Salió de la casa, y unos minutos después la novia lo seguía, escurriéndose entre los
embriagados. Al llegar al jardín miró hacia atrás como gacela que huye del lobo, y
luego se dirigió hacia el sauce donde la aguardaba el joven. Cuando estuvo junto a él
lo rodeó con sus brazos y dijo entre sollozos: -Escúchame, amado mío, siento haber
actuado apresurada e impensadamente. Mi corazón está lleno de tristeza; te amo a ti y
a ningún otro; seguiré amándote hasta el fin de mis días. Me han mentido y me han
dicho que tú amabas a otra, y Najeebee me decepcionó cuando me dijo que tú estabas
enamorado de ella. Hizo eso para inducirme a que aceptara casarme con su primo, tal
como mi familia tenía planeado desde hacía tiempo. Ahora estoy casada, pero tú eres
el único a quien amo, y tú eres mi esposo. Ahora que me he quitado el velo de los
ojos y me he aproximado a la verdad, he venido aquí para seguirte hasta el fin de la
vida, y nunca regresaré junto al hombre a quien la falsedad y las rígidas costumbres me
han elegido por esposo. Apresurémonos, amado mío, y abandonemos este sitio al
amparo de la noche. Vayamos a la costa y subamos a una nave que nos llevará a
tierras lejanas donde podamos vivir juntos sin ser molestados. Vayámonos ahora para
que al alba estemos lejos de las garras del enemigo; tengo suficientes joyas como para
que podamos vivir tranquilos el resto de nuestros días... ¿Por qué no hablas Saleem?
¿Por qué no me miras? ¿Acaso no escuchas los gemidos de mi alma y el llanto de mi
corazón? ¡Habla, y apurémonos a irnos de aquí! Los minutos que se escurren son más
valiosos que los diamantes, y más preciados que las coronas de los reyes.
Su voz era más calma que el susurro de la Vida, y más angustiada que el quejumbroso
llamado de la Muerte, y más tenue que el crujido de las alas, y más profunda que el
mensaje de las olas... era una voz que vibraba de esperanza y desesperación, de placer
y dolor, de felicidad y desdicha, con deseos de vida y deseos de muerte. El joven
escuchaba con atención, pero en su interior el Amor y el Honor libraban una intensa
batalla... El Honor que reconforta el espíritu, y el Amor que Dios puso en cada corazón
humano... Tras un silencio prolongado, el joven alzó la cabeza y desvió los ojos de los
de la novia, que lo miraba trémula de ansiedad, y respondió quedamente:
-Regresa a tu destino, ya es demasiado tarde. La sobriedad ha borrado lo que la
embriaguez ha escrito. Vuelve antes de que los invitados te descubran aquí y diles que
has traicionado a tu marido en la noche de bodas de la misma forma en que me
traicionaste a mí en mi ausencia
cont
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