FRANCESCO PETRARCA
PRIMERA PARTE
EN VIDA DE LAURA
(cont.)
XXIII
Del dulce tiempo de la edad primera,
que vio nacer y todavía en hierba
al fiero afán para mi mal crecido,
pues cantando el dolor se desacerba,
cantaré cómo libre entonces era,
hasta que Amor mi albergue no ha sufrido.
Luego diré de cómo le ha ofendido
en demasía, y cómo el resultado
es que sirvo de ejemplo a mucha gente;
aunque esté mi inclemente
estrago escrito, y haya fatigado
mil plumas: que en el valle y la ribera
el grave son de mis suspiros suena
dando fe al mundo de mi vida triste.
Y si aquí la memoria no me asiste,
como suele, discúlpela mi pena,
y un pensamiento que de tal manera
la angustia, que alejarse hace a cualquiera
y me fuerza a olvidarme: pues procura
lo de dentro, y me deja la envoltura
Digo que desde que, ay, por vez primera
me asaltó Amor, los años ya pasados
el juvenil aspecto me cambiaban;
y el corazón, envuelto en mis helados
pensamientos, de duro esmalte era
y mis afectos ya no se ablandaban.
Las lágrimas mi pecho aún no bañaban
ni rompían mi sueño, y yo creía
portento en otros lo por mí omitido.
¡Ay del que soy, y he sido!
La vida elogia el fin, la noche al día.
Que viendo aquel cruel que la potencia
del golpe de su flecha solamente
mis ropas traspasaba, aun siendo aguda,
a una fuerte mujer llamó en su ayuda,
y desde entonces se mostró impotente
ingenio o fuerza, o el pedir clemencia;
y los dos transmutaron mi existencia,
haciendo de hombre vivo laurel verde
que en la fría estación hojas no pierde.
¡Cómo quedéme, al darme cuenta un día
de que se transmutaba mi persona,
y mi cabello era la fronda donde
esperaba coger yo su corona!
Que los pies con que andaba y me movía,
pues cada miembro al alma le responde,
raíz se hicieron que la riba esconde
no del Peneo, si de un río más fiero;
y hechos ramas mis brazos vi al momento.
No menos pasmo siento
de blanca pluma al verme por entero
cubierto, y ver ya muerto y fulminado
mi esperar, que demás se remontaba.
Pues por no saber yo dónde ni cuándo
lo volvería a encontrar, solo y llorando
donde me lo quitaron siempre andaba
buscando por las aguas, y a su lado;
y ya mi lengua nunca ha silenciado,
mientras podía, su caída dura:
y el son me dio del cisne la blancura.
Por la amada ribera anduve tanto
que, si quería hablar, siempre cantaba,
con desusada voz merced pidiendo;
y nunca con dulzura tal templaba
ni hacer oía mi amoroso llanto,
del rigor mansedumbre requiriendo.
¿Cuál fue el sentir, si al recordar me enciendo?
Mas no es mucho decir, que lo que queda
por contar de mi dulce agria enemiga
es preciso que diga,
aunque sea tal que a todo hablar exceda.
Esta, que almas robar con la mirada
suele, mi corazón tomó en su mano,
diciéndome: «No digas nada de esto.»
La vi después y, siendo otro su gesto,
no la reconocí y, oh juicio humano,
le dijo la verdad mi alma asustada
y, al punto, su figura acostumbrada
recuperando, me dejó, ¡ay, cautivo!,
vuelto guijarro temeroso y vivo.
Tan, turbada me hablaba aquella hermosa
que yo temblaba dentro de la piedra,
oyendo: «¿Y si no soy quien has creído?»
Yo me decía: «Si esta me despiedra,
ninguna vida juzgaré enojosa;
dame, oh Señor, el llanto que he tenido.»
Cómo no sé: mas luego me he movido,
culpándome a mí mismo solamente,
porque entre vivo y muerto estaba absorto.
Mas, como el tiempo es corto,
no la pluma seguir puede a la mente
y, aunque escritas en ella, preteridas
mil cosas dejo, y de otras sigo hablando
que al que escuche le harán maravillarse.
Al corazón la muerte fue a enroscarse
y no pude librarlo ni callando,
o acorrer las virtudes afligidas.
Las vivas voces viendo prohibidas,
en tinta y en papel mi grito muestro:
¡No soy mío, y, si muero, el daño es vuestro
Ante sus ojos, digno yo creía
haberme hecho, de indigno que antes era,
y esta esperanza hacíame atrevido:
mas del desdén ciega humildad la hoguera
o bien la enciende; y esto lo sabía
tras estar de tinieblas revestido:
que al rogarle, mi luz se había ido.
Y como alrededor yo no encontraba
sombra suya, ni huella de su paso,
como quien duerme al raso,
sobre la hierba un día descansaba.
Al rayo fugitivo allí acusando,
muy tristemente comencé a dolerme
y a su gusto dejé correr al llanto;
nunca el sol derritió de nieve el manto
como yo me sentía disolverme
y convertirme en fuente al pie de un pino:
mucho tiempo tuve húmedo el camino.
¿Quién vio que un hombre fuente se volviera?
Y lo que digo es cosa verdadera.
El alma a la que Dios gentil ha hecho,
pues otros no dispensan esta gracia,
semejante a su autor el temple tiene:
de perdonar, por ello, no se sacia
a quien, con humildad y amante pecho,
tras ofenderla, por mercedes viene.
Y si contra su estilo ella sostiene
que ha de ser muy rogada, en El se espeja,
que es porque el miedo de pecar aumente:
que no bien se arrepiente
de un pecado quien otro ya apareja.
Desde que mi señora, conmovida,
al dignarse mirarme, vio cómo era
mi castigo parejo a mi pecado,
benigna me volvió al primer estado.
Mas de este mundo nada el sabio espera:
nervios y huesos, siendo requerida,
me volvió piedra dura; y desunida
del peso antiguo voz fui que llamaba
a la Muerte, y que sólo a ella nombraba.
Alma errante (me acuerdo) y dolorida,
por extrañas cavernas apartadas
mucho lloré mi ardor intemperante,
pero al fin vi mis penas acabadas
y a mis miembros terrestres me vi unida
para un dolor sentir más lacerante.
Mi deseo llevé tan adelante
que de caza una vez, como solía,
me fui, y aquella fiera hermosa y cruda
vi que estaba, desnuda,
en una fuente, cuando más ardía
el sol. Y, como de otra no me pago,
a mirarla me puse y, vergonzosa,
por esconderse o por venganza rara,
con sus manos echóme agua a la cara.
Digo (y no es mi palabra mentirosa)
que arrancarme sentí mi propia imago
y solitario ciervo, que ahora vago
de selva en selva, pronto me volvía;
y huyendo sigo aún de mi jauría.
Canción, yo nunca he sido nube de oro
que hecha preciosa lluvia cayó un día,
tal que amenguó de Júpiter la hoguera;
pues llama que encendió un mirar yo era
y el pájaro que más alto subía,
alzando a aquella que en mi canto honoro:
por nueva faz nunca dejé al que adoro
primer laurel, que hasta su sombra grata,
si es menos bello, a todo placer mata.
(cont.)
Última edición por Lluvia Abril el Miér 14 Jun 2017 - 5:09, editado 1 vez
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