A continuación la versión larga del cuento, extraída del libro “Historias de la tierra de los
sufies” de la Editorial Sufi:
ESTO TAMBIÉN PASARÀ
Un derviche, tras un arduo y largo viaje a través del desierto, llegó por fin a la civilización. El pueblo se llamaba Colinas Arenosas y era caluroso y seco. No había mucho verde, excepto heno para el ganado y algunos arbustos. Las vacas eran el principal medio de vida para la gente de Colinas Arenosas. El derviche preguntó educadamente a alguien que pasaba si había algún lugar donde pudiera encontrar comida y albergue para esa noche.
—Bueno —dijo el hombre rascándose la cabeza—, no tenemos un lugar así en el pueblo, pero estoy seguro de que Shakir estará encantado de brindarte su hospitalidad esta noche. Entonces el hombre le indicó el camino de la granja propiedad de Shakir, cuyo nombre significa «el que agradece constantemente al Señor».
En el camino hacia la granja, el derviche se detuvo junto a un pequeño grupo de ancianos que estaban fumando sus pipas para que le confirmaran la dirección.
Por ellos supo que Shakir era el hombre más rico de la zona. Uno de los hombres le dijo que Shakir era dueño de más de mil vacas.
—Y eso es más que la riqueza de Haddad, que vive en el pueblo de al lado.
Poco tiempo después el derviche estaba parado frente a la casa de Shakir, admirándola. Shakir, que era una persona muy hospitalaria y amable, insistió en que el quedara un par de días en su casa. La mujer y las hijas Shakir eran igualmente amables y dieron al derviche lo mejor. Al final de su estancia, incluso le entregaron gran cantidad de comida y agua para su viaje.
En su camino de vuelta al desierto, el derviche no podía dejar de preguntarse el significado de las últimas palabras de Shakir en el momento de la despedida. El derviche había dicho:
—Da gracias a Dios por lo rico que eres.
—Derviche, -había replicado Shakir- no te engañes por las apariencias, porque esto también pasará.
Durante los años que había pasado en el camino sufí, el derviche había llegado a comprender que cualquier cosa que oyera o viera durante su viaje ofrecía una lección para aprender y por lo tanto valía la pena considerarla. De hecho, ésa era la razón por la que había emprendido el viaje, para aprender más. Las palabras de Shakir ocuparon sus pensamientos y no estaba seguro de entender completamente su significado.
Cuando estaba sentado a la sombra de un árbol para rezar y meditar, recordó de su entrenamiento sufí que si guardaba silencio y no se precipitaba en sacar conclusiones finalmente encontraría la respuesta. Cuando llegara el momento, comprendería, ya que se le había enseñado a permanecer en silencio y sin hacer preguntas. Por lo tanto, cerró la puerta a sus pensamientos y sumergió su alma en un estado de profunda meditación.
Y así pasó cinco años más, viajando por distintas tierras, conociendo a gentes nuevas y aprendiendo con sus experiencias en el camino. Cada nueva aventura ofrecía una lección que aprender. Mientras tanto, como recomienda la costumbre sufi, permanecía en silencio, concentrado, siguiendo los mandatos de su corazón.
Un día, el derviche se encontró de vuelta a Colinas Arenosas, el mismo pueblo en donde había parado unos años antes. Se acordó de su amigo Shakir y preguntó por él.
—Vive en el pueblo de al lado, a diez millas de aquí. Ahora trabaja para Haddad —respondió un hombre del pueblo.
El sorprendido derviche recordó que Haddad era otro hombre rico de la región. Contento por la idea de volver a ver otra vez a Shakir se apresuró a ir al pueblo vecino.
En la maravillosa casa de Haddad, el derviche fue bien recibido por Shakir, que ahora parecía mucho más viejo y estaba vestido con andrajos.
—¿Qué te ha pasado? —quiso saber el derviche. Shakir respondió que una riada, tres años antes, le había dejado sin vacas y sin casa; así que él y su familia se habían hecho servidores de Haddad, que había sobrevivido a la riada y ahora disfrutaba la posición de hombre más rico de la zona. Sin embargo, este cambio de fortuna no había alterado el carácter amistoso y atento de Shakir y de su familia. Cuidaron amablemente al derviche en su cabaña durante dos días y le dieron comida y agua antes de que se fuera.
Cuando se iba, el derviche dijo:
—Siento mucho lo que os ha pasado a ti y a tu familia.
Sé que Dios tiene un motivo para lo que Él hace…
—Pero recuerda, esto también pasará.
La voz de Shakir resonó como un eco en los oídos del derviche. La cara sonriente del hombre y su tranquilo espíritu no abandonaban su pensamiento.
—¿Qué es lo que quiere decir con esa frase esta vez?
El derviche sabía ahora que las últimas palabras de Shakir en su visita anterior se habían anticipado a los cambios que habían ocurrido. Pero esta vez, se preguntaba qué podía justificar un comentario tan optimista. Así que lo dejó de lado otra vez, prefiriendo esperar a la respuesta.
Pasaron meses y años, y el derviche, que se estaba haciendo viejo, siguió viajando sin ninguna intención de retirarse. Curiosamente, sus viajes siempre lo llevaban de vuelta al pueblo donde vivía Shakir. En esta ocasión tardó siete años en volver a Colinas Arenosas, y para entonces Shakir se había hecho rico otra vez. Ahora vivía en el edificio principal de la propiedad de Haddad, y no en la pequeña cabaña
—Haddad murió hace dos años —explicó Shakiar-, y como no tenía heredero, decidió dejarme a mí su fortuna como recompensa por mis leales servicios.
Cuando se terminaba su visita, el derviche se preparó para su viaje más importante: cruzaría Arabia Saudí haciendo su peregrinación a pie a la Meca, una antigua tradición entre sus compañeros. La despedida de su amigo no fue diferente de las otras. Shakir repitió su frase favorita:
—Esto también pasará.
Después de la peregrinación, el derviche viajó a la India. Al volver a su tierra natal, Persia, decidió visitar a Shakir una vez más, para ver qué había sido de él. Así que de nuevo se puso en marcha hacia Colinas Arenosas. Pero en lugar de encontrar allí a su amigo Shakir, le mostraron una humilde tumba con la inscripción «Esto también pasará». El derviche se quedó más sorprendido aún que las otras veces, cuando el propio Shakir había pronunciado esas palabras.
—Las riquezas vienen y las riquezas se van —pensó el derviche, pero, ¿cómo puede cambiar una tumba?
A partir de entonces, el derviche tomó la costumbre de visitar la tumba de su amigo todos los años, y pasaba unas horas meditando en la morada de Shakir. Sin embargo, en una de sus visitas encontró que el cementerio y la tumba habían desaparecido, arrasados por una riada. Ahora, el viejo derviche había perdido la única huella dejada por un hombre que había marcado tan excepcionalmente las experiencias de su vida. El derviche permaneció durantes horas en las ruinas del cementerio, mirando fijamente al suelo. Finalmente, levantó la cabeza hacia el cielo y entonces, como si descubriera un significado más elevado, asintió con la cabeza como signo de confirmación y dijo:
—Esto también pasará.
Cuando finalmente el derviche se hizo demasiado viejo para viajar, decidió asentarse y vivir tranquilo y en paz el resto de su vida.
Pasaban los años, y el anciano se dedicaba a ayudar a quienes se acercaban a él para que los aconsejara y a compartir sus experiencias con los jóvenes. Venía gente de todas partes para beneficiarse de su sabiduría.
Finalmente, su fama llegó hasta el gran consejero del rey, que casualmente estaba buscando a alguien con gran sabiduría. El caso era que el rey deseaba que se le hiciera un anillo. El anillo tenía que ser especial: debía tener una inscripción tal que cuando el rey se sintiera triste, mirara el anillo y se pusiera contento, y si estaba feliz, al mirar el anillo se entristeciera. Se contrataron los mejores joyeros, y muchos hombres y mujeres se adelantaron para dar sugerencias con respecto al anillo, pero al rey no le gustaba ninguna. Entonces, el consejero escribió al derviche explicándole la situación, pidiéndole ayuda e invitándole a que fuera al palacio. Sin abandonar su casa, el derviche envió su respuesta. Pocos días más tarde, se hizo un anillo con una esmeralda que le fue entregado al rey. Este, que había estado deprimido durante varios días, de mala gana se puso el anillo en el dedo y lo miró dando un suspiro de decepción. Luego, empezó a sonreír, y poco después, reía a carcajadas. En el anillo estaban inscritas las palabras «Esto también pasará».
Extraído del libro Historias de la tierra de los sufíes – Editorial Sufi
https://sadhanavalencia.es/cuentos/esto-tambien-pasara/
Hoy a las 09:47 por Maria Lua
» CECILIA MEIRELES ( POETA BRASILEÑA)
Hoy a las 09:41 por Maria Lua
» MARIO QUINTANA ( Brasil: 30/07/1906 -05/05/1994)
Hoy a las 09:40 por Maria Lua
» CARLOS DRUMMOND DE ANDRADE (Brasil, 31/10/ 1902 – 17/08/ 1987)
Hoy a las 09:38 por Maria Lua
» Stéphan Mallarmé (1842-1897)
Hoy a las 09:36 por Maria Lua
» Luís Vaz de Camões (c.1524-1580)
Hoy a las 09:33 por Maria Lua
» VICTOR HUGO (1802-1885)
Hoy a las 09:31 por Maria Lua
» Rabindranath Tagore (1861-1941)
Hoy a las 08:37 por Maria Lua
» Khalil Gibran (1883-1931)
Hoy a las 08:33 por Maria Lua
» Yalal ad-Din Muhammad Rumi (1207-1273)
Hoy a las 08:28 por Maria Lua