Pérez de Montalbán, Juan
Madrid. 1602 - 1638
Estudió Teología y se ordenó sacerdote. Autor teatral. Discípulo de Lope de Vega.
Biografía
Fue hijo del librero madrileño Alonso Pérez, que descendía de judeoconversos y era editor de Lope de Vega por privilegio especial del Fénix, de quien su hijo Juan se hizo discípulo predilecto y amigo (Lope le dedicó La francesilla, publicada en 1620 en la Parte XIII) de forma tal que, a su muerte, escribió la primera de sus biografías, la Fama póstuma, 1636, que esconde los pecadillos del genio.
Toda su vida tuvo Juan Pérez de Montalbán episodios intermitentes de locura, a la que era propenso al parecer (dos de sus cuatro hermanos, Cristóbal e Isabel, no superaron la infancia a principios del siglo XVII; la madre se quedó ciega y una de sus dos hermanas monjas, Ángela, sufrió trastornos mentales y alucinaciones). Gracias a Lope pudo estrenar ya una comedia a los diecisiete años, Morir y disimular (1619). Montalbán estudió Filosofía y alcanzó el grado de bachiller; se doctoró después en Teología en Alcalá de Henares (1625), el mismo año en que tomó las órdenes mayores; por esos años fue capellán de la iglesia de San Juan de Ocaña y, por la profesión del padre, trató desde muy joven a escritores como Pedro Calderón de la Barca, Tirso de Molina y Francisco de Medrano, de quienes fue amigo. Con ellos participó en la Academia de Madrid que este último, Medrano, presidió de 1617 a 1622.
En 1624 publicó el poema anticulterano Orfeo en lengua castellana, en respuesta al Orfeo de Juan de Jáuregui, poema que algunos piensan compuso en realidad Lope de Vega, y la colección de novelas cortas ("ejemplares", según destaca en su título) Sucesos y prodigios de amor. Al año siguiente (1625) tomó estado eclesiástico (se ordenó sacerdote) y, junto a su compañero de estudios Francisco de Quintana, ingresó en la Congregación de San Pedro de Clérigos naturales de Madrid. En diciembre de 1632 fue elegido discreto de la Venerable Tercera Orden de San Francisco y poco después (1633) notario de la Inquisición; tomó parte activa en la vida literaria madrileña y en las Justas Literarias en honor de Santa Teresa y de San Isidro que él organizó.
Su obra más conocida es el Para todos (1632), colección miscelánea en que, sirviéndose de un marco narrativo a la manera del Decamerón de Boccaccio, inserta cuatro novelas cortas, cuatro piezas dramáticas, dos autos sacramentales, discursos y poemas; entre líneas se deslizan varios ataques al dramaturgo Jerónimo de Villayzán, con el que parece estaba enemistado por un plagio. La obra desató las iras de Francisco de Quevedoa causa de la pretenciosidad y amoralidad de algunos de sus contenidos, pero también porque le tenía mucha inquina acumulada a su padre el librero, a quien es posible atribuyera una edición pirata de su Buscón; el caso es que le zahirió sin piedad en su Perinola (1632) y el texto de Quevedo no fue el único que se revolvió contra la obra, formándose una contienda de toma y daca bastante ruidosa. Montalbán contraatacó publicando, quizá en 1635, su Trompa del doctor Juan Pérez de Montalbán contra «La Perinola» de don Francisco de Quevedo, diablo cojuelo, jorobado y con cuatro ojos.1
Juan Pérez de Montalbán llegó a escribir medio centenar de piezas dramáticas, algunas de ellas grandes éxitos, por ejemplo Como padre y como rey (1629) entre otras muchas. Ambicioso de saber, acumuló una extensa cultura y murió desequilibrado por la muerte de su gran amigo Lope de Vega, cuando se hallaba preparando la edición de la primera parte de sus comedias. Algunos echaron la culpa de ese trastorno mental a su desmedido afán de saber, por ejemplo el poema fúnebre que le dedicó Francisco de Rojas Zorrilla:
Mártir ya de su mismo entendimiento,
¡oh, quién no le heredara la memoria
para no vincular el sentimiento!
¡Oh cuánto bronce la futura historia
tiene de ocupar líneas ciento a ciento,
que dirán, por que no quede al olvido,
«este murió de no ser merecido»!
La codicia le dio la muerte fiera,
que nunca le dejó la pluma ociosa,
y esta vez fue no más la vez primera
que sirvió la codicia virtüosa.
Quiso ser más que él mismo y, como él era
todo lo más, la cuerda artificiosa
que concierta el reloj de nuestra vida
quebró de no gastada, de oprimida.
(En Lágrimas panegíricas a la tenprana mverte del gran poeta, i teólogo Insigne Doctor Ivan Pérez de Montalbán... Recogidas i pvblicadas por la estudiosa diligencia del Licenciado Pedro Grande de Tena..., Madrid: Imprenta del Reino, 1639, f. 20v-21r.)
Dejó inconclusa una segunda parte del Para todos y un Arte de bien morir, así como una novela que había prometido, La Prodigiosa vida de Malhagas el embustero, que no llegó a imprimirse. Fue sepultado en la parroquia de San Miguel y diversos ingenios le dedicaron recuerdos en Lágrimas panegíricas, Madrid: imprenta del Reino, 1639.
Obras
Escribió un Orfeo en lengua castellana (1624), poema en cuatro cantos dedicado a la célebre poetisa portuguesa doña Bernarda Ferreira de la Cerda, y la colección de ocho novelas Sucesos y prodigios de amor, también en ese mismo año y bastante reimpresa (ocho ediciones en aquel siglo y tres en el siguiente, así como una traducción francesa). Publicó después, en 1627, La Vida y Purgatorio de San Patricio, una y otra vez reimpresa y traducida. De carácter misceláneo es su Para todos. Exemplos morales, humanos y divinos (1632), dividido en los siete días de la semana; contiene interpoladas cuatro comedias y dos autos sacramentales y posee además noticia de unos trescientos escritores, a la manera del Viaje del Parnaso de Miguel de Cervantes o El Laurel de Apolo de Lope. Esta obra fue un exitazo y logró seis reimpresiones en dos años y doce en todos los tiempos, pero su falta de decencia indignó a Quevedo, [cita requerida] quien estaba ya indispuesto con el padre del escritor por haberle engañado con su negocio librario (en concreto, con una edición pirateada de su Buscón); por eso compuso contra ella su Perinola, aunque, no contento, todavía cargó contra él en numerosas sátiras personales, como aquella tan célebre en la que lo ridiculizaba por que Montalbán se presentaba siempre como "El doctor don Juan Pérez de Montalbán":
El "doctor" tú te lo pones;
de "Montalbán" no lo eres;
conque, quitándote el "don",
vienes a quedar: "Juan Pérez".
Se consideraba a Pérez de Montalbán, junto a María de Zayas, uno de los autores de novelas más licenciosas, escabrosas y macabras del siglo XVII; tenía, en efecto, un sexto sentido para lo sensacionalista; un ejemplo de los extremos a los que podía llegar en la descripción de los goces carnales lo ofrece su novelita La mayor confusión, que indignaba a Agustín González de Amezúa; la obra en cuestión narra nada menos que el incesto de una madre con su hijo, del cual concibe una hija que se convertirá en esposa de quien es su padre y hermano. Fuera de estas curiosidades, la acción en sus obras es vertiginosa y aun frenética y los personajes se dejan llevar por la pasión de una manera tal que se pueden definir, trastocando los tiempos, como románticos. La imaginación, en efecto, reina sobre todas las demás facultades y desprecia completamente la preceptiva, sin perder el tiempo en moralidades; el propio autor presumió de su originalidad e independencia sobre los modelos italianos, aunque, por ejemplo, la novelita citada debe mucho a novellieri como Giraldi Cinthio y Jacopo Sansovino.
Se editaron dos volúmenes con doce de sus comedias cada uno en 1635 y 1638, póstumo el segundo. Escribió cerca de sesenta de ellas, muy desiguales de calidad y a veces disparatadas. Pero logró pronto grandes éxitos, con piezas como La más constante mujer, Cumplir con su obligación o De un castigo dos venganzas. Abundan entre ellas las religiosas, que le lograron gran fama, como Santa María Egipcíaca, San Pedro de Alcántara, La gitana de Menfis (también sobre María Egipcíaca) o Santo Domingo en Soriano), pero también piezas históricas interesantes como El segundo Séneca de España, comedia en dos partes sobre Felipe II, donde el rey pronuncia aquellas famosas palabras sobre la Armada invencible: "Yo la envié contra hombres / no contra mares y vientos". También tiene carácter biográfico Diego García de Paredes, un caballero muy popular a causa de su extraordinaria fuerza y grandes hazañas, La monja alférez o Don Juan de Austria. De costumbres es notable La toquera vizcaína (h. 1628) y son excelentes comedias de capa y espada, muy elaboradas, No hay vida como la honra (1627) o La doncella de labor (1631). También dramatizó alguna trama extraída de libros de caballerías, como su Palmerín de Oliva, o La encantadora Lucelinda o su Don Florisel de Niquea. Trató además el tema de Los amantes de Teruel, un tema de Boccaccio ya utilizado por Andrés Rey de Artieda y que lo sería después también por Tirso de Molina; adaptó al teatro varias obras famosas, como La gitanilla de Miguel de Cervantes y las Etiópicas de Heliodoro a través de la traducción de Fernando de Mena con el titulo de Los hijos de la fortuna, Teágenes y Cariclea y escribió pane lucrando comedias de varios ingenios, sobre todo con Pedro Calderón de la Barca
Cultivó también el auto sacramental con piezas como Las formas de Alcalá (h. 1623), El socorro de Cádiz (1626), Polifemo (h. 1628), Escanderbech (h. 1629, fundada en una comedia de Luis Vélez de Guevara). El mejor tal vez es Polifemo, una alegoría en la que Acis (el Redentor) salva a Galatea (el alma humana) del mal (Polifemo)
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