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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Mar 10 Feb 2015, 02:47

    He decidido posponer  mi reentrada en Poesía Místico - Religiosa. He encontrado un extenso artículo publicado en CUBARTE,  en 2013, suscrito por JUAN NICOLÁS PADRÓN, que me ha parecido interesante - controvertido bastante-. Y me ha parecido interesante, entre otros motivos porque puede servir como palanca para traer a este espacio a poetas Latinoamericanos : unos claman por su ausencia. Otros están pero habría que incidir un poco más en ellos. Conviene, según mi punto de vista, usar una metodología que impida que nos saltemos a grandes autores. Y a otros autores "no tan grandes·" pero igualmente comprometidos.

    Pasaré pues, este artículo :

    "PERIÓDICO CUBARTE (21/03/2013)

    REINO AUTÓNOMO

    Juan Nicolás Padrón

    Poesía Social : ¿una especie en extinción?

    Se ha reconocido como "poesía social" el movimiento poético emergido en España después de la Guerra Civil ( 1936-1939) a partir de las reivindicaciones por la democracia y las libertades civiles contra la represión sangrienta del dictador Francisco Franco, entre 1939 y hasta su muerte en 1975. El término se consolidó para referirse a la obra de algunos poetas que vivieron la experiencia de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945)
    y participaron en la lucha contra Mussolini en Italia, Hitler en Alemania y regímenes similares en varios países de Europa, cuyos pueblos sufrieron el genocidio fascista; en ese contexto, también se acuñó la expresión de "POESÍA COMPROMETIDA" para reafirmar su responsabilidad de los poetas que la escribían con su dramático momento. A lo largo de la década de los 50 y hasta los años 60 y 70, durante el período  y más dramático de la Guerra Fría, y luego en medio de los enfrentamientos a las dictaduras militares de América Latina, aliadas de las oligarquías nacionales y de sucesivos gobiernos norteamericanos , creció la poesía social en Hispanoamérica, un espacio donde subyacían profundas raíces de protesta. En todos los casos, esta poética convivió con leyes restrictivas de censuras, y algunas veces bajo la persecución de sus autores; si bien una parte de los libros o de los poemas que la representaban  fueron publicados en sus respectivas sociedades, otros vieron la luz en el extranjero, pues servían como elementos de denuncia no permitidos ante la injusticia y a favor de los más débiles y desamparados..

    Precedieron a la poesía social en España, partiendo de esta proyección ideológica, las obras de varios autores de los Siglos de Oro, del Romanticismo, y, más cercanos  en el tiempo de la Generación del 98, principalmente Miguel de Unamuno, Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez; pero sobre todo, las de Federico García Lorca, Miguel Hernández y Rafael Alberti, integrantes de la Generación del 27, así como de los poetas vanguardistas latinoamericanos Cesar Vallejo y Pablo Neruda quienes compartieron la época del franquismo.  Homólogos europeos con similares orientaciones firmaron no pocos poemas cercanos a esta manera de relacionarse con el hecho social, aunque con diferentes lenguajes; ejemplos de ello son el francés Paul Eluard; el italiano Pier Paolo Pasolini y el alemán Bertolt Brecht, igualmente víctimas de la persecución fascista. Desde el punto de vista estético la poesía social en la postguerra española fue definida como realista y testimonial, objetiva y exteriorista, centrada en lo épico o en los problemas que afectaban la justicia social, utilizada como denuncia o protesta, y generalmente en verso libre. Los poetas españoles le cantaron al trabajo y a los más humildes, a la dignidad y a un futuro promisorio, el decoro del ser humano en la lucha por sus derechos y el verdadero alcance de la belleza en la vida, con las palabras utilizadas en el habla cotidiana. Se trata de poemas desbordados de problemas humanos, que mostraban la carne y el hueso, la raíz y la sustancia de la angustia y la enajenación, al alcance de todo el que supiera leer; una poesía objetiva, de urgencia y apremio, escrita desde la calle y el latido del tiempo, rebelde y sin complacer, mostrando sus impureza, crítica y acusadora, conscientemente agresiva para los agresores y en la búsqueda de la emancipación; en fin, "cargada de futuro".

    Algunos de estos poetas españoles... (Cont.)


    Última edición por Pascual Lopez Sanchez el Jue 12 Feb 2015, 01:55, editado 2 veces


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    Mensaje por Lluvia Abril Mar 10 Feb 2015, 10:28

    Me parece estupendo, Pascual.
    Ahora, si te parece, continuo, aunque con prisa, me voy dentro de 5 minutos, pero sigo con este poeta que me impactó, y me enganchó.
    Continuo con Jesus Lizano.


    DESCUBRIMIENTO DE LA RAZÓN

    ¡He descubierto tierra!,
    exclamé al comienzo de mi aventura.
    Era la tierra interior,
    la libertad de los sueños:
    su mundo. La libertad
    no es un sueño,
    el sueño es libertad,
    el mundo por donde vuelan
    libres los sentimientos,
    y los instintos se iluminan
    y nace la Belleza.

    La exploración continúa,
    los horizontes y los desiertos,
    las luces, las tinieblas,
    los gritos de rebeldía, la resistencia
    -los gritos y los sueños
    son mi poema de cada día-,
    las añoranzas, las nostalgias,
    amorosa tierra,
    palpitante aventura, desvelando
    el trágico destino
    y todos los engaños,
    descubrimiento de la aurora,
    desvelamiento de la alegría.
    Qué gran descubrimiento.

    Era mi mundo, yo era único
    y todos los seres, únicos
    también, mis compañeros.

    Si no descubres otro mundo
    y sigues prisionero
    del mundo que "nos rodea",
    que nos estructura
    -¡a la fuerza!-
    y nos encarcela,
    que envuelve nuestra libertad,
    si no haces tuyo el tiempo,
    si no sales cada mañana
    en busca de la inocencia,
    enamorado de las cosas,
    si no te sientes perdido
    en este falso mundo
    en el que somos una sombra,
    un delirio de ciegos,
    si nuestra alma es un desierto,
    si todo se limita
    al hundimiento de las horas,
    de los días, de los minutos,
    qué hacemos, qué respiramos,
    qué somos, cómo vernos
    únicos y compañeros.

    Ah, día venturoso
    en que exclamé en la inocencia,
    en que nací en mí mismo:
    He descubierto tierra,
    la tierra de la inocencia.

    Desde aquel día soy un peregrino
    y ya sabemos cuánto dolor espera
    al peregrino,
    al soñador que día a día
    descubre nuevas islas,
    nuevos bosques, nuevos océanos,
    descubre que está solo.
    La soledad es el camino,
    el único camino,
    porque es el único que te ilumina.


    Ya la aventura cumplida,
    ya en los últimos límites,
    surge, para mi alegría,
    otro descubrimiento.
    Tanto que navegaron por el pensamiento
    los polizones, los aventureros de las ideas,
    los dominantes, los sabios,
    los maestros,
    y nadie ha descubierto
    la causa de nuestras desventuras,

    de la sumisión constante
    a lo unitario
    -qué es lo unitario-;
    de que habiendo salido
    de un mundo salvaje,
    única especie aventurada que lo hizo,
    conscientes y creativos,
    nos dividimos y enfrentamos,
    nos destruimos, olvidando
    la esencia que nos une,
    porque una fuerza, la Razón, nos hunde
    en la locura, en sus enfermedades
    -y quién habla
    de sus enfermedades...-
    en sus delirios.

    Es mi segundo descubrimiento:
    he descubierto la Razón,
    su imperio, la falsa tierra
    de su dominio, de la pasión inútil,
    esta diosa Razón de la que fluyen
    todos los dioses que oscurecen
    esa tierra interior y la inocencia
    para la que nacimos.

    Apasionante descubrimiento:
    hemos construido un mundo
    que nos incendia, que nos hunde,
    que ahoga la libertad de nuestra mente
    -sabios malditos que confundís
    razón y mente
    de nuestro sentimiento:
    mirad cómo surgen
    los paraísos de los enloquecidos,
    los castillos
    de los poderosos,
    a la vez que las cárceles
    en las que se funden los ojos
    y se anulan los vuelos
    y se envenenan los sueños,
    entre las trampas de las planificaciones
    -a dónde nos llevan las planificaciones
    si no se unen a los sueños
    de las órdenes, de las leyes,
    de los estructuramientos.

    Aquélla que sigue siendo
    el faro de nuestros puertos,
    aquella por la que nos regimos,
    es la enemiga de aquella tierra
    que descubrí un día
    al comienzo
    -luminoso comienzo-
    de mi aventura.

    Luego de tantas salidas
    he descubierto que la Razón
    es la fuerza maldita
    que nos envuelve en su locura,
    llevándonos al dominio
    de unos sobre otros,
    impidiendo el mundo poético
    de nuestra plenitud, de hijos
    de la tragedia y de la Belleza.
    Señales doy, mensajes
    de cómo
    es preciso salvar a nuestra mente,
    a nuestras almas de su yugo.

    Mas cómo destruir su imagen,
    las voces y los símbolos que la imponen,
    siglos y siglos convertida
    en ley, en nuestro tesoro,
    en nuestro bebedizo,
    en nuestro destino.

    Cómo lograr que la Razón
    sea su compañera y no su látigo,
    alma y mente perdidas
    en el abismo de su ambición oscura.

    He descubierto que la Razón
    se perdió a la salida de aquel mundo,
    sintiéndose poderosa, invencible, dueña
    de nuestra libertad inocente
    -libertad es inocencia-
    todos confundidos, todos víctimas
    de su reino sangriento.
    ¿O no es un reino sangriento?
    ¿O puede existir un reino
    que no sea sangriento?

    En qué engaños, vosotros,
    pensadores del mundo, habéis vivido
    -las vidas
    esclavas de las ideas-
    sus hijas...
    qué dogmas, qué verdades habéis impuesto
    a la sencilla aventura
    de nuestro vivir en el espacio
    y en el tiempo.
    -¡en nuestro espacio
    y en nuestro tiempo!-

    Qué confundida el alma,
    qué perdida la mente,
    qué desolación vuestro aliento,
    la libertad prisionera,
    la realidad fingida.

    Aquel descubrimiento
    me ha conducido a este descubrimiento,
    día a día, poema a poema,
    desvelando nuestro destierro

    -¡y qué destierro!-
    Qué nos espera,
    qué otra edad será posible en donde todos
    seamos únicos y compañeros,
    cómo nos salvaremos
    de la diosa Razón. Y si inaudito
    fue aquel descubrimiento
    que alumbró mi aventura
    -¿o vida no es aventura? –
    si no hay aventura, ¿hay vida?-
    cuánto sufrir espera
    a nuestro sentir delicadísimo
    antes de que se comprenda
    este último descubrimiento
    -en este maldito confundir
    el continente y el contenido
    de su espejismo trágico.

    ¡Oíd el grito de mi alma,
    mi mente mensajera,
    oíd todas las voces
    que proclaman la inocencia de su aventura!
    ¡Adelante la columna poética!
    ¡A la conquista de la inocencia!








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    Mensaje por cecilia gargantini Mar 10 Feb 2015, 17:03

    Era la tierra interior,
    la libertad de los sueños:
    su mundo. La libertad
    no es un sueño,
    el sueño es libertad,
    el mundo por donde vuelan
    libres los sentimientos,
    y los instintos se iluminan
    y nace la Belleza.


    Qué hermoso autor, querida Lluvia!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
    Gracias por traerlo.
    Besitossssssssssssssssssss
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    Mensaje por Lluvia Abril Miér 11 Feb 2015, 05:03

    Aquí el culpable de todo es el amigo Pascual, yo me lavo las manos,jeje.
    Sí, amiga Ceci, la verdad es que no lo conocía y para mí es genial, y tiene muchísimo material para disfrutar.
    Gracias por venir, y besitos.


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    Mensaje por Lluvia Abril Miér 11 Feb 2015, 05:10

    EL FERROL DEL LIZANILLO


    En nombre
    de todos los lizanillos
    que en el mundo
    han sido,
    en nombre
    de todos los que fueron
    niños,
    voy a hablaros de El Ferrol
    y de lo que vieron mis sentidos.
    ¿Qué vieron mis sentidos?
    Claro que encontré
    duques y barberos,
    curas y bachilleres
    y venteros, pícaros,
    amas y sobrinas,
    aldonzas y maritones
    y dulcineas
    (para rizar el rizo...)

    Y cuarteles
    y monumentos,
    muros y factotums
    y concelleiros...

    Pero
    lo que mis ojos descubrieron
    fue niños,
    únicos y compañeros,
    saltando por las humanidades,
    solitarios y perdidos
    en las aulas, en las calles,
    formando equipo,
    ¡el "equipo morituri"!
    ¡Increíble equipo!
    ¡Los hermanitos cariñosos!
    ¡Los volandeiros!

    Y lo primero que hice
    fue exclamar, cómo no:
    ¡A los caballitos!

    A qué fue Lozanillo
    al Ferrol: a leer su versos,
    a borrar con sus poemas
    los nombres: de las calles,
    de las lápidas, de las mentes,
    de los dioses,
    ¡de los diosecillos!

    El Ferrol del Lozanillo
    es el Ferrol de la Acracia.

    Vivimos, les dije,
    en Pancracia, en la Pancracia.
    -Vaya nombre, un nombre
    estereotípico...-
    Un nombre, por lo que veis,
    que deja todo definido...

    El Ferrol del Lizanillo
    es el Ferrol de los soñadores,
    de vosotros, Mónica, Iria,
    Paquiña, Mari Cruz,
    Lorenita, David,
    Iván, Ismael, y Juan,
    a la alegría por la inocencia,
    a la inocencia por la alegría.

    Y allí, con ellos, Don Juan,
    el libertario metafísico
    y dialéctico...

    Sí, compañeros,
    amigos:
    estamos en el mundo
    real político, en el mundo
    pancrático. Pero,
    a dónde vamos.
    Vamos al mundo real poético
    a la conquista de la inocencia,
    libres y peregrinos.
    Que no en vano
    salimos del mundo real salvaje:
    los únicos que salimos
    . ¿Y vamos a quedarnos
    ciegos y pancráticos,
    enfrentados y divididos
    en dominantes y dominados?

    Lizanote fue Lizanilllo...
    ¡El puerto! ¡El puerto!
    ¡Yo quiero ver el puerto!
    ¡Que se llene de puertos
    el mundo, que todos
    seamos puertos
    para los barcos de los sueños,
    para las aves de los besos,
    para los embarcaderos
    de los abrazos!

    El Ferrol acracio,
    el Ferrol nacido
    de los ferroles libres,
    soñadores y altivos.

    Y pensé, más allá,
    de los viejos designios:
    ¡al sueño lo que es del sueñoo!
    Y todos seremos niños.




    AMAR

    Los peregrinos van por el mundo
    y el mundo
    entre los peregrinos.

    El mundo es un peregrino
    y cada peregrino un mundo.

    Y el mundo va por el mundo
    y los peregrinos
    van por los peregrinos.

    Todo
    está lleno de mundos
    y de peregrinos.

    Y nosotros, cada uno,
    estamos
    llenos de peregrinos
    y de mundos.

    Por eso estamos perdidos,
    los mundos
    y los peregrinos.

    Eso sí, soñamos
    que cada mundo
    es un mundo y un peregrino
    cada peregrino.

    A lo mejor es que sólo hay un mundo
    y que él es el único peregrino.

    Y pienso en mis sentidos:
    qué son mis pobres sentidos
    sino peregrinos.

    Y mundos
    todos los sentimientos
    y todas las ideas.
    ¡Esas sí que son peregrinas!

    (Por más que la Razón
    clame en su locura:
    ¡Todo es construcción!
    ¡Todo está construido!)

    La verdad:

    estamos perdidos
    por más fronteras, por más límites,
    por más señales que impongamos:
    todo está confundido,
    todo está perdido.

    (Y menos mal
    que todo está perdido...).

    Claro:
    hay diferencias,
    voces distintas
    signos distintos
    grados distintos,
    pero todos perdidos,
    todos confundidos,
    todos los seres peregrinos,
    todas las formas peregrinas,
    todas las formas perdidas...

    ¡Todo a fondo perdido!

    Todos los cambios peregrinos,
    energía peregrina,
    mundo peregrino....

    Por eso
    existe la Belleza
    (Y cómo imaginar una Belleza
    que no estuviera perdida...).
    Y cómo amar si todo
    no estuviera perdido:
    el mundo, la energía,
    la Belleza,
    los peregrinos...




    UN PRÍNCIPE

    ¿Y si un príncipe, en un buen momento,
    dijera como el poeta:
    mi mundo no es de este reino?

    ¿Y si exclamara:
    nada de dominantes y dominados:
    todos compañeros,
    todos
    asamblearios?

    ¿Y si su última orden
    fuera despojar a los dominantes
    de sus uniformes,
    dejándoles con una mano
    detrás y otra delante?
    ¿De sus armas? ¿De sus estandartes?

    ¿Y si
    se pusiera a trabajar,
    no sé, de mecánico,
    de médico, de bombero,
    que más da, pero ganándose
    el pan con su trabajo?

    ¿Y si viera
    que no es necesario
    que nadie represente a nadie?

    ¿Y si su último acto
    fuera firmar el finiquito
    de todos los mandatarios,
    de todas las sedes dominantes,
    de todos los palacios?

    ¿Y si, eufórico y tranquilo,
    clamara a los cuatro vientos:
    ¡todos a los caballitos!?

    Sería el último príncipe
    y pasaría a la Historia
    como el príncipe más humano.


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    Mensaje por Lluvia Abril Jue 12 Feb 2015, 05:46

    OJOS POÉTICOS

    Madrigal
    de las bajas torres,
    el pequeño capitán,
    la sencilla familia,
    la pequeña vía,
    los bajos hornos,
    las vacas sencillas,
    pequeño de España,
    la región
    de los diminutos lagos,
    la pequeña Bretaña,
    compañía dos
    pequeños expresos europeos,
    el pequeño
    teatro del Liceo,
    el pequeño
    timonel,
    el pequeño poeta,
    la pequeña
    enciclopedia catalana,
    el pequeño cañón
    del río Colorado,
    Carlomínimo,
    Popeye Magno,
    el huertecillo Romano,
    la resta teológica,
    el zar
    de todas las rupias,
    Alicia
    en el país de las trampas,
    los sencillos inocentes,
    plaza menor,
    calle menor,
    el pequeño teatro del mundo...



    EL SEÑOR BIEN Y EL SEÑOR MAL

    No resuelven sus diferencias
    el señor Bien
    y el señor Mal.
    El señor Bien parece tranquilo
    y entonces, el señor Mal
    llega y rompe
    sus hechizos.
    Y ¡zas!
    caen todos los castillos
    que el señor Bien
    en la arena
    hizo.
    Y cuando el señor Mal
    feliz con sus ingenios
    ¡viva! ¡viva!
    exclama audaz,
    llega el señor Bien e impide
    que su estrategia triunfe.
    Y ¡zas!
    van por los suelos las murallas
    de sus intrigas.
    Y el señor Mal
    cae prisionero.

    Pero a nosotros qué nos importan
    las diferencias y los enredos
    y todo lo demás
    entre el bueno
    del señor Bien
    y el bueno
    del señor Mal.
    Por qué nos mezclan en sus cosas,
    por qué
    no nos dejan en paz.
    Allá el señor Bien con sus adornos
    y allá con sus encantos
    el señor Mal.
    Han elegido nuestra casa
    para luchar
    y no hay un solo espacio
    en nosotros
    libre de su ansiedad.
    ¡Eso! ¡Eso! ¡De su ansiedad!
    No ha de importarnos su origen
    ni cómo nos pudieron
    avasallar.

    Hemos de levantarnos
    contra el señor Bien
    y contra el señor Mal
    y desterrarlos para siempre
    de nuestra heredad.
    ¡Invasores de nuestra alegría!
    ¡No les dejemos avanzar!
    ¡Avergoncémonos de nuestra historia!:
    ¡es la historia
    del señor Bien
    y el señor Mal
    ! Si es preciso dejemos esta especie,
    busquemos otro lugar,
    en donde no puedan encontrarnos
    ni destruirnos
    ni el señor Bien
    ni el señor Mal.



    LA DESESPERACIÓN

    ¡Acercad vuestra lengua a mis pezones,
    embriagadme explosiones, terremotos,
    campos desiertos y bajeles rotos,
    arpegiadme volcanes y tifones,

    tempestades, tormentas, vuestros sones
    abran de par en par todos mis cotos,
    despellejadme vivo, maremotos,
    convertid en cadenas mis pulmones,

    columpiadme lianas de la selva,
    llénenme de agujeros los mosquitos,
    conspirad contra mí que soy el fuerte,

    que el sol me abrase, que el hedor me envuelva,
    los días del dolor son infinitos,
    todo mi semen sórbalo la muerte!




    FRANCOTIRADOR

    Qué lástima nacer, un mundo abierto
    distinguir en la sombra y engañarse,
    habitado creerse y desplegarse
    y fingirse, qué lástima, despierto.

    Qué lástima llorar en el desierto,
    a tan grave impiedad acostumbrarse,
    ser un nombre, llamarse por llamarse,
    despertarse sin barcos y ser puerto.

    Yo soy un cazador y vivo herido,
    qué lástima vivir, y soy un duende,
    qué lástima ser duende y despertarse.

    Vagaba por el mundo y he venido
    a ver el corazón cuando se enciende.
    Qué lástima encenderse y apagarse.


    LAMENTO ÁCRATA

    ¡Ellos
    han!
    ¡Nosotros
    hemos!
    ¡Vosotros
    habéis!
    ¡Tú
    has!
    ¡El
    ha!
    Pero, yo,
    ¿eh?



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    se acaba la diversión”.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Jue 12 Feb 2015, 05:57

    Viene de la página anterior.

    "Periódico CUBARTE (21/03/2013)

    REINO AUTÓNOMO

    Juan Nicolás Padrón

    Poesía Social: ¿una especie en extinción?

    Algunos de estos poetas españoles en su búsqueda de diálogo, infiltraron opiniones contrarias al oficialismo franquista y participaron de un discurso crítico que a la larga incidió en algún cambio de esta sociedad retrograda y medieval, generó polémicas y provocó una humanización vindicadora, abriendo el espectro de lectores que accedieron a la poesía. La participación generada por la comunicación constituyó un elemento  importante para los cultivadores de la poesía social española; sus opositores, los detractores y renegados que, huyendo del pueblo, fueron a imitar a Garcilaso de la Vega, quedaron recogidos en sus reducidos espacios culturales y comenzaron una descalificación hacia la poesía social que persiste hasta nuestros días. La pluralidad, tanto desde la creación como en la redacción de la poesía social, generó una multiplicación creativa y receptora que puso a temblar a cenáculos y élites. Poetas como Gabriel Celaya, Blas de Otero, Gloria Fuertes, José Hierro, José Agustín Goytisolo, José Ángel Valente, Jaime Gil de Biedma, Félix Grande, entre otros, han demostrado que más allá de la poesía civil que parte de exaltar valores históricos, resultaban necesarias obras que cuestionaran el presente de manera crítica y directa, el aquí, y el ahora con el protagonismo preciso de palabras que no caducan, porque el lenguaje poético, aunque acuda a la inmediatez y al sentido recto, aporta a la obra una capacidad de reinterpretación con el tiempo abierto a nuevas lecturas, a otros contextos y receptores.

    En América latina la poesía de tema social se intensificó en el s. XVIII; en el primer cuarto de la siguiente centuria los poetas escribieron temas épicos y políticos en medio de las batallas que se libraban contra España, siguiendo la exaltación a héroes o la filiación a agrupaciones o partidos políticos que representaran intereses anticoloniales. Fue un proceso que respondía a la defensa de un proyecto de patria y al reforzamiento de la identidad nacional, en medio de la emergencia republicana que arrastró guerras de caudillos e hizo, en ocasiones, retroceder los ideales de integración; sin embargo, en toda esta transformación se puso de manifiesto un mayor sentido democrático y una mayor proyección liberal o emancipatoria que en la sociedad española. Los antecedentes pudieron venir del colombiano JOSÉ JOAQUÍN OLMEDO, con su "Canto a Bolívar" o de nuestro JOSÉ MARIA HEREDIA con su obra de construcción de poesía patriótica. Estos precedentes se continuaron en el ideario romántico; algunos ejemplos los podemos encontrar en el movimiento poético de protesta generado contra Juan Manuel de Rosas, en Argentina, encabezado por JOSÉ MARMOL, además del tema del DESTIERRO, en el que destacan el colombiano JOSÉ EUSEBIO CARO o el venezolano JOSÉ ANTONIO PÉREZ BONALDE. La culminación de estos temas sociales fue evidente en la gigantesca obra de JOSÉ MARTÍ, que estrenó una nueva escritura, la de su modernismo literario, que tenía siempre como proa a la ética junto a la belleza de las formas. (Cont.)


    Última edición por Pascual Lopez Sanchez el Sáb 14 Feb 2015, 05:47, editado 1 vez


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    Mensaje por Lluvia Abril Sáb 14 Feb 2015, 05:06

    Te sigo con sumo interés, Pascual. Mientras tanto sigo con Jesús Lizano.





    SOLEDAD

    Estaba solo, muy solo,
    en la mayor soledad.
    Me preguntaba:
    a quién llamar.
    Duele encontrase solo.
    ¡Ya!, me dije. Llamaré
    a los bomberos de la ciudad.
    ¡Ah, los bomberos
    de la ciudad!
    Tardé muy poco en oír
    las sirenas de sus tanques:
    Iaaaaaa...iá. Iaaaaaa...iá.
    Llegaron con sus mangueras y sus cascos
    y con sus botas de montar.
    (¿no son de montar?),
    escaleras arriba, arriba
    (ah, pensé, si subieran
    a las casa cantando
    libertad, libertad...).
    ¡El fuego! ¡El fuego!
    En dónde está, en dónde está,
    preguntaba el bombero jefe
    con toda su autoridad.
    ¡Hola, bomberos!, les saludé desde la puerta:
    ¡pasad! ¡pasad!
    La verdad es que no hay fuego.
    Me encontraba muy solo...
    ¿Nunca os ha destruido la soledad?
    Y pensé: subirán
    con sus mangueras y sus amiantos
    y ahuyentarán la soledad.
    Esto, exclamó otro bombero,
    ¡es un abuso!
    ¡Una temeridad!
    ¡Voy a llamar a la policía!
    Eso, eso: la policía:
    ella acabará con la soledad.
    Es una fiesta la policía,
    sobre todo
    si empieza a disparar.
    ¡Ale, ale! ¡A disparar!
    Por cada muerto a causa del fuego
    cuantos no han muerto,
    mis queridos bomberos,
    a causa de la soledad.
    Hay que apagar la soledad, les dije,
    lo mismo que debemos apagar
    el fuego. Qué pasaría
    si se propagara la soledad...
    Los bomberos no lo entendían:
    -propagar, propagar...
    Subieron los vecinos asustados
    -esos que esconden su soledad-
    ¿Hay fuego, preguntaban
    los taimados, de verdad?
    Niños, policías de tráfico,
    la policía municipal,
    ¡viva la policía municipal!,
    unos pintores, con su uniforme blanco,
    que venían a empapelar,
    -¡a empapelar! ¡a empapelar!-
    una delegación de comisarios,
    los del agua, los del gas,
    los del teléfono, los de la electricidad...
    Por hoy, pensé, ya estoy tranquilo:
    ¡adiós, soledad!


    RARA SÍNTESIS

    Todo lo encuentro raro,
    muy raro,
    absurdo, muy absurdo.
    No salgo del asombro.
    Y qué asombro tan raro,
    tan raro y tan absurdo.
    Claro:
    todos me encuentran raro.
    Y qué absurdo
    que todos me encuentren raro.
    Y qué asombro
    que no se vean raros
    y absurdos.
    Es muy raro
    que vivan sin asombro,
    que no vean lo raro
    y lo absurdo
    que es un vivir tan raro.
    Todo es raro, muy raro.
    Qué universo tan raro
    y qué asombro
    y qué morir tan absurdo
    y tan raro.
    Qué asombro tan absurdo
    y qué absurdo tan raro.
    Claro:
    Todos me encuentran raro.



    FLORECILLAS
    I

    EL CAPITÁN

    El capitán
    no es el capitán.
    El capitán es el mar.

    II
    LA VERDAD

    Confusa y sangrienta
    no busques la verdad:
    busca la inocencia.


    EL PRISIONERO DEL TIEMPO

    Comenzó porque me limitaban los años,
    doce años, quince años, veinte años...
    Eran límites, eran fronteras soportables:
    el año que viene, cuando cumplan treinta años,
    el año pasado, el nuevo año...
    Eran límites amplios,
    era posible la lejanía, el horizonte,
    ¡por muchos años! Los espacios
    dominaban el tiempo
    recibías la aurora, despedías la tarde
    ampliamente y amabas
    dulcemente los sueños.
    Los años eran los carceleros
    pero rondaban muy distanciados.
    ¡Había quién vivía cien años!
    Más tarde, comenzaron los meses a limitarme,
    aparecían súbitamente, todo era muy distinto,
    el tiempo dominaba a los espacios,
    era un límite más agobiante,
    estaban más próximos los carceleros,
    ¡eran carceleros!:
    el mes que viene, dentro de unos meses,
    me oprimían mis propios límites,
    ¡originaba límites!
    Qué había sido de aquellas apacibles distancias,
    hay tiempo por delante, decía,
    cuando me limitaban los años.
    Ahora miraba con recelo todas las cosas,
    nueves meses, tres meses, un mes de plazo,
    meses, meses volando sobre los sueños.
    ¿Y las semanas?
    Dejaron los meses de ceñirme
    y un nuevo límite me controlaba, una nueva medida
    extendida por todo el mundo,
    cubriendo de espejismos todas sus galerías.
    Contaba la vida por semanas,
    semana tras semana.
    Los carceleros eran los oficiales de semana,
    me distraían, me envolvían en las verdades falsas,
    la próxima semana, dura muy poco una semana,
    la semana santa,
    mi mundo era la semana, la realidad era la semana,
    la semana, sólo existía la semana.
    Qué era un mes sino cuatros semanas
    y qué era un año sino cincuenta y dos semanas...
    Y contaba las semanas
    y veía la humanidad ansiosa
    forzada a la semana, viviendo para el fin de semana, vivos, libres
    sólo el fin de semana.
    Después fueron los días,
    empecé a contar los días
    me sobresaltaron los días,
    era cuestión de días,
    pesaban enormemente los días
    y deseaba a la vez que pasaran los días
    y que no pasaran...
    Me aferraba a los días, ¡buenos días!,
    el día estaba allí, era un carcelero inamovible, omnipresente,
    todo lo medían los días,
    ¡no era libre! ¡No podía ser libre!,
    el día de mi boda, el día de mi licenciatura en filosofía,
    apenas encontraba un hueco para mi aventura,
    apenas quedaba espacio y yo necesito espacio, mucho espacio,
    no podía salirme de los días,
    un día y otro día,
    el día de las fuerzas armadas, mañana será otro día,
    ¡otro día!
    Crecía la muralla de los días,
    el circo de los días, un día se comía a otro día,
    los límites eran insostenibles,
    días de ayuno, días de alegría
    pero todo medido, era preciso obedecer al día,
    despertarse al despertarse el día,
    dormirse al dormirse el día,
    ¡la orden del día!,
    un día es un día, en los próximos días...
    Ahora, mientras escribo este poema,
    ya no cuento los días sino las horas,
    faltan tres horas, dura cuatro horas,
    qué horas es, a qué hora...
    Los carceleros se han convertido en mi sombra,
    apenas hablo, las horas se confunden y me confunden,
    límites, límites, la tarde, la mañana, el mediodía,
    una hora cae sobre otra hora, aplasta a la otra,
    una hora es como otra hora,
    hora adelantada, horas extraordinarias, ¡hace horas extraordinarias!,
    la danza de las horas, horas perdidas, el récord de la hora,
    no somos seres, somos horas, cuerda de horas,
    una cada dos horas, cada seis horas,
    y suenan las horas y ya sólo puedes oír las horas,
    y todo ha de moverse en un horario,
    todo ha de estar a su hora,
    todo tiene su hora,
    cuántas de mis horas son mis horas,
    media hora, un cuarto de hora, ¡la hora!
    Me destruye pensar que he nacido para las horas,
    abro las manos y las tengo llenas de horas.
    ¡Ah, carceleros, horas terribles que nubláis mis ojos!:
    dentro, os llevo dentro, estoy lleno de carceleros, de sombras.

    No quiero ni pensar cómo será mi vida
    cuando dependa de los minutos, cuando
    sean ellos mis carceleros y no existan
    los espacios, los sueños, las dudas,
    cuando mi cuerpo sea un garaje de minutos,
    minutos, minutos, no tengo ni un minuto, sólo cinco minutos,
    todo sucederá en minutos, qué hará de mí la furia de los minutos,
    cuando no pueda perder ni un minuto,
    qué humillación me aguarda cuando en mi vida
    sólo se muevan las agujas de los minutos,
    qué espacio puede haber entre minuto y minuto.
    ¡Qué oscura noche había en vosotros, meses, años,
    y qué traición vuestros espacios!
    ¡Erais minutos, minutos, sólo minutos!
    ¡Que se hunda el mundo será cuestión de minutos!
    Finalmente, finalmente, ah, finalmente,
    cuando apenas aliente un soplo en mi sentidos
    y sólo existan los segundos,
    sean los segundos los que ciñan mi cuerpo, mi vida
    todo mi ser un carcelero monstruoso, un áspid, una víbora
    destruyendo los últimos reflejos,
    todo el mundo un carcelero horrible,
    y cuando todo sean fantasmas y las ideas se conviertan en nubes
    y los sentidos en cavernas
    y en los últimos segundos
    pasen los años, los meses, los días y las horas
    convertidas en aire
    y se cierren mis ojos y los rostros sin vida
    rían como nunca por todos los abismos del mundo,
    cómo desearé seguir prisionero del tiempo,
    cómo amaré al tiempo -¡yo era tiempo, dolorosísimo tiempo!-,
    cómo amaré los límites -sólo ellos no estaban muertos
    los años y los meses,
    los días y las horas y los minutos,
    todos los límites del mundo.
    ¡Cómo me arrancará la eternidad del tiempo!


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Sáb 14 Feb 2015, 05:51

    Cont.

    "Periódico CUBARTE 21/03/2013

    REINO AUTÓNOMO

    Juan Nicolás Padrón.

    Poesía Social: ¿ una especie en extinción?

    La inauguración de la modernidad americana, con la impronta de la Revolución mexicana de 1910, y posteriormente con la Revolución rusa de octubre de 1917, dejó una huella social y política en todo el continente que permitió un avance notable de los discursos literarios cuestionadores de las sociedades de cada país. Mujeres como la chilena GABRIELA MISTRAL, las uruguayas MARÍA EUGENIA VAZ FERREIRA y DELMIRA AGUSTINI, así como la argentina ALFONSINA STORNI, abrieron un espacio social para el género. Otros poetas como el chileno PABLO DE ROKHA, o el puertorriqueño LUÍS PALÉS MATOS, problematizaron de diversas maneras el tema social en la poesía; así mismo surgían las notables obras ya mencionadas de NERUDA y VALLEJO, que dejaron desbrozado el camino para una diversificación mayor de los asuntos sociales en la lírica. La poesía social se acercó, como nunca antes, a los temas políticos; la voz de VLADIMIR MAIAVOSKY en la URSS y los numerosos poetas comunistas de España y América Latina condujeron los temas sociales a una proximidad con los políticos y los hicieron confundir. En Cuba, con larga tradición de poesía civil, los poemas de RUBEN MARTINEZ VILLENA abrieron espacios a temas nunca antes tratados en poesía, complementados con algunos textos de AGUSTÍN ACOSTA; los vanguardistas, con los versos de JOSÉ ZACARÍAS TALLET y EMILIO BALLAGAS o con los libros de MANUEL NAVARRO LUNA y REGINO PEDROSO, pero especialmente con la obra de NICOLÁS GUILLÉN, dejaron abonado el terreno a una poesía social que vendría con los jóvenes de la generación de los años 50.

    Con los primero libros de ROBERTO FERANDEZ RETAMAR , FAYD JAMÍS, PABLO ARMANDO FERNÁNDEZ. HEBERTO PADILLA, ROBERTO BRAULY, RAFAEL ALCIDES, RAÚL LUÍS,  MANUEL DÍAZ MARTÍNEZ, ROLANDO ESCARDÓ, CESAR LÓPEZ, ANTÓN ARRUFAT, ALBERTO ROCASOLANO, DOMINGO ALFONSO, LUÍS SUARDÍAZ Y GEORGINA HERRERA, entre otros, la poesía cubana logró cristalizar un vínculo orgánico que potenciaba el lenguaje conversacional, una comunión entre lo personal y lo colectivo frente a la iluminación de la historia, el protagonismo del realismo épico, y algunas veces testimonial, con una vocación de servicio a las tareas políticas, bien mediante el *versolibrismo* o la prosa poética, los versículos, o incluso la métrica tradicional pero siempre con la misma preocupación comunicacional de sus homólogos españoles. Una promoción siguiente de poetas que emergieron en pleno período revolucionario, continuaron estos derroteros de la poética  social , puede constatarse en las primeras obras de autores que con mayor o menor sutileza o violencia expresiva, desarrollaron poéticas de cercanía al periodismo o la narrativa, al humor o a la ironía, casi siempre empleando una gran sencillez expresiva hasta lograr la intensificación de lo explícito, en su carácter anecdótico o en el empleo de formas híbridas del lirismo coloquial, tal y como puede notarse en las obras de LUÍS ROGELIO NOGUERAS, RAÚL RIVERO, VÍCTOR CASANS, GUILLERMO RODRÍGUEZ RIVERA, MIGUEL BARNET, NANCY MOREJÓN, JESÚS COS COUSSO entre otros.

    Los cultivadores cubanos de la poesía social - potenciada en el contexto de los primeros años de la Revolución- se acompañaron de los demás creadores de esta corriente literaria prevaleciente en los años 60 y 70 en América Latina, gracias entre otros factores, a las relaciones fundacionales que la Casa de las Américas estableció con cientos de poetas, entre ellos los mexicanos JUAN BAÑUELOS, EFRAÍN HUERTA y JOSÉ EMILIO PACHECO; el guatemalteco OTTO RAÚL GONZÁLEZ; el salvadoreño ROQUE DALTON; los nicaragüenses ERNESTO CARDENAL y CLARIBEL ALEGRÍA; el colombiano JORGE ZALAMEA; los venezolanos AQUILES  NAZOA y RAMÓN PALOMARES; el ecuatoriano JORGE ENRIQUE ADONM; los peruanos ANTONIO CISNEROS, ARTURO CORCUERA e HILDEBRANDO PÉREZ; el uruguayo MARIO BENEDETTI; los argentinos FRANCISCO LIRONDO, JUAN GELMAN, RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN, NOÉ JITRIK y LEONIDAS LAMBOGHINI; los chilenos NICANOR PARRA, ENRIQUE LIHN y GONZALO ROJAS entre otros. Sus discursos y contextos fueron muy diferentes, algunos abandonaron la poesía social y tomaron nuevos rumbos, otros dieron la vida por lo que escribieron; sin embargo en todos predominó en determinado momento una obra de gran aliento artístico. Esta pléyade junto a algunos cubanos y españoles mencionados, constituye uno de los cuerpos estéticos más importantes en la poesía en general, y no sólo del continente, sino también del idioma. Si bien es cierto que la poética social se intensifica ante escenarios bélicos, también podemos afirmar que no es necesario un conflicto armado paea que esté presente, todo depende de que concurran inéditos discursos estéticos en realidades sociales nuevas...

    Cont.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Sáb 14 Feb 2015, 13:41

    Cont.

    "Periódico CUBARTE (21/03/2013)

    REINO AUTÓNOMO

    Juan Nicolás Padrón

    Poesía Social: ¿una especie en extinción?

    Más que escuela, la poesía social fue un movimiento que a través del tiempo se convirtió en una actitud ante la sociedad y la política, y seguramente así será en el futuro. En Europa, la barbarie del fascismo hizo que los poetas descubrieran que no sólo se escribía con fundamentos estéticos, sino también por razones éticas. En América Latina, lo ético había predominado en la escritura desde el siglo XVIII - en Cuba pueden considerarse un ejemplo temprano las décimas de la *Dolorosa métrica* de la marquesa JÚSTIZ DE SANTA ANA, una protesta por la capitulación de La Habana ante la escuadra inglesa-, y también con la gestación de los procesos independentistas que se desarrollaron a principios del siglo XIX. Pero esta preponderancia de lo ético sobre lo estético fue abriendo la entrada a discurso en que el nivel artístico cedió al dramatismo testimonial, y también, al facilismo de la espontaneidad, por lo que no pocas veces los sentimientos más nobles fueron confundidos con la poesía. En esos contextos no pocas veces la intervención en la política, y de los políticos, en la promoción de programas partidistas, estatales o gubernamentales, mediante el arte, devaluaron aún más estas propuestas: he aquí una de las primeras causas por la que entró en crisis la poesía social en el escenario latinoamericano,
     este hecho fue aprovechado por los conservadores para silenciar acciones revolucionarias y críticas sociales, respectivamente. En los países socialistas fue más bien consecuencia de traumáticos cambios sociales y políticos, después de la negación de los paradigmas de modernidad y del fracaso de prácticas desvirtuadas por la proyección estalinista, mal asumidas en la conducción de los procesos culturales, los cuales paralizaron o hicieron cambiar de actitud a no pocos autores ante una frustración generalizada.

    El rechazo de muchos poetas contemporáneos hacia la poesía social, parte de los errores de confundir estética con propaganda y de considerar exclusivamente el papel del arte como arma o instrumento de la política. En el caso cubano, además, la sobresaturación de temas políticos ha hecho considerar a algunos creadores de reciente promoción que estos asuntos constituyen propiedad de los aburridos medios de comunicación de los burócratas de la política, pero no del arte y de los poetas. Sin embargo la poesía social siempre existirá aquí o allá mientras se padezca de una injusticia, se provoque un dolor y coexista la represión, consciente o inconsciente,  evidente o enmascarada. Cambian los contextos y aparecen nuevas coyunturas, se disfrace o se esconda la injusticia, en la Isla o fuera de ella, pero la necesidad de la denuncia siempre estará latente, y por tanto, la posibilidad de esta poética. En algunos países hay muestras de una depurada y limpia poesía social ahora mismo, que encuentra su acomodo en un medio cultural que no ha sido sobresaturado y abrumado por el peso de la política en la vida social. No han sido pocos los poemas en los que lo social está intercalado o confundido entre asuntos de la individualidad, como el amor o la propia existencia, y no tiene mucho sentido clasificar qué peso tiene lo social sobre lo individual. Siempre existen nuevas formas de evidenciar críticamente lo injusto y de combatir la enajenación, porque el proceso de emancipación es infinito, aunque se hayan alcanzado niveles de justicia muy altos. La nueva poesía social de cualquier lugar avanzará más lejos cuando se encuentren nuevos modos poéticos que la logren trascender, novedosos recursos artísticos que sostengan estéticamente una propuesta para protestar y denunciar, reclamar y acusar. Se requiere una poesía social diferente a las anteriores; es una necesidad que se potenciará cuando la urgencias impongan los requisitos, y estos, obliguen a los resultados."

    ( Fin del artículo mencionado.)


    _________________
    "LOS DEMÁS TAMBIÉN EXISTIMOS" 


    NETANYAHU ASESINO


     ISRAEL: ¡GENOCIDA! LA HISTORIA HABRÁ DE LLEVARLOS ANTE LA CORTE PENAL INTERNACIONAL POR CONTINUADOS CRÍMMENES DE GUERRA
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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 15 Feb 2015, 06:12

    HERMANOS

    Sois mis hermanos, cosas, animales,
    astros, ríos y selvas turbadoras,
    hermanos sois, minutos, días, horas,
    seres enanos y descomunales.

    Hermanas las auroras boreales,
    las tormentas, las playas, faunas, floras,
    las calladas especies, las cantoras,
    los fuegos y las tierras virginales.

    Y las cuevas, las lunas y los vientos,
    todas las variaciones y aventuras,
    el grito hiriente y el rumor lejano.

    Todos los infinitos firmamentos
    y todas sus extrañas criaturas.
    ¡Tú, incluso, hombre terrible, eres mi hermano!




    SÓLO ES NOBLE Y HUMANO REBELARSE

    Sólo es noble y humano rebelarse,
    niego mi servidumbre al universo.
    Todo es él, lo magnífico, lo adverso,
    pero todo a su abismo ha de entregarse.

    Engendra pero debo alimentarse
    de sus frutos, de todo lo diverso,
    para existir: es su crear perverso.
    Es el orden fingido, el delatarse.

    No sirvo a lo que a un mundo me encadena
    en donde ser contra ese ser conspira
    y menos a estas sombras, a este osario.

    No sirvo, sólo cumplo mi condena,
    denunciando, a pie firme, su mentira;
    mi mentira, perdido en lo unitario.


    HÉROES

    Si la muerte, por fin, nos perdonara
    y los seres gozáramos la vida
    sin perderla, constante, enardecida
    en lo eterno, si el tiempo no reinara.

    Qué mágico existir si se abrazara
    nuestra ilusión al mundo y encendida
    permaneciera siempre y qué sentida
    la aventura si siempre navegara.

    Mas que perdón vendría de la muerte
    si ella sólo es disfraz, encantamiento
    de la vida, si es ésta quien destruye

    y quien nunca perdona ni otra suerte
    puede venir de su engañoso aliento,
    madre y verdugo que traiciona y huye.


    ANOCHE, CUANDO PASEABA
    (desmitificación)


    Anoche, cuando paseaba,
    -no se si podré olvidarme
    sorprendí ¡al universo!
    haciendo pipí en la calle.



    EL CULPABLE


    ¿Culpables?
    Ya no veo culpables.
    Hay víctimas
    pero no culpables.
    Todo nos condiciona,
    nos vive, nos arrastra,
    confunde y desordena.
    No puedo culpar a nadie.
    Pero, a la vez, pobre de mí, qué oigo
    desde que yo era un niño
    (no nos dejan ser niños):
    ¡culpable!, ¡culpable!
    Todos me acusan,
    juzgan y sentencian:
    ¡culpable!
    Y tengo sueños pesadísimos,
    un punzante dolor punzante,
    un dolor  de cabeza inmenso de cabeza.
    Mi cuerpo sufre
    y mi alma tiembla.
    Si no encuentro culpables,
    si para mí nadie es culpable
    y todos me señalan
    y gritan: ¡es culpable!
    ¿soy en verdad culpable,
    el único culpable,
    el culpable?
    ¿Así que debería acudir a las montañas,
    descender por todas las calles,
    asomarme a todos los abismos
    y gritar con todas mis fuerzas:
    “¡culpable!, ¡soy culpable!,
    ¡el culpable!?”



    FÁBULA HISTÓRICA DE LA FABULOSA HISTORIA

    Cristo en la cruz;
    Buda, sentado;
    Mahoma, a pie;
    Confucio, hablando;
    Moisés en el desierto;
    entre los gentiles, Pablo;
    Abraham y el pobre Jacob;
    Lutero y los salmos;
    Laot-se, abstraído,
    Elías en su carro;
    Heráclito y el fuego.
    Einsteis y el atómo,
    Colón y las especies;
    con su imperio, Alejandro;
    a pie, Laurence de Arabia;
    el Cid, a caballo;
    gestatorios, los papas,
    católicos, Isabel y Fernando;
    Julio Cesar y el río,
    Cleopatra y Carlomagno,
    Augstín y los soliloquios,
    Caupolicán y Pizarro,
    los elefantes y Aníbal,
    los diez mil, los cruzados,
    Fuenteovejuna, Numancia,
    Hirosima, Damasco;
    todos los inocentes,
    todos los esclavos;
    Harlem, Babilonia,
    Itálica, Picasso;
    los catalanes y su venganza,
    los gomorritas, los americanos;
    los pobres y sus marmitas,
    los obispos y sus báculos;
    Séneca en la bañera,
    Sócrates en el Areopago,
    Carlos Quinto en La Coruña,
    en la hoguera Juana de Arco;
    Antonieta, sin cabeza,
    Felipe, el segundo, sin barcos;
    Napoleón y sus pirámides,
    Pedro y sus gallos;
    todos los galeotes,
    todos los corsarios;
    Teresa en la Encarnación,
    en las parillas, Lorenzo, el diácono;
    Catalina y Don Juan,
    La Celestina y Espartaco;
    todos los prisioneros,
    todos los conjurados,
    todos los fantasmas;
    Eliosa y Abelardo;
    Juan Sebastián Bach,
    Juan Sebastián Elcano;
    todos los sarracenos,
    todos los tiranos:
    ¡Pasen, señores, pasen!
    ¡No se pierdan el espectáculo!


    ¡EDADES AQUELLAS!

    ¡Edades aquellas!
    ¡Felices aquellos tiempos!

    ¡Feliz la Covadonga con sus cuevas,
    con sus bermudos don Sánchez,
    don Corpes con sus afrentas!
    Feliz doña Godina con su almunia,
    doña Zorita con sus canes,
    las bulas con las indulgencias
    y don Carrión con sus condes.

    Don Moratín con sus leandros
    y los leones
    en sus altos y felices
    los indíbiles en sus mandonios,
    don Welloso con sus wifredos
    y don Felipe con sus hermosos.
    ¡Y doña Guadiana con sus ojos!


    Y Felices
    los papíscolas rodeados de espejos,
    don Argensola con sus lupercios y con sus leonardos
    y llenos de guzmanes los buenos.

    ¡Y doña Egea con sus caballeros!

    Los lemos con sus monfortes,
    las tolosas entre sus navas,
    petronilas, urracas y filomenas.

    ¡Y don Guisando con sus toros!

    Y dichosos
    los marqueses entre los visos
    los odones perdidos de villaviciosos
    y don Zuma lleno de lacárregi.

    Y felices
    y dichosos
    con sus décimos don Alfonso,
    don Fernando con sus séptimos
    y don Carlos con sus quintos
    y primeros.

    ¡Feliz era doña Alba entre sus tormes
    y doña Torrecilla con sus cameros!
    ¡Y el Madrigales en sus altas torres!
    Los urdiales con sus castros,
    doña Osma entretenida con sus burgos
    y don Salado lleno de almoravides,
    benimerines y almohades,
    llenos de laurios, los rogeres
    y los incas de pizarros.

    Y dichosos
    don Sagasta lleno de práxedes,
    don Diego entre sus meninas,
    y don Urbión por sus picos.

    ¡Y don Tratado con sus tordesillas!

    ¡Feliz doña Isabel con sus segundas
    y don Enrique con sus cuartos
    y el otro Alfonso con sus trece!
    ¡Y las mercedes con los magnánimos!
    ¡Y qué felices
    las niñas con sus pinzones
    y los pinzones con sus pintas
    y doña Vergara entre sus abrazos!

    ¡Y doña Caspe llena de compromisos!
    ¡Y los moros con los cristianos!

    Doña Villegas entre quevedos,
    don Tor con sus quemadas
    y don Balmes con su criterio.

    Y dichosos
    los crueles y los comuneros,
    los infantes perdidos por las salas,
    las chindas entre sus vintos,
    doña Wamba por los ataulfos
    y don Eurico lleno de recaredos.

    ¡Ah, las úbedas curioseando por los cerros,
    las espoces entre las minas
    y don Gonzalo jugando con sus berceos,
    don Unamuno en su jugo
    y doña Miranda por sus ebros!

    Y Carmen con sus cigarreras
    y don Argote tocándose su góngora,
    las quintanillas besándose con las órdenes,
    don Vasco huyendo con doña Gama
    y don Juan con su cosa.

    Y dichosos
    don Bracamonte y doña Peñaranda,
    llenas las vianas de bollos
    y don Amadeo de amadeos.
    ¡Y felices los tantos con los montas!
    ¡Y doña Constitución con don Pronunciamiento!

    Y el arcipreste ebrio de hitas,
    las danzas sobre los granados,
    doña Beltraneja tras doña Bicha,
    el impotente tras el hechizado,
    las fallas entre manueles y entre brujos
    y los lucientes sueltos por los prados.

    ¡Y dichosos
    y vivarachos
    los cuervos sobre las motas,
    las ventas llenas de baños,
    las fortunatas con las jacintas
    y las vegas acariciando a los garcilasos!

    ¡Y las aldonzas entre los barberos!
    ¡Y los duques llenos de carrascos!

    Feliz era don Toro con la Albuera,
    las aljubas metiéndose en las rotas
    y los buscones con los lazarillos
    y los galdoses con los barojas.

    ¡Y don Peral con don Narciso!
    Y don Benito Jerónimo Feijoo
    con don Melchor Gaspar de Jovellanos!
    ¡Y el manco, el sordo, el cojo y el divino!

    ¡Y la condesa llena de bazanes
    y los nicasios entre cien fuegos
    y muchos vitigudinos y muchos trafalgares
    y castillos llenos de cepedas
    y trujillos llenos de cáceres
    y cardenales llenos de calderones
    y los cortadillos llenos de cardenales
    y los elches revolcándose con sus damas
    y los almogávares persiguiendo a los Magallanes
    y los magallanes a los corregidores cubiertos de sombreros
    y los corregidores a los capellanes
    y los capellanes a los bartolomés y a los farnesios
    por las casas y por las carabelas
    y muchos acueductos y muchos ayuntamientos
    y la paloma de la verbena!

    ¡Qué felices aquellos tiempos!
    ¡Edades aquellas!



    ¡EN EL COVENT GARDEN!

    ¡En el Covent Garden!
    ¡Quiero morir en el Covent Garden!
    ¡Entre las flores y los frutos!
    ¡Ente las verduras! ¡Entre los animales!
    ¡Quiero morir junto a los carros
    que transportan cebollas y tomates,
    junto a las rosas y a los jazmines,
    entre melones y guisantes,
    entre azucenas y coles,
    en el Covent Garden, en el Covent Garden!
    ¡Quiero morir rodeado de plátanos,
    hundido entre las fresas salvajes,
    oliendo a margaritas y a pimientos,
    respirando el aire,
    el aire de los campos lejanos, entre el bullicio
    de las carretas y de los bares!
    ¡Quiero morir entre el tumulto
    de los inocentes, de los ambulantes,
    y cubrirme de acelgas y de claveles
    y que se confunda mi sangre
    con el rocío de las uvas!
    ¡Quiero morir apretujándome
    entre los madrugadores, entre los transportistas!
    ¡En el Covent Garden! ¡En El Covent Garden!
    ¡Que nadie se dé cuenta de que me muero,
    de que se muere nadie, nadie,
    cerrando mis ojos junto a las calabazas,
    junto a las madreselvas, abrazándome
    a las patatas y a los limones,
    perdiéndome entre las pieles y las suciedades,
    entre las risas de las mujeres generosas
    y entre los salivazos de los tratantes!
    ¡Quiero morir entre las flores y entre las frutas!
    ¡En el Covent Garden! ¡En El Covent Garden!


    EL CAMINO

    Yo era un héroe.
    Estaba muerto o estaba vivo.
    Pero yo era un héroe.
    Venía por el camino,
    resistiendo, resistiendo.
    Ya he dicho que yo era un héroe,
    que yo me levantaba cada mañana
    y seguía el camino, este camino
    que comenzó, para mí, un día,
    este camino.
    Y andaba, andaba
    y me salió un soldado,
    un soldado harapiento
    que arrastraba su equipo:
    botas, fusil, camisa,
    y me dijo:
    yo soy un héroe
    y quiero ir contigo.
    Estábamos muertos o estábamos vivos,
    pero los dos éramos héroes,
    los dos seguíamos el camino.
    Cantábamos una canción,
    atravesábamos los campos,
    mayo estaba florido,
    mayo estaba florido.
    Y seguíamos andando
    y cada mañana seguíamos andando,
    resistiendo, resistiendo,
    este camino que comenzó, para nosotros, un día,
    este camino.
    Y nos salió un mendigo,
    un mendigo harapiento
    que arrastraba su equipo:
    un hato, un pan, un libro.
    Éramos héroes los tres,
    estábamos muertos o estábamos vivos,
    pero éramos héroes los tres.
    Yo soy un héroe, dijo.
    Y seguíamos andando,
    seguíamos el camino.
    Éramos como hermanos,
    nos iba leyendo un libro,
    éramos hermanos:
    nos bañábamos en el mismo río,
    nos echábamos a dormir en la misma paja
    y luego seguíamos el camino.
    Estábamos muertos o estábamos vivos
    pero los tres éramos héroes
    y mayo estaba florido.
    Y no salió un desterrado,
    un desterrado muerto o vivo,
    pero era un desterrado,
    con su equipo:
    la soledad, el vino.
    Se acercó a nosotros, se acercó:
    yo soy un héroe, dijo.
    Y seguíamos andando:
    estábamos muertos o estábamos vivos
    pero seguíamos andando,
    seguíamos en el camino.
    Desterrado, desterrado:
    de dónde vienes, qué ha sido
    de tu corazón,
    de tu mayo florido.
    Y seguíamos cantando,
    muertos o vivos,
    pero seguíamos cantando
    y él nos iba leyendo un libro.
    Por qué vienes con nosotros:
    yo soy un héroe, dijo.
    Y seguíamos resistiendo, resistiendo
    y mayo estaba florido
    y los campos eran verdes
    y cantábamos y dormíamos y reíamos
    y estábamos muertos
    o vivos,
    y cómo os lo diré mil veces
    que seguíamos resistiendo
    y que mayo estaba florido.
    Y se nos acercó un hombre:
    yo soy un héroe, dijo.
    Y no le preguntamos más:
    venía por el mismo camino,
    llevaba los mismo fardos,
    y sus sueños eran los mismos
    y seguíamos andando
    repartiéndonos los racimos,
    durmiendo en la misma paja,
    resistiendo, resistiendo.
    Pero estábamos muertos o estábamos vivos.
    Íbamos ligeros por la mañana,
    atravesábamos los campos,
    yo soy un héroe, nos dijo,
    llorando, aquel hombre solo,
    para volar nacido.
    Nosotros íbamos contentos:
    mayo estaba florido.
    Avanzábamos, avanzábamos:
    el sol nos hacía niños,
    el sol nos hacía tierra,
    el sol nos hacía trigo.
    Éramos los héroes:
    estaríamos muertos o estaríamos vivos
    pero andábamos,
    andábamos: nos bañábamos en el mismo río,
    el campo nos alimentaba,
    íbamos a buen paso,
    era nuestro el camino.
    Y, os lo prometo, lo sé:
    mayo estaba florido.
    Y fueron saliendo a nuestro encuentro
    héroes de todos los sitios:
    héroes con una flor,
    héroes con hijo.
    Y andábamos, andábamos
    y resistíamos, resistíamos
    y atravesábamos los campos
    y seguíamos nuestro camino
    y dormíamos en la misma paja,
    y nos bañábamos en el mismo río
    y cantábamos, cantábamos
    y nos repartíamos el mismo vino
    y éramos héroes, los héroes,
    soñadores, heridos
    y andábamos, andábamos
    muertos y vivos.
    Pero yo os lo prometo, lo sé:
    mayo estaba florido.



    ALMA

    ¿Es posible construir un barco
    tan grande como el puerto?
    ¿Es posible construir un puerto
    tan grande como el mar?
    ¿Es posible construir un mar
    tan grande como el universo?
    ¿Es posible construir un universo
    tan grande como mi soledad?


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    “Como siempre; apenas uno pone los pies en la tierra
    se acaba la diversión”.


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    Mensaje por cecilia gargantini Dom 15 Feb 2015, 08:22

    Gracias, querido Pascual, por el artículo!!!!!!!!!!!!!!!
    Gracias, Lluvia querida, por estos poemas. "Hermanos"me impactó!!!!!!!!!!!!!
    Besosssssssssssss para ambos y GRACIAS
    Pascual Lopez Sanchez
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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Lun 16 Feb 2015, 02:38

    Bien, CECILIA, gracias por tu presencia aquí. Nos vamos adentrar, a partir de ahora y durante un tiempo, en la poesía social de vuestro lado del Atlántico. Pero lo vamos a hacer - Lluvia y yo- intentando hacer un recorrido histórico. Esto impone una serie de aclaraciones:

    1) Hablaremos de Poesía Social en momentos en los cuales este concepto no existía. La poesía roza más lo ÉPICO. Y su carácter social le vendría dado por la filiación ética del autor o por la relación de esa épica con la libertad.

    2) Vamos a usar como hilo conductor el artículo que precede, pero no sólo. También por ejemplo una bella ANTOLOGÍA DE LA POESÍA CUBANA de LEZAMA LIMA.

    3) A veces se usaran manuscritos. Puede dar la impresión de que estamos cometiendo faltas de ortografía cuando lo que estamos haciendo es respetar literalmente esos manuscritos ( quizás el ejemplo más nítido sea la "DOLOROSA MÉTRICA",  de la Marquesa Jústiz de Santa Ana, que irá a continuación - extracto-).

    4) Tanto Lluvia como yo tenemos otras obligaciones. Esperamos que seáis comprensivos con nuestros errores - aunque estos errores lo lógico sería que los señalarais-. Ya indico, no obstante, que el uso de manuscrito puede dar lugar a la creencia de faltas que no son tales.

    5) Para hacer más ágil todo esto Lluvia se dedicará a unos autores y yo a otros. A veces nos complementaremos. Pero quizás no sea lo habitual.

    6) Yo, además, no quiero abandonar el espacio Poesía Místico - Religiosa. me comprometí con Ana María di Bert. Suelo cumplir mis compromisos.

    7) Estas y no otras son las razones fundamentales de mi ausencia prolongada en el FORO DE POESÍA LIBRE. Sigo escribiendo, como parece lógico. Pero no quiero sentirme agobiado. Estoy en AIRES DE LIBERTAD todos los días.

    8)Os doy las gracias por vuestra atención.


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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 16 Feb 2015, 07:07

    ¡VUELVEN LOS VERSOS!

    Versos míos,
    siervos míos y dueños míos,
    ojos míos,
    pasos míos,
    sólo vosotros
    habéis sido,
    rayos míos,
    flujos míos,
    juegos míos,
    mis barcos,
    mis puertos,
    duendes míos
    que yo he nacido
    para enviar los versos,
    gritos míos,
    a los soñadores,
    a los peregrinos,
    versos míos
    que habéis vuelto
    porque yo me moría,
    porque os ahuyentaron
    los fluidos,
    los envenenados fluidos,
    habéis vuelto,
    habéis vuelto y me encontráis herido
    y me encontráis muy solo,
    alas mías,
    valles míos,
    hijos míos,
    llevabais mucho tiempo
    sin alentar mi voz,
    sin convertir en árboles
    las palabras, los sentidos,
    en bosque el alma,
    en alma el sueño,
    sin salvarme,
    ríos míos,
    salmos míos
    huéspedes míos,
    volved, volved,
    atravesad de nuevo
    las lágrimas, la heridas,
    las sombras,
    volved, volved
    a ser míos,
    fuegos míos,
    templos míos,
    dedos míos,
    animadme, ayudadme
    que yo sólo he nacido para vosotros,
    que sin vosotros estoy perdido,
    versos míos,
    desgarros míos
    llantos míos,
    habéis vuelto, habéis vuelto,
    animadme, animadme,
    versos, versos,
    sólo para vosotros
    nacido,
    únicos mensajeros,
    dadme voz, dadme vuelo
    versos
    porque os he vivido,
    porque me habéis vivido,
    habéis vuelto, habéis vuelto
    versos míos,
    versos míos.




    LA SILLA

    Entré
    y allí tenía la silla,
    mi silla.
    Nadie iba a sentarse,
    nadie iba a ocupa mi puesto.
    Cuando te contratan,
    si es que te contratan,
    va incluida la silla.
    Allí te pasas
    todo el tiempo, sentado
    y bien sentado.
    Eso sí, te levantas
    de cuando en cuando
    (también en las galeras
    se levantaban de cuándo en cuándo).
    Pero debes volver a ella,
    el Ojo te vigila,
    muchos ojos alerta.
    Debes cumplir
    el encargo...
    La silla y tú,
    eso si que es dialéctica.
    Yo soy yo y mi silla,
    debió decir Ortega.
    Pero Ortega
    era una metafísico,
    un metasillas:
    qué sabía de sillas,
    qué sabía de cuerdas
    de presos.
    No lo parece
    pero esa silla
    es una silla de ruedas,
    es una silla eléctrica:
    descargas lentísimas que te anulan,
    que te esclavizan sin darte cuenta
    (y aunque te des cuenta).
    Allí tenía mi silla
    y si me fuera de allí allí
    a donde fuera
    me esperaría una silla.
    Para el Sillero
    es evidente, es evidente,
    que yo soy
    la circunstancia de la silla...
    La cuestión es tener
    unas cuantas sillas
    y mantener sentados, bien sentados,
    a los que llegan.
    (La Empresa...).
    Y sillas en los teatros,
    sillas en las escuelas,
    sillas en las iglesias
    (esas
    que se llaman bancos),
    sillas en los ateneos,
    en las salas de espera
    (qué es el mundo
    sino una inmensa sala de espera).
    Y sillas en las casas,
    el alma llena de sillas.
    Nacer
    es sentarse en la silla
    que te encuentras.
    Me paso la vida vomitando sillas,
    arrojando sillas,
    sacando de mis sueños las sillas,
    quemando sillas...
    ¡Hay que quemar todas las sillas!
    Y aquí estoy:
    en mi silla.

    ODA A BARCELONETA

    ¡Ah, Barceloneta,
    pequeño pez dentro del pez grande!
    ¡Esa es tu grandeza!
    Tus gentes viven sin otros mundos
    que el de sus vidas, el de sus recuerdos,
    el de sus luces, el de sus tinieblas,
    porque tu mundo es pequeño,
    sencilla tu verdad
    y tu locura pequeña.
    Por qué no hacemos un mundo lleno de peces pequeños,
    de ciudades pequeñas,
    en donde todos nos conozcamos y ayudemos,
    en donde todos vivamos de igual manera,
    para sentir hondamente
    nuestras grandezas y nuestras miserias pequeñas,
    salvando nuestra libertad pequeña.
    ¡Ah, Barceloneta!
    ¡Ah, miles y miles de Barcelonesas
    aguardando el día en que los dominantes
    y los controladores, los peces grandes,
    desaparezcan!
    Aquí
    todas las calles son estrechas,
    entrañables, familiares,
    sin distancias
    de balcón a balcón, de puerta a puerta,
    sin fronteras.
    ¡La calle es nuestra!
    Cómo abruman las grandes ciudades, los grandes mundos,
    los peces grandes,
    los poderosos alcaldes,
    los mercaderes omnímodos,
    las ilustrísimas universidades.
    Tu fuiste mi universidad, mi escuela,
    lindísima y sencillísima Barceloneta.
    Para que todos seamos novios
    hemos de construir un paraíso humano,
    un pez pequeño, unas calles pequeñas,
    en donde bailen
    el sentimiento y la razón sin otra
    fantasía ni otra violencia
    y las contradicciones, ¡ah, las contradicciones!,
    sean una fiesta.
    Pequeñas orquestas, pequeños circos,
    pequeñas asambleas...
    ¡Ah, Barceloneta!
    Qué hermosa es tu bandera,
    esas ropas tendidas, entrañables y blancas,
    unos más entre los seres de la tierra,
    un pequeño mundo,
    un mundo de pequeños mundos.
    ¡A la confederación de tosas las Barcelonetas!
    No hay otra grandeza
    que el corazón sencillo,
    vivir sencillamente la aventura de la tragedia,
    uniendo la soledad y la belleza,
    diminuta ciudad, entrañable puerto,
    danza de las madres, de las barcas, de los novios, de las tabernas.
    Tú te mereces, humanidad heroica,
    que el mundo de los pequeños peces
    acabe con el mundo de los peces grandes.
    Tú necesitas
    otra geografía, otra conciencia,
    otro poema.
    ¡Ah, tiernísima, luminosa,
    sencillísima, humanísima Barceloneta!

    (A mis amigos, los novios de las barcelonetas, los
    pueblos secos, los sans, las gracias del mundo...)



    LA IDEA HIGIÉNICA

    ¡Qué invento el papel higiénico!
    ¡Qué beneficio para la especie!
    ¡Ah, si no fuera por los inventos!
    ¡La nuestra
    es la especie inventora!
    Así
    que a ver cuándo inventamos
    la idea higiénica,
    la idea que elimine
    los restos putrefactos de las ideas,
    de las ideas indigestas,
    estrangulantes,
    las heces adheridas
    a las células del cerebro,
    ideas infecciosas,
    pestilentes,
    los coágulos
    que impiden tener ideas,
    que evite sobre todo
    las tifoideas,
    ¡ah las ideas tifoideas!
    ¡Excrementicias! ¡Intoxicantes!
    Hay que procurar la limpieza
    no sólo del culo
    sino de la cabeza.

    Hay que inventar la idea higiénica
    que limpie a la especie
    de siglos y siglos
    de obstrucciones y diarreas,
    que pueda pensarse limpiamente.
    ¡Qué especie tan distinta!
    ¡Qué invento tan tonificante!
    ¡Ese sí que será el hombre nuevo
    cuando acaben las indigestiones
    de las pesadísimas ideas
    y podamos tener
    las nuestras,
    digerir todos los secretos,
    sanar todas las mentes enfermas.
    ¡Inventemos de una vez
    la idea higiénica!




    SANCHO INSUMISO

    Ah, Sancho amigo, Sancho amigo,
    el Sancho verdadero, el insumiso.
    Nunca hemos sido justos contigo.
    Todo eran alabanzas para el destino
    de tu amo y señor, todo artificio.
    El caballero andante qué hizo
    sino intentar transformar el mundo en su delirio.
    Y así todas las salidas que en un mundo han sido.
    Un imposible mundo, ah, Sancho amigo:
    innumerables son los que llaman gigantes a los molinos
    (y escudero al amigo...).
    Ese loco ingenioso, soñador fingido,
    humilde en su figura, soberbio en su designio,
    era el loco de siempre,
    quería un mundo único,
    en donde sólo existiera un orden, un limpio
    y honorable linaje, un dominio por otro dominio
    era lo que proponía. Pero tú y el rucio, unidos,
    dejasteis aquella ínsula, aquel olimpo,
    que el falso soñador te había prometido.
    Siempre prometen los que se creen elegidos.
    Falso, porque los sueños forman un mundo distinto
    del mundo de las cosas. En él no hay leyes ni juicios.
    Lo suyo era otra ínsula, Sancho amigo.
    Y tú, como nosotros, los hijos
    de una tierra dramática, ardiente,
    del duelo y del instinto,
    sólo queremos que nuestro vivir sea algo nuestro,
    no ser vividos,
    porque no hay ínsulas sin armas y sin cautivos.
    Hablen de tu verdad los venideros siglos.
    No hay camino ni andar, cualquier andar, hace camino:
    hay saberse hombre solo,
    condenado y vivo.
    Sancho humano, Sancho insumiso:
    todos los hombres solos estamos contigo.




    Y NO DESEMBOCA...

    Es que no desemboca,
    es que el mar no desemboca,
    es que la tierra no desemboca
    y el sol no desemboca,
    es que ninguna constelación desemboca
    y llega el hombre
    y el hombre
    no desemboca,
    no desemboca,
    y llegó la palabra
    y no desemboca
    y llegó el llanto
    y es que el llanto no desemboca
    y llegó la locura
    y no desemboca,
    que aquí
    nada desemboca,
    que la vida no desemboca,
    no desemboca...



    LA COINCIDENCIA

    No le deis más vueltas:
    es la coincidencia.
    Yo soy una coincidencia
    de dos coincidencias
    envueltas
    en un sin fin de coincidencias.
    Y tú
    ¿eres o no una coincidencia
    llena de coincidencias
    en un mundo de coincidencias?
    Y qué es el mundo
    sino la coincidencia
    de todas las coincidencias.
    Y qué coincidencia:
    a todos nos elimina
    la misma coincidencia.
    No le deis más vueltas:
    sólo existe la coincidencia,
    nada existe
    si no se da la coincidencia,
    angustiosa coincidencia,
    fatal coincidencia.
    Ella es la que ordena y desordena.
    (No hay efecto
    sin coincidencia...)
    Lo cierto es que estoy aquí
    por pura coincidencia...
    No le deis más vueltas:
    un sin fin de cambios,
    un sin fin de fuerzas,
    un sin fin de causas
    pero es la coincidencia
    la que los relaciona,
    la que los origina,
    ella
    la indescifrable,
    la oculta,
    la desencadenante.
    (Vivir
    es ponerle nombre a la coincidencia...).
    Nada existiría
    si no existiera la coincidencia.
    ¿Os imagináis un mundo
    en el que nada coincidiera?
    No le deis más vueltas:
    es la coincidencia.
    Quién se atreve a decir
    que es algo más que una coincidencia,
    un sin fin de coincidencias
    en un mundo
    lleno de coincidencias.
    (O no crea el órgano
    la coincidencia...).
    Pobres de nosotros
    que dependemos de la coincidencia.
    Y qué coincidencia:
    todos soñamos que pensamos,
    que nada es coincidencia...
    Pobre Ortega,
    confundiendo la circunstancia
    con la coincidencia...
    Yo sólo sé
    que soy una coincidencia.
    (Y qué valor
    tiene una coincidencia...).
    Le llaman destino,
    el proceso,
    la paloma de la verbena...
    Pero es la coincidencia,
    todo
    una coincidencia.
    No le deis más vueltas.



    LA COLUMNA POÉTICA

    Versos
    en lugar de soldados,
    olivos en lugar de mástiles,
    fiestas, no trincheras,
    no fusiles,
    estrofas,
    flores en lugar de banderas,
    jardines,
    no cercos, no checas,
    no uniformes,
    poemas,
    ingenuos en lugar de espías,
    libertad, no victoria,
    verso libre en lugar de reglas,
    molinos en lugar de gigantes,
    niños con piel de hombre,
    no asesinos
    con piel de justicieros,
    romances en lugar de estrategias,
    alas
    para las mentes, no rejas,
    aventuras,
    en lugar de tácticas,
    liras, no tambores,
    personas curvas, no personas rectas,
    no intriga,
    música,
    sueños en lugar de rádares,
    coplas, no discursos y arengas,
    viajes, no desfiles,
    licencias poéticas,
    no reclutamientos,
    no fronteras,
    soñadores,
    no dominantes y dominados,
    la conquista de la inocencia
    no la conquista del mundo,
    nocturnos, no dianas,
    no sectas, no mafias,
    únicos y compañeros,
    no grandes parlamentos,
    pequeñas asambleas,
    odas,
    cánticos,
    no juicios, no trompetas,
    ideas al servicio de las vidas,
    no vidas
    esclavas de las ideas,
    de sus profetas,
    románticos,
    no jefes y subalternos
    (¡plaga
    de jefes y subalternos!),
    líricos,
    no fanáticos,
    contemplación
    no ordeno y mando.
    ¿Cómo?
    ¿Cuándo?
    ¡Adelante la columna poética!


    MÍSTICO POR DENTRO, LIBERTARIO POR FUERA


    Quien es místico por dentro
    y no es libertario por fuera
    aprisiona el alma,
    se agota el sentimiento
    antes de alcanzar otros mundos,
    pronto sólo se contempla
    a sí mismo,
    es una tierra estéril
    una voz perdida,
    una luz en una caverna,
    toda su palpitación
    se diluye en las sombras,
    no habla su silencio,
    no engendra,
    no canta,
    le bloquean todos los espejos.
    Quien es libertario por fuera
    y no es místico por dentro
    se pierde entre los molinos,
    sale al campo y no siembra,
    da palos de ciego,
    conquistaría el mundo
    perdiendo su esencia,
    vacío es su cántico,
    sin lágrimas, sin músicos
    en sus manos,
    sin praderas
    verdes en sus ojos
    no alcanza el abrazo,
    ara pero no siembra.
    Para qué nació
    el ser humano,
    su aventura
    a donde le lleva.
    ¿Será lo que pudo ser
    y se perdió en sus fronteras?
    Qué puede conquistar
    si sólo contempla,
    qué frutos tendrá en sus manos
    si sólo se rebela.
    Sin mundo interior qué mundo
    pretenden sus gestas,
    qué plenitud será suya
    si no libera su naturaleza.
    A dónde los libertarios
    irán sin el alma herida
    y los místicos
    si sólo sueñan.
    Sin sentir todo el universo
    cómo liberar la tierra
    de su escarnio.
    Si vive en ti
    y no lo despliegas,
    no lo enfrentas
    a los envenenadores,
    a los carceleros,
    cuándo podrá alcanzar
    el hombre su ser entero.
    Si no se ve la tragedia
    cómo alcanzar la alegría.
    Sin mundo interior puesto en pie
    todos los días
    cómo encontrar la belleza,
    cómo vencer al dominio
    sin que dominio se vuelva.
    No basta contemplar,
    no es suficiente el grito
    frente a tanta sentencia
    anuladora de los sueños.
    Todos los mundos se abrazan
    cuando contemplas y te rebelas,
    vano todo vivir
    si no habitas dos mundos,
    el interior y el de la selva
    de todos los procesos,
    si tus ojos no navegan
    por los océanos del alma,
    por los mares de la tierra.
    Místico por dentro
    y libertario por fuera.
    ¿Vamos, iremos
    a la conquista de la inocencia?
    No deseemos
    ni la paz ni la guerra,
    vivamos para que sueñe
    y se libere la esencia,
    ay, que con tanta
    facilidad nos deja...



    Y hasta aquí se llegó con este poeta, que por cierto me parece ¡Muy bueno!










    Última edición por Lluvia Abril el Jue 19 Feb 2015, 05:03, editado 1 vez


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Lun 16 Feb 2015, 16:07

    MARQUESA JÚSTIZ DE SANTA ANA.-

    "Fue autora del Memorial a CARLOS III, de 25/08/1762, donde las mujeres habaneras enviaban su protesta por la capitulación de la plaza de La Habana ante la escuadra inglesa. Nació en 1733. Casó en 1751 con un primo suyo, poseedor de los títulos de los que participa como esposa. Juan Francisco Manzano en su autobiografía nos da noticias de la Marquesa; por este sabemos que casaba a los esclavos de su servidumbre, después de darles educación, protegiéndoles cuanto podía al obtener la libertad. Manzano dice que "más estaba en sus  brazos que en los de su madre". Murió hacia 1807.

    LA DOLOROSA MÉTRICA, expresión es, en realidad de la versificación del memorial remitido por las mujeres habaneras a Carlos III. En sus décimas emplea el término "paisanaje" refiriéndose a las fuerzas que, sin ser militares, se opusieron tenazmente a la rendición de la plaza. Elogia la conducta de los pardos libres y de los cubanos en general que se prestaron a su heroica defensa.
    Expresa el desorden y formalismo de los jefes de tropas regulares: "muchos consejos de guerra / faltando guerra y consejo".  Al final invoca a Dios y a la lealtad del vecindario para libertar al cubano de la dominación extranjera."
    (José Lezama Lima: Antología de la Poesía cubana.)

    Cont.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Mar 17 Feb 2015, 01:04

    "DOLOROSA MÉTRICA. ESPRECION  DEL SITIO, Y ENTREGA DE LA HAVANA , DIRIGIDA A N.C. MONARCA EL SEÑOR DON CARLOS TERCERO ( sic.) qe. Gue.


    O Havana noble ciudad,
    Emporio de distincion,
    centro de la Religión,
    y cifra de la Lealtad.
    Que causa qe novedad
    oy obscurece tu gloria?
    O triste amarga memoria
    el papel te hé de exponer,
    Si al bronce puede romper
    lo funesto de tu historia.

    Tu Havana Capitulada?
    tu en llanto? tu en exterminio?
    tu yá en extraño dominio?
    Que dolor! O Patria amada!
    Por no verte enagenada
    cuantos se sacrificaron?
    y cuantos mas enbidiaron
    tan feliz honrrosa suerte,
    de que con sangre en la muerte,
    tus exequias rubricaron?...(*)

    (*) Antes de continuar: vuelvo a la aclaración de que este poema es copia de un manuscrito de mediados del siglo XVIII. Por tanto lo que nos parecen hoy faltas de ortografía no lo son. Intento ser fiel a la época histórica.

    ...

    Por ti el Paysanage atento
    como logró en tu region
    la primera respiración,
    diera hta. el último aliento.
    Si al Morro con tal contento
    caminaría perecer
    sin poderse defender;
    quanto mas a la Cavaña,
    cuerpo a cuerpo, y en campaña
    donde podian vencer?

    Tomar temió la ciudad
    de el enemigo la zaña;
    pero al decir la Cavaña
    llorava yá su orfandad:
    mas en tanta gravedad,
    los Gefes endurecidos
    contra Eruditos gemidos
    de tal leales corazones,
    manda clacar los cañones,
    tapándose los oidos.

    Quantos demuestran señales
    en cicatrices, y heridas,
    por ti Havana recividas ?
    digan los Hospitales:
    Guerra activa en tantos males
    fué el objeto del deseo;
    mas sugetos al bombeo
    pausiva guerra tuvieron;
    y sin tomar armas fueron
    del enemigo Trofeo.

    Contra toda la Prudencia
    del mas arreglado juicio,
    de Cavaña el sacrificio
    cifró de Ysác la obediencia;
    dos veces a consecuencia
    se dirigió expedición
    mas con tal desproporcion
    que el morir hera preciso,
    no haviendo divino aviso,
    faltando revelacion.

    Con esfuerzo, con valor,
    muchos el riesgo pedian;
    pero la Espada rendían
    a respeto superior.
    O cruel destino! O dolor!
    Que aun sin ciencia militar
    llegaban a penetrar
    los métodos de vencer;
    mas fué advitrio del Poder,
    el no poder arbitrar.

    El Británico vigor,
    no pudo, no contrastar;
    las armas hizo entregar
    legítimo superior.
    O peligros del honor
    expuesto a un frágil baiben !
    mas de invadir todos ven
    q.e se negó la licencia;
    si es delito la obediencia
    q.e otras leyes se nos den.

    ...

    Ay hijo mio Abslon!
    David doloroso exclama,
    si aún Hijo ingrato assi ama
    que hará nro. corazon?
    Pasada  dominacion
    sentimos de extraña Grey;
    y con inmutable Ley,
    quando Huerfanos lloramos,
    q.e suspiros exalamos
    Ay Padre! Ay Señor! Ay Rey!

    Fuerza es Señor suplicarte
    q.e desembaynes la Espada
    contra esta enemiga armada
    que atropella tu Estandarte;
    Dios concurra a prosperarte
    para qué a la Yglesia dés
    muchos triunfos esta vez;
    y entre tanto nada vario,
    De la Habana al vecindario
    reside Leal a tus Pies." ( Antología de Poesía Cubana. José Lezama Lima)


    Última edición por Pascual Lopez Sanchez el Mar 17 Feb 2015, 15:55, editado 1 vez


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    Mensaje por Ana María Di Bert Mar 17 Feb 2015, 11:57

    Qurido Pascual
    Quiro agradecer tu trabajo y ppedir disculpas por no participar como antes.
    He estado leyendo algo estos días.
    No puedo estar mucho tiempo en la compu. El trabajo que haces es magnífico y no me asombra porque te conozco y sé la persona que eres.
    Yo lamento mucho lo que me pasó.
    Ojalá algún día pueda voler a ayudarte.
    Besos a toda tu familia, a Josefina, a ti y felicitaciones por tu dedicación y constancia, porque sé de tus problemas también.
    Un abrazo con mucho cariño.

    Ana
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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Mar 17 Feb 2015, 15:58

    Bueno, Ana: te di la gracias en el espacio de Poesía religiosa. Lo más importante: Cuídate.
    Besos.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Sáb 21 Feb 2015, 01:16

    NO VOY A PREPARAR NADA HASTA MI REGRESO DE MADRID. ESPERO DISCULPAS.


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    Mensaje por Lluvia Abril Miér 25 Feb 2015, 05:28

    Te voy a esperar, que voy a hacer sin el maestro.

    Beso grande y a disfrutar.


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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 15 Mar 2015, 02:00

    Bueno, mi querido profesor y compañero. Aquí estoy para dejar lo poco, nada, que encontré de Diego Campos. Aproveché nuestro parón aquí para buscar y rebuscar sobre él, y lo único que pude encontrar fué ésto:


    Con el telón de fondo de la ocupación de La Habana por la tropa inglesa al mando del Conde de Albemarle, Diego Campos narra en treintaiocho décimas la humillación que los británicos infligieron al obispo Pedro Morell de Santa Cruz, desterrado a la Florida por negarse a darles el dinero de la Iglesia. Las décimas de Diego Campos, de quien nada se sabe   y a quien Lezama supone un “auxiliar episcopal” de Morell de Santa Cruz, fueron dadas a conocer por primera vez, en el siglo XIX, por Antonio López Prieto en su Parnaso Cubano. Las ramplonas décimas de Diego Campos, de interés sólo testimonial, continúan la práctica, que en Cuba se haría tradición, de utilizar esta forma estrófica en la relación de hechos históricos.

    Lo siento mucho, y si tú sabes algo más, pues ya dirás.

    Un beso,  y gracias.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Dom 15 Mar 2015, 08:14

    Bueno, amiga mía. Intentamos hacer un recorrido histórico de la Poesía social en Hispanoamérica antes, incluso, de que existiera ese concepto. Nos amparamos en el trabajo de Lezama Lima. Y no es necesario que todo lo que exista sea excelso... Llegará la calidad, sin duda, con autores de todos conocidos.
    Espero terminar con José Zorrilla, en místico-religiosa lunes o martes. El mismo martes estoy pendiente de que me hagan una resonancia magnética. Miércoles o jueves intento ponerme con esto.
    Insisto, no te agobies.
    Besos.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Vie 20 Mar 2015, 02:36

    Este recorrido histórico - y hasta que encontremos  las décimas del autor anterior- lo continuaremos  con:


    JOSÉ JOAQUÍN DE OLMEDO Y MARURI.- Guayaquil ( Ecuador) 1780- Ibídem 1847.

    Político y poeta ecuatoriano ( en aquella época colombiano, pero él siempre lucharía por la independencia de Guayaquil, primero, y más tarde del mismo Ecuador). Hijo de padre español y madre guayaquileña; realizó sus estudios primarios en el Colegio de San Fernando de Quito, y superiores en la Universidad de San Marcos de Lima, donde concluyó sus estudios de Abogado. Tras regresar a Guayaquil fue enviado a las Cortes de Cádiz ( España) donde pronunció su famoso discurso "Sobre la supresión de las Mitas", por medio del cual consiguió que se aboliera dicha institución. En dichas Cortes ejerció de Secretario hasta que fueron disueltas por el absolutista Fernando VII. Ante la persecución desatada contra los diputados, Olmedo se vio obligado a esconderse en Madrid.
    Toda sus vida se debatió entre los cargos de responsabilidad pública y el deseo de dedicarse a las letras.

    Así, en el momento en que Guayaquil declara su independencia, Olmedo fue nombrado miembro de la Junta de Gobierno; redactó una constitución para Guayaquil; reorganizó el ejercito  y colaboró con Sucre en el triunfo de Pichindia. Después de esta batalla, sin embargo, cuando Bolívar llegó a Guayaquil y anexionó esta ciudad a la Gran Colombia, Olmedo protestó y se marchó con otros gualaquileños a Perú: donde fue electo diputado por el departamento de Puno y ayudó a redactar la primera constitución de aquel país.
    En 1823 viendo en peligro la libertad de Perú pidió ayuda a Simón Bolívar. Tras el triunfo de este en la batalla de Junín, Olmedo escribió el famoso CANTO A BOLIVAR. Más tarde, por mandato de este, fue nombrado diplomático en Londres y París. Nuevamente en su país participó como representante de Guayaquil en la Constituyente de Ambato. En 1830 ocupó la vicepresidencia de la república y la prefectura de Guayaquil.
    Aunque apoyó a Flores en el proceso de separación de Ecuador de la Gran Colombia, cuando aquel gobernante quiso abusar del poder se opuso a él y participó en la revolución antifloreana del 6 de Marzo de 1845, tras la cual fue nombrado presidente del triunvirato al lado de Vicente Ramón Aroca y Diego Noboa. Cuando murió en todas las ciudades de Ecuador se celebraron funerales en su honor.

    LÍRICA.-

    Neoclasicismo al estilo de Meléndez Valdés. Casi un centenar de obras entre las que destacan

    - CANCIÓN INDIANA.
    - ALFABETO PARA UN NIÑO.
    - A LA MUERTE DE MI HERMANA.

    Su actividad política, sin embargo, y su empuje patriota le llevan a escribir dos cantos en los que hay una auténtica anticipación del romanticismo:

    - CANTO A BOLIVAR.
    - ODA AL GENERAL FLORES.

    Menéndez Pelayo sitúa a Olmedo por encima de José María Heredia y Bello en la epopeya hispanoamericana.
    Luchador incansable por la independencia, primero de Guayaquil y más tarde de Ecuador llevó ese espíritu en defensa de la libertad de los indígenas.

    (En la exposición que hace Lluvia existe una información bastante más completa y rigurosa que la que hemos hecho nosotros - obtenida esta de Wikipedia-).


    Última edición por Pascual Lopez Sanchez el Sáb 21 Mar 2015, 00:54, editado 2 veces


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    Mensaje por Lluvia Abril Vie 20 Mar 2015, 19:04



    Dentro de los muchos hombres de bien que han nacido en la ilustre América, ninguno ha reunido ni reunirá las condiciones ético-morales que tuvo José Joaquín de Olmedo. Su vida, su trayectoria y su obra revisten una inmensa importancia porque establecen un paradigma de visión colectiva y comportamiento social. Por su aporte a la libertad, por sus principios independentistas y por su ideal autonómico, el rescate de su pensamiento es una imperiosa necesidad…

    ¿Quién fue José Joaquín de Olmedo y Maruri?

    Este ilustre y noble personaje tuvo la dicha de nacer en la hermosa ciudad de Santiago de Guayaquil el 19 de marzo de 1780, producto de la unión entre el capitán de origen malagueño don Miguel Agustín de Olmedo y Troyano, con la ilustre dama, perteneciente a la burguesía porteña, doña Ana Francisca Maruri y Salavarría. Fue primogénito, y tuvo solamente una hermana a la que quiso con todas sus fuerzas. En 1789, con solo nueve años de edad, se trasladó a la ciudad de Quito para estudiar en el colegio San Fernando de los padres dominicos. Hasta los doce años realizó estudios en gramática castellana y principios de latín. En el año 1801, contando doce años de edad, regresó a la ciudad que lo vio nacer, a la casa de sus padres. Más adelante, al cumplir los 14 años, fue enviado a la ciudad de Lima bajo la tutela de José Silva y Olave, quien llegaría a ser rector del colegio del príncipe y obispo de Huamanga. Olmedo ingresó al colegio de San Carlos de Lima, al cual le profesaría un gran afecto hasta el fin de sus días. Dedicó nueve años completos de su vida a los estudios, y finalmente en el año 1805 recibió el título de doctor en Jurisprudencia y en su colegio fue colocado a cargo de una cátedra de derecho civil. En el año 1809, por su participación en eventos tanto matemáticos como filosóficos, recibió el titulo de iuris utriusqui magister (`maestro en ambos derechos').

    El 20 de agosto de 1808, regresó a Guayaquil, teniendo la oportunidad de estar presente en la muerte de su padre, por quien sentía un profundo respeto y admiración. El 6 de julio de 1810, Olmedo viajó rumbo a España como secretario del obispo de Huamanga, quien había recibido el nombramiento de miembro de la junta central de Sevilla; mas, al arribar a México, se encontraron con la novedad de que esta había sido disuelta por los ejércitos franceses invasores. Al regresar a Guayaquil se enteraron de que, antes de desaparecer la junta antes referida, se había convocado a cortes. El 10 de septiembre de 1810, Olmedo fue nombrado representante del Cabildo guayaquileño. En enero de 1811, realizó un viaje para llegar a Cádiz el 11 de septiembre del mismo año, con el propósito de incorporarse al Cuerpo Constituyente el 2 de octubre.

    En la corte de Cádiz, Olmedo se mostró como republicano, patriota e ilustrado humanista. En esta corte pronuncio el 12 de agosto de 1812 el brillante Discurso sobre la abolición de las mitas, que luego sería publicado por Rocafuerte en Londres. Esta y otras intervenciones brillantes dieron lugar a que sea escogido secretario de las cortes y luego el 13 de marzo de 1813 se lo incorpore como miembro y secretario de la diputación permanente. El 2 de febrero de 1814 fue uno de los valientes que firmó el decreto que intimaba a Fernando VII, para ser reconocido como rey. La firma de este decreto provocó la persecución por parte del absolutismo de todos los firmantes, lo que motivó que Olmedo, para poder librarse, se escondiera en Madrid hasta el año 1816, que fue cuando por fin pudo zarpar hacia Guayaquil. La llegada de Olmedo a Guayaquil se produjo el 28 de noviembre de 1816. Su regreso a esta ilustre ciudad fue particularmente especial ya que conoció a doña María Rosa de Icaza y Silva, de quien quedó profundamente enamorado y con quien el 24 de marzo de 1817 formó un hogar que dio como fruto dos hermosas niñas, Virginia y Rosa Perpetua, y un varón, José Joaquín. Los tres años que siguieron a su matrimonio fueron de extremada calma para él, ya que utilizó este tiempo para dedicarlo a su pasión literaria, dando como resultados verdaderas joyas poéticas, sobresaliendo entre ellas l
    a silva escrita durante un viaje a Lima en el año 1817, titulada A un amigo en el nacimiento de su primogénito.

    El silencio sobre Olmedo: producto de intereses andinos

    “El gobierno representativo es la voluntad presunta manifestada por los órganos selectos y escogidos por los mismos pueblos, que, proponiendo siempre en las asambleas lo que parece mejor, rara vez se deja de hacer lo bueno” (tomado de Vigencia y permanencia de Olmedo, pág. 44). Esta frase, pronunciada por José Joaquín de Olmedo, nos deja ver cuáles eran los ideales de este hombre modelo que fue revolucionario, poeta, escritor, estadista... En fin, todo lo que era de provecho para una sociedad amante del progreso lo era él. Lastimosamente, el regionalismo y los obscuros intereses que se oponen al desarrollo económico y social de Guayaquil han mantenido en la penumbra la verdadera importancia de Olmedo en la época de formación de la república. Olmedo ha sido limitado por los historiadores serranos, que conforman la mayoría en el país, como el simple “autor del Canto a Junín”. ¡TREMENDA INJUSTICIA! Olmedo debe ser entendido como precursor de la independencia no sólo de Guayaquil, sino del Ecuador entero, como defensor de la libertad del ser humano, como formador de juventudes e ideales, como estadista y gran filósofo (por los tratados de filosofía que escribió). Los ejemplos claros de esta marginación que le hacen al “poeta Olmedo” se aprecian claramente cuando, en el libro de Enrique Ayala Mora Nueva Historia del Ecuador, en su volumen ocho, se lo ubica dentro del capítulo de Literatura ecuatoriana. Si bien se hace referencia a grosso modo de sus múltiples ocupaciones en la vida política, éstas son hechas para ser comparadas y disminuidas en comparación a las literarias, ya que dice textualmente en la página 88: “Olmedo desempeñó un papel preponderante en la historia nacional de la primera mitad del siglo XIX; pero, en el ámbito literario, desbordó completamente los límites del país y de su tiempo, y su obra lo consagra como uno de los más grandes poetas hispanoamericanos”. Este historiador ibarreño una vez más nos demuestra cómo la figura de Olmedo es disminuida a la del simple poeta y, si por error o por casualidad se lo llega a nombrar como parte de la historia política, es para minimizarlo en este plano y alzarlo como el gran poeta, “autor del Canto a Junín”.

    El ejemplo más claro de este gran atropello es el que se evidencia en el libro del historiador quiteño Jorge Salvador Lara Historia contemporánea del Ecuador, cuando se refiere a Olmedo en tres líneas, mientras que a José Mejía Lequerica le dedica nada más y nada menos que cuatro páginas (solamente para su accionar en las cortes de Cádiz). Pero este mal llamado historiador no se queda ahí, sino que minimiza la revolución octubrina... En su libro, mientras el levantamiento de Quito es “una revolución de trascendencia nacional, continental y mundial”, el de Guayaquil no es más que un simple “alzamiento”. Esto demuestra cómo hacen tanto daño al país estas personas que se dejan influenciar por las más bajas pasiones y los deformes criterios personales para cambiar la historia, que -supuestamente- nos debe servir de modelo para no cometer los errores del pasado. ¿Qué podemos aprender si individuos prejuiciosos, falseadores de la verdad y con un claro punto de vista andino céntrico son quienes escriben la historia que aprendemos? La respuesta es simplemente NADA.

    Olmedo, el padre de la Patria

    Muy pocas veces, en una sola persona, se encuentra la sumatoria de tantos atributos que lo llevan a configurar un ser excepcional, que vuelca sus esfuerzos y prodigaciones en favor de los demás, consagrando su vida hacia la búsqueda y consecución de los más grandes objetivos y aspiraciones del hombre como son la libertad y la justicia.

    El guayaquileño José Joaquín de Olmedo y Maruri suma todos esos atributos, en medio de una actitud humana que lo eleva por sobre los demás patriotas con quienes compartió los desvelos y sacrificios para poner fin a más de cuatro siglos de sojuzgamiento, esclavitud y tiranía, que impusieran los conquistadores españoles.

    Él formó parte de esa pléyade de hombres notables de lo que hoy es América Latina que bajo la feliz inspiración del Precursor Francisco de Miranda, se aglutinaron a la sombra de las logias masónicas lautarianas, que levantaron columnas en Londres en 1800 bajo el nombre de Gran Reunión Americana y cuyos miembros se autodenominaban Los Caballeros Racionales.

    Compartió las luchas por la libertad de América junto a Bolívar, San Martín, O'Higgins, Sucre, Santander, Andrés Bello, José Mejía, Juan Pío Montúfar, José de Villamil, León de Febres Cordero, Miguel Letamendi, Luis Urdaneta, Francisco María Roca, José de Antepara, Francisco de Marcos, Lorenzo de Garaicoa, Francisco de P. Lavayen y Rafael Casona. Asumió la tarea de hacer la revolución del 9 de Octubre de 1820.

    Consciente de su capacidad, declinó la jefatura de las fuerzas revolucionarias, pero les dio su aporte organizativo, su talento y capacidad para consolidar la libertad, erradicando la esclavitud, imponiendo la justicia, el orden; y por sobre todas las cosas, organizó el primer ejercito para liberar Quito y demás pueblos que hoy conforman la República.

    Olmedo siempre tuvo conciencia de país, abogó por el respeto a la decisión del pueblo para escoger su destino, le consagró sus mejores esfuerzos, iniciativas y desvelos, siendo su arquitecto y albañil, hasta ser considerado con toda justicia el Padre de la Patria.

    Olmedo y Rocafuerte, el dúo dinámico

    Olmedo y Rocafuerte, como paisanos y amantes de la libertad, con una formación masónica, establecieron una gran amistad y lucharon por la independencia de la Patria. Tanta era su compaginación que, cuando Rocafuerte fue a Inglaterra prologó y publicó el Discurso sobre las mitas de América, que había sido pronunciado por Olmedo en 1812. El acto más significativo de estos ilustrísimos personajes fue pedir al Consejo Real el establecimiento de un obispado y un seminario en Guayaquil. Si bien el Consejo no aceptó aquella petición, por lo menos escogió a José Ignacio Cortázar y Lavayen, pariente de Rocafuerte, para obispo de Cuenca, diócesis a la que pertenecía Guayaquil.

    El 9 de octubre de 1820: la verdadera revolución

    José Joaquín de Olmedo fue un hombre como pocos no solamente por sus valores, sus dotes poéticos, sus principios e inteligencia, sino también porque hizo lo que la mayoría de los hombres nunca hace: convertir sus ideales en acción. Es esta capacidad la que genera la gesta independentista más gloriosa de la historia del Ecuador: la revolución octubrina. Esta revolución promovida por Olmedo fue la primera verdadera revolución en Ecuador... Verdadera, porque fue la primera en proponer un cambio completo al sistema monárquico que regía el Ecuador por esos días, ya que el 10 de agosto de 1809 había sido un intento de asonada realizado por marqueses y nobles, lo que dio lugar a traiciones y dubitaciones. Aquella revolución del 10 de agosto de 1809 no proponía nada más que un cambio de actores dejando igual la obra, en pocas palabras, cambiaban los que estaban al mando pero el sistema seguía igual. Este motivo fue lo que produjo que la asonada del 10 de agosto no tuviera éxito; pero, en cambio, la revolución octubrina fue indiscutiblemente exitosa. Ésta no se inspiró en la del 10 de agosto... Llegó después por el simple hecho de que los guayaquileños estaban conscientes de que no estaban listos para una revolución y de que, por más que la revolución hubiese triunfado, de nada habría servido porque América habría seguido bajo el yugo español. Guayaquil buscaba inscribir su proyecto de libertad y alcanzar su independencia en el momento en que Hispanoamérica estuviese madura para intentar la ruptura total con el coloniaje, no antes. Esta actitud ha sido interpretada con ligereza por algunos historiadores, que han esgrimido la falacia que la negativa de los guayaquileños de apoyar a los quiteños en el movimiento del 10 de agosto de 1809, se debió a sentimientos regionales adversos. Esto es totalmente alejado de la verdad. Éstos no se comprometieron, no sólo porque su situación económica estaba en óptimas condiciones y en ascenso, y no sentían la necesidad de levantarse contra la corona, sino, básicamente, porque juzgaron no estar listos, pues las condiciones que se requerían para tener éxito aún no se daban.

    Tan cierta era esta limitación en 1809 que Bolívar y los hombres agrupados en torno a él, aprendían apenas el arte de la rebelión en el cónclave secreto de su propiedad de El Palmito a orillas del río La Guayra. Y San Martín ni siquiera había llegado a Buenos Aires desde Europa. Es decir que las guerras de independencia como procesos bélicos estaban recién en gestación. Consecuentemente, sumarse a un movimiento carente de estrategia, de profundidad, de ejército, y huérfano de sustentación continental, que en cualquier momento resultaría aplastado, habría sido un sueño de opio, equivalente a lanzarse a un despeñadero. Eso es lo que el coronel Jacinto Bejarano quiso decir con “estamos listos, pero no están listas las condiciones externas”.

    El escenario adecuado no existía aún: podríamos decir que los guayaquileños, con algo de visión y astucia mercantil, lo percibieron así. Todavía estaban empeñados en clarificar su situación económica, negociar sus impuestos, gravámenes a sus transacciones, etc. Olmedo, pese a que su pensamiento no se aparta de alcanzar la independencia, y la autonomía para su patria, va a las Cortes en plan de defensor del indígena, como negociador de facilidades para las colonias, es decir, como un diputado en pos de una legislación adecuada para progresar social y económicamente. Era necesario esperar el momento oportuno para evitar el fracaso, y éste empezó a llegar cuando toda América se empeñó en romper el yugo que la humillaba. Eso, precisamente, pusieron en práctica, pues la experiencia quiteña que sólo sería viable la independencia si la concebían dentro de una visión macro y la incorporaban a un proceso continental. Y así lo hicieron.

    Cuando el imperio español estuvo agotado y debilitado militarmente por los sucesivos enfrentamientos con las potencias extranjeras, la monarquía, asediada interna y externamente, y su ejército fragmentado en muchos frentes de insurgencia, fue la hora decisiva. Entonces tomaron la resolución de alcanzar su emancipación. Los líderes de Guayaquil calcularon, meditaron, planificaron y midieron sus pasos. Respondían más a una lógica de pensar bien para no fracasar.

    Recordemos, así mismo, que el eje político de la independencia de Hispanoamérica, que buscaba involucrar su lucha a un movimiento único continental, estaba dado por las sociedades secretas, especialmente la masonería, en la cual militaban los liberales de Guayaquil. Por otro lado, es necesario aclarar que coexistieron dos planes distintos de independencia: el monárquico o fidelista del 10 de agosto de 1809 (identificado con las elites serranas) y el de Guayaquil y la Costa, cuyos líderes ilustrados alcanzaron la ruptura total del régimen monárquico el 9 de octubre de 1820.

    La importancia de Olmedo en la gesta del 9 de octubre de 1820 radica en ese arrojo que tenía para dirigir todo y liderar intelectualmente la revolución. Olmedo, después de haber alcanzado el triunfo, aceptó el cargo de Jefe Supremo, no por vanidad ni por deseos de gloria, sino porque era un patriota y, como tal, sus principios le obligaban moralmente a servir a su pueblo en busca de un desarrollo sostenido y una extirpación de este mal llamado dictadura, que, lamentablemente y mediante la fuerza, sería impuesta años más tarde por el “libertador” Bolívar.

    Un ejemplo del menosprecio a Olmedo y a Guayaquil se evidencia en el libro Historia del Ecuador: Procesos Sociales, de Editorial Santillana. Este libro es usado como texto de enseñanza en el sexto curso de secundaria. El susodicho libro le dedica media página a la independencia de Guayaquil, y dos páginas a la de Quito. Aparte, dice lo siguiente acerca de Guayaquil: “El cabildo y los propietarios de Guayaquil negaron su apoyo a los insurgentes de Quito, y más bien colaboraron en la represión de la insurgencia quiteña; pero ello no los liberó ni alivió de las prácticas monopólicas de los comerciantes del Consulado de Lima en el negocio del cacao”. ¡Cómo es posible que esta visión andino céntrica, que a la larga no es más que una sarta de mentiras, sea lo que los estudiantes de colegio aprenden acerca de cómo se dio la historia y de cuál fue el papel de Guayaquil en ésta! En el libro antes referido, ni en broma se lo menciona a Olmedo. ¿Será acaso que hay intereses obscuros que no quieren que se conozca al verdadero Olmedo? Así mismo, en el mencionado libro, se le dedica una página entera a la tristemente célebre “Constitución Quiteña de 1812”, mientras que al Reglamento Provisorio de Guayaquil ni siquiera se lo menciona.

    Esto nos muestra cómo lastimosamente los historiadores quiteños se han encargado de dejar en el olvido la gesta independentista del 9 de octubre de 1820, así como la insigne figura de don José Joaquín de Olmedo.

    Olmedo, la masonería y la libertad

    Olmedo junto a un grupo de patriotas guayaquileños, miembros de la Masonería Universal, constituidos en la logia “Estrella de Guayaquil”, cuyo venerable maestro era Francisco María Roca, planificaron la revolución del 9 de octubre de 1820, que puso fin a más de tres siglos del colonialismo español.

    La logia “Estrella de Guayaquil” levantó columnas en 1819 dependiente de la logia Lautaro, de Buenos Aires; y José de Villamil elaboró el Ritual de Trabajo, cuyo manuscrito de su puño y letra, reposa en el archivo de la Muy Respetable Gran Logia del Ecuador en Guayaquil.

    El mismo día 9 de octubre de 1820, Olmedo comandante de la Junta de Gobierno de Guayaquil constituye la División Protectora de Quito, que sería el primer ejército al mando de Luis Urdaneta y León Febres Cordero como segundo comandante.

    El 10 de octubre de 1820 promulga por bando la primera ley de elecciones libres y democráticas para elegir 57 diputados en 24 centros electorales ubicados en Guayaquil, Samborondón, Babahoyo, Caracol, Baba, Puebloviejo, Palenque, El Estero, Balzar, Daule, Santa Lucía, Yaguachi, Balao, Machala, El Morro, Chongón, Colonche, Chanduy, La punta, Jipijapa, Montecristi, Charapotó, Pichota y Canoa.

    El 8 de noviembre de 1820 convoca la Primera Asamblea de Representantes de Guayaquil con delegados de pueblos que hoy forman las provincias de Guayas, Manabí, El Oro, Los Ríos y Bolívar. Como Asamblea Constituyente expide el Reglamento Provisorio Constitucional de Guayaquil, que es, sin más ni más, la primera Constitución de la República del Ecuador.

    Este Reglamento provisorio trae los elementos básicos de una Carta Fundamental que exige el Derecho Constitucional moderno como Estado libre e independiente, de religión católica, de gobierno electivo; reglamenta las funciones Ejecutiva y Judicial y el área militar, y norma la gestión electoral.

    La primera bandera de Guayaquil y de la República del Ecuador, fue la del Taller del Valle Masónico de Guayaquil, con cinco franjas horizontales: dos blancas y tres celestes, tres estrellas al centro, que representaban los Departamentos de Guayaquil, Quito y Cuenca y tuvo vigencia hasta el 26 de septiembre de 1860, cuando fue substituida por García Moreno, a cambio del tricolor de la Gran Colombia.

    Así mismo, el primer himno de Guayaquil y, por ende, de la República correspondió a la autoría de José Joaquín de Olmedo.

    Olmedo, el gran defensor del carácter autónomo de Guayaquil


    José Joaquín de Olmedo, un tribuno liberal y amante empedernido de la libertad, se enfrentó en no pocas ocasiones a personajes de la talla de Simón Bolívar y San Martín para hacer prevalecer la calidad de provincia autónoma de la que gozaba Guayaquil. Olmedo, incluso cuando vio que ya no tenía recursos para mantener la calidad autónoma de Guayaquil, se hizo respetar y le dejó las cosas bien en claro a Simón Bolívar quien, ya para ese entonces, se había convertido en todo lo que él había criticado. Olmedo promulgó la autonomía de Guayaquil; y esto fue lo que enfadó al “libertador”, llevándolo a pronunciar las palabras: “Una ciudad y un río no hacen un país”. Una autonomía que no aislaba a la provincia, sino que reconocía la necesidad de asociarse a otro país, pero respetando la libertad de Guayaquil. ¡Esto fue lo que no entendió Bolívar! Algunos historiadores han aseverado que Olmedo quiso anexar Guayaquil a Perú o a Colombia, pero esto simplemente no es verdad porque Olmedo en ninguno de sus escritos lo manifiesta de esta forma. Lo que él sí manifiesta es que “habrá que esperar a ver cómo se van dando las situaciones para ver a cuál de los dos territorios independientes le conviene más a la provincia unirse en calidad de provincia autónoma”. Otro punto para comprobar que aquello es mentira es que, si Guayaquil se hubiera querido unir a Colombia, ¿por qué Bolívar necesitó dos mil hombres para poder asegurar la “anexión voluntaria”?, Como él mismo lo manifestó en una de sus cartas. Olmedo no tuvo los recursos para enfrentar esta anexión impuesta por el “libertador”. Por eso y para evitar males y desastres al pueblo, prefirió dejar el poder político que ejercía en la provincia. Es por esta actitud pacificadora y con tendencia a buscar siempre el bien colectivo que se vuelve imperioso para los fines de este escrito transcribir la carta que Olmedo dirigió al “libertador”:


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    POESÍA SOCIAL I (En la primera páqgina hay un índice de autores) - Página 16 Empty Re: POESÍA SOCIAL I (En la primera páqgina hay un índice de autores)

    Mensaje por Lluvia Abril Vie 20 Mar 2015, 19:10

    Excmo. Señor Libertador Simón Bolívar, etc., etc.,

    Muy señor mío, y (si usted me lo permite todavía) mi respetado amigo:

    Es imposible que Ud. no haya observado que mi situación aquí es difícil y violenta; ni a Ud. pueden escondérsele las causas. Esta observación justificará todos los pasos de mi conducta política, especialmente habiéndome hallado siempre en medio del conflicto de opiniones y pasiones ajenas desde el principio de mi consulado hasta más allá de su término.

    Algunos me acusan de no haber tenido un voto pronunciado en la materia del día; sin atender a que, hallándome a la cabeza de este pueblo, mi carácter público exigía una circunspección bien rara que moderase el calor de los partidos interiormente, y que impidiese que las pretensiones extrañas se precipitasen, aún estando dudosa la existencia política de la Provincia.

    Otros me acusan de no haber sostenido los derechos de este pueblo y de haber vendido la Provincia, habiendo llegado a tal extremo el acaloramiento, que aun se han formado planes para atropellar esta casa, que no es mía, y hacer un atentado.

    Otros, en fin, me acusan de no haber hecho protestas y reclamaciones por los últimos sucesos; como si yo debiese preparar una desavenencia entre pueblos hermanos, y encender el primero la tea de la discordia.

    Yo puedo equivocarme; pero creo haber seguido en el negocio que ha terminado mi administración la senda que me mostraban la razón y la prudencia: Esto es, no oponerme a las resoluciones de Ud. para evitar males y desastres al pueblo, y no intervenir ni consentir en nada para consultar a la dignidad de mi representación.

    Yo tomo, pues, el único partido que puedo, separarme de este pueblo, mientras las cosas entran en su asiento y los ánimos recobran su posición natural. Sólo la malignidad podrá decir que pretendo evadir el juicio de residencia; pues es notorio a todos que nosotros mismos hemos provocado ese juicio, y que hemos dado en el auto de convocatoria una latitud mayor de la que daba la ley. Teniendo firmeza bastante para oír una sentencia del tribunal más severo, no debo tener la debilidad de sujetarme a un tribunal incompetente, por humano y benévolo que sea.

    Sé que está preparada nuestra acusación y aun escrita la sentencia. La condenación del Gobierno aseguran que es el principal argumento para justificar cuanto se le ha hecho. No lo dudo, pues todas las apariencias lo confirman, y cuando en los papeles oficiales se dan a luz exposiciones detractoras, mentirosas, infames, y cuya trama es tan groseramente urdida, que el miserable autor no ha reparado en que ha hecho decir y escribir a un mismo tiempo a tres o cuatro pueblos distintos y distantes muchas leguas, las mismas acriminaciones, con los mismos pensamientos, en las mismas frases, y aun con las mismas palabras. ¡Qué pobreza de imaginación! Pero yo miro todas esas cosas como nubes que vagan y se disipan debajo de mis pies.

    Mas sería precisa toda la filosofía de un estoico o la imprudencia de un cínico para ver el abuso que se ha hecho del candor de estos pueblos, obligándolos a decir que han sufrido bajo de nosotros un yugo más insoportable que el español, y para ver esta impostura autorizada con el nombre de Ud. en los papeles públicos, difundidos por todas partes; y sin embargo, permanecer en este país, o en cualquier otro de América, donde el conocimiento de nuestra honradez y de nuestros puros sentimientos por la Patria y la Libertad no desmientan altamente aquella atrocísima calumnia. ¡Qué dirán los Gobiernos libres con quienes hemos tenido relaciones, y a quienes llegó nuestro nombre con honor! ¡Vaya que ha sido hermoso el premio de tantos desvelos porque fuese este pueblo tan feliz como el primero, y más libre que ninguno! No crea Ud. que hablo irónicamente. Una aclamación popular me sería menos grata. Usted sabe por la historia de todos los siglos cuál ha sido la suerte de los hombres de bien en las revoluciones; y es dulce participar de una desgracia más honrosa que un triunfo.

    Yo me separo, pues, atravesado de pesar, de una familia honrada que amo con la mayor ternura, y que quizás queda expuesta al odio y a la persecución por mi causa. Pero así lo exige mi honor. Además, para vivir, necesito de reposo más que del aire: mi Patria no me necesita; yo no hago más que abandonarme a mi destino.

    Soy y seré siempre de Ud. atento y respetuoso servidor y amigo,

    José de Olmedo.

    ¡QUÉ PATRIOTA, OLMEDO! ¡Qué carácter moral, qué altura, qué cantidad de valores que demuestra al enfrentarse de una forma muy respetuosa nada más y nada menos que a Simón Bolívar, diciéndole las cosas tal y como eran, reclamando por lo hecho a Guayaquil y haciéndose respetar! Olmedo le demuestra que, a pesar de las calumnias que levantan en su contra, él no se doblega ni se amilana, sino que teme por el bien de su pueblo y de su familia; en ningún momento dice temer por él. ¡Qué lección de moral y hombría nos da Olmedo a los jóvenes! Él dice que, pese a que su familia puede quedar expuesta al odio y a la persecución, su honor le exige retirarse y no ser parte de esa nueva forma de dictadura. Olmedo refleja en esta carta el verdadero lado del “libertador” Bolívar, demostrando que sabe hacer correcto uso de la diplomacia, porque, aunque se siente profundamente dolido, no devela su enojo de forma grosera ni soez, sino más bien con un sutil tacto para exponer su punto de vista y hacerse respetar. Esta carta nos deja ver que Olmedo, cuando se trataba de luchar por Guayaquil y sus ideales, no le tenía miedo a nada ni a nadie. Fue por esa razón que logró que tuvieran éxito las revoluciones octubrina y marcista.

    Olmedo podría ser malinterpretado por este amor que le tiene a su ciudad natal como regionalista y amante del separatismo. Sin embargo, esto no sería más que otra de las tantas calumnias levantadas por los historiadores serranos contra este noble personaje. Olmedo en ningún momento da muestras de regionalismo; más bien da muestras de buscar un país unido en las frases que pronuncia en la “Proclama de la victoria del Pichincha” el 9 de junio de 1822:

    Cuando nos propusimos ser libres, no podíamos dejar gemir en la opresión a los pueblos que nos rodeaban; la empresa era grandiosa, y los tiranos miraron con desdén nuestro noble arrojo...

    Guayaquileños, Quito ya es libre: vuestros votos están cumplidos; la Provincia os lleva por la mano al templo de la paz, a recoger los frutos de vuestra confianza y de vuestros sacrificios.

    Esto nos da una idea de la ideología unitaria que tenia este hombre; buscaba la unidad del país ante todo. No se aislaba en la idea de “una ciudad y un río haciendo un país”; buscaba una verdadera nación unitaria e independiente donde no existiesen el regionalismo ni el odio entre hermanos de un mismo continente.

    La revolución del 16 de abril de 1827: logro del pensamiento autonomista de Olmedo

    El tema de autonomías y los reclamos de los guayaquileños por este motivo no son nuevos. El 16 de abril de 1827, el pueblo guayaquileño se levantó en contra de la dictadura bolivariana. Con motivo de la visita del mariscal La Mar a su propiedad agrícola “Buijo”, se le nombró Jefe Supremo de Guayaquil y se declaró a la provincia una provincia federal de Colombia. Este no fue un movimiento separatista, como algunos historiadores andinos plantean. Fue más bien un reclamo de la gente por las injusticias que cometían los funcionarios puestos al frente de la provincia por la dictadura del “libertador”. No fue “una protesta aislada de unos cuantos guayaquileños separatistas”; fue un levantamiento de Guayaquil y de algunos regimientos del Perú que lo respaldaron. Entre los miembros de este batallón sobresale la figura del general Antonio Elizalde. Él venía hacia Guayaquil para hacerse cargo de la ciudad. Hasta tanto, el coronel Vicente González, quien no es gratamente recordado por la historia, fue a pedirle la sumisión a Elizalde, quien se negó y exigió que la provincia de Guayaquil sea desocupada. Cuando González huyó, Elizalde entró en la provincia y se designó Jefe Supremo al mariscal la Mar que se encontraba visitando su propiedad agrícola “Buijo”. Se escogió a La Mar ya que el pueblo guayaquileño confiaba y tenía conocimiento de los valores morales que regían su vida. Después de asumir el mando el mariscal La Mar se informó al Gobierno de Colombia que Guayaquil se convertía en una provincia federal, y también se mantuvo informado al gobierno de Colombia de todo lo que pasaba en la provincia. La Mar renunció un tiempo después para asumir la presidencia del Perú. Bolívar borró del mapa el periódico El Patriota de Guayaquil “por ser pro-federalismo”, y en su lugar implantó El Colombiano del Guayas, que solo difundía la visión de la dictadura. Este ejemplo nos muestra claramente cuál era el sentido de democracia que tenía el TIRANO “libertador”.

    Autonomías, un legado de Olmedo

    Hoy en día el país se bate en una terrible crisis democrática debido a la inviabilidad del centralismo; pero, por los intereses de unos pocos, el centralismo se mantiene a pesar del clamor popular. ¿Será que los gobernantes están esperando un nuevo 16 de abril de 1827? No tengo la respuesta a esta pregunta; pero lo que sí puedo afirmar es que Guayas no está pidiendo lo que no le corresponde. Lo que Guayas pide es lo que desde la época del gran Olmedo se nos ha venido negando... Lo que Guayas pide es que, después de 171 años de república, se haga justicia. Las autonomías son en esencia un legado de Olmedo, ya que él era un defensor de las libertades del individuo y, por ende, de las autonomías. Olmedo luchó y defendió el carácter autonómico de la provincia del Guayas, incluso después de haber renunciado a su cargo, en esa famosa carta a Bolívar en la que le reclamó por todo lo hecho contra su persona y contra la provincia de Guayaquil. Por este motivo, para que Olmedo pueda descansar en paz, las autonomías deben ser implementadas, porque fue ése el mayor sueño que él tuvo para su provincia.

    6 de marzo de 1845: la segunda independencia de la patria

    En esa fecha ocurrió la segunda independencia de la patria, porque con ella se eliminó el militarismo extranjero que nos había gobernado desde hacía 15 años. Lastimosamente, los historiadores andinos siempre se han encargado de mantener en el olvido a José Joaquín de Olmedo, persona clave en esta revolución, y al verdadero significado de esta revolución en sí. Solamente como muestra tenemos el caso del historiador quiteño Eduardo Muñoz Borrero, que en su libro En el palacio de Carondelet da la siguiente descripción de lo que fuera la revolución del 6 de marzo y el posterior Gobierno provisorio que se formaría:

    Llega el año 1845. La conspiración avanza. Su centro está en Guayaquil. Rocafuerte, el poeta Olmedo, y hasta el general Urbina, hasta ayer partidario de Flores, preparan allí el movimiento. A todos los mueve don Vicente Ramón Roca. Y el jefe militar será Antonio Elizalde.

    Una fecha para recordar: 6 de marzo de 1845 / En este día, el general Moreno Ayarza, el general Elizalde y otros altos oficiales preséntanse en el cuartel de artillería. Allí se pronuncian contra el Gobierno. Y numerosos jóvenes van al cuartel para armarse. Hay algún combate en la parroquia Guayaquil. Al cabo, don Manuel Espantoso, espantado, renuncia y capitula. Fórmase un Gobierno Provisional, un triunvirato, en el que Olmedo representa a Quito; Roca, al distrito del Guayas; Diego Noboa, al del Azuay, cuya capital es la docta Cuenca. Este triunvirato modifica la bandera ecuatoriana y borra los 15 años de gobierno “extranjero” de Flores. En adelante, 1845 será indicado como el año primero de la libertad. ¡Vaya entusiasmo!

    Los tres hombres del momento son respetables y respetados. Olmedo, cumbre de las letras y la cultura hispanoamericana, autor del Canto a Junín y de otro poema no menos notable, Oda a Miñarica, escrita hace once años y en la que elogiaba a Flores, vencedor contra la anarquía de 1835. No es que él haya cambiado, sino que dicho general se ha convertido en Presidente Perpetuo, en una especie de déspota, a quien buena parte de Ecuador, desde hace dos años, ha deseado ver fuera del poder.

    Vicente Ramón Roca es hombre de talento y de carácter. Tiene gran prestigio, sobre todo en Guayaquil, de donde es oriundo. Corren por su sangre algunas gotas de sangre negra. Tal vez por esto, “porque nadie odia tanto como el mulato”, le combate a Flores desde hace cuatro años tenazmente, con verdadera saña. Ocupará la presidencia poco tiempo después.

    Nuevo combate el 9 de mayo y nueva derrota de los rebeldes…

    La lectura de esta sarta de mentiras y tergiversación de información no puede causar otro sentimiento que indignación y coraje. Cómo es posible que este individuo que es miembro correspondiente de la Academia Nacional de Historia, cuyo fin debería ser informar la realidad de los hechos tal como sucedieron, se dedique al bajo fin de tergiversar el verdadero significado de la revolución marcista. Analicemos detenidamente las palabras de este historiador quiteño: Primero, él se refiere a esta noble revolución como una “conspiración”, dando muestra de claro desprecio hacia este hecho histórico tan importante y dando a entender que todos los que participaron en él eran conspiradores. Segundo: se refiere al gran liberal, maestro, amante de la democracia, republicano y prócer Olmedo como “el poeta Olmedo”, una vez más limitándolo y menospreciándolo. No contento con esto, este individuo dice que es Roca el que mueve todo, cuando las páginas de la historia (de la verdadera historia) relatadas magistralmente por el libro Las calles de mi ciudad, escrito por el historiador guayaquileño José Antonio Gómez Iturralde, refiriéndose a Olmedo, dice: “En 1845 encabezó y presidió la revolución del 6 de marzo que derrocó al general Flores”. Este libro se encarga de demostrar que es Olmedo el mentalizador de todo esto, no Roca, como lo plantea Muñoz. Este individuo, a pesar de ya haber masacrado la verdad, sigue dándole, y dice que hubo “algún combate en la parroquia Guayaquil”, cuando la verdadera historia nos cuenta que lo que hubo en aquella revolución fue un combate sangriento que duró hasta el día siguiente. Este mal llamado historiador, ya habiendo demostrado hasta aquí un profundo regionalismo y odio hacia todo lo que venga de la Costa, y especialmente de Guayaquil, no se limita sólo a falsear la verdad, sino que también emite un comentario y sarcástico y de mal gusto: “¡Vaya entusiasmo!” Con esto da a entender que los próceres del 6 de marzo no eran más que un grupo de traidores y regionalistas. Y aún hay más... La peor de cuantas estupideces pueda escribir en su libro es limitar al gran Olmedo, que ha sido prócer de la independencia, diputado en la Corte de Cádiz y tribuno liberal, como “autor del Canto a Junín y de la Oda a Miñarica”. Sin embargo, esto no le bastó. Tenía que acabar con la imagen de Olmedo, como de hecho lo hizo cuando, con un toque de sátira cruel que solo puede ser escrita por los más viles seres, da a entender que Olmedo jugaba a lo que hoy en día se conoce como “camisetazo”. Si se lo dice a alguno de nuestros políticos actuales, no molestaría; pero para decírselo a alguien de la talla de Olmedo, que era una persona intachable en su honor y principios morales, se necesita estar lleno de odios y resentimientos. Aún después de esto, el calumniar injuriosamente a Olmedo no le fue suficiente... Decidió achacar a todos aquellos que participaron en la heroica revolución marcista, como lo hace al referirse en tono despectivo al doctor Roca diciendo que su combate hacia Flores era producto del tono de su piel. Se necesita tener una capacidad de raciocinio limitada para poder hacer tales aseveraciones. Y como para cerrar con broche de oro toda esta sarta de incoherencias que escribe en su libro, se refiere a todos aquellos patriotas de esa gloriosa revolución como “rebeldes”, y de milagro no los llamó “insurrectos”, sin poder faltar el sarcasmo característico de este autor para dar a entender como perdedores a los patriotas al escribir: “Nuevo combate el 9 de mayo y nueva derrota de los rebeldes”.

    Esta es la más clara muestra de por qué este hecho no ha transcendido en la Patria como lo que realmente es. Podríamos seguir dando ejemplos de estos casos; pero ni todo el papel del mundo nos alcanzaría para escribir las injusticias cometidas contra Olmedo y el grupo de valientes del 6 de marzo de 1845.

    No obstante, sería injusto para Olmedo, para el pueblo de Guayaquil y para el Ecuador entero dejar esto hasta aquí y quedarnos nada más que con la versión de Eduardo Muñoz Borrero... El historiador guayaquileño Melvin Hoyos escribe acerca de la revolución marcista en la revista Portavoz de mayo de 1999: “La revolución del 6 de marzo de 1845 es, después de la de octubre de 1820, el movimiento emancipador más importante que recuerda nuestra historia. En ella no sólo se consolidan la nacionalidad ecuatoriana y el espíritu democrático que debía mover a la joven república, sino que también, una vez más, sería Guayaquil quien se entregara en pos de un nuevo y mejor horizonte para la patria”. Estas líneas nos pueden dar una idea realista de lo que realmente fue la gloriosa revolución marcista.

    ¿Por qué rescatar el pensamiento de Olmedo?

    En los actuales momentos el país, sufre una falta de lideres y tenemos unos verdaderos dinosaurios participando en política que desde antes y después del retorno a la democracia han demostrado que no son capaces de manejar correctamente el país y peor aún repartir felicidad entre sus ciudadanos. ¡Qué falta nos hace un José Joaquín de Olmedo hoy en día! Olmedo hubiera sabido manejar los destinos del país acertadamente como ya lo demostró al frente de la Junta Provisoria de Gobierno. De ahí, la importancia y la vigencia de Olmedo... Olmedo como estereotipo no pierde vigencia; es una persona que, por la cantidad de valores morales y la hombría que demostró, debe ser modelo a seguir para los futuros gobernantes. Las ideas de Olmedo se mantienen a pesar del paso del tiempo. Una prueba concluyente de ello es que todavía se discute el tema de las autonomías. Olmedo fue tan apreciado que el día de su muerte el periódico guayaquileño El Seis de Marzo comunicaba su defunción, añadiendo: “Siempre prematura es la muerte que arrebata al hombre de genio a sus ciudadanos; el efecto y la admiración que inspira siempre se rebelan contra las mismas leyes de la naturaleza y los decretos del destino; pero, al menos, si algún consuelo puede aliviar el profundo dolor que nos causa tan funesto golpe, es la idea que la posteridad había empezado desde mucho tiempo atrás para Olmedo, y que, más feliz que el Homero griego, el cantor de Junín pudo en su vida gozar de todas sus glorias, sin que el soplo de la envidia haya conseguido empañar el brillo de su nombre” (tomado de Los periódicos guayaquileños en la historia, págs. 192 y 193). Este fragmento nos da una idea de quién era realmente José Joaquín de Olmedo. La figura de Olmedo tiene que ser rescatada de esas sombras donde ha sido ocultada por los historiadores andinos, porque si no se hace esto, estaríamos hablando de la desintegración de la república. Necesitamos líderes como Olmedo, no tiranos como Bolívar y Flores. Los problemas de liderazgo principalmente se deben a esto, a que las figuras que sobresalen siempre son las de los tiranos (como Bolívar y Flores) y no la de los patriotas y estadistas (como Olmedo). Mi intención al participar en este concurso no es participar y alcanzar el primer lugar. Mi objetivo como guayaquileño de corazón es lograr que por fin se haga JUSTICIA y que tanto Guayaquil y Olmedo reciban lo que por ley, historia, tradición y mérito les corresponde.


    _________________
    “Como siempre; apenas uno pone los pies en la tierra
    se acaba la diversión”.


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    Mensaje por Lluvia Abril Vie 20 Mar 2015, 19:14

    CANTO A BOLÍVAR




    El trueno horrendo que en fragor revienta
    y sordo retumbando se dilata
    por la inflamada esfera
    al Dios anuncia que en el cielo impera.
    Y el rayo que en Junín rompe y ahuyenta
    la hispana muchedumbre
    que, más feroz que nunca, amenazaba,
    a sangre y fuego, eterna servidumbre,
    y el canto de victoria
    que en ecos mil discurre, ensordeciendo
    el hondo valle y enriscada cumbre,
    proclaman a Bolívar en la tierra
    árbitro de la paz y de la guerra.
    Las soberbias pirámides que al cielo
    el arte humano osado levantaba
    para hablar a los siglos y naciones
    -templos do esclavas manos
    deificaban en pompa a sus tiranos-,
    ludibrio son del tiempo, que con su ala
    débil, las toca y las derriba al suelo,
    después en en fácil juego el jugaz viento
    borró sus mentirosas inscripciones
    y bajo los escombros confundido
    entre la sombra del eterno olvido
    -¡oh de ambición y de miseria ejemplo!-
    el sacerdote yace, el dios y el templo.
    Mas los sublimes montes, cuya frente
    a la región etérea se levanta,
    que ven las tempestades a su planta
    brillar, rugir, romperse, disiparse,
    los Andes, las enormes, estupendas
    moles sentadas sobre bases de oro,
    la tierra con su peso equilibrando,
    jamás se moverán. Ellos, burlando
    de ajena envidia y del protervo tiempo
    la furia y el poder, serán eternos
    de libertad y de victoria heraldos,
    que con eco profundo,
    a la postrema edad dirán del mundo:
    «Nosotros vimos de Junín el campo,
    vimos que al desplegarse
    del Perú y de Colombia las banderas,
    se turban las legiones altaneras,
    huye el fiero español despavorido,
    o pide paz rendido.
    Venció Bolívar, el Perú fue libre,
    y en triunfal pompa Libertad sagrada
    en el templo del Sol fue colocada».
    ¿Quién me dará templar el voraz fuego
    en que ardo todo yo? Trémula, incierta,
    torpe la mano va sobre la lira
    dando discorde son. ¿Quién me liberta
    del dios que me fatiga...?
      Siento unas veces la rebelde Musa,
    cual bacante en furor, vagar incierta
    por medio de las plazas bulliciosas,
    o sola por las selvas silenciosas,
    o las risueñas playas
    que manso lame el caudaloso Guayas;
    otras el vuelo arrebatada tiende
    sobre los montes, y de allí desciende
    al campo de Junín, y ardiendo en ira,
    los numerosos escuadrones mira,
    que el odiado pendón de España arbolan,
    y en cristado morrión y peto armada,
    cual amazona fiera,
    se mezcla entre las filas la primera
    de todos los guerreros,
    y a combatir con ellos se adelanta,
    triunfa con ellos y sus triunfos canta.
      Tal en los siglos de virtud y gloria,
    donde el guerrero sólo y el poeta
    eran dignos de honor y de memoria,
    la musa audaz de Píndaro divino,
    cual intrépido atleta,
    en inmortal porfía
    al griego estadio concurrir solía;
    y en estro hirviendo y en amor de fama
    y del metro y del número impaciente,
    pulsa su lira de oro sonorosa
    y alto asiento concede entre los dioses
    al que fuera en la lid más valeroso,
    o al más afortunado;
    pero luego, envidiosa
    de la inmortalidad que les ha dado,
    ciega se lanza al circo polvoroso,
    las alas rapidísimas agita
    y al carro vencedor se precipita,
    y desatando armónicos raudales
    pide, disputa, gana,
    o arrebata la palma a sus rivales.
      ¿Quién es aquel que el paso lento mueve
    sobre el collado que a Junín domina?
    ¿que el campo desde allí mide, y el sitio
    del combatir y del vencer desina?
    ¿que la hueste contraría observa, cuenta,
    y en su mente la rompe y desordena,
    y a los más bravos a morir condena,
    cual águila caudal que se complace
    del alto cielo en divisar la presa
    que entre el rebaño mal segura pace?
    ¿Quién el que ya desciende
    pronto y apercibido a la pelea?
    Preñada en tempestades le rodea
    nube tremenda; el brillo de su espada
    es el vivo reflejo de la gloria;
    su voz un trueno, su mirada un rayo.
    ¿Quién aquél que al trabarse la batalla,
    ufano como nuncio de victoria,
    un corcel impetuoso fatigando,
    discurre sin cesar por toda parte...?
    ¿Quién sino el hijo de Colombia y Marte?
      Sonó su voz: «Peruanos,
    mirad allí los duros opresores
    de vuestra patria; bravos Colombianos
    en cien crudas batallas vencedores,
    mirad allí los enemigos fieros
    que buscando venís desde Orinoco:
    suya es la fuerza y el valor es vuestro,
    vuestra será la gloria;
    pues lidiar con valor y por la patria
    es el mejor presagio de victoria.
    Acometed, que siempre
    de quien se atreve más el triunfo ha sido;
    quien no espera vencer, ya está vencido.»
      Dice, y al punto, cual fugaces carros,
    que dada la señal, parten y en densos
    de arena y polvo torbellinos ruedan,
    arden los ejes, se estremece el suelo,
    estrépito confuso asorda el cielo,
    y en medio del afán cada cual teme
    que los demás adelantarse puedan:
    así los ordenados escuadrones
    que del iris reflejan los colores
    o la imagen del sol en sus pendones,
    se avanzan a la lid. ¡Oh! ¡quién temiera,
    quién, que su ímpetu mismo los perdiera!
      ¡Perderse! no, jamás; que en la pelea
    los arrastra y anima e importuna
    de Bolívar el genio y la fortuna.
    Llama improviso al bravo Necochea,
    y mostrándole el campo,
    partir, acometer, vencer le manda,
    y el guerrero esforzado,
    otra vez vencedor, y otra cantado,
    dentro en el corazón por patria jura
    cumplir la orden fatal, y a la victoria
    o a noble y cierta muerte se apresura.
      Ya el formidable estruendo
    del atambor en uno y otro bando
    y el son de las trompetas clamoroso,
    y el relinchar del alazán fogoso,
    que erguida la cerviz y el ojo ardiendo
    en bélico furor, salta impaciente
    do más se encruelece la pelea,
    y el silbo de las balas, que rasgando
    el aire, llevan por doquier la muerte,
    y el choque asaz horrendo
    de selvas densas de ferradas picas,
    y el brillo y estridor de los aceros
    que al sol reflectan sanguinosos visos,
    y espadas, lanzas, miembros esparcidos
    o en torrentes de sangre arrebatados,
    y el violento tropel de los guerreros
    que más feroces mientras más heridos,
    dando y volviendo el golpe redoblado,
    mueren, mas no se rinden... todo anuncia
    que el momento ha llegado,
    en el gran libro del destino escrito,
    de la venganza al pueblo americano,
    de mengua y de baldón al castellano.
      Si el fanatismo con sus furias todas,
    hijas del negro averno, me inflamara,
    y mi pecho y mi musa enardeciera
    en tartáreo furor, del león de España,
    al ver dudoso el triunfo, me atreviera
    a pintar el rencor y horrible saña.
    Ruge atroz, y cobrando
    más fuerza en su despecho, se abalanza,
    abriéndose ancha calle entre las haces,
    por medio el fuego y contrapuestas lanzas;
    rayos respira, mortandad y estrago,
    y sin pararse a devorar la presa,
    prosigue en su furor, y en cada huella
    deja de negra sangre un hondo lago.
      En tanto el Argentino valeroso
    recuerda que vencer se le ha mandado,
    y no ya cual caudillo, cual soldado
    los formidables ímpetus contiene
    y uno en contra de ciento se sostiene,
    como tigre furiosa
    de rabiosos mastines acosada,
    que guardan el redil, mata, destroza,
    ahuyenta sus contrarios, y aunque herida,
    sale con la victoria y con la vida.
      Oh capitán valiente,
    blasón ilustre de tu ilustre patria,
    no morirás, tu nombre eternamente
    en nuestros fastos sonará glorioso,
    y bellas ninfas de tu Plata undoso
    a tu gloria darán sonoro canto
    y a tu ingrato destino acerbo llanto.
      Ya el intrépido Miller aparece
    y el desigual combate restablece.
    Bajo su mando ufana
    marchar se ve la juventud peruana
    ardiente, firme, a perecer resuelta,
    si acaso el hado infiel vencer le niega.
    En el arduo conflicto opone ciega
    a los adversos dardos firmes pechos,
    y otro nombre conquista con sus hechos.
      ¿Son ésos los garzones delicados
    entre seda y aromas arrullados?
    ¿los hijos del placer son esos fieros?
    Sí, que los que antes desatar no osaban
    los dulces lazos de jazmín y rosa
    con que amor y placer los enredaban,
    hoy ya con mano fuerte
    la cadena quebrantan ponderosa
    que ató sus pies, y vuelan denodados
    a los campos de muerte y gloria cierta,
    apenas la alta fama los despierta
    de los guerreros que su cara patria
    en tres lustros de sangre libertaron,
    y apenas el querido
    nombre de libertad su pecho inflama,
    y de amor patrio la celeste llama
    prende en su corazón adormecido.
      Tal el joven Aquiles
    que en infame disfraz y en ocio blando
    de lánguidos suspiros,
    los destinos de Grecia dilatando,
    vive cautivo en la beldad de Sciros:
    los ojos pace en el vistoso alarde
    de arreos y de galas femeniles
    que de India y Tiro y Menfis opulenta
    curiosos mercadantes le encarecen;
    mas a su vista apenas resplandecen
    pavés, espada y yelmo, que entre gasas
    el Itacense astuto le presenta,
    pásmase... se recobra, y con violenta
    mano el templado acero arrebatando,
    rasga y arroja las indignas tocas,
    parte, traspasa el mar y en la troyana
    arena muerte, asolación, espanto
    difunde por doquier; todo le cede...
    aun Héctor retrocede...
    y cae al fin, y en derredor tres veces
    su sangriento cadáver profanado,
    al veloz carro atado
    del vencedor inexorable y duro,
    el polvo barre del sagrado muro.
      Ora mi lira resonar debía
    del nombre y las hazañas portentosas
    de tantos capitanes, que este día
    la palma del valor se disputaron
    digna de todos... Carvajal... y Silva...
    y Suárez... y otros mil... Mas de improviso
    la espada de Bolívar aparece
    y a todos los guerreros,
    como el sol a los astros, oscurece.
      Yo acaso más osado le cantara,
    si la meonia Musa me prestara
    la resonante trompa que otro tiempo
    cantaba al crudo Marte entre los Traces,
    bien animando las terribles haces,
    bien los fieros caballos, que la lumbre
    de la égida de Palas espantaba.
      Tal el héroe brillaba
    por las primeras filas discurriendo.
    Se oye su voz, su acero resplandece,
    do más la pugna y el peligro crece.
    Nada le puede resistir... Y es fama.
    -¡oh portento inaudito!
    que el bello nombre de Colombia escrito
    sobre su frente, en torno despedía
    rayos de luz tan viva y refulgente
    que, deslumbrado el español, desmaya,
    tiembla, pierde la voz, el movimiento,
    sólo para la fuga tiene aliento.
      Así cuando en la noche algún malvado
    va a descargar el brazo levantado,
    si de improviso lanza un rayo el cielo,
    se pasma y el puñal trémulo suelta,
    hielo mortal a su furor sucede,
    tiembla y horrorizado retrocede.
    Ya no hay más combatir. El enemigo
    el campo todo y la victoria cede;
    huye cual ciervo herido, y a donde huye,
    allí encuentra la muerte. Los caballos
    que fueron su esperanza en la pelea,
    heridos, espantados, por el campo
    o entre las filas vagan, salpicando
    el suelo en sangre que su crin gotea,
    derriban al jinete, lo atropellan,
    y las catervas van despavoridas,
    o unas en otras con terror se estrellan.
    ¿Quién me dará templar el voraz fuego
    en que ardo todo yo? Trémula, incierta,
    torpe la mano va sobre la lira
    dando discorde son. ¿Quién me liberta
    del dios que me fatiga...?
      Siento unas veces la rebelde Musa,
    cual bacante en furor, vagar incierta
    por medio de las plazas bulliciosas,
    o sola por las selvas silenciosas,
    o las risueñas playas
    que manso lame el caudaloso Guayas;
    otras el vuelo arrebatada tiende
    sobre los montes, y de allí desciende
    al campo de Junín, y ardiendo en ira,
    los numerosos escuadrones mira,
    que el odiado pendón de España arbolan,
    y en cristado morrión y peto armada,
    cual amazona fiera,
    se mezcla entre las filas la primera
    de todos los guerreros,
    y a combatir con ellos se adelanta,
    triunfa con ellos y sus triunfos canta.
      Tal en los siglos de virtud y gloria,
    donde el guerrero sólo y el poeta
    eran dignos de honor y de memoria,
    la musa audaz de Píndaro divino,
    cual intrépido atleta,
    en inmortal porfía
    al griego estadio concurrir solía;
    y en estro hirviendo y en amor de fama
    y del metro y del número impaciente,
    pulsa su lira de oro sonorosa
    y alto asiento concede entre los dioses
    al que fuera en la lid más valeroso,
    o al más afortunado;
    pero luego, envidiosa
    de la inmortalidad que les ha dado,
    ciega se lanza al circo polvoroso,
    las alas rapidísimas agita
    y al carro vencedor se precipita,
    y desatando armónicos raudales
    pide, disputa, gana,
    o arrebata la palma a sus rivales.
      ¿Quién es aquel que el paso lento mueve
    sobre el collado que a Junín domina?
    ¿que el campo desde allí mide, y el sitio
    del combatir y del vencer desina?
    ¿que la hueste contraría observa, cuenta,
    y en su mente la rompe y desordena,
    y a los más bravos a morir condena,
    cual águila caudal que se complace
    del alto cielo en divisar la presa
    que entre el rebaño mal segura pace?
    ¿Quién el que ya desciende
    pronto y apercibido a la pelea?
    Preñada en tempestades le rodea
    nube tremenda; el brillo de su espada
    es el vivo reflejo de la gloria;
    su voz un trueno, su mirada un rayo.
    ¿Quién aquél que al trabarse la batalla,
    ufano como nuncio de victoria,
    un corcel impetuoso fatigando,
    discurre sin cesar por toda parte...?
    ¿Quién sino el hijo de Colombia y Marte?
      Sonó su voz: «Peruanos,
    mirad allí los duros opresores
    de vuestra patria; bravos Colombianos
    en cien crudas batallas vencedores,
    mirad allí los enemigos fieros
    que buscando venís desde Orinoco:
    suya es la fuerza y el valor es vuestro,
    vuestra será la gloria;
    pues lidiar con valor y por la patria
    es el mejor presagio de victoria.
    Acometed, que siempre
    de quien se atreve más el triunfo ha sido;
    quien no espera vencer, ya está vencido.»
      Dice, y al punto, cual fugaces carros,
    que dada la señal, parten y en densos
    de arena y polvo torbellinos ruedan,
    arden los ejes, se estremece el suelo,
    estrépito confuso asorda el cielo,
    y en medio del afán cada cual teme
    que los demás adelantarse puedan:
    así los ordenados escuadrones
    que del iris reflejan los colores
    o la imagen del sol en sus pendones,
    se avanzan a la lid. ¡Oh! ¡quién temiera,
    quién, que su ímpetu mismo los perdiera!
      ¡Perderse! no, jamás; que en la pelea
    los arrastra y anima e importuna
    de Bolívar el genio y la fortuna.
    Llama improviso al bravo Necochea,
    y mostrándole el campo,
    partir, acometer, vencer le manda,
    y el guerrero esforzado,
    otra vez vencedor, y otra cantado,
    dentro en el corazón por patria jura
    cumplir la orden fatal, y a la victoria
    o a noble y cierta muerte se apresura.
      Ya el formidable estruendo
    del atambor en uno y otro bando
    y el son de las trompetas clamoroso,
    y el relinchar del alazán fogoso,
    que erguida la cerviz y el ojo ardiendo
    en bélico furor, salta impaciente
    do más se encruelece la pelea,
    y el silbo de las balas, que rasgando
    el aire, llevan por doquier la muerte,
    y el choque asaz horrendo
    de selvas densas de ferradas picas,
    y el brillo y estridor de los aceros
    que al sol reflectan sanguinosos visos,
    y espadas, lanzas, miembros esparcidos
    o en torrentes de sangre arrebatados,
    y el violento tropel de los guerreros
    que más feroces mientras más heridos,
    dando y volviendo el golpe redoblado,
    mueren, mas no se rinden... todo anuncia
    que el momento ha llegado,
    en el gran libro del destino escrito,
    de la venganza al pueblo americano,
    de mengua y de baldón al castellano.
      Si el fanatismo con sus furias todas,
    hijas del negro averno, me inflamara,
    y mi pecho y mi musa enardeciera
    en tartáreo furor, del león de España,
    al ver dudoso el triunfo, me atreviera
    a pintar el rencor y horrible saña.
    Ruge atroz, y cobrando
    más fuerza en su despecho, se abalanza,
    abriéndose ancha calle entre las haces,
    por medio el fuego y contrapuestas lanzas;
    rayos respira, mortandad y estrago,
    y sin pararse a devorar la presa,
    prosigue en su furor, y en cada huella
    deja de negra sangre un hondo lago.
      En tanto el Argentino valeroso
    recuerda que vencer se le ha mandado,
    y no ya cual caudillo, cual soldado
    los formidables ímpetus contiene
    y uno en contra de ciento se sostiene,
    como tigre furiosa
    de rabiosos mastines acosada,
    que guardan el redil, mata, destroza,
    ahuyenta sus contrarios, y aunque herida,
    sale con la victoria y con la vida.
      Oh capitán valiente,
    blasón ilustre de tu ilustre patria,
    no morirás, tu nombre eternamente
    en nuestros fastos sonará glorioso,
    y bellas ninfas de tu Plata undoso
    a tu gloria darán sonoro canto
    y a tu ingrato destino acerbo llanto.
      Ya el intrépido Miller aparece
    y el desigual combate restablece.
    Bajo su mando ufana
    marchar se ve la juventud peruana
    ardiente, firme, a perecer resuelta,
    si acaso el hado infiel vencer le niega.
    En el arduo conflicto opone ciega
    a los adversos dardos firmes pechos,
    y otro nombre conquista con sus hechos.
      ¿Son ésos los garzones delicados
    entre seda y aromas arrullados?
    ¿los hijos del placer son esos fieros?
    Sí, que los que antes desatar no osaban
    los dulces lazos de jazmín y rosa
    con que amor y placer los enredaban,
    hoy ya con mano fuerte
    la cadena quebrantan ponderosa
    que ató sus pies, y vuelan denodados
    a los campos de muerte y gloria cierta,
    apenas la alta fama los despierta
    de los guerreros que su cara patria
    en tres lustros de sangre libertaron,
    y apenas el querido
    nombre de libertad su pecho inflama,
    y de amor patrio la celeste llama
    prende en su corazón adormecido.
      Tal el joven Aquiles
    que en infame disfraz y en ocio blando
    de lánguidos suspiros,
    los destinos de Grecia dilatando,
    vive cautivo en la beldad de Sciros:
    los ojos pace en el vistoso alarde
    de arreos y de galas femeniles
    que de India y Tiro y Menfis opulenta
    curiosos mercadantes le encarecen;
    mas a su vista apenas resplandecen
    pavés, espada y yelmo, que entre gasas
    el Itacense astuto le presenta,
    pásmase... se recobra, y con violenta
    mano el templado acero arrebatando,
    rasga y arroja las indignas tocas,
    parte, traspasa el mar y en la troyana
    arena muerte, asolación, espanto
    difunde por doquier; todo le cede...
    aun Héctor retrocede...
    y cae al fin, y en derredor tres veces
    su sangriento cadáver profanado,
    al veloz carro atado
    del vencedor inexorable y duro,
    el polvo barre del sagrado muro.
      Ora mi lira resonar debía
    del nombre y las hazañas portentosas
    de tantos capitanes, que este día
    la palma del valor se disputaron
    digna de todos... Carvajal... y Silva...
    y Suárez... y otros mil... Mas de improviso
    la espada de Bolívar aparece
    y a todos los guerreros,
    como el sol a los astros, oscurece.
      Yo acaso más osado le cantara,
    si la meonia Musa me prestara
    la resonante trompa que otro tiempo
    cantaba al crudo Marte entre los Traces,
    bien animando las terribles haces,
    bien los fieros caballos, que la lumbre
    de la égida de Palas espantaba.
      Tal el héroe brillaba
    por las primeras filas discurriendo.
    Se oye su voz, su acero resplandece,
    do más la pugna y el peligro crece.
    Nada le puede resistir... Y es fama.
    -¡oh portento inaudito!
    que el bello nombre de Colombia escrito
    sobre su frente, en torno despedía
    rayos de luz tan viva y refulgente
    que, deslumbrado el español, desmaya,
    tiembla, pierde la voz, el movimiento,
    sólo para la fuga tiene aliento.
      Así cuando en la noche algún malvado
    va a descargar el brazo levantado,
    si de improviso lanza un rayo el cielo,
    se pasma y el puñal trémulo suelta,
    hielo mortal a su furor sucede,
    tiembla y horrorizado retrocede.
    Ya no hay más combatir. El enemigo
    el campo todo y la victoria cede;
    huye cual ciervo herido, y a donde huye,
    allí encuentra la muerte. Los caballos
    que fueron su esperanza en la pelea,
    heridos, espantados, por el campo
    o entre las filas vagan, salpicando
    el suelo en sangre que su crin gotea,
    derriban al jinete, lo atropellan,
    y las catervas van despavoridas,
    o unas en otras con terror se estrellan.
    Crece la confusión, crece el espanto,
    y al impulso del aire, que vibrando
    sube en clamores y alaridos lleno,
    tremen las cumbres que respeta el trueno.
    Y discurriendo el vencedor en tanto
    por cimas de cadáveres y heridos,
    postra al que huye, perdona a los rendidos
      Padre del universo, Sol radioso,
    dios del Perú, modera omnipotente
    el ardor de tu carro impetüoso,
    y no escondas tu luz indeficiente...
    Una hora más de luz... -Pero esta hora
    no fue la del destino. El dios oía
    el voto de su pueblo; y de la frente
    el cerco de diamante desceñía.
    En fugaz rayo el horizonte dora,
    en mayor disco menos luz ofrece
    y veloz tras los Andes se oscurece.
      Tendió su manto lóbrego la noche:
    y las reliquias del perdido bando,
    con sus tristes y atónitos caudillos,
    corren sin saber dónde, espavoridas,
    y de su sombra misma se estremecen;
    y al fin en las tinieblas ocultando
    su afrenta y su pavor, desaparecen.
      ¡Victoria por la patria! ¡oh Dios, victoria!
    ¡Triunfo a Colombia y a Bolívar gloria!
      Ya el ronco parche y el clarín sonoro
    no a presagiar batalla y muerte suena
    ni a enfurecer las almas, mas se estrena
    en alentar el bullicioso coro
    de vivas y patrióticas canciones.
    Arden cien pinos, y a su luz, las sombras
    huyeron, cual poco antes desbandadas
    huyeron de la espada de Colombia
    las vandálicas huestes debeladas.
      En torno de la lumbre,
    el nombre de Bolívar repitiendo
    y las hazañas de tan claro día,
    los jefes y la alegre muchedumbre
    consumen en acordes libaciones
    de Baco y Ceres los celestes dones.
      «Victoria, paz -clamaban-,
    paz para siempre. Furia de la guerra,
    húndete al hondo averno derrocada.
    Ya cesa el mal y el llanto de la tierra.
    Paz para siempre. La sanguínea espada,
    o cubierta de orín ignominioso,
    o en el útil arado transformada
    nuevas leyes dará. Las varias gentes
    del mundo, que a despecho de los cielos
    y del ignoto ponto proceloso,
    abrió a Colón su audacia o su codicia,
    todas ya para siempre recobraron
    en Junín libertad, gloria y reposo.»
      «Gloria, mas no reposo» -de repente
    clamó una voz de lo alto de los cielos-;
    y a los ecos los ecos por tres veces
    «Gloria, mas no reposo», respondieron.
    El suelo tiembla, y cual fulgentes faros,
    de los Andes las cúspides ardieron;
    y de la noche el pavoroso manto
    se transparenta y rásgase y el éter
    allá lejos purísimo aparece,
    y en rósea luz bañado resplandece.
    Cuando improviso, veneranda Sombra,
    en faz serena y ademán augusto,
    entre cándidas nubes se levanta:
    del hombro izquierdo nebuloso manto
    pende, y su diestra aéreo cetro rige;
    su mirar noble, pero no sañudo;
    y nieblas figuraban a su planta
    penacho, arco, carcaj, flechas y escudo;
    una zona de estrellas
    glorificaba en derredor su frente
    y la borla imperial de ella pendiente.
      Miró a Junín, y plácida sonrisa
    vagó sobre su faz. «Hijos -decía-
    generación del sol afortunada,
    que con placer yo puedo llamar mía,
    yo soy Huayna-Cápac, soy el postrero
    del vástago sagrado;
    dichoso rey, mas padre desgraciado.
    De esta mansión de paz y luz he visto
    correr las tres centurias
    de maldición, de sangre y servidumbre
    y el imperio regido por las Furias.
      No hay punto en estos valles y estos cerros
    que no mande tristísimas memorias.
    Torrentes mil de sangre se cruzaron
    aquí y allí; las tribus numerosas
    al ruido del cañón se disiparon,
    y los restos mortales de mi gente
    aun a las mismas rocas fecundaron.
    Más allá un hijo expira entre los hierros
    de su sagrada majestad indignos...
    Un insolente y vil aventurero
    y un iracundo sacerdote fueron
    de un poderoso Rey los asesinos...
    ¡Tantos horrores y maldades tantas
    por el oro que hollaban nuestras plantas!
      Y mi Huáscar también... ¡Yo no vivía!
    Que de vivir, lo juro, bastaría,
    sobrara a debelar la hidra española
    ésta mi diestra triunfadora, sola.
    Y nuestro suelo, que ama sobre todos
    el Sol mi padre, en el estrago fiero
    no fue, ¡oh dolor!, ni el solo, ni el primero:
    que mis caros hermanos
    el gran Guatimozín y Motezuma
    conmigo el caso acerbo lamentaron
    de su nefaria muerte y cautiverio,
    y la devastación del grande imperio,
    en riqueza y poder igual al mío...
    Hoy, con noble desdén, ambos recuerdan
    el ultraje inaudito, y entre fiestas
    alevosas el dardo prevenido
    y el lecho en vivas ascuas encendido.
      ¡Guerra al usurpador! -¿Qué le debemos?
    ¿luces, costumbres, religión o leyes...?
    ¡Si ellos fueron estúpidos, viciosos,
    feroces y por fin supersticiosos!
    ¿Qué religión? ¿la de Jesús?... ¡Blasfemos!
    Sangre, plomo veloz, cadenas fueron
    los sacramentos santos que trajeron.
    ¡Oh religión! ¡oh fuente pura y santa
    de amor y de consuelo para el hombre!
    ¡cuántos males se hicieron en tu nombre!
    ¿Y qué lazos de amor...? Por los oficios
    de la hospitalidad más generosa
    hierros nos dan, por gratitud, suplicios.
    Todos, sí, todos; menos uno sólo:
    el mártir del amor americano,
    de paz, de caridad apóstol santo,
    divino Casas, de otra patria digno;
    nos amó hasta morir. Por tanto ahora
    en el empíreo entre los Incas mora.
      En tanto la hora inevitable vino
    que con diamante señaló el destino
    a la venganza y gloria de mi pueblo:
    y se alza el vengador. Desde otros mares,
    como sonante tempestad, se acerca,
    y fulminó; y del Inca en la Peana,
    que el tiempo y un poder furial profana,
    cual de un dios irritado en los altares,
    las víctimas cayeron a millares.
    «¡Oh campos de Junín!... ¡Oh predilecto
    Hijo y Amigo y Vengador del Inca!
    ¡Oh pueblos, que formáis un pueblo sólo
    y una familia, y todos sois mis hijos!
    vivid, triunfad...»
    El Inca esclarecido
    iba a seguir, mas de repente queda
    en éxtasis profundo embebecido:
    atónito, en el cielo
    ambos ojos inmóviles ponía,
    y en la improvisa inspiración absorto,
    la sombra de una estatua parecía.
      Cobró la voz al fin. «Pueblos -decía-
    la página fatal ante mis ojos
    desenvolvió el destino, salpicada
    toda en purpúrea sangre, mas en torno
    también en bello resplandor bañada.
    Jefe de mi nación, nobles guerreros,
    oíd cuanto mi oráculo os previene,
    y requerid los ínclitos aceros,
    y en vez de cantos nueva alarma suene;
    que en otros campos de inmortal memoria
    la Patria os pide, y el destino os manda
    otro afán, nueva lid, mayor victoria.»
      Las legiones atónitas oían:
    mas luego que se anuncia otro combate,
    se alzan, arman, y al orden de batalla
    ufanas y prestísimas corrieran
    y ya de acometer la voz esperan.
      Reina el silencio; mas de su alta nube
    el Inca exclama: «De ese ardor es digna
    la ardua lid que os espera;
    ardua, terrible, pero al fin postrera.
    Ese adalid vencido
    vuela en su fuga a mi sagrada Cuzco,
    y en su furia insensata,
    gentes, armas, tesoros arrebata,
    y a nuevo azar entrega su fortuna;
    venganza, indignación, furor le inflaman
    y allá en su pecho hirvieron, como fuegos
    que de un volcán en las entrañas braman.
    Marcha; y el mismo campo donde ciegos
    en sangrienta porfía
    los primeros tiranos disputaron
    cuál de ellos solo dominar debía
    -pues el poder y el oro dividido
    templar su ardiente fiebre no podía-,
    en ese campo, que a discordia ajena
    debió su infausto nombre y la cadena
    que después arrastró todo el imperio,
    allí, no sin misterio,
    venganza y gloria nos darán los cielos.
    ¡Oh valle de Ayacucho bienhadado!
    Campo serás de gloria y de venganza...
    Mas no sin sangre... ¡Yo me estremeciera
    si mi ser inmortal no lo impidiera!
     Allí Bolívar en su heroica mente
    mayores pensamientos revolviendo,
    el nuevo triunfo trazará, y haciendo
    de su genio y poder un nuevo ensayo,
    al joven Sucre prestará su rayo,
    al joven animoso,
    a quien del Ecuador montes y ríos
    dos veces aclamaron victorioso.
    Ya se verá en la frente del guerrero
    toda el alma del héroe reflejada,
    que él le quiso infundir de una mirada.
      Como torrentes desde la alta cumbre
    al valle en mil raudales despeñados,
    vendrán los hijos de la infanda Iberia,
    soberbios en su fiera muchedumbre,
    cuando a su encuentro volará impaciente
    tu juventud, Colombia belicosa,
    y la tuya, ¡oh Perú! de fama ansiosa,
    y el caudillo impertérrito a su frente.
      ¡Atroz, horrendo choque, de azar lleno!
    Cual aturde y espanta en su estallido
    de hórrida tempestad el postrer trueno.
    Arder en fuego el aire,
    en humo y polvo oscurecerse el cielo
    y, con la sangre en que rebosa el suelo,
    se verá al Apurímac de repente
    embravecer su rápida corriente.
      Mientras por sierras y hondos precipicios,
    a la hueste enemiga
    el impaciente Córdova fatiga,
    Córdova, a quien inflama
    fuego de edad y amor de patria y fama,
    Córdova, en cuyas sienes con bello arte
    crecen y se entrelazan
    tu mirto, Venus, tus laureles, Marte.
    Con su Miller los Húsares recuerdan
    el nombre de Junín, Vargas su nombre,
    y Vencedor el suyo con su Lara
    en cien hazañas cada cual más clara.
      Allá por otra parte,
    sereno, pero siempre infatigable,
    terrible cual su nombre, batallando
    se presenta La Mar, y se apresura
    la tarda rota del protervo bando.
    Era su antiguo voto, por la patria
    combatir y morir; Dios complacido
    combatir y vencer le ha concedido.
    Mártir del pundonor, he aquí tu día:
    ya la calumnia impía
    bajo tu pie bramando confundida,
    te sonríe la Patria agradecida;
    y tu nombre glorioso,
    el armónico canto que resuena
    en las floridas margenes del Guayas
    que por oírlo su corriente enfrena,
    se mezclará, y el pecho de tu amigo,
    tus hazañas cantando y tu ventura,
    palpitará de gozo y de ternura.
      Lo grande y peligroso
    hiela al cobarde, irrita al animoso.
    ¡Qué intrepidez! ¡qué súbito coraje
    el brazo agita y en el pecho prende
    del que su patria y libertad defiende!
    El menor resistir es nuevo ultraje.
    El jinete impetuoso,
    el fulmíneo arcabuz de sí arrojando,
    lánzase a tierra con el hierro en mano,
    pues le parece en trance tan dudoso
    lento el caballo, perezoso el plomo.
    Crece el ardor. Ya cede en toda parte
    el número al valor, la fuerza al arte.
      Y el Ibero arrogante en las memorias
    de sus pasadas glorias,
    firme, feroz resiste, ya en idea,
    bajo triunfales arcos, que alzar debe
    la sojuzgada Lima, se pasea.
    Mas su afán, su ilusión, sus artes... nada;
    ni la resuelta y numerosa tropa
    le sirve. Cede al ímpetu tremendo;
    y el arma de Baylén rindió cayendo
    el vencedor del vencedor de Europa.
    Perdió el valor, mas no las iras pierde,
    y en furibunda rabia el polvo muerde;
    alza el párpado grave, y sanguinosos
    ruedan sus ojos y sus dientes crujen;
    mira la luz, se indigna de mirarla,
    acusa, insulta al cielo, y de sus labios
    cárdenos, espumosos,
    votos y negra sangre y hiel brotando,
    en vano un vengador muere invocando.
      ¡Ah! ya diviso míseras reliquias,
    con todos sus caudillos humillados,
    venir pidiendo paz; y generoso,
    en nombre de Bolívar y la Patria,
    no se la niega el Vencedor glorioso,
    y su triunfo sangriento
    con el ramo feliz de paz corona.
    Que si Patria y honor le arman la mano
    arde en venganza el pecho americano,
    y cuando vence, todo lo perdona.
      Las voces, el clamor de los que vencen,
    y de Quinó las ásperas montañas
    y los cóncavos senos de la tierra
    y los ecos sin fin de la ardua sierra,
    todos repiten sin cesar: ¡Victoria!
      Y las bullentes linfas de Apurímac
    a las fugaces linfas de Ucayale
    se unen, y unidas, llevan presurosas,
    en sonante murmullo y alba espuma,
    con palmas en las manos y coronas,
    esta nueva feliz al Amazonas.
    Y el espléndido rey al punto ordena
    a sus delfines, ninfas y sirenas
    que, en clamorosos plácidos cantares,
    tan gran victoria anuncien a los mares.
      ¡Salud, oh Vencedor! ¡oh Sucre! vence,
    y de nuevo laurel orla tu frente;
    alta esperanza de tu insigne patria,
    como la palma al margen de un torrente
    crece tu nombre..., y sola, en este día
    tu gloria, sin Bolívar, brillaría.
    Tal se ve Héspero arder en su carrera,
    que del nocturno cielo
    suyo el imperio sin la luna fuera.
      Por las manos de Sucre la Victoria
    ciñe a Bolívar lauro inmarcesible.
    ¡Oh Triunfador! la palma de Ayacucho,
    fatiga eterna al bronce de la Fama,
    segunda vez Libertador te aclama.
      Esta es la hora feliz. Desde aquí empieza
    la nueva edad al Inca prometida
    de libertad, de paz y de grandeza.
    Rompiste la cadena aborrecida,
    la rebelde cerviz hispana hollaste,
    grande gloria alcanzaste;
    pero mayor te espera, si a mi Pueblo,
    así cual a la guerra lo conformas
    y a conquistar su libertad le empeñas,
    la rara y ardua ciencia
    de merecer la paz y vivir libre,
    con voz y ejemplo y con poder le enseñas,
      Yo con riendas de seda regí el pueblo,
    y cual padre le amé, mas no quisiera
    que el cetro de los Incas renaciera;
    que ya se vio algún Inca, que teniendo
    el terrible poder todo en su mano,
    comenzó padre y acabó tirano.
    Yo fui conquistador, ya me avergüenzo
    del glorioso y sangriento ministerio,
    pues un conquistador, el más humano,
    formar, mas no regir debe un imperio.
     Por no trillada senda, de la gloria
    al templo vuelas, ínclito Bolívar:
    que ese poder tremendo que te fía
    de los Padres el íntegro senado,
    si otro tiempo perder a Roma pudo,
    en su potente mano
    es a la Libertad del Pueblo escudo.
      ¡Oh Libertad! el Héroe que podía
    ser el brazo de Marte sanguinario,
    ése es tu sacerdote más celoso,
    y el primero que toma el incensario
    y a tus aras se inclina silencioso.
    ¡Oh Libertad! si al pueblo americano
    la solemne misión ha dado el cielo
    de domeñar el monstruo de la guerra
    y dilatar tu imperio soberano
    por las regiones todas de la tierra
    y por las ondas todas de los mares,
    no temas, con este héroe, que algún día
    eclipse el ciego error tus resplandores,
    superstición profane tus altares,
    ni que insulte tu ley la tiranía;
    ya tu imperio y tu culto son eternos.
    Y cual restauras en su antigua gloria
    del santo y poderoso
    Pacha-Cámac el templo portentoso,
    tiempo vendrá, mi oráculo no miente,
    en que darás a pueblos destronados
    su majestad ingénita y su solio,
    animarás las ruinas de Cartago,
    relevarás en Grecia el Areópago,
    y en la humillada Roma el Capitolio.
      Tuya será, Bolívar, esta gloria,
    tuya romper el yugo de los reyes
    y, a su despecho, entronizar las leyes;
    y la discordia en áspides crinada,
    por tu brazo en cien nudos aherrojada,
    ante los haces santos confundidas
    harás temblar las armas parricidas.
      Ya las hondas entrañas de la tierra
    en larga vena ofrecen el tesoro
    que en ellas guarda el Sol, y nuestros montes
    los valles regarán con lava de oro.
    Y el Pueblo primogénito dichoso
    de Libertad, que sobre todo tanto
    por su poder y gloria se enaltece,
    como entre sus estrellas,
    la estrella de Virginia resplandece,
    nos da el ósculo santo
    de amistad fraternal. Y las naciones
    del remoto hemisferio celebrado,
    al contemplar el vuelo arrebatado
    de nuestras musas y artes,
    como iguales amigos nos saludan;
    con el tridente abriendo la carrera,
    la Reina de los mares, la primera.
      Será perpetua, ¡oh pueblos! esta gloria
    y vuestra libertad incontrastable
    contra el poder y liga detestable
    de todos los tiranos conjurados
    si en lazo federal, de polo a polo,
    en la guerra y la paz vivís unidos;
    vuestra fuerza es la unión. Unión, ¡oh pueblos!
    para ser libres y jamás vencidos.
    Esta unión, este lazo poderoso
    la gran cadena de los Andes sea,
    que en fortísimo enlace, se dilatan
    del uno al otro mar. Las tempestades
    del cielo ardiendo en fuego se arrebatan,
    erupciones volcánicas arrasan
    campos, pueblos, vastísimas regiones,
    y amenazan horrendas convulsiones
    el globo destrozar desde el profundo;
    ellos, empero, firmes y serenos
    ven el estrago funeral del mundo.
      Esta es, Bolívar, aun mayor hazaña
    que destrozar el férreo cetro a España,
    y es digna de ti solo; en tanto, triunfa...
    Ya se alzan los magníficos trofeos
    y tu nombre, aclamado
    por las vecinas y remotas gentes
    en lenguas, voces, metros diferentes,
    recorrerá la serie de los siglos
    en las alas del canto arrebatado
    Y en medio del concento numeroso
    la voz del Guayas crece
    y a las más resonantes enmudece.
      Tú la salud y honor de nuestro pueblo
    serás viviendo, y Ángel poderoso
    que lo proteja, cuando
    tarde al empíreo el vuelo arrebatares
    y entre los claros Incas
    a la diestra de Manco te sentares.
      Así place al destino, ¡Oh! ved al cóndor,
    al peruviano rey del pueblo aerio,
    a quien ya cede el águila el imperio,
    vedle cuál desplegando en nuevas galas
    las espléndidas alas,
    sublime a la región del sol se eleva
    y el alto augurio que os revelo aprueba.
    Marchad, marchad, guerreros,
    y apresurad el día de la gloria;
    que en la fragosa margen de Apurímac
    con palmas os espera la victoria».
      Dijo el Inca; y las bóvedas etéreas
    de par en par se abrieron,
    en viva luz y resplandor brillaron
    y en celestiales cantos resonaron.
    Era el coro de cándidas Vestales,
    las vírgenes del Sol, que rodeando
    al Inca como a Sumo Sacerdote,
    en gozo santo y ecos virginales
    en torno van cantando
    del Sol las alabanzas inmortales.
      «Alma eterna del mundo,
    dios santo del Perú, Padre del Inca,
    en tu giro fecundo
    gózate sin cesar, Luz bienhechora
    viendo ya libre el pueblo que te adora.
      La tiniebla de sangre y servidumbre
    que ofuscaba la lumbre
    de tu radiante faz pura y serena
    se disipó, y en cantos se convierte
    la querella de muerte
    y el ruido antiguo de servil cadena.
      Aquí la Libertad buscó un asilo,
    amable peregrina,
    y ya lo encuentra plácido y tranquilo,
    y aquí poner la diosa
    quiere su templo y ara milagrosa;
    aquí olvidada de su cara Helvecia,
    se viene a consolar de la ruina
    y en todos sus oráculos proclama
    que al Madalén y al Rímac bullicioso
    ya sobre el Tíber y el Eurotas ama.
      ¡Oh Padre! ¡oh claro Sol! no desampares
    este suelo jamás, ni estos altares.
      Tu vivífico ardor todos los seres
    anima y reproduce: por ti viven
    y acción, salud, placer, beldad reciben.
    Tú al labrador despiertas
    y a las aves canoras
    en tus primeras horas,
    y son tuyos sus cantos matinales;
    por ti siente el guerrero
    en amor patrio enardecida el alma,
    y al pie de tu ara rinde placentero
    su laurel y su palma,
    y tuyos son sus cánticos marciales.
      Fecunda, ¡oh Sol! tu tierra,
    y los males repara de la guerra.
      Da a nuestros campos frutos abundosos,
    aunque niegues el brillo a los metales,
    da naves a los puertos,
    pueblos a los desiertos,
    a las armas victoria,
    alas al genio y a las Musas gloria.
      Dios del Perú, sostén, salva, conforta
    el brazo que te venga,
    no para nuevas lides sanguinosas,
    que miran con horror madres y esposas,
    sino para poner a olas civiles
    límites ciertos, y que en paz florezcan
    de la alma paz los dones soberanos,
    y arredre a sediciosos y a tiranos.
    Brilla con nueva luz, Rey de los cielos,
    brilla con nueva luz en aquel día
    del triunfo que magnífica prepara
    a su Libertador la patria mía.
    ¡Pompa digna del Inca y del imperio
    que hoy de su ruina a nuevo ser revive!
      Abre tus puertas, opulenta Lima,
    abate tus murallas y recibe
    al noble triunfador que rodeado
    de pueblos numerosos, y aclamado
    Ángel de la esperanza
    y Genio de la paz y de la gloria,
    en inefable majestad avanza.
    Las musas y las artes revolando
    en torno van del carro esplendoroso,
    y los pendones patrios vencedores
    al aire vago ondean, ostentando
    del sol la imagen, de iris los colores.
    Y en ágil planta y en gentiles formas
    dando al viento el cabello desparcido,
    de flores matizado.
    cual las horas del sol, raudas y bellas,
    saltan en derredor lindas doncellas
    en giro no estudiado;
    las glorias de su patria
    en sus patrios cantares celebrando
    y en sus pulidas manos levantando,
    albos y tersos como el seno de ellas
    cien primorosos vasos de alabastro
    que espiran fragantísimos aromas,
    y de su centro se derrama y sube
    por los cerúleos ámbitos del cielo
    de ondoso incienso transparente nube,
      Cierran la Pompa espléndidos trofeos
    y por delante en larga serie marchan
    humildes confundidos
    los pueblos y los jefes ya vencidos:
    allá procede el Ástur belicoso,
    allí va el Catalán infatigable
    y el agreste Celtíbero indomable
    y el Cántabro feroz, que a la romana
    cadena el cuello sujetó el postrero,
    y el Andaluz liviano
    y el adusto, severo Castellano;
    ya el áureo Tajo cetro y nombre cede,
    y las que antes, graciosas
    fueron honor del fabuloso suelo,
    Ninfas del Tormes y el Genil, en duelo
    se esconden silenciosas;
    y el grande Betis viendo ya marchita
    su sacra oliva, menos orgulloso,
    paga su antiguo feudo al mar undoso.
      El sol suspenso en la mitad del cielo
    aplaudirá esta pompa -¡Oh Sol! ¡oh Padre!
    tu luz rompa y disipe
    las sombras del antiguo cautiverio,
    tu luz nos dé el imperio,
    tu luz la libertad nos restituya;
    tuya es la tierra y la victoria es tuya».
      Cesó el canto; los cielos aplaudieron
    y en plácido fulgor resplandecieron.
    Todos quedan atónitos; y en tanto
    tras la dorada nube el Inca santo
    y las santas Vestales se escondieron.
    Mas ¿cuál audacia te elevó a los cielos,
    humilde musa mía? ¡Oh! no reveles
    a los seres mortales
    en débil canto, arcanos celestiales.
    Y ciñan otros la apolínea rama
    y siéntense a la mesa de los dioses,
    y los arrulle la parlera fama,
    que es la gloria y tormento de la vida;
    yo volveré a mi flauta conocida,
    libre vagando por el bosque umbrío
    de naranjos y opacos tamarindos,
    o entre el rosal pintado y oloroso
    que matiza la margen de mi río,
    o entre risueños campos, do en pomposo
    trono piramidal y alta corona,
    la piña ostenta el cetro de Pomona,
    y me diré feliz si mereciere,
    el colgar esta lira en que he cantado
    en tono menos dino
    la gloria y el destino
    del venturoso pueblo americano,
    yo me diré feliz si mereciere
    por premio a mi osadía
    una mirada tierna de las Gracias
    y el aprecio y amor de mis hermanos,
    una sonrisa de la Patria mía,
    y el odio y el furor de los tiranos.


    Última edición por Lluvia Abril el Sáb 21 Mar 2015, 05:49, editado 1 vez


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Sáb 21 Mar 2015, 00:56

    JOSÉ JOAQUÍN DE OLMEDO.-

    ALFABETO PARA UN NIÑO :

    Amor de patria comprende
    cuanto el hombre debe amar:
    su Dios, sus leyes, su hogar
    y el honor que los defiende.

    Bondad, el que la merece,
    con ánimo siempre igual,
    no se abate con el mal,
    ni en el bien se ensoberbece.

    Candor, en toda expresión,
    callar lo más que pudieres;
    muy cortés con las mujeres,
    pero sin afectación.

    Dios es el sabio creador,
    que conserva y ama al hombre,
    sea cual fuere su nombre,
    condición, secta y color.

    Estudio y aplicación
    forman a la juventud,
    y emulación de virtud,
    sin envidia ni ambición.

    Franqueza, nunca indecencia,
    usa en la conversación;
    disimulo, no ficción;
    libertad, nunca licencia.

    Gratitud siempre al favor,
    es un deber justo y grato;
    y por eso el hombre ingrato,
    es un monstruo que da horror.

    Honor es en sumo grado,
    el alma del ciudadano,
    sin honor es miembro, vano
    y pernicioso al estado.

    Ira hace al hombre un tirano,
    de inferiores y de iguales,
    la ira es propia de animales,
    porque no es afecto humano.

    Juego es una diversión,
    honesta si es moderada,
    pero si es inmoderada,
    causa nuestra perdición.

    Libertad, de dulce nombre,
    hermoso y celeste don,
    tú eres la misma razón,
    tú eres el alma del hombre.

    Moral, la sana moral
    consiste en amarse bien,
    en hacer a todos bien
    y en no hacer a nadie mal.

    Naturaleza sagaz,
    llena y rige el universo;
    todo está bien, el perverso
    solamente está demás.

    Oro es un bien apreciable,
    para el cómodo sustento;
    pero es el mayor tormento
    la sed de oro insaciable.

    Pereza es una enfermedad,
    tan mala como la muerte;
    así no cabe el inerte
    en ninguna sociedad.

    Quijotería es un vicio,
    que causa risa y desprecio;
    pues en un quijote necio
    corre aventuras el juicio.

    Respeto a los superiores;
    respeto y amor al padre;
    amor, ternura a la madre,
    reverencia a los mayores.

    Sociedad es el estado
    en que con otros vivieres;
    y serás social si fueres
    justo, modesto y aseado.

    Tiranía y opresión,
    suena y expresa lo mismo.
    Para salir de este abismo.
    es honrosa toda acción.

    Venganza, nunca jamás;
    nunca, nunca, odio o rencor,
    porque no hay placer mejor,
    que el placer de perdonar.

    Yo debo ser el primero,
    para mi conservación;
    más por buena educación,
    en sociedad el postrero.

    Zelo en cumplir su deber,
    en cualquier condición,
    es la única ambición
    que un niño debe tener.

    Estas reglas, hijo amado,
    te harán un niño gracioso,
    un joven pundonoroso,
    un hombre justo y honrado,
    un anciano respetado
    que a sus iguales auxilia;
    su diferencia concilia
    con amor, no con rigor;
    y muere siendo el honor
    de su patria y su familia." (JOAQUÍN DE OLMEDO Y MARURI)

    Con la exposición de este poema concluye mi contribución a este autor, que dejo en manos de Lluvia.

    ¿Carácter social...? Estamos hablando de una época en la que ese concepto, de movimiento poético, no existía. Pero el compromiso, la solidaridad, el sentido colectivo destila en los versos que anteceden. Si desmenuzamos los poemas expuestos por Lluvia, al contenido de epopeya, se suman los ideales de libertad, igualdad y sociedad. Creemos, por tanto, que nuestro recorrido se ajusta a las premisas que adornan o condicionan el concepto.
    Cuando Lluvia concluya pasaremos a otro autor. Yo, mientras tanto, me iré a  poesía mística religiosa.

    Gracias en mi nombre y en el de mi compañera.


    Última edición por Pascual Lopez Sanchez el Mar 24 Mar 2015, 01:13, editado 2 veces


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    Mensaje por Lluvia Abril Sáb 21 Mar 2015, 05:37

    Concluido ya, creo, el canto a Bolívar(arriba), seguimos.


    La  carrera Universitaria de José Joaquín de Olmedo
    El Derecho Natural y El Derecho
    de Gentes


    El guayaquileño Olmedo ha ingresado a la Universidad, lo cual
    significa un recargo de sus actividades personales, porque además de
    las tareas estudiantiles, debe atender su cátedra en el Convictorio, a las
    lecturas libres, a los ensayos poéticos y a los compromisos sociales.
    Pero luce más preocupado en lo que se refiere a la filosofía de su
    cátedra y los Derechos de su especialización universitaria, aunque
    ambas han llegado a tener una cierta dependencia desde que se
    admitieron en las-Universidades americanas los Derechos Natural y de
    Gentes.

    Continúa su lirismo poético
    Tildado de Monarquista y de Peruanista


    El Real Colegio de San Carlos y la Universidad de San Marcos
    llevan vida común. Los maestros y los discípulos se diferencian en
    cuanto al desempeño de sus funciones: los maestros de
    secundaria y los de Universidad; los alumnos por la edad, los cursos y
    las materias de estudio. Mientras que los colegiales son adolescentes de
    internado, los universitarios disfrutan de una relativa libertad y una
    vanidosa juventud. Los alumnos más distinguidos de las aulas
    mayores dictan clases en las aulas menores y Olmedo es uno de esos
    catedráticos. Continúa de Profesor de Filosofía y Matemáticas, sin
    interrumpir su curso de Leyes ni sus lecturas libres. Por la vida
    común que llevan, el Convictorio y la Universidad celebran juntos las
    fiestas que preparan cada año, ya como tributo a la cultura o para
    agradar a algún personaje distante o cercano como el Rey, el Pontífice,
    el Virrey, el Arzobispo o los rectores de esos dos establecimientos.

    Olmedo en las Cortes de Cádiz,
    Su celebre discurso sobre la abolición de las mitas
    Después de la invasión napoleónica, Carlos IV y Fernando VII se
    encuentran presos en Bayona. El pueblo español, indignado por la
    injuria y el atropello del conquistador, se lanza a la batalla para
    morir en la escuela de Cides y Pelayos y piensa ya en cambiar las
    modalidades absolutistas del gobierno tradicional por otras de
    carácter democrático. La influencia del enciclopedismo francés ha
    llegado hasta é! en los discursos de los cabecillas que encienden el
    fuego del patriotismo para desalojar al invasor.
    En reemplazo de Fernando Vil se constituye en Madrid una
    Junta Central de Gobierno presidida por el Infante Don Antonio y
    en cada Provincia se establece una Junta Provincial dependiente de la
    primera. Pero este modo de conducirse no satisface a las mayorías
    españolas, las mismas que alcanzan la convocatoria de una Asamblea
    Nacional con representantes de todas las provincias peninsulares y de
    Ultramar. Esta Asamblea dictará las providencias necesarias y
    legalizará la existencia del Gobierno Central. Por primera vez la
    América Española va a estar presente en los destinos políticos de la
    Metrópoli y por primera vez ella llega a constituir parte integrante de
    la Monarquía, a pesar de su condición de Colonia.
    América Hispana elige sus representantes para la Asamblea del
    Gobierno Central de España. Por el Perú es elegido un
    guayaquileño don José Silva y Olave, Prelado de aquel Virreinato,
    quien lo lleva de Guayaquil, en calidad de su Secretarios su
    protegido y pariente JOSÉ JOAQUÍN DE OLMEDO (Julio de 1.810).
    Pero al llegar a México se enteran que la Junta Central ha convocado
    a las Cortes de Cádiz, dejando insubsistente su anterior resolución.
    Y ante esta información, no les queda sino el retorno, el uno a su
    Obispado y el otro, al seno de su hogar.


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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 22 Mar 2015, 06:22

    Seguimos con José Joaquín Olmedo




    A las tres gracias

    Rosa, que por modestia delicada,
    en florecer te places rodeada
    del lindo par de Margarita y Pola,
    huyendo la vergüenza
    de ser en gracia y hermosura sola;
    quien pueda resistir el noble encanto,
    Rosa, de tu mirar y de tu canto,
    y en grata calma verte y escucharte,
    ése voces tendrá para alabarte,
    mas no el que, absorto, extático, suspira
    en placer inefable, sin que pueda
    decir qué siente, ni decir qué admira.
    Si aun hoy, al escucharte, Rosa bella,
    sagrada inspiración mi mente inflama,
    y al brote de la eléctrica centella
    torna a brillar la amortiguada llama,
    ¡qué fuera cuando en el hirviente pecho
    latir sentía el corazón estrecho!
    Yo te escuché una vez, y todo el día,
    en ilusión dulcísima, creía
    sentir y respirar, y vivir todo
    en un plácido ambiente de armonía.
    Y en el silencio de la noche, cuando
    el mentido concierto me desvela,
    un ángel desprendido
    del cielo me deslumbra, y me revela
    que la virgen Cecilia, que allá ordena
    de serafines el ardiente coro,
    absorta cuando te oye, y suspendida,
    los celestiales números olvida,
    de su alto ministerio se distrae,
    y el arpa de oro de sus manos cae.
    Y cuando de improviso
    del místico deliquio se levanta,
    nuevas cuerdas aumenta a su instrumento,
    y del Cordero atento
    en nuevas notas nuevos himnos canta.


    Pensamientos Celebres de José Joaquín de Olmedo

    “Un buen gobierno es aquel donde buenas leyes hacen felices a buenos ciudadanos.”
    “La opinión pública y la libertad de imprenta son la espada flamígera del Querubín que vela sobre el árbol de la libertad”
    ¿La pobreza? La pobreza es el menor de los males, y son tan pocas las cosas que se necesitan para ser rico, que sólo es pobre el que quiere serlo”
    "Los hombres hábiles ambicionan convencer; los hombres mediocres o sin talento no aspiran sino mandar. "
    " Los legisladores deben ser tan imparciales, tan impasibles como las leyes; los legisladores no deben dejar en su obra las huellas detestables de las pasiones.



    En la muerte de mi hermana
    J. J. de Olmedo



    ¿Y eres Tú, Dios? ¿A quién podré quejarme?
    inebriado en tu gloria y poderío.
    ¡Ver el dolor que me devora impío
    y una mirada de piedad negarme!
    Manda alzar otra vez, por consolarme,
    la grave loza del sepulcro frío
    y restituye ¡Oh Dios! al seno mío,
    la hermana que has querido arrebatarme.
    Yo no te la pedí, ¡Qué! ¿Es por ventura,
    crear para destruir, placer divino,
    o es de tanta virtud indigno el suelo?
    ¿O es que ya de lo absorto en tu luz pura,
    te es menos grato el incesante trino?
    Dime: ¿Faltaba este ángel a tu cielo?



    _________________
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    se acaba la diversión”.


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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 22 Mar 2015, 06:24

    Mi retrato
    J. J. de Olmedo



    ¡Qué dignos son de risa
    esos hombres soberbios
    que piensan perpetuarse
    pintándose en los lienzos!
    De blasones ilustres
    sus cuadros están llenos,
    de insignias y de libros
    y pomposos letreros.
    De este modo, ellos piensan
    que sus retratos viejos,
    serán un gran tesoro
    a sus hijos y nietos,
    y que todos los hombres
    del siglo venidero,
    su arrugada figura
    mirarán con respeto.
    ¡Oh, como se disipan
    esas torres de viento!
    Tu alguna vez me viste
    reírme de mi abuelo,
    con su blonda peluca
    y sus narices menos.
    Si los hombres se olvidan
    aún de los hombres muertos,
    ¿Qué no harán hermanita?
    ¿Qué no harán con los lienzos?
    En rincones oscuros
    de vil polvo cubiertos,
    aún los hombres más grandes
    duermen un sueño eterno.
    Permíteme que piense
    de un modo muy diverso:
    otros, enhorabuena,
    quieran hacerse eternos
    por sus grandes hazañas,
    por sus grandes talentos,
    pero yo, ¡vida mía!,
    más mérito no tengo
    que ser hermano tuyo,
    pues lo demás es menos.
    Y como el hombre sabio
    filósofo y modesto,
    con la vida presente
    sólo vive contento,
    deja que en cuanto pueda,
    imite estos ejemplos,
    pues el sabio, en sus obras
    nos deja su diseño.
    Así no me interesa
    que tuviesen Homero,
    Virgilio, Horacio, Ovidio,
    buen rostro, o rostro feo;
    Instrúyanme sus obras,
    deléitenme sus versos,
    lo demás, ¡amor mío!
    no merece un deseo.
    Deja que quieto viva
    en el presente tiempo,
    pues el tiempo futuro
    yo ya estaré muy lejos,
    insensible al aplauso,
    insensible al concepto
    que de mi formar quieran
    los sabios y los necios.
    Gózate que no tenga
    esos vanos deseos,
    deja que sin desquite,
    en mis alegres versos,
    muy ufano me ría
    de esos hombres soberbios
    que piensan perpetuarse
    pintándose en los lienzos.
    ¡Cuán duro es retratarse
    y más cuando uno es feo!
    Por ti hago el sacrificio;
    lo mandas, te obedezco.
    El pintor soy yo mismo,
    venga, venga un espejo
    que pinte claramente
    mis gracias y defectos.
    Ya está aquí. No tan malo,
    yo me juzgué más feo
    y que al verme soltara
    los pinceles de miedo.
    Pues, ya no desconfío
    de darte algún contento
    y más cuando me quieres
    ¡y yo me lo merezco!
    Imagínate, hermana,
    un hombre, cuyo cuerpo
    tiene de alto dos varas,
    si le quitas un dedo.
    Mi cabello no es rubio,
    pero tampoco negro,
    ni como cerda, liso,
    ni como pasa, crespo.
    La frente es espaciosa,
    como hombre de provecho,
    ni estirada, arrugada,
    ni adusta mucho menos.
    Las cejas muy pobladas
    y algo obscuro su pelo
    y debajo, unos ojos
    que es lo mejor que tengo:
    ni muy grandes, ni chicos,
    ni azules, ni muy negros,
    ni alegres ni dormidos,
    ni vivos, ni muy muertos.
    Son grandes mis narices
    y a mucho honor lo tengo,
    que narigones siempre
    los grandes hombres fueron:
    El célebre Virgilio,
    el inmortal Homero,
    el amoroso Ovidio,
    mi amigo y mi maestro.
    La boca no es pequeña,
    ni muy grande en extremo;
    el labio no es delgado,
    ni pálido o de fuego.
    Los dientes son muy blancos,
    cabales y parejos
    y de todo me río,
    para que puedan verlos.
    La barba es algo aguda,
    pero con poco pelo;
    me alegro, que eso menos
    tendré de caballero.
    Sobre todo el conjunto
    algo tosco lo creo;
    el color no es muy blanco,
    pero tampoco es prieto.
    Menudas, pero muchas
    cacarañitas tengo,
    pues que nunca faltaron
    sus estrellas al cielo.
    Mas por todo mi rostro
    vaga un aire modesto,
    cual transparente velo
    que encubre mis defectos.
    Hermana, esta es mi cara.
    ¿Qué tal? ¿Te ha dado miedo?
    Pues aguarda, que paso
    a pintarte mi cuerpo.
    No es largo, ni encogido,
    ni gordo mi pescuezo;
    tengo algo anchos los hombros
    y no muy alto el pecho.
    Yo no soy corcovado,
    mas tampoco muy tieso;
    aire de petimetre
    ni tengo, ni lo quiero.
    La pierna no es delgada,
    el muslo no es muy grueso
    y el pie que Dios me ha dado
    no es grande ni pequeño.
    El vestido que gasto,
    debe siempre ser negro
    que, ausente de ti, sólo
    vestir de luto debo.
    Una banda celeste
    me cruza por el pecho,
    que suele ser la insignia
    de honor en mi colegio.
    Ya miras como el todo
    disto de los extremos;
    pues lo mismo, lo mismo
    es el alma que tengo.
    En vicios y virtudes,
    pasiones y talentos,
    en todo, ¡Vida mía!
    En todo guardo un medio,
    sólo, sólo en amarte,
    me voy hasta el extremo.
    Mi trato y mis modales
    van al par con mi genio;
    blandos, dulces, sin arte,
    lo mismo que mis versos.
    Este es pues, mi retrato,
    el cual queda perfecto,
    si una corona en torno
    de su frente ponemos,
    de rosas enlazadas
    al mirto y laurel tiernos,
    que el amor y las musas
    alegres me ciñeron.
    Y siéntenme a la orilla
    de un plácido arroyuelo,
    a la sombra de un árbol,
    floridos campos viendo,
    y en un rincón del cuadro,
    tirados en el suelo,
    el sombrero, la banda,
    las orlas y el capelo.
    Me pondrán en el hombro,
    con mil lascivos juegos,
    la amorosa paloma
    que me ha ofrecido Venus.
    Junto a mí, pocos libros,
    muy pocos, pero buenos:
    Virgilio, Horacio, Ovidio,
    a Plutarco, al de Tello,
    a Richardson, a Pope
    y a ti ¡Oh Valdez!, ¡Oh tierno,
    amigo de las musas,
    mi amor y mi embeleso!
    Y al pie de mi retrato,
    pondrán este letrero:
    “Amó cuanto era amable,
    amó cuanto era bello”.
    ¡Oh, retrato dichoso!,
    vas donde yo no puedo;
    tu suerte venturosa,
    con cuanta envidia veo.
    Anímate a la vista
    de aquella que más quiero
    y dile mis ternuras
    y dile mis deseos.
    Dale mil y mil veces
    pruebas de mi amor tierno
    y dale mil abrazos
    y en la mejilla un beso.






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