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    Mensaje por Lluvia Abril Sáb 06 Nov 2021, 03:38

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    CASTELLANAS Y NUEVAS CASTELLANAS


    A. CASTELLANAS





    De ronda




    I


    Al pardear se encontraron
    y hablaron estas palabras:
    -¿Ande vas?
    -Voy al casillo.
    -¿No sales luego una miaja?
    -Daremos un cacho vuelta
    cuantis que apaje las vacas.
    Me faltan cuatro posturas.
    -Pues yo voy a darles agua.
    -¿Al río?
    -No, al Mullaero.
    -Pues bien mala está esa charca.
    Y los mozos se apartaron
    sin decirse más palabras.




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    Mensaje por Lluvia Abril Sáb 06 Nov 2021, 03:39

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    CASTELLANAS Y NUEVAS CASTELLANAS


    A. CASTELLANAS





    De ronda



    II


    Era una noche de enero
    muy fría, serena y clara:
    noche de muchas estrellas
    y pocos ruidos. Helaba.
    Cuatro mozos embozados
    en sus anguarinas pardas
    platican, y no de amores,
    en la mitad de la plaza:
    -¿Qué andáis haciendo estos días?
    -Pues hate cuenta que nada:
    arrecogiendo buñicas
    en los praos; mi padre, en casa.
    Y vusotros, ¿ánde andáis?
    -Hiciendo también la engaña:
    hoy, a por unos carrascos
    pa masar. La otra semana
    no nos vagó dir a ellos
    y derrotemos más támbaras...
    -Y tú, Juan, ¿andas a istierco?
    -No, maldito: ya no hay nada.
    cuasi de viga derecha
    to el día. Pasó mañana
    habrá que echarlo al molino
    con garrobas pa las vacas,
    y el desotro a por adobes
    pa gobernar una miaja
    las tenás del otro barrio...
    -¡Chachos, qué noche tan rasa!...
    No se barrunta una mosca.
    -No, pues ancá de Luciana
    buena zorita traían
    cuando yo salí de casa
    -Hay baile.
    -¿De pandereta?
    -¡Quia, de badil!
    ¿Quién cantaba?
    -Pues por un lao parecía
    Quica, y por otro Colasa.
    -¡Son tan autás!...
    -¿Y de mozos?
    -Cuatro chavalillos..., nada.
    -¡Chico, pai han jijao!
    -Esos serán los Pardalas
    que salen de ancá de Petra...
    ¡Callarsos a ver si cantan!...
    -Ellos son, hombre, no escuches,
    ¡si han jijeao!...
    ¡Coine, calla!
    ¡Tú jijea y que hablen ellos!
    -¡Ay jijí!...
    -¿Quién vive?
    -¡España!
    -Buenas noches.
    -Buenas noches.
    -Y frescas. ¿De qué se trata?
    -Pues decían que esta noche
    iba a hacer baile Luciana
    porque iba a venir a ella
    un mozo de Matamala,
    que dice que gasta ponche
    y que toca la dulzaina.
    -Pues lo del mozo es mentira,
    porque han ido ancá Luciana
    tres veces los mayordomos
    a cobrar el vino y... ¡nada!
    Lo que hay es baile.
    -Pues vamos.
    -¡Si es de badil!
    -¿Y qué? ¡Hala!
    -¡Muchachos, la toná nueva!
    -¡Los que la cojáis, echaila!...




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    Mensaje por Lluvia Abril Sáb 06 Nov 2021, 03:40

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    CASTELLANAS Y NUEVAS CASTELLANAS


    A. CASTELLANAS





    De ronda




    III


    Y abriendo mucho las bocas,
    llegaron ancá Luciana.
    Cerrada estaba la puerta,
    la casa en silencio estaba,
    porque su gente tenía
    que masar muy de mañana
    y no madruga la gente
    si las veladas son largas.
    Calle abajo, calle abajo
    la ronda siguió su marcha
    y no dejó aquella noche
    calleja no paseada,
    ventanillo no atisbado,
    gato que no apedreara,
    perro echado, charco lleno
    y estrella no contemplada.
    -¡Chachos, debemos de dirnos,
    si sos parece, a la cama;
    que antes que nos percatemos
    la gente vieja reballa.
    Si no, mirai las cabrillas
    por ánde van ya.
    -Pues anda,
    que yo que tengo en el cinto
    la llave pa entrar en casa...
    ¡Huy, Dios, como me barrunten,
    verás mi madre mañana!
    -Pues, chicos, yo no me acuesto;
    me voy a apajar las vacas
    cuantis me quite esta ropa
    pa dir temprano a por támbaras,
    -Y a mí me dijo mi madre
    que a cepas, chico, ¡pues anda,
    que voy a tener un cuerpo
    pa rozar!... ¡Huy qué galbana!
    -Pues yo, galán, a buñicas...
    -Y yo a calentar el agua
    pa masar.
    -Y yo al mercao.
    -Y yo a piedra.
    -Y yo a las cabras.
    Conque, muchachos, que es hora:
    ¡cada uno pa su casa!
    Y el grupo de rondadores
    se abrió como una granada.



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    Mensaje por Lluvia Abril Sáb 06 Nov 2021, 03:41

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    CASTELLANAS Y NUEVAS CASTELLANAS


    A. CASTELLANAS





    De ronda



    IV


    Al poco rato la aldea
    muerta del todo quedaba;
    la alborada aún no venía,
    declinó la luna blanca,
    relucían las estrellas,
    iba en aumento la helada,
    el suelo se endurecía,
    los tejados blanqueaban...




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    Mensaje por Lluvia Abril Sáb 06 Nov 2021, 03:42

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    CASTELLANAS Y NUEVAS CASTELLANAS



    B. NUEVAS CASTELLANAS.


    Las repúblicas


    - I -
                                   

      He admirado el hormiguero
    cuando henchían su granero
    las innúmeras hormigas.
    He observado su tarea
    bajo el fuego que caldea
    la estación de las espigas.

      Esquivando cien alturas,
    y salvando cien honduras,
    las conduce hasta las eras
    un sendero largo y hondo
    que labraron desde el fondo
    de las lóbregas paneras.

      Y en hileras numerosas,
    paralelas, tortuosas,
    van y vienen las hormigas...
    La vereda es dura y larga,
    pesadísima la carga
    y asfixiantes las fatigas;

      mas la activa muchedumbre,
    sobre el hálito de lumbre
    que la tierra reverbera,
    senda arriba y senda abajo,
    se embriaga en el trabajo
    que le colma la panera.

      Son comunes los quehaceres,
    son iguales los deberes,
    los derechos son iguales,
    armoniosa la energía,
    generosa la porfía,
    los amores fraternales.

      Si rendida alguna obrera
    por avara no subiera
    con la carga la alta loma,
    la hermanita más cercana,
    con amor de buena hermana,
    la mitad del peso toma.

      Nadie huelga ni vocea,
    nadie injuria ni guerrea,
    nadie manda ni obedece,
    nadie asalta el gran tesoro
    nadie enceta el grano de oro
    que al tesoro pertenece...

      He observado el hervidero
    del innúmero hormiguero
    en sus horas de fatigas...
    Si en los ocios invernales
    sus costumbres son iguales,
    ¡son muy sabias las hormigas!


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    Mensaje por Lluvia Abril Sáb 06 Nov 2021, 03:43

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    CASTELLANAS Y NUEVAS CASTELLANAS



    B. NUEVAS CASTELLANAS.


    Las repúblicas



    - II -
    He observado la colmena
    al mediar una serena
    tarde plácida de mayo.
    La volante, la sonora
    muchedumbre zumbadora
    laboraba sin desmayo.

    ¡Qué magnífica opulencia
    la de aquella florescencia
    de los campos amarillos!
    Madreselvas y rosales,
    agavanzos y zarzales,
    mejoranas y tomillos...

    Todo vivo, todo hermoso,
    todo ardiente y oloroso,
    todo abierto y fecundado:
    los perales del plantío,
    los cantuesos del baldío,
    las campánulas del prado...

    Y en corolas hechiceras,
    y en pletóricas anteras,
    y en estilos diminutos,
    y en finísimos estambres,
    van buscando los enjambres
    las esencias de los frutos.

    Y los finos aguijones
    en robadas libaciones
    van llevando a los talleres
    lo mejor de la riqueza
    que vertió Naturaleza
    por los términos de Ceres.

    Zumba el himno rumoroso
    del trabajo fructuoso
    con monótona dulzura:
    las obreras impacientes
    salen y entran diligentes
    por la estrecha puerta oscura.

    Las que dentro descargaron
    las esencias que libaron,
    palpitantes aparecen,
    vuelo toman oscilante
    y en la atmósfera radiante
    volteando desparecen.

    Las que toman presurosas
    con sus cargas deliciosas
    de ambrosías y colores,
    no parecen volanderas
    juiciosísimas obreras,
    sino aladas lindas flores.

    No se estorban ni detienen
    las que ricas de oro vienen,
    las que en busca van de oro...
    Unas liban y acarrean,
    otras labran y moldean,
    ¡todas hinchen el tesoro!

    Y hacinados en los cienos,
    expulsados de los senos
    del alcázar del trabajo,
    los cadáveres viscosos
    de los zánganos ociosos
    se corrompen allá abajo...


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    Mensaje por Lluvia Abril Sáb 06 Nov 2021, 03:45

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    CASTELLANAS Y NUEVAS CASTELLANAS



    B. NUEVAS CASTELLANAS.


    Las repúblicas



    - III -


    Cosas buenas he aprendido
    contemplando embebecido
    resbalar por la hondonada
    la sonora algarabía
    de la alegre pastoría
    que despunta la otoñada.

    ¡Qué bien suenan sobre fondo
    de quietudes, dulce y hondo,
    el latir de roncos perros,
    el vibrar de los silbidos,
    el clamor de los balidos
    y el runrún de los cencerros!

    Y cayendo sobre el coro
    como lágrimas de oro
    de la vida natural,
    ¡qué amorosas complacencias
    desparraman las cadencias
    de la gaita del zagal!

    Blandamente resbalando
    las ovejas van pasando;
    paz y hierba van paciendo;
    los bocados que una deja
    son bocados de otra oveja
    que a la hermana va siguiendo.

    Los corderos baladores
    van en grupos triscadores
    asaltando los repechos,
    coronando los cerrillos,
    despuntando los tomillos
    y brincando los helechos.

    Y el que topa con la ubre
    o a lo lejos la descubre,
    bala y corre hacia la oveja,
    se arrodilla tembloroso,
    llena el cuajo, trisca airoso
    y esponjándose se aleja.

    En la honrada pastoría
    cada amante madre cría
    su corderuelo querido...
    ¡No hay cordero destetado
    porque lo haya abandonado
    la madre que lo ha parido!

    Venerable pastor viejo,
    con zamarra de pellejo
    de los muertos recentales,
    siempre atento vigilando
    el rebaño va guiando
    por los buenos pastizales.

    Como abuelo que a su niño
    lleva en brazos con cariño,
    rebosante de placer,
    el silvestre viejo austero
    lleva el trémulo cordero
    que ha acabado de nacer.

    Los zagales silbadores,
    los ingenuos tañedores
    de la gaita cadenciosa
    viendo van las avanzadas
    y alegrando con tonadas
    la piara rumorosa.

    Y librándola de robos
    de raposas y de lobos,
    van retándolos a muerte
    dos mastines corpulentos
    con ojos sanguinolentos
    paso grave y pecho fuerte.

    El pastor es cuidadoso,
    el otoño es amoroso,
    son alegres los rapaces,
    las ovejas obedientes,
    los mastines muy valientes
    y los campos muy feraces...

    Han gozado mis pupilas
    la visión de las tranquilas
    ovejitas resbalando...
    Paz y hierba van paciendo,
    dulce vida van viviendo,
    grata huella van dejando...

    Esta vida que vivimos
    los que reyes nos decimos
    de este mundo engañador,
    no es la vida sabia y sana...
    ¡Ay! ¡La república humana
    me parece la peor!...


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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 07 Nov 2021, 04:11

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    CASTELLANAS Y NUEVAS CASTELLANAS



    B. NUEVAS CASTELLANAS.





    Los sedientos


    - I -

    Vagando va por el erial ingrato,
    detrás de viente cabras
    la desgarrada muchachuela virgen,
    una broncínea enflaquecida estatua.
    Tiene apretadas las morenas carnes,
    tiene ceñuda y soñolienta el alma,
    cerrado y sordo el corazón de piedra,
    secos los labios, dura la mirada...

    Sin verla ni sentirla,
    la estéril vida arrastra
    encima de unas tierras siempre grises,
    debajo de unas nubes siempre pardas.
    Come pan negro, enmohecido y duro,
    bebe en los charcos pestilentes aguas,
    se alberga en un cubil, viste guiñapos,
    y se acuesta en un lecho de retamas.

    No sueña cuando duerme,
    no piensa cuando vela desvelada;
    si sufre, nunca llora;
    si goza, nunca canta,
    y vive sin terrores ni deleites,
    que no la dicen nada
    ni los fragores de las noches negras,
    ni los silencios de las noches diáfanas,
    ni el rebullir del convecino sapo,
    ni los aullidos de la loba flaca
    que yerra sola venteando carne
    de chivos y de cabras.

    Nunca sintió las alboradas tristes,
    nunca sintió las bellas alboradas,
    ni el ascender solemne de los días,
    ni la caída de las tardes mansas,
    ni el canto de los pájaros,
    ni el ruido de las aguas,
    ni la nostalgia del rumor del mundo,
    ni los silencios que el erial encalman.

    Su padre fue el pecado;
    su madre, la desgracia,
    y otra pareja infame
    de carne estéril y de infames almas
    la robó de la cuna de los huérfanos
    con hórrida codicia calculada.
    El mirar de sus ojos ofendidos
    por el erial resbala
    como el osado pensamiento humano
    que osa escrutar los reinos de la nada.

    Ciegos los ojos, sordos los oídos,
    la lengua muda y soñolienta el alma,
    vagando va por el erial escueto
    detrás de veinte cabras
    que las tristezas del silencio ahondan
    con la música opaca
    del repicar de sus pezuñas grises
    sobre grises fragmentos de pizarras.



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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 07 Nov 2021, 04:12

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


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    Los sedientos


    - II -


    Al otro lado del sereno río
    que el borde del erial lavando pasa,
    Naturaleza derramó unos montes
    donde hay rumores que el oír regalan,
    donde hay ambientes que la sangre sedan,
    donde hay perfumes que el cerebro embargan,
    donde hay salud que vigoriza el cuerpo
    y paz muy honda que equilibra el alma,
    luz de torrentes, música a raudales
    y un sordo hervir de vigorosa sabia
    que en los pimpollos se resuelve en yemas
    y tronco abajo se desliza en lágrimas,
    cogüelmo de la vida que revierte
    de la tierra otra vez en las entrañas.

    Por esos montes que robusto crían
    todo lo vivo que en sus senos guardan,
    vaga un hermoso zagalón impúber
    detrás de veinte vigorosas cabras
    cuyas duras pezuñas no repican
    sobre estériles lechos de pizarras
    pues tiene el monte alfombras
    espléndidas y blandas,
    musgo de terciopelo en los peñascos
    y tréboles de seda en las cañadas.

    Borracho de salud vaga por ella
    el alegre zagal de vida errática.
    Con la inconsciencia de los niños piensa,
    con el vigor de los cabritos salta,
    con la lujuria del boscaje crece,
    con la alegría de la alondra canta.

    Él es el limo de las tierras vírgenes,
    él es promesa de las tierras áridas,
    él es estrofa del amor dormido,
    él un vaso de savia
    que en abundancia de cogüelmo rico
    rebosará mañana.

    Y entonces el salvaje solitario
    clavará las pupilas dilatadas
    en la virgen sedienta
    del páramo sediento que la mata,
    y sediento de amor, ebrio de vida,
    desnudos cuerpo y alma,
    querrá cruzar el espumoso río,
    querrá posar en el erial la planta,
    querrá quebrar en el trabajo el cuerpo,
    querrá dormir en el amor el alma...

    ¡Hombres de la cultura!,
    tended un puente sobre aquellas aguas...,
    que se acerquen los hijos de los hombres,
    que se junten los hatos de las cabras,
    ¡que del monte feraz pasen al páramo
    del amor y el trabajo las sustancias!




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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 07 Nov 2021, 04:13

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    CASTELLANAS Y NUEVAS CASTELLANAS



    B. NUEVAS CASTELLANAS.




    Treno



    Tengo el alma serena
    para toda amenaza de catástrofe;
    la tengo muda y sorda
    para voces de amores que me llamen;
    la tengo seria como un campo yermo;
    quieta la tengo como aquel cadáver
    de quien yo no creí que fuese tierra
    porque era el de mi madre.

    El que ve lo que vi cuando era mozo
    que amor disuelto apellidé a la sangre
    y eterno soñé al tiempo
    para besar la frente de la imagen,
    ¿qué puede ver que le sacuda el alma
    ni al cuerpo un grito de dolor le arranque?

    Rayo de la tormenta:
    podrás romperme pero no espantarme;
    volcán rugiente que escupiendo fuego
    me enseñas el abismo de tu cráter;
    sierra que te derrumbas
    y ante las puertas de mi casa caes;
    río que te desbordas
    y azotas de mi casa los umbrales;
    huracán que su techo le arrebatas;
    muerte que rondas mi olvidada calle...
    ¡qué pequeños sois todos, qué pequeños,
    y mi dolor qué grande!

    Y vosotros también, hombres perversos,
    que me herís con salivas el semblante;
    y vosotros también, hombres amigos
    que a la vida feliz queréis tomarme
    con la ambrosía de la humana gloria,
    miel al beber y al digerir vinagre...,
    me herís los unos con estéril saña,
    porque herís a un cadáver;
    lucháis los otros con afán estéril
    porque nadie logró que el mundo hable.

    Sólo podrá moverme,
    desde la noche de la gran catástrofe,
    la voz de Dios gritándome: «¡Hijo! ¡Hijo!
    ¡Respóndele a tu padre!»



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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 07 Nov 2021, 04:14

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


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    B. NUEVAS CASTELLANAS.




    El barbecho



    ¿Dónde irá sola Teresa
    por la senda que atraviesa
    los barbechos? ¿Dónde irá?
    ¿Qué tendrá, que así suspira?
    ¿Qué tendrá, que apenas mira
    las aradas? ¿Qué tendrá?

    ¿Por qué con más gentileza
    llevó sobre su cabeza
    la blanca cestita ayer?
    ¿Por qué le dijo a su madre:
    -Madre, que está lejos padre
    y he de tardar en volver?

    Su madre ayer le decía:
    -Hija, que no es mediodía...
    ¿No ves el sol en la torre?
    -Madre, ¿el sol no se equivoca?
    -¡Jesús, qué cosa tan loca
    de muchacha!... ¡Corre, corre!

    Y alegre y ligera vino
    por ese mismo camino
    que parte en dos el barbecho;
    llevaba luz en los ojos,
    risas en los labios rojos,
    gozos en el alto pecho.

    Cantaba las melodías
    que el sol de los buenos días
    inspira a las castellanas
    e inspira a los castellanos
    cuando se vierte en los llanos
    de las abiertas besanas.

    Y las alondras terrosas
    sus oídos, codiciosas
    al dulce cantar abrieron,
    y sobre el surco posadas,
    con pupilas asombradas,
    pasar a Teresa vieron.

    Hoy pasa muda y sombría...
    «Hija que ya es mediodía»,
    dijo tres veces su madre.
    «¡Jesús, madre, qué inoportuna!
    ¡No tengo prisa ninguna,
    que no está muy lejos padre!»

    Moza: ¿por qué esas mudanzas?,
    ¿no tiene hoy lontananzas
    los bellos ojos de ayer?
    ¿No te pide melodías
    el sol de los buenos días
    en la besana al caer?

    ¿No te dio un beso tu madre?
    ¿No vas a darle a tu padre
    besos y pan en la arada?
    ¿Hoy no hay alondras terrosas
    que te escuchen codiciosas
    la vagabunda tonada?

    Camino vas del barbecho
    con un secreto en el pecho
    que yo conozco, Teresa...
    No pienses que soy un duende
    porque mi mente comprende
    lo que en el pecho te pesa.

    Allá en aquella hondonada,
    hay una tierra ya arada
    que estaba ayer sin arar...
    Solos tú y yo hemos sabido
    que a arar el gañán se ha ido
    a otro lado del lugar.

    Descansa un rato, Teresa,
    que yo bien sé cuánto pesa
    lo que llevas en el pecho,
    y sé cómo caminamos
    cuando la carga llevamos
    hacia el contrario barbecho.

    No te sonrojes, hermosa,
    que no es una extraña cosa
    ni es pecadora mudanza
    que el sol te parezca oscuro,
    pesado el ambiente puro,
    ceñuda la lontananza,

    pálidas tus melodías,
    tristes estas gañanías,
    áridos estos senderos...,
    y hasta el querer de tu padre
    y hasta el apego a tu madre
    más borrosos, más someros...

    ¿Qué es el barbecho, Teresa?
    Si amor no está en él, confiesa
    que barbecho es un erial;
    mas si algo dice en el pecho
    que anda amor por el barbecho...
    ¡barbecho es huerto edenial!




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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 08 Nov 2021, 00:40

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    Noche fecunda


    - I -


    Ya dejó sus mocedades
    Juan Antonio el de Villalba,
    un roble joven que tiene
    de pardo sayal la cáscara,
    de acero el tronco robusto,
    de puras mieles la entraña.

    Para que hogar fuese haciendo,
    para que hacienda fundara,
    diole el Destino una esposa,
    diole su padre una vaca.
    Josefa se llama aquélla;
    y ésta Cordera se llama;
    una mujer bien nacida,
    y una vaca bien criada.

    Josefa dejó las fiestas
    y hundió en el arca sus galas;
    Juan Antonio dejó el marro,
    y hasta vendió la dulzaina
    a un temprano chavalillo
    que a mocearse empezaba.

    ¡Y bien sabe Dios del cielo
    que la vendió con un ansia!...
    Pero el casado es casado
    y la dulzaina es dulzaina.

    Y así pasaban los días,
    que ya diez meses sumaban;
    Juan Antonio, trajinando;
    Josefa, metida en casa;
    la vaca, creciendo en ubre;
    y el tiempo, dando esperanzas...



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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 08 Nov 2021, 00:41

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    Noche fecunda


    - II -


    Una noche de verano,
    cerca de la madrugada,
    llamó a la gente vecina
    Juan Antonio el de Villalba.
    Al establo acuden hombres
    y mujeres a la sala,
    y en misteriosos encierros
    se truecan ambas estancias,
    y hay misteriosos trajines,
    y misteriosas palabras,
    y prolongados silencios,
    y pasajeras alarmas...
    Y Juan Antonio anda inquieto,
    la frente en sudor bañada,
    desde la sala al establo,
    desde el establo a la sala.

    En la cocina un momento
    se sienta, mueve las ascuas
    y reza dos o tres veces
    la Salve que nunca acaba,
    y suda y mira las puertas
    de establo y sala cerradas...
    De repente se oye un grito
    de doliente queja humana
    y un mugido quejumbroso
    de lánguida resonancia.
    Luego, un silencio terrible;
    luego, un momento de alarma,
    y otro grito, otro mugido,
    y al fin ruido y voces francas.
    Juan Antonio está aterrado
    rígido como una estatua;
    mira a las cerradas puertas
    que súbito se abren ambas,
    y oye que desde una y otra
    le dicen estas palabras
    uno de los del establo
    y una de las de la sala:
    -¡Dos churros... y dambos muertos!
    ¡Dos niñas... y vivas dambas!





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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 08 Nov 2021, 00:43

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


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    ¡Trisca, vaquerillo!


    ¿Por qué llora el vaquerillo?
    ¿Por qué aquella cabrerilla
    del sotillo
    ya es amor de otro chiquillo?
    ¡No me causa maravilla!

    ¿Por qué tan osado eres,
    siendo rapaz de once años,
    que ya quieres
    probar de tales quereres
    que guardan tales engaños?

    ¿No te ha enseñado Natura
    que toda flor que florece
    prematura
    si da fruto no madura,
    porque en abril envejece?

    ¿Y no viven más dichosos
    que tus toros reñidores
    y celosos
    los becerrillos nerviosos
    libremente triscadores?

    Pues trisca tú, vaquerillo,
    y olvida a la cabrerilla
    del sotillo
    porque tú eres un chiquillo
    y ella no es una chiquilla...




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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 08 Nov 2021, 00:44

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    ¿Qué tendrá?


    ¿Qué tendrá la hija
    del sepulturero,
    que con asco la miran los mozos,
    que las mozas la miran con miedo?

    Cuando llega el domingo a la plaza
    y está el bailoteo
    como el sol de alegre,
    vivo como el fuego,
    no parece sino que una nube
    se atraviesa delante del cielo;
    no parece sino que se anuncia
    que se acerca, que pasa un entierro...

    Una ola de opacos rumores
    sustituye al febril charloteo,
    se cambian miradas
    que expresan recelos,
    el ritmo del baile
    se torna más lento
    y hasta los repiques
    alegres y secos
    de las castañuelas
    callan un momento...

    Un momento no más dura todo;
    mas ¿qué será aquello
    que hasta da falsas notas la gaita
    por hacer un gesto
    con sus gruesos labios
    el tamborilero?

    No hay memoria de amores manchados,
    porque nunca, a pesar de ser bellos,
    «buenos ojos tienes»
    le ha dicho un mancebo.

    Y ella sigue desdenes rumiando,
    y ella sigue rumiando desprecios,
    pero siempre acercándose a todos,
    siempre sonriendo,

    presentándose en fiestas y bailes
    y estrenando más ricos pañuelos...
    ¿Qué tendrá la hija
    del sepulturero?
    Me lo dijo un mozo:
    «¿Ve usted esos pañuelos?
    Pues se cuenta que son de otras mozas...
    ¡de otras mozas que están ya pudriendo!...»
    Y es verdá que paece que güelen,
    que güelen a muerto...



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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 08 Nov 2021, 00:45

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    Las sementeras


    - I -


    Con el relente que le da tempero,
    la madrugada roció la tierra.
    Se siente frío en la besana húmeda;
    el terruño está solo. Ya alborea.
    Lo dice levantándose del surco
    la alondra mañanera
    que desgrana en el aire el de sus trinos
    hilo copioso de sonantes perlas.

    Ya sale el sol de las mañanas tibias,
    ya sale el sol de las mañanas buenas,
    sol de salud, incubador de gérmenes,
    sol de la sementera.

    No tiene más testigos y cantores
    que yo y la alondra en la besana escueta,
    ni más espejos que el regato limpio
    y el rocío en las puntas de la hierba.

    Viene triunfante, coronado de oro;
    radiante viene levantando nieblas
    y evaporando el matinal relente
    que parece el aliento de la tierra.

    Ya llegan mis gañanes con las yuntas
    canturreando la canción primera
    que les arranca el equilibrio plácido
    del bien venir de la mañana buena.

    Rayando los timones el camino,
    y en alto la mancera,
    vienen los bueyes con la cruz que forman
    el yugo y el arado en la cabeza.

    Ya escucho golpes secos
    de mazos y de azuelas,
    silbidos cariñosos,
    nombres de bueyes que en besana entran
    y uno que suena compasado ruido
    como de riego de menudas perlas
    al desplegarse el abanico de oro
    de la simiente que los mozos riegan.

    Estoy en el repecho
    presidiendo mi hermosa sementera.
    Todo lo escucho con avaro oído:
    el blando hundirse de las anchas rejas;
    el süave rodar hacia los lados
    de la mullida tierra;
    el alentar pujante de los bueyes,
    de cuyos bezos charolados cuelgan
    tenues hilos de baba trasparente
    que el manso andar no quiebra;
    aquel pausado y firme
    posar de sus pezuñas gigantescas;
    el crujir dormilón de las coyundas
    que el yugo pulimentan;
    un aliento de brisa tan süave
    que apenas se menea,
    un hondo y general rumor de vida
    y un ruido sordo de pujante brega.

    Y tal como si el alma del terruño
    viniese toda condensada en ella,
    la tonada de arar surge solemne
    la tonada de arar al alma llega
    cantando cosas dulces,
    diciendo cosas buenas.

    Sus mansas recaídas
    parecen que remedan
    la suavidad de las laderas dulces
    de la ondulada castellana tierra
    o el tranquilo vaivén de los pensares
    que el mar ondulan de las almas serias.

    Y a mí también me hablan
    sus lánguidas cadencias
    del bien gozar los apacibles goces,
    del bien llorar las bendecidas penas,
    del buen amor de la mujer fecunda,
    del bien sentir la paternal querencia
    y de un vivir sereno,
    fuerte y seguro, como aquel que llevan,
    paso de hierro sobre tierra blanda,
    los mansos bueyes de gigantes fuerzas.



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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 08 Nov 2021, 00:46

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


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    Las sementeras



    - II -


    Cruzan el cielo nubecillas tenues
    que parecen blanquísimas guedejas
    cortadas del vellón inmaculado
    que dieron en abril las corderuelas.

    El sol baña el terruño,
    se ve crecer la hierba
    y huele a tierra húmeda
    cargada de promesas.

    ¡Qué dulce es presidir desde el repecho
    la propia sementera
    si el cielo es transparente, fresco el aire,
    húmeda y fértil la esponjada tierra,
    el sol templado, la simiente sana,
    robustas las parejas,
    alegres los gañanes,
    la tonada de arar, sentida y lenta,
    sabroso el pan de casa
    y el agua del regato limpia y fresca!

    La mente embebecida
    se carga entonces de memorias bellas;
    del lado del hogar me vienen todas,
    que el hogar es el cielo de la tierra,
    la paz de mi vivir me las regala
    y en paz el corazón las paladea.
    ¡Aquella del hogar sí que es hermosa!
    ¡Aquella sí que es santa sementera!
    También yo la presido,
    también Dios la bendice y la gobierna.
    Dios encendió en el cielo de la vida
    el sol de los amores para ella,
    para que al fuego santo
    las almas y las sangres se fundieran.
    Dios le da noches de fecundas horas
    y luengos días de apacibles treguas...,
    ¡horas sin luz que velen sus misterios
    y horas de sol que sus entrañas templan!

    Y Dios, Padre del mundo,
    le da también cosecha
    de frutos vivos que el vivir anudan,
    de frutos bellos que el vivir alegran...

    ¡Señor, que das la vida!
    Dame salud y amor, y sol y tierra,
    y yo te pagaré con campos ricos
    en ambas sementeras.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Lun 08 Nov 2021, 02:30

    "Sin verla ni sentirla,
    la estéril vida arrastra
    encima de unas tierras siempre grises,
    debajo de unas nubes siempre pardas.
    Come pan negro, enmohecido y duro,
    bebe en los charcos pestilentes aguas,
    se alberga en un cubil, viste guiñapos,
    y se acuesta en un lecho de retamas."



    Una ESPAÑAL REAL en los tiempos del poeta y NO TAN LEJANA en los tiempos de hoy en zonas marginales (de todas y cada una de las ciudades  de nuestra "QUERIDA SPAÑA"


    Gracias, Lluvia. 


    Besos.


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    Mensaje por Lluvia Abril Mar 09 Nov 2021, 00:50

    Así es, Pascual, tal y cómo lo dices.
    Gracias a ti, como siempre y seguimos.


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    Mensaje por Lluvia Abril Mar 09 Nov 2021, 00:53

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    CASTELLANAS Y NUEVAS CASTELLANAS



    B. NUEVAS CASTELLANAS




    Canto al trabajo



    A ti, de Dios venida,
    dura ley del trabajo merecida,
    mi lira ruda su cantar convierte;
    a ti, fuente de vida;
    a ti, dominadora de la suerte.

    Escucha cómo canta
    la oscurísima voz de mi garganta
    lo que tienes, ¡oh ley!, de creadora,
    lo que tienes de santa,
    lo que tienes de sabia y redentora.

    Porque eres fuente pura
    que manas oro de la hechida hondura,
    fecunda y rica en mi canción te llamo;
    porque eres levadura
    del humano vivir, buena te aclamo.

    Redimes y ennobleces,
    fecundas, regeneras, enriqueces,
    alegras, perfeccionas, multiplicas,
    el cuerpo fortaleces
    y el alma en tus crisoles purificas.

    ¡Señor! Si abandonado
    dejas al mundo a su primer pecado

    y la sabia sentencia no fulminas,
    hubiéranse asentado
    tumbas y cunas sobre muertas ruinas.

    Mas tu voz iracunda
    fulminó la sentencia tremebunda,
    y por tocar en tus divinos labios
    tornóse en ley fecunda
    el rayo vengador de tus agravios.

    Si de acres amarguras
    extraen las abejas mieles puras,
    ¿cómo Tú no sacar de tu justicia
    paternales ternuras
    para la humana original malicia?

    Fecundo hiciste al mundo,
    feliz nos lo entregó tu amor profundo,
    y cuando el crimen tu rigor atrajo,
    nuevamente fecundo,
    si no feliz, nos lo tornó el trabajo.

    ¡Mirad, ojos atentos,
    toda la luz que radian sus portentos,
    todo el vigor que en sus empresas late!
    ¡No hay épicos acentos
    para cantar el colosal combate!

    Mirad cómo a la tierra
    provoca con el hierro a santa guerra,
    desgarrando sus senos productores,
    donde juntos sotierra
    semillas, esperanzas y sudores.

    El boscaje descuaja,
    las peñas de su asiento desencaja,
    estimula veneros, ciega fosas,
    y el alto cerro cuaja
    de arbóreas plantaciones vigorosas.

    Abajo, en la ancha vega,
    trenza el río sereno y lo despliega
    en innúmeros hilos de agua pura
    que mansamente riega
    opulentas alfombras de verduras.

    A veces, remansada,
    la detiene la presa, y luego airada
    la despeña en cascadas cristalinas
    con fuerza regulada
    que hace girar rodeznos y turbinas.

    Mirad cómo los mares
    abruma con el peso de millares
    de buques que cargó con sus labores,
    y a remotos lugares
    manda de su riqueza portadores.

    Mirad cómo devora
    la distancia en la audaz locomotora
    que creó gallardísimas y ligera;
    mirad cómo perfora
    la montaña que estorba su carrera.

    Cómo escarba en la hondura
    y persigue el filón dentro la oscura
    profunda mina que el tesoro guarda,
    como la inmensa altura
    va conquistando de la nube parda.

    Como el taller agita,
    cómo en el templo del saber medita,
    y trepida en las fábricas brioso,
    y en las calles se agita,
    y brega en los hogares codicioso.

    Labra, funde, modela,
    torna rico el erial, pinta, cincela,
    incrusta, sierra, pule y abrillanta,
    edifica, nivela,
    inventa, piensa, escribe, rima y canta.

    El rayo reluciente,
    fuego del cielo, espanto de la gente,
    ha tornado en sumiso mensajero,
    que de Oriente a Poniente
    lleva latidos del vivir ligero.

    Al padre y al esposo
    les da para los suyos pan sabroso,
    olvido al triste en su dolor profundo,
    salud al poderoso,
    honra a la patria y bienestar al mundo.

    Tiempos aún no venidos
    del imperio triunfal de los caídos:
    ¡derramad pan honrado y paz bendita
    sobre hogares queridos
    que templos son donde el trabajo habita!

    Tiempos tan esperados
    de la justicia, que avanzáis armados:
    ¡sitiad por hambre o desquiciad las puertas
    de alcázares dorados
    que no las tengan al trabajo abiertas!

    ¡Vida que vive asida
    savia sorbiendo de la ajena vida,
    duerma en el polvo en criminal sosiego!
    ¡Rama sea o podrida
    perezca por el hacha o por el fuego!

    Y gloria a ti, ¡oh fecundo
    sol del trabajador, alegrador del mundo!
    Sin ofensa de Dios, que fue el primero,
    tú el creador segundo
    bien te puedes llamar del mundo entero.




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    Mensaje por Lluvia Abril Mar 09 Nov 2021, 00:54

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    CASTELLANAS Y NUEVAS CASTELLANAS



    B. NUEVAS CASTELLANAS




    Mi música



    Naturales armonías,
    populares canturías
    cuyo acento musical
    no es engendro artificioso,
    sino aliento vigoroso
    de la vida natural:

    vuestras notas, vuestros ruidos,
    vuestros ecos repetidos
    en retornelo hablador,
    son mis goces más risueños,
    son el arte de mis sueños,
    ¡son mi música mejor!

    Rumores que en la alquería
    revientan con alegría
    del dorado amanecer,
    que despierta sonriendo
    las que estuvieron durmiendo
    fuerzas vitales de ayer;

    brava música sincera
    de la ronda callejera
    de los mozos del lugar,
    que con guitarras sonoras
    y bandurrias trinadoras
    acompañan su cantar;

    alegre esquilón de ermita,
    voz de amores que recita
    la romántica canción;
    ruido de aire que adormece,
    son de lluvia que entristece,
    manso arrullo de pichón;

    cuchicheos de las brisas,
    melodías indecisas
    del tranquilo atardecer,
    aletazos de paloma,
    balbuceos del idioma
    que empieza el niño a aprender;

    jugueteos musicales
    que modula entre zarzales
    el callado manantial
    cuyo hilillo intermitente
    da la nota transparente
    de una lira de cristal;

    melancólicos murmullos,
    sabrosísimos arrullos,
    vibraciones del sentir,
    que la madre en su cariño
    le dedica al tierno niño
    invitándole a dormir;

    claro timbre plañidero
    del balido lastimero
    del inquieto recental;
    eco triste del bramido
    del becerrillo perdido
    que sestea en el erial;

    grave zumbar pregonero
    del tábano volandero
    que arrullo en la siesta da;
    que murmulla, que se queja,
    que se acerca, que se aleja,
    que retorna, que se va...,

    hálitos del bosque frío,
    lejano zumbar de río,
    hachazos de leñador,
    explosivos en la sierra,
    eco incógnito que yerra,
    hijo ignoto de un rumor;

    suspiro de muda pena
    que no vibra, que no suena,
    pero se siente sonar;
    sollozos del pensamiento
    que solo del sentimiento
    quieren dejarse escuchar;

    vuelo sereno de ave,
    ritmo de aliento suave,
    beso que arranca el querer,
    nombre de madre adorada,
    voz de la mujer amada,
    llanto de niño al nacer;

    tonadilla peregrina
    que modula en la colina
    la gaitilla del zagal,
    la que vierte blancas notas
    que de miel parecen gotas
    desprendidas del panal;

    besos del aura y la parra,
    lágrimas de la guitarra
    latidos del corazón,
    quedas pláticas discretas,
    palabras de amor secretas,
    lamentos de honda pasión;

    pintoresca algarabía
    de la alegre pastoría
    derramada en la heredad,
    trajinar de los lugares,
    tonadillas populares,
    tamboril de Navidad;

    trino de alondra que el vuelo
    levanta, cantando, al cielo,
    de donde su voz tomó;
    canto llano de sonora
    codorniz madrugadora
    que a la aurora se enceló;

    ecos lánguidos que envía
    de la vaga lejanía
    la tonada del gañán,
    que en la tibia sementera

    canta y ara en la ladera
    que la da trabajo y pan;

    dulces coros de oraciones
    suspiros de devociones,
    sollozos de pecador,
    voz del órgano suave
    que llora con ritmo grave
    la elegía del dolor;

    popular algarabía
    de la alegre romería
    que ya el valle va a dejar
    con jijeos y cantares
    que en cañadas y encinares
    se repiten sin cesar;

    aire quedo de alameda
    que una música remeda
    que el alma nunca entendió,
    una música increada
    que en el seno de la nada
    para siempre se quedó;

    manso zumbar de colmena
    que trabaja en la serena
    tarde plácida de abril;
    coro que llena de ruidos
    la de niños que va a nidos
    sonora tropa gentil;

    bellas rimas del poeta
    cuya música interpreta
    los arrullos del amor,
    los estruendos de la orgía,
    la calmante poesía
    que hay disuelta en el dolor.

    Las injurias de la suerte,
    los horrores de la muerte,
    los misterios del sentir
    y el secreto religioso
    del encanto doloroso
    de la pena de vivir...

    Yo os lo dije; vuestros ruidos,
    vuestros ecos repetidos
    en retomelo hablador,
    son el pan de mi deseo,
    son el arte en que yo creo,
    ¡son mi música mejor!





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    Mensaje por Lluvia Abril Mar 09 Nov 2021, 00:55

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    CASTELLANAS Y NUEVAS CASTELLANAS



    B. NUEVAS CASTELLANAS




    La montaña



    ¡Hablemos, atalaya gigantea!
    Desde tu inmensa altura,
    ¿me verás muy pequeño en esta hondura
    del valle estrecho en que mi choza humea?
    ¿Verdad que para ti somos iguales
    el hombre de la choza
    que, sentado en sus míseros umbrales,
    la gran visión de tus grandezas goza,
    y el último volátil insectillo
    que se posa en el último ramillo
    del árbol más enteco,
    del menos admirado bosquecillo,
    de tu más olvidado recoveco?

    ¡Es tanta tu grandeza!...,
    tan soberbia tu historia, tan altiva
    levantas y tan alta la cabeza,
    que solo pequeñez, solo pobreza
    verás en lo de abajo desde arriba.

    Te engendró trepidando el terremoto,
    ¡reina de las montañas!,
    y por la boca del abismo ignoto
    la tierra te parió de sus entrañas,
    rugiendo de dolor su seno roto.

    Viniste a la vida,
    no tremiendo con trémulos vagidos,
    sino cantando la jamás oída
    formidable canción de tus rugidos.
    Y transpiraste en tu alentar inmenso
    soberbias espirales
    que cegaron el éter de humo denso.
    Y tu loca niñez, brava y ardiente,
    envolvióse en pañales
    que eran manto de lava incandescente...

    Luego imprimieron sobre ti sus huellas
    los días creadores
    de las fecundas primaveras bellas,
    las que en tierra feraz siembras las flores
    como Dios en el cielo las estrellas.
    Tu ardiente aliento, destructor por fuerte,
    fue brisa luego, de frescura henchida,
    y aquel tu arrollador fuego de muerte
    trocóse en fuego incubador de vida.

    Y una robusta juventud briosa
    sembró tus cumbres y cuajó tus faldas
    de lluvia lujuriosa,
    de boscaje espumante de guirnaldas.

    Enamorada del soberbio nido
    vino a incubar sobre tu haz la vida,
    vino a habitarte el concertado ruido,
    vino a vivir de tu vivir henchido
    toda pareja por instinto unida.

    Por tus gargantas hondas
    rodó el torrente flagelando peñas,
    hinchando espumas y mojando frondas;
    erró la fiera entre tus hoscas breñas,
    el cabrero salvaje
    incrustó su majada en las risueñas
    orillas agrias del corriente aguaje,
    y alegraron sus cuestas los apriscos,
    y hubo nidos de pluma entre el ramaje,
    y cuevas de reptiles en los riscos...

    Y en tus noches ardientes
    te arrullaron graznidos estridentes
    de búhos en el árbol apostados,
    y bramidos dolientes
    de ciervos encelados;
    y te bañastes en el mar de oro
    de las auroras puras,
    oyendo el himno del vivir sonoro
    del de las aves incontable coro
    que habitaba tus densas espesuras...

    Cantares de cabreros,
    zumbar de regatuelos espumosos,
    balidos lastimeros
    de cabritos nerviosos,
    silbos de águila osada
    que de éter embriagada
    se cierne sobre ti cerca del cielo,
    delineando con redondo vuelo
    el nimbo de tu cresta coronada
    de riscos y de nieve inmaculada...

    Todo vivió cantando como pudo
    tu vida fuerte, formidable y ruda,
    de cuerpo virgen ante el sol desnudo,
    y tú, serena y muda,
    como quien todo lo abarcó y lo encierra,
    por el éter sutil ibas rodando
    en tus lomos gigantes soportando
    la mitad de la vida de la tierra.

    El bello sol naciente
    siempre el beso primero
    puso amoroso en tu soberbia frente;
    siempre su adiós postrero
    te quiso dedicar el sol poniente...
    ¡Con qué gigante majestad rendida!
    os amáis los gigantes de la vida!
    ¡Qué pequeño verás desde tu altura
    al hombre de la choza
    que tus regias grandezas canta y goza
    hundido en las honduras de esta hondura!

    Eres grande, ¡oh montaña!,
    y rica con espléndida riqueza;
    tienes oro en la entraña
    y corona de plata en la cabeza...
    ¡Pero yo soy más grande! ¡Yo más fuerte!
    ¡Yo más rico que tú!... ¡Yo he de vencerte!
    No en la entraña metales brilladores,
    ni en la frente coronas temporales:
    ¡tengo en el corazón fragua de amores!
    ¡Tengo en la frente fragua de ideales!
    ¿Y qué volcán tuviste tan ardiente
    como el humano corazón que ama?
    ¿Ni qué encendida llama
    radiará luz tan pura y esplendente
    como esta que mi espíritu derrama?

    ¡Tú envejeces! La nieve de tu cumbre
    que ya ha apagado tu prístina lumbre
    me dice que declinas,
    que ya helada caminas
    de tu vivir hacia el helado invierno...

    ¡Tú tienes que morir! ¡Yo soy eterno!
    Mas ¿para qué conmigo compararte,
    soberbio monstruo inerte,
    si del cogüelmo de mi vida, el Arte
    te está dando una parte
    porque no te confundan con la muerte?

    Y, en fin, mole dormida,
    aunque sintieras como yo la vida,
    me envidiaras, sin duda,
    ¡porque yo sé cantar y tú eres muda!




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    Mensaje por Lluvia Abril Mar 09 Nov 2021, 00:56

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    CASTELLANAS Y NUEVAS CASTELLANAS



    B. NUEVAS CASTELLANAS




    Un don Juan



    Amo, de aquella cuestión
    de ayer, pues ya me atreví.
    -¡Gracias a Dios, cobardón!
    ¿Y qué te dijo?
    -Que sí.

    -¿Ves, Jenaro? Si te dejo,
    no llegas nunca a animarte,
    y te me mueres de viejo
    con las ganas de casarte.

    Me gusta la valentía.
    Y la lengua, ¿se enredó?
    -Pues mire usted, yo creía
    que iba a ser más; pero no.

    Y eso que al dir a empezar,
    por mucho que porfié,
    pues no me pude acordar
    del emprencipio de usté.

    -¡Por vida de...! ¿Y qué jinojos
    hiciste entonces, Jenaro?

    -Pues, nada, cerrar los ojos
    y dir p'alante.
    -¡Pues claro!

    Cuando se ignora, se inventa.
    -Pues ese fue el aquel mío.
    Me tuve que echar la cuenta
    que se echa el hombre perdío,

    y como un eral cerril
    arremetí con alientos,
    porque ya, preso por mil...,
    pues preso por mil quinientos.

    No es más que mientras se empieza.
    Yo cuantis que me corté,
    pues na más de mi cabeza
    cuasi todo lo saqué.

    -¡Bien hecho! ¿Y le gustaría
    bastante más que lo mío?
    -Yo le dije asín: «María:
    dirás que a qué habré venío.»

    -¿Y qué te dijo?
    -Que hablara.
    Ella bajó la cabeza
    y se le puso la cara
    lo mesmo que una cereza.

    A mí también se me ardía,
    la verdá se ha de decir;
    pero le dije: «María:
    ¿sabrás que tengo un sentir?»

    -¡Bien dicho! ¿Y no te comieron
    porque hiciste esa pregunta?
    -No, pero me se pusieron
    todos los pelos de punta.

    Yo cuasi que no veía,
    la verdá se ha de decir;
    pero le dije: «María:
    ¿sabrás que tengo un sentir?»

    Cuasi que me han obligao
    -le dije- a venir acá,
    que yo bien retuso he estao
    por mo de la cortedá;

    pero el amo, que sabía
    mi sentir, pues ayer tarde
    mesmamente me decía:
    «Jenaro, ¡no seas cobarde!

    La moza es poco fiestera
    y poco aparentadora,
    y no es moza ventanera,
    y es árdiga y vividora.

    Y luego, es bien parecía,
    y es callaíta y prudente,
    y es honesta y recogía,
    y viene de buena gente...

    Anda con ella, comienza
    mañana a la noche a dir,
    que a cuenta de la vergüenza
    te la dejas escurrir...»

    Pues sobre aquello volviendo
    del sentir que te decía,
    sabrás que te estoy quisiendo
    ya hace tres años, María.

    Siempre he andao negativo
    dejándolo pa dispués
    y na más que es a motivo
    de lo corto que uno es.

    Y asín me estaba, me estaba,
    aguantándome el sentir,
    a ver si se me pasaba,
    la verdá se ha de decir.

    Y hate cuenta que cada año
    pues más me reconcomía,
    hasta que ya dije hogaño:
    ¡Habrá que estar con María!

    Porque en habiendo un querer,
    la verdá se ha de decir,
    ni cuasi puedes comer
    ni cuasi puedes dormir.

    Y no es el decir que uno
    esté encitando el pensar,
    porque yo creo que nenguno
    quedrá siempre asín estar.

    Es na más que te aficionas
    y que pierdes la chaveta
    en cuantis que una persona
    por los ojos te se meta.

    Y que ya nadie te apea
    ni te hace volver atrás
    y llevas aquella idea
    por andiquiera que vas.

    Pues un querer derechero
    como el corazón te ablande,
    es igual que un abujero:
    cuanti más le hurgas, más grande.

    -¡Caramba! ¡Muy bien, Jenaro!
    y ella entonces te diría...
    -A lo primero, pues claro,
    dijo que ya se vería.

    Pero dispués ya ve usté,
    la gente se va atreviendo.
    Yo le dije: «Volveré.»
    y ella dijo: «Vay viniendo.»

    -Vamos, sí, que habrá casorio.
    -De eso entá no hemos tratao.
    Sólo el parlárselo..., ¡corio!,
    ¡más vergüenza me ha costao...!



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    Mensaje por Lluvia Abril Mar 09 Nov 2021, 01:03

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    CASTELLANAS Y NUEVAS CASTELLANAS



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    Los dos soles



    Vámonos al hastial de la sala,
    vámonos, Francisco,
    que se está que da gloria estos días
    de sol y de frío.
    Y al rincón del hastial soleado
    por tibiezas del sol invernizo
    se van temblorosos
    los dos viejecitos
    con el calendario,
    con el argadillo,
    con las frentes cargadas de tiempo,
    con las venas cargadas de frío.

    ¡Qué serena la tarde resbala
    por delante de aquel rinconcito!
    ¡Las dulces tibiezas
    del sol invernizo
    como alientos del Dios de la vida
    dan calor a los dos viejecitos!

    Una dulce modorra süave
    va durmiendo sus torpes sentidos
    al rumor del rozar quejumbroso
    de las vueltas del viejo argadillo,
    que se queja con ritmo de enfermo,
    plañidero, sutil, dolorido...

    La tarde es templada
    y el rincón del hastial está tibio...
    Se derrite la nieve en los campos,
    se descubre el verdor del ejido,
    pican las cigüeñas
    la vera del río,
    lavan las muchachas,
    balan los cabritos,
    corren los regatos,
    llora el argadillo,
    y en los montes las lenguas de acero
    de los anchos destrales blandidos
    acompañan su bronca salmodia
    con reflejos estruendos sombríos,
    fragorosos desgarres de ramas,
    roncos tumbos de troncos hendidos...
    ¡Allí están los mozos!...
    ¡Allí está aquel hijo!...
    Murieron los rayos
    del sol mortecino...
    -Vamos a la lumbre.
    -Vámonos, Francisco.
    Y al rincón del hogar, frío y solo,
    se marcharon los dos viejecitos,
    con el calendario,
    con el argadillo,
    temblando de viejos,
    temblando de frío.
    -Ya viene cantando...
    -Ya viene ese hijo...
    Y el hogar apagado y oscuro
    revivió con el mozo fornido,
    revivió con los fuegos sagrados
    del amor y el hogar confundidos...
    Y el viejo a la vieja
    díjole al oído:
    -Tenemos dos soles
    que quitan el frío:
    pa de día, el que alumbra en el cielo;
    pa de noche, ese hijo..., ese hijo...



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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Mar 09 Nov 2021, 01:34


    ¡Hablemos, atalaya gigantea!
    Desde tu inmensa altura,
    ¿me verás muy pequeño en esta hondura
    del valle estrecho en que mi choza humea?
    ¿Verdad que para ti somos iguales
    el hombre de la choza
    que, sentado en sus míseros umbrales,
    la gran visión de tus grandezas goza,
    y el último volátil insectillo
    que se posa en el último ramillo
    del árbol más enteco,
    del menos admirado bosquecillo,
    de tu más olvidado recoveco?

    ¡Es tanta tu grandeza!...,
    tan soberbia tu historia, tan altiva
    levantas y tan alta la cabeza,
    que solo pequeñez, solo pobreza
    verás en lo de abajo desde arriba.

    Te engendró trepidando el terremoto,
    ¡reina de las montañas!,
    y por la boca del abismo ignoto
    la tierra te parió de sus entrañas,
    rugiendo de dolor su seno roto.

    Viniste a la vida,
    no tremiendo con trémulos vagidos,
    sino cantando la jamás oída
    formidable canción de tus rugidos.
    Y transpiraste en tu alentar inmenso
    soberbias espirales
    que cegaron el éter de humo denso.
    Y tu loca niñez, brava y ardiente,
    envolvióse en pañales
    que eran manto de lava incandescente...

    Luego imprimieron sobre ti sus huellas
    los días creadores
    de las fecundas primaveras bellas,
    las que en tierra feraz siembras las flores
    como Dios en el cielo las estrellas.
    Tu ardiente aliento, destructor por fuerte,
    fue brisa luego, de frescura henchida,
    y aquel tu arrollador fuego de muerte
    trocóse en fuego incubador de vida.

    Y una robusta juventud briosa
    sembró tus cumbres y cuajó tus faldas
    de lluvia lujuriosa,
    de boscaje espumante de guirnaldas.

    Enamorada del soberbio nido
    vino a incubar sobre tu haz la vida,
    vino a habitarte el concertado ruido,
    vino a vivir de tu vivir henchido
    toda pareja por instinto unida.

    Por tus gargantas hondas
    rodó el torrente flagelando peñas,
    hinchando espumas y mojando frondas;
    erró la fiera entre tus hoscas breñas,
    el cabrero salvaje
    incrustó su majada en las risueñas
    orillas agrias del corriente aguaje,
    y alegraron sus cuestas los apriscos,
    y hubo nidos de pluma entre el ramaje,
    y cuevas de reptiles en los riscos...

    Y en tus noches ardientes
    te arrullaron graznidos estridentes
    de búhos en el árbol apostados,
    y bramidos dolientes
    de ciervos encelados;
    y te bañastes en el mar de oro
    de las auroras puras,
    oyendo el himno del vivir sonoro
    del de las aves incontable coro
    que habitaba tus densas espesuras...

    Cantares de cabreros,
    zumbar de regatuelos espumosos,
    balidos lastimeros
    de cabritos nerviosos,
    silbos de águila osada
    que de éter embriagada
    se cierne sobre ti cerca del cielo,
    delineando con redondo vuelo
    el nimbo de tu cresta coronada
    de riscos y de nieve inmaculada...

    Todo vivió cantando como pudo
    tu vida fuerte, formidable y ruda,
    de cuerpo virgen ante el sol desnudo,
    y tú, serena y muda,
    como quien todo lo abarcó y lo encierra,
    por el éter sutil ibas rodando
    en tus lomos gigantes soportando
    la mitad de la vida de la tierra.

    El bello sol naciente
    siempre el beso primero
    puso amoroso en tu soberbia frente;
    siempre su adiós postrero
    te quiso dedicar el sol poniente...
    ¡Con qué gigante majestad rendida!
    os amáis los gigantes de la vida!
    ¡Qué pequeño verás desde tu altura
    al hombre de la choza
    que tus regias grandezas canta y goza
    hundido en las honduras de esta hondura!

    Eres grande, ¡oh montaña!,
    y rica con espléndida riqueza;
    tienes oro en la entraña
    y corona de plata en la cabeza...
    ¡Pero yo soy más grande! ¡Yo más fuerte!
    ¡Yo más rico que tú!... ¡Yo he de vencerte!
    No en la entraña metales brilladores,
    ni en la frente coronas temporales:
    ¡tengo en el corazón fragua de amores!
    ¡Tengo en la frente fragua de ideales!
    ¿Y qué volcán tuviste tan ardiente
    como el humano corazón que ama?
    ¿Ni qué encendida llama
    radiará luz tan pura y esplendente
    como esta que mi espíritu derrama?

    ¡Tú envejeces! La nieve de tu cumbre
    que ya ha apagado tu prístina lumbre
    me dice que declinas,
    que ya helada caminas
    de tu vivir hacia el helado invierno...

    ¡Tú tienes que morir! ¡Yo soy eterno!
    Mas ¿para qué conmigo compararte,
    soberbio monstruo inerte,
    si del cogüelmo de mi vida, el Arte
    te está dando una parte
    porque no te confundan con la muerte?

    Y, en fin, mole dormida,
    aunque sintieras como yo la vida,
    me envidiaras, sin duda,
    ¡porque yo sé cantar y tú eres muda!





    Un bellísimo poema, aunque no esté de acuerdo en que la montaña "sea muda". No lo es la naturaleza. Y si no que se le pregunten a los palmeños y a su Teneguia. Las montañas hablan. Solamente hay que saber escucharlas.


    Buen trabajo, Lluvia.


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    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN (1870-1905) - Página 2 Empty Re: JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN (1870-1905)

    Mensaje por Lluvia Abril Miér 10 Nov 2021, 02:55

    Hablan, incluso gritan y se quejan. Cierto lo que dices.
    Gracias por estar siempre cerca y besos.


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    Mensaje por Lluvia Abril Miér 10 Nov 2021, 02:57

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    CASTELLANAS Y NUEVAS CASTELLANAS



    B. NUEVAS CASTELLANAS




    El arrullo del Atlántico


    - I -




    En el nombre de Dios canto la vida.
    Era la hora en que la luz esperan,
    para iniciar la cotidiana huida,
    las sombras densas de la noche oscura
    que en el abismo caótico fundieran
    el abismo del mar y el de la altura.
    ¡Naturaleza!, cuando estás dormida
    y el alma que te adora
    por nocturno crespón te ve cubierta,
    se finge en su cariño que estás muerta,
    y perdida te llora,
    hasta que luz de aurora te despierta...
    ¡Salve, luz creadora!
    Si de la mano del Señor salida
    prístina creación es toda vida
    segunda creación es toda aurora.

    Como se abren los pétalos iguales
    de roja minutisa,
    como se abren dos labios virginales
    que quieren bosquejar una sonrisa,
    como deben abrirse a los mortales
    las áureas celosías edeniales,
    así se abrió, purísimo y riente,
    un resquicio de cielo por Oriente,
    y trémulas surgieron e indecisas,
    por el abierto desgarrón del velo,
    tintas crepusculares
    que elevaron la bóveda del cielo
    y abatieron las curvas de los mares.

    La musa de los piégalos azules
    que alienta brisas y transpira brumas
    y viste mantos de azulosos tules,
    con encajes purísimos de espumas...
    La gran dominadora
    del piégalo iracundo donde mora;
    la maga del abismo, que aún dormía,
    movió la linfa, le prestó armonía,
    y este armonioso cántico
    surgió solemne, al despuntar el día,
    del hondo seno del azul Atlántico.




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    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN (1870-1905) - Página 2 Empty Re: JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN (1870-1905)

    Mensaje por Lluvia Abril Miér 10 Nov 2021, 02:58

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    CASTELLANAS Y NUEVAS CASTELLANAS



    B. NUEVAS CASTELLANAS




    El arrullo del Atlántico



    - II -


    Verdes musas erráticas
    de almas de luz y liras cristalinas,
    nereidas de pupilas abismáticas,
    sirenas de gargantas peregrinas,
    monstruos del fondo, genios de las olas,
    acres brisas marinas,
    que venís de las playas españolas
    o venís de las playas argentinas...
    Genio de la bonanza, a cuyo arrullo
    trueco mi grito en musical murmullo;
    genio de la borrasca, a cuyo grito
    respondo detonante
    y en hervidero arrollador me agito...,
    ¡cantad conmigo la ocasión gigante
    con que a los hombres al progreso invito!

    Yo soy aquel abismo que separa
    la que el destino poderosa y una
    raza noble creara
    en hispano solar e hispana cuna.
    Yo soy el gran vencido
    del genio humano, que me vio rendido
    bajo frágiles quillas victoriosas
    de audaces carabelas
    que rayaron mis lomos con estelas
    de perennes honduras luminosas.

    Hermanas tierras cuyas bellas playas
    ricas de frutos y de flores gayas,
    beso con los gigantes
    labios de mis orillas...
    ¡los besos de mis labios son semillas
    que producen cosechas abundantes!

    Nobles razas gemelas
    que ardéis en fraternales sentimientos,
    ¡ahonde vuestro amor esas estelas
    que han vencido a los siglos y a los vientos!
    ¡Tejed, tejed sobre mi haz hirviente
    de nuevos derroteros red tupida
    y engrandecedme bajo el peso ingente
    de pedazos de Patria enriquecida
    que, abatiendo mis lomos en su centro
    dilate mis orillas tierra adentro!

    Poderoso Neptuno, que dominas
    las iras bravas de mis glaucas olas
    ¡úncelas a las naves peregrinas
    que vengan de las playas españolas
    o vengan de las playas argentinas!

    ¡Enfrena, Eolo, enfrena
    la cuadriga briosa de los vientos
    y fija en popa ordena
    que sople una veloz brisa serena
    que endulce y apresure movimientos!

    Y vosotras, nereidas ambarinas
    con luengas cabelleras
    de oscurísimas algas azulinas,
    ¡alejad a esas ricas mensajeras
    de escollos y de sirtes traicioneras!
    Y tú también, estrella titilante
    que en mi espejo oscilante
    y en el del cielo diáfano rutilas
    menos que en las pupilas
    de atento navegante:
    tus fulgores purísimos no veles
    con crespones de nubes tormentosas
    que a esos ricos bajeles
    aparten de las vías venturosas.

    Y tú, Dios soberano,
    que todo lo creaste y lo gobiernas;
    única augusta mano
    que sabe modelar cosas eternas,
    única idea que en ninguna anida,
    única luz que de la luz no nace,
    origen sin origen de la vida
    que se apaga ante Ti, y en Ti renace...
    Tú el poder, Tú la gloria, Tú la alteza.
    Tú la sabiduría,
    Tú la derecha iluminada vía
    de la humana grandeza,
    bendice el alma de tus pueblos fieles,
    haz que cuajen sus flores
    en frutos áureos de sabrosas mieles,
    pon en su entraña amores,
    lumbre en su inteligencia,
    paz en sus horas, gloria en sus destinos,
    fe pura en su conciencia,
    luz en su oriente y oro en sus caminos.

    Tiende sobre mi haz el invisible
    manto de tu poder incontrastable,
    y por seguros derroteros fijos
    bogarán en legión interminable
    tus laboriosos hijos.
    No me ordenes, Señor, que abra mis senos,
    y de tus pueblos fieles
    en ellos precipite los bajeles
    que mi móvil cristal hienden serenos.
    ¡Señor! Navegan llenos
    de ricos frutos que crió Natura
    con riegos de rocíos y sudores,
    llevan copia hechicera
    de industriales y artísticas labores,
    llevan la luz postrera
    que la ciencia radió, llevan amores...

    Hermanas gentes cuya entraña encierra
    sangre y alma españolas:
    ¡el cielo es vuestro; sojuzgar la tierra!
    ¡Vuestro yo soy; encadenad mis olas!
    Unid mis dos orillas
    con oscilantes puentes
    de regueros longuísimos de quillas
    henchidas de riquezas y de gentes.
    Y con los brazos en la brega dura,
    en Dios la fe y el corazón en todo,
    gozad el oro en su virtud más pura,
    poned la muerte entre el honor y el lodo,
    sentid el arte en su divina altura,
    buscad la gloria donde eterna sea,
    trocad la ciencia en savia sustanciosa,
    cambiad amor del que deleita y crea...
    ¡Vivid la vida en su verdad hermosa!




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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 14 Nov 2021, 04:27

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


    CASTELLANAS Y NUEVAS CASTELLANAS



    B. NUEVAS CASTELLANAS



    La balada de los tres



    - I -


    Ayer por la tarde
    se acabó la fiesta,
    la de San Antonio,
    que es la de mi aldea.

    A incienso y a flores
    olía la iglesia;
    la casa, a membrillo;
    la ropa, a camuesas;
    las mozas, a vírgenes,
    y a santas, las viejas.
    ¡Qué pronto se pasan
    los días de fiesta!

    Ahora está la niña
    lavando en la vega,
    y el alma le hieren
    borrosas tristezas,
    dolientes memorias,
    ternuras patéticas...

    Ya guardó en el arca
    la ropita nueva,
    la ropita limpia,
    que huele a camuesas.
    Tamboril y gaita
    ya no la recrean,
    ni de amor alegre
    la sangre le llenan
    los repiques duros
    de las castañuelas,
    lenguas de muchachos
    que no tienen lengua
    para hablar de amores
    a las muchachuelas.
    ¡Qué sola está el alma!
    ¡Qué sola la vega!
    ¡Esta tarde se muere la niña,
    se muere de pena!




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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 14 Nov 2021, 04:28

    JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN


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    B. NUEVAS CASTELLANAS



    La balada de los tres


    - II -

    El mozo está solo
    regando la huerta;
    la huerta está alegre;
    la tarde, serena,
    y al alma del mozo
    le agobian tristezas.
    ¡Qué pronto se pasan
    los días de fiesta!
    ¡Qué tristes las tristes
    memorias que dejan!
    Ya no luce el mozo
    la voz en la iglesia,
    ni en el ancho ejido
    con los mozos juega,
    ni a la tarde baila
    con las muchachuelas,
    ni a la noche ronda
    la ventana estrecha
    de la casa blanca
    de la fiel morena.

    En la vieja arcona
    de la sala vieja
    ya guardó su madre
    la ropita nueva
    con las cintas verdes
    de las castañuelas
    y el de cien colores
    corbatín de seda...
    ¡Qué sola está el alma!
    ¡Qué triste la huerta!
    ¡Esta tarde se muere el muchacho,
    se muere de pena!



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