por Lluvia Abril Sáb Jun 24, 2023 1:21 am
TURQUIA
Tugrul Tanyol, Turquía
Cem
(La difícil situación del poeta en Turquía es comparada con las desdichas del Príncipe Cem)
A Mehmet Mufit.
El día se desvaneció, rojas gotas brillaban en sus márgenes.
Anduve por los erosionados jardines de la noche
Bajo una lluvia amarilla, circundado por infinitas rocas,
Los recuerdos estremecían mi corazón, el aroma cobrizo de la huida,
Mi infancia, un salón del trono, mi sultanía perdida en Bursa.
Todas las puertas cerradas, cada puerta un muro.
Al dar la vuelta, vi aquel gran espejo reflejando
La lluvia migratoria de donde emergen el ser y la nada.
El día se desvaneció, rojas gotas brillaban en sus márgenes.
A mi llegada no habían puertas. El ocaso, el muelle,
Lejos de Rodas los cascos sumergidos.
A través de las separadas vigas de mi galera escuché el susurro del viento grabado
Sobre las aguas vastas de mi rostro.
Altas montañas a lo lejos, aquí, caminos escarpados,
El relincho de un caballo, sombrío olor a rosas,
Pasajes secretos bajo las ruinas del templo
Y el coro de muertos petrificados en los húmedos sótanos.
¿Quién visita esos lugares? Viajeros desprevenidos en este amanecer de primavera
Y vírgenes que caminan envueltas en mortajas blancas.
¡Un relámpago inesperado! Aparecieron las puertas
y luego se desvanecieron.
Destrucción y dolor, huida y exilio. Con el aroma cobrizo
De la soledad que emerge en el espejo del tiempo perdido,
Se forjó esta desgracia en mi rostro, este viaje desconocido,
Sentí miles de hierros candentes que quemaban mi piel.
Mi cuerpo suspendido en oscuros tragaluces -
Yo mismo una víctima del sacrificio en un amanecer de primavera.
¡Una lluvia inesperada! La mitad de mi rostro ya borrado.
¡El plomo me enceguece! Estos son mis obsequios nupciales,
Un viento grave se lamenta en las cavidades desoladas.
Las cuencas desoladas de mis ojos- ¿de quién es el turno ahora?
Todos mis compañeros colgados de la jarcia sumergida
de mi barco
¡Oh Mi Celal! ¡Amado Sinan!
¿A dónde va este océano? Nos hemos quedado solos
La lluvia destruye todas las puertas.
Yo, Cem, hasta ayer gobernaba la mitad de un imperio.
Mi imagen se desvaneció en las monedas que forjé
Yo padecí mil muertes, vi mi propio cadáver
Golpeando la orilla.
Caminé con sucias ristras alrededor de mi cuello (el ocaso, el muelle,
Lejos de Rodas los cascos sumergidos) y ahora
No hay lugar para mí en el mundo,
Ni un hogar, ni un palacio, ni un trono, ni un rango.
Dame tu mano, hermano mayor, déjame estar a tu lado,
Llévame adentro, estrangúlame si es necesario,
¡Parte de mí es oscuridad total, parte, una lluvia inesperada!
Los días fueron enterrados en el grito silencioso de un bosque,
En los pozos insondables de su corazón. Coraje:
La oscuridad detrás de mis ojos es una tierra perturbada —Que jamás alcanzaré.
El día se desvaneció, rojas gotas brillaban en sus márgenes.
El relincho de un caballo, sombrío olor a rosas
Y a mi llegada ya no habían puertas.
Habían desaparecido,
Yo, desamparado en el tiempo perdido, fui dejado por fuera.
En este frío, en esta oscuridad desolada
Estoy solo, mis manos son mi única luz.
Padres distantes
Algunas noches hay un niño
Que da vueltas silenciosamente en su cama.
La soledad, como la luz del día,
se propaga en cavernas secretas
multiplicando su desolación.
Algunas noches el cielo está lleno de estrellas,
tantas y tan distantes como ellas mismas.
El niño tiembla en silencio buscando el abrigo
de su cobija, en esas horas en que el polvo se disipa.
Algunas noches hacemos largos viajes.
Observamos una puerta que se abre en la oscuridad; el polvo se levanta.
Allí, un hombre se aleja silenciosamente de una mujer;
Allí un niño se acurruca.
Algunas noches los padres se vuelven viejos y distantes.
Es el silencio apagado de una piedra lanzada al agua,
La luz de la luna, sombras, un barquito de papel.
Algunas noches distantes, detrás de una montaña
la llanura: imagen de un grito en la palma de mis manos.
Los días de la amistad se terminaron
Mi alma gitana, frena tu caballo,
no hay lugar adónde ir desde aquí.
Cae la noche; un pájaro con alas de viento
se acomoda con dificultad: ahora es el momento
en que desfallecen los viajeros.
Inclínate, mira en mi rostro
los viejos mapas trazados en mis ojos,
esos viejos caminos salpicados de estrellas,
no más rastros largos y lentos
de caravanas acampando a orillas de los ríos, ni cálidas noches de verano
de errantes ebriedades.
Aquí está el tejado de la noche, la belleza
de la creación desplegándose,
hemos llegado al final de los días
de esa amistad libre y altiva,
cuando dormíamos bajo miles de cielos,
hacíamos el amor y nos multiplicábamos.
¿Qué es este anhelo, que nos devoraba
en habitaciones medio abiertas donde las velas se consumían?
¿Dónde estamos? ¿Qué hora es?
¿De quién es obra esta oscura calle,
esta mortaja blanca como la nieve, este tiempo perdido
que murió repentinamente?
Si yo lanzo una flecha y hago descender la noche,
los días luminosos se arrodillarán a mis pies,
mi corazón se abrirá con las heridas recién lavadas
en tus pechos desnudos,
con un estruendo en la rama más alta del árbol.
Mi alma gemela, frena tu caballo,
hemos llegado al final del camino.
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