«Y entonces», pensó con una pequeña dosis de cólera, «y entonces, por lo
visto, enseguida que alguien tiene dinero aparecen los otros queriendo utilizarlo,
explicando cómo hay que hacer para perder dinero».
—Por lo visto —dijo desviando la rabia del amigo—, por lo visto basta que
uno tenga unos cruceritos para que de inmediato una mujer los huela y caiga
encima.
Los dos rieron. Después de eso él estuvo más alegre, más confiado. Sobre
todo menos oprimido por las circunstancias.
Pero después ya fue mediodía y cualquier deseo se tornaba más árido y más
duro de soportar. Durante todo el almuerzo él pensó con desagrado en contraer o
no deudas, y se sentía un hombre aniquilado.
—¡O él estudia demasiado o no come bastante por la mañana! —dijo la madre
—. El hecho es que despierta bien dispuesto, pero luego aparece para el almuerzo
con esa cara pálida. Enseguida se le endurecen las facciones, y es la primera
señal.
—No es nada, es el desgaste natural del día —dijo el padre con buen humor.
Mirándose en el espejo del corredor antes de salir, vio que realmente era la cara
de uno de esos muchachos que trabajan, cansados y jóvenes. Sonrió sin mover los
labios, satisfecho en el fondo de los ojos. Pero en la puerta del cine no pudo dejar
de pedirle prestado el dinero a Carlitos, porque allá estaba Gloria con una amiga.
—¿Ustedes prefieren sentarse adelante o en medio? —preguntaba Gloria.
—Por lo visto, el cine se fue al traste —dijo al pasar Carlitos. Enseguida se
arrepintió de haber hablado, pues el compañero ni lo había escuchado, ocupado
con la muchacha. No era necesario disminuirse a los ojos del otro, para quien una
sesión de cine sólo servía para ganar a una chica.
En realidad el cine sólo se había ido al traste al comienzo. De inmediato él
relajó el cuerpo, se olvidó de la otra presencia, a su lado, y se puso a ver la
película. Solamente a la mitad de la función tuvo conciencia de la presencia de
Gloria y sobresaltado la miró con disimulo. Con un poco de sorpresa comprobó
que ella no era precisamente la explotadora que él supusiera: allá estaba Gloria
inclinada hacia delante, la boca abierta por la atención. Aliviado, se recostó otra
vez en la butaca.
continuará
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