EL VIACRUCIS DEL CUERPO
(Traducción de Mario Morales)
«Mi alma está quebrantada por tu deseo».
Salmos 119:12
«Yo, que entiendo el cuerpo. Y sus crueles exigencias. Siempre he
conocido el cuerpo. Su vórtice que marea. El cuerpo grave».
Personaje mío aún sin nombre
«Por esas cosas yo ando llorando. Mis ojos destilan agua».
Lamentaciones de Jeremías
«Y bendiga toda carne su santo nombre para toda la eternidad».
Salmo de David
«¿Quién ha visto jamás una vida amorosa que no haya estado
ahogada en las lágrimas de la desgracia o del arrepentimiento?».
No sé de quién es
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Miss Algrave
Estaba sujeta a juicio. Por eso no le contó nada a nadie. Si lo contara, no creerían
en la realidad. Pero ella, que vivía en Londres, donde los fantasmas existen en las
callejuelas oscuras, sabía la verdad.
El viernes, su día, había sido igual a los demás. Únicamente sucedió el
sábado por la noche. Pero el viernes hizo todo igual como siempre. Aunque la
atormentaba un recuerdo horrible: cuando era pequeña, más o menos a los siete
años de edad, jugaba al marido y a la esposa con su primo Jack, en la cama
grande de la abuela. Y ambos hacían todo para tener hijitos sin lograrlo. Nunca
más volvió a ver a Jack ni quería verlo. Si era culpable, él también lo era.
Soltera, queda claro; virgen, también. Vivía sola en una buhardilla en Soho.
Ese día había hecho sus compras de comida: legumbres y frutas. Porque comer
carne lo consideraba pecado.
Cuando pasaba por Picadilly Circus y veía a las mujeres esperando a los
hombres en las esquinas, sólo le faltaba vomitar. ¡Además por dinero! Era
demasiado para soportarlo. Y esa estatua de Eros, ahí, indecente.
Después del almuerzo fue al trabajo: era una mecanógrafa perfecta. Su jefe
nunca la miraba y afortunadamente la trataba con respeto, llamándola Miss
Algrave. Su nombre de pila era Ruth. Y descendía de irlandeses. Era pelirroja,
usaba los cabellos recogidos sobre la nuca en un severo moño. Tenía muchas
pecas y la piel tan clara y fina que parecía de seda blanca. Las cejas y pestañas
también eran pelirrojas. Era una mujer bonita.
Se sentía muy orgullosa de su físico: bien formada de cuerpo y alta. Pero
nunca alguien le había tocado los senos.
Acostumbraba cenar en un restaurante barato en el mismo Soho. Comía
macarrones con salsa de tomate. Nunca había entrado en un pub: cuando pasaba
frente a uno, el olor a alcohol le causaba náuseas. Se sentía ofendida por la
humanidad.
Cultivaba geranios rojos que eran un deleite en la primavera. Su papá había
sido pastor protestante y la mamá vivía aún en Dublín con el hijo casado. Su
hermano estaba casado con una verdadera perra llamada Tootzi.
cont
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