Aires de Libertad

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    Mensaje por Maria Lua Jue 01 Ago 2024, 20:23

    Giocanda Belli (Nicaragua)


    Poeta y novelista nicaragüense nacida en Managua en 1948.
    Junto a Ernesto Cardenal y Claribel Alegría, inició la renovación de la poesía en su país. Un marcado acento
    erótico impregna buena parte de su obra, aunque la última producción denota una gran  preocupación por los
    cambios políticos de su patria.
    Entre los libros más reconocidos, se destacan «Sobre la grama» y «Eva».


    ***************

    Abandonados

    Tocamos la noche con las manos
    escurriéndonos la oscuridad entre los dedos,
    sobándola como la piel de una oveja negra.

    Nos hemos abandonado al desamor,
    al desgano de vivir colectando horas en el vacío,
    en los días que se dejan pasar y se vuelven a repetir,
    intrascendentes,
    sin huellas, ni sol, ni explosiones radiantes de claridad.

    Nos hemos abandonado dolorosamente a la soledad,
    sintiendo la necesidad del amor por debajo de las uñas,
    el hueco de un sacabocados en el pecho,
    el recuerdo y el ruido como dentro de un caracol
    que ha vivido ya demasiado en una pecera de ciudad
    y apenas si lleva el eco del mar en su laberinto de concha.

    ¿Cómo volver a recapturar el tiempo?

    ¿Interponerle el cuerpo fuerte del deseo y la angustia,
    hacerlo retroceder acobardado
    por nuestra inquebrantable decisión?

    Pero... quién sabe si podremos recapturar el momento
    que perdimos.

    Nadie puede predecir el pasado
    cuando ya quizás no somos los mismos,
    cuando ya quizás hemos olvidado
    el nombre de la calle
    donde
    alguna vez
    pudimos
    encontrarnos.








    Ahora vamos envueltos en consignas hermosas

    Las mañanas cambiaron su signo conocido.
    Ahora el agua, su tibieza, su magia soñolienta
    es diferente.
    Ahora oigo desde que mi piel conoce que es de día,
    cantos de tiempos clandestinos
    sonando audaces, altos desde la mesa de noche
    y me levanto y salgo y veo "compas" atareados
    lustrando sus botas o alistándose para el día
    bajo el sol.
    Ya no hay oscuridad, ni barricadas,
    ni abuso del espejo retrovisor
    para ver si me siguen.
    Ahora mi aire de siempre es mas mi aire
    y este olor a tierra mojada y los lago s allá
    y las montañas
    pareciera que han vuelto a posarse en su lugar,
    a enraizarse, a sembrarse de nuevo.
    Ya no huele a quemado,
    y no es la muerte una conocida presencia
    esperando a la vuelta de cualquier esquina.
    He recuperado mis flores amarillas
    y estos malinches de mayo son mas rojos
    y se desparraman de gozo
    reventados contra el rojinegro de las banderas.

    Ahora vamos envueltos en consignas hermosas,
    desafiando pobrezas,
    esgrimiendo voluntades contra malos augurios
    y esta sonrisa cubre el horizonte,
    se grita en valles y lagunas,
    lava lagrimas y se protege con nuevos fusiles.
    Ya se unió la Historia al paso triunfal de los guerreros
    y yo invento palabras con que cantar,
    nuevas formas de amar,
    vuelvo a ser,
    soy otra vez,
    por fin otra vez,
    soy.







    Ahuyentemos el tiempo, amor...

    Ahuyentemos el tiempo, amor,
    que ya no exista;
    esos minutos largos que desfilan pesados
    cuando no estás conmigo
    y estás en todas partes
    sin estar pero estando.
    Me dolés en el cuerpo,
    me acariciás el pelo
    y no estás
    y estás cerca,
    te siento levantarte
    desde el aire llenarme
    pero estoy sola, amor,
    y este estarte viendo
    sin que estés,
    me hace sentirme a veces
    como una leona herida,
    me retuerzo
    doy vueltas
    te busco
    y no estás
    y estás
    allí
    tan cerca.



    Amor de frutas

    Déjame que esparza
    manzanas en tu sexo
    néctares de mango
    carne de fresas;

    Tu cuerpo son todas las frutas.

    Te abrazo y corren las mandarinas;
    te beso y todas las uvas sueltan
    el vino oculto de su corazón
    sobre mi boca.
    Mi lengua siente en tus brazos
    el zumo dulce de las naranjas
    y en tus piernas el promegranate
    esconde sus semillas incitantes.

    Déjame que coseche los frutos de agua
    que sudan en tus poros:

    Mi hombre de limones y duraznos,
    dame a beber fuentes de melocotones y bananos
    racimos de cerezas.

    Tu cuerpo es el paraíso perdido
    del que nunca jamás ningún Dios
    podrá expulsarme.







    Amor en dos tiempos

    I
    Mi pedazo de dulce de alfajor de almendra
    mi pájaro carpintero serpiente emplumada
    colibrí picoteando mi flor bebiendo mi miel
    sorbiendo mi azúcar tocándome la tierra
    el anturio la cueva la mansión de los atardeceres
    el trueno de los mares barco de vela
    legión de pájaros gaviota rasante níspero dulce
    palmera naciéndome playas en las piernas
    alto cocotero tembloroso obelisco de mi perdición
    tótem de mis tabúes laurel sauce llorón
    espuma contra mi piel lluvia manantial
    cascada en mi cauce celo de mis andares
    luz de tus ojos brisa sobre mis pechos
    venado juguetón de mi selva de madreselva y musgo
    centinela de mi risa guardián de los latidos
    castañuela cencerro gozo de mi cielo rosado
    de carne de mujer mi hombre vos único talismán
    embrujo de mis pétalos desérticos vení otra vez
    llename pegame contra tu puerto de olas roncas
    llename de tu blanca ternura silenciame los gritos
    dejame desparramada mujer.

    II
    Campanas sonidos ulular de sirenas
    suelto las riendas galopo carcajadas
    pongo fuera de juego las murallas
    los diques caen hechos pedazos salto verde
    la esperanza el cielo azul sonoros horizontes
    que abren vientos para dejarme pasar:
    «Abran paso a la mujer que no temió las mareas del amor
    ni los huracanes del desprecio»

    Venció el vino añejo el tinto el blanco
    salieron brotaron las uvas con su piel suave
    redondez de tus dedos llovés sobre mí
    lavás tristeza reconstruís faros bibliotecas
    de viejos libros con hermosas imágenes
    me devolvés el gato risón Alicia el conejo
    el sombrero loco los enanos de Blancanieves
    el lodo entre los dedos el hálito de infancia
    estás en la centella en la ventana desde donde
    nace el árbol trompo tacitas te quiero te toco
    te descubro caballo gato luciérnaga pipilacha
    hombre desnudo diáfano tambor trompeta
                      hago música
                      bailo taconeo me desnudo te envuelvo
                      me envuelves
    besos besos besos besos besos besos besos besos
    silencio sueño.







    Áspera textura del viento

    Nacida de la selva me tomaste
    arisca yegua para estribos y albardas.

    Durante muchas noches
    nada se oyó
    sino el chasquido del látigo
    el rumor del forcejeo
    las maldiciones
    y el roce de los cuerpos
    midiéndose la fuerza en el espacio.

    Cabalgamos por días sin parar
    desbocados corceles del amor
    dando y quitando,
    riendo y llorando
    -el tiempo de la doma
    el celo de los tigres-

    No pudimos con la áspera textura de los vientos.
    Nos rendimos ante el cansancio
    a pocos metros de la pradera
    donde hubiéramos realizado
    todos nuestros encendidos sueños.








    Castillos de arena

    ¿Por qué no me dijiste que estabas construyendo
    ese castillo de arena?
    Hubiera sido tan hermoso
    poder entrar por su pequeña puerta,
    recorrer sus salados corredores,
    esperarte en los cuadros de conchas,
    hablándote desde el balcón
    con la boca llena de espuma blanca y transparente
    como mis palabras,
    esas palabras livianas que te digo,
    que no tienen más que el peso
    del aire entre mis dientes.
    Es tan hermoso contemplar el mar.
    Hubiera sido tan hermoso el mar
    desde nuestro castillo de arena,
    relamiendo el tiempo
    con la ternura
    honda y profunda del agua,
    divagando sobre las historias que nos contaban
    cuando, niños, éramos un solo poro
    abierto a la naturaleza.
    Ahora el agua se ha llevado tu castillo de arena
    en la marea alta.
    Se ha llevado las torres,
    los fosos,
    la puertecita por donde hubiéramos pasado
    en la marea baja,
    cuando la realidad está lejos
    y hay castillos de arena
    sobre la playa...


    _________________



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    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Vie 02 Ago 2024, 19:36

    Andrés Bello ( Venezuela)




    Andrés Bello López (Caracas, 1781 - SantiagoAndrés Bello, óleo de Raymond Quinsac Monvoisin, Santiago de Chile, 1844 (Colección Universidad de Chile)
    de Chile, 1865). Humanista, filósofo, poeta, abogado, traductor,
    filólogo, ensayista, educador, político y diplomático venezolano, nacionalizado en Chile. Considerado como el primer humanista de América y la figura intelectual de referencia y de mayor relieve en la cultura hispanoamericana del siglo XIX.

    Vive su infancia en la casa de su abuelo materno, el pintor Juan Pedro López, situada detrás del convento de los Mercedarios de Caracas. La cercanía a este centro fue determinante para los primeros años de Andrés Bello, ya que solía frecuentar su biblioteca y allí conoció a fray Cristóbal de Quesada, experto en lengua y literatura latina. Esta situación favorece su interés por el humanismo clásico, reflejado en sus posteriores poesías, en las que sigue las fuentes de la cultura latina de Horacio y Virgilio.

    En 1797 inicia sus estudios de bachillerato de artes en la Real y Pontificia Universidad de Caracas, pero no continuó estudios superiores, aunque se inscribió en el primer curso de Medicina. No obstante, estudia de manera autodidacta francés e inglés.

    Durante los años 1797 y 1798 Bello dio clases a Simón Bolívar, siendo una gran influencia para el futuro Libertador. Asimismo, el 2 de enero de 1800 forma parte de la expedición de Alejandro de Humboldt y Aimé Bonpland en el ascenso a la Silla de Caracas.

    En 1802 es nombrado oficial segundo en las oficinas de la Capitanía General de Venezuela. En 1804, con la llegada a Caracas de la expedición de la vacuna (con especial importancia para las epidemias de viruela), encabezada por Francisco Javier Balmis (1753-1819), se convierte en secretario en lo político de la junta de la vacuna, y compone la obra teatral Venezuela consolada y el poema “A la vacuna”.

    Con la introducción de la imprenta en Caracas en 1808, se funda la Gaceta de Caracas, y Andrés Bello es designado su primer redactor, ejerciendo esta labor hasta 1810.

    A fines de 1809 emprende dos proyectos: el Calendario manual y guía universal de forasteros en Venezuela para el año de 1810; y con Francisco Isnardi (1750-1820) la nonata revista El Lucero, de la que solo apareció el prospecto. El Calendario Manual contiene el “Resumen de la historia de Venezuela”, escrito por Bello. Es la prosa más importante que conocemos del humanista, antes de partir de Caracas, en la cual se manifiesta con propio estilo y anticipa los temas de su mejor poesía, las Silvas, que escribirá en Londres en los años veinte: “La Alocución a la poesía” y “La agricultura de la zona tórrida”.

    En 1829 se asienta definitivamente en Chile, donde compone sus obras sobre Derecho y Gramática, ejerce el papel de senador y periodista, y funda el Colegio de Santiago y la Universidad de Chile, convirtiéndose en su primer rector.



    ******************


    A la nave

    ¿Qué nuevas esperanzas
    al mar te llevan? Torna,
    torna, atrevida nave,
    a la nativa costa.

    Aún ves de la pasada
    tormenta mil memorias,
    ¿y ya a correr fortuna
    segunda vez te arrojas?

    Sembrada está de sirtes
    aleves tu derrota,
    do tarde los peligros
    avisará la sonda.

    ¡Ah! Vuelve, que aún es tiempo,
    mientras el mar las conchas
    de la ribera halaga
    con apacibles olas.

    Presto erizando cerros
    vendrá a batir las rocas,
    y náufragas reliquias
    hará a Neptuno alfombra.

    De flámulas de seda
    la presumida pompa
    no arredra los insultos
    de tempestad sonora.

    ¿Qué valen contra el Euro,
    tirano de las ondas,
    las barras y leones
    de tu dorada popa?

    ¿Qué tu nombre, famoso
    en reinos de la aurora,
    y donde al sol recibe
    su cristalina alcoba?

    Ayer por estas aguas,
    segura de sí propia,
    desafiaba al viento
    otra arrogante proa;

    Y ya, padrón infausto
    que al navegante asombra,
    en un desnudo escollo
    está cubierta de ovas.

    ¡Qué! ¿No me oyes? ¿El rumbo
    no tuerces? ¿Orgullosa
    descoges nuevas velas,
    y sin pavor te engolfas?

    ¿No ves, ¡oh malhadada!
    que ya el cielo se entolda,
    y las nubes bramando
    relámpagos abortan?

    ¿No ves la espuma cana,
    que hinchada se alborota,
    ni el vendaval te asusta,
    que silba en las maromas?

    ¡Vuelve, objeto querido
    de mi inquietud ansiosa;
    vuelve a la amiga playa,
    antes que el sol se esconda!







    A Moisés

    ¿Qué son las fuentes en que el oro brilla,
    y el mármol de colores,
    a par del Nilo, y de esta verde orilla
    esmaltada de flores?

    No es tan grato el incienso que consume
    en el altar la llama,
    como entre los aromos el perfume
    que el céfiro derrama.

    Ni en el festín real me gozo tanto,
    como en oír la orquesta
    alada, que, esparciendo dulce canto,
    anima la floresta.

    ¿Véis cuál se pinta en la corriente clara
    el puro azul del cielo?
    El cinto desatadme, y la tïara,
    y el importuno velo.
    ¿Véis en aquel remanso trasparente
    zabullirse la garza?
    Las ropas deponed; y al blando ambiente,
    el cabello se esparza.



    Las ovejas

    «¿Líbranos de la fiera tiranía
    de los humanos, Jove omnipotente
    ¡una oveja decía,
    entregando el vellón a la tijera?
    que en nuestra pobre gente
    hace el pastor más daño
    en la semana, que en el mes o el año
    la garra de los tigres nos hiciera.

    Vengan, padre común de los vivientes,
    los veranos ardientes;
    venga el invierno frío,
    y danos por albergue el bosque umbrío,
    dejándonos vivir independientes,
    donde jamás oigamos la zampoña
    aborrecida, que nos da la roña,
    ni veamos armado
    del maldito cayado
    al hombre destructor que nos maltrata,
    y nos trasquila, y ciento a ciento mata.

    Suelta la liebre pace
    de lo que gusta, y va donde le place,
    sin zagal, sin redil y sin cencerro;
    y las tristes ovejas ¡duro caso!
    si hemos de dar un paso,
    tenemos que pedir licencia al perro.

    Viste y abriga al hombre nuestra lana;
    el carnero es su vianda cuotidiana;
    y cuando airado envías a la tierra,
    por sus delitos, hambre, peste o guerra,
    ¿quién ha visto que corra sangre humana?
    en tus altares? No: la oveja sola
    para aplacar tu cólera se inmola.

    Él lo peca, y nosotras lo pagamos.
    ¿Y es razón que sujetas al gobierno
    de esta malvada raza, Dios eterno,
    para siempre vivamos?
    ¿Qué te costaba darnos, si ordenabas
    que fuésemos esclavas,
    menos crüeles amos?
    Que matanza a matanza y robo a robo,
    harto más fiera es el pastor que el lobo» .

    Mientras que así se queja
    la sin ventura oveja
    la monda piel fregándose en la grama,
    y el vulgo de inocentes baladores
    ¡vivan los lobos! clama
    y ¡mueran los pastores!
    y en súbito rebato
    cunde el pronunciamiento de hato en hato
    el senado ovejuno
    «¡ah!» dice, «todo es uno».







    Miserere

    ¡Piedad, piedad, Dios mío!
    ¡Que tu misericordia me socorra!
    Según la muchedumbre
    de tus clemencias, mis delitos borra.

    De mis iniquidades
    lávame más y más; mi depravado
    corazón quede limpio
    de la horrorosa mancha del pecado.

    Porque, Señor, conozco
    toda la fealdad de mi delito,
    y mi conciencia propia
    me acusa y contra mí levanta el grito.

    Pequé contra Ti solo;
    a tu vista obré mal; para que brille
    tu justicia, y vencido,
    el que te juzgue tiemble y se arrodille.

    Objeto de tus iras
    nací, de iniquidades mancillado,
    y en el materno seno
    cubrió mi ser la sombra del pecado.

    En la verdad te gozas
    y para más rubor y más afrenta,
    tesoros me mostraste
    de oculta celestial sabiduría.

    Pero con el hisopo
    me rociarán, y ni una mancha leve
    tendré ya; lavárasme,
    y quedaré más blanco que la nieve.

    Sonarán tus acentos
    de consuelo y de paz en mis oídos,
    y celeste alegría
    conmoverá mis huesos.

    Aparta, pues, aparta
    tu faz, ¡oh, Dios!, de mi maldad horrenda
    rastro de culpa por tu enojo encienda.

    En mis entrañas cría
    un corazón que con ardiente afecto
    te busque; un alma pura,
    enamorada de lo justo y recto.

    De tu dulce presencia,
    en que al lloroso pecador recibes,
    no me arrojes airado
    ni de tu santa inspiración me prives.

    Restáurame en tu gracia,
    que es del alma salud, vida y contento;
    y al débil pecho infunde
    de un ánimo real el noble aliento:
    haré que el hombre injusto
    de su razón conozca el extravío;
    le mostraré tu senda,
    y a tu ley santa volverá al impío.

    Mas líbrame de sangre,
    ¡mi Dios, mi Salvador! ¡Inmensa fuente
    de piedad! Y mi lengua
    loará tu justicia eternamente.

    Desatarás mis labios,
    si santo un pecador que llora alcanza,
    y gozosa a las gentes
    anunciará mi lengua tu alabanza.

    Que si víctima fueran
    gratas a Ti, las inmolará luego;
    pero no es sacrificio
    que te deleita el que consume el fuego.

    Un corazón doliente
    es la expiación que a tu justicia agrada:
    la víctima que aceptas
    es un alma contrita y humillada.

    Vuelve a Sión tu benigno
    rostro primero y tu piedad amante
    y sus muros humilde
    Jerusalén, Señor, al fin levante.

    Y de puras ofrendas
    se colmarán tus aras y propicio
    recibirás un día
    el grande inmaculado sacrificio.







    Rubia

    ¿Sabes, rubia, qué gracia solicito
    cuando de ofrendas cubro los altares?
    No ricos muebles, no soberbios lares,
    ni una mesa que adule al apetito.

    De Aragua a las orillas un distrito
    que me tribute fáciles manjares,
    do vecino a mis rústicos hogares
    entre peñascos corra un arroyito.

    Para acogerme en el calor estivo,
    que tenga una arboleda también quiero,
    do crezca junto al sauce el coco altivo.

    ¡Felice yo si en este albergue muero;
    y al exhalar mi aliento fugitivo,
    sello en tus labios el adiós postrero!







    _________________



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    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
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    Mensaje por Maria Lua Sáb 03 Ago 2024, 17:36

    Andrés Eloy Blanco


    Poeta venezolano nacido en Cumaná en 1896.
    Se graduó en Derecho en 1918 cuando ya había publicado sus primeros versos. Desde muy joven se dedicó
    a la actividad política, oponiéndose al régimen que ostentaba el poder, razón que lo llevó a permanecer en el
    exilio por mucho tiempo.
    Fue además ensayista y dramaturgo. Su consagración definitiva la logró cuando ganó el Concurso Hispanoamericano
    de Poesía auspiciado por la Real Academia Española en 1922.
    Su obra está editada en diversos libros, entre los que se destacan: «Giraluna», «El Huerto de la Epopeya»,
    «Navegación de Altura», «La Aeroplana Clueca», «Vargas», «Tierras que me oyeron», y «Albacea de la Angustia».
    Falleció en Ciudad de México en 1955.



    ***********


    A Florinda en invierno

    Al hombre mozo que te habló de amores
    dijiste ayer, Florinda, que volviera,
    porque en las manos te sobraban flores
    para reírte de la Primavera.

    Llegó el Otoño: cama y cobertores
    te dio en su deshojar la enredadera
    y vino el hombre que te habló de amores
    y nuevamente le dijiste: -Espera.

    Y ahora esperas tú, visión remota,
    campiña gris, empalizada rota,
    ya sin calor el póstumo retoño

    que te dejó la enredadera trunca,
    porque cuando el amor viene en Otoño,
    si le dejamos ir no vuelve nunca.






    ¿Cuántas estrellas tiene el cielo?

    La última noche que pasamos juntos,
    lo preguntó:
    -¿Cuántas estrellas tiene el cielo?
    -Trescientas cincuenta mil.
    -¿A que no?
    -¿A que sí?

    -Cállate. Esta noche
    no quiero que preguntes esas cosas.
    Esta noche, si quieres preguntar
    cuántas estrellas tiene el cielo,
    o cualquier otra cosa,
    pregunta algo así como ¿me quieres?
    ¿tienes frío? ¿quién dice que tiene hambre?

    Esta noche, pregunta algo que sea
    contestado en el mundo sin palabras.
    Interroga con toda tu sangre
    algo en que toda la vida del mundo
    esté preguntando,
    algo así como ¿quién llora?
    ¿hace falta algo?

    Y verás como todo hace falta
    y sabrás cuántas estrellas tiene el cielo
    cuando sepas que el cielo tiene una sola estrella
    para cada momento,
    porque con una que se pierda
    dará un paso de sombra la luz del Universo.







    El dulce mal

    Vuelvo los ojos a mi propia historia.
    Sueños, más sueños y más sueños... gloria,
    más gloria... odio... un ruiseñor huyendo...
    y asómbrame no ver en toda ella
    ni un rasgo, ni un esbozo, ni una huella
    del dulce mal con que me estoy muriendo.

    Torno a mirar hacia el camino andado...
    Mi marcha fue una marcha de soldado,
    con paso vencedor, a todo estruendo;
    mi alegría una bárbara alegría...
    Y en nada está la sombra todavía
    del dulce mal con que me estoy muriendo.

    Surgió una cumbre frente a mí; quisieron
    otros mil coronarla y no pudieron;
    sólo yo quedé arriba, sonriendo,
    y allí, suelta la voz, tendido el brazo,
    nunca sentí ni el leve picotazo,
    del dulce mal con que me estoy muriendo.

    Volví la frente hacia el más bello ocaso...
    Mil bravos se rindieron al fracaso
    mas, yo fui vencedor del mal tremendo;
    fui gloria empurpurada y vespertina,
    sin presentir la marcha clandestina
    del dulce mal con que me estoy muriendo.

    Fuerzas y potestades me sitiaron
    y, prueba sobre prueba, acorralaron
    mi fe, que ni la cambio ni la vendo,
    y yo les vi marchar con su despecho
    feliz, sin presentir nada en mi pecho
    del dulce mal con que me estoy muriendo.

    Mujeres... por mi gloria y por mis luchas
    en muchas partes se me dieron muchas
    y en todas partes me dormí queriendo
    y en la mañana hacia otro amor seguía,
    pero en ninguno el dardo presentía
    del dulce mal con que me estoy muriendo.

    Y un día fue la torpe circunstancia
    de quedarnos a solas en la estancia,
    leyendo juntos, sin estar leyendo,
    mirarnos en los ojos, sin malicia,
    y quedarnos después con la delicia
    del dulce mal con que me estoy muriendo.







    La mujer de sal

    ¡Oh, blancura imposible de la Amada imposible!
    ¡Por todos mis desvelos cruza, como un fantasma,
    como un jirón de invierno, su carne sin penumbras,
    inverosímilmente blanca!

    ¡Oh, blancura imposible,
    que integra mis delirios y va sobre mi alma,
    con la apariencia leve de un sudario
    y la verdad de mármol de una lápida!

    Si alguna vez la viste, filósofo ambulante,
    devanador de calles, enredador de plazas,
    tejedor de monólogos, si alguna vez la viste,
    di si es verdad que te espantó mirarla.

    El resumen de todas las blancuras
    en Ella se anidó como una garza,
    y fue en sus manos un sopor de ovejas
    y fue lienzo de altar en su garganta.

    Vibrante, musical y suspendida
    sobre la tierra, su blancura se alza
    y va floreando sobre el alto cielo
    como un arbusto bajo la nevada.

    ¡Blancura universal, ¡cómo te miro
    resumida al mirarla!
    ¡El blancor de esos días tercamente lluviosos;
    las estatuas de mármol recién inauguradas;
    el estertor de la pechuga exangüe;
    el ruedo que la mar prende a su falda;
    la capa voladora del beduino
    y sus tiendas errantes, palomar del Sahara;
    los caminos ahogados en la arena;
    al fondo de los árboles, la pared de una casa;
    las tumbas escondidas en la noche;
    el cirio iluminando la mortaja;
    ¡yacente livor del esqueleto
    que el cincel del gusano cincelara;
    esas frases inéditas, alargadas de aes,
    con que los sordomudos desahogan su rabia;
    las gotas de azahar sobre las bodas,
    y en la Suprema hora de las ansias,
    en el instante de aflojar los brazos,
    aquel blanco en los ojos de la mujer cansada!

    Blancura universal, ¡Cómo te miro
    resumida, al mirarte!
    El remoto dolor de los pañuelos
    que aletean de adioses en la playa;
    las velas de cien barcos bajo el sol,
    que parece
    que un gran lirio se hubiera deshojado
    en la rada;
    las nubecillas huérfanas que entristecen
    los cielos
    con la miseria de su buche de agua;
    la alegría lustral del primer diente
    que en la frescura del pezón se clava
    y en la inquietud de una cabeza negra
    la aguja cruel de la primera cana;
    el alba, cuando bajo los rayos del ordeño
    se amanece de leche la penumbra del ánfora;
    el pan de trigo antes de entrar al horno;
    el lecho albar que está estrenando sábanas
    y la cuerda del patio con la ropa
    que ponen a secar por la mañana!...

    Mucho de amargo y mucho de imposible
    tiene, en verdad, la carne de la Amada;
    en Ella hay la amargura de esas drogas blanquísimas,
    y es imposible como el Himalaya.

    Su carne es la Primera Comunión de la Carne,
    y tiene lo intocado de las páginas
    donde no escribió nadie, porque esperan la mano
    que escriba con su sangre la Primera Palabra.

    ¡Mujer de Nieve, inédita de los llanos polares!
    ¡Mujer de Sal, como la vieja Estatua!
    Cuando duerme, su rostro
    se debe confundir con la almohada,
    y cuando muere la creerán dormida,
    porque después de muerta no podrá ser más pálida.

    ¡Mujer de Nieve, efigie de la Muerte,
    Mujer de Sal, Estatua!
    Si has de venir a mí, ven por la senda
    más nocturna o más blanca;
    así te fundirás en el camino
    y yo no te veré hasta la llegada.

    Vendrás diciendo una palabra hueca,
    con muchas aes y la voz muy baja;
    tus dedos azulados palparán las tinieblas,
    y un collar de corales, ciñendo tu garganta,
    suspenderá hasta el vértice
    de mis presentimientos
    la evocación de las descabezadas.

    Mujer de sal, mujer de nieve, siento
    como un largo vacío tu blancura en el alma,
    y voy a ti como al abismo el ciego,
    aunque presienta que has de ser mañana,
    Como la muerte, fría e imposible
    y como la mujer de Lot, amarga...







    La órbita del agua

    Vamos a embarcar, amigos,
    para el viaje de la gota del agua.
    Es una gota, apenas, como el ojo de un pájaro.

    Para nosotros no es sino un punto,
    una semilla de luz,
    una semilla de agua,
    la mitad de lágrimas de una sonrisa,
    pero le cabe el cielo
    y sería el naufragio de una hormiga.

    Vamos a seguir, amigos,
    la órbita de la gota de agua:
    De la cresta de una ola
    salta, con el vapor de la mañana;
    sube a la costa de una nube
    insular en el cielo, blanca, como una playa;
    viaja hacia el Occidente,
    llueve en el pico de una montaña,
    abrillanta las hojas,
    esmalta los retoños,
    rueda en una quebrada,
    se sazona en el jugo de las frutas caídas,
    brinca en las cataratas,
    desemboca en el río, va corriendo hacia el Este,
    corta en dos la sabana,
    hace piruetas en los remolinos
    y en los anchos remansos se dilata
    como la pupila de un gato,
    sigue hacia el Este en la marea baja,
    llega al mar, a la cresta de su ola
    y hemos llegado, amigos... Volveremos mañana.







    La renuncia

    He renunciado a ti. No era posible.
    Fueron vapores de la fantasía;
    son ficciones que a veces dan a lo inaccesible
    una proximidad de lejanía.

    Yo me quedé mirando cómo el río se iba
    poniendo encinta de la estrella...
    Hundí mis manos locas hacia ella
    y supe que la estrella estaba arriba...

    He renunciado a ti, serenamente,
    como renuncia a Dios el delincuente;
    he renunciado a ti como el mendigo
    que no se deja ver del viejo amigo;
    como el que ve partir grandes navíos
    con rumbos hacia imposibles y ansiados continentes;
    como el perro que apaga sus amorosos bríos
    cuando hay un perro grande que le enseña los dientes;
    como el marino que renuncia al puerto
    y el buque errante que renuncia al faro
    y como el ciego junto al libro abierto
    y el niño pobre ante el juguete caro.

    He renunciado a ti, como renuncia
    el loco a la palabra que su boca pronuncia;
    como esos granujillas otoñales,
    con los ojos extáticos y las manos vacías,
    que empañan su renuncia, soplando los cristales
    en los escaparates de las confiterías...
    He renunciado a ti, y a cada instante
    renunciamos un poco de lo que antes quisimos
    y al final, cuántas veces el anhelo menguante
    pide un pedazo de lo que antes fuimos!

    Yo voy hacia mi propio nivel. Ya estoy tranquilo.
    Cuando renuncie a todo, seré mi propio dueño;
    desbaratando encajes regresaré hasta el hilo.
    La renuncia es el viaje de regreso del sueño...


    Luna de abril

    Luna de abril, descotada,
    con aguazal circunscrito,
    desnuda, con desnudez
    pura de pecho con niño.
    Luna llena, ubre de vaca,
    con lucero becerrillo;
    ¡qué puro se pone el pecho
    cuando se le cuelga el niño!

    Esta noche yo no siento
    ni sombra de odio por nadie
    ni pena de verme preso,
    ni ganas de que me quiten
    los grillos que me pusieron.

    Nada hay más impuro, nada,
    que el pecho de las mujeres,
    pero no hay nada más puro
    ni mejor para mirarlo
    que un pecho fuera del pecho
    y un niño al lado.







    Miedo

    La sombra de una duda sobre mí se levanta
    cuando llega el arrullo de tu voz a mi oído;
    miedo de conocerte; pero en el miedo hay tanta
    pasión, que me parece que ya te he conocido.

    Yo adiviné el misterio cantor de tu garganta.
    ¿Será que lo he soñado? Tal vez lo he presentido:
    mujer cuando promete y nido cuando canta;
    mentira en la promesa y abandono en el nido.

    Quizá no conocernos fuera mejor; yo siento
    cerca de ti el asalto de un mal presentimiento
    que me pone en los labios una emoción cobarde.

    Y si asoma a mis ojos la sed de conocerte,
    van a ti mis audacias, mujer extraña y fuerte,
    pero el amor me grita: -¡si has llegado muy tarde!...





    Regreso al mar

    Siempre es el mar donde mejor se quiere,
    fue siempre el mar donde mejor te quise;
    al amor, como al mar, no hay quien lo alise
    ni al mar , como al amor, quien lo modere.

    No hay quien como la mar familiarice
    ni quien como la ola persevere,
    ni el que más diga en lo que vive y muere
    nos dice más de lo que el mar nos dice.

    Vamos de nuevo al mar; quiero encontrarte
    la hora más azul para besarte
    y el lugar más allá para quererte,
    donde el agua es al par agua y abismo,
    en la alta mar, en donde el aire mismo
    se da un aire al amor y otro a la muerte.








    Silencio

    Cuando tú te quedes muda,
    cuando yo me quede ciego,
    nos quedarán las manos
    y el silencio.

    Cuando tú te pongas vieja,
    cuando yo me ponga viejo,
    nos quedarán los labios
    y el silencio.

    Cuando tú te quedes muerta,
    cuando yo me quede muerto,
    tendrán que enterrarnos juntos
    y en silencio;

    y cuando tú resucites,
    cuando yo viva de nuevo,
    nos volveremos a amar
    en silencio;

    y cuando todo se acabe
    por siempre en el universo,
    será un silencio de amor
    el silencio.





    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 8 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Dom 04 Ago 2024, 16:47

    Jorge Boccanera




    Poeta, dramaturgo y ensayista argentino nacido en Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires, en 1952.
    Desde 1976, a raíz del golpe de estado en su país, vivió largo tiempo exiliado en México y Centroamérica, ejerciendo
    periodismo y colaborando en muchas actividades literarias . Al caer la dictadura militar se radicó nuevamente en su país,
    dedicándose por completo a la literatura.
    En 1976 obtuvo el premio "Casa de las Américas" de Cuba, posteriormente el "Premio Nacional de poesía joven" en México
    y en 2008 el VIII Premio Casa de América de Poesía Americana por su libro "Palma real".
    De sus libros de poesía merecen destacarse: Los espantapájaros suicidas en 1974, Noticias de una mujer cualquiera en 1976, Contraseña en 1976, Poemas del tamaño de una naranja en 1979, Música de fagot y piernas de Victoria en 1979,
    Los ojos del pájaro quemado en 1980, Polvo para morder en 1986, Sordomuda en 1991, Zona de Tolerancia en 1998
    y Bestias en un hotel de paso en 2001



    *******************


    Arder

    Cuando nos besamos trituramos un ángel.
    Su última voluntad será nuestro deseo.
    Tiempo habrá para escupir sus vidrios de colores,
    su sombrero de plumas,
    barajas manoseadas por tahúres y ahora

    hay que hacerlo entrar,
    ofrecerle licor (que él viene de morirse),
    acercarle una silla (que lee en la oscuridad).

    Dirá sus baratijas,
    su forma de guiarnos al secreto de la vieja
    estación.
    Dirá que el vino está hecho de hojas secas,
    que puede hacer un fuego con tu rostro y el mío.
    (Ni un centavo de luz a su trabajo).

    Cuando nos besamos desollamos un ángel,
    un condenado a muerte que va a resucitar en
    otras bocas.
    No tengas lástima por él, sólo hay que hincar el
    diente
    y triturar al ángel.
    Abrir tus piernas blancas y darle sepultura.







    Autoplagio

    Latigazos de sombra desordenan tu cuerpo,
    en la fotografía donde te estoy pensando,
    y soy el extranjero que descubrió tu rostro
    y se animó a escribirlo, que era como besarlo.







    Besos

    La vida no es
    la cara ni el llanto de la cara
    ni la mano ni el golpe de la mano en la cara
    ni el viaje de la mano ni la estéril huida de la
    cara

    es el hilo de sangre que sale de tu boca.






    El ángel de la muerte

    Oigo pasos ¿será la boca de tiznar y el navajazo
    en pleno rostro?
    Así te acechan como ¿será la antorcha de otra voz
    que va sobre la tuya?
    Escucho pasos y ¿será el escupitajo en la tela de
    araña de tu infancia?
    Así te azuzan como ¿será la cruz al rojo en tu
    mejilla?
    Oigo pasos cerca de ¿será como esos guantes
    rozando tu estación?

    En la memoria hay una puerta rota.
    Los sueños son distintos y el final es el mismo:
    el asesino que te besa.







    Ella

    Viene despacio
    entra
    tropieza con mi tos
    con mi costumbre de dejar la nuca
    en cualquier parte
    viene despacio
    ordena mis silencios
    desata las palabras necesarias
    recibe la correspondencia de mis ojos
    viene despacio
    a tender sus manteles de ternura
    viene despacio
    apenas hecha humo para no despertarme
    se abre paso entre vasos arrojados al día
    retratos de mujeres
    noches de bronca y noches de ginebra
    viene despacio
    con su enchape celeste subiéndose a mis mástiles
    viene despacio
    entra
    se arrodilla al borde de mi alma
    y junta los fragmentos de mi risa
    después... se vuela azul como la tarde.







    Envíos

    Todo lo que se da llega a destiempo.
    No existe otra manera.
    Entre el ojo y la mano hay un abismo.
    Entre el quiero y el puedo hay un ahogado.
    Un país que asoma su cabeza deforme en una
    carta,
    y va a darse a destiempo, nada es lo que
    esperabas.
    Y lo que llega envuelto en papel de regalo se irá
    sucio de odio.

    Bailamos entre los escombros de una cita.
    Dibujamos una taza de café en el desierto.
    Vivimos de sumar y de restar:
    lo que te da el amor, lo que te quita el miedo.
    Al final nos entregan los huesos de un perfume.

    Aún así persistimos.
    En alguna montaña vive un pez resbaloso.
    Entre números rotos se desliza una estrella.







    Exilio

    Un hombre enterrado en las arenas del exilio
    donde se hunden sin chistar mujeres rojas y
    tiendas de lentas humaredas,
    y una espada se empera y una silla en desuso.

    Un hombre enterrado allí donde Tarafa ofrece
    una copa de vino, por las llamas del sol
    que lo despedazaron.
    Y va a pique la mesa donde alguien escribió
    moriré tal vez muy lejos de mi idioma
    Y Artaud canta parado en un caballo blanco.

    Entonces, ese hombre es polvo de su voz.





    Hilachas

    Es el silencio el guante de una voz?
    ¿Se podría tocar?
    Recordaríamos el silencio de un día cualquiera
    cuando niños?
    ¿Acaso vuela al ras del suelo?
    El poeta que se llama a silencio, ¿va
    voluntariamente o el silencio lo llama?
    El que calla, ¿otorga?

    Son respuestas que yo no puedo preguntar.
    No le temo al silencio,
    aun cuando se estrelle con sus alas de polvo en
    mi ventana.
    No da miedo escucharlo.
    Tengo miedo de verlo.





    Historieta

    La niña abre el baúl y una mano le echa tierra
    en los ojos.
    Ella dice: ¡qué hermoso paisaje!
    Ahora mezcla pinturas,
    revuelve los vestidos de tías adornadas con juegos
    de palabras.
    Se amorata, se luce angelical, gira mangosta,
    novia de esparadrapo,
    se mira en los espejos que trabajan sin que nadie
    los mire.
    En este último cuadro la niña se pinta y se
    despinta, aparece y se borra.
    Yo cierro el libro de cuentos infantiles pensando
    que mi lengua es esa niña Sordomuda,
    probándose vestidos a la hora en que los demás
    duermen.







    Ilusión

    Está dormida, sueña, sus párpados esconden un
    aplauso cerrado, un puñal de hojalata, un
    castillo de mimbre.
    Seguro que en su sueño alguien está soplando un
    almohadón de plumas y ella viaja y visita.
    Los 33 Billares o El Blanquita
    (Hoy: Los Imperio, Ana Libia, Los Tres Ases,
    Paco Miller y su muñeco don Roque),
    y trae una botella en cada mano.

    -Ahora está soñando. ¿Con quién sueña? ¿Lo
    sabes?
    -Nadie lo sabe.
    -Sueña contigo. Y si dejara de soñar, ¿qué sería
    de tí?
    -No lo sé.
    -Desaparecerías. Eres una figura de su sueño. Si
    se despertara ese Rey te apagarías como
    una vela.

    Pero ella está borracha y lo que sueña es tan
    vertiginoso que no puedo seguirla.
    Habrá que adivinar, mis ojos fijos en su cuerpo
    que se estremece,
    se sacude,
    que respinga,
    que tiembla,
    como una telaraña en la cuna vacía.



    _________________



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    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
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    Mensaje por Maria Lua Lun 05 Ago 2024, 20:07


    Julia de Burgos (Puerto Rico)


    Julia Constancia Burgos García, nació en Carolina, Puerto Rico, en 1914.
    Se inició en la poesía desde muy temprana edad mientras ejercía como maestra y luego como periodista.
    En sus primeras publicaciones reflejó la influencia de otros poetas como Alfonsina Storni, Clara Lair y Luis Lloréns.
    A esta etapa pertenece su obra «Veinte surcos».
    Posteriormente volcó toda su sensibilidad artística en un canto sensual al amor y a la naturaleza, mostrando
    ciertos rasgos semejantes a Vicente Huidobro y Rafael Alberti. De esta etapa se destacan «Canción de la verdad sencilla»
    y «El mar y tú».
    Es considerada como una de las grandes poetas de su patria.
    Vivió sus últimos años auto-desterrada en Cuba y Nueva York, donde falleció en 1953.



    ********************


    Alba de mi silencio

    En ti me he silenciado...
    El corazón del mundo
    está en tus ojos, que se vuelan
    mirándome.

    No quiero levantarme de tu frente fecunda
    en donde acuesto el sueño de seguirme en tu alma.

    Casi me siento niña de amor que llega hasta los pájaros.
    Me voy muriendo en mis años de angustia
    para quedar en ti
    como corola recién en brote al sol...

    No hay una sola brisa que no sepa mi sombra
    ni camino que no alargue mi canción hasta el cielo.

    ¡Canción silenciada de plenitud!
    En ti me he silenciado...

    La hora más sencilla para amarte es ésta
    en que voy por la vida dolida del alba.








    Alta mar y gaviota

    Por tu vida yo soy...
    en tus ojos yo vivo la armonía de lo eterno.
    La emoción se me riega,
    y se ensancha mi sangre por las venas del mundo.

    No doy ecos partidos.
    Lo inmutable me sigue
    resbalando hasta el fondo de mi propia conciencia.

    En ti yo amo las últimas huidas virginales
    de las manos del alba,
    y armando lo infinito
    te quiero entre las puertas humanas que te enlazan.

    En ti aquieto las ramas abiertas del espacio,
    y renuevo en mi arteria tu sangre con mi sangre.

    ¡Te multiplicas!
    ¡Creces!
    ¡Y amenazas quedarte
    con mi prado salvaje!

    Eres loca carrera donde avanzan mis pasos,
    atentos como albas
    al sol germinativo que llevas en tu impulso.

    Por tu vida yo soy
    alta mar y gaviota:
    en ella vibro
    y crezco...







    Amanecida

    Soy una amanecida del amor…

    Raro que no me sigan centenares de pájaros
    picoteando canciones sobre mi sombrilla blanca.
    (Será que van cercando, en vigilia de nubes,
    la claridad inmensa donde avanza mi alma).

    Raro que no me carguen pálidas margaritas
    por la ruta amorosa que han tomado mis alas.
    (Será que están llorando a su hermana más triste,
    que en silencio se ha ido a la hora del alba).

    Raro que no me vista de novia la más leve
    de aquellas brisas suaves que durmieron mi infancia.
    (Será que entre los árboles va enseñando a mi amado
    los surcos inocentes por donde anduve, casta…)

    Raro que no me tire su emoción el rocío,
    en gotas donde asome risueña la mañana.
    (Será que por el surco de angustia del pasado,
    con agua generosa mis decepciones baña).

    Soy una amanecida del amor…

    En mí cuelgan canciones y racimos de pétalos,
    y muchos sueños blancos, y emociones aladas.

    Raro que no me entienda el hombre, conturbado
    por la mano sencilla que recogió mi alma.
    (Será que en él la noche se deshoja más lenta,
    o tal vez no comprenda la emoción depurada…)







    Amor

    Amor...
    única llama que me queda de Dios
    en el sendero cierto de lo incierto.

    Aquí,
    desesperada,
    me contemplo la vida en un hueco del tiempo.

    Entrecortando pasa el sendero de luz
    que esperancé de sueño.

    ¡Oh mañanas azules que se quedaron muertas,
    volando en el espacio!

    ¡Oh anudada caricia que amaneces dispersa,
    cuando despierta el cuerpo!

    ¡Oh querer desterrarme de mis pasos turbados...!
    ¡Multiplican en ecos!

    Aquí, junto al continuo gravitar de la nada,
    ¡cómo asaltan mi espíritu los silencios más yermos!

    Mi esperanza es un viaje flotando entre sí misma...
    Es una sombra vaga sin ancla y sin regreso.

    Mis espigas no quieren germinar al futuro.
    ¡Oh el peso del ambiente!
    ¡Oh el peso del destierro!

    ¡Amor...!
    Hasta la leve ronda de tu voz perturbada,
    me partió la ola blanca que quedaba en mi pecho.







    Armonía de la palabra y el instinto

    Todo fue maravilla de armonías
    en el gesto inicial que se nos daba
    entre impulsos celestes y telúricos
    desde el fondo de amor de nuestras almas.

    Hasta el aire espigóse en levedades
    cuando caí rendida en tu mirada;
    y una palabra, aún virgen en mi vida,
    me golpeó el corazón, y se hizo llama
    en el río de emoción que recibía,
    y en la flor de ilusión que te entregaba.

    Un connubio de nuevas sensaciones
    elevaron en luz mi madrugada.
    Suaves olas me alzaron la conciencia
    hasta la playa azul de tu mañana,
    y la carne fue haciéndose silueta
    a la vista de mi alma libertada.

    Como un grito integral, suave y profundo
    estalló de mis labios la palabra;
    Nunca tuvo mi boca mas sonrisas,
    ni hubo nunca más vuelo en mi garganta!

    En mi suave palabra, enternecida,
    me hice toda en tu vida y en tu alma;
    y fui grito impensado atravesando
    las paredes del tiempo que me ataba;
    y fui brote espontáneo del instante;
    y fui estrella en tus brazos derramada.

    Me di toda, y fundiéndome por siempre
    en la armonía sensual que tu me dabas;
    y la rosa emotiva que se abría
    en el tallo verbal de mi palabra,
    uno a uno fue dándote sus pétalos,
    mientras nuestros instintos se besaban.







    Azul de tierra en ti

    Parece mar, el cielo
    donde me he recostado a soñarte…

    Si vieras mi mirada,
    como un ave, cazando horizontes y estrellas.

    El universo es mío desde que tú te hiciste
    techo de mariposas para mi corazón.

    Es tan azul el aire cuando mueves tus alas,
    que el vuelo nace eterno en repetida ola sin cansancio.

    No sé si en ola o nube abrirme la ternura
    para rodarme al sueño donde duermes.

    Es tan callado el viento,
    que he podido lograrte entre los ecos.

    Soy toda claridad para estrecharte…

    Te he visto con los ojos vivos
    como los ojos abiertos de los bosques,
    figurándome en risas y quebradas nadando hasta el océano.

    Te he recogido en huellas de canciones marinas
    donde una vez dejaste corazones de agua enamorados.

    Te he sacado del tiempo…

    ¡Cómo te he levantado en un lirio de luz
    que floreció mi mano al recordarte !

    ¿Por qué me corre el mar ?
    Tú eres vivo universo contestándome…







    Canción amarga

    Nada turba mi ser, pero estoy triste.
    Algo lento de sombra me golpea,
    aunque casi detrás de esta agonía,
    he tenido en mi mano las estrellas.

    Debe ser la caricia de lo inútil,
    la tristeza sin fin de ser poeta,
    de cantar y cantar, sin que se rompa
    la tragedia sin par de la existencia.

    Ser y no querer ser… esa es la divisa,
    la batalla que agota toda espera,
    encontrarse, ya el alma moribunda,
    que en el mísero cuerpo aún quedan fuerzas.

    ¡Perdóname, oh amor, si no te nombro!
    Fuera de tu canción soy ala seca.
    La muerte y yo dormimos juntamente…
    Cantarte a ti, tan sólo, me despierta


    Canción de mi pena dormida

    Con los ojos cerrados
    amplia de voces íntimas
    me detengo en el siglo de mi pena dormida.
    La contemplo en su sueño...
    Duerme su noche triste
    despegada del suelo donde arranca mi vida.
    Ya no turba la mansa carrera de mi alma
    ni me sube hasta el rostro el dolor de pupilas.

    Encerrada en su forma,
    ya no proyecta el filo sensible de sus dedos
    tumbándome alegrías,
    en la armonía perfecta de mi canción erguida.
    Ya no me parte el tiempo...

    Duerme su noche triste
    desde que tú te anclaste en la luz de mis rimas.
    Recuerdo que las horas se rodaban en blanco
    sobre mi pena viva,
    cuando corría tu sombra por entre extrañas sombras,
    adueñado de risas.

    Mi emoción esperaba....
    Pero tuve momentos de locura suicida.
    Un agitado viento de esperanza
    parece que me anuncia tu regreso.
    Entre el fuego de luna que me invade
    alejando crepúsculos te siento.
    Estás aquí. Conmigo.
    Por mi sueño.

    ¡A dormir se van ahora mis lágrimas
    por donde tú cruzaste entre mi verso!








    Canción desnuda

    Despierta de caricias,
    aún siento por mi cuerpo corriéndome tu abrazo.
    Estremecido y tenue sigo andando en tu imagen.
    ¡Fue tan hondo de instintos mi sencillo reclamo...

    !De mí se huyeron horas de voluntad robusta,
    y humilde de razones, mi sensación dejaron.
    Yo no supe de edades ni reflexiones yertas.
    ¡Yo fui la Vida, amado !
    La vida que pasaba por el canto del ave
    y la arteria del árbol.

    Otras notas más suaves pude haber descorrido,
    pero mi anhelo fértil no conocía de atajos:
    me agarré a la hora loca,
    y mis hojas silvestres sobre ti se doblaron.

    Me solté a la pureza de un amor sin ropajes
    que cargaba mi vida de lo irreal a lo humano,
    y hube de verme toda en un grito de lágrimas,
    ¡en recuerdo de pájaros!

    Yo no supe guardarme de invencibles corrientes
    ¡Yo fui la Vida, amado !
    La vida que en ti mismo descarriaba su rumbo
    para darse a mis brazos.







    Canción hacia adentro

    ¡No me recuerdes! ¡Siénteme!
    Hay un sólo trino entre tu amor y mi alma.

    Mis dos ojos navegan
    el mismo azul sin fin donde tú danzas.

    Tu arco-iris de sueños en mí tiene
    siempre pradera abierta entre montañas.

    Una vez se perdieron mis sollozos,
    y los hallé, abrigados, en tus lágrimas.

    ¡No me recuerdes! ¡Siénteme!
    Un ruiseñor nos tiene en su garganta.

    Los ríos que me traje de mis riscos,
    desembocan tan sólo por tus playas.

    Hay confusión de vuelos en el aire…
    ¡El viento que nos lleva en sus sandalias !

    ¡No me recuerdes! ¡Siénteme!
    Mientras menos me pienses, más me amas.







    Casi alba

    Casi alba,
    como decir arroyo entre la fuente,
    como decir estrella,
    como decir paloma en cielo de alas.

    Esta noche se ha ido casi aurora,
    casi ronda de luna entre montañas,
    como una sensación de golondrina
    al picar su ilusión en una rama.

    Amanecer, sin alas para huirse,
    regreso de emoción hasta su alma,
    palomitas de amor entre mis manos
    que al asalto de amor subieron castas.

    Noche rasgada al tiempo repetido,
    detenida ciudad de esencias altas,
    como una claridad rompes mi espíritu,
    circundas mi emoción como una jaula.

    Amor callado y lejos...
    tímida vocecita de una dalia,
    así te quiero, íntimo,
    sin saberte las puertas al mañana,
    casi sonrisa abierta entre las risas,
    entre juego de luces, casi alba...







    Coloquio sideral

    ¡Te adoré tanto anoche!
    -Me adoraste en ausencia.

    -¡Te besé tanto anoche!
    -Me besaste en ausencia.

    -¡Te miré tanto anoche !
    -Me miraste en ausencia.

    -¡Te adoré
    sin pensarte en la forma.
    Te besé
    sin sentirme en tu rostro.
    Te miré
    sin mirada y sin sol.

    -¿Y eso es posible, amada?
    -Pregúntalo a la nube
    que cruzó por mi sueño y se posó en tu alma.

    -¿Qué se posó en mi alma?
    -Cargada por la brisa, con la última nota
    de mi vida en canción...

    -Y la brisa ¿qué hizo
    al sentirte en sus prados?
    -Con los ojos turbados
    presenció mi invasión...

    -¿Y no quiso besarte?
    -Sus labios no alcanzaron
    mi corazón en flor.
    Hubo de ver mi rostro
    en sonrisa de agua,
    contigo en la emoción...

    -¿Y así llegaste, amada?
    -Así miré tu alma,
    te besé en la sonrisa,
    y adoré tu ilusión...



    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 8 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 8 Empty Re: POETAS LATINOAMERICANOS

    Mensaje por Maria Lua Mar 06 Ago 2024, 20:54

    Esther de Cáceres



    Poeta y ensayista uruguaya nacida en Montevideo en 1903.
    Se graduó en la Facultad de Medicina en el año de 1929 y alternó su profesión con la docencia como profesora
    universitaria de Literatura, actividad a la que dedicó mucha parte de su vida. Es autora de una vasta producción poética:
    «Las ínsulas extrañas» en 1929, «Libro de soledad» en 1933, «Concierto de amor» en 1944 «Madrigales, trances, saetas»
    en 1947, «Tiempo y abismo»en 1965 y «Canto desierto» en 1969, son sus obras más destacadas.
    Representó a su país en diversos eventos intelectuales y obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1933, 1934 y 1941.
    Falleció en 1971. ©


    ************


    A una magnolia

    Acércame los pétalos de fragante magnolia
    con que, en horas de sueño,
    el Amor poderoso ilumina mi sombra.
    En la sien, en la palma, entre ébanos de noche
    tus pétalos reposan.
    No los turba el ardiente llamado de mi pulso,
    ni del santo madero la grave y sorda música.
    Hasta que alguna vez los clavo con mis ojos
    en una cruz severa,
    y una herida sin sangre les descubro.
    -Es una saeta oculta
    que atraviesa en verano el claroscuro
    del agua Pura y quieta en los lagos nocturnos.-

    Gime el ser en silencio. Con mi fuego dialoga
    tu distante fragancia, tu impasible blancura.
    De lejos nos contestan, en el aire nocturno
    de jardines y selvas, las cítaras insomnes.
    Me acerco a ti; te busco
    la herida misteriosa que sólo yo conozco.

    Todos mis huesos cantan despiertos, dolorosos,
    el canto en que se queman,
    sin quemarte, en la sombra.

    Tú acércate; amortigua esta sedienta lumbre.
    Acércame en el fuego tus frescos, apacibles
    pétalos de magnolia.

    acércate, magnolia!







    Canto de las flores

    Desde un rincón del día dorado
    escondidas flores me llaman.
    -¡Por tu amor sé escucharlas!-
    Me recuerdan tu alma,
    ¡ay, sólo conocida por los ángeles!

    Sólo flores,
    las escondidas flores
    cantan!

    Sabemos sólo flores
    sobre ellas,
    apenas apoyadas
    tu cara -y tu alma
    y mi cara- y mi alma.

    Desde un rincón del día dorado
    escondidas flores me llaman.





    Cristal de amor

    Cuando te veo
    tan solo entre los hombres y los árboles
    quiero olvidarme de este Amor en sombra
    que sonríe y que arde
    para cantarte y dibujar tu imagen
    en el aire!

    Y tengo que volver a esta penumbra
    en que el amor me hace
    arder y sonreír para mostrarte
    en cristal solitario
    tu imagen -otra vez quilla de barco
    que rompe el mar y el aire!

    Ay! lúcido racimo de uvas frescas
    en mis manos trocado
    en rojo y silencioso coral lento
    como el verano!

    Ya te roba tu vértigo
    al cristal solitario;
    vuelves a ser apasionada marcha
    entre libros, y árboles, y llantos.

    Yo me quedo mirándote: sólo eres
    un gran viento que corre, quema y canta
    amor en todo árbol
    y en todos los rincones de mi alma.

    Un gran viento que corre, quema y canta
    y que en profundos mares del verano
    desgaja, silencioso, mil corales!







    El ángel del jardín

    Cuando el verano sueña ardientes pausas
    entre los árboles,
    el ángel del jardín me acerca los jardines
    y hace cantar el agua.

    Las flores amanecen
    porque aquel ángel pasa,
    me acerca los jardines
    ardientes pausas
    pasa...

    Él las mira; me mira...
    ¡todas las flores son una mirada
    y ojos y rosas cruzan
    su luz de alma!

    Ángel, flores y yo sólo soñamos
    el jardín de jardines
    descendido hasta mí cuando en la tarde
    este ángel canta.








    El fuego

    Ya lejos de los árboles ardientes y mortales,
    yo me acerco a cantarte!
    Recuerdo la alta llama;
    los grandes bosques que tu mano quema;
    los muros derribados
    entre las voces que la angustia vela;
    y el metal de la guerra
    por donde corres como vena ciega.

    Recuerdo el gran secreto
    con que te guardo dentro de mis huesos,
    cuando en las horas lentas
    el verano te esconde
    en cada flor sedienta.

    Y te amo, hijo del Aire,
    Fuego -Casa de Amor- barca del Aire,
    barca del día en el Aire!
    Único árbol despierto a través de la Muerte!
    Más sólo que la Muerte!







    El silencio

    Los pájaros
    desde el silencio
    cantan.
    Desde enjambres de amor y de tormento
    cantan.
    Desde prisiones y en la dilatada
    casa del aire
    cantan.
    Entre cipreses de la muerte
    cantan.
    Pero un pájaro solo que ha atravesado el Fuego
    solo en lo alto
    solo y extático
    en misteriosos cielos de silencio y alma
    canta.







    El tiempo de pasión

    Es un ciprés que nace entre antiguos cipreses,
    plantado por mis manos;
    mirado y remirado por los ojos que lloran
    en mi cara; los ojos que te amaron
    cuando antiguos cipreses eran sólo columnas
    de un gran cielo tranquilo.

    Música de la Muerte redobla entre tu cuerpo
    y mi cuerpo. Redobla entre tu sombra
    y mi sombra.
    Redobla en los confines del Amor y la Noche...

    Música de la Muerte llora todas tus muertes;
    va corriendo entre todas
    las hojas de ciprés: dice tu muerte,
    y llega hasta el recuerdo
    de aquel gran mediodía
    del arduo amor,
    -¡un melodioso estar
    Tú y yo, como dos rosas,
    en un resplandor mágico
    de largos oros!-

    Estábamos envueltos en un aire de fuente
    en primavera!
    Tú y yo
    ¡ciegos al día
    y a las estatuas frías!
    ¡Oídos impenetrables
    a la lira del aire!
    ¡Sólo almas reposando
    sobre el alma del sándalo!

    Ahora estás muerto, Amor, bajo todas las rosas
    tristes, ardientes, ávidas, que mi pasión deshoja.
    Y por mis sienes, como de una herida,
    corre tu sangre, última flor de vida.
    Ya llega a mi mejilla -sola flor sin espinas-
    y canta su pasión, su vida herida.
    Yo te he tendido, Amor, sobre las flores tiernas,
    preso y libre de mí, nocturno y frío,
    y desde mis abismos te remiro.

    Ya estamos otra vez, como dos rosas,
    junto a la más esbelta
    fuente eterna de Amor. -Huyen redobles
    de tu Muerte entre noche-.
    ¡Canta la fresca aurora!







    Huyes de mis manos...

    Huyes de mis manos,
    forma del vaso sencillo y seguro:
    -¡pero desde el sueño te canto
    como si tú también fueras sueño!

    Huyes de mis manos
    por caminos que ningún pájaro conoce;
    y mi voz te persigue
    heroica, como un secreto fino y terco.

    ¿Eres sólo una voz
    callada y sin recuerdo?
    ¡Forma del vaso sencillo,
    profunda como el sueño!...






    La fuente

    Entre árboles extáticos
    y flores soñolientas,
    cuando todos los astros del verano
    caen sobre los jardines con ardiente cadencia
    tus surtidores cantan
    sobreviviendo!

    Remotas aguas, columpiados barcos
    descansan en tu dulce cara quieta.
    Tus tranquilos mármoles
    se dan al aire y sueñan
    y la gran noche mágica
    del jardín se levanta
    para ver nuestro encuentro.

    La muchedumbre de las fuentes canta
    por esta sola boca tuya ¡Fuente!

    Ya puedo amar sin vértigos
    este espejo de sombras, este canto;
    porque ciñes los mares de mi ser en la noche
    y detienes el Tiempo!







    La noche

    I
    Un alto mar de sombra ya invadió todo el Aire,
    y en el gran sueño oscuro
    relucen, solitarios,
    los vastos ébanos con que el Amor talla
    arcas insomnes de secretos pianos.

    Bajo la noche
    busco antiguas estatuas.
    Exploro el hondo bosque donde el Recuerdo posa
    su extraña mano de cautela y llama.
    ¿Son mis desconocidas gacelas ya dormidas
    o son lentos follajes?
    ¿Es una cabellera perdida entre los tréboles
    en la extensa morada de fragancias del Aire?

    ¡ Soy yo, soy yo, yo misma
    perdida entre los árboles,
    sola entre oscuros árboles!

    Soy yo, soy yo, yo misma
    en cristal apagado
    y dormidos esmaltes!

    Dejo el bosque secreto, dejo el jardín sin cisnes;
    atravieso los muros invisibles del Aire,
    y ya estoy en el ámbito
    de la gran noche sola!
    -Alguna de mis muertes se ha quedado llorándome!

    II
    Vienen las Soledades y juntas contemplamos:
    Ya no hay más que la Noche
    ¡una gran flor de sombra
    quieta bajo el rocío!
    ¡La Noche y yo -¡su llanto!-

    Hasta que se despierta
    la oscura flor... ¡Ya se truecan las lámparas!
    ¡Ya un aire de gacelas
    se acerca a despertarme!
    ¡Los mares del Día cantan!








    Las campanas del valle

    Tiembla el aire, desata las fragancias
    si cantan las campanas
    llamando a los nostálgicos
    seres del valle.

    Son locas llamaradas
    tendidas a una música lejana
    que sólo en sueños viene
    con acento velado
    por un camino tierno de amapolas
    y de lento descanso.

    Cuando nos despertamos
    a saber otra vez del destierro y las lágrimas
    las campanas encienden el aire del desierto
    y, también desterradas,
    hacia las más lejanas campanas de aquel reino
    cantan y cantan.








    Los pianos

    ¿Qué piano me recuerdan
    las nubes esta tarde?

    Lejos de acantilados
    en donde el mar se rompe
    llorando!;
    lejos de ciegas llamas
    que una mano desata
    para su muerte incauta,
    ya no eres gris espada
    ni violento relámpago!

    ¡Las nubes me hacen dulce
    tu recuerdo en la tarde!

    Como se planta un árbol
    hoy dejo sobre el mundo
    tu imagen:

    Tú eres como los pianos
    distantes en la tarde.
    No acantilado: blanda
    playa de seda y algas
    a donde mi amor llega
    cantando!

    Las lentas melodías
    a tu alrededor vagan,
    como aquellas gaviotas
    que se acercan a un barco
    y le hacen una nueva
    quilla blanda!

    ¿Qué piano me recuerdan
    las nubes esta tarde?...
    Tú eres como los pianos
    y las nubes distantes!







    Manos de amor

    ¡Qué cercanas, qué lejanas,
    tu mano y mi mano juntas!
    Me enloquezco cuando siento
    que entre el amor de sus palmas
    una mano taladrada
    les separa los dos pulsos.

    -Ya se acercan, ya están juntas,
    como una flor con su tallo,
    tu mano y mi mano juntas!
    Quiero sentirles la sangre
    junta;
    ¡las vivas raíces juntas!

    ¡Ay! Todavía las separa
    el resplandor de una rosa
    con su ser, que es, como el tuyo,
    terrible, tierno, traslúcido!

    Toda la noche tu mano,
    convertida en una rosa,
    fue sangre de sueño y flor
    sobre el sueño de mi mano
    silenciosa.







    Melodía de los cisnes

    Cisne tú, como cisnes de un olvidado lago
    que se asoma al recuerdo con violetas tranquilas!
    Viajas como los cisnes en que el Amor descansa
    con una luz antigua
    cuando somos el sueño de una sola flor sola,
    Tú, Cisne de los cisnes
    y Yo -tu melodía!

    Ya el otoño se cierra con un oro sombrío...
    Un gran pétalo solo
    camina por el cielo de las flores dormidas.
    Y cisnes del Recuerdo
    hunden en el silencio de remotos jardines
    su cuello y su concierto: su apagado abanico.

    Sólo tú, extraño ser que me escondes los cisnes
    quedas bajo la luna!
    Y todas las violetas sumergidas se apoyan
    sobre tu ser de cisne
    sobre mi melodía!







    No pasarás por el camino...

    No pasarás por el camino
    a la hora en que mis ojos te buscan,
    cuando los pájaros vagabundos se van de la tarde
    y llora en la noche mi voz.

    Mi corazón te esperará en la puerta de los días
    ¡pero no llegarás!
    ¡Y ha de cerrarse la oración en mi soledad!

    ¡No pasarás por el camino!
    Pero yo he de esperarte otra vez,
    cuando los pájaros vagabundos se van de la tarde
    y llora en la noche mi voz...







    Nocturno herido

    Mientras las nubes pasan sobre el tapiz antiguo
    del tiempo herido
    yo olvido el suave musgo y los pies vivos

    porque tu ser tendido
    yacente en mis rodillas
    me atrae como la sed. Hacia tu muerte
    como hacia el mar me inclino
    y me busco en tu faz como en espejo
    hasta que el día declina.

    Duermo entre tus imágenes
    redobladas y vivas
    y la aurora sorprende un raro sueño:

    Yo voy corriendo mi veloz carrera
    sobre mármoles fríos.
    Pasan las nubes... son veloces... miran
    un ser yacente, un templo entre cipreses
    por el agua del mar humedecidos.
    Miran una gran fuente
    plantada como un árbol
    en medio de la tarde y el olvido...
    Sola imagen tranquila
    de tu muerte tendida en mis rodillas.

    En fuente y ser de muertes yo me miro
    y pasan nubes
    sobre tu ser tendido,
    sobre mi ser que el Tiempo no atraviesa,
    sobre un tapiz de tiempo
    que fuga y permanece;
    sobre un césped de tiempo
    donde la cruz de Amor se planta cada día
    y mis pies silenciosos y desnudos caminan!







    Porque me traían tu sueño...

    Porque me traían tu sueño
    yo amé los cielos de la tarde
    y los árboles solos.

    Y amé los mares en el alba
    y las barcas abandonadas,
    porque en ellas iba encontrando
    ¡tu recuerdo!

    Ya sin los cielos de la tarde
    ni los mares del alba
    ¡te tengo!

    Libre de las imágenes
    ¡te tengo!

    Porque ahora te amo
    en esta soledad mía
    sin recuerdos.







    Recuerdo de violetas

    Yo estoy dentro de un Mar donde los cantos viven
    en tiniebla extasiados...
    Llegan, me tocan, vagan
    con alguna hoja náufraga
    por otoños del Mar suavemente llevada
    y juntos reposamos
    sobre el gran sueño lento de las algas.

    No recuerdo la orilla
    de adiós y muerte y luces apagadas...
    Sólo recuerdo el Aire separando
    con sus secretos dedos
    mis dolientes cabellos extraviados
    cuando cruzábamos
    el Aire y yo
    -aire y cabellos vivos derramados-
    por la gran Primavera
    de ardientes vientos arduos;
    cuando nos acercábamos
    a una columna erguida,
    con hiedra, con saetas,
    con ser encadenado,
    entre las casas muertas
    en un día de violetas
    sobre cara en dolor y párpados cerrados.

    Todos los soñolientos seres del Mar se acercan
    con apacibles manos a mis hambrientas manos.
    Si levanto los párpados
    veo el sueño de violetas:
    Entre tú y yo se miran desde el Aire
    asomadas al Agua
    como un cielo cercano
    sobre el gran Mar de Amor transfigurado.







    Tú harás suave mi sueño...

    Tú harás suave mi sueño
    cuando todas mis ramas hayan sido cortadas
    y no quede más que una
    libertad sin recuerdos...

    Llegará tu silencio!
    Ya mi oído
    no se inclina a los días ni a las noches,
    ya la última esperanza se me borra en tu cielo...

    ¡Llegará tu silencio!
    Mi alma sabe que un día
    tú harás suave mi sueño...


    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 8 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Miér 07 Ago 2024, 18:36

    Marco Antonio Campos



    Poeta, narrador y ensayista mexicano nacido en ciudad de México en 1949.
    Licenciado en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México, fue lector en las Universidades de Salzburgo
    y Viena de 1988 a 1991, profesor invitado de la Brigham Young University en 1991, y catedrático en la Universidad Hebrea
    de Jerusalén en 2003. Ha sido además, director de Literatura de Difusión Cultural de la Universidad Autónoma, director
    en dos épocas del periódico de Poesía y coordinador del Programa de Humanidades de la misma universidad. Ha dictado
    cursos sobre poesía y literatura en varios países de América y Europa, ha sido cuatro veces becario del Colegio Internacional
    de Traductores Literarios de Arles en Francia, y miembro de la Académie Mallarmé en el mismo país.
    Es traductor de muchos autores, entre los que se cuentan, Baudelaire, Rimbaud, Gide, Artaud, Saba, Ungaretti, Quasimodo y Trakl.
    Su obra ha sido galardonada en México con los premios Xavier Villaurrutia y Nezahualcóyotl, en España con el Premio Casa de América y Premio del Tren 2008 Antonio Machado, y en Chile con la Medalla Presidencial Centenario de Pablo Neruda.
    Su poesía está contenida en los siguientes libros: "Muertos y disfraces" 1974, "Una seña en la sepultura" 1978, "Monólogos" 1985,
    "La ceniza en la frente" 1979, "Los adioses del forastero" en 1996, "Viernes en Jerusalén" 2005, "Árboles" 2006 y "Aquellas cartas" en 2008.
    Reside actualmente en Málaga, España.



    ***************


    Adiós a la infancia

    Se llamaba Graciela y era en el colegio el patio abierto y la mañana azul. Era su cuerpo un durazno en sazón y en las noches
    una rama de estrellas. Yo tenía doce años, Graciela tal vez también. Volaban los pájaros desde el sur para visitarla en el patio
    del colegio y sobrevolaban luego los parques y jardines de San Ángel para acompañarla a la hora de la salida. Bajaba del
    eucalipto oloroso una racha de pájaros. Graciela, doce años, rama de estrellas, durazno en sazón, racha de pájaros en su
    levísima falda.

    De "Poesía reunida" 1970-1996







    Cine ermita

    Claro y caro era el mundo para él.
    Claro e insólito el filme con la figura del héroe.
    Combatiente o artesano, trapecista o estudiante,
    da lo mismo, y no importa.
    La primera película inicia
    a las cuatro veintiocho de la tarde,
    y los rasgos del niño se transfiguran en héroe,
    y da lo mismo, y qué importa, bailar a lo
    Astaire 0 lo Kelly, ser vaquero a lo Wayne,
    el gran chulo a lo Gassman.
    Relatos e historias (no lo ignora el niño)
    se han hecho para él,
    y en qué forma, y formidablemente, claro.
    Ríelo y llóralo en el melodrama nacional,
    extravíalo de frente y de perfil en el perfil
    italiano de Gina Lollobrigida o en la alba
    desnudez de Carrol Baker,
    abúrrelo con Disney o con filmes
    donde el protagonista es elefante o perro,
    diviértelo, en fin, del todo, distráelo, en fin
    -mientras afuera, sobre Revolución,
    se lee en enormes letras: CINE ERMITA,
    y el tren eléctrico color pajizo enfila hacia
    el sur,
    y llueve,
    y la larga lluvia de agosto
    se alarga y cae desde las goteras, y el agua
    se mezcla en el pavimento oscuro
    con el lodo o con aceite blando o espeso,
    y en el asiento trasero del tren eléctrico
    despierta el niño, se despereza, y mete
    el dinero en el bolsillo roto del pantalón.

    1998

    De "Poesía reunida" 1970-1996







    Contradictio

    El ajedrez de la muerte
    se quedó en una pieza

    Arrojo los naipes, trémulo, incendiado
    y no dicen mi suerte

    Y tuve una bestia de orgullo
    que arrastró mi bestia

    Moribunda,
    una mujer pasea triste, descalza en la calle

    Y es tarde para ser otro hombre

    Salgo de mi casa, pontífice, ajeno,
    con el crucifijo -una mujer-
    colgado en mi tristeza

    Si regreso, Señor
    quiero ser otro pero no Campos

    ¿Para qué vivir agarrado como loco al reloj?

    Ya la gula de vivir se detuvo en mi garganta
    Y mísera mi perra más odiada fue la angustia

    Pero, Señor, yo converso en voz alta,
    en voz baja converso, sí,
    cosa distinta es que no oigas

    Antes, en otro océano,
    arrepentí, modifiqué el pasado

    Y tus ojos caminaron tristes, inmensos,
    en las páginas de mis libros

    Mañana partiré, me iré del todo
    Aunque hoy puedo decir:
    tengo amigos, no amo a mujer alguna,
    el tétano del sol duerme en la ciudad de México.

    De "Muertos y disfraces, 1974







    De "Árboles":

    1. Cuando niños somos todos los niños que fantasean y sueñan.
    Cuando adultos somos un adulto pero con escasas fantasías y escasos sueños.

    2. En la juventud se sueña que se puede soñar,
    pero en la madurez sólo enfrentamos nuestra realidad marchita
    repitiendo para engañarnos la palabra utopía.

    3. En la madurez caminamos sobre las sombras
    de nuestros grandes sueños.

    4. En las familias acomodadas hay ascendientes -abuelos o tíos- que aman
    con más naturalidad a aquellos miembros e hijos de esos miembros que tienen poder y dinero.
    Los parientes pobres suelen ser pegotes molestos a los que se tolera con dificultad
    y con quienes se debe simular algún afecto.

    5. El pasado es el país de las imágenes rotas y las sombras despedazadas.

    6. Si en la niñez son los sueños puros y los juegos imaginativos;
    si en la juventud construimos castillos de ilusiones y palacios de utopías,
    ya adultos sólo aspiramos a conservar, desarrollar y recordar
    lo poco bueno que nos dio la vida.

    De "Árboles" 2006







    La estudiante de 1966

    ...So sahst du sie im flohen Tanze walten
    Die lieblichste del lieblichsten Gestalten.
    Goethe, "Elegie von Marienbad"

    Tendría mi edad si no fuera por el frío.
    Era ligera y sus piernas tocaban los dedos
    al solo tocarla. Al erguirse en el patio de abajo,
    desde su falda tableada sobre las rodillas,
    el mundo comenzaba a parecerse a sus piernas
    y las cinco letras de la palabra mundo
    se alteraban por las cinco letras de la palabra deseo.
    ¡Qué cintura, qué música lineal, qué rítmicas
    las piernas al salir de clases!
    Callada, era callada como un pasillo negro,
    y al dejarla dejaba en el corazón
    algo como una duda, como culpa o niebla.
    Acabó por dolerme en todo el cuerpo
    y cada centímetro del cuerpo era de su arco
    una flecha atravesada.
    ¿Cuántas veces desde entonces, cuántas,
    ha atravesado el corazón como una flecha,
    como una luz que sangra el corazón?
    Y cuando pasa eso, cuando la flecha cruza,
    cuando la luz sangrienta cruza el corazón
    (lo deja en cruz), algo en mí íntimo
    protesta y grita por una adolescencia
    sin guía y sin objetivo,
    por equivocaciones y torpezas del comediante
    de la obra, quien actuó de un modo
    explicable en esa edad, pero que al evocarla
    duele como una pérdida, como un cuento
    de noche árabe que la vulgaridad rebaja
    burlándose de, exageración o de invención.
    Y algo en mí íntimo protesta y grita
    por algo que debió ser y sólo fue como
    canción de época, como canción que dice
    y repite hasta rayar el disco
    que ésos fueron los días, que ésos fueron.
    Y sangro y me doblo y me arqueo
    y la reina permanece y parte,
    igual al tren de antaño que verifica el recorrido
    pero no sabemos en dónde ni hacia dónde.

    De "Poesía reunida" 1970-1996







    La muchacha y el Danubio

    Como rama al romperse en el invierno blanco,
    corazón lloró a la estrella; triste era el olmo,
    y hace muchos años; cuánta fuerza y fiereza
    en la adolescencia sin dirección, quién se atrevería
    a decir: "Por aquí pasó el vendaval"; Dios creció
    las ramas y cortó las hojas para que supiéramos
    de la felicidad, si la luz pasa. ¡Ah el Danubio!
    Estrella lloraba el corazón. Ella era agua
    que sabía a vino; donde llegaba se oía
    la luz. Era la estrella en el invierno blanco.
    Era blanca y hermosa como el pueblo donde nació.
    Ella me queda, me vive en mí, me llama
    como un remordimiento.

    1991

    De "Los adioses del forastero" 2002







    Rosas

    Las vi a diario, en los meses en flor,
    en prados del jardín de aquella iglesia
    que atenuaba las calles de Mixcoac,
    ventana y pájaro del mundo leve,
    nube y árbol para la nube sola,
    mientras yo, picoteado fresno,
    hacía versos de viajes y de libros,
    de jóvenes amores infelices,
    y creía que revolución y ética
    podían darse la mano y ser bandera.
    En el jardín umbrío o en el claustro
    del amparo, las rosas eran llama,
    hasta que un día, como un adiós perfecto,
    la espina verde era la herida abierta.
    Flor de luz en balcones provenzales.
    Flor de adorno y desmayo petrarquista.
    Flor helada en su veste de artificio.
    Flor que halaga los versos de Ronsard
    donde lozana semeja a la muchacha
    que de bella hace faustos los salones,
    pero que de no cortarse a tiempo
    terminará marchita y recordando
    los versos de Ronsard mientras se queja.
    Asociaba eso en tardes melancólicas,
    bajo los troenos o la adelfa en flor,
    en prados del jardín de aquella iglesia
    que atenuaba las calles de Mixcoac,
    cuando el rayo cortaba en dos la alondra.

    De "Los adioses del forastero" 2002







    Se escribe

    a Michael Rossner

    Se escribe contra toda inocencia
    del clavel o el lirio, contra el aire
    inane del jardín, contra palabras
    que hacen juegos vacíos, contra una estética
    de vals vienés o parnasianas nubes.
    Se escribe abriéndose las venas
    hasta que el grito calla, con llanto ácido
    que nace de pronto pues imposible
    nos era contenerlo, con luz dura
    como rabia azul, quemado el rostro,
    destrozada el alma, desde una rama
    frágil al borde del precipicio,
    Se escribe.

    De "Los adioses del forastero" 2002







    Sankt Peter Friedhof

    Haz de muchachas y onduladas sombras
    se inclinan leves hacia las tumbas.
    Es el delgado cementerio en rombo
    de San Pedro y una vieja sonríe
    porque yo escribo sobre la lápida
    una historia y la mía. Mas la muerte
    es del mar, y si llega, y si llego,
    que me naufrague siempre el Pacífico,
    mi ceniza conduzca a puerto naves.
    Desde hace siglos los muertos oyen
    madera como pájaros. Me mira
    un pájaro negro sobre la cruz
    de Berta Fendt. ¿Quién llama? Ah si llamo,
    ah si vuelo, es por el sol el hijo,
    hierro y lumbre en la guerra, en el sueño,
    en la ruta, en el verso, en el amor,
    y Uno.

    De "Los adioses del forastero" 2002







    Sankt Peter Kirche

    En la iglesia, tras la rubia muchacha
    y el Cristo en la penumbra, la locura
    a la muerte mordía ciega. ¡El derrumbe!
    ¡Relinchos de caballos en la plaza!
    ¡Y el carillón, allá! Sobre la iglesia,
    el pequeño cementerio de San Pedro
    ensombrecía de pájaros; el ciego,
    cubierto de pájaros, saludaba
    al monte en su oscuridad verde.
    Has gritado: "¡Adiós!" a la muerte para
    que no oiga, no quieres que te oiga.
    "Oh Padre Mío, desde el púlpito al padre
    lo he arrojado en llamas. Y yo ¿qué hago?
    ¿ Y qué grito?"

    De "Los adioses del forastero" 2002







    Sonia en el invierno de 1981

    Busco precisar a esta hora de la noche
    ese instante del invierno azul, cuando al salir
    de clases de la universidad nos vimos casualmente
    frente a la biblioteca porque desde hacía años
    en el fondo anhelábamos vernos.
    Inclinaste un poco la cabeza
    y el aire leve de las hojas mínimas
    de las jacarandas murmuró verde la lengua
    de los pájaros que venían del ártico.
    Para mí fuiste (y seguirás siéndolo) el invierno azul.
    ¡Qué de cuándo y cómo yo viví por ti como si fuera uno!:
    los cafés de Insurgentes a las cinco de la tarde,
    los bares semivacíos de San Ángel que nosotros
    colmábamos, los paseos en el claustro y el jardín
    de la iglesia de Santo Domingo en Mixcoac,
    las caminatas bajo los fresnos en la calle de Goya,
    las rimas de poetas ingleses que al leerlas -que al
    oírlas- nos sabían a mar,
    las baladas baladíes de vanos baladistas
    que escuchabas en discos y casets,
    aquello, aquello que pudimos compartir,
    que hubiéramos querido compartir
    -si no hubiéramos apostado puerilmente
    la mala carta o pensar que podíamos soportarnos
    los domingos siete sin que el hígado reventase.

    T u perfecto rostro oval estaba hecho de la
    geometría de la luz, pero no de los adioses.
    Tu cuerpo de veinte años se extendía
    sobre la hierba y la tierra incendiadas.
    Era una rosa abierta para la creación del mundo.
    ¡Cuánto hubiera dado por más! ¡Por algo más!
    No había tiempo que perder, y lo perdimos.

    No hay fotografía, Sonia, que precise
    la gran belleza de ese preciso instante,
    pero ni ese primer instante, ni los meses compartidos,
    valió, creémelo, el sufrimiento de ese año,
    el terrible sufrimiento de ese año.

    Y palomas picotean el grano que les echo.

    1998

    De "Poesía reunida" 1970-1996







    Una carta demasiado tardía

    Contudo, esto é urna carta.
    Carlos Drummond de Andrade
    Carta

    No sé en verdad si esto sea una carta.
    No sé si disculparme por el retraso
    de la explicación, ni si te importan
    disculpa o explicación ¿Para qué
    hacerlo después de veintisiete años
    cuando ya una vida se hizo o se deshizo
    y nosotros sólo soñábamos hacerla?
    Quizá por eso. Quizá porque contigo
    yo habría hecho una vida real
    y no este mundo sin casa que he desecho.
    Desde hace días o semanas
    los recuerdos me ciegan como un pozo,
    y vuelves callada, quieta,
    inmensamente quieta y luz en el diciembre
    horizontal y frío, y allí te quedas.
    A cierta edad los recuerdos se vuelven
    como las flechas de San Sebastián
    pero disparadas sólo al corazón.
    Tenías diecisiete años,
    edad clarísima de las ventanas,
    y eras tenue para que los álamos no olvidaran
    esbeltez ni linaje de luna.
    Podría decir, con el estilo del melodrama
    mexicano: "Amaba a otra", y era cierto,
    humanamente cierto, pero ahora aquí,
    queriendo ver desde mi casa las montañas
    del Ajusco, me digo, me digo que eras
    la que pudo dar, no el país de maravillas
    (como tu nombre lo dice), pero sí
    una vida lúcida, leve, quizá feliz.
    Eso me hago suponer. Supongo.
    Creo sentir alivio al escribir estas líneas.
    Son del todo sinceras pero inútiles,
    porque lo que fui destruyendo
    no se puede explicar en un poema.
    Tampoco me sueño en sueños de entonces,
    porque ya hace años, cinco o diez, que no
    tengo sueños. Tampoco me hago ilusiones,
    aunque lo diga a menudo, sabiendo que engaño
    0 me engaño, mientras miro mi cuerpo como reloj
    que marca las cinco y media de la tarde.
    Hoy por hoy sólo aspiro a terminar una obra
    (mala o buena), hacer a los otros algún bien
    en lo que puedo, y viajar por un mundo que
    a veces me cansa más de lo que me maravilla.
    No sé, como te dije, si esto sea una carta.
    Tal vez no la vayas a leer (lo más probable),
    y no sé si decir: "Te quise" o "Me equivoqué",
    o "Cómo quitarte la begonia". No sé siquiera,
    no sé, qué fue del bosque cortado a ras del bosque.
    No lo sé. Pero te dejo estas líneas:
    Tómalas, aunque no las leas.

    1995

    De "Los adioses del forastero" 2002







    Una farsa sin mensaje

    Qué patas, qué escamas, qué desastre.
    Rubén Bonifaz Nuño «Albur de amor»

    Delgada y tenue como hierba y ola
    sus ojos de noche guardaban el misterio,
    ya la verdad creía que todos, por su linda cara,
    debían aguantarle todo por su linda cara.
    Creía ser la reina, pedía ser la reina
    -a veces lo logró entre bastidores-,
    pero en el teatro o fuera de él
    sólo admitía cumplidos
    si lo decidía ella misma.
    Trasfogaba su cuerpo una tierna dulzura,
    solía encender la hoguera al llegar la noche,
    pero al vislumbrar los pretendientes
    sofocaba el fuego, y apenas si dejaba brasas
    para el rey más tarde.
    Bella como luna cortada en ferragosto,
    bella como luna cortada a media luna,
    su mirada guardaba misterios e ímpetu excitante
    y anhelaba un reino más vasto que la noche.
    Pero la noche más perfecta acaba.
    Pero en la comedia más perfecta
    hay de pronto contraluz, desliz palmario,
    inadvertencia súbita. Una noche azul,
    una noche de estrellas veraniega, una noche
    de adiós sin golondrinas -sin frío, sin telón firme,
    parada la tramoya, el entreacto a ciegas-,
    un sandio inoportuno, un memo de esos
    que asiste al espectáculo sólo
    para aguar fiestas o dárselas de listo,
    se levantó de la platea, marchó hacia el escenario,
    y se dirigió a la reina sólo para decirle
    que ya los pretendientes se habían ido,
    y el rey era minúsculo.
    1997

    De "Poesía reunida" 1970-1996







    1968

    Éramos como estrellas iracundas
    Efraín Huerta
    "Borrador para un testamento"

    Hay fechas que vuelven
    como iluminación o niebla repentina.
    Tú no sabías entonces que esa fecha
    sería como cuña de plata en pleno oro.
    Como una canción que niega hasta las lágrimas,
    como una emoción que niega hasta las lágrimas,
    te vuelven -se graban- dos imágenes,
    se vuelven sagradas dos imágenes:
    cuando entras al atardecer por 5 de Mayo
    frente a Bellas Artes y la sensación
    de la multitud en plaza del Zócalo
    picoteada por miles de puntas de alfileres en luz.
    Eso que no sabían definir los diecinueve años
    la entiendes ahora en dos palabras:
    Libertad y Sueño.
    Pero la historia son momentos, dices,
    y aquel adolescente no sabía, ¿cómo lo iba
    a saber?, que México, en vez de engrandecerse
    se precipitaría en un pozo ciego:
    guerrillas, crímenes, desempleo,
    una sociedad en grito, la esperanza,
    la furia en la calle, la amarga decepción
    por los traidores y los claudicantes,
    repentinas luces, sueños que se volvieron
    como trigo emponzoñado, el río revuelto
    donde todo era la pérdida.
    La historia echó a andar por las calles,
    y muchos creyeron, viéndola tan cerca,
    que podía cortejársele. Pero la historia no se hace
    con buenas intenciones ni con halagos falsos,
    menos con las manos sucias o llenas de sangre.
    Pero te quedan de entonces dos imágenes
    como rítmica plata en doble olivo,
    como alondra cortada por la luna.

    1995

    De "Los adioses del forastero" 2002


    _________________



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    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
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    Mensaje por Maria Lua Jue 08 Ago 2024, 16:13

    Otto René Castillo


    Poeta guatemalteco nacido en Quezaltenango en 1936.
    A raíz del derrocamiento del gobierno de Arbenz, se exilió en El Salvador a la edad de dieciocho años, desarrollando
    allí una intensa actividad poética y política. Puso fin a su exilio en 1957, cuando inició estudios de Derecho y Ciencias
    sociales en la Universidad San Carlos de Guatemala.
    Gracias a su brillante desempeño como estudiante, le fue otorgado el premio "Filadelfo Salazar" y una beca para continuar
    estudios en la República Democrática Alemana. En 1959 inició estudios de Letras en Leipzig, abandonándolos poco tiempo
    después para ingresar en la Brigada Joris Ivens, de orientación comunista. Luego de una corta estadía en Guatemala,
    fue enviado de nuevo al exilio en 1965, recorriendo diferentes países europeos. Finalmente, regresó a su país en forma
    clandestina, donde fue capturado por el gobierno en 1967, siendo fusilado en marzo del mismo año.
    Su obra poética, compuesta por innumerables poemas de corte amoroso y político, fue compilada en 1989.




    **************



    Duele menos estar solo

    Creo
    que duele menos
    estar solo
    con tu recuerdo,
    bajo este cielo
    duro,
    bajo este viento
    espeso,
    bajo miradas
    agudas
    que preguntan:
    "¿Por qué sufren
    tus manos
    en las tardes'?
    "¿Por qué no vienes,
    sin la hoguera
    de su pecho
    lejano,
    y te diviertes
    con nosotras?"

    Poder
    asirse el alma
    sería eso.
    Y renunciar
    para siempre
    al sitio
    donde me espera
    el viento
    acariciando tus cabellos.

    Lo sabes.

    Contigo
    no me cabe el mundo
    en las venas.
    Pero sin ti
    soy demasiado pequeño,
    para esta calle
    de labios grises.
    Créeme, tu ausencia quema,
    alma mía.
    Y tu recuerdo duele.
    Ahora soy, por ejemplo,
    el esqueleto
    de una casa incendiada,
    que se duele
    en el fondo de la ceniza.
    Y grito: "Llevadme llamas
    con vosotras, a cualquier parte.
    No me dejéis ardido
    de escombros.
    Llevadme, en vuestros lomos,
    porque me duele
    el calvariento recuerdo
    de los pájaros que cantaron
    en mi techo, por las tardes."

    Y solo pasa el humo,
    frente a mis manos
    que claman sin escuchas.

    Así todos los días
    amante mía.

    Créeme, pero me duele
    más tu recuerdo,
    amor mío,
    que mi vencida soledad.

    Extraído de "Poesía" Casa de las Américas, 1989







    El amor imposible

    Largos años
    ha guardado el mar
    debajo de su corazón azul
    nuestro amor invencible.

    Ni tú ni yo
    supimos cómo y cuándo
    encendimos esta llamarada,
    tan sólo tus labios y los míos.
    tan sólo nuestros cuerpos
    de violentos amantes
    lo supieron.

    Fuego y tormenta nos unieron.
    Nos separaron fuego y tormenta.
    Para no destruirnos mutuamente
    destruimos todos los puentes,
    quemamos todos los caminos
    que tenían nuestras vidas.

    Lentamente fuimos acercándonos uno al otro,
    para apagar todo recuerdo,
    para cerrar todo camino,
    para impedir todo retorno
    a lo que aún ardía de otros tiempos
    en nosotros.
    Duros meses, amargos días,
    momentos de dolor infinito,
    teníamos que atravesar
    para destruir la obra
    que en un segundo luminoso
    surgía de nosotros más sólida y más fuerte.

    Y sin embargo, debimos separarnos.
    Paso a paso, golpe a golpe
    fuimos derribando todo,
    hasta que nos separamos
    aquella tarde de invierno,
    junto al, mar, al sur marítimo
    de tu país que amo todavía.

    Juntos entregamos nuestro amor al mar
    para que lo guardara
    en su pecho
    de viejo enamorado.

    Hoy estoy frente al Báltico.
    Es un día cualquiera del otoño
    más dulce y más triste de la tierra.
    En sus mareas solitarias
    oigo que me nombran tristemente
    tus palabras lejanas,
    mientras a los grandes ojos negros
    de la noche que sufro
    asciende nuestro amor
    como una simple y clara llamarada
    que nos busca ciegamente todavía.

    Extraído de "Poesía" Casa de las Américas, 1989







    En invierno, una mañana

    Juntos
    hemos despertado
    esta mañana de febrero,
    y nos ha sorprendido
    tanto el nupcial
    andar de las horas,
    que ambos exclamamos,
    ¡está nevando recio!
    Y luego sonreím0s
    un beso.

    Ha nevado
    toda la noche,
    dices, y seguirá
    nevando
    en mí
    toda la vida.
    El invierno
    comienza a envejecer
    y suavemente bella
    es su blancura,
    pero ya nunca,
    será bella para mí la nieve,
    si con ella se acerca
    un solo segundo
    tu partida.

    Tu rostro es, entonces,
    más hermoso que nunca
    y a él cae, hondamente
    mi ternura,
    esta mañana de febrero,
    en la ciudad nevada
    de Berlín.

    Extraído de "Poesía" Casa de las Américas, 1989








    En tus ojos el Elba, todavía

    Todo el día
    ha agitado
    el viento
    tus cabellos,
    vida mía.

    Yo, mientras tanto,
    veo cómo el Elba
    fluye largamente
    en tus pupilas.
    Gris es el agua
    del río,
    y él baña
    este día
    la ribera callada
    de tu vida y la mía,
    fundando el recuerdo
    de una tarde
    que habrá de llegar
    mucho después.
    Gris es, sin duda,
    el curso
    anchuroso del Elba,
    pero en tus ojos,
    amor mío,
    el río es azul,
    azul,
    azul ternura.

    En lo alto,
    las gaviotas
    son la libertad.
    Desde tu rostro
    las miro
    girar y volver,
    ascender y descender,
    y, a veces, se quedan
    en un sitio cualquiera
    oyendo un largo monólogo
    que clama por el mar.

    Yo las sigo
    viendo
    en el fondo
    de tus gestos,
    por costumbre,
    muchos meses después.

    El viento
    no te deja en paz
    los cabellos,
    vida mía.

    Tú, mientras tanto,
    ignoras
    lo mucho
    que te amo
    este día
    junto al Elba.
    Es tal vez
    la última jornada
    que estemos
    junto a él.
    Y tú, sin embargo,
    hablas de nosotros,
    como de algo
    que estuviera todavía
    por llegar.
    Así de grande
    ha de ser
    tu deseo
    de tenerme siempre
    contigo.
    Yo, como por descuido,
    sigo viendo
    el río en tus ojos,
    amor mío,
    y así hubiera querido
    verlo todos los días
    de mi vida.

    Ahora hemos
    llegado.
    El viento
    se desespera afuera,
    amargamente.

    Mis manos son,
    entonces,
    una voluntaria
    acción de ternura
    en tus cabellos.

    Ya el Elba
    quedó atrás.
    Y ahora
    estamos
    bajo techo,
    pero cuando te inclinas
    sobre mí,
    preguntando:
    "¿Dime, qué te pasa?",
    mi rostro
    se hunde sin respuesta
    en el agua azul
    que fluye de tus ojos
    todavía.

    Extraído de "Poesía" Casa de las Américas, 1989







    Encuentro

    Estábamos tan lejos el uno del otro.
    Mares había entre nosotros.
    Montañas y agua.
    Fuego y viento.
    Largos años
    de oscura
    desesperación
    había entre nosotros.

    Pero nos encontramos,
    a pesar de todo,
    porque la vida lo quería
    ciegamente.

    Extraído de "Poesía" Casa de las Américas, 1989







    Intención apagada

    Llego y toco una mano
    y la mano que toco
    tiene dudas.
    Vengo y veo unos ojos
    y los ojos que veo
    tienen llanto.
    Pregunto por nadie
    y me responde la ceniza
    con su enlutado lenguaje.
    Y cuando quiero volver
    corriendo locamente
    hacia los ojos azules
    que me llaman,
    el alma se me enreda
    en las torres de la muerte,
    donde sombras amigas
    abren sus manos
    hacia el tiempo.
    Digo luego una palabra
    amable
    y nadie escucha mi voz
    acostumbrada al tulipán
    y acostumbrada al viento.

    Debo gritar, no hay duda.
    Seguir gritando, reciamente
    hasta que vengan ,a buscarme
    para negarme la cascada
    luminosa de la vida.

    Extraído de "Poesía" Casa de las Américas, 1989



    Pasa el viento en las calles...

    Pasa el viento en las calles
    igual que los enamorados
    los tranvías y la vida...
    Yo sé que la calle
    tiene nostalgia de violencia
    y que clama intachable en su deseo mi ventana,
    pero la lluvia se aleja' sollozando
    como doncella excitada por un hombre desnudo.

    Y el viento sigue en la ciudad pasando,
    igual que los enamorados,
    los tranvías y la vida...

    Y yo antorchándome de nuevo el cuerpo
    y parlando de frente con mi sombra,
    junto a mis libros bohemios de lecturas,
    acompañándome una lámpara
    enemistada
    para siempre con las sombras
    y un reloj judicial que dicta
    sobriamente
    la muerte del diálogo y del tiempo.

    Y sigue el viento en la ciudad pasando
    igual que los enamorados
    los tranvías y la vida,
    arrastra un papel, levanta una hoja,
    seca una lágrima de amor y asusta un beso
    acompaña al triste hasta su casa,
    le pone alas a la medianoche,
    sopla cruel en las pupilas de la embriaguez
    que agranda la sinceridad del hombre y de su anhelo
    devuelve su risa al que reencontró su sueño.

    Y sigue en la ciudad pasando,
    igual que los enamorados,
    los tranvías y la vida...

    Extraído de "Poesía" Casa de las Américas, 1989







    Pregunta

    Me has preguntado
    de qué lado
    tengo el corazón,
    ahora
    que juntos caminamos
    verano
    por las calles de Schwerin.

    Y yo respondo.

    Muchas veces
    dije
    que lo tenía
    en la izquierda,
    alzado
    como un lucero.

    Y no recuerdo,
    en verdad
    haber dicho
    que lo tenía sepulto
    bajo mi práctica
    derecha.

    Ahora sé,
    mi terrible
    y dulce preguntona.
    Mi corazón
    está
    en los juncos
    azules
    de tus ojos,
    cantando desde ellos,
    siempre cantando,
    cantando.

    Extraído de "Poesía" Casa de las Américas, 1989







    Respuesta

    Si me preguntaras
    qué es lo que más quiero
    sobre la anchura de la tierra,
    yo te contestaría:
    a ti, amor mío, y a la gente
    sencilla de mi pueblo.

    Dulce eres, como la tierra.
    Como ella frutal y hermosa.

    Pero a ti te quiero.

    No por lo bella que eres.
    Ni por lo fluvial de tus ojos,
    cuando ven que voy y vengo,
    buscando, como un ciego, el color
    que se me ha perdido en la memoria.
    Ni por lo salvaje de tu cuerpo indomable.
    Ni por la rosa de fuego, que se entrega
    cuando la levanto del fondo de la sangre
    con las manos jardineras de mis besos.
    A ti te quiero, porque eres la mía.
    La compañera que la vida me dio,
    para ir luchando por el mundo.

    Amo a la gente sencilla de mi pueblo,
    porque son sangre que necesito
    cuando sufro y me desangro;
    hombres que me necesitan cuando sufren.
    Porque nosotros somos los más fuertes,
    pero también los más débiles. Somos la lágrima.
    La sonrisa. Lo dolorosamente humano. La unidad
    de lo mejor y de lo más deplorable. Lo que canta
    sobre la tierra y lo que llora sobre ella.
    De ellos recibí esta vez, este corazón inquieto,
    que me apoya y me fortalece y tt1e lleva consigo.

    Por eso los amo como son
    y también como serán.
    Porque ellos son buenos
    y serán mejores.
    Y juntos nos jugamos
    el destino, con nuestras
    manos que todo lo construyen.

    Así amo yo la vida
    y amo a la humanidad,
    amor mío,
    cuando te amo y amo
    a los hombres sencillos
    de mi bello y horrendo país.

    Extraído de "Poesía" Casa de las Américas, 1989







    Tan solo mi dolor

    Tan solo mi dolor
    pregunta ciertas
    cosas importantes.
    Tan solo mi dolor
    suele hablar contigo,
    sin que nunca lo sepas,
    sin que te duelan
    los ojos o la voz.
    Sin que tu sombra
    me cubra con su cuerpo
    lleno de hierba negra.

    ¿Dónde murió
    tu primer beso?
    ¿Quién conserva
    tu primer rostro?
    ¿En qué tacto
    aletean todavía tus senos?
    ¿Por qué buscas
    en la noche mi piel?
    ¿Por qué abrazas
    la bandera que levanto,
    con orgullo?
    ¿Por qué rehúyes
    a tu gente por mi lucha?
    ¿Por qué se te muere
    cristo en la pupila?
    ¿Por qué acudes
    a luchar conmigo,
    contra el odio y el hambre?
    ¿Por qué, pequeña burguesita,
    te llenas de mi rabia profunda?

    Amor, amor,
    te duele más
    de lo que tú te dueles,
    sin que lo sepa tu dolor.

    Extraído de "Poesía" Casa de las Américas, 1989







    Tu madrugada, Patria

    Así concibo yo a mi patria,
    que otros la conciban como quieran

    Anduve viajando
    muchos años
    por el mundo,
    con el lucero
    de tu nombre
    en los ojos.

    Y no hubo
    una sola mañana,
    que se fuera
    sin algo de lo tuyo.
    Cuando el alba
    llegaba, ya estabas
    repartiendo tus gestos,
    extraños y lejanos,
    desde la oscura colina
    de mi rostro.

    "¿Por qué la quieres
    tanto, me decían,
    si es amarga y cruel
    como el alma de un basta?
    ¿Por qué, si es tan chiquita
    y tan hambrienta, que en ella
    a uno sólo le queda por delante
    la ardua tarea de morirse?

    Pero yo siempre respondía,
    que te quiero tanto,
    porque aún sumido en la tiniebla
    oyendo el largo llanto
    de tus hijos,
    no puedo ignorar
    que detrás de mí
    comienza, en verdad,
    tu madrugada.

    Luego te alegrabas
    en el fondo de mis ojos,
    y volvías tu rostro
    con ternura,
    tal vez en busca ya
    de los hijos
    que están todavía
    por venir.

    Extraído de "Poesía" Casa de las Américas, 1989




    http://amediavoz.com/castillo.htm


    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 8 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Vie 09 Ago 2024, 18:57

    Ana Cristina César



    Poeta, traductora y periodista brasileña nacida en Río de Janeiro el 2 de junio de 1952.
    Completó estudios clásicos en la Escuela de Prácticas de la Facultad de Filosofía de Río y posteriormente se licenció en Letras por la Universidad Católica de Río de Janeiro. En 1980 estudió traducción, graduándose como Master of Arts en la Universidad de Essex, Inglaterra.
    Tradujo entre otras a Katherine Mansfield y Emily Dickinson.
    En 1978 publicó "Escenas de Abril" y "Correspondencia completa" . Durante su estadía en Inglaterra, en 1980, editó su obra "Guantes de gamuza"; luego, en Río de Janeiro, en 1982, "A tus pies", cuya segunda edición se presentó en 1983.
    El 29 de octubre de 1983, agobiada por la angustia, se quitó la vida en Río de Janeiro.





    *********************


    A punto de partir...

    A punto de
    partir, ya sé
    que nuestros ojos
    sonreían para siempre
    en la distancia.
    ¿Parece poco?
    Suelo de sal gruesa y oro que se raja.
    A punto de partir, ya sé que
    nuestros ojos sonríen en la distancia.
    Lentes oscurísimas bajo los pilares.

    De "Guantes de gamuza y otros poemas" Ediciones Bajo la Luna 1992
    Versión de Teresa Arijón y Sandra Almeida








    Cabecera

    Intratable.
    Ya no quiero poner poemas en el papel
    ni dar a conocer mi ternura.
    Me doy aires de dura,
    muy sobria y dura,
    no pregunto
    "¿de la sombra de aquel beso
    qué haré?"
    Es inútil
    quedar a la escucha
    o maniobrar la lupa
    de la adivinación.
    Dicho esto
    el libro de cabecera cae al suelo.
    Tu mano que se desliza
    ¿distraídamente?
    sobre mi mano

    De "Guantes de gamuza y otros poemas" Ediciones Bajo la Luna 1992
    Versión de Teresa Arijón y Sandra Almeida







    Celos

    Tengo celos de ese cigarrillo que fumás
    Tan distraídamente.

    De "Guantes de gamuza y otros poemas" Ediciones Bajo la Luna 1992
    Versión de Teresa Arijón y Sandra Almeida







    Como Caperucita

    Corro de mamá a la abuela
    cargada de bolsos.
    Pero es en el camino donde exclamo:
    - ¡ahora puedo todo!
    Para esta figura obstinada voy hasta el
    agotamiento,
    valiente,

    soy una mujer del siglo XIX
    disfrazada en el siglo XX

    De "Guantes de gamuza y otros poemas" Ediciones Bajo la Luna 1992
    Versión de Teresa Arijón y Sandra Almeida







    Del Diario no diario "Inconfesiones"

    17.10.68

    Forma sin norma
    Defensa cotidiana
    Contenido todo
    Abarcas una ana

    Tengo una hoja blanca
    y limpia a mi espera:
    invitación muda

    tengo una cama blanca
    y limpia a mi espera:
    invitación muda

    tengo una vida blanca
    y limpia a mi espera:

    5.2.69

    De "Guantes de gamuza y otros poemas" Ediciones Bajo la Luna 1992
    Versión de Teresa Arijón y Sandra Almeida







    En este interlunio:

    En este interlunio
    Soy diluvio o me ahogo.
    Y entre espectros que comprimen,
    Nada se cumple,
    El destino se hace polvo.
    De querella y harina se yergue un ojo.
    Las voces despetalan,
    Los períodos se ablandan,
    Oraciones enteras lentas se consumen,
    En pozos hay sumirse de palabras sordas.
    En este interlunio
    Soy centella o hulla inerte.
    Enorme tórsalo entra cuerpo adentro,
    Entre los dientes, carne.
    Arde el ente y escupe,
    Escupida inútil invadiendo espacio.
    Moléculas blandas coleando,
    Víboras vagas rimándose,
    Poetas quietos entreviendo
    Cosas cosas que fallecen.
    En este interlunio,
    Soy cosa o poeta.

    agosto 68

    De "Guantes de gamuza y otros poemas" Ediciones Bajo la Luna 1992
    Versión de Teresa Arijón y Sandra Almeida









    Fisonomía

    no es mentira
    es otro
    el dolor que duele
    en mí
    es un proyecto
    de paseo
    en círculo
    un malogro
    del objeto
    en foco
    la intensidad
    de luz
    de tarde
    en el jardín
    es otro
    otro el dolor que duele
    es aquí
    por ahora
    todavía no hay
    cortina
    alfombra
    luz indirecta
    amenizando la noche
    cuadros en las paredes

    De "Guantes de gamuza y otros poemas" Ediciones Bajo la Luna 1992
    Versión de Teresa Arijón y Sandra Almeida








    Nada disimula la perfección del amor...

    Nada disimula la perfección del amor.
    Un auto en marcha atrás. Memoria del agua en movimiento. Beso.
    Gusto particular de tu boca. Ultimo tren subiendo al
    cielo.
    Aguzo el oído.
    Los aparatos que sólo hacen sonido ocupan el lugar
    clandestino de la felicidad.
    Necesito atarme al velamen con mis propias manos.
    Sirgar.
    Desde aquí al fondo de la reserva forestal oigo cosas que
    nunca oí, pájaros que gimen.

    De "Guantes de gamuza y otros poemas" Ediciones Bajo la Luna 1992
    Versión de Teresa Arijón y Sandra Almeida







    No estás muriendo dulzura...

    No estás muriendo dulzura.

    Así como dije: de aquí a diez años estaré de vuelta.
    Certeza de que un día nos reencontramos.
    Dulzura, no estás muriendo.

    Barca engalanada a pique,
    pero fija: dulzura, no ahogues.

    De "Guantes de gamuza y otros poemas" Ediciones Bajo la Luna 1992
    Versión de Teresa Arijón y Sandra Almeida








    Poesía

    jardines inhabitados pensamientos
    supuestas palabras en
    pedazos
    jardines se ausenta
    la luna figura de
    una falta contemplada
    jardines extremos de esa ausencia
    de jardines anteriores que
    retroceden
    ausencia frecuentada sin misterio
    cielo que retrocede
    sin pregunta

    De "Guantes de gamuza y otros poemas" Ediciones Bajo la Luna 1992
    Versión de Teresa Arijón y Sandra Almeida








    Último adiós I

    Los navíos hacen figuras en el aire
    escapan en colores - los faunos.
    Los cuerpos de los bomberos bailan
    en el brillo de mis pies.
    Desde el muelle muerdo
    impaciente
    la mano inmersa
    en los faros.

    De "Guantes de gamuza y otros poemas" Ediciones Bajo la Luna 1992
    Versión de Teresa Arijón y Sandra Almeida


    * * * * *

    Último adiós II

    El navío desatraca
    imagino un gran desastre sobre la tierra
    las lecciones levantan vuelo,
    agudas
    pánicos felinos apoyados en la amura

    y en la deck-chair
    todavía te escucho hojear los últimos poemas
    con una sonrisa a medias

    De "Guantes de gamuza y otros poemas" Ediciones Bajo la Luna 1992
    Versión de Teresa Arijón y Sandra Almeida







    Un beso

    que tuviera un blue.
    Es decir
    imitara feliz
    la delicadeza, la suya,
    así como un tropiezo
    que se sumerge sordamente
    en el reino expreso
    del placer
    Espío sin un ay
    las evoluciones de tu confrontación
    a mi sombra
    desde la elección
    inclinada sobre el menú;
    un pescado a la parrilla
    un novio
    un agua
    sin gas
    de despegue:
    lector ensordecido
    tal vez extasiado
    "al éxito"
    diría mi censor
    "a la escucha"
    diría mi amor
    siempre en blue
    pero era un blue
    feliz
    indagando sólo
    "what's new"
    una cuestión
    matriz
    dibujada a tiza
    entre un beso
    y la renuncia intuida
    de otro beso.

    De "Guantes de gamuza y otros poemas" Ediciones Bajo la Luna 1992
    Versión de Teresa Arijón y Sandra Almeida





    http://amediavoz.com/cesar.htm


    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 8 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Sáb 10 Ago 2024, 17:35

    Julio Cortázar



    Hijo de padres argentinos, nació en Bruselas en 1914 y residió en Buenos Aires desde los cuatro años.
    Trabajó como maestro en varios pueblos argentinos y posteriormente se graduó en Letras.
    Bajo el seudónimo de Julio Denis publicó su primer libro de poemas, «Presencia», en 1938.  Gracias a una
    beca del gobierno francés, se instaló en Paris en 1951 donde además se dedicó a las traducciones para mejorar
    su situación económica. Posteriormente se vinculó a la Unesco trabajando allí hasta su jubilación.
    Además de numerosas novelas y escritos, sobresale su poema dramático «Los Reyes» en 1949.
    Murió en Paris en 1984



    ********************


    A la voz de Susana Rinaldi

    No sé lo que hay detrás de tu voz.
    Nunca te vi, vos sos los discos
    Que pueblan por las noches este departamento de París.

    Te busqué en Buenos Aires, pero sabés seguro
    Cuántos espejos de mentira te hacen pifiar la esquina,
    Como después de andar de bache en bache
    Acabás con ginebra en un boliche
    Murmurando la bronca del despiste.

    No sé, ya ves, ni como sos,
    Tengo las fotos de tus discos, gente
    Que te conoce y te escribe,
    Paredes de palabras con glicinas
    Y vos detrás, inalcanzable siempre.

    (Y esto que digo Susana
    es también la Argentina donde todo
    puede esconder la estafa si no sabemos ser
    como el farol del barrio, o como aquí sus tangos,
    vigías de la noche y la esperanza).







    A una mujer

    No hay que llorar porque las plantas crecen en tu balcón,
    no hay que estar triste
    si una vez más la rubia carrera de las nubes te reitera lo inmóvil,
    ese permanecer en tanta fuga. Porque la nube estará ahí,
    constante en su inconstancia cuando tú, cuando yo
    -pero por qué nombrar el polvo y la ceniza.
    Sí, nos equivocábamos creyendo que el paso por el día
    era lo efímero, el agua que resbala por las hojas hasta hundirse en la tierra.

    Sólo dura la efímero, esa estúpida planta que ignora la tortuga,
    esa blanda tortuga que tantea en la eternidad con ojos huecos,
    y el sonido sin música, la palabra sin canto, la cópula sin grito de agonía,
    las torres del maíz, los ciegos montes.
    Nosotros, maniatados a una conciencia que es el tiempo,
    no nos movemos del terror y la delicia,
    y sus verdugos delicadamente nos arrancan los párpados
    para dejarnos ver sin tregua cómo crecen las plantas del balcón,
    cómo corren las nubes al futuro.

    ¿Qué quiere decir esto? Nada, una taza de té.
    No hay drama en el murmullo, y tú eres la silueta de papel
    que las tijeras van salvando de lo informe: oh vanidad de creer
    que se nace o se muere,
    cuando lo único real es el hueco que queda en el papel,
    el golem que nos sigue sollozando en sueños y en olvido.







    After such pleasures

    Esta noche, buscando tu boca en otra boca,
    casi creyéndolo, porque así de ciego es este río
    que me tira en mujer y me sumerge entre sus párpados,
    qué tristeza nadar al fin hacia la orilla del sopor
    sabiendo que el placer es ese esclavo innoble
    que acepta las monedas falsas, las circula sonriendo.

    Olvidada pureza, cómo quisiera rescatar
    ese dolor de Buenos Aires, esa espera sin pausas
    ni esperanza.
    Solo en mi casa abierta sobre el puerto
    otra vez empezar a quererte,
    otra vez encontrarte en el café de la mañana
    sin que tanta cosa irrenunciable
    hubiera sucedido.
    Y no tener que acordarme de este olvido que sube
    para nada, para borrar del pizarrón tus muñequitos
    y no dejarme más que una ventana sin estrellas.






    Antes, después...

    Como los juegos al llanto
    como la sombra a la columna
    el perfume dibuja el jazmín
    el amante precede al amor
    como la caricia a la mano
    el amor sobrevive al amante
    pero inevitablemente
    aunque no haya huella ni presagio

    aunque no haya huella ni presagio
    como la caricia a la mano
    el perfume dibuja el jazmín
    el amante precede el amor
    pero inevitablemente
    el amor sobrevive al amante
    como los juegos al llanto
    como la sombra a la columna

    como la caricia a la mano
    aunque no haya huella ni presagio
    el amante precede al amor
    el perfume dibuja el jazmín
    como los juegos al llanto
    como la sombra a la columna
    el amor sobrevive al amante
    pero inevitablemente...







    Aplastamiento de las gotas

        Yo no sé, mirá, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones
    cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro qué hastío. Ahora aparece una gotita
    en lo alto del marco de la ventana, se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo
    y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae.
        Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes mientras le crece la barriga,
    ya es una gotaza que cuelga majestuosa y de pronto zup ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol.
        Pero las hay que se suicidan y se entregan en seguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran, me parece ver la vibración
    del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse.
        Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós.







    Bolero

    Qué vanidad imaginar
    que puedo darte todo, el amor y la dicha,
    itinerarios, música, juguetes.
    Es cierto que es así:
    todo lo mío te lo doy, es cierto,
    pero todo lo mío no te basta
    como a mí no me basta que me des
    todo lo tuyo.

    Por eso no seremos nunca
    la pareja perfecta, la tarjeta postal,
    si no somos capaces de aceptar
    que sólo en la aritmética
    el dos nace del uno más el uno.

    Por ahí un papelito
    que solamente dice:

    Siempre fuiste mi espejo,
    quiero decir que para verme tenía que mirarte.







    Canada dry

    Sé que me acordaré de un cielo raso
    donde las manchas de humedad eran un gato, un número, una mano cortada.

    Sé que me acordaré del ruido
    de un water en alguna habitación lejana del hotel,
    su triste catarata de bolsillo, su inevitable recurrencia.

    Chaçun ses madeleines, chaçun ses Albertines

    Serás por siempre imán de imágenes,
    las más turbias y vanas me traerás con el gesto
    que en la caliente oscuridad del cuarto
    era encender los cigarrillos del hartazgo,
    ver asomar nuestros desnudos cuerpos flanco a flanco,
    Las más pequeñas turbias cosas,
    una uña lastimada que te dolía tanto, el triste
    rito de ir a lavarte y regresar, las servidumbres.

    Tan sólo compartimos los bares y las calles
    antes de amarnos contra tres espejos:
    ¿qué más podría darme tu recuerdo?

    Pero yo sé guardar y usar lo triste y lo barato
    en el mismo bolsillo donde llevo esta vida
    que ilustrará las biografías. Ve, pequeño fantasma,
    el baño está ahí al lado,
    yo fumaré esperándote
    empezaremos otra vez. El cielo raso
    dibuja un gato, un número, una mano cortada.







    Ceremonia recurrente

    El animal totémico con sus uñas de luz,
    los objetos que junta la oscuridad debajo de la cama,
    el ritmo misterioso de tu respiración, la sombra
    que tu sudor dibuja en el olfato, el día ya inminentemente.
    Entonces me enderezo, todavía batido por las aguas del sueño,
    Vuelvo de un continente a medias ciego
    donde también estabas tú pero eras otra,
    y cuando te consulto con la boca y los dedos, recorro el horizonte de tus flancos
    (dulcemente te enojas, quieres seguir durmiendo, me dices bruto y tonto,
    te debates riendo, no te dejas tomar pero ya es tarde, un fuego
    de piel y de azabache, las figuras del sueño)
    el animal totémico a los pies de la hoguera
    con sus uñas de luz y sus alas de almizcle.

    Y después despertamos y es domingo y febrero.







    Cinco poemas para Cris

    I
    Ya mucho más allá del mezzo
    «camin di nostra vita»
    existe un territorio del amor
    un laberinto más mental que mítico
    donde es posible ser
    lentamente dichoso
    sin el hilo de Ariadna delirante
    si espumas ni sábanas ni muslos.

    Todo se cumple en un reflejo de crepúsculo
    tu pelo tu perfume tu saliva.
    Y allí del otro lado te poseo
    mientras tú juegas con tu amiga
    los juegos de la noche.

    II
    En realidad poco me importa
    que tus senos se duerman
    en la azul simetría de otros senos.
    Yo los hubiera hollado
    con la cosquilla de mi roce
    y te hubieras reído justamente
    cuando lo necesario y esperable
    era que sollozaras.

    III
    Sé muy bien lo que ganas
    cuando te pierdes en el goce.
    Porque es exactamente
    lo que yo habría sentido.

    IV
    La justa errata
    habernos encontrado al final del día
    en un paseo púbico.

    V
    Me gustaría que creyeras
    que esto es el irrisorio juego
    de las compensaciones
    con que consuelo esta distancia.
    Sigue entonces danzando
    en el espejo de otro cuerpo
    después de haber sonreído
    apenas
    para mí.

    Después de las fiestas

    Y cuando todo el mundo se iba
    y nos quedábamos los dos
    entre vasos vacíos y ceniceros sucios,

    qué hermoso era saber que estabas
    ahí como un remanso,
    sola conmigo al borde de la noche,
    y que durabas, eras más que el tiempo,

    eras la que no se iba
    porque una misma almohada
    y una misma tibieza
    iba a llamarnos otra vez
    a despertar al nuevo día,
    juntos, riendo, despeinados.







    El breve amor

    Con qué tersa dulzura
    me levanta del lecho en que soñaba
    profundas plantaciones perfumadas,

    me pasea los dedos por la piel y me dibuja
    en el espacio, en vilo, hasta que el beso
    se posa curvo y recurrente,

    para que a fuego lento empiece
    la danza cadenciosa de la hoguera
    tejiéndose en ráfagas, en hélices,
    ir y venir de un huracán de humo...

    ¿Por qué, después,
    lo que queda de mí
    es sólo un anegarse entre las cenizas
    sin un adiós, sin nada más que el gesto
    de liberar las manos?







    El encubridor

    Ese que sale de su país porque tiene miedo,
    no sabe de qué, miedo del queso con ratón,
    de la cuerda entre los locos, de la espuma en la sopa.
    Entonces quiere cambiarse como una figurita,
    el pelo que antes se alambraba con gomina y espejo
    lo suelta en jopo, se abre la camisa, muda
    de costumbres, de vinos y de idioma.
    Se da cuenta, infeliz, que va tirando mejor, y duerme
    a pata ancha. Hasta de estilo cambia, y tiene amigos
    que no saben su historia provinciana, ridícula y casera.

    A ratos se pregunta cómo pudo escapar todo ese tiempo
    para salirse del río sin orillas, de los cuellos garrote,
    de los domingos, lunes, martes, miércoles y jueves.
    A fojas uno, sí, pero cuidado:
    un mismo espejo es todos los espejos,
    y el pasaporte dice que naciste y que eres
    y cutis color blanco, nariz de dorso recto,
    Buenos Aires, septiembre.

    Aparte que no olvida, porque es arte de pocos,
    lo que quiso, esa sopa de estrellas y de letras
    que infatigable comerá
    en numerosas mesas de variados hoteles,
    la misma sopa, pobre tipo,
    hasta que el pescadito intercostal se plante y diga basta.







    El futuro

    Y se muy bien que no estarás.
    No estarás en la calle
    en el murmullo que brota de la noche
    de los postes de alumbrado,
    ni en el gesto de elegir el menú,
    ni en la sonrisa que alivia los completos en los subtes
    ni en los libros prestados,
    ni en el hasta mañana.
    No estarás en mis sueños,
    en el destino original de mis palabras,
    ni en una cifra telefónica estarás,
    o en el color de un par de guantes
    o una blusa.
    Me enojaré
    amor mío
    sin que sea por ti,
    y compraré bombones
    pero no para ti,
    me pararé en la esquina
    a la que no vendrás
    y diré las cosas que sé decir
    y comeré las cosas que sé comer
    y soñaré los sueños que se sueñan.
    Y se muy bien que no estarás
    ni aquí dentro de la cárcel donde te retengo,
    ni allí afuera
    en ese río de calles y de puentes.
    No estarás para nada,
    no serás mi recuerdo
    y cuando piense en ti
    pensaré un pensamiento
    que oscuramente trata de acordarse de ti.


    _________________



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    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Dom 11 Ago 2024, 16:36

    Rubén Darío


    Poeta nicaragüense nacido en Metapa, hoy Ciudad Darío, en 1867.
    Fue, sin duda alguna, uno de los poetas hispanoamericanos que más decididamente cambió el rumbo
    de las letras hispánicas.
    Publicó sus primeros versos a los once años, y a finales del siglo XIX, ya consagrado, publicó "Azul",
    obra con la que se inició «oficialmente» el Modernismo Hispanoamericano.
    Al final de su vida se hundió en un ambiente bohemio, muriendo olvidado por todos en 1916.



    Abrojos

    Lloraba en mis brazos vestida de negro,
    se oía el latido de su corazón,
    cubríanle el cuello los rizos castaños
    y toda temblaba de miedo y de amor.
    ¿Quién tuvo la culpa? La noche callada.
    Ya iba a despedirme. Cuando dije "¡Adiós!",
    Ella, sollozando, se abrazó a mi pecho
    bajo aquel ramaje del almendro en flor.
    Velaron las nubes la pida luna...
    Después, tristemente lloramos los dos.

    * * *

    ¿Qué lloras? Lo comprendo.
    Todo concluido está.
    Pero no quiero verte,
    alma mía, llorar.
    Nuestro amor, siempre, siempre...
    Nuestras bodas... jamás.
    ¿Quién es ese bandido
    que se vino a robar
    tu corona florida
    y tu velo nupcial?
    Mas no, no me lo digas,
    no lo quiero escuchar.
    Tu nombre es Inocencia
    y el de él es Satanás.
    Un abismo a tus plantas,
    una mano procaz
    que te empuja; tú ruedas,
    y mientras tanto, va
    el ángel de tu guarda
    triste y solo a llorar.
    Pero ¿por qué derramas
    tantas lágrimas?... ¡Ah!
    Sí, todo lo comprendo...
    No, no me digas más.







    Amo, amas

    Amar, amar, amar, amar siempre, con todo
    el ser y con la tierra y con el cielo,
    con lo claro del sol y lo oscuro del lodo;
    amar por toda ciencia y amar por todo anhelo.

    Y cuando la montaña de la vida
    nos sea dura y larga y alta y llena de abismos,
    amar la inmensidad que es de amor encendida
    ¡y arder en la fusión de nuestros pechos mismos!


    Cuando cantó la culebra...

    Cuando cantó la culebra,
    cuando trinó el gavilán,
    cuando gimieron las flores,
    y una estrella lanzó un ¡ay!;
    cuando el diamante echó chispas
    y brotó sangre el coral,
    y fueron dos esterlinas
    los ojos de Satanás,
    entonces la pobre niña
    perdió su virginidad.







    Cuando llegues a amar...

    Cuando llegues a amar, si no has amado,
    sabrás que en este mundo
    es el dolor más grande y más profundo
    ser a un tiempo feliz y desgraciado.

    Corolario: el amor es un abismo
    de luz y sombra, poesía y prosa,
    y en donde se hace la más cara cosa
    que es reír y llorar a un tiempo mismo.

    Lo peor, lo más terrible,
    es que vivir sin él es imposible.







    De invierno

    En invernales horas, mirad a Carolina.
    Medio apelotonada, descansa en el sillón,
    envuelta con su abrigo de marta cibelina
    y no lejos del fuego que brilla en el salón .

    El fino angora blanco junto a ella se reclina,
    rozando con su pico la falda de Alençón,
    no lejos de las jarras de porcelana china
    que medio oculta un biombo de seda del Japón.

    Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño;
    entro, sin hacer ruido; dejo mi abrigo gris;
    voy a besar su rostro rosado y halagüeño

    como una rosa roja que fuera flor de lis;
    abre los ojos; mírame con su mirar risueño
    y en tanto cae la nieve del cielo de París.









    Divina Psiquis, dulce mariposa invisible...

    ¡Divina Psiquis, dulce mariposa invisible
    que desde los abismos has venido a ser todo
    lo que en mi ser nervioso y en mi cuerpo sensible
    forma la chispa sacra de la estatua de lodo!

    Te asomas por mis ojos a la luz de la tierra
    y prisionera vives en mí de extraño deseo;
    te reducen a esclava mis sentidos en guerra
    y apenas vagas libre por el jardín del sueño.

    Sabia de la Lujuria que sabe antiguas ciencias,
    te sacudes a veces entre imposibles muros,
    y más allá de todas la vulgares conciencias
    exploras los recodos más terribles y obscuros.

    Y encuentras sombra y duelo. Que sombra y duelo encuentres
    bajo la viña en donde nace el vino del Diablo.
    Te posas en los senos, te posas en los vientres
    que hicieron a Juan loco e hicieron cuerdo a Pablo.

    A Juan virgen y a Pablo militar y violento,
    a Juan que nunca supo del supremo contacto;
    a Pablo el tempestuoso que halló a Cristo en el viento,
    y a Juan ante quien Hugo se queda estupefacto.

    Entre la catedral y las ruinas paganas
    vuelas, ¡oh Psiquis, oh alma mía!
    -como decía
    aquel celeste Edgardo,
    que entró en el paraíso entre un son de campanas
    y un perfume de nardo-,
    entre la catedral
    y las paganas ruinas
    repartes tus dos alas de cristal,
    tus dos alas divinas.
    Y de la flor
    que el ruiseñor
    canta en su griego antiguo, de la rosa,
    vuelas, ¡oh, Mariposa!,
    a posarte en un clavo de nuestro Señor.







    En el kiosco bien oliente...

    En el kiosco bien oliente
    besé tanto a mi odalisca
    en los ojos, en la frente,
    y en la boca y las mejillas,
    que los besos que la he dado
    devolverme no podría
    ni con todos los que guarda
    la avarienta de la niña
    en el fino y bello estuche
    de su boca purpurina.



    Nocturno

    Quiero expresar mi angustia en versos que abolida
    dirán mi juventud de rosas y de ensueños,
    y la desfloración amarga de mi vida
    por un vasto dolor y cuidados pequeños.

    Y el viaje a un vago Oriente por entrevistos barcos,
    y el grano de oraciones que floreció en blasfemias,
    y los azoramientos del cisne entre los charcos,
    y el falso azul nocturno de inquerida bohemia.

    Lejano clavicordio que en silencio y olvido
    no diste nunca al sueño la sublime sonata,
    huérfano esquife, árbol insigne, oscuro nido
    que suavizó la noche de dulzura de plata...

    Esperanza olorosa a hierbas frescas, trino
    del ruiseñor primaveral y matinal,
    azucena tronchada por un fatal destino,
    rebusca de la dicha, persecución del mal...

    El ánfora funesta del divino veneno
    que ha de hacer por la vida la tortura interior;
    la conciencia espantable de nuestro humano cieno
    y el horror de sentirse pasajero, el horror

    de ir a tientas, en intermitentes espantos,
    hacia lo inevitable desconocido, y la
    pesadilla brutal de este dormir de llantos
    ¡de la cual no hay más que Ella que nos despertará!







    ¡Oh mi adorada niña!

    ¡Oh mi adorada niña!
    Te diré la verdad:
    tus ojos me parecen
    brasas tras un cristal;
    tus rizos, negro luto,
    y tu boca sin par,
    la ensangrentada huella
    del filo de un puñal.



    Venus

    En la tranquila noche, mis nostalgias amargas sufría.
    En busca de quietud, bajé al fresco y callado jardín.
    En el oscuro cielo, Venus bella temblando lucía,
    como incrustado en ébano un dorado y divino jazmín.

    A mi alma enamorada, una reina oriental parecía,
    que esperaba a su amante, bajo el techo de su camarín,
    o que, llevada en hombros, la profunda extensión recorría,
    triunfante y luminosa, recostada sobre un palanquín.

    «¡Oh reina rubia! -dije-, mi alma quiere dejar su crisálida
    y volar hacia ti, y tus labios de fuego besar;
    y flotar en el nimbo que derrama en tu frente luz pálida,

    y en siderales éxtasis no dejarte un momento de amar.»
    El aire de la noche, refrescaba la atmósfera cálida.
    Venus, desde el abismo, me miraba con triste mirar.



    _________________



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    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
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    Mensaje por Maria Lua Mar 13 Ago 2024, 19:02


    Salvador Díaz Mirón

    Poeta mexicano nacido Veracruz en 1853.
    Desde muy temprana edad se inició en el oficio de periodista, siguiendo los pasos de su padre quien siempre
    estuvo vinculado a la política. Muy pronto empezó a leer las páginas de los clásicos grecolatinos, de escritores
    contemporáneos, particularmente mexicanos, españoles y franceses.
    Es considerado como uno de los precursores del modernismo de la poesía mexicana. Autor de una vasta obra,
    muchos de sus poemas sólo fueron publicados en el «Diario Comercial» y nunca se editaron.
    De sus poemarios se destacan: «Lascas» y «La mujer de nieve».
    Tras un largo exilio por motivos políticos, regresó a México donde falleció en 1928.


    *************


    Idilio ( Fragmentos )

    A tres leguas de un puerto bullente
    que a desbordes y grescas anima,
    y al que un tiempo la gloria y el clima
    adornan de palmas la frente,
    hay un agrio breñal, y en la cima
    de un alcor un casucho acubado,
    que de lejos diviso a menudo,
    y riéndose apoya un costado
    en el tronco de un mango copudo.

    Distante, la choza resulta montera
    con borla y al sesgo sobre una mollera.

    El sitio es ingrato, por fétido y hosco.
    El cardón, el nopal y la ortiga
    prosperan; y el aire trasciende a boñiga,
    a marisco y a cieno; y el mosco
    pulula y hostiga.

    La flora es enérgica para
    que indemne y pujante soporte
    la furia del soplo del Norte,
    que de octubre a febrero no es rara,
    y la pródiga lumbre febea,
    que de marzo a septiembre caldea.

    El Oriente se inflama y colora,
    como un ópalo inmenso en un lampo,
    y difunde sus tintes de aurora
    por piélago y campo.
    y en la magia que irisa y corusca,
    una perla de plata se ofusca. (...)

    * * *

    Y a la puerta del viejo bohío
    que oblicuando su ruina en la loma
    se recuesta en el árbol sombrío,
    una rústica grácil asoma,
    como una paloma.

    ¡Infantil por edad y estatura,
    sorprende ostentando sazón prematura;
    elásticos bultos de tetas opimas;
    y a juzgar por la equívoca traza,
    no semeja sino una rapaza
    que reserva en el seno dos limas!

    Blondo y grifo e inculto el cabello,
    y los labios turgentes y rojos,
    y de tórtola el garbo del cuello,
    y el azul de zafiro en los ojos.
    Dientes albos, parejos, enanos,
    que apagado coral prende y liga,
    que recuerdan, en curvas de granos,
    el maíz cuando tierno en la espiga.
    La nariz es impura, y atesta
    una carne sensual e impetuosa;
    y en la faz, a rigores expuesta,
    la nieve da en ámbar, la púrpura en rosa,
    y el júbilo es gracia sin velo,
    y en cada carrillo produce un hoyuelo.

    La payita se llama Sidonia;
    llegó a México en una barriga:
    en el vientre de infecta mendiga
    que, del fango sacada en Bolonia,
    formó parte de cierta colonia,
    y acabó de miseria y fatiga.(...)

    (...) La luz torna las aguas espejos;
    y en el mar sin arrugas ni ruidos
    reverbera con tales reflejos,
    que ciega, causando vahídos.

    El ambiente sofoca y escalda;
    y encendida y sudando, la chica
    se despega y sacude la falda,
    y así se abanica.

    Los guiñapos revuelan en hondas...
    La grey pace y trisca y holgando se tarda...
    y al amparo de umbráticas frondas
    la palurda se acoge y resguarda.

    Y un borrego con gran cornamenta
    y pardos mechones de lana mugrienta,
    y una oveja con bucles de armiño
    -la mejor en figura y aliño-
    se copulan con ansia que tienta.

    La zagala se turba y empina...
    y alocada en la fiebre del celo,
    lanza un grito de gusto y de anhelo...
    ¡Un cambujo patán se avecina!

    Y en la excelsa y magnífica fiesta,
    y cual mácula errante y funesta,
    un vil zopilote resbala
    tendido e inmóvil el ala.







    Infeliz el cónyuge, ¡ay del que se fíe!

    Infeliz el cónyuge, ¡ay del que se fíe
    de joven hermosa, dulce y hechicera
    en brazos de un mozo que apriete y porfíe!
    Ella dulcemente mueve la cadera,
    y él no mira cosa que la contraríe,
    y en los pardos bucles de la cabellera
    una flor de fuego bruscamente ríe.
    Y la esposa baila con los senos fuera
    y él no mira cosa que la contraríe,
    y en los pardos bucles de la cabellera
    una flor de fuego bruscamente ríe.







    La canción del paje

    Tan abierta de brazos como de piernas,
    tocas el arpa y ludes madera y oro.
    Dejo al mueble la plaza por el decoro
    y contemplo caricias a hurgarme tiernas.

    A tu ardor me figuras y subalternas
    en la intención del alma que bien exploro,
    y en el roce del cuerpo con el sonoro
    y opulento artefacto que mal gobiernas.

    Y tanto me convidas, que ya me infiernas;
    y refrenado y mudo finjo que ignoro,
    para que si hay ultraje no lo disciernas.

    Por fiel a un noble amigo pierdo un tesoro...
    Tan abierta de brazos como de piernas,
    tocas el arpa y ludes madera y oro.







    La cita

    ¡Adiós, amigo, adiós! ¡El sol se esconde,
    la luna sale de la nube rota,
    y Eva me aguarda en el estanque, donde
    el cisne nada y el nelombo flota!

    Voy a estrechar a la mujer que adoro.
    ¡Cuál me fascina mi delirio extraño!
    ¡Es el minuto del ensueño de oro
    de la cita del ósculo en el baño!

    ¡Es la hora en que los juncos oscilantes
    de la verde ribera perfumada
    se inclinan a besar los palpitantes
    pechos desnudos de mi dulce amada!

    ¡Es el momento azul en que la linfa
    tornasolada, transparente y pura,
    sube hasta el blanco seno de la ninfa
    como una luminosa vestidura!

    ¡Es el instante en que la hermosa estrella
    crepuscular se asoma con anhelo
    para ver a otra venus que descuella
    sobre el húmedo esmalte de otro cielo!

    ¡Es ya cuando las tórtolas se paran
    y se acarician en los mirtos rojos,
    y los ángeles castos se preparan
    a ponerse las manos en los ojos!







    La estrella mensajera

    Al fin te asomas entre las nubes,
    al fin te asomas y a verte voy...
    Estrella mía que a oriente subes
    ¿qué tal te ha ido de ayer a hoy?

    Toda la tarde lloviendo estuvo,
    toda la tarde, para mi mal,
    por las regiones del aire anduvo
    rodando nieblas el vendaval.

    ¡Ah, no es posible que yo te diga
    cuánto he sufrido, cuánto temí
    que no pudieras, mi dulce amiga,
    con este tiempo brillar aquí!

    Tú eres el solo consuelo mío,
    tú me recuerdas mi grato ayer,
    tú eres mi sueño, mi desvarío...
    Cuando me faltas no sé qué hacer.

    A tu destello se alzan dos frentes
    y se coronan de resplandor,
    tú eres la cita de los ausentes...
    ¡Yo te bendigo, cita de amor!

    Cuando no vienes, estrella, gimo;
    tú eres mi solo, mi solo bien,
    tú eres el beso que yo le imprimo
    todas las noches sobre la sien.

    Tu luz, calmando mi amargo duelo,
    dentro de mi alma se hace canción;
    tu luz, efluvio de flor de cielo,
    trasciende a esencia de corazón.

    * * *

    Dime, Lucero, tú que la viste,
    si la encontraste pensando en mí,
    si estaba alegre o estaba triste...
    Habla, Lucero... contesta, di.

    Habla, Lucero; tu voz escucho.
    ¿Acaso estaba durmiendo ya?
    ¿Acaso estaba soñando mucho?
    ¿Leyendo un libro de amor quizá?

    ¿Quizá en un claro del bosque umbrío
    cogiendo rosas para el placer
    o en la ventana mirando el río,
    mirando el río correr, correr?

    ¿Siguiendo la ola que en las riberas,
    que en las riberas parece hablar,
    y en las neblinas de las quimeras
    dejando su alma volar, volar?

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    Cuando distantes los dos estemos
    y eche la sombra su gran capuz,
    allá en el éter nos juntaremos
    al par mirando la misma luz.

    Eso juramos cuando partiste,
    cuando el destino nos separó.
    Y hoy he sabido que no cumpliste...
    La misma estrella me lo contó.







    La giganta

    II
    ¡Cuáles piernas! Dos columnas de capricho, bien labradas,
    que de púas amarillas resplandecen espinosas,
    en un pórfido que finge la vergüenza de las rosas,
    por estar desnudo a trechos ante lúbricas miradas.

    Albos pies, que con eximias apariencias azuladas
    tienen corte fino y puro. ¡Merecieran dignas cosas!
    ¡En la Hélade soberbia las envidias de las diosas,
    o a los templos de Afrodita engreír mesas y gradas!

    ¡Qué primores! Me seducen; y al encéfalo prendidos,
    me los llevo en una imagen, con la luz que los proyecta
    y el designio de guardarlos de accidentes y de olvidos.

    Y con métrica hipertrofia, no al azar del gusto electa,
    marco y fijo en un apunte la impresión de mis sentidos,
    a presencia de la torre mujeril que los afecta.







    La nube

    ¿Qué te acongoja mientras que sube
    del horizonte del mar la nube,
    negro capuz?
    Tendrán por ella frescura el cielo,
    pureza el aire. verdor el suelo,
    matiz la luna.
    No tiembles. Deja que el viento amague
    y el trueno asorde y el rayo estrague
    campo y ciudad;
    tales rigores no han de ser vanos...
    ¡Los pueblos hacen con rojas manos
    la Libertad!



    Mística

    Si en tus jardines, cuando yo muera,
    cuando yo muera, brota una flor;
    si en un celaje ves un lucero,
    ves un lucero que nadie vio;
    y llega un ave que te murmura,
    que te murmura con dulce voz,
    abriendo el pico sobre tus labios,
    lo que en tu tiempo te dije yo:
    aquel celaje y el ave aquella,
    y aquel lucero y aquella flor
    serán mi vida que ha transformado,
    que ha transformado la ley de Dios.

    Serán mis fibras con otro aspecto,
    ala y corola y ascua y vapor;
    mis pensamientos transfigurados:
    perfume y éter y arrullo y sol.

    Soy un cadáver, ¿cuándo me entierran?
    Soy un viajero, ¿cuándo me voy?
    Soy una larva que se transforma.
    ¿Cuándo se cumple la ley de Dios,
    y soy, entonces, mi blanca niña,
    celaje y ave, lucero y flor?

    Nueva York, 1876







    Mudanza

    Ayer, el cielo azul, la mar en calma
    y el sol ignipotente y cremesino,
    y muchas ilusiones en mi alma
    y flores por doquier en mi camino.

    Mi vida toda júbilos y encantos,
    mi pecho rebosando de pureza,
    mi carmen pleno de perfume y cantos
    y muy lejos, muy lejos, la tristeza.

    Ayer, la inspiración rica y galana
    llenando mi cerebro de fulgores;
    y tú, sonriente y dulce en tu ventana,
    hablándome de dichas y de amores.

    Ayer, cuanto era luz y poesía,
    las albas puras y las tardes bellas
    henchidas de sutil melancolía,
    y las noches pletóricas de estrellas...

    Y hoy... la sombra y el ansia y el desierto,
    perdida la esperanza, y la creencia,
    y el amor en tu espíritu ya muerto,
    y sembrada de espinas la existencia.







    Música de Schubert

    Crin que al aire te vuela, rizada y bruna,
    parece a mis ahogos humo en fogata;
    y del arpa desprendes la serenata
    divinamente triste, como la luna.

    Y del celo ardoroso despides una
    fragancia de resina; y él te dilata
    ojo que resplandece con luz de plata,
    como en la sombra el vidrio de la laguna.

    Mas tu marido llega, con su fortuna,
    nos dice dos lisonjas, va por su bata,
    y al dormido chicuelo besa en la cuna.

    Y mientras que te tiñes en escarlata,
    crin que al aire te vuela, rizada y bruna,
    parece a mis ahogos humo en fogata.







    Nox

    Noy hay almíbar ni aroma
    como tu charla...
    ¿Qué pastilla olorosa
    y azucarada
    disolverá en tu boca
    su miel y su ámbar,
    cuando conmigo a solas
    ¡oh virgen! hablas?

    La fiesta de tu boda
    será mañana.

    A la nocturna gloria
    vuelves la cara,
    linda más que las rosas
    de la ventana;
    y tu guedeja blonda
    vuela en el aura
    y por azar me toca
    la faz turbada...

    La fiesta de tu boda
    será mañana.

    Un cometa en la sombra
    prende una cábala.
    Es emblema que llora,
    signo que canta.
    El astro tiene forma
    de punto y raya:
    representa una nota,
    pinta una lágrima.

    La fiesta de tu boda
    será mañana.

    En invisible tropa
    las grullas pasan,
    batiendo en alta zona
    potentes alas;
    y lúgubres y roncas
    gritan y espantan...
    ¡Parece que deploran
    una desgracia!

    La fiesta de tu boda
    será mañana.

    Nubecilla que flota,
    que asciende o baja,
    languidecida y floja,
    solemne y blanca,
    muestra señal simbólica
    de doble traza:
    ¡finge un velo de novia
    y una mortaja!

    La fiesta de tu boda
    será mañana.

    Junto al cendal que toma
    figura mágica,
    Escorpión interroga,
    mientras que su alfa
    es carmesí que brota,
    nuncio que sangra...
    ¡Y Amor y Duelo aprontan
    distintas armas!

    La fiesta de tu boda
    será mañana.

    ¡Ah! Si la tierra sórdida
    que por las vastas
    oquedades enrolla
    su curva esclava,
    diese fin a sus rondas
    y resultara
    desvanecida en borlas
    de tenue gasa...

    La fiesta de tu boda
    será mañana.

    El mar con débil ola
    tiembla en la playa,
    y no inunda ni ahoga
    pueblos, ni nada.
    Del fuego de Sodoma
    no miro brasa,
    y la centella es rota
    flecha en aljaba.

    La fiesta de tu boda
    será mañana.

    ¡Oh, Tirsa! Ya es la hora.
    Valor me falta;
    y en un trino de alondra
    me dejo el alma.
    Un comienzo de aurora
    tiende su nácar,
    y Lucifer asoma
    su perla pálida.







    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 8 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 8 Empty Re: POETAS LATINOAMERICANOS

    Mensaje por Maria Lua Miér 14 Ago 2024, 17:03

    Carlos Drummond de Andrade


    Poeta y periodista y brasileño nacido en Itabira do Mato Dentro en el Estado de Minas Gerais ( Brasil) en 1902.
    Hijo de un rico hacendado, estudió farmacia y fue funcionario público durante la mayor parte de la vida. Es considerado como uno de los principales poetas del modernismo brasileño debido a la repercusión y alcance de su obra.
    Autor de una amplia obra literaria que abarcó también el cuento, la crónica y la novela, publicó en 1930 su primer trabajo poético bajo el nombre de "Alguma poesia", seguido entre otros de  "Sentimento do Mundo" en 1940, "Dopo A rosa do povo"  en 1945, y "Viola de Bolso" en 1955. Posteriormente exploró el verso experimental y la sátira con "Boitempo" en 1968, y su propia biografía en 1985.
    Falleció en Rio de Janeiro en agosto de 1987.


    *************


    No, mi corazón no es más grande que el mundo...

    No, mi corazón no es más grande que el mundo.
    Es mucho más pequeño.
    En él no caben ni mis dolores.
    Por eso me gusta tanto contarme a mí mismo
    por eso me desvisto, por eso me grito,
    por eso frecuento los diarios,
    me expongo crudamente en las librerías:
    necesito de todos.
    Sí, mi corazón es muy pequeño.
    Sólo ahora veo que en él caben los hombres.
    Los hombres están aquí afuera, están en la calle.
    La calle es enorme. Más grande, mucho más grande
    de lo que yo esperaba.
    Mas en la calle tampoco caben todos los hombres.
    La calle es más pequeña que el mundo.
    El mundo es grande.
    Tú sabes como es grande el mundo.
    Conoces los navíos que llevan petróleo y libros, carne y algodón.
    Viste los diferentes colores de los hombres,
    los diferentes dolores de los hombres,
    sabes cómo es difícil sufrir todo eso, amontonar todo eso
    en un solo pecho de hombre... sin que estalle.
    Cierra los ojos y olvida.
    Escucha el agua en los vidrios tan calmada. No anuncia nada.
    Sin embargo, se escurre en las manos,
    ¡tan calmada! va inundando todo...
    ¿Renacerán las ciudades sumergidas?
    ¿Los hombres sumergidos -volverán?
    Mi corazón no sabe.
    Estúpido, ridículo y frágil es mi corazón.
    Sólo ahora descubro cómo es triste ignorar ciertas cosas.
    (En la soledad de individuo
    desaprendí el lenguaje
    con que los hombres se comunican).
    Otrora escuché a los ángeles, las sonatas, los poemas,
    las confesiones patéticas.
    Nunca escuché voz de gente. En verdad soy muy pobre.
    Otrora viajé por países imaginarios, fáciles de habitar,
    islas sin problemas, no obstante exhaustivas
    y convocando al suicidio.
    Mis amigos se fueron a las islas.
    Las islas pierden al hombre.
    Sin embargo algunos se salvaron y trajeron la noticia
    de que el mundo, el gran mundo está creciendo todos los días,
    entre el fuego y el amor.
    Entonces, mi corazón también puede crecer.
    Entre el amor y el fuego,
    entre la vida y el fuego,
    mi corazón crece diez metros y explota.
    -¡Oh vida futura! nosotros te crearemos.







    No lo hagas

    Carlos, fácil, amor
    es lo que ves:
    hoy un beso, mañana nada,
    y el siguiente día es Domingo
    y por Lunes, quién sabe
    qué sucederá.

    Tonto, deberías resistir
    o matarte, aún.
    No lo hagas, Oh, no lo hagas.
    Guárdalo todo para
    la fiesta de bodas, nadie sabe
    cuando vendrá,
    o aún si vendrá.

    Amor, Carlos, hijo de la Tierra,
    pasaría la noche contigo
    y, vencidas tus hesitaciones,
    dentro crecería una maravillosa barahúnda:
    rezos
    estéreo
    santos bendiciéndolos
    avisos para las mejores marcas de jabón,
    una barahúnda nadie sabe
    de dónde, qué por qué.
    Aún caminas
    melancólico, vertical.
    Eres la palmera, eres el grito
    que nadie escuchó en el cine
    y las luces se apagaron.

    Amor en la oscuridad -no- amor por día
    es siempre triste, Carlos, mi hijo,
    pero no le vayas a contar a nadie,
    ellos no saben y no tienen  que
    saberlo.







    Permanencia

    Ahora recuerdo uno, antes recordaba otro.

    Día vendrá en que ninguno será recordado.

    Entonces en el mismo olvido se fundirán.
    Una vez más la carne unida, y las bodas
    cumpliéndose en sí mismas, como ayer y siempre.

    Pues eterno es el amor que une y separa, y eterno
    el fin
    (ya comenzara , antes de ser), y somos eternos,
    frágiles, nebulosos, tartamudos, frustrados:
    eternos.

    Y el olvido todavía es memoria, y lagunas de
    sueño
    cierran en su negrura lo que amamos y fuimos
    un día,
    o nunca fuimos y que con todo arde en nosotros
    a la manera de la llama que duerme en la leña
    apilada en el galpón.







    Procura de la poesía

    No hagas versos sobre acontecimientos.
    No hay creación ni muerte ante la poesía.
    Frente a ella la vida es un solo estático,
    no calienta ni ilumina.
    Las afinidades, los aniversarios, los incidentes personales no cuentan.
    No hagas poesía con el cuerpo,
    ese excelente, completo y confortable cuerpo, tan enemigo de la efusión lírica.
    Tu gota de bilis, tu máscara de gozo o de dolor en lo oscuro son indiferentes.
    Ni me reveles tus sentimientos,
    que se prevalecen del equívoco y tientan el largo viaje.
    Lo que piensas o sientes, eso aún no es poesía.

    No cantes a tu ciudad, déjala en paz.
    El canto no es el movimiento de las máquinas ni el secreto de las  casas.
    No es la música oída de paso; rumor del mar en las calles junto a la línea de espuma.
    El canto no es la naturaleza
    ni los hombres en sociedad.
    Para él, lluvia y noche, fatiga y esperanza, nada significan.
    La poesía (no extraigas poesía de las cosas)
    elude sujeto y objeto.

    No dramatices, no invoques,
    no indagues. No pierdas tiempo en mentir.
    No te aborrezcas.
    Tu yate de marfil, tu zapato de diamante,
    vuestras mazurcas y supersticiones, vuestros esqueletos de familia,
    desaparecen en la curva del tiempo, son inservibles.

    No recompongas
    tu sepultada y melancólica infancia.
    No osciles entre el espejo y la
    memoria en disipación.
    Que se disipó, no era poesía.
    Que se partió, cristal no era.

    Penetra sordamente en el reino de las palabras.
    Allá están los poemas que esperan ser escritos.
    Están paralizados, mas no hay desesperación,
    hay calma y frescura en la superficie intacta.
    Helos allí solos y mudos, en estado de diccionario.
    Convive con tus poemas, antes de escribirlos.
    Ten paciencia, si oscuros. Calma, si te provocan.

    Espera que cada uno se realice y consuma
    con su poder de palabra
    y su poder de silencio.
    No fuerces al poema a desprenderse del limbo.
    No recojas en el suelo el poema que se perdió.
    No adules al poema. Acéptalo
    como él aceptará su forma definitiva y concretada
    en el espacio.

    Acércate y contempla las palabras.
    Cada una
    tiene mil fases secretas sobre la neutra faz
    y te pregunta, sin interés por la respuesta,
    pobre o terrible, que le des:
    ¿Trajiste la llave?

    Repara:
    yermas de melodía y de concepto,
    ellas se refugian en la noche, las palabras.
    Aún húmedas e impregnadas de sueño
    rolan en un río difícil y se transforman en desprecio.

    Versión de Manuel Graña Etcheverry







    Reconocimiento del amor

    Amiga, cómo carecen de norte
    los caminos de la amistad.
    Apareciste para ser el hombro suave
    donde se reclina la inquietud del fuerte
    (o que ingenuamente se pensaba fuerte).
    Traías en los ojos pensativos
    la bruma de la renuncia:
    no querías la vida plena,
    tenías el previo desencanto de las uniones para toda la vida,
    no pedías nada,
    no reclamabas tu cota de luz.
    Y te deslizabas en ritmo gratuito de ronda.
    Descansé en ti mi fajo de desencuentros
    y de encuentros funestos.
    Quería tal vez -sin percibirlo, lo juro-
    sádicamente masacrarte
    bajo el hierro de culpas y vacilaciones y angustias que dolían
    desde la hora del nacimiento,
    estigma desde el momento de la concepción
    en cierto mes perdido en la Historia,
    o más lejos, desde aquel momento intemporal
    en que los seres son apenas hipótesis no formuladas
    en el caos universal.
    ¡Cómo nos engañamos huyéndole al amor!
    Cómo lo desconocimos, tal vez con recelo de enfrentar
    su espada reluciente, su formidable
    poder de penetrar la sangre y en ella
    imprimir una orquídea de fuego y lágrimas.
    Pero, él llegó mansamente y me envolvió
    en dulzura y celestes hechizos.
    No quemaba, no brillaba, sonreía.
    No entendí, tonto que fui, esa sonrisa.
    Me herí con mis propias manos, no por el amor
    que traías para mí y que tus dedos confirmaban
    al juntarse a los míos, en la infantil búsqueda del Otro,
    el Otro que yo me suponía, el Otro que te imaginaba,
    cuando -por agudeza del amor- sentí que éramos uno sólo.
    Amiga, amada, amada amiga, así el amor
    disuelve el mezquino deseo de existir de cara al mundo
    con la mirada perdida y la ancha ciencia de las cosas.
    Ya no enfrentamos al mundo: en él nos diluimos,
    y la pura esencia en que nos transmutamos perdona
    alegorías, circunstancias, referencias temporales,
    imaginaciones oníricas,
    el vuelo del Pájaro Azul, la aurora boreal,
    las llaves de oro de los sonetos y de los castillos medievales,
    todos los engaños de la razón y de la experiencia,
    para existir en sí y para sí,
    con la rebeldía de cuerpos amantes,
    pues ya ni somos nosotros,
    somos el número perfecto: Uno.
    Tomó su tiempo, yo se, para que el «Yo» renunciase
    a la vacuidad de persistir, fijo y solar,
    y se confesara jubilosamente vencido,
    hasta respirar el más grande júbilo de la integración.
    Ahora, amada mía para siempre,
    ni mirada tenemos para ver, ni oídos para captar la melodía,
    el paisaje, la transparencia de la vida,
    perdidos como estamos en la concha ultramarina de mar.







    Unidos por las manos

    No seré el poeta de un mundo caduco.
    Tampoco cantaré al mundo futuro.
    Estoy atado a la vida y miro a mis compañeros.
    Están taciturnos pero alimentan grandes esperanzas.
    Entre ellos considero la enorme realidad.
    El presente es tan grande, no nos apartemos.
    No nos apartemos mucho, vamos unidos por las manos.

    No seré el cantor de una mujer o de una historia,
    no hablaré de suspiros al anochecer,
    del paisaje visto desde la ventana,
    no distribuiré estupefacientes o cartas de suicida,
    no huiré hacia las islas ni seré raptado por serafines.
    El tiempo es mi materia, el presente tiempo, los hombres presentes,
    la vida presente.







    Vamos, no llores...

    Vamos, no llores...
    La infancia se ha perdido.
    La juventud se ha perdido.
    Pero la vida aún no se ha perdido.

    El primer amor ya pasó.
    El segundo también pasó.
    El tercer amor pasó.
    Pero aún continúa vivo el corazón.

    Perdiste a tu mejor amigo.
    No realizaste ningún viaje.
    No posees tierra, ni casa, ni barco,
    pero tienes un perro.

    Algunas duras palabras
    en voz  tenue, te golpearon.
    Esas, nunca, nunca cicatrizan.
    Sin embargo,  ¿existe el humor?



    Canto órfico

    La danza ya no suena,
    la música dejó de ser palabra,
    el cántico creció del movimiento.
    Orfeo, dividido, anda en busca
    de esa unidad áurea que perdimos.

    Mundo desintegrado, tu esencia
    reside tal vez en la luz, más neutra ante los ojos
    desaprendidos de ver; y bajo la piel,
    ¿qué turbia imporosidad nos limita?
    De ti a ti, abismo; y en él, los ecos
    de una prístina ciencia, ahora exangüe.

    Ni tu cifra sabemos. Ni aun captándola
    tuviéramos poder de penetrarte. Yerra el misterio
    en torno de su núcleo. Y restan pocos
    encantamientos válidos. Quizás
    apenas uno y grave: en nosotros
    tu ausencia retumba todavía, y nos estremecemos
    R una pérdida se forma de esas ganancias.

    Tu medida, el silencio la ciñe, la esculpe casi,
    brazos del no-saber. Oh fabuloso
    udo paralítico sordo nato incógnito
    la raíz de la mañana que tarda, y tarde,
    do la línea del cielo en nosotros se esfuma,
    tornándonos extranjeros más que extraños.

    En el duelo de las horas, tu imagen
    atraviesa membranas sin que la suerte
    se decida a escoger. Las artes pétreas
    recógense a sus tardos movimientos.
    En vano: ellas no pueden ya.
                                                     Amplio
                            vacío
    un espacio estelar contempla signos
    que se harán dulzura, convivencia,
    espanto de existir, y mano anchurosa
    recorriendo asombrada otro cuerpo.

    La música se mece en lo posible,
    en el finito redondo, donde se crispa
    una agonía moderna. El canto es blanco,
    huye a sí mismo, ¡vuelos! palmas lentas
    sobre el océano estático: balanceo
    del anca terrestre, segura de morir.

    ¡Orfeo, reúnete! llama tus dispersos
    y conmovidos miembros naturales
    y límpido reinaugura
    el ritmo suficiente que, nostálgico,
    en la nervadura de las hojas se limita,
    cuando no forma en el aire, siempre estremecido,
    una espera de fustes, sorprendida.

    Orfeo, danos tu número
    de oro, entre apariencias
    que van del vano granito a la linfa irónica.
    lntégranos, Orfeo, en otra más densa
    atmósfera del verso antes del canto,
    del verso universo, lancinante
    en el primer silencio,
    promesa del hombre, contorno aún improbable
    de dioses por nacer, clara sospecha
    de la luz en el cielo sin pájaros,
    vacío musical a ser poblado
    por el mirar de la sibila, circunspecto.

    Orfeo, te llamamos, baja al tiempo
    y escucha:
    sólo al decir tu nombre, ya respira
    la rosa trimegista, abierta al mundo.

    Versión de Jorge Gaitán Durán y Dina Moscovich






    Dulce fantasma, ¿por qué me visitas...

    Dulce fantasma, ¿por qué me visitas
    como en otros tiempos nuestros cuerpos se visitaban?
    Me roza la piel tu transparencia, me invita
    a rehacernos caricias imposibles: nadie
    recibió nunca un beso de un rostro consumido.
    Pero insistes, dulzura. Oigo tu voz,
    la misma voz, el mismo timbre,
    las mismas leves sílabas,
    y aquel largo jadeo
    en que te desvanecías de placer,
    y nuestro final descanso de gamuza.
    Entonces, convicto,
    oigo tu nombre, única parte tuya indisoluble
    música pura en continua existencia.
    ¿A qué me abro?, a ese aire imposible
    en que te has convertido
    y beso, beso esa nada intensamente.

    Versión de Ángel Crespo







    El mundo es grande y cabe ...

    El mundo es grande y cabe
    en esta ventana sobre el mar.
    El mar es grande y cabe
    en la cama y en el colchón de amar.
    El amor es grande y cabe
    en el breve espacio de besar.







    En mitad del camino había una piedra...

    En mitad del camino había una piedra
    había una piedra en la mitad del camino
    había una piedra
    en la mitad del camino había una piedra.

    Nunca olvidaré la ocasión
    nunca tanto tiempo como mis ojos cansados permanezcan abiertos.

    Nunca olvidaré que en la mitad del camino
    había una piedra
    había una piedra en la mitad del camino
    en la mitad del camino había una piedra.

    Versión de Rafael Díaz Borbón







    Los que sufren

    Las plantas sufren como nosotros sufrimos.
    ¿Por qué no habrían de sufrir
    si esta es la llave de la unidad del mundo?

    La flor sufre, tocada
    por la mano inconsciente.
    Hay una ahogada queja
    en su docilidad.

    La piedra es sufrimiento
    paralítico, eterno.

    Nosotros -animales- no tenemos
    ni siquiera el privilegio de sufrir.


    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 8 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 8 Empty Re: POETAS LATINOAMERICANOS

    Mensaje por Maria Lua Miér 14 Ago 2024, 17:07

    Fernández Retamar, Roberto


    Poeta cubano nacido en La Habana en 1930.
    Se licenció en Filosofía y Letras y luego se doctoró en La Sorbona y en la Universidad de Londres. Fue invitado
    por la Universidad de Yale para ofrecer un curso sobre Literatura hispanoamericana y dictó conferencias
    sobre Literatura hispanoamericana en las universidades de Praga y Bratislava.
    Además de haber ocupado algunos cargos políticos, ha dirigido las publicaciones Nueva Revista Cubana 1959-60
    y Casa de las Américas desde 1965.
    Obtuvo el Premio Nacional de Poesía por su libro «Patrias» en 1951, el Premio Latinoamericano de Poesía Rubén Darío,
    el Premio Internacional de Poesía Nikola Vaptsarov de Bulgaria, el Premio Internacional de Poesía Pérez Bonalde,
    de Argentina, el Premio de la Crítica Literaria por «Aquí» en 1996 y la Medalla oficial de las Artes y las Letras,
    otorgada en Francia, en 1998.
    De su obra poética también merecen destacarse: «Vuelta de la antigua esperanza», «Con las mismas manos»,
    «Buena suerte viviendo» y «Qué veremos arder».


    ****************


    Agradeciendo el regalo de una pluma de faisán

    Con esta hermosa pluma tornasolada puedo
    Escribir las palabras en que García Lorca
    Dijo
    Herido de amor huido.
    Dijo que en tus ojos
    Había un constante desfile de pájaros,
    Un temblor divino como de agua clara
    Sorprendida siempre sobre el arrayán.

    Escribir las palabras en que Góngora dijo
    A batallas de amor campos de pluma.

    Escribir las palabras en que Antonio Machado
    Dijo
    Hoy es siempre todavía.







    Al devolver el original de un poema que apenas es mío

    Es de quienes escribieron los versos que cité.
    Es de los inventores y rehacedores de sus palabras.
    Es de la persona que lo guardó con tanto celo que casi no
    dio luego con él.
    Es de alguien que decide apropiárselo.
    Es otra forma de la casualidad.
    Es la renovada ilusión de desempeñar el papel de las flores.
    Es una avanzadilla de la esperanza.
    Es de unos ojos.
    Es probablemente irreal.







    Alguien me pidió una rosa de Rilke

    Y entonces regresaron
    Las Cartas leídas por el atormentado joven poeta que fui,
    El anhelante Corneta adolescente en la noche de la guerra,
    Las páginas sobre quien dio alas a la piedra, temblor al
    bronce,
    Los Cuadernos que me producían angustia
    Como la América de otro extraño hijo de Praga,
    Las Elegías con el ángel terrible pero necesario de la
    belleza,
    Los Sonetos y en ellos una flor cuyo nombre tampoco él
    sabía,
    El Diario hecho a orillas del río en la mansión de Florencia
    Donde más tarde yo iba a estar con una marquesa y unos
    amigos.
    Tantas horas, tantas imágenes, tanto viento de infancia,
    Tanta penumbra iluminada, tantos lugares que antaño
    fueron míos
    En La Víbora lejana, mi total cercanía.
    Registro viejos papeles amados y escojo estas rosas
    Escritas por la mano absoluta del poeta.
    Luego sería la rosa final, la de la espina.

    La Habana, enero de 1996







    Con la forastera

    Pues no tendrán en común ni un idioma
    (No digamos una ciudad, un hogar, un hijo),
    Ni siquiera esas canciones, esos sitios,
    Esos olores que acaso sólo nos parecen hermosos porque
    nos recuerdan un recuerdo,
    Porque nos recuerdan a nosotros mismos, y quizá lo que
    llamamos belleza
    No sea sino la terca persistencia del ser más allá de sí mismo,
    Más allá de su lugar y su tiempo, como la luz de un astro
    hace siglos apagado.
    Pero astros sí tendrán en común. Al levantar los ojos
    No habrá en el cielo país extranjero.
    Aquellas estrellas son estas mismas estrellas,
    No distan más de esa ciudad lejana que de ésta.
    Aquellas montañas y este mar les son igualmente familiares
    O igualmente extraños.
    Y también unas desperdigadas horas de febrero
    pertenecientes para siempre
    Al insaciable pasado.

    De "Siempre por primera vez"








    Con las mismas manos de acariciarte estoy construyendo una escuela...

    Con las mismas manos de acariciarte estoy construyendo una escuela.

    Llegué casi al amanecer, con las que pensé que serían ropas de trabajo,
    Pero los hombres y los muchachos que, en sus harapos esperaban
    Todavía me dijeron señor.
    Están en un caserón a medio derruir,
    Con unos cuantos catres y palos: allí pasan las noches
    Ahora, en vez de dormir bajo los puentes o en los portales.
    Uno sabe leer, y lo mandaron a buscar cuando
    supieron que yo tenía biblioteca.
    (Es alto, luminoso, y usa una barbita en el insolente rostro mulato.)
    Pasé por el que será el comedor escolar, hoy sólo señalado por una zapata
    Sobre la cual mi amigo traza con su dedo en el aire ventanales y puertas.
    Atrás estaban las piedras, y un grupo de muchachos
    Las trasladaban en veloces carretillas. Yo pedí una
    Y me eché a aprender el trabajo elemental de los hombres elementales.
    Luego tuve mi primera pala y tomé el agua silvestre de los trabajadores,
    Y, fatigado, pensé en ti, en aquella vez
    Que estuviste recogiendo una cosecha hasta que la vista se te nublaba
    Como ahora a mí,
    ¡Qué lejos estábamos de las cosas verdaderas,
    Amor, qué lejos -como uno de otro!
    La conversación y el almuerzo
    Fueron merecidos, y la amistad del pastor
    Hasta hubo una pareja de enamorados
    Que se ruborizaban cuando los señalábamos, riendo,
    Fumando, después del café.
    No hay momento
    En que no piense en ti.
    Hoy quizás más,
    Y mientras ayude a construir esta escuela
    Con las mismas manos de acariciarte.







    Duerme, sueña, haz

    «Duerme bajo los Angeles, sueña bajo los Santos»
    Rubén Darío

    Echan abajo muros que nunca debieron existir
    Y levantan o refuerzan otros que no deben existir tampoco
    Y un día serán a su vez abajados con estruendo.
    Avanzan tanques en la sombra.
    Derriban estatuas de gallardos combatientes
    Cuyas imágenes verdaderas fueron erigidas para siempre en
    el alma.
    Desaparecen o aparecen o se desgarran países
    Y otros son invadidos, mutilados,
    Y hay lugares donde se celebra con fiestas de colores el
    crimen
    Que denuncia una vocecita de niña sola entre altos
    cristales.
    Cambian de rumbo armas que ahora sólo apuntan al Sur.

    Y tú,
    Príncipe, campe6n, pirata, capitán, copo de plumas,
    Robin por ahora de bosques de lino,
    Tigre rojo
    En quien tras muchas décadas han reaparecido
    Los nombres de los hijos mayores
    De quienes se alegrarían tanto de saberlo
    Si no fueran ya polvo en la sombra, sombra en el polvo;
    Tú,
    Deseado en largas noches de Africa,
    Concebido en Cuba por amor, para el amor,
    Sin saber que en tus hombros hoy de rosa
    Debes sostener las constelaciones de fuego y la historia,
    Más rigurosa, más implacable que las constelaciones,
    Estás cumpliendo tus primeros dos meses de haber venido
    A este extraño planeta, a esta increíble casa en llamas.
    Y como naciste águila y no serpiente de cascabel,
    Potro libre en la llanura y no borrego,
    Te toca rehacerla y engrandecerla
    Palmo a palmo,
    Trino a trino,
    Flor a flor.

    Perdónalos,
    Perdónanos,
    Perdóname,
    Phocás.

    Playa de Jibacoa, 28 de agosto de 1991







    El otro

    Nosotros, los sobrevivientes,
    ¿A quiénes debemos la sobrevida?
    ¿Quién se murió por mí en la ergástula,
    Quién recibió la bala mía,
    La para mí, en su corazón?
    ¿Sobre qué muerto estoy yo vivo,
    Sus huesos quedando en los míos,
    Los ojos que le arrancaron, viendo
    Por la mirada de mi cara,
    Y la mano que no es su mano,
    Que no es ya tampoco la mía,
    Escribiendo palabras rotas
    Donde él no está, en la sobrevida?

    1 de Enero de 1959







    El primer otoño de sus ojos

    Hojas color de hierro, color de sangre, color de oro,
    Pedazos del castillo del día
    Sobre los muertos pensativos.

    Mientras la luz se filtra entre las ramas,
    El aire frío esparce las memorias.

    Es el primer otoño de sus ojos.

    Cuánto camino andado hasta la huesa
    Donde se han ido ahilando
    Los amigos nocturnos del vino
    Y los lejanos maestros.

    Quedar como ellos profiriendo flores,
    Quedar como ellos perfumando umbrosos,
    Quedar juntos y dialogar
    En plantas renacientes,
    Para que nuevos ojos escuchen mañana
    En el cristal de otoño
    Los murmullos de corazones desvanecidos.







    Está

    Ella está echada en la penumbra humedeciendo la
    madrugada inicial.
    Hay un jardín en ella y él está deslumbrado en ese jardín.
    Florece entera para él, se estremecen, callan con el mismo
    rumor.
    La noche va a ser cortada por un viaje como por una
    espada.
    Intercambian libros, papeles, promesas.
    Ninguno de los dos sabe aún lo que se han prometido.
    Se visten, se besan, se separan.
    Ella sale a la oscuridad, acaso al olvido.
    Cuando él regresa al cuarto, la encuentra echada en la
    penumbra húmeda.
    Nunca ha partido, nunca partirá.







    Felices los normales

    Felices los normales, esos seres extraños,
    Los que no tuvieron una madre loca, un padre borracho, un hijo delincuente,
    Una casa en ninguna parte, una enfermedad desconocida,
    Los que no han sido calcinados por un amor devorante,
    Los que vivieron los diecisiete rostros de la sonrisa y un poco más,
    Los llenos de zapatos, los arcángeles con sombreros,
    Los satisfechos, los gordos, los lindos,
    Los rintintín y sus secuaces, los que cómo no, por aquí,
    Los que ganan, los que son queridos hasta la empuñadura,
    Los flautistas acompañados por ratones,
    Los vendedores y sus compradores,
    Los caballeros ligeramente sobrehumanos,
    Los hombres vestidos de truenos y las mujeres de relámpagos,
    Los delicados, los sensatos, los finos,
    Los amables, los dulces, los comestibles y los bebestibles.
    Felices las aves, el estiércol, las piedras.

    Pero que den paso a los que hacen los mundos y los sueños,
    Las ilusiones, las sinfonías, las palabras que nos desbaratan
    Y nos construyen, los más locos que sus madres, los más borrachos
    Que sus padres y más delincuentes que sus hijos
    Y más devorados por amores calcinantes.
    Que les dejen su sitio en el infierno, y basta.







    Fue en Los Robles donde ella, que sabía...

    Fue en Los Robles donde ella, que sabía,
    Dijera la verdad. Aquella noche
    Estaban dadas todas las estrellas.
    Tiempo de suspirar juntas las bocas.
    Parpadeaba una luz, alguien volvía
    A hacer la hoguera frente a la caverna.
    Marcharon entre armas a la gloria.
    Nada en su cuerpo, suave como el agua,
    Anunciaba los hijos de su cuerpo.
    Era toda alma en la soñada cama,
    Era un incendio, era una primavera,
    Una muchacha azul bajo la lluvia,
    Una bahía en quien entrar a gritos,
    Una bandera ondeando en el combate,
    Una batalla de azucenas cálidas.
    Era ella.







    La veo encanecer sobre los rasgos que amé en otra cara...

    La veo encanecer sobre los rasgos que amé en otra cara
    cuando su presencia era sólo un ardiente deseo,
    Sobre los rasgos que después se repitieron y florecieron
    ante mis ojos maravillados.
    Ahora batalla contra dolores ajenos que hace suyos, y se
    derrama en los otros con la misma tenacidad
    Con que volvía del colegio enarbolando relucientes colores,
    O de la beca con una confianza que nos avergonzaba en
    que su escuela era la mejor del mundo.
    Ya no cree en esas ilusiones ni en tantas otras, e ignora
    aún, como ignoramos todos,
    Que las creencias reales no desaparecen: se hunden y
    transfiguran:
    Una semilla, un conato verde, un arbusto, unas flores
    Que esparcen sus semillas en el viento.
    Y alivia penas, siembra certidumbres tan imprescindibles
    como imposibles,
    Porque al cabo La Sin Ojos puede más y nos arrastra
    hueco abajo,
    Detiene corazones de verdad, inflama riñones, desgarra
    El estómago, el hígado, la garganta, el pulmón,
    Pulveriza columnas y castillos, confunde
    A la pobre jactanciosa ave a la cual rompe la brújula que
    señala entonces los cuatro puntos cardinales
    Y no puede impedir que irrumpan pensamientos no
    pensados,
    Ruidos fétidos en la cinta de la sonata cristalina.
    Quién salvará, querida Haydee, Raúl querido, a los
    pasajeros de la barca
    Con el cangrejo, la soga, la oreja cortada y el disparo.

    Regresan las palabras que me enviara niña a la lejana
    guerra bárbara
    Y que luego la hicieron sonrojar y el olvido pretendió
    desvanecer piadosamente,
    Regresan sin quererlo, sin saberlo,
    En los cuentos africanos inesperados o quizá siempre
    esperados
    De que habla en la cerrada tiniebla.
    No le vemos el rostro sobre el cual encanece.
    Solo nos llega su voz encendida por la conversación del
    amigo generoso.
    Sólo vemos algunas estrellas, vagas siluetas de gatos como
    Música,
    Y de vez en cuando ráfagas de autos y la punta roja del
    cigarro
    Titilando entre las plantas embozadas del portal y el
    jardín.

    Dios mío en que no puedo creer, cómo será
    La visita de situaciones y personajes imperiosamente
    reclamados
    Cuando da consulta, cuando friega, cuando intenta
    descansar,
    Cuando los dos años del capitán exigen su ternura de
    pájara, su alerta de pantera.
    Qué conoce de esas aventuras quien traza en verso o en
    prosa rota para pedir
    Otra mirada, luz para su desvarío,
    Quien traza sobre el papel signos como monedas antiguas
    Sobrevivientes después del cambio de moneda en la mano
    Del que no tiene tiempo ni deseo para buscar otras
    aunque sepa bien
    Que después del cambio una moneda con la cual nada se
    puede comprar
    Ya no es una moneda, sino un simple pedazo de metal
    Más parecido a una vasija acaso venerable o mejor
    Al trasto echado en el cesto que ahora hasta él escasea.
    Cómo será, Dios mío.
    Sólo inventé seres para mis breves crédulas,
    Como las figuras que el techo carcomido ofrecía
    O como Paco Robarroz cuyo nombre escribo esta
    madrugada por vez primera.

    La oigo encanecer mientras la penumbra hace avanzar sus
    pabellones
    O sobre todo llega de pronto interrumpiendo
    Programas y lecturas y escrituras.
    Estas mismas líneas las borroneo a la dudosa luz de una
    linterna agonizante
    Porque me han arrancado del sueño, me han demandado
    Salir afuera, y yo las obedezco con molestia y entusiasmo,
    Pues aunque necesitaba dormir, estoy fatigado, quizá
    enfermo,
    He nacido, y es mi felicidad, para cauce de ellas,
    A las cuales no les importa que sean o no aceptadas. Lo
    que quieren, lo que requieren
    Es echarse sobre el papel como la amada criatura desnuda
    sobre la sábana,
    No tanto para el goce como para otro nacimiento.
    La oigo encanecer y sin embargo las palabras reverdecen
    en ella
    Contra lo oscuro, contra la enfermedad,
    Contra la descreencia, contra la lasitud.
    Toda la noche esplende como un palacio iluminado
    Cuando su voz llena el aire de peripecias que trajo al mundo,
    Este pobre mundo que alguien trajo a su vez
    Y ahora está detenido en la inmensidad
    Sobre la cabecita de una dulce niña que encanece,
    Mientras la escuchamos con un amor sin bordes
    Similar a la tan difícil pero irrenunciable esperanza.

    La Habana, 28 de julio de 1993







    Llama guardada

    Cómo podía él saber que su poema,
    Encontrado una noche blanca de vago andar,
    En un país distante que ella aún no conocía,
    Era en los ojos de ella que se haría realidad.

    Recuerda que buscaba esa noche a alguien o algo,
    Recuerda la avenida de su lento paseo,
    y recuerda la vuelta a la alcoba vacía,
    y después las palabras como un amargo espejo.

    Solitario él, perdido, esperaba anhelante
    En vano una respuesta de aquella noche blanca.
    Y los dos ignoraban que entonces lejos, cerca,
    Para él ella cuidaba su honda llama guardada.









    Mi hija mayor va a Buenos Aires

    A Silvia Werthein y Juan Carlos Volnovich, príncipes.
    Y a Teresa.

    1
    Mi hija mayor va a Buenos Aires
    Casi con la misma edad que yo tenía
    Cuando en 1961 estuve por primera vez allí,
    Y en el vestíbulo del hotel, recién llegado ya sus ojos muy
    joven,
    Fryda Schultz tan fina, tan dibujada,
    Me dijo que mantenía correspondencia con mi padre,
    De quien había recibido un libro de poemas,
    Y me vi obligado a responderle que cuando yo era niño
    Mi padre había publicado un libro, pero a pesar de su
    bella dedicatoria
    A Obdulia, mi madre, que con tanta abnegación lo ayudaba
    a sostener el peñón de Sísifo
    (¿Tendré que añadir que entonces Albert Camus era casi
    un adolescente?),
    Y a sus hijos, es decir a nosotros, que con el tiempo
    íbamos a considerarnos los Karamazov,
    A pesar, digo, de esa dedicatoria, era un libro de
    contabilidad,
    Y también a pesar de que él era más digno de mantener
    relaciones con ella que yo,
    Era conmigo que ella se carteaba,
    Y era mío el libro que ella había recibido.

    Poco después conocí a mis hermanos destinados,
    Como Juancito Gelman, que me regaló sus breves y ya
    estremecedores libros primeros,
    Y en El juego en que andamos me puso esta dedicatoria:
    A Roberto/revolución de por medio/ tu hermanisimo/ Juan
    /Baires, diciembre 61,
    Y empezamos a intercambiarnos poemas/ cartas del uno
    para el otro,
    Y su poesía/su dolor/sus preguntas crecieron tanto que su
    luz/su sombra se extienden sobre todo el Continente;
    Como Paquito Urondo, que al igual que Juancito y tantos
    otros poetas entrañables
    Había nacido en 1930, el mismo año que yo,
    Y ya había publicado un libro con el título de otro que yo
    iba a publicar,
    Aunque el suyo, por supuesto, me gusta más,
    Y un día, quizá en su último poema,
    Conversó conmigo por aquellos versos sobre los hombres
    de transición,
    Seguramente sin saber que tales versos a su vez
    Eran resultado y parte de una conversación inconclusa que
    tuve con el Che,
    Y otro día iba a morir combatiendo
    Y yo le escribiría un llanto que quise terminar con
    esperanza,
    Pero sé, porque él me lo escribió desde Caracas,
    Que entristeció al sempiterno joven León Rozichtner;
    A Rodolfo Walsh ya lo había conocido en La Habana,
    cuando con Masetti, Gabo y otros tercos locos llevaban
    adelante Prensa Latina:
    Rodolfo me presentó en la entrada de una pequeña librería
    habanera a Waldo Frank,
    Cuyo amoroso libro sobre Cuba iba a contribuir tanto a
    alterar el destino de mi Julio Cortázar,
    Que en los últimos veinte años de su vida formó parte
    completamente de la nuestra
    En las alegrías y en los dolores, en los aciertos y en los
    desaciertos, en lo que aprendíamos y en lo que
    desaprendíamos.
    A César Fernández Moreno, a Haroldo Conti, a Mimi Langer,
    Para sólo nombrar aquí a algunos hermanos idos,
    Los iba a conocer en Cuba, y volví a verlos en Francia, en
    México, en muchas partes:
    César murió, como de un rayo, del corazón, que debe ser
    la muerte de los elegidos de los dioses;
    Julio y Mimi fueron carcomidos por atroces y minuciosas
    enfermedades
    De las que me escribían con sereno valor, como si
    estuvieran hablándome de cosas impersonales;
    A Rodolfo y a Haroldo me los desaparecieron, me los
    asesinaron,
    Y nadie sabe dónde quedaron sus huesecitos, su polvo.

    5
    Mi hija mayor va a Buenos Aires
    Casi con la misma edad que yo tenía
    Cuando Miguel Ángel Asturias, a quien yo había recibido
    en el aeropuerto de La Habana una madrugada de 1959,
    Me ofreció una cena en su apartamento bonaerense,
    Una cena de la que recuerdo a muchas personas,
    Y sobre todo a Estela Canto, quien se paró de cabeza para
    hablarme
    Y luego me dejó, con dedicatoria en que mencionó al sol
    de Cuba, su novela En la noche y el barro,
    Y muchos años después me conmovería con su libro Borges
    a contraluz, comentado por el joven Andrés Zavala.







    Otro poema conjetural

    (J.L.B., 1899-1999)

    Así como descreí (al menos eso he repetido) de la fama,
    Descreí también de la inmortalidad,
    Y es claro que hoy finado no puedo ser quien traza o dicta
    estas líneas falsamente póstumas,
    Pero no es menos claro que ellas no existirían sin las que
    yo produje de veras,
    Si es que yo y de veras tienen sentido en el extrañísimo
    universo
    (Algún curioso habrá reparado en que ese superlativo no
    podría ser mío,
    Pero eso no da autenticidad a las restantes palabras).
    Afirmé que la duración del alma arbitraria está asegurada
    en vidas ajenas,
    Y nada puedo hacer para impedir quedar en el autor que
    me atribuye este texto,
    Y en muchos otros autores inconciliables.
    Acaso en mí también fueron inconciliables los rostros, los
    estilos que asumí,
    Y sin embargo hace tiempo los vanos diccionarios, las
    vanas historias de la literatura
    Los han reunido bajo tres palabras, entre dos fechas,
    De las cuales soy el abrumado, el imaginario prisionero,
    no la realidad.
    Qué mal he sido leído con demasiada frecuencia.
    Cómo no repararon en que laberintos, bibliotecas, tigres,
    espadas, saberes occidentales y orientales
    Eran transparentes metáforas del pobre corazón de aquel
    muchacho
    Que simplemente quería ser feliz con una muchacha
    Como sus amigos corrientes en Buenos Aires o en Ginebra.
    Al evocar mis antepasados, los presenté en mármol o
    bronce, y fingí ignorar
    Que ellos mezclaron con sus batallas lágrimas, ayes y amores.
    La tristeza, la soledad, la desolación contribuyeron a que
    existieran mis páginas perfectas,
    Pero yo habría cambiado tantas de esas páginas
    Por haber besado labios que nunca besé.
    Dije abominar de los espejos, y no se entendió que lo que
    quería era verme reflejado
    En ojos oscuros y claros bajo la gran luna de oro
    O en la penumbra de la alcoba.
    Me han atribuido la indeseable paternidad
    De vocingleras sectas literarias y cenáculos de eruditos,
    Cuando yo quería ser padre de hijas e hijos de carne y hueso.

    Nadie extrañe dónde decidí quedar enterrado
    Si antes no me entendió ni me ayudó a salir de mi celebrada cárcel.
    Lamenté no haber tenido el valor de mis mayores,
    Pero ahora que nadie puede censurármelo como jactancia
    Proclamo que no fui menos valiente al afrontar una adversidad atroz.
    Hubiera preferido muchas veces la bala en el pecho o el
    íntimo cuchillo en la garganta
    Antes que el espanto que contemplé en mí
    Mientras pude contemplar.

    No se olvide que no soy quien escribe estos versos.
    No los escribe nadie.







    Por primera vez

    En países y más países,
    Casas, hoteles, embajadas,
    Suelos, hamacas, autos, tierra,
    Rodeados de agua o sobre el lino.

    Olor de desnudez primera.
    Vasija de arcilla sonora.
    Sorprendente, augusta, profunda.
    Camanances, colinas, bosques.

    Como leones, como santos.
    Lo antiguo, lo simple, l0 súbito.
    La plegaria, el descubrimiento.
    La conquista, la reconquista.
    El relámpago de ojos de humo.

    Cada desgarradura sólo
    Para encenderse con más fuego,
    Con más seguridad de aurora.
    Ya él no puede perderla más.
    Ya la perdió toda una vida.
    Ahora de nuevo y para siempre
    Va a amarla por primera vez.






    Qué son las islas

    Esto tienen de bueno los poetas,
    Que han dicho lo que uno quería decir.
    ¿Dé que otra manera comunicarle lo que sintió
    Al ver desde el aire los islotes verdes desparramados por el mar,
    y cuando ya en el barco contempló a lo lejos el borde agreste
    de la isla,
    Sino como ya lo escribió la poeta:
    ¿Qué son las islas si no estás tú?
    Eso es lo que gritó al aire luminoso de la tarde
    Y lo que musitó después en la atormentada noche,
    Añadiendo un nombre que en la cabina sonaba extraño
    Como una flor de otro planeta.
    ¿Y podrá creer que la playa maravillosa,
    Con su cadera de oro mordida por un ávido mar,
    y la planicie del centro echada como un manto
    No han podido ser gran cosa no estando ella,
    Que ha dejado despoblada y silenciosa
    Esa ciudad, ojo de la violencia, que ella hechizara
    Marcando los lugares de encuentros y despedidas
    Con una nostalgia como una cicatriz?







    Un hombre y una mujer

    ¿Quién ha de ser?
    Un hombre y una mujer
    Tirso de Molina

    Si un hombre y una mujer atraviesan calles que nadie ve
    sino ellos,
    calles populares que van a dar al atardecer, al aire,
    con un fondo de paisaje nuevo y antiguo más parecido
    a una música que a un paisaje;
    si un hombre y una mujer hacen salir árboles a su paso,
    y dejan encendidas las paredes,
    y hacen volver las caras como atraídas por un toque de
    trompeta
    o por un desfile multicolor de saltimbanquis;
    si cuando un hombre y una mujer atraviesan se detiene
    la conversación del barrio,
    se refrenan los sillones sobre la acera, caen los llaveros
    de las esquinas,
    las respiraciones fatigadas se hacen suspiros:
    ¿es que el amor cruza tan pocas veces que verlo es motivo
    de extrañeza, de sobresalto, de asombro, de nostalgia,
    como oír hablar un idioma que acaso alguna vez se ha
    sabido
    y del que apenas quedan en las bocas
    murmullos y ruinas de murmullos?







    Una salva de porvenir

    A Jacqueline y Claude Julien.
    A Fina y Cintio.

    No hay pruebas.
    Las pruebas son que no hay pruebas.
    No estaban, no están, no estarán dadas las condiciones.
    Creer porque es absurdo,
    Y creemos.
    Más absurdo que creer es ser,
    Y somos.
    Nada garantiza que fuera menos absurdo
    No ser ni creer.
    Las llamadas pruebas yacen por tierra,
    Húmedas reliquias de la nave.
    Se derrumbaron las estatuas mientras dormíamos.
    Eran de piedra, de mármol, de bronce.
    Eran de ceniza,
    Y un grito de ánades las hizo huir en bandadas.

    No guardar tesoros donde
    La humedad, los bichitos los mordisqueen.
    No guardar tesoros.

    El tesoro es no guardarlos.
    El tesoro es creer.
    El tesoro es ser.

    No existen las hazañas ni los horrores del pasado.
    El presente es más veloz que la lectura de estas mismas
    palabras.
    El poeta saluda las cosas por venir
    Con una salva en la noche oscura.
    Sólo lo difícil.
    Sólo lo oscuro.
    Y contra él, en él, el fuego levantando
    Su columna viva, dorada, real.

    El amor es
    Quien ve.

    París-La Habana, 1992-1994


    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 8 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Jue 15 Ago 2024, 19:53

    Baldomero Fernández



    Poeta argentino nacido en Buenos Aires en 1886 y fallecido en esa misma ciudad en 1950.
    Hijo de comerciantes españoles, pasó parte de su infancia en Santander, a orillas del Cantábrico.
    De regreso a la Argentina, obtuvo su título de Doctor en Medicina, ejerciendo su profesión en Chascomús.
    A los veintinueve años publicó su primer libro de poesía, al que siguieron luego cinco o seis publicaciones más.
    En sus poemas se mezcla el más intenso erotismo y la más alta espiritualidad, producto de su inspiración en
    dos mujeres cuya identidad ha permanecido en el misterio



    *************



    Acabo de pasar, amor, por el correo....

    Acabo de pasar, amor, por el correo,
    -chisporrotea el lacre, oscila la balanza-
    es como un girasol de oro mi deseo
    y como una ramita de espliego mi esperanza.

    Aquí estoy con tu carta, al sesgo, en una mano
    emboscado en esta sombría callejuela....
    Tu carta, que es la última rosa de mi verano.
    Déjame que la palpe, la sopese y la huela.







    Adiós

    Adiós la casa blanca que albergó un año entero
    entre sus cuatro muros el amor verdadero.

    Adiós campos extensos, polvorientos caminos.
    Adiós los pobres ranchos de los pobres vecinos.

    Adiós los trigos de oro, adiós verdes maizales,
    las refinadas hierbas, los bravos pajonales...

    Adiós toros y vacas, adiós caballos, yeguas...
    El tren nos va a llevar a muchísimas leguas.

    Sé que soy un ingrato, casa mía, al dejarte.
    La paz que hube en tu seno no la habré en otra parte.

    Más regalada mesa no la tendré en mi vida,
    ni en noche más oscura la cama más mullida.

    En vano me sonríe, tímida, la Esperanza.
    La angustia que me oprime, ¡oh, casa!, es tu venganza.








    Al caminar parece que crujieran...

    Al caminar parece que crujieran
    las hojas de la noche y sus cristales.
    Es tu hombro, tu pecho, tus rodillas
    deshaciendo, esponjando, tu impermeable.

    Tu impermeable te ciñe totalmente,
    si llevas algo más nadie lo sabe...
    Es un cilicio hecho de pliegues duros
    sobre la rosa de tu cuerpo suave.







    Amantes

    Ved en sombras el cuarto, y en el lecho
    desnudos, sonrosados, rozagantes,
    el nudo vivo de los dos amantes
    boca con boca y pecho contra pecho.

    Se hace más apretado el nudo estrecho,
    bailotean los dedos delirantes,
    suspéndese el aliento unos instantes...
    y he aquí el nudo sexual deshecho.

    Un desorden de sábanas y almohadas,
    dos pálidas cabezas despeinadas,
    una suelta palabra indiferente,

    un poco de hambre, un poco de tristeza,
    un infantil deseo de pureza
    y un vago olor cualquiera en el ambiente.








    Anoche había barras de luz en tu persiana...

    Anoche había barras de luz en tu persiana
    y alcé hacia ti los ojos en actitud de ruego,
    como diciendo: Abre, señora castellana...
    Y me perdí en la calle, triste y oblicuo, luego.

    En esa luz naufragan tus ojos lentamente,
    verdes como la flor más allá de la mar:
    tus manos, dedo a dedo, sueño a sueño tu frente.
    Ya es una misma cosa el rezar y el soñar.







    Aromas

    Cuando regreso a casa no me lavo las manos
    si es que he estado contigo un instante no más,
    el aroma retengo que tú dejas en ellas
    como una joya vaga o una flor ideal.

    Por aquí huelo a rosas y por allá a jazmines,
    alientos de tus ropas, auras de tu beldad,
    aproximo una silla y me siento a la mesa
    y sabe a ti y a trigo el bocado de pan.

    Y todo el mundo ignora por qué huelo mis manos
    o las miro a menudo con tanta suavidad,
    o las alzo a la luna bajo las arboledas
    como si fueran dignas de hundirse en tu cristal.

    Y así hasta media noche cuando vuelvo rendido
    pegado a las fachadas y me voy a acostar,
    entonces tengo envidia del agua que las lava
    y que, con tu perfume, da un suspiro y se va.







    Ausencia

    Es menester que vengas,
    mi vida, con tu ausencia, se ha deshecho,
    y torno a ser el hombre abandonado
    que antaño fui, mujer, y tengo miedo.

    ¡Qué sabia dirección la de tus manos!
    ¡Qué alta luz la de tus ojos negros!
    Trabajar a tu lado, ¡qué alegría!;
    descansar a tu lado, ¡qué sosiego!

    Desde que tú no estás no sé cómo andan
    las horas de comer y las del sueño,
    siempre de mal humor y fatigado,
    ni abro los libros ya, ni escribo versos.

    Algunas estrofillas se me ocurren
    e indiferente, al aire las entrego.
    Nadie cambia mi pluma si está vieja
    ni pone tinta fresca en el tintero,
    un polvillo sutil cubre los muebles
    y el agua se ha podrido en los floreros.

    No tienen para mí ningún encanto
    a no ser los marchitos del recuerdo,
    los amables rincones de la casa,
    y ni salgo al jardín, ni voy al huerto.
    Y eso que una violenta Primavera
    ha encendido las rosas en los cercos
    y ha puesto tantas hojas en los árboles
    que encontrarías el jardín pequeño.

    Hay lilas de suavísimos matices
    y pensamientos de hondo terciopelo,
    pero yo paso al lado de las flores
    caída la cabeza sobre el pecho,
    que hasta las flores me parecen ásperas
    acostumbrado a acariciar tu cuerpo.

    Me consumo de amor inútilmente
    en el antiguo, torneado lecho,
    en vano estiro mis delgados brazos,
    tan sólo estrujo sombras en mis dedos...

    Es menester que vengas;
    mi vida, con tu ausencia, se ha deshecho.
    Ya sabes que sin ti no valgo nada,
    que soy como una viña por el suelo,
    ¡álzame dulcemente con tus manos
    y brillarán al sol racimos nuevos.







    Canción de luna

    En el aro ligero de la luna
    canta para mí solo un ruiseñor.

    A cada golpe de oro de su pico
    brota en el aire una constelación.

    Canta el pájaro pardo dulcemente
    y se eriza de plumas y palor.

    Cuando se pone el pecho más delgado,
    dice mucho más clara su canción.

    Morir, acaso, es continuar un sueño
    de luna en luna y de sol en sol.







    Como sobre una tapia se adormece una rosa...

    Como sobre una tapia se adormece una rosa
    yo quisiera tu grave cabecita en mi hombro,
    espontánea, caída, comprensiva, mimosa,
    sin un soplo de miedo, ni una brizna de asombro.

    Y contemplarte luego a la luz de una estrella
    interminablemente de la frente a la boca,
    como contempla el agua, inclinada sobre ella,
    la frente taciturna y eterna de una roca.







    Contemplación del beso

    Debe el beso venir desde la hondura
    de una cabeza baja y atraída
    en la penumbra gris desvanecida
    mientras un viento vuele de frescura.

    Boca entreabierta, elástica, madura,
    que en el atardecer se haga una herida.
    Toda ella roja de profunda vida
    con un signo mortal: la dentadura.

    Verlo avanzar después muy lentamente
    como un ascua encendida o roja estrella
    y detenerlo, ay, súbitamente.

    Contemplarlo en deliquio y miel de abella,
    huir la boca por rozar la frente
    y a ella volver para morir en ella.







    Dalmira

    Tu nombre es terso, claro, deslumbrante,
    como la hoja desnuda de una espada.
    En el aire se aguza como el aire
    y en el agua se estría como el agua.

    Para ser suspirado entre palmeras,
    al fondo del harén, a una sultana,
    entre un rebaño pálido de eunucos
    y el brillo corvo de las cimitarras.







    Dulce amor de pasillos, dulce amor de rincones...

    Dulce amor de pasillos, dulce amor de rincones,
    cuando ya es una bruma el aliento deshecho.
    Sentir sobre mi pecho la amplitud de tu pecho
    y como dos deditos pequeños tus pezones.

    Y bajar la escalera trémulo de deseo
    aprovechando el último peldaño para verte.
    Hasta que el frío dé cuenta de mi deseo.
    (El frío no podrá y no sé si la muerte...)







    Mudable como el tiempo es tu mejilla...

    Mudable como el tiempo es tu mejilla,
    o arde como una tarde del estío
    o hiela, o poco menos, si hace frío;
    pero ardiente o helada es maravilla.

    Deja que acerque mi cansada arcilla
    al pétalo de amor que llamo mío,
    mientras corre mi brazo como un río
    por tu cuello, delgada torrecilla.

    Calor o frío, llamarada o nieve,
    no me importa un instante su mudanza,
    que a ocultos nervios nada más se debe.

    Tu corazón es nido de templanza
    y grave su latido al par que leve.
    Y si no, que lo diga mi esperanza.







    Palabras

    Me borré el doctor
    hace mucho tiempo.

    Borré la inicial
    de mi nombre feo.

    No quiero ser nada
    ni malo ni bueno.

    Un pájaro pardo
    perdido en el viento.







    Penumbra

    Nunca podrás ver nada claramente:
    todo es zarzal, espinas y maraña.
    En vano gastarás toda tu maña
    contra el dorado pájaro latente.

    Errado el tiro, vuelves bruscamente
    el arma hacia otro lado, mas te engaña
    la jugada de sol que el árbol baña.
    Te vuelves loco y lloras tristemente.

    Todo del tonel sale de la vida
    tosco, deforme y dando tropezones.
    Dejas pasar los años y su herida,

    y cuando quieras darte explicaciones
    ni te sirvió la espuela ni la brida:
    un pétalo fue más que tus razones.







    Poco a poco se hace la luz en tu vestido...

    V
    Poco a poco se hace la luz en tu vestido,
    la noche de tu traje se disuelve en la aurora.
    La primavera próxima te regala su flora,
    su ligereza el aire y el agua su latido.

    LXX
    Profunda, ardiente, plástica, flexible,
    casi palpable como miel sonora,
    más que sobre tus ojos o tus labios,
    sobre tu voz, te reconstruyo toda...

    VI
    La ciudad, que ya empieza, alondra blanca, a amarte
    te dibuja la cara, y más te la ilumina,
    con pinceles mimosos, con delicado arte
    como nunca lo haría la acuarela más fina.

    Y te pinta de azul y de verde y de rosa
    según sea el aviso que surge a nuestro paso.
    Te desmaterializa, te torna mariposa,
    como ninguna aurora, como ningún ocaso.

    XII
    Sólo con apoyar el codo en una mesa,
    acordarme de ti y mirar al vacío
    y ver brillar en él tu cabellera espesa
    que a veces es un lago y a veces es un río,

    me lleno de palabras, me lleno de ternura,
    primaveral manzano en mitad del invierno.
    Pero hay que soñar poco y escribir con mesura
    que se trata de ti, es decir de lo eterno.

    LV
    Adoro tu manera menudita y brumosa,
    hecha de pizcas grises y dorados reflejos,
    de oscurecer el sol y de velar la rosa,
    de mirar a los pies, y mirar a lo lejos.

    Me gusta verte quieta, fundida en el paisaje,
    maraña de ladrillo, de sauces y de río,
    inmóvil en la hoja lóbrega de tu traje....
    fundida en el paisaje pero al costado mío.

    LXXXII
    El cuello se te llena, amor, de corazones
    si rozo tus mejillas. Como un agua palpita.
    Traduce dulcemente todas tus sensaciones
    con una precisión admirable, infinita.

    Detrás está la noche y los ramos copiosos
    y mi brazo, y en él, tu cabeza perdida.
    Los ojos apacibles se tornan dolorosos
    y no sé si te vas o vuelves a la vida.







    Presentación

    Esta que viene aquí toda vestida
    de un traje blanco y un negro sombrero
    tiene la obligación de mi sendero
    y las rosas y espinas de mi vida.

    Porque una noche el ánima afligida,
    mustia de soledad, dijo: Te quiero.
    Hace ya mucho tiempo que te espero
    con una mano lánguida extendida.

    Era una rara orquesta de violines,
    era un pasar de extraños bailarines,
    era un degüello de camelias rosas

    bajo tus finas manos temblorosas.
    ¡Era que el corazón se me moría
    de tanto, amada, como te quería!





    Soneto

    Ya ves que no te suelto, que me ato
    a tu recuerdo rubio y vaporoso,
    fugitivo en la calle y silencioso,
    yo, que era poderío y arrebato.

    Me estiro lo que puedo; dudo y trato
    de asir tu traje, por ser tuyo, hermoso;
    ceñido siempre y a la vez pomposo,
    tentación por aquí y allí recato.

    Mírame en un café de esta plazuela
    en que el tránsito al sol crepita y arde
    y en la que todo, hasta un tranvía, vuela.

    Pienso en ti, en tus ojos, en tu tarde...
    Y me quisiera henchir como una vela
    y me refugio en mi interior, cobarde.






    Tal vez haya soñado con un beso instantáneo...

    Tal vez haya soñado con un beso instantáneo,
    dos estrellas fundidas augustamente en una.
    Un temblor en el cuerpo y un mareo en el cráneo
    y un ponerse la sangre del color de la luna.

    No, jamás me has besado ni siquiera la frente,
    sólo has puesto los labios o los atraje yo.
    Continuaré soñando, Alondra, eternamente.
    Ni tú tienes derecho a decirme que no.


    _________________



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    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 8 Empty Re: POETAS LATINOAMERICANOS

    Mensaje por Maria Lua Vie 16 Ago 2024, 19:59

    Fernando Charry Lara

    Poeta y ensayista colombiano nacido en Bogotá en 1920.
    Doctor en Derecho y Ciencias Políticas por la Universidad Nacional de Colombia, fue director de la Radiodifusora
    Nacional de Colombia y del Departamento de Extensión Cultural de la Universidad Nacional, miembro del consejo
    de redacción de las revistas literarias Mito, Eco y Golpe de Dados y colaborador de diversas publicaciones literarias
    de Colombia y del exterior. Fue miembro de número de la Academia Colombiana de la Lengua y miembro honorario
    del Instituto Caro y Cuervo.
    La poesía de Silva, Aleixandre, Cernuda, y Baudelaire, le sirvió como base para convertirse en uno de los primeros poetas colombianos que incursionó en el campo surrealista.
    En el año 2000 ganó el Premio Nacional de Poesía José Asunción Silva en Bogotá, y en el año 2003, la Universidad
    de Antioquia le otorgó el Premio Nacional de Poesía "por reconocimiento" a su obra.
    De su obra poética se destacan: «Poemas» en 1944, «Nocturnos y otros sueños» en 1949, «Los adioses» en 1963,
    «Pensamientos del amante» en 1981, y «Llama de amor viva» en 1986, considerada su mejor producción.
    Falleció en U.S.A. en el año 2004




    *******************



    A la poesía

    Al soñar tu imagen,
    bajo la luna sombría, el adolescente
    de entonces hallaba
    el desierto y la sed de su pecho.
    Remoto fuego de resplandor helado,
    llama donde palidece la agonía,
    entre glaciales nubes enemigas
    te imaginaba y era
    como se sueña a la muerte mientras se vive.
    Todo siendo, sin embargo, tan íntimo.
    Apenas una habitación,
    apenas el roce de un ala o un amor que atravesase noches,
    con pausado vuelo lánguido,
    con solamente el ruido, el resbalar
    de la lluvia sobre dormidos hombros adorados.

    Sí, dime de dónde llegabas, sueño o fantasma,
    hasta mi propia sombra, dulce, tenaz, al lado.
    Así asomas ahora,
    silenciosa,
    tal entre los recuerdos
    el cuerpo amado avanza
    y al despertar, a la orilla del lecho,
    entre olvido y años,
    al entreabrir los ojos a su deslumbramiento,
    hoy es sólo
    la gracia melancólica que huye,
    invisible hermosura de otro tiempo.

    No existe sino un día, un solo día,
    existe un único día inextinguible,
    lento taladro sin fin royendo sombras:
    ¡No soy aquel ni el otro,
    y ayer ni ahora soy como soñaba!

    Qué turbadora memoria recobrarte,
    adorar de nuevo tu voracidad,
    repasar la mano por tu cabellera en desorden,
    brazo que ciñe una cintura en la oscuridad silenciosa.
    Ser otra vez tú misma,
    salobre respuesta casi sin palabras,
    surgida de la noche
    con tristes sonidos, rocas, lamentos arrancados del mar.

    Tú sola, lunar y solar astro fugitivo,
    contemplas perder al hombre su batalla
    mas tú sola, secreta amante,
    puedes compensarle su derrota con tu delirio.
    Míralo por la tierra vagar a través de su tiniebla:
    crúzalo con la espada de tu relámpago,
    condúcelo a tu estación nocturna,
    enajénalo con tu amor y tu desdén.
    Y luego, en tu desnudez eterna,
    abandóname tu cuerpo
    y haz que sienta tibio tu labio cerca de mi beso,
    para que otra vez, despierto entre los hombres,
    te recuerde.

    De "Los adioses" 1963







    Al ausente

    Recuerdo de Jorge Gaitán Durán

    Si tu desnudo gesto inmóvil
    si tu rostro que estalló de pronto ante un espejo
    Si tu voz mutilada por el árbol por la nube
    Si tu paso callado por un sótano
    Una obstinada selva carnicera
    Piedras y hojas de inútil rocío
    y sigo sigo despierto pensando
    Silencio ahora duermes
    Ahora eres
    Un puñado de estrellas y de madrugadas

    La lenta noche del mar vaga por la memoria
    La alucinación de cuerpos y fiestas lejanas
    El herido cansancio del oleaje a la espalda
    La víspera de Colombia en el entresueño
    El amor y el hastío el deseo indolente
    La respiración el perfume de un pecho a oscuras
    El labio adolescente que miras entre lunas
    La palidez de los objetos a tu alrededor
    El golpe del trueno en olas en espumas en rocas
    No escuchas callas es más sordo el silencio
    Está más cerca el silencio
    Ya adviertes la tormenta los relámpagos
    Entresacas otro huracán de tus recuerdos
    Ronco de sombras y vientos yagonías

    Si nunca aquella errante ráfaga huyendo
    Salida del cielo morado a borbotones
    Con un ruido de corazón destartalado
    Riega el espacio de lágrimas y desperdicios
    Es el inasible aullido del insomnio
    Es un largo funeral por una calle a solas
    Es un sollozo que silba perdido en las esquinas
    Como el eco de un grito en una
    Imprevista ciudad que sonámbulo:
    Vislumbras ves desierta entre pesadillas

    Porque inhumano el mundo se niega a ser eterno
    Vuelas irrescatable de cenizas
    En la medianoche de un bar te despides
    Te rodean mutilaciones y senos y maderas
    y ya no quieres escuchar
    Mas es verdad que ya no me oyes
    Y el traje con que andabas por la tarde
    Y mujeres encinta llenas de besos
    Caen también con precipitación
    Desplomándose en estrechos invisibles corredores

    Quedan la lluvia la conversación los recuerdos
    Si no hubiese sido montaña sino mar sino llanura
    Aquel que en mitad del camino de la noche
    Buscando palabras el infinito tiempo medía
    Sin olvidar la muerte al lado
    Repentinamente entrado a su muerte
    En el vértigo el asombro instantáneo del vacío
    Palpando en el espacio tanta inmovilidad
    Ahora te sé de aire y noche y nada

    Eres tú el mismo que vivía
    El mismo que regresaba
    O era yo o era otro
    O éramos me repito nuestros amigos
    Estuvimos uno a uno al amanecer en Pointe a Pitre
    O pudo no haber sido nadie sino
    El sueño de algún huésped de mi memoria

    Apenas los cabellos apenas el alba caída
    En el vestido
    Entre escombros inerte sin luz deshabitado
    ¿Qué raíces qué miradas lentamente
    Despiertan junto a un cuerpo
    Silenciosas y frías para reconocerlo?

    De "Los adioses" 1963







    Blanca taciturna

    Qué día de silencio enamorado
    vive en mi gesto vago y en mi frente.
    Qué día de nostalgia suavemente
    solloza amor al corazón cansado.

    Alta, dulce, distante, se ha callado
    tu nombre en mi voz fiel, pero presente
    su turbia luz mi soledad lo siente
    en todo lo que existe y ha soñado.

    En la tarde vagando, voluptuoso
    de horizontes sin fin, la lejanía
    me envuelve en tu recuerdo silencioso.

    Claros cabellos, cuerpo, ojos lejanos,
    pálidos hombros. Oh, si en este día
    tuviera yo tu mano entre mis manos.







    Ciudad

    Por el aire se escucha el alarido, el eco, la distancia.

    Alguien con el viento cruza por las esquinas y es un
    instante
    su mirada como puñal que arañara la sombra.
    Desde el desvelo se oyen sus pisadas alejarse en secreto
    por la calle desierta tras un grito.

    Una mujer o nave o nube por la noche desliza como río.
    Junto al agua taciturna de los pasos
    nadie le observa el rostro, su perfil helado
    frente al silencio blanco del muro.

    (Por el mar bajo la luna su navegación no sería
    tan lenta y pálida,
    como por los andenes, ondulante,
    su clara forma en olas
    avanza y retrocede.

    Esos pasos, rozando el aire, se niegan a la tierra:
    no es el repetido cuerpo que en hoteles de media hora
    entre repentinos amantes y porteros
    su desnudo deslumbra bajo manos y manos
    y despierta soñoliento en un
    apagado movimiento
    mientras a la memoria
    acuden en desorden lamentos.

    En la oscuridad son relámpagos
    la humedad en llamas de esos ojos
    de oculta fiera sorprendida,
    y algo instantáneo brilla,
    la rebeldía del ángel súbito
    y su desaparición en la tiniebla).

    La noche, la plaza, la desolación
    de la columna esbelta contra el tiempo.
    Entonces, un ruido agudo y subterráneo
    desgarra el silencio
    de rieles por donde coches pesados de sueño
    viajan hacia las estaciones del Infierno.

    Duermevela el reloj, su campanada el aire rasga claro.
    En el desierto de las oficinas, en patios,
    en pabellones de enronquecida luz sombría,
    el silencio con la luna crece
    y, no por jardines, se estaciona en bocinas,
    en talleres, en bares,
    en cansados salones de mujeres solas,
    hasta cuando, como con fatiga,
    la sombra se desvanece en sombra más espesa.

    Desde la fiebre en círculos de cielos rasos,
    oh triste vagabundo entre nubes de piedra,
    el sonámbulo arrastra su delirio por las aceras.
    El viento corre tras devastaciones y vacíos,
    resbala oculto tal navaja que unos dedos acarician,
    retrocede ante el sueño erguido de las torres,
    inunda desordenadamente calles como un mar en derrota.
    Siguen por avenidas sus alas, su vuelo lúgubre por
    suburbios:
    se ahonda la eternidad de un solo instante
    y por el aire resuena el alarido, el eco, la distancia.

    Muerte y vida avanzan
    por entre aquella oscura invasión de fantasmas.
    Los cuerpos son uniformemente silenciosos y caídos.
    Un cuerpo muere, más otro dulce y tibio cuerpo apenas
    duerme
    y la respiración ardiente de su piel
    estremece en el lecho al solitario,
    llegándole en aromas desde lejos, desde un bosque
    de jóvenes y nocturnas vegetaciones.

    De "Los adioses" 1963






    Como la ola

    Con llegada de espuma hasta la playa triste,
    oscura ola de esplendor lunar extendido,
    tú cruzas, tú cruzas
    con remoto ardor despertando mi beso
    en el mar delirante de la noche.

    En fuga siempre, llena de reflejos,
    reconstruyendo a solas lo amargo y lo distante,
    o recostada un poco a la luz de los crepúsculos,
    así mejor dibujo la melancolía de su retrato:
    junto al piano, a la ventana
    de irrespirables sueños, a la música de súbito callada,
    esperando una voz que llega como el eco a las zonas
    desiertas.

    Nocturna entonces,
    como la piel,
    como lo profundo de los besos,
    como la noche de los árboles,
    como el amor sería junto a su cabellera.

    Luego, sin sonido,
    espuma silenciosa tras la sombra,
    entre el rumor apagado de los pasos,
    desnuda huyes, pálida ola,
    no se te reconoce.








    El exilio

    El hombre entristecido mira
    caer vehemente la luz a su ventana:
    distraído contempla la distancia
    de espumas como olas, lejanías.

    Leves despiertan a su nostalgia
    los reflejos de otros días,
    y es ocio y congoja de una tarde
    por gracia de este cielo,
    que a su imagen
    es mar azul, playas doradas, islas,
    regresar desde la claridad de unas nubes
    en el desmayo ávido del instante
    hacia la antigua soledad remota.

    Mas no puede la frente melancólica
    soñar con esperanza sus recuerdos.
    Volver a la tierra perdida
    sería también deslumbramiento amargo:
    un sol ajeno se levanta
    como espada en mano enemiga.
    Y su deseo es apenas
    la pasión lánguida de la adolescencia en olvido,
    un indolente jardín o una calle,
    su deseo es apenas un aire,
    si nocturno, de borrosas estrellas,
    si de fulgor o nieve,
    si de sol sangriento en el ocaso.

    Sin testigo,
    la obscuridad del rostro en los cristales,
    bajo la luz que anochece punzante a la ventana
    sus miradas entonces se obstinan,
    frías, tenaces de silencio,
    más allá,
    entre vagas nubes o mares.

    Puñal siempre en el pecho es la memoria.
    Callar consuelo ha sido.
    Mejor será
    morir secretamente a solas.

    De "Los adioses" 1963







    El lago

    By the waters of Leman I sat down and wept
    T. S. Eliot

    Érase entre la luz de la mañana
    Alta y desierta nube de otro tiempo
    Me mirabas llegar desconocido
    Aire írio cristal pálido día
    Llovía luego un agua verde entre el paisaje
    Un agua azul y plata por el lago
    Un agua ronca con sollozo a mares
    Despedazándose rota en ventanales
    Me veías llegar desconocido me veías
    Amante que perdió su memoria el rostro amado
    Me veías ráfaga de huracanadas
    Olas de luz y viento y tempestades

    Dejabas penetrado de relámpagos
    Al extranjero corazón a oscuras
    La ciudad que rodea de verdor el lago
    Cuando a la hora última la tarde
    Dejabas tu desolación en las esquinas
    Cuerpo insinuándose al recuerdo
    Dejabas tus sedosas violetas esparcidas

    El mundo extraño apenas prodigando
    Leves fulgores perlas por el aire
    Frágil contra la sombra el muro el árbol
    La viuda cabellera de las luces
    De noche tiernas lunas
    Sobre los pavimentos y las lluvias

    Cuando eres tú y a tu lado impalpable
    Una joven cintura entredormida
    O femenino cráter insospechado ardiendo
    Ebrio de tristes pasos cuando el eco
    Por soledades vagas como espejos
    Como calles por nadie nunca recorridas
    Que hace más años tú ya presentías
    Ser el desconocido
    De súbito al encuentro

    El rugido del viento en las orillas
    Ecos de ahogados flotan sordamente en insomnio
    La oscuridad el cielo inmóvil
    Las aguas que noche y día son tu pensamiento
    Lago tal corazón desbordado
    Bajo la madrugada sollozando
    A solas su imagen tan desierta
    Un momento le creíste
    palpitación o llamarada
    Como tú
    De amor y luz y tiempo ausentes
    Contemplar aún su claro pecho irisado
    Mientras la vastedad del agua amaneciendo
    Lago era entonces sin furor
    Invisible al deseo
    Cuello jazmín apenas
    Solitario de silenciosa blancura
    Muslos apenas grises de nácares helados

    Alejándose entonces la presencia y el sueño
    Borrando al alba en cansancio su latir obstinado
    Llegar por fin a ti la vida en secreto
    La vida ahora que asoma entre tus labios
    Tus mudos labios volviendo a tu vida
    Aquel desconocido
    De siempre a tu encuentro
    El cuerpo del pensamiento de ti mismo
    Aquel
    Amante que perdió su memoria el rostro amado
    Huésped del laberinto y la nada.







    El verso llega de noche

    En la ciudad de bruma la fiesta
    de las noches es un bosque
    de cabelleras oscuras y de estrellas.

    Turbándome con sus pálidos dedos de rocío
    como entre los amantes sorpresivas palabras,
    su silencio enloquece las plazas solitarias,
    las calles, los ámbitos callados
    por donde pasa el aire misterioso de siempre.

    Es el rumor, las alas
    como ala anochecer la sombra
    de una cabellera en las manos.
    Es el rumor vagando entre vientos,
    entre lúgubres vientos
    en que sollozan luces
    y espejos de la ciudad nocturna.

    Es el rumor, las sílabas
    que nacen y llevan una canción
    al corazón que sueña,
    una canción, las sílabas
    creciendo en medio de la niebla
    o tal flor desnuda bajo la lluvia,
    (nunca hemos amado tanto, nadie
    sabrá decir que hemos amado tanto
    en una noche.
    En nuestro corazón resuenan los horizontes
    y resuena también la vecindad de la tierra.)

    El verso silencioso fue en la noche,
    el verso claro fue el instinto
    bajo ruda corteza o piel amarga.
    El verso, palabras ceñían los cuerpos
    delgados de las mujeres,
    sus claros cuerpos bajo la luna
    suspendidos en la música,
    sílabas ceñían sus cuerpos
    como voces ardientes, como llamas.

    En un árbol de lluvia que gime al viento
    sus canciones,
    sube la sangre en río sollozando ligera
    y soporto encendida la tristeza de un grito
    largamente tendido en medio de la noche.

    De la noche sedienta, de la innúmera noche,
    de la noche que guarda
    los deseos como sombras,
    de las dolorosas, mudas sombras amadas,
    sombras de los deseos
    sombras de un antiguo amargo silencio.
    Amargo, sí, errante silencio en que no queda
    sino el poema en la noche,
    como recuerdo herido por el filo de un beso.







    Fantasma

    Esbelta sombra dulce, sombra con ademán de entrega,
    cuerpo en forma de cielo y sueño, reposas en el aire,
    rompes el silencio con el corazón a borbotones,
    pero me dejas en suspenso, extraña.
    sólo palpitación, sólo deseo,
    hallazgo imprevisto de mi destino ignorado.

    Como distancia enlunada y desierta,
    así de soledad y palidez te imagino, así
    te construye mi pensamiento, me llegas, te amo.
    Lo impenetrable de mi ser creas a tu imagen misma,
    mas sólo existes
    en el temblor y fascinación ante tu llamarada oscura,
    en esta nube en desvelo o cárcel solitaria de mi frente,
    y en el recuerdo también
    de aquel salón con alas en que duerme el hermano muerto
    y un vuelo repentino esas alas, esa ráfaga fría.

    Yo no sé descender sino a ti misma, viva,
    sin hallar jamás la huella bajo tus pies de otra música
    sino solamente el trote,
    la desesperación de desencadenados caballos nocturnos.

    ¿Es sólo un lamento que huye
    ese cuerpo tuyo por el que sueño y muero?
    ¿La luz que te ciñe y persigue
    en esa sombra por la que vaga desierta mi caricia?
    Sin embargo tu desnuda sombra es dulce,
    fantasma, como yo, ¡de polvo y nostalgia!
    y si aparte de esta avidez en llamas
    fueras leve criatura al lado,
    junto a ti el aire a tu paso como ángeles serían blancas, blandas espadas,
    un diluvio, a lo lejos, un caer de invisibles, inmóviles relámpagos.

    Yo no sé, yo no sé por qué mi mano anhelante,
    por qué la obstinación de mi mano como un mar de noche y sin reposo,
    no te encuentra finalmente, o mi beso, al rozar esta sombra,
    al contemplarte a solas, oh tú creada de pensamiento mío,
    si no en el atardecer de un desdeñoso juego de espejos,
    rodeada por la música del día y soles y avenidas,
    pero de pronto la evidencia
    de no ser ni haber sido,
    de no ser silencio,
    solamente vacío.

    De "Los adioses" 1963







    Jardín nocturno

    La mancha del cielo azul, sombras de árboles, sombras de nubes,
    y alrededor muros, ruinas, piedras que en el silencio
    son frío, si la mano, si el pensamiento las roza.
    De noche, retraído y apasionado,
    contemplar desde allí lo lejano.
    Olvidado de sí, hambriento del mundo,
    vagar entre luces, ciudades, veranos. Mas luego como
    cuando uno, sin saberlo,
    extiende por mares su corazón
    y regresa al solo sitio en que sueña:
    ha pasado
    el tiempo, y sin embargo
    está el fulgor lunar sobre la vida. Así ilumina,
    así entristece viril
    al hombre la soledad de su delirio.

    De "Los adioses" 1963







    Llanura de Tuluá

    Al borde del camino, los dos cuerpos
    uno junto del otro,
    desde lejos parecen amarse.
    Un hombre y una muchacha, delgadas
    formas cálidas
    tendidas en la hierba, devorándose.
    Estrechamente enlazando sus cinturas
    aquellos brazos jóvenes,
    se piensa:
    soñarán entregadas sus dos bocas,
    sus silencios, sus manos, sus miradas.
    Mas no hay beso, sino el viento
    sino el aire
    seco del verano sin movimiento.
    Uno junto del otro están caídos,
    muertos,
    al borde del camino, los dos cuerpos.
    Debieron ser esbeltas sus dos sombras
    de languidez
    adorándose en la tarde.
    Y debieron ser terribles sus dos rostros
    frente a las
    amenazas y relámpagos.
    Son cuerpos que son piedra, que son nada,
    son cuerpos de mentira, mutilados,
    de su suerte ignorantes, de su muerte,
    y ahora, ya de cerca contemplados,
    ocasión de voraces negras aves.

    De "Los adioses" 1963







    Llegar en silencio

    Despierto en la noche lleno de palabras
    como envuelta entre las llamas de la música
    se levanta una casa en la distancia.
    Un perfume hay, un valle de silencio,
    un lento roce o beso se aproximan, callando,
    si llega el delirio, el fulgor solitario del insomnio.

    Quiero entonces una silenciosa figura humana,
    quiero un rostro hasta mí llegar, quedarse lento,
    quiero unas manos, un pecho, unos devoradores labios,
    todo lo que un nocturno cuerpo nos entrega.

    Hasta mi habitación podría llegar
    con un paso de ola o lenta nave,
    prolongado el deseo, espina de las noches.

    Extendería entre los terciopelos húmedos de los besos
    sus cálidos brazos,
    hasta no ser sino un cuerpo
    abandonado calladamente sobre otro.

    Hasta morir así, hasta juntar los labios, los pasos
    que con los pasos míos
    recorren, como también el viento de la noche,
    desiertos corredores donde se oye
    llorar el escondido amor entre las sombras.







    Madrugada

    Ciudad de los adioses, invernal, cilo gris
    donde la hora impalpable amanece
    con un monótono color ya repetido.
    Hay quien intenta, junto a los muros
    de sus turbias esquinas silenciosas,
    descubrir la hermosura secreta por el aire
    ante la madrugada en el recuerdo
    de un día que no ha sido.

    Así, un momento, ligera, alada
    te vi en embeleso cruzar.
    Déja que la memoria reviva en llamas.
    Ahora, mientras mi mano escribe,
    o entonces, cuando
    el amanecer sobre tu imagen era
    no si de realidad o beso, sino de luz, sino de sueño.

    Si en otra lívida alborada atravesaras
    un nuevo escalofrío,
    si regresaras en otra claridad desierta,
    tú misma, cuerpo o ráfaga desnuda
    de otro espacio no mío, cálido y solar.
    Borrosas calles y llovizna oscura.
    Nada sino mi sed, mi desvelo,
    nadie sino la voz del entresueño,
    nada, final, sino
    un eterno encantamiento frío:
    terror que lentamente
    se entreabre, gesto, belleza cruel
    que pasa apenas, fugitiva, sólo al lado un instante,
    por entre los adioses,
    oh tánta luz en nubes de otro invisible mundo.

    De "Los adioses" 1963







    Olvido

    Los días que uno tras otro son la vida...
    Aurelio Arturo

    La trémula sombra ya te cubre.
    Sólo existe el olvido,
    Desnudo,
    Frío corazón deshabitado.
    Y ya nada son en ti las horas
    Las taciturnas horas que son tu vida.
    Ni siquiera como ceniza
    Oculta que trajeran
    Los transparentes
    Silencios de un recuerdo.
    Nada. Ni el crepúsculo te envuelve,
    Ni la tarde te llena de viajes,
    Ni la noche conmueve tu obstinada
    Nostalgia del amor, cuando
    Una tácita doncella surge de la sombra.
    Oh corazón, cielo deshabitado de los sueños.







    Pensamientos del amante

    Ya que la intimidad la noche la criatura
    El hombre que la sueña y al sol con sangre de
    la tarde
    Cuando por corredores de azulada piedra
    Los pasos que ahora esperas
    En vasto espacio enardeciendo callan

    (Es más hondo el amor que nadie nombra
    Más amarga la desdicha de un espejo
    Cuando de pronto lo empaña el lento vaho
    De una tristeza a lo lejos de alguien
    Que ignorado cruza errante el vacío)

    El arco de las cejas encendiéndose
    La multitud del oro los hombros en reposo
    Un río subterráneo entre su pecho
    Los muslos firmemente dueños de la tierra
    La mirada que en un duelo trémula estallaba

    Vencida por el tiempo la esperanza
    Un caminar perpetuo entre la lluvia
    Una ciudad de nubes y agonías
    Contra todo y sin fin seguirte siempre
    Oh roce frío de invisible llama

    (¿Por qué retrocedías y callabas
    Te pensabas temblando como un niño
    Lamento entrecortado en tu garganta
    Devorado en la red de una tiniebla
    Entristecido por tu propio sueño?)

    Luego por yertas calles la alborada
    Trajo al azar indescifrable un rostro
    Rubio fulgor y el frágil embeleso
    De en otro paraíso hallarte vivo
    Lejos del sol occidental ensangrentado


    Mas te persiguen la sed y el pensamiento
    La ausencia te la invade sólo un cuerpo
    Ese convulso perfil del deseo volando
    Hacia nubes donde son verdes los ojos
    Donde implacables son verdes aún y sombríos

    Confusos giran grises en sucesión los días
    Pálidos de lloviznas e incertidumbres
    Cuando junto al anochecer existes
    Con penumbra de seres a tu alrededor
    Su desdeñosa sordera impenetrable

    Enrojece delira Bogotá como un incendio
    La multiplicidad de luces gentes bullicios
    Luego el aire nocturno abriendo lunas
    Y escondido en lo oculto de un afán
    Oh tú que ignorada rodeas y estrechas y amas.

    (Sólo dentro de tu corazón pasan las cosas
    Solamente oyes una ronca bocina por tu sangre
    El tiempo acumulándose en cenizas
    Vuelves a mirar las luces en el atardecer
    en la noche te adormecen otra vez mudos labios)

    Cuerpo que no camina sino
    Por constelaciones de incandescente destierro
    Trae tus pies acostumbrados a la aurora
    A pisar esta isla de nadie esta puerta
    Donde el amor golpea con fantasmas.

    (No es el sueño sino somos nosotros
    Como el destino es áspero y contrario
    La desierta esperanza sin sustento
    En duermevela fluyen días y pensamientos
    Cadáveres de sol y lluvia en la memoria)

    Tras sigilosos pasos voces ecos
    Eterna eterna ven
    Gestos callando sombra que sospecha el aire
    Pero al desvanecerse de nuevo tus huellas
    Como al final el cuerpo será noche
    Otra vez insondable tu luz fuera del tiempo







    Testimonio

    Eran vísperas del crimen el empedrado,
    la tarde,
    el sol caído violentamente hacia el oeste,
    cuando, desde balcón a la plaza,
    vaías
    negros jinetes cruzar.

    Remotos, pálidos, silenciosos,
    iban
    en lento paso morado,
    en procesión de monstruos fugitivos,
    y su vacilación el sitio a donde
    llevar duelo.

    Cayendo crepúsculo a sus alrededor,
    con pisadas secas,
    con aturdimiento, entre el polvo,
    podías creerles
    sonámbulos que cruzaran con cuchillos
    su sombra.

    Los recuerdas, arroces de frío
    y de noche, caer
    sobre frágiles chozas
    entregadas
    como el desnudo de sus vírgenes,
    quebrar cuerpos, manchar de sangre muros
    y luego perderse,
    tigres sin pesadillas,
    tras el aullido del aire y los muertos.

    En todo lugar la huella solitaria:
    los harapos, el filo de sus dientes, la tiniebla.

    De "Los adioses" 1963







    Versos del anochecer

    Cuando la nube del anochecer definitivamente se borra
    oyes girar
    leves árboles verdes por la espesura
    de hojas que son lentas respiraciones amorosas.

    El aire como vaga sucesión de montañas
    que de noche confunden con su peso
    tibias lámparas encendidas por no se sabe
    qué mano dulce resbalada en la sombra.

    Cuando a solas el anochecer te cerca
    amor a la ventana de amante solitario
    navega soñolienta la nube por la frente,
    visos de luz, brisa, presencia insistente
    que existe, ya sin cuerpo, desnuda en la memoria.

    Cuando hacia el anochecer hubieras querido
    en triste cansancio, ser otro,
    ser una nueva imagen distinta de ti mismo,
    volvería del tiempo pasado, su cielo,
    la mariposa sonámbula que viva aletea
    dentro del pecho, tuya, sin fin,
    aunque en vano, callando, la destierres.

    De "Los adioses" 1963







    Viajero

    La extrañeza del lugar aunque
    lo imaginaba. Lo interminable del instante
    y lo áspero. Un comedor vasto como el hastío,
    Mas aquí, en reposo,
    el mudo mantel, el atardecer
    junto a la sombra
    de los recuerdos en el rostro.
    Obstinada la hora
    le encierra, solitario, y al hermano
    que llora bajo sus pensamientos.

    Un sitio siempre ajeno como el amor, un lento salón
    que a los fantasmas del viaje, en bandadas,
    aparece de súbito con lámparas y memorias.
    Conversaciones, alas, palabras apenas,
    rumor en tomo. Una cucharada
    a los labios con un remordimiento
    y sobre la mesa, inmóvil, desconocida;
    la silenciosa blancura de sus manos.

    Quisiera despertar de entre los muertos
    mientras la hora sórdidamente huye.

    Lo piensa mientras a su alrededor
    la mosca del sueño, el periódico,
    el volumen ardiente de una falda,
    no importa,
    qué cuerpos o miradas, la tenaz
    ola de melancolía también
    les llega,
    y en procesiones nocturnas
    los huéspedes no duermen sino avanzan
    con equipajes, entre espejos y blancos uniformes,
    sonrientes, solos, sonámbulos,
    por carrileras, a pie, enlunados,
    al subterráneo final de los trenes sin nadie.

    De "Los adioses" 1963




    http://amediavoz.com/charry.htm


    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 8 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Sáb 17 Ago 2024, 19:32

    Evaristo Carriego


    Poeta argentino nacido en Paraná, Entre Ríos en 1883.
    Se educó en Buenos Aires, y desde joven participó en tertulias literarias y movimientos de tipo intelectual.
    Escribió en diversas publicaciones de la época, como «La Protesta», «Ideas», «Caras y caretas» y otras.
    Su obra literaria se extendió al teatro y al cuento, dejando dejando varias publicaciones junto a su único libro
    de versos editado en vida, «Misas herejes», en 1908.
    Después de su muerte, ocurrida en 1912, se publicó el conjunto de su producción poética con el título de
    «Poemas póstumos» y «La canción del barrio»




    Aquella vez que vino tu recuerdo

    La mesa estaba alegre como nunca.
    Bebíamos el té: mamá reía
    recordando, entre otros,
    no sé qué antiguo chisme de familia;
    una de nuestras primas comentaba
    -recordando con gracia los modales,
    de un testigo irritado- el incidente
    que presenció en la calle;
    los niños se empeñaban, chacoteando,
    en continuar el juego interrumpido,
    y los demás hablábamos de todas
    las cosas de que se habla con cariño.

    Estábamos así, contentos, cuando
    alguno te nombró, y el doloroso
    silencio que de pronto ahogó las risas,
    con pesadez de plomo,
    persistió largo rato. Lo recuerdo
    como si fuera ahora: nos quedamos
    mudos, fríos. Pasaban los minutos,
    pasaban y seguíamos callados.

    Nadie decía nada, pero todos
    pensábamos lo mismo. Como siempre
    que la conmueve una emoción penosa,
    mamá disimulaba ingenuamente
    queriendo aparecer tranquila. ¡Pobre!

    ¡Bien que la conocemos!... Las muchachas
    fingían ocuparse del vestido
    que una de ellas llevaba:
    los niños, asombrados de un silencio
    tan extraño, salían de la pieza.
    Y los demás seguíamos callados
    sin mirarnos siquiera.







    «Caperucita roja» que se nos fue

    ¡Ah, si volvieras!... ¡Cómo te extrañan mis hermanos!
    La casa es un desquicio: ya no está la hacendosa
    muchacha de otros tiempos. ¡Eras la habilidosa
    que todo lo sabías hacer con esas manos...!

    El menor de los chicos, ¡pobrecito!, te llama
    recordándote siempre lo que le prometieras,
    para que le des algo... Y a veces -¡si lo oyeras!-
    para que como entonces le prepares la cama.

    ¡Como entonces! ¿Entiendes? ¡Ah, desde que te fuiste,
    en la casita nuestra todo el mundo anda triste!
    y temo que los viejos enfermen, ¡pobres viejos!

    Mi madre disimula, pero a escondidas llora
    con el supersticioso temor de verte lejos...
    Caperucita roja, ¿dónde estarás ahora?







    Como aquella otra

    Sí, vecina: te puedes dar la mano,
    esa mano que un día fuera hermosa,
    con aquella otra eterna silenciosa
    «que se cansara de aguardar en vano».

    Tú también, como ella, acaso fuiste
    la bondadosa amante, la primera,
    de un estudiante pobre, aquel que era
    un poco chacotón y un poco triste.

    O no faltó el muchacho periodista
    que allá en tus buenos tiempos de modista
    en ocios melancólicos te amó

    y que una fría noche ya lejana,
    te dijo, como siempre: «Hasta mañana...»
    pero que no volvió.







    Como un deslumbramiento de rubias primaveras...

    Como un deslumbramiento de rubias primaveras
    irradian y perfuman las dichas prisioneras
    de todos tus encantos ¡Oh, poemas paganos!
    Heroína y señora de rondeles galanos:

    Para que siempre puedas orquestar tus mañanas
    calandrias y zorzales mis selvas entrerrianas
    te ofrecen en mis trovas. Que en todos los momentos
    te den las grandes liras sus más nobles acentos,

    y revienten las yemas donde el placer anida,
    en las exaltaciones gloriosas de la vida
    que surgen en el cálido floreal de tus horas,
    como un carmen de auroras, ¡eternamente auroras!








    Conversando

    El libro sin abrir y el vaso lleno.
    -Con esto, para mí, nada hay ausente-.
    Podemos conversar tranquilamente:
    la excelencia del vino me hace bueno.

    Hermano, ya lo ves, ni una exigencia
    me reprocha la vida..., así me agrada;
    de lo demás no quiero saber nada...
    Practico una virtud: la indiferencia.

    Me disgusta tener preocupaciones
    que hayan de conmoverme. En mis rincones
    vivo la vida a la manera eximia

    del que es feliz, porque en verdad te digo:
    la esposa del señor de la vendimia
    se ha fugado conmigo...







    Cuando llega el viejo

    Todos están callados ahora. El desaliento
    que repentinamente siguiera al comentario
    de esa duda, persiste como un presentimiento.
    El hermano recorre las noticias del diario

    que está sobre la mesa. La abuela se ha dormido
    los demás aguardan con el oído alerta
    a los ruidos de afuera, y apenas se oye un ruido
    las miradas ansiosas se clavan en la puerta.

    El silencio se vuelve cada vez más molesto:
    una frase que empieza se traduce en un gesto
    de impaciencia. ¡La espina de esa preocupación...

    Y cuando llega el viejo, que salió hace un instante,
    en todas las miradas fijas en su semblante
    hay una temerosa larga interrogación.






    Después del olvido

    Porque hoy has venido, lo mismo que antes,
    con tus adorables gracias exquisitas,
    alguien ha llenado de rosas mi cuarto
    como en los instantes de pasadas citas.

    ¿Te acuerdas?... Recuerdo de noches lejanas,
    aun guardo, entre otras, aquella novela
    con la que soñabas imitar, a ratos,
    no sé si a Lucía no sé si a Graziela.

    Y aquel abanico, que sentir parece
    la inquieta, la tibia presión de tu mano;
    aquel abanico ¿te acuerdas? trasunto
    de aquel apacible, distante verano...

    Y aquellas memorias que escribiste un día!
    -un libro risueño de celos y quejas-.
    ¡Rincón asoleado! Rincón pensativo
    de cosas tan vagas, de cosas tan viejas!...

    Pero no hay los versos: ¡Qué quieres!... ¡Te fuiste!
    -¡Visión de saudades, ya buenas, ya malas!-
    La nieve incesante del bárbaro hastío
    ¿no ves? ha quemado mis líricas alas.

    ...¿Para qué añoranzas? Son filtros amargos
    como las ausencias sus hoscos asedios...
    Prefiero las rosas, prefiero tu risa
    que pone un rayito de sol en mis tedios.

    Y porque al fin vuelves, después del olvido,
    en hora de angustias, en hora oportuna,
    alegre como antes, es hoy mi cabeza
    una pobre loca borracha de luna!







    Detrás del mostrador

    Ayer la vi, al pasar, en la taberna,
    detrás del mostrador, como una estatua...
    Vaso de carne juvenil que atrae
    a los borrachos con su hermosa cara.

    Azucena regada con ajenjo,
    surgida en el ambiente de la crápula,
    florece como muchas en el vicio
    perfumado ese búcaro de miasmas.

    ¡Canción de esclavitud! Belleza triste,
    belleza de hospital ya disecada
    quién sabe por qué mano que la empuja
    casi siempre hasta el sitio de la infamia...

    Y pasa sin dolor así inconsciente
    su vida material de carne esclava:
    ¡copa de invitaciones y de olvido
    sobre el hastiado bebedor volcada!







    El camino de nuestra casa...

    Nos eres familiar como una cosa
    que fuera nuestra, solamente nuestra;
    familiar en las calles, en los árboles
    que bordean ]a acera,
    en la alegría bulliciosa y loca
    de los muchachos, en las caras
    de los viejos amigos,
    en las historias íntimas que andan
    de boca en boca por el barrio
    y en la monotonía dolorida
    del quejoso organillo
    que tanto gusta oír nuestra vecina,
    la de los ojos tristes...

    Te queremos
    con un cariño antiguo y silencioso,
    ¡caminito de nuestra casa! ¡Vieras
    con qué cariño te queremos!
    ¡Todo
    lo que nos haces recordar!

    Tus piedras
    parece que guardasen en secreto
    el rumor de los pasos familiares
    que se apagaron hace tiempo... Aquellos
    que ya no escucharemos a la hora
    habitual del regreso.
    Caminito
    de nuestra casa, eres
    como un rostro querido
    que hubiéramos besado muchas veces:
    ¡tanto te conocemos!

    Todas las tardes, por la misma calle,
    miramos con mirar sereno,
    la misma escena alegre o melancólica,
    la misma gente... Y siempre la muchacha
    modesta y pensativa que hemos visto
    envejecer sin novio... resignada!
    De cuando en cuando, caras nuevas,
    desconocidas, serias o sonrientes,
    que nos miran pasar desde la puerta.
    Y aquellas otras que desaparecen
    poco a poco, en silencio,
    las que se van del barrio o de la vida
    sin despedirse.

    ¡Oh, los vecinos
    que no nos darán más los buenos días!
    Pensar que alguna vez nosotros
    también por nuestro lado nos iremos,
    quién sabe dónde, silenciosamente
    como se fueron ellos...







    El clavel

    Fue al surgir de una duda insinuativa
    hirió tu severa aristocracia,
    como un símbolo rojo de mi audacia,
    un clavel que tu mano no cultiva.

    Quizás hubo una frase sugestiva,
    o viera una intención tu perspicacia,
    pues tu serenidad llena de gracia
    fingió una rebelión despreciativa...

    Y, así, en tu vanidad, por la impaciente
    condena de un orgullo intransigente,
    mi rojo heraldo de amatorios credos

    Mereció, por su símbolo atrevido,
    como un apóstol o como un bandido
    la guillotina de tus nobles dedos.







    En el patio

    Me gusta verte así, bajo la parra,
    resguardada del sol del mediodía,
    risueñamente audaz, gentil, bizarra,
    como una evocación de Andalucía.

    Con olor a salud en tu belleza,
    que envuelves en exóticos vestidos,
    roja de clavelones la cabeza
    y leyendo novelas de bandidos.

    -¡Un carmen andaluz, donde florecen,
    en los viejos rincones solitarios,
    los rosales que ocultan y ensombrecen
    la jaula y el calor de tus canarios!-

    ¡Cuántas veces no creo al acercarme,
    todo como en un patio de Sevilla,
    que tus más frescas flores vas a darme,
    y a ofrecerme después miel con vainilla!

    O me doy a pensar que he saboreado,
    mientras se oye una alegre castañuela,
    un rico arroz con leche, polvoreado
    de una cálida gloria de canela.

    ¡Cómo me gusta verte así, graciosa,
    llena de inquietos, caprichosos mimos,
    rodeada de macetas, y, golosa,
    desgranando pletóricos racimos!

    Y mojarse tus manos delincuentes,
    al reventar las uvas arrancadas,
    como en sangre de vidas inocentes
    a tu voracidad sacrificadas!...

    Y ver vagar, cruelmente seductora,
    en esos labios finos y burlones,
    tu sonrisa de Esfinge, turbadora
    de mis calladas interrogaciones.

    Y desear para mí, las exquisitas
    torturas de tus dedos sonrosados,
    que oprimen las doradas cabecitas
    de los dulces racimos degollados!







    En silencio

    Que este verso, que has pedido,
    vaya hacia ti, como enviado
    de algún recuerdo volcado
    en una tierra de olvido...
    para insinuarte al oído
    su agonía más secreta,
    cuando en tus noches, inquieta
    por las memorias, tal vez,
    leas, siquiera una vez,
    las estrofas del poeta.

    ¿Yo?... Vivo con la pasión
    de aquel ensueño remoto,
    que he guardado como un voto,
    ya viejo, del corazón.
    ¡Y sé, en mi amarga obsesión,
    que mi cabeza cansada,
    de la prisión de ese ensueño
    caerá, recién, libertada
    ¡cuando duerma el postrer sueño
    sobre la postrer almohada!



    a muerte del cisne

    En un largo alarido de tristeza
    los heraldos, sombríos, la anunciaron,
    y las faunas errantes se aprontaron
    a dejar el amor de la aspereza.

    Con el Genio del bosque a la cabeza,
    una noche y un día galoparon,
    y cual corceles épicos llegaron
    en un tropel de bárbara grandeza.

    Y ahí están. Ya salvajes emociones,
    rugen coros de líricos leones
    cuando allá en los remansos de lo Inerte,

    como surgiendo de una pesadilla,
    ¡Grazna un ganso alejado de la orilla
    la bondad provechosa de la Muerte!









    La música lejana que nos llega

    Accede, te lo ruego así... Dejemos
    -mientras se enfría el té que has preparado-
    de leer el capítulo empezado:
    amada, cierra el libro y escuchemos...

    Y calla, por favor...Guarda tus finas
    burlas: ten la vergüenza, no imposible,
    de que tu dulce voz halle insensible,
    rebelde corazón que aún dominas.

    ¿Ves? Llega como un breve pensamiento
    que pone en fuga el arrepentimiento...
    Bebe toda la onda, hermana mía,

    no dejes en la copa nada, nada...
    Emborráchate, amada:
    la música es el vino hecho armonía.







    La que hoy pasó muy agitada

    ¡Qué tarde regresas!... ¿Serán las benditas
    locuaces amigas que te han detenido?
    Vas tan agitada!... ¿Te habrán sorprendido
    dejando, hace un rato, las casas de citas?

    ¡Adiós, morochita!... Ya verás, muchacha,
    cuando andes en todas las charlas caseras:
    sospecho las risas de tus compañeras
    diciendo que pronto mostraste la hilacha...

    Y si esto ha ocurrido, que en verdad no es poco,
    si diste el mal paso, si no me equivoco
    y encontré el secreto de esa agitación...

    ¿Quién sabrá si llevas en este momento
    una duda amarga sobre el pensamiento
    y un ensueño muerto sobre el corazón?



    _________________



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    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Dom 18 Ago 2024, 14:41

    Aurelio Arturo


    Poeta colombiano nacido en La Unión, Nariño, en 1906.
    Doctor en Derecho por el Externado de Colombia, publicó, en 1928, cuando todavía era estudiante,
    sus primeros poemas en la revista Universidad, dirigida por el intelectual Germán Arciniegas.
    Dedicado por entero al ejercicio profesional, ejerció algunos cargos públicos como Secretario General
    del Ministerio de Trabajo y funcionario del Ministerio de Defensa. La poesía y la traducción las practicó en sus
    ratos libres pero de manera constante.
    En 1963 se editó su único libro, «Morada al Sur» por el que obtuvo el Premio Nacional de Poesía Guillermo Valencia.
    Meses antes de su muerte recibió el doctorado Honoris Causa en Filosofía y Letras por la Universidad de Nariño.
    Murió en Bogotá en 1974



    Amo la noche

    No la noche que arrullan las ramas
    y balsámica con olor de manzanas,
    con el efluvio de la flor del naranjo;
    oh, no la noche campesina
    de piel húmeda y tibia y sana;

    no la noche de Tirso Jiménez
    que canta canciones de espigas
    y muchachas doradas entre espigas;
    no la noche de Max Caparroja,
    en el valle de la estrella más sola
    cuando un viento malo sopla sobre las granjas
    entre ráfagas de palomas moradas;
    no la noche que lame las yerbas;

    no la noche de brisa larga,
    hojas secas que nunca caen,
    y el engaño de las últimas ramas
    rumiando un mar de lejanos relámpagos;
    no la noche de las aguas melódicas
    volteando las hablas de la aldea;
    no la noche de musgo y del suave
    regazo de hierbas tibias de una mozuela;
    yo amo la noche de las ciudades.

    Yo amo la noche que se embelesa
    en su danza de luces mágicas,
    y no se acuerda de los silencios
    vegetales que roen los insectos;
    yo amo la noche de los cristales
    en la que apenas se oye si agita
    el corazón sus alas azules;

    y no es la noche sin cantares
    la que amo yo, la noche tácita
    que habla en los bosques en voz baja,
    o entra a las aldeas y mata.
    Yo amo la noche sin estrellas
    altas; la noche en que la brumosa
    ciudad cruzada de cordajes,
    me es una grande, dócil guitarra.
    Allí donde dulcemente respira
    un perfil cercano y distante
    al que canto entre sus espejos,
    sus sedas y sus presagios:
    valle aromado, dátiles de seda;
    cuando hay un rincón de silencio
    como un jirón de terciopelo
    para evocar esos locos viajes
    esas partidas traspasadas
    por el vaho tibio de los caballos
    que alzan sus belfos en el alba.

    Yo amo la noche en el cansancio
    del bullicio, de las voces, de los chirridos,
    en pausa de remotas tempestades, en la dicha
    asordinada, a la luz de las lámparas
    que son como gavillas húmedas
    de estrellas o cálidos recuerdos,
    cuando todo el sol de los campos
    vibra su luz en las palabras
    y la vida vacila temblorosa y ávida
    y desgarra su rosa de llamas y lágrimas.








    Arrullo

    La noche está muy atareada
    en mecer una por una,
    tantas hojas.
    Y las hojas no se duermen
    todas.

    Si le ayudan las estrellas,
    cómo tiembla y tintinea la infinita
    comba eterna.

    ¿Pero quién dormirá a tantas,
    tantas,
    si ya va subiendo el día
    por el río?

    (¿Dónde canta este país
    de las hojas
    y este arrullo de la noche
    honda?).

    Por el lado del río
    vienen los días
    de bozo dorado,
    vienen las noches
    de fino labio.

    (¿Dónde el bello país de los ríos
    que abre caminos
    al viento claro
    y al canto?)

    La noche está muy atareada
    en mecer una por una,
    tantas hojas.
    Y las hojas no se duermen
    todas.

    Si le ayudan las estrellas...
    Pero hay unas más ocultas,
    pero hay unas hojas, unas
    que entrarán nunca en la noche,
    nunca.

    (¿Dónde catan este país
    de las hojas,
    y este arrullo de la noche
    honda?)







    Canción de amor y soledad

    Como en el áureo dátil de solitaria palma,
    orillas de mi predio todo el valle resuena,
    tú en mi corazón, dátil amargo, tiemblas
    y te inclinas desnuda, sollozo y carne trémula.

    De palma en que acongojase con vago son el viento,
    dátil fiel donde todos los horizontes suenan,
    mi corazón es una carne tuya, tu carne,
    cantando entre distancias y entre nieblas.

    Tuyo es el viento y el rumor, dorados,
    tuyo el canto en la noche sin palmeras,
    tuyo el trémolo al fondo de los huesos,
    y el palpitar oscuro de mis venas.

    El país que en tus ojos vive entre parpadeos,
    canta en mí con su largo sollozar innegable,
    rumora en mí, y el ansia de tu boca madura,
    y rumoran sin fin los valles de tu carne.
    Oscura tú, y entre tu luz sin tregua,
    eres un son tan hondo, tan hondo y dolorido.

    Dátil maduro, dátil amargo, escucha
    mi corazón al filo del viento, tu gemido,
    tu gemido gozoso, tu olor de flor abierta.
    Mecido en ti, lleno de ti se escucha,
    y da al viento ceniza de sus gritos.







    Canción de hadas

    Hadas divinas hadas!
    Creer en las hadas
    en las rosadas, felices noches estivales,
    y también en esas noches extrañas
    cuando entre abismos de sombras en el silencio
    del silencio
    se encuentra de súbito una líquida palabra melodiosa
    como una fresca agua recóndita, un agua
    de dulce mirada.
    ¿No creer ya en las hadas?
    Pero entonces... Yo creo, ciertamente,
    que mi antigua haya era una reina de hadas,
    y lo supe cuando en el cielo de su mirada
    subían rosas ardientes y cuando su palabra
    quemó mi piel sin dejar señales,
    y porque en su corpiño, bajo las sedas
    le palpitaban palomas blancas.

    * * *
    Ahora el silencio
    un silencio duro, sin manantiales,
    sin retamas, sin frescura,
    un silencio que persiste y se ahonda
    aun detrás del estrépito
    de las ciudades que se derrumban.
    Y las hadas se pudren en los estanques muertos
    entre algas y hojas secas
    y malezas,
    o se han transformado en trajes de seda
    abandonados en viejos armarios que se quejan,
    trajes que lucieron ciñéndose a la locura de las da
    entre luces y músicas.









    Canción de hojas y lejanías

    Eran las hojas, las murmurantes hojas,
    la frescura, el rebrillo innumerable,
    Eran las verdes hojas -la célula viva,
    el instante imperecedero del paisaje-
    eran las verdes hojas que acercan en su murmullo,
    las lejanías sonoras como cordajes,
    las finas, las desnudas hojas oscilantes.

    Las hojas y el viento.
    Hojas con marino ritmo ondulaban,
    hojas con finas voces
    hablando a un mismo tiempo, y que no eran
    tantas sino una sola, palpitante
    en mil espejos de aire, inacabable
    hoja húmeda en luces,
    reina del horizonte, ágil
    avecilla saltante, picoteante por todos
    los aros del horizonte, los aros cintilantes.

    Las hojas, las bandadas de hojas,
    al borde del azul, a la orilla del vuelo.

    Eran las hojas y las murmurantes lejanías,
    las hojas y las lejanías llenas de hablas,
    las lejanías que el viento tañe como cuerdas:
    oh pentagrama, pentagrama de lejanías
    donde hojas son notas que el viento interpreta.

    En las hojas rumoraban bellos países y sus nubes.
    En las hojas murmuraban lejanías de países remotos,
    rumoraban como lluvias de verdeante alborozo,
    reían, reían lluvias de hablas clarísimas
    como aguas, hablas alegres de hadas, vocales de gozo.

    Y las lejanías tenían rumores de frondas sucesivas,
    las lejanías oían, oían lluvias que narran leyendas,
    oían lluvias antiguas. Y el viento
    traía las lejanías como trae una hoja.








    Canción de la distancia

    Mirarás un país turbio entre mis ojos,
    mirarás mis pobres manos rudas,
    mirarás la sangre oscura de mis labios:
    todo es en mí una desnudez tuya.

    Venía por arbolados la voz dulce
    como acercando un bosque húmedo y fresco,
    y una estrella caía duramente,
    fija, la antigua cicatriz de un beso.

    De arena parecían los cielos, y volvía
    poseso del rumor que cual dos alas
    me ciñó en una ronda inacabable,
    me ciñó al fin la flor de tu palabra.

    ¿Qué rojea en la noche sino el puro
    labio tuyo? y corazón, estrella y sueño,
    mueve un solo vaivén que lejos fluye,
    turbio como distancia y como ruego.

    Tu desnudez verás en mis ojos absortos,
    mirarás mi horizonte que roe una fogata,
    tú, que no serás nunca sino masa de llamas,
    en mi honda noche de árboles, callada.

    Desnudo en mi fervor y tú en tu sangre,
    es más que seda suave este silencio,
    en esta noche ancha en que germina
    todo y palpita todo, aromas y luceros.

    Volver cuando anoche en canto y frondas
    y rumia el viento que lo aleja todo:
    ya no veré sino una palma muda
    y el cielo, un áureo torbellino, en torno.

    Volver, los cielos parecían de arena,
    ha mucho, hace un instante, ha mucho tiempo;
    y nadie ha de quitarme esta noche en que fuiste
    larga y desnuda carne vestida de mi aliento.

    Volver la senda turbia oyendo al viento
    rumiar lejos, muy lejos, de los días.
    Por mi canción conocerás mi valle,
    su hondura en mi sollozo has de medirla.









    Canción de la noche callada

    En la noche balsámica, en la noche,
    cuando suben las hojas hasta ser las estrellas,
    oigo crecer las mujeres en la penumbra malva
    y caer de sus párpados la sombra gota a gota.

    Oigo engrosar sus brazos en las hondas penumbras
    y podría oír el quebrarse de una espiga en el campo.

    Una palabra canta en mi corazón, susurrante
    hoja verde sin fin cayendo. En la noche balsámica,
    cuando la sombra es el crecer desmesurado de los árboles,
    me besa un largo sueño de viajes prodigiosos
    y hay en mi corazón una gran luz de sol y maravilla.

    En medio de una noche con rumor de floresta
    como el ruido levísimo del caer de una estrella,
    yo desperté en un sueño de espigas de oro trémulo
    junto del cuerpo núbil de una mujer morena
    y dulce, como a la orilla de un valle dormido.

    Y en la noche de hojas y estrellas murmurantes
    yo amé un país y es de su limo oscuro
    parva porción el corazón acerbo;
    yo amé un país que me es una doncella,
    un rumor hondo, un fluir sin fin, un árbol suave.

    Yo amé un país y de él traje una estrella
    que me es herida en el costado, y traje
    un grito de mujer entre mi carne.

    En la noche balsámica, noche joven y suave,
    cuando las altas hojas ya son de luz, eternas...

    Mas si tu cuerpo es tierra donde la sombra crece,
    si ya en tus ojos caen sin fin estrellas grandes,
    ¿qué encontraré en los valles que rizan alas breves?,
    ¿qué lumbre buscaré sin días y sin noches?







    Canción del ayer

    Un largo, un oscuro salón rumoroso
    cuyos confines parecían perderse en otra edad balsámica.
    Recuerdo como tres antorchas áureas nuestras cabezas
    inclinadas
    sobre aquel libro viejo que rumoraba profundamente en
    la noche.

    Y la noche golpeaba con leves nudillos en la puerta de
    roble.
    Y en los rincones tantas imágenes bellas, tanto camino
    soleado, bajo una leve capa de sombra luciente como
    terciopelo.
    La voz de Saúl me era una barca melodiosa.
    Pero yo prefería el silencio, el silencio de rosas y plumas,
    de Vicente, el menor, que era como un ángel
    que hubiese escondido su par de alas en un profundo
    armario.

    Mas, ¿quién era esa alta, trémula mujer en el salón
    profundo?
    ¿Quién la bella criatura en nuestros sueños profusos?
    ¿Quizá la esbelta beldad por quien cantaba nuestra sangre?
    ¿O así, tan joven, de luz y silencio, nuestra madre?

    O acaso, acaso esa mujer era la misma música,
    la desnuda música avanzando desde el piano,
    avanzando por el largo, por el oscuro salón como en un
    sueño.


    (A ti lejano Esteban, que bebiste mi vino,
    te lo quiero contar, te lo cuento en humanas, míseras
    palabras:
    Cuando estás en la sombra. Cuando tus sueños bajan
    de una estrella a otra hasta tu lecho,
    y entre tus propios sueños eres humo de incienso,
    quizá entonces comprendas, quizá sientas,
    por qué en mi voz y en mi palabra hay niebla).


    Un largo, un oscuro salón, tal vez la infancia.
    Leíamos los tres y escuchábamos el rumor de la vida,
    en la noche tibia, destrenzada, en la noche
    con brisas del bosque. Y el grande, oscuro piano,
    llenaba de ángeles de música toda la vieja casa.



    Canción del niño que soñaba

    Ésta es la canción del niño que soñaba
    caminando por el salón penumbroso
    de brisa lenta que estremecía sus pequeñas alas,
    y oía, afuera, entre los árboles las arpas de la noche,
    y voces ¿por qué tantas voces en el silencio?

    Y cuando ya en el lecho su estrella descendía
    y se quedaba temblando en un rincón como un sollozo,
    el niño salía por la ventana como un pajarillo
    pero su cuerpo muerto se estremecía en el sueño.

    Y subía a las montañas y a la nieve lunar de las montañas.
    Veía landas sin luna, desiertos acuáticos
    y por fin hacia el final de las sombras,
    una ciudad desierta, iluminada
    y como en un relato de magnificencia y catástrofes,
    por las calles un solemne cortejo: un asno
    paso a paso y sobre su lomo entrañas humanas,
    entrañas: gruesos rubíes y topacios.

    Y termina la canción porque el gallo canta
    y el sueño despierta el pequeño cadáver,
    y llega el alba sobre sus yeguas blancas.







    Canción del viento

    Toda la noche
    sentí que el viento hablaba,
    sin palabras.

    Oscuras canciones del viento
    que remueven noches y días que yacen
    bajo la nieve de muchas lunas,
    oh lunas desoladas,
    lunas de espejos vacíos, inmensos,
    lunas de hierbas y aguas estancadas,
    lunas de aire tan puras y delgadas,
    que una sola palabra
    las destrozó en bandadas de palomas muertas.

    La canción del viento desgarra
    orlas de soles y bosques,
    y allí, en ellas, hermosas muchachas ríen en el agua,
    y traen en sus brazos
    ramas y cortezas de días de oro
    y hojas de luz naciente.

    Días antiguos,
    de sol y alas,
    y de viento en las ramas,
    cada hoja una sílaba,
    la sombra de una palabra,
    palabras secretas
    de fragancia y penumbra.

    Pero las noches entonces son más dulces,
    y mi amiga esconde las estrellas más puras
    en su ternura,
    y las cubre con su aliento
    y con la sombra de sus cabellos,
    contra su mejilla.
    El viento evoca sin memoria.
    Canción oscura, entrecortada.
    Flor de ruina y ceniza,
    de vibraciones metálicas,
    durante toda la noche que envejece
    de soledad y espera.

    El viento ronda la casa, hablando
    sin palabras,
    ciego, a tientas,
    y en la memoria, en el desvelo,
    rostros suaves que se inclinan
    y pies rosados sobre el césped de otros días,
    y otro día y otra noche,
    en la canción del viento que habla
    sin palabras.








    Canciones

    Cántame tus canciones,
    tus esbeltas, desnudas canciones,
    esas que se visten de menudas hojas verdes
    y hojas rojas,
    y hojas verdidoradas,
    con cortezas resinosas
    y pequeñas piedras pulidas por el agua.

    Cántame tus canciones:
    las de los delgados cielos azules,
    de las nubes azules,
    de las montañas azules.

    Y las otras:
    las de las aguas hechizadas
    que se precipitan gritando por las rocas,
    y aquellas en las que bandadas de alondras
    levantan la mañana.

    Y la canción de los hermosos caballos,
    en la que se enumeran los caballos por sus colores,
    y sus nombres
    y sus orígenes y linajes.

    Y la canción de los pájaros, las aves
    que se nombran según sus plumajes
    y sus vuelos y sus melodías.

    Y la canción de las lluvias,
    de las lluvias inmemoriales. Y de las otras,
    las frívolas y danzarinas.

    Y la honda canción de las noches
    que hablan doradas palabras
    que rebrillan por instantes,
    las pacientes noches de larga memoria.




    http://amediavoz.com/arturo.htm




    _________________



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    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Lun 19 Ago 2024, 16:29


    Oscar Acosta




    Poeta, político y diplomático hondureño nacido en Tegucigalpa en 1933.
    Residió en Perú desde 1952, donde dio a conocer sus primeras producciones poéticas alejadas del estilo costumbrista
    dominante hasta entonces en su país. Su primera publicación fue Responso poético al cuerpo presente de José Trinidad Reyes
    en 1955, seguida luego por Poesía menor en 1957.
    Residenciado de nuevo en Honduras, continuó su carrera literaria con Tiempo detenido en 1962, Mi país en 1971, y sus
    antologías Selección 1952-1965 en 1965 y Selección 1952-1971 en 1976.
    Cultivó el teatro y la crítica literaria dirigiendo las revistas Honduras Literaria y Extra de Tegucigalpa.
    Fue el primer director de la Editorial de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y fundó en Tegucigalpa la
    Editorial Nuevo Continente. Es además miembro de número de la Academia Hondureña de la Lengua.
    En 1960 recibió en Nicaragua el Premio Rubén Darío, y en 1979 el Premio Nacional de Literatura Ramón Sosa de Honduras.



    Cabello de muchacha

    Tu cabello es de humo dorado,
    una copa con un jugo encendido,
    un caracol de ondeado vidrio,
    una flor de bronce tímido.

    Tu pelo existe, tiembla suavemente
    cuando mi mano llega a su rocío,
    cuando lo beso entusiasmado,
    cuando llora como los niños.

    Tu cabello es un odre con frío,
    una estrella dulce, un pistilo
    que lucha por ser lirio.

    Es una paloma convertida en durazno,
    una corona que alumbra con sus cirios
    y que calienta la sangre como el vino.







    Carta desde Torremolinos

    Un laurel es tu mano entre mi mano
    y agua unitiva el río de tu brazo,
    ansias somos unidas por un lazo
    tenso de resistir y cotidiano.

    El roce de tus labios no fue en vano
    y para comprobarlo te doy plazo:
    sobre mi pecho de hombre está tu trazo
    y tu aliento a mi boca está cercano.

    Mujer ausente y todopoderosa
    no deseo olvidar tu cuerpo fino,
    ni tu caricia misericordiosa.

    Amo tu risa de fulgente lino
    y al recordarte ahora, dolorosa
    se me vuelve la sangre y agrio el vino.








    El fuego

    Frotó el indio la yesca,
    el pedernal, el pino
    con otro pino viejo,
    la madera, las hojas
    de roble, la corteza
    de los ceibos caídos,
    el cuerpo del animal
    salvaje, el carbón
    mineral endurecido.

    El mundo cambió entonces
    otro espejo movible
    que no era el del agua,
    alzó su brazo rojo
    en la espesa maleza,
    en el ámbito crudo
    de miles de años
    a la sombra, iluminados
    solamente por el rayo
    o por el centelleo
    de los lúcidos ojos
    de las fieras.

    Tú te callaste entonces
    viendo crecer la lengua
    clarísima, la llama
    que levantó su lanza,
    su corona de espinas
    y que lamió la noche
    como animal salvaje.
    Ante tu limpio rostro
    de indígena doncella
    nacía otro milagro:
    el milagro del fuego.





    El nombre de la Patria

    Mi patria es altísima.
    No puedo escribir una letra sin oír
    el viento que viene de su nombre.
    Su forma irregular la hace más bella
    porque dan deseos de formarla, de hacerla
    como a un niño a quien se enseña a hablar,
    a decir palabras tiernas y verdaderas,
    a quien se le muestran los peligros del mundo.

    Mi patria es altísima.
    Por eso digo que su nombre se descompone
    en millones de cosas para recordármela.
    Lo he oído sonar en los caracoles incesantes.
    Venía en los caballos y en los fuegos
    que mis ojos han visto y admirado.
    Lo traían las muchachas hermosas en la voz
    y en una guitarra.

    Mi patria es altísima.
    No puedo imaginármela bajo el mar
    o escondiéndose bajo su propia sombra.
    Por eso digo que más allá del hombre,
    del amor que nos dan en cucharadas,
    de la presencia viva del cadáver,
    está ardiendo el nombre de la patria.







    El rostro

    De tu rostro purísimo y resplandeciente
    surge una luz silenciosa
    que todo lo desnuda, descubre
    paraísos y mares de ceniza,
    oculta sombras con su bella campana
    y vuela como un pájaro.
    Olvidar tu rostro es ahogar el corazón,
    tratar de ignorarlo es vivir
    a ciegas, dando tumbos;
    no es necesario volver a decir
    que tu rostro nos promete un reino
    en un universo inmóvil y destruido.






    Escrito en piedra

    Yo vi, joven señora,
    su bello cuerpo
    entre las piedras
    como una orquídea.

    No había fuego entonces
    al servicio del hombre,
    ni dúctiles metales
    mostraban al asombro
    del primitivo ser
    sus formas.

    Andábamos descalzos
    como niños,
    desnudos como peces
    en el agua
    y corríamos libres
    como ágiles leopardos

    Era el año dos mil
    o cuatro mil
    antes de Jesucristo.
    Las tribus combatían
    con pedernales,
    con piedras
    y cuchillos.

    Antes de ir al combate
    pinto estos signos
    en la pared antigua
    de una cálida cueva,
    junto a otros símbolos
    que mis antepasados
    en ocasiones similares
    escribieron.

    Ignoro quién recogerá
    estas frases.
    Es posible que entonces
    no seamos, tú y yo,
    ni estática ceniza
    ni barro sumergido.
    Desde mi monarquía
    compartida, te recuerdo.
    Y si volvieras a nacer
    te prometo que siempre
    serías, como ahora lo eres,
    mi mujer y mi reina.

    II
    En la mesa veo frutas,
    agua en los cántaros,
    peces con los ojos abiertos
    en las cuerdas del patio,
    el maíz calentándose en los cuartos.

    El cazador soy yo,
    el cazador que sale
    en la noche a buscar
    el alimento diario,
    las hojas para el lecho,
    la fibra para el manto,
    la flor para tu pelo,
    la piel para el zapato.

    Hoy te traigo una flor
    selvática, una luna caída,
    un perfume barato,
    yo quiero que la pongas
    en tu pecho blanquísimo,
    en tu seno cubierto
    con cuero de venado.

    Eso te traigo ahora,
    compañera mía, ojo
    para mi llanto.

    III
    Para ti las fúlgidas naranjas,
    la dura carne de las ciruelas,
    el azúcar mojado de la piña,
    la suavísima daga del plátano,
    la invicta blancura de la caña,
    el agua limpia del cocotero,
    el vello niño del durazno,
    la división de la guanábana,
    la aristocracia de la manzana
    y la tristeza de la guayaba.

    Para ti todo eso con la mano
    que recoge en el monte la fruta,
    la deja en la mesa de cedro
    y la corta todas las mañanas.







    Formas del amor

    "Niña invicta,
    te he visto ya en las onzas españolas"
    Medardo Mejía

    Mis manos tocan, niña mía, tu rumorosa piel,
    tu dulcísima carne que tranquilos ángeles habitan,
    tu cabellera suave,
    tu corazón pequeño.

    Oye la campana del día
    apagando el luto de la noche
    mira la luz que silenciosamente nos cubre,
    mira el cielo:
    ese jardín sobre tu pecho;
    respira el aire quieto
    que el ruiseñor anuncia con su lanza,
    conduce tu desamor
    a un lago sepultado
    y háblame con tus labios excelsos.

    Llegué a sentir sobre las manos
    el agua efímera,
    el verano derribando sus torres,
    el abismo cerrando sus ventanas,
    el fruto abandonado,
    el mar abriéndose las venas,
    el fuego hundido,
    hasta que tú, niña mía,
    perfecta virgen repetida,
    me entregaste tu rostro.

    Veo de cerca la copa
    confusa de las aguas,
    busco tu claro nombre entre las rosas,
    tu dulzura en la esencia de los árboles,
    tu vigilia en el beso,
    tu olor en los duraznos,
    tu luz en el rocío
    y me doy cuenta sorprendido
    que todo me lo traes, niña mía,
    con tu mano sagrada.










    La estrella

    Sobre mi pecho abatido por los golpes
    está tu estrella tibia, dolorosamente azul,
    diríase un cielo toda ella.
    No quiebra el agua su perfecta dulzura,
    su sencillez es transparente y tiene
    el uniforme brillo de la lluvia alta.
    Déjame este lucero, este cuerpo celeste
    sembrando sobre mi pecho lleno de golpes,
    estás ya tan humilde que tu nombre
    se puede decir con respeto y con pequeñas
    letras de amor, dios mío.







    Los amantes

    Los amantes se tienden en el lecho
    y suavemente van ocultando las palabras y los besos.
    Están desnudos como niños desvalidos
    y en sus sentidos se concentra el mundo.
    No hay luz y sombra para sus ojos apagados
    y la vida no tiene para ellos forma alguna.

    La hermosa cabellera de la mujer puede ser una rosa,
    el agua tibia o un surtidor enamorado.
    El fuego es solamente un golpe oscuro.
    Los amantes están tendidos en el lecho.







    Llegar a ti, entonces, es buscar...

    Llegar a ti, entonces, es buscar
    la voz de un niño entre las multitud,
    recoger el miedo interminable
    que origina un viento nocturno,
    iluminar el amor con una lámpara
    de primitivo y de dulce aceite,
    tocar con los dedos un pájaro de azúcar
    que besa el cuello de las mujeres,
    limitar la invasión de la nieve
    que llega con sus armaduras de frío
    y verte tranquilo y reposado
    quemando el intacto silencio.



    _________________



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    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
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    Mensaje por Maria Lua Mar 20 Ago 2024, 17:45

    Benavides, Washington



    Poeta uruguayo nacido en Tacuarembó en1930.
    Ha sido profesor de Literatura en Enseñanza Media y Universitaria, profesor de Arte, crítico, ensayista y maestro
    de muchos de los más destacados poetas de las nuevas promociones de su país.
    Maneja con eficacia toda la gama de las estructuras líricas, logrando ubicarse con su obra entre los más admirados
    exponentes uruguayos.
    Ha traducido poemas de algunos poetas de lengua portuguesa como Guimarães Rosa, Oswald de Andrade,
    Carlos Drummond de Andrade, Affonso Romano de Sant'Anna, Gregorio de Mattos y otros.
    Entre sus poemarios se destacan «El Poeta» 1959, «Poesía» 1963, «Las milongas» 1965, «Los sueños de la razón» 1967,
    «Poemas de la Ciega» 1968, «Fotos» 1986, «Lección de exorcista» 1991, «La luna negra y el profesor» 1994



    *****************


    A Bernart de Ventadorm en 1963

    Bernart de Ventadorn: cómo de pronto envidio
    tus canciones -si Leonor de Aquitania
    u otra olvidada dama, templaron a las cuerdas
    de tu fino instrumento-.
    Pero aún más, todavía
    la estrofa con el puro fucilazo de oro
    del instante:
    «Can vei la lauzeta mover
    de joi sas alas contra 'I rai,
    e que s'oblid'e's laissa chazer
    per la doussor c'al cor li vai...».

    Esa alondra, que mueve con alegría sus alas
    contra el rayo del sol y que se desvanece
    y se deja caer, por la dulzura
    que al corazón le llega, cómo empuja
    ojos y frente oscuros a lo alto!

    Triste país es éste, Bernart, cuando sentimos
    que antes de la agonía aspiramos a sombras;
    cuando desconocemos al caído,
    cuando vemos sin ver la miseria y la costra.

    Y tú con esa alondra para alumbrar la vida!

    (Y de un oscuro origen, en duro tiempo hiciste
    brotar el agua limpia)
    Trobar clus = luz guardada.

    Sangraste, trovador, en tu alambique
    donde se destilaban rimas y neoplatónicas
    veladuras.
    Pero te sobrevive lo esencial:
    el alma.
    El alma o su armadura
    en una alondra.

    Miro el cielo del triste país, Bernart, que amo,
    y acaso estén ahí -como una dura prueba
    del tiempo y su alevosa espoleta- maquinarias
    fatales y con alas de ángeles o «lauzetas»...
    Una alondra es preciso, Bernart de Ventadorn, ahora!







    Anda un amigo en medio de la noche...

    Anda un amigo en medio de la noche.
    Han cerrado los bares. Las persianas
    de acero bajaron con estrépito. Los gatos
    deslizan apetitos. Anda la luna
    por ahí, velada. Pasan coches y luces;
    sobreviene, después, un silencio
    que mueve la plantita en la cornisa;
    silencio que hace un chambelán
    de un grillo -del canto de ese grillo-.
    Anda un amigo en medio de la noche.
    No lo conozco. Y él no me conoce.
    Andamos cerca o lejos, nos cruzamos
    -acaso- en una calle. Compartimos
    un ómnibus, un cine, un banco de una plaza.
    Anda un amigo y ando yo que soy amigo
    de ese hombre. En órbitas distintas
    -nunca ajenas-. Pero vamos a hallarnos.

    En medio de la noche o con la aurora
    de rosados dedos, vamos a hallarnos.
    Y tenemos que estar preparados a ese encuentro.
    Por ahora, susurra el viento oscuro,
    graznan letreros viejos y el grillo mete lima.
    Ya no pasan los coches. Pasan restos de diarios
    y un cartel liberado zapateando en el polvo.
    Estoy seguro. Nos encontraremos.

    De "Murciélagos" 1981







    Canción de los lentes

    El poeta envejece.
    No ve la línea,
    la delgada silueta
    que, antes, veía.
    La escritura le baila
    una polkita;
    se le van los matices,
    las golondrinas.
    Pero se puso lentes
    y oh maravilla
    se dibujaron netas
    las golondrinas.
    Apareció de nuevo,
    -la delgadiña-
    aquella del romance,
    palabra limpia...
    Los tipos de su máquina
    la tinta china
    por más que los limpiaba
    no aparecían...
    Se arrimaba a la hoja
    cuanto podía,
    su nariz borroneaba
    la letra fina...
    Pero se puso lentes
    y oh maravilla
    volvieron las "corrientes"
    las "cristalinas"...
    Y releyó a Pessoa
    y a Carlos Williams
    y anduvo con Sabines
    por la cornisa...
    Ahora es un "cuatrojos"
    es un "lenteja "
    pero ve lo que escribe
    y lo que piensa.

    De "Finisterre" 1986







    Confusa exaltación y representación de la dama

    a Nené

    -«Estás igual..» No. -Claro que envejeces;
    -horrible fuera: sola y detenida,
    mientras brotan y siegan a las mieses,
    y el tren se va y el corazón trepida...

    «Si universo y si tiempo nos sobrara...»
    -Lo dijo Marvell- en un nomeolvides
    si «La púdica amada» titubeara...
    Ronsard lo reiteró y hoy Benavides.

    No temo por la pérdida segura
    de aquella perfección, de aquella cara,
    porque no es eso lo que al fin perdura.

    Old Ezra bien lo supo. Rememoro
    su lección (aunque tiemblo al deterioro):
    «Si universo y si tiempo nos sobrara»...

    De "Poesía" 1959-1962








    Cuando se vive al borde...

    Cuando se vive al borde
    de una ciudad de conmovidas piedras-
    a la que obviaron un destino
    de naufragio y ceguera
    y el invierno -que agobia oscuramente-
    es la pared de su verdín cubierta,
    no es fácil Garcilaso
    ni la Egloga;

    -aún el helado visitante filtra
    su humor entre las piedras-
    mírenlo -alumnos de poesía- y miren
    el vaticinio de las quemas...

    No es fácil ver
    ando la calle llega
    con sus volados árboles y muros
    y entre hojas y lágrimas nos ciega.
    Ni enviar un ramo de palabras tristes
    cuando la carta obstina
    en barajar sus fechas...

    De "Poemas de la ciega" 1968




    Diferencias

    vamos a escuchar las voces
    sus diferencias
    a oír
    ponga el jilguero lo suyo
    y el pirincho lo haga así

    pero vamos a entendemos

    que lo que quiero decir
    no es opinión sobre gustos
    dura tarea
    o feliz
    como un borracho que muere
    ahogándose en un barril

    yo vengo de un fondo viejo
    con Berceo a la nariz
    y endulzó la villanesca
    el agrio son del país,

    pero un puente de guitarra
    fue lo que me trajo a mí

    por eso no se sorprendan
    si contrapuntean aquí
    la guitarra de Gabino
    y el arpa del rey David.

    De "Las milongas" 1965






    El corazón en Re menor

    Pensando en vos,
    amigo-amigo, tengo
    el corazón en re-menor...

    Y guitarras se vuelven,
    cables, antenas, ramas,
    en el mundo exterior...

    Una milonga suena
    en tu voz tenebrosa
    y le nace una rosa
    a la mísera antena...

    Canta una vidalita
    la medianoche tensa
    y el mundo entero grita
    por esa voz inmensa...

    Pensando en vos,
    amigo-amigo, tengo
    el corazón en re-menor...

    Las hojas de los plátanos
    susurran tus canciones
    en el mundo exterior...

    Un candombe entristece
    lonjas de la Cuareim...
    Un “lundu” lastimero
    pregunta por “meu bem”...

    Un pajarito ciego
    canta hacia donde nace
    el sol, el sol de todos,
    cantando se deshace...

    Pensando en vos,
    hermano-hermano, tengo
    el corazón en re-menor...

    Y guitarras antiguas
    trabajan en mis venas
    en el mundo interior...

    Pensando en vos...

    De "Poesía" 1959-1962







    El jugador

    supo jugar el ajedrez con el Diablo
    sin abandonarle jamás ninguna
    pieza grande.
    Sir Thomas Browne

    Necesito saber (Fausto, Sir Thomas)
    sin influencias de Madona Luna;
    sin la alquímica busca de fortuna;
    sin salamandra o piedra en las redomas;

    Esta hoja verde, el hueso recubierto
    de fina piel y carnes deleitosas;
    el grito desolado en aquel huerto:
    ¿sólo negras simientes de las fosas?

    ¿Es la Naturaleza el artificio
    de Dios? ¿Y es ésta luz sólo su sombra?
    ¿Una entrega absoluta es fino vicio;

    y qué del cátaro, del albigense?
    He jugado con el que nadie nombra
    y entablamos. ¿Quién vence, nos convence?

    De "Poesía" 1959-1962







    El viejo loco del dibujo

    Escrito a la edad de setenta y cinco años
    por mí
    antaño Hokusai
    hoy Sakio Rojin
    el viejo loco
    del dibujo.
    Dibuja lo que quieras
    -no lo que sepas
    (ya vendrán a enseñarte los maestros)
    -pero se contradice-
    el viejo loco del dibujo.
    Pelea
    samurai con tus pinceles
    sobre papeles esteparios
    ajústales
    el recio bambú en los lomos blandos
    a los que venden a sus hijas
    reviéntalos

    Mira después de todo ángulo
    al seno azul del Fujiyama
    (o de un cerrito de tu tierra
    -¡el Batoví Dorado!-
    cualquier cerrito
    de tu tierra
    con una gris calandria encima).

    De "Hokusai" 1975




    Elogio de la maga

    Cuerpos desesperados del estío.
    Con el sexo vibrando en las cigarras;
    en úes de torcazas y guitarras
    y en las fogatas alumbrando el río.

    El ojo que descubre lo prohibido,
    el halcón sobrevuela la ventana
    y ve el flanco de púber porcelana
    o de pura obsidiana.. Combatido

    por el dogma, el prejuicio, la costumbre;
    la venda, la censura, el anatema,
    la letra púrpura, el auto de fe..

    Todo por el hechizo y dulcedumbre
    de la materia prima del poema..
    Que aunque cierres los ojos, sigue en pie...

    De "Poesía" 1959-1962







    Foto de trovador

    Probablemente, cuando su amigo
    le sacó esta instantánea,
    el trovador pensaba en inscripciones
    de lápidas hebreas,
    cisnes, bueyes perdidos.
    Sentado en una silla,
    lee un libro no determinado;
    el cuerpo levemente en arco,
    lentes de carey grueso, el pelo
    corto (período de vacas flacas)
    el buzo y pantalón -acaso- grises
    (en el gris dominante de la toma).
    La imagen, es imagen solitaria.
    ¿Leía en su retiro, esperando mejores
    tiempos de la canción y de la alondra?
    ¿Leía en realidad? ¿O meditaba
    el tono de aquel verso, aquel acorde,
    en Alicia despojada de toda maravilla,
    la relación filosa del tiempo y su trabajo,
    esa segunda realidad que duele?
    La delgada figura adolescente
    (mano con cigarrillo)
    absorta
    es un detalle del friso. El friso
    que no ves, porque eres parte
    del mismo.
    Fragmentaria
    como toda aprehensión
    de este terrible huevo.

    De "Fotos" 1986







    La revelación

    Deodoro pisó el marco
    de la puerta y allí quedó, tieso.
    En la penumbra de la sala vislumbró
    las visitas: ropas oscuras (faldas)
    y, de pronto, (aparecida) vino hacia él
    y le besó en la mejilla, una niña
    vestida de blanco (zapatos, medias,
    falda) de pelo renegrido (en trenzas)
    y ojos como azules.
    Deodoro volvía de una -infructuosa- caza
    de cardenales, en los talas del cerco.
    Ante la niña, se le cayó el frasco de "pega-pega".
    La jaulita vacía. Perdió los pies,
    el pecho se le hizo humo, se le soltó la cabeza
    como un globo con gas. Y si no se volvió,
    allí mismo, en el marco de la puerta,
    un montoncito de ceniza,
    fue porque -todavía- le quedaban dos años
    para soñar y despertarse
    sudando frío en la madrugada.

    De "Tía Cloniche" 1990







    Negativo de una canción

    Esa calle es la misma
    con la persiana verde
    con el jardín sombrío
    por las altas paredes
    y el piano que malrota
    sonatas de Clementi
    esa calle es la misma
    tiene una gata y tiene
    la misma luz de otoño
    los árboles de siempre
    esa calle
    no digas
    que es la calle de siempre
    ni es su jardín rotoso
    ni su persiana verde
    reseca y carcomida
    ni sus viejas paredes
    a veces suena un piano
    pero muy pocas veces
    no es la misma esa calle
    que es otra
    indiferente
    sembrada como todas
    de pisadas estériles
    esa calle
    no digas
    que es la misma
    no sueñes.

    De "Los sueños de la razón" 1962 - 1965







    No es un tigre de papel

    El tiempo está en los otros.
    Al acecho.
    (Y el tiempo no es un tigre de papel)
    Hasta que salta de un rostro conocido
    Y como quien revela una fotografía
    lo vamos descubriendo (sin espejo).

    El tiempo está en nosotros.

    Que nadie pierda tiempo cerrándole las puertas
    Que nadie crea alejarlo porque no se le nombre
    (ni metiéndote bajo de la cama
    ni perdiendo la fe).
    Queda otra instancia aún.
    Cuando descubres que ralea el ejército
    de los conocidos.
    Y alguien dice:
    "Ha muerto Helena"
    -y eres tú que has muerto-
    "Ayer murió Ramón"
    -y con él mueres-.

    El mundo (tu mundo) se despuebla
    y el compañero de la infancia
    te contempla con lástima y con miedo
    porque él también lo ha descubierto todo:
    la muerte está en nosotros.

    De "Fontefrida"1979







    Nuevo jardín de las delicias

    Puesto entre pitonisas y modernos;
    entre aguafiestas y entre barreminas;
    entre paces huidobros y esterlinas;
    entre caretas y entre posmodernos..

    Como en un cuadro de Ensor o Solari
    sumido en un bestiario junto al Bosco,
    vas, entre muros derruídos, hosco,
    en un café bebiéndote un Campari..

    La mujer te sostiene, un hijo claro,
    algunas instrucciones de camino,
    (te aguardan el pretor junto al avaro)..

    Bosques de ahorcados, humo de las quemas;
    feudos de yuppies, bandos de cretinos:
    aférrate al rosario y tus poemas...

    De "Poesía" 1959-1962







    Oído en un teléfono

    El poeta es un apóstata,
    inevitablemente. Está
    marcado para la apostasía
    Su búsqueda incesante
    le obligará a colgar
    más de una fe en el perchero
    (ni a César lo que es del César
    ni a Dios lo que es de Dios)
    Traspasará las puertas
    de marfil 0 de cuerno
    las del cofre-fort
    las de la cabina telefónica
    de la cabina espacial.
    Descifrará en el palimpsesto
    de los días
    otros días que igualmente
    fueron o serán suyos.
    Traducirá las páginas etruscas
    de las muchas realidades.
    El poeta es un apóstata.
    No tiene otra salida. Está
    obligado a descubrir
    lo que le espera a la vuelta
    de la esquina. Y esto no le
    acarreará
    ni seguridad ni prestigio.
    El poeta es un apóstata.
    Pelada la última capa de la cebolla
    debe imaginar la cebolla
    platónica
    que en un plato -fuera de su alcance-
    lo espera
    para recomenzar el trabajo
    de quitarle una a una sus pieles
    y encontrarse con otra cebolla
    reluciente
    idéntica a un lucero.
    El poeta es un apóstata.
    Debe serlo. Para acompañar
    a los que se atreven por el salón
    de los pasos perdidos
    a los que conversan con sus sombras
    a los que alientan desde una cárcel
    la liberación de los hombres.
    Poesía
    se llama
    Apostasía.

    De Lección de exorcista" 1991







    Prontuario

    1
    Soy un viejo que fía en sus neuronas,
    un calamar sañudo, un nigromante;
    mientras tiemblan las mitras y coronas
    en la noche del lobo y del mutante.

    2
    Borges no puede verse en el espejo
    porque se enfrenta al marco de un retrato.
    No es sólo error del cristalino viejo
    ni de un sensual oculto en un pacato.

    3
    Macedonio que esconde en un ropero
    la bombilla de luz del pobre cuarto,
    corrije, una vez más, su nacimiento,
    harto de ser y de razón más harto.

    4
    John Donne oye disculpas de la dama
    porque tus huesos con los suyos nunca
    ató la crencha de color de llama;
    bien que te dicen de la vida trunca.

    5
    ¡Salud! Gonzalo de Berceo. El vino,
    duras jornadas de cuaderna vía
    escritas en román del paladino:
    -Salva al pobre ladrón, Virgen María-.

    6
    Profesor de nostalgia y mal de amores,
    del susurrado verso,Garcilaso.
    Después vinieron otros resplandores:
    Elisa o Isabel y aquel flechazo.

    7
    Bernart de Ventadorn, tú me enseñaste
    la aflicción, la belleza del segundo;
    del amor que no borra ni el desgaste
    ni los ejecutivos de este mundo.

    8
    Pound permanece en Pisa y en la jaula,
    sólo un soldado negro lo conforta,
    Escribe, porque el hilo ya: se corta,
    contra la usura, contra el falso, el maula.

    9
    Sabines ya no puede con la vida:
    -hay tanta muerte, hay más que un mar de muerte!-.
    El cacto permanece, no el suicida:
    hay que arrancar la muela, hacerse fuerte.

    10
    En la tercera estrofa el verso cojo
    denuncia el son que en el oído apaga;
    y la muerte previene, cuando amaga:
    -no mires mi puñal, mírame el ojo...

    11
    Soy un viejo que duda de su sombra
    Que advierte su doblez y su ignorancia.
    Escribo -alucinado- por constancia
    y por una mujer que aquí se nombra.

    De "El molino y el agua" 1993







    Soneto dos al borde del milenio

    ¿Cómo te sientes, entre tantas cosas,
    súbitamente, vueltas diferentes?
    Mas, tú no las cambiaste. Si, ominosas
    o justicieras, descubrieron dientes,

    mordiendo, líderes o presidentes;
    ayer cantados bajo palio y rosas.
    Hablo de corazones y de gentes,
    de muros derribados y de prosas.

    Pero ¿están derribados esos muros?
    Mozos de pelo al rape, con cadenas,
    al extranjero invitan al infierno;

    las esvásticas vuelven a los muros,
    arden las sinagogas y colmenas..
    ¿Y tú, cómo te sientes, Posmoderno?

    De "Poesía" 1959-1962


    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 8 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 8 Luna7
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    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 8 Empty Re: POETAS LATINOAMERICANOS

    Mensaje por Maria Lua Miér 21 Ago 2024, 17:09

    Olavo Bilac


    Poeta, ensayista y periodista brasileño nacido en Río de Janeiro en 1865.
    Dedicado desde muy joven al ejercicio periodístico, fundó las revistas A cigarra y Meio. Es considerado como el más importante poetas parnasiano de su país, al lado de Alberto de Oliveira y Raimundo Correia.
    Su primer libro, "Poesías" fue publicado en 1888, seguido en los años siguientes por crónicas, conferencias literarias, libros infantiles y didácticos. Ejerció varios cargos públicos, fue uno de los fundadores de la Academia Brasileña de Letras y formó parte de diversas delegaciones diplomáticas de su país.
    En 1907 fue elegido Príncipe de los poetas brasileños en el célebre concurso auspiciado por la revista Fon-Fon.
    Su libro póstumo "Tarde", publicado en 1919, resume gran parte de su obra poética.
    Falleció en 1918



    ******************






    A las campanas

    Campanas de las torres, resonad clamorosas!
    La tierra nuestro anhelo de infinito no sacia,
    queremos la conquista de un mundo en que las cosas
    se eternicen en una primavera de gracia.

    Desde aquí, desde el fango de estas playas tediosas
    hasta donde el zafiro de los cielos se espacia,
    llevad en vuestras voces nuestras voces llorosas
    y el grito milenario de la tierra en desgracia.

    En repiques festivos, en dobles de amargura,
    en rebatos de angustia, todo lo que sufrimos
    llevadlo a la impasible soledad de l'altura.

    Y ¡oh campanas! decidles en clamores supremos,
    nuestro dolor a aquellos astros en que nacimos,
    nuestra esperanza a aquellos astros a donde iremos!




    Versión de Miguel Rasch-Isla

    *******

    OS SINOS

    Plangei, sinos! A terra ao nosso amor não basta...
    Cansados de ânsias vis e de ambições ferozes,
    Ardemos numa louca aspiração mais casta,
    Para transmigrações, para metempsicoses!

    Cantai, sinos! Daqui por onde o horror se arrasta,
    Campas de rebeliões, bronzes de apoteoses,
    Badalai, bimbalhai, tocai à esfera vasta!
    Levai os nossos ais rolando em vossas vozes!

    Em repiques de febre, em dobres a finados,
    Em rebates de angústia, ó carrilhões, dos cimos
    Tangei! Torres da fé, vibrai os nossos brados!

    Dizei, sinos da terra, em clamores supremos,
    Toda a nossa tortura aos astros de onde vimos,
    Toda a nossa esperança aos astros aonde iremos!

    (Tarde, 1919.)


    ********************
    ************************

    Abstracción

    Hay millares de estrellas en la altura
    que puedes alcanzar con la mirada;
    mas tú buscas la estrella que, ignorada,
    en espacios ilímites fulgura.

    Hay mujeres de núbil hermosura
    que te cercan en ronda apasionada;
    pero tú buscas la mujer soñada,
    una mujer pretérita y futura.

    Arriba, el cielo es fúnebre, nublado;
    la tierra en rededor es yermo triste...
    y así habrás de morir abandonado,

    con los sueños de amor que perseguiste:
    la imposible mujer que no has amado
    y la estrella ideal que nunca viste.

    Versión de Delio Seraville







    El pecador

    Pecó, mas es el pecador sereno
    que sofoca el sollozo en la garganta,
    y que a los labios, sin temblar, levanta
    la rebosante copa de veneno.

    Manchó su excelsa clámide en el cieno
    del mal. Y al cabo de flaqueza tánta,
    ningún remordimiento lo quebranta,
    ni lo sonroja el parecer ajeno.

    Lleva ocultas las lágrimas consigo,
    y erguido lleva el corazón doliente
    cual un pendón de reto enarbolado.

    Y acepta la amargura del castigo,
    con la misma altivez con que sonriente
    probó todo el deleite del pecado.

    Versión de Miguel Rasch-Isla







    Exilio

    ¿Ya no me amas? ¡Bien! Partiré desterrado
    de mi primer amor a otro amor que imagino...
    Adiós carne amorosa, rapazuelo divino
    de mis sueños, ¡adiós bello cuerpo adorado!

    En ti, como en un valle, me adormecí embriagado
    en un sueño de amores a mitad del camino;
    quiero darte ya mi último beso peregrino
    como quien abandona la patria, desterrado.

    ¡Adiós, cuerpo fragante, patria de mi embeleso,
    nido de blandas plumas de mi primer idilio,
    jardín, en que hecho flores, brotó mi primer beso!

    ¡Adiós! Ese otro amor ha de amargarme tanto,
    como el pan que se come lejos, en el exilio,
    amasado con hieles y humedecido en llanto.

    Versión de Eduardo Castillo







    Oración

    Bendito el que en la tierra hizo el agua y el fuego;
    el que unció a la carreta al buey manso y amigo;
    el que encontró la azada, y el que del fango luégo
    hizo brotar el oro milagroso del trigo.

    El que fundió los bronces; el que talló en sosiego
    la cuna de la infancia, y el que al primer mendigo
    dio la primer limosna conmovido a su ruego,
    y el que labró este lecho que compartes conmigo.

    El que echó al mar la quilla y a los vientos las velas;
    el que inventó las trovas; el que encoldó la lira;
    el que domó los rayos y aplacó las procelas.

    Mas, bendito entre todos, aquel que en lo profundo
    descubrió la esperanza, la divina mentira,
    que dora las siniestras espesuras del mundo.

    Versión de Miguel Rasch-Isla







    Última página

    Primavera: sonrisa de las cosas, los ramos
    palpitaban de flores y huéspedes parleros;
    octubre anaranjaba la arena en los senderos,
    recuerdas? Bajo el cielo de octubre nos amamos.

    Verano: sin testigos, cabe la mar llegamos;
    Otoño deshojaba los álamos ligeros;
    tentónos el pecado, te acercaste, pecamos...
    Ah! tu primer sonrisa, tus abrazos primeros!

    Sobrevino el Invierno: saltaste a mis rodillas;
    besé con largo beso tu boca y tus mejillas;
    ardió con viva llama tu núbil cuerpo en flor.

    ¡Oh carne! qué ambicionas? Corazón, ¿qué más quieres?
    Huyen las estaciones y pasan las mujeres,
    y yo que he amado tanto desconozco el amor.

    Versión de Víctor M. Londoño







    Vanidad

    Cieco, febril, insomne, con nerviosa porfía,
    pule el artista el mármol de la estrofa anhelada:
    quiérela palpitante, quiérela emocionada,
    quiere infundir al mármol un temblor de agonía.

    Triunfa gallardamente de la forma bravía;
    lucha, repule, y la obra resplandece acabada:
    -«¡Mundo que con mis manos arranqué de la nada!
    ¡Hija de mi trabajo!-luce a la luz del día.

    «Llena de mis angustias y encendida en mi fiebre,
    eras la piedra tosca; te di brillo profundo
    e iricé tus facetas con esmeros de orfebre.

    Puedo esperar, pues vives, una muerte serena».
    E imagina que exhausto rodará al pie del mundo,
    y, ¡oh vanidad! sucumbe junto a un grano de arena.

    Versión de Miguel Rasch-Isla







    Vía láctea

    Sale al jardín cuando la aurora aclara,
    y envuelta en muselinas vaporosas,
    muestra a las rosas del jardín las rosas
    trémulas y encendidas de su cara.

    Todo el jardín al verla se prepara
    a la oblación. Y hay voces misteriosas
    que, al pasar, la saludan jubilosas
    como si leve sílfide pasara.

    La luz la besa; el aire es más sonoro;
    tiemblan las flores cándidas; el bando
    de las aves salúdala en un coro,

    y ella va, dando al sol el rostro blando,
    dando a los vientos el cabello de oro,
    y a los rosales sus sonrisas dando.

    Versión de Miguel Rasch-Isla







    Vita nuova

    Si con los mismos ojos abrasados,
    al mismo gozo antiguo me convidas,
    máta el recuerdo de las horas idas
    en que los dos vivimos separados.

    Y no me hables de lágrimas perdidas,
    ni me culpes por besos disipados;
    caben en una vida cien mil vidas,
    como en un corazón cien mil pecados.

    ¡Te amol ¡La llama del amor, más fuerte
    revive. Olvida mi pasado, loca!
    Qué importa el tiempo que viví sin verte,

    si aun te quiero, después de amores tántos,
    y si aun tengo, en los ojos y en la boca,
    nuevas fuentes de besos y de llantos!

    Versión de Miguel Rasch-Isla




    ***********



    SONETO XIII

    “Ora (direis) ouvir estrelas! Certo
    Perdeste o senso!” E eu vos direi, no entanto,
    Que, para ouvi-las, muita vez desperto
    E abro as janelas, pálido de espanto...

    E conversamos toda a noite, enquanto
    A via-láctea, como um pálio aberto,
    Cintila. E, ao vir do sol, saudoso e em pranto,
    Inda as procuro pelo céu deserto.

    Direis agora: “Tresloucado amigo!
    Que conversas com elas? Que sentido
    Tem o que dizem, quando estão contigo?”

    E eu vos direi: “Amai para entendê-las!
    Pois só quem ama pode ter ouvido
    Capaz de ouvir e de entender estrelas.”

    (Poesias, Via Láctea, 1888.)



    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 8 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 8 Empty Re: POETAS LATINOAMERICANOS

    Mensaje por Maria Lua Sáb 24 Ago 2024, 20:45

    Eguren, José María


    Poeta y pintor peruano nacido en Lima en 1874.
    Creció en medio de grandes penurias económicas que le impidieron realizar estudios básicos completos.
    Sin embargo, fue un gran lector e investigador de la poesía europea y latinoamericana, circunstancia que le permitió
    compensar su imposibilidad para realizar estudios superiores. Vivió gran parte de su vida a la orilla del mar, en Barranco,
    donde cultivó además su gusto por la pintura. En sus últimos años, agobiado por la pobreza y su salud precaria, ocupó
    un puesto como bibliotecario en la ciudad de Lima.
    Su obra está compilada en las siguientes publicaciones: «Simbólicas» en 1911, «La canción de las figuras» en 1916,
    «Sombra» y «Rondinelas» en el año 1929.
    Falleció en 1942



    El caballo

    Viene por las calles,
    a la luna parva,
    un caballo muerto
    en antigua batalla.

    Sus cascos sombríos...
    trepida, resbala;
    da un hosco relincho,
    con sus voces lejanas.

    En la plúmbea esquina
    de la barricada,
    con ojos vacíos
    y con horror, se para.

    Más tarde se escuchan
    sus lentas pisadas,
    por vías desiertas
    y por ruinosas plazas.








    El cuarto cerrado

    Mis ojos han visto
    el cuarto cerrado;
    cual inmóviles labios su puerta...
    está silenciado!...
    Su oblonga ventana, como un ojo abierto,
    vidrioso me mira;
    como un ojo triste,
    con mirada que nunca retira
    como un ojo muerto.
    Por la grieta salen
    las emanaciones
    frías y morbosas;
    ¡ay, las humedades como pesarosas
    fluyen a la acera:
    como si de lágrimas,
    el cuarto cerrado un pozo tuviera!
    Los hechos fatales
    nos oculta en su frío reposo...
    ¡cuarto enmudecido!
    ¡cuarto tenebroso
    con sus penas habrá atardecido
    cuántas juventudes!
    ¡oh, cuántas bellezas habrá despedido!
    ¡cuántas agonías!
    ¡cuántos ataúdes!
    Su camino siguieron los años,
    los días;
    galantes engaños
    y placenterías...;
    en el cuarto fatal, aterido,
    todo ha terminado;
    hoy sus sombras el ánima oprimen:
    ¡y está como un crimen
    el cuarto cerrado!







    El dolor de la noche

    Cuando tiembla la noche tardía
    en los arenales y los campos negros,
    se oyen voces dolientes, lejanas,
    detrás de los cerros.
    ¡Es el canto del bosque perdido,
    con la gama antigua de silvestres notas,
    o el gemir del turbón ignorado,
    por vegas y sombras!
    ¡O el distante clamor de las fieras
    que en las pampas brunas
    y en las lomas y campos eriales
    envían al hombre sus iras nocturnas!
    ¡El coro que sube remoto a los cielos
    será de la muerte la roja palabra
    o el clamor de ciudad brilladora
    que se hunde, se apaga!
    ¡El rondó que triste
    las pendientes dormidas circunda:
    el grito del odio será de los montes,
    será de las tumbas!
    Cuando se obscurecen las bromas erguidas
    en los arenales y los campos negros,
    cómo suena el dolor de la noche
    ¡detrás de los cerros!







    El dominó

    Alumbraron en la mesa los candiles,
    moviéronse solos los aguamaniles,
    y un dominó vacío, pero animado,
    mientras ríe por la calle la verbena,
    se sienta, iluminado,
    y principia la cena.

    Su claro antifaz de un amarillo frío
    da los espantos en derredor sombrío
    esta noche de insondables maravillas,
    y tiende vagas, lucífugas señales
    a los vasos, las sillas
    de ausentes comensales.

    Y luego en horror que nacarado flota,
    por la alta noche de voluptad ignota,
    en la luz olvida manjares dorados,
    ronronea una oración culpable, llena
    de acentos desolados
    y abandona la cena.







    El estanque

    ¡El verde estanque de la hacienda,
    rey del jardín amable,
    está en olvido
    miserable!
    En las lejanas, bellas horas
    eran sus linfas cantadoras,
    eran granates y auroras,
    a campánulas y jazmines
    iban insectos mandarines
    con lamparillas purpuradas,
    insectos cantarines
    con las músicas coloreadas;
    mas, del jardín, en la belleza
    mora siempre arcana tristeza:
    como la noche impenetrable,
    como la ruina miserable.
    Temblaba Vésper en los cielos,
    gemían búhos paralelos
    y, de tarde, la enramada
    tenía vieja luz dorada;
    era la hora entristecida
    como planta por nieve herida;
    como el insecto agonizante
    sobre hojas secas navegante.
    Clara, la niña bullidora,
    corrió a bañarse en linfa mora,
    para ir luego a la fiesta
    de la heredad vecina;
    ya a su oído llegaba orquesta
    de violín, piano y ocarina.
    Brilló un momento, anaranjada,
    entre la sombra perfumada,
    con las primeras sensaciones
    del sarao de orquestaciones.
    ¡Oh! en la linfa funesta y honda
    fue a bañarse la virgen blonda;
    de los amores encendida,
    la mirada llena de vida. ..
    ¡EI verde estanque de la hacienda,
    rey del jardín amable,
    hoyes derrumbe
    miserable!







    La dama I

    La dama i, vagarosa
    en la niebla del lago,
    canta las finas trovas.

    Va en su góndola encantada
    de papel, a la misa
    verde de la mañana.

    Y en su ruta va cogiendo
    las dormidas umbelas
    y los papiros muertos.

    Los sueños rubios de aroma
    despierta blandamente
    su sardana en las hojas.

    Y parte dulce, adormida,
    a la borrosa iglesia
    de la luz amarilla.








    La muerta de marfil

    Contemplé, en la mañana,
    la tumba de una niña;
    en el sauce lloroso gemía tramontana,
    desolando la amena, brilladora campiña.
    Desde el túmulo frío, de verdes oquedades,
    volaba el pensamiento
    hacia la núbil áurea, bella de otras edades,
    ceñida de contento.
    Al ver oscuras flores,
    libélulas moradas, junto a la losa abierta,
    pensé en el jardín claro, en el jardín de amores,
    de la beldad despierta.
    Como sombría nube, al ver la tumba rara,
    de un fluvión mortecino en la arena y el hielo,
    pensé en la rubia aurora de juventud que amara
    la niña, flor de cielo.
    Por el lloroso sauce, lilial música de ella,
    modula el aura sola en el panteón de olvido.
    Murió canora y bella;
    y están sus restos blancos como el marfil pulido.








    La niña de la lámpara azul

    En el pasadizo nebuloso
    cual mágico sueño de Estambul,
    su perfil presenta destelloso
    la niña de la lámpara azul.

    Ágil y risueña se insinúa,
    y su llama seductora brilla,
    tiembla en su cabello la garúa
    de la playa de la maravilla.

    Con voz infantil y melodiosa
    en fresco aroma de abedul,
    habla de una vida milagrosa
    la niña de la lámpara azul.

    Con cálidos ojos de dulzura
    y besos de amor matutino,
    me ofrece la bella criatura
    un mágico y celeste camino.

    De encantación en un derroche,
    hiende leda, vaporoso tul;
    y me guía a través de la noche
    la niña de la lámpara azul.








    La pensativa

    En los jardines otoñales,
    bajo palmeras virginales,
    miré pasar muda y esquiva
    la Pensativa.

    La vi en azul de la mañana,
    Con su mirada tan lejana;
    Que en el misterio se perdía
    De la borrosa celestía.

    La vi en rosados barandales
    Donde lucía sus briales;
    Y su faz bella vespertina
    Era un pesar en la neblina...

    Luego marchaba silenciosa
    A la penumbra candorosa;
    Y un triste orgullo la encendía,
    ¿Qué pensaría?

    ¡Oh su semblante nacarado
    Con la inocencia y el pecado!
    ¡oh, sus miradas peregrinas
    de las llanuras mortecinas!

    Era beldad hechizadora;
    Era el dolor que nunca llora;
    ¿Sin la virtud y la ironía
    Qué sentiría?

    En la serena madrugada,
    La vi volver apesarada,
    Rumbo al poniente, muda, esquiva
    ¡La Pensativa!






    La ronda de espadas

    Por las avenidas
    de miedo cercadas,
    brilla en la noche de azules oscuros,
    la ronda de espadas.

    Duermen los postigos,
    las viejas aldabas;
    y se escuchan borrosas de canes
    las músicas bravas.

    Ya los extramuros
    y las arruinadas
    callejuelas, vibrante ha pasado
    la ronda de espadas.

    Y en los cafetines
    que el humo amortaja,
    al sentirla el tahúr de la noche,
    cierra la baraja.

    Por las avenidas
    morunas, talladas,
    viene lenta, sonora, creciente
    la ronda de espadas.

    Tras las celosías,
    esperan las damas,
    paladines que traigan de amores
    las puntas de llamas.

    Bajo los balcones
    do están encantadas,
    se detiene con súbito ruido
    la ronda de espadas.

    Tristísima noche
    de nubes extrañas:
    jay, de acero las hojas lucientes
    se toman guadañas!

    ¡Tristísima noche
    de las encantadas!







    La sangre

    El mustio peregrino
    vio en el monte una huella de sangre:
    la sigue pensativo
    en los recuerdos claros de su tarde.

    El triste, paso a paso,
    la ve en la ciudad, dormida, blanca,
    junto a los cadalsos,
    y al morir de ciegas atalayas.

    El curvo peregrino
    transita por bosques adorantes
    y los reinos malditos,
    y siempre mira las rojas señales.







    Las torres

    Brunas lejanías...;
    batallan las torres
    presentando
    siluetas enormes.

    Áureas lejanías...;
    las torres monarcas
    se confunden
    en sus iras llamas.

    Rojas lejanías...;
    se hieren las torres;
    purpurados
    se oyen sus clamores.

    Negras lejanías...;
    horas cenicientas
    se obscurecen
    ¡ay, las torres muertas!








    Lied I

    Era el alba,
    cuando las gotas de sangre en el olmo
    exhalaban tristísima luz.

    Los amores
    de la chinesca tarde fenecieron
    nublados en la música azul.

    Vagas rosas
    ocultan en ensueño blanquecino
    señales de muriente dolor.

    Y tus ojos
    el fantasma de la noche olvidaron,
    abiertos a la joven canción.

    Es el alba;
    hay una sangre bermeja en el olmo
    y un rencor doliente en el jardín.

    Gime el bosque,
    y en la bruma hay rostros desconocidos
    que contemplan el árbol morir.








    Lied III

    En la costa brava
    Suena la campana,
    Llamando a los antiguos
    Bajales sumergidos.
    Y como tamiz celeste
    Y el luminar de hielo,
    Pasan tristemente
    Los bajales muertos.
    Carcomidos, flavos,
    Se acercan bajando...
    Y por las luces dejan
    Oscuras estelas.
    Con su lenguaje incierto,
    Parece que sollozan,
    A la voz de invierno,
    Preterida historia.
    En la costa brava
    Suena la campana
    Y se vuelven las naves
    Al panteón de los mares.









    Lied IV

    La noche pasaba, ,
    y al terror de las nébulas, sus ojos
    inefables reían de tristeza.

    La muda palabra
    en la mansión culpable se veía,
    como del Dios antiguo la sentencia.

    La funesta falta
    descubrieron los canes, olfareando
    en el viento la sombra de la muerta.

    La bella cantaba,
    y el florete durmióse en la armería
    sangrando la piedad de la inocencia.







    Lied V

    La canción del adormido cielo
    Dejó dulces pesares;
    yo quisiera dar vida a esa canción
    que tiene tanto de ti.

    Ha caído la tarde sobre el musgo
    del cerco inglés,
    con aire de otro tiempo musical.

    El murmurio de la última fiesta
    ha dejado colores tristes y suaves
    cual de primaveras oscuras
    y listones perlinos.

    Y las dolidas notas
    han traído la melancolía
    de las sombras galantes
    al dar sus adioses sobre la playa.

    La celestía de tus ojos dulces
    tiene un pesar de canto,
    que el alma nunca olvidará.

    El ángel de los sueños te ha besado
    para dejarte amor sentido y musical
    y cuyos sones de tristeza
    llegan al alma mía,
    como celestes miradas
    en esta niebla de profunda soledad.

    ¡Es la canción simbólica
    como un jazmín de sueño,
    que tuviera tus ojos y tu corazón!
    ¡Yo quisiera dar vida a esta canción!








    Los ángeles tranquilos

    Pasó el vendaval; ahora,
    con perlas y berilos,
    cantan la soledad aurora
    los ángeles tranquilos.

    Modulan canciones santas
    en dulces bandolines;
    viendo caídas las hojosas plantas
    de campos y jardines.

    Mientras sol en la neblina
    vibra sus oropeles,
    besan la muerte blanquecina
    en los Saharas crueles.

    Se alejan de madrugada,
    con perlas y berilos,
    y con la luz del cielo en la mirada
    los ángeles tranquilos.








    Los delfines

    Es la noche de la triste remembranza;
    en amplio salón cuadrado,
    de amarillo iluminado,
    a la hora de maitines
    principia la angustiosa contradanza
    de los difuntos delfines.
    Tienen ricos medallones
    terciopelos y listones;
    por nobleza, por tersura
    son cual de Van Dyck pintura;
    mas, conservan un esbozo,
    una llama de tristura
    como el primo, como el último sollozo.
    Es profunda la agonía
    de su eterna simetría;
    ora avanzan en las fugas y compases
    como péndulos tenaces
    de la última alegría.
    Un Saber innominado,
    abatidor de la infancia,
    sufrir los hace, sufrir por el pecado
    de la nativa elegancia.
    y por misteriosos fines,
    dentro del salón de la desdicha nocturna,
    se enajenan los delfines
    en su danza taciturna.







    Los muertos

    Los nevados muertos,
    bajo triste cielo,
    van por la avenida
    doliente que nunca termina.

    Van con mustias formas
    entre las auras silenciosas:
    y de la muerte dan el frío
    a sauces y lirios.

    Lentos brillan blancos
    por el camino desolado;
    y añoran las fiestas del día
    y los amores de la vida.

    Al caminar, los muertos una
    esperanza buscan:
    y miran sólo la guadaña,
    la triste sombra ensimismada.

    En yerma noche de las brumas
    y en el penar y la pavura,
    van los lejanos caminantes
    por la avenida interminable.







    Los reyes rojos

    Desde la aurora
    combaten dos reyes rojos,
    con lanza de oro.

    Por verde bosque
    y en los purpurinos cerros
    vibra su ceño.

    Falcones reyes
    batallan en lejanías
    de oro azulinas.

    Por la luz cadmio
    airadas se ven pequeñas
    sus formas negras.

    Viene la noche
    y firmes combaten foscos
    los reyes rojos.







    Marcha fúnebre de una marionette

    Suena trompa del infante con aguda melodía...
    la farándula ha llegado de la reina Fantasía;
    y en las luces otoñales se levanta plañidera
    la carroza delantera.
    Pasan luego, a la sordina, peregrinos y lacayos
    y con sus caparazones los acéfalos caballos;
    va en azul melancolía
    la muñeca. ¡No hagáis ruido!;
    se diría, se diría
    que la pobre se ha dormido.
    Vienen túmidos y erguidos palaciegos borgoñones
    y los siguen arlequines con estrechos pantalones.
    Ya monótona en litera
    va la reina de madera;
    y Paquita siente anhelo de reír y de bailar,
    flotó breve la cadencia de la murria y la añoranza;
    suena el pífano campestre con los aires de la danza.
    ¡Pobre, pobre marionette que la van a sepultar!
    Con silente poesía
    va un grotesco Rey de Hungría
    y lo siguen los alanos;
    así toda la jauría
    con los viejos cortesanos.
    Y en tristor a la distancia
    vuelan goces de la infancia,
    los amores incipientes, los que nunca han de durar.
    ¡Pobrecita la muñeca que la van a sepultar!
    Melancólico un zorcico se prolonga en la mañana,
    la penumbra se difunde por el monte y la llanura,
    marionette deliciosa va a llegar a la temprana
    sepultura.
    En la trocha aúlla el lobo
    cuando gime el melodioso paro bobo.
    Tembló el cuerno de la infancia con aguda melodía
    y la dicha tempranera a la tumba llega ahora
    con funesta poesía
    y Paquita danza y llora.







    Nocturno

    De Occidente la luz matizada
    Se borra, se borra;
    En el fondo del valle se inclina
    La pálido sombra.
    Los insectos que pasan la bruma
    se mecen y flotan,
    y en su largo mareo golpean
    las húmedas hojas.

    Por el tronco ya sube, ya sube
    La nítida tropa
    De las larvas que, en ramas desnudas,
    Se acuestan medrosas.

    En las ramas de fusca alameda
    Que ciñen las rocas,
    Bengalíes se mecen dormidos,
    Soñando sus trovas.
    Ya descansan los rubios silvanos
    Que en punas y costas,
    Con sus besos las blancas mejillas
    Abrazan y doran.
    En el lecho mullido la inquieta
    Fanciulla reposa,
    y muy grave su dulce, risueño
    semblante se torna.
    Que así viene la noche trayendo
    Sus causas ignotas;
    Así envuelve con mística niebla
    Las ánimas todas.
    Y las cosas, los hombres domina
    La parda señora,
    De brumosos cabellos flotantes
    Y negra corona.



    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 8 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 8 Empty Re: POETAS LATINOAMERICANOS

    Mensaje por Maria Lua Dom 25 Ago 2024, 20:30

    Roberto Bolaño



    Escritor, novelista y poeta chileno nacido en Santiago, en 1953.
    Residenciado en México desde los quince años, suspendió pronto los estudios académicos para dedicarse
    de lleno a la actividad intelectual. Fue un infatigable lector y trabajó como articulista en varios medios periodísticos
    mexicanos. Regresó a Chile donde militó en la izquierda, razón por la cual debió exiliarse en El Salvador.
    Viajó luego por diferentes países europeos fijando su residencia definitiva en España, donde contrajo matrimonio.
    Es autor de los poemarios "Los perros románticos" 2000 y "Tres" 2000, y de las novelas La pista de hielo 1993,
    Monsieur Pain 1999, La literatura nazi en América 1996, Estrella distante 1996, Los detectives salvajes 1998, con la
    que obtuvo el Premio Herralde 1999, el Premio Rómulo Gallegos 1999 y el Premio del Consejo del Libro de Chile en el
    mismo año. Con el libro de relatos Llamadas telefónicas, fue galardonado con el Premio Municipal de Santiago de Chile
    en 1998. Además publicó otros libros de poesía en editoriales marginales.
    Falleció en julio de 2003.


    ***************



    El fantasma de Edna Lieberman

    Te visitan en la hora más oscura
    todos tus amores perdidos.
    El camino de tierra que conducía al manicomio
    se despliega otra vez como los ojos
    de Edna Lieberman,
    como sólo podían sus ojos
    elevarse por encima de las ciudades
    y brillar.
    Y brillan nuevamente para ti
    los ojos de Edna
    detrás del aro de fuego
    que antes era el camino de tierra,
    la senda que recorriste de noche,
    ida y vuelta,
    una y otra vez,
    buscándola o acaso
    buscando tu sombra.
    Y despiertas silenciosamente
    y los ojos de Edna
    están allí.
    Entre la luna y el aro de fuego,
    leyendo a sus poetas mexicanos
    favoritos.
    ¿Y a Gilberto Owen,
    lo has leído?,
    dicen tus labios sin sonido,
    dice tu respiración
    y tu sangre que circula
    como la luz de un faro.
    Pero son sus ojos el faro
    que atraviesa tu silencio.
    Sus ojos que son como el libro
    de geografía ideal:
    los mapas de la pesadilla pura.
    Y tu sangre ilumina
    los estantes con libros, las sillas
    con libros, el suelo
    lleno de libros apilados.
    Pero los ojos de Edna
    sólo te buscan a ti.
    Sus ojos son el libro
    más buscado.
    Demasiado tarde
    lo has entendido, pero
    no importa.
    En el sueño vuelves
    a estrechar sus manos,
    y ya no pides nada.








    El mono exterior

    ¿Te acuerdas del Triunfo de Alejandro Magno, de Gustave Moreau?
    La belleza y el terror, el instante de cristal en que se corta
    la respiración. Pero tú no te detuviste bajo esa cúpula
    en penumbras, bajo esa cúpula iluminada por los feroces
    rayos de armonía. Ni se te cortó la respiración.
    Caminaste como un mono infatigable entre los dioses
    pues sabías -o tal vez no- que el Triunfo desplegaba
    sus armas bajo la caverna de Platón: imágenes,
    sombras sin sustancia, soberanía del vacío. Tú querías
    alcanzar el árbol y el pájaro, los restos
    de una pobre fiesta al aire libre, la tierra yerma
    regada con sangre, el escenario del crimen donde pacen
    las estatuas de los fotógrafos y de los policías, y la pugnaz vida
    a la intemperie. ¡Ah, la pugnaz vida a la intemperie!









    El señor Wiltshire

    Todo ha terminado, dice la voz del sueño, y ahora eres el reflejo
    de aquel señor Wiltshire, comerciante de copra en los mares del sur,
    el blanco que desposó a Urna, que tuvo muchos hijos,
    el que mató a Case y el que jamás volvió a Inglaterra,
    eres como el cojo a quien el amor convirtió en héroe:
    nunca regresarás a tu tierra (¿pero cuál es tu tierra?),
    nunca serás un hombre sabio, vaya, ni siquiera un hombre
    razonablemente inteligente, pero el amor y tu sangre
    te hicieron dar un paso, incierto pero necesario, en medio
    de la noche, y el amor que guió ese paso te salva.







    Godzilla en México

    Atiende esto, hijo mío: las bombas caían
    sobre la Ciudad de México
    pero nadie se daba cuenta.
    El aire llevó el veneno a través
    de las calles y las ventanas abiertas.
    Tú acababas de comer y veías en la tele
    los dibujos animados.
    Yo leía en la habitación de al lado
    cuando supe que íbamos a morir.
    Pese al mareo y las náuseas me arrastré
    hasta el comedor y te encontré en el suelo.
    Nos abrazamos. Me preguntaste qué pasaba
    y yo no dije que estábamos en el programa de la muerte
    sino que íbamos a iniciar un viaje,
    uno más, juntos, y que no tuvieras miedo.
    Al marcharse, la muerte ni siquiera
    nos cerró los ojos.
    ¿Qué somos?, me preguntaste una semana o un año después,
    ¿hormigas, abejas, cifras equivocadas
    en la gran sopa podrida del azar?
    Somos seres humanos, hijo mío, casi pájaros,
    héroes públicos y secretos.









    Intentaré olvidar...

    Jus lo front port vostra bella semblança
    Jordi de Sant Jordi

    Intentaré olvidar Un cuerpo que apareció durante la nevada
    Cuando todos estábamos solos En el parque, en el montículo detrás
    de las canchas de básket Dije detente y se volvió:
    un rostro blanco encendido por un noble corazón Nunca
    había visto tanta belleza La luna se distanciaba de la tierra
    De lejos llegaba el ruido de los coches en la autovía: gente
    que regresaba a casa Todos vivíamos en un anuncio
    de televisión hasta que ella apartó las sucesivas
    cortinas de nieve y me dejó ver su rostro: el dolor
    y la belleza del mundo en su mirada Vi huellas
    diminutas sobre la nieve Sentí el viento helado en la cara
    En el otro extremo del parque alguien hacía señales
    con una linterna Cada copo de nieve estaba vivo
    Cada huevo de insecto estaba vivo y soñaba Pensé: ahora
    me voy a quedar solo para siempre Pero la nieve caía
    y caía y ella no se alejaba









    La griega

    Vimos a una mujer morena construir el acantilado.
    No más de un segundo, como alanceada por el sol. Como
    Los párpados heridos del dios, el niño premeditado
    De nuestra playa infinita. La griega, la griega,
    Repetían las putas del Mediterráneo, la brisa
    Magistral: la que se autodirige, como una falange
    De estatuas de mármol, veteadas de sangre y voluntad,
    Como un plan diabólico y risueño sostenido por el cielo
    Y por tus ojos. Renegada de las ciudades y de la República,
    Cuando crea que todo está perdido a tus ojos me fiaré.
    Cuando la derrota compasiva nos convenza de lo inútil
    Que es seguir luchando, a tus ojos me fiaré.









    La suerte

    Él venía de una semana de trabajo en el campo
    en casa de un hijo de puta y era diciembre o enero,
    no lo recuerdo, pero hacía frío y al llegar a Barcelona la nieve
    comenzó a caer y él tomó el metro y llegó hasta la esquina
    de la casa de su amiga y la llamó por teléfono para que
    bajara y viera la nieve. Una noche hermosa, sin duda,
    y su amiga lo invitó a tomar café y luego hicieron el amor
    y conversaron y mucho después él se quedó dormido y soñó
    que llegaba a una casa en el campo y caía la nieve
    detrás de la casa, detrás de las montañas, caía la nieve
    y él se encontraba atrapado en el valle y llamaba por teléfono
    a su amiga y la voz fría (¡fría pero amable!) le decía
    que de ese hoyo inmaculado no salía ni el más valiente
    a menos que tuviera mucha suerte.








    Lluvia

    Llueve y tú dices es como si las nubes
    lloraran. Luego te cubres la boca y apresuras
    el paso. ¿Como si esas nubes escuálidas lloraran?
    Imposible. Pero entonces, ¿de dónde esa rabia,
    esa desesperación que nos ha de llevar a todos al diablo?
    La Naturaleza oculta algunos de sus procedimientos
    en el Misterio, su hermanastro. Así esta tarde
    que consideras similar a una tarde del fin del mundo
    más pronto de lo que crees te parecerá tan sólo
    una tarde melancólica, una tarde de soledad perdida
    en la memoria: el espejo de la Naturaleza. O bien
    la olvidarás. Ni la lluvia, ni el llanto, ni tus pasos
    que resuenan en el camino del acantilado importan;
    Ahora puedes llorar y dejar que tu imagen se diluya
    en los parabrisas de los coches estacionados a lo largo
    del Paseo Marítimo. Pero no puedes perderte.









    Los detectives

    Soñé con detectives perdidos en la ciudad oscura.
    Oí sus gemidos, sus náuseas, la delicadeza
    De sus fugas.
    Soñé con dos pintores que aún no tenían
    40 años cuando Colón
    Descubrió América.
    (Uno clásico, intemporal, el otro
    Moderno siempre,
    Como la mierda.)
    Soñé con una huella luminosa,
    La senda de las serpientes
    Recorrida una y otra vez
    Por detectives
    Absolutamente desesperados.
    Soñé con un caso difícil,
    Vi los pasillos llenos de policías,
    Vi los cuestionarios que nadie resuelve,
    Los archivos ignominiosos,
    Y luego vi al detective
    Volver al lugar del crimen
    Solo y tranquilo
    Como en las peores pesadillas,
    Lo vi sentarse en el suelo y fumar
    En un dormitorio con sangre seca
    Mientras las agujas del reloj
    Viajaban encogidas por la noche
    Interminable.







    Los detectives perdidos

    Los detectives perdidos en la ciudad oscura.
    Oí sus gemidos.
    Oí sus pasos en el Teatro de la Juventud.
    Una voz que avanza como una flecha.
    Sombra de cafés y parques
    Frecuentados en la adolescencia.
    Los detectives que observan
    Sus manos abiertas,
    El destino manchado con la propia sangre.
    Y tú no puedes ni siquiera recordar
    En dónde estuvo la herida,
    Los rostros que una vez amaste,
    La mujer que te salvó la vida.








    Musa

    Era más hermosa que el sol
    y yo aún no tenía 16 años.
    24 han pasado
    y sigue a mi lado.

    A veces la veo caminar
    sobre las montañas: es el ángel guardián
    de nuestras plegarias.
    Es el sueño que regresa

    con la promesa y el silbido.
    El silbido que nos llama
    y que nos pierde.
    En sus ojos veo los rostros

    de todos mis amores perdidos.
    Ah, Musa, protégeme,
    le digo, en los días terribles
    de la aventura incesante.

    Nunca te separes de mí.
    Cuida mis pasos y los pasos
    de mi hijo Lautaro.
    Déjame sentir la punta de tus dedos

    otra vez sobre mi espalda,
    empujándome, cuando todo esté oscuro,
    cuando todo esté perdido.
    Déjame oír nuevamente el silbido.

    Soy tu fiel amante
    aunque a veces el sueño
    me separe de ti.
    También tú eres la reina de los sueños.

    Mi amistad la tienes cada día
    y algún día
    tu amistad me recogerá
    del erial del olvido.

    Pues aunque tú vengas
    cuando yo vaya
    en el fondo somos amigos
    inseparables.

    Musa, a donde quiera
    que yo vaya
    tú vas.
    Te vi en los hospitales

    y en la fila
    de los presos políticos.
    Te vi en los ojos terribles
    de Edna Lieberman

    y en los callejones
    de los pistoleros.
    ¡Y siempre me protegiste!
    En la derrota y en la rayadura.

    En las relaciones enfermizas
    y en la crueldad,
    siempre estuviste conmigo.
    Y aunque pasen los años

    y el Roberto Bolaño de la Alameda
    y la Librería de Cristal
    se transforme,
    se paralice,

    se haga más tonto y más viejo
    tú permanecerás igual de hermosa.
    Más que el sol
    y que las estrellas.

    Musa, a donde quiera
    que tú vayas
    yo voy.
    Sigo tu estela radiante

    a través de la larga noche.
    Sin importarme los años
    o la enfermedad.
    Sin importarme el dolor

    o el esfuerzo que he de hacer
    para seguirte.
    Porque contigo puedo atravesar
    los grandes espacios desolados

    y siempre encontraré la puerta
    que me devuelva
    a la Quimera
    porque tú estás conmigo,

    Musa,
    más hermosa que el sol
    y más hermosa
    que las estrellas.








    Sucio, mal vestido

    En el camino de los perros mi alma encontró
    a mi corazón. Destrozado, pero vivo,
    sucio, mal vestido y lleno de amor.
    En el camino de los perros, allí donde no quiere ir nadie.
    Un camino que sólo recorren los poetas
    cuando ya no les queda nada por hacer.
    ¡Pero yo tenía tantas cosas que hacer todavía!
    Y sin embargo allí estaba: haciéndome matar
    por las hormigas rojas y también
    por las hormigas negras, recorriendo las aldeas
    vacías: el espanto que se elevaba
    hasta tocar las estrellas.
    Un chileno educado en México lo puede soportar todo,
    pensaba, pero no era verdad.
    Por las noches mi corazón lloraba. El río del ser, decían
    unos labios afiebrados que luego descubrí eran los míos,
    el río del ser, el río del ser, el éxtasis
    que se pliega en la ribera de estas aldeas abandonadas.
    Sumulistas y teólogos, adivinadores
    y salteadores de caminos emergieron
    como realidades acuáticas en medio de una realidad metálica.
    Sólo la fiebre y la poesía provocan visiones.
    Sólo el amor y la memoria.
    No estos caminos ni estas llanuras.
    No estos laberintos.
    Hasta que por fin mi alma encontró a mi corazón.
    Estaba enfermo, es cierto, pero estaba vivo.


    _________________



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    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Lun 26 Ago 2024, 21:06

    Nicolás Guillén


    Poeta cubano nacido en Camagüey en 1902.
    Desde muy joven se inclinó por las actividades culturales y políticas de su país, ocupando cargos importantes
    en la diplomacia a raíz del triunfo de la revolución cubana.
    Su inclinación posmodernista y vanguardista lo convirtió en el autor más destacado de la poesía afro-antillana.
    Su obra poética se inició con «Motivos de Son» en 1930 y «Sóngoro Cosongo» en 1931. Luego aparecieron
    los siguientes títulos: «El son Entero», «La paloma de vuelo popular», «Tengo», «Poemas de amor», «El gran Zoo»
    y «Por el mar de las Antillas anda un barco de papel».
    Falleció en 1989. ©


    *****************


    Agua del recuerdo

    ¿Cuándo fue?
    No lo sé.
    Agua del recuerdo
    voy a navegar.

    Pasó una mulata de oro,
    y yo la miré al pasar:
    moño de seda en la nuca,
    bata de cristal,
    niña de espalda reciente,
    tacón de reciente andar.

    Caña
    (febril le dije en mí mismo),
    caña
    temblando sobre el abismo,
    ¿quién te empujará?
    ¿Qué cortador con su mocha
    te cortará?
    ¿Qué ingenio con su trapiche
    te molerá?

    El tiempo corrió después,
    corrió el tiempo sin cesar,
    yo para allá, para aquí,
    yo para aquí, para allá,
    para allá, para aquí,
    para aquí, para allá...

    Nada sé, nada se sabe,
    ni nada sabré jamás,
    nada han dicho los periódicos,
    nada pude averiguar,
    de aquella mulata de oro
    que una vez miré al pasar,
    moño de seda en la nuca,
    bata de cristal,
    niña de espalda reciente,
    tacón de reciente andar.







    Alma música

    Yo soy borracho. Me seduce el vino
    luminoso y azul de la Quimera
    que pone una explosión de Primavera
    sobre mi corazón y mi destino.
    Tengo el alma hecha ritmo y armonía;
    todo en mi ser es música y es canto,
    desde el réquiem tristísimo de llanto
    hasta el trino triunfal de la alegría.

    Y no porque la vida mi alma muerda
    ha de rimar su ritmo mi alma loca:
    aun mas que por la mano que la toca
    la cuerda vibra y canta porque es cuerda.
    Así, cuando la negra y dura zarpa
    de la muerte destroce el pecho mío,
    mi espíritu ha de ser en el vacío
    cual la postrera vibración de un arpa.
    Y ya de nuevo en el astral camino
    concretara sus ansias de armonía
    en la cascada de una sinfonía,
    o en la alegría musical de un trino.







    Angustia segunda

    Tus venas, la raíz de nuestros árboles

    La raíz de mi árbol, retorcida;
    la raíz de mi árbol, de tu árbol,
    de todos nuestros árboles,
    bebiendo sangre, húmeda de sangre,
    la raíz de mi árbol, de tu árbol.
    Yo la siento,
    la raíz de mi árbol, de tu árbol,
    de todos nuestros árboles,
    la siento
    clavada en lo más hondo de mi tierra,
    clavada allí, clavada,
    arrastrándome y alzándome y hablándome,
    gritándome.
    La raíz de tu árbol, de mi árbol.
    En mi tierra, clavada,
    con clavos ya de hierro,
    de pólvora, de piedra,
    y floreciendo en lenguas ardorosas,
    y alimentando ramas donde colgar los pájaros cansados,
    y elevando sus venas, nuestras venas,
    tus venas, la raíz de nuestros árboles.








    Angustia cuarta

    Federico

    Toco a la puerta de un romance.
    -¿No anda por aquí Federico?
    Un papagayo me contesta:
    -Ha salido.

    Toco a una puerta de cristal.
    -¿No anda por aquí Federico?
    Viene una mano y me señala:
    -Está en el río.

    Toco a la puerta de un gitano.
    -¿No anda por aquí Federico?
    Nadie responde, no habla nadie...
    -¡Federico! ¡Federico!

    La casa oscura, vacía;
    negro musgo en las paredes;
    brocal de pozo sin cubo,
    jardín de lagartos verdes.

    Sobre la tierra mullida
    caracoles que se mueven,
    y el rojo viento de julio
    entre las ruinas, meciéndose.

    ¡Federico!
    ¿Dónde el gitano se muere?
    ¿Dónde sus ojos se enfrían?
    ¡Dónde estará, que no viene!

    (Una canción)

    «Salió el domingo, de noche,
    salió el domingo, y no vuelve.
    Llevaba en la mano un lirio,
    llevaba en los ojos fiebre;
    el lirio se tornó sangre,
    la sangre tornóse muerte».

    (Momento en García Lorca)

    Soñaba Federico en nardo y cera,
    y aceituna y clavel y luna fría.
    Federico, Granada y Primavera.

    En afilada soledad dormía,
    al pie de sus ambiguos limoneros,
    echado musical junto a la vía.

    Alta la noche, ardiente de luceros,
    arrastraba su cola transparente
    por todos los caminos carreteros.

    «¡Federico!», gritaron de repente,
    con las manos inmóviles, atadas,
    gitanos que pasaban lentamente.

    ¡Qué voz la de sus venas desangradas!
    ¡Qué ardor el de sus cuerpos ateridos!
    ¡Qué suaves sus pisadas, sus pisadas!

    Iban verdes, recién anochecidos;
    en el duro camino invertebrado
    caminaban descalzos los sentidos.

    Alzóse Federico, en luz bañado.
    Federico, Granada y Primavera.
    y con luna y clavel y nardo y cera,
    los siguió por el monte perfumado.









    Caminando

    Caminando, caminando,
    ¡caminando!
    Voy sin rumbo caminando,
    caminando;
    voy sin plata caminando,
    caminando;
    voy muy triste caminando,
    caminando.
    Está lejos quien me busca,
    caminando;
    quien me espera está más lejos,
    caminando;
    y ya empeñé mi guitarra,
    caminando.
    Ay,
    las piernas se ponen duras,
    caminando;
    los ojos ven desde lejos,
    caminando;
    la mano agarra y no suelta,
    caminando.
    Al que yo coja y lo apriete,
    caminando,
    ése la paga por todos,
    caminando;
    a ése le parto el pescuezo,
    caminando,
    y aunque me pida perdón,
    me lo como y me lo bebo,
    me lo bebo y me lo como,
    caminando,
    caminando,
    caminando...







    Canción

    ¡De que callada manera
    se me adentra usted sonriendo,
    como si fuera la primavera !
    (Yo, muriendo.)

    Y de que modo sutil
    me derramó en la camisa
    todas las flores de abril

    ¿Quién le dijo que yo era
    risa siempre, nunca llanto,
    como si fuera
    la primavera?
    (No soy tanto.)

    En cambio, ¡Qué espiritual
    que usted me brinde una rosa
    de su rosal principal!

    De que callada manera
    se me adentra usted sonriendo,
    como si fuera la primavera
    (Yo, muriendo.)









    Cómo no ser romántico y siglo XIX...

    Cómo no ser romántico y siglo XIX,
    no me da pena,
    cómo no ser Musset
    viéndola esta tarde
    tendida casi exangüe,
    hablando desde lejos,
    lejos de allá del fondo de ella misma,
    de cosas leves, suaves, tristes.

    Los shorts bien shorts
    permiten ver sus detenidos muslos
    casi poderosos,
    pero su enferma blusa pulmonar
    convaleciente
    tanto como su cuello-fino-Modigliani,
    tanto como su piel-margarita-trigo-claro,
    Margarita de nuevo ( así preciso ),
    en la chaise-longue ocasional tendida
    ocasional junto al teléfono,
    me devuelven un busto transparente
    ( Nada, no más un poco de cansancio ).

    Es sábado en la calle, pero en vano.
    Ay, cómo amarla de manera
    que no se me quebrara
    de tan espuma tan soneto y madrigal,
    me voy no quiero verla,
    de tan Musset y siglo XIX
    cómo no ser romántico.







    De que callada manera...

    ¡De que callada manera
    se me adentra usted sonriendo,
    como si fuera la primavera !
    ¡Yo, muriendo!

    Y de que modo sutil
    me derramo en la camisa
    todas las flores de abril

    ¿Quién le dijo que yo era
    risa siempre, nunca llanto,
    como si fuera
    la primavera?
    ¡No soy tanto!

    En cambio, ¡Qué espiritual
    que usted me brinde una rosa
    de su rosal principal!

    De que callada manera
    se me adentra usted sonriendo,
    como si fuera la primavera
    ¡Yo, muriendo!







    Ejercicio de piano con amapola de siete a nueve de la mañana

    Año de 1910

    Sobre la quemadura de la amapola
    aplícate jazmines ,que eso la cura;
    si acaso fuese grave la quemadura
    usarás la camelia, pero una sola.

    Cuando el cielo en verano se tornasola
    y ni una nube vaga de cruel blancura,
    y el hastío te invade como una impura
    serpiente que te aprieta y asfixia y viola,

    búscate una muchacha que toque viola,
    siempre que de ella sea la partitura,
    y quémala tú mismo con amapola;

    una muchacha fresca, sonriente y pura
    y dale una camelia, pero una sola,
    si acaso fuese grave la quemadura...







    El abuelo

    Esta mujer angélica de ojos septentrionales,
    que vive atenta al ritmo de su sangre europea,
    ignora que en lo hondo de ese ritmo golpea
    un negro el parche duro de roncos atabales.

    Bajo la línea escueta de su nariz aguda,
    la boca, en fino trazo, traza una raya breve,
    y no hay cuervo que manche la solitaria nieve
    de su carne, que fulge temblorosa y desnuda.

    ¡Ah, mi señora! Mírate las venas misteriosas;
    boga en el agua viva que allá dentro te fluye,
    y ve pasando lirios, nelumbios, lotos, rosas;

    que ya verás, inquieta, junto a la fresca orilla
    la dulce sombra oscura del abuelo que huye,
    el que rizó por siempre tu cabeza amarilla.








    Guitarra

    A Francisco Guillén

    Tendida en la madrugada,
    la firme guitarra espera:
    voz de profunda madera
    desesperada.

    Su clamorosa cintura,
    en la que el pueblo suspira,
    preñada de son, estira
    la carne dura.

    Arde la guitarra sola,
    mientras la luna se acaba;
    arde libre de su esclava
    bata de cola.

    Dejó al borracho en su coche,
    dejó el cabaret sombrío,
    donde se muere de frío,
    noche tras noche,

    y alzó la cabeza fina,
    universal y cubana,
    sin opio, ni mariguana,
    ni cocaína.

    ¡Venga la guitarra vieja,
    nueva otra vez al castigo
    con que la espera el amigo,
    que no la deja!

    Alta siempre, no caída,
    traiga su risa y su llanto,
    clave las uñas de amianto
    sobre la vida.

    Cógela tú, guitarrero,
    límpiale de alcol la boca,
    y en esa guitarra, toca
    tu son entero.

    El son del querer maduro,
    tu son entero;
    el del abierto futuro,
    tu son entero;
    el del pie por sobre el muro,
    tu son entero...

    Cógela tú, guitarrero,
    límpiale de alcol la boca,
    y en esa guitarra, toca
    tu son entero.









    La tarde pidiendo amor...

    La tarde pidiendo amor.
    Aire frío, cielo gris.
    Muerto sol.
    La tarde pidiendo amor.

    Pienso en sus ojos cerrados,
    la tarde pidiendo amor,
    y en sus rodillas sin sangre,
    la tarde pidiendo amor,
    y en sus manos de uñas verdes,
    y en su frente sin color,
    y en su garganta sellada...
    La tarde pidiendo amor,
    la tarde pidiendo amor,
    la tarde pidiendo amor.

    No.
    No, que me sigue los pasos,
    no;
    que me habló, que me saluda,
    no;
    que miro pasar su entierro,
    no;
    que me sonríe, tendida,
    tendida, suave y tendida,
    sobre la tierra, tendida,
    muerta de una vez, tendida...
    No.









    Llegada

    ¡Aquí estamos!
    La palabra nos viene húmeda de los bosques,
    y un sol enérgico nos amanece entre las venas.
    El puño es fuerte
    y tiene el remo.

    En el ojo profundo duermen palmeras exorbitantes.
    El grito se nos sale como una gota de oro virgen.
    Nuestro pie,
    duro y ancho,
    aplasta el polvo en los caminos abandonados
    y estrechos para nuestras filas.
    Sabemos dónde nacen las aguas,
    y las amamos porque empujaron nuestras canoas bajo
    los cielos rojos.
    Nuestro canto
    es como un músculo bajo la piel del alma,
    nuestro sencillo canto.

    Traemos el humo en la mañana,
    y el fuego sobre la noche,
    y el cuchillo, como un duro pedazo de luna,
    apto para las pieles bárbaras;
    traemos los caimanes en el fango,
    y el arco que dispara nuestras ansias,
    y el cinturón del trópico,
    y el espíritu limpio.
    Traemos
    nuestro rasgo al perfil definitivo de América.

    ¡Eh, compañeros, aquí estamos!
    La ciudad nos espera con sus palacios, tenues
    como panales de abejas silvestres;
    sus calles están secas como los ríos cuando no llueve en la montaña,
    y sus casas nos miran con los ojos pávidos
    de las ventanas.
    Los hombres antiguos nos darán leche y miel
    y nos coronarán de hojas verdes.

    ¡Eh, compañeros, aquí estamos!
    Bajo el sol
    nuestra piel sudorosa reflejará los rostros húmedos
    de los vencidos,
    y en la noche, mientras los astros ardan en la punta
    de nuestras llamas,
    nuestra risa madrugará sobre los ríos y los pájaros.










    Los fieles amantes

    Noche mucho más noche; el amor ya es un hecho.
    Feliz nivel de paz extiende el sueño
    como una perfección todavía amorosa.
    Bulto adorable, lejos ya,
    se adormece,
    y a su candor en la isla se abandona,
    animal por ahí, latente.
    ¡Qué diario infinito sobre el lecho
    de una pasión: costumbre rodeada de arcano!
    ¡Oh noche, más oscura en nuestros brazos!








    Madrigal

    Tu vientre sabe más que tu cabeza
    y tanto como tus muslos.
    Esa
    es la fuerte gracia negra
    de tu cuerpo desnudo.

    Signo de selva el tuyo,
    con tus collares rojos,
    tus brazaletes de oro curvo,
    y ese caimán oscuro
    nadando en el Zambeze de tus ojos.








    Madrigal II

    Sencilla y vertical
    como una caña en el cañaveral.
    Oh retadora del furor
    genital:
    tu andar fabrica para el espasmo gritador
    espuma esquina entre tus muslos de metal.









    Mariposa

    Quisiera
    hacer un verso que tuviera
    ritmo de Primavera;
    que fuera
    como una fina mariposa rara,
    como una mariposa que volara
    sobre tu vida, y cándida y ligera
    revolara
    sobre tu cuerpo cálido de cálida palmera
    y al fin su vuelo absurdo reposara
    --tal como en una roca azul de la pradera--
    sobre la linda rosa de tu cara...

    Quisiera
    hacer un verso que tuviera
    toda la fragancia de la Primavera
    y que cual una mariposa rara
    revolara
    sobre tu vida, sobre tu cuerpo, sobre tu cara.








    Mujer nueva

    Con el círculo ecuatorial
    ceñido a la cintura como a un pequeño mundo
    la negra, mujer nueva,
    avanza en su ligera bata de serpiente.

    Coronada de palmas,
    como una diosa recién llegada,
    ella trae la palabra inédita,
    el anca fuerte,
    la voz, el diente, la mañana y el salto.

    Chorro de sangre joven
    bajo un pedazo de piel fresca,
    y el pie incansable
    para la pista profunda del tambor.


    Tu recuerdo

    Siento que se despega tu recuerdo
    de mi mente, como una vieja estampa;
    tu figura no tiene ya cabeza
    y un brazo está deshecho, como en esas
    calcomanías desoladas
    que ponen los muchachos en la escuela
    y son después, en el libro olvidado,
    una mancha dispersa.
    Cuando estrecho tu cuerpo
    tengo la blanda sensación de que
    estás hecho de estopa.
    Me hablas, y tu voz viene de tan lejos
    que apenas puedo oírte.
    Además, ya no te creo.
    Yo mismo, ya curado
    de la pasión antigua,
    me pregunto cómo fue que pude
    amarte,
    tan inútil, tan vana,
    tan floja que antes del año
    de tenerte en mis brazos
    ya te estás deshaciendo
    como un jirón de humo;
    y ya te estás borrando
    como un dibujo antiguo,
    y ya te me despegas en la mente
    como una vieja estampa!







    Un poema de amor

    No sé. Lo ignoro.
    Desconozco todo el tiempo que anduve
    sin encontrarla nuevamente.
    ¿Tal vez un siglo? Acaso.
    Acaso un poco menos: noventa y nueve años.
    ¿O un mes? Pudiera ser. En cualquier forma
    un tiempo enorme, enorme, enorme.
    Al fin como una rosa súbita,
    repentina campánula temblando,
    la noticia.
    Saber de pronto
    que iba a verla otra vez, que la tendría
    cerca, tangible, real, como en los sueños.
    ¡Qué trueno sordo
    rodándome en las venas,
    estallando allá arriba
    bajo mi sangre, en una
    nocturna tempestad!
    ¿Y el hallazgo, en seguida? ¿Y la manera
    que nadie comprendiera
    que ésa es nuestra propia manera?
    Un roce apenas, un contacto eléctrico,
    un apretón conspirativo, una mirada,
    un palpitar del corazón
    gritando, aullando con silenciosa voz.
    Después
    ( Ya lo sabéis desde los quince años )
    ese aletear de las palabras presas,
    palabras de ojos bajos,
    penitenciales,
    entre testigos enemigos,
    todavía
    un amor de "lo amo"
    de "usted", de "bien quisiera,
    pero es imposible..." De "no podemos,
    no, piénselo usted mejor...."
    Es un amor así,
    es un amor de abismo en primavera,
    cortés, cordial, feliz, fatal.
    La despedida, luego,
    genérica,
    en el turbión de los amigos.
    Verla partir y amarla como nunca;
    seguirla con los ojos,
    y ya sin ojos seguir viéndola lejos,
    allá lejos, y aún seguirla
    más lejos todavía,
    hecha de noche,
    de mordedura, beso, insomnio,
    veneno, éxtasis, convulsión,
    suspiro, sangre, muerte...
    Hecha
    de esa sustancia conocida
    con que amasamos una estrella.




    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 8 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Mar 27 Ago 2024, 17:37


    Juan Gelman


    Poeta argentino nacido en Buenos Aires en 1930.
    Hijo de inmigrantes rusos, se inició en la poesía desde muy pequeño, orientado por su hermano Boris quien fue
    un lector compulsivo. Abandonó su carrera de Química para dedicarse por completo al destino de las letras.
    Salió de Argentina en 1976 durante la dictadura militar y vivió en el exilio en México, donde decidió fijar la residencia
    en forma definitiva.
    De su obra poética se destacan las siguientes publicaciones:«Violín y otras cuestiones» en 1956, «En el juego en que andamos»
    en 1959, «Gotán» en 1962, «Los poemas de Sidney West» en 1969, «Fábulas» en 1970, «Salarios del impío» en 1993,
    «Sombra de vuelta y de ida» en 1997, «Incompletamente» en 1997 y «Salarios del impío y otros poemas» en 1998.
    En 1997 obtuvo el Premio Nacional de Poesía en Argentina, el premio Juan Rulfo en el año 2000, en 2004 el Premio Iberoamericano de Poesía Ramón López Velarde, en 2005 los premios Iberoamericano Pablo Neruda y Reina Sofía de Poesía,
    y en el año 2007 el Premio Cervantes.



    ***********


    Alza tus brazos...

    Alza tus brazos,
    ellos encierran a la noche,
    desátala sobre mi sed,
    tambor, tambor, mi fuego.

    Que la noche nos cubra con una campana,
    que suene suavemente a cada golpe del amor.

    Entiérrame la sombra, lávame con ceniza,
    cávame del dolor, límpiame el aire:
    yo quiero amarte libre.

    Tú destruyes el mundo para que esto suceda
    tu comienzas el mundo para que esto suceda.







    Ausencia de amor

    Cómo será pregunto.
    Cómo será tocarte a mi costado.
    Ando de loco por el aire
    que ando que no ando.

    Cómo será acostarme
    en tu país de pechos tan lejano.
    Ando de pobre cristo a tu recuerdo
    clavado, reclavado.

    Será ya como sea.
    Tal vez me estalle el cuerpo todo lo que he esperado.
    Me comerás entonces dulcemente
    pedazo por pedazo.

    Seré lo que debiera.
    Tu pie. Tu mano.







    Certezas

    A ver cómo es.
    Estaba quieta la inquietud por una vez.
    La desazón en sazón y
    ¡cómo se parecía el mundo a Gerarda
    envuelta en sensaciones de encaje!
    Las palabras chocan contra la tarde
    /y no la descomponen.

    La furia no me deja solo conmigo.
    Habrá que recortar la sombra militar.
    ¡Camaradas especialistas en esperar cansancios:
    apaguen el amor dudoso
    que baja humilde y despacito!

    Hasta el revés del cosmos morirá!







    Comentario I

    (Santa teresa)

    querido amor que partís como un pájaro
    acostado sobre los horizontes
    ¿estará bien darnos todos al todo/sin
    ser parte de nada/ni siquiera del vuelo que

    te lleva?/¿piensan hermanas y hermanos
    que rodeando se puede llegar/o
    partiendo y quedándose a la vez se llega
    a la unidad buscada como manjar celeste?

    o sea/dura es la vida o esta
    salud que cavo para encontrarte como luz!
    o palabra/ramita donde te poses como
    la mano tuya sobre mi corazón







    Costumbres

    no es para quedarnos en casa que hacemos una casa
    no es para quedarnos en el amor que amamos
    y no morimos para morir
    tenemos sed y
    paciencias de animal







    El juego en que andamos

    Si me dieran a elegir, yo elegiría
    esta salud de saber que estamos muy enfermos,
    esta dicha de andar tan infelices.
    Si me dieran a elegir, yo elegiría
    esta inocencia de no ser un inocente,
    esta pureza en que ando por impuro.
    Si me dieran a elegir, yo elegiría
    este amor con que odio,
    esta esperanza que come panes desesperados.
    Aquí pasa, señores,
    que me juego la muerte.







    Epitafio

    Un pájaro vivía en mí.
    Una flor viajaba en mi sangre.
    Mi corazón era un violín.

    Quise o no quise. Pero a veces
    me quisieron. También a mí
    me alegraban: la primavera,
    las manos juntas, lo feliz.

    ¡Digo que el hombre debe serlo!

    Aquí yace un pájaro.
    Una flor.
    Un violín.







    Escribo en el olvido...

    Escribo en el olvido
    en cada fuego de la noche
    cada rostro de ti.
    Hay una piedra entonces
    donde te acuesto mía,
    ninguno la conoce,
    he fundado pueblos en tu dulzura,
    he sufrido esas cosas,
    eres fuera de mí,
    me perteneces extranjera.







    Fábricas del amor

    Y construí tu rostro.
    Con adivinaciones del amor, construía tu rostro
    en los lejanos patios de la infancia.
    Albañil con vergüenza,
    yo me oculté del mundo para tallar tu imagen,
    para darte la voz,
    para poner dulzura en tu saliva.
    Cuántas veces temblé
    apenas si cubierto por la luz del verano
    mientras te describía por mi sangre.
    Pura mía,
    estás hecha de cuántas estaciones
    y tu gracia desciende como cuántos crepúsculos.
    Cuántas de mis jornadas inventaron tus manos.
    Qué infinito de besos contra la soledad
    hunde tus pasos en el polvo.
    Yo te oficié, te recité por los caminos,
    escribí todos tus nombres al fondo de mi sombra,
    te hice un sitio en mi lecho,
    te amé, estela invisible, noche a noche.
    Así fue que cantaron los silencios.
    Años y años trabajé para hacerte
    antes de oír un solo sonido de tu alma.







    Gotán

    Esa mujer se parecía a la palabra nunca,
    desde la nuca le subía un encanto particular,
    una especie de olvido donde guardar los ojos,
    esa mujer se me instalaba en el costado izquierdo.

    Atención atención yo gritaba atención
    pero ella invadía como el amor, como la noche,
    las últimas señales que hice para el otoño
    se acostaron tranquilas bajo el oleaje de sus manos.

    Dentro de mí estallaron ruidos secos,
    caían a pedazos la furia, la tristeza,
    la señora llovía dulcemente
    sobre mis huesos parados en la soledad.

    Cuando se fue yo tiritaba como un condenado,
    con un cuchillo brusco me maté
    voy a pasar toda la muerte tendido con su nombre,
    él moverá mi boca por la última vez.


    La puerta

    abrí la puerta/amor mío
    levantá/abrí la puerta
    tengo el alma pegada al paladar
    temblando de terror

    el jabalí del monte me pisoteó
    el asno salvaje me persiguió
    en esta media noche del exilio
    soy yo mismo una bestia







    La rueda

    El arco o puente que va
    de tu mano a la mía cuando
    no se tocan, abre
    una flor intermedia.
    ¿Qué toca, qué retoca, qué trastoca
    ese vacío de las manos
    solas en su fatiga?
    Nace una flor, sí,
    se agosta en mayo como una
    equivocación de la lengua
    que se equivoca , sí.
    ¿Por qué este horror?
    En la página de nosotros mismos
    tu cuerpo escribe.








    La secreta dulzura del dolor...

    la secreta dulzura del dolor
    es transparencia/sale
    de la furiosa resignación del sueño/
    suena en la boca del perdido

    en su origen/en su
    rumor de existencia que
    le clava la cabeza al gran espanto/
    al doble andar/al doble hilo/a la

    no verdad del estar como no estar/
    el vuelo torpe que los cría/
    lo que rompe la luz/memoria

    confusa por sus números/
    pecho que dura como huella/
    la nada que te ama/







    Límites

    ¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí la sed,
    hasta aquí el agua?

    ¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí el aire,
    hasta aquí el fuego?

    ¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí el amor,
    hasta aquí el odio?

    ¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí el hombre,
    hasta aquí no?

    Sólo la esperanza tiene las rodillas nítidas.
    Sangran.







    Lo que cava

    La sangre corcovea
    en todos los rincones, en
    el alma superior, en su orgullo,
    en los perros con olor a furia.
    El ser amado convierte
    la humillación en asombro y vengo aquí
    para decir que te amo. El domingo
    del payaso prueba la desolación.
    La emoción contra la pared
    espera que la fusilen.
    Nuestros cuerpos conocen esa pared.
    Es una atadura del sol
    que cava y cava.







    Lo que pasa

    Yo te entregué mi sangre, mis sonidos,
    mis manos, mi cabeza,
    y lo que es más, mi soledad, la gran señora,
    como un día de mayo dulcísimo de otoño,
    y lo que es más aún, todo mi olvido
    para que lo deshagas y dures en la noche,
    en la tormenta, en la desgracia,
    y más aún, te di mi muerte,
    veré subir tu rostro entre el oleaje de las sombras,
    y aún no puedo abarcarte, sigues creciendo
    como un fuego,
    y me destruyes, me construyes, eres oscura como la luz.



    _________________



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    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
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    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 8 Empty Re: POETAS LATINOAMERICANOS

    Mensaje por Maria Lua Miér 28 Ago 2024, 17:12

    Efrain Huerta


    Poeta mexicano nacido en Guanajuato en 1914.
    Fue periodista profesional y crítico cinematográfico. Perteneció a la llamada "Generación de Taller", agrupación
    marcada por la guerra española. Su poesía, unas veces revolucionaria y otras tierna, está impregnada de sentimientos
    extremos que fluctúan entre la protesta y el amor.
    De sus libros publicados vale la pena mencionar, entre otros, a «Fábula», «Géminis», «Metáfora» y «Pájaro Cascabel».
    Murió en la Ciudad de México en 1982


    **************

    Elegía de la rosa blanca

    Fuiste cuando el silencio era una voz de llovizna
    cuando sabias corolas daban el equilibrio al
    corazón de junio
    y claras lunas tibias como pequeñas ruedas
    llevaron al abismo los insomnios por turbios
    y los deseos por vivos y angustiados.
    Indelicada rosa blanca.
    Desesperada rosa tierna.
    Dueña del infinito y precursora de la contemplación
    y el tedio.
    Rosa blanca: viviste puramente,
    como apasionada y cansada frialdad,
    como alba derrotista.
    Eras como un dolor inmóvil
    pero ceñido de ansias.
    Te guardaba en mis manos creyéndote un silencio
    de nieve.
    Eras torre y sirena.
    Eras madera blanca o brisa.
    Eras estrella distraída.
    En las noches parecías una selva despierta,
    muy mojada. Y al día
    siguiente eras perla gigante
    o tremenda montaña
    o cristalina y rauda flor del tiempo.
    Yo te seguía con furia y esperanza.

    Vivo dueño de nada con tu muerte.

    Vivo como una astilla de tristeza.







    Eres, amor, el brazo con heridas...

    Eres, amor, el brazo con heridas
    y la pisada en falso sobre un cielo.
    Eres el que se duerme, solitario,
    en el pequeño bosque de mi pecho.
    Eres, amor, la flor del falso nombre.

    Eres el viejo llanto y la tristeza,
    la soledad y el río de la virtud,
    el brutal aletazo del insomnio
    y el sacrificio de una noche ciega.
    Eres, amor, la flor del falso nombre.

    Eres un frágil nido, recinto de veneno,
    despiadada piedad, ángel caído,
    enlutado candor de adolescencia
    que hubiese transcurrido como un sueño.
    Eres, amor, la flor del falso nombre.

    Eres lo que me mata, lo que ahoga
    el pequeño ideal de ir viviendo.
    Eres desesperanza, triste estatua
    de polvo nada más, de envidia sorda.
    Eres, amor, la flor del falso nombre.







    Esa sonrisa

    Si de un vuelo la esencia iluminase
    esta celda que a tientas desconozco,
    si de un frágil destello, de una brisa
    juvenil o poema, en breves pétalos,
    descendiese tu vida; si a mi vida

    una virtud le diera buena suerte,
    expresaría el poema, la bondad
    de tu sereno gesto al apoyarse
    tus alas, tu sonrisa y tu belleza
    en el clavel de fiebre de mi alma.

    Pues tu sonrisa leve manifiesta
    una resuelta forma de animar,
    de dar ágiles signos, no al sollozo
    en que todo se pierde, sino al beso
    de impecable factura, de dominio.

    Si la sonrisa es nido, el beso es sueño
    de virginal angustia y melodía.
    Si un día tus pies besé desesperado,
    fue tan solo por darme la delicia
    de alzar los ojos y mirar al cielo.

    Al cielo de tus ojos y tu frente,
    al inquietante cielo donde vuelos
    de pensamientos gimen, donde una
    y otra vez me dedico a descubrir
    la desolada nube de mi amor.

    Es mejor hablar claro y no decir
    que se siente la angustia por sistema.
    Es mejor que te diga: No me olvides,
    y si me olvidas dame, de tu boca
    la fría miseria del final, la muerte.

    Pero nada dirás, lo estoy sabiendo,
    cuando en dulces instantes como flores,
    vienes de nuevo a mí, y en tu sonrisa
    aprendo la lección definitiva:
    el alba temblorosa de tu boca.

    Estrella en alto

    En el taller del alma maduran los deseos,
    crece, fresca y lozana, la ternura,
    imitando tu sombra,
    inventando tu ausencia
    tan honda y sostenida.

    Hoy te sueño,
    amante:
    estrella en alto, huella
    de una violeta lenta.

    Oscuramente bella la soledad germina en torno de mi cuerpo.
    Hoy te sueño, amante:
    jugamos a la brisa y al frío.
    Tu nombre suena como tibia pureza inimitable.

    Y del cielo a la tierra,
    de aquella estrella en alto al dulce ruido de tu pecho,
    bajan con inefable rapidez
    y como espuma roja
    apresurados besos,
    recios besos,
    crueles besos de hielo en mi memoria.

    Un grito de agonía, una blasfemia
    vuelve grises tus senos,
    y mi sueño,
    y esa noble fragancia de tu sexo.
    ¿Qué esperamos, hermana,

    de esta reciente aurora
    que nos fatiga tanto?
    Mira la estrella,
    es blanca, no es azul.
    Mírala, y que tus ojos perduren como rosas perfectas.







    Estuario

    Opresora. Todo lo aprisionas
    con tu lengua y pasos de giganta,
    ¡oh! desconocida ¡oh! luminosa
    hija de Arpios hecha de jade y miel.
    Cárcel doy a tu pálida
    presencia, gacela ojos de tigre,
    cárcel me doy de amor,
    mordedura, paciente fuego, ala
    y marea, faro en la mar abierta.
    Desciendes y derribas
    la muralla del ansia. Das tregua
    a la cosecha secreta del alba,
    cuando los ojos cierra el puerto
    al verano y la espuma.
    Todo aprisionas con fría garra
    deleitosa y madura,
    opresora, dientes y lengua de giganta,
    dormido espectro, oleaje
    de apasionada mansedumbre
    muerto de miedo y libertad.







    La amante

    Y, desdichada, hallarte vibrante de violetas,
    celeste, submarina, subterránea,
    ahijada de las nubes,
    sobrina del oleaje,
    madre de minerales
    y vegetales de oro,
    universal, florida,
    jugosa como caña
    y ligera de brisas
    y cánticos de seda.

    Desdichada penumbra al encontrarte
    negándose tu cuerpo a mi deseo,
    dándose al día siguiente,
    circulando en el aire que respiro,
    diseñando mi vida,
    mi agonía
    y mi muerte sencilla,
    y mi futura muerte
    entre los muertos.

    Ah tu cordial miseria de caricias,
    el gesto amargo de tus manos
    y la rebelde fuga de tu piel,
    cómo me decepcionan,
    me castigan y ahogan,
    hembra de plata líquida,
    insobornable y mía.

    Y tu noche de gritos y gemidos,
    alimentando vida, creando luz,
    provocando sudor, melancolía,
    amor y más amor desfallecido,
    tumultos de palabras,
    mi desdichada niña,
    olvidándote, sí, casi perdiéndote
    en el ruido de torsos y sollozos.

    Pero siendo destino, siendo gloria
    tus cabellos castaños, tus miradas
    y tus feas rodillas de suave juventud.







    La estrella

    Labios como el sabor del viento en el invierno,
    dientes jóvenes de luna consentida en la llama
    del abrazo.
    Se endurecía la noche en tu garganta.
    Espacio duro de tus senos. Amarilla y quemada,
    la inesperada sombra de tus piernas en la alas
    de los pájaros
    cuando tus dedos en un juego de látigos
    hendían prisas de frío.
    Que nos perdonen las sábanas lunares de los árboles
    y el sueño arrebatado a las estatuas,
    y el agua estremecida con la caída
    del deseo. Tenías los ojos limpios, Andrea.
    La estrella de tu frente como herida de vino,
    enferma, detenida en mi boca.
    Había un mundo de silencio en tu cuerpo,
    como si la muerte se hubiera mirado en un espejo
    o varias rosas en agonía hubieran imaginado
    un paraíso de nieve o de cristales.

    (Ahí perdura solamente lo desconocido
    que nuestros labios apagaron.
    El recuerdo es materia de belleza poseída y escrita
    en páginas en las que un poco de amor pasó rozando.
    Como el recuerdo gritarían las cabelleras
    mojadas en acuarelas de angustia.
    Así serían las voces de os aires helados fundiéndose
    en las aristas de una montaña de bronce.)

    Te corría por la espalda una gota de sangre
    de mis venas. La noche, con la niebla
    y el silencio en medio de los senos, nos veía y
    procuraba
    cambiar su propia ruta.
    Que nos perdonen las mismas pinceladas de la aurora.

    Exprimidas las horas como cerezas en nuestros labios,
    apenas un instante de tus hombros
    se deslizó en mi sueño.


    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 8 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Jue 29 Ago 2024, 22:23

    Oliverio Girondo



    Poeta argentino nacido en Buenos Aires en 1891, en el seno de una familia adinerada que le procuró una
    esmerada educación en importantes centros educativos europeos.
    Estudió Derecho, y muy pronto, a raíz de sus contactos con los poetas exponentes de la vanguardia europea,
    publicó en 1922 su primer libro de poemas, «Veinte poemas para ser leídos en el tranvía», seguidos luego por
    «Calcomanías» en 1925, «Espantapájaros» en 1932, «Persuasión de los días» en 1942, «Campo nuestro» en 1946
    y «En la masmédula» en 1954, obra que constituye en su trabajo más audaz en el campo de la poesía.
    Al iniciarse la década de los años cincuenta, guiado por su interés en las artes plásticas, incursionó en la pintura
    con una marcada tendencia surrealista, gracias a su profundo conocimiento de la pintura francesa.
    En 1961 sufrió un grave accidente que le disminuyó sus condiciones físicas. En 1965 viajó por última vez a Europa
    y a su regreso a Buenos Aires, falleció en 1967.


    **************

    Aparición urbana

    ¿Surgió de bajo tierra?
    ¿Se desprendió del cielo?
    Estaba entre los ruidos,
    herido,
    malherido,
    inmóvil,
    en silencio,
    hincado ante la tarde,
    ante lo inevitable,
    las venas adheridas
    al espanto,
    al asfalto,
    con sus crenchas caídas,
    con sus ojos de santo,
    todo, todo desnudo,
    casi azul, de tan blanco.
    Hablaban de un caballo.
    Yo creo que era un ángel.








    ¡Azotadme!

    ¡Azotadme!
    Aquí estoy,
    ¡azotadme!
    Merezco que me azoten.
    No lamí la rompiente,
    la sombra de las vacas,
    las espinas,
    la lluvia;
    con fervor,
    durante años;
    descalzo,
    estremecido,
    absorto,
    iluminado.
    No me postré ante el barro,
    ante el misterio intacto
    del polen,
    de la cama,
    del gusano,
    del pasto;
    por timidez,
    por miedo,
    por pudor,
    por cansancio.
    No adoré los pesebres,
    las ventanas heridas,
    los ojos de los burros,
    los manzanos,
    el alba;
    sin restricción,
    de hinojos,
    entregado,
    desnudo,
    con los poros erectos,
    con los brazos al viento,
    delirante,
    sombrío;
    en comunión de espanto,
    de humildad,
    de ignorancia,
    como hubiera deseado...
    ¡como hubiera deseado!









    Balaúa

    De oleaje tú de entrega de redivivas muertes
    en el la maramor
    plenamente amada
    tu néctar piel de pétalo desnuda
    tus bipanales senos de suave plena luna
    con su eromiel y zumbos y ritmos y mareas
    tus tús y más que tús
    tan eco de eco mío
    y llamarada suya de la muy sacra cripta mía tuya
    dame tu
    Balaúa







    Calle de las sierpes

    A D. Ramón Gómez de la Serna

    Una corriente de brazos y de espaldas
    nos encauza
    y nos hace desembocar
    bajo los abanicos,
    las pipas,
    los anteojos enormes
    colgados en medio de la calle;
    únicos testimonios de una raza
    desaparecida de gigantes.

    Sentados al borde de las sillas,
    cual si fueran a dar un brinco
    y ponerse a bailar,
    los parroquianos de los cafés
    aplauden la actividad del camarero,
    mientras los limpiabotas les lustran los zapatos
    hasta que pueda leerse
    el anuncio de la corrida del domingo.

    Con sus caras de mascarón de proa,
    el habano hace las veces de bauprés,
    los hacendados penetran
    en los despachos de bebidas,
    a muletear los argumentos
    como si entraran a matar;
    y acodados en los mostradores,
    que simulan barreras,
    brindan a la concurrencia
    el miura disecado
    que asoma la cabeza en la pared.

    Ceñidos en sus capas, como toreros,
    los curas entran en las peluquerías
    a afeitarse en cuatrocientos espejos a la vez
    y cuando salen a la calle
    ya tienen una barba de tres días.

    En los invernáculos
    edificados por los círculos,
    la pereza se da como en ninguna parte
    y los socios la ingieren
    con churros o con horchata,
    para encallar en los sillones
    sus abulias y sus laxitudes de fantoches.

    Cada doscientos cuarenta y siete hombres,
    trescientos doce curas
    y doscientos noventa y tres soldados,
    pasa una mujer.
    A medida que nos aproximamos
    las piedras se van dando mejor.







    Campo nuestro

    En lo alto de esas cumbres agobiantes
    hallaremos laderas y peñascos,
    donde yacen metales, momias de alga,
    peces cristalizados;
    pero jamás la extensa certidumbre
    de que antes de humillarnos para siempre,
    has preferido, campo, el ascetismo
    de negarte a ti mismo.
    Fuiste viva presencia o fiel memoria
    desde mis más remota prehistoria.
    Mucho antes de intimar con los palotes
    mi amistad te abrazaba en cada poste.
    Chapaleando en el cielo de tus charcos
    me rocé con tus ranas y tus astros.
    Junto con tu recuerdo se aproxima
    el relente a distancia y pasto herido
    con que impregnas las botas... la fatiga.
    Galopar. Galopar. ¿Ritmo perdido?
    hasta encontrarlo dentro de uno mismo.
    Siempre volvemos, campo, de tus tardes
    con un lucero humeante...
    entre los labios.
    Una tarde, en el mar, tú me llamaste,
    pero en vez de tu escueta reciedumbre
    pasaba ante la borda un campo equívoco
    de andares voluptuosos y evasivos.
    Me llamaste, otra vez, con voz de madre
    Y en tu silencio sólo halló una vaca
    junto a un charco de luna arrodillada;
    arrodillada, campo, ante tu nada.
    Cuando me acerco, pampa, a tu recuerdo,
    te me vas, despacio, para adentro...
    al trote corto, campo, al trotecito.
    Aunque me ignores, campo, soy tu amigo.
    Entra y descansa, campo. Desensilla.
    Deja de ser eterna lejanía.
    Cuanto más te repito y te repito
    quisiera repetirte al infinito.
    Nunca permitas, campo, que se agote
    nuestra sed de horizonte y de galope.
    Templa mis nervios, campo ilimitado,
    al recio diapasón del alambrado.
    Aquí mi soledad. Esta mi mano.
    Dondequiera que vayas te acompaño.
    Si no hubieras andado siempre solo
    ¿todavía tendrías voz de toro?
    Tu soledad, tu soledad... ¡la mía!
    Un sorbo tras el otro, noche y día,
    como si fuera, campo, mate amargo.
    A veces soledad, otras silencio,
    pero ante todo, campo: padre-nuestro.







    Cansancio

    Cansado.
    ¡Sí!
    Cansado
    de usar un solo bazo,
    dos labios,
    veinte dedos,
    no sé cuántas palabras,
    no sé cuántos recuerdos,
    grisáceos,
    fragmentarios.

    Cansado,
    muy cansado
    de este frío esqueleto,
    tan púdico,
    tan casto,
    que cuando se desnude
    no sabré si es el mismo
    que usé mientras vivía.

    Cansado.
    ¡Sí!
    Cansado
    por carecer de antenas,
    de un ojo en cada omóplato
    y de una cola auténtica,
    alegre,
    desatada,
    y no este rabo hipócrita,
    degenerado,
    enano.

    Cansado,
    sobre todo,
    de estar siempre conmigo,
    de hallarme cada día,
    cuando termina el sueño,
    allí, donde me encuentre,
    con las mismas narices
    y con las mismas piernas;
    como si no deseara
    esperar la rompiente con un cutis de playa,
    ofrecer, al rocío, dos senos de magnolia,
    acariciar la tierra con un vientre de oruga,
    y vivir, unos meses, adentro de una piedra.






    Dicotomía incruenta

    Siempre llega mi mano
    más tarde que otra mano que se mezcla a la mía
    y forman una mano.

    Cuando voy a sentarme
    advierto que mi cuerpo
    se sienta en otro cuerpo que acaba de sentarse
    adonde yo me siento.

    Y en el preciso instante
    de entrar en una casa,
    descubro que ya estaba
    antes de haber llegado.

    Por eso es muy posible que no asista a mi entierro,
    y que mientras me rieguen de lugares comunes,
    ya me encuentre en la tumba,
    vestido de esqueleto,
    bostezando los tópicos y los llantos fingidos.








    Dietética

    Hay que ingerir distancia,
    lanudos nubarrones,
    secas parvas de siesta,
    arena sin historia,
    llanura,
    vizcacheras,
    caminos con tropillas
    de nubes,
    de ladridos,
    de briosa polvareda.
    Hay que rumiar la yerba
    que sazonan las vacas
    con su orín,
    y sus colas;
    la tierra que se escapa
    bajo los alambrados,
    con su olor a chinita,
    a zorrino,
    a fogata,
    con sus huesos de fósil,
    de potro,
    de tapera,
    y sus largos mugidos
    y sus guampas, al aire,
    de molino,
    de toro...
    Hay que agarrar la tierra,
    calentita o helada,
    y comerla
    ¡comerla!








    ¿Dónde?

    ¿Me extravié en la fiebre?
    ¿Detrás de las sonrisas?
    ¿Entre los alfileres?
    ¿En la duda?
    ¿En el rezo?
    ¿En medio de la herrumbre?
    ¿Asomado a la angustia,
    al engaño,
    a lo verde?...
    No estaba junto al llanto,
    junto a lo despiadado,
    por encima del asco,
    adherido a la ausencia,
    mezclado a la ceniza,
    al horror,
    al delirio.
    No estaba con mi sombra,
    no estaba con mis gestos,
    más allá de las normas,
    más allá del misterio,
    en el fondo del sueño,
    del eco,
    del olvido.
    No estaba.
    ¡Estoy seguro!
    No estaba.








    El puro no

    El no
    el no inóvulo
    el no nonato
    el noo
    el no poslodocosmos de impuros ceros noes que noan noan noan
    y nooan
    y plurimono noan al morbo amorfo noo
    no démono
    no deo
    sin son sin sexo ni órbita
    el yerto inóseo noo en unisolo amódulo
    sin poros ya sin nódulo
    ni yo ni fosa ni hoyo
    el macro no ni polvo
    el no más nada todo
    el puro no
    sin no







    Ella

    Es una intensísima corriente
    un relámpago ser de lecho
    una dona mórbida ola
    un reflujo zumbo de anestesia
    una rompiente ente florescente
    una voraz contráctil prensil corola entreabierta
    y su rocío afrodisíaco
    y su carnalesencia
    natal
    letal
    alveolo beodo de violo
    es la sed de ella ella y sus vertientes lentas entremuertes que
    estrellan y disgregan
    aunque Dios sea su vientre
    pero también es la crisálida de una inalada larva de la nada
    una libélula de médula
    una oruga lúbrica desnuda sólo nutrida de frotes
    un chupochupo súcubo molusco
    que gota a gota agota boca a boca
    la mucho mucho gozo
    la muy total sofoco
    la toda ¡shock! tras ¡shock!
    la íntegra colapso
    es un hermoso síncope con foso
    un ¡cross! de amor pantera al plexo trópico
    un ¡knock out! técnico dichoso
    si no un compuesto terrestre de líbido edén infierno
    el sedimento aglutinante de un precipitado de labios
    el obsesivo residuo de una solución insoluble
    un mecanismo radioanímico
    un terno bípedo bullente
    un ¡robot! hembra electroerótico con su emisora de delirio
    y espasmos lírico-dramáticos
    aunque tal vez sea un espejismo
    un paradigma
    un eromito
    una apariencia de la ausencia
    una entelequia inexistente
    las trenzas náyades de Ofelia
    o sólo un trozo ultraporoso de realidad indubitable
    una despótica materia
    el paraíso hecho carne
    una perdiz a la crema.







    Escrúpulo

    Me parece que vivo
    que estoy entre los ruidos
    que miro las paredes,
    que estas manos son mías,
    pero quizás me engañe
    y paredes y manos
    sólo sean recuerdos
    de una vida pasada.
    He dicho "me parece"
    yo no aseguro nada.








    Gratitud

    Gracias aroma
    azul,
    fogata
    encelo.
    Gracias pelo
    caballo
    mandarino.
    Gracias pudor
    turquesa
    embrujo
    vela,
    llamarada
    quietud
    azar
    delirio.
    Gracias a los racimos
    a la tarde,
    a la sed
    al fervor
    a las arrugas,
    al silencio
    a los senos
    a la noche,
    a la danza
    a la lumbre
    a la espesura.
    Muchas gracias al humo
    a los microbios,
    al despertar
    al cuerno
    a la belleza,
    a la esponja
    a la duda
    a la semilla
    a la sangre
    a los toros
    a la siesta.
    Gracias por la ebriedad,
    por la vagancia,
    por el aire
    la piel
    las alamedas,
    por el absurdo de hoy
    y de mañana,
    desazón
    avidez
    calma
    alegría,
    nostalgia
    desamor
    ceniza
    llanto.
    Gracias a lo que nace,
    a lo que muere,
    a las uñas
    las alas
    las hormigas,
    los reflejos
    el viento
    la rompiente,
    el olvido
    los granos
    la locura.
    Muchas gracias gusano.
    Gracias huevo.
    Gracias fango,
    sonido.
    Gracias piedra.
    Muchas gracias por todo.
    Muchas gracias.
    Oliverio Girondo,
    agradecido.







    Hazaña

    Todo,
    todo,
    en el aire,
    en el agua,
    en la tierra
    desarraigado y ácido,
    descompuesto,
    perdido.
    El agua hecha caballo antes que nube y lluvia.
    Los toros transformados en sumisas poleas.
    El engaño sin malla,
    sin "tutu",
    sin pezones.

    La impúdica mentira exhibiendo el trasero
    en todas las posturas,
    en todas las esquinas.
    Las polillas voraces de expediente cocido,
    disfrazadas de hiena,
    de tapir con mochila.
    Las techumbres que emigran en oscuras bandadas.
    Las ventanas que escupen dentaduras de piano,
    cacerolas,
    espejos,
    piernas carbonizadas.

    Porque mirad
    sin musgo,
    mi corazón de yesca,
    qué hicimos,
    qué hemos hecho
    con nuestras pobres manos,
    con nuestros esqueletos de invierno y de verano.

    Desatar el incendio.
    Aplaudir el desastre.
    Trasladar,
    sobre caucho,
    apetitos de pústula.
    Prostituir los crepúsculos.
    Adorar los bulones
    y los secos cerebros de nuez reblandecida...
    Como si no existiera más que el sudor y el asco;
    como si sólo ansiáramos nutrir con nuestra sangre
    las raíces del odio;
    como si ya no fuese bastante deprimente
    saber que sólo somos un pálido excremento
    del amor,
    de la muerte.






    Llorar a lágrima viva...

    Llorar a lágrima viva.
    Llorar a chorros.
    Llorar la digestión.
    Llorar el sueño.
    Llorar ante las puertas y los puertos.
    Llorar de amabilidad y de amarillo.
    Abrir las canillas,
    las compuertas del llanto.
    Empaparnos el alma, la camiseta.
    Inundar las veredas y los paseos,
    y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.
    Asistir a los cursos de antropología, llorando.
    Festejar los cumpleaños familiares, llorando.
    Atravesar el África, llorando.
    Llorar como un cacuy, como un cocodrilo...
    si es verdad que los cacuíes y los cocodrilos
    no dejan nunca de llorar.
    Llorarlo todo, pero llorarlo bien.
    Llorarlo con la nariz, con las rodillas.
    Llorarlo por el ombligo, por la boca.
    Llorar de amor, de hastío, de alegría.
    Llorar de frac, de flato, de flacura.
    Llorar improvisando, de memoria.
    ¡Llorar todo el insomnio y todo el día!


    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 8 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Vie 30 Ago 2024, 20:14

    León de Greiff

    Poeta colombiano nacido en Medellín en 1895.
    En su ascendencia se mezclaron las sangres española, alemana y escandinava. Se desempeñó en diversas
    actividades comerciales e intelectuales, dirigiendo reconocidas revistas literarias en Medellín y Santafé de Bogotá.
    Su literatura se inició dentro del modernismo, adoptando luego posiciones estéticas acordes con el surrealismo
    francés y con el creacionismo de Vicente Huidobro.
    Su poesía conjuga la ciencia, el erotismo, la ironía, la ternura, la espiritualidad y la materia.
    Publicó «Tergiversaciones», «Libro de signos», «Variaciones alrededor de nada» , «Prosa de Gaspar», «Fárrago
    y Nova el vetera».
    Falleció en Bogotá en 1976


    **********

    Canción ligera

    Me quedas tú, y me donas tu alegría
    con el dolor, y tu miel deleitable
    con el acerbo aloe.
    Me quedas tú, y la luz que tu alma cría
    dentro la tenebrura inenarrable
    de mi yo solitario:

    Siempre loe
    tu don ilusionario.

    Me quedas tú, y el claro sortilegio
    de tus ojos rïentes: con su hechizo
    mi soledad se puebla.

    Me quedas tú, y tu risa, cuyo arpegio
    me embriaga, y tu tesoro de oro cobrizo
    solaz del alma sola:

    La gris niebla
    tu regalo aureola.

    Me quedas tú, y el filtro que tu ardida
    boca frutal, sombreada, en mis febriles
    resecos labios vierte.

    Me quedas tú, la ingenua enardecida,
    me quedas tú, la experta, de sutiles
    tácticas retrecheras:

    Vida. Muerte.
    Lo que quieras.







    Canción nocturna

    En tu pelo está el perfume de la noche
    y en tus ojos su tormentosa luz.
    El sabor de la noche vibra en tu boca palpitante.
    Mi corazón, clavado sobre la noche de avenuz.

    La noche está en tu frente morena, erguida y frágil
    y en tus brazos que un vello sutil aterciopela.
    La noche está en recónditos parajes de tu cuerpo:
    -la noche perfumada de nardo y de vainilla y de canela...

    La noche está en tus ojos brunos, iridiscente:
    constelaciones bullen en su vivaz burbuja.
    La noche está en tus ojos brunos, cuando los cierras:
    noche definitiva, noche agorera, noche bruja.

    En tus oídos, toda la música de la noche
    se refugia, y te arrulla con su vago susurro.
    En tus oídos, toda la música de la noche,
    y en tu voz, y en tu risa, y en tu tácito llanto...

    En tu frente, su angustia latente insomne yerra,
    y en tu pecho amoroso su tormentosa luz.
    En la noche sortílega, sortílego discurro...
    El sabor de la noche vibra en tu boca palpitante.
    Tus manos son dos pálidas lunas sobre mi frente.

    Clavos en ti me clavan , oh Noche deleitosa!
    noche...! tibio madero de mi cruz!










    Canción nocturna 2

    Mañana sí veré con ojos jubilosos
    la luz, la luz del día;

    en pleno día miraré la noche fúlgida,
    en pleno día oiré sus cánticos, absorto,
    los cantos de la noche única!
    en pleno día
    respiraré el aroma de la noche estremecida!

    Yo besaré los labios de la noche:
    y mis manos febriles
    pondrán presas sus manos tibias
    y oprimirán los flancos de la noche
    y los muslos -vía láctea-, los muslos siderales de la noche;
    y mis manos febriles
    retozarán en cálidos oteros
    y odorantes colinas
    y jardines ocultos de la noche...

    Yo escrutaré los ojos de la noche:
    me beberé el fulgor de sus pupilas
    por saber si es amor ese fulgor...:
    -por saber si es amor el hondo efluvio,
    el tormentoso exálito que efunde la melena de la noche,
    me embriagaré en su bruna cabellera...:
    por saber si es amor todo el perfume
    que envuelve el cuerpo en ascuas de la noche,
    yo estrecharé en mis brazos el cuerpo de la noche...

    Mañana sí veré con ojos jubilosos
    la luz, la luz del día:

    en pleno día miraré la noche fúlgida,
    en pleno día oiré sus cánticos, absorto,
    los cantos de la noche única!
    en pleno día
    aspiraré el aroma de la noche estremecida!









    Cancioncilla

    Quise una vez y para siempre
    -yo la quería desde antaño-
    a ésa mujer, en cuyos ojos
    bebí mi júbilo y mi daño...

    Quise una vez -nunca así quise
    ni así querré, como así quiero-
    a ésa mujer, en cuyo espíritu
    fundí mi espíritu altanero.

    Quise una vez y desde nunca
    -ya la querré y hasta que muera-
    a ésa mujer, en cuya boca
    gusté -otoñal- la Primavera.

    Quise una vez -nadie así quiso
    ni así querrá, que es arduo empeño-
    a ésa mujer, en cuyo cálido
    regazo en flor ancló mi ensueño.

    Quise una vez -jamás la olvide
    vivo ni muerto- a ésa mujer,
    en cuyo ser de maravilla
    remorí para renacer...

    Y ésa mujer se llama... Nadie,
    nadie lo sepa -Ella sí y yo-.
    Cuando yo muera, digas -sólo-
    quién amará como él amó?










    Cancioncilla 2

    Tú coronas mis quince lustros
    con el cíngulo de tus brazos,
    con el cíngulo de tus muslos,
    con el perfume de tus labios,
    con el éxtasis de tu júbilo
    -cabrilleante por los lagos
    auriendrinos, hondos carbundos-.

    Con la tersura de tus manos,
    con el ardor de tu combusto
    tesoro en flor, que orna melado
    toisón en rizos: el refugio
    fragante, que al híspido fauno
    tú le donas, -intercolumnio-:
    oasis tibio entre alabastros.

    Tú coronas mis quince lustros
    con el hechizo de tus labios;
    con el cíngulo de tus muslos,
    con el cíngulo de tus brazos,
    con tus fulgentes ojos rútilos,
    con tus besos trémulos, ávidos,
    -ora lustrales, ora lúbricos...-

    Con la tersura de tus manos,
    con tu voz rauca en el susurro,
    con tus ímpetus inexhaustos,
    con tus anhelos sitibundos
    que el corazón hinchente: heraldos
    de los mis goces y los tuyos,
    -nuestra embriaguez y nuestro gaudio-.

    Con el cíngulo de tus muslos,
    con el cíngulo de tus brazos,
    con el prodigio intercolumnio
    con el regusto de tus labios...
    Tú coronas mis quince lustros
    con el brillo de tus ojazos,
    -gémulas de móvil mercurio-.

    Con tu voz grave, con tu osado
    corazón fiero, con tu iluso
    férvido ensueño, con tu claro
    zahareño espíritu agudo.
    Con el oreo de tu cálido
    sexual exhálito y efluvio,
    y prístino efluvio y exhálito.

    con tu severo rictus duro,
    con tu sonrisa en sobresalto,
    con tu silencio o tu murmurio,
    -tu pasional mezzo-soprano
    que se asordina en el connubio...-
    Con el cíngulo de tus brazos,
    con el cíngulo de tus muslos...

    con la caricia de tus manos,
    con el éxtasis de tu júbilo,
    con el éxtasis de mi gaudio,
    con nuestros éxtasis en uno,
    con el embrujo de tus labios,
    coronaste mis quince lustros
    y continúas coronándolos...











    Divagación nocturna

    Riela en mi alma tu recuerdo
    como la luna sobre el mar...

    En el silencio de mis noches
    oigo tu voz aletear,
    tu voz que me dice muy paso
    que no me quieres olvidar...

    En el silencio de mis noches,
    -como la luna sobre el mar-
    riela en mi alma tu recuerdo...

    Veo el undívago vibrar
    de las estrellas, en tus ojos...

    Me embriaga el cálido aromar
    de tu melena tenebrosa...
    Tu frente, -un milagro lunar-
    trasluce los puros anhelos
    de tu querer, de tu ensoñar.

    Se van mis horas solitarias
    tras tu recuerdo, en un girar
    de sueño y sueños ilusos...
    (No los podremos realizar?...)

    Melancólico ensueño ilusorio
    que justifica el vegetar
    del ánima mía soberbia,
    de mi espíritu singular...
    Melancólico ensueño ilusorio...
    (no lo podremos realizar...?)

    Riela en mi alma tu recuerdo...
    Siento en mi boca palpitar
    el beso trémulo y perenne
    con que nos hemos de besar...
    miro en tus ojos de misterio
    -como si fueran a llorar...-
    todo el poema de la vida
    que no pudimos realizar...
    En tu nocturna cabellera
    -nardos y lirios y azahar-
    aspiro todos los perfumes
    con que quisiera aletargar
    mi quimérica pantomima
    de soñar y soñar y soñar!
    Está en tu grácil cuerpo fino
    toda la euritmia del rimar...
    Son tus manos palidecidad
    -parece que fuera a nevar...-,
    tus manos, lánguidas y breves,
    pareja de lirios sin par!
    Tus manos, que bendijeron
    con su perdón, mi divagar
    por arduos caminos oscuros
    y muelles sendas del pescar...

    Riela en mi alma tu recuerdo
    como la luna sobre el mar...
    En el silencio de mis noches
    oigo tu voz aletear...,
    tu voz, que me dice muy paso
    que no me quieren olvidar!

    Siento en mi frente ensombrecida
    tus manos cándidas posar...
    Siento en mi ardida frente gélida
    el balsámico palpitar
    de tus labios, que borran culpas
    y que me quieren perdonar...

    ¡Melancólico ensueño ilusorio
    de mi incoherente divagar!
    Fantasía disparatada
    de mi espíritu singular!
    Delirio ingenuo que se trueca
    -irónico y duro- en pesar...
    ¡Melancólico ensueño ilusorio
    que no podremos realizar...!

    Riela en mi alma tu recuerdo
    como la luna sobre el mar...!



    _________________



    POETAS LATINOAMERICANOS  - Página 8 Marialuaf


    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua Sáb 31 Ago 2024, 17:03

    Enrique Jaramillo


    Poeta, cuentista y ensayista panameño nacido en Colón en 1944.
    Es Licenciado en Filosofía y Letras con especialización en Inglés y Profesor de Segunda Enseñanza por la
    Universidad de Panamá. Tiene además Maestrías en Creación Literaria y en Letras Hispanoamericanas
    por la Universidad de Iowa y Doctorado en Letras Iberoamericanas por la Universidad Nacional Autónoma de México.
    Es un gran impulsor de la cultura de su país, docente universitario, director de la revista «Maga», presidente de la
    Fundación Cultural «Signos» y Coordinador de Difusión Cultural en la Universidad Tecnológica de Panamá.
    «Los atardeceres de la memoria» en 1978, «Fugas y engranajes» en 1982, «Extravíos» en 1989, «Siluetas y clamores
    en 1993 y «A flor de piel en 1997, forman parte de su obra poética


    ***************


    Barco a la deriva

    Hay que salvar la nave,
    su tripulación,
    el cargamento.
    Sálvala tú que sabes el oficio,
    que puedes tranquilizar el desorden
    de las máquinas y el fragor de las olas
    con el simple roce de tus dedos,
    con el bálsamo de una sonrisa.
    No permitas que naufrague
    este terco barco a la deriva.
    Ofrécele al final tu puerto,
    condúcelo
    a su muelle húmedo,
    y verás cómo se aquieta
    este incendio voraz
    que me consume.







    Bruja

    Habitada por el viento
    que en recinto cerrado
    se pone a mecer tus cabellos,
    nocturnas voces musitan
    lapidarios dialectos
    por el fluir de tus ojos.
    Brilla y parece desvanecerse
    el calor de tu piel
    cuando platicamos de brujas
    y un relámpago enciende
    la punta de tu lengua.
    Me convierto entonces
    en la más fiel
    de tus víctimas.








    Destiempo

    El amor expira
    y renace
    cuando irrumpe su tiempo
    de ser,
    efímera rosa a destiempo
    espinas en el tiempo justo:
    preludio de trinos
    que tendrán otra voz
    y nueva substancia
    mientras dure la cosecha.








    El mar

    Caracoleando su rumor milenario,
    imponente emerge el mar
    por entre oscuras rocas
    que bordean la costa y me rodean
    las mujeres de mi vida.
    Sus cuerpos se encrespan,
    estallan aquí cerca, a mi lado,
    y en la distancia muere el atardecer.
    Pequeñas olas llegan suavemente
    tras formarse afuera
    e irrumpir ahora, palabras
    que ya no sé quién dijo
    ni cuándo ni su razón de ser.
    Líquida caricia me lame los pies,
    el pensamiento, casquivana, insistente.
    Hacia su origen enfilan residuos
    en dulce postración.
    El mar: esponja de recuerdos,
    cambiante espejo, flujo
    y reflujo de otras vidas,
    de mi existencia metamorfosis
    y resurrección.







    Escritura

    Afuera llueve
    Tu mano escribe a mi lado un poema
    Veo caer la lluvia
    Los trazos emiten un sentido
    En los charcos de la calle flotan palabras
    Una lenta humedad de signos nos ciñe al respirar
    Estoy empapado de ti cuando te leo
    Somos ya una misma esencia
    atrapada entre agua y escritura.







    Extravíos

    I
    Como pechos violentos desbocados
    hacia manos disponibles, temblorosas;
    hacia labios cuyo asedio ya no es necesario.

    Como risas desatadas por las noches
    cuando llueve y corriendo por las calles
    destilamos efímera alegría.

    Como flores contráctiles extrañas
    halladas de repente
    donde uno menos las espera
    -¿en el fondo de un sueño?-
    y su presencia nos seduce
    aún al despertar.

    Como sendas que nos llevan
    a sitios impensados
    en donde ocurren hechos
    ajenos a nosotros,
    pero ya no deseamos regresar
    o no nos dejan.
    Como soltamos las amarras,
    el pelo, las ropas asfixiantes,
    los deberes que se asumen por costumbre
    cuando anochece una mañana
    o al mediodía caen pájaros gorjeando calamares
    desde un cielo enrarecido de presagios.
    Así son los extravíos de esta historia
    que me teje a su antojo
    y me despeña
    de mí mismo
    cuando encuentro tan cambiado
    aquel rostro del espejo,
    las viejas fortalezas
    del espíritu.

    II
    No hay secreto sin destino.
    y sin embargo me contemplo otro
    al perderme en el temblor de líneas
    no siempre paralelas,
    más bien convergentes,
    que apuntan hacia un final
    en cuyo vértice
    -incógnita abierta-
    puede esperar cualquier cosa:
    Dios, la tragedia,
    la nada sin fisuras
    o una pequeñísima gota
    de plenitud
    en tus brazos.








    Ideas

    Fluyen en la mente
    como peces
    enfilando
    hacia ignota carnada
    y no se detienen
    a respirar
    ni cuando duermes
    porque eres una máquina
    perfecta
    que sólo habrá de suspender
    su ritmo
    al final
    de la última jornada.








    Que yo sea

    Las dudas surgen -trenzadas- de las dudas;
    la tenaz certidumbre, del amor.
    No dudes más, confía.
    Come de mi mano, paloma;
    de mi cuerpo, antropófaga.
    Aliméntate de mí.
    Que yo sea
    hostia
    consagrada
    en tu altar.







    Resquicios y rescoldos

    Hay resquicios como encendidos rescoldos
    y rescoldos que son presencias sinuosas
    que cotidianamente nos habitan.

    Viven en nosotros alimentándose de sí mismos,
    de lo que fuimos, de lo que alguna vez
    volveremos a ser, bueno o malo.

    Sólo somos sus impávidos anfitriones,
    incubadoras, matrices donde a veces van creciendo
    y cuando en los resquicios los rescoldos
    se inflaman, se ponen al vivo rojo,

    en los rescoldos los resquicios se destemplan, se exacerban,
    pueden salirse de madre.

    Entonces hacemos cosas inauditas, acaso terrible:
    y nadie nos conoce ya, ni nosotros mismos
    nos reconocemos. Porque una sola masa informe,
    magma atroz, puro caos, nos desquicia.
    Porque ahora es antes y antes después y siempre,
    y todo terriblemente diferente, porque todo
    es turbio en su inexorable lógica expedita,
    porque nada entendemos ya o tal vez demasiado,
    y siempre, siempre hay consecuencias...






    Sólo el amor

    Para Leland H. Chambers

    La angustia es siempre
    indocumentada ave
    que se aposenta
    mirando ansioso a todas partes.
    Sólo al mirarse de frente
    en el trémulo pozo del alma
    hasta embarrarse de luz
    la médula del ser
    brota un largo beso de sombras
    permeado de ígneas ráfagas
    que son alas de una gran emoción.
    Comprendemos maravillados
    que a fin de cuentas
    por encima de todo
    sólo el amor nos salva.

    Denver, Colorado
    24 de abril de 1988








    Sonrisa

    A Tatiana, mi primera hija

    El día es gris
    y están frías mis manos
    cuando a través de la ventana
    veo agitarse los rosales
    en el jardín
    azotado por el viento.
    Empieza a llover
    como un lento aprendizaje
    de la naturaleza
    hasta que la oscuridad
    que ha ido creciendo
    entra en mi ánimo.
    Oigo un suspiro
    leve
    a mis espaldas
    y me doy vuelta
    buscando recuperar el tiempo
    de la alegría
    en el espacio exacto
    que ocupa el pequeño bulto
    animado
    sobre el tapete.
    En su rostro pálido me veo repetido
    y pienso que esa sonrisa suya
    inocente
    es capaz de mover el mundo
    en que me muevo
    iluminándolo
    hasta cortarle las alas
    a la tristeza
    y restaurar mil veces
    el genuino rostro
    de la paz.








    Vuelo

    Se abre, meandro de esplendor;
    palpitante, desde su centro me incita,
    me ruega, no tardes tanto, ven...
    Fuego terso, ríos de lava dulce,
    algodón, filamentos desprendiéndose,
    blando espacio que desaloja su vacío,
    su creciente plenitud,
    noche tornándose soleado deleite crepuscular,
    complacida expectación,
    apaciguada brasa.
    Somos trayecto, armonía en expansión,
    leche y miel bíblicas
    desbordándose,
    vuelo a ras,
    caída,
    llegada.


    _________________



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    Mensaje por Maria Lua Dom 01 Sep 2024, 13:24

    Eduardo Lizalde


    Poeta, narrador y ensayista mexicano nacido en Ciudad de México en 1929.
    Estudió Filosofía y música en la Universidad Nacional Autónoma de México.
    Es uno de los grandes exponentes de la actual poesía mexicana. Ha ocupado diversos cargos en el campo universitario,
    artístico y cultural. Hizo parte del grupo poético fundado en compañía de Enrique González Rojo y Marco Antonio
    Montes de Oca. Fue director de la Casa del Lago de la UNAM, director general de Publicaciones y Medios de la Secretaría
    de Educación Pública, y director de Ópera del Instituto Nacional de Bellas Artes. Actualmente dirige la Biblioteca
    Nacional de México.
    Su obra poética iniciada con "La mala hora" en 1956, fue seguida por otras publicaciones entrelas que se destacan,
    "Cada cosa es Babel" en 1966, "El tigre en la casa" en 1970, "La zorra enferma" en 1974, "Caza mayor" en 1979,
    "Tabernarios y eróticos" en 1989, "Rosas" en 1994 y "Otros tigres" en 1995.
    En 1984 le fue concedida la beca de la Fundación John Simon Guggenheim.
    Su obra ha sido distinguida con importantes galardones: el Premio Xavier Villaurrutia en 1969, el Premio Nacional
    de Poesía Aguascalientes en 1974, el Premio Nacional de Lingüística y Literatura en 1988, y el Premio Iberoamericano
    de Poesía Ramón López Velarde en 2002


    *****************


    Dos viñetas de un cándido

    1. Bajo el cielo tenebroso
    el rehilete se abre en el jardín.
    La fiesta del gorrión que danza, canta
    -se vuelve flor su trino,
    fruto su aleteo-,
    se baña bajo el líquido haz de chispas.
    Pura felicidad en el pequeño prado,
    el agua limpia -hubiera dicho el santo-,
    es la sonrisa de Dios.


    * * *


    2. Buenos días, mundo.
    Me alegra verte afuera al despertar.
    Celebro que no hayas
    -la ocasión la pintan calva-
    aprovechado el manto de la noche maldita
    para irte por siempre al inframundo.
    También me reconforta
    que aún te habiten pájaros cantores,
    meistersinger del bosque en el jardín;
    que el sol severo nos escalde aún
    y nos torture el rudo ozono
    -como todos los días-.

    Soñé que te habías ido,
    conmigo hacia el infierno
    y que se habían quedado aquí
    sin mundo todas las demás criaturas:
    piedras, grajos, insectos o personas.
    Te veo tan grande y bello,
    que me río de los siniestros solipsistas
    de antaño.
    No has de esfumarte cuando yo me extinga.
    Canto tu salud de hierro,
    tu verde corazón y tu estructura
    de granito.
    Buenos días, querido, hermoso mundo.







    El sexo en siete lecciones

    1. Gozo y tortura
    que el Tártaro yel Cielo
    -uña de carne- desempeñan.

    Al sexo y su desorden milagroso,
    a su perfecto matrimonio; ,
    de beso y abrelatas, sucumbimos.

    A la gloria del sexo,
    a su desenfrenado latrocinio,
    su avaricia impecable,
    alto, cedemos.

    * * *

    2. Y por estar a flote,
    por ser la superficie de la espuma en la piel,
    por ser lo más visible y general,
    por ser el más común lugar del paraíso visitado,
    el sexo, lo evidente,
    lo que a todos iguala,
    lo esencial-sabia era Eva,
    ingenuo Segismundo-,
    por ser el sexo algo tan real,
    lo único real acaso,
    sólo se existe y vive a su merced.

    No es reducible el sexo a números ni a ciencia,
    no es cosa comprensible,
    no es natural ni humano
    y la divinidad lo desconoce.

    Lo real no está sujeto a inquisición.

    * * *

    3. El tiempo escaso por costumbre
    y, por la costumbre, frágil,
    no basta para el amor
    y es demasiado para el sexo.

    Pero si en sexo se midiera el tiempo
    si el sexo -el gozo, mejor dicho- fuera
    una unidad de tiempo,
    sería la más pequeña
    que el reloj pudiera imaginar,
    la apenas registrable,
    el átomo del tiempo.

    * * *

    4. Ni el denodado goce de los cuerpos,
    ni el carnívoro roce de las bocas,
    ni las fieras sensuales de los dedos,
    ni las mejillas ardorosas,
    ni el sudor refrescante de los pechos
    -su rima encantadora-,
    ni el tacto delicioso de los muslos,
    ni la plata del pubis,
    ni las caudas azules y viriles,
    son suficientes para el sexo.

    La plena saciedad misma, no basta.
    Lacios los cuerpos tras el goce, exhaustos,
    bebidos uno a otro hasta las plantas,
    sueñan, despiertos, con el sexo.
    Sólo han probado, sólo empiezan a hervir.
    La saciedad más absoluta
    es siempre, apenas, el principio.

    * * *

    5. El cuerpo es siempre virgen para el sexo.
    El cuerpo siempre, Paul, recomenzando.
    Y el cuerpo eterno, el fiero eterno cuerpo
    muere antes que el sexo.

    * * *

    6. Y nada de que el sexo
    sólo con amor es sexo.
    El sexo es siempre amor,
    nunca el amor es sexo.
    El amor no es amor,
    el sexo es el amor.
    No hay sexo sin amor
    pero hay amor sin sexo, y no lo es.
    Todo amor sin sexo es corruptible.
    Sólo una advertencia:
    es ya desgracia conocida
    que el sexo y el amor no sean posibles
    sino con personas,
    con almas y con cuerpos de cuatro dimensiones,
    con seres existentes,
    y nunca con fantasmas o sombras pasajeras,
    mucho menos con plantas o gallinas.

    7 (y última). El sexo es una cosa
    que se embellece cuando se la mira.
    Y la prostitución es su magnífico revés,
    su negación perfecta,
    su ausencia depresiva.
    El sexo es este Dios moldeado
    por su más portentosa y vil creatura.







    Amor

    La regla es ésta:
    dar lo absolutamente imprescindible,
    obtener lo más,
    nunca bajar la guardia,
    meter el jab a tiempo,
    no ceder,
    y no pelear en corto,
    no entregarse en ninguna circunstancia
    ni cambiar golpes con la ceja herida;
    jamás decir "te amo", en serio,
    al contrincante.
    Es el mejor camino
    para ser eternamente desgraciado
    y triunfador
    sin riesgos aparentes.







    El tigre real, el amo, el solo, el sol...

    El tigre real, el amo, el solo, el sol
    de los carnívoros, espera,
    está herido y hambriento,
    tiene sed de carne,
    hambre de agua.
    Acecha fijo, suspenso en su materia,
    como detenido por el lápiz
    que lo está dibujando,
    trastornada su pinta majestuosa
    por la extrema quietud.
    Es una roca amarilla:
    se fragua el aire mismo de su aliento
    y el fulgor cortante de sus ojos
    cuaja y cesa al punto de la hulla.
    Veteado por las sombras,
    doblemente rayado,
    doblemente asesino,
    sueña en su presa improbable,
    la paladea de lejos, la inventa
    como el artista que concibe un crimen
    de pulpas deliciosas.
    Escucha, huele, palpa y adivina
    los menores espasmos, los supuestos crujidos,
    los vientos más delgados.
    Al fin, la víctima se acerca,
    estruendosa y sinfónica.
    El tigre se incorpora, otea, apercibe
    sus veloces navajas y colmillos,
    desamarra
    la encordadura recia de sus músculos.
    Pero la bestia, lo que se avecina
    es demasiado grande
    -el tigre de los tigres-.
    Es la muerte
    y el gran tigre es la presa.







    Esto es falso, esto es bueno...

    Esto es falso, esto es bueno
    y aquello rubio cobre.

    Qué ciencia, hermanos,
    cómo saben todo eso.

    ¿No hay más azul, ni falso ni magenta
    que el sol del que los mira?

    ¿No florecemos, no estamos
    comprendidos
    entre los seres del reino
    -oh solipsistas, oh videntes, oh magos-?

    Sólo somos el muro que retiene al jardín.







    Martirio de Narciso

    Al verterse en los charcos la apostura
    del que delgado está, pues disemina
    sus reflejos, el agua femenina
    se hiela por guardar cada figura.

    El revés del cristal nos asegura
    su espalda contener: allí camina
    la sangre que en Narciso se origina
    cada vez que un espejo se fractura.

    Pulida tempestad en los cristales
    impide que navegue su reflejo;
    le da ceguera un Tántalo cercano,

    quien dice amordazando manantiales:
    aquel que aprisionar logra un espejo
    puede apretar el mundo con la mano.







    No puedes, rosa, coincidir con tu rosa...

    ...alle Rosen sind entweder gelb oder
    rot...

    No puedes, rosa, coincidir con tu rosa.

    La rosa es amarilla, o no:
    la rosa es roja, es blanca, es rosa.
    ¿Son sus hermanas todas amarillas
    o blancas?
    ¿Rosadas, color vino?

    Lo verdadero no es un callo
    de este aparador,
    ni lo falso una grieta
    de su espalda de encino.

    Rosa, no es prenda tuya
    la verdad
    de tu amarillo o de tu rojo.
    No es un pétalo más esa rojez
    que es sólo sangre de tu realidad
    y trampa y muerte
    del ojo que te observa
    con sus tintas.

    No, rosa,
    no eres verdad como rosa
    de tal o cual textura,
    no se empatan las voces, al cantar,
    del crecer y el vivir.
    En innúmeras vidas
    te deshojas al tiempo en que maduras,
    palideces o alientas,

    Rosa, no puedes
    coincidir con tu rosa.







    Que tanto y tanto amor se pudra, oh dioses...

    Que tanto y tanto amor se pudra, oh dioses;
    que se pierda
    tanto increíble amor.
    Que nada quede, amigos,
    de esos mares de amor,
    de estas verduras pobres de las eras
    que las vacas devoran
    lamiendo el otro lado del césped,
    lanzando a nuestros pastos
    las manadas de hidras y langostas
    de sus lenguas calientes.

    Como si el verde pasto celestial,
    el mismo océano, salado como arenque,
    hirvieran.
    Que tanto y tanto amor
    y tanto vuelo entre unos cuerpos
    al abordaje apenas de su lecho se desplome.

    Que una sola munición de estaño luminoso,
    una bala pequeña,
    un perdigón inocuo para un pato,
    derrumbe al mismo tiempo todas las bandadas
    y desgarre el cielo con sus plumas.

    Que el oro mismo estalle sin motivo.
    Que un amor capaz de convertir al sapo en rosa
    se destroce.

    Que tanto y tanto amor, una vez más, y tanto,
    tanto imposible amor inexpresable,
    nos vuelva tontos, monos sin sentido.

    Que tanto amor queme sus naves
    antes de llegar a tierra.

    Es esto, dioses, poderosos amigos, perros,
    niños, animales domésticos, señores,
    lo que duele.







    Vaca y niña

    Los niños de las ciudades
    conocen bien el mar,
    mas no la tierra.
    La niña que no había visto,
    nunca, una vaca
    se la encontró en el prado
    y le gustó.
    La vaca no sonreía
    -está contra sus costumbres-.
    La niña se le acercó, pasos menudos,
    como a una fuente materna
    de leche y miel y cebada.
    La vaca a su vez,
    rumiando dulce pastura,
    miró a la pequeña triste,
    como a un becerro perdido,
    y la saludó contenta:
    la cola en alta alegría,
    látigo amable
    que festejaban las moscas.

    De "La zorra enferma" 1974


    _________________



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    "Ser como un verso volando
    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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