47. Al último rey moro de Granada, Boadil el Chico
V
Huye, Rey infeliz, y huyendo borra
De tu camino la cansada huella;
Huye do el agua del Genil no corra,
Ni tu blanca ciudad refleje en ella;
Donde fortuna más leal te acorra,
Donde no alumbre tan fatal tu estrella,
Donde fieras las huestes castellanas
No derriben las lanas otomanas.
Huye el brillante sol de Andalucía,
El voluptuoso aroma de sus flores,
La sonora y dulcísima armonía
De sus libres y amantes ruiseñores;
Los amenos jardines do algún día
Gozaste en soledad blandos amores,
De sus frescos arroyos al murmullo,
De sus palomas al sentido arrullo.
Tal vez haya otra tierra más serena
Do al fin te presten cariñoso asilo,
Donde aunque errante y a merced ajena,
Treguas te dó tu corazón tranquilo;
Donde en ignota soledad amena
Crezca de tu existencia el frágil hilo,
Y el blando son de la campestre zambra
No te recuerde tu perdida Alhambra
Mas ¡ay! que a cada punto más tenaces
Los duelos sobre ti se atropellaron,
Y fue en vano esperar, que en vano audaces,
En Granada tus árabes lidiaron;
Que tus cansadas y sangrientas haces
En la vega sin honra se quedaron,
Y allá yacen sin tumba ni laureles
Zegríes, Bencerrajes y Gomeles.
Y ancho sepulcro a tu cadáver dieron
Del Guatis ved las turbulentas olas,
Y esas aguas, Boabdil, que te sorbieron,
No azotan nunca playas españolas;
Y ni aun sin rumbo por su faz hendieron
Nuestras rojas y sueltas banderolas,
No esperes a su margen olvidada
Nuevas oír de tu gentil Granada.
Duerme, Rey sin vasallos ni corona,
Fantástica irrisión de la fortuna,
A quien ni amigo ni enemigo abona,
Ni cruz triunfante ni vencida luna;
Ya que así el cielo contra ti se encona,
Esa estrella fatal sufre importuna,
Pues quisiste, mal Rey, vasallo bueno,
Perder lo tuyo y defender lo ajeno.
Duerme si aun gozas apenas
Un sepulcro en que dormir,
Si esas húmedas arenas
Te prestan almohadas buenas
Para el sueño del morir.
Duerme en paz, y si velando
Estás por tu estrella aún,
Consuelate, Rey, pensando
Que nos es vivir llorando
Una maldición común.
Duerme, y dente descuidados
Grato murmullo, si velas,
Los pasos atropellados
De los pies acelerados
De las errantes gacelas.
Y en vez de las funerarias
Roncas preces de los muertos,
Arrúllente solitarias
Con sus salvajes plegarias
Las aves de los desiertos.
Y si a ti tienden cercanas
Sus sombras árboles bellos,
Bajo sus hojas livianas
Respiren las caravanas
Y descansen sus camellos.
Mas que en tu huesa tu nombre
No lean los de tu ley,
No les humille y asombre
Que si supiste ser hombre
No alcanzastes a ser Rey.
FIN DE Al último rey moro de Granada, Boadil el Chico
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