Aires de Libertad

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    JOSÉ ZORRILLA (1817-1893) - Página 11 Empty Re: JOSÉ ZORRILLA (1817-1893)

    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Lun 26 Sep 2022, 07:42

    JOSÉ ZORRILLA (1817 - 1893) BVMC

    86. UNA AVENTURA DE 1360. CONT

    Esto duró hasta que Andrés,
    hombre a quien nada amedrenta,
    hombre que usa de las armas
    con asombrosa destreza,
    con sus escrúpulos dando
    de una sola vez en tierra,
    asió su espada, saliendo
    de los suyos en defensa.
    Burlábansele al principio;
    mas él se ha dado tal priesa
    en asentar cintarazos
    con tal fortuna y destreza,
    que del manantial los monjes
    son dueños a la hora de ésta.
    -¿Tan bizarro es ese Andrés?
    -Tan bizarro y tan a prueba,
    que él solo guarda la plaza,
    y ninguno se le acerca.
    -El miedo de los villanos
    es quien su valor pondera.
    -De quien queráis informaos;
    veréis que nadie lo niega.
    Es hombre que si le dicen
    que una calle por apuesta
    guarde una noche, es seguro
    que nadie pasa por ella.
    -Y ¿no hay justicia en Sevilla,
    un hombre que le contenga?
    -Ya veis, se acoge a sagrado,
    y los bravos le respetan.
    Murmuró el que preguntaba
    unas palabras inciertas
    que expiraron en murmullo,
    cual pronunciadas apenas,
    y como a un postigo oculto
    que da al alcázar se llegan,
    callaron ambos a dos,
    llamando a espacio a la puerta.
    Abrióles un pajecillo,
    y entrando los dos por ella,
    quedó en silencio en el aire
    y en soledad la plazuela.

    Está la siguiente noche
    tocando en la misma hora,
    y desde el cenit vertiendo
    la luna luz melancólica.
    Ni una ráfaga de viento
    la soledad silenciosa
    interrumpe, ni una nube
    del cielo el azul entolda.
    Toda Sevilla es silencio,
    reposo Sevilla toda,
    que duerme al son que la arrullan
    del Guadalquivir las ondas.
    Apenas de tarde en tarde
    atraviesa una persona
    las calles a largos pasos,
    o en una reja se aposta.
    Y los grandes edificios
    que la extensa plaza forman,
    sobre el suelo do la plaza
    tienden su gigante sombra.
    En un pilar apoyado
    de una callejuela angosta,
    por do un largo pasadizo
    en la plaza desemboca,
    hay un hombre que está en vela,
    y a quien la noche medrosa
    vagos contornos lo presta
    y faz amenazadora.
    Inmoble en la obscuridad,
    no parece que le importan
    ni el relente de las noches
    ni el ver que pasan las horas.
    Si espera a alguien, nadie acude
    a la cita misteriosa;
    si aguarda algún hora fija,
    su venida fue bien pronta.
    Frente por frente al convento
    de San Francisco se aposta,
    cuya puerta se ve franca,
    como abandonada y sola.
    ¿Es que aquel hombre la guarda,
    o es que en acecho la ronda?
    Porque él, la guarda o la acecha
    con una intención incógnita.

    En esto, la plaza adentro,
    por la calle de la Sierpe
    un hombre desembocando,
    a largos pasos se mete.
    Un solo punto los ojos
    en su derredor revuelve,
    y viendo al hombre que aguarda,
    vase a él rápidamente,
    el sombrero hasta las cejas
    y el embozo hasta los dientes:
    llegó al que esperaba, y plática
    entablaron de esta suerte:
    -¿Andrés?

    -¿Quién me llama?


    -Un hombre.

    -¿Me conoce?

    -Sí.


    -¿Qué quiere?

    -Que tenga para tu aljibe
    un privilegio mi gente.
    Me han dicho que tú tan solo
    a tu convento defiendes,
    y que cejan los villanos
    y la canalla te teme.
    -Y te han dicho la verdad.
    -Por eso precisamente
    he venido aquí esta noche,
    por si al cabo empacho tienes
    en dejarme hacer de día
    lo que de noche no entiendo
    ninguno en el barrio.

    -Hidalgo,

    si eso trae, errado viene;
    todos han de tomar agua,
    o nadie absolutamente.
    -¿Conque contra el Rey te opones,
    que lo contrario te advierte?
    -Yo contra el Rey no me opongo,
    mas cuido mis intereses;
    y pues por ellos no cuidan
    siendo inútiles, sus leyes,
    hombre a hombre, y fuerza a fuerza,
    aquí has de encontrarme siempre.
    Será injusticia y escándalo,
    será cuanto se quisiere,
    mas a quien osados cargan,
    necio es si no se defiende.
    -Hazlo, pues.

    -Enhorabuena,

    hidalgo, y tened presente,
    que habéis venido a buscarme.
    -Menos hablar, y defiéndete.

    Y esto diciendo, uno y otro
    a cuchilladas se meten
    con tanto brío, que chispas
    de las espadas encienden.
    El caballero le carga
    tan fiera y bizarramente,
    que el hacerle cara el otro
    hasta milagro parece.
    Dan, vuelven, paran, reciben;
    ni uno ceja, ni otro cede:
    Andrés con calma y acierto,
    el otro como una sierpe.
    Mas es inútil; el monje
    es tan diestro y es tan fuerte,
    que aunque es el hidalgo un hombre
    que como un tigre revuelve,
    y cuyo brazo muy pocos
    a resistirle se atreven,
    de poco o nada la sirven
    lo que sabe y lo que puede.
    Al fin, el monje, mirando
    que el intento con que viene
    es tal, que mucho peligra
    si no se concluye en breve,
    lanzóle tal multitud
    de tajos y de reveses,
    que el otro cejó seis pasos,
    diciendo: «¡Demonio, tente!»
    Túvose Andrés, y el incógnito,
    la mano franca tendiéndole,
    dijo: -Lo que quieras pídeme,
    que todo te lo mereces.
    -Yo nada de vos espero.
    ¿Qué podéis vos ofrecerme?
    -A todo, por tu valor,
    el rey don Pedro se ofrece.
    -Señor, exclamó el buen monje,
    ante sus plantas rindiéndose,
    perdonad si anduve osado.....
    -Andrés, obraste valiente;
    concédote lo que quieras
    para que de mí te acuerdes.
    -Señor, de nuestra agua os pido
    la propiedad solamente.
    -Desde esta noche, a los monjes
    anuncia que la poseen.-
    Y tomando el rey don Pedro
    por el callejón de enfrente,
    volvióse al convento el fraile
    agradecido y alegre.



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    JOSÉ ZORRILLA (1817-1893) - Página 11 Empty Re: JOSÉ ZORRILLA (1817-1893)

    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Lun 26 Sep 2022, 08:15


    JOSÉ ZORRILLA (1817 - 1893) BVMC

    87 LAS ESTOCADAS DE LA NOCHE.

    LAS ESTOCADAS DE LA NOCHE

    I

    Las lágrimas de los ojos
    disimuladas apenas,
    mal prendidos los cabellos,
    mal tocada y mal compuesta,
    está en un sillón Elvira,
    la faz y las manos trémulas,
    como criminal que incierto
    visita del juez espera;
    y los pasos de don Lope
    escuchando en la escalera,
    más se turba cuando cauta
    en disimular se empeña.
    Entró en la estancia don Lope,
    y al apercibirse de ella
    la dijo con voz pausada,
    entre amorosa y severa:
    «¿Tú lágrimas en los ojos?
    ¡Por los cielos, que me admira!
    ¿Quién pudo en ellos, Elvira,
    herirte con tal rigor?
    ¡Oh! Ven, Elvira, a mis brazos,
    ven a contarme tus duelos,
    que si no admiten consuelos,
    admitirán vengador.
    La faz escondes turbada,
    la frente pálida inclinas;
    esas rosas purpurinas,
    ¿Quién aja traidor así?
    ¿No me respondes, y lloras?
    Pues te obstinas en callarlo,
    ve que acaso averiguarlo
    me toque después a mí.
    Pudiera serme un secreto
    lo que tu labio confiese;
    mas puede ser que nos pese
    lo que yo sepa, a los dos.
    Pero a través de esa reja
    han pronunciado tu nombre.....
    ¡Oh! Dime, Elvira, el de ese hombre;
    dilo, o mueres, ¡vive Dios!»

    Así don Lope diciendo,
    asióla de las muñecas,
    y entornando la ventana,
    mató de un revés la vela.
    Resistió, mas sujetóla;
    quiso gritar, mas apenas
    lanzó una voz, la garganta
    contra el almohadón la aferra.
    Sonó por segunda vez
    desde la calle la seña,
    y con acento fingido
    dentro don Lope contesta.
    A poco oyéronse pasos
    de alguno que sube a tientas,
    con los rotos escalones
    tropezando en las tinieblas.
    Y en el silencio solemne
    de aquella medrosa escena,
    del corazón de don Lope
    todos los golpes se cuentan.
    «Elvira», dijo el que entraba;
    mas viéndose sin respuesta,
    volvió a repetir el nombre
    dentro de la sala mesma.
    Todo allí es sombra y silencio,
    todo es soledad en ella;
    sólo una chispa encendida
    dentro del pábilo humea,
    que no ardiendo sino un punto,
    la lobreguez más se aumenta;
    y el humo con que se ahoga,
    fétido el pábilo deja.
    Las manos tendió adelante,
    y avanzando así el que llega,
    con el rostro de don Lope
    en la obscuridad tropieza.
    «¿Quién va?», preguntó; y su acento
    siguiendo mano certera,
    de una robusta puñada
    tendióle de espalda en tierra.
    Asidos ambos a dos,
    en la sombra forcejean,
    y el duro son de la lucha
    confuso en la sombra suena.
    Y sin duda a ambos importa
    el secreto y la cautela,
    porque trabajan las manos
    y se recata la lengua.
    A cóncavos resoplidos
    ambos los pechos alientan,
    mas no lanzaron los labios
    una exclamación siquiera.
    Así, en contados instantes
    los dos combatientes ruedan,
    hasta que a verse alcanzaron
    gente y luces que se acercan.
    Abriéronse las mamparas,
    y casi en el linde de ellas
    hallóse un hombre en silencio
    y embozado hasta las cejas.
    Miróle un punto don Lope,
    y vuelto, con voz resuelta
    a los que acudieron dijo:
    «Paso»; y ganando las puertas,
    llevósele por delante
    medio a bien y medio a fuerza.


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    JOSÉ ZORRILLA (1817-1893) - Página 11 Empty Re: JOSÉ ZORRILLA (1817-1893)

    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Lun 26 Sep 2022, 08:17

    JOSÉ ZORRILLA (1817 - 1893) BVMC

    87 LAS ESTOCADAS DE LA NOCHE.

    LAS ESTOCADAS DE LA NOCHE

    II

    Negra es la noche, y el cierzo,
    que en son revoltoso gime,
    rasgándose en las esquinas,
    de miedo la sombra viste.
    Por un callejón estrecho
    que de pasadizo sirve
    a una iglesia, va don Lope
    con el otro, que lo sigue.
    Sin duda tras de un farol
    que medio agoniza y vive,
    colgado en un esquinazo
    ante un cuadro de la Virgen,
    túvose bajo él don Lope,
    y en voz imperiosa y firme,
    desenvainando la espada,
    esto al incógnito dice:
    -o quién sois o qué valéis
    he de saber; elegid.
    -Enhorabuena; reñid,
    que quién soy ya lo veréis.
    -¿No tenéis otra disculpa?
    -Vuestro empeño será en vano;
    las espadas en la mano,
    entrambos tenemos culpa.
    Y así diciendo, uno a otro
    con tal denuedo se embisten,
    que brotan chispas las hojas
    con los tajos y los quites.
    Ambos en el mismo sitio,
    ninguno vence o se rinde;
    ni en uno temor se alcanza,
    ni a otro más valor asiste,
    según a la luz incierta
    desde luego se distinguen
    de entrambos a dos las sombras,
    que en tierra clavadas riñen.
    Mas el rumor temeroso
    de la lucha se percibe,
    sin que un ¡ay! ni una palabra
    se oiga en trance tan difícil.
    Dijérase al ver lo inmóviles
    que ambos en ello persisten,
    que son dos sombras de un sueño
    que a alguno en la noche aflige.
    Tal vez de dos enemigos
    que un mismo ataúd divide,
    creyéranse las fantasmas,
    que juzgándolo imposible
    partir un mismo sudario
    ni el suelo estrecho partirse,
    alzáronse despechadas
    en aparición visible.
    Abrióse en esto una reja,
    otra a poco se oyó abrirse,
    luego otras muchas, y luego
    cerca pasos se perciben.
    Alumbróse de repente
    la calle, y al lejos dicen:
    «Ténganse al Rey»; y en un punto
    la justicia les divide.
    Cercáronlos desatentos
    soldados y ministriles,
    que al tomarlos los estoques,
    por ellos derechos piden.
    Y tanto crece la zambra
    y los confusos lelíes
    de unos que dicen: «¡Soltarles!»,
    y otros que «¡A la cárcel!» dicen,
    que echando mano al embozo
    el que con don Lope riñe,
    partió el tropel de por medio,
    y en alientos varoniles
    gritando: «¡Lugar al Rey!»,
    hace que a su voz se inclinen,
    cayendo en tierra de hinojos,
    cuantos alcanzan a oírle.
    «Señor...», murmuró don Lope,
    la faz con rubor humilde;
    y el Rey, con blanda sonrisa,
    levantándole le dice:
    «Valiente sois, caballero,
    y en despecho de la ley,
    supisteis que siendo Rey,
    he sido hidalgo primero.
    Libre estáis y afecto os soy:
    venid mañana a palacio
    y hablaremos más a espacio
    de las cuchilladas de hoy.
    Pero no volváis a vella,
    o por infame os tendré,
    que os juro, don Lope, a fe,
    que no sabéis quién es ella.»
    Esto dicho, el Rey volvióse;
    a la ronda se dirige,
    y ante las rejas de Elvira
    así en voz alta prosigue:
    «Aquí hay presa de la ley;
    entrad la casa en mi nombré,
    y cubrid mi error de hombre
    con mi justicia de Rey.»



    FIN DE LAS ESTOCADAS DE LA NOCHE.


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    JOSÉ ZORRILLA (1817-1893) - Página 11 Empty Re: JOSÉ ZORRILLA (1817-1893)

    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Mar 27 Sep 2022, 00:30

    JOSÉ ZORRILLA (1817 - 1893) BVMC

    88. JUSTICIAS DEL REY DON PEDRO




    I

           Cuando su luz y su sombra
    mezclan la noche y la tarde,
    y los objetos se sumen
    en la sombra impenetrable,
    en un postigo excusado
    que a una callejuela sale,
    de una casa cuya puerta
    principal da a la otra calle,
    dos hombres que se despiden
    se ven, aunque no se sabe
    ni cuál de los dos se queda,
    ni cuál de los dos se parte.
    Ambos mirándose atentos,
    ambos un pie hacia adelante,
    parados en el dintel
    están, y entrambos iguales.
    Por fin, el más viejo de ellos,
    hundiendo el mustio semblante
    entre el sombrero y la capa
    en ademán de marcharse,
    torció la cabeza a un lado,
    pronunciando un no tan grave,
    que bien se vio que era el fin
    de las pláticas de enantes.
    Sin duda el otro, entendido,
    no encontró qué replicarle,
    pues bajando la cabeza,
    callóse por un instante.
    «Buenas noches», dijo el viejo;
    tartamudeó un «Dios le guarde»
    el otro, mas decidiéndose,
    hizo hacia el viejo un avance:
    -Mírelo bien, y cuidado
    no se arrepienta, compadre.
    -Nunca eché más que una cuenta.
    -Piénselo bien, y no pase
    sin contar lo que va de él
    a don Juan de Colmenares.
    -Señor, replicó el anciano,
    en tiempos tan deplorables,
    ya sé que lo pueden todo
    los ricos y los audaces.
    -Pues mire lo que le importa,
    que rico y audaz, señales
    son con que marca la fama
    a los que en mi casa nacen.
    Callaron por un momento,
    y continuando mirándose,
    dijo el viejo tristemente,
    aunque en tono irrevocable:
    -Nunca lo esperé de vos,
    mas tampoco vos ni nadie
    puede esperar más de mí.
    -Pues entonces, adelante;
    idos, buen viejo, con Dios,
    que estoy de prisa y es tarde.-
    Cerró la puerta de golpe,
    a escuchar sin esperarse
    una respuesta que el viejo
    tuvo tentación de darle;
    y acaso por su fortuna
    quedó a tal punto en la calle,
    para dársela a la puerta,
    donde la deshizo el aire.
    Volvió el anciano la espalda,
    y en dos golpes desiguales,
    sus pasos descompasados
    pueden de lejos contarse;
    porque sus pies, impedidos,
    deben a su edad y achaques
    una muleta que marcha
    un pie que los suyos antes.
    La esquina a espacio transpuso,
    y a poco, otro hombre más ágil,
    saliendo por el postigo,
    siguió en silencio su alcance;
    túvose al volver la esquina,
    tendió los ojos sagaces
    y enderezó los oídos
    atento por todas partes;
    mas no oyendo ni escuchando
    de qué poder recelarse,
    tomando el rastro del viejo,
    echó por la misma calle.



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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Mar 27 Sep 2022, 00:34

    JOSÉ ZORRILLA (1817 - 1893) BVMC

    88. JUSTICIAS DEL REY DON PEDRO



    II

       En un aposento ambiguo,
    medio portal, medio tienda,
    que hace asimismo las veces
    de cocina y de despensa,
    pues da su entrada a la calle,
    y en confuso ajuar ostenta
    camas, hormas y un caldero
    colgado en la chimenea,
    hay seis personas distintas,
    que hacen al pie de la letra
    (salvo el padre, que está ausente)
    una raza verdadera.
    Un mozo de veinte abriles,
    una muchacha risueña
    de diez y seis, tres muchachos
    y una anciana de sesenta.
    Y aunque a las veces nos turban
    engañosas apariencias,
    zapateros son de oficio,
    si a espacio se considera,
    que está la estancia aromada
    con vapores de pez negra,
    que ribetea la moza,
    y que el mozo maja suela.
    -Mucho tarda, dijo el último,
    padre esta noche, Teresa.
    -Ya ha tiempo que ha anochecido.
    -Muchacho, atiza esa vela
    y deja quieto ese bote.
    Y esto diciendo en voz recia
    el mozo, siguió en silencio
    cada cual en su tarea:
    el chico sitiando al bote,
    ribeteando la doncella,
    majando el mozo a compás,
    y dormitando la vieja.
    Con monótonos murmullos
    arrullaban esta escena,
    el son de la escasa lluvia
    de un aguacero que empieza,
    el no interrumpido son
    con que hierve la caldera,
    y el tumultuoso chasquido
    con que la luz chisporrea.
    -¿Las nueve son? dijo el mozo.
    -Eso las ánimas suenan
    con sus campanas, repuso
    santiguándose Teresa.
    -¡Las ánimas, y aun no viene!
    Y echando atrás la silleta,
    se puso el mancebo en pie
    y encaminóse a la puerta.
    Al ruido que hizo en el cuarto,
    despertándose la vieja,
    dijo: -¿Rezáis a las ánimas?
    -Sí, señora; estése queda
    Asió el mancebo la aldaba,
    mas la había alzado apenas,
    cuando un espantoso golpe
    venció la puerta por fuera.
    -¡Muerto soy! dijo una voz;
    cayó un embozado en tierra,
    y vióse un hombre que huía
    al fin de la callejuela.
    En derredor del caído
    se agolparon, que aun conserva
    algún resto de la vida
    que le arrancan a la fuerza;
    mas no bien le desenvuelven
    por ver, piadosos, si alienta,
    un grito descompasado
    lanzóla familia entera.
    Blasfemó el mozo con ira,
    desmayóse la doncella,
    y la anciana y los muchachos
    en llanto a la par revientan.
    -Padre, ¿quién fue? preguntaba,
    sosteniendo la cabeza
    del anciano moribundo,
    el hijo, que llora y tiembla.
    Echóla triste mirada
    su padre, como quien lega
    su razón y su justicia
    en quien se fija cori ella.
    -Juan.....
    -¿Qué Juan?
    -De Colmenares,
    balbuceó con torpe lengua;
    y sobre el brazo del hijo
    dobló la faz macilenta,

       Reinó un silencio solemne
    por un instante en la escena,
    y a reunirse empezaron
    vecinos de ambas aceras.
    Llegó la justicia al punto,
    y mientras justicia ella,
    partió por la turba el mozo
    en faz de intención siniestra.
    -¿Dónde va? dijo un corchete.
    -Siendo yo su sangre mesma,
    ¿adónde, sino al culpable?
    -Soy con vos.
    -Enhorabuena.
    -(Por si acaso, va seguro),
    dijo para sí el de presa,
    mientras el mozo, resuelto,
    ganó a una esquina la vuelta.


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    JOSÉ ZORRILLA (1817-1893) - Página 11 Empty Re: JOSÉ ZORRILLA (1817-1893)

    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Mar 27 Sep 2022, 00:36

    JOSÉ ZORRILLA (1817 - 1893) BVMC

    88. JUSTICIAS DEL REY DON PEDRO



    III

       Son treinta días después,
    y el mismo lugar y hora,
    la misma vieja y los chicos,
    con mesa, mancebo y moza.
    Cada cual en su tarea
    sigue en paz, aunque se nota
    que todos tienen los ojos
    del mancebo en la faz torva.
    Él, sin embargo, en silencio
    prosigue atento su obra
    sin levantar la cabeza,
    que sobre el pecho se apoya.
    Tan doblada la mantiene,
    que apenas la llama roja
    que da la luz, alumbrarle
    las cejas fruncidas logra;
    y alguna vez que el reflejo
    las negras pupilas toca,
    tan viva luz reverberan,
    que chispas parece brotan.
    La verdad es que, una lágrima
    que a sus párpados asoma,
    viene anunciando un torrente
    en que el corazón se ahoga.
    Y el mozo, por no aumentar
    de los suyos la congoja,
    a duras penas le tiene
    dentro el pecho y le sofoca.
    Largo rato así estuvieron
    en atención afanosa,
    todos mirando al mancebo,
    y éste mirando a sus hormas;
    hasta que, al cabo, Teresa,
    más sentida o más curiosa,
    lo dijo: -¿Estás malo, Blas?
    Y a su voz limpia y sonora,
    siguió otro largo intervalo
    de larga atención dudosa.
    Nada el hermano responde,
    mas ella su afán redobla,
    que no hay temor que la tenga
    la valla de una vez rota.
    -¡Como estás tan cabizbajo!.-
    Y aquí Blas interrumpióla:
    -Y ¿qué tengo que decir
    a quien sin padre y sin honra
    debe vivir para siempre?-
    Y aquí la familia toda
    rompió en ahogados sollozos
    a tan infausta memoria.
    Sosegóse, y siguió Blas
    en voz lamentable y honda:
    -Él rico y nosotros pobres,
    débil la justicia y poca,
    y el Rey en caza y en guerra,
    ¿qué puede alcanzar quien llora?
    -Qué, ¿por libre se atrevieron.....
    -Poco menos, pues sus doblas
    pudieron más con los jueces
    que las leyes.
    -¡Las ignoran!
    dijo indignada Teresa.
    -No, hermana: ¡las acogotan!
    contestó Blas, sacudiendo
    su mazo con ciega cólera.
       Siguió en silencio otro espacio,
    y otra vez Teresa torna.
    -Mas la sentencia, ¿cuál fue?
    dijo, y calló vergonzosa.
    -¿La sentencia? gritó Blas,
    revolviendo por las órbitas
    los negros y ardiente, ojos.
    ¿La sentencia pides? Oyela.-
    Todos se echaron de golpe
    sobre la mesilla coja,
    que vaciló al recibirles
    a oír lo que tanto importa.
    -Sabéis que el de Colmenares
    hoy pingüe prebenda goza
    en la iglesia, y que, a Dios gracias
    y a mi diligencia propia,
    se le probó que dió muerte
    a padre (que en paz reposa).
    Pues bien; no sé por qué diablos
    de maldita jerigonza,
    de conspiración que dicen
    que con su muerte malogra,
    dieron por bien muerto a padre,
    y al clérigo.....
    -¿Le perdonan?
    -No, ¡vive Dios! le condenan;
    mas ¡vez qué dogal le ahoga!
    Condénanle a que en un año
    no asista a coro, mas cobra
    su renta; es decir, le mandan
    que no trabaje y que coma.
       Tornó a su silencio Blas
    y a sus sollozos la moza;
    ella cosiendo sus cintas,
    y él machacando sus hormas.


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    JOSÉ ZORRILLA (1817-1893) - Página 11 Empty Re: JOSÉ ZORRILLA (1817-1893)

    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Mar 27 Sep 2022, 00:42

    JOSÉ ZORRILLA (1817 - 1893) BVMC

    88. JUSTICIAS DEL REY DON PEDRO



    IV

       Está la mañana limpia,
    azul, transparente, clara,
    y el sol, de entre nubes rojas,
    espléndida luz derrama.
    Toda es tumulto Sevilla,
    músicas, vivas y danzas;
    todo movimiento el suelo,
    todo murmullos el aura.
    Cruzan literas y pajes,
    monjes, caballeros, guardias,
    vendedores, alguaciles,
    penachos, pendones, mangas.
    Flota el damasco y las plumas
    en balcones y ventanas,
    y atraviesan besamanos
    donde no caben palabras.
    Descórrense celosías,
    tapices visten las tapias,
    los abanicos ondulan
    y los velos se levantan.
    Cuantas hermosas encierra
    Sevilla, a su gloria saca;
    cuantos bueno! caballeros
    en sus fortalezas guarda;
    ellos porque son galanes,
    y ellas porque son bizarras;
    las unas porque la adornen,
    los otros para admirarlas.
    óyense al lejos clarines,
    y chirimías y cajas,
    y a lengua suelta repican
    esquilones y campanas.
    Mas no vienen los hidalgos
    armados hasta las barbas,
    ni el pálido rostro asoman
    las bellas amedrentadas;
    que no doblan los tambores
    en son agudo de alarma,
    ni las campanas repican
    a rebato arrebatadas;
    que es la procesión del Corpus
    que ya transpone las gradas
    del atrio, y el rey don Pedro
    acompañándola baja.
    Padillas y Coroneles
    y Alburquerques se adelantan
    con Osorios y Guzmanes,
    pompa ostentando sobrada.
    Y bajo un palio don Pedro,
    de ocho punzones de plata,
    descubierta la cabeza
    y armado hasta el cuello, marcha.
    En torno suyo el Cabildo,
    diez individuos encarga
    que de escuderos le sirvan
    en comisión poco santa;
    mas tiempos son tan ambiguos
    los que estos monjes alcanzan,
    que tanto arrastran ropones
    como broqueles embrazan.
    Entre ellos se ve a don Juan
    de Colmenares y Vargas,
    que deja por vez primera
    la reclusión de su casa;
    no porque el año ha cumplido,
    sino porque el año paga,
    y doblas redimen culpas
    si se confiesan doradas.
    Rosas deshojan sobre ellos
    las hermosísimas damas,
    y toda es flores la calle
    por donde la Corte pasa.
    Envidia de las más bellas,
    salió a un balcón del alcázar
    la hermosísima Padilla,
    origen de culpas tantas.
    Hízola venia don Pedro,
    y al responderle la dama,
    soltó sin querer un guante,
    y ¡ojalá no le soltara!
    Lanzóse a tomar la prenda
    muchedumbre cortesana;
    muchos llegaron a un tiempo,
    mas nadie tomarla osaba,
    que fuera acción peligrosa,
    aparte de lo profana.
    Partiendo la diferencia,
    salió de la fila santa
    el bizarro Colmenares
    con intención de tomarla.
    Mas no bien dejó su mano
    del palio el punzón de plata,
    y puso desde él al Rey
    cuatro pasos de distancia,
    cuando un mancebo iracundo,
    con irresistible audacia,
    se echó sobre él, y en el pecho
    le asestó dos puñaladas.
    Cayó don Juan; quedó el mozo
    sereno, en pie entre los guardias
    que le asieron, y don Pedro
    se halló con él cara a cara.
    La procesión se deshizo;
    volvió gigante la fama
    el caso de boca en boca,
    y ya prodigios contaban.
    Juntáronse los soldados
    recelando una asonada;
    cercaron al Rey algunos,
    y llenó al punto la plaza
    la multitud, codiciosa
    de ver la lucha empezada
    entre el sacrílego mozo
    y el sanguinario Monarca.
    Duró un instante el silencio,
    mientras el Rey devoraba
    con sus ojos de serpiente.  CONT
    los ojos del que le ultraja.


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    JOSÉ ZORRILLA (1817-1893) - Página 11 Empty Re: JOSÉ ZORRILLA (1817-1893)

    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Mar 27 Sep 2022, 00:45

    OSÉ ZORRILLA (1817 - 1893) BVMC

    88. JUSTICIAS DEL REY DON PEDRO



    IV cont.



    -¿Quién eres? dijo por fin,
    dando en tierra una patada.
    -Blas Pérez, contestó el mozo
    con voz decidida y clara.
    Pálido el Rey de coraje,
    asióle por la garganta,
    y así en voz ronca le dijo,
    que la cólera le ahogaba:
    -Y yendo tu Rey aquí,
    ¡voto a Dios! ¿por qué no hablaste,
    si con ocasión te hallaste
    para obrar con él así?-
       Soltóse Blas de la mano
    con que el Rey le sujetaba,
    y, señalando al difunto,
    repuso tras breve pausa:
    -Mató a mi padre, señor,
    y el tribunal, por su oro,
    privóle un año del coro,
    que en vez de pena es favor.
    -Y si vende el tribunal
    la justicia encomendada,
    ¿no es mi justicia abonada
    para quien justicia mal?
    -Cuando el miedo o la malicia,
    dijo Blas, tuercen la ley,
    nadie se fía en el Rey,
    medido por su justicia.

       Calló Blas, y calló el Rey
    a respuesta tan osada,
    y los ojos de don Pedro
    bajo las cejas chispeaban.
    Tendiólos por todas partes,
    y al fuego de sus miradas,
    de aquellos en quien las puso
    palidecieron las caras.
    Temblaron los más audaces,
    y el pueblo ansioso esperaba
    una explosión en don Pedro,
    más recia que sus palabras.
    Rompió el silencio por fin,
    y en voz amistosa y blanda,
    el interrumpido diálogo
    así con el mozo entabla:
    -¿Qué es tu oficio?
       -Zapatero.
    -No han de decir ¡vive Dios!
    que a ninguno de los dos
    en mi sentencia prefiero.-
       Y encarándose don Pedro
    con los jueces que allí estaban,.
    dando un bolsillo a Blas Pérez,
    dijo en voz resuelta y alta:
    -Pesando ambos desacatos,
    si con no rezar cumple él
    en un año, cumples fiel
    no haciendo en otro zapatos.
       Tornóse don Pedro al punto,
    y brotó la turba osada
    murmullos de la nobleza
    y aplausos de la canalla.
    Mas viendo el Rey que la fiesta
    mucho en ordenarse tarda,
    echando mano al estoque,
    dijo así, ronco de rabia:
    -La procesión adelante,
    o meto cuarenta lanzas
    y acaban ¡voto a los cielos!
    los salmos a cuchilladas.

       Y como consta a la iglesia
    que es hombre el Rey de palabra,
    siguieron calle adelante
    palio, pendones y mangas.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Mar 27 Sep 2022, 00:51

    JOSÉ ZORRILLA (1817 - 1893) BVMC

    89.  LEYENDAS.


    89.A : PARA VERDADES EL TIEMPO Y PARA JUSTICIA DIOS


    I

           Juan Ruiz y Pedro Medina,
    dos hidalgos sin blasón,
    tan uno del otro son
    cual de una zarza una espina.
       Diz que Pedro salvó a Juan
    la vida en lance sangriento;
    prendas de tanto momento,
    amigos por cierto dan.
       Pasan ambos por valientes
    y mañeros en la lid,
    y lo han probado en Madrid
    en apuros diferentes.
       Ambos pasan por iguales
    en valor y en osadía,
    pero en fama de hidalguía
    no son lo mismo cabales,
       Que es Juan Ruiz hombre iracundo,
    silencioso por demás,
    que no alzó noble jamás
    el gesto meditabundo.
       Ancha espalda, corto cuello,
    ojo inquieto, torvas cejas,
    ambas mejillas bermejas,
    y claro y rubio el cabello.
       Y aunque lleva en la cintura
    largo hierro toledano,
    dale, brillando en su mano,
    más villana catadura.
       Y aunque arrojado y audaz
    en la ocasión, rara vez
    carece su intrepidez
    de son de temeridad.
       Ágil, astuto o traidor,
    hijo de ignorada cuna,
    debe acaso a su fortuna
    mucho más que a su valor.
       Presentóse ha pocos años
    de Indias advenedizo,
    diz que con nombre postizo
    cubriendo propios amaños.
       Mas vertió lujo y dinero
    en festines y placeres,
    aunque fue con las mujeres
    más falso que caballero.
       Hoy pasa, pobre y obscuro,
    una existencia común,
    y medra o mengua según
    los dados le dan seguro
       Hombre de quien saben todos
    que vive de mal vivir,
    mas nadie sabrá decir
    por cuáles o de qué modos.
       Modelos en amistad
    ambos para el vulgo son,
    mas con Pedro es la opinión
    menos rígida en verdad.
       Porque es Pedro, aunque arrogante
    y orgulloso en demasía,
    mozo de más cortesía
    y más bizarro talante.
       De ojos negros y rasgados
    con que a quien mira desdeña,
    nariz corta y aguileña,
    con bigotes empinados.
       Entre sombrero y valona
    colgando la cabellera,
    y alto en gesto en tal manera,
    que cuando cede perdona.
       Mas si sombras de matón
    tales maneras lo dan,
    tiénela más de galán
    por su noble condición;
       Que no hay en Madrid mujer
    que un agravio recibiera,
    que a su espada no tuviera
    satisfacción que deber;
       Ni hay ronda ni magistrado
    que en revuelta popular
    no le haya visto tomar
    ayuda y parte a su lado.
       Tales son Ruiz y Medina,
    de quienes, por concluir,
    fáltame sólo decir
    que amaban a Catalina.
       Es ella una moza obscura,
    de talle y de rostro apuesta,
    mas tan gentil como honesta,
    y como agraciada pura.
       Amala Ruiz, pero calla,
    acaso porque su amor,
    para mujer de su honor
    palabras de amor no halla.
       Él con ansia la contempla
    al abrigo del embozo,
    pero el ímpetu de mozo
    ante su virtud se templa;
       Que es tan dulce su mirar,
    que su luz por no perder,
    cuando se quiso atrever
    sólo se atrevió a callar.
       Y es tan flexible su acento,
    que para no interrumpirle,
    tener es fuerza, al oírle,
    con los labios el aliento.
    Medina, que fue soldado
    sobre Flandes por Castilla,
    y a los usos de la villa
    de más tiempo acostumbrado,
       Suplicóla tan rendido,
    tan cortés la enamoró,
    que ella amor le prometió
    como él fuere su marido.
       «Eso sí, ¡por San Millán!»,
    dijo Pedro con denuedo;
    y la calle de Toledo
    tomó en resuelto ademán.


    Última edición por Pascual Lopez Sanchez el Miér 28 Sep 2022, 02:28, editado 3 veces


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Mar 27 Sep 2022, 00:52

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    89.  LEYENDAS.


    89.A : PARA VERDADES ELTIEMPO Y PARA JUSTICIA DIOS



    II

       Contento Pedro Medina
    con su amorosa ventaja,
    más a carreras que a pasos
    iba cruzando la plaza.
    Saltábale el corazón
    a cada paso que daba,
    y frotábase ambas manos
    bajo la anchurosa capa.
    Los labios le sonreían,
    y los ojos le brillaban
    al reflejo que en el pecho
    despide la amante llama.
    Las gentes le hacían sitio
    porque cerca no pasara,
    que según iba resuelto
    que fuese audaz recelaban.
    Mas él va tan divertida
    en sus amores el alma,
    que ni ve dónde tropieza,
    ni cara de los que pasan.
    Topó al volver una esquina
    una vieja, y al dejarla
    derribada en tierra dijo:
    «Nos casaremos mañana.»
    Enredóselo el estoque
    en el manto de una dama,
    y rasgándole una tercia,
    echóla un voto de a vara.
    Así dando y recibiendo
    encontrones y pisadas,
    dió por fin con la hostería
    donde su amigo jugaba.
    Fue a la mesa, y preguntando
    a Juan si pierde o si gana,
    pidió vino y añadióle:
    «Cuando acabes, dos palabras «
    Recogió Juan sus monedas,
    y terciándose la capa,
    sentóse al lado de Pedro,
    diciendo bajo:-¿Qué pasa?
    -Me caso, dijo Medina.
    Miróle Juan a la cara,
    y frunciendo entrambas cejas,
    tosió, sin responder nada.
    -¿Qué piensas? preguntó Pedro.
    -En ti y tu mujer pensaba,
    contestó Juan suspirando,
    con voz ronca y apagada.
    -¿Supondrás que es Catalina?
    -Y lo siento con el alma.
    -¡Cómo!
    -Porque tengo celos.
    -¡Por San Millán!
    -Yo la amaba.
    -¿Y ella?
    -Nunca se lo dije;
    pero ocurrióseme.....
    -¡Acaba!
    -Para decirla mi amor
    escribirla hoy una carta.
       Callaron ambos: Medina
    remedio al caso buscaba,
    el codo sobre la mesa,
    sobre la mano la barba.
    Al fin, como quien resuelve
    negocio que aflige y cansa
    pidió papel y tintero,
    diciendo a Juan:-¡Por mi alma,
    que en mi vida en tal apuro
    vacilar tanto pensaba;
    y a no serte tú quien eres,
    metiéralo a cuchilladas;
    pero escribe, y que responda
    a cuál de nosotros mata!
    Escribió Juan, mas rasgando
    al mejor tiempo la carta,
    -Echemos, dijo, los dados,
    y al que la mayor le caiga,
    si es a mí, la escribo al punto,
    si es a ti, Pedro, te casas.
    Tiró Juan y sacó nueve;
    y asiendo el vaso con rabia,
    tiró Pedro y sacó doce,
    con que los dos se levantan.
    Y atravesando la turba,
    que curiosa los cercaba,
    parten la callo en silencio
    dándose entrambos la espalda.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Mar 27 Sep 2022, 00:53

    JOSÉ ZORRILLA (1817 - 1893) BVMC

    89.  LEYENDAS.


    89.A : PARA VERDADES ELTIEMPO Y PARA JUSTICIA DIOS



    III

       Son, a mi pensar, los celos
    delirio, pasión o mal,
    a cuyo influjo fatal
    lloraran los mismos cielos.
       A manos de tal pasión,
    el más cuerdo desespera,
    pues quien con celos espera,
    atropella su razón.
       Si con celos esperar
    es importuna porfía,
    ceder celoso en un día
    cuanto se amó, no es amar.
       De celos verse morir,
    y en silencio padecer,
    son celos tan de temer,
    cuanto duros de sufrir.
       Y así, con celos amar
    vale casi aborrecer;
    pero con celos ceder,
    es igual que delirar.
       Y si otro favorecido
    goza el bien que se perdió,
    se habrá el disfavor sentido,
    mas perdido el amor no.
       Porque en quien goza favor
    sobra tal vez confianza,
    y celos sin esperanza,
    suelen guardar más amor.
       Si favor nunca tuvimos,
    aun es suerte más cruel,
    porque vemos ahora en él
    cuanto bien haber pudimos.
       Y así, pienso que son celos
    delirio, pasión o mal,
    a cuyo influjo fatal
    lloraran los mismos cielos.
       Por eso llora Juan Ruiz,
    celoso y desesperada,
    el bien que Pedro ha ganado,
    más galán o más feliz.
       Por eso en la soledad
    se mesa barba y cabellos,
    sin mirar que no está en ellos
    su amante fatalidad.
       ¡Oh! ¡Que no fueron antojos
    sus amorosos desvelos,
    que el amor que hoy le da celos,
    entróle ayer por los ojos.
        «Y ¿por qué no me atreví?
    clama el triste en su aflicción,
    ¡y hoy acaso esta pasión
    pudiera arrancar de mí!
       »Mas volveré, ¡vive Dios!
    Pero ¿qué he de conseguir,
    si la he dejado elegir
    marido de entre los dos?»
       Y a su despecho tornando,
    semejábase, en su afán,
    una fiera a quien están
    dentro la jaula acosando.
       Sin darse el triste solaz,
    cruzaba el cuarto sin tino,
    pero no hallaba camino
    de dar al ánima paz.
       Silbaba al dejar rabioso
    paso al comprimido aliento,
    y hollaba con pie violento
    el pavimento ruinoso.
       Iba adelante y atrás
    sin reflexión que le acuda,
    a la par pidiendo ayuda
    a Cristo y a Satanás.
       Túvose un momento al fin,
    y en el temblor que le aqueja
    se ve bien que se aconseja
    con un pensamiento ruin.
       Volvió a girar otra vez,
    y otra a tenerse volvió;
    en esto dobló un reloj
    en una torre las diez.
       Entonces, quedando fijo,
    exclamó en la obscuridad:
    «Hoy se casan, es verdad,
    hace un mes que me lo dijo.»
       Ciñó con esto el acero
    con desdén a la cintura,
    y salióse a la ventura,
    la vuelta del matadero.



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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Mar 27 Sep 2022, 00:55

    JOSÉ ZORRILLA (1817 - 1893) BVMC

    89.  LEYENDAS.


    89.A : PARA VERDADES ELTIEMPO Y PARA JUSTICIA DIOS



    IV

       Es una noche sin luna,
    y un torcido callejón
    donde hay en un esquinazo
    agonizando un farol.
    Un balcón abierto a medias,
    por los vidrios de color
    arroja al aire en tumulto
    de danza el confuso son.
    Se oye el compás fugitivo
    que llevan con pie veloz
    los que danzan descuidados
    dentro de la habitación,
    y se ven cruzar sus sombras
    una a una y dos a dos,
    en fantástica carrera
    y monótona ilusión.
    La casa es la de Medina,
    que en ella a fiesta juntó
    sus amigos y parientes
    después de transpuesto el sol.
    Allí con franca algazara
    festeja a la que adoró,
    de quien aguarda esta noche
    prendas de cumplido amor.
    Está la niña galana
    cual nunca el barrio la vio,
    suelto en rizos el cabello,
    que exhala fragante olor;
    la falda de raso blanco,
    y acuchillado el jubón,
    con vueltas de terciopelo
    azul, de cielo el color;
    con una hebilla de plata
    ajustado el cinturón,
    de donde baja en mil pliegues
    un encaje en derredor;
    y de un lazo de corales,
    que Pedro la regaló,
    lleva en una cruz de oro
    la imagen del Redentor.
    Tanta ventura en un día
    nunca Pedro imaginó,
    y así anda desatentado
    girando en la confusión.
    A cada vuelta se mira
    en los ojos de su amor,
    y en la luz de aquellos soles
    se le quema el corazón.
    Y en fin, para concluir,
    se cantó, cenó y bailó,
    como es costumbre en las bodas
    desde entonces hasta hoy;
    hasta que, cansados unos
    del baile, otros del calor,
    las viejas del tardo sueño,
    los músicos de su son,
    los muchachos de la bulla,
    y los novios del honor
    que les hacen sus amigos
    en tan preciosa ocasión,
    despidiéronse uno a uno
    echando sobre los dos
    más bendiciones que plagas
    causó a Egipto Faraón.
    Quedáronse entrambos solos
    la amada y el amador,
    por vez primera en la vida
    a merced de su pasión.
    Mirábala embelesado
    el moroso español,
    trémulo el rostro de gozo
    y de dicha el corazón;
    mirábale ella anhelante,
    encendida de rubor,
    húmedos los negros ojos
    con ternísima afición;
    él, diciéndola: «¡Alma mía!»,
    diciéndole ella: «¡Mi sol!»,
    entre el son de ardientes besos
    de regalado sabor.
    En esto, en la estrecha calle
    temible ruido sonó
    de voces y cuchilladas
    en medrosa confusión.
    Y al angustiado lamento
    de uno que grita: «¡Favor!
    ¡Ayudadme, que me matan!»
    Pedro a la calle bajó
    con el estoque en la diestra
    y en la siniestra el farol.
    Asomóse Catalina
    amedrentada al balcón,
    llamando a Pedro afanosa,
    de algún daño por temor.
    Alzó Medina la cara,
    y la luz con ella alzó,
    pero apenas el reflejo
    dio en el rostro de su amor,
    una estocada traidora
    por el costado le entró.
    Lanzó un grito el desdichado
    que partía el corazón;
    lanzó la hermosa un gemido
    de intensísimo dolor,
    y el moribundo Medina,
    volviendo el gesto a un rincón,
    hacia una imagen de Cristo,
    de quien devoto vivió,
    dijo expirando: «Soy muerto.
    ¡Acorredme, santo Dios!»,
    y quedó tendido en tierra
    sin movimiento y sin voz.
    Alzóse a su lado un hombre,
    y diciendo en ronco son:
    «¡Maldita sea mi alma!»,
    mató la luz y escapó.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Mar 27 Sep 2022, 00:57

    JOSÉ ZORRILLA (1817 - 1893) BVMC

    89.  LEYENDAS.


    89.A : PARA VERDADES ELTIEMPO Y PARA JUSTICIA DIOS



    V

       Tuvieron así los años,
    uno, dos, tres, hasta siete,
    embozada en el misterio
    aquella impensada muerte.
    En vano acudieron pronto
    vecinos a socorrerle,
    para vengarle los hombres,
    para mentir las mujeres.
    En vano salieron unos
    casi desnudos a verle,
    y otros salieron jurando,
    armados hasta los dientes.
    Nada sirvieron entonces
    ni jubones ni broqueles;
    Medina quedó sin vida,
    y sin justicia el aleve.
    En vano son las pesquisas
    de los irritados jueces,
    en vano son los testigos,
    las citas y los papeles.
    En vano el caso averiguan
    una, dos, tres, quince veces;
    cada vez más se confunden
    los golillas y corchetes.
    En vano sobre la rastra
    anduvieron diligentes,
    olfateando la presa,
    los alanos de las leyes;
    porque todos son testigos,
    todos declaran contestes,
    todos son los agraviados,
    mas ninguno delincuente.
    Hubo alborotos por ello,
    y pendencias más de veinte,
    mas Pedro quedó sin vida,
    y sin justicia el aleve.
    Catalina le lloraba,
    desconsolada y doliente,
    minutos, horas y días,
    noches, semanas y meses.
    Un año estuvo en el lecho
    con accesos de demente,
    y un año a su cabecera
    veló Juan Ruiz sin moverse.
    Dio con la puerta en los ojos
    a padrinos y parientes,
    diciendo: «Mientras yo viva,
    no faltará quien la vele.»
    Y en vano lo murmuraron
    de tal conducta las gentes;
    Juan se mantuvo constante
    a la cabecera siempre,
    sin que a sondear su alma
    alcanzara algún viviente
    a través de la reserva
    y el misterio que mantiene.
    Curóse al fin Catalina,
    y el tiempo, que tanto puede,
    siendo remedio y sepulcro
    de los males y los bienes,
    volvió la luz a sus ojos,
    y el pudor volvió a su frente,
    y el talismán de la risa
    a sus labios transparentes;
    y salió ufana diciendo
    a cuantos por verla vienen,
    que la vida con que vivo,
    sólo a Juan Ruiz se la debe.
    Este, a pretexto de amigo
    del triste que en polvo duerme,
    no se aparta de su lado
    hasta que la noche viene.
    Entonces, a lentos pasos
    la esquina inmediata tuerce,
    y en las revueltas del barrio
    como un fantasma se pierde.
    Mas no faltó en él alguno
    que a media voz se atreviese
    a decir que cuando pasa
    por ante el Cristo, se tiene,
    y el embozo hasta los ojos,
    el sombrero hasta las sienes,
    cruza azaroso la calle
    como si alguien le siguiese.
    En estas conversaciones,
    cada vez menos frecuentes,
    pasaron al fin los años,
    uno, dos, tres, hasta siete.






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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Mar 27 Sep 2022, 00:58

    JOSÉ ZORRILLA (1817 - 1893) BVMC

    89.  LEYENDAS.


    89.A : PARA VERDADES ELTIEMPO Y PARA JUSTICIA DIOS



    VI

       Pagada la Catalina
    de amistad tan firme y tierna,
    de tanto afán y desvelos,
    de tan rendida fineza,
    escucho a Juan una tarde,
    los ojos fijos en tierra,
    dulces palabras de amores
    de la balbuciente lengua.
    Instó un día y otro día,
    quedó siempre sin respuesta;
    volvió a sus ruegos Juan Ruiz,
    volvió a su silencio ella.
    Pasóse un mes y. otro mes,
    y tornó Ruiz a su tema,
    y tornó a callar la niña
    entre enojada y risueña.
    Mas tanto lidió el galán,
    tanto resistió la bella,
    que al cabo la linda viuda
    dijo a Juan de esta manera:
    «Puesto que es muerto Medina
    (¡Dios en su gloria le tenga!),
    y por siete años cumplidos
    mi fe le he guardado entera,
    y él ha visto nuestro amor
    allá de la vida eterna,
    os daré, Juan Ruiz, mi mano,
    y mi corazón con ella.
    Amigo de Pedro fuisteis,
    y yo os debo la existencia,
    conque es justo, a mi entender,
    os cobréis entrambas deudas.»
    Púsose Juan Ruiz de hinojos
    a los pies de la doncella,
    y asiéndola las dos manos,
    humildemente la besa.
    Acordáronse las bodas,
    mas Catalina aconseja
    que sean cuando él quisiese,
    pero que sin ruido sean.
    Las malas mañas o antojos,
    o tarde o nunca se dejan,
    y Juan en su mocedad
    gustó de bulla y de fiesta.
    Así, aunque pocos convida
    para que a las bodas vengan,
    buscó unos cuantos amigos
    que lo alegraran la mesa.
    Trajo vinos los mejores
    y viandas las más frescas,
    y apuntó, por hora fija
    de noche las diez y media.
    Gustaba Juan sobre todo
    de cabezas de ternera,
    y asábalas con tal maña,
    que a cualquier gusto pluguieran.
    Gozaba en esto gran nombre
    entre la gente plebeya,
    de tal modo, que lo daban
    el apodo de Cabezas.
    Ocurrióle a media tarde
    darse a luz con tal destreza
    y embozándose en la capa,
    salió en busca de una de ellas.
    Mataban aquella tarde
    en el Rastro una becerra;
    compró el testuz, y cubrióle,
    asido por una oreja.
    Volvió a doblar el embozo,
    y contento con la presa,
    de la calle en que vivía
    tomó rápido la vuelta.
    Iba Juan Ruiz con la sangre
    dejando en pos roja huella,
    que marcaba su camino
    sobre las redondas piedras.
    En esto, entrando en su barrio,
    al doblar una calleja,
    dos ministros de justicia
    le pasaron muy de cerca.
    Él siguió y pasaron ellos,
    advirtiendo con sorpresa
    la sangre con que aquel hombre
    el sitio que anda gotea.
    El siguió y tornaron ellos
    por sobre el rastro que deja,
    hasta entrar en otra calle
    obscura, sucia y estrecha.
    En un rincón embutida,
    a la luz de una linterna,
    de Cristo crucificado
    se ve la imagen severa.
    Paróse Juan; los corchetes,
    que en el mismo punto llegan,
    viendo que duda y vacila,
    en faz de preso le cercan.
    -¡Fuera el embozo! gritaron.
    Muestre a la luz lo que lleva.
    Volvió los ojos al Cristo
    Juan, y helósele en las venas,
    a una memoria terrible,
    cuanta sangre hervía en ellas.
    -¡Fuera el embozo! repiten,
    y él, acongojado, tiembla,
    sintiendo un cambio espantoso
    que pasa en su mano mesma.
    Quiso hablar, y atropellado,
    un «¡dejadme!» balbucea.
    Deshiciéronle el embozo,
    y mostrando Ruiz la diestra,
    sacó asida del cabello,
    de Medina la cabeza.
    -¡Acorredme, santo Dios!
    grita aterrado, y la suelta;
    mas la cabeza, oscilando,
    entre los dedos le queda.,
    -¡Yo le maté, clamó entonces,
    hoy ha siete años, por ella!
    Y sin voz ni movimiento
    cayó desplomado en tierra.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Mar 27 Sep 2022, 01:00

    JOSÉ ZORRILLA (1817 - 1893) BVMC

    89.  LEYENDAS.


    89.A : PARA VERDADES ELTIEMPO Y PARA JUSTICIA DIOS


    Conclusión



       Y así fue que aquella noche
    de sangrienta confusión,
    en que al ruido de una riña
    Pedro a la calle bajó
    con el estoque en la diestra
    y en la siniestra el farol,
    no era en ella otro que Ruiz
    quien llevaba lo mejor.
    Como un imán a una aguja
    arrastra constante en pos,
    como una serpiente a un pájaro,
    a un paloma un halcón,
    entorpecen y fascinan
    sin que ala ni pie veloz
    para huirle les acudan,
    a impulsos de su pasión
    anduvo así Juan vagando
    de la fiesta en derredor.
    Y oía por las ventanas
    de danza el confuso son,
    y vía cruzar las sombras
    una a una, y dos a dos,
    en fantástica carrera
    y monótona ilusión.
    Así lloraba acosado
    de sus celos y su amor,
    cuando oyó de una pendencia
    vivo y cercano rumor:
    cerróse en ella a estocadas
    tan sin acuerdo y razón,
    que a cuantos hubo a las manos,
    adelante se llevó.
    En esto acudió Medina,
    y Catalina al balcón,
    de la suerte recelando,
    acelerada salió.
    Mas al ver cuál afanosa
    curaba ella de otro amor,
    cegaron a Ruiz los celos,
    el despecho le embriagó,
    y al tiempo que alzaba Pedro,
    el brazo con el farol,
    matóle a la faz de Cristo,
    como villano, a traición.
    De entonce, en los siete años
    después del hecho traidor,
    ni una sola vez, de miedo,
    por ante el Cristo pasó.
    Llegó la primera al cabo,
    y en ella al cielo ocasión
    de mostrar que hay infalibles
    tribunales sólo dos,
    de irrevocables sentencias
    sin cotos ni apelación.
    Para verdades, el TIEMPO,
    y para justicias, DIOS.


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    Mensaje por Lluvia Abril Mar 27 Sep 2022, 01:59

    Que velocidad, y que buen trabajo el tuyo.
    Te sigo como puedo, amigo mío, y te doy las gracias también.
    Besos.


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    se acaba la diversión”.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Miér 28 Sep 2022, 02:29

    Gracias, querida amiga, por estar siempre ahí.

    Besos


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Miér 28 Sep 2022, 02:37

    JOSÉ ZORRILLA (1817 - 1893) BVMC

    89.  LEYENDAS.


    89.B


    HONRA Y VIDA QUE SE PIERDEN, NO SE COBRAN, PERO SE VENGAN.


    INTRODUCCIÓN




           En un rincón de Castilla,
    allá en el fondo de un valle,
    sobre tres cerros distintos
    hay tres torres semejantes.
    Castillos los llaman unos,
    otros atalayas árabes,
    mas su origen positivo,
    a la verdad no se sabe.
    Un río humilde, el Esgueva,
    la falda a los cerros lame,
    y entro huertas y majuelos
    lleva a rastra sus cristales.
    Entre los olmos y vides
    con que tapiza su margen,
    y ambas filas de colinas
    que le interrumpen el aire,
    hay derramados sin orden
    más de un ciento de lugares
    que, amasados todos ellos,
    un pueblo tal vez no valen;
    pues los pueblos con el río,
    y las huertas de la margen,
    las colinas que le cercan
    en dos bandas desiguales,
    y los tres cerros distintos
    con tres torres semejantes,
    de tal modo unos en otros
    vegetan, pasan o yacen,
    que todo el conjunto entero,
    sin que esto lo dude nadie,
    tomando nombre del río,
    forma sin disputa el valle,


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Miér 28 Sep 2022, 02:40

    JOSÉ ZORRILLA (1817 - 1893) BVMC

    89.  LEYENDAS.


    89.B


    HONRA Y VIDA QUE SE PIERDEN, NO SE COBRAN, PERO SE VENGAN.


    Primera parte






    I

           Está la noche expirando,
    y allá en el fin de la sombra,
    en vacilante crepúsculo
    tiñe el Oriente la aurora.
    La luna en el Occidente
    su pálida luz ahoga,
    y las estrellas la siguen,
    luz reflejando medrosa.
    Silba el cierzo entre las ramas
    de los árboles sin hojas,
    y con espejos de hielo
    Esgueva sus aguas orla.
    Ostenta el campo escarchado
    trémula, alumbrada alfombra,
    que a veces parece el alba,
    y agua a veces silenciosa,
    que allá en las sombras, confusa,
    humeando se evapora.
    Se oye el murmullo del río,
    que por la pesquera rota
    se filtra, tornando el agua
    en espuma bulliciosa.
    Ya en copos blancos se eleva
    trenzada y murmuradora,
    ya cae en hebras de plata
    y se arrastra tumultuosa;
    ya trepando por las piedras
    se columpia de una en otra,
    ya, por evitar un canto,
    serpenteando se encorva,
    y ya, tornando a ser agua,
    susurra en la hierba tosca.
    Allá, en la opuesta ribera,
    se alcanza una torre octógona
    con que la frente de un cerro
    entre brezos se corona.
    Un pueblo frente por frente,
    junto a las aguas sonoras,
    con casas de tierra y ramas,
    de hidalgo y leal blasona;
    y una casa que más lejos
    de la orilla y de las otras
    puede pasar por alcázar,
    según au menta en las formas,
    yace al pie de una colina,
    olvidada, triste y sola,
    con lienzos en las ventanas,
    que honores de vidrios gozan.
    Entre una luz y los lienzos
    cruza a veces una sombra
    que, sobre ellos destacada,
    parece bien que se asoma;
    y a veces, inmoble y fija,
    cubre la ventana toda,
    cual si estorbar pretendiera
    paso a la vista curiosa;
    a veces semeja un hombre
    que, vuelto el rostro a la antorcha,
    dibuja un bulto sin gesto
    que descansa en una gola;
    y a veces, rauda pasando,
    de un rostro el perfil contorna,
    de agudo y crespo bigote
    que con la gorguera toca.
    Mas puede a veces dudarse
    si es una o son dos las sombras,
    si pasean o si danzan,
    si luchan o si retozan;
    porque hay puntos en que cruzan
    dos bultos de varia forma,
    una cabeza con rizos,
    con barba y bigotes otra.
       Casi al pie de la colina
    en que la casa se apoya,
    hacia el pueblo más cercano
    una senda desemboca.
    Un hidalgo a pasos lentos
    la vuelta del cerro toma;
    un mozo trae adelante,
    debajo una yegua torda,
    y un largo ropón oculta
    lo demás de su persona.
    Tendió a la casa la vista,
    tembló, paróse y tendióla
    por todo cuanto en el valle,
    abarca, sombría y torva,
    Echó pie a tierra, y a poco,
    la mirada escrutadora
    alcanzó la luz movible
    por entre la puerta rota,
    En faz de asombro y de duda
    o de vergüenza y de cólera,
    la planta trémula tuvo,
    y agachándose en la sombra,
    clavó en la puerta los ojos,
    y el puño en la tierra fofa.
    Se abrió la puerta; un mancebo,
    la faz envolviendo toda
    de un gabán entre las pieles,
    en apostura amorosa
    de una mujer se despide
    que a despedirle se asoma.
    Juró airado el escondido
    en voz sofocada y ronca,
    sonó en el umbral un beso,
    cerró la puerta la moza,
    y el galán, pasando el vado,
    hacia la torre se torna.
    Cuando él llegó al pie del puente,
    ya con mano vigorosa
    a sendas aldabonadas
    el otro a su puerta dobla.
    Abrióla al fin la mujer,
    y al cerrarla cuidadosa,
    ya por Oriente venía
    la tornasolada aurora.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Miér 28 Sep 2022, 02:43

    JOSÉ ZORRILLA (1817 - 1893) BVMC

    89.  LEYENDAS.


    89.B


    HONRA Y VIDA QUE SE PIERDEN, NO SE COBRAN, PERO SE VENGAN.


    Primera parte





    II

       El codo sobra la mesa,
    sobre la mano ambas sienes,
    entrambas cejas fruncidas,
    arrugada la ancha frente,
    la otra mano en la cintura,
    los pies en un taburete,
    en un sillón de vaqueta
    está meditando Pérez.
    Una lámpara de hierro
    a un lado en la mesa tiene,
    cuya luz, lucha oscilando,
    con el día que amanece.
    Al otro lado un tintero,
    y en el centro unos billetes
    cuya firma está abrasando
    con pupilas de serpiente.
    Desigual suelta el aliento
    por los apretados dientes,
    y mal ahogados suspiros
    dentro del pecho le hierven.
    «¡Mendo Abarca!.... Que me place.
    Un día tras otro viene,
    y honra con honra se paga,
    vida por vida se pierde.»
    Esto en voz baja diciendo,
    asió la luz de repente,
    y a voces en la escalera
    llamó a Margarita, Pérez.
       Subió al punto la muchacha
    tranquila, hechicera, alegre,
    mostrando en la tez de rosa
    sus abriles diez y nueve.
    Y es la niña un embeleso,
    una hermosura de Oriente,
    cogido el cabello en trenzas
    que con dos agujas prende;
    cintura escasa y flexible
    que cimbrea y se estremece,
    tez morena, negros ojos,
    paso resuelto y pie breve.
    Con la sonrisa en los labios,
    y con la paz en la frente,
    rebosando amor y hechizos
    que irresistibles parecen,
    entró por el aposento
    peguntando:-¿Qué me quieres?-
    Pérez, bajando los ojos
    contestóla:- Que te sientes.-
    Sentóse,,y siguió el marido:
    -¿Tienes, querida, presente
    cuánto tiempo ha nos casamos?
    -Sí por cierto: treinta meses.
    -Pues eso ha que nuestra honra
    nos prestamos mutuamente.
    -Y ahora, ¿a qué recordarme.....
    -Dime, ¿y esto, cuántas veces
    si se pierde se recobra?
    -¿A qué viene esto, Rui Pérez?
    -¿Sabes, Margarita mía,
    que cada sentido tiene
    una puerta por do sale
    nuestra honra y nunca vuelve?
    -¡Pero.....
    -¿Y sabes, Margarita,
    que no sois más las mujeres
    que un alcázar donde la honra
    guardada los hombres tienen?
    -¡Por Dios, Pérez, que no alcanzo
    lo que con esto pretendes!
    -¿Sabes que un alma con honra
    otra alma con honra quiere,
    porque es justo que se guarden
    las reinas para los reyes?
    -¡Pero.....
    -¿Y sabes, Margarita,
    que el marido que la pierde,
    compra una marca de infamia
    que lleva en el rostro siempre?
    -¡Pero.....
    -¿Y sabes, Margarita,
    que en tanto que no la vengue,
    ni de hidalgo ni de hombre
    el vano nombre merece?
    -¡Pero.....
    -¿Y sabes, Margarita,
    que si por ella no vuelve,
    hasta las dueñas escupen
    de su blasón los cuarteles?
    -¡Mas yo.....
    -¿Y sabes, Margarita,
    que. nació hidalgo Rui Pérez,
    y no ha de vivir sin honra
    aunque al mismo Dios le pese?
    -¡Cielo.....
    -¿Y sabes, Margarita,
    que un remedio hay solamente
    para dolencia tan grave.....
    -¡Pero escucha.....
    -Y que es la muerte?
    ¡Pero.....
    -¡Silencio!
    -¡Oye.....
    -¡Calla!
    Más hablando no me afrentes,
    y lee, si te queda aliento,
    Margarita, esos papeles
    Y esto diciendo, a la cara
    tiróla Rui los billetes,
    y ella cayó de rodillas
    clamando: «¡Cielos, valedme!»

    CONT.



    _________________
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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Miér 28 Sep 2022, 02:54

    JOSÉ ZORRILLA (1817 - 1893) BVMC

    89.  LEYENDAS.


    89.B


    HONRA Y VIDA QUE SE PIERDEN, NO SE COBRAN, PERO SE VENGAN. 




    PRIMERA PARTE


    II (CONT.)



    Pasaron unos instantes
    en silencio tan solemne,
    que de entrambos corazones
    contarse los golpes pueden.
    Pérez, crispados los puños,
    atenazados los dientes,
    amoratados los labios,
    fuego por los ojos vierte.
    Margarita, de rodillas,
    doblada al pecho la frente,
    cruzadas las blancas manos,
    pálida como la muerte,
    correr por ambas mejillas
    deja una lágrima ardiente,
    que resbalando hasta el suelo,
    en vapor se desvanece.
    Pérez, inmoble de rabia
    en el sillón se mantiene,
    y ella, de miedo y vergüenza,
    convulsiva se estremece.
    Al cabo, con voz sombría
    dijo a Margarita, Pérez:
    -Mujer, yo adoraba en ti;
    por tu capricho más leve,
    por solo un cabello tuyo
    hubiera muerto mil veces.
    ¿Y el amor que compré un día
    con vida y con alma ¡imbécil!
    hollando tus juramentos,
    así en mi ausencia me vendes?
    -Perdón, clamó Margarita,
    ¡Oh, me detesto!....
    -Detente,
    que con que tú te aborrezcas,
    él mi honra no me vuelve.
    Pero ¡por Dios! que no es tarde....
    -¡Cielo santo! ¿Qué pretendes?
    ¡Perdón, perdón! ¡A tus plantas
    me arrastraré eternamente!
    -Y el polvo en que tú te arrastres,
    ¿podrá mi honra volverme?
    -¡Lloraré al pie de tu lecho,
    velando mientras tú duermes!
    -Y ¿qué sueño ha de acudir
    a quien sin honra se acueste?
    -¡Seré menos que tu esclava!
    ¡Besaré el polvo que huelles!
    -Y ¿qué harás con esas manos
    que toman estos billetes?
    -¡Perdón¡
    -Pídesele al cielo,
    que él solo dártele puede.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Miér 28 Sep 2022, 03:04

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    89.  LEYENDAS.


    89.B


    HONRA Y VIDA QUE SE PIERDEN, NO SE COBRAN, PERO SE VENGAN. 


    PRIMERA PARTE



    III

       Es un salón cuadrilongo
    dentro de la antigua torre
    en que desterrado habita
    don Mendo Abarca y Quiñones.
    Sobre un tapiz toledano
    bordado en torno de flores,
    hay una imagen de Cristo
    colgada de dos cordones.
    De la alta bóveda ojiva,
    por medio una argolla corre
    otro cordón que sustenta
    una lámpara de cobre.
    En una de las paredes
    hay un nicho y dos balcones,
    y el sol pasa macilento
    por los vidrios de colores.
    Allá en el opuesto lado,
    gigantesca en dimensiones,
    hay, a guisa de herrería,
    una chimenea, en donde
    se exhala en llamas y en humo,
    tendido en seis pies de bronce,
    amenazando un incendio,
    muy cerca de medio roble;
    y de cara hacia la llama,
    magro, silencioso, inmóvil,
    entre enterrado y tendido
    dentro de un sillón, un hombre.
    Una mujer no muy lejos
    en silencio borda o cose
    una alfombrilla de sedas
    que sobre un cojín recoge.
    Entre ellos el ruido sordo
    de la chimenea se oye,
    y afuera el cierzo que zumba
    en los ángulos del Norte.
    En cuanto a ambos personajes,
    siguen sus meditaciones
    sin que al parecer al uno
    nada del otro le importe

    CONT.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Miér 28 Sep 2022, 03:06

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    89.  LEYENDAS.


    89.B


    HONRA Y VIDA QUE SE PIERDEN, NO SE COBRAN, PERO SE VENGAN. 


    PRIMERA PARTE


    III (CONT.)



    Cada cual en su trabajo
    su atención entera pone,
    ella contando sus hebras,
    él contando sus tizones.
    Al fin, rompiendo el silencio,
    dijo la mujer al hombre:
    -¡Estás triste!
    -No; cansado
    de velar toda la noche.
    Y como volviendo en sí,
    el que respondió turbóse.
    Rápida, mas de hito en hito,
    ella un punto contemplóle;
    mas él siguió:-¿No lo sabes?
    Volveremos a la corte.
    Soltó la alfombra Leonor,
    y acariciando a Quiñones,
    le dijo:-¡Y me lo ocultabas!
    -Quise sorprenderte: el Conde
    me escribe ayer que a mi antojo
    la vuelta de Madrid tome
    -Y ¿será pronto?
    -Muy pronto,
    que ya me cansa esta torre,
    donde hemos estado un año
    escondidos como hurones.
    -¡Cuánto he rezado a ese Cristo
    porque a este día nos torne!-
    Don Mendo se puso en pie
    al escuchar este nombre,
    y llorando de contento,
    ella del cuarto salióse.
       En esto, por otra puerta
    entró el paje Diego López,
    y ante su señor llegando,
    cortésmente saludóle.
    -¿Que tenemos? en voz baja
    preguntó al mozo Quiñones.
    -Nada, señor; ha seis días
    que huyeron ambos.
    -¿Adónde?
    -Imposible adivinarlo;
    la casa registró anoche.
    -¿De quién hubiste las llaves?
    -La escaló por los balcones.
    -¿Y qué?
    -La casa desierta,
    las camas hechas, los cofres
    cerrados, no falta nada;
    todo en silencio y en orden.
    -¿Y nadie responde de ellos?
    -¡Imposible! Unos pastores
    dicen que le vieron solo
    pasar el puente ha dos noches,
    pero que al ponerse el sol
    iban los dos por el bosque.
    -¿Los dos, y volvía Pérez.....
    -Solo.
    -¡Es bien extraño!.... López,
    dentro de muy pocos días
    volveremos a la corte.
    -Está bien, señor.
    -Escucha:
    para lo de ayer disponte.
    -¿Dos caballos?
    -Por supuesto.
    -¿A qué hora será?
    -A las doce.
    Dejó el aposento el paje,
    y entre sí mismo Quiñones
    murmuró: «¡Si volvió Pérez,
    y sospechando.... ¡Oh entonces,
    mañana mismo a Madrid,
    y ahí se las haya el buen hombre!»
    Y al calor de la fogata
    sobre la mano durmióse.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Miér 28 Sep 2022, 06:58

    JOSÉ ZORRILLA (1817 - 1893) BVMC

    89.  LEYENDAS.


    89.B


    HONRA Y VIDA QUE SE PIERDEN, NO SE COBRAN, PERO SE VENGAN. 


    PRIMERA PARTE



    IV

       Está la torre que habita
    don Mendo, junto al Esgueva,
    en una colina obscura,
    sin árboles y sin hierba,
    sin foso que la circunde,
    sin torres que la defiendan,
    desmantelados los muros,
    derribadas las almenas.
    Asido con dos argollas
    entre dos postes de piedra,
    tiene un puente levadizo
    suspendido en dos cadenas.
    Oprime al caer este puente
    otra torre más pequeña,
    en cuyo centro macizo
    hay torcida una escalera,
    y alzado el puente de noche,
    aislada la torre deja,
    de modo que a un tiempo mismo
    sirve de puente y de puerta.
    Por inútiles, sin duda,
    sus ventanas y luceras
    hanlas tornado en balcones
    y suprimido las rejas;
    y es justo, a nuestro entender,
    que tal mudanza sufrieran,
    pues sirven de, algo en la paz
    y eran estorbo en la guerra.
    Era la noche siguiente,
    y la media noche apenas;
    el cierzo airado zumbaba
    del olmo en las ramas secas,
    y murmuraban las aguas
    azotando las riberas,
    atropellando, sonoras,
    raíces, algas y piedras,
    haciendo con sus espumas
    espejos, lazos y trenzas.
    El cielo, entro opacas nubes
    velando luna y estrellas,
    el valle, el río y la torre
    encapotaba en tinieblas.
    No brillaba en los linderos
    la luciérnaga rastrera,
    no había parleras aves
    que cantaran en la selva,
    ni insectos que susurraran
    entre la flexible hierba;
    no había pajizas flores
    que en los céspedes crecieran,
    ni pastores que velaran,
    ni silbado ras culebras,
    ni lobos que con la luna
    cruzaran por la pradera;
    que es la noche, sobre obscura,
    de Diciembre, opaca y negra,
    y húmeda, gruesa y pesada,
    acosa al aire la niebla.

    CONT.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Miér 28 Sep 2022, 07:00

    JOSÉ ZORRILLA (1817 - 1893) BVMC

    89.  LEYENDAS.


    89.B


    HONRA Y VIDA QUE SE PIERDEN, NO SE COBRAN, PERO SE VENGAN. 


    PRIMERA PARTE



    IV



    CONT.

    Bajóse en la torre el puente,
    y, transponiendo la cuesta,
    dos hombres hacia los vados
    echaron por una senda.
    ¿Traes las llaves? dijo el uno.
    -Sí, señor.
    Y allá, ¿quién queda?
    -Martín Muñoz, en la escala;
    durmiendo, la camarera,
    y Lucas, con los caballos,
    aguarda junto al Esgueva.
    Los demás, hacia la corte
    irán ya lejos, y apenas....-
    Una ráfaga, silbando,
    el resto arrastró con ella.
       Entonces, de entre la sombra
    alzóse, callada y lenta,
    una figura embozada
    que mucho a un hombre semeja.
    Tanto guarda de fantasma
    como de humano conserva,
    porque ella anda o se desliza
    sin que al moverse se sientan
    el compás de sus pisadas
    o el rumor de sus espuelas;
    y el murmullo que se escucha
    dentro de su boca mesma,
    no se sabe si es que gime,
    conjura, amenaza o reza.
    Pero hombre, ilusión o duende,
    al pie de la torre llega,
    y sin vacilar un punto,
    con una escala de cuerdas
    asiendo el balcón más bajo,
    desembozándose trepa,
    y de un corredor desierto,
    se pierde por las revueltas.
       En una apartada alcoba,
    a la luz de una linterna,
    la esposa de Mendo Abarca
    sola y destocada sueña;
    y los labios la sonríen,
    y la lengua balbucea,
    y toda la paz del alma
    la faz dormida refleja.
    Con el fin de su destierro
    descuidada devanea,
    y la pasan por la mente
    viajes, luminarias, fiestas;
    y con sus mil armonías
    de campanas y pendencias,
    obras, caballos y carros,
    se finge una corte entera.
    Los nobles que la visitan,
    las damas que la contemplan,
    los lacayos que la aguardan
    y los pajes y las dueñas;
    los billetes de convite,
    las joyas y las preseas,
    todo la pasa en tumulto
    en ilusión halagüeña.
    En esto, el mismo fantasma
    asomó osado en la puerta,
    corrió por dentro el cerrojo,
    contempló un punto a la bella,
    y luego, ahogando la luz,
    dejó la estancia en tinieblas.
    Se oyó en la sombra un suspiro.....
    Y en faz de rauda tormenta,
    siguió estrellándose el cierzo
    en las pintadas vidrieras.
    Las puertas, estremecidas,
    sobre los quicios retiemblan;
    y silba, -y cruje, y se rasga
    con ímpetu en las troneras;
    y ni gemidos, ni pasos,
    tornan a oírse, ni quejas;
    todo el viento lo devora,
    lo mata, sofoca o lleva.
    A poco, don Mendo y López
    tornaron la misma senda,
    y tornó a oírse del puente
    rechinando la cadena,
    y oyóse que el uno hablaba
    y el otro daba respuesta.
    -¡Cogió las cartas!
    -Sin duda.
    -Más vale así.
    -Que no vuelvan:
    pasado mañana, López,
    a Madrid damos la vuelta.
       Cruzaron ambos el puente,
    volvió a sonar la cadena,
    y siguió el viento zumbando
    por los ángulos y rejas.
    Y en esto, en el balcón mismo,
    la misma escala de cuerdas
    cayó al campo, y el mismo hombre
    bajó embozado por ella.
    Llegó al suelo, y percibióse
    de Pérez la voz severa,
    que a lo lejos murmuraba
    como quien conjura o reza:
    «Quien a hierro mata, es justo
    que igualmente a hierro muera:
    HONRA Y VIDA QUE SE PIERDEN,
    NO SE COBRAN, MAS SE VENGAN.»



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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Miér 28 Sep 2022, 07:07

    JOSÉ ZORRILLA (1817 - 1893) BVMC

    89.  LEYENDAS.


    89.B


    HONRA Y VIDA QUE SE PIERDEN, NO SE COBRAN, PERO SE VENGAN. 


    PRIMERA PARTE


    V

       Vino un día, y otro día,
    y vino un mes, y otro mes,
    y año tras año venía;
    el segundo concluía,
    y pasaron hasta tres.

       Pérez desapareció,
    su casa quedó en escombro,
    don Mendo a Madrid volvió,
    y con estruendo y asombro
    la torre se desplomó.

       Contaron de ello, medrosas,
    las gentes varias consejas
    y fábulas espantosas;
    de amoríos las hermosas,
    y de visiones las viejas.

       Quién dijo (y a tal contar
    el más valiente se pasma)
    que vio, el alba al despuntar,
    junto a la torre vagar
    blanca y sola una fantasma.

       Quién dijo que, atravesando
    de noche por la pradera,
    la colina coronando,
    vio hasta cien almas danzando
    en derredor de una hoguera.

       Ni faltó en pleno concejo
    un hidalgo de lugar
    que, arrugando el entrecejo,
    contara que un moro viejo
    huyó de verla pasar.

       Ni un muchacho revoltoso
    a quien, por calmar el llanto,
    contaran en son medroso
    aquel cuento tan famoso;
    y el chico calló de espanto.

       Y aun diz que dió una doncella
    con un espectro galán,
    y que una devota bella
    le alcanzó a ver después de ella
    en casulla o balandrán.

       Todo eran apariciones,
    raros acontecimientos,
    secretas conversaciones,
    todo ruidos y visiones
    y diabólicos portentos.

       Los unos vieron gigantes,
    otros toparon enanos,
    otros hogueras volantes,
    otros mágicos errantes,
    y otros brujas y gitanos.

       Y alguno, más entendido,
    más ducho o más suspicaz,
    creyó allí haber sorprendido
    algún amor protegido
    con el murmullo falaz.

       Vino un día, y otro día,
    y vino un mes, y otro mes,
    y el tercer año corría;
    el segundo concluía,
    y pasaron hasta tres.

       Las visiones acabaron,
    y olvidadas las consejas,
    los mozos las despreciaron,
    las muchachas se casaron,
    y se murieron las viejas.

       Con esto, el miedo pasó
    y el valle quedóse en calma;
    Mendo Abarca no volvió,
    ni a nadie se apareció
    Pérez en cuerpo ni en alma,


    FIN DE PRIMERA PARTE DE HONRA Y VIDA QUE SE PIERDEN


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    JOSÉ ZORRILLA (1817-1893) - Página 11 Empty Re: JOSÉ ZORRILLA (1817-1893)

    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Vie 30 Sep 2022, 00:40

    JOSÉ ZORRILLA (1817 - 1893) BVMC

    89.  LEYENDAS.


    89.B


    HONRA Y VIDA QUE SE PIERDEN, NO SE COBRAN, PERO SE VENGAN. 


    SEGUNDA PARTE



    VI

           En un salón adornado
    con alfombras toledanas,
    con pabellones de sedas,
    con mecheros y con lámparas,
    vestido de terciopelos
    festonados de oro y plata,
    cercado de taburetes
    y de cojines de grana,.
    hay hasta cuatro personas
    en plática sosegada,
    que esperan como en familia
    alguna cosa que tarda.
    Una es don Mendo Quiñones,
    otra es una antigua dama,
    otra es doña Leonor,
    y otra un clérigo, que calla.
    Está Leonor cual lo exige
    la ceremoniosa usanza
    de aquellos revueltos tiempos
    de fiestas y de batallas.
    corpiño y falda turquí
    bordados de seda blanca,
    con dos filas de botones
    de costosa filigrana;
    desnudo el cuello y los hombros
    bajo un collar de esmeraldas,
    con un lazo de brillantes
    que por una cruz remata;
    los cabellos divididos
    en dos trenzas derribadas,
    que a ambos lados se recogen
    en dos agujas de plata;
    y en la mano un abanico
    con que la faz del sol guarda,
    tras de cuyo varillaje
    mira a salvo y no es mirada.
    Con igual lujo y riqueza
    está engalanado Abarca:
    el jubón de terciopelo,
    acuchilladas las mangas,
    capotillo carmesí,
    calzón negro y gola blanca,
    y en un cinturón de seda
    colgados estoque y daga.
    De aquestos tres personajes,
    Quiñones y las dos damas,
    el cuarto los atavíos
    está contemplando en calma.
       Empieza en una corona,
    y en un acicate acaba;
    tanto conserva de monje,
    como de soldado guarda.
    El gesto tiene severo
    y la frente despejada,
    empinados los bigotes,
    espesa y luenga la barba.
    El jubón negro y sin cuello,
    el ropón tocando en capa,
    la gola negra y sencilla,
    botas, espuelas y espada.
    Si fija en otro sus ojos,
    no pueden con sus miradas;
    si habla, le escuchan atentos;
    no le importunan si calla.

    CONT. VI


    _________________
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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Vie 30 Sep 2022, 00:43

    JOSÉ ZORRILLA (1817 - 1893) BVMC

    89.  LEYENDAS.

    89.B

    HONRA Y VIDA QUE SE PIERDEN, NO SE COBRAN, PERO SE VENGAN. 

    SEGUNDA PARTE


    VI. CONT.



    Mas su mirada es modesta,
    contenidas sus palabras;
    si reconviene no ofende,
    y si aconseja no cansa,
    Los valientes le saludan,
    los pordioseros le aguardan,
    las damas le reverencian,
    los cortesanos lo halagan.
    Y algunas lenguas mordaces
    sólo un defecto lo achacan:
    ser celoso en demasía
    de la honra y buena fama.
    Es capellán de Quiñones,
    con quien tiene mesa y casa,
    y a quien salvó vida y honra
    dicen que en una batalla
    De entonces, él y don Mendo
    un punto no se separan;
    son un cuerpo y una sombra,
    cuerpo y sombra con un alma.
    Es a un tiempo secretario,
    consejero, amigo y guarda;
    don Mendo, sin su presencia
    ni come, ni abre las cartas;
    a un sermón y a un desafío
    igualmente le acompaña.
    Procura evitar contiendas,
    pero una vez empeñadas,
    el cáliz por el estoque,
    por la malla el ropón cambia;
    y a pretexto de padrino,
    da la postrer cuchillada.
       Ni es de extrañar que esto sea,
    porque en los tiempos que alcanza,
    los obispos son alcaides,
    y sus palacios son plazas;
    no pagan pecho a sus reyes,
    mantienen a sueldo lanzas;
    antes de prestarle ayuda,
    juzgan despacio su causa,
    y como más les va en ello
    le acuden o se desmandan;
    y viven entre placeres
    con familiares y damas.
       Así como es el espejo
    es la imagen que retrata,
    y así como andan los reyes,
    la corte y vasallos andan.
       Tales son los personajes
    que en plática sosegada
    esperan como en familia
    alguna cosa que tarda.
    Al fin, al doblar sonoro
    de una ligera campana,
    abriéronse los balcones,
    entró el sol de la mañana,
    y de galanes y hermosas
    fuése llenando la sala.
    Oyóse el rumor del pueblo
    que abajo se agita y pasa,
    y el capellán y Quiñones,
    haciendo venia a las damas,
    salieron hacia la iglesia
    donde doblan las campanas,
    porque es el día del Corpus
    y está la corte de gala.

    FIN DE VI


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Vie 30 Sep 2022, 00:47

    OSÉ ZORRILLA (1817 - 1893) BVMC

    89.  LEYENDAS.

    89.B

    HONRA Y VIDA QUE SE PIERDEN, NO SE COBRAN, PERO SE VENGAN. 

    SEGUNDA PARTE

    VII.





       Al doble y revuelto son
    de campanas y atabales
    hierve y bulle un pueblo entero
    en plazas, rejas y calles.
    Es un bello sol de Junio
    que derramado se esparce
    por techos, plazas y torres,
    gran farol de fiesta grande.
    Sus rayos de grana y oro
    se quiebran y se deshacen,
    se estremecen y reflejan
    en pizarras y cristales.
    De los sueltos pabellones
    de los tapices brillantes
    que orlan, visten y coronan
    los balcones desiguales,
    en cada hebra de oro y plata
    y en cada lazo ondulante
    reverberan mil colores
    que tornasolan el aire.
    Entre guirnaldas de flores,
    entro velos y cendales,
    entre abanicos de plumas,
    entre dueñas y entre pajes,
    decoran las celosías,
    que descorren fiestas tales,
    cuantas damas de Castilla
    dentro de la villa caben.
    La luz de un sol tan alegre,
    la interposición del aire,
    los suntuosos atavíos
    y el placer de los semblantes,
    hacen que de cada hermosa
    finjan en ensueño un ángel
    los enamorados ojos
    de los felices galanes.
    ¡Cuántos hidalgos osados,
    deteniendo el paso errante
    al pie de unos miradores,
    contemplan un gesto grave!
    ¡Cuánto celoso mancebo,
    al revolver de una calle,
    el sombrero hasta los ojos
    aguarda amoroso trance!
    ¡Cuánta dueña en una reja,
    en tanto la dama sale,
    espera en faz compungida
    que el audaz citado pase!
    ¡Cuántos suspiros se ahogan
    entre el son interminable
    con que el gentío murmura,
    cuando del pecho se parten!
    ¡Cuánta ardorosa mirada
    intercepta el velo frágil,
    de una pluma que un tercero
    cruzó entre ambos un instante!
    ¡Cuántos ojos arrobados,
    en otros del cielo imagen
    se topan, detrás de aquellos
    otros ojos centellantes!
    ¡Cuántas citas amorosas
    camino a escondidas se abren
    entre aquel rumor confuso
    que un millón de bocas hace!
       Calmando al fin del gentío
    la voz sorda y susurrante,
    diez maceros a caballo
    la gente por medio parten.
       Bajáronse los sombreros,
    y tornáronse anhelantes,
    impacientes y curiosos,
    mil rostros hacia una calle.
    Pasaron lanzas y cruces,
    alabardas y estandartes,
    cirios, clérigos, soldados,
    mangas y comunidades;
    pasaron urnas, reliquias,
    chirimías y ciriales,
    congregaciones y escuelas,
    nobles, juntas y hermandades.
    hasta que al fin, de improviso,
    levantó su voz gigante
    el pueblo, que vio a lo lejos
    la engalanada falange
    de hidalgos, condes y duques,
    obispos y cardenales,
    que en torno del rey Enrique
    traen a su Dios por delante.
       Quedábale a Enrique cuarto,
    por don de sus mocedades,
    el fastidio y la osadía
    de placeres y desmanes;
    que aun niño, rompiendo el yugo
    del respeto al Rey su padre,
    tuvo en Segovia una corte
    con pueblo y leyes aparte.
    Y allí, anegado en deleites,
    sin conocer vasallaje,
    pasó los años primeros
    siempre en faz de rebelarse.
    Hoy, ya Rey, abrió su corte
    a cuanto ilusorio y grande
    quiso con sus Reales culpas
    de las suyas escudarse
    Vinieron aventureros
    sin más haber que su sable,
    y vinieron cortesanas
    que allá en países distantes
    fueron nobles y duquesas
    de Real solar y Real sangre,
    a quien echan de su patria
    opiniones populares;
    vinieron monjes robustos,
    todos rectores y abades,
    de costumbres de gran peso
    y profesión impalpable.
    Y entre discordia y licencia,
    entre amores y combates,
    andando allí confundidos
    los soldados y los frailes,
    logróse sin gran trabajo
    que fuesen en tiempos tales
    las audiencias galanteos,
    los amores liviandades,
    y las damas cortesanas,
    y los clérigos galanes;
    que así como es el espejo,
    es la retratada imagen,
    y hacen, si andan mal los reyes,
    que mal los vasallos anden.
    Los monjes a par alternan
    las mallas y los sayales,
    y el que ayer era prelado,
    mañana a campaña sale.
    Tales gentes y tal fiesta
    bajan la calle adelante,
    y hasta doscientos jinetes
    dan a la función remate.

    CONT. VII


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    JOSÉ ZORRILLA (1817-1893) - Página 11 Empty Re: JOSÉ ZORRILLA (1817-1893)

    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Vie 30 Sep 2022, 00:49

    JOSÉ ZORRILLA (1817 - 1893) BVMC

    89.  LEYENDAS.

    89.B

    HONRA Y VIDA QUE SE PIERDEN, NO SE COBRAN, PERO SE VENGAN. 

    SEGUNDA PARTE

    VII. CONT



    Entre las gentes que al Rey
    prestan honra y homenaje,
    ni cerca de su persona
    ni lejos del Condestable,
    van dos nobles caballeros,
    que en severos ademanes,
    entro secretas palabras,
    secretas razones traen.
    Tan por lo bajo las cruzan,
    que, en verdad, no fuera fácil
    que pudiera algún curioso
    alcanzar de lo que traten.
    Mas que es cosa de importancia
    bien pudiera asegurarse,
    pues a veces hace el uno
    que el otro los ojos baje,
    y a veces, levantando éste
    la mirada penetrante,
    torna a bajarla irritado,
    cual devorando un ultraje
    que el otro le recordara
    y mucho a su honra tocase.
    Cuanto más uno se turba,
    sigue el otro imperturbable,
    y ambos miran de continuo
    a un balcón, luego a la calle.
    Es el uno Mendo Abarca,
    que, inclinado hacia delante,
    con su capellán conversa
    en razones semejantes;

       -Pero, padre, ¡eternamente
    la misma conversación!
    -Señor, siempre esta ocasión
    me está en el alma presente.

       -¡Maldita ocasión la vuestra,
    que en todas partes la veis!
    -Señor, que fue bien sabéis
    la experiencia mi maestra.

       -Y lo que os sucede a vos,
    ¿ha de acontecerme a mí?
    -¡La honra, señor, que perdí
    no basta a dármela Dios!

       Y cuando vos la perdáis.....
    -Yo mismo la cobraré.,
    -Yo también me lo pensé,
    pero como yo, la erráis,

       que es la mujer un cristal
    que si se empaña una vez,
    la mancha o la palidez
    se lavan luego muy mal.

        Mirad, don Mendo, al balcón
    y a la calle atentamente.
    -Padre, padre, ¡eternamente
    la misma conversación!

       -Si os salvé, señor, la vida,
    la honra os he de salvar;
    yo por ella he de velar
    si vuesa merced la olvida.

       -Ved que vos podéis muy bien
    dar camino a una sospecha.
    -Ved que en cuenta tan estrecha
    podéis vos errar también.

       -¡Ved que soy yo su marido!
    -¡Ved que ella es vuestra mujer!
    -Sé que me ama.
    -Puede ser,
    -Y pudiera.....
    -Haber mentido.
    -Mas, padre, vos.....
    -Vedla allí,
    y aunque así a vos no os ofende,
    pensad que a todos atiende
    menos a vos.....
    -¡Eso sí!

       -Pues si os ama, ¿cómo a vos
    es a quien busca el postrero?
    -¡Ay! Triste del que altanero
    me compita, ¡vive Dios!

        Así en voz baja platican
    aquellos dos personajes
    al ir de su propia casa
    avistando los umbrales;
    y saludando a Leonor,
    que al balcón a verlos sale,
    con la procesión siguieron
    toda la plaza adelante.

    FIN DE VII


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