Menéndez Pelayo, Marcelino
(1856-1912).
Las Cien Mejores Poesías (Líricas) de la Lengua Castellana
Escogidas por:
Marcelino Menéndez y Pelayo
(1856–1912)
Garcilaso de la Vega
11- Égloga Primera
A Don Pedro de Toledo, marqués de Villafranca, virrey de Nápoles
Salicio, Nemoroso
El dulce lamentar de dos pastores,
Salicio juntamente y Nemoroso,
He de contar, sus quejas imitando;
Cuyas ovejas al cantar sabroso
Estaban muy atentas, los amores,
De pacer olvidadas, escuchando.
Tú, que ganaste obrando
Un nombre en todo el mundo,
Y un grado sin segundo,
Ahora estés atento, solo y dado
Al ínclito gobierno del estado
Albano; ahora vuelto a la otra parte,
Resplandeciente, armado,
Representando en tierra el fiero Marte;
Ahora de cuidados enojosos
Y de negocios libre, por ventura
Andes a caza, el monte fatigando
En ardiente jinete, que apresura
El curso tus los ciervos temerosos,
Que en vano su morir van dilatando;
Espera, que en tornando
A ser restituido
Al ocio ya perdido,
Luego verás ejercitar mi pluma
Por la infinita innumerable suma
De tus virtudes y famosas obras;
Antes que me consuma,
Faltando a ti, que a todo el mundo sobras.
En tanto que este tiempo que adivino
Viene a sacarme de la deuda un día,
Que se debe a tu fama y a tu gloria;
Que es deuda general, no solo mía,
Mas de cualquier ingenio peregrino
Que celebra lo digno de memoria;
El árbol de victoria
Que ciñe estrechamente
Tu gloriosa frente
Dé lugar a la hiedra que se planta
Debajo de tu sombra, y se levanta
Poco a poco, arrimada a tus loores;
Y en cuanto esto se canta,
Escucha tú el cantar de mis pastores.
Saliendo de las ondas encendido,
Rayaba de los montes el altura
El sol, cuando Salicio, recostado
Al pie de una alta haya, en la verdura,
Por donde un agua clara con sonido
Atravesaba el fresco y verde prado;
Él, con canto acordado
Al rumor que sonaba
Del agua que pasaba,
Se quejaba tan dulce y blandamente
Como si no estuviera de allí ausente
La que de su dolor culpa tenía;
Y así, como presente,
Razonando con ella, le decía:
Salicio
—¡Oh más dura que mármol a mis quejas,
Y al encendido fuego en que me quemo
Más helada que nieve, Galatea!
Estoy muriendo, y aun la vida temo;
Témola con razón, pues tú me dejas;
Que no hay, sin ti, el vivir para qué sea.
Vergüenza he que me vea
Ninguno en tal estado,
De ti desamparado,
Y de mí mismo yo me corro ahora.
¿De un alma te desdeñas ser señora,
Donde siempre moraste, no pudiendo
Della salir un hora?
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
El sol tiende los rayos de su lumbre
Por montes y por valles, despertando
Las aves y animales y la gente;
Cuál por el aire claro va volando,
Cuál por el verde valle o alta cumbre
Paciendo va segura y libremente,
Cuál con el sol presente
Va de nuevo al oficio,
Y al usado ejercicio
Do su natura o menester le inclina.
Siempre está en llanto esta ánima mezquina
Cuando la sombra el mundo va cubriendo
O la luz se avecina.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
¿Y tú, desta mi vida ya olvidada,
Sin mostrar un pequeño sentimiento
De que por ti Salido triste muera,
Dejas llevar, desconocida, al viento
El amor y la fe que ser guardada
Eternamente sólo a mí debiera?
¡Oh Dios! ¿Por qué siquiera,
Pues ves desde tu altura
Esta falsa perjura
Causar la muerte de un estrecho amigo,
No recibe del cielo algún castigo?
Si en pago del amor yo estoy muriendo,
¿Qué hará el enemigo?
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
Por ti el silencio de la selva umbrosa,
Por ti la esquividad y apartamiento
Del solitario monte me agradaba;
Por ti la verde yerba, el fresco viento,
El blanco lirio y colorada rosa
Y dulce primavera deseaba.
¡Ay, cuánto me engañaba!
¡Ay, cuán diferente era
Y cuán de otra manera
Lo que en tu falso pecho se escondía!
Bien claro con su voz me lo decía
La siniestra corneja, repitiendo
La desventura mía.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
¡Cuántas veces, durmiendo en la floresta,
Reputándolo yo por desvarío,
Vi mi mal entre sueños, desdichado!
Soñaba que en el tiempo del estío
Llevaba, por pasar allí la siesta,
A beber en el Tajo mi ganado;
Y después de llegado,
Sin saber de cuál arte,
Por desusada parte
Y por nuevo camino el agua se iba;
Ardiendo yo con la calor estiva,
El curso enajenado iba siguiendo
Del agua fugitiva.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
Tu dulce habla ¿en cúya oreja suena?
Tus claros ojos ¿a quién los volviste?
¿Por quién tan sin respeto me trocaste?
Tu quebrantada fe ¿dó la pusiste?
¿Cuál es el cuello que como en cadena
De tus hermosos brazos anudaste?
No hay corazón que baste,
Aunque fuese de piedra,
Viendo mi amada hiedra,
De mí arrancada, en otro muro asida,
Y mi parra en otro olmo entretejida,
Que no se esté con llanto deshaciendo
Hasta acabar la vida.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
¿Qué no se esperará de aquí adelante,
Por difícil que sea y por incierto?
O ¿qué discordia no será juntada?
Y juntamente ¿qué tendrá por cierto,
O qué de hoy más no temerá el amante,
Siendo a todo materia por ti dada?
Cuando tú enajenada
De mí, cuitado, fuiste,
Notable causa diste
Y ejemplo a todos cuántos cubre el cielo,
Que el más seguro tema con recelo
Perder lo que estuviere poseyendo.
Salid fuera sin duelo,
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
Materia diste al mundo de esperanza
De alcanzar lo imposible y no pensado,
Y de hacer juntar lo diferente,
Dando a quien diste el corazón malvado,
Quitándolo de mí con tal mudanza
Que siempre sonará de gente en gente.
La cordera paciente
Con el lobo hambrïento,
Hará su ayuntamiento,
Y con las simples aves sin ruido
Harán las bravas sierpes ya su nido;
Que mayor diferencia comprehendo
De ti al que has escogido.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
Siempre de nueva leche en el verano
Y en el invierno abundo; en mi majada
La manteca y el queso está sobrado;
De mi cantar pues yo te vi agradada,
Tanto, que no pudiera el mantüano
Títiro ser de ti más alabado.
No soy pues, bien mirado,
Tan disforme ni feo;
Que aun ahora me veo
En esta agua que corre clara y pura,
Y cierto no trocara mi figura
Con ése que de mí se está riendo;
Trocara mi ventura.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
¿Cómo te vine en tanto menosprecio?
¿Cómo te fui tan presto aborrecible?
¿Cómo te faltó en mí el conocimiento?
Si no tuvieras condición terrible,
Siempre fuera tenido de ti en precio,
Y no viera de ti este apartamiento.
¿No sabes que sin cuento
Buscan en el estío
Mis ovejas el frío
De la sierra de Cuenca, y el gobierno
Del abrigado extremo en el invierno?
Mas ¡qué vale el tener, si derritiendo
Me estoy en llanto eterno!
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
Con mi llorar las piedras enternecen
Su natural dureza y la quebrantan,
Los árboles parece que se inclinan,
Las aves que me escuchan, cuando cantan,
Con diferente voz se condolecen,
Y mi morir cantando me adivinan.
Las fieras que reclinan
Su cuerpo fatigado,
Dejan el sosegado
Sueño por escuchar mi llanto triste.
Tú sola contra mí te endureciste,
Los ojos aun siquiera no volviendo
A lo que tú hiciste.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
(cont.)
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