"Todo esto haré por ti; ¿Estarás satisfecha?
Pronto los vi pisotear las flores como los ricos pisotean los corazones de los pobres.
Cuando se alejaron de mi vista comencé a hacer comparaciones entre el dinero y el
amor, y a analizar el lugar que ocupaban en mi corazón.
¡Dinero! ¡Origen del amor insincero, fuente de falsa luz y fortuna; manantial de aguas
contaminadas; desesperanza de la ancianidad!
Aún vagaba por el vasto desierto de la meditación cuando una pareja desaliñada y
espectral pasó junto a mí y fue a sentarse en la hierba; dos jóvenes, un hombre y una
mujer, que habían salido de la choza de su granja cercana para venir a este sitio
desapacible y solitario.
Después de unos instantes de completo silencio, escuché las siguientes palabras,
pronunciadas entre suspiros por entristecidos labios:
-No derrames lágrimas, amada mía; el amor que abre nuestros ojos y esclaviza nuestros
corazones nos brinda las bondades de la paciencia. Consuélate de nuestra demora,
porque hemos hecho un voto y hemos penetrado en el santuario del Amor; porque
nuestro amor crecerá en la adversidad; porque en nombre del Amor padecemos los
obstáculos de la pobreza y el rigor de la desdicha y el vacío de la separación.
Combatiré estas penurias hasta triunfar, y poner en tus manos el valor que te ayudará a
pesar de todo a completar el viaje por la vida.
"El amor -que es Dios- recibirá nuestras lágrimas y suspiros como incienso quemado
ante Su altar, y nos recompensará con fortaleza. Adiós, amada mía; debo irme antes
que la pálida luna se desvanezca.
Una voz pura, hecha de la exigua llama del amor, y de la desesperanzada amargura del
anhelo, y de la decidida dulzura de la paciencia, dijo:
-Adiós, Amada mía.
Se separaron, y la elegía de su unión fue velada por los gemidos de mi lloroso
corazón.
Contemplé la aletargada Naturaleza, y reflexionando profundamente descubrí la realidad
de un hecho numeroso e infinito: lo que ninguna fuerza puede exigir, ni influencia
adquirir, ni riqueza perseguir. No puede ser borrado por las lágrimas del tiempo ni
muerto por la tristeza; algo que ni los azules lagos de Suiza ni los maravillosos
monumentos de Italia pueden revelar.
Es algo que se fortalece con la paciencia, crece a pesar de los obstáculos, se guarece
en invierno, florece en primavera, hace soplar la brisa en verano y da frutos en otoño:
hallé al Amor.
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