por Pascual Lopez Sanchez Sáb Jul 22, 2023 3:13 am
TO HUU
TÍO HO
En el transcurso de estos días
el dolor de un adiós.
La vida vierte lágrimas,
Derrama el cielo lluvias,
Tío, esta tarde acudo a ti…
Aterrida y mojada está la huerta
y algunos troncos de los cocoteros.
Como un chiquillo una vez más transito
la senda familiar de chinas blancas
hasta el pie de la escalera y ahí
me quedo levantado al cabeza.
Campanilla, campanilla, ¿suenas aún?
El cuarto silencioso – los visillos
Bajados y la lámpara apagada!
¿Por qué has partido, Tío?
El otoño está ahora en su esplendor,
soleado el azul cielo, en sus victorias
el sur y sueña en un día de fiesta
acoger tu presencia y verte, Tío, sonreír.
¡Oh, toronja, para quién esta miel dorada,
y para quién estos perfumes suaves!
¡Oh, corolas de jazmín!
Ya no hay la silueta familiar
que de mañana y tarde se pasea,
en torno del pequeño lago en donde
se imprime el vuelo de las nubes blancas.
Si el corazón pudiera librarse de su carga,
pero a lo largo de la noche
cuánto pesa la compasión por la vida.
¡Oh, Tío! Tienes tú un corazón grande e inmenso
y sufres los sufrimientos del pueblo, del país
y los sufrimientos de cinco continentes.
Tú vives como nuestro cielo
y nuestra tierra, amando cada espiga
de arroz y cada rama florecida,
la libertad de cada vida esclava
la leche para dar al niño y seda
en homenaje a las gentes ancianas.
Tú piensas en el sur del mismo modo
que tiene la nostalgia del país,
el sur te espera como espera a un padre.
Tú escuchas cada paso en la primera línea,
acechas tú cada noticia
de alegría, el cañoneo lejano.
Como la luz del alba es tu alegría,
alegría de cada brote nuevo,
del fruto que madura en cada rama,
alegría de la canción unánime
que al unísono entonan cuatro océanos,
prestas mil atenciones para todos
y sólo te olvidas de ti.
Tú nos legas tu afecto, una sencilla
vida sin otro ni laca bermeja,
una delgada blusa, un alma de mil verstas
mejor que las estatuas de bronce a la intemperie
al borde de los senderos desiertos.
¡Tío Ho! Cuando el sonido llegue,
cómo te nos alejas y para mil otoños,
al partir nos recomendaste:
Mientras existen ríos y montes…
Nuestro afecto aterido de felicidad,
no osa llorar mucho el corazón.
Tú partes ya por ese gran camino
que lleva a los maestros,
a Marx, Lenin, el mundo de los sabios,
un gran fulgor los montes y los ríos
empurpura, nosotros todos juntos,
tú nos haces avanzar adelante.
Vuelvo a ver tus sandalias usadas,
rebosantes de beneficios,
te amamos y así nuestro corazón
es más puro y más claro,
permítenos jurar contigo
guardar el brío y siempre ir adelante
y firmes como las mil cumbres
de la Cordillera Larga.
6 de septiembre de 1969.
La admiración que HO CHI MINCH despertaba en el pueblo vietnamita queda perfectamente reflejada en este poema de To Huu
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