René Gordillo Vinueza (Ambato, Ecuador, 1993). Licenciado en Comunicación y Literatura por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, PUCE, Quito. Autor del libro de poesía Espera de la hoja (2017) editado por el sello editorial El Ángel. Consta en la antología Seis poetas ecuatorianos (2018) editado por Ediciones Caletita (México). Ganador del premio nacional de poesía Paralelo Cero 2019 con el libro Poemas de mi patio y de otros lados. Sus textos constan en revistas impresas y digitales.
Un lugar
El agua tiene un Agua que la conduce,
el espíritu tiene un Espíritu que lo llama.
-Rumi-
Si yo fuera un lugar
sobre esta carne
sería seguramente
un estuario.
Y si fuera una balsa mi corazón
y un par de remos mi manos
navegaría hacia mi mismo.
La tierra es una esfera,
pero vivir a veces es la medida
plana entre dos acantilados.
Amanece a uno y al otro lado
de la roca, anochece desde todos
los lados de la luz.
Dentro del agua hay otra agua
que rige el recorrido del retorno.
***
Las nieves del Kilimanjaro
Kilimanjaro en idioma nativo significa
la casa de Dios
y es la montaña más alta de África
con 5891 metros.
Cerca de su cima occidental hay un leopardo congelado.
Nadie sabe que quería, ni que hacía aquel animal ahí.
Tal vez nadie nunca pueda saberlo.
Yo a 2850 metros, en otro continente
me recuesto en mi cama mientras
el sol llega a mi cuerpo y el cielo azul
es una realidad impecable.
Es un día de verano, es decir, de sequía
y la sequía en la ciudad no existe.
Me temo mucho que tendré que levantarme,
el brillo de este cuarto es tan innecesario
que cierro los ojos y aun así encuentro siluetas rojas.
Me pregunto si le dolieron los ojos al Leopardo congelado del Kilimanjaro
o si le gustaría la nieve sobre sus patas polvosas.
Recuerdo cuando toqué la nieve por primera vez
fue en un jardín hace años y las plantas parecían muertas.
Me saqué un guante, metí mi mano en lo blanco
y saqué un pedazo, tampoco nunca supe para que,
pero ahí estaba el frío y ahí también estaba yo.
(De Poemas de mi patio y de otros lados- 2019)
*******************
Juan José Pozo (Quito, 1995). Estudió Comunicación y Literatura en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. En 2013 publicó el poemario “Sísmicas mariposas” (El Ángel Editor); en 2021, el ensayo “Entre dos ríos, una corriente. Influencia de Matsuo Bashô en la poética de Octavio Paz” (beneficiario del Fondo Publícalo de la PUCE). Ha participado en congresos literarios y recitales, entre los cuales destacan el XIII Congreso Internacional de Literatura. Memoria e Imaginación de América Latina y el Caribe (2017), así como el 7mo Encuentro Internacional de Poetas, dentro del Festival Poesía en Paralelo Cero (2015). Además, cuenta con una formación en artes escénicas, específicamente en lenguajes de danza folklórica, danza aérea, contemporánea e improvisación. Desde 2016 forma parte de la Compañía TALVEZ, dirigida por Marcela Correa, con la cual ha participado en proyectos, de entre los cuales destaca el cortometraje Fasciia: piel adentro (2018), dirigido por Juan Pablo Viteri.
Vigilia
1
Un abejorro
pasa volando. Flores de manzanilla.
2
Lago San Pablo.
Esa vaca en la orilla: cruza una lancha.
3
Bajo la lluvia
seis mujeres y un perro jugando fútbol.
4
El chancho viejo.
Las marcas de la soga sobre su cuello.
5
Viento en la noche: la flor roja de un día se está cerrando.
***
Noticias de casa
A Esteban
1
Estoy en tu habitación
mientras empieza el día.
Pero solo amanece
cuando recojo las cortinas
y llegan hasta el suelo de madera
rayos de luz
los rayos que pudieron atravesar
el arupo frente a tu ventana.
Abro las cortinas
y amanece
el gato del vecino, viejo,
cruzando la calle.
viernes 11 de diciembre de 2020
2
Tú sabes
que cuando llueve
se acumula el agua en la terraza.
Pero,
¿sabías que a veces
esa agua refleja la luna
cuando la noche se aclara?
Con frío en el aire
tomo una escoba.
Subo a la terraza
y la perra negra apoya sus patas
en mi pecho.
Por más que lo espero,
siempre es nuevo,
como es nuevo siempre
el sonido del agua barrida
y la luna ondulando
a mis pies.
viernes 11 de diciembre de 2020
3
Algunos días
veo pasar una sombra
por la casa.
¿Será acaso esa sombra
la misma que a mi voz ensordece?
¿Acaso la misma que,
como una nube lenta,
muy lenta,
sobrevoló los senos de nuestra madre
hundiendo meses de su mirada?
domingo 13 de diciembre de 2020
4
La flor de taxo
en un cable de luz
está colgando.
domingo 13 de diciembre de 2020
5
Ha llovido
toda la noche.
A la mañana siguiente
brillaba un cielo de pocas nubes.
Podías ver el vapor
salir del piso de la terraza.
Durante años
ha llovido en mi cabeza:
mi frente es una terraza ardiente;
vapor, mis pensamientos nocturnos.
martes 29 de diciembre de 2020
6
Cuentas que en invierno
la gente enfría sus cervezas
al borde de la ventana.
Aquí no para de llover
y, aunque a veces sale el sol,
un nuevo frío anda entre la gente.
Por más que quisiera
no puedo enfriar mi cerveza
como tú lo haces:
apenas puedo deslizar mi mano
por la reja que cubre la ventana
cuando detengo todo para escuchar mejor al sinsonte.
Escucho a veces
un vidrio estallar en la noche:
sé que no es una botella
lo sé cuando cierro la ventana
y la reja emana su frío:
ese nuevo frío
que cubre nuestra casa
lunes 11 de enero de 2021
****************
Estefany Vaca (1996). Ha participado en varias publicaciones digitales e impresas de revistas. En el año 2018 sacó su primer poemario Las ventanas del cuerpo. Escribe y hace collage análogo (@enbusquedadealgo)
Retrato
Mujer que inevitablemente es ella misma
sin que el agua la lave y cambie.
Mujer cruzada de labios,
con sangre amarilla, transparente.
Pálida como una luz de la tarde
y mirando siempre a los árboles.
Mujer antigua expulsada de alguna fotografía,
que solo guarda en su memoria pájaros
y siempre le busca lugar a las preguntas.
Mujer que anhela ser solo humano
y hacer de sus lágrimas un columpio.
Mujer partida de las piedras
que ella mismo se ha lanzado
y ahora le pesan hacia dentro.
Mujer que no sabe ser mujer
y le gusta soñar con el color de las palabras.
***
Razones
Dios me hizo mujer,
quiero decir,
me hizo
con un pequeño taller
de muertos dentro.
Soy un conjunto de
células que, con suerte,
recuerdan su significado
y se estremecen.
Me dio un par de senos
pequeños que no
funcionan muy bien
de escudo.
Me hizo larga de piernas
y miedo, porque siempre
quiero topar
el cielo.
Dentro de mí parece
que sembró algo
profundo y oscuro
que se esconde.
Pienso:
pequeño sería el mundo
si fuera mi tarea usar ese taller
pero, gracias a dios,
lo mío solo es escribir.
*****************
Kevin Villacís Larco (Sangolquí, 1997). Poeta, periodista, productor de artes literarias y multimediales. Es licenciado en Comunicación Social con mención en Periodismo por la Universidad Politécnica Salesiana (UPS). Fundador de la Plataforma de artes colectivas La Calamita Producciones. Actualmente es editor en El Ángel Editor; así como asistente de coordinación y librero en el Encuentro Internacional de Poesía en Paralelo Cero. Ha participado de varios talleres de escritura creativa en Ecuador, Colombia y México. Miembro de la FELS, Federación Latinoamericana de Semiótica. Sus poemas aparecen en la antología del XI Encuentro de Poesía en Paralelo Cero 2019; Revista Cuando E.P. Thompson se hizo poeta; Rizoma, plataforma de poesía; Espacio, Me Has Vencido – Antología de poesía hispanoamericana (2020), Uni-di-versos – El Ángel Editor (2020), entre otras. Sus artículos han sido publicados en la Revista Utopía (97-103). Actualmente conduce La Hora de siempre, programa de tertulia y rarezas, y dirige el estudio de fotografía profesional La Mica.
Lo que mora en la cabeza, lo que mora en la tumba
De ti aprendí a cubrirme las orejas
para que ningún frío se apodere de las voces pasadas
Esquivé las lluvias eternas
Puse mis manos como cielo
y recibí el granizo a corazón abierto
Hice de mi cabello un impermeable
de buenos recuerdos
como tú hiciste de la paja
un nido para los pensamientos
Te solté en el noble viento de las seis,
guardé un sapito amarillo con su canto
bajo tus aleros y juntos nos fuimos
croando vida abajo
Bebimos, uh sí que bebimos de ti
terminamos la sed del mar
y en tus dulces hebras,
en tus finos encajes
descubrimos lo épico del calor
bajo los cactus del desierto
Nos descocimos de golpe
porque de golpe nos recibe la vida
en nuestros cuerpos de paja
Muertos de vergüenza nos tapamos el rostro
cuando descubrimos que no hay cementerios
para más como nosotros
Armarios, perchas, tendederos
abrieron sus brazos a recibirnos
y siempre dejaron entre abierta
la ventana de la suerte
para ser recogidos por el azar
Ahora llevamos puestos mil abriles
diciembres en pedacitos
y la cólera de los eneros sin un pelo en los bolsillos
Sombrero, viejo amigo,
por ti salté al río del jazz negro
para rescatarte de la heroína y los bongós
Hasta que sanaras,
no me importó entrar desnudo de ti
en las fiestas de sombreros
porque debías curarte del último resfrío
de las cabezas con malos aires
Temía por tus marcas,
esas heridas en la copa de tu cumbre
Temía llevarte a la montaña más alta del Perú,
no vayan a ver que su dios volvió
hecho sombrero y vayan a adorarte degana
A ti que te gusta lo humilde
lo simple
lo perpetuo
como los cabellos dorados de niñas tiernas
que se parecen al rubio olvido
No vayan a creer que te haces el santo tampoco,
tú que elegiste mi cabeza pecaminosa
para combatir el humo y sembrar
lechuzas en la selva
Seré sincero contigo,
me conoces demás
sabes que juntos podemos subir y bajar
cielo e infierno
árbol y tierra
pero es tarde o se hizo tarde mientras te esperaba
Hemos muerto y no nos habíamos dado cuenta
No se permiten sombreros en la iglesia
y los muertos no podemos protestar
con tanto gusano que nos aprieta la mandíbula
En este limitado cajón no se permiten amigos
ni fieles compañeros de vida
que dan la cabeza para verte bien
Es mi destino, amigo,
consíguete otra cabeza
y cuéntale nuestras andanzas,
o mejor dicho, sombreranzas
No te quedes en la copa de mi tumba
ni en la de nadie
Cubre bien la cabeza de la muerte
y no dejes que la lluvia detenga lo inevitable
Que si vuelves a visitarme
sé el primero en salir de los pelos enredados de la parca
y cúbreme por última vez de los huracanes,
del vacío,
del frío río en el que morimos de ser,
en el que navegamos sin luces
hasta el oscuro mar de la eternidad
Eh, pero eso sí,
alzando el sombrero
para despedirnos en paz.
***
Vestigios, vestigios y vestigios o Rapsodia del desaparecido
Qué sería de mí si me escucharas…
¿Por qué soy una cifra, Don?
Estoy cansado de salir y no encontrarte
¿Será que nuestras calles se acuerdan de nosotros?
Íbamos nomás, haciendo de la media noche un amuleto
de esos que se llevan en las manos o en el cuello
por miedo a perderlos o que ellos nos pierdan a nosotros.
Nuestros perros callejeros se han muerto de hambre,
ya nadie cambia los focos quemados
y la ciudad se ha vuelto más oscura.
Los zapatos no han dejado de correr por ti,
se despiertan a las cinco de la madrugada
anudan sus recuerdos, se atan al aire que dejaste
y no vuelven hasta que algún policía cruel
los encuentra borrachos por los barrancos
y no les queda más que dar media vuelta,
patear algún triste gato de mimbre
e imponer un paso doble para la luna
que ha dejado de sonreír menguante,
como si hubiese perdido la fe por la humanidad.
¿Sabes? Nos han puesto nuevas leyes
y ya no somos personas, ni uno solo,
porque somos tantos que hasta un nombre es demasiado,
somos cifras sentimentales que empapan
las paredes de las casas de gobierno
y llenan todos los espacios vacíos con:
Quizá se fue por tanto mal amor
Quizá le mordieron las ganas de huir
Quizá sus hijos, las deudas, algún dolor secreto
o una herida bajo las sedas o un pequeño muerto
que ha crecido tanto en su vientre
o una demorosa deuda con los del guetto
o un cansado odio ajeno
o un misterio que no necesita ser resuelto.
¿Para qué mentirte?
Los autos suenan diferentes,
te atropellan en silencio, “por respeto”
te abandonan a tiempo, “por honor al reloj”
y todas las rutas parece que lindan
con el cementerio
Los edificios cerraron para siempre sus ojos
Los hidrantes se murieron de sed y desaparecieron
Las alcantarillas engordaron por los desechos
Los adoquines olvidaron que fueron piedras
Las balaustradas ya no dan la mano
Los semáforos ya no se sonrojan
al ver una dulce niña pasar con sus zapatitos rosas
Las aceras derritieron los pies de los mendigos
Las rejas nos amurallaron y ya no podemos pasar
a fumar en nuestro olvidadizo parque
Los espejos evitan nuestras caras
Los balcones combaten a los recuerdos
montados en pequeñas ratitas anémicas
que se asoman con hambre de matarnos
El calentamiento global
le alzó las faldas a los nevados
La corrupción pervirtió a poetas
y ahora se quejan por falta de recursos literarios
Los malabaristas ya no viven bajo luces
inmortales de diestras lunas faroleras
Las estrellas ya no van a la ciudad
El sol calienta “ya por obligación”
Las nubes sufren penurias blancas
y son más mortales, mastodontes, químicas
Las lluvias, si mojan, da igual
El único favorecido ha sido el granizo,
y regala humildes caballeros de hielo a los niños
Todos los demás:
Las carameleras, pescadores, riachuelos,
buzones, monolitos y el aire limpio
han sido expulsados por comuneros barriales
y los silbidos ya no silban:
son todo aire,
bandoleras de viento
donde sigues amarrado, libre en la noche,
querido amigo.
Tampoco quedan tradiciones, ni misterios
ni ilustres individuos impecables.
Nos ocultaron la verdad
y esta tierra se ha vuelto cueva.
Daré las gracias, si me dejas,
porque has conseguido una libertad justa
para alguien tan viento como tú,
mientras que aquí todos enflaquecemos
competimos por quién tiene las mejores costillas rotas
o quién tiene las mejores cabezas rotas
o a quién le han tirado más dientes
a punte de golpes y putizas.
Y mira, de todos soy el campeón
porque cuando la nada te absorbió
mi búsqueda se convirtió en hito
y hasta las masas me echaron glorias,
se dice que soy el dios de las pendejadas
por andar ladrando a las dos de la madrugada
para ver si te apareces y me lanzas tus zapatos
O por andar gritando: ¡Pescado!
Para ver si te apareces y me compras el mar
O por andar buscando viejas cabinas telefónicas
y ver si alguien llama pidiendo una recompensa
O por lo mínimo un soborno para hacerte volver
Pero mira, dejaría que me corten lo que quieran
y ojalá así, solo así, pierdo de una vez esta cabeza
que no para de pensarte
Ya te me has hecho un vicio
y el doctor dice que soy un adicto a ti,
aunque no entienda sus letras y cuando voy a la farmacia
llego a pedir que me vendan tu olvido.
También recuerdo que un día llamé a los bomberos
pensando que te vi trepar en el árbol más bonito
que jamás vieron mis esperanzas, pero, loco,
qué difícil es rendir cuentas a los oficiales,
se me acabaron las escusas y muchos me abandonaron
en la mitad de la nada, pareciendo todo.
Aún tengo razones para creer que existes
que sigues usando la misma túnica
confeccionada al alba para que los pájaros
refuercen sus tejidos rojos en los nidos con ella
Aún tengo lástima por todos los que perdieron la batalla
de quizá despertar un día
y encontrarte en la cocina
friendo un momento o ennegreciendo de cafeína.
Aún sigo comprando pan integral
por si vuelves y no encuentras nada en casa
Sé que tendrás hambre, frío, pena
o solo ganas de dormir en el sofá de la sala
Pero aquí estaré, con hambre, frío y pena
o solo ganas de dormir en el mismo suelo
recordando esas guitarras blancas
que nos envenenaron las venas con rock
y nos hicieron bien heavys,
“pesaditos pesaditos” como dice mi madre.
Pero está bien, no te perdono por dejarme
con la canción final en la puntita de la lengua.
Tendrás que un día soñar
y en la recóndita enredadera de los sueños
pedirme perdón
porque mi recuerdo de ti ha crecido tanto
que temo un día no volver a salir
y así, por mala y propia suerte,
olvidarte.
Vuelve a mis sueños,
antes que sea tarde.
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