa ciudad vencedora
    no fuera merecedora
    de tu regia rica silla,
    yo te dijera: «¡Señora!,
    ¡vente a morar en Castilla!»

    Y si este suelo querido
    se hubiese al peso rendido
    del Pilar abrumador,
    ¡tendrémoslo suspendido
    con el imán del amor!

    Yo no soy más que un poeta
    que toscamente interpreta
    las tonadas del lugar...
    Permíteme que prometa
    tu gloria no profanar.

    Porque el himno de tu gloria,
    para la humana memoria
    sólo se concibe escrito
    por el dedo de la Historia
    sobre el espacio infinito.

    Pero yo sé hacer cantares
    con decires populares
    y sentires del amar,
    que en estos pobres lugares
    saben a pan del hogar.

    Y ya que endechas sutiles
    no te cantan tus poetas,
    oirás coplillas viriles
    al son de las panderetas
    y al son de los tamboriles.

    Y yo haré que de dulzores
    te den su rico tesoro
    las gaitas de mis pastores,
    que saben decir amores
    mejor que las arpas de oro.

    Los campos registraremos,
    y en el valle más tranquilo
    sencilla ermita te haremos,
    y en ella amoroso asilo
    y adoración te daremos.

    A pobre mansión te envita
    mi cielo, Virgen bendita;
    mas tu ruda grey leal
    sabe rezarte en la ermita
    mejor que en la catedral.

    Y allí, en el campo, a tus plantas,
    cantan mejor tu grandeza
    los hombres con sus gargantas
    y Dios con músicas santas
    que sabe Naturaleza.

    Mi gente no te daría
    coronas ni toca de oro
    ni mantos de pedrería;
    mas ¡cuán henchido tesoro
    de amores te rendiría!

    Alegrando estos caminos
    vieras venir a millares
    los rústicos peregrinos
    de los lugares vecinos
    y los lejanos lugares.

    Vieras venir las doncellas
    por estas campiñas bellas,
    del dulce reposo amigas,
    cortando flores y espigas
    para adomarte con ellas.

    Grupos de mozos forzudos
    y de zagales talludos
    con danzas te festejaran,
    donde sus cuerpos membrudos
    bravos vigores mostraran.

    Y a lomos de sus asnillas
    vinieran las viejecillas
    a darte con fe leal
    velas de cera amarillas,
    roscas de pan candeal...

    Si hay en la ofrenda pureza,
    ¿qué añadirá a su grandeza
    la pompa y el esplendor?
    ¡Qué sublime es la pobreza
    cuando festeja el amor!»



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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 19 Dic 2021, 05:11

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    RELIGIOSAS



    Mensaje



    - II -


    «Perdona, Reina gloriosa,
    si acaso a ofenderte llega
    mi invitación amorosa;
    y tú, Zaragoza hermosa,
    perdona a mi fe, que es ciega.

    No ha visto que formular
    su amorosa petición
    es torpemente olvidar
    que una misma cosa son
    Zaragoza y el Pilar.

    No ha visto que era robarte
    la más envidiable gloria
    que el cielo quiso donarte.
    ¡No ha visto que era arrancarte
    las entrañas de tu historia!

    Sigue, pueblo venturoso,
    sigue ostentando el hermoso
    diamante de tu presea,
    y ese Pilar suntuoso
    tu hogar, Zaragoza, sea.

    Y sea en mi tierra bendita
    cada alma una lucecita,
    y cada pecho un altar,
    y cada hogar una ermita
    de la Virgen del Pilar.»


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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 20 Dic 2021, 01:24

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    RELIGIOSAS




    Deuda


    Almas grandes que pudierais remontaros,
    poderosas, mayestáticas, serenas,
    por encima de las águilas reales,
    a purísimas atmósferas etéreas
    donde el oro de las alas no se mancha,
    ni oscurecen las pupilas vagas nieblas,
    ni desgarran el oído los estrépitos
    de los hombres que se hieren y se quejan...

    Almas sabias que en las cimas de la vida
    como nubes protectoras la envolvieran,
    desgarrándose en relámpagos de oro
    y lloviendo lluvias ricas y benéficas
    para damos a los ciegos de los valles
    luz que rasgue las negruras que nos ciegan
    y caudales de rocíos salutíferos
    que a las almas enfermizas regeneran...

    Almas fuertes que pudierais desligaros
    del mortífero dogal de las miserias
    y llevarnos de la mano por la vida,
    guarneciéndonos de santas fortalezas,
    saturándose de amores generosos,
    regalándonos magnánimas ideas.

    Almas buenas que sabéis de las torturas
    de las pobres almas rudas y sinceras
    que al querer de la miseria levantarse
    desde arriba las azotan y envenenan
    con el látigo estallante del escándalo
    que repugna, que deprime, que avergüenza...
    Almas grandes, almas sabias,
    almas fuertes, almas buenas...
    ¡Nos debéis a los humildes,
    nos debéis a las pequeñas
    la limosna del ejemplo,
    que es la deuda más sagrada de las deudas!



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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 20 Dic 2021, 01:25

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    RELIGIOSAS




    El Cristo de Velázquez


    ¡Lo amaba, lo amaba!
    ¡No fue sólo milagro del genio!

    Lo intuyó cuando estaba dormido,
    porque sólo en las sombras del sueño
    se nos dan las sublimes visiones,
    se nos dan los divinos conceptos,
    la luz de lo grande,
    la miel de lo bello...
    ¡Lo amaba, lo amaba!
    ¡Nacióle en el pecho!
    No se puede soñar sin amores,
    no se puede crear sin su fuego,
    no se puede sentir sin sus dardos,
    no se puede vibrar sin sus ecos,
    volar sin sus alas,
    vivir sin su aliento...
    El sublime vidente dormía
    del amor y del arte los sueños
    -¡los sueños divinos
    que duermen los genios!
    ¡Los que ven llamaradas de gloria
    por hermosos resquicios de cielo!-

    Y el amor, el imán de las almas
    le acercó la visión del Cordero,
    la visión del dulcísimo Mártir
    clavado en el leño,
    con su frente de Dios dolorida,
    con sus ojos de Dios entreabiertos,
    con sus labios de Dios amargados,
    con su boca de Dios sin aliento...,
    ¡muerto por los hombres!,
    ¡por amarlos muerto!

    Y el artista lo vio como era,
    lo sintió Dios y Mártir a un tiempo,
    lo amó con entrañas
    cargadas de fuego,
    y en la santa visión empapado,
    con divinos arrobos angélicos,
    con magnéticos éxtasis líricos,
    con sabrosos deliquios ascéticos,
    con el ascua del fuego dramático,
    con la fiebre de artísticos vértigos,
    la memoria tomando a los hombres
    ingratos y ciegos,
    débiles o locos,
    ruines o perversos,
    invocó a la Divina Belleza
    donde beben bellezas los genios,
    los justos, los santos,
    los limpios, los buenos...

    Y al conjuro bajaron los ángeles,
    y al artista inspirado asistieron,
    su paleta cargaron de sombras
    y luces del cielo
    alzaron el trípode,
    tendieron el lienzo,
    y arrancándose plumas de raso
    de las alas, pinceles le hicieron.
    Y el mago del arte,
    el sublime elegido, entreabriendo
    los extáticos ojos cargados
    de penumbras del místico ensueño,
    tomó los pinceles,
    sonámbulo, trémulo...

    De rodillas cayeron los ángeles
    y en el aire solemnes cayeron
    todas las tristezas,
    todos los silencios...
    ¡Y el genio del arte
    se posó sobre el borde del lienzo!
    Con fiebre en la frente,
    con fuego en el pecho,
    con miradas de Dios en los ojos
    y en la mente arrebatos de genio,
    el artista empapaba de sombras
    y de luces de sombras el lienzo...

    No eran tintas que copian inertes,
    eran vivos dolientes tormentos,
    eran sangre caliente de Mártir,
    eran huellas de crimen de réprobos,
    eran voces justicia clamando,
    y suspiros clemencia pidiendo...
    ¡Eran el drama del mundo deicida
    y el grito del cielo!...
    ¡Y el sueño del hombre
    quedó sobre el lienzo!
    ¡Lo amaba, lo amaba!:
    ¡el amor es un ala del genio!



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    Mensaje por Lluvia Abril Mar 21 Dic 2021, 01:08

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    RELIGIOSAS



    A la definición dogmática de la Inmaculada
    Concepción




    Era venido el suspirado día,
    por el dedo divino señalado,
    para que el Cielo oyera la armonía
    del himno más sublime que ha cantado
    el mundo, enamorado de María.

    La mano augusta que grabó indelebles
    en el seno de todo lo creado
    las sabias leyes que la vida rigen,
    la que movió el abismo de la nada,
    la que del tiempo señaló el origen,
    la que la vida conoció increada,
    la que en el caos derramó armonías
    y en el vacío modeló grandezas,
    y en los abismos encendió los días
    y con su luz iluminó bellezas;
    la que en los días del vivir primeros
    selló los hechiceros
    secretos de las grandes maravillas,
    la que en el cielo derramó luceros
    como en la tierra derramó semillas;
    la que en los montes despeñó torrentes;
    la que en los valles ocultó palomas
    y desató las brisas y las fuentes,
    pintó los lirios y esenció las pomas:
    la que endulzó el sonoro
    de aves cantoras incontable coro;
    la que a los ojos de belleza avaros
    les mostró de los días el tesoro
    con ocasos teñidos de escarlata,
    bellas auroras de oro
    y mediodías de bruñida plata...
    La mano omnipotente
    que hizo del limo la gentil figura
    de la primera humana criatura,
    carne hermosa con alma inteligente...,
    aquella sabia mano,
    providente, magnánima, divina,
    quiso en un ser, por ello soberano,
    compendiar la hermosura peregrina
    que vertió en lo divino y en lo humano,
    y con la luz de todas las blancuras,
    con la clave de todas las grandezas,
    con el fuego de todas las ternuras,
    con la esencia de todas las purezas,
    con las mieles de todas las dulzuras
    y la cifra de todas las bellezas,
    graciosa, exuberante,
    casta, ideal, magnífica y triunfante,
    más sencilla y gentil que las palomas,
    más hermosa que el día,
    más pura que la luz y los aromas,
    más hermosa que el sol... ¡hizo a María!
    Y ¿cómo no creerla pura y bella,
    si morada de Dios iba a ser ella?

    Y fue limpia morada
    del que pasó por Ella, Cristo vivo,
    puras dejando sus entrañas puras...
    ¿Mancha el beso del sol la inmaculada
    nieve de las alturas?

    El Dios que la creó quiso que el mundo
    sin su mandato Pura la sintiera...
    Y el mundo bueno, con amor profundo,
    la sintió como era...
    Ancianos patriarcas venerables
    videntes y profetas,
    mártires incontables,
    teólogos y poetas,
    cenobitas y santos adorables,
    filósofos y extáticos ascetas...
    Mundo meditador, mundo creyente...
    ¡Todos en santa universal porfía
    tuvisteis en el pecho y en la mente
    la fe de la pureza de María!

    Pero faltaba el eco soberano
    de la voz del Señor, nota primera
    del divino Poema mariano...
    ¡Indigno de ella fuera,
    sin preludio de Dios, un canto humano!

    Y aquel sublime y venerable anciano
    que el místico rebaño dirigiera
    con luces celestiales en la mente,
    con llaves áureas en la augusta mano
    el mártir generoso
    de alma de fuego y corazón piadoso,
    y corona de espinas en la frente:
    que vivió sangre santa derramando
    y se pasó la vida bendiciendo
    y descendió al sepulcro perdonando;
    el justo, el perseguido,
    el del ardiente corazón herido
    que en Santa Caridad se derretía,
    ¡aquel fue el elegido
    para exaltar la gloria de María,
    para apagar el infernal rugido
    con el preludio santo
    del más sublime canto
    que de boca del hombre el Cielo ha oído!
    Oraba el justo con fervor profundo,
    callaba el cielo y esperaba el mundo...
    Arrobado en coloquios divinales
    con el más grande amor de los amores,
    paladeando mieles edeniales,
    bálsamo de agudísimos dolores,
    en los ojos el fuego de los llantos
    y el del amor dulcísimo delirio,
    en las sienes el nimbo de los santos
    y en la mano la palma del martirio,
    extático, magnífico, sereno,
    ebrio de Caridad, de gracia lleno,
    cuando del Cielo descendió el torrente
    de la divina inspiración gigante,
    tomó a sus hijos la mirada amante
    llena de amor ardiente
    y grande, mayestático, triunfante,
    con las mieles de todos los consuelos,
    en una voz que resonó en la anchura
    del ancho mundo y de los anchos cielos
    llorando de alegría y de ternura
    clamó radiante: «¡Inmaculada y Pura!»

    «¡Inmaculada y Pura!», repitieron
    los ángeles que asisten a María;
    y la creyente muchedumbre humana
    con voz de amores, honda y soberana:
    «¡Inmaculada y Pura!», repetía.
    ¡Y toda la armonía
    con que sabe latir Naturaleza
    se derrama en la inmensa sinfonía;
    y del aire en el ámbito profundo
    y de las almas en la fresca hondura
    flotó un ambiente de ideal pureza,
    segundo redentor de todo un mundo
    puesto a las plantas de la Virgen Pura!

    Y herida nuevamente
    con honda herida la infernal serpiente,
    silbó blasfemias con su lengua impura
    moviendo al Cielo guerra,
    y su chata cabeza ensangrentada
    golpeó sobre el polvo de la tierra,
    con rabia loca de soberbia hollada
    y sus fauces cargadas de veneno
    polvo amasaron con su baba horrible,
    y el cuerpo innoble, en convulsión terrible
    se retorció sobre su propio cieno...

    ¡Gloria a Ti, Madre mía,
    que con tus plantas al abismo huellas,
    y con tu luz disipas las negruras,
    áurea alborada del dichoso día
    de quien un rayo son las cosas bellas,
    de quien un rayo son las cosas puras!

    Gloria canto a tus plantas,
    sol del edén, de perfección dechado,
    de quién átomos son las cosas santas,
    que el Señor en la vida ha derramado;
    de quien son un reflejo peregrino
    las estrellas de luz resplandecientes
    y el coro de querubes refulgente
    que forman el divino
    nimbo de luz de tu divina frente:

    ¡Dios te salve, María Inmaculada,
    de la gracia de Dios favorecida,
    y con todo el poder de Dios creada,
    y con todo el favor de Dios henchida,
    y con todo el amor de Dios amada,
    la sin pecado original nacida,
    la sin mácula Virgen coronada!

    Flor de las flores, adorable encanto,
    gloria del mundo, celestial hechizo...
    ¡Dios no pudo hacer más cuanto te hizo!
    ¡Yo no sé decir más cuando te canto!



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