De pronto se oyó un disparo de revólver y todos se estremecieron. Y a continuación
escucharon los gritos de una mujer. Los aldeanos quedaron atónitos un instante, y,
enseguida, salieron corriendo en dirección al sitio donde sonó el disparo. Cuando
llegaron cerca de la casa de Fares Rahal, vieron a Nagib Malik tendido en el suelo, con
sangre brotando de su cuerpo. A pocos pasos de él, Susan, la esposa de Fares Rahal,
se arrancaba los cabellos y gemía:
-Se ha suicidado. Se ha suicidado...
La gente se detuvo temerosa. El Padre vio, en la mano del infeliz la carta que le
entregara aquella mañana, la retiró y la puso discretamente en su bolsillo.
Cargaron, luego, el cuerpo del suicida y lo llevaron a casa de su madre, quien al ver el
cadáver de su único hijo, perdió el sentido.
Las mujeres cuidaban a Susan que estaba medio muerta. Cuando el Padre Esteban
volvió a su casa, cerró la puerta, se puso los anteojos y abrió la carta leyendo con voz
trémula:
"Nagib, hermano mío,
Abandono esta ciudad porque mi presencia en ella es causa de infelicidad para ti, para
mi esposa y para mí mismo.
Sé que eres demasiado noble para traicionar a tu amigo y vecino.
Sé que Susan, mi esposa, es pura e incapaz de cometer un pecado.
Mas sé, también, que el amor que liga tu corazón al de ella es más fuerte que vuestras
voluntades. Tú no lo puedes detener, como no puedes detener el curso del río Kadisha.
Somos amigos, Nagib, desde que éramos pequeños. Y deseo que continúes pensando
315 De 525 - 22 de febrero de 2006 - Obras de GIBRÁN KHALIL GIBRÁN - Recopilación
en mí como lo has hecho hasta ahora. Y si te encontrases con Susan, dile que la amo y
que no la censuro. Dile que sentía pena de ella cuando, de noche, la veía arrodillada
frente a la imagen de Jesús, rezando y llorando.
Nada es tan cruel como el destino de una mujer que ama a un hombre, mientras debe
vivir con aquél a quien debe amor. Quería mantenerse fiel a sus obligaciones, pero no
podía acallar sus sentimientos. Es por eso que me alejo hacia lejanas tierras de donde
jamás regresaré. No deseo continuar siendo. un obstáculo en el camino de vuestra
felicidad.
Finalmente, te pido, amigo y hermano, ser fiel a Susan y ampararla hasta el fin. Ella
sacrificó todo por tu causa. Y permanece, Nagib, tal como te conozco: corazón noble,
alma elevada. ¡Y que Dio- te proteja!
Fares Rahal
El Padre Esteban dobló la carta y la devolvió a su bolsillo con aire ausente. Sentía que
algo se le escapaba. Luego, se levantó agitado, como si hubiera descubierto un secreto
terrible escondido tras apariencias inocentes. Y gritó:
-Extraordinaria fue tu astucia, ¡oh, Fares Rahal! Supiste matar a tu amigo sin manchar tus
manos con su sangre. Enviaste el veneno mezclado con miel, y cuando él dirigió el
revólver contra su propio pecho, tu mano guiaba su mano y tu voluntad dominaba su
voluntad... ¡Mortal es tu astucia, oh, Fares Rahal ...!
Y el Padre Esteban se volvió de espaldas acariciando sus barbas, el rostro marcado por
una mueca amarga.
Desde el centro de la aldea, llegaban hasta él los lamentos de las mujeres.
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